Uno de los “santos populares” fuera de cualquier culto, con más seguidores en nuestro país, como ocurre con “La Difunta Correa” y “La Madre María”. Protagonista en todas las rutas argentinas donde las banderas rojas anuncian sus pequeños santuarios, el “oficial” esta emplazado cerca del lugar donde lo mataron. En Mercedes, Corrientes. Poco se sabe con certeza de su vida. El cineasta Cristian Jure, (“Alta cumbia”) escribió el guión basándose en el libro “Colgado de los tobillos” de Orlando Van Bredam. Es una coproducción con Paraguay de gran despliegue. Tiene a favor feroces y vistosas escenas de batallas bien resueltas y en contra una discutible decisión de anacronismos en vestuario, y especialmente en esa suerte de vedettes bailarinas en tangas que poco o nada aportan al dramatismo del relato. Jorge Sienrra tiene buena imagen pero con una actuación sin matices que queda prendida de la “estampita” del milagrero. Diego Cremonesi como siempre cumple con energía y convicción. El guión se alarga y pasa de la acción a las frases sentenciosas que poco aportan. Algunas escenas se repiten y hacen perder la fuerza dramática del relato. Visualmente colorido e intenso.
Gracias Gauchito: Un western bien autóctono. El “Gauchito Gil” es una figura venerada en muchos rincones de nuestro país, una figura marginal, un santo “bien de acá”. Y no solo su mitología es interesante, sino que la épica que vivió también lo es. Aquí un repaso de un film que no pasará desapercibido. Como fanático del cine desde niño y, en especial, de las “películas de vaqueros” o Westerns, siempre me fascinó el héroe trágico, el desposeído, al que le quitaban todo y siempre tenía una moral para hacer el bien sin mirar a quien. Siempre de pocas palabras y la Colt lista para ser desenfundada; castigar al villano de turno para luego cabalgar hacia el horizonte del atardecer, dejando atrás ese amor que no podrá ser nunca, porque así son los héroes solitarios. Siempre me fascinaron estas historias y, con el conocimiento de la vasta historia argentina, llena de bandoleros, criminales campestres y pseudo-Robin Hood, no entendía como había tan pocos exponentes de esto en cines. ¿Cómo alguien no se le ocurría contar la historia de gente venida a menos, de hombres que dieron la vida (una ficción mezclada con la realidad, quizás) en las épocas donde la ley era la del más fuerte? No recuerdo caso más fascinante que el de Leonardo Favio y su “Juán Moreira (1973)”, el gaucho que le hizo frente a los poderosos y se convirtió en mártir. Pero hay más, muchos más. Y, a Dios gracias, el realizador Cristian Jure hoy decide contarnos la historia de Antonio Mamerto Gil Núñez, más conocido como el “Gauchito Gil”, santo autóctono protector de los más pobres y desposeídos. Su figura, en forma de estampitas y altares de color rojo, puede ser divisada en numerosos caminos y rutas argentinas. Pero nadie sabe a ciencia cierta su historia. La mayoría lo tilda de cuatrero, asesino y luego, santo. “Gracias Gauchito (2018)” basa su guión en el libro de Orlando Van Bredam “Colgado de los tobillos” sobre la figura del santo, y Jure nos mezcla la leyenda con la construcción del mito alrededor de su figura: La figura de “Gauchito Gil” como santo se consolida cuatro décadas después de su muerte, cuando un viejo (Héctor Silva) va por los pueblos construyendo la leyenda del santo pagano de los pobres. Mientras instala altares rojos en cantinas y caminos, va narrando la historia con la convicción de los que creen en sus milagros y con la autoridad de haber conocido en vida las hazañas de aquel Gaucho retobado, que supo cultivar justicia en tiempos de guerra. Enmarcada en el siglo XIX, la vida del Gauchito estuvo signada por la tragedia: su padre muere en la guerra, su hermanita es robada y su familia es expulsada de la tierra. Con ansias de justicia se encuadra, al inicio de su juventud, en la tropa de Zalazar (el multifacético Diego Cremonesi), un guerrero astuto al servicio de las causas de turno. Pero las atrocidades de aquella banda lo obligan a escapar, convirtiéndose en un desertor condenado a la pena capital. Ya Gaucho adulto y sin rumbo, el personaje interpretado por Jorge Sienra cabalga por los campos de la mesopotamia, un poco para impartir justicia y un poco por culpa de los aberrantes hechos que no pudo impedir por parte de sus compañeros de armas. Así su figura de a poco se va convirtiendo en leyenda, venerada y hasta “milagrosa”, excepto por su cruel enemigo, quien no parará hasta detenerlo y matarlo. “Con la sangre de un inocente se cura a otro inocente” serán las palabras del Gauchito Gil que resonarán en la Eternidad ante un improvisado cadalso y verdugo, antes amigo. La ficción se mezcla con la realidad, y la leyenda con el Mythos crístico: el realizador decide en cada plano resaltar al Gauchito como una figura heroica, tanto desde su aspecto físico similar al imaginario del Cristo como al del superhéroe llegado desde Krypton, esa escena casi calcada de “Batman V Superman (2016)”, demarcando claramente que las capas y las cintas rojas no están tan distantes a la hora de hacer el bien. Tampoco podemos dejar de nombrar esa vuelta de tuerca final, quizás cayendo en el spoiler, pero es imperativo demostrar que ESE personaje amplía la visión del director al asociarlo con la figura del Longinos, como así también de Pablo de Tarso, dos conversos que comenzaron sus carreras como la contraparte de Jesus Cristo y las culminaron como evangelizadores de su palabra. Aquí también, Cristian Jure asocia una vez más al Gauchito con la figura más emblemática de la religión occidental. Obviamente no es para menos, por que el Gauchito Gil es nuestro y debemos estar orgullosos. Una figura que, aún mítica, lleva alegría y realza la Fe en los corazones que menos tienen. Y eso, en estas épocas en que la maldad en el mundo prolifera más que nunca, es un bálsamo bien recibido. ¡Y además es un Western!
No es la primera vez que el cine argentino se acerca -ya sea desde la ficción como desde el documental- a la figura y al mito del Gauchito Gil, ese santo pagano de los desposeídos. Esta transposición del libro Colgado de los tobillos, de Orlando Van Bredam, a cargo del guionista y director Cristian Jure (Pepo, la última oportunidad y Alta Cumbia) apuesta a la épica de aventuras sin demasiada sutileza, pero con un despliegue visual bastante atractivo. Narrada en off y construida a través de flashbacks (no conviene adelantar demasiado para no romper con una sorpresa final), Gracias Gauchito es una mirada totalmente reivindicatoria hasta la exaltación de ese héroe popular, esa suerte de Robin Hood autóctono, esa figura milagrosa seguida por millones de argentinos. Es, también, una película revisionista que cuestiona el accionar de los unitarios porteños y el papel en la Guerra del Paraguay con la masacre contra la población local. El film -que por momentos peca de demasiado didáctico y subrayado- expone las injusticias que padeció Antonio Mamerto Gil Núñez en su corta vida (fue degollado a los 38 años), ya desde niño, cuando su padre murió en la guerra, su hermana fue raptada y su familia, expulsada de sus tierras. Ya de adulto (interpretado por el galán Jorge Sienra), este formidable y noble guerrero peleó bajo las órdenes de Zalazar (Diego Cremonesi), pero las atrocidades cometidas por la banda lo hacen desertar. Devenido justiciero de los más débiles (sumado a algún amorío inconveniente), se convierte en el enemigo público número uno de militares y terratenientes, y en el objeto de la veneración de cada vez más personas por sus hazañas y milagros. El relato es vistoso (algo pintoresquista) y combina situaciones bélicas, musicales, eróticas y -claro- del orden de lo místico. La propuesta remite de forma casi inevitable al Leonardo Favio de Juan Moreira y, más acá, a Aballay, el hombre sin miedo, de Fernando Spiner. Salvando las distancias y sabiendo que las comparaciones siempre son un poco odiosas, el trabajo de Jure, de todas formas, resulta más que digno.
El héroe popular En tiempos de superhéroes, Cristian Jure encuentra en el Gauchito Gil un personaje ideal para convertirlo en el héroe de los humildes. Su historia, basada en el libro Colgado de los tobillos, de Orlando Van Bredam, es narrada desde el mito y la leyenda, otorgándole al personaje real la mística sobrenatural que lo envuelve. Colgado de los tobillos empieza la historia con el gauchito (Jorge Sienrra) a punto de ser degollado. Un anciano entra a una pulpería y relata los acontecimientos previos: El cómo este hombre sufrió el dolor y la injusticia de niño, luchó para los federales hasta que una serie de horrendos sucesos lo obliga a desertar y convertirse en un fugitivo de la ley. Como un superhéroe actual acude a la ayuda de quién lo necesite para evitar injusticias sobre los inocentes. Cristian Jure maneja el relato con maestría, con un conocimiento absoluto de los géneros: por momentos Gracias Gauchito (2018) es una película de acción, de injusticias y venganzas, por momentos un melodrama, con pasiones y culpas que castigan el destino del protagonista. Pero también, la película se permite jugar con la épica, contextualizando la acción en una Argentina del siglo XIX con gente llena de avaricia y otra golpeada por la desgracia. La guerra de la Triple Alianza es otra de las circunstancias históricas que aparecen con pinceladas para trascender el mero relato del héroe. Las escenas de tensión en el film están impregnadas de magnetismo, haciendo avanzar el relato con buen rimo narrativo sin poder desprender los ojos de la pantalla. Otro recurso muy bien manejado es la música del film que pasa en varias oportunidades de ser diegética (parte de la historia) a extradiegética (engrandeciendo las situaciones). Pero quizás lo más interesante del film sea su posición ideológica. El mismo título Gracias Gauchito marca el lado del cual está contada esta historia de buenos y malos. Los discursos sobre los patrones de campo y los destinos del Paraguay subrayan esta postura. Y aunque por lapsos la película abuse de ciertos efectismos, queda la sensación de una historia que tenía que ser contada, después de todo el Gauchito es el héroe que faltaba.
Primera ficción del hasta ahora documentalista Cristian Jure, "Gracias Gauchito" es la recreación de una figura mítica con mucho de popular y autóctono. Cristian Jure es conocido en el mundo del cine por dos de los documentales argentinos más exitosos de los últimos años. Formato difícil de hacer penetrar al espectador masivo, a Jure lo caracteriza una palabra, popular. "Alta Cumbia" y "Pepo: La última oportunidad", tuvieron ambas un recorrido similar. Se presentaron en festivales en los que se generó un revuelo que difícilmente consiga otra película local, y menos un documental. Con este espaldarazo consiguieron estrenos en varias salas comerciales en las que otra vez, se armó todo un ritual alrededor de su visionado. Por supuesto, la clave está en las temáticas que aborda, un repaso por la cultura de la cumbia villera, y la historia del ídolo mayor actual de esa movida. Siempre con respeto, identificación, y ubicándose a la par, nada de estudio antropológico a lo National Geographic, miserabilismo, o compasión. Pasión pura por lo que se habla. Probablemente no hay en la actualidad un director más acorde para retratar la historia de El Gauchito Gil, el santo pagano que desde el interior de nuestro país, se ganó una respetada figura como ícono milagroso popular. A Jure se le notan las referencias, las inspiraciones, y bienvenido que así sea. Si hablamos de director popular ¿Hay otra representación mayor que la de Favio? Sí, en "Gracias gauchito" hay algo del Favio de "Juan Moreira" con una mirada actual y cercana. Bebe de la mejor tradición del cine gauchesco, como las más cercanas en el tiempo "Aballay" y "El grito en la sangre"; y le suma toda la iconografía necesaria para que sintamos que sí, estamos hablando de un santo venerado. Imágenes oníricas, logradas recreaciones de época, manejo de dos planos temporales. "Gracias Gauchito" va y bien en su narración, sin hacerla lineal, tampoco complejizándola. Nunca pierde el eje de ser una película de consumo masivo. 50 años después de la primera ”aparición” milagrosa del Gauchito, un hombre visita una pulpería de pueblo y lleva consigo el típico altar que podemos ver en varios costados de las rutas o esquinas del país. Inmediatamente entabla una conversación con otro cliente, más incrédulo, y como un apóstol que lleva la palabra, comenzará a contarle la historia de Antonio Mamerto Gil Nuñez. Será su voz en off, y la de su interlocutor, casi en forma de recitado de poema gauchesco la que nos conduzca a lo largo de la película. "Gracias Gauchito" se basa en la novela corta "Colgado de los tobillos", de Orlando Van Bredam, que el mismo autor asegura haber escrito mediante un extraño hecho con su automóvil que lo obligó a hacer una parada en la provincia de Corrientes. "Colgado de los tobillos" se publicó originalmente en 2001, y diez años después se reeditó como "El retobado"; con algunos cambios respecto a las percepciones entre el sufrido mártir y el defensor ideológico. Este relato se balancea entre las dos posturas, entre el desertor y el exiliado, entre el Robin Hood argentino, y el milagroso del pueblo. Sus tragedias comienzan de chico al ser maltratado por su ascendencia relacionada a los pueblos originarios. En su juventud es alistado dentro del ejército de los Federales, del cual rápidamente se desencanta al encontrar en ese bando las mismas injusticias que enfrentaba. Decide huir, y así se convierte en un perseguido que debe exiliarse en Paraguay como fugitivo de la ley. Allí comienza lo mítico de su figura, que se acrecienta al regresar a Corrientes. Antonio Mamerto Gil es un ser religioso, y Cristian Jure se encarga de configurar su historia de un modo paralelo a la de un Jesucristo local. Pero es este un santo sucio, del pueblo, venerado por los suyos por la ayuda que les da mediante el robo a los terratenientes. También mantiene un romance con una mujer prohibida que lo terminará conduciendo a más tragedias. "Gracias Gauchito" se va estructurando a modo de los hechos relevantes en la historia del personaje, pero su narración es fluida, no se siente fragmentada o esquematizada. Necesariamente recurre a algunos lugares comunes de estas historias que, por tradición o configuración de las creencias generales, debían estar. Al igual que en sus documentales, Jure nos habla de la creación de figuras a través de la elevación del pueblo. Antonio Mamerto Gil va perdiendo su inocencia, se va curtiendo, y sufre las injusticias de una clase sobre la otra. No se esconde su postura ideológica, al contrario, se la exacerba en diálogos y párrafos en off, como un potente poema gauchesco. Todo su costado milagroso, que comienza a verse en vida, está relacionado con este factor, tratar de reparar las injusticias para con los suyos. Un hombre que veía al mundo dado vueltas mucho antes de su icónico final. Plagado de imágenes bellas, con la épica a flor de piel, con pasión, fervor y sangre. Se ve como una superproducción de época, aunque lógicamente su presupuesto no se le acercó al de las películas más grandes de nuestro país. Esto es a base de talento puro. El lenguaje visual y sonoro del film penetra en las profundidad y remarca el mensaje por si el texto no fuese suficiente. Jorge Sienrra logra una interpretación sentida de este Antonio que se va convirtiendo en el Gauchito en vida, su presencia es un hallazgo. El omnipresente de la ficción argentina, Diego Cremonesi ofrece otra de sus grandes caracterizaciones, siempre diferente, siempre exacto en el tono; un Zalazar villano que se hace odiar sin sobreactuar. Lali Gonzalez como Dolores, el amor trágico, la cómplice, tiene química con Sienrra y cumple una labor más que correcta. El resto del elenco, con actores locales, es armonioso y correcto en su conjunto. "Gracias gauchito" se ve y se siente apasionada, mítica – onírica – y popular. Logra transmitir su mensaje, y más allá de las creencias subjetivas deja clara la importancia de estas figuras como esperanza para un pueblo castigado. El paso a la ficción de Cristian Jure no podía ser más acertado, otro homenaje justo y logrado de un realizador al que ya es hora de prestarle mayor atención.
La vida del gaucho Antonio Gil estuvo marcada desde su niñez por la pobreza y la injusticia. En su juventud, y con ansias de justicia, se enrola en las tropas del caudillo Zalazar, pero las atrocidades de esa banda lo obligan a escapar, convirtiéndose en un desertor condenado a muerte. A lomo de caballo, recorre kilómetros ayudando a los desposeídos y convirtiéndose en un hombre que es reconocido por los humildes como alguien digno de venerar. El director Cristián Jure elaboró con estos elementos del folclore alrededor de la figura del Gauchito Gil, apoyado por una muy buena actuación de Jorge Sienrra, una trama atractiva y con buen ritmo.
¿Cómo puede ser que hasta el momento no se había llevado la vida de este santo pagano al cine? Muchas veces la deuda con personajes tan impregnados en la idiosincrasia de los pueblos se hace esperar, y en tiempos en donde la palabra “biopic” está de moda, Cristian Jure viene a revolucionar la pantalla con una puesta al día de la historia de este “gauchito” que se supo entre dos fuegos, reprimiendo (lo que podía) sus pasiones y ayudando al prójimo.
Un superhéroe para tiempos aciagos. ¿Cómo se construye un mito? Adaptación del libro “Colgado de los tobillos” del ensayista y autor entrerriano Orlando Van Bredam, Gracias Gauchito es una grata novedad que ofrece nuestra cartelera local. Resulta atractiva la versión cinematográfica que se realiza sobre la vida y tragedia de una figura marginal, producto de una época salvaje. Con aires de western, Cristian Jure concibe una obra sólida y meritoria, donde intenta instruccionarnos acerca de la dimensión popular que adquiere a través de los tiempos esta especie de Robin Hood vernáculo. El recuerdo del cine histórico sobre héroes populares, próceres y guapos nacionales trae a la memoria clásicos de Leonardo Favio (Juan Moreira), Leopoldo Torre Nilsson (El Santo de la Espada, Martín Fierro, Güemes) Lucas Demare (Pampa Bárbara, La Guerra Gaucha) y, más acá en el tiempo, Fernando Spiner (Aballay). Estos hitos de nuestro cine conforman una selección apenas dentro del nutrido grupo de obras que han explorado este tipo de género tan autóctono en el terreno local. En este sentido, Jure apela a dichas tradiciones genéricas para concebir un producto que pone el acento del relato sobre las hazañas protagonizadas por el gaucho Antonio Mamerto Gil Núñez, conformando la silueta de un héroe que cimentó su legado de generación en generación, en el boca a boca. Muerto en la ciudad de Mercedes (Corrientes, ejecutado por degollamiento) al tiempo que pronunciaba la frase “con sangre de un inocente se cura a otro inocente”, el sino trágico del final del héroe marcó su destino para siempre. Cabalgando imponente y surcando llanuras, la figura de esta leyenda emerge bajo las contradicciones que siempre rodearán a la historia real. Se trata de un fenómeno singular e inexplicable. El relato utiliza el recurso de la narración en off mezclado junto a escenas que recrean los sucesos, brindando como resultado una narración no del todo uniforme. Sin embargo, es interesante como se inserta en el relato los dobleces que también forman parte del mito. El ‘lado b’ de la historia, ese que lo defenestra como un asesino y un fuera de la ley, también viene a aportar polémica y debate acerca del aura festiva que rodea su figura. Basta con observar los rituales que atraen a multitudes a los costados de las rutas argentinas, celebrando, agradeciendo y orando alrededor de su condición de santo milagroso. Nos damos cuenta que estamos ante un fenómeno único, que propaga estampitas y altares a lo ancho y largo del país. Está claro, el mito del masivo santo popular que ha generado incontables leyendas a su alrededor lo convierte en material suficientemente atractivo desde lo cinematográfico. Un siempre impecable Diego Cremonesi acompaña en un rol fundamental al personaje del Gauchito, que con solvencia interpreta Jorge Sienra. Partiendo de un relato que comienza en flashback desde una pulpería, el film recreará los acontecimientos fundamentales que formaron parte de la vida del protagonista, buscando comprender su real magnitud a través de las injusticias que sufre a lo largo de su vida, hechos que lo convierten en un proscrito, en un fugitivo. La ayuda a los inocentes desfavorecidos y desposeídos fue forjando las convicciones de este héroe del pueblo; y a partir de allí el director recrea su apariencia. Temas como el castigo, la culpa, la injusticia y la venganza van dando profundidad y carnadura a Gil, a medida que el film expone sus convicciones, sus valores, su drama personal y sus pasiones. También sus flaquezas, en donde podemos apreciar un héroe carnal y falible; que cae débil, seducido y rendido ante la belleza de una mujer. Mezclando el español de época, con dialecto guaraní y los modismos propios, la historia se nutre de una ambientación muy cuidada en su recreación, de la cual solo hace falta observar, sin embargo, algunos anacronismos de vestuario. Tampoco desatiende el realizador su labor técnica, dando preponderancia a rubros que ennoblecen la propuesta. Una fotografía muy lograda, sacada del mejor western americano, consigue un tratamiento del color muy rico en matices, que apuesta a la intensidad visual para recrear las violentas escenas de batalla y los atardeceres crepusculares. El permanente recurso de la música, con ritmos y melodías acordes al folclore del lugar, sobresale en un inventivo uso que va desde lo externo incidental a lo perteneciente de la historia, hecho que también contribuye a recrear el relato. La postura ideológica, de igual manera, no deja escapar los intereses del film. La épica pura de la Argentina en el siglo de su independencia enmarca la cronología del relato, cuyo retrato histórico ubica en la Guerra de la Tripe Alianza (1864-1870). El discurso que se cuenta siempre según los antagonismos y las antinomias que la historia ha avalado, muestra a los poderosos dueños de campo y las clases trabajadoras que luchan por sus derechos. Allí, en medio de ese dilema, aparece la figura del Gauchito Gil. Un héroe de carne y hueso que al cine le faltaba, protagonista de un relato pintoresco y costumbrista, que devela las injusticias que éste ha sufrido, abrevando de la figura mística que el tiempo ha prolongado. Si el encargado de llevar de pueblo en pueblo la leyenda es quien pronuncia la frase “la peor de las culpas no es la que te mata, es la que no te deja vivir en paz”, la misma toma suficiente vigor comprendiendo las circunstancias trágicas del desenlace. Aquella culpa se resignifica sembrando un interrogante que, sin intentar arruinar sorpresas, el público descubrirá en la escena final. Lo irónico de todo es que la leyenda construida puede ser transmitida, incluso, por tu propio verdugo.
El filme de Christian Jure retrata la figura del "santo de los pobres" conocido por el nombre de Gauchito Gil. La película se inicia cuando Antonio Mamerto Gil (bien Jorge Sienra), campesino pobre de una zona rural de la provincia correntina, es ya un mito popular. La historia repasa momentos de una vida azarosa que pasa por el vandálico incendio de su cabaña y el rapto de su hermana, las luchas de federales y unitarios, su incorporación forzada a alguno de los grupos del que se evade cansado de procederes sanguinarios; sumado a un romance con la mujer de uno de sus superiores, Salazar, hecho que lo transforma definitivamente en un prófugo de la justicia. Su actitud de Robin Hood en defensa de los más pobres y algunos sucesos que se suponen milagrosos, lo convierten en santo popular, venerado en improvisados altares por los caminos no solamente de la Argentina, sino también de países como Paraguay y Brasil. BUEN RITMO "Gracias Gauchito" es una película de malos y buenos, sin características intermedias, con logradas escenas de acción, anacrónicas secuencias de sexo (suerte de "jóvenes coristas" en las morenadas a puro candombe, más lencería actual en seducciones gauchas) y buen ritmo. Valiosa por visibilizar una figura querida por la tradición popular y celebraciones como la del "santito negro" San Baltasar en el noreste de nuestro país; sin olvidar el recuerdo de la terrible Guerra de los Niños de la Triple Alianza, prácticamente olvidada en los manuales de enseñanza.
La historia del Gauchito Gil es llevada a la pantalla grande. La persona que se convirtió en leyenda y con sus milagros forjó la religión de muchos argentinos. Antonio Mamerto Gil Núñez es el nombre del Gaucho al que veneran en tierras latinoamericanas. Es la historia del popularmente conocido Gauchito Gil (Jorge Sienra), quien se las arregla para combatir a los enemigos y, por sobre todas las cosas, sus ideales.
Altares rojos emergen día a día al costado de las rutas en devoción al Gauchito Gil, santo pagano de los desposeídos, degollado a fines del siglo XIX. En ese mito se basa la nueva película de Cristian Jure (“Alta cumbia!”, “Diez veces venceremos”, entre otras). Una osadía si se tiene en cuenta la pregnancia del mito de ese gaucho rebelde, en el imaginario popular de la Argentina actual y del Gran Chaco, lugares donde nace y crece la leyenda del niño que luego fue soldado y luego desertor y justiciero, circa 1850. Cuenta la historia que el niño Antonio Mamerto Gil recibió el cadáver de su padre muerto en la guerra contra Paraguay, vio raptar a su hermanita y vivió el despojo de su familia de sus tierras. Así comienza esta ficción basada en el libro "Colgado de los tobillos", de Orlando Van Bredam. El protagonista, interpretado por el paraguayo Jorge Sienrra, construye su destino errante en un contrapunto permanente con el hombre que fue su superior y ahora lo persigue, una convincente composición de Diego Cremonesi, un milico modelo al servicio de los terratenientes, que habilita el destierro de las familias nativas y la usurpación de sus campos. El joven soldado deja el ejército ante las atrocidades de su tropa alejadas de toda justicia. Desafía la condena a la pena de muerte que le cabe, y se dedica a recorrer los campos. Roba y huye, rebelde y fugitivo. Comienzan sus hazañas. Es perseguido y es idolatrado. La gente lo cuida. No hace milagros. Hace justicia. Recorre los esteros correntinos hasta el corazón del monte paraguayo y su leyenda se expande. Eso muestra la película, de manera ágil y atractiva. Tiene color y es inquietante en su propuesta estética. En las escenas de las peleas, en las batallas y en el cotidiano de la vida en el la vida en el campo ajeno al mundo de las grandes estancias, la película encuentra sus mejores momentos. La ambientación como virtud no es menor en una tradición cinematográfica que no abunda en esa mirada donde el protagonista es la pobreza. Hay excepciones, el Juan Moreira de Fabio brilla en esa soledad. En relación al género y ligado al western, la propuesta rememora al Aballay de Fernando Spiner “el hombre sin miedo”, imaginado por Antonio Di Benedetto. Hay una historia de amor, por supuesto. Y hay un equipo de realización de mayoría paraguaya, que le hace honores a esta filmografía de época en el continente. Gracias Gauchito combina el clima de aventuras con la raíz de una religiosidad popular todavía ardiente, ahí en Corrientes, cerquita de Mercedes, donde cada día, su capilla es visitada por cientos de fieles. gracias-gauchito-c_8874_poster2.jpg Título: Gracias Gauchito. Año: 2018. País: Argentina. Coproducción argentino paraguaya. Dirección: Cristian Jure/ Guión: Cristian Jure basado en el libro "Colgado de los tobillos", de Orlando Van Bredam. Producción: Fernando Sokolowicz - Dani Da Rosa / Música: Gonzalo Ferrer/ Fotografía: Nicolás Gorla/ Montaje: Jerónimo Karranza - Klaus Borges / Elenco: Jorge Sienrra, Diego Cremonesi, Dani Gonzalez, Lali Gonzalez, Héctor Silva.
El film está construido entre la historia (unitarios, federales y la guerra de la Triple alianza), la leyenda y algunos elementos de la ficción; contiene un interesante desarrollo desde lo visual, bajo interesantes locaciones y acordes musicales apropiados a partir de los cuales se van relatando los distintos acontecimientos a través de la voz en off, también se utiliza el flashback y una buena paleta de colores. Todo se va entremezclando entre las pasiones, el erotismo, el adulterio, la venganza, la podredumbre, la desgracia y la tragedia. Las actuaciones resultan desparejas, con interpretaciones, formas de expresión y movimientos físicos que no condicen con lo gauchesco. Tiene alguna similitud pero no con ánimo de comparar a: “Aballay” de Fernando Spiner o algún film de Leonardo Favio.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
El cordobés Cristian Jure (Alta Cumbia, Pepo: la última oportunidad) presenta Gracias Gauchito, la primera ficción basada en la figura religiosa del Gauchito Gil. Antonio Mamerto Gil, conocido popularmente como el Gauchito Gil, es una figura religiosa. Nació en 1840 -en plena época de guerra entre unitarios y federales- en Par Ubre, un pueblito de la provincia de Corrientes. Murió el 8 de enero de 1878 tras ser condenado por desertor. Algunas versiones dicen que lo fusilaron, otras que lo degollaron. Según los creyentes, el Gauchito es capaz de conceder salud, dinero y trabajo a quienes le recen. De hecho, cada 8 de enero, su santuario principal es visitado por casi 200 mil peregrinos. Sobre quién fue realmente el Gauchito Gil hay muchas versiones encontradas. Para Gracias Gauchito, Cristian Jure se basa en el libro Colgado de los tobillos de Orlando Van Bredam, aunque le realiza algunas modificaciones. En esta ocasión, el cineasta no se enfoca en los milagros que presuntamente es capaz de realizar esta figura religiosa sino que se enfoca en el lado más humano. Jure ahonda en los valores que tenía el Gauchito Gil: una especie de Robin Hood de Corrientes. Para agregarle más profundidad al lado humano de Antonio Mamerto Gil, el director también habla sobre el amor. Gran parte de la trama, por no decir que básicamente toda, girará en torno a la relación que el Gauchito mantiene con Dolores, la esposa de Juan de la Cruz Salazar, su perseguidor y verdugo. Esto, aunque esté muy relacionado con el primer milagro del Gauchito, hace que la trama pierda fuerza y por momentos se vuelva monótona. Para contextualizar sobre las hazañas del Gauchito Gil, y también sobre la situación histórica en general, una voz en off acompañará a lo largo de todo el relato. Hacia el final de la película se descubrirá quién es realmente esa persona que (nos) cuenta. Gracias Gauchito funciona como un homenaje, pero también como un repaso por parte de la historia argentina. Quiénes fueron los unitarios y quiénes los federales, qué actos cometió cada grupo y en nombre de qué. Con el personaje del Gauchito como excusa -a raíz de ser desertor-, Jure se aleja de estos bandos y marca sólo uno como camino correcto: el del protagonista. El cineasta, en todo momento, busca mostrar al Gauchito como un héroe de la historia.