Desiguales ante la ley Los cuerpos dóciles (2015), documental que sigue al abogado penalista Alfredo García Kalb durante todo un proceso judicial que involucra a dos chicos marginales, interpela al espectador con cuestiones referidas a la igualdad en la aplicación de las leyes, el funcionamiento del sistema judicial o el régimen carcelario argentino. El binomio compuesto por Diego Gachassin y Matías Scarvaci centra su documental en un protagonista único, el histriónico abogado Alfredo García Kalb (una especie de Saul Goodman de Breaking Bad) al que seguirá de sol a sol durante todo el periplo judicial que involucra a dos jóvenes acusados de perpetrar un robo a mano armada. Pero la virtud de los cineastas no es la de únicamente mostrar la faceta pública sino también la vida privada de este “simpático” personaje cuyos límites legales se tornaran algo confusos. En Los cuerpos dóciles (clara referencia a Foucault), los directores mostrarán varias realidades sobre el accionar del poder judicial y como este actúa sobre las clases menos pudientes. Durante el juicio, el espectador asistirá a diferentes facetas que van desde la tranza, la mentira, la manipulación y el encubrimiento, abriendo un debate sobre a la correcta aplicación del código penal y como todo está armado para que sean los que cuenten con menos recursos los más perjudicados Un abogado de estas características, que transita de manera permanente por los bordes que separan lo permitido de lo prohibido, presentando un carisma cinematográfico mezclado con cierta banalidad, hace que la fuerza de la película vaya hacia él, que si bien nunca pierde el eje sobre su persona, una lectura mucho más profunda sacará a la luz el accionar de una justicia que marca una desigualdad de clase en su accionar, generando preguntas que el propio espectador deberá responder.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Justicia para pocos La cotidianeidad de un abogado penalista que trabaja en el conurbano bonaerense es el eje de un contradictorio, polémico y al mismo tiempo atractivo documental. No tengo grandes reparos artísticos hacia la dupla Gachassin-Scarvaci porque su documental de observación tiene múltiples méritos formales (ritmo, intensidad, solidez narrativa, buena factura técnica) y hallazgos temáticos (sumergirse en el intrincado mundillo de la Justicia que tiene como “víctimas-victimarios” predilectos a pibes marginales del conurbano). Mi problema con el film es que me terminó irritando un poco su protagonista casi absoluto y verdadero motor del relato. La película está construida por y para Alfredo García Kalb: la cámara sigue todo el tiempo a esta incansable abogado penalista que trabaja en el Gran Buenos Aires defendiendo a jóvenes de bajos recursos. En principio, hay que decir que García Kalb es un personaje con múltiples “atractivos”, una suerte de Robin Hood, un anarco, un tipo canchero, simpático y comprador, que además toca como baterista en una banda de rock y realiza diversas actividades en beneficio de los más humildes. Pero llegó un momento en que dejé de creerle, que su accionar me empezó a sonar forzado, sentía que “actuaba” para la cámara, para su lucimiento y no para hacer más eficiente su accionar judicial. Es cierto que el film lo muestra ganando y perdiendo casos, acertando y cometiendo errores, recibiendo el cariño y también la oposición de algunos de sus defendidos que cuestionan sus estrategias, pero en sus charlas o en su reivindicación foucaultiana (de allí el título) hay algo que, al menos a mí, no me terminó de cerrar y que me alejaron del personaje (y del film). Dicho eso (más cercano a la sensibilidad personal que a un análisis estrictamente cinematográfico) también reconozco que Los cuerpos dóciles se mete con conflictos, personas y lugares donde no muchas películas se han animado. Y lo hace sin caer en bajadas de línea, subrayados ni manipulaciones ideológicas. Allí -y en su impecable realización- reside su principal mérito.
Entre lo justo, lo ejemplar y lo real. A veces un elemento pintoresco, una persona que pasa rápidamente a personaje como es el caso de este abogado penalista Alfredo García Kalb, protagonista indiscutido del documental Los cuerpos dóciles (2015), de los directores Matías Scarvaci y Diego Gachassin, juega un tanto en contra cuando desde la premisa conceptual se busca realizar una radiografía de una realidad compleja, donde la desigualdad ante la ley es moneda corriente. En ese sentido, el histrionismo en un primer plano conspira con lo que realmente se dice o se hace, siempre que la cámara conserve esa distancia necesaria para ampliar la mirada y no dejarse llevar por la retórica o los juegos que propone el protagonista.
EVITAR EL INFIERNO Los documentales tienen una distinción frente al resto de las películas, su objetivo principal es exponer un recorte de la realidad y en algunos casos, también entretener. Los cuerpos dóciles no cuenta con escenas de violencia o de sexo, ni ofrece los elaborados efectos especiales a los que Hollywood nos tiene acostumbrados y ayudan a descansar o embotar el cerebro. Tiene, en cambio, la sordidez del Conurbano y el sistema penal argentino y muchas preguntas hacia el espectador. Los momentos de tensión están lejos de un personaje acechado por fantasmas o monstruos de otra dimensión, sino que acercan un terror mucho más tangible: quedar preso en una cárcel bonaerense. “En provincia de Buenos Aires no se puede estar en cana, hay que pensarlo muy bien antes de cometer un delito porque si es para terminar acá… es mejor que te peguen un tiro”, explica el abogado penalista Alfredo García Kalb. A través del caso de un robo a una peluquería, el film expone cómo funciona la Justicia con las personas de bajos recursos. Kalb no es un héroe ni pretende serlo, sólo conoce muy bien lo que implica ir a la cárcel y su trabajo es evitar que sus defendidos pasen mucho tiempo ahí. La puesta de Diego Gachassin que ya dirigió Vladimir en Buenos Aires y el debut de Matías Scarvaci (aquí la entrevista a ambos) muestra un desarrollo a veces un poco denso, espeso como en lo que se está centrado. Sin embargo, planos cortos y en movimiento hacen más dinámicos y sortea el agobio en la que hace centro el relato. Las escenas que exponen la vida de Kalb sin el traje, jugando con sus hijos o descargando su tensión en la batería, tiene como objetivo mostrarlo fuera del ambiente carcelario, como un hombre común y por consiguiente, posible generador de empatía. Entonces la operación no está disfrazada, hay una postura tomada y se advierte el esfuerzo de esquivarle a la moralina aunque tampoco se cargan las tintas contra el discurso conservador. En cambio, muestra un fragmento de la realidad y hace una crítica que plantea muchos interrogantes, una interpelación sin respuestas que busca convertirse en sedimento de los probables espectadores hacia donde se dirige, un intento de problematizar en ese sujeto ajeno o no de la problemática carcelaria y un sistema penal siempre cuestionado. Siempre. LOS CUERPOS DÓCILES Los cuerpos dóciles. Dirección: Diego Gachassin y Matías Scarvaci. Argentina, 2016. Intérpretes: Alfredo García Kalb. Edición: Valeria Racioppi. Cámara y fotografía: Diego Gachassin. Diseño de sonido: Hernán Gerard. Producción ejecutiva: Diego Gachassin. Música: Juan Manuel Lima. Duración: 74 minutos.
La cruda realidad En un momento de la película, su protagonista Alfredo García Kalb comenta: “Estoy cansado de toda esta realidad”. Y es justamente hacia esa realidad que bien conoce García Kalb a donde nos transporta todo el film. Y la que viven tantas víctimas del sistema penitenciario argentino. Los cuerpos dóciles retrata a este abogado penalista que se dedica a defender criminales solo por el hecho de pensar de que todos merecen una segunda oportunidad. Su objetivo primordial no es el dinero ni la fama, sino lograr de que esos presos abandonen pronto el castigo que se los obligó a vivir en las cárceles de nuestro país. El debutante Matías Scarvaci y el experimentado Diego Gachassin siguen con la cámara a nuestro personaje durante poco más de una hora, durante sus largos recorridos por el conurbano, dialogando con los detenidos y con sus familiares. También en su vida cotidiana preparando los casos o tocando la batería o jugando con sus hijos. En Los cuerpos dóciles veremos las realidades sobre el accionar del poder judicial y cómo actúa sobre las clases menos favorecidas por el sistema económico político y social, logrando que quienes con menos recursos cuentan, siempre son los más perjudicados Posiblemente el error de la película esté en su corta duración, lo que imposibilita seguir ahondando en esta terrible problemática de la justicia penal, y que muchos de esos escasos minutos sean dedicados más a poner en relieve a García Kalb (por momentos pareciera que está actuando como para salir heroico en la trama). Lo más valioso del film, es que se mete con personas, conflictos y en lugares donde no muchas películas se han animado. Y vale la pena ver cómo la letra chica de la Ley se baja a la práctica, y cada uno la usa como mejor le conviene.
EL PODER JUDICIAL AL DESNUDO Un documental de Matías Scarvaci y Diego Gachassin, que obtuvo tres distinciones en el último Festival de cine de Mar del Plata. El film esta protagonizado por un abogado penalista, conocido por los directores, Alfredo García Kalb que ejerce la profesión de una manera personalizada, comprometida, gran conocedor de la condición humana y de las características mas oscuras de la maquinaria de la justicia en nuestro país. Un trabajo minucioso que permite que el espectador espíe y se meta en cárceles, en conversaciones y festejos privados, en dolores íntimos y miedos, en injusticias y arbitrariedades, en negociaciones, en verdades a medida. En la colisión de dos mundos el marginal sin muchas opciones y el formal de lenguaje característico de verdades y argucias legales. En muchos aspectos este film resulta revelador, revulsivo y empático al mismo tiempo. La inteligencia de los realizadores que lograron en muchos momentos que los filmados se olviden del registro y la presencia de las cámaras, con un resultado donde la verdad brilla y se revela
Fábula del abogado y los pibes chorros Alrededor de la figura del abogado defensor García Kalb, con un caso de robo a una peluquería como eje, Los cuerpos dóciles sigue a su personaje logrando una confianza tal entre la cámara y aquello que filma que arroja al espectador a una realidad en crudo. Cuando presenta un caso en tribunales, los jueces se dirigen a él como “doctor García Kalb”. Pero sus defendidos lo llaman Cacho. No hay mejor manera de definir a Alfredo García Kalb, abogado penalista especializado en la defensa de pibes (y no tan pibes) chorros, que suele usar el pelo largo y la barba crecida, es baterista de rock, fuma porro y en los 90 estuvo un tiempo en cana. Cacho cobra por su trabajo, tiene una buena casa y tres hijos rubios. Pero también es uno de ellos: festeja el Día del Amigo con varios de sus defendidos –que le están súper agradecidos, y si es así por algo será, estos muchachos no se chupan el dedo–, los trata de igual a igual, comparte sus códigos y, si pierde un juicio, se viene tan abajo como ellos. Alrededor de la figura de García Kalb, con un caso de robo a una peluquería como eje, gira Los cuerpos dóciles, que como toda muestra de cine directo sigue a todas partes a su personaje, logrando una confianza tal entre la cámara y aquello(s) que filma, que la cámara parece no existir. El resultado es que el espectador se ve arrojado, sin intermediación aparente, a un pedazo de realidad en crudo. Una realidad con la que decididamente no está familiarizado. Salvo cuando le toca vivirla del otro lado del mostrador social. “Ese es el rol que vos tenés que interpretar”, le dice García Kalb a un cliente, sin cuidarse de hacerlo en voz alta, en medio de un juicio. Ganadora de tres premios en la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (Premio DAC a Mejor Dirección, Premio Argentores al Mejor Guion, Premio Especial del Jurado Oficial de la Competencia Oficial), Los cuerpos dóciles no se permite el facilismo demagógico de hacer del abogado y de sus defendidos unos angelitos. Los dos pibes reconocen que entraron calzados a afanar a la peluquería, y además tienen antecedentes. “Estábamos re en pedo”, dice uno de ellos. “Estábamos tan empastillados que ni me acuerdo cómo me fui”. Como para todo abogado, a “Cacho” no le importa si son inocentes o no, sino que logren sacarla lo más barata posible. Para eso hay que hacer lo que hacen los abogados: representar roles, amañar datos, acomodar los hechos en beneficio de sus representados. Que estos pibes sean el piñón flojo del sistema económico y social es un tema que queda fuera del encuadre del documental, que se ciñe estrictamente a la figura de García Kalb y aquello que le es más próximo. Lo más cercano a una crítica más general es el momento en que el abogado hace mención a “los que creen que la cárcel sirve”, abriendo, para quien quiera hacerlo, una posible reflexión sobre otras formas de tratamiento del delito. El modo en que ambos realizadores, Matías Scarvaci y Diego Gachassin (el primero es abogado y discípulo de Ricardo Bartis; el segundo, correalizador del magnífico documental Habitación disponible), logran instalarse dentro del medio que filman es al que todo realizador de cine directo debería aspirar. Scarvaci y Gachassin registran confesiones íntimas, como esa en la que los pibes le cuentan al abogado qué sucedió en realidad, tanto como los diálogos entre el abogado y sus defendidos en medio del juicio, cuando las papas queman. “Estamos hasta la pija”, repite García Kalb, intentando convencerlos de que admitan un grado de culpabilidad, para que les disminuyan la pena. “¡Mentiroso!”, le grita la madre de uno de los acusados a un policía que declara (falsamente) haber visto a su hijo con un arma en la mano. Los realizadores de Los cuerpos dóciles (un título enigmático) filman a García Kalb jugando Grand Theft Auto con su hijo (“¿cómo hago para robar la caja?”, le pregunta) y reuniéndose con clientes con el rostro cubierto, que lo vivan. Lo muestran hiperventilando en el tribunal y agarrándose la cabeza, tras haber perdido un juicio. Después se suben al asiento trasero de su auto y en un plano cinematográfico de gran belleza visual encuadran el espejo retrovisor. “Estoy cansado de toda esta realidad”, dice Cacho, menos abogado que nunca, y prende un porro, con la actitud inconfundible de quien necesita fugar por un rato de allí.
LA ABRUMADORA REALIDAD Un film que duele, eso es Los cuerpos dóciles, que sigue a Alfredo García Kalb, un abogado penalista que con sus formas y concepciones éticas desafía los estereotipos de su profesión, evidenciando de esta manera las grietas discursivas que presenta el entramado enunciativo del sistema penal argentino y delatando tanto sus límites como sus posibilidades. A Alfredo lo vemos lidiando con casos donde son los más jóvenes y pobres los que pagan los platos rotos, tratando de encontrarles, o mostrándoles, alguna salida o alternativa a ese infierno que son las cárceles, atravesando con ellos -y sus familias- ese despiadado purgatorio que es el sistema judicial argentino. Los directores Matías Scarvaci y Diego Gachassin encuentran el hueco justo donde lo documental se cruza con lo ficcional, con la construcción -o más bien reconstrucción, a partir de la representación y el recorte- que aporta el dispositivo cinematográfico. Y van revelando, como de a capas, las dosis de perversidad, opresión y represión de muchas situaciones que se aceptan y naturalizan, pero que poco tienen de natural, y especialmente de humano. Lo que va quedando, contenido dentro de un relato con marcos similares a los de una película de crímenes y juicios, es una narración muy parecida a una tragedia, con Alfredo como un personaje definitivamente heroico que hace todo lo posible para evitar esos destinos trágicos para los individuos que defiende, aunque termine golpeándose con la realidad. Una realidad implacable, donde no parece haber lugar para la redención, la contención, la empatía con los marginales y desplazados del sistema. En eso, el título del film -que remite a un capítulo de Vigilar y castigar, de Michel Foucault- es toda una declaración de principios: lo que contemplamos es la antesala de la domesticación de esos cuerpos. “Estoy cansado de tanta realidad”, dice sobre el final Alfredo. Los espectadores también, aunque quizás sea el momento de ver cómo cambiar esa realidad. Los cuerpos dóciles, a partir de su potente construcción formal, es un cachetazo que supera toda indiferencia posible.
El documental de Matias Scarvaci y Diego Gachassin tiene una premisa bastante interesante. Que en otro caso hubiera sido solamente digna de ver por el tono y la temática que aborda, pero nada más. Sin embargo es Garcia Kalb quien llevara adelante el relato, y lo hará con la misma astucia y vehemencia con la que lo vemos hacer sus alegatos. Alfredo Garcia es siempre 100% consciente de la cámara, juega con ella, y por medio de ella con el espectador. Lo interpela, lo lleva a un mundo en el que uno se siente incomodo y se le hace imposible no empezar a juzgar a los defendidos que parecen a priori “bastante culpables”, como se dice. Aun así, seremos testigos de lo siniestro del sistema penal. Lo siniestro de sus acusados, de los acusadores, de la policía, del sistema penal todo, de las cárceles y de como Garcia Kalb con mucha cintura se mueve como un pez dentro de todo este sistema. Veremos como para algunos de sus defendidos, pasados, corrientes y futuros, este abogado es una especie de héroe, al cual le dedican asados y brindis con vino, hasta se encarga de la animación de fiestas como el Día del Niño dentro de los penales. También podremos ver detrás de la cortina, como es este hombre en su vida, como padre y como ser humano, y veremos que es un tipo que “labura” todo el tiempo, y lo hace por plata (¿acaso no lo hacemos todos?). Carisma: Como dije, Los Cuerpos Dóciles está parado sobre Garcia Kalb, sobre su carisma y sobre su atractivo como personaje. Su modo de hablar, de desenvolverse, su aspecto, sus estrategias legales. Todo es atractivo al punto incluso del morbo, queremos que gane sus casos, queremos ver como le va en la corte. Y sobre todo, queremos seguir viendo más de él. Sus frases, sus diálogos, todo lo que Garcia Kalb dice o hace es el único atractivo del documental, y obviamente no necesita más. Frases del calibre de “te encontraron el arma, mi vida. Estamos hasta la pija” contribuyen a lo bizarro de estar viendo un proceso penal real, mientras dos chicos acusados de robo son juzgados. La cámara está para seguir y que Alfredo cuente. Ni puestas jugadas, ni iluminación o fotografía estrafalaria, nada de eso es necesario para que se instale en nosotros y nos deje atornillados a la butaca. Conclusión: Los Cuerpos Dóciles es un documental que realmente no te deja sacarle los ojos de encima. Garcia Kalb ejerce una atracción sobre el espectador que pocas veces he visto, y tanto los directores como él mismo lo utilizan a su favor. Los casos que vemos, las situaciones son accesorias, y tan sólo están allí para que veamos como el abogado se desenvuelve. Una apuesta realmente más que interesante y sobre todo única en nuestro país. Un documental más que recomendable para todo el mundo. Interpelara al espectador de manera frontal y sin vergüenza. Pero como la ley, logrará que seamos imparciales y tan sólo nos enfoquemos en el proceso. Pero siempre sin sacarle los ojos de encima a Alfredo. Después de todo, ¿quien no querría compartir un asado con un tipo como él?
El abogado de la calle Hay más de un mérito en Los cuerpos dóciles. En principio, el hallazgo de un personaje de evidente singularidad, el abogado penalista Alfredo García Kalb, dedicado mayormente a defender a aquellos que la justicia argentina persigue con particular saña: los acusados de delitos contra la propiedad que no cuentan con demasiados recursos económicos para afrontar un proceso con chances de ser absueltos. García Kalb conoce el lenguaje y los códigos de la calle, también las mañas habituales en los tribunales. Se dedica a trabajar en un ámbito que buena parte de sus colegas descarta. Tiene carisma, es tesonero y se mueve con soltura frente a la cámara. Es él quien sostiene el relato, con plena conciencia de ser el protagonista. Pero la película también funciona como llamado de atención sobre el funcionamiento de un sistema judicial que desde siempre ha operado de acuerdo con la pertenencia de clase. Tomando como eje el juicio a dos acusados de robar una peluquería, este documental austero y preciso desnuda algunas irregularidades del proceso y, de paso, abre la discusión sobre la eficacia real de un sistema penal dedicado al castigo, más que a la declamada reinserción social. Si la exclusión es una de las causas más evidentes del crecimiento del delito en el país, también queda claro que las políticas puramente punitivas no son una solución real del problema. García Kalb lo sabe de sobra y le pone el cuerpo y la cabeza al asunto. Con su particular estilo, desmañado, alejado de toda formalidad, pelea en un terreno difícil, donde suele tener todas las de perder. Sabe que en un estrado la palabra de un efectivo policial puede tener más valor que la de un civil imputado y se esfuerza por hacérselo entender a sus representados. Conscientes de la riqueza del personaje, Matías Scarvaci y Diego Gachassin se asoman también a la vida privada de este abogado inusual que también es ocasional baterista de rock y parece tener con sus tres hijos una relación llana y lúdica. Es él, acostumbrado a enfrentarse -y también a convivir de la manera más política posible- con el poder institucional, quien en algún momento se quiebra y confiesa su impotencia. Aduce simplemente estar cansado de la realidad que lo rodea, y no hay manera de no identificarse con ese gesto de agotamiento, salvo que se elija la evasión, ese antídoto que la sociedad de consumo nos inocula a diario sin pausa, a un ritmo cada vez más acelerado.
Un abogado del palo y al palo Dos presos, su abogado penalista y un caso que representa a muchos en este drama del conurbano. El peso propio de un protagonista que se revela por su propio peso y la mirada incisiva sobre la historia que elige contar ofician de salvavidas temprano para que Los cuerpos dóciles, el filme que codirigen Matías Scarvaci y Diego Gachassin, esquive de manera terrenal la trampa de su título fucoultiano. La narración se impone a la teoría en este documental que muestra desde una óptica distinta el funcionamiento del aparato judicial argentino a partir del caso de dos jóvenes detenidos por el robo a una peluquería. Distinto por el rol histriónico que asume el abogado penalista Alfredo García Kalb mientras ejerce la defensa de dos jóvenes marginales en el conurbano, distinto porque interpela y cuestiona con hechos y experiencias la imposición de un ideario sobre cierta flexibilidad de jueces y tribunales frente a la delincuencia marginal. Pero la clave está en que García Kalb se vuelve un actor capaz de generar dudas acerca de si estamos frente a una ficción o un documental. Maneja el código de los tribunales pero también el de sus defendidos. Maneja las cámaras y el vínculo con los presos. Y le gusta el show tanto como para pasearse en un BMW blanco por las poceadas calles conurbanas. La negociación de las condenas, las reuniones con la familia de los presos, las celebraciones por un caso exitoso, sus secretarias y hasta su vida personal con aspiraciones de músico construyen un personaje único. Kaleb es la guía por este mundo desconocido pero demonizado, plagado de prejuicios, que el filme enfrenta sin bajada de línea. Y El mérito de Gachassin y Scarvaci está en contar muchos casos en uno, en hacer visibles ciertos mecanismos de manipulación a través de la praxis. Cuentan lo singular para plantar dudas generales, y lo hacen a través de un documental que tiene personajes, trama y desenlace, una construcción cuidada y espontánea a la vez. Una narración necesaria y disfuncional contra cualquier disciplinamiento o docilidad de relato.
POINTS: 7 Winner of the DAC Award for Best Direction, of the Argentores Award for Best Script, and the Special Mention of the Jury of the Argentine competition at last year’s Mar del Plata Film Festival, Los cuerpos dóciles (“The Docile Bodies”), written and directed by novel helmer Matías Scarvaci and Diego Gachassin (Vladimir en Buenos Aires, co-director of Habitación disponible) is a rare bird on the local scene of observational documentaries —for a number of very different reasons. For starters, it boasts a very appealing raw energy and a great ability to convey its ideas as well as to elicit a strong response from viewers. Whereas many observational documentaries tend to ask for a contemplative mindset from viewers, Los cuerpos dóciles does the opposite: it prompts you to want to be a part of what goes on the big screen. Or, better said, to be physically there to see more of the multifaceted scenario. And we’re talking about a truly complex reality. The documentary takes its name the concept of the docile bodies in Michel Foucault’s Discipline and Punish, and it follows the everyday professional work of the well-known criminal defence lawyer Alfredo García Kalb as he conducts a case in which his defendants, two impoverished youngsters from Greater BA, are charged with a crime that apparently they did not commit. Or, at least, not as charged. That remains to be seen. In any case, the point is that, like so many young people — and others not so young — from the fringes of society, they are confronted with a local law system that’s no longer fair or reliable as it claims it is. For that matter, the often feeble status of justice in Argentina doesn’t affect solely these people, but it hurts them particularly. It’s a good thing that García Kalb is a character himself, so to speak, with or without a documentary about him and his work, because that helps quite a lot to build a meaty drama. Among other things, he’s a family man, a drummer with a band, and an altruist whose work is mostly devoted to those who cannot afford the high fees most lawyers would charge. He knows the penitentiary system is not at all a place to inmates’ resocialization for their punishment, and so they live in very poor, subhuman conditions. He also says that the police forces are now more like political forces meant to take people off the streets at any cost. Of course, people who the system finds undesirable. But make no mistake. Los cuerpos dóciles is not agit-prop and it doesn’t cast a judgment on the characters it analyzes. It’s not about saying who the good guys and the bad guys are. Instead, it dissects the system and how it is implemented and this way it exposes its perversions together with its traps and intentional errors. In so doing, it shows how not everybody is equal before the law. It goes without saying that this problem is not in the least restricted to Argentina, hence its universal dimension. Neatly filmed in static shots for the scenes at the oral trials and other indoor shots when Kalb is with his children, and an expressive hand-held camera for exteriors when Kalb meets his clients and relatives, Los cuerpos dóciles swiftly manages to convey the state of things with remarkable realism and the right tempo along its 74 minutes. Though the characters know they are being filmed, they surely don’t show it, which opens the door to moments of exceptional emotional intensity. In any case, you could say that Kalb occasionally performs for the camera with all his histrionic personality, but if that’s so, then there’s nothing to worry about, since he’s a compelling actor. As compelling as the documentary itself. Limited release Sundays at 6pm at the Gaumont Movie Theatre (Rivadavia 1635) and the MALBA (Av. Figueroa Alcorta 3415). Production notes Los cuerpos dóciles (Argentina, 2015). Written and directed by Diego Gachassin, Matías Scarvaci. Cinematography: Diego Gachassin. Editing: Valeria Racioppi. Running time: 74 minutes. @pablsuarez
Tener un gran personaje puede marcar una enorme diferencia. Y este documental lo tiene. Se llama Alfredo García Kalb y es un abogado penalista que se dedica a defender, al menos en los casos que se ven aquí, a jóvenes que han sido detenidos por delitos. Alfredo, un ex presidiario que sabe las consecuencias que para esos chicos tendrá pasar años en la cárcel –lugar en el que se castiga y controla, más que se reeduca, de ahí el título “foucaultiano” del filme– trata a veces con mañas que bordean lo legalmente aceptable hacer zafar a pibes que se admiten culpables, tratando de funcionar como una especie de padre y mentor, convenciéndolos de que si se salvan de caer presos –desde la experiencia y cierto tono de hermano mayor– deben dejar la vida delictiva. Los modos de Alfredo son raros y para muchos sonarán cuestionables, pero tienen una cierta lógica. El filme sigue un par de casos en los que él trabaja, de los cuales se destaca uno en el que dos jóvenes son acusados por un robo con armas en un negocio. Las idas y vueltas de ese caso –las negociaciones con los chicos y luego el juicio oral– serán la parte central de la trama, pero es Alfredo quien se roba la película, con su forma tan poco ortodoxa de presentarse (uno podría definirlo como un abogado “del palo”, que se hace amigo de sus clientes o eso logra hacernos creer) y sus nerviosos/maníacos modos. La película tampoco explora a fondo su vida personal y eso, finalmente, es una gran decisión, ya que lo muestra básicamente en funcionamiento y pone en juego lo que sucede cuando ese personaje y sus clientes se enfrentan a los ámbitos judiciales más tradicionales. Es cierto que el abogado es el centro del filme pero no es el clásico retrato bizarro de un “personaje peculiar” tan caro al documental argentino de estos últimos tiempos. Es un documental sobre ciertas zonas y manejos del sistema judicial –con las que algunos podrán estar de acuerdo y otros, no– con un personaje muy particular dentro de él. Y eso marca una gran diferencia.
El documental “Los cuerpos dóciles” aborda una etapa de la vida del abogado penalista Alfredo García Kalb, es durante el proceso militar (1976-1983). El caso de dos jóvenes marginales enfrentados al aparato judicial argentino del conurbano, y como la aplicación de la pena y las consecuencias afectan sus vidas y las de su entorno familiar, asimismo como el protagonista ejerce su profesión de un modo especial, que a veces torna difusos los límites entre lo prohibido y lo permitido, lo profesional y lo personal, cuestionando el sentido del derecho penal en la actualidad y observando la tensión que existe entre encierro y libertad. Codirigido por: Matías Scarvaci (actor, director y abogado) y Diego Gachassin (egresado del Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda (IDAC, y como guionista en ENER), con producción de Scarvaci, los74 minutos siguen al abogado (trabajaba en el conurbano de la Provincia de Buenos Aires) cuyo resultado demuestra, como padre de familia (tres hijos), baterista en una banda de rock, y en la defensa de sus clientes, que en éste caso dos jóvenes acusados del robo de una peluquería, no fue por fama, aún menos por dinero, sino por principios: “todos merecen una segunda oportunidad”. Tratando de contener a los familiares explicando a los acusados las posibilidades de la causa, lo vemos usando el mismo argot que emplean sus clientes, como uno más de ellos, sin ser superior ni suficiente, lo que se ve claramente cuando a uno de sus defendidos le dice “si es tu palabra contra la de él, le van a creer a él y no a vos porque tenés antecedentes, y él es policía”. Es un buen retrato de un sistema obsoleto que olvidó su función correctiva original, para quedar sólo medio de castigo. Alfredo García Kalb logra desempeñar su papel a la perfección haciendo que olvidemos que no es un actor profesional, pero que sí se siente, que la cámara lo quiere y lo ayuda a sacar adelante la película, que descansa principalmente en su actuación, es más, a veces da la sensación que su trabajo era actuar para la cámara y su lucimiento personal. Una película que tiene buen ritmo, se adentra en conflictos y lugares no habituales en este tipo de films. Los realizadores logran una obra sólida, intensa, y con buena factura técnica, Interesante en todos sus aspectos, en consecuencia deberíamos verla.
El filme sigue la vida del abogado criminalista Alfredo García Kalb con sus clientes que no trata como tales. Es decir, comparte con ellos fuera de sus casos y juicios, además de reflexionar sobre su situación e, incluso, sobre su compartir. Lo que se observa se convierte en la cercanía de estos enjuiciados que usualmente tildaríamos de ‘villeros’ o ‘chorros’. A Gachassin y Scarvarci no les interesa eso, sino humanizar el proceso judicial, a los cuestionados y al propio abogado. Esto lo logra narrando momentos cotidianos: los viajes con su asistente a ver a sus clientes, reuniones con éstos sobre el juicio o sobre otros temas, conversaciones con familiares, salidas del abogado con sus hijos, juegos con éstos, entre otros. Además, la película entrama esos momentos cotidianos sin excederse de tiempo. Apenas con 75 minutos de duración, se ven instantes muy sencillos de la vida de Alfredo, con los cuales se siente la rutina de él, no sólo como abogado sino como hombre argentino de unos cuarenta años. Asimismo, se alternan épocas que se marcan con la longitud de su cabello para que eventualmente reconstruyamos la película con tales marcas, para que poco a poco entendamos que pasa mucho tiempo para llevar a cabo un juicio y, sobre todo, darlo por terminado. En este sentido, se matiza cierta crítica al poder judicial argentino, en vista de que Alfredo es un personaje real que el filme ficcionaliza. Todos los elementos con los cuales trabajan los directores son muy sencillos. La actuación de García está desprovista de amaneramientos. Es directa y franca con cierto toque de dramatismo cuando es necesario. El resto del elenco trabaja en conjunto con roles pequeños pero valiosos por lo que representan dentro de la historia. En referencia al guión, deja entrever la importancia de cada personaje a la vez que muestra cómo Alfredo los guía entre conflictos y engaños judiciales. Respecto a las decisiones musicales, acompañan la película sin perturbarla, incluso pasa desapercibida. La escena final donde Alfredo pasa las emisoras de la radio de su auto casi distraídamente hace pensar en cómo él pasa por cada caso de sus clientes sin perturbarse, preocupándose por cada uno de ellos sin perder los estribos a pesar de las injusticias. De esta forma, se habla de un proceso judicial que, si bien suele ser complicado en cualquier parte del mundo, se vuelve más engorroso cuando se trata de proteger a los más pobres. El mayor valor de la película es que no se empeña en victimizarlos o hacerlos inocentes. Por lo contrario, se interesa en retratar los recovecos de cada caso, sus complicaciones y sus posibles soluciones, a las que no se llega con facilidad.
Adiós a los cuerpos gachassin-Scarvaci-500 Diego Gachassin y Matías Scarvaci están a cargo de este documental sobre la vida del abogado penalista Alfredo García Kalb. Ya desde el titulo sabemos cuál es el concepto de los realizadores sobre el sistema carcelario: en el capítulo “Disciplina” del libro Vigiliar y Castigar de Michael Foucault hay un subcapítulo llamado Los cuerpos dóciles, allí la noción de docilidad une al cuerpo analizable y al cuerpo manipulable, el qué y el para qué del sistema carcelario. V y C Con esa referencia, los directores podrían haber pensado el film como un apoyo documental para ilustrar los análisis de Foucault, pero esa tentación es lúcidamente superada gracias a la centralidad de Kalb, quién lleva adelante la defensa de dos jóvenes marginales y mediante ese proceso pone en tela de juicio al aparato judicial argentino y su sistema carcelario. Kalb primero trata de ganar la confianza de esos jóvenes, sabe que cometieron un delito pero también agrega que ya el sistema social en el que viven los ha encerrado en la pobreza y en la ignorancia, por lo que el sistema y sus medios de propaganda los estigmatizarán como maleantes hayan o no hayan delinquido. kalb y la carcel Kalb también sabe que la cárcel no será ninguna solución, en el estado calamitoso en que se encuentran, esos jóvenes soportarán la humillación y la influencia de las escuelas del terror que reinan al interior de las penitenciarías. La prisión, a la postre, será una máquina serial de producción y perfeccionamiento de la delincuencia, funcionando como retroalimentación del gran negocio de las empresas de seguridad que ofrecen sus servicio a una sociedad que ya no sufre que la vigilen sino que vende sus libertades y su privacidad por más seguridad. Paradojas de la era de la redes sociales digitales, el control social se transforma en demanda. Lo interesante del film es que no se limita a la vida profesional y aborda el vínculo discursivo y corporal de Kalb no solo con los jóvenes acusados sino también con sus hijos y con la música. No es casual que en el plano de la música se dedique a la batería, el instrumento le permite su Catarsis /liberación de energías (sino recordemos las frenéticas presentaciones de Keith Moon el legendario baterista de “The Who “cuyo cuerpo despedía niveles extraordinarios de energía). kalb Cuando los jueces emitan el fallo, Kalb y sus representados desarrollan un movimiento que se puede sintetizar en la dialéctica vaciado/llenado. El abogado denuncia el vaciamiento de humanidad que realizará la cárcel con los nuevos presos y como contrapartida tratará de llenar y llenarse de esperanza como una forma de devolver libertad y cuerpos a los presos al terminar la condena, como una forma de indicar que pueden encerrar el cuerpo pero nunca el espíritu. La música así es un salir del cuerpo, su batería es una gimnasia etérea de la no presencia, del desvanecerse, de ser voz sin imagen que al final encuentra un espacio mínimo en el espejo retrovisor del auto. kalb y el espejo Film valioso por centrarse en una figura que encarna la situación social de los barrios marginales y su impulso al delito que tiene el marco conceptual de Foucault como guía pero que no se limita a ser un mero ejemplo para su compresión. Hoy no hay distancia entre un basural y una cárcel, en ambos se deposita el desperdicio de la sociedad y desde los fusilamientos realizados por la libertadora en el 56’ sabemos que el basural es sinónimo de muerte injusta, indefensa e indigna. Estrena en el Gaumont el 4 de Agosto.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Si uno entra desprevenido en una sala donde se proyecta Los Cuerpos Dóciles, se puede confundir -en esa primera mirada- un registro documental con uno de ficción, ya que en los últimos años la frontera entre ambos formatos se difuminó hasta casi desaparecer. Alfredo García Kalb, protagonista absoluto de esta historia, es un abogado penalista, padre y baterista de una banda y no un actor, si bien posee aptitudes que demuestran que podría serlo: frente a cámara siempre se lo ve natural y desenvuelto. La acción de la película se centra en un caso en el que dos “pibes chorros” son acusados de robar una peluquería y llevados a juicio. La cámara lo tiene a García Kalb visitando barrios pobres, humildes, donde muchos de allí ya lo conocen por haber trabajado en sus casos o en los de familiares y amigos. También vemos sus reuniones en la cárcel con los acusados y las tácticas y estrategias que planea para que la condena no sea tan brutal, y en el juicio mismo, declamando su verdad frente a jueces y familiares. El planteo de los directores es el de invisibilizar la cámara, cosa que saben y sabemos es imposible, aunque logran que nosotros espectadores participemos de lo que ocurre como testigos (o cómplices). Su mirada parte desde un personaje que tiene certeza de que su jugada en el campo judicial está perdida de antemano, o que puede llegar a arañar una derrota digna, tratando de que los débiles, los excluidos, se lleven una condena menos dura, haciendo que su palabra valga lo suficiente como para no ser opacada por la de un oficial de policía o un miembro de la comunidad con más privilegios y acceso a mejores abogados o beneficios. Otra veta interesante del filme es la inclusión de momentos privados del personaje, permitiéndonos acceder a reflexiones varias y a su relación con sus tres hijos y con su instrumento musical, una batería que parece desconectarlo de esa realidad que -según sus palabras- se le hace cada vez más difícil de sobrellevar.
En un robo a mano armada a una peluquería, dos muchachos amenazan a los presentes y se llevan del local dos anillos y cinco pesos argentinos. Si hubieran atracado un banco, el crimen al menos tendría cierta importancia, y pasarían a tribunales con una dignidad aquí inexistente. Se trata de un asalto ridículo, sin premeditación, un error que cometieron drogados y al borde de la inconciencia, y que les costará carísimo. Una acción desesperada ejecutada con un arma falsa –ambos acusados insisten en que se trataba de una réplica–; un desliz sin víctimas más allá de ellos mismos. Pero la justicia debe tomar medidas ejemplarizantes. Y la forma de castigar a alguien que no tiene nada en el mundo es quitarle su libertad; de paso, condenarlo a un infierno en vida, a una humillación ilimitada. El capítulo de la obra Vigilar y castigar de Michel Foucault que da nombre a esta película, refiere a la vulnerabilidad de los cuerpos en las sociedades en que las torturas han dejado de ser aplicadas como penas: en su lugar, la pérdida de los derechos básicos es el tormento a experimentar. Esta película demuestra, mediante una historia sencilla, hasta qué punto el sistema es capaz de utilizar toda su saña burocrática sobre dos pobres diablos: los cuerpos “dóciles” deben ser maleables; sino son funcionales, sino se transforman y adaptan de acuerdo a una disciplina impuesta, deben ser entonces sometidos a inflexibles castigos. El abogado penalista Alfredo García Kalb, a quienes sus clientes y amigos llaman “Cacho”, dedica su vida a la defensa de quienes se encuentran en los estratos más sumergidos de la sociedad, a los marginados que se debaten a diario entre el crimen y una miseria total. Hiperactivo, campechano, cariñoso con sus hijos y visceralmente volcado a su trabajo, es el pilar fundamental que sustenta este documental, y cabe decir que es uno absolutamente cinematográfico. Se trata de un personaje grande como la vida; abocado a una quijotesca cruzada, intenta cambiar el sistema desde adentro y evitar que la balanza de la justicia se incline siempre hacia el mismo lado. Tiende a creerse que los documentales prescinden de actores, pero sin embargo García Kalb es de los mejores que ha dado el cine argentino en los últimos años, ya que hace de sí mismo en sus facetas más disímiles, y siempre con ricos matices y dobleces: tocando la batería con su banda, comprando una mascota en la feria, bromeando con amigos y clientes, jugando al GTA con sus hijos, deliberando efusivamente en el tribunal, reprimiendo su bronca o soportando todo el peso de un veredicto, su presencia, su físico impetuoso y desgarbado representa una figura trágica, fiel reflejo de una humanidad vapuleada. Al igual que en la brillante película palestina Omar, desde un comienzo se sabe con certeza sobre la culpabilidad de los imputados, y ese es aquí uno de los mayores méritos, ya que se evita la demagogia de mostrar a ambos muchachos como víctimas inocentes. Pero si bien el caso del robo de la peluquería funciona como eje narrativo, es la cotidianeidad del abogado la materia prima de la que se nutre esta película. Los directores Diego Gachassin y Matías Scarvaci logran captar una autenticidad brutal, utilizando notablemente los planos generales y los primeros planos, cambiando alternativamente el foco sobre uno y otro personaje durante las escenas de tribunal, captando gestos determinantes en momentos clave. Los cuerpos dóciles es una película imprescindible, fiel reflejo de un lugar, de una época y de una temática que trasciende mucho más allá de su tiempo y espacio.