Cómo ser funcional a Clarín y no morir en el intento Es inevitable no escribir de La guerra del fracking (2013) sin contextualizarla desde lo político. A pesar de que uno quisiera evitarlo resulta imposible ya que la película es puramente política y su repentino estreno tiene una vinculación directa con las próximas elecciones legislativas donde su director es candidato a senador. Primero definamos que es el fracking y para que se utiliza. En pocas palabras y según la explicación académica es una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo. El procedimiento consiste en la inyección a presión de algún material en el terreno (típicamente agua), con el objetivo de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo y que son típicamente menores a 1 mm, y favoreciendo así su salida hacia el exterior. Habitualmente el material inyectado es agua con arena y productos químicos, aunque ocasionalmente se pueden emplear espumas o gases o uranio. La guerra del fracking es una película que "intenta" denunciar como el uso de esta técnica a través de un acuerdo entre YPF y Chevron en Vaca Muerta (Provincia de Neuquén) produce estragos en el medio ambiente. Fernando "Pino" Solanas, candidato a Senador Nacional por la alianza UNEN, estrena la película en medio de una fuerte campaña política opositora y donde el eje central está puesto en acusar directamente al gobierno nacional. No sabemos si el fracking es bueno o malo ni tampoco es nuestra tarea averiguarlo pero al menos lo que uno espera de este tipo de películas es que la investigación sea seria y no solo fundamentada en hipótesis no resueltas. Una sucesión de testimonios y denuncias basadas en supuestas problemáticas ambientales y geológicas en la vos de expertos que en ningún momento presentan prueba alguna componen este collage cinematográfico más cercano a las investigaciones televisivas de Jorge Lanata en Periodismo para todos que a un documental serio. Durante la investigación aparecen testimonios representativos de comunidades mapuches compuestas por no más de cinco personas, manifestaciones supuestamente multitudinarias en las que se evita abrir el plano para no mostrar que no hay nadie, y lo más insólito es una absurda comparación de una zona custodiada por dos guardias con un campo de concentración. Una sucesión de situaciones absurdas comparables con la señal de cable TN, cuyo micrófono aparecerá en un primer plano durante algún que otro pasaje del film con un Solanas exponiendo sus contradicciones políticas de manera sistemática. La forma de encarar el documental por parte de Fernando "Pino" Solanas, en donde su ego cumple un rol esencial y hasta protagónico (su vos lleva el relato, aparecerá en todas las escenas de archivo opinando y contradiciéndose, y además oficiará de entrevistador e interlocutor) puede gustar o no, pero lo que de ninguna manera se puede sostener es que se denuncie sin ninguna prueba, se manipule la información y se juegue con el espectador para sacar un rédito político. En épocas en las que todos sabemos cómo manejan la información los medios hegemónicos parece mentira que aquel hombre que alguna vez dirigió películas como Los hijos de Fierro (1975) y La hora de los hornos (1968) haya cambiado los sindicatos por el Malba, el cine político por un lugar en Canal 13 y el respeto por el público por su rédito personal.
Esta review es corta. Esta review es rápida. What the Frack? Pino Solanas, director de Sur y El Exilio de Gardel, se encuentra actualmente en medio de una intensa campaña política, y la existencia de este titulo como herramienta de la misma se nota a las claras y a las anchas (sobre todo en sus últimos minutos). Aunque solo el tiempo dirá si esto le ayuda políticamente, mejor concentrémonos en si La Guerra del Fracking consigue llegar a su objetivo como narración. Solanas con este documental apunta a generar consciencia y lo logra. Se nos devela, de la mano de una extensa investigación (que quedará a criterio del espectador sobre cuan profunda o sustentada pueda ser), el papel del gobierno (actual y anteriores) y las corporaciones en el deterioro de nuestro medio ambiente. También se nos muestra como afecta esto (fatalmente) a la gente de los poblados cercanos a donde se realizan estas operaciones; concretamente el alarmante estado de sus reservas de agua y sus cosechas. Infortunadamente, el documental carece de ritmo; son 90 minutos que se sienten como tres horas. La que retrata Pino es una verdad incómoda, no tanto por lo que narra, sino por la reiteración y la densidad que refleja el producto final. Cabe destacar que en su ultimo trayecto asoma inevitablemente la cabeza el claro uso de esta película como una estrategia para ganar votos. En esa secuencia, dicen presente varios miembros del partido fundado por el propio director, in situ, durante una manifestación en las puertas de una legislatura. Este aspecto propagandístico no hunde a la película, pero tampoco le suma puntos. Cabe destacar que no todo son quejas; la propuesta que Proyecto Sur expone en la película sobre la Energía Solar Termoeléctrica es interesante, y una solución a la que vale la pena echarle una mirada mas profunda. Conclusión Un documental que hubiera tenido mas chances como un programa de tele (de tres bloques de 30 minutos cada uno) que como un largo de 90 para cine. Aunque consigue su objetivo de despertar consciencia, pierde puntos por una narración repetitiva y densa. - See more at: http://altapeli.com/review-la-guerra-del-fracking/#sthash.enJ3STjU.dpuf
En defensa del medio ambiente El fracking designa un proceso para extraer el gas no convencional por el que se fractura la roca madre. Perforando hasta cinco mil metros en vertical y luego en horizantal por varios kilómetros, hay una serie de químicos y agua con arena que se utiilizan a presión y el gas liberado asciende. Se ha comprobado que esto provoca contaminación en el agua, lógicamente el aire y problemas en la salud de los habitantes. Hay países donde se ha prohibido el sistema y otros en que se buscan productos sustitutos como la gasolina sintética, o la fuerza eólica a la que también alude el filme. Justamente un documenal presentado en Sundance toma este tema bajo el nombre de "Tierra de gas". "La guerra del fracking" es una nueva investigación cinematográfica de Fernando "Pino" Solanas. De este inquieto cineasta testimonial vimos previamente documentales, como "Tierra sublevada", "Oro impuro" y "Oro negro" y otras de similar interés. ENTRE OPINIONES En este caso se centra en el problema del yacimiento "Vaca Muerta", ubicado en la provincia de Neuquén y se vale de distintas figuras como la antropóloga Maristella Svampa, Feliz Herrero y pobladores de la zona para dar testimonio de los prejuicios de este sistema, que atañe a la explotación del petróleo y el gas no convencional. El acuerdo por treinta y cinco años firmado con la empresa norteamericana Chevron explotaría uno de los yacimientos más ricos del mundo como es "Vaca Muerta". La posición del director coincide con la ambientalista y se recurre a explicaciones que ratifican la negatividad de la utilización de esta tecnología. La película muestra la importante movilización de protesta, que tuvo lugar en Neuquén, en agosto, hacia la Legislatura y que fue reprimida violentamente. Bien filmada formalmente, con un impresionante paneo de espacios desérticos, inmensos, paradójicamente, mínimamente poblados por minorías que las habitaban, ya en época de la Conquista, Solanas permite conocer una nueva visión de un lugar casi desconocido para el gran público, pero en el que se juega también el destino de la condición humana.
Es difícil evaluar "La Guerra del Fracking" como producto cinematográfico desprendido del hecho que su director, es candidato a Senador... en unas semanas. Pino Solanas es un enorme director (ha tenido ficciones memorables) y muchos de sus documentales han sido centrales en la historia reciente ("Memoria del Saqueo", "La dignidad de los nadies" dentro de los puntos más altos en el género) aunque en esta ocasión, quizás sea difícil ver el trabajo de recopilación de datos como contundente, a diferencia de sus anteriores. No ponemos en tela de juicio ninguno de los testimonios aquí vertidos, pero sí, como espectadores, nos quedamos quizás esperando mayores precisiones y mejor registro de ciertos hechos que describe la película. En su séptimo documental sobre esta Argentina actual, digamos que Solanas intenta una especie de fusión, en la que él pone el cuerpo y en primera persona conduce el largo explicando, dudando, visitando y analizando el material que obtiene con respecto al tema de la película: el uso del fracking para obtener acceso a combustibles, modificando la composición del suelo donde se realiza el proceso. Lo que veremos aquí, es que el cineasta plantea su eje desde Vaca Muerta, en Neuquén, junto al especialista Félix Herrero y la investigadora Maristella Svampa, donde se recogen reveladores testimonios de los pobladores y técnicos sobre los efectos y resultados del nuevo proceso de explotación de petróleo y gas no convencional. Ellos plantean que el "fracking" (perforar las capas más profundas en ciertos sectores e inyectar productos para detonar ese espacio y lograr que se libere el gas que en ellas hay para aprovecharlo) es altamente perjudicial y probablemente lo sea. Tenemos testimonios de geólogos, trabajadores, habitantes de los pueblos originarios y una clara actitud de poner en alerta sobre la cuestión. Si googlean la cuestión, si se podrá comprobar rápidamente que en otras partes del mundo, (incluso en Estados Unidos, donde la práctica es común), verán que hay una discusión sobre el tema. De más está decir que en los primeros minutos hay una escena donde Cristina Kirchner valida el sistema, lo cual instala este film dentro de una sutil campaña para debatir contra el gobierno... Sin embargo, "La guerra del fracking" tiene un aspecto innegable y positivo: su mensaje acerca del aprendizaje que hay que hacer para transformar la estructura de nuestra sociedad en pos de la búsqueda y utilización masiva de combustibles ecológicos, que preserven el ambiente. Salir del mundo del petróleo y el gas y reemplazarlos, para poder garantizarles futuro a las generaciones venideras En ese punto, ya sobre el final, Pino muestra todo su oficio y logra redondear un trabajo aceptable, quizás menor a los últimos de su factoría pero que es fiel a su estilo y seguramente no defraudará a sus seguidores.
Más proselitismo que cine La guerra del fracking deja el resabio amargo de saber que un estreno alejado de estos tiempos electorales -Pino Solanas es candidato a senador por la Ciudad de Buenos Aires- hubiera generado un film mucho más depurado y centrado en el objeto de estudio planteado por el título. Esto dicho porque el realizador de Memoria del saqueo comienza su film mucho menos como un documental de denuncia que como un manifiesto abiertamente político en contra de la actual gestión gubernamental, planteando de yapa que la solución a todos los problemas es su partido, Proyecto Sur. Después, como si hubiera recordado que antes que político fue cineasta, Solanas se interna en el conflicto extractivista tan en boga en la agenda mediática de estos días. Pino Solanas no se anda con vueltas. Sus últimas películas, con excepción de la notable La próxima estación, exhiben una preocupación mayoritaria por el aspecto contenidista antes que formal. Se entiende, entonces, la ya clásica separación en capítulos, con leyendas en letras blancas funcionando como separadores. Pero esto no es algo necesariamente negativo. Por el contrario, hay una cuestión de urgencia en sus relatos, todos ellos centrados en descastados y/o marginados del sistema, que los vuelve atrapantes y cinematográficamente potentes, aun con sus excesos declamatorios. Y en ese sentido, La guerra del fracking no es la excepción. El film comienza con una breve reseña histórica (bah, de los '90 en adelante) del conflicto petrolero/gasífero hasta la actualidad (venta de YPF, reestatización, Chevron, Vaca Muerta, etcétera) para luego viajar al sur y abocarse a los más débiles y desprotegidos del sistema: descendientes de mapuches, pequeños fruticultores y campesinos. A partir de aquí, la película oscila entre la cesión de un vía libre para que hablen y construyan un panorama completo de su perspectiva de la coyuntura y la endogamia política y cinematográfica de un realizador que nunca parece del todo convencido en que el protagonista no es él ni sus copartidarios –son contados los funcionarios y políticos no pertenecientes a Proyecto Sur- sino la problemática planteada y sus víctimas. La guerra del fracking levanta vuelo cuando adopta la primera opción, poniéndose al servicio de las particulares geográficas y políticas generadas por la irrupción de esos emprendimientos. Ver sino la perfecta contraposición establecida entre las plantaciones de manzanas y el tembladeral tecnológico de un pozo petrolero ubicado a un alambre de distancia o la brutalidad policial en la represión de las protestas, dos postales que valen más que mil discursos proselitistas hechos película. A estas alturas de su carrera, Pino debería saberlo.
Una técnica riesgosa La guerra del fracking es el séptimo documental de la serie con la que Pino Solanas se propuso desde 2003, con Memoria del saqueo, abordar problemas medulares de la Argentina contemporánea. En este caso, la cuestión energética y, más precisamente, la extracción de petróleo y gas con la técnica conocida como fracking, que consiste en realizar perforaciones profundas para inyectar en la tierra agua con elementos químicos y lograr que emerjan los hidrocarburos. El propio Pino Solanas es el hilo conductor del documental, poniendo tanto el cuerpo como su voz en off. Y en ningún momento se priva de bajar línea: denuncia al fracking por contaminante y al Gobierno nacional y sus aliados provinciales por permitir su utilización en el país, con los riesgos que supuestamente conlleva. Al principio, la película resulta interesante: después de todo, es un tema del que se ha hablado mucho pero en el que se ha profundizado poco. Los problemas aparecen cuando empieza a notarse demasiado que se trata de una película forjada al calor de la campaña electoral. Al mismo tiempo que en pantalla aparecen banderas y militantes de Proyecto Sur, los argumentos de Solanas comienzan a ser endebles y sus palabras dejan de ser respaldadas por las imágenes y los testimonios.
Pino Solanas y el fracking Hace años que Pino Solanas viene combinando su carrera como cineasta con su actividad como dirigente político. Su saga de documentales sobre diferentes problemáticas de la Argentina arrancó en 2003 con Memorias del saqueo . La guerra del fracking es el séptimo capítulo de esa saga y está focalizado en la discutida metodología de extracción de petróleo y gas que utiliza perforaciones hidráulicas que inyectan presión en rocas blandas (por lo general, agua con arena y productos químicos). Solanas cuestiona el acuerdo que YPF firmó con la compañía multinacional Chevron para explotar los recursos del yacimiento de Vaca Muerta (Neuquén, Río Negro), una reserva de shale gas y shale oil descubierta en 2010 por científicos de Repsol, la compañía española expropiada por el gobierno argentino el año pasado. En su momento, se anunció que las reservas probadas del yacimiento podían estimarse en torno a 927 millones de barriles equivalentes de petróleo. Meses más tarde, YPF elevó la estimación de reservas a 22.500 millones. Solanas sostiene que el fracking prohibido en países como Francia y Bulgaria y muy discutido en los Estados Unidos produce alteraciones en el subsuelo, contamina el ambiente y provoca movimientos sísmicos. A lo largo de la hora y media que dura el documental, el candidato a senador de UNEN recoge testimonios de especialistas y pobladores de zonas cercanas a Vaca Muerta (productores agrícolas, representantes de pueblos originarios) que refuerzan el discurso ambientalista, pero no los contrapone con ningún argumento diferente. "Es una película sobre la cara oculta del fracking ; la otra ya la conocemos: es la política del gobierno argentino. Tenemos una fuente de energía solar térmica impresionante en la Puna de Atacama, compartida con Chile y Bolivia, y un formidable parque industrial de molinos para generar energía eólica, que también es una buena alternativa. La defensa del agua y de la naturaleza debe estar por encima de la rentabilidad", asegura Solanas. Datos como los que acaba de publicar Geology parecen darle razón: según un estudio dado a conocer por la prestigiosa revista científica estadounidense, el sismo de magnitud 5,7 ocurrido en Oklahoma en 2011 que provocó decenas de heridos, destruyó completamente catorce viviendas y dañó severamente varias rutas estuvo relacionado con la técnica del fracking . En Ecuador, Chevron fue condenada a pagar 19.000 millones de dólares por destruir el medio ambiente, aunque el fallo, apelado por la compañía, debe ser ratificado por el máximo tribunal del país que gobierna Rafael Correa.
Sueños de juventud Desde el 2003 con Memorias del saqueo, Pino Solanas regresó al documental político y urgente. Una especie de ensayo cinematográfico (por ahora una serie de 7 capítulos) sobre problemas estructurales que conmueven el presente y podrían afectar al futuro del país. Es ese carácter “urgente” lo que constituye el piso y el techo de la filmografía más reciente de quien fuera aquel director militante con un camino que lo cubrió de reconocimiento, lo expulsó al exilio en las horas más negras de Argentina y hasta lo expuso a atentados durante el menemato. Y es la propia historia de Solanas la que no lo salva en la comparación. La guerra del fracking no es ni más ni menos que un programa de televisión con visos de periodismo de investigación que no puede negar su origen de propaganda proselitista de campaña política. El director viaja a Vaca Muerta (Neuquén) con la socióloga e investigadora Maristella Svampa y el especialista Félix Herrero para mostrar lo que sucede en ese yacimiento a partir del acuerdo que YPF firmó con Chevron (una firma norteamericana acusada, con pruebas, de practicar el fracking). Uno sabe que este procedimiento de extracción de hidrocarburos (que contamina el medio ambiente y daña a todos los seres vivos y al planeta mismo), a través de la inyección de presión en el subsuelo con arena y elementos químicos, es una de las peores herramientas de un capitalismo salvaje que hace rato realiza lo que quiere en el mundo para ganar más sin medir ningún tipo de consecuencias. Pero uno lo sabe por información externa a la película. Por ésta sólo se puede intuir la nocividad del mismo entre un fárrago de tecnicismos, discursos uniformes y lógica bienpensante. Solanas manipula las imágenes, edita los testimonios y sólo le da la palabra a aquellos que van a defender lo que sabemos, de antemano, que está bien defender. No hay repreguntas, no hay dudas, hay puesta en escena y él aparece junto a los cuadros políticos de su agrupación (Proyecto Sur) apropiándose de la voz de la sabiduría. Si en el discurso técnico y político uno puede dejar pasar algunas formas elegidas, en la mostración de los pueblos originarios y sus representantes, la manipulación se vuelve francamente paternalista y ofensiva. El mismo Solanas, que pone su voz como articuladora y organizadora del documental, se cuida muy bien de dar nombres (salvo los del gobierno) y construye sus enunciados desde el eufemismo y los sujetos impersonales: mucho “se” (que vela y encubre cualquier actor y su consiguiente responsabilidad). Por poner un ejemplo, sólo una vez se nombra a Repsol. Las imágenes de la represión a los manifestantes fuera del recinto de la legislatura neuquina mientras en el interior se votaba la aprobación del acuerdo nos permite comprobar, por si quedara alguna duda, que hay formas que nada tienen que ver con un tiempo democrático. Y nos insta a repudiar las mismas y las leyes que las amparan (la ley antiterrorista). Pero allí también Pino vuelve a creerse el centro y a copar la imagen. Lo que habla de él tanto como su decisión de elegir ciertos procedimientos cinematográficos para narrar: los planos cerrados en movilizaciones ya sabemos qué ocultan y los encuadres que contienen micrófonos de algún canal (TN, el Trece), qué manifiestan. Que casi cerrando el filme se le dé voz a la Iglesia (en la figura de un párroco de la zona) obliga al espectador a revisar de nuevo La hora de los hornos donde la tríada Iglesia, Burguesía y Poder Militar se constituía como una entente de poder opresiva y aniquiladora para la revolución necesaria. Parafraseando a un cantautor latinoamericano preferiría decir de Solanas y en memoria de su historia: el tiempo pasa, nos vamos poniendo ingenuos… pero se (me) hace difícil.
La Argentina hipotecada No será para nada sorprendente que se levante un coro de voces que despotriquen y vilipendien al director Fernando Pino Solanas, hoy candidato a senador por el partido UNEN, de haber hecho un documental proselitista, tendencioso con La guerra del fracking (puede verse gratuitamente y on line por internet) que se inserta dentro del mega ensayo cinematográfico que comenzara allá por el 2003 con la elocuente Memoria del saqueo y que podría considerarse como el séptimo capítulo de esta investigación llevada a cabo por el cineasta sobre los temas urgentes de la Argentina, utilizando el cine como herramienta absoluta de información y también como herramienta política. Sostener que Fernando Pino Solanas manipula en beneficio propio la verdad y sólo muestra una campana además de incluirse como voz dominante implica reconocer una batalla perdida porque los datos de la realidad más cruda de las últimas décadas hablan a las claras que no todo lo que brilla es precisamente oro. La coherencia en el discurso cinematográfico es algo que cada vez se valora menos en nuestros días y la evolución en el pensamiento, así como la desilusión de los sueños de grandeza del creador de La hora de los hornos (1968), está presente en este nuevo manifiesto que refleja la parte más cruel del capitalismo que tiene que ver con la rentabilidad en función del desastre ecológico que provoca entre otras cosas la extracción salvaje del petróleo con una nueva técnica llamada fracking, la cual consiste sucintamente en la extracción de petróleo y gas que utiliza perforaciones hidráulicas que inyectan presión en rocas blandas, método que ya ha provocado por ejemplo en E.E.U.U. sismos de alto nivel como el ocurrido en Oklahoma en 2011. Solanas toma su cámara para testimoniar y apoyar su investigación con datos y la experiencia de entendidos en la materia, quienes analizan las causas y los efectos de este nuevo paradigma en el mundo del petróleo y también revela en primera persona los primeros indicios de que su hipótesis no es descabellada ni antojadiza. La guerra del fracking vale mucho más extra cinematográficamente que por su estética simple y televisiva que por otra parte compone el basamento del estilo documental de Pino Solanas, que por momentos puede resultar didactista o cuestionable desde el punto de vista visual pero eso no va en desmedro de su aporte y difusión de la otra cara de la moneda que siempre cuesta reconocer: la improvisada política energética, la ética vendida al mejor postor y la indiferencia de quienes sólo piensan a corto plazo sin importar el futuro ni tampoco aquel pasado que los llevó a ese lugar y que parece otra Argentina.
Una mirada escéptica, teñida por la ideología de su realizador Desde 2003 Pino Solanas viene dirigiendo con cierta regularidad un conjunto de documentales cuyo primer eslabón fue “Memoria del saqueo”, donde atacaba principalmente al gobierno de Menem. Le siguió “La dignidad de los nadies” de igual excelencia que el anterior y hubo aún cuatro capítulos más hasta “Tierra sublevada II: oro negro” que pareció que cerraba la serie. Por ello puede sorprender la irrupción de “La guerra del fracking” que retoma el tema, ya presente en la anterior, de los hidrocarburos del petróleo y gas. La novedad es la referencia a una técnica de extracción (“fracking”), sobre todo del llamado gas de esquisto (Shale Gas”), que se viene aplicando desde hace algunos años, sobre todo en los Estados Unidos. Existen opiniones diametralmente opuestas entre quienes sostienen una fuerte contaminación por parte de los productos químicos utilizados, sobre todo en los acuíferos, versus aquellos que minimizan los riesgos resultantes. Cierto conocimiento del tema, que en la Argentina viene siendo objeto de numerosos congresos, seminarios, conferencias y artículos publicados nos permite afirmar que si se toman las precauciones necesarias el riesgo ambiental es bajo. Y que los beneficios, para una país en grave emergencia energética, considerables. No es sin embargo ésta la tesitura del film de Solanas donde se afirma por ejemplo que con este tipo de técnicas “se inyectan toneladas de sustancias radioactivas y químicas”, lo que en verdad está muy lejos de la realidad. Argentina ocupa por sus reservas de gas de esquisto el segundo puesto en el mundo detrás de China. Las mismas estarían localizadas principalmente en Neuquén y afortunadamente lejos de la capital de la provincia en zonas muy poco pobladas (Vaca Muerta). Esto lo muestra el cuarto capítulo (“Viaje a los yacimientos”) de su documental dividido (formato característico de Solanas) en un total de diez partes, cuando el propio realizador lo recorre en helicóptero. A partir del sexto capítulo (“Gelay Ko: tierra de sacrificios”) y durante casi toda la segunda mitad de un total de noventa minutos de duración la temática central deriva hacia el justo reclamo de los mapuches por lo que ellos consideran una usurpación de sus territorios. Aparece una muy fuerte crítica al gobernador José Sapag y su partido (MPN), siendo deplorable la represión con gases lacrimógenos y otros elementos de la que son objeto los manifestantes frente al desproporcionado edificio de la legislatura. Hay protestas contra Chevron, mencionándose sus orígenes cuando aún se llamaba Standard Oil y su principal dueño era David Rockefeller así como el litigio que sostiene el actual presidente de Ecuador al acusar a la empresa por contaminación de la selva amazónica. Nadie desconoce la posición de Pino contra el gobierno actual aunque en este caso se siente que ha sacrificado algo del rigor cinematográfico y la calidad que caracterizaban a sus documentales anteriores. Por momentos uno percibe que la oportunidad de las próximas elecciones lo llevó a apurar la terminación del film y a que no todos los testimonios son de igual excelencia. Quizás uno de los más claros sea el de Monseñor Virginio Bressanelli, obispo de Neuquén cuando declara textualmente que en la aplicación de las técnicas de extracción “debe haber cien por ciento de seguridad de no contaminación”. No es posible asegurar en forma absoluta que ello ocurra. Sólo con auténtica voluntad política, castigo a la corrupción y atención a los reclamos ello sería altamente factible. No se trata sólo de los mapuches sino de otros pobladores afectados como los productores de frutas (peras, manzanas). Hoy la tecnología permite prácticamente minimizar la contaminación del agua y traer prosperidad a sus pobladores. La mirada de Solanas es más escéptica y puede estar teñida por su ideología abiertamente opuesta al actual gobierno. “La guerra del fracking” ya está disponible “on line”, con lo que su permanencia en los pocos cines en que se exhibe será presumiblemente breve.
Sólo discurso y nada de cine A la hora de analizar un film de Pino Solanas, dados los tiempos que corren, la tentación de quedarse sólo con su postura política es grande. Pero ojo, tampoco es tan difícil eludir esa trampa, basta apenas con seguir mínimamente el deber del crítico cinematográfico: reflexionar sobre las formas que adopta un discurso político, el vehículo estético al que recurre, observar qué pertinencia adquiere dentro del ámbito del cine. Muchos, demasiados, se olvidan que no sólo importa qué se dice, sino cómo se lo dice. Que hayan tantas personas (oficialistas, opositores, moderados, extremos, de izquierda, de derecha, de centro, arriba y abajo) que se olviden de algo tan elemental y básico, habla muy pero muy mal del estado de discusión cultural y comunicacional en la Argentina democrática. Solanas puede ser alguien que realiza acertados diagnósticos sobre determinadas situaciones que vive el país, aunque en la mayoría de los casos no pasa de la mera descripción del panorama. Esta visión política ha comenzado a afectar en buena medida a su cine, que consiste cada vez más en discurso hablado pero sin un respaldo narrativo y/o estético que enriquezca el contenido. Desde Memoria del saqueo que lo urgente se impone en su filmografía: con excepción de algunos hallazgos en La dignidad de los nadies y La próxima estación (vinculados a darle una voz firme y fuerte a diversos actores sociales), no hay una voluntad real por problematizar las temáticas, por interpelar al público, que es lo que caracteriza al género documental, sino simplemente por bajar una línea determinada. La guerra del fracking, centrada en los antecedentes, hechos y consecuencias del proceso de explotación del petróleo y gas no convencional en nuestro país -especialmente en el yacimiento neuquino de Vaca Muerta- continúa esta tendencia cada vez más empobrecida de la obra de Solanas. De hecho, a pesar de que ideológicamente están parados en veredas opuestas, se parece bastante en sus procedimientos a Néstor Kirchner-la película, en el sentido de que ambos construyen una voz, un discurso uniforme y homogéneo, sin las fisuras necesarias para enriquecer el film, que está destinado sólo a los ya convencidos. Es una película avasallada por el ego del cineasta/político, con un esquema discursivo tan rígido que no puede ocultar su obvia voluntad proselitista. En el medio, pierde la oportunidad de complejizar y desnudar apropiadamente los factores de poder en un escenario terrible y opresivo, que merecía una aproximación más lúcida. Film de tesis inamovible, paternalista en su concepción, con una mirada hacia los hechos que jamás construye imágenes propias y depende sólo de elementos ajenos al cine, a los que manipula con llamativa torpeza, La guerra del fracking obliga a preguntarse qué pasó con el realizador que, con obras maestras como La hora de los hornos, supo ser popular (porque le hablaba al pueblo de igual a igual, sin subestimarlo), inteligente y sumamente político, en el mejor de los sentidos. Atrás parece haber quedado ese llamado al espectador activo.
Con el fracking cierra trilogía de Solanas Esta obra cierra la trilogía de Pino Solanas iniciada con "Tierra sublevada: oro impuro" y "Tierra sublevada: oro negro", sobre la explotación incontrolada de nuestra riqueza minera. Y la cierra preguntándose "hasta dónde llegará la fiebre del oro público", en alusión a lo que denuncia como subsidios encubiertos, contratos cuya letra chica no fueron dados a conocimiento público, envío excesivo de ganancias al exterior, explotación abusiva, contaminación evidente, falta de seguros ambientales, irresponsabilidad e incumplimiento de los deberes de varios funcionarios nacionales y provinciales con nombre y apellido, etcétera. Él no tiene pelos en la lengua. Y la película es de veras independiente, sin logo ni apoyo del Incaa. Como en ésos y otros de sus trabajos, Solanas desarrolla una exposición en primera persona de controlado enojo, visitas a puntos perdidos del país donde gente valiosa trabaja y/o sobrevive, abundante material de archivo que más de un político quisiera borrar, una estructura en capítulos bien específicos, alertas puntuales y consultas a conocedores de larga experiencia. En este caso, los ingenieros en petróleo Félix Herrero y Víctor Bravo, el premio Nobel Pérez Esquivel, que plantea un problema de inseguridad jurídica, monseñor Virginio Bressanelli, obispo neuquino muy claro al hablar de conciencia ambiental y principios precautorios, miembros del Instituto de Propuestas de Proyecto Sur que comparan gastos y supuesta rentabilidad del fracking frente a los recursos renovables de energía solar termoeléctrica y aerogeneración, la investigadora Maristella Svampa, hija de fruticultores del Alto Valle, varios de estos fruticultores, con graves advertencias sobre la degradación del agua (la pera Williams local es la mejor del mundo pero su futuro está en riesgo inmediato, y la manzana ya tiene problemas para exportarse), y una comunidad mapuche que ya sufre contaminación de napas y amenazas de desalojo tras rechazar una propuesta de arrendamiento de ¡13.000 pesos en total! Según se explica, el fracking es una técnica de explotación consistente en inyectar, a 4.000 metros de profundidad, una gran carga de agua, arena, y compuestos químicos no declarados que hace emerger gas y petróleo pero al mismo tiempo desestabiliza el suelo y contamina el agua. Las imágenes del pantano de Assumption, en Bayou Corne, Lousiana, donde literalmente un sumidero se va tragando el bosque, y la del presidente Correa mostrando la mugre que quedó en la cuenca amazónica ecuatoriana, son harto elocuentes. A señalar, los rechazos preventivos de Zapala, Loncopué, Cinco Saltos y otros municipios, incluso de Entre Ríos, contra este sistema de extracción abusiva, ya prohibido en Francia, Holanda, Irlanda del Norte y hasta Bulgaria, y detenido en otros once países europeos, no precisamente "agoreros del subdesarrollo", como suele descalificarse a los ambientalistas.
El fracking es una técnica de extracción de hidrocarburos que se usa en Vaca Muerta y en otras zonas de la Argentina. Pino Solanas muestra de manera contundente la posibilidad de que el fracking produzca un enorme daño ambiental. Tomando imágenes de lugares previamente contaminados y analizando la historia de las empresas involucradas construye un caso demoledor contra esta técnica. Un documental necesario de ver para tomar conciencia, que sin ser propaganda entrega un fuerte mensaje sobre el cuidado medioambiental. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor y también podés ver el documental completo en HD en el reproductor de video. (Ver Link)