Instigando el asesinato En el campo de esos personajes bizarros que terminan aflorando y haciéndose conocidos por las redes sociales y las plataformas virtuales en general, sin dudas Tony E. Valenzuela es uno de los más particulares del lote: el señor alcanzó cierta notoriedad por ser el creador y el que impulsó el desarrollo de BlackBoxTV, un canal de YouTube especializado en cortos de terror y ciencia ficción que ha tenido una calurosa aceptación por parte del público. El susodicho a su vez concibió una buena tanda de productos asociados que hoy se extienden hasta La Casa de las Masacres (The Axe Murders of Villisca, 2016), su ópera prima como director en el séptimo arte, un trabajo basado en su propia experiencia visitando el famoso inmueble del título en inglés, aunque desde ya magnificando todo el asunto para sustentar un relato ficcional dentro de los parámetros del horror adolescente. Para aquellos que no sepan de lo que estamos hablando, vale aclarar que la película hace referencia a una serie de homicidios que ocurrieron el 9 de junio de 1912 en la ciudad de Villisca, en el Estado de Iowa, que dejaron la friolera de ocho cadáveres: seis miembros de la familia Moore (un matrimonio y sus cuatro hijos) y dos invitados ocasionales (dos niñas amigas de los pequeños) fueron asesinados con un hacha poco después de la medianoche. A pesar de que hubo una larga lista de sospechosos, el crimen eventualmente quedó impune y nunca se supo a ciencia cierta quién fue el responsable de tamaña carnicería, lo que por supuesto no impide que el film en cuestión se juegue de lleno por la hipótesis de que el muchacho del hacha fue el Reverendo George Kelly, el ministro presbiteriano a cargo de los servicios religiosos -en la iglesia a la que solía acudir la familia- el día de la matanza. Lamentablemente, como señalábamos con anterioridad, Valenzuela se limita a reconstruir las muertes sólo en el prólogo y en el desenlace y se concentra en cambio en el derrotero de tres adolescentes, Caleb (Robert Adamson), Denny (Jarrett Sleeper) y Jessica (Alex Frnka), en su visita nocturna y clandestina a la casona sede de los acontecimientos. Como era de esperar, los chicos poseen un canal de YouTube en el que suben videos acerca de distintos episodios vinculados con lo sobrenatural, al punto de que se hacen llamar el “Instituto Paranormal Maryville” y se definen como “cazadores de fantasmas”. El guión de Owen Egerton, a partir de una historia de Kevin Abrams y Valenzuela, da forma a personajes con carnadura y se asienta en un verosímil bastante bien trabajado, no obstante la trama cae en todos los estereotipos imaginables en torno a los relatos sobre casas embrujadas y similares. Al igual que otras clase B recientes que podrían haber sido muchísimo mejores si hubiesen apostado a la desproporción o a un gore/ sustrato sexual más caudaloso, como por ejemplo Satanic: El Juego del Demonio (Satanic, 2016), Aplicación Siniestra (Bedeviled, 2016) y Buscando al Demonio (The Possession Experiment, 2016), a La Casa de las Masacres le juega muy en contra su propio conservadurismo, ese que la empuja a respetar de manera fundamentalista los resortes del terror sin el talento o la capacidad para llevarlos al extremo en un género que reclama una progresión meticulosa y en el que la mojigatería -cuando se dispone de recursos limitados- suele ser veneno. Si bien se agradecen los 78 minutos de un metraje que no se alarga innecesariamente y la ausencia de diálogos bobos símil coming of age, la obra nunca va más allá de la lógica de los posesos y la instigación del asesinato…
En la ciudad de Villisca en Iowa, Estados Unidos, la noche del 9 de junio de 1912 ocurrió un hecho macabro, el múltiple asesinato perpetrado en contra de la familia Moore: Josiah (43 años), su esposa Sarah (39 años) y sus cuatro hijos: Herman (11 años), Katherine (10 años), Boyd (7 años) y Paul (4 años) y dos menores que fueron invitadas a pasar la noche en su casa, Ina (8 años) y Lena (12 años) Stillinger. 8 personas fueron asesinadas con un hacha, propiedad del patriarca de la familia, que fue encontrada en la escena del crimen. Tras seguirse diversas líneas de investigación y, aunque se señalaron a varios posibles sospechosos e inclusive se celebraron un par de juicios, nunca se halló al verdadero culpable y el caso quedó sin resolverse. En el 2016, dos amigos Caleb (Robert Adamson) y Denny (Jarrett Sleeper) comparten la búsqueda de fantasmas, junto con Jessy (Alex Frnka), la chica nueva de la escuela, quienes visitan la casa de los asesinatos de Villisca. Tras el recorrido turístico, se cuelan por la noche al lugar para realizar su propio recorrido en busca de actividad paranormal y lograr registrarla. Su estancia se complica cuando sucesos inexplicables comienzan a suceder y descubren que no están solos en el lugar, sumado a que dos de los matones de la escuela buscan cobrarles cuentas pendientes. Vemos lo clásico de las películas de terror, la lucha del bien y del mal, cuánta luz y oscuridad hay en nosotros, cómo estos seres sobrenaturales pueden aprovechar nuestra debilidad, nuestra tragedia y arrepentimiento, manipulando para así alimentar su poder. “La Casa De Las Masacres”, dirigida por Tony E. Valenzuela, creador de BlackBoxTV, el canal número uno en YouTube para ver Horror y Ciencia Ficción, es una película que logra ser muy entretenida, si bien la explicación de lo que sucedió aquella noche se basa en varias leyendas que rodean a los hechos, seguramente si se relataba como ocurrió en verdad, sería el doble de terrorífico. Presenta un guion confuso e inconsistente en ciertos pasajes del desarrollo de la historia e incluso en su estética, pero aun así presenta virtudes muy destacables, sobre todo en el último tramo de la cinta. El lugar ya ha sido objeto de diversos programas televisivos de caza fantasmas, psíquicos que han sido parte de dicha investigación, para poder entender lo ocurrido esa noche de 1912. Lo que indudablemente no podemos negar es que esta película hará que te intereses por el acontecimiento de Villisca que sigue atrayendo a muchos turistas al lugar. Los investigadores creen que todas las víctimas, excepto Lena Stillinger, estaban durmiendo en el momento de los ataques. También sospechan que Lena intentó defenderse, ya que se encontraba tumbada transversalmente en la cama y tenía una herida defensiva en el brazo. Además, Lena fue encontrada con su camisón largo empujado hasta la cintura (no llevaba ropa interior), lo que lleva a la especulación de que el asesino la abusó sexualmente o al menos lo intentó. A lo largo de la investigación surgieron muchos sospechosos posibles, incluyendo el reverendo George Kelly, quien realizó una confesión poco firme, ya que se decía que estaba un poco desequilibrado y quizás era un pedófilo, y que aparentemente tenía una relación con quien era un ministro ambulante que pasó a ser profesor en los servicios del Día del Niño, el 9 de junio, donde la familia Moore asistió a la iglesia. Él y su esposa salieron de la ciudad temprano el 10 de junio, el día en que los cuerpos fueron descubiertos. Otros de los sospechosos fueron Frank F. Jones, William Mansfield, Loving Mitchell y Henry Lee Moore. George Kelly fue juzgado dos veces por el asesinato. En la primera ocasión terminó con el desacuerdo del jurado, mientras que el segundo juicio terminó en un veredicto de no culpable. Otros sospechosos en la investigación también fueron exonerados. Hoy día la casa de los Moore está abierta al público como museo con fotografías y toda la evidencia que se logró reunir en aquel entonces esperando ser descifradas… Según se informa, la casa está súper encantada y te podes quedar en la casa para hacer tu propia caza de fantasmas. Advertencia: no es para los débiles de corazón. Un enigma que envuelve a esta antigua casa de madera blanca sigue siendo materia de investigación con registro de actividad paranormal activa en el presente. Sin ir más lejos, durante el 2014 un cliente se quedó a dormir y se apuñaló a sí mismo en el pecho. A más de 104 años del Asesinato del hacha de Villisca, como se lo conoce, que azotó a un tranquilo pueblo de EEUU, es un caso aún sin resolver y continúa rodeado de misterios. Así que… ¿Qué tan real fue la experiencia de este grupo de adolescentes? ¿Solo Leyenda urbana? Te lo dejamos a libre interpretación.
La casa de las masacres: Hacha sin filo. Como es habitual, llega la película de terror de la semana. Esta vez con casa embrujada, asesinatos cruentos y todos los clichés de historias basadas en eventos reales. Este año tuvimos varias propuestas de terror clase B, entre las más recientes podemos nombrar a Aplicación Siniestra (2016), Demonio (2016) y Nunca Digas su Nombre (2017). La Casa de las Masacres o The Axe Murders of Villisca (2017) se une a la larga lista de producciones independientes de terror que no agregan demasiado al género ni en lo estético ni en lo narrativo. El film, basado en hechos reales, cuenta los eventos ocurridos en una pequeña ciudad de Iowa (Villisca) en 1912. Durante una noche de junio, ocho personas (una madre, un padre, sus cuatro hijos y dos invitadas) fueron asesinados a hachazos por un psicópata, un caso que a día de hoy está aún sin resolver. 104 años después, Caleb y Denny, dos amigos interesados en la caza de fantasmas, y Jess, la nueva chica de la secundaria, deciden entrar en la casa donde ocurrió aquel baño de sangre con la esperanza de grabar actividad paranormal. Como es de esperar, empiezan a ocurrir eventos paranormales, crueles y sangrientos. Bueno, en realidad no. Uno podría esperar esto en un film de estas características, pero la realidad es que La Casa de las Masacres está atestada de escenas incongruentes y situaciones absurdas, donde el espectador no se asustará en ninguno de los 78 minutos de duración del largometraje. No solo la cinta no propone nada nuevo, sino que tampoco atina a hacer nada interesante para brindarle al público. Los personajes están muy desdibujados y cuesta generar empatía con ellos. Si vemos ejemplos recientes de buenas propuestas de esta índole, se nos viene El Conjuro 1 y 2 y la saga de Insidious, donde uno lograba empatizar con los protagonistas y de esta manera se enriquecía el relato. Lamentablemente el director falla a la hora de provocar al espectador emoción alguna. Ya no solo me refiero a terror sino a intriga en el desenlace o cualquier tipo de sentimiento más allá del aburrimiento y la previsibilidad. No aporta nada nuevo a un género plagado de relatos similares con mejores resultados en films como Poltergeist (1982), The Amityville Horror (1979) y The Others (2001). Quizás el problema radica en centrarse demasiado en los adolescentes, pero sin darnos nada destacable de ninguno de ellos. Caleb (Robert Adamson), Denny (Jarrett Sleeper) y Jessica (Alex Frnka), realizan una visita nocturna y clandestina a la casona donde ocurrieron los asesinatos. Como era anticipable, esto se debe a que los chicos poseen un canal de Youtube donde relatan hechos paranormales. En síntesis, La Casa de las Masacres es otra de esos tantos films de terror decepcionantes que se vienen estrenando últimamente. Una cinta que no logra asustar ni resaltar a nivel narrativo o artístico. Una película de casas embrujadas que no puede superar los estereotipos.
El asesinato de la familia Moore ocurrido en 1912 en Villisca, Iowa, es uno de crímenes sin resolver más famosos de los Estados Unidos. Una noche un psicópata asesinó a un matrimonio, sus dos hijos y dos niñas que tenían como invitadas en la casa. Aunque en la investigación de los hechos hubo varios sospechosos, inclusive miembros directos de la familia, todos fueron absueltos porque la policía jamás pudo encontrar pruebas concretas que vincularan a esas personas con los crímenes. Desde entonces el caso se convirtió en una historia de culto para los aficionados a estas temáticas y en la casa donde sucedieron los hechos actualmente se ofrecen guías turísticas. Inclusive por 200 dólares los morbosos pueden quedarse a dormir una noche en las habitaciones donde decapitaron a los Moore. La película del director Tony Valenzuela que se relaciona con esta historia real es una película clase B que intenta darle una explicación sobrenatural a los crímenes. La trama presenta a los clásicos adolescentes estúpidos que generan que el espectador simpatice con los villanos por las acciones que emprenden. El film apena aborda los hechos reales, que es el único momento en que el conflicto se vuelve interesante, y el foco de atención está puesto en una amenaza de origen fantástico. La película es bastante correcta en la parte técnica pero Valenzuela no hace nada por convertir esta propuesta en una obra de terror. Sus recursos para generar situaciones de tensión son un despliegue de clichés que vimos en cientos de películas sobre fantasmas y por eso su labor resulta fallida. Tal vez para aquellos espectadores más jóvenes que recién empiezan a ver películas de terror esto pueda resultar un poco más entretenido, pero para el resto es otra película olvidable de terror que no aporta nada interesante.
La masacre al cine de terror El género de terror es uno de los más explotados en la industria del cine, no hay nada de nuevo en esta afirmación, sin embargo la novedad es la realización de una serie de tramas donde poco importa la historia, narrativa o al menos el desarrollo de los personajes, todos tienden a generar una reacción inmediata mediante un giro de cámara repentino, algún efecto de computadora o una banda sonora. En definitiva, este tipo de films no genera absolutamente nada. Es el caso de La casa de las masacres (Axe Murder of Villisca, 2017), que dirige Tony E. Valenzuela. La historia arranca durante una noche de junio de 1912, en la cual ocho personas -entre ellas una madre, un padre, sus cuatro hijos y dos invitadas- fueron asesinadas a hachazos por un psicópata en la pequeña ciudad de Villisca, Iowa. Un caso que al día de hoy está aún sin resolver y tres jóvenes en la típica búsqueda de fama y dinero a través de la viralización de videos irán a investigar qué es lo que ocurrió en dicho lugar. Una premisa poco atractiva para ver, saturada de cliché del cine de terror que de muy mala manera trata de abordar varios ítems que se pueden presentar: lo paranormal, que por los pobres efectos especiales con que cuenta el director no ayuda para nada en la credibilidad de los hechos, los típicos chicos rebeldes que tienen problemas personales y tratan de olvidarse de ello consiguiendo fama o dinero, algo que realmente no se llega a desarrollar de buena manera debido a que tardan tanto en la presentación y aparición de personajes irrelevantes que olvidan contar sus motivaciones, y el porqué de cada reacción. "Las películas de terror son como un campo de entrenamiento para la mente” así lo afirmó una vez el mítico director Wes Craven, quien era un especialista en esta materia y sabía muy bien cómo generar un impacto en el espectador. Esta es la frase que tal vez los realizadores contemporáneos deberían tratar de aplicar a sus películas y no intentar hacer un gran laberinto sin sentido para la mente.
La casa de las masacres (The axe murders of Villisca, 2016) es una de esas tantas películas de terror típicas que pululan por internet y que por arte de magia se estrenan en cines para cumplir con la cuota de terror. A pesar de que su título es muy prometedor, que su afiche evoca al mejor cine slasher (ese de asesino enmascarado que mata adolescentes) y que su duración de 77 minutos es perfecta, el film pierde en casi todos los frentes. Digo en casi todos porque los actores principales son convincentes en sus personajes unidimensionales; no es que importen mucho, pero por lo menos hacen lo mejor que pueden con su material. También funciona la prolija dirección de fotografía por parte de Jeffrey Waldron, quien aprovecha los espacios exteriores para dar la idea de un pueblo abandonado. Incluso su corta duración es un plus, en una época en que las películas duran, a veces innecesariamente, más de 100 minutos; encontrar una así es algo raro. Su director, Tony E. Valenzuela, se dio cuenta de que no podía explotar de más lo que tenía en manos y se dedica a filmar literalmente el guion escrito por Owen Egerton. Y eso es todo, porque la historia que prometía ser interesante queda en sólo una excusa para hacer una de terror que no tiene escenas de miedo, ni de sustos, ni nada. Las apariciones de fantasmas no generan nada, la sangre tampoco. No hay construcción de suspenso, ni clima, todo se ve venir, incluso su predecible y sin sentido final que ya se sabe a los diez minutos de empezada. La casa de las masacres, cuyo título original es mucho más llamativo, termina siendo una de esas ficciones que se aprovechan de grandes éxitos de otros (más precisamente de Insidious de James Wan) pero que no logra nada. Por si no les quedó claro, es de esas que si la encontraras un domingo de lluvia aburrido, aun así la pasarías de largo.
El terror nuestro de cada semana. En este caso un hecho real ocurrido en 1912, en una casa de Iowa donde ocho personas fueron matadas a hachazos, sin que nunca se encontrara al asesino. A estos datos se suma los consabidos adolescentes que deciden investigar fantasmas en el lugar, y no contentos con el tour diurno, deciden invadir la casa. Son una chica y dos muchachos. Más otros dos que llegan para vengar rivalidades colegiales. Ya en la casa reviven asesinos y asesinadas, con todos los lugares comunes que ya vimos en tantas y tantas películas. Una más de regalitos de otro mundo, sangre, apariciones, ruiditos. En fin. Los que salvan ¿harán una remake? Crucemos los dedos.
Terror maltrecho y mal hecho Esta película parte de unos asesinatos a hachazos en 1912 ocurridos en Iowa. Adolescentes, en el presente, van a visitar la casa y a partir de allí comienza un revoltijo de lo sobrenatural, fantasmitas y fantasmones, algún conflicto con un video sexual en Internet, una tragedia criminal de uno de los protagonistas y cuentas pendientes. Este film es una ensalada maltrecha y mal hecha, con recursos bajísimos en imagen y sonido, que jamás atrapa ni logra la más mínima fluidez; tampoco ofrece alguna actuación consistente. A veces, ante películas pésimas como ésta queda la esperanza de que sean tan malas que pasen al nivel de delirio disfrutable, pero tampoco es el caso.
Trae realmente pocas novedades esta nueva película sobre grupo de chicos adolescentes fascinados con las viejas historias de masacres y fantasmas que se meten en la que, cien años atrás, vio morir a una familia entera a manos de un loco con un hacha. Estudiantina en busca de excitaciones fuertes se combina con maldición un poco tosca, de esas que se materializan y desarrollan porqué sí y a fuerza de sustos de efecto. De todas formas, Valenzuela no filma mal, como demuestra sobre todo en la primera parte, y el trío protagónico, junto a los bullys enemigos, es interesante.
El cine de género ha caído, en algunos casos, como este, a niveles de repetición inimaginables. La vieja historia de la casa endemoniada intenta una vez más sorprender con la narración de los hechos vividos por un grupo de jóvenes que se preparan para sorprenderse en la escena de un crimen. Con actuaciones de mala calidad, una facturación técnica sospechosa, y las claras intenciones de emular fórmulas sin lograrlo, esta propuesta debe ser evitada en las salas.
Nos encontramos frente a la ópera prima de Tony E. Valenzuela y el guión de Owen Egerton. Una casa especial en la cual han ocurrido hechos terroríficos, está llena de muerte, sangre y torturas, varias personas murieron en ella y nada quedó muy claro acerca de lo que sucedió realmente esa madrugada, muchos dicen que fue el hombre del hacha. Pasan los años, dos amigos Caleb (Robert Adamson) y Denny (Jarrett Sleeper) junto con Jessy (Alex Frnka), están dispuesto a habitarla y encontrar el fantasma y revelar el misterio. Nos encontramos frente a la clásica película de terror. Las actuaciones de Robert Adamson, Alex Fmka y Jarret Sleeper son correctas, tienen buena química, un buen trabajo de sonido, un maquillaje simple y una fotografía solida. Su dirección de arte, efectos especiales, entre otros elementos resulta pobre. Su trama comienza bien pero no tarda en perder el encanto, además se vieron muchos films de casas poseídas y escenas gore.
Curioso itinerariopara hacer en Iowa Aparentemente, una de las cosas más interesantes que se pueden hacer en Iowa es visitar el museo dedicado a la masacre de Villisca, legendaria e inexplicada serie de homicidios que no sólo fomenta el turismo local, sino que ahora también dio lugar a esta película de bajo costo y look mucho más digital de lo necesario, sobre todo dada la naturaleza del tema. Es que, hasta ahora, el director Tony E. Valenzuela nunca había salido de YouTube, donde ha logrado desarrollar su canal propio dedicado al genero fantástico, BlackboxTV. Justamente, este primer largometraje no sólo tiene un look de publicidad de internet, sino que además no logra darle mucha fluidez a su historia sobre dos amigos adolescentes que, justo antes de que uno de ellos vaya a vivir a otro pueblo, deciden ir a buscar espectros a Villisca. Y el plan varonil es perturbado por una intrusiva chica sexy de Chicago, que evidentemente no sabe bien qué se puede hacer en Iowa. La película demora mucho en arrancar. Cuando lo hace, ofrece más de un par de horrores interesantes, pero sólo de manera intermitente, como si todo hubiera estado pensado para ver de a ratos por YouTube.
La casa de las masacres es un hachazo al cine de terror Sin pretender la sorna ni el chiste fácil, se podría decir que la única masacre de La casa de las masacres es la que su director, Tony E. Valenzuela, comete contra el cine de terror. El teórico André Bazin decía que es preciso que podamos creer en la realidad de los fenómenos sabiendo sin embargo que son trucados. Y esa es la principal falla de la película, basada en uno de los más desconcertantes asesinatos perpetrados en Iowa en 1912 contra una familia, también conocido como “los asesinatos con hacha en Villisca”. Los protagonistas son tres jóvenes que están terminando el bachillerato: Caleb y Danny, dos amigos que comparten el interés por la búsqueda de actividad paranormal, y Jessy, la chica nueva del colegio a quien los jóvenes incorporan para ir a visitar la casa de los asesinatos, que en la actualidad es un museo para turistas. La casa de las masacres hace todo lo que no se debe hacer. El abuso del trazo grueso para contar la historia, la despreocupación por la lógica y la verosimilitud de la trama, la mezcla de subgéneros irreconciliables (el de fantasmas y el de historias basadas en crímenes), la mala utilización de los recursos del género (el sonido que sube de golpe, las apariciones repentinas, focos que se prenden y apagan), las pésimas actuaciones, la incorporación de personajes insólitos (una mujer que aparece de la nada), el desenlace descabellado y ridículo, la historia de amor que termina de la manera más cursi y trillada, son algunas de las muchas falencias que tiene la película. Pero el problema ni siquiera es todo esto, sino que encima se nota la intención de incorporar a la fuerza los mencionados elementos y recursos, como si el uso de los mismos fuera una obligación más que una necesidad del relato. El filme no muestra en ningún momento un mínimo de sensibilidad hacia el terror. Los personajes están delineados de la manera más cuadrada, al igual que la historia. Y lo peor de todo es que no mete miedo en ningún momento, ni siquiera un simple susto.
LA CASA DE LA VERGÜENZA La casa de las masacres es un cruce entre la tradición y las tendencias actuales: la vieja tradición norteamericana de convertir en monumentos las casas donde ocurrieron asesinatos brutales o supuestos hechos sobrenaturales, para luego hacer películas sobre aquello; y la tendencia moderna de destripar a fondo el filo inagotable que ofrece el cine de terror, haciendo películas baratas en el peor de los sentidos; es decir: berretas, sin alma, mal actuadas, pésimamente editadas y lo peor de todo, poco interesantes y aburridas. La película de Valenzuela cuenta la historia de dos chicos y una chica con conflictos genéricos y un poco absurdos. Uno de ellos es gay y ama al otro (hétero) en secreto, el otro se quiere ir del pueblo porque huye de un confuso pasado como ladrón de tiendas, y a la chica todos la odian en la escuela porque cogió con uno que la filmó y subió el video a internet (?). Por alguna razón, la misma tarde en la cual están los tres juntos por primera vez, deciden que es una buena idea ir a conocer la casa de la masacre de Villisca, que existe en la vida real y que funciona como una especie de monumento al asesinato de una familia a hachazos (todo lo último es literal). Por supuesto, la casa está embrujada y, desde el más allá, obligará a nuestros protagonistas a enfrentarse y resolver los conflictos internos anteriormente mencionados, si es que quieren salir con vida. El gran problema de La casa de las masacres es que nunca trasciende el molde burocrático en el que fue concebida. Todo es previsible y obvio, no hay una sola idea interesante que aparezca para salvarla del desastre. Incluso es burocrática a la hora de utilizar referencias, por ejemplo cuando uno de los personajes nombra a Poltergeist mencionando aquellos elementos de la película que no tienen nada que ver con la conversación que están teniendo, la intención es nombrar la película de Hooper por pura pose, sin ningún criterio estético. Luego podemos enumerar la serie de elementos que están mal, aunque tampoco nos detendremos demasiado. Lo pésimo de las actuaciones sólo es opacado por lo vergonzoso de los efectos de miedo que apelan al susto fácil y al sonidista, que se compró un octavador de voz y lo usa en todos los personajes malos o poseídos por la maldad. Todas cosas que podríamos obviar si un minuto de esta película fuera entretenido. La casa de las masacres es de esas películas que enojan, sobre todo al espectador asiduo al cine de terror que año tras año ve cómo cada vez más se acumulan producciones de este estilo, y se queda a la espera de algún oasis como el cine de Fede Alvarez por ejemplo. De todas maneras, a pesar de ser horrible, la película de Velenzuela tiene una ventaja, no es Transformers: el último caballero que es la peor del año sin dudas.
Cada vez pasa menos, pero todavía es común leer a críticos enojados con los estereotipos. Que la repetición, que siempre lo mismo, que la originalidad. Pero el terror es un género que respira gracias a la fuerza de personajes, conflictos y situaciones previsibles: como en una buena parte de los relatos clásicos, no se trata de innovar, sino de entender las reglas y de ejecutarlas con eficacia. El respeto por la fórmula vale más que cualquier ruptura o presunta novedad. La casa de las masacres (el título local miente: solo hay una, en singular) sugiere que lo suyo no son esas veleidades, sino la confección correcta, casi sumaria, de los lugares comunes mínimos del género. Tres personajes desclasados salen a buscar una aventura que el pueblito y sus habitantes provincianos parecen negarles. El director retrata bien esa escena primigenia tan cara al cine norteamericano y hasta se anima a hacer algunos planos lindos que señalan una leve nostalgia por el fin de una era: terminar el secundario, ingresar a la adultez, irse del pueblo. La película no promete nada muy elaborado y uno la mira sin esperar mucho; ese contrato funciona, al menos hasta que los personajes entran de noche a la casa del título y el director demuestra no tener idea de qué hacer de allí en más. Algunos sustos forzados vienen a remediar una incapacidad absoluta para construir suspenso y una pareja de bullys cumplen pobremente con la tarea de proveer una amenaza. Ese horror precario deja paso a la psicología y a unos flashbacks imposibles que interrumpen la acción y subrayan que las peripecias del trío se parecen más a un ajuste de cuentas con su propio pasado que a una situación real de peligro. El terror como diván berreta. Hay almas en pena, nenas muertas y posesiones, pero todo se vuelve el insumo de una catarsis grupal. Los tres protagonistas permanecen más o menos igual toda la película: peinados, lustrosos y con cara de haber pasado por la secundaria hace muchos años. Al interior del trío, surge algún enamoramiento intempestivo, pero el triángulo formado por delincuente-gay-chica fácil no deja muchos resquicios para el amor. Al final hay como un videoclip donde los malos muertos se levantan, caminan y miran a cámara con pose de bad boys.
Hay personas que son curiosas por demás. Son intrépidas de nacimiento, sin medir las consecuencias que sus acciones pueden ocasionar. Estas características se acentúan, en la mayoría de los casos durante la adolescencia. Como son los tres cooprotagonistas de esta película, que tienen inquietudes por investigar conductas paranormales y van de visita a una casa-museo, conocida como la casa de las masacres. Con la intención de retratar un hecho muy particular ocurrido el 9 de junio de 1912, en Villisca, estado de Iowa, Estados Unidos, el director Tony E. Valenzuela trata de desentrañar con una producción de terror un misterio jamás dilucidado en más de 100 años, sobre una matanza producida por un hombre que entró esa noche a la casa de la familia Moore, donde asesinó a 8 personas y nunca descubrieron quién fue el culpable. Caleb (Robert Adamson) y Denny (Jarrett Sleeper) son amigos desde hace 6 años y tienen como hobby cazar fantasmas. Por ese motivo, a medida que pudieron, compraron el equipo mínimo y necesario para detectar estos eventos extrasensoriales. A esta excursión se les suma Jess (Alex Frnka) y los tres van de visita a esa famosa casa. Pero, las necesidades que tienen ellos por descubrir verdaderamente un caso son más fuertes que la razón y la sensatez, y así entran de noche para tratar de contactarse con los espíritus. Los avezados amantes de este género sabrán qué les sucederá a los jóvenes, contra quienes tendrán que luchar, el peligro que correrán, etc. Es decir, no hay sorpresas ni innovaciones, sólo más de lo mismo. La única que sale airosa es Jess, quien además de aportar su belleza, muestra una gran capacidad gestual ante los continuos cambios de ánimo que sufre su personaje, haciéndolo más creíble. Es tan trillado el tema de las casas embrujadas, aunque esta realización esté basada en un hecho verídico, que, por más que se tengan buenas intenciones en filmar una de terror, siempre es necesario darle una vuelta de tuerca al género para que resulte atractivo y atrapante, pero, en este caso, la tuerca no giró todo lo posible y el resultado está a la vista.
La masacre de Villisca, Iowa, es otro de los tantos crímenes que se encuentran en los anales de la historia criminal americana por su brutalidad, ferocidad y falta de sentido alguno. Cien años después, han habido muchos sospechosos pero ninguna solución fehaciente a la matanza que se cobró la vida de seis niños y dos adultos. Esta tragedia real ha tomado forma en la película de Tony E. Valenzuela y The Axe Murders of Villisca recupera esta tragedia para narrar una historia convencional de esas que pueblan las salas todas las semanas. Comenzando con un escalofriante prólogo, tal vez una de las mejores y más perturbadoras escenas que propone, el foco de la acción se concentra en un trío de adolescentes de escuela secundaria. Uno de ellos es Caleb (Robert Adamson) quien cursa los últimos días de colegio y también el aniversario de la muerte de su padre. Su mejor amigo es Denny (Jarrett Sleeper), un muchacho ya egresado que sobrepone el estigma de ser tildado de homosexual con un programa de cacería espiritual junto a su amigo, a la vez que busca superar una triste historia familiar. Al terceto lo completa la forastera Jess (Alex Frnka), que sufre del escarnio público luego de que toda la escuela comparta un video teniendo sexo con el chico más popular en una fiesta. Los caminos de los tres confluyen en el último programa de los muchachos y la visita a la casa donde ocurrieron los crímenes dos siglos atrás. Quizás no sea para nada original el planteo, ni tampoco el enfoque que le da Valenzuela a la historia con el guión de Kevin Abrams y Owen Egerton, pero lo cierto es que The Axe Murders… no es aburrida. No aporta nada al género, pero está bien filmada, bastante más que otras compañeras de género y de mayor presupuesto. Gran parte de que no caiga completamente en el olvido es que el trío protagonista tiene carisma y actúan como los buenos adolescentes que son. O que componen al menos, porque claramente están un poco creciditos. El drama familiar de Caleb tiene un desarrollo atípico y la nube tormentosa maligna que rodea a la casa se nutre de ello. Con lo que llegamos a un punto crucial de la trama: la posesión sobrenatural, que remite demasiado a películas superiores como The Shining y Event Horizon por mencionar las primeras que se vienen a la mente. No es una mala explicación y funciona en el marco de la película, pero hay una gran pereza a la hora de elegir el motivo de tamaña maldad. El halo de misterio con respecto a la masacre hubiese servido mejor ubicándola en tiempo y espacio ocurridos, pero al transcurrir en la actualidad para congraciarse con los jóvenes millenials en la platea le quita un poco ese costado siniestro que bien podría haber funcionado, como lo hace cuando se vislumbra un poco el crimen con el genial reverendo poseído que interpreta Sean Whalen. Para ser un slasher sobrenatural, The Axe Murders of Villisca funciona de a ratos, pero le falta sangre y violencia. No es terriblemente mala, pero maneja una línea de mediocridad que puede sorprender a los neófitos del género, pero los voraces fanáticos tendrán poco que masticar en esta correcta propuesta.