Esta película épica intenta reconstruír noventa años de historia argentina a través de las vivencias de sus personajes en una trama que fusiona confusamente amores y venganza. El director es Carlos Galettini, un hombre de vasta experiencia en el terreno cinematográfico (Ciudad del sol, Besos en la frente, Convivencia y la saga Extermineitors) que no encuentra aquí el rumbo de un relato que va y viene reiteradamente en el tiempo (con leyendas impresas en pantalla). La patria equivocada podría haber sido una buena película (está basada en el libro de Dalmiro Sáenz) con los elementos típicos de historia de acción desarrolladas en tiempos convulsionados. Sin embargo, se torna tediosa y poco creíble. Ambientada entre los años 1807 y 1898, la trama sigue los pasos de Clarita (Viale), que enamorada de Clorindo abandona un hogar de lujos y comodidades para acompañar los ideales de su marido. Viuda y embarazada, busca un nuevo destino para su hijo. Los descendientes de esta familia irán recorriendo la historia de la construcción de la Argentina. Y la tradición familiar continuará años más tarde con la nieta de la protagonista, Clara (también encarnada sin convicción por Viale) que cobrará venganza contra el teniente López (Adrián Navarro). Entre sucesos como el fusilamiento de los soldados patricios, la batalla de Curupayty en la Guerra de la Triple Alianza o la Conquista del Desierto, la película ofrece escenas de batallas, un desaprovechado "aire de western " y la espera como móvil para la venganza. Lástima que todo se ve teñido por diálogos recitados más que interpretados (a pesar de la correcta reconstrucción de época) en una historia sobre el coraje que cabalga marcha atrás.
La patria insultada Si después de leer esta reseña todavía quiere ir a ver esta película, entonces no se olvide de agarrar una calculadora. El director se empeñó en contar casi un siglo de nuestra historia sin poner fechas; simplemente, señalando que lo que el espectador ve sucede dos meses después de lo que vió antes y lo que viene ocurre 20 años después y lo que sigue tres meses antes y así, cosa de marearlo bien, ¿vió? Todo inicia durante las invasiones inglesas. Clarita es una niña bien que deja todo por un soldado y, según se desprende de sus constantes citas a Russeau, su ideales libertarios. Pasa el tiempo, queda embarazada y muere al parir a su hijo, quien con el tiempo se convertirá en un legendario soldado. La historia nos lleva ahora de la guerra de la triple alianza a la campaña del desierto de la mano del Teniente López (Adrián Navarro), un cazador de hombres. Todo esto con una absoluta torpeza narrativa que mantiene al espectador perdido sin comprender adonde lo lleva el director, si es que lo lleva a algún lado. Si además sumamos la incapacidad que Juana Viale tiene para actuar, todo está escrito. Pero falta señalar algo peor y es el rubro maquillaje. Ver el rostro de Navarro en primer plano, avejentado a fuerza de lápiz negro para simular arrugas es, a esta altura, insultante. Ni hablar de las barbas y bigotes que parecen de cotillón para alertar sobre este esperpento. Evítenlo. Que esta sea una película del bicentenario, con la erogación que eso supone, habilita la discusión acerca de a quién y por qué se le da dinero para hacer cine. Esta película no lo merecía. Nuestra calificación: Esta película no justifica el valor de una entrada.
¿Cuántos de nosotros hemos escuchado alguna vez la frase "yo no veo cine Argentino"?. Muchos. Seguramente se deba a que en más de una ocasión, alguno que haya intentado darle una oportunidad a nuestro cine ( responsable de grandes títulos ), terminara por encontrarse con productos como "La Patria Equivocada"; película filmada en el 2009 en el marco del ciclo "Cine del Bicentenario" y que vaya a saber porqué motivos se estrena recién finalizando el 2011. Basada en la novela de Dalmiro Sáenz, el film cuenta (o intenta al menos) casi un siglo de historia argentina: comienza en el año 1807 y finaliza en el 1898. Y al mismo tiempo es (pretende ser) una pasional historia de amor y venganza. Todo comienza durante plenas invasiones inglesas, impecablemente recreadas (por cierto y marcando uno de los pocos puntos altos del film) bajo la puesta en escena de Cecilia Figueredo y el vestuario de Mariel Daga y María Prior. Allí encontraremos a la niña Clarita (Juana Viale, totalmente desperdiciada ), hija de una acaudalada familia que será el eje de la historia. Esta mujer, se enamorará del cabo Clorindo ( Juan Ignacio Blanco) y luego de que el oficial deserte del ejército, huirá con él y comienzará una nueva vida, lejos de todo lujos y comodidades. Tiempo después, embarazada y tras la muerte de su marido, decidirá ir en busqueda de otro destino para su hijo. Hasta aquí, digamos que la película del director de "Policía Corrupto", "Convivencia" y "Besos en la frente", Carlos Galettini ( entre tantos títulos en más de 35 años de carrera ) mantiene cierto hilo argumental que luego se irá perdiendo a medida que vayan pasando el tiempo. El mismo, medido en semanas, meses, años, va haciendo para el espectador casi imposible la tarea de seguirle los pasos a la trama y desdibuja la profundidad del conflicto, desviando la atención en esas construcciones laterales. Finalmente, luego de atravesar diferentes hechos históricos, anclaremos en la historia de Clara ( sí, Juana Viale otra vez e igualmente desperdiciada ) y la venganza que llevará a cabo en contra del asesino de su padre (¿les suena esto de que esta actriz se vengue de alguien no?), el teniente Lopez ( Adrián Navarro, quien si bien parece por momentos emular al Juan Moreira de Rodolfo Bebán, resulta lo mejor de un pobre elenco ), evento que llevará inexorablemente al clímax de la historia. En fin. Un guión pobre (el manejo de la temporalidad no es algo sencillo de abordar en un producto de este envergadura), un trabajo de edición y una dirección muy desprolijas (¿quizás muy ambiciosa?) hacen que los 110 minutos que dura se sientan casi como ese siglo que cuenta el film. Si algo hay que destacar junto al trabajo de arte y vestuario antes mencionados, es la música de José Luis Castañeira de Dios, responsable también de la partitura de otros títulos memorables como "La noche de los lápices", "Las Tumbas" o "Eva Perón". Películas que si deberían ver aquellos que alguna vez dijeron la frase " yo no veo cine Argentino". "La Patria Equivocada", lejos de nuestras expectativas a la hora de integrar esta noble lista...
Juanita, en una histórica Casi 90 años de historia argentina, con Juana Viale cumpliendo dos papeles. Es extraño: La patria equivocada , una coproducción entre el INCAA y San Luis Cine que ambiciosamente narra casi 90 años de historia argentina, desde 1807 hasta 1898, donde se recorre a partir de tres generaciones de la misma familia eventos de esos que salían en fichas de Billiken (desde la Segunda Invasión Inglesa hasta la Conquista del Desierto, pasando por la guerra de la Triple Alianza) vio postergado por segunda vez su estreno por un mero, trivial y cosa-de-cada-día incidente mediático. Historia vs. E! Entertaiment . De hecho, el nuevo filme de Carlos Galletini muy a pesar de haber sido elegido como parte de la celebración del Bicentenario –su fecha original de estreno era el 25 de mayo de 2010- y de estar basada en la novela homónima de Dalmiro Sáenz posee, al menos mediáticamente, un centro gravitatorio más vínculado al star system que a otra cosa: la actriz y nieta Juana Viale, que interpreta dos papeles protagónicos en el filme. Sería miope negar que la juanitaplotation mediática del 2011 no es un fantasma, obviamente amarillo, que circula por La patria equivocada . Pero, para ser justos con la frivolidad, esos recortes permiten, por descartables, combatir cierta grandilocuencia plana que La patria equivocada construye a cada página recreada y su planteo del “Civilización o Barbarie”. Galletini, responsable de sagas hoy involuntariamente cómicas (los Superagentes y Exterminaitors) y que no filmaba desde el 2001, recrea la obra de Sáenz conservando dos características del original: la idea de traficar tras la Historia el género (melodrama, en este caso) y el erotismo. Lo que sucede es que Galletini parece más sorprendido por su diseño de producción y la recreación de época que por darle vida a la historia de esas tres generaciones (madre enamorada de un soldado patricio que renuncia a la aristocracia, hijo salvaje reclutado y nieta que, por venganza, busca ingresar en las clases altas). De hecho, es capaz tomar a Juana Viale, una gran actriz, y reducirla a dos formatos: o una desnudez superficial y hasta gestual o el recitado encastrado, fuera de registro, de frases imposibles. Algo que hace prácticamente con todos los actores. Algunas groserías (maniquíes nada disimulados atados a caballos, ralentis que adquieren casi un sentido paródico) y ciertas torpezas narrativas (cada elipsis, por brutal, muestra los problemas en cada relato), hace de La patria equivocada una desperdiciada posibilidad de crear un cine épico con motor genérico.
Hubo una época, larga y por cierto angustiante, del cine argentino en la cual se hacían muchas películas como La patria equivocada . Con el nacimiento de lo que un sector de la crítica -que por fortuna también se renovó en simultáneo- bautizó Nuevo Cine Argentino, ese cine apolillado, declamatorio y conservador estética e ideológicamente quedó archivado. La nueva película de Carlos Galettini -nueva básicamente por su fecha de estreno-, el director de la exitosa Besos en la frente y de algunos de los films de la saga comercial de Los superagentes -la comedia posible en los oscuros tiempos de la última dictadura-, se propone un objetivo un poco desmesurado: narrar noventa años de la historia argentina para demostrar que ese derrotero estuvo plagado de traiciones. Las Invasiones Inglesas, la Guerra de la Triple Alianza y la Conquista del Desierto son la excusa para una sucesión de viñetas inconexas plagadas de crueldades y erotismo televisivo, es decir, orientadas sobre todo a obtener "impacto". Lo curioso del experimento es su flagrante anacronismo. Es altamente improbable que esa fórmula dé hoy algún rédito en taquilla, más allá del atractivo que pueda representar Juanita Viale para los seguidores de los programas y las revistas de chimentos. La pobre Juana encarna, en un auténtico tour de force histórico, varios papeles a lo largo de la película -basada en una novela de Dalmiro Sáenz-, algunos de ellos francamente delirantes (en su primera aparición en el film, se expresa todo el tiempo como si leyera citas literarias y filosóficas, por ejemplo). La patria equivocada (otra producción que recibió ayuda del gobierno de San Luis, entre cuyos beneficiados cuesta encontrar alguna apuesta artística valiosa, y ganó el concurso del Bicentenario del Incaa) tampoco aporta nada nuevo como revisión de la historia argentina -todo son brochazos y lugares comunes- y pone en boca de sus personajes verdades del tipo "en el mundo hay dos bandos, y yo estoy de un lado". El montajista Pablo Mazzeo y el director de fotografía Ricardo De Angelis se salvan del naufragio general aportando trabajos competentes.
Vergüenza nacional Lamentablemente todavía algunos directores del llamado viejo cine argentino siguen apostando a fórmulas arcaicas y carentes de valores artísticos a la hora de llevar adelante un nuevo proyecto. Esto no sería un problema si del resultado final se pudiera rescatar al menos un elemento positivo. Pero este no es el caso de La patria equivocada (2009) que en pocas palabras no es otra cosa que un insulto al espectador. Explicar la trama es tarea casi imposible. No porque uno no haya intentado deducir su argumento sino por lo confuso que resulta todo. Este bodrio de época que comienza en 1807 y finaliza en 1898 va transitando varias generaciones de una misma familia, aunque nunca se entienda nada, no se sepa quién es quién y cómo se llegaron a las situaciones que el film plantea. El guión basado en la novela homónima de Dalmiro Sáenz resuelve cinematográficamente todo tan deficientemente que no caben dudas que un niño de cinco años hubiera sido más criterioso a la hora de llevar adelante la ardua tarea de trasladar la obra literaria a la pantalla grande. Está claro que la película es una sucesión de errores (y horrores) provocados adrede y que al director lo que menos le preocupaba era el hecho artístico que significa realizar una película. No existe el menor indicio de profesionalismo en nada. Planos mal resueltos, encuadres anodinos, errores en la continuidad, utilización ampulosa de la música para provocar no se sabe qué sensación en el receptor, escenas de sexo injustificadas filmadas como si estuviéramos en los años 80 y por supuesto una patética dirección de actores en donde todo hace suponer que los personajes fueron construidos desde la sátira y el absurdo. Resulta penoso ver como cada uno hace lo que puede (o lo que le sale) para salir airoso de las situaciones que le tocaron en suerte, aunque esto les resulte imposible y terminen haciendo el ridículo. Los diálogos son tan increíbles que dentro de un contexto de extremo dramatismo uno no puede parar de reírse a carcajadas. Carlos Galettini, cuya eclética cinematografía incluye títulos que van desde la saga de Los extermineitors a Juan que reía (1976) o Convivencia (1993), logra con La patria equivocada un nuevo hito en la historia del cine argentino, y no por los valores artísticos que pueda aportar al cine nacional sino por tener el privilegio de integrar la terna de las peores películas de la historia del cine. Muy pocas veces se vio algo peor y si lo vio que Dios y la Patria se apiaden de usted.
Sáenz, desparejo y recitado Esta película ilustra parcialmente la novela de Dalmiro Sáenz sobre una damita que en 1807 abandona su casa por amor, su hijo que «cabalga media historia argentina» para morir como un infeliz, y una chinita fortinera convertida en damita de otra clase hacia 1898. Según analistas, «este libro brutal y raramente lírico (.) es quizás el mejor texto narrativo que haya escrito Sáenz. El coraje y la barbarie del hombre de a caballo, la violencia sensual y engañosamente estoica de las mujeres, los secretos lazos de la sangre que llevan puntualmente a la tragedia: todo esto es lo que vibra detrás del aspecto inescrutable de La patria equivocada». Y todo eso está en la película, pero, curiosamente, apenas vibra. Carlos Galettini, que en «Ciudad del sol» pintó muy bien a quienes vivieron de veras el sueño febril de los 70, no termina ahora de pintarnos con fuerza la neurosis de desencuentros, confusiones, rencores y mal pago que sembró buena parte de nuestro siglo XIX. Será que quien mucho abarca poco aprieta, o quizá tuvo limitaciones de rodaje difíciles de solucionar en el armado final, el hecho es que la obra resulta despareja, con momentos poco logrados, sobre todo al comienzo, donde se suceden las frases sentenciosas y el Motín de las Trenzas luce poco y se entiende menos. Caben otras objeciones menores, sobre las que varios caerán sangrientamente. Vale la pena apreciar, en cambio, las escenas del encuentro con los niños que defendieron Paraguay hasta el último día, el ataque de los indios a una estancia, las figuras bien representadas del general Mitre y el coronel Villegas, ambos en destacables escenas, la incómoda situación de quien debe matar a un compañero de armas que se pasó al otro bando, el lindo registro de paisajes camperos, el detalle de algunas armas (hay buen asesoramiento), el trabajo de Adrián Navarro, la música de Castiñeira de Dios, recuperando cierta tradición sinfónica, y la última palabra de un criollo ante el pelotón de fusilamiento: no un estentóreo «viva la Patria», sino, apenas para sí mismo, «mama». También para apreciar, y especial motivo de interés para el público, las muchas escenas eróticas, especialmente dos bien al estilo Sáenz: la visita de un peoncito de 17 años a su maestra de 32, ansiosa de recibir visitas, y todas las que hacen al capítulo final, donde Juana Viale luce debidamente un personaje de mujer refinada y perversa cercano al que su público le festejó en la TV. Aclaremos, esta película se rodó antes que empezara la grabación de «Malparida». Se estrena mucho después, por diversas razones.
Confusas viñetas históricas Una película sobre historia argentina: así puede definirse a La patria equivocada, cuya narración elige un estilo de viñeta, fragmento y postal bien iluminada para desentrañar ciertos hechos ocurridos en el siglo XIX. Basada en un texto de Dalmiro Sáenz, el film toma acontecimientos reconocidos (la batalla de Curupaytí, la guerra de la Triple Alianza, la conquista del Desierto), trazando un puente de casi 90 años y valiéndose de bruscas elipsis temporales que apuran a la confusión argumental y a un rompecabezas donde las piezas quedan sin armado definitivo. El eje central elige a Clarita y, más tarde, a Clara (Juana Viale por dos) como punto de vista del relato: primero, enamorada de un soldado que deja la vida por la patria, y luego, presurosa en vengarse de aquella muerte. Claro que Clarita y Clara son dos personajes diferentes, la segunda es nieta de la primera, pero ambas tendrán la oportunidad de disertar en voz alta sobre el destino y las dificultades de vivir en un país que acumula cadáveres en guerras internas sin ton ni son. Es que La patria equivocada es una película ciclotímica por su relato (por momentos cuesta entender en qué época transcurren los hechos), que oscila entre la verborragia patriótica y los planos generales de amaneceres y anocheceres estilo postal para turistas, y que debido a su construcción formal omite la emoción y la identificación hacia los personajes. Solo diez minutos que transcurren en la segunda mitad, protagonizados por dos soldados que terminan peleando para el general Mitre, se escapan de la monotonía imperante. Pero es muy poco para un film al que parece no favorecer su edición final, aumentando el desconcierto de un espectador no demasiado atento. Entre la retórica setentista de las biografías de San Martín y Belgrano, por momentos invocando al bronce que proponía el cine de los clásicos y también husmeando por las fatigosas reinterpretaciones de los últimos próceres del celuloide, La patria equivocada queda encerrada en sus propias indecisiones estilísticas y narrativas. Y adquiere, debido a sus torpezas y carencias, un olvidable destino de híbrido cinematográfico.
La película equivocada. Leyendo material publicitario del film, alcanzo a ojear las palabras “coraje, venganza y pasión”, sinceramente deben referirse a las aptitudes que deberá tener el espectador luego de sentarse a ver otro de los considerados peores films del año. Un drama épico que abarca casi 100 años de historia argentina, con tinte melodramático televisivo y una escueta noción de traslado de una novela (de Dalmiro Saenz) al cine...
"La Patria Equivocada o veamos viejos videos este fin de semana" El film de Galettini que supo hacernos emocionar con Besos en la frente, es un marasmo del que por suerte nos salvan otras producciones argentinas. por Andrea Migliani Contar una saga no es algo que cualquiera pueda hacer pero Carlos Galettini el mismo de Besos en la Frente y Convivencia, bellos films y otros ya olvidados, por suerte, nunca desentonó tanto. ¿Será que se hizo para el Bicentenario y se estrenó ahora y eso nos confunde más? Porque en la obsesión de narrar la historia que va desde 1807 (¿era así?) hasta 1898 (¿era 1898?) el film destruye el mérito del texto que Dalmiro Sáenz escribió alguna vez y se pierde por laberintos en que las fechas parecen las hojas del calendario de Leopardi, el poeta, sólo que al que se le va el tiempo es al espectador que cuando deglute su última golosina y la del de al lado, aunque sea un desconocido, siente que ha sido estafado, porque Juana Viale tenía en la TV cara número uno y cara número dos y aquí tiene siempre el mismo gesto abúlico, carente de épica, de gesta, de Historia grande que es (parece) lo que la película pretende contar. Salvo algunas escenas bien montadas de la gesta contra los ingleses, el resto es un insignificante superpuesto de escenas, fechas, sexo, soldados, fortines, del que se salva apenas Adrián Navarro y apenas. La niña de familia patricia (cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia) que se enamora del cabito que se hace desertor y que enviuda y que luego se va a otro lugar a tener a su hijo forma parte de un origen de historia que luego se enmaraña hasta convertirse en un laberinto. Y claro, la joven tiene descendencia y según pasan los años nos deja clavados en la butaca esperando que ocurra algo, que un montaje nos emocione, que haya una secuencia bien resuelta, que al menos dejen de confundirnos fechando todo como empleados municipales de mesa de entradas, pero no, hasta el final el mismo sopor y la cara de Viale idéntica en goce, sufrimiento, éxtasis o lo que sea nos hace preguntarnos ¿quién se habrá perdido el subsidio para hacer algo mejor? Dejaría la sinopsis pero en ella no hay nada que se verifique en el film, lo único que tiene pasión y coraje es la música pero excede y parece un intento de montaje de proveer de alguna emoción a un film muy mal parido. ¿Cómo ganó el concurso del Bicentenario organizado por INCAA? Misterio... En fin, glosando a García Márquez, las películas condenadas a 100 años de superficialidad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra.
Basado en la novela histórica de Dalmiro Sáenz cuenta con las actuaciones de Juana Viale, Adrián Navarro, Esteban Pérez, Juan Ignacio Bianco, Elio Marchi, Sebastián Pajoni, Leila María, Fernando Margenet, Claudio Rissi y Ricardo Bertone; Filmada en escenarios naturales de Córdoba y San Luis. Este relato quizás nos podría ayudar a conocer un poco mas de nosotros, sobre los orígenes argentinos, (aunque les recomendaría mas leer un buen libro de historia), en esta nos encontramos en el siglo XIX, todo comienza en 1807 cuando Clarita (Juana Viale), hija de una acaudalada familia, se enamora de Clorindo (Bianco) y deja todo para acompañarlo, pronto este se convierte en desertor de los Patricios, ella queda embarazada y su marido muere en combate. A partir de ahí decide darle otro futuro a su hijo llamado Clorindo, se refugia en una colonia inglesa y al parir fallece. A partir de esto, irán apareciendo los descendientes de esta familia, y junto a ellos nos llevan a la Batalla de Curupaytí, la denominada Conquista del Desierto y otros acontecimientos; donde irán apareciendo las pasiones, las traiciones y una venganza que lleva 50 años. La película seguramente fue realizada con las mejores intenciones, muchas personas trabajaron en ella, podemos destacar algunos de los rubros técnicos, la música de José Luis Castañeira de Dios, y en fotografía Ricardo De Angelis. Basada en la novela histórica de Dalmiro Sáenz (poco aprovechada), y bajo la dirección de Carlos Galettini (“Convivencia”en 1993, la cinta ganadora de un Cóndor de Plata protagonizada por José Sacristán, Luis Brandoni y Betiana Blum). Algunos fragmentos de la película resultan poco creíbles, reiteradamente va y viene en el tiempo (con elipsis temporales, impresas en pantalla), con diálogos recitados, se vuelve aburrida y tediosa, un trabajo de edición y una dirección un poco desprolija, creo que tal vez por querer abarcar cronológicamente tantos años desde 1807 hasta 1898, (desde la Segunda Invasión Inglesa hasta la Conquista del Desierto, pasando por la guerra de la Triple Alianza).Las actuaciones de Navarro, Rissi, Perez (no alcanza), y Viale ( interpreta a dos mujeres de diferentes épocas), se ve muy bella en pantalla, pero todavía le falta a la hora de actuar.
Salvo por algunos minutos y una escena precisa (un militar argentino ante chicos paraguayos que se rinden en la Guerra de la Triple Alianza) nada hay para ver aquí. Mal filmada -literalmente-, mal montada, con saltos temporales incomprensibles y una protagonista que parece no comprender lo que hace ni lo que dice, La Patria... es una ensalada demasiado costosa y demasiado indigesta. Para el nostálgico de las valijas, aclaramos que la señorita Viale tiene cinco o seis escenas de sexo. Ninguna causa, siquiera, interés hormonal, lo que prueba aquello de “mal filmado”.
Más allá del bien y del mal “¿Cómo que Galettini es indefendible?”, pegó el grito en el cielo una de nuestras plumas más persistentes. De ese pequeño momento se desprende este texto, una encendida revalorarización de quien ha sabido forjar un amplio legado cinematográfico – popular, chatarra, controversial o propagandista, pero siempre particular- y que, luego de una década de parate, vuelve al ruedo con La Patria Equivocada. Concibiendo al cine como un arte que entretiene (vieja vacilación: ¿El arte es entretenimiento? ¿El arte también puede entretener? ¿La tercera posición resulta que el cine es arte y entretenimiento?), podemos decir lo siguiente: hay películas buenas, hay películas malas y están las películas de Carlos Galettini. Director de, lean bien, las cuatro de Los Exterminators, tres de Los Superagentes, dos de Los Bañeros –la tercera no es tal, simplemente es basura-, la de Los pilotos más locos del mundo, Los matamonstruos en la mansión del terror, etc… Galettini, o más bien su obra, y no es capricho sino realidad fáctica, pese a que alguna rúbrica se piante, está más allá del bien y el mal, exenta de cualquier juicio crítico e intelectual –y mucho más del cahierismo o el snobismo pecho frío- porque representa, sin ir más lejos, lo que la mayoría del público desea: fruición, goce y efectividad. La discusión acerca de qué comen las moscas es harina de otro costal, claro. A propósito, si el título Se acabó el curro (Compre antes que se acabe) no es uno de los mejores de la historia, ¿cuál lo es? Ha hecho escuela, sí, en la llamada “argentina bizarra” siendo el mayor –y mejor- referente de esa entelequia (la recomendación es conseguirse Cine Bizarro: 100 años de películas de terror, sexo y violencia, del maestro y mentor Diego Curubeto). Cuenta la leyenda, recuperada por Alexis Puig en Pantalla Freak, entre muchas que hay en torno a sus películas, que su primer telefilm y decimosexto largometraje, Charly, días de sangre, un slasher criollo protagonizado por –nuevamente, lean bien- Fabián Gianola y Adrián Suar, es una película negada por los propios implicados, resultando incunable por mucho tiempo. Y acá aparece la fantasía o realidad, donde el mismísimo Adrián Suar habría comprado todas sus copias para destruirlas y hacerlas desaparecer. Tranquilos: quien no la vio, podrá encontrarla colgada en YouTube por algún preservador cinematográfico posmoderno. Agradecidos por la magia. Volviendo al punto, quien reniegue de sus filmes históricos no tiene sangre, ni corazón y mucho menos perdón de Dios. Galettini no sólo merece el respeto per se (oh, San Galettini) sino que también le cabe por ciertas perlitas de su filmografía que han salido del canon preestablecido. Por ejemplo, Convivencia, inspirada en la obra teatral homónima de Oscar Viale donde se florean Luis Brandoni, José Sacristán y una jovencísima Cecilia Dopazo, es un filme tan fantástico como subvalorado. Asimismo, siguiendo con su rol de cineasta abocado a propuestas más serias o convencionales a las que inicialmente acostumbraba, están Ciudad del Sol, una ficción donde todavía resuenan los ecos de la dictadura militar, y más acá, ahora sí, La Patria Equivocada. En consecuencia, todas las películas de Galettini, desde la primera, allá Las Sorpresas, hasta esta última, ganadora del Concurso Argentina Bicentenaria, acá La Patria Equivocada, merecen respeto y admiración –tal vez la que menos lo merezca sea Dibu 2, la venganza de Nasty; tal vez la que más Las locuras del extraterrestre- por significar y dignificar, en su conjunto, al creador como un autor. Es innegable: en todas está su marca, su energía única e irrepetible (no sólo en los bizarrismos de época sino también en las de corte industrial o Serie A, también, así, en La Patria Equivoada). La pacatería, siempre minoría, de seguro dirá que es un director muy comercial (Michael Bay tiene de Galettini lo que este escriba de Christian Metz). De cualquier manera, a nosotros, los cinéfilos de entre 1 y 99 años, eso nos importa muy poco. Sólo hay para con él palabras de reconocimiento y purísima devoción. Bienvenido otra vez al trote después de 10 años, maestro. Pase por acá, la puerta grande. Entreténganos. Lo extrañábamos.
Es increíble que aún pretendan convencernos de que Juana Viale es buena actriz: no sólo es inexpresiva y monocorde sino que despliega frivolidad a mansalva. Su personaje recita ampulosos parlamentos con tan poca convicción que causan gracia. “La patria equivocada” atrasa cincuenta años la evolución del cine y se estanca en aquellos años donde la afectación era celebrada, en contraposición a la búsqueda de la naturalidad actual. El montaje rudimentario y la música arcaica tampoco son de mucha ayuda, sin tener presente los problemas de audio de origen y las varias desastrosas actuaciones secundarias.
La película equivocada Desde que el cine es cine que se han realizado filmes que recorren la vida de un país o de una familia durante más de 90 años. Pero hay que saber hacerlo. “La patria equivocada” es en una de las cosas que está equivocada. El film empieza en 1807 con las invasiones inglesas y una joven de buena posición que deja todo para seguir a su amado que termina siendo un desertor luego de la rebelión de las trenzas. A partir de allí comienza una aparente historia de venganza que en un momento dado no se sabe ni de contra quién es ni porque llega a ese punto por lo confuso de las situaciones y lo enredado de la forma de mostrar el paso del tiempo. Sumemos a esto que las actuaciones realmente dejan mucho que desear. Uno no puede vislumbrar si es una mala actuación de Juana Viale o si Galettini no realizó una buena marcación de actores, pero inclusive un excelente actor como Claudio Rissi (que se lo acaba de ver realizar un impresionante trabajo en “Aballay”) aquí queda totalmente deslucido, lo mismo que Adrián Navarro. “La patria equivocada” más allá de una buena fotografía y dirección de arte, es tan confusa, con actuaciones en tan bajo nivel, que da pena, más viniendo de un director con la experiencia de Galletini y con actores que han demostrado buenas dotes actorales en otros Films. Aquí parece que se conjuraron todos para hacer una película equivocada.