Islas chinas La forma exacta de las islas (2012) es un documental abordado desde varias líneas narrativas cuyo valor radica en el enfoque diferente que ofrece sobre la guerra de Malvinas. Una mujer (Julieta Vitullo) viaja en 2006 a las islas del atlántico sur como parte de una tesis que está realizando sobre La guerra de Malvinas y como está tratada en la literatura y el cine. En ese viaje conoce a dos ex combatientes y filma sus reflexiones sobre la guerra y lo que vino después. En 2010 Daniel Casabé y Edgardo Dieleke (Cracks de nácar, 2011) viajan a las islas para hacer un documental sobre aquel documental casero. Con un abordaje bastante complejo que juega con la fragmentación y las temporalidades, La forma exacta de las islas funciona como una caja china de la que se van desprendiendo historias de las historias que van surgiendo, y esto hace que se necesite de un espectador activo que vaya hilvanando todo y armando el rompecabezas que se le presenta. Testimonios que se contraponen, silencios impuestos, festejos rechazados, muertes prematuras y una guerra absurda construyen un relato filmado en una tierra que resulta tan propia como ajena, tanto para los unos como para los otros, pero que a todos los protagonistas los ha marcado a fuego por diferentes circunstancias que se irán develando a medida que la historia avanza. Alejado de la corrección política, tanto por la forma como por lo que del mismo relato se desprende, La forma exacta de las islas ofrece un abordaje distinto sobre un tema que siempre recurre al cliché para no herir sensibilidades y ser políticamente correcto. Este no es el caso.
El lugar de las respuestas. Para la mayoría de nosotros las Malvinas son un misterio. Seguramente a muy pocos argentinos se les cruce por la cabeza hacer un viaje a las islas. Algunos las tendrán negadas por la derrota, otros porque dejaron su piel y sus amigos, y la mayoría simplemente porque lo poco que sabemos es que son frías, áridas, y tan cercanas para reclamarlas nuestras como lejanas para visitarlas. Ahí, en el misterio de las islas, se mete el documental de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, porque como bien nos aclaran al principio, esto no es una película sobre la guerra; de hecho, en algún punto, vuelve a ser una película sobre amigos. Como su genial ópera prima Cracks de Nácar, donde los gigantes Morelli y Serra jugaban a su fútbol de botones y tiraban anécdotas cien veces más graciosas que un show entero de cualquier standupero de avenida Corrientes. Claro que a diferencia del tono cómico de Cracks…, hay acá un registro trágico. Incluso los tiempos de los planos se acomodan a la soledad y a la rudeza de las islas. La verborragia y la comicidad son reemplazadas por las palabras medidas de protagonistas de historias de dolor y de pérdidas; eso sí, siempre desmarcándose bien de la sensiblería y el lugar común. Carlos y Dacio, los amigos, son veteranos de la guerra y formaron parte de unas filmaciones de Julieta, el eje central del documental. Julieta Vitullo viajó a las islas para realizar su tesis y de casualidad los conoció. Pensaba realizar un trabajo académico sobre la literatura y el cine en torno a la Guerra de Malvinas, pero, como dice Carlos, sus nuevos amigos le dieron vuelta lo que tenía pensado y se dispuso a seguirlos y filmarlos durante una semana. A partir de esas filmaciones nace La Forma Exacta de las Islas, que por un lado narra la vuelta a Malvinas de los excombatientes, y por el otro, la vuelta de Julieta. Y en estos dos regresos a ese viaje “cambia vidas” y, por qué no, “salvavidas”, nosotros hacemos una visita a esas malditas Malvinas que de otro modo nunca haríamos. Las Formas… es una película dentro de otra y un viaje dentro de otro viaje. Y esa duplicidad se da también en la vida de los protagonistas, así como Carlos y Dacio vuelven porque lo necesitan, porque -cómo dice Julieta haciendo voice over- la víctima es la que necesita volver al lugar del crimen bajo la esperanza de cambiar ese resultado injusto que la dañó, ella también necesita volver para seguir con su vida. Porque así como las islas cambiaron su tesis, la cambiaron entera. Como a Carlos y a Dacio, las islas se le hicieron carne. Ese lugar allá lejos, en la nada misma, ignorado por los ingleses hasta el momento del último conflicto, va a estar cerca nuestro siempre... y bien lejos también.
Malvinas, en presente El cine argentino se ha ocupado bastante, tanto desde el documental como desde la ficción, de la Guerra de Malvinas. Sin embargo, no demasiadas veces ha logrado describir con más delicadeza que estridencia, con una mirada más íntima que política, las historias de vida de aquellos que directa o indirectamente estuvieron ligados con aquel conflicto de 1982, como Daniel Casabé y Edgardo Dieleke lo hicieron en La forma exacta de las islas. La estructura del film es un poco intrincada, pero también en su complejidad reside buena parte del atractivo. Hay un primer viaje concretado en diciembre de 2006 sobre Carlos y Dacio, dos veteranos de guerra que regresan a las islas y son filmados de manera muy casera durante una semana por una muchacha llamada Julieta. Y hay un segundo registro realizado cuatro años más tarde, que sirve -de alguna manera- para que ella pudiera completar todo lo que aquel film original había dejado pendiente. Es en esa sumatoria de miradas y voces de diferentes épocas (1982, 2006 y 2010), en ese abanico de perspectivas (las de los veteranos retratados; la de la joven que se ha involucrado sentimentalmente y ha atravesado momentos muy fuertes ligados a su maternidad, la de los pobladores del lugar que prestan sus testimonios en cámara; y, claro, la de los dos directores que construyen el relato) que La forma exacta de las islas se convierte en un caleidoscopio a través del que van aflorando las sensaciones, las emociones y, claro, las experiencias más traumáticas, las heridas aún abiertas que dejó la guerra con su carga de angustias y sus traumas. Se trata de un film que, más allá de los cuestionamientos que pueda hacérsele (algunas indecisiones narrativas, ciertos abusos con la voz en off o una musicalización no siempre funcional), resulta un acercamiento sensible, profundo, potente y distinto a lo que estamos acostumbrados a un tema tan controvertido, doloroso y con tantas connotaciones como este. Bienvenido sea.
Una interesante manera de tratar de descifrar el significado de estas islas, entre una investigadora, dos excombatientes que regresan y una mirada que intenta respuestas.
Una reflexión lúcida Las Islas Malvinas, su historia, la guerra y sus secuelas son uno de esos temas que manteniendo su estatus crucial para la identidad argentina, no termina de ser abordado en su totalidad. Y el cine, la propia historia de Malvinas en el cine de los últimos años, tiene múltiples ejemplos de lo inasible del tema. Las Islas Malvinas, su historia, la guerra y sus secuelas son uno de esos temas que manteniendo su estatus crucial para la identidad argentina, no termina de ser abordado en su totalidad. Y el cine, la propia historia de Malvinas en el cine de los últimos años, tiene múltiples ejemplos de lo inasible del tema. La forma exacta de las islas no pretende ser una película definitiva de la cuestión, pero en su intento de entender sus múltiples abordajes y los riesgos que toma a la hora de la puesta, la convierten en una película-ensayo que se acerca bastante a un todo, que por supuesto, puede incorporar otras miradas a futuro. La literatura y el cine sobre Malvinas es el eje de la tesis de Julieta, que llega a las islas para terminar su estudio, pero allí conoce a dos veteranos que volvieron después de 25 años a encontrar su pasado, a cerrar heridas. Ese encuentro hace que Julieta cambie, se sume a los ex combatientes y luego, años después, regrese a ese territorio desolado, esta vez con Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, los dos directores de la película. Lúcida reflexión sobre el tiempo, el nacionalismo, el cine como vehículo para entender los procesos históricos y sobre todo para dejar un documento sobre la experiencia personal, en su búsqueda inteligente y original, la película está más cerca de personajes ficcionales pero tan reales como trágicos de Los Pichiciegos de la novela de Rodolfo Fogwill, que de esa supuesta épica que se le inyecta a la fuerza a todas las guerras.
Sobre Malvinas, sin guerra ni geopolítica Tras diversas demoras se estrena este documental filmado en las Islas Malvinas. No se vincula, el estreno, con alguna fecha oficial evocativa de la Guerra. Y sólo por casualidad coincide con el actual impulso al Mapamundi de Arno Peters, que reconfigura el clásico (y colonialista) de Mercator. Esta no es una película sobre la Guerra, aclaran sus autores al comienzo. Ni es sobre geopolítica. Según vemos, es sobre personas que viven o vivieron en ese lugar lejano y desolado, y personas que quisieron ir a conocerlo, para confrontar la realidad con la fantasía, encontraron las huellas del dolor ajeno, sintieron las propias, y confirmaron que la vida sigue, siempre sigue. Se alternan dos viajes. El primero, de Julieta Vitullo, 2006, estudiante de Literatura en Eetados Unidos que quiso hacer una tesis sobre las Malvinas en la narración literaria, desde Charles Darwin y Julio Verne hasta Rodolfo Fogwill y Carlos Gamerro. La chica fue a confrontar imágenes y se encontró con Carlos Enriori y Dacio Agretti, veteranos que volvían a rendir tributo a los suyos, 25 años después de la Batalla del Monte Dos Hermanas. Ella los acompañó con su camarita. El segundo, 2010, lo hizo con Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, documentalistas que la fueron filmando. Ahí se oye a la estudiante leyendo páginas literarias, y se la ve charlando con varios lugareños. Entre ellos, un holandés cuya esposa murió en Trelew, otro que recuerda las caras de aturdimiento postbélico y la vecina que vivió la II Guerra Mundial y ahora se le mezclan las contiendas, y el viejo John Fawler, del "Penguin News", conocedor, criterioso, humorista (después alguien nos contará de su tristeza). La cámara aprovechó entonces a registrar diversos lugares bastante agradables, de atractiva calma, y los rostros atentos, a veces cordiales, de los isleños, como no se veían, por lo menos, desde "Argentinísima 2", de Fernando Ayala y Héctor Olivera, 1973. Habituada al viento y la soledad, si a esa gente se le preguntara por qué vive en ese rincón perdido del mundo quizá respondería como el viejo poeta cuando hablaba de su campo: "porque no es como aparenta, sino como yo lo quiero". Pero en ese viaje de 2010 ya no eran los veteranos, sino Julieta quien volvía, con sus propios recuerdos. Casabé y Dieleke, hábilmente, entremezclan los registros, dejan para casi el final una toma clave, sin sonido, un recuerdo amargo dicho casi a cámara, y, después de un pequeño fondo negro, rematan con un registro de 2007, en otro lugar y con otra voz. La forma exacta nunca es exacta, ni objetiva. La historia personal se relaciona con la de los otros. Y nadie vive enteramente aislado, aunque a veces se sienta muy solo.
Una forma exacta, múltiples lecturas A pesar de su título, La forma exacta de las islas no busca entregar un dibujo definitivo. Mejor aún, tampoco es una película redundante sobre un tema tan transitado: en el recorrido de una estudiante y dos ex combatientes aparece otra manera de narrarlo. ¿Otro documental sobre la Guerra de Malvinas? Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, directores de La forma exacta de las islas, se apuran en aclararlo bien de entrada en una placa antes de las primeras imágenes: definitivamente no. El espectador caerá en la cuenta, más temprano que tarde, de que los relatos entrecruzados de esta segunda colaboración entre los realizadores (antes firmaron juntos Cracks de nácar) tocan, rozan y profundizan temas que exceden por lejos la anécdota bélica. Aunque, en otro sentido, el film sí es sobre esa breve y cercana conflagración, la real y la mitológica, sobre varios de sus corolarios, algunos recuerdos y más de un fantasma. Esa forma exacta de las islas a la que hace mención el título –apropiación de una frase de la novela Las islas, de Carlos Gamerro– es, en realidad, inexacta, brumosa, inalcanzable. Casabé y Dieleke, reafirmando tal vez esa imposibilidad implícita en el nombre del documental, se acercan al material sin que entre sus intenciones se destaque el retrato objetivo. En cambio, es en las subjetividades de los diferentes puntos de vista donde encuentran un posible anclaje en la realidad (o realidades) de sus protagonistas. Casi dos películas al precio de una, La forma exacta... parte de un material nunca editado o exhibido pero sí filmado, con una cámara hogareña, por Julieta Vitullo, una joven que en 2006 visitó las islas como preparación para su tesis doctoral. Ese viaje de estudio y reflexión se transformaría rápidamente en algo muy distinto, al toparse casualmente con dos ex combatientes que visitaban por primera vez desde la guerra el lugar, tal vez con ánimos de exorcizar recuerdos traumáticos, de tratar heridas que no habían cicatrizado del todo. Cuatro años más tarde, en 2010, la dupla de directores recorrió las Malvinas junto a Vitullo para rastrear, a su vez, los recuerdos de ese otro viaje anterior. Volver a las Malvinas, entonces, esa es la cuestión central en La forma exacta de las islas. Aunque esos retornos no tengan las mismas causas ni consecuencias. Como si se tratara de un territorio mítico, cada uno tiene una imagen diferente de ese sitio alejado del mundo, y todos ellos, a su vez, poseen una razón para recordarlo y regresar, físicamente o a partir de la imaginación. “Es una verga el 2 de abril. Deberíamos estar de luto ese día, por la cagada que hicieron los milicos. Pero claro, ¿cómo vamos a estar de luto si estamos defendiendo la soberanía sobre las Malvinas? Hay un choque ahí... que no podemos desentrañar”, afirma Dacio Agretti, uno de los dos veteranos, en una escena íntima proveniente del material rodado por Vitullo, poniendo en palabras llanas y pertinentes uno de los ejes que deberían tenerse en cuenta en cualquier discusión sobre el tema. Más tarde, Dacio recordará a un ex compañero muerto en sus brazos en medio de la helada estepa malvinense. La “gesta” para algunos, la “cagada” para otros, le cede el lugar a la pérdida personal, que va transformándose en el motor central que mueve a los personajes. La necesidad del duelo, que vuelve a tener un enorme peso en una entrevista que Casabé, Dieleke y Vitullo le realizan a un kelper nacido en Holanda, y que volverá de manera poderosa y emotiva cerca del final, cuando una confesión de Vitullo –mantenida en secreto hasta ese momento por los realizadores– le otorgue al film una nueva capa de sentido y de sentimiento. Entre los méritos de La forma exacta de las islas no es menor el hecho de haber logrado un relato que hace a un lado más de una expectativa. Y que presenta ese lugar donde “clama el viento y ruge el mar” que llamamos islas Malvinas (y que otros llaman Falkland Islands) como un territorio que puede ser (y, de hecho, fue y sigue siendo) visto de maneras distintas, desde los tiempos de la visita de Darwin hasta la actualidad. Una tierra árida, bella y rústica que, merced a la potencia de lo simbólico, ha perdido ante los ojos de una mayoría (los no habitantes, los que nunca la han visitado) su componente de lugar real y concreto. Los realizadores recuperan, en parte, ese componente perdido y, al mismo tiempo, encuentran otros símbolos capaces de reemplazar el simple discurso geopolítico, histórico o patriótico. La forma exacta de las islas es, irónicamente, su multiplicidad de formas.
Los rastros de la pérdida Un documental que aborda las Islas Malvinas, pero no sobre la Guerra, sino como un estudio topográfico del lugar. "No es un filme acerca de la guerra” alerta La forma exacta de las islas. Y lo bien que hace este documental donde no hay aviones Pucará volando por debajo de la línea de radar, ni soldados argentinos sufriendo el frío inclemente. Lugares comunes al recordar el innecesario e injustificado conflicto bélico que duró 74 días en 1982. Este documental con carácter de road movie esculpe minuto a minuto todas las rugosidades de un sitio condenado: las Islas Malvinas. Es como un estudio topográfico del lugar, que explora, se mete en las entrañas de un terreno hostil que parece retratar fantasmas que lo habitan. En esta ocasión deambulan en el tiempo, los recuerdos de 1982, un viaje en diciembre de 2006 (Julieta Vitullo, quien busca culminar su tesis doctoral -hoy libro- Islas imaginadas: La guerra de Malvinas en la literatura y el cine argentino) y el regreso de ella cuatro años después a “su lugar de pertenencia”. En 2006, Vitullo se encontró de casualidad con Dacio Agretti y Carlos Enriori, dos ex combatientes argentinos que volvían a las islas 25 años después. Y su viaje cambió. Julieta comenzó un seguimiento de los hombres, entrevistándolos, registrando sus vivencias en un lugar cruzado por el dolor. O la sangre derramada por sus compañeros fallecidos que les hacen estallar lágrimas contra la piedra montañosa. Pura pérdida. La forma exacta de las islas tiene un complejo hilo narrativo que trenza etapas (1982, 2006, 2010), dándole un vértigo temporal que pierde en claridad. Quizás éste sea su sello distintivo a futuro. Una, dos, tres secuencias sobre el cementerio, un paneo de las cruces y lápidas se observa como lo más trillado de un filme que no cae en el lugar común. Porque este documental apunta a descubrir cosas nuevas, profundas, inéditas. Daniel Casabé y Edgardo Dieleke dirigieron la lograda Cracks de nácar (el del fútbol con botones) y se nota que saben sacarle el jugo a las pequeñas historias. Sin presionar desde un guión forzado, sino dejando que los personajes fluyan en su hábitat. Lo más logrado son los testimonios de isleños a los que Julieta entrevista en forma incisiva, sin temor a la respuesta difícil. El miedo ante la invasión argentina, por parte de los kelpers , aflora como un tren de confesiones. “La vida no es mejor acá, sólo es diferente”, dice uno de ellos. El exceso en el uso de la voz en off, con una impronta que roza el dramatismo, le quita fuerza a un filme que suma desde el silencio. Y el viento en primera fila.
En 2006, con la beca de una universidad norteamericana, Julieta Vitullo viaja a las Islas Malvinas para escribir su tesis sobre la guerra y sus repercusiones en la literatura y el cine argentinos. Julieta tenía ocho años cuando estalló la guerra; ella escarba una llaga pero, a diferencia de otros, le da un marco a su búsqueda. “Sólo los vencidos vuelven a buscar respuestas”, cita a alguien, Fogwill o Carlos Gamerro, que incluyó en su bibliografía. En ese trayecto, ella conoce a dos veteranos de guerra, Carlos Enriori y Dacio Agretti; ellos también, más que ningún otro, buscan respuestas. Julieta volverá a las Malvinas en 2010, bajo circunstancias personales más traumáticas; entrevistará a isleños, aprenderá algo más sobre la idiosincrasia del lugar. Pero son las vivencias con los ex combatientes, las de cuatro años antes, aquellas que marcan a fuego a la investigadora y a este documental. Enriori con sus reflexiones sobre el reclamo de soberanía enlutado y su retorno al velorio de un amigo en Dos Cerros; Agretti admirado por la belleza de las islas, con la memoria empañada por aquel crudo invierno. Pequeños momentos hacen a esta película atípica, saludablemente descomprimida de la tensión con que tanto ficciones como documentales abordan aquella temporada trágica.
Emoción y reflexión El cine argentino, al igual que la inmensa mayoría del discurso cultural, social y político nacional, ha construido un imaginario de certezas respecto a Malvinas. No hay preguntas, no hay dudas, sólo respuestas. Y son respuestas cómodas, donde siempre la culpa es de otro, generalmente encarnado en los ingleses, con su colonialismo a cuestas, o la dictadura militar, que decidió con total impunidad mandar a toda una generación a una derrota -y una muerte- segura. No deja de haber trozos de verdad en esa perspectiva que se ha ido construyendo, pero lo que ahí se intuye es que el dolor principal es el de la derrota, el de no haber podido triunfar. Lo que queda en el fondo es algo (lamentablemente) muy argentino, que es la épica del derrotado. Por eso es en extremo saludable que aparezca una película como La forma exacta de las islas. Y por varias razones, empezando por su premisa, centrada en Julieta Vitullo, una joven investigadora que en el 2006 viaja a las Malvinas para terminar una tesis doctoral sobre la literatura y el cine focalizados en el conflicto bélico de 1982. En las islas conoce a dos ex combatientes y ese encuentro le da un giro de 180 grados a sus planes, por lo que decide filmarlos durante una semana. Cuando retorne a las Malvinas en el 2010 ya no será la misma, ya que un suceso personal habrá afectado por completo su perspectiva. La forma exacta de las islas es un documental donde aparecen muchas voces, unidas por esa voz principal que es la de Julieta. Cada una de ellas tiene algo interesante para decir y el film les da su espacio para expresarse. Primero a los ex combatientes, alejados de la victimización, haciéndose cargo del dolor que cargan, de las pérdidas que sufrieron, del hecho traumático de su juventud, pero también de que ese mismo dolor no les sirve como excusa sino que los pone en un lugar de responsabilidad. En ese sentido, es ejemplar el monólogo de uno de ellos cuando se refiere al Día del Veterano, que conmemora el día del desembarco, cuestionando no sólo a la sociedad que festeja o justifica un hecho terrible, sino también a sí mismo -y por ende a todos los demás ex combatientes- por asistir vestido de uniforme, naturalizando algo que en verdad no tiene sentido. Luego a los isleños, que probablemente nunca tuvieron tantos minutos para pronunciarse como en este film, que aportan una mirada desde adentro, en el que la identidad está siempre a prueba, con una reafirmación de la pertenencia que no esquiva las ambivalencias, las contradicciones, las soledades, las marcas de lo que se tuvo y ya no está. También a las Malvinas mismas, a esas islas casi desoladas, a esos paisajes que se intuyen duros, hostiles incluso, a través de largos planos que bordean lo estático, y donde los silencios tienen mucho para decir. Pero la voz que más importa es la de Julieta. E importa más porque es mujer: en La forma exacta de las islas -con su título que remite a una herida universal y que es en verdad una paradoja, porque a lo largo de la narración lo que menos aparecen son precisiones, exactitudes- se problematiza como nunca la visión masculina sobre la guerra, descentrándola a través de la mirada femenina. A la vez, se pone explícitamente en crisis el discurso épico y sus ambiciones nacionalistas, contraponiendo una mirada personal, que es la de Julieta, con su propia tragedia, con su propio dolor, que a la vez es capaz de incorporar y abrazar otras tragedias, otros dolores. De ahí que el film consiga con una gran sensibilidad adquirir universalidad a partir de sumar relatos particulares. Lejos de las sentencias altisonantes, de los absolutismos que cierran discusiones, La forma exacta de las islas se hace cargo de los espacios vacíos referidos a Malvinas, no sólo a la guerra, sino a cuestiones anteriores y posteriores. En eso es también universal, porque no se aferra a fechas, a sucesos puntuales, sino a vidas que están formadas y atravesadas por mucho más que estrictos acontecimientos. Uno de los colaboradores del sitio, Javier Luzi, definió a este film como “emocionalmente reflexivo o reflexivamente emocional” y eso es totalmente cierto. Estamos ante un film que es inteligente porque piensa con el corazón.
Daniel Casabé y Edgardo Dieleke dirigen este segundo documental (tras "Cracks de nácar"), esta vez enfocado en un lugar muy particular: las Islas Malvinas. Pero así como al pensar en ellas, sobre todo al ser argentinos, uno piensa inmediatamente en la guerra con Inglaterra que tuvimos por ellas, lo primero que vemos en la película es una leyenda en la que nos ubica políticamente en situación, nos pone al tanto de lo más importante, pero luego aclara “Esta película no es sobre la guerra”. En realidad, este documental es sobre la tesis, que consiste en su propio documental también, que Julieta Vitullo hace sobre estas islas tan especiales. Es cierto que al poner en foco también a dos veteranos a lo largo de prácticamente toda la película el tema de la guerra está ahí, es necesario esperar un poquito más, ser testigos de diferentes historias para llegar a la verdadera, que es la que da la razón de ser al documental. Con esta estructura tan particular (que salta del 2006 al 2010) es que se desarrolla esta película de la mano de recuerdos, entrevistas y anotaciones, literatura y cine combinados. Es cuando llegamos a la última parte que terminamos de atar cabos, de relacionar diferentes tipos de pérdidas a los que se hizo alusión durante de un modo diferente, y de entender el porqué de la necesidad de volver a ese lugar que tuvo su protagonista. Ella tenía que cerrar una historia, tenía que volver, aunque no pudiera cambiar el final por uno ficticio. Diferentes personajes que afrontan sus traumas como pueden, en el particular marco de estas islas que son mucho más que una porción de tierra sobre el mar. Es un sitio con un clima horrible, pero del el que la gente que vive ahí no se quiere ir. “Hay que ser muy particular para vivir acá”, dice alguien en uno de los testimonios. Es que es un lugar remoto que no puede evitar estar atravesado por una guerra que dejó secuelas, como cada pérdida lo hace en la vida de cada persona. Una mirada distinta, personal, menos esquemática y llena de emoción. Un documental que no sólo aporta al género, sino a la historia de un lugar que está tan lleno de historias, valga la redundancia. Un film honesto, crudo en su registro, con un sonido ambiente que puede ensordecer, pero que funciona como una especie de sanación para su protagonista, que necesita ver este lugar esta vez con otros ojos, porque lo hace con otra experiencia vivida.
La cuestión Malvinas sigue siendo una herida lacerante en la sociedad argentina. Más allá de que por distintas cuestiones, siga en estado latente, su fuerza está intacta. Desde el cine, hemos tenido abordajes de ficción y algunos documentales que dan cuenta de elementos importantes para entender la naturaleza intrínseca del conflicto bélico de 1982. Llega ahora una realización que decide trabajar sobre esa matriz, pero para ello recurre a tres enfoques distintos, marcados por una temporalidad distinta. En 2006, Julieta Vitullo viaja a las islas del Atlántico Sur para profundizar el material necesario para una tesis. En esa oportunidad conocerá a dos ex combatientes que están tratando de reestructurar sus memorias (regresan al territorio casi 24 años después) de visita en Puerto Stanley (Argentino). Allí, de manera casera y un poco desprolija (para el formato cinematográfico) se obtienen testimonios duros, movilizantes sobre cuestiones que hoy en día nos siguen sorprendiendo. Recorridos en vehículos por las amplias planicies, tomas donde el viento es protagonista y el terreno rocoso de la isla van dando el marco geográfico para conocer más sobre la aridez de la vida allí. Años más tarde, en el 2010, los directores Daniel Casabé y Edgardo Dieleke (de quienes ya conocimos la interesante, "Cracks de nácar") regresan con ella a completar la tarea y saldar algunas cuestiones inconclusas que la investigadora trae y son muy personales. En este superponerse de las tres capas (la final sería la guerra misma), le da al documental un estilo bastante personal. Si bien conserva esa espíritu de transmisión, por momentos, tradicional, de la información con la que cuenta, lo cierto es que va generando un cierto espiral de intriga por ir descubriendo algo más de lo que se ve en forma explícita. En lo personal, me gustó la manera en que se editó el corte final (más allá de que demande cierto esfuerzo para el público) aunque, la calidad de la imagen y el audio en parte de la cinta le bajan la calificación. Es cierto que el registro original quizás no fue pensado para la pantalla grande, pero creo que nos debemos material de este tipo de abordajes en la máxima calidad posible. Más allá de eso, "La forma exacta de las islas" vale la pena.
Un documental algo complicado en su estructura, que cuenta tres historias casi simultáneamente, o más bien tres partes/etapas de una misma historia. El filme trata, por un lado, sobre dos veteranos de la Guerra de Malvinas que, en 2006, regresan al lugar en el que pelearon en 1982. Por otro, se cuenta el viaje a las islas de los dos documentalistas del filme, en 2011, con la intención de ver lo que pasó en esa visita de 2006. Lo hacen acompañados por una mujer que conoció y filmó a los soldados en su viaje, y entabló una fuerte relación con ellos (el material que vemos de ese viaje lo filmó por lo general ella y es bastante casero). A su vez, la tercera pata –central– es la guerra en sí y los ecos que produjo en todos ellos. Recuerdos, entrevistas, historias personales (uno de los soldados se relaciona sentimentalmente con esta mujer, con consecuencias imprevisibles) se mezclan en una interesante aunque un poco confusa historia. El aspecto más intrigante del filme es mostrar un costado diferente y no tan “blanco y negro” de lo que sucedió en la guerra y de la posición de algunos de los ex combatientes al respecto. (Crítica publicada durante el Festival de Mar del Plata 2012)
It’s hard to go for the heart and the brain at once: La forma exacta de las islas does it “We like to think that La forma exacta de las islas is a film that explores and takes to the extreme the possibilities of narrating traumatic experiences. The islands in our movie exceed the Malvinas War and its aftermath, and instead become a space for pain and transformation. How do you go back to a space of pain and loss? What does living on an island mean, more precisely on one of the most remote islands in the world”,” say Daniel Casabé and Edgardo Dieleke about the second documentary they’ve made together — they first teamed up for writing and directing Cracks de nácar (2011). Indeed, trauma is at the core of Casabé’s and Dieleke’s lucid documentary. That is to say, trauma in its many shapes and colours: on a political level, on social terms, but surely most important, on a deeply personal level. For that’s where the most telling and scarred testimonies lie. With an outmost perceptive eye, a truly discerning mind, and an admirable way with words, the filmmakers follow Julieta Vitulio, a young Argentine historian who first travels to the Malvinas back in 2006 in order to finish her thesis on literature and cinema about the 1982 war. Upon arrival there and by sheer chance, she meets two Argentine war veterans, Carlos Enriori and Dacio Agretti, who’ve returned to the islands after 25 years. It goes without saying, theirs is not going to be an easy visit. But it doesn’t have to be an ominous one either. Drawn by the richness of their experiences, the young historian changes her plans, and decides to film them during a week instead. From then on, not one but many stories gradually begin to take shape. All of them remarkably narrated, all of them invaluable, all of them unforgettable. Stories embodying the effects of the war on Argentine veterans, kelpers, local residents, and even one that Julieta carries on her shoulders. Aside from its sound achievements in cinematic terms — remarkably atmospheric and alluring cinematography, a smart use of sound to convey an unsettling undercurrent, the perfect pace to allow for introspection and emotional involvement, a skilled sense of storytelling — I’d say that arguably the greatest trait of La forma exacta de las islas is its point of view. It’s how it tackles a most complex issue in a manner that is as sincerely emotive as it is admirably analytical. It’s hard to go for the heart and the brain at once. It’s even harder to get it right. So the merit is double here. Incidentally, there’s also a second, and brief, trip that Julieta takes to return to the islands in 2010. But this time the reasons are entirely personal, and the trip proves to be unexpectedly luminous.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Un par de viajes a las islas Malvinas representan también un viaje interno que va más allá de las posiciones que puedan tomarse alrededor del territorio y del conflicto. Una investigadora que quiere terminar una tesis, un encuentro aleatorio con dos ex combatientes y un regreso configuran esta variación al mismo tiempo personal y social respecto de un tema que sigue siendo parte dolorosa de nuestro imaginario.