Redefinir los modelos Guido Models (2015) aborda la labor de Guido Fuentes, propietario de una agencia y escuela de modelos en la Villa 31. Interesante ópera prima de la fotógrafa Julieta Sans. Lejos de todo el glamour de la denominada "alta costura", lo que nos muestra Guido Models es la cotidianidad de Guido Fuentes, modisto boliviano residente en la Villa 31 que realiza una intensa actividad como agente de modelos. En su agencia trabajan mayoritariamente chicas provenientes de países limítrofes. Fuentes es retratado como un trabajador incansable, pero también como el hacedor de un mensaje anti-discriminatorio; sus modelos se alejan de los cánones de belleza hegemónicos que, en general, consolidan los medios masivos de comunicación. Este documental pone foco sobre un hombre, pero grafica de forma directa la influencia de los cánones de belleza actuales en las poblaciones en situación de desfavorabilidad, el trabajo que se gesta en las condiciones más humildes, y el sentido de pertenencia que aúna a las comunidades bolivianas que habitan la Villa. "El triunfo de una de ellas, es el triunfo de todas", sostiene Fuentes en una entrevista radial. Por defecto, algunas imágenes se alejan de la sutileza con la que la realizadora expone este mundo desconocido para muchos, fascinante en varios aspectos. Sírvase como ejemplo el plano general del Hotel Sheraton, que se erige, omnipresente, a pocas cuadras de la Villa. Sans consigue "inmiscuírse" en este ámbito con una discreta cercanía, y de esta manera el espectador asiste al universo familiar de las chicas, además de reivindicar su labor. Hay secuencias muy inspiradas, en las que las palabras no son necesarias, con un especial detenimiento en las rutinas de las modelos y sus rostros en primer plano. El aspecto musical también está muy cuidado y, como corresponde, atiende el universo retratado. Otras secuencias, en cambio, son "correctas", pero el resultado final es muy satisfactorio.
Desfile de otros modelos Lejos de las pasarelas, el Prêt-à-porter europeo y el glamour de los desfiles, Guido Fuentes se las ha arreglado para construir su sueño de modista y hacer de la moda un modo de expresión cultural y un elemento unificador en lugar de elitista. Sus modelos, chicas jóvenes, también sueñan con triunfar en aquellas pasarelas tan distantes como el mundillo del corte y la confección.
Se estrena Guido Models, documental de Julieta Sans sobre Guido Fuentes, un diseñador de ropa que tiene una agencia de modelos en la Villa 31. Exhibida en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, Guido Models sigue a Guido Fuentes, diseñador de moda boliviano que vive en la Villa 31 y tiene una agencia de modelos, integrada por los vecinos. Además de crear cada prenda, las confecciona, elige las modelos que lo van a usar y después la vende dentro de la Villa. Julieta Sans, la directora, exhibe el recorrido de Guido por su barrio describiendo su profesión, eligiendo adolescentes para sus desfiles -que se realizan dentro de la misma Villa- convenciendo a sus padres, y finalmente, cumpliendo su sueño –y los de ellas- de poder llevarlas a Bolivia para realizar un desfile dentro de un festival cultural. La película tiene el propósito de romper con los estigmas y los lugares comunes del universo de la moda en pos de mostrar la realidad de un sector social marginalizado y discriminado por sus colegas. Guido brinda la oportunidad de trabajo a jóvenes, pero también de continuar sus aspiraciones de juventud. El personaje, de por sí, tiene el atractivo de la ambición, pero cuidando la humildad de sus orígenes étnicos. La inteligencia de Julieta Sanz es generar un relato fluido y transparente. La cámara irrumpe en la vida diaria de sus personajes, con mucho cuidado y sin forzar el comportamiento ni situaciones cotidianas. La manipulación de las escenas es en beneficio de una narración que pretende construir tensión a medida que crecen las expectativas del viaje a Bolivia. El documental es emotivo, pero no cae en el sentimentalismo. El personaje tiene suficiente frialdad y sentido del humor, para romper con cualquier prejuicio dramático en el que se podría haber caído, y la película de Sanz funciona como un espejo de su personaje, notablemente, sin solemnidad y con un ritmo imparable. La cámara no deja de moverse para demostrar el agitado cotidiano de Guido. Guido Models es interesante por su percepción de una realidad casi ajena a los grandes medios, casi desconocida por la sociedad, pero honesta en sus pretensiones y en el retrato de un personaje y su entorno.
Retrato de un modelo de integración El protagonista de esta ópera prima de la prestigiosa fotógrafa Julieta Sans es Guido Fuentes, un inmigrante boliviano que en 2009 abrió una escuela y agencia de modelos en plena villa 31 de Retiro y se convirtió en una celebridad mediática, un ejemplo al promover un proyecto con benéficos alcances sociales en una zona carenciada y estigmatizada. Se trata, por lo tanto, de un documental políticamente correcto, pero la directora tiene suficientes inteligencia y pudor como para dejar la exaltación de la figura de Fuentes en un bienvenido segundo plano. El resultado es un film correcto, amable y cuidado, aunque se extraña algo más de intensidad, humor y matices.
MOVIENDO LAS CABEZAS Guido Models es un buen comienzo para la carrera de la fotógrafa argentina, Julieta Sans (aquí la entrevista) en su incursión en un documental que fue exhibido dentro de la Competencia argentina de la 17ª Edición del BAFICI 2015, iniciando un recorrido por muchos Festivales. La mirada de realizadora centra su atención en Guido Fuentes, un modisto boliviano que llegó a la Argentina para crear una agencia de modelos, “Guido Models” dentro de la Villa 31, donde también reside. Su objetivo es darles una oportunidad laboral a las chicas sin recursos, ofreciéndoles otro rumbo, una oportunidad que les permita alcanzar un sueño. “Es una utopía un poco descabellada en el universo de la moda, pero él quiere que todo el mundo que desea modelar pueda hacerlo, cuenta Sans. Guido es un romántico”. La cámara en mano se inserta en la villa, recorre sus calles, muestra la dificultad en el armado de los desfiles, los tacos hundidos en el barro, pero al igual que un back stage de cualquier otro desfile, éste se hace con ciertas limitaciones económicas, pero no con menos pasión y entrega. Allí, vemos a Guido en plena acción. Tiene un humilde taller costura donde crea cada uno de los diseños, luego corta y cose. Él también se permite otra oportunidad y va hacia adelante sin renegar de su origen, al contrario, su slogan en los desfiles es: “Todos por la integración. Romper las barreras de la discriminación”. El relato se construye en dos partes casi indivisibles. La primera filmada en Buenos Aires y la otra en Bolivia, donde no sólo habrá un reencuentro familiar sino la oportunidad de montar un gran desfile con dos de sus modelos, Sonia y Delia, a quienes seguimos en su cotidianidad. Tal vez, la duración de algunos planos o escenas, con música local de fondo, intenten subrayar las condiciones sociales, que están muy claras desde el inicio. En Guido Models los protagonistas están enmarcados en su entorno, siempre contextualizados, como emergentes sociales de una realidad adversa. La idea es rescatar el esfuerzo diario de cada uno de los habitantes de la villa, es un logro del documental. Sans ofrece un relato inclusivo desde una distancia necesaria con lo que registra, visibilizando a seres tan especiales como Guido, en su afán lucha e integración. GUIDO MODELS Guido Models. Argentina, 2015. Dirección y Guion: Julieta Sans. Fotografía: Juan Guillermo Peña. Montaje: Renato Alvarado, Julieta Sans, Bruno López. Sonido: Renato Alvarado. Música: Patricio Alvarado. Intérpretes: Guido Fuentes, Delia León y Sonia Cáceres. Duración: 67 min.
Unos tacos caminan por entre medio del barrio. Su dueña, una modelo, se mueve suavemente evitando salpicarse. La sesión de fotos va a ser en una cancha de fútbol donde todavía hay gente jugando. Empieza a llover así que las chicas posan con paraguas. Cuando se trasladan a un mercadito, la gente pasa por delante de la cámara y estropea algunas tomas. Ese constante negociar con la adversidad podría resumir la filosofía de Guido Fuentes, pequeño empresario de la moda boliviano que opera en la Villa 31, donde tiene su taller y su escuela de modelaje. El documental muestra su vida cotidiana y lo acompaña en su regreso triunfal a Bolivia para presentar unos diseños suyos en un desfile.Un poco a la manera de Estrellas, las imágenes de Guido Models hacen convivir elementos que parecían irreconciliables como la moda y la marginalidad. La historia de Guido ya es conocida por los medios de comunicación en muchos países, pero la película de Julieta Sans cuenta con el mérito de seguirlo allí donde las cámaras y los micrófonos no llegan: su casa, la de su familia en Bolivia o en los ensayos y pruebas junto a sus chicas. La directora toma sus materiales de la realidad y encuentra una épica, como si la sola historia de Guido ofreciera por sí misma una variante latinoamericana del camino del héroe.
Con el orgullo de ser quienes son. Un retrato ejemplar de Guido Fuentes, ciudadano boliviano que se hizo todo un nombre como modisto en la Villa 31. Desde que las escuelas de cine alcanzaron su apogeo –mediados, fines de los 90– ése, el escolástico, es el origen de la mayor parte de los directores debutantes en Argentina. Otros provienen de la formación profesional, y están los que tal vez hayan pasado por la publicidad, pero en la mayoría de los casos estudiaron también en escuelas. No existe, salvo contadísimas excepciones, otro background para el director de cine en Argentina (como tampoco suele haberlo en el extranjero). Julieta Sans, directora de Guido Models, es uno de esos casos raros. Nacida en Buenos Aires en 1979, Sans estaba radicada en Londres, donde trabajaba como fotógrafa, cuando supo de la existencia de Guido Fuentes, ciudadano boliviano que trabajaba como modisto y realizaba desfiles en la Villa 31. Sans primero quiso fotografiarlo y luego filmarlo. El resultado es Guido Models, uno de los debuts más prometedores del cine argentino reciente y una de las mejores (pequeñas) películas argentinas del año. ¿Por qué? Porque más allá del interés del asunto en sí, deja ver a una cineasta con una ética y una estética coherentes. Coherente consigo misma y con la cuestión que trata. Es verdad que en el momento en que se interesa por él todavía no decidió filmarlo, pero aun así es tentador ver entre Sans y Guido Fuentes un juego de espejos que produce reflejos entre dos forasteros. Él, en sentido real y figurado: ¿cómo mirará el mundo de la moda al “negrito villero” que hace sus propios modelos? Ella, por su parte, caerá al mundo del cine proviniendo de la nada fotográfica de Londres. Al punto de no contar, para el lanzamiento de la película, con jefe de prensa y esa clase de herramientas de rutina. En su primera parte, Guido Models presenta a los personajes (Guido, sus chicas, los padres de algunas de éstas) en la villa. La segunda acompaña al modisto y dos lánguidas bellezas al polvoriento pueblo natal de Guido en Bolivia, donde aquél se reencuentra con la mamá y presenta un desfile del que aquéllas participarán. Tras unos cuantos años en el extranjero, hasta él se apuna en el regreso. Director de una escuela de modelos que funciona de forma gratuita en la Villa, Fuentes inculca a sus pupilas orgullo de ser quienes son. Confecciona un vestido con los colores bolivianos, que en algún momento modela una chica hija de paraguayos. Cruce conscientemente buscado por quien pregona la integración. Así como suele manifestarse, en sus desfiles, en contra de la discriminación que sufren los vecinos de la villa. Además, Fuentes les aclara a las chicas que el modelaje es una alternativa laboral, pero no la única. Como Guido, Sans recorta, dejando ver el contracampo de la villa que el cine suele mostrar. Acá no hay guachines de gorrita con visera apuntando para atrás, no hay transas de paco o más pesadas, no hay cocinas, no hay facas, no hay fierros, no hay autos negros de alta gama andando despacito. Hay casitas de ladrillo, familias, chicas que les piden a los padres permiso para salir, la pieza donde duerme Guido. ¿Es una visión tergiversadora? No, porque Sans no se propone “mostrar la Villa en su conjunto”, sino el equivalente a exponer algunas fotografías sobre algunos vecinos. Esas fotografías bastan, eso sí y por si hiciera falta, para dejar en escandaloso offside al emérito senador Pichetto y cualquier otro argentrumpista, porque se trabaja por derecha. Guido es callado, trabajador y modesto. Guido Models –presentada en la Competencia Argentina del Bafici 2015– también. Fuentes no es “una bruja”, como los modistos consagrados suelen ser. Trata a sus chicas con mano de seda, con camaradería casi. En un medio en el que el lucimiento es la masa, la harina y la levadura, que el hombre no lo busque ni en lo personal ni en sus vestidos resulta francamente llamativo. Lo mismo sucede con Sans, que –aun siendo fotógrafa– parecería sentir repulsión por toda clase de “chiche” estilístico, ateniéndose a una puesta en escena transparente, sencilla y funcional, no por ello carente de expresividad. Una cámara que en un interior en la villa se aprieta a los personajes transmite el hacinamiento. Mostrar a Guido solo en su habitación, durmiendo a la noche, permite recrear su soledad. Así como un par de quietos planos secuencia reponen, sobre el final, la instancia del tiempo, como un bloque (da toda la sensación de que, con esa propensión que dan los trenes, las ventanillas y los viajes largos, Guido repasa para adentro fragmentos de su vida) inundando Guido Models de una hondura que un corrido mexicano no hace más que engrosar en la banda sonora.
Esta es la ópera prima de la fotógrafa Julieta Sans. Es un film prolijo y cuidado. Su narración va mostrando algunas realidades de personas que habitan en la Villa 31, toca temas sociales como la inclusión. Con momentos emotivos y buenos planos.
Un mundo de sueños registrado con delicadeza Así como antes cada barrio tenía un lugar pomposamente llamado academia de música, o de arte dramático y declamación, bien puede haber ahora escuelas barriales de modelaje. De hecho, ya hay una, que actualiza el gusto por los nombres pomposos: Guido Models, de Villa 31. La conduce un soñador, el tarijeño Guido Fuentes, particular modisto empeñado en darle a las criaturas una linda ilusión de princesas aunque sea por una tarde, y algunas herramientas básicas para sentirse mejor y más seguras. Incluso para hacer carrera, aunque las pautas locales de belleza todavía sean algo cerradas. Lo de las academias también era ilusión. No todo iba a ser como en "La voz de mi ciudad", donde Mariano Mores pasa del "conservatorio" al teatro céntrico. Pero quienes estudiaron allí, algo aprendieron, y les quedó un buen recuerdo. Lo mismo puede ocurrir, tal vez, con las alumnas de Guido. No todas tendrán la estrella de Daniela Cott, "la modelo cartonera". Aún así, él contagia su entusiasmo, el barrio lo acompaña, y sólo el tiempo dirá si no se trata de un adelantado. Julieta Sans, fotógrafa artística, registra las pasarelas, la dedicación y vigilancia del modisto, el regreso a la casa materna en una gira con dos de sus pichonas, el módico prestigio, la enorme generosidad, la enseñanza de la disciplina y del esfuerzo, la soledad al final del día, y de nuevo el empeño, y el crecimiento de las chicas. Y ese registro, Sans lo hace con todo respeto, propiciando sin azúcares ni discursos la simpatía del espectador, sin entrometerse, pudorosamente, delicadamente. Es tan delicado el mundo de los sueños.
Rompiendo Modelos Julieta Sans trabaja en “Guido Models” (2016), su ópera prima, con una idea que principalmente busca no sólo reivindicar el trabajo de Guido Fuentes, un representante de modelos que tiene su agencia en la Villa 31, sino que, intenta, armar un relato documental que termine por potenciar su idea de integración, diversidad que elimina prejuicios. La realizadora lo muestra a Guido en acción, con sus modelos, negociando espacios, viajando a Bolivia, su lugar en el mundo, presentando allí sus proyectos, y la cámara se enamora de él, por su carisma, desfachatez y empatía. Quizás el convencionalismo de la puesta resienta el total de la propuesta, pero así y todo Sans logra concretar su discurso trabajando con Guido desde dentro y evitando el sensacionalismo que mal le hubiese hecho al filme.
Los tacos de los stilettos de segunda marca se clavan en el barro mezclado con basura. Emilce, Delia, Sonia, Melanie, Sabrina intentan mantener sus rulos, torneados por la buclera, bajo una lluvia molesta. Son chicas de la agencia y escuela Guido Models, que dirige el boliviano Guido Fuentes en la Villa 31 de retiro. Y enfilan hacia una pasada que tendrá lugar en la cancha de fútbol que también es la plaza. Una lluvia molesta complica la arquitectura de sus rulos moldeados por la buclera. Guido, el inmigrante boliviano director de su escuela y agencia de modelos, las presentará así, micrófono en mano: “Estos son diseños exclusivos de Guido Models. Una agencia que quiere romper barreras de la discriminación hacia la gente de la villa 31. Nos sentimos orgullosos de ser vecinos de la villa”. La fotógrafa Julieta Sans transformó en documental lo que empezó como sesión de imágenes. Un perfil, de apenas más de una hora, de lo que pasa en el micromundo de Guido Models. Guido Fuentes, presentado en una radio que lo entrevista como “el inmigrante boliviano que mayor cobertura haya recibido acá”, da instrucciones a las chicas sobre cómo caminar o bajar una escalera; diseña y cose la ropa que llevarán puesta, organiza los desfiles y convence a sus familias de llevarlas a mostrar lo suyo a Bolivia. En su país natal, dirá que su agencia tiene un objetivo: que las chicas de bajos recursos se sientan orgullosas del lugar de donde vienen y de quiénes son. Pero Guido Models, la película, no se apoya en discursos. Sin bajar línea y sin condescendencia, mostrando con naturalidad y respeto distintos aspectos de la vida de estas jóvenes, arma un relato conmovedor. El de un grupo de gente preocupada por una uña rota, o la caída de un vestido de “quinceañera moderna”, en un ámbito duro, donde el futuro el difícil.
Un taco aguja altísimo camina sobre un piso de tierra y cascotes, haciendo equilibrio para no clavarse en una piedra. El ejercicio parece arriesgado, pero también inconsciente: no hay nada en ese cuerpo que no esté acostumbrado a pisar las calles de la Villa 31, donde viven todas las dueñas de esas piernas que la agencia Guido Models, a cargo de su propietario Guido Fuentes, estiliza para que sean un poco más largas, para que las chicas estén un poco más arriba. Son poco más de diez centímetros entre ellas y el piso de tierra, pero para Guido Fuentes es un salto soñado. El documental de Julieta Sans que registra la vida de Guido y sus alumnas-modelos se presentó en el Bafici del 2015 y ahora tiene su estreno comercial en las salas de Buenos Aires Mon Amour: allí se verá a Guido, Delia, Sonia y el resto de las chicas durante algo más de una hora desandar el camino que trajo a Guido Fuentes desde Bolivia con la ambición de poner una agencia de modelos en la que todas las alumnas lucen los vestidos que él imagina, diseña y confecciona. Guido models es una película más difícil de lo que parece: la naturalidad con que fluyen las imágenes de las chicas desfilando por la villa bajo la mirada atenta y exigente de Guido, o preparado milanesas como para un batallón, apenas permite adivinar la serie de decisiones que habrán llevado a Sans a esquivar cuidadosamente la fascinación de brillantina que pone la mirada kitsch sobre las cosas, tan de moda hoy, o cualquier tipo de énfasis, ya sea paternalista o irónico, en la desproporción entre el tamaño de las aspiraciones de Guido models y la modestia de sus resultados, al menos hasta el momento. Como Copacabana de Martín Rejtman (2006), que retrataba a la comunidad boliviana en Buenos Aires en preparación para la fiesta de la Virgen de Copacabana, Sans elige ponerlo todo en la capacidad de las imágenes para dibujar las tensiones de un mundo, sin comentarlo. Pero si estas tensiones están en ebullición en Guido models no es solo porque el proyecto de la agencia de modelos en la villa implica hacer pie en un mundo blanco y rubio que tiene la mirada puesta en París, Nueva York y otras ciudades igualmente prestigiosas y cosmopolitas, sino porque el modelaje mismo y la producción en serie de cuerpos uniformados que supone cobran un sentido totalmente distinto en el suelo que pisan Guido Fuentes y sus chicas. En primer lugar, porque distorsiona el espectro de ocupaciones que para un inmigrante boliviano parecen casi un destino: cuando Guido viaja con las modelos de su agencia a Cochabamba para armar un desfile en la calle y presentarse en televisión, lo que lleva es el orgullo de volver a casa después de “triunfar en Argentina”, como dice una presentadora del programa al que lo invitan, y un siglo y medio de sueños de inmigrantes del que casi todos somos parte y producto se hace presente como un fantasma melancólico. Y también porque, si para cualquier chica de clase media o alta formada con la máxima aspiración de ser bella y princesa el modelaje parece como el modo máximo, más literal y más extremo de cumplir con un mandato, la aparición de las chicas de la Villa 31 con su belleza latina y el pelo larguísimo al viento que ningún estilista de los barrios blancos de la ciudad cortó jamás agita otro tipo de espectros. Parece saberlo la cámara que hace foco en sus tacos, detrás de una cortina cuando esperan para salir a desfilar: los zapatos circulan a través de la película, casi más importantes que los vestidos, quizás por la capacidad que tienen para elevar, separar de esa tierra sin asfalto en la que tanto le cuesta a Guido hacer girar las ruedas de su valija, que traquetea peligrosamente. A fuerza de silencio, Julieta Sans hace de su película una pintura de inmigrantes a principios de un siglo nuevo, de ida vuelta entre Bolivia y una Buenos Aires que parece dorada para el que regresa en tren, incluso si ese tren tiene parada en la villa.
La historia puede ser de esas que se tratan con acento en lo pintoresco: un inmigrante boliviano que, en cierto momento, decidió dedicarse a la moda y las modelos en plena Villa 31. Pero no es eso sino un retrato humano al mismo tiempo tierno y sin edulcorar, donde lo que parece contradictorio funciona como complementario. La película es de una humanidad notable que hace lo que debe un documental: permitirnos descubrir un mundo y comprenderlo.
El BAFICI, en los últimos años, empezó a sumar más y más retratos documentales de personajes que uno podría considerar como “llamativos”. Pueden ser freaks, curiosos o excéntricos, lo cierto es que se trata de un subgénero, para mí, muy poco apetecible, que consiste básicamente en reírse u observar condescendientemente algún personaje con una vida fuera de lo común y/o personalidad curiosa. Sin embargo, dentro de esa línea de retratos, algunos se destacan por observar desde otro lugar: más humano, más comprensivo, compasivo, sincero y honesto. Este filme es uno de ellos. Al leer la sinopsis argumental y empezar el filme, uno tiene la impresión que no, que será un retrato sobrador de un personaje curioso como el tal Guido, un modisto boliviano que tiene una agencia de modelos en una villa de Buenos Aires, pero pronto nos damos cuenta que la directora entendió a la perfección el lugar en el que ubicarse y el respeto y dignidad que ofrecerle a su personaje y a las dos modelos que loo acompañan en un viaje a Bolivia a presentar un desfile en el lugar natal de Guido. Aquí y allá el absurdo de alguna situación se cuela –como en la aparición de Guido en un programa de TV boliviana–, pero son inevitables por la propia lógica de la situación más que una decisión creativa de entrar en esas zonas. La película va más allá de eso y se convierte en un noble retrato de un hombre que trata de encontrar su lugar en el mundo haciendo lo que ama y de un grupo de chicas que sueñan sueños casi imposibles de princesas en las que aquí, al menos durante la hora y pico de este pequeño y delicado filme, logran convertirse.
EL MODELAJE COMO FORMA DE SUPERACION Guido Models es una agencia de modelos de la Villa 31 de Retiro, proyecto de Guido Fuentes, un modisto boliviano que ayuda a chicas de escasos recursos a iniciarse en el mundo del modelaje. El documental muestra algunos de los eventos que realiza dentro del “barrio 31” como el mismo Guido le dice, la compra de tela para sus vestidos, la creación de los bocetos y la elección de dos de sus modelos, Sonia León y Delia Cáceres, para ser parte de un desfile. La película de Julieta Sans está contada de forma muy concisa, muestra las actividades cotidianas de los tres personajes centrales, el modisto y las dos chicas, la preparación, el viaje y la llegada a un evento en Cochabamba. Todo esto en un mundo que es la contracara del glamour que habitualmente se ve en el ambiente de la moda profesional. En Guido Models los personajes son seguidos evitando que hablen a cámara, dándole de esta manera fluidez a lo que se cuenta. Hay humor involuntario, como cuando una de las madres de las modelos bolivianas le dice a Guido antes de un desfile que su hija se puso otro vestido porque lavaron el que él les dio y se le salieron las lentejuelas. El documental es un claro mensaje de lucha contra la discriminación y de superación de las personas ante lo adverso.
Sabemos que la fotógrafa Julieta Sans vivía en Europa, estaba satisfecha con su trabajo y sin mucho interés para volver al pais (llevaba casi una década fuera) hasta que accidentalmente en 2011, volvió a Buenos Aires y se interesó por un sujeto particular que vio en los medios, reclamando al Gobierno una pasarela para un desfile que estaba organizando en la Villa 31 de Retiro. El tema le dio curiosidad y así fue como contacto a Guido Fuentes, inmigrante boliviano que tenía una agencia de modelos en dicho barrio y que además se ocupaba de diseñar el vestuario, enseñarles a las chicas a maquillarse y a caminar con gracia la pasarela. Guido es un luchador increíble. Llego desde el norte y nunca resigno su sueño. De hecho, en Bolivia trabajó en una agencia de modelaje y aquí, se dispuso a luchar por su actividad con gran convicción. Merced a un hábil manejo de las relaciones publicas, Guido logró posicionarse como referente en el barrio y potenciar un par de modelos para el afuera. Pero lo que importa aquí, como en todo film documental, es el proceso. El registro de la epopeya diaria de un inmigrante por ser cada día mejor. El esfuerzo de un hombre por no dejar vencerse por la adversidad y el amor por lo que hace, que se potencia cuando los resultados se dan, para el bien de su equipo de fieles. Julieta Sans renueva su conexión con nuestro país con esta historia y acompaña a Guido en gran parte de su día. Lo sigue con delicada curiosidad y se acerca con su cámara, cuando los conflictos arrecian. Hay en ella una intención de no dejar nada afuera de su análisis. De abordar aquello que es conflictivo. No en tono de reality, sino con una sana idea de acercar la realidad, sin filtro. Guido saca las uñas y Sans sabe como ubicarse sutilmente para registrar esa lucha. No todo es diseño y energía, hay contratiempos, desacuerdos y en ese sentido, el documental se muestra preciso. No intenta entroizar la figura del diseñador y emprendedor, sino también mostrar su cara más cercana, aquella que es fácil para empatizar con el público. “Guido models” ofrece material para que los jóvenes y adultos que creen que sus sueños no son posibles, vean que con convicción, entrega y talento, incluso las tareas más difíciles de conseguir, pueden volverse realidad. Buen registro y una gran oportunidad para conectarse con la energía de lo posible.
Estrenado en la Competencia Argentina del BAFICI 2015, Guido Models es un documental -ópera prima de Julieta Sans- cuya historia está centrada en la figura de un inmigrante boliviano, quien dirige una academia de modelos desde el 2009. Tanto él como las chicas, pertenecen a diferentes nacionalidades y viven en la villa 31. Es probable que la pertenencia a este entorno haya sido el punto de partida, no sólo para la creación de la agencia, sino para lograr integrar socialmente a sus alumnas, con el objetivo de contribuir a que tengan un futuro mejor, respecto de que su deseo de modelar se traduzca en realidad. La vestimenta es un conjunto de accesorios, que además de protegernos del frío y cubrir la desnudez, es un fenómeno con el cual nos comunicamos. Porque logra aportarnos un sentido de pertenencia e inclusión dentro de la sociedad. Y porque a su vez se puede reconocer en ella a un patrón de comportamiento, que es el que lleva a sectorizar los diferentes contextos. Y en ese sentido el uso de determinadas prendas denota por una parte una inclusión a un contexto en particular, al mismo tiempo que es excluido de otros. Del mismo modo que lo hacen las supuesta medidas perfectas para modelar. Algo que Guido intenta derribar. Mucha gente dice que la cultura es la música, el arte, todo… , dice el Secretario de una de las Oficinsa Culturales de Bolivia,…pero no toma en cuenta que la cultura es un resultado dinámico. Cada población o cada grupo social se manifiesta con su cultura y una de las formas de manifestarse es con la ropa, con su estética, y con los diseños que les son propios. Aunque claramente la globalización hace que a más de 12.000 kms. observemos que todos nos parecemos en nuestro modo de presentarnos ante el otro. Donde el consumo de una marca y su estilo marca un status social. Y comprenderlo es ver que la relación moda/vestimenta, exclusión, inclusión de identidades, es la referencia que hace a cada grupo y a sus diferentes modos de relacionarse, a los lugares a los que concurre, que son los que lo representa y une. Por lo que resulta, que la máxima expresión actual de la cultura puede llegar a ser la moda, como elemento de comunicación y representación masivo. La fotógrafa Julieta Sans ha elegido documentar esta historia con la idea de mostrar un proyecto cultural desarrollado en una zona estigmatizada por la sociedad, y de hecho llevado a cabo con una mirada diferente sobre este grupo social, representado puntualmente por Guido Models, Sonia León y Delia Cáceres, y sus familias, tanto en Argentina, como en Bolivia. Un film cuidado con una excelente fotografía -de su directora-, y con una música que es otro protagonista, ya que es el que genera ese clima intimista, donde se entrecruzan la alegría y una cierta melancolía que se traduce los orígenes de pertenencia.