Choque entre dos mundos Este nuevo largometraje de la Fundación Universidad del Cine (FUC) se arriesga con un guión que mixtura el realismo de una historia juvenil contemporánea con el género fantástico, a partir del encuentro entre Tomás (Estanislao Silveyra), un muchacho de la Buenos Aires actual, y el fantasma de Canaveri (Iván Espeche), un malevo acuchillado a traición en una noche de 1920. La apuesta es riesgosa, además, porque esta opera prima del guionista y director Guillermo Grillo propone una combinación de tonos y climas entre el drama propio de la trágica historia del pasado, el minimalismo de las desventuras adolescentes de Tomás (enamorado de la hermana de su mejor amigo) y las búsquedas humorísticas del choque entre las personalidades, las costumbres, las actitudes y hasta las formas de hablar de ambos protagonistas: mientras Canaveri es el típico guapo, taita, duro y encarador; Tomás es un chico inseguro, tímido y algo cobarde. Hay algunos pasajes inspirados (cuando Grillo se centra en la intimidad y en las interacciones de sus criaturas) y otros en los que irrumpe la obviedad, el paralelismo más bien obvio y hasta el trazo grueso (una escena con un travesti en un albergue transitorio u otra en la que aparecen un parapsicólogo y una médium). Lo mejor de la película tiene que ver con su sólido acabado técnico (en especial, el muy cuidado sonido) y con las buenas actuaciones de los dos protagonistas y de varios de los intérpretes secundarios. Sin embargo, a nivel general, la mezcla no termina de cuajar y, así, muchas situaciones y búsquedas artísticas lucen forzadas, artificiales. Más allá de los apuntados hallazgos, Fantasma de Buenos Aires se ubica en las antípodas de las propuestas que varios directores surgidos de la FUC (como Mariano Llinás, Matías Piñeiro o Alejo Moguillansky) siguen concretando incluso con el apoyo de la escuela de cine más prolífica e influyente del país.
Malevos esotéricos Mezclando elementos de diferentes géneros cinematográficos Fantasma de Buenos Aires (2009), ópera prima de Guillermo Grillo, se convierte en un film netamente narrativo. Corriéndose del minimalismo del Nuevo Cine Argentino, presenta una historia que vira entre la fantasía, la comedia, el policial y el suspenso. Una noche, un grupo de amigos aburridos, deciden participar del juego de la copa. Entre el escepticismo y el temor, la copa se romperá y el espíritu convocado se quedará en la tierra. A partir de ese instante, nacerá una extraña relación entre uno de los jóvenes y el fantasma de un malevo asesinado en los años 20, quien le pedirá su cuerpo prestado, por un par de días, para saldar una deuda pendiente. El conflicto se desencadenará cuando éste deba toparse con una Buenos Aires moderna, totalmente alejada de aquella que él conoció. Con una puesta en escena que por momentos se asemeja a lo teatral, el film de Guillermo Grillo, crece a partir del cruce de géneros. Así como The Host (Gwoemul, 2006) transitaba, casi sin proponérselo, por el drama, la ciencia ficción y el terror, Fantasma de Buenos Aires nos va a introducir en una película que constantemente cambiará el rumbo, pero sin dejar de lado la esencia de la historia narrada. Los cruces temporales entre una Buenos Aires cosmopolita actual con la de principios de siglo, denotan cierta nostalgia. La misma está marcada por el uso de una fotografía en blanco y negro versus el uso del color, sumada a los cambios arquitectónicos sufridos en la ciudad a los que hace referencia el film. La contraposición de planos cerrados para marcar el pasado con planos abiertos para mostrar un presente en donde el olvido sepultó las raíces de una ciudad, son el marco correcto para la propuesta nostálgica que el film presenta. Iván Espeche como el fantasma del malevo Canaveri y Estanislao Silveyra como Tomás -el joven que le presta su cuerpo- cumplen a rajatablas y de manera correcta con los roles asignados; tanto en la forma de hablar, como en las posturas corporales y la manera de llevar adelante cada uno de sus personajes. Aunque el que provoca destellos de comicidad es el joven actor -proveniente del teatro off porteño- Juan West, al que su personificación de Claudio, un amigo de Tomás, la cae a la perfección, brindando el contrapunto necesario que la historia necesita para alejarnos de lo fantástico y adentrarnos en la comedia. El rol de la mujer -que está casi ausente en los protagónicos- cumple un papel trascendental en el desarrollo de cada uno de los conflictos planteados, ya que será a partir de ésta que se abrirán las historias. Si bien la misma pareciera ser netamente machista, terminarán siendo las mujeres quienes modifiquen cada una de las acciones de los personajes masculinos para ganar la partida o conseguir lo que ellas desean. Fantasma de Buenos Aires es una película más que interesante, ya sea por su construcción cinematográfica como por la forma en que decide contar una historia que, alejada del Nuevo Cine Argentino, a pesar de por momentos caer en la teatralización, viene a renovar las formas narrativas de un cine clasicista. La película que hacía falta para terminar un gran año del cine argentino.
Hay un malevo en mi cuerpo "Fantasma de Buenos Aires". Un joven y su raro "cruce" con un guapo muerto en 1920. Lo primero que sorprende de Fantasma..., producción de la FUC dirigida por el debutante Guillermo Grillo, es que sea una película de género. Lo segundo, que sea de tantos géneros: comienza con guiños al cine de terror o fantástico y, luego, va convirtiéndose en una comedia dramática, en la que no faltan elementos de tragedia, de filme romántico ni de película de suspenso. Uno de sus ejes es la contraposición de dos ciudades (Buenos Aires), dos países (Argentina) y dos épocas, que es igual a decir dos mundos o formas de ver el mundo. En algún punto, Fantasma... parece hecha de fragmentos de películas norteamericanas (que el director habrá disfrutado sobre todo en los '80), pero con ambientación y personajes bien porteños. La combinación suena tentadora, pero su resultado es irregular. Por momentos, la historia genera interés -el tono y el tratamiento se mantienen bien alejados del cine contemplativo-; por otros, gracia, sobre todo a partir de un personaje de comienzos del siglo XX que, traspolado al XXI, debe "enfrentarse" a una realidad con mayor libertad sexual y menor sentido de la pertenencia. La película empieza en el pasado: con un cuchillero (Canaveri; Iván Espeche) muriendo violentamente en 1920. Luego, la actualidad: tres jóvenes juegan a la copita y terminan convocando al espíritu del malevo. Uno de los muchachos (Tomás; Estanislao Silveyra), cuya madre murió cuando era chico, hará contacto con el guapo y, más adelante, le prestará su cuerpo para que cumpla una última misión en la Tierra. ¿Una venganza? Como si se tratara de una combinación de Hay una chica en mi cuerpo -por el procedimiento para representar la "convivencia" corporal- con Sueños de un seductor -Canaveri le da consejos sentimentales al muchacho, como el fantasma de Humphrey Bogart a Woody Allen-, la película termina centrándose en la masculinidad, en los distintos modos de acercamiento a las mujeres. Y, si bien Grillo elude las tentaciones del "psicologismo", sus personajes caen en algunos lugares comunes y trazos gruesos. Y ciertas subtramas, como la de la madre muerta, parecen innecesarias o acaso excesivas: algo así como rizar un filme con demasiados rizos.
Una comedia fantástica y tanguera Fantasma de Buenos Aires es el sexto largometraje producido por la Universidad del Cine, que así da oportunidad a los alumnos egresados de realizar films comerciales. En este nuevo relato lo fantástico se une con toques de comedia teniendo como protagonista a Tomás, un joven que participa en una sesión de espiritismo en la que descubre una sombra que se manifiesta como un malevo que canta tangos. Sólo el muchacho marcado por la muerte de su madre cuando era niño se interesará por este fenómeno y hará lo posible para volver a conectarse con ese espíritu. El fantasma -el malevo Canaveri en los albores del siglo pasado era temido por su ferocidad y su valentía- le contará a Tomás todo lo que hay después de la muerte y éste lo dejará vivir un día entero dentro de su cuerpo. Sobre la base de este pacto Canaveri recorre Buenos Aires y se enfrenta constantemente con cosas que no comprende, ya que la ciudad ha crecido mucho. En este camino no faltan ni el romance ni la calidez de la amistad que los irá uniendo. El director Guillermo Grillo logró imponer una gran solidez a este relato (ganó una mención en el concurso de guiones de LA NACION) que, sin pretensión alguna, se encaminó por las sendas más entretenidas en busca de una aventura al estilo "tango reo". Estanislao Silveyra y Iván Espeche lograron dar vida a la pareja central del relato, en tanto que el resto del elenco, a lo que se suman una muy buena fotografía y una música exacta para cada situación, apuntalan esta nueva propuesta que brinda la Universidad del Cine en su ya larga y meritoria trayectoria.
Malevaje extrañado en el siglo XXI Sólo en términos técnicos podría decirse que Fantasma de Buenos Aires, sexta producción de la Universidad del Cine, está a la altura del lugar central que esa casa de estudios viene ocupando, desde hace un par de décadas, en relación con el cine argentino contemporáneo. Bastaría nombrar a unos pocos graduados de la FUC –Pablo Trapero, la dupla Matías Piñeyro/ Alejo Moguillanski, Damián Szifron, Celina Murga, Ana Katz y Mariano Llinás– para aquilatar la sostenida calidad y variedad del aporte que la universidad que dirige Manuel Antín ha hecho al cine argentino desde el momento de su fundación. Por algún extraño motivo, sin embargo, algunas de las producciones propias de la FUC parecerían provenir de un planeta distinto. Un planeta menos inteligente, menos estimulante, más banal. Es el caso de Fantasma de Buenos Aires, ópera prima de Guillermo Grillo, a quien, con 39 años, podría considerarse un graduado veterano. La idea de Fantasma de Buenos Aires está entre el spot publicitario, el viejo programa de televisión Yo soy porteño y alguna de esas parodias o banalizaciones del terror contemporáneo, al estilo Scary Movie. Tres chicos aburridos se ponen a jugar al jueguito de la copa en casa de uno de ellos, advirtiendo que si la copa se rompe, el espíritu invocado se quedará para siempre en la casa. La copa se rompe –obvio– y el fantasma que se les aparece (mediante la tabla ouija primero, en cuerpo y alma más tarde) es el de un guapo, muerto en duelo a cuchillo a comienzos del siglo XX. El compadrito “tomará el cuerpo” de uno de los chicos, que de allí en más adopta posturas, actitudes, mentalidad y voz del otro, a la manera de lo que sucedía con Steve Martin en Hay una chica en mi cuerpo o Ellen Barkin en Una rubia caída del cielo. La escrita y dirigida por Guillermo Grillo es una comedia livianísima, con cierta pretensión de comentario de actualidad, que surge de hacer chocar al orillero con la, se supone, modernísima Buenos Aires siglo XXI. El desfase permite confrontar lo contemporáneo-light con el culto reo por la guapeza, las biabas y las muñecas bravas, y hasta deshacerle algunos entuertos amorosos al joven protagonista. Actuada con soltura y con rubros técnicos bien cubiertos (un clásico de la FUC), Fantasma de Buenos Aires queda como una suerte de broma menor, sólo esporádicamente graciosa, más propia de un ejercicio curricular de fin de año que de un largometraje de exhibición pública.
Gira mágica y misteriosa Las reglas hay que cumplirlas: si uno compra un Gremlin mejor no darle de comer después de las doce de la noche y alejarlo del agua, si hay un tiburón blanco cerca de un pueblo en los primeros días del verano mejor cerrar las playas, o si viene una niebla tenebrosa mejor quedarse encerrado en casa. Tomás y sus amigos rompen varias reglas en el comienzo de Fantasma de Buenos aires, una de ellas es no romper la copa con la que se intenta hacer contacto con un espíritu, porque de esa manera el espíritu quedará encerrado en la habitación. El guapo Canaveri era el más taita entre los taitas de Palermo, bocón, canchero, peleador, su china lo quería y su grupo de amigos lo seguía, buscando su respeto, sobre todo uno, bajito, embrollón y medio gil que pedía que lo llamen Ventarrón pero al que su Canaveri llamaba Ventolina. Canevari es el fantasma que invocan sin querer el grupo de jóvenes que juegan a la copa y es quien le va a pedir a Tomás meterse en su cuerpo. De ahí en más, el guapo y Tomás empezarán una travesía por Buenos Aires: uno en busca de su pasado el otro, aunque no lo sepa de entrada, en busca del amor. El guapo Canevari no ha pasado a la historia más allá de la foto en una vieja enciclopedia donde aparece junto a Ventarrón y sus amigos. Canevari se entera de que Gardel, ese gordito que cantaba folklore, triunfó y que aquel amigo que trataba con sorna tiene un tango dedicado a su memoria: Ventarrón. Con buen ritmo, gags bien aplicados y convicciones acerca de cómo contar una historia fantástica, Fantasma… es una más que interesante opera prima de Guillermo Grillo, que además logra desmarcarse de lo que suele ser la marca en el orillo de las películas que salen de los directores que han pasado por la Universidad del Cine, institución que se jugó a producir esta comedia fantástica que esperamos que abra un nuevo camino. En el comienzo Grillo le agradece a Manuel por haber querido ver esta película hecha y está bien, no está de mas agradecerle a Manuel Antín que se ve que hizo todo lo que estuvo a su alcance para que Fantasma de Buenos Aires llegue a la pantalla. Vale la pena salir de gira con Tomás y el guapo Canevari y ver como uno cierra el circulo de su historia y el otro encuentra valor para iniciar la suya.
El tanguero que vino desde el más allá El mayor mérito de Fantasma de Buenos Aires aparece en la escena central de la película, cuando se conocen los protagonistas: Tomás, un chico que por jugar al juego de la copa libera el espíritu de un hombre de principios de siglo, y éste: el tanguero Canaveri. Ese encuentro funciona porque allí el director parece darse cuenta de que lo mejor, a la hora de reunir a un muerto de otro tiempo y a un vivo de éste, es una conversación clara, fluida y sincera. “Realista”. Allí el chico le dice que, a cambio de respuestas esclarecedoras sobre qué hay después de la muerte (más tarde sabremos que su madre murió y él no la recuerda), lo dejará meterse en su cuerpo para que el muerto pueda resolver un asunto que tiene pendiente. Sospechamos que es vengarse del tipo que lo traicionó y mató. Pero esa escena llega demasiado entrado el relato. Porque a partir de allí empieza la película: especie de buddy movie donde se cruzan dos miradas opuestas sobre la ciudad y, claro, la vida. Como resulta lógico, uno aprenderá del otro. Los peores momentos de Fantasma de Buenos Aires son los que no logran dar con el registro pretendido (la comedia). La mayoría de los chistes corren previsiblemente por la desubicación temporal del tanguero. También falla la mezcla de géneros: terror primero, comedia después para terminar en un inesperado golpe bajo dramático.
Los muchachos de antes no usaban médium En una de esas extrañas casualidades de la distribución, dos películas sobre fantasmas aparecieron en cartelera el mismo día: Los fantasmas de Scrooge y Fantasma de Buenos Aires. Pero, a pesar de esta coincidencia, estas dos películas provienen de dos universos distantes, casi opuestos. Los fantasmas de Scrooge, adaptación de la novela Cuento de Navidad de Dickens (y van…), para bien o para mal, una obra mayor de la literatura universal, es una película de animación con el -al menos para mi- horrible método de motion capture que apuesta a la espectacularidad y al renombre de sus “actores”. Es decir, un tanque Hollywoodense hecho y derecho. Fantasma de Buenos Aires, en cambio, es una pequeña producción casi artesanal pero técnicamente muy lograda salida de las entrañas de la Universidad del Cine (FUC). Sin embargo no es una película que rompe con los lazos del modelo de representación institucionalizada generado en Hollywood, como muchas producciones de la factoría FUC. Por el contrario, sus referentes pertenecen sin excepción a la industria de Hollywood. Aún más, a pesar de su relativamente artesanal origen Fantasma de Buenos Aires demuestra un claro perfil “industrial”. La película, sin embargo, frustra expectativas. No lo hace como sucede con parte de lo que se da en llamar “cine moderno” (aquel que puebla festivales en todo el mundo y recibe premios por rehusarse a generar sentido explícito a través de sus imágenes o a sostener linealidades narrativas), sino tal vez como consecuencia de su algo excesiva ambición narrativa. La película se presenta como dos relatos paralelos que transcurren uno en la década de 1920 y el otro en el presente; el primero narra la noche de la muerte de un rudo malevo porteño (Iván Espeche) y el segundo la noche de un joven porteño contemporáneo (Estanislao Silveyra), que es asaltado en el colectivo, rebotado en la puerta de un boliche y que pasa la noche jugando al juego de la copa con dos amigos en la casa de uno de ellos. Si el primer relato auguraba un melodrama compadrito con una básica reconstrucción de época y unos personajes estereotipados (que hace quedar al retrato del tanguero en las películas de Manuel Romero como fresco y naturalista) y el segundo otra historia de jóvenes contrariados alla Ezequiel Acuña (pero sin la carga emocional ni la destreza formal de éste), el film pronto vira hacia el fantástico y la comedia cuando tras la accidentada sesión de juego de la copa, malevo y joven hacen un pacto en el que el primero puede tomar posesión del cuerpo de éste para consumar la venganza por su asesinato a cambio de revelarle los secretos de la vida después de la muerte. Comedias sobre posesiones corporales las hay en cantidad, pero la mejor y la más inspirada es la extraordinaria Hay una chica en mi cuerpo de Carl Reiner, en la que una millonaria moribunda (Lily Tomlin) transfiere accidentalmente su alma al cuerpo de un abogado (Steve Martin) y ocupa la mitad derecha del mismo. Estanislao Silveyra no posee las inagotables dotes humorísticas del histriónico comediante de blanca cabellera, pero se mueve con cierta destreza entre ambos registros y consigue algunos buenos momentos de humor en el choque de dos cosmovisiones en un solo cuerpo y en su síntesis, que en este caso es la educación sentimental del joven y el adiestramiento del salvaje tanguero. Sin embargo, el debutante en la dirección Guillermo Grillo comete dos errores: recaer en la solemnidad y el golpe bajo en algunos momentos (en especial en la resolución de los dos conflictos centrales) y en el humor más básico y vulgar, como el episodio con la travesti y con el médium trucho. En las antípodas del hermetismo del cine de marca FUC pero también de la banalidad y grosería de la comedia populista, Fantasma de Buenos Aires se posiciona en un atractivo lugar intermedio, logrando aprender -como lo hacen el joven y el malevo- de lo mejor de ambas tradiciones.
Intento más que loable por acercarse a un cine fantástico argentino con toques de comedia costumbrista. La premisa central –vinculada a una suerte de posesión espiritual consensuada- resulta interesante y está bastante bien desarrollada. El ritmo narrativo que impone Guillermo Grillo quizás por momentos no ayuda pero las actuaciones cumplen y el guión dinamiza correctamente el relato. Debemos celebrar el esfuerzo y el coraje del equipo creativo, bienvenidos sean...
Dentro de la catarata de películas argentinas con poca promoción que vi este año (o sea sin contar ni 'El secreto de sus ojos' ni 'Las viudas de los jueves') esta es la que más me gustó. Antes de ponerse detrás de las cámaras, el realizador Guillermo Grillo ya era bien conocido por un comic muy particular, 'Animal urbano', una historia que combinaba a un protagonista similar al Increíble Hulk pero con todo el transfondo de la Argentina corrupta y desmoralizada que vivimos día a día. De hecho en un enorme caso de autochivo, en varias partes de la peli se ven las tapas del comic, pero bue, se lo perdonamos porque igual queda muy bien. 'Fantasma...' es la historia de un pibe bastante tímido que sin querer convoca al fantasma de un malevo de los años '20. Este le ofrece un trato; si el fantasma puede usar el cuerpo del chico para investigar su propio asesinato le va a dar cierta información que el chico quiere saber sobre su madre. La historia arranca bastante lenta, intercalando escenas en el presente con otras en 1920, pero cuando se encuentran los dos protagonistas la verdad que se pone muy divertido. Es muy gracioso ver el choque de época y como el malevo se intenta ajustar a nuestros tiempos. La escena con el travesti es impagable. Las actuaciones son correctas, sobre todo de Estanislao Silveyra que hace de Tomás, el chico "poseído" y Juan Diego West, su mejor amigo y hermano del amor imposible de Tomás. Una película liviana y divertida, que merecería contar con más difusión.
Espíritus guapos son los de ahora Hablar de una película desde los costados que se atraviesan para llegar a realizarse a veces sirve como excusas de explicación del producto final. Ya sea por ejemplo desde un ángulo meramente comercial como por ejemplo Proyecto Blair Witch, o desde un lado puramente intelectual (aunque comercial en el doble sentido) como las películas del Dogma. Un apartado diferenciado sería hacer cine de género en la Argentina. La falta de público y fondos y otros miles de factores no hacen de películas de ciencia ficción, terror y fantasía algo cotidiano en nuestra filmografía. Por lo antedicho, la película del director y guionista Guillermo Grillo es una sorpresa agradable. Porque funciona desde varios ángulos y sale muy bien parada. La historia es urbana y común: tres amigos juegan una noche al juego de la copa y algo sale mal. Lejos de tomar los clichés del género, quien se cuela desde el más allá es un tanguero de ley, un guapo del 900 que con sed de venganza por su muerte no aclarada habitará en el cuerpo del protagonista de a ratos para buscar la verdad que tanto anhela. Y acá es dónde lo que puedo caer en el ridículo sale excelente y convincente porque saliendo de esta premisa el director juega con la comedia y los enredos sin perderse en el camino y hace un producto ágil, dinámico y llevadero. La puesta en escena y la fotografía es austera pero efectiva, haciendo de cada locación el complemento ideal para las situaciones que se van dando. Muy bueno el trabajo de los actores haciendo creíble cada personaje, la historia de amor y el antihéroe que construye Estanislao Silveyra deja un buen sabor en el espectador ya que tiene la tarea titánica de ser un adolescente perdedor y convertirse en segundos en un recio tanguero. Una película entretenida y muy bien llevada. Cabe destacar el esfuerzo detrás de su realización ya que estuvo hecha por la Universidad del Cine siendo estudiantes quienes participaron del proyecto.
Usurpadores de cuerpos Esta película tiene algunas marcas de estilo que pueden resultar familiares para cierto público. Es un filme hecho por gran cantidad de jóvenes, con un sistema de producción ideado por la Universidad del Cine de Buenos Aires, donde los estudiantes aprenden haciendo y donde predominan el compromiso con el trabajo y el deseo de capitalizar rápidamente los errores. De esa institución fundada en 1991 y convertida en cantera de numerosos profesionales, surgieron títulos como Moebius (1996), Mala época (1998) o Mercano el marciano (2002), todos de buena reputación y aceptable repercusión en el público. Fantasma de Buenos Aires le pertenece al debutante Guillermo Grillo, sobre una historia propia escrita en 1998, que peregrinó en busca de dinero para el rodaje hasta dar con la mencionada universidad. ¿El motivo de este dificultoso financiamiento? Tal vez el principal, el género al que pertenece el relato, una mezcla de vertientes en la que predominan el fantástico y la comedia, y que el propio realizador se ha detenido a enumerar: “La historia surge de mezclar muchas cosas –inventarió Grillo-, básicamente mitos urbanos sobre el juego de la copa y la tabla guija, con el mundo del tango orillero. Por este lado entra algo de Borges y por el otro las películas de terror, las comedias americanas de ‘mente en cuerpo cambiado’ y algo del comic”. La combinación parece estrafalaria, pero se transforma en un relato creíble, inteligentemente planteado, entretenido y fácil de comprender, en el cual el fantasma de un malevo de los años ‘20 se mete en el cuerpo de un muchacho de hoy, para cobrarse una vieja deuda, y ayudarlo a superar la timidez.
En “Fantasma de la noche” hay dosis de los géneros fantástico, suspenso, comedia y policial, todas bien administradas por el director Guillermo Grillo. El realizador narra la historia de un fantasma convocado por tres adolescentes después del juego de la copa. El espíritu pertenece a un malevo que murió a principios del siglo XX y vuelve para saldar una deuda. Después del susto inicial, el más escéptico de los chicos se hace cargo de la situación y aprovecha para disipar sus dudas sobre qué ocurre después de la muerte, un tema que lo inquieta a raíz de que su madre falleciera cuando él era todavía un niño. El director desarrolla esas dos líneas narrativas con sutileza y con un adecuado diseño de producción que requiere tres escenarios: la Buenos Aires actual, los arrabales porteños de la década del 20 y una suerte de limbo donde el malevo y el adolescente negocian los términos del acuerdo que le permitirá al muerto usar el cuerpo del chico para cumplir su objetivo y, como contraparte, al muchacho averiguar algo de su pasado. Lo que comienza con el horror ante lo inexplicable se transforma en una amistad improbable en el marco de un filme con referencias a la iconografía tanguera, con actuaciones correctas y una trama que toma hechos conocidos y los conjunga de forma original.
UN BUEN MOMENTO A partir de 1996, la Universidad del Cine comenzó a producir largometrajes, dentro de los cuales algunos recibieron importantes repercusiones en el público y en la crítica nacional e internacional, como Moebius, Mala Época, Sólo por Hoy, Mercano el Marciano y Vísperas. También se ha desarrollado como centro de producción y realiza anualmente ciento cincuenta ejercicios prácticos, curriculares y extracurriculares de una duración promedio de diez minutos cada uno (aproximadamente diez cortometrajes en 35mm, treinta en 16mm y 100 en video). La última producción de esta institución es Fantasma de Buenos Aires, opera prima de Guillermo Grillo, en la cual tres amigos para divertirse hacen el “juego de la copa” y, para su sorpresa, la sesión de espiritismo funciona apareciendo el fantasma de un malevo asesinado en 1920. El espectro pasa a habitar la casa, manifestándose como una sombra que canta tango. Sólo uno de los muchachos, marcado por la muerte de su madre cuando era niño, se interesará en este fenómeno. El joven ayudará al fantasma a esclarecer los motivos de su muerte mientras que el malevo ayudará al joven a pelear por la chica que quiere. La película apunta a ser un trabajo simple, que no busca la grandilocuencia, sólo con elementos conocidos pero bien utilizados, intenta cautivar a los ojos del espectador. Esta búsqueda es conseguida ya que la cinta no resulta aburrida, su buena dinámica y entretenido argumento llevan a que el espectador pase un agradable momento, sin convertirse en una obra fundamental dentro del cine. Principalmente, resulta atractiva por una trama fresca, que más allá de contener elementos que ya han sido vistos, se encuentran bien ubicados y llevan a que la relación entre hombres de diferentes épocas, junto con una historia de amor (de acertado tratamiento), provocan que este film se destaque por su aceptable construcción. No obstante, algunos pasajes del guión se encuentran bastante forzados, como obligados a suceder, que hacen provocar cierto “ruido” dentro de esta dinámica narración. Buenos Aires es utilizada acertadamente como fondo de esta ficción, usando con sabiduría las locaciones donde se cuenta esta ficción. Además, representa un acierto la inserción de esta trama dentro del ámbito porteño como también dentro de la historia de nuestro país, marcando diferencias que mínimamente hacen reflexionar sobre nuestro presente. Sin embargo, el exceso en algunas escenas del recurso nacionalista hacen perder (por momentos) el buen enfoque local que tiene la película. Acompañando la destacada dinámica, existe un acertado trabajo actoral que logra transmitir sensaciones mediante sus interpretaciones donde resaltan los protagónicos de Estanislao Silveyra e Iván Espeche. Conjuntamente con estas labores, hay una correcta tarea técnica, sobretodo a nivel sonido que siempre representa una dificultad para las producciones nacionales. Sin llegar a ser un film brillante, Fantasma de Buenos Aires es una agradable propuesta que lleva, más allá de sus notorias fallas, al espectador a pasar un ameno momento, con una historia con la cual se puede llegar a sentirse identificado. No será éxito de taquilla, ni ganadora de muchos galardones, pero entretiene y divierte a quien la observa, característica que en estos tiempos representa demasiado.
El cine nacional es jodido, es una industria plagada de óperas primas, con realizadores que venden hasta su casa para poder filmar su primera película y terminan pasando sin pena ni gloria por las salas, desapareciendo del medio y pagando el crédito que sacaron para la realización durante toda su vida. Con suerte algunas ganan algún lauro en un festival desconocido de Europa. El problema radica en que la mayoría de los directores que debutan en la pantalla grande quieren imprimir su sello o dejar una especie de marca personal, realizando un cine que pretende ser de autor, pero su película no es más que una copia barata de estilos y estéticas de alguna industria extranjera, quitándole cualquier pizca de identidad que pueda tener el film, convirtiéndolo en algo insulso y vacío. Por suerte, Fantasma de Buenos Aires no cae en esa categoría. El director Guillermo Grillo, propone una película distinta con una muy buena idea de fondo, se apega a un lenguaje cinematográfico simple, clásico, con muchas cositas de manual que le aseguran un buen resultado, para salir airoso de su primer paso en la pantalla grande. La historia está buena, es fresca y novedosa. Un grupo de jóvenes, aburridos un sábado a la noche, invocan al espíritu de un tanguero en el juego de la copa. Luego de romperse la misma, el fantasma de un tal Canaveri (Iván Espeche) queda en la casa. Paralelamente se van contando las dos historias, la que ocurre en la actualidad y la que nos muestra como murió Canaveri. Así nos enteramos que éste, en su época, fue un tipo duro, de esos que ante cualquier mirada fea sacaban un cuchillo y arreglaban las cosas a puntazos. El temido malevo, hará un trato con Tomás (Estanislao Silveyra), uno de los chicos, el cual le prestará su cuerpo al tanguero, para que éste arregle unos asuntos pendientes. La película arranca lenta y las primeras impresiones que dejan los actores son flojísimas, así que inmediatamente el miedo de haber derrochado la plata de la entrada se instala en el espectador. Con el correr de los minutos, las tensiones aflojan y el producto empieza a levantar. Se plantea la situación, se presenta a los personajes, las interpretaciones mejoran y la película, con un buen viento de cola, avanza. Se destacan las actuaciones de Iván Espeche y Juan Diego West, el cual interpreta a uno de los amigos de Tomás, que tiene buenos momentos y arranca varias sonrisas. Por momentos se nota, en ciertas líneas del guión, que se quiso dejar una especie de mensaje moralista sobre el maltrato femenino y la desigualdad social, que no queda bien parado y están de más en el film. No hay mucho más para decir. Fantasma de Buenos Aires es una película simple, linda y redondita. Un guión interesante, clásico desde la estructura, con sus tres actos bien marcados, que funciona a la perfección y termina de manera emotiva. Se le reconoce al realizador la búsqueda y las ganas de contar algo distinto y de buena forma. Definitivamente la película está bien y cumple con su deber.
Fantasma de Buenos Aires respira, en cada actuación y en cada escena, una monumetal falta de respeto y de interés por la historia que cuenta, tanto que por momentos la película pareciera casi una parodia hecha y derecha. Entre Tomás, cuyo registro actoral es frío y apático, y que cuando quiere hacer ver el cambio de personalidad (él es el poseído por el fantasma del título) su trabajo se torna excesivo y poco creíble, como si se estuviese burlando de su/s personaje/s; pasando por Canaveri (el ánima en cuestión que habita el cuerpo de Tomás), para el que haber vivido en un barrio porteño en la década del 20 se traduce en una impostación de los estereotipos de los malevos que pueblan los tangos y la memoria popular en su vertiente más pintoresca (escuchar sobre todo la entonación de Iván Espeche, que de tan exagerada ya ni llega a causar gracia); hasta llegar a Pablo, amigo y confesor (y cuñado en ciernes) de Tomás, que entre su nerviosismo y su esforzado (y forzado) papel de personaje cómico nunca despega de la caricatura simplona; al final, todos parecen tratar de construir una mirada irónica sobre el relato y los conflictos, pero es difícil hablar de parodia solamente por la irrupción siempre exagerada de las actuaciones, nunca disimuladas ni contenidas (la parodia demanda siempre un trabajo concienzudo y una toma de posición clara respecto del material con que se trabaja). De todo esto solamente se salva Paula Brasca (no me acuerdo del nombre de su personaje), que más allá de su presencia silenciosa y alternada, logra con sus apariciones sumarle a la película algunas dosis de fluidez y una línea romántica bastante convincente, lejos del registro burlón del resto de los personajes. Al final, más que un acercamiento paródico, más que autoconciencia calculada, lo que hay en Fantasma de Buenos Aires es una notoria falta de pericia, de capacidad para contar una historia de frente, ya sea tomándosela en serio o trabajándola desde un punto de vista humorístico sólido. Lo que hay en la película de Grillo no es ni una cosa ni la otra: ni un interés genuino por lo que se cuenta, ni un comentario crítico sobre el cine y los géneros (que son varios, pero con los que Grillo no alcanza a elaborar nada más que una serie de retazos, un entramado de citas coloridas más o menos explícitas y poco más que eso). Falta una toma de posición clara, firme, que haga de las actuaciones algo más que chanzas livianas, que las integre en una mirada coherente a aplicar sobre el relato, el cine y los géneros.
A la altura de productos dignos estadounidenses de Hollywood de este tipo, como Kate & Leopold de James Mangold con Meg Ryan y Hugh Jackman, Cocodrilo Dundee, All of Me con Steve Martin y Lily Tomlin, y Mi Fantasma Favorito con Bob Hoskins y Denzel Washington, y algunas referencias a la literatura de Stephen King; Fantasma de Buenos Aires cuenta la historia de Tomás, un muchacho tímido, escéptico de hoy en día, fácil de asustar, introvertido, enamorado de la novia de su mejor amigo Claudio. Una noche, jugando a la Ouija, ambos convocan al fantasma de un malevo, Canaveri, un guapo del 900, cantor de Tangos, asesinado en una extraña disputa. Mientras que Claudio sale corriendo, Tomás siente curiosidad por descubrir al espíritu suelto. Sin embargo, Canaveri toma posesión del cuerpo de muchacho. Ambos hacen un pacto: el fantasma usa el cuerpo del protagonista para resolver su asesinato, y el muchacho pide a cambio, respuestas existenciales. Como suele suceder en este tipo de películas, al principio entre el guapo misógino y el chico tímido empieza a haber asperezas, y mientras que el primero lo ayuda a superar la timidez con las mujeres, y a luchar con delincuentes y ex novios de la chica que le gusta, Canaveri tiene que adaptarse a la reglas de mundo contemporáneo: empieza a moderarse y aprende que causas lo llevaron a que lo asesinaran. Grillo hace un debut bastante interesante. Maneja equilibradamente las cuotas de humor, drama y romance, sin excesos. Quizás demasiado correctamente. Estética y fotográficamente interesante, sin resaltar, pero también sin errores; sonoramente bien trabajada, Grillo puede meter sin pretensiones, reflexiones sobre la redención, la vida, la muerte, el amor y ciertas costumbres porteñas. Plantea las diferencias entre la Buenos Aires del 1900 y la de ahora, de forma inteligente. El guión es redondo, no deja abierto ninguna subtrama. Cada elemento cierra de forma coherente, con la típica meticulosidad que le impregnan los profesores de la Universidad del Cine a sus estudiantes. Sin embargo, se puede criticar que Grillo no se haya animado a salir del molde, al mismo tiempo. Con un guión tan bien escrito, y solvencia para narrar, Grillo podría haberse animado visualmente a ser más bizarro, pero se nota que no quiso inclinarse por hacer un producto clase B, sino un solvente entretenimiento cuasi comercial, con algunos planos que remiten más a una publicidad que a una película. La reconstrucción del 1900 es sumisa y discreta. Y se destacan las interpretaciones de un elenco joven y desconocido, especialmente del protagonista, Estanislao Silveyra, que sale bien parado en un rol difícil, que generalmente deriva hacia la sobreactuación. Para ser una película de tintes fantásticos y tangueros, Fantasma de Buenos Aires, a pesar de tener ciertos clisés, lugares comunes y convenciones del género, ser previsible, y que algunos chistes sean un poco ingenuos, sale airosa, gracias a una correcta puesta en escena. Grillo, de esta forma es un nuevo realizador argentino, para seguir de cerca.