A correr por un sueño La carrera de Brittany es una película pensada para lanzar al estrellato a su protagonista, Jillian Bell, después de una larga serie de papeles secundarios en cine y televisión. En este caso interpreta a Brittany, una mujer de 28 años que decide abandonar una vida llena de excesos para llegar a correr la maratón de Nueva York. Se trata además de la opera prima de Paul Downs Colaizzo, y completan el elenco Michaela Watkins, Alice Lee, Micah Stok y Lil Rel Howery entre otros. Esta película vuelve a tratar un tema abordado ya muchas veces, como es el de la superación personal a través del deporte, pero con personajes que deben alcanzar un estado atlético, lo que da lugar a situaciones humorísticas. Es así como vemos la transformación de Brittany, una persona obesa por llevar una vida desordenada en alguien que adquiere la disciplina necesaria como para correr una maratón en la ciudad de Nueva York. Jillian Bell, por su parte, es la actriz ideal para componer al personaje de Brittany, y lo hace bien, siendo el centro de un relato que amontona en forma desordenada una serie de subtramas. Y a esto hay que sumarle otro problema que tiene buena parte de la comedia norteamericana de la escuela de Judd Aptow, que es que la mayoría de sus gags son verbales, siendo muy escasos los físicos o las situaciones graciosas. Es así como se desaprovecha un enorme potencial, que si aprovecha “Nadando por un sueño”, por ejemplo que aborda una temática similar. Pero un recurso interesante que usa esta película son los efectos de edición a la hora de mostrar el contenido del uso de internet, ya que aparece su contenido a modo de créditos en la pantalla, así como también se utiliza el recurso de partir la pantalla en algunos casos. Además la historia se divide en capítulos que indican el paso del tiempo tituladas como las cuatro estaciones del año, que dan lugar a diferentes elipsis que nos permiten apreciar la evolución de Brittany En conclusión, La carrera de Brittany tiene una historia interesante para contar, y a Jillian Bell, que es la actriz ideal para contarla. Pero no funciona debido a un guion desordenado y a que desaprovecha un potencial enorme de gags. Y es así como termina resultando una película olvidable, y comete el peor error que una comedia puede cometer, que es el de aburrir al espectador.
Brittany (28) (Jillian Bell) es una mujer con algunos kilos de más, que parecen no importarle, pero después de un chequeo por problemas de concentración e insomnio, el profesional le sugiere un cambio de vida que le hará replantearse muchas cosas de su vida, sus relaciones y su carácter. Pero no es tan simple, hay muchos matices en esta historia. La película desenvuelve el bagaje emocional de cómo la sociedad trata de manera diferente cuando el tamaño del vestido es XL o XXL, cómo el dolor de las relaciones que no fueron, si las tuviste, pueden acumular inseguridad y cuán enorme puede ser el autodesprecio, tanto que llega a lastimarse a sí misma y a los demás. Parece ser una simple comedia sobre el estado físico y la pérdida de peso, pero el viaje de Brittany incluye la curación y el perdón que se necesitan para salir adelante. Antes de su transformación, a Brittany le gustaba ir a fiestas, comer y tomar. Cuando comienzan los cambios, hace algo que nunca se imaginó: correr. Con la ayuda de una vecina, Catherine (Michaela Watkins) que solía odiar y de quien tenía un concepto equivocado, y un amigo, Seth (Micah Stock), Brittany aprende a cuidarse a sí misma y a las personas que le importan, y juntos quieren correr una de las maratones más importantes del mundo, la de New York. Las escenas de entrenamiento y el día a día, están y entretienen. Pero acá lo importante es la lucha interna con ella misma. Tiene un trabajo que no le aporta mucho económicamente y al que siempre llega tarde y una compañera de vivienda, Gretchen (Alice Lee) que es más enemiga que amiga. Brittany, al cambiar, se vuelve odiosa, no sabe como comportarse ante el amor, acostumbrada a la crueldad y a la mirada de "chica gorda=graciosa", por lo que ningún hombre la toma en serio, al no cumplir con el famoso estereotipo. El director Paul Downs Colaizzo logra un film, basado en la historia de una amiga real suya, donde Brittany puede dar el primer paso para después dar muchos más, ser imperfecta, luchar y redimirse. Inspirador, emotivo y profundo, se ve una introspección real, aunque su póster grafique una película liviana. Ganadora del premio del Público en el Festival de Sundance, es para todos lo que alguna vez se sintieron o nos sentimos fuera de lugar. La actriz Jillian Bell es perfecta para el rol, graciosa, y a la vez cruel y luego orgullosa de sus logros, el resto del elenco está muy bien y las tomas de New York siempre se agradecen. ---> https://www.youtube.com/watch?v=g_dQ5xW8UMA TITULO ORIGINAL: Brittany Runs a Marathon DIRECCIÓN: Paul Downs Colaizzo. ACTORES: Jillian Bell, Jennifer Dundas, Patch Darragh. GUION: Paul Downs Colaizzo. FOTOGRAFIA: Seamus Tierney. MÚSICA: Duncan Thum. GENERO: Drama , Comedia . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 104 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: Diamond Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 24 de Octubre de 2019 ESTRENO EN USA: 23 de Agosto de 2019
Esta producción original de Amazon se centra en la historia real de Brittany, una empleada de un teatro off de Nueva York que, a los 28 años, según los parámetros médicos es obesa. Aunque ella no se ve de esa manera. Su médico le aconseja bajar entre 20 y 25 kilos. Para lograrlo comienza a entrenar por su cuenta y se suma al grupo de runners de su vecina de arriba. Va poniéndose metas cortas, pero en el fondo sabe que su gran objetivo es correr la maratón de la Gran Manzana. Los amigos de siempre no la apoyan lo suficiente y su vida de excesos no es compatible con la construcción de su nuevo yo, lo que le deparará varias desilusiones.
Hora de poner en orden su vida “La carrera de Brittany” (Brittany runs a marathon, 2019) es una comedia dramática que constituye el debut en la dirección de Paul Downs Colaizzo, el cual también se ocupó del guión y fue uno de los productores ejecutivos. Inspirada en hechos reales, la película está protagonizada por Jillian Bell (The Master, 22 Jump Street). Completan el reparto Utkarsh Ambudkar, Alice Lee, Michaela Watkins, Micah Stock, Lil Rel Howery, Kate Arrington, Patch Darragh, Sarah Bolt, entre otros. Distribuida por Amazon Studios, la cinta tuvo su premiere mundial en el Festival de Cine de Sundance. La historia gira en torno a Brittany Forgler (Jillian Bell), una mujer de 28 años que trabaja en un teatro y comparte cuarto en Nueva York con Gretchen (Alice Lee), una joven a la que solo le interesa mantener su popularidad en Instagram. Brittany se la pasa de fiesta y casi siempre llega tarde a su empleo. Cuando realiza una visita al médico, éste le comunica que debe empezar a cuidarse ya que tiene su índice de masa corporal muy elevado. Decaída y triste con la imagen que le devuelve el espejo, y sin poder permitirse gastar tanto dinero en el gimnasio, Brittany se propone comenzar a correr por su cuenta. Al unirse a un grupo de corredores donde participa su vecina Catherine (Michaela Watkins) y conseguir un nuevo trabajo como cuidadora de una casa, Brittany conocerá nuevos amigos y se irá enamorando. Mientras tanto, su meta sigue firme: competir en la maratón de Nueva York. Diálogos sumamente banales, aspectos inverosímiles y una notoria falta de ideas conforman “La carrera de Brittany”, una película que desde el comienzo se siente hecha para la televisión y no para el cine. A pesar de contar con buenas intenciones sobre el creer en uno mismo, la autoestima, la importancia de tener amistades sanas y que no tiene por qué dar vergüenza el pedir ayuda, el filme no logra generar empatía y, como era de esperarse, se vuelve demasiado previsible, lo que hace que la cinta se sienta larga aunque solo dura 104 minutos. Catalogada como comedia, en casi ninguna escena la obra consigue hacer reír. Por el lado dramático, los únicos momentos que el filme funciona son cuando la protagonista recapacita sobre su vida comparándose con los demás, lo que hace que se sienta inmadura y fracasada. Con respecto a los personajes secundarios, éstos están demasiado estereotipados. La compañera de cuarto mega superficial, la vecina que tuvo problemas de adicción y ahora lucha por la custodia de sus hijos, el amigo corredor gay y la lista puede continuar… el guión es muy plano y unidimensional, por lo que no hay desarrollo de nada (tampoco está bien abordado qué es lo que sucedió con los padres de Brittany). En conclusión, “La carrera de Brittany” es otra de esas películas genéricas sobre la superación personal que deberían pasarse directamente por cable. Con tan poco contenido por mostrar, esta historia seguramente funcionaría mejor siendo un libro.
La decisión de contar la historia de una veinteañera simpática y con sobrepeso que un día decide correr la maratón de Nueva York representa todo un riesgo para una ópera prima. Pero el director y guionista Paul Dawns Colaizzo se enfrenta a los ojitos acusadores que enjuician toda fábula de superación y sale bastante airoso. Su Brittany encuentra en la pérdida de peso y la meta autoimpuesta de la carrera apenas una excusa salir de una vida que no quiere del todo, para usar el humor a su favor y ya no como defensa. Es en esa perspectiva, en la que cada cuadra recorrida representa un triunfo, en la que los nuevos amigos resultan aliados, que la película halla sus mejores momentos, con diálogos agudos y complicidades divertidas. Hacia el final de la historia, Colaizzo nos asegura que el peligro siempre se aloja en la peor versión de uno mismo. Y salvo alguna lección de vida explícita y el coqueteo innecesario con la épica de cine deportivo, la película consigue ser fiel a su personaje, tratarlo con ternura y empatía, sostener la comedia hasta las últimas consecuencias. Y parte de su gracia se la debe a la presencia de Jillian Bell, hasta ahora actriz secundaria de comedias como Rough Night (2017) y guionista de varios episodios de Saturday Night Live. Su manejo del ritmo en los diálogos, la soltura para ser querible en el llanto y comprendida en la mezquindad, es lo que hace humano a su personaje y nunca la convierte en la moraleja de cartón que podría haber sido.
Esa moda que en los ’80 se conoció como aerobismo reencarnó hace unos años con carácter cuasi religioso y nombre acorde a la globalización, esa nueva etapa de colonización cultural. El running, evangelizan sus devotos -los runners, claro- es mucho más que correr: es una aventura espiritual, un manantial de valores, un método de autoayuda poco menos que infalible. En las redes sociales y los medios se suele propagar ese ejercicio físico como un acto tan sagrado como épico. Y así está enfocado en esta historia de superación, de lucha contra las propias limitaciones, que es La carrera de Brittany. El director y guionista Paul Downs Colaizzo (que, después de un éxito en el off Broadway que lo llevó a escribir para televisión, debuta en cine), se inspiró en una amiga para crear al personaje del título. Una gran protagonista, generadora de empatía automática: la clásica gordita graciosa y perdedora que es tan capaz de reírse de los demás como de sí misma. Pero como buen cómico triste, debajo de las bromas guarda frustraciones con su cuerpo y su vida. La salida será el entrenamiento, primero modesto y luego con un objetivo mayúsculo: el Maratón de Nueva York. Todo esto suena pésimo, pero hay que decir que los dos primeros tercios de la película son cautivantes gracias al solvente manejo de un tono agridulce, entre gracioso y deprimente, el cariñoso tratamiento de los personajes y la buena interpretación de Jillian Bell. La historia sale a flote mientras navega las aguas del autodescubrimiento, de la pelea de Britanny consigo misma, y de la comedia romántica (gracias a una revelación llamada Utkarsh Ambudkar). Pero llegado un punto, el guion da un giro sacado del manual de fórmulas de Hollywood y se plaga de enseñanzas, diálogos esclarecedores, reflexiones edificantes, corrección política. Todo se estira demasiado y cuesta digerir que ese tramo final sea una publicidad del Maratón de Nueva York -no casualmente se corre en breve, el 1ro de noviembre- y alguno de sus patrocinadores. Así que la línea de llegada de La carrera de Brittany se cruza con la lengua afuera y menos satisfacción de la que dicen sentir los apóstoles del running.
Aunque todas las semanas se estrenan películas donde alguno de los personajes sale a correr, no son tantos los títulos centrados en la historia de alguien y su vínculo con el running como tema central. Brittany Runs a Marathon, estrenada acá como La carrera de Brittany, cuenta una historia con la cual cientos de miles de corredores de todo el mundo se pueden sentir identificados. Brittany vive en Nueva York. Comparte departamento con otra joven y sale de fiesta cada vez que puede. Pero algo no anda bien ni con su cuerpo ni con su ánimo. Después de que el médico le diga que su salud peligra, ella decide iniciar un cambio en su vida. No será tan sencillo como parece, pero un paso a la vez decide salir a correr, motivada en parte por una vecina corredora. El primer objetivo para Brittany es poder trotar hasta la esquina, allí aparece el primer momento emocionante de la película. Ese instante de coraje que se necesita para poner en movimiento la maquinaria de un cambio enorme. La película lo capta perfectamente. Luego se anima a correr una carrera de 5Km y luego, feliz por los resultados, se atreve a entrenar nada menos que para el maratón de Nueva York. Para los que corremos, la historia se parece mucho a lo que nosotros hemos vivido alguna vez y la película consigue interpretar bien algunos momentos clave de la vida de todo corredor. Para quienes no haya empezado aun a correr o estén dando sus primeros pasos, la historia sin duda también será una enorme motivación para animarse a dar esos primeros kilómetros de este increíble camino. La carrera de Brittany tiene mucho humor pero también mucha emoción y también drama. Hay instantes conmovedores que exceden al mundo del running. También logra equilibrar eso de forma efectiva. No es una historia solo para maratonistas. Pero es casi imposible que un corredor no se conmueva hasta las lágrimas en algunos momentos culminantes que tiene la película. El respeto por los corredores aficionados y la comprensión de cuál es su motivación la convierte también en una película inteligente. Muchas veces hemos dicho que no sabemos lo que vale para corredor pararse en la línea de largada de una carrera, ni que pasa por su cabeza al pasar la meta. Cientos de miles de personas saben porque lo han hecho y porque lo siguen haciendo. Cada corredor debe sentirse orgulloso de sus logros, porque como muchos actos y desafíos de la vida, se ve imposible al comienzo, hasta que deja de serlo.
Esta creación de Paul Downs Colaizzo, responsable del guion y la dirección de su opera prima apunta directo al corazón con buenas armas. Una historia de superación personal, de tomar el timón de una vida y darle el curso soñado, sin dejarse llevar por las muchas tentaciones, tiene los ingredientes para lograr una rápida empatía con el público. Chica obesa, que se desprecia a sí misma, que con calidez y humor funciona socialmente de manera precaria, decide cambiar cuerpo y se inscribe en la famosa maratón de Nueva York, llevada aquí a la categoría de leyenda, como suelen hacer los americanos. El tema es que la primera parte de la película muestra a un personaje irónico, de mirada crítica a la sociedad en que le toca vivir. Una trasgresora que se auto engaña pero que no equivoca cuando juzga lo que ocurre a su alrededor. Luego el film pierde encanto cuando se pone formal, más dramático y apunta a la lágrima. Lo mejor es su protagonista, la brillante comediante Jillian Bell, que con un gran trabajo de maquillaje y aditamentos corporales logra mostrar una obesidad muy convincente y su transformación literalmente ante nuestros ojos. Pero las cualidades de Bell no se limitan a su gran cambio corporal, tiene encanto, buenos recursos y varias capas de comprensión de su personaje. Por mérito de ella se disimulan algunos defectos y el resultado no carece de ternura y emoción.
"La carrera de Brittany": manual didáctico del empoderamiento La ópera prima del dramaturgo estadounidense Paul Downs Colaizzo intenta “complacer a la audiencia” todo el tiempo y de diversas maneras. No es extraño que La carrera de Brittany haya ganado el premio del público en el Festival de Sundance: en su ADN pueden hallarse fácilmente los genes de aquello que la crítica cinematográfica suele llamar crowdpleaser. Es que la ópera prima del dramaturgo estadounidense Paul Downs Colaizzo intenta “complacer a la audiencia” todo el tiempo y de diversas maneras. En principio, con un personaje construido para generar alternativamente simpatía y un ligero rechazo, abrazando finalmente todas y cada una de sus zonas erróneas y luminosas. Basada libremente en una compañera de cuarto del realizador durante sus años de estudio, Brittany es una neoyorquina por adopción de 27 años que un buen día, luego de una visita al médico, cae en la cuenta de que su vida se parece en poco y nada a todo lo que había soñado. Tampoco es que el día a día sea un desastre absoluto, pero su carrera profesional se encuentra estancada, la vida nocturna y las borracheras de fin de semana han comenzado a pesarle, y el sobrepeso que acaban de diagnosticarle le confirma clínicamente lo que ya pensaba sobre su aspecto y estado físico. “Todos los cuerpos son hermosos”, responde la protagonista, a la defensiva, previniendo al doctor (e, indirectamente, al espectador) de que esta no será una película “incorrecta”. Brittany tiene razón, desde luego, pero la presión arterial, el colesterol y la posibilidad de un hígado graso indican que la masa corporal está definitivamente fuera de los rangos normales. Corte a un primer entrenamiento físico, en el cual trotar cien metros se transforman para la heroína en poco menos que un calvario. En su debut en un papel protagónico, la comediante Jillian Bell, exguionista de SNL y actriz secundaria en varias docenas de títulos, le pone garra y emoción a un personaje cuya transformación –física y emocional– la lleva de ser una “gordita divertida” (Brittany dixit) al borde de la depresión a una joven en control de su vida. Ayudada por algunos retoques prostéticos, Bell atraviesa los primeros dos trimestres del cambio con una seguidilla de recaídas y golpes; es en esta primera etapa que el guion del propio Colaizzo logra dar algunas de las mejores notas, en particular cuando recurre a los personajes secundarios como motor para el humor. Luego llegará la crisis: Brittany tiene un problema grave y es la imposibilidad de dejarse ayudar por aquellos que la quieren bien, ya sea por autoindulgencia o soberbia disfrazada de otra cosa. Ya transformada en una runner “de verdad”, un problema físico le impide participar de la ansiada Maratón de Nueva York, excusa para el regreso al terruño y a su familia cercana. A partir de ese momento, la historia parecería haber pasado por el tamiz de algún software automático de escritura de relatos: todos y cada uno de los pasos previsibles hacia el final feliz y aleccionador –“inspirador”, esa palabrita– se cumplen a rajatabla, eliminando los elementos de frescura que el film había sabido conseguir. Esa sensación de marcha en piloto automático, sumada a las ostensibles tildes en varios casilleros de la corrección política (el matrimonio de hombres con hijos, las parejas interraciales, la tolerancia entendida como forma de autocontrol), terminan transformando a La carrera de Brittany en una suerte de manual didáctico de empoderamiento que llega a la imprenta con el furor del converso.
Esta divertida comedia norteamericana recuerda en sus primeras secuencias a un éxito británico del 2001, cuando conocimos a Renée Zellweger y "El diario de Bridget Jones". Brittany tiene mucho que ver con la Bridget que escribió el diario. Las dos están excedidas de peso, las dos son un fracaso en lo sentimental, y para completar, en sus noches se entretienen con la TV, el cigarrillo y el alcohol (Bridget), mientras que Brittany se motiva con el Tinder, aunque nunca se anime a formar parte de él, mientras el vino y alguna que otra pastilla le anima la vida. En síntesis, ni una ni otra se conocen verdaderamente y menos llegan a quererse. Pero a Brittany su encuentro con un médico le cambiará la vida. El quiere que ella haga una vida saludable, sin pastillas ni falsas expectativas, y poco a poco las caminatas y la idea de intervenir en la popular Maratón de Nueva York comienzan a mostrarle un camino de salvataje. Las peripecias y la gente que obstaculizan o benefician la carrera de Brittany enriquecen la trama con sus divertidas personalidades: un compañero de trabajo indio, su familia que la alienta a la distancia o la millonaria en tren de divorcio que aparece para ayudarla como en un cuento de hadas. POR UNO MISMO "La carrera de Brittany" es la clásica lucha que uno tiene con sus demonios y con el entorno, pero que a pesar de los problemas o a causa de ellos solidifican la autoestima y permiten, con una dosis de energía personal, crecer. Nada volverá a ser igual desde el momento en que Brittany se proponga bajar unos kilos y logre hacer su primera cuadra en running sostenido y sudoroso. El solo hecho de dar el primer paso le señala el camino correcto. Lo demás serán momentos olvidables de cualquier vida o recordables para siempre. Momentos marcados en pantalla por las estaciones en que se desarrolla la trama. Un filme cálido, entretenido, con buenos actores y una actriz ideal para el papel de Brittany, Jillian Bell, con experiencia en clubs de comedia y televisión. Divertida, con buen ritmo y mayores logros en la primera parte que en la segunda, "La carrera de Brittany" muestra el suficiente optimismo y amplitud temática que permite que cada uno vea más allá del problema de la gordura y la baja estima, sus propias limitaciones.
LA META ES LA IDENTIDAD Hace algunos años, tuve mi etapa running, que me llevó en el 2015 a preparar una maratón. Llegué a hacer dos fondos de 30 kilómetros cada uno, pero justo cuando entraba en la etapa final de preparación me terminé lesionando y desde ahí nunca me recuperé adecuadamente como para volver a intentarlo. El sueño se frustró pero quedó la indumentaria y muchas medallas de carreras previas como testimonio. Recientemente, una alumna de la facultad me preguntaba sobre el porqué de tanto esfuerzo y dedicación para una actividad que, vista desde afuera, puede parecer un tanto aburrida y hasta un poco elitista –muchos runners se comportan con un dejo de superioridad un tanto irritante-, y la verdad que siempre me costó encontrar una respuesta precisa. Creo que hay un componente pasional difícil de explicar pero también otro psicológico, donde el running –al igual que otras actividades físicas- funciona como un ordenador de las rutinas, rituales, tiempos y espacios individuales. De repente, uno empieza a ponerse objetivos específicos y a calibrar componentes específicos de su existencia en función de correr determinadas distanciadas en determinados tiempos, convirtiendo al hobby en una especie de marca identitaria. Lo cierto es que, en sus mejores momentos, La carrera de Brittany consigue poner buena parte de lo dicho en el párrafo anterior en imágenes, a partir de la historia de una joven (Jillian Bell) que se va dando cuenta que su vida es un eterno loop de comida barata, alcohol y pastillas al que debe cortar de alguna forma. La vía que encuentra es, al principio, tímidos y un tanto aleatorios intentos de trotes, para luego encontrar esa rutina que implica el running, más un dúo de compañeros de ruta/amigos –a los que conoce casi de casualidad- con los que decide prepararse para la famosa Maratón de Nueva York. En el medio, su vida laboral se irá reacomodando, lo que implicará conocer nuevas personas y un potencial interés amoroso, mientras se enfrenta al mayor obstáculo: su propia personalidad, entre autodestructiva e incapaz de pedir ayuda cuando el momento lo requiere. En ese fino equilibrio que debe implementar entre el drama y la comedia en pos de llevar adelante su relato, La carrera de Brittany se muestra bastante más consistente a la hora de manejar el humor, delineando algunos personajes –particularmente el interpretado por Utkarsh Ambudkar- que son especímenes sumamente graciosos y dejando en claro que hay calamidades personales que vistas un poco a la distancia evidencian cierta ceguera. Distinto es cuando se adentra en los padecimientos de la protagonista: hay unos cuantos pasajes donde la película se pone entre sentenciosa y aleccionadora, sumándole incluso una escena en un almuerzo de amigos que roza lo miserabilista. Se puede apreciar entonces una alternancia entre tonos que no llega a ser del todo lograda y atenta contra los resultados generales del film. A pesar de esa dificultad para encontrar la veta pertinente para los aspectos más dramáticos –que se acumulan especialmente en la última media hora de forma bastante desordenada-, en sus últimos minutos La carrera de Brittany entra (un poco a los tropezones) en el terreno donde la épica deportiva se combina con la remontada personal. Allí, en esa meta que simboliza una auto-superación pero también el hallazgo de una identidad definida, es donde el film encuentra una buena dosis de emoción y enlaza de manera fluida con los hechos reales, otorgándole una emotividad moderada pero suficiente.
Correr o morir El género de películas inspiracionales ha sabido producir en los últimos tiempos una serie de propuestas asociadas al bienestar y la imagen, y en donde la recuperación de la autoestima por parte de sus protagonistas, en su mayoría femeninas, permite reflejar un estado y clima de época en el que la imagen lo es todo, y el cuerpo perfecto también. Estados Unidos, una de las sociedades con la mayor cantidad de población obesa y con sobrepeso del planeta, ha trabajado particularmente este tópico desde el cine y así La carrera de Brittany (Brittany runs a marathon, 2019) del debutante Paul Downs Colaizzo, se inscribe dentro de las goodfeelin movies, pero desestructurando algunos de sus preceptos y potenciando desde el humor y la ironía, en su primera parte, una bajada de línea donde el cuidado corporal y la mirada de los otros sobre uno y los cuerpos son esenciales para constituir la identidad. Brittany (Jillian Bell) es una mujer que aún está en la búsqueda de horizontes que le permitan expandir su cotidianidad. Desinteresada de sí misma, sus rutinas de excesos y trasnoches la han llevado, aún en su corta edad, a una situación límite para su existencia. Si no cambia radicalmente sus consumos, morirá. Cuando llega al fondo de todo, es decir, cuando ya no podría ni siquiera imaginar algo pero para sí misma, decide asumir su parte de culpa y tímidamente comienza a ejercitarse, corriendo, sin saber, realmente, si eso significaría un cambio radical o no en su vida, como finalmente lo será. Así, esta historia inspirada en la Brittany real, y en el best seller que escribió, recorre, entre la moraleja inesperada y la acidez de un personaje antipático, una narración espasmódica, que alterna entre la solemnidad y la relajación de la nueva comedia americana su estructura dramática. Cuando la primera (solemnidad) prevalece sobre la segunda, el relato se estanca, y ni siquiera el carisma y talento de Jillian Bell pueden remontar la obviedad y sus ganas de contentar a todos en el relato, es decir, a los que quieren inspirarse para mejorar su estado físico y salud, o a aquellos que sólo quieren entretenerse. El personaje protagónico es revulsivo por momentos, y tal vez, si el director y los guionistas hubiesen desarrollado mucho más ese aspecto con ironía y potencia, esta carrera de una mujer contra sí misma, tendría otro tono y otro resultado. En esos intersticios, entre la solemnidad, la obviedad y lo nuevo (personaje que distancia) La carrera de Brittany vence, al igual que la protagonista, su fin de aleccionar sobre los peligros de no llevar una vida sana y sin excesos, pero con una mirada diferente acerca del porqué de las cosas. Y cuando la película deja de tomarse en serio al personaje y el objetivo final de correr la maratón de Nueva York (la gran excusa) sin quererlo comienza su trabajo para deconstruir su desarrollo de manual de autoayuda, emergiendo una tímida propuesta para reivindicar la libertad de acción y decisión, que no es otra cosa más que el fortalecimiento del yo y sus derivados a pesar de todo.
Jillian Bell es una muy buena comediante que desde hace unos años empezó a llamar la atención con sus trabajos, por lo general en roles secundarios dentro de la televisión. Su labor en la sitcom Workaholics generó que el director Paul Thomas Anderson la incluyera en dos de sus filmes, como The Master e Inherent Vice, pero hasta la fecha no había tenido la oportunidad de sobresalir en un rol protagónico. La carrera de Brittany es una película independiente que le dará una mayor proyección en Hollywood y prueba que su talento va más allá del género con el que suele estar relacionada. En este caso encarna una mujer con serios problemas de autoestima, cuyo sobrepeso sumado a una vida social descontrolada, pone en peligro su salud. Cuando se compromete a modificar sus hábitos para competir en una maratón, la protagonista inicia toda una experiencia de autodescubrimiento personal que lidia con temáticas universales. El film del realizador Paul Downs Colaizzo, responsable del reboot de MacGyver, desarrolla con mucho realismo las dificultades para sostener una rutina más saludabl , a través de una historia que tiene varias capas argumentales. Más allá de la transformación física y psicológica que atraviesa el rol de Jillian Bell, el conflicto explora también los efectos nocivos que genera la fijación con la falsa realidad de las redes sociales, donde supuestamente todo el mundo se muestra con vidas perfectas que no dejan de ser una puesta en escena. Si bien la comedia relacionada con estas cuestiones está muy bien trabajada, la película se vuelve más atractiva todavía en aquellos momentos donde el drama cobra más fuerza y permite disfrutar a esta actriz en un rol diferente. En estos días donde la comedia norteamericana tiende a estancarse en los chistes sobre drogones o cuestiones sexuales que atrasan 30 años, La carrera de Brittany al menos construye el humor con un tema que deja una reflexión relevante.
Un elenco preciso y un tono que no cae nunca ni en el exceso de glucosa. La amabilidad no anda sobrando demasiado en el cine y, si bien esta película no es precisamente un dechado de originalidad (chica que tiene que bajar de peso y se pone como meta correr un maratón), tiene esa generosidad escasa con el espectador. A un elenco preciso se le agrega un tono que no cae nunca ni en el exceso de glucosa ni en la vuelta de tuerca que alarga las cosas innecesariamente.
Una chica gordita, simpática y con sentido del humor, se pone un desafío mayúsculo para romper su frustración: correr la maratón de Nueva York. Semejante plot, con olor a cuento inspiracional a caballo de la moda runner, puede ahuyentar con razón. Pero en su mayor parte, La carrera de Brittany revierte ese prejuicio, con una encantadora y entretenida pintura de personajes y un tono, de comedia melancólica, atractivo. Pero la crónica de esta chica (interpretada por la talentosa Jillian Bell) por superarse a sí misma tiene la bolsa de azúcar -y de clichés inspiradores- reservada para el desenlace. Cuando desemboca hacia un desenlace de fórmula, tan parecido a miles como olvidable excepto, quizá, para los cultores de la reina de las maratones.