El mundo del espectáculo argentino parece haber alcanzado el zenit durante los ’60, ´70 y ‘80, de la mano del teatro de revista. Las marquesinas de la avenida Corrientes lucían los nombres de vedettes y capocómicos hoy legendarios. El Maipo y el Tabaris, entre otros, eran templos de color y maravilla, y el público, los feligreses que formaban largas filas ocupando cuadras enteras. Para retratar a las figuras de esa época -y de siempre- había una pequeña empresa: Foto Estudio Luisita, compuesta por un trío de hermanas de origen colombiano y un ojo exacto a la hora de conseguir las imágenes adecuadas, en su mayoría hoy inmortales. Gracias a este documental de Sol Miraglia y Hugo Manso (titulado igual que el estudio), el espectador puede conocer la vida de Luisa, Chela y Rosita: su formación fotográfica de la mano de sus padres, la llegada a Argentina, la ayuda a la madre en los comienzos del estudio, la potenciación de su emprendimiento en el mundo del espectáculo. Entre los testimonios de las protagonistas y de figuras como Amelita Vargas desfilan fotos de íconos como Susana Giménez, Moria Casan, Nélida Lovato, Alberto Olmedo, Jorge Porcel, Juan Carlos Altavista, José Marrone y artistas de la talla de Atahualpa Yupanqui y René Lavand. Además de las fotos originales y de los negativos, las hermanas no tienen problemas en mostrar cómo era el proceso de armar montajes fotográficos de manera artesanal, en los tiempos previos al Photoshop. El seguimiento a las hermanas en su vida cotidiana, en una casa sencilla -y otrora estudio- ubicada en plena avenida Corrientes, y con la tecnología justa como para sobrevivir, también dan cuenta de un grupo humano cálido y humilde, que aún conserva muy buena relación con las estrellas a las que solían retratar. Además, retrata de relación entre ellas y cómo se complementan en lo personal y profesional. Miraglia también aparece delante de cámara, ya que conoce a Luisita desde hace diez años. En paralelo, Miraglia y Manso hablan sobre el vínculo entre una familia que también trabajó junta, y entre el pasado y el presente. El eje es la organización de una muestra fotográfica de Estudio Luisita, y cada paso implica un recuerdo, pero sin caer en anécdotas fáciles sobre la personalidad de las celebridades que conocían sino haciendo hincapié en la mecánica laboral y en el uso adecuado de la tecnología analógica. Con momentos de emoción y gotas de humor, y siempre invitando a la sonrisa, Foto Estudio Luisita es la oportunidad dorada de tener delante de los reflectores a las responsables de estar detrás de los focos, ocupadas en maximizar la imagen de actores y músicos, y sobre todo, de sentarse a tomar el té y mirar fotos junto a personas que aman su profesión.
El camino recorrido A nivel superficial se puede considerar a Foto Estudio Luisita (2018) un simple homenaje a una artesana de aquella fotografía de antaño que desapareció con el advenimiento/ masificación del soporte digital y los programas de retoque como el Photoshop, un esquema que se hace muy presente en el metraje mediante la oposición implícita entre la juventud y la vejez, sin embargo si profundizamos el análisis veremos que el documental en esencia funciona como un retrato de la melancolía a secas que genera el doloroso transcurrir del tiempo y las frustraciones que se van acumulando de a poco, más allá del ambiente en el que trabajó la susodicha, léase el artístico/ popular de las décadas del 60, 70 y 80 de Argentina (en el ecosistema prevalecían lenguajes como el modelaje, la interpretación, la publicidad y cierta explotación vinculada a la “voluptuosidad” en términos monetarios). La protagonista en cuestión, Luisa Escarria, hija de dos renombrados y pioneros fotógrafos colombianos, Luis Felipe Escarria y Eva Iglesias, encabezó un estudio fotográfico muy solicitado por los espectáculos montados en la Avenida Corrientes y por figuras de diversa índole de aquellos años como por ejemplo Atahualpa Yupanqui, Amelia Vargas, Tita Merello, Mariano Mores, José “Pepitito” Marrone, Luis Sandrini, Jorge Porcel, Susana Giménez, Moria Casán, Mimí Pons y Gogó Rojo, entre otros. Ayudada por sus hermanas, las también colombianas Graciela y Rosa, la mujer hoy abre su archivo privado de más de 25.000 negativos a los realizadores de turno Hugo Manso y Sol Miraglia, ésta última amiga personal de Luisa, entrevistadora fundamental delante de cámara y suerte de “maestra de ceremonias” en el paneo propuesto por el insólito y muy interesante devenir de la anciana. La película nos presenta la convivencia cotidiana de las hermanas de manera entrañable y siempre desde el marco del respeto para con un legado vinculado principalmente al teatro de revistas, la televisión y la canción popular del período, un planteo que habla a la par de las transformaciones culturales subsiguientes (el gran salto de la “mujer objeto” a un empoderamiento femenino que buena parte de la fauna televisiva autóctona parece todavía desconocer, considerando los engendros machistas del medio) y la metamorfosis del paradigma técnico del rubro y su paulatino empobrecimiento (aquí se hace hincapié en que el trabajo de Escarria no sólo consistía en retratos de estudio sino también en una edición meticulosa y hasta el coloreo de los negativos con pinceles, en pos de embellecer aún más las fotos y dotarlas de una impronta cercana a las intervenciones pictóricas más clásicas). Foto Estudio Luisita es un film más que loable que permite conocer los detalles de un oficio hoy lamentablemente marginal/ casi extinto y desplegar la memoria emotiva de un trío de mujeres que lejos están de la nostalgia baladí de muchos sectores de la actualidad, esa que opera vía el rescate oportunista de determinados rasgos de antaño para a posteriori vaciarlos de todo sentido revulsivo y castrarlos desde la dinámica de los leitmotivs superfluos y pueriles, ya que en esta ocasión el paso del tiempo se siente en la propia carne y en el propio intelecto y no implica de por sí un “pasado glorioso” que se fue sino más bien un camino recorrido que merece ser recordado como parte de la historia -un poco insustancial y bastante derechosa, es cierto- de la que fuera la interpretación criolla y semi prostibularia del espectáculo de variétés, un carnaval escapista que supo ser muy exitoso…
EL BRILLO DE OTRORA Foto Estudio Luisita expone su tesis inmediatamente, sin vueltas, como un boxeador que sale a matar de entrada y el rival conoce primero su puño antes que su cara. Así nosotros, los espectadores, comprendemos, a partir de unos planos de archivo de una Avenida Corrientes esplendorosa, radiante de glamour y su contraste con la mítica avenida en el presente, que estamos frente a una película en la cual “todo tiempo pasado fue mejor”. No es por eso, necesariamente, un documental conservador sino que es ni más ni menos que la adopción del punto de vista de su protagonista. Pero además la focalización desde Luisita está atravesada por la mirada de la directora, presente, pregnante. Su voz en off nos acompaña todo el metraje, su imagen frente a cámara explica y justifica la motivación de realizar esta obra. También nos permite entender su fascinación por ese personaje. Sol Miraglia es fotógrafa, como Luisita, también es mujer en un mundo de hombres (que lo sigue siendo más allá del paso del tiempo). La nostalgia de Luisita es también la de la directora, que no llegó a conocer el brillo del teatro de revistas en su mejor momento, en donde las estrellas eran inalcanzables, cuando todo relucía. Sin embargo, como dijimos, no es un documental conservador y eso se juega en la forma. Sin ser necesariamente vanguardista, sí tiene una utilización muy moderna, aprovechando la tecnología actual, de la imagen de archivo, muy creativo y a la vez simbólico. Ese es claramente uno de los grandes logros de la película, en contraste con tanto documental donde las fotos pasan como en un video de cumpleaños de 15. El montaje no se evidencia cronológico sino más bien temático aunque hay dos hechos que estructuran la narración: la muestra fotográfica que se va a hacer de Luisita y sus cumpleaños. Más que conservador, es un documental sobre la conservación. Hay una urgencia latente por homenajear en vida a la fotógrafa colombiana y también porque no se pierda su obra, que estaba casi sumida en el olvido. Esa lucha siempre desigual contra el tiempo que todo destruye al fin de cuentas es representada por la calle Corrientes y el teatro Maipo al comienzo del filme. Ambos símbolos de Buenos Aires trocan en alegoría y metáfora. Si no se pudo conservar el esplendor de otrora, por lo menos hay que atesorar los documentos que la mostraban así, luchando contra el olvido de los que lo vivieron. También es una forma de mostrarles a las nuevas generaciones que no llegaron a conocer el mar de gente de la peatonal Lavalle los días de cine y el resplandor de los teatros del centro. El documental, desde el inicio, alcanza momentos de profunda emoción gracias a que rápidamente empatizamos con las tres hermanas colombianas que llegaron a la Argentina en busca de un sueño, que fueron encontrando un poco azarosa y rápidamente. La ternura que generan en su cotidianidad mundana se conjuga con una gran destreza artística y una postura simple pero a la vez profunda en cuanto a lo que tiene que ser el arte. Luisita busca la belleza, a veces escondida, de la gente. De la misma forma, la directora busca (y encuentra) la belleza de ese personaje que nos enamora más aún por sus gestos y sus palabras que por su arte, sin dudas excelso. Foto Estudio Luisita es como su protagonista: simple, tierna y con una enorme pericia disimulada casi por pudor pero que se hace evidente una vez que lo observamos con atención. Por Martín Miguel Pereira
Durante las décadas de 1960, 1970 y 1980, la ciudad de Buenos Aires vivió el apogeo del teatro de revista. Las vedettes y capocómicos del momento desfilaban por la avenida Corrientes y los teatros Maipo y Tabaris, entre otros, eran los templos sagrados del espectáculo argentino. En el medio de esa vorágine de brillantina y plumas estelares, unas tímidas hermanas oriundas de Bogotá, que llegaron a la ciudad en 1958, montaron un estudio de fotografía ubicado en el corazón de la famosa calle Corrientes. Durante más de 30 años, Foto Estudio Luisita retrató a las celebridades del mundo del espectáculo porteño como nunca nadie lo hizo. Detrás de la cámara estaba Luisita, mujer sensible que, a fuerza de trabajo silencioso, logró posicionarse en el campo de la fotografía, dominado básicamente por hombres. A Luisita la ayudaban sus hermanas inseparables, Chela y Rosita, quienes tenían un trabajo más en las sombras, más artesanal, más minucioso: la iluminación, el montaje, perfeccionar los negativos, pintarlos, retocarlos. Más de 25 mil fotos encajonadas en el departamento de las hermanas Escarria fueron el disparador para que Sol Miraglia, una de las directoras del documental junto con Hugo Manso, se hiciera amiga de Luisita y decidiera dar a conocer ese enorme archivo fotográfico de la farándula vernácula. Foto Estudio Luisita recupera el valioso trabajo de estas mujeres dejadas de lado durante mucho tiempo por el circuito oficial de la fotografía. Luisita, Chela y Rosita se encargaron de sacarle fotos a artistas populares como Atahualpa Yupanqui, Tita Merello, Luis Sandrini, Libertad Lamarque, José Marrone, Jorge Porcel, Susana Giménez, Moria Casán, Alberto Omedo, Amelita Vargas, entre muchos otros. Además de encargarse de las marquesinas y de hacer fotografías innovadoras de grupos tropicales de la época. Pero el documental no es sólo el retrato nostálgico de estas pequeñas genias de la fotografía. Foto Estudio Luisita tiene algo del orden de lo singular. Que tres hermanas, hoy octogenarias, hayan llevado adelante un estudio de fotografía en el centro de Buenos Aires, con todo lo que eso significa, es de por sí una anomalía que roza lo freak, lo genial, lo único. Son justamente sus condiciones de mujeres con talento natural e invisibilidad involuntaria, y su simple personalidad, las que la dotan de encanto y singularidad. Se podría decir que el don de Lusita consistía en hacer fotogénico cualquier rostro. “Un artista es encontrar lo bello de la vida; saber distinguir lo bueno de lo malo; siempre buscar lo mejor y todo lo que sea bueno”, dice su hermana Chela. En un momento, Luisita casi que revela el secreto de su arte: “Hay que hacerlos pensar algo lindo, eso le transmite serenidad al rostro y lo transforma”. La obra de Luisita es tímida como ella. No levanta la voz ni llama la atención. Está ahí, esperándonos, paciente.
“Foto Estudio Luisita” es un film de Sol Milagria y Hugo Manso, que obtuvo el premio del público a la Mejor Película Argentina en el 20 BAFICI y que se estrena, comercialmente, este 14 de marzo. La cinta cuenta la historia de una mujer que retrató una época de la farándula argentina, en los años en los que había solo fotógrafos que no aceptaban a una mujer que ejerciera esa profesión. Sol es una joven que estudia fotografía y trabaja en un taller de reparación de cámaras, allí conoció a Luisita, se hicieron amigas y cuando frecuentó su casa descubrió una gema: Un archivo con más de 25.000 negativos de las celebridades argentinas. Supo entonces que estaba delante de un tesoro, 20 años oculto, y de una historia que contar. Porque, además, Luisita es la única fotógrafa de teatro de revista argentino de las décadas del ’70, ‘80 y ’90 con vida en la actualidad, que cuenta con tal extensa producción y cuidadoso oficio desde los años ’60. Desde Amelita Vargas a Marrone, desde Tita Merello y Susana Gimenez, Olmedo, Porcel y Atahualpa Yupanqui, entre otros, son innumerables las celebrities que desfilaron ante la lente de su cámara, en el mítico estudio de Luisita en la Av. Corrientes al 1300. A pesar de que la fotografía y toda su parafernalia, como eran las cámaras, el negativo, el revelado, el color, la corrección artesanal (antes de que viniera la tecnología a retocarlo todo), era un mundo dominado por los hombres, ella y sus hermanas lograron ganarse un lugar. Hasta competir y ganar un premio, al que ninguno de los fotógrafos quiso retratar por ser una mujer quien lo había ganado. Los teatros de las revistas porteñas eran como su casa. Hoy llevada a esos mismos teatros, Luisita dice en voz baja: “ya no somos de la casa, somos ajenas”. El paneo que hace la cámara sobre la Av. Corrientes o cada vez que se detiene fuera y dentro de un teatro mostrando las marquesinas y las compara con la época del Teatro Revista, es un guiño a la nostalgia. Tratándose de la historia sobre la que versa el film, la fotografía y el montaje son esenciales y se lucen. Es un documental imprescindible para todo aquel que decida ser un artista con su cámara. Porque como diría la protagonista de esta cinta, “¿qué es un artista, sino alguien que ve lo bueno y lo realza, que ve lo lindo y lo magnifica, que busca en el otro lo más lindo que tiene para mostrar y lo inmortaliza?”. Las escenas tienen su propio tiempo que tal vez no coincida con los tiempos del público y el sonido es un poco bajo, para lograr comprender cabalmente lo que la timidez de Luisita, esta mujer colombiana, quiere decir. Aún así es una obra que deleita un homenaje tardío pero debido.
Glorias Porteñas Luisa Escarria fue fotógrafa en la época de oro del teatro de revista argentino. Por su estudio pasaron todos los capocómicos de las décadas del 50, 60 y 70 y las vedettes más emblemáticas. Sus fotos incluyen a Susana Giménez, Moria Casán, Jorge Porcel, Alberto Olmedo, Juan Carlos Altavista y un sinfín de nombres, tal vez para muchos desconocidos, pero que sin lugar a dudas son parte de la historia del espectáculo nacional. Foto Estudio Luisita (2018) trabaja sobre la nostalgia de lo que fue. Rosa, Graciela y Luisa Escarria son tres hermanas colombianas que llegaron al país en el año 58. Luisa fue quien se hizo cargo del estudio fotográfico que heredaron de su madre. Casi por casualidad empezó a tomar fotografías para los integrantes de una obra que hacía temporada en el Teatro Maipo e inmediatamente demostró un ojo único para captar gestos y detalles imposibles de retratar. Fue en la misma casa donde vivían (y aún viven) las hermanas que montaron el llamado Foto Estudio Luisita que funcionó hasta hace algunos años. La protagonista principal de esta historia y Sol Miraglia se conocen mientras la fotografa y cineasta trabajaba en un estudio cercano a la casa de Luisita e inmediatamente logran una química única. Miraglia comienza a visitarla mientras inicia una tarea titánica: la puesta en valor del archivo de fotografías para realizar una muestra en el Centro Cultural General San Martín. Durante ese transcurso filma a las hermanas Escarria, en la cotidianidad de la vida diaria, con la complicidad de una nieta “adoptada”, entre anécdotas de aquellos años gloriosos, técnicas para captar lo imposible, secretos en épocas en las que el Photoshop no existía o confesando como el avance tecnológico puso fin a una profesión que antes era más artesanal. Nostalgia y emotividad son las dos palabras que definen a Foto Estudio Luisita, un documental honesto, donde la complicidad de las tres hermanas con Miraglia es el corazón de un relato que late al compás de los recuerdos de antaño. Miraglia y su codirector Hugo Manso logran con respeto y naturalidad -captando la esencia al igual que Luisita en sus retratos- un documental valioso sobre una parte importante de la historia de la fotografía en el mundo del espectáculo local, una profesión alejada de las luces y las marquesinas, pero que sin ella no serían nada.
Sol Miraglia y Hugo Manso construyen un entrañable documental que se apoya en una idea potente sobre la pasión por el trabajo y la búsqueda de reconocimiento a pesar de los embates del tiempo y la vida. De visión fundamental para recuperar la gloria de una época que se fue y que gracias a la película vuelve potenciada.
En 2017 fue Las cinéphilas. En 2018, el crowd-pleaser del BAFICI resultó Foto Estudio Luisita, a partir de una celebración nostálgica de una era que ha llegado a su fin, pero merece este y otros homenajes. Las hermanas Graciela, Rosa y Luisa Escarria llegaron en 1958 desde su Colombia natal y fue Luisita quien se hizo cargo del estudio fotográfico que le legó su madre. Casi sin elementos ni preparación, comenzó a trabajar para las estrellas del Teatro Maipo y pronto demostró un ojo único, un talento descomunal para captar el gesto perfecto, el detalle adecuado. Las luces de las bambalinas contrastaron siempre con su humildad, su timidez, su bajísimo perfil, pero fue la preferida de las estrellas del cine, de las vedettes, de los músicos populares. Acercarse a su archivo (el desenlace es una muestra de sus mejores fotos curada por la codirectora del film, Sol Miraglia) es sumergirse en un época mágica con epicentro en la calle Lavalle y la avenida Corrientes. En el mismo departamento donde funcionó el Foto Estudio Luisita y donde viven desde hace cinco décadas hoy las tres octogenarias comparten -siempre rodeadas por sus perros- recuerdos y anécdotas, mientras admiten que la tecnología (los tiempos del Photoshop) terminó con sus prácticas artesanales, que incluían creativos fotomontajes. También son simpáticos los momentos en que reciben a leyendas como Amelita Vargas o se cruzan con el las Pons, con Moria Casán o Gogó Rojo, algunas de las muchas estrellas que posaron para la cámara de Luisita. Agobiada por los años y la presencia de la cámara, Luisita repasa algunos momentos y le transmite a Miraglia (quien aparece mucho en pantalla) el constante agradecimiento por estos tiempos de reconocimientos a su labor artística por parte de las nuevas generaciones. El film -prolijo y sencillo en su forma- parece sintonizar con la esencia de las imágenes que supo conseguir la protagonista. Sin artilugios narrativos, los directores se acercan con respeto, cariño y admiración a la obra de una mujer que retrató como nadie el mundo del espectáculo porteño.
Un homenaje hecho de miradas El documental premiado en el último Bafici celebra a una fotógrafa que supo retratar a las grandes figuras del espectáculo porteño. Las imágenes de archivo ilustran el pasado majestuoso de la calle Corrientes, con sus veredas repletas de personas vestidas con sus mejores ropas y los teatros de revista ofreciendo espectáculos glamorosos protagonizados por grandes vedettes ante plateas repletas. La escena contrasta con un presente grisáceo, dominado por las fachadas descuidadas y la ausencia de aquellas multitudes. Lo que une ambos periodos es la vigencia de un pequeño edificio ubicado justo al lado de la librería de saldo Dickens. Allí, pasando una puerta igual a tantas otras, vive Luisa Escarria junto a sus dos hermanas. Un nombre que quizás no diga demasiado, acorde al bajísimo perfil adoptado por esa mujer nacida en Colombia en 1929. Sin embargo, se trata de una de las fotógrafas más importantes del espectáculo argentino. Tanto así que prácticamente todas las estrellas de los ‘60, los ‘70 y principios de los ‘80 pasaron por su estudio. Una lista que va desde Atahualpa Yupanqui, Tita Merello, Libertad Lamarque y Luis Sandrini hasta Moria Casán, Susana Giménez, Alberto Olmedo, Jorge Porcel y Juan Carlos Altavista. La historia de Luisa es la historia del cultura popular, y también la del documental Foto Estudio Luisita, que desde hoy se verá, como no podía ser de otra manera, en pleno epicentro de la calle Corrientes, más precisamente en la Sala Lugones del Teatro San Martín. Ganadora del Premio del Público del último Bafici, donde se proyectó en el marco de la Competencia Argentina, la ópera prima de Sol Miraglia y Hugo Manso pone la cámara al servicio de la historia y los recuerdos de Luisa, empezando por las primeras fotos tomadas en su Colombia natal cuando asistía a su madre. Que se trate de dos mujeres dedicadas a la fotografía en los años 40, cuando el oficio era una cuestión masculina, les permite a los realizadores abordar el carácter vanguardista de su trabajo, algo también aplicable a sus inicios en la Argentina, cuando era mirada de reojo por su sola condición de mujer. Así y todo, Luisa siguió adelante a fuerza de un ojo atento a los detalles. Su fórmula era infalible: nunca pedía poses estrafalarias sino que dejaba que las sesiones fluyeran con naturalidad, priorizando la comodidad del fotografiado. De allí la ausencia de impostaciones y grandes gestos. En sus imágenes priman las miradas, un gesto de coherencia absoluta con alguien que hizo de los ojos su herramienta principal de trabajo. Lo hizo incluso cuando, con la caída del teatro de revista de principio de los ‘90, tuvo que dedicarse a fotografiar a numerosas bandas de cumbia que por aquellos años empezaban a copar la escena musical local. Más allá de ese archivo personal atesorado en su casa –30 cajas con 22.500 imágenes–, lo que nunca tuvo fue reconocimiento, tal como afirma una de sus hermanas. En ese sentido, Foto Estudio… se propone un homenaje doble. El primero es la propia película, que parece enamorada de su protagonista y, por lo tanto, apuesta más al apego que a la distancia, a la emotividad antes que a la observación. El segundo es la preparación de una retrospectiva de la obra de Luisa, curada por la propia Miraglia, donde llegarán los merecidos aplausos. En el medio también habrá lugar para el reencuentro con aquellas vedettes que supieron pasar por su estudio, además de las previsibles añoranzas a un pasado que ya no volverá. Una triste certeza que la visita al Teatro Maipo no hará más confirmar. Allí, en la inmensidad de la sala vacía, las hermanas cuchichean sus sensaciones con cara de asombro y nostalgia. “No tenemos a nadie conocido”, dice una. “Nos sentimos extranjeras”, completa la otra. Completar es otra palabra clave, pues Foto Estudio… aprovecha el vínculo de la realizadora con las hermanas para mimetizarse en sus charlas. De Luisa se desprende una profunda necesidad de compañía, de recorrer los últimos años de vida junto a esas dos mujeres que con el correr de los años son parte de una misma persona.
En un oscuro departamento de un edificio en la avenida Corrientes al 1300 viven desde hace más de cincuenta años las hermanas Escarria, tres señoras que ya ameritarían un documental sólo por su dulzura, su cotidianidad poblada de pichichos y pajaritos, su simbiosis fraternal. Pero además dos de ellas fueron el alma de uno de los estudios fotográficos que durante décadas retrató a la farándula argentina: Foto Estudio Luisita. Por ese mismo departamento desfiló “la plana mayor”: Atahualpa Yupanqui, Alberto Olmedo, Libertad Lamarque, José Marrone, Susana Giménez, Moria Casán y muchísimos otros artistas que confiaban en el talento de Luisita para captar sus mejores perfiles. Junto a ella trabajaba su hermana Chela, “el lado oculto de la luna”, como define a su tarea: era la encargada de la iluminación y el laboratorio, además del retoque artesanal de los negativos, con los que hacía unos fotomontajes que parecen la versión kitsch de los surrealistas de Grete Stern. “Son una sola persona, todo lo hacen juntas”, define Rosita, la tercera hemana. La cineasta Sol Miraglia conoció a Luisita de casualidad: no sólo se encontró con tres mujeres adorables, de notable contraste con los personajes que retrataban, sino también con un impresionante archivo que merecía emerger de esas prolijas cajas floreadas apiladas en los placares de las Escarria. Así, el documental -codirigido por Hugo Manso- funciona en dos direcciones: es tanto un retrato de estas tres ancianas como un rescate de la edad dorada de la revista porteña, género en el que se especializó el Foto Estudio Luisita antes de que el declive de las plumas lo llevara a trabajar para conjuntos musicales. Hijas de un matrimonio de fotógrafos, las hermanas llegaron desde Colombia y junto a su madre lucharon contra el imperativo que consideraba a la fotografía un oficio masculino. A través de Amelita Vargas -aparece con la picardía intacta- empezaron a trabajar para el Maipo y entraron al mundillo revisteril. En clave Cinema Paradiso, la música de Guillermo Guareschi invita a la nostalgia de aquella Corrientes que nunca dormía, años de intensa actividad para Luisita y sus hermanas. Como una de ellas le dice a Miraglia mientras preparan una muestra de las fotos: “Esto es volver a vivir, nena”.
Foto Estudio Luisita es un rescate del olvido; un viaje melancólico a una Buenos Aires de otra época; una reivindicación del talento de una artista que no fue reconocida seguramente por ser mujer; y, sobre todo, una expresión de admiración hacia su trabajo por parte de los realizadores. Sol Miraglia y Hugo Manso retratan con sencillez y mirada sensible la vida actual de Luisa Escarria y sus hermanas, que viven juntas en un departamento en plena avenida Corrientes, como punto inicial para contar su pasado de fotógrafa de los famosos. Los directores presentan la cotidianidad nada fuera de lo común de estas mujeres mayores en todos sus detalles y luego, mediante una música de aires tropicales que evoca al pasado y las fotos de las estrellas de la época de oro de la revista del Maipo, establecen la conexión de estas señoras con un universo de glamour con el que tuvieron un vínculo lateral. Luisita, con su humildad y timidez, supo capturar la mejor imagen de cada una de esas estrellas pero manteniéndose al margen de ese ambiente artístico y sin ser reconocida de forma pública. El documental se encarga de poner en primer plano su valioso trabajo, a través del descubrimiento de un archivo lleno de fotos de Tita Merello, Luis Sandrini, Amelita Vargas, Moria Casán y tantos otros. Más allá del valor de recuperar el archivo y las anécdotas de la fotógrafa y sus hermanas/asistentes, Foto Estudio Luisita conmueve por el amor y el respeto que fluye en todo su desarrollo. La emoción no sería la misma al ver a Luisita hacer su primera muestra si los directores no hubiesen logrado trasmitir al espectador el cariño y admiración que tienen por esta fotógrafa de los famosos, hasta ahora relegada al olvido.
El documental, como se ha dicho muchas veces, juega todo su potencial al elegir el tema. Si el tema vale la pena y el realizador no se equivoca, la película ya tiene la batalla ganada. Qué después de esa victoria logre elevarse un poco más, eso ya es otra cosa, y ahí sí entra en juego el talento y la sensibilidad de los que hacen la película. El cine argentino suele empantanarse con los temas políticos, hundiéndose en la solemnidad y la bajada de línea, pero cuando los temas no van por ese lado, la producción de documentales interesantes que se hacen en nuestro país no es nada despreciable. Foto Estudio Luisita cumple con todo lo mencionado y vale tanto por el tema elegido como por la forma en la que lo retrata Sol Miraglia y Hugo Manso son los realizadores de esta película que cuenta la historia de las hermanas Escarria, Graciela, Rosa y Luisa, nacidas en Colombia y llegada a la argentina en 1958. Ellas heredaron el estudio fotográfico de la madre, una pionera de la fotografía, y fue Luisita la que sin una preparación académica se convirtió poco a poco en fotógrafa profesional y se instaló con fuerza dentro del mundo del espectáculo porteño, donde retrató a todas las estrellas del Teatro Maipo. No era Luisita solo una buena fotógrafa, su talento se hace evidente al revisar el material que acumuló a lo largo de las décadas. La directora del film arranca la historia contando como la conoció y como descubrió en el departamento donde viven –que también fue su estudio, veinticinco mil negativos inéditos además de las grandes fotos que si se publicaron. Luis Sandrini, Pepe Marrone, Susana Giménez, Tita Merello, Jorge Porcel, Alberto Olmedo, Moria Casán, las hermanas Pons, Amelita Vargas –amiga de las hermanas- y un número inagotable de personalidades descollantes del teatro de Revista porteño, así como músicos del nivel de Atahualpa Yupanqui. La película describe aquel esplendor desde el mundo actual de las hermanas. La muy tímida y talentosa Luisita recuerda ese pasado legendario que a la vez está claro que extraña. El teatro de Revista como se lo conocía en aquel momento ya no existe más y la fotografía como ellas la trabajaban, tampoco. Un pasado glorioso para todos, pero pasado al fin. Hay humor, una ternura que no tiene límites y también una melancolía que alcanza momentos muy emotivos. La película también llega a angustiar, aunque la existencia del film en sí mismo es un rescate del olvido tan merecido que esa angustia se disipa. No se trata de la mera ilustración de los personajes, la cámara logra momentos de gran profundidad, de observación inteligente de lo que ocurre, así como también de los sentimientos de los personajes. Las hermanas Escarria son absolutamente adorables y la película lo muestra. Pero también son personas ancianas escondidas en un departamento de la calle Corrientes, detenido en otra época, en otra estética, en otro mundo. No importa que tan efímero sea su paso por el cine, donde aparezca Foto Estudio Luisita hay que verla. Hay mucho para disfrutar en estas imágenes y estas maravillosas hermanas y su historia.
La ópera prima de Sol Miraglia y Hugo Manso, "Foto Estudio Luisita", es un cálido retrato de una vida en contraste con la profesión elegida. El refrán dice “en casa de herrero, cuchillo de palo”. Algo así como no ejercer puertas adentro, lo que mostramos al afuera desde nuestra labor o profesión. Algo así podría decirse de Luisa Escarria, conocida como la fotógrafa de la época de oro de la revista argentina. Una mujer que se encargó de retratar los cuerpos más esbeltos, en las poses más provocativas, con los vestuarios y los brillos más sensuales; todo era provocación en las foto de Luisa, o Luisita. Sin embargo, ella no es lo que muestran sus fotos. Sol Miraglia toma las riendas de este documental co-dirigido en segunda línea por Hugo Manso, encargado del armado del guion. Ella será la voz en off, que, de vez en cuando, nos cuente cómo llegó hasta Luisita, cuál es el vínculo que las une, y cómo es la experiencia de llevar a cabo este trabajo documental, en conjunto con una muestra fotográfica ad hoc en el Teatro San Martín. Sol es fotógrafa, y el mismo día que dio con algunas muestras del trabajo de Escarria, pudo conocerla personalmente. Inmediatamente las unió un vínculo fuerte, probablemente encariñada con esa figura tan diferente a lo que expresan las fotos, tan querible. Sol se adentró en la vida de Luisita y sus hermanas Rosa y Graciela. Cuando surge la posibilidad de homenajearlas mediante una muestra fotográfica de sus obras en el Teatro San Martín; a la vez que la de llevar a cabo un registro documental de esos hechos; se plantea una puesta en valor del material, y una reconstrucción mediante testimonios de la vida y los años de gloria del estudio fotográfico; Luisa, Rosa y Graciela llegaron desde Colombia en 1958 y casi de casualidad les hicieron unas fotos a la troupe de José Marrone que se estaría presentando en el Maipo. Al poco tiempo, ya eran las fotógrafas oficiales de ese teatro, y hablamos de los años ’60 y ’70, la época dorada de la revista argentina; también de los ’80, los años de su caída. Luisa es la encargada de llevar adelante el estudio, es su nombre y cara visible, pero Rosa y Graciela, que según la propia Luisita son una solo persona, cumplen también sus labores. Es que las fotos de "Foto Estudio Luisita" no son cualquier foto. Más allá del brillo y la osadía, se caracterizan por el montaje posterior realizado sobre los negativos, lo cual crea un mundo de ensueño, ese que caracteriza al universo revisteril. Fotos pintadas, superposiciones, explosión de colores, fantasías, brillo, y glamour popular/mundano. Eso es lo que se ve en las fotos del estudio. Cuando uno conoce la vida de estas hermanas, caeremos en el contraste. Las Escarria llevan una vida recatada, muy tranquila y tradicional, casi conservadora. Tres hermanas solteronas, ahora ya ancianas, siempre muy tapadas, con los pelos batidos y recogidos, lentes gruesos, maquillaje sobrecargado, en una casa con adornitos de bazares populares sin respetar ningún código estético, que respetan rutinas como tomar el té, y escuchar Radio 10. "Foto Estudio Luisita" es un documental hecho con amor, y eso es lo que transmite durante su corta duración. Es imposible no sentir cariño por estas tres hermanas que se hacen querer con cada cosa que dicen, con cada accionar. Son personajes de John Waters, profundamente cinematográficas. Además de retratar la vida de estas hermanas que se tienen a sí mismas, de expresar el vínculo que las une con Sol, y contar sus vidas y su labor mediante viñetas; "Foto Estudio Luisita" es una interesante reflexión sobre el paso del tiempo, con añoranza, y sin rencor. Luego de la caída de la revista en los ’80, el estudio tuvo que ir aggiornándose a oros ámbitos, como el mundo de la música popular; luego pasar a las portadas de álbumes de bailanta y tropical – y no de los grupos más conocidos –; para luego caer irremediablemente frente al poderío de la tecnología. El trabajo artesanal de las chicas, hoy se hace en pocos pasos digitalmente. No es un dato menor que el devenir del estudio lo sepamos de inmediato en el documental. Es uno de los primeros datos que nos arrojan. Las propias hermanas no viven el cierre del estudio con negatividad, la debacle de los últimos años se ve con una sonrisa, es el inevitable paso del tiempo. El brillo se fue apagando poco a poco, es hora de dar lugar a otra etapa. Una divertida secuencia post crédito, y la visita al nuevo Maipo (quizás la única secuencia con un dejo de tristeza), terminan por definir esta idea. Entrevistas, registro observacional, material de archivo, voz en off, todo es útil parar retratar el mundo ahora y antes de las Escarrio. Hay algunas decisiones de cámara que pueden ser cuestionables, pero entendibles en su búsqueda de mostrar un mundo “a natural”; y hasta el hecho de que Miraglio se ubique delante, puede resultar extraño hasta que se configure la necesidad de retratar el propio vínculo que la une con las hermanas. "Foto estudio Luisita" no es un documental doloroso, en sus reencuentros con las glorias de aquellos años como Amelita Vargas, Moria Casan, Gogó Rojo, o Mimí Pons, no primará la mirada triste, siempre la alegría, siempre el reconocimiento. Como si el brillo más que desaparecer, hubiese mutado. Cuando veamos la reacción de Luisita frente a una portada suya en Página/12 terminaremos de cerrar esa idea. Otro acierto será la banda sonora que recrea la música de aquellos años. "Foto estudio Luisita" contrasta las vidas detrás y delante del lente, mira al pasado glorioso desde el presente de reconocimientos, y escribe versos de amor entre dos generaciones, siempre con color y alegría. Un documental que hace bien al alma.
“Foto Estudio Luisita”, pura ternura de Sol Miraglia y Hugo Manso, entra en el hogar de Graciela, Rosa y Luisa Escaglia, colombianas que en 1958 se convirtieron en fotógrafas de las vedettes del Maipo y otros artistas. Hay mucho talento, archivos donde todos se mantienen jóvenes, encuentros con gente agradecida, desde Moria Casan para atrás, una suave emoción casi todo el tiempo y una muestra en la Galería del San Martín que acompaña oportunamente el estreno).
Dirigido por Sol Miraglia y Hugo Manso que también hizo el guión, de este documental, la investigación sobre un mítico foto estudio que le da nombre a este trabajo, donde durante los 60 y por más de treinta años fueron retratados celebridades del espectáculo y la cultura :Tita Merello, Susana Gimenez, Amelita Vargas, el gordo Porcel, Alberto Olmedo. No solo están las copias sino más de 25.000 negativos que atesoraba y que formaran una exposición que se verá en el Teatro San Martina. Luisa Escarria, hija de fotógrafos, que comenzó a trabajar a los 14 años para ayudar a su mamá cuando falleció su padre, ya a los 18 tuvo su propio estudio. Todavía vive en su el mismo departamento que fue su estudio, con dos hermanas y sus perritos. Allí, una de las directoras descubrió prolijamente guardados todo su trabajo.
Foto Estudio Luisita: La retratista de la farandula argentina. El estudio fotográfico Luisita uno de los históricos de Buenos Aires en sus años de gloria vio pasar por sus puertas incontables estrellas de la farándula argentina… El teatro de revista vivió su época dorada hace ya mucho tiempo. Pero en lo que alguna vez fue el Foto Estudio Luisita, los recuerdos de esa época perduran con una claridad que impone y con unas imágenes únicas. El estudio de la fotógrafa Luisita Escarria, oriunda de Bogotá, es uno de los más emblemáticos de Buenos Aires. En él se fotografiaron famosos desde la década de los 60 a la de los 80 que incluyeron nombres como Moria Casan, Susana Giménez y Amelita Vargas entre muchos otros. En su departamento de la calle Corrientes aún viven ella junto a sus hermanas Graciela y Rosa Escarria, además de sus mascotas, quienes saben robar cámara como pocos. Los directores, Sol Miraglia y Hugo Manso, interactúan con las tres hermanas solteras que protagonizan este documental, donde hacemos un recorrido en profundidad por la vida y los recuerdos de quien pudo ver de cerca, y con un ojo crítico inimitable, a algunos de los grandes nombres de la farándula local. En este anecdótico lugar, Luisita era la fotógrafa que muchos decían tenía un ojo particular y que lograba fotos antes no vistas de sus modelos; sacándolos de la necesidad de posar y lograr que se relajen. En su objetivo, la asistía Chela, quien era la iluminadora y la ayudaba con la post-producción. Al principio del film, vemos tanto a Luisita como a Sol recorrer el hogar de la fotógrafa y recuperar, una a una, cajas y cajas de fotos que son un tesoro de archivo. Incluso, en un momento, se separan algunas de las fotos más emblemáticas que se llevaron a cabo allí y, solo esas pocas, ocupan una sala entera. En una nostálgica recolección de los hechos, Luisita, Chela y Rosa nos cuentan lo que fueron esos años locos donde veían el mundo pasar a través de la lente de una cámara. Desde anécdotas, que van de su llegada a Buenos Aires a la primera foto tomada por Luisita, a momentos un tanto amargos (como la vez que, al ser premiada, unos fotógrafos se negaron a tomar su foto), la vida que este estudio congeló en algunas imágenes es impresionante. El documental no solo nos cuenta la historia que pasó, sino la que se llevó a cabo mientras se filmaba. Esta parte nos muestra como se puso en marcha y se llevó a cabo una muestra en el Centro Cultural San Martín sobre la obra fotográfica de la artista. Y su reencuentro con algunas de las estrellas que ella fotografió en los inicios de sus carreras. Uno de los elementos más memorables de como se compaginó este film es la inclusión de la obra de Luisita. Particularmente, a como se buscó resaltar sus fotos de forma tal que tuvieran el lugar que se merecen en esta historia pero sin robar el foco de la misma. En Foto Estudio Luisita, la historia manda: desde como su madre puso un estudio fotográfico luego del fallecimiento de su marido a la primer foto que Luisita misma contó que le dio vergüenza tomar y al primer llamado que las hermanas recibieron de parte del Maipo para fotografiar a algunas de sus estrellas. A través de fotos, relatos y testimonios varios podemos hacernos una clara idea de la generación que este estudio retrató. Y las técnicas que se usaban entonces, porque si hay algo de lo que estas hermanas están orgullosas, es de los trabajos que lograron. Y ver de primera mano como lo hicieron es algo que nos lleva a apreciar aún más los talentos de la era analógica: superposiciones, ediciones y más cosas que se hacían a mano y con una paciencia y cariño que poco se ven hoy en día. Y como declaran las hermanas mismas, el avance de la tecnología fue en buena parte los que las sacó del negocio de la fotografía al final. Pero lo que lograron generó un archivo que probablemente no tenga igual y que nos muestra imágenes de una época que muchos quizá olvidaron.
El tiempo cristalizado Atahualpa Yupanqui, Amelia Vargas, Tita Merello, Mariano Mores, José “Pepitito” Marrone, Luis Sandrini, Jorge Porcel, Susana Giménez, Moria Casán, Mimí Pons y Gogó Rojo, entre otras rutilantes estrellas de los ’60, ’70 y ’80 de Argentina transmiten en sus ojos un halo de verdad más allá de la impostura que exige cualquier fotografía con ánimos de promoción. Y eso que no se ve es el talento del ojo que supo mirarlos, extraer en un clima de tranquilidad la esencia de un rostro, a veces la melancolía ocultada en el maquillaje pese a la furia del blanco y negro y la luz. Todos aquellos que pasaron por el Foto Estudio de Luisa Escarria, de origen colombiano y con un legado de sus padres Luis Felipe Escarria y Eva Iglesias también fotógrafos como ella, no necesitaron de la tecnología ni de los retoques del artificio digital para honrar un trabajo artesanal que hoy resulta casi obsoleto ante el avance de las nuevas tecnologías. En paralelo, a veces la vejez también se considera una pérdida de tiempo como para dedicarle un documental y en realidad el error parte de la base de no saber mirar u observar a quien está frente a cámara. La historia de Luisa y sus hermanas Graciela y Rosa encuentra en la evocación de anécdotas duras un mosaico de una época donde la mujer no podía lucirse -con la excepción de AnneMarie Heinrich, fotógrafa de estrellas como Zully Moreno o Mirtha Legrand, entre otras del cine argentino clásico- y menos en oficios como la fotografía, dominada por hombres. La perseverancia de estas hermanas para encontrar su espacio, brindar sus servicios al teatro Maipo en pleno auge del teatro de revistas, de vedettes con plumas y despliegue escénico sobre tablas es apenas una parte de su largo recorrido con pasado rico y un presente desteñido porque transcurrido un tiempo gran parte de ese aporte artístico (eso es cada una de las fotos de Luisa) quedó en el olvido. El rescate de 25000 negativos y la presencia de una cámara de cine para viajar desde los recuerdos y la nostalgia es el puntapié y pretexto para descubrir a Luisa Escarria, sus perros y su enorme trabajo de foto montaje a lo largo de décadas. En el presente a veces suena el teléfono para preguntar por un posible trabajo y Luisa contesta con un dejo de melancolía que ya no trabajan. La misma que la acompaña cuando entra al teatro vacío junto a su hermana y piensa en esas marquesinas rutilantes donde cada estrella brillaba gracias a ella que sabía mirar. La singularidad de este documental de Sol Miraglia y Hugo Manso es por un lado no caer en solemnidad o dejarse llevar por el anecdotario, sino ensamblar una rica historia de vida con un período cultural de Argentina que solamente hoy se reproduce en algún álbum de fotos como el de Luisa al resguardo de la humedad y del deterioro de la desidia propia de este país.
El living de un departamento pequeño sobre la avenida Corrientes, como punto de partida de un viaje en el tiempo. Ingresamos al hogar de Luisa, Rosa y Chela Escarria e inmediatamente nos trasladamos sesenta años atrás: nos reencontramos entonces con las hermanas colombianas ya instaladas en Buenos Aires, y por carácter transitivo con las estrellas que en ese entonces iluminaron la mítica calle que nunca duerme. Así de mágico resulta el largometraje de Sol Miraglia y Hugo Manso, Foto Estudio Luisita. El documental ganador del premio del público en el 20° BAFICI gira en torno a tres grandes ejes: la historia familiar de las Escarria; la trayectoria del estudio fotográfico que Luisa montó a pulmón en nuestra ciudad a fines de los años ’50; la historia de la amistad con Miraglia, también responsable de la muestra que tuvo lugar en el Centro Cultural San Martín en septiembre de 2016 y que el próximo 19 de marzo se repondrá en ese mismo espacio. Gran parte del film transcurre en la vivienda / estudio que la protagonista comparte con sus dos hermanas, a pocos metros del Teatro Maipo. Por este escenario acotado transitan no sólo sus moradoras y la realizadora, sino el recuerdo de Nélida Roca, Nélida Lobato, las hermanas Mimí y Norma Pons, Tita Merello, Susana Giménez, Moria Casán, José Marrone, Jorge Porcel, Juan Carlos Calabró, Alberto Olmedo y otras estrellas del varieté porteño que la protagonista fotografió para la posteridad. Mientras retratan a Luisita en la actualidad, Miraglia y Manso recrean un pasado cada vez más lejano. Un velo nostálgico cubre la evocación de los recuerdos de la propia juventud, del oficio fotográfico anterior al surgimiento del formato digital, de la época de esplendor del teatro de revista en nuestra ciudad. El proyecto de la muestra nos desvía de la melancolía para conducirnos al reconocimiento de las bondades del trabajo de curaduría. La película sorprende a quienes desconocen los artículos que tres periodistas –no por casualidad mujeres– publicaron sobre Luisita (y Miraglia en un segundo plano): Flor Monfort en el suplemento Las 12 de Página/12 en septiembre de 2016, Marcela Ayora en La Nación en marzo de 2018 y Mercedes Halfon en el suplemento Radar del mismo Página/12 ayer domingo. En cambio se trata de un reencuentro para los espectadores que leímos estos adelantos, de la muestra en el primer caso, del film en los otros dos. El hallazgo de Luisita, la decisión de visibilizar su obra en una exposición y en la pantalla grande, el interés que ambas iniciativas despertaron en la prensa se relacionan estrechamente con el saludable pico de activismo feminista que los argentinos registramos a partir del surgimiento del colectivo Ni Una Menos. Desde esta perspectiva militante, el largometraje de Miraglia y Manso se estrena en el mejor contexto, escasos días después del 8M.
¿QUÉ ES UN ARTISTA? La ópera prima de Sol Miraglia y Hugo Manso, ganadora del Premio del Público en el último BAFICI, captura al espectador desde lo visual y lo espontáneo. Todo es sincero en esta película. Desde el encuentro entre la directora y Luisita hasta las situaciones cotidianas que se muestran. Cada imagen de Foto estudio Luisita es una postal, un retrato íntimo en la vida de una fotógrafa que supo ganarse su lugar en un mundo que le pertenecía a los hombres: Luisita era la fotógrafa de las grandes celebridades del Teatro de Revistas de las décadas del ‘50, ‘60 y ‘70, que con el ocaso de la misma logró reinventarse haciendo fotos de diversos músicos. Trabajaba en conjunto con sus hermanas Chela, quien revelaba sus fotografías y armaba los montajes de los negativos, y Rosita. Las tres son hijas de un matrimonio de fotógrafos colombianos que heredaron el oficio, y tras la muerte de su padre Luisita comenzó a tomar la cámara de manera profesional. Foto estudio Luisita demuestra que la fotografía es un arte perceptivo y sensorial. La mirada es siempre más importante que la técnica. Luisita veía los rostros y los cuerpos de una manera que los otros no, y eso fue lo que la consagró “boca a boca” entre las celebridades de aquellos tiempos. La fotografía captura momentos, un momento puntual, único, que mediante la cámara se inmortaliza. Luisita y sus hermanas tienen ese tiempo, llano, casi estático. Sus rutinas, conversaciones, hasta la manera en que se comunican entre las tres posee una temporalidad muy amena. Para fotografiar es necesario tomarse un tiempo, observar y luego disparar. Estos procedimientos tienen una razón de ser. Ellas lo conservan y lo han transformado en su estilo de vida. El archivo fotográfico de Luisita (que ronda los 23.000 negativos de los artistas más famosos) es una excusa para mostrar la vida de una gran artista que debido a su timidez siempre tuvo un perfil muy bajo. Foto estudio Luisita es un retrato encantador hecho por una fotógrafa para otra fotógrafa.
Recordemos que en 2018 se estrenó este documental que es ópera prima de Sol Miraglia y Hugo Manso en la 20ª Edición de BAFICI. Este film se alzó con el Premio del Público en la Competencia Nacional y ahora tiene su estreno comercial. Resulta un film muy bien logrado, realizado en base al recuerdo de toda una época de grandes estrellas que pasaron ante la lente de la cámara de Luisita, como por ejemplo: Amelita Vargas, Tita Merello, Moria Casan, José Marrone, Olmedo, y Atahualpa Yupanqui, entre otros. Un interesante material de archivo, inédito y momentos increíbles, todo rodeado de emoción y profesionalismo. Este es un gran homenaje al teatro y sus marquesinas, a quienes están y estuvieron en ella y a esta humilde profesional Luisita Escarria y su hermana que estuvieron siempre juntas (de la misma nacionalidad de sus padres, fotógrafos colombianos, Luis Felipe Escarria y Eva Iglesias).
Parecen salidas de una película latinoamericana estas tres hermanas de andar lento, amantes de los animales, que viven en la calle Corrientes. Esa calle Corrientes, donde la noche se hizo eterna en épocas doradas cuando los cafés de la avenida humeaban hasta la madrugada, los restaurantes hervían de gente y las librerías como teatros y cines que saturaban la calle, no paraban de recibir público. Ese fue el ambiente en que nació "Foto Estudio Luisita", el lugar donde actores, actrices, vedettes dejaban sus imágenes fotográficas salidas de la magia de la cámara de Luisita, que ayudada por sus hermanas, trabajó por la memoria y cristalizó el tiempo. La ópera prima de Sol Miraglia y Hugo Manso habla de Luisita Escarria y sus hermanas, colombianas que re-fundaron su estudio fotográfico de Cali en un departamento de la calle Corrientes al 1300 y recibieron la colorida burbuja del espectáculo porteño con figuras como Tita Merello, Luis Sandrini, Atahualpa Yupanqui, Alberto Olmedo, Jorge Porcel, las míticas Nelidas, vedettes inolvidables (la Roca y la Lobato), las Pons (Norma y Mimí), las Rojo (Ethel y Gogó), Amelita Vargas, Susana Giménez o Moria Casan. Un estudio que se volvió trashumante y recorrió los teatros porteños, el Maipo, el Nacional, el Odeón, sus ensayos y sus estrenos. LA MEMORIA En un amoroso recorrido, los directores integran el amigable departamento que cerró como estudio en 2009 (abrió en 1958) y atesora un invalorable tesoro de más de 20.000 imágenes, que en florales cajas, formando parte de las cuidadas ceremonias del té de sus habitantes, ya inician su camino hacia el Archivo de la Memoria porteña. Como hada madrina de las imágenes, Luisita preside la casa, junto a Rosita y Chela, que retocó las realidades fotográficas con un pincel, mientras un pasado de padres fotógrafos sellaba el destino de las tres hermanas. Cálido testimonio pleno de fotos de la época, noticieros, fragmentos de las puestas en escena y hasta la presencia en vivo de algunas de nuestras eternas vedettes, dando un lugar especial a la llamada "Reina del Mambo", que intervino en más de 30 películas argentinas, Amelita Vargas, muy amiga de las señoritas Escarria y modelo de las primeras fotos del estudio. Un filme de impecable factura formal, que revive el brillo de la revista porteña y sus intérpretes con un acompañamiento musical que invita a bailar.
Todos hemos visto el logotipo de “foto estudio Luisita” alguna vez, en algún lugar. Pero quizás no nos preguntamos qué es, quién es Luisita, quiénes habían pasado por ese foto estudio o qué es un foto estudio, término actualmente en desuso. Por suerte llegaron Sol Miraglia y Hugo Manso a rescatar esta historia. La secuencia inicial, musicalizada, nos sumerge en la época de oro de Avenida Corrientes: vedettes, capocómicos y teatro de revistas en su máximo esplendor, con coloridas marquesinas luminosas saturando la calle que nunca duerme. De modo abrupto, nos trasladan al presente. Los centros de entretenimiento devenidos en farmacias e iglesias, acompañados del sonido ambiente, nos dan una sensación de vacío contundente. De la vía pública pasamos al interior de un departamento donde conviven tres hermanas. Desbordado de cosas, con las paredes del living tapizados con retratos de los artistas populares más reconocidos en las décadas del 70 y 80. En ese departamento “de abuela” viven las tres hermanas Escarria: Luisa, Chela y Rosita. Luisa, más conocida como Luisita, fue quien se encargó de fotografiar a los artistas que desfilaban por los teatros Tabaris, Maipo y Nacional en las décadas del 70 al 90, ayudada por su hermana Chela, quien iluminaba, revelaba los negativos en el living de la casa en las noches, y los coloreaba a mano. Llegaron con su madre a Buenos Aires en 1958, exiliadas desde Colombia. Sus padres eran fotógrafos y sacó su primer foto por casualidad. También, por casualidad, fotografió a Amelita Vargas (de quien sigue siendo amiga en la actualidad), quien la sugirió a Marrone para fotografiar a los artistas de su compañía y estableció los cimientos de su carrera. Lo que no fue casual, de ninguna manera, es el talento y la sensibilidad con que los retrataba. Sol Miraglia cuenta que conoció a Luisita cuando estudiaba fotografía y desde ahí se hicieron inseparables. El documental nos muestra a las hermanas en su vida cotidiana, con testimonios sobre cómo era trabajar en el rubro en esa época (siendo mujeres y además extranjeras), anécdotas sobre los famosos que han trabajado con ellas y reflexiones sobre el avance de la tecnología. Con la planificación y ejecución de una muestra que se realizó en el Teatro San Martín en que Sol rescató parte de la obra de Luisita y con el enorme trabajo de clasificación del archivo de más de 25.000 negativos como hilos conductores, el documental propone un retrato intimista y cercano de una mujer que tuvo que vencer a su propia timidez para ponerse en frente de figuras avasallantes y aguardar el momento indicado para retratar lo mejor de cada uno. Ameno, muy interesante y lleno de ternura, Foto estudio Luisita es un ejercicio de memoria necesario, sobre todo en este contexto de empoderamiento femenino. Las hermanas Escarria tienen una historia que era menester reivindicar, en la cual fueron protagonistas por mérito propio, sin depender de ningún hombre. Y el rescate de ese archivo, un registro intuitivo con el foco puesto en la cultura popular, es de un valor cultural incalculable. Albricias por el revelado.
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Foto Estudio Luisita es un documental que ofrece nostalgia por un mundo ido y derrocha ternura y candidez con sus adorables protagonistas. Un tiempo retratado que sólo conservan los negativos ocultos en cajas y la memoria personal de las hermanas Escarria: el de la calle Corrientes y el auge del teatro de revistas. Luisita fotografió a todas las estrellas del momento. Y las inmortalizó. Pero ¿cuántos saben de la fotógrafa? Sol Miraglia (codirectora con Hugo Manso) la descubrió porque en su trabajo alguien le dijo que debía conocerla. Y fue así que se convirtió en la nieta que no tuvieron ni Luisita ni Graciela ni Rosa. Y en la artista que rescató a otra artista del olvido y la llevó a realizar una merecida muestra en el San Martín con parte de su inmensa y desconocida producción. Documental de personajes, las protagonistas ofrecen un encanto y una ternura muy difíciles de actuar. Son lo que está frente a la cámara, de la misma manera que quedó plasmado para la posteridad el mundo del espectáculo vernáculo de los ’60, ‘70 y ’80 por la mirada lúcida y detallista de la lente de Luisita. Mujeres octogenarias en una casa antigua. Con las paredes repletas de retratos de famosos, muertos en su mayoría y con la belleza intacta. Entre charlas, material de archivo, fotos recuperadas, se construye un film que acompaña con cariño y un toque naturalmente naif la vida de unas mujeres que, desde una obra sin estridencias, le pusieron imagen a un tiempo que ya fue. Y que ahora se recupera a la luz de la importancia merecida.