Javier Gross es un guionista obsesivo, desconectado de lo que lo rodea. Es así que prefiere resolver los problemas escondiendo o sacando fuera de su vista los objetos o personas que puedan enfrentarlo a ellos. Ya sea sacando a la calle el sillón en el cual su mujer confiesa haber tenido relaciones con otro hombre o no atendiendo el teléfono ni dejando entrar a su casa a su propia madre. Lo cierto es que esta obsesionado por “la” idea y su egoísmo personal, son las causas de su fracaso personal en orden a sus afectos. Comedia con reminiscencias en el cine de Woody Allen y a ciertas tendencias de la llamada nueva comedia americana, Juntos para siempre no logra consolidar en su metraje completo lo interesante de los veinte minutos iniciales. Estructurada en base a diálogos ingeniosos, la solidez dramática se ve afectada por efecto de esta elección. Sobre el crecimiento de los personajes o una articulación rítmica consistente, la decisión de encadenar ideas atractivas y momentos brillantes, termina por afectar la narración, más cercana a las comedias de situaciones que a la comedia cinematográfica. Esto no implica que Juntos para siempre no sea entretenida. En absoluto. Sostenida especialmente por la lograda actuación de Menahem, la película tiene más allá de su muy buen comienzo, momentos realmente hilarantes y algunas ideas sumamente atractivas. Pero la reiteración y cierta tendencia a explicar demasiadas cuestiones con diálogos algo impostados, van en contra de la concreción de aquello que promete al comienzo. Siendo las actuaciones muy intensas -aún cuando se puede juzgar a Busnelli y Peña como algo sobreactuadas- Solarz parece no haber encontrado el modo de inscribir a Lucía, interpretada por Malena Solda, en el mismo registro que al resto de los personajes. De este modo, muchas cuestiones que pueden plantearse alrededor de lo ciertamente patológico de la relación entre ambos, se pierde por parecer personas de mundos completamente diversos, aún cuando, dada la prolongada relación amorosa que los vincula, no lo son en absoluto.
¿Quién dice que es fácil?. No sólo es uno de los guiones de Solarz que tuvieron traspaso a fílmico, sino el interrogante que se le podría formular a este realizador devenido en director con éste, su debut. Juntos…presenta en sus minutos iniciales el indiscutible sello de Solarz al momento de recrear situaciones tragicómicas vinculadas a las relaciones de parejas, tal como hiciera con ¿Quién Dice…y Un Novio para mi Mujer. Una desopilante escena con un sofá en plena vereda, producto de una discusión conyugal que define la estructura inicial del film y la eventual desestructura, tanto a nivel argumental como postura del director. Peto Menahem interpreta a Gross, un guionista al igual que Solarz, quizás un guiño a El Ladrón de Orquídeas, cuya realidad y ficción se entrelazan constantemente. El acaba de ser abandonado por su novia (Malena Solda) con quien convive, a partir de este quiebre accede a los pedidos de esta para hacerla volver como empezar terapia, cambios que no puede concretar debida a la maquinaria mente que lo acosa con la escritura de un guión. Infantilmente, Gross inicia una nueva relación, enfermiza con una “dumb blonde” (Florencia Peña), por momentos para tratar de olvidar a la anterior y en otros como para querer demostrar su ¿avance? ante el posible regreso de su ex. La relación se vuelve caótica y es donde el film comienza a transitar un camino de obsesión à la Vertigo. Algunas decisiones de guión no lograron un por convencerme, es más, hasta disgustaron, una escena en particular de poca sutileza y violencia hacia el sexo femenino y un vocabulario no “políticamente correcto” utilizado en menores. Menajen realiza una composición interesante, cual un personaje woodiano. Mirta Busnelli en el rol de su madre, estereotipada recuerda a Soledad Silveyra de Las Hermanas L. Algo que deja en claro el film es que debería plantearse vitalmente en un casting cinematográfico, la participación de actrices con cirujías faciales, hecho por el cual se desdibuja la gesticulación en las interpretaciones y como espectadores perdemos tiempo en registrar éstos cambios atroces de rostros, como el tiempo invertido en la visión de este olvidable film.
Contrariamente a lo que opinó mi colega arriba, Juntos para Siempre me resultó una película muy interesante. Estamos frente a una historia intrincada, circular, recurrente, con una mezcla constante de géneros; nada está definido en esta película, no hay límites claros, y las historias se entreveran. Hay infinitos cambios de direcciones no solo en la trama sino también en los personajes. La repetición, la recurrencia de situaciones, de elementos y de símbolos refuerza esta idea de circularidad y de superposición de historias. Peto Menahem, como buen actor cómico de stand up, sabe llevar muy bien estos cambios y va mutando conforme muta la película. Es un gran actor cómico pero también es un gran actor dramático. Malena Solda está bastante contenida y por momentos más rígida de lo que su rol demanda. A Florencia Peña le sale muy bien el rol de rubia boluda, preocupada solo por formar una familia y tener un tipo al lado que ni siquiera la trate bien, que solo esté ahí, como una planta, como un pedazo de carne entre sus piernas. Mirta Busnelli, siempre genial. Si bien, como dijo mi colega arriba, es un poco estereotipada e hiperbólica, no por ello deja de lucirse cada vez que aparece en pantalla. Su personaje de la madre insufrible mal medicada es fabuloso. Y Luis Luque crea un personaje muy perturbado y siniestro pero a la vez romántico y apasionado, y lo vemos como el hijo de puta que abandona a su familia y como el adolescente enamorado que deja todo por su primer amor. Al igual que Gross, ambos tienen esta dualidad en sus caracteres. La película trata temas vitales como la mirada que se tiene de la vida, el optimismo y el pesimismo, la conexión con las conflictivas propias, el rol de la terapia en esta época tan psicoanalítica, y, por supuesto, la pareja, en particular la intolerancia y la necesidad de adecuar a la otra persona a uno mismo, aunque ello implique el desdibujamiento total de la persona (gran escena de Menahem y Solda en la escalera de la casa de ella, gran dialogo). Para mí, todos estos puntos hacen de esta una película interesante, que invita a seguir pensando en algunos temas como los vínculos y la afectividad.
Te quiero pero no te registro Por el camino de las relaciones de pareja transita Juntos para siempre (2010) ópera prima de Pablo Sorlaz, reconocido guionista que da su primer paso en la dirección con esta grata sorpresa acerca de las consecuencias que produce la incomunicación en las parejas. Javier Gros (Peto Menahem) un guionista obsesionado con su trabajo que dejó desde hace tiempo de prestarle atención a Lucía (Malena Solda), su mujer. Atónito ante el inminente abandono de ella, trata de evadirse de dolor en vez de afrontarlo, hecho que lo lleva a convivir rápidamente con otra mujer (Florencia Peña) y a inventar una surrealista historia acerca de un padre de familia abolido por el odio. Pablo Solarz que ya había trabajado en los problemas de pareja en sus guiones de ¿Quién dice que es fácil? (2006) y Un novio para mi mujer (2008), se introduce en las profundas y complicadas convivencias de pareja una vez más, sólo que en esta oportunidad con mayor conocimiento de causa. Aquí la historia pasa por un guionista y las consecuencias de su crisis alcanzan puntos crueles en el relato. El comienzo se asemeja al género de la comedia romántica, incluso generando empatía y comicidad con sus personajes. Pero la historia empieza a volverse oscura como un chiste que pasa de gracioso a agresivo casi sin percibirlo. El relato avanza trazando paralelos entre la historia que se cuenta y la subtrama. Ésa que se gesta debajo, imperceptible en un comienzo va tomando forma y color con el correr de los minutos, emergiendo a la superficie sobre el final. Como una simpática bola de nieve que se torna en una amenaza imposible de frenar. Si bien puede criticársele a Solarz algún que otro pormenor en la realización (por ejemplo cuestiones ligadas al ritmo narrativo), es algo que irá disminuyendo seguramente en sus próximos filmes. Algo a destacar son las impecables actuaciones de Peto Menahem, Malena Solda, Florencia Peña, Mirta Busnelli, todos componiendo papeles completamente ajenos a los que nos tienen acostumbrados, sorprendiendo en más de una escena por sus trabajos. Pablo Solarz de gran manejo de la historia y la psiquis de sus personajes, propone una historia sólida, cercana y con puntos en común a cualquier persona. De esta manera logra llegar al espectador, conmoverlo, divertirlo y hacerlo reflexionar. En definitiva, conectarlo con sus sentimientos.
DESVENTURAS DE UN GUIONISTA Reconocido guionista de exitosos títulos como Historias mínimas, de Carlos Sorín; y Quién dice que es fácil y Un novio para mi mujer, ambas de Juan Taratuto, Pablo Solarz debuta en la dirección con una tragicomedia bastante negra y despiadada sobre las desventuras de Javier Gross (Peto Menahem), un guionista obsesionado con sus creaciones y que, en el proceso, se va desconectando, escindiendo de forma progresiva del mundo real y de sus afectos (está casado con una joven bastante "exigente" que interpreta Malena Solda y luego de separarse se junta con una mucho más superficial y sumisa que encarna Florencia Peña). Esta primera línea del film transita esquemas woodyallenianos no demasiado sorprendentes (la negación de sus traumas, la relación con la creación artística y con las mujeres, el lugar de la madre neurótica, empastillada e invasiva que hace Mirta Busnelli), pero luego Solarz opta porque la ficción dentro de la ficción -o sea, una historia pergeñada por el propio Gross- vaya acaparando cada vez más espacio: allí vemos cómo un padre de familia frustrado y al borde de la locura (Luis Luque) va abandonando por el camino -supuestamente van rumbo a unas vacaciones en Mar del Plata, aunque terminan en los helados parajes del Oeste- a su mujer y a cada uno de sus hijos, mientras sueña con reencontrarse con el viejo amor de su vida. La película alcanza un tono oscuro, cruel y casi surrealista, que por momento remite al cine de Spike Jonze y Paul Thomas Anderson. Si las situaciones no son del todo eficaces, al novel director le cuesta además combinar, mixturar ambas subtramas y, así, la película no fluye como debería. El resultado es un poco forzado, tortuoso, más allá del bienvenido riesgo que Solarz asume con una propuesta bastante menos complaciente y demagógica que la de sus guiones anteriores.
El guionista y sus vínculos Una comedia romántica sobre seres que atraviesan problemas de relación es el motor del film de Pablo Solarz, escritor de la recordada Historias mínimas, ¿Quién dice que es fácil? y Un novio para mi mujer. Javier Gross (Peto Menahem) es un guionista rodeado de mujeres: su esposa Lucía (Malena Solda) lo define como un ser "desconectado" y lo abandona luego de confesarle que lo engañó con un vecino. Su madre (Mirtha Bunselli) está medicada y le reclama atención: y Laura (Florencia Peña) es su nueva conquista amorosa. La única que lo escucha es su terapeuta (Marta Lubos). Gross desarrolla una historia de ficción que el espectador sigue de manera fragmentada hasta el desenlace de la película: un padre (Luis Luque) lleno de odio y al borde de la locura que traslada a su familia hacia ¿Mar del Plata?. Con este esquema Juntos para siempre juega a la mezcla de realidad y ficción con criaturas que hacen lo que pueden para enmendar sus relaciones contrariadas. El film interesa más en su comienzo de comedia romántica con enredos que en su desarrollo, alimentado por tonalidades más oscuras y atravesado por flashbacks. Peto Menahem construye un buen personaje, como un alter ego del cineasta y del mismo Woody Allen, que confunde el nombre de su ex con la actual y vive en su propio mundo. Malena Solda acompaña con corrección, pero el resto se percibe estereotipado y caricaturesco. Dos historias en una película que puede gustar o desconcertar.
Un hombre en el laberinto de su cabeza Con un grado de ferocidad y una eficiencia cómica poco habituales en el cine argentino, la película de Solarz sigue los caminos de Javier, un guionista misántropo al que el abandono de su mujer, entre otras cosas, no parece afectarlo demasiado. A Juntos para siempre, ópera prima como realizador de Pablo Solarz –guionista de Historias mínimas, Quién dice que es fácil y Un novio para mi mujer– van a lloverle acusaciones de misoginia. ¿La razón? El protagonista lo es, y en estos casos es muy común que cierta corrección política, poco dada a los matices, no diferencie el punto de vista del protagonista del del narrador. Habrá quien se percate de que no son las mujeres las que salen mal paradas de la película de Solarz, sino todos: hombres, mujeres, madres y niños. Sobrevendrá allí otra acusación: la de misantropía. Como si eso fuera un defecto y no un punto de vista. Lo que importa es que el enfoque no es, en este caso, algo que se imponga forzadamente al relato, sino un punto de llegada, al que la propia lógica de los personajes conduce. En los títulos de crédito, una de las viñetas muestra al protagonista con la cabeza cortada. Es algo más que un simple dibujito. La cabeza de Javier Gross es su herramienta de trabajo, el lugar donde sucede todo lo que de veras le importa y, en buena medida, el espacio en el que el relato tendrá lugar. Cuando Lucía, su mujer (Malena Solda), le avisa que se va de casa, Javier (Peto Menahem) ni se entera, de tan ocupado que está con su nuevo guión. Cuando se entera, no parece importarle demasiado. Unas escenas más adelante la esperará en la puerta del departamento donde ella se mudó, con la aparente intención de reconquistarla. Pero basta un breve cruce para que termine diciéndole las cosas más horribles que puedan imaginarse. No es raro que el protagonista de la historia que Javier está escribiendo (Luis Luque) vaya abandonando a su familia por el camino, durante un viaje de vacaciones. Después de decirles, claro, las cosas más horribles que puedan imaginarse. Siendo su protagonista un guionista, es perfectamente pertinente que el hecho mismo de narrar sea uno de sus ejes. Está el relato que Javier escribe, que la película va poniendo en imágenes, y están además el relato que presenciamos y también el recuento de su separación, que lleva a cabo en el consultorio de su analista. Figuras de ese paisaje mental, jamás sabremos cómo son “en realidad” su siniestra mamá (Mirtha Busnelli, inmejorable) y ese arquetipo (¿o estereotipo?) de rubia tarada que es Laura, su nueva novia (a Florencia Peña el papel le sale de taquito), porque la única “realidad” que conocemos es, como en las películas escritas por Charlie Kaufman, la de su mente. Pero en esas películas (¿Quieres ser John Malkovich?, El ladrón de orquídeas, Eterno resplandor de una mente sin recuerdos) los procesos mentales son el verdadero protagonista, mientras que aquí el tema pasa por la disociación entre el cerebro del creador de historias y el mundo externo. No por nada en la escena de títulos la cabeza de Javier está cortada. De esta diferencia deviene también que Juntos para siempre sea una comedia más clásica –más sencilla, más lineal, menos asfixiante– que las escritas por Kaufman. Habrá quien halle en el muy neurótico, narcisista y psicoanalizado Javier Gross un doble de Woody Allen. No parece ser el caso: mientras que Woody crea héroes que lo representan (de allí la frecuente autoindulgencia), Javier es la clase de héroe que nadie quisiera ser. Tal vez se parezca más al Larry David de Curb Your Enthusiasm o, por qué no, de Que la cosa funcione. Con un grado de ferocidad y una eficiencia cómica poco habituales en el cine argentino (la lectura del menú de un restorán tilingo de Palermo no desentonaría en un episodio de Seinfeld), Juntos para siempre hace algún ruido, sí, cuando Solarz se deja tentar por ese pecado de guionista que son los diálogos demasiado escritos. Demasiado escritos y, a veces, demasiado bien sincronizados: en dos o tres escenas, el prolijísimo ping pong dialéctico suena a teatro. Es un riesgo inevitable, en tanto el teatro de boulevard es vecino de toda sitcom, y Juntos para siempre es, finalmente, eso: una sitcom envenenada, que en lugar de 22 minutos dura una hora y media y que en lugar de en inglés es en castellano. Pero ojo: quien crea que en términos estéticos el de la sitcom es un formato intrínsecamente conservador, hará bien en prestar atención al plano de apertura de Juntos para siempre. En él, Javier aparece sentado frente a cámara, hierático, mudo e inmóvil, sin un maldito contraplano que ayude a entender qué está pasando. En el resto de la película, el desconcierto no proviene tanto de la puesta en escena, tan simple y funcional como toda sitcom, sino de la ambigüedad de enfoque de Solarz, llamada a despertar discusiones, irritaciones y malentendidos.
Humor, amor y amargura El debut del guionista Pablo Solarz como realizador tiene personalidad, mixtura y, en general, buen resultado. No hay nada que no tenga un componente amargo: como autor, no hay que tenerle miedo. Me gustan las comedias, y también las películas con una comicidad que se va oscureciendo. Pienso en Los amantes : un final juntos también puede ser desolador, trágico”. Palabras que Pablo Solarz, exitoso guionista de Historias mínimas , ¿Quién dice que es fácil? y Un novio para mi mujer , le dijo a este periodista a fines de 2009. Pues bien, hoy estrena Juntos para siempre , su opera prima como realizador: y aquella vieja frase cobra vigencia. Se trata exactamente de eso: de una comedia romántica amarga. Con personalidad, incluso atormentada: al punto de que su título, que presagia más de lo mismo, es una gran ironía. El perfil de los personajes y el tono general están regidos por un humor vagamente ácido. Pero el núcleo de la trama, el andamiaje narrativo y la resolución conducen hacia la desdicha. Solarz trabaja en tres líneas que se alternan y engarzan. 1) La de Javier (Peto Menahem), un guionista que se evade, a través del trabajo, del desmoronamiento de su noviazgo 2) La de Javier en el pasado, cuando conoció y fue feliz con Lucía (Malena Solda) 3) La de una historia oscura, familiar, que Javier está escribiendo y que lo obsesiona. En esta subtrama, fantasía vuelta “realidad” en pantalla, el protagonista es Luis Luque, que interpreta (con enorme talento) a un personaje parecido al que encarnó en El gato desaparece : un tipo que transmite alienación con la mera mirada; tal vez, un peligro para su familia. Con mayor o menor énfasis, Solarz nos irá mostrando que la obra de un escritor siempre, o casi siempre, se parece a él mismo, aún cuando él mismo lo ignore. Menahem carga con un papel complejo del que sale airoso: debe oscilar entre la comicidad y la perturbación. Solda encarna al personaje más realista: Lucía. Florencia Peña hace de la nueva novia de Javier, Laura, algo así como una rubia tarada (luego, morocha tarada), sumisa y conservadora. Mirta Busnelli es la madre de Javier, una mujer patética, encorsetada por el rivotril y los secretos de familia. Tanto Peña como Busnelli trabajan en un registro paródico clásico: ambas cumplen con sus funciones de aportar el perfil gracioso. La película pierde, de a ratos, el ritmo (como si el timing se resintiera en el cruce de géneros) y abusa de ciertas bromas, como la del lapsus de Javier diciéndole Lucía a Laura. Igual, este debut de Solarz es mejor y, claro, más esperanzador que su mirada del mundo.
Pablo Solarz no logra dar vida a la historia de un guionista obseso Las preocupaciones cotidianas suelen, a veces, interrumpir la existencia de los hombres. Esto, precisamente, es lo que le ocurre a Javier, un guionista de cine que está tratando de crear un libreto que llevará a la pantalla grande. Se mantiene apartado de todo lo que lo rodea y sus desconexiones con la realidad le hacen ignorar a su esposa, dejar de lado a su madre y mantenerse constantemente frente a su computadora para dar existencia a una historia de trágico sabor. Su mujer trata de sacarlo de ese micromundo que lo asfixia, pero él no puede dejar de lado su alocada pasión por concluir con su tarea, ni siquiera cuando ella le dice que tuvo una aventura amorosa con un vecino. El director y guionista Pablo Solarz se deja atrapar por ese constante ir y venir que trata de convertir al film en un ejemplo de cómo la exacerbación de una idea puede convertir en autómata a un hombre. Por momentos el relato logra algunas pinceladas de humor, pero no alcanzan para imbuir de veracidad a tantas desventuras de su figura central, a la que Peto Menahem trata de pintar con brochazos por momentos exagerados. Malena Solda, en cambio, sale airosa de su compromiso de esposa ignorada.
Comedia ácida sobre un guionista en apuros He aquí una comedia ácida entremezclada con una fábula terrible. En la comedia vemos las risueñas peripecias de un guionista torpe, tan absorto en su trabajo creativo que deja de lado los llamados de atención de su pareja, desvía las intromisiones de su madre mal medicada, y se engancha con una rubia «menos exigente» porque, según él cree, «se las banca todas. Es decir, es medio tonta, y eso me permite ser algo bruto». Pero quizás ella no sea tan tonta. Quizá tenga, más bien, y para bien, mucha paciencia, autocontrol y una estrategia a largo plazo. Y la madre tenga algo muy ilustrativo que decir sobre su ex marido, lástima que lo diga con 23 años de retraso y en el peor momento. Y la pareja inicial tenga algo que él perdió de vista hace rato. En todo caso, lo que a él más le importa, el guión de esa fábula terrible que imaginó, se va desarrollando muy bien. Para mal. O para que, cuando finalmente vea en pantalla lo que ha hecho, empiece a entender algunas cosas acerca de sí mismo. O tal vez no entienda nada, escape nomás de puro necio, y siga siendo un «desconectado» de sus sentimientos, como le reprocha la ex mujer. Dicho de otro modo, ésta es una comedia de tontos, divertida, que tiene como espejo la pesadilla de un cuento. Por ese cuento, que se vuelve cada vez más angustiante, el autor dice lo que no puede decir una comedia. El drama que hay detrás de los chistes, y de los tipos chistosos. Peto Menahem y Luis Luque protagonizan las respectivas partes. Cada uno es alter ego del otro, y ambos tal vez lo sean del autor de este film, Pablo Solarz, el guionista de «¿Quién dice que es fácil?», «El frasco» y «Un novio para mi mujer», que acá debuta como director. En este debut, el hombre luce su excelente habilidad para los diálogos, los caracteres, la observación de conflictos de pareja y trasfondos de familia, el manejo de los tiempos, y el juego armado para lucimiento de los intérpretes y disfrute del público. Porque acá se lucen todos y cada uno, en particular Florencia Peña, que hace reír en todas sus escenas, incluso algunas donde la iluminación le juega un poquito en contra. Claro, como es lógico, Solarz sigue siendo mejor guionista que director. Ya va a aprender, no hay problema. Lo más importante para el público, está bien puesto como corresponde, es decir personajes atractivos, actuaciones elogiables, historia, réplicas memorables, sentido de observación, sentido de la obra. Que, aunque cause gracia, es más seria de lo que parece. Vale la pena verla en pareja, siempre que después uno se anime a charlar de ciertas cosas.
El camino del eterno retorno Javier es un talentoso y ensimismado guionista de cine que ha utilizado siempre la imaginación para superar la sordidez de una realidad demasiado insoportable para un espíritu poético y dañado como el suyo. El relato de Juntos para siempre comienza cuando su pareja, Lucia, decide abandonarlo, pero lejos de deprimirse Javier sustituye ese mismo día a Lucia por la secretaria de su dentista, Laura. La sustitución es literal no sólo porque la muchacha acepta que él la llame Lucía, (acepta vestirse con la ropa de la ex-pareja que Javier todavía conserva) sino que Laura comienza a mimetizarse con la Lucía que Javier proyecta como ideal. El film abunda en grandes actuaciones, aunque vale la pena destacar las excelentes y sutiles interpretaciones tanto de Peto Menahem como Florencia Peña. La inexpresividad –expresiva- de Menahem contrasta, sin embargo, con esos ataques de sinceridad patéticos y fulminantes que despliega en la escena. Por su parte, Peña nos sorprende con una caracterización atípica, no desde lo superficial de la imagen, sino desde la profundidad de su psicología: la imagen excesiva y grandilocuente, estertórea en cuerpo y voz, a la que nos tiene acostumbrados la actriz en el medio televisivo son sólo una carcasa, una mera apariencia, que se desmorona ante la contundente sinceridad de Javier. Luego de estas pronunciaciones se desbarranca toda la impostura de su voz, de su carácter y queda únicamente la tremenda y conmovedora vulnerabilidad de un ser tan necesitado de amor que es capaz de renunciar a su identidad a cambio de sentirse amada. Especialmente logrados resultan los diversos paralelos que se pueden establecer entre la biografía de Javier y la ficción que él va perfeccionando en la medida en que el enunciador del film (encarnado por la madre de Javier) va develando la propia historia del guionista. Podríamos denominar a este paralelismo fundamental el disfrazar el presente de pasado. Este paralelismo se da en dos direcciones: en la dirección de la historia romántica que el film relata, donde el protagonista pretende transformar a Laura (su presente) en Lucía (su amor ya pasado); y por otra parte tenemos un doble paralelismo sobre un mismo eje relacionado con la biografía de Javier y su historia de abandonos, donde encontramos nuevamente esta idea de maquillar el presente con las formas de pasado: el abandono de Lucía/abandono de la familia por parte del padre en la ficción inventada por el escritor (presente de Javier) por el abandono padecido por Javier por parte, primero de su padre biológico y finalmente de su padre adoptivo (pasado del protagonista). A través de estos paralelismos y superposiciones de los acontecimientos, el protagonista aparece como condenado a repetir en la realidad y en la ficción una y otra vez la misma historia: primero como víctima y luego como victimario.
Resplandor de la mente de un guionista Pablo Solarz ofrece una mirada original acerca del universo de los escritores de cine. Y lo hace a partir de la historia de un autor que niega su pasado inventando una vida de ficción. Con Peto Menahem y Florencia Peña. Un viejo axioma del cine sugiere que un guión es algo transitivo entre la escritura y la puesta en escena en imágenes a cargo del director. Otro expresa que la palabra escrita puede disimular ciertas deficiencias de una película, en tanto, un tercero afirma que el guionista nunca debería dedicarse a la realización. Y se podría seguir invocando añejas sentencias, frases, suposiciones y comentarios varios sobre el lugar que ocupa un guión en la concepción de un film. Juntos para siempre, opera prima de Solarz, obviamente reconocido guionista, plantea interrogantes sobre el tema desde un costado original, por lo menos dentro del cine argentino, al meterse en la cabeza de Javier Gross (Peto Menahem), un tipo obsesivo con su trabajo al que poco parece afectarle su ruptura con Lucía (Malena Solda). Es que en Juntos para siempre todo sucede desde el universo de guionista de Javier: la tragicómica historia que está escribiendo, su particular reflexión sobre el mundo, la opinión que tiene de las mujeres, la relación que mantiene con su absorbente madre (Mirtha Busnelli, en lograda performance caricaturesca). Otra mujer surgirá en la vida del personaje, la tonta y superficial Laura (Florencia Peña), que engrosará la dosis de misoginia de Javier según su plan de sustitución de pareja, pretendiendo olvidar a la ausente (pero presente aún) Lucía. Solarz elige un tono amargo y patético, acumulativo en diálogos y monólogos feroces a cargo del personaje central, dentro de una película que omite –por suerte– el camino políticamente correcto de muchas comedias del mainstream vernáculo. Javier es un personaje denso, simpático y agresivo con sus dos mujeres, un tipo que siente afinidades con la criatura que está construyendo desde la escritura (interpretada por Luis Luque), un sujeto en permanente tensión que intercambia realidad con ficción en dosis similares. En esas capas superpuestas que Solarz propone desde su guión, Juntos para siempre converge hacia otro axioma, también reconocido: al tratarse de la película de un guionista que se coloca detrás de las cámaras, las hilachas y costuras de la palabra escrita resuenan impecables, perfectas, acaso excesivamente encorsetadas. Es decir: no quedan dudas que se trata de la película de un guionista sobre otro guionista que escribe la historia de un personaje de ficción que tendrá más de un parentesco con el excedido Javier (brillante, Menahem). Sin embargo, esto no invalida que Juntos para siempre termine siendo una película original, digna de discutir, donde las virtudes se imponen a los defectos, mucho más dentro de las convenciones del adocenado cine industrial argentino.
Pablo Solarz sale airoso del difícil pase de guionista al director. Es el responsable de exitosas historias como la de “Un Novio para mi Mujer” e “Historias Mínimas”, dirigidas por Juan Taratuto y Carlos Sorín respectivamente. Por primera vez, como declaró en la conferencia de prensa, “ahora puedo contarlo yo. Después de haber aprendido mucho en los sets”, más allá de su formación como cineasta en el exterior. Aunque también declaró que sólo comparte con el protagonista de la película la profesión, él tiene algo de todos sus personajes, incluso los femeninos. “Juntos para Siempre” cuenta la historia de Gross que es tan exitoso como guionista como complejo como persona. Está en pareja con Lucía (Malena Solda) que lo engaña y lo deja el mismo día. Para trata de evitar esto y/o como parte de negarlo concurre a una terapeuta (un viejo reclamo de Lucía) mientras se sucede –como un film en paralelo- una de las tantas historias que su mente en constante proceso desarrolla. Semejante trama, en apariencia muy compleja de entrelazar, sale airosa en su primera mitad, luego no parece dar con el tono para encontrar el elemento dramático que la sostenga, junto a lograr el pase de lo cómico a lo más trágico. Aquel momento en que las grandes comedias dejan sólo de tener excelentes diálogos par ser algo más. Los personajes femeninos son maltratados constantemente y existe un momento muy denso cuando Gross “despierta” a su nueva novia: “Vos hacete la dormida” le pide. Como puntos a favor se pueden destacar la propuesta en tono de comedia y los diálogos hilarantes muy cercano al cine de Woody Allen: la escritura, la negación, el psicoanálisis, lo edípico, etc. En Peto Menahen, Solarz encontró al actor ideal, ya que puede mezclar lo cómico con lo serio en un pequeño instante. La otra figura destacada es Florencia Peña que compone a Laura, el reemplazo que encuentra Gross de su mujer, cambiándola por una “un poco tonta” (como él le declara a la terapeuta). La historia en paralelo es protagonizada por Luis Luque en otro de sus papeles tan taciturnos que dicen mucho sin tener que hablar. Pablo Solarz, fue el creador del estreno más exitoso del año 2009 “Un Novio para mi Mujer” y el de uno de los menos exitosos de 2008 “El Frasco”. Ahora, salta a la dirección y se anima a exponer sus propias historias. Con un muy buen pasado como guionista y un futuro más que interesante como director.
Aventuras de un guionista de cine Después de escribir los exitosos guiones de "Un novio para mi mujer", "¿Quién dice que es fácil? e "Historias mínimas", Pablo Solarz se animó a escribir y dirigir su primer largometraje. En "Juntos para siempre" vuelve a dar un nuevo giro a los conflictos de pareja. Su protagonista es un obsesivo guionista de cine, el que le da más importancia a lo que pueden pensar los personajes de sus historias, que a su propia mujer. El filme no sigue los mismos pasos emotivos y humorísticos que las anteriores películas de las que Solarz fue guionista. Para su opera prima, el escritor prefirió inclinarse por una comedia ácida, satírica que hace referencia a los vínculos de pareja, con una actitud si se quiere tan descarnada, como verosímil. EL OPTIMISTA Porque el joven guionista que protagoniza el filme, es un hombre que dice apostar siempre a la "buena onda", al optimismo, sin importarle que a su paso deje una estela de indiferencia ante los que lo rodean. No obstante esa indiferencia parece tener un costado seductor y hasta esencial, para los más cercanos, es el caso de su joven mujer y de su madre. El punto límite a partir del que despega la historia, es cuando la pareja decide sacar el amplio sillón del living a la calle y tirarlo, porque en él, su mujer le confiesa que hizo el amor con su vecino. "Lo tiramos y ya está, en qué pareja con varios años de estar juntos no sucede algo así", es la respuesta más o menos inmediata que se le ocurre decir al muchacho, a su asombrada y sollozante mujer. Solarz apuesta a que un hombre así, tan egocéntrico, tan "engolosinado" consigo mismo, necesita a su lado, una mujer algo tonta, que lo acompañe dócilmente, más que una chica como de la que se acaba de separar, que aspira al menos a poder mantener un diálogo con su marido, algo que él siempre le niega. "Vos tenés ideas brillantes a cada rato", o algo así, le dice su madre en un momento, cansada de que no la escuche. LO INESPERADO Pero lo inesperado para las mujeres que rodean al muchacho, es que cuando habla, es capaz de herir con sus palabras, como si él fuera el líder de una cruzada anti molestias emocionales ajenas. Pablo Solarz se ha convertido con el tiempo en un muy agudo observador de los comportamientos humanos en estos tiempos de "fragmentación" y relaciones efímeras y desde ese costado escribe. Su mirada por momentos desconcierta, porque es tan original, como feroz, e impredecible. En eso radica su talento, su ingenio para los diálogos tan precisos, como inmersos en las acciones justas que sus personajes requieren. La historia que Solarz incluye a modo de subtrama dentro del relato principal, es por demás elocuente en cuanto a convertir a la familia en una posible farsa grotesca. Peto Menahen consigue otra sorprendente actuación en el papel de ese guionista que vive a través de sus personajes. A su lado se desempeña una siempre cómoda en la comedia Florencia Peña y Mirta Busnelli y Malena Solda, en un papel un poco más dramático.
Vi dos películas argentinas que no me gustaron nada: Juntos para siempre y Aballay, el hombre sin miedo. La primera, dirigida por Pablo Solarz, es tremendamente misógina y hasta misántropa, los que no son problemas en sí mismos, pero aquí esa misoginia y esa misantropía están encajadas en una película estática, en la que los actores parecen esperar a que el otro termine de decir sus líneas para hablar, lo que genera un estatismo por momentos exasperante. Hay algo como de engranajes oxidados, de falta de ritmo, acentuado por la necesidad de que los diálogos transporten “ideas” plúmbeas, presentadas de forma gruesa, con demasiado énfasis puesto en hacernos saber que el mundo es un horror, y que también son un horror las familias y las parejas: gentes miserables y vidas miserables, en una película no especialmente lujosa en ideas ni en fluidez. Aballay de Fernando Spiner (su mejor película sigue siendo La sonámbula) intenta ser un western, e intenta la épica, y hasta conoce las referencias y la teoría del western (por ejemplo, héroe masculino siempre incompleto, que tiene que probar algo; mujer que no tiene que probar nada), pero falla en cuestiones básicas como la creación de un universo consistente. La película parece transcurrir en un vacío de sentido (no hay historia detrás de este western, no hay mito), hasta de alma; hay actuaciones extravagantes, casi circenses (las muertes de algunos personajes parecen hasta paródicas, payasescas, la sarasa del personaje de Fontova corta cualquier clima, la pronunciación española de Goity es una esforzada imitación fallida, y Nazareno Casero es cuanto menos extemporáneo). Y hay algo de estiramiento en el relato, como si la adaptación del cuento no diera para tantos minutos. Hay otros defectos, pero creo que todo se resume en que Aballay estudió el western pero lo aprendió meramente de memoria, sin entenderlo, sin conocerlo.
Este se le primer largometraje de Pablo Solarz, pero cabe destacar que fue el guionista de: “Historias mínimas” de Carlos Sorín y “¿Quién dice que es fácil?” y “Un novio para mi mujer” ambas de Juan Taratuto, entre otras películas nacionales, además dirigió varios cortos y también teatro. La trama gira en torno a Javier Gross (Peto Menahem) un guionista, adicto a su trabajo, se pasa todo su tiempo escribiendo y pensando historias, estas luego se transformarán en films, no se ocupa de nada, no le presta atención a nadie; para colmo se encuentra rodeado de mujeres que requieren de su atención constante. Su esposa es Lucía (Malena Solda), siente que él no le presta atención, ni si quiera cuando le confiesa que tuvo relaciones con su vecino Gerardo (Sergio Boris), como si nada sigue aislado de todo y lo abandona. La única mujer que lo escucha es su terapeuta (Marta Lubos); por otro lado esta su madre (Mirtha Bunselli), reclama su atención, lo va a visitar a su casa, este casi siempre la atiende en la puerta, ella vive medicada y es algo neurótica; al tiempo conoce a Laura (Florencia Peña) es disciplinada, sumisa, y hasta tolera que confunda su nombre con el de su ex y pronto conviven. Los espectadores también vivimos las historias creadas por Gross, la vamos viendo fragmentada sus historias y hasta el desenlace de la película, quien forma parte de esto es un personaje como un padre (Luis Luque) lleno de odio y al borde de la locura, que traslada con su esposa Sofía (Silvia Kutica) y sus hijos, hacia Mar del Plata pero todos terminan en otro lugar y frente a diferentes conflictos; y seguramente tiene algo del narrador. El film comienza como una comedia romántica con enredos, con una buena presentación que está relacionada con la historia, luego tiene algo de comedia negra, la mezcla de realidad y ficción, una buena utilización de flashbacks y por momentos tiene un ritmo lento en lo narrativo; toca el ego del cineasta, como el mismo Woody Allen, Peto Menahem construye un buen personaje; Malena Solda esta mas contenida y acompaña muy bien; Florencia Peña en una buena composición de personaje, para divertirse con dos historias en una película, con todas sus desventuras, conflictos y para reflexionar.
El cine como exorcismo. Si de alguna forma lo que pasa en las butacas de la sala del cine puede contar algo sobre las películas, entonces la historia de Juntos para siempre, del guionista y ahora director Pablo Solarz, es particularmente especial. En una primera parte: distracción, ruidos de papel de golosinas y risas distendidas. Del otro lado, en la pantalla, un par de buenos gags, un magnético protagonista de apellido Gross interpretado por Peto Menahem y la genialidad de Mirta Busnelli en el papel de su madre. Luego, en una segunda parte y hacia el final: silencio, risas casi ausentes y hasta algún aislado y tímido llanto. Incluso una vez comenzados los créditos finales, varios permanecían inmóviles y pensativos. En la pantalla, sorpresas: la comedia se había vuelto un drama que, dejando un poco de lado el humor, pero reforzando y dándole vida a cada uno de los personajes, desviaba el relato y se permitía un final completamente inesperado. Incluso con un par de buenos momentos como los que generaba la química entre Menahem y Busnelli en las interacciones dialógicas, al llegar la segunda parte se cae en la cuenta de que la primera había sido en realidad algo aburrida y artificial, como descarnada de verosimilitud. Es que, a pesar de que el género comedia no reclama demasiado realismo o profundidad en los personajes, Javier Gross no conseguía dejar de ser un estereotipo de la comedia negra, la bronca interna de Luis Luque parecía más un enojo fingido y Florencia Peña (Laura) no era otra que ella misma interpretando un papel que no se le adhería ni por casualidad. En conjunto: una película que, hasta ahora, no podía despegarse del marco de la pantalla y a la cual los ruidos de papeles de la sala ganaban en decibeles. La segunda mitad empieza a dejar ver una pizca de realismo y genuinidad en los personajes que se manifiesta casi como un patetismo generalizado que va preparando el terreno para otra forma de contar lo que sigue: Gross descarga ahora furia y angustia en su gesticulación constante, Laura pasa de tonta fingida a ingenua noble y sincera, y la madre de Gross, más cruel que cómica, hace esfuerzos desesperados por arreglar las cosas con su hijo que empeoran cada vez más la situación. Por otra parte, la historia creada por Gross para su guión y que trataba sobre un hombre (Luque) que, yéndose de vacaciones con su familia decide que va a deshacerse de cada uno de ellos para volver con un viejo amor, se torna, en la medida en que deja de ser relato oral y va materializándose en imágenes, una historia cada vez más triste y dramática, hasta llegar al punto de adueñarse de gran parte de la película. En este final inesperado incluso pareciera haber una especie de experimento y hasta un acto de catarsis (¿De Gross? ¿De Solarsz?) que sin embargo le da a la película un toque humano sumamente original. Quizás este sea algo así como un film que decidió huir de sí mismo (o de una parte de sí) para liberar, sin presiones ni represiones, algo que no sabía que tenía para decir. Y es este esquivamiento de un primer destino, al igual que en el guión del protagonista de Juntos para siempre, lo que compone lo interesante de la historia. Solarsz se permitió no solo desviarse del género y acompañar a los personajes hacia una evolución (aunque más no sea destructiva) sino que, además y entremedio, capturó una pequeña esencia del cine y el arte en general: el poder de las obsesiones y los caprichos personales, siempre listos para meterse en cada rincón y tomar las riendas de la historia. La escena en la cual Gross aparece junto a la escalera de la entrada a la sala del cine dice algo de esto: la mirada extrañada hacia la pantalla, como viendo una parte de sí mismo que se salió o que él mismo empujó, en un exorcismo desprolijo y plagado de sorpresas que devino, mágicamente, en una película.
Guionista al divan Pablo Solarz ha demostrado ser un guionista con una mirada inteligente sobre los problemas de pareja. Tal como lo demuestran los guiones de "Quién dijo que es fácil?" y "Un novio para mi mujer" en éste, su debut como director, Solarz vuelve sobre sus obsesiones conocidas pero, en este caso, con tinte diferente al formato de comedia más tradicional. Esta nueva mirada es fundamentalmente el acierto de "Juntos para siempre" en su intento de introducir ajustes y cambios más risquées, alejándose del modelo más netamente comercial, introduciendo algunos elementos dramáticos menos convencionales que ayudan a contar la historia desde otro punto de vista. Aunque también debemos reconocer que en este intento, estriban también las mayores falencias del film. Casi autoreferencialmente, Solarz pone en el centro de la escena a Gross (Peto Menahem, su alter ego?) un guionista algo "desconectado" según palabras de su propia mujer (Malena Solda) que lo acaba de dejar cuando a pesar de confesarle que le ha sido infiel, él minimiza la situación -como quizás haga con la mayor parte de las situaciones de su vida cotidiana y de su pasado- y sigue elucubrando ideas que intenta bajar al papel. Un arranque con diálogos a puro ritmo de sitcom brillante que justamente a Peto Menahem le sientan perfectamente bien hacen que el film perfile con visos de una comedia romántica dotada de toques de humor inteligente, muy al estilo más psicoanalítico del mejor Woody Allen. La historia se enriquece porque a su vez, el protagonista nos va contando el guión que tiene en su cabeza: y así se irán trazando vinculaciones y similitudes entre el centro de la historia y esta segunda subtrama que se desarrolla paralelamente. Habrás más juegos en el tiempo cuando en la entrevista con su analista (Marta Lubos) -a la que recurre sólo por idea de su ex mujer-, Gross intente remontarse a los inicios de la relación y al desencadenante de la ruptura de pareja. Rápidamente aparecerá Laura (Florencia Peña) encarnando a la típica "rubia tarada" al estilo Lucy Punch en la reciente "Conocerás al hombre de tus sueños", que de tan vacía se hace insoportable y querible en las mismas proporciones. Arranca a partir de este encuentro, como un segundo tramo del film, en donde comienza a desdibujarse y decaer, en cierto modo, el interés inicial. Con algunos intentos de transitar por zonas más oscuras tanto en la personalidad de Gross como en el violento personaje que va dando forma en su guión (excelente trabajo de Luis Luque) un hombre que en un viaje de vacaciones toma decisiones completamente impensadas, que luego Gross verá que están vinculadas con su pasado. La nota pintoresca y algo excéntrica la da el personaje de su madre, una mujer absolutamente posesiva, demandante y que no puede más que mirar su propio ombligo y que persigue al protagonista intentando hablar con él de cosas que se mantuvieron escondidas en su historia. Irregular, desigual aunque interesante, "Juntos para siempre" acierta más en los extremos (del humor desplegado sobre todos de las escenas iniciales y en las intervenciones de Mirta Busnelli como la madre, o cuando vira a la historia del violento personaje que compone Luque) y pierde firmeza en aquellas situaciones en las que intenta ganar solemnidad, anclando la historia más "seriamente". En cuanto al elenco, Peto Menahem entrega un Gross muy parecido a .... Peto Menahem en un papel que indudablemente está escrito y guionado a su medida. Malena Solda tiene siempre un encanto a flor de piel mientras que Florencia Peña acierta más en su rubia descerebrada que cuando su personaje le exige mayor seriedad. Busnelli está completamente desbordada... y se le agradece enormemente!, brinda una composición totalmente al filo del ridículo y compone una criatura inolvidable. Luque transmite exactamente los rasgos de furia y de locura de su personaje haciendo un muy buen tandem con Valeria Lois. Marta Lubos, una exclente actriz de teatro, no se ve homogénea con el resto, se la percibe demasiado impostada y rígida en un papel que hubiese dado mayores resultados librado un poco más al juego que ofrecen los restantes personajes. Aún en sus vaivenes y sus puntos flojos "Juntos para siempre" tiene momentos de comedia brillantes, inteligentes y demuestra el oficio de Solarz a la hora de contar una historia, siendo éste además su debut como director del que logra salir airoso.
Autor de brillantes esquemas argumentales, era esperable que Pablo Solarz, en este paso del guión hacia la dirección de cine, lo diera con un film fuera de rubro, pese a su romántico y engañoso título. Guionista de una obra esencial como Historias mínimas, propone con Juntos para siempre una suerte de comedia negra, amarga e intranquilizadora, que poco se emparenta con otros notables trabajos suyos que dieron de lleno en el género, como Un Novio para mi Mujer o lo sobrevolaron, como El frasco. Personajes oscuros, perturbados o simplemente conflictuados transitan su ópera prima a través de dos planos narrativos que abordan la vida de un guionista –acaso su alter ego-, y una historia paralela que elucubra su inventiva. Una ruptura afectiva atravesada por una trama sórdida, que lentamente empezará a contaminar la aparente realidad y se convertirá en otra película dentro de la película. Los variados escenarios del film no pueden desmentir su carácter claustrofóbico y asfixiante, y su escasa empatía con el espectador lo resienten en parte, pero decisivamente lo alejan de un cine nacional joven a veces despojado en exceso (a menudo de guión). Su corrosiva historia de desamor, surcada por lúcidos diálogos y situaciones, está sostenida por un impecable elenco en el que se destacan el fenomenal Peto Menahem, un inquietante Luis Luque y una imperdible Mirta Busnelli.