A romper paradigmas. El conocido manual de psiquiatría DSM4 define a Fausto Celave como una persona con autismo; gran parte de los médicos que lo atendieron durante su infancia decretaban que su autismo iba a alejarlo de la posibilidad de interacción con otros. Sin embargo, su familia optó por acompañarlo tanto desde el afecto como desde la infraestructura necesaria para que Fausto se desarrollara en la medida de sus posibilidades y rompiera durante ese largo proceso de aprendizaje estructuras monolíticas y pensamientos que primero miran la enfermedad antes que la persona.
De aceptación e inclusión Dirigido por Juan Manuel Repetto, el documental Fausto también (2015) muestra los desafíos que tiene que superar un joven con autismo para ingresar a la facultad. Los testimonios de familiares y acompañantes terapéuticos posibilitan acercarse a un trastorno que afecta a más personas de las que se cree. Fausto tiene 22 años y padece autismo. Desde niño recibió la contención adecuada y eso le permitió cursar la primaria y la secundaria. Pero desea dar un paso más: ingresar a la universidad de La Plata para estudiar informática. Su fascinación por la computación y la concentración que le destina a esa área, la convierten en una de sus principales pasiones. El espectador se inmiscuye en la historia y la rearma mediante los testimonios de familiares y especialistas que trataron al protagonista desde pequeño. Y también por las palabras de Fausto, hecho de suma importancia para conocer su situación en primera persona: sentimientos, expresiones y capacidades… No es un dato menor que toque el piano y su música sea parte de la banda sonora de la película. Repetto elige un manejo especial de la imagen que convierte al público en testigo de lo que ocurre. Y ese es un punto a favor porque logra que no se note la presencia de la cámara en el accionar de Fausto. Sin embargo, la estética similar a una grabación casera es el aspecto débil del film, ya que la falta de encuadre en algunos momentos se torna molesta. El documental se centra en un trastorno que afecta a numerosas personas y que es desconocido para muchas otras. Fausto también es significativo porque pone el foco en el caso del primer joven con autismo que realiza el examen de ingreso a la universidad. Pero si lo logra o no pasa a ser un dato menor comparado con el aprendizaje que adquiere en el transcurso.
Un documental de Juan Manuel Repetto, coguionista además con Victoria Andino que muestra la superación de un joven con trastornos del espectro autista y su ingreso a la Universidad de la Plata, pero también como interactuaron terapeutas, amigos, familia, en este presente y en el pasado. Un caso que puede ser testigo. Muy interesante y conmovedor.
En los antípodas del cliché “Rain Man” La problemática en torno de un trastorno neurológico con la complejidad del autismo constituye el núcleo de Fausto también, donde queda claro que los acompañantes terapéuticos forman parte del círculo íntimo en el que lo clínico se diluye en el marco familiar. Hace algunos años atrás, para la medicina no había diferencia entre un chico con autismo y una mesa. Lo dice Mercedes, madre de Fausto Celave, un chico autista, a quien un médico le dijo exactamente eso cuando su hijo tenía dos años. Hoy Fausto va a la universidad. La problemática en torno de un trastorno mental con la complejidad del autismo constituye el núcleo del documental Fausto también. Y dentro de ese espectro amplio, el de- safío particular que representa la integración de un chico autista al sistema educativo argentino. Un desafío doble, porque no sólo debe admitirse como tal a aquel que realizan las instituciones para incluir a Fausto dentro de sus actividades del modo más natural y completo posible, sino también el que el mismo Fausto emprende contra sus propios límites al avanzar en ese camino. Pero aunque ese sea el tópico casi excluyente, las grietas del relato permiten que la mirada sea más amplia, dejando entrever fragmentos de la vida cotidiana de su protagonista. En esa zona es interesante ver la forma en que sus acompañantes terapéuticos llegan a convertirse en parte esencial de un círculo íntimo en el que lo clínico se diluye en un marco familiar ampliado, donde lo profesional acaba por asumir un perfil que tal vez pueda percibirse como muy cercano a la amistad. Sobre todo por parte de Fausto. Si se la analiza a partir de sus aspectos técnicos, Fausto también representa una realización de recursos limitados: apenas un par de cámaras siguiendo al protagonista en sus actividades; testimonios directos que no llegan a ser cabezas parlantes (pero casi); o el registro de alguna situación importante, como la reunión del plantel docente de la Universidad de La Plata a la que Fausto desea asistir para comenzar la carrera de informática. Y, claro, material de archivo como videos o fotografías que muestran la evolución de Fausto tanto en el plano íntimo como en el terapéutico. Algunas de esas limitaciones técnicas derivan en implicancias estéticas significativas, como el uso permanente de la cámara en mano que no pocas veces resulta molesto, con sus temblores y su pérdida constante del foco. Pero también es cierto que a través de dicho recurso se consiguen captar momentos de una delicada sensibilidad. Como aquel en que Fausto se enoja porque sabe que no le fue bien en uno de los tres primeros exámenes que tiene que rendir en la facultad y entonces se aleja de su grupo para estar sólo con su computadora portátil, mientras la voz en off de su acompañante explica que a veces esa es su reacción cuando debe enfrentar algún tipo de frustración. O aquella otra en que Fausto recuerda a su padre, fallecido a causa del tabaquismo, y en la que él mismo subraya que es por eso que no hay que fumar, mientras llama la atención de la cámara sobre un cartel de prohibido fumar que se encuentra en un lugar bien visible de su propia biblioteca. Pero el mayor éxito del documental dirigido por Juan Manuel Repetto reside en el hecho de apartarse del lugar común de retratar la figura del autista genio, como ocurre con ficciones como la clásica Rain Man (Barry Levinson, 1988) o la reciente y nunca estrenada en la Argentina A Brilliant Young Mind (Morgan Matthews, 2014). En ellas se asocia a este trastorno con una capacidad mental extraordinaria, fenómeno que es tan poco frecuente en autistas como entre personas normales. ¿O acaso el mundo está lleno de genios? Fausto es un chico con una capacidad estándar, a quién aprender le cuesta ni más ni menos que a cualquiera, pero que demanda un trato especial para poder desarrollarse. Como él hay muchos que chocan contra el hecho de que las instituciones no están capacitadas para enfrentar el desafío que representa educarlos. Sobre el final, dos especialistas afirman que la posibilidad estadística de nacimientos de bebes con autismo ha aumentado hasta un 500% en los últimos 20 años. Hoy uno de cada 88 chicos puede ser autista. “Se viene una marea de chicos parecidos a Fausto”, dicen. Lejos de ser una amenaza, la frase es un llamado de atención que el film amplifica a través de un relato que se sigue con interés.
Sensible documental sobre el autismo Fausto Celave fue diagnosticado a los 3 años con autismo y por entonces los médicos les indicaron a sus familiares que no podría comunicarse por el resto de su vida. Fausto no sólo habló sino que terminó la secundaria y se convirtió en el primer joven con síndrome de Asperger en ingresar a una universidad pública (para estudiar informática en La Plata). En su primer largometraje documental, Juan Manuel Repetto reconstruye -sin alardes técnicos, con sensibilidad y con la cámara siempre a la distancia justa- esta historia de vida que tiene al propio Fausto -un muchacho de 22 años en el momento del rodaje, amante de las computadoras, de tocar el piano y de realizar divertidos fotomontajes- como pequeño gran héroe. La película demuestra que el camino no es fácil, pero cuando el propio protagonista, sus seres queridos y un equipo interdisciplinario (médicos, terapeutas, docentes y responsables de la universidad) abordan un caso de estas características con perseverancia y amplitud de criterios la inclusión y la integración son posibles.
Siempre se puede El caso de Fausto, el primer joven con autismo en ingresar a una Universidad argentina. La historia de Fausto es única, porque es el primer joven con autismo que ingresa como alumno a una Facultad. Fausto tiene el síndrome de Asperger, por lo cual puede relacionarse y hablar con sus pares con menos esfuerzo que otros seres con la misma enfermedad, pero igualmente necesita el apoyo de sus terapeutas en la Universidad de La Plata, no para ayudarlo en el aprendizaje “sino para socializar”, como esgrime una terapeuta. Fausto también se estrena la misma semana que -este sábado- se realiza una jornada anual de concientización sobre autismo, con reunión en la Plaza de Mayo. Si el propósito de la opera prima de Juan Manuel Repetto fue el de dar a conocer su caso y ayudar a comprender qué es esta enfermedad que cada día padecen más recién nacidos, y que no tiene cura, pero sí tratamiento, es cierto que lo logra. Tanto como que apela a algunos lugares comunes. El testimonio del doctor Christian Plebst es tan valioso como el de la madre de Fausto o sus terapeutas. Para quienes están fuera del tema, la película les da un pantallazo para comprender la problemática y entender qué pasa por la cabeza de la gente con autismo.
Dirigido por Juan Manuel Repetto, esta película aborda la vida de Fausto Alejandro Celave, un joven de 20 años que vive con su familia en la ciudad de La Plata y que a los tres años es diagnosticado con autismo con un pronóstico poco alentador sobre su posibilidad de comunicarse y poder sostener una vida de relación. Esto que sabemos de la persona contrasta con lo que vemos desde el comienzo, con un Fausto que habla con otros, mira y presta atención, interactúa, viaja solo, crea y opera sobre su realidad. Solo en ciertos modos de mirar y formas de decir, desórdenes gramaticales a la hora de expresarse (que por otra parte manifiestan muchos adolescentes y jóvenes sin portar el síndrome), podemos notar que algo no funciona normativamente en él. Esta situación que provoca cierta extrañeza colabora para deconstruir mitos y miradas biopolíticas sobre el relato de las discapacidades y el valor productivista y disciplinado de las acciones humanas. De entrada el documental plantea un pequeño conflicto: el deseo y el recorrido que hace el joven para llevar adelante su deseo de ingresar a la Universidad. Esto provoca un acomodamiento familiar e institucional, porque no es solo su círculo íntimo el que se adapta y trabaja para este deseo, sino también y a la par, la Facultad que lo recibe que se plantea un problema central a la hora de pensar una educación abierta e inclusiva: el de la accesibilidad física, simbólica, pedagógica e ideológica de las lógicas educativas. Así, se forma una especie de equipo, que aparece rodeando y fortaleciendo a Fausto: desde su propia madre, Mercedes Torbidoni, sus dos profesionales acompañantes, María Aggio y Ezequiel Santillán, el psiquiatra infantil Christian Plebst y el propio decano de la Facultad de Informática de la UNLP, Javier Díaz. Entre todos provocarán una suerte de paréntesis en la vida universitaria, para pensar cómo sostener la integración de metodologías corporales diversas. Como se sostiene en el documental, esta voluntad es un desafío, y los que vengan luego de Fausto ya encontrarán un camino allanado para pensar cuestiones sencillas, pero que determinan la supervivencia de un estudiante hoy: el modo de dar parciales, el acceso a las tecnologías de la información, el aporte a una cultura universitaria, el manejo de la sensación de fracaso, en síntesis, la construcción flexible y colectiva para la producción de conocimientos teóricos-prácticos y el poder debatirlos, que eso debería ser, al menos de comienzo, un ámbito académico. Esto es un nodo central que plantea la película, porque como afirma el especialista Plebst, por distintas causas psicosociales “se viene una marea de chicos autistas”. Fausto también se estrena en Buenos Aires en el marco del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, que se conmemora el 2 de abril de 2016, y es un buen motivo para pensar cómo la fragilidad ajena hace a la propia, y viceversa, porque somos todxs peregrinos de un mismo mar. ESTRENO EN BUENOS AIRES JUEVES 31 de MARZO ESPACIO INCAA Cine Gaumont – Rivadavia 1635 – Entrada $8 – ESTRENO EN LA PLATA – JUEVES 7 DE ABRIL DE 2016 ESPACIO INCAA – Calle 50 e/6 y 7, La Plata
Voluntad e integración El núcleo de Fausto también reside en su ineludible protagonista -el mismo Fausto mencionado en el título- a quien el “también” denota la fuerte voluntad de integración, más allá de las dificultades en el proceso. Es que el joven de 22 años es autista y tras haber atravesado la escuela secundaria con éxito decide inscribirse en la facultad para estudiar ingeniería en computación. El desafío, que sentaría un paradigma y permitiría el ingreso a otros alumnos en su condición, resulta un camino arduo lleno de tropiezos que el film muestra en fragmentos que nos ayudan a comprender las vicisitudes y el universo personal de Fausto. Pero el desafío también está en cómo documentar el proceso y aquí está la efectividad de la dirección de Juan Manuel Repetto en su ópera prima y el guión de Victoria Andino. La cámara en mano, que puede ser inestable por segmentos y en otros puede haber sido un enorme dolor de cabeza para la dirección de fotografía -en particular, en una secuencia donde las condiciones de luz cambian drásticamente en el patio de la facultad-, resulta efectiva para la narración durante la mayoría del film, siguiendo a Fausto. La cámara rara vez se focaliza en detalles más allá del seguimiento del protagonista, pero cuando lo hace complementa lo que está sucediendo con una atención notable: en uno de los diálogos antes del examen de ingreso se realiza una extensa descripción de la carrera y el plano conjunto pasa al detalle de las manos y los pies para describir la inquietud y la pérdida de atención de Fausto en ese momento. Cuando observamos un documental, no todos tienen la perspicacia de ser tan descriptivos en apenas unos segundos de una secuencia. Fausto también tiene la virtud de ser un documental centrado en el tema de la integración de un joven autista, pero la forma en que toca el tema hace que el interés que pueda despertar trascienda a esa cuestión. Su duración justa, de poco más de una hora, y la forma en que acerca un tema del cual se habla mucho pero se ignora bastante, hacen del film una pequeña joya que destaca a Repetto como un documentalista promisorio en el panorama nacional.
Es el retrato conjunto del proceso por el cual Fausto, un chico de La Plata con autismo, intenta el ingreso a la universidad después de terminar el secundario, un caso único en la región. Con sensibilidad y buen gusto, el director Juan Manuel Repetto escucha las voces de todos los que acompañan a Fausto, quien tuvo la suerte de poder contar con un grupo de profesionales y familiares dedicados y afectuosos. Es también el logrado retrato de cómo un sistema, el de educación pública argentino, debe reacomodarse ante el desafío.
En uno de los primeros testimonios que la madre de Fausto brinda a la cámara revela que en algún momento, allá en el tiempo, cuando ella buscaba diagnósticos y ayuda sobre la condición de él un medico, al confirmarle que tenía autismo le dijo “no va a haber diferencia entre Fausto y una mesa, serán lo mismo”. Así, de manera contundente, cruda, real, dolorosa, comienza un filme que intenta, a través de imágenes simples, de un joven interactuando con pares, amigos, familiares, especialistas, concientizar acerca de cómo el otro, aún en los casos más extremos, puede integrarse, tener una vida tradicional, y, como en el caso del protagonista, poder seguir progresando. “Fausto también” (Argentina, 2015) inicia cuando el protagonista, Fausto, arranca sus estudios universitarios, con todas las esperanzas, anhelos, expectativas, depositadas en aquello que le permitió conectarse con el mundo, su computadora. El recorrido que Juan Manuel Repetto realiza a través de fragmentos de la vida del joven, de la resemantización de imágenes de archivo, del testimonio de especialistas que han trabajado y que, en el presente del filme, se reúnen para definir su trabajo en conjunto con el joven para que el pueda continuar en la universidad y hacer su examen de ingreso. En el compartir sus experiencias sobre y con Fausto el filme comienza a urdir un entramado que contiene la historia que relata, pero que además suma testimonios esenciales sobre cómo este joven que en sus orígenes pudo haber sido destinado a otro final, haya podido avanzar hasta un presente lleno de posibilidades e interacción. Cuando Fausto aparece en la pantalla, la misma se llena de luz, cada intervención, sea interactuando con su madre, con su acompañante terapéutico, su palabra inunda el espacio de una manera que ni siquiera se debe completar la participación con algún artificio de posproducción. El derrotero de la familia de Fausto, encarnada en la madre, pero también en aquellos especialistas que lo han acompañado desde pequeño, es el vector de un filme que bucea en los misterios de patologías, que a pesar de encontrar explicaciones de manual para las mismas, siguen sorprendiendo ante la inexplicable. La película posee una estructura narrativa clásica, en donde el flashback es apoyado a partir del relato de anécdotas de vida de Fausto y aquellos que lo han acompañado en el proceso durante toda su vida. En la obsesión de Fausto por comprar su nueva computadora, con la que, según sus propias palabras el podrá hacer TODO aquello que imagina, en su esfuerzo por comprender aquello que cada persona se acerca y le explica, en el acompañar al joven a su examen de ingreso a la universidad, y en reflejar con simpleza una problemática que necesita de una mirada particular, es en donde “Fausto También” potencia su propuesta, ágil, dinámica y didáctica, sobre un joven que quiere solamente cumplir sus sueños. Hacia el final, como broche de oro, acompañamos a Fausto a su examen de ingreso, y toda la construcción narrativa se suspende, para abrir las expectativas ante el resultado del mismo y saber si este joven lleno de vida puede cumplir o no sus anhelos.