Estados alterados En Los desechables (2012) Nicolás Savignone (Hospital de día (Buceando en la superficie), 2013) realiza un interesante ejercicio cinematográfico a partir de tres historias independientes que se interrelacionan entre sí en una cuarta. Un muchacho despertará una mañana y encontrará en su cama a una chica que estaba inconsciente tras un accidente. Una adolescente embarazada y su madre intentarán salvarse económicamente haciéndole firmar un compromiso al supuesto padre de la criatura. Una exitosa actriz hará lo imposible para conseguir el protagónico en la película del director de moda, incluso degradando a su marido hasta límites inimaginables. Tres historias que parecieran que su único hilo conductor fuera la alteración psicológica de los personajes concluirán en un cuarto capítulo cuando los tres protagonistas masculinos sean acusados de la estafa a la empresa para la que trabajan. Los desechables funciona como un ejercicio en donde lo teatral se fusiona con el cine para dar como resultado un film de una originalidad muy pocas veces visto. Géneros que atraviesan transversalmente cada uno de los episodios sorprenderán a un espectador que será despistado permanentemente por la fantasía y la realidad, el absurdo y la lógica, la comedia y el drama, o el misterio y el thriller psicológico. Savignone logra que el espectador pueda reírse sin una explicación lógica, pero a la vez preguntarse el por qué sucede lo que sucede. Un porqué que encuentra su respuesta en el efecto espejo que repercutirá en algún momento con algún rasgo de un personaje cualquiera. Psicosis, neurosis y todos los “osis” que forman parte de los seres humanos de hoy son los síntomas de cada uno de estos personajes extremos, que en un punto son el reflejo de cada habitante del mundo de hoy. Sin grande pretensiones, con más ideas que plata, buenas actuaciones y originalidad narrativa, Los desechables es un interesante ejercicio donde se funde el teatro con el cine que merece al menos una oportunidad.
Película sin duda atípica, Los desechables recorre las aventuras de tres jóvenes que luchan para lograr una mejor posición económica. El film, interpretado por actores totalmente anónimos, comienza cuando cada uno de ellos muestra su faceta amorosa al lado de otras tantas mujeres algo absorbentes. A través de fragmentos, los protagonistas demuestran la fugacidad de esas relaciones, y luego el entramado se fija en la oficina en la que el jefe y ellos comenzarán una casi amistosa conversación que, poco a poco, irá subiendo de tono hasta convertirse en una discusión en la que cada uno de ellos tratará de superar al otro mediante diálogos en los que quedarán abiertas las puertas de sus ambiciones, de sus cansancios y de sus frustraciones. El director Nicolás Savignone procuró convertir su film en un espejo de la problemática de la juventud de hoy, pero tropezó con el inconveniente de que su historia se aferra a lo teatral, lo que convierte al film, a pesar de su brevedad, en una constante suma de diálogos que explican, más que muestran, las desventuras de sus protagonistas. Poco más se puede decir de esta más que modesta producción que, no obstante, procura insertarse en los desafíos que la vida les impone a los jóvenes. El resultado queda a medias entre el interés de su realizador por poner al descubierto las inquietudes de sus protagonistas y de lograr una película distinta destinada, sin duda, a un público dispuesto a visionar un producto que, sin duda, tiene su interés en esa franja de espectadores que concurren al cine a descubrir algo distinto. Y Los desechables les permite esa pretensión.
Relato de la alienación Interesante y atípico ejercicio cinematográfico, que abreva en el teatro para trabajar con historias incómodas, dentro de un puzzle que solo se completará parcialmente, Los desechables es la primera ficción de Nicolás Savignone, que a principios del año pasado había estrenado Hospital de día (Buceando en la superficie), un documental centrado en la cotidianidad de pacientes psiquiátricos. El director, que además es psiquiatra, no intenta ocultar las costuras de un relato mínimo –tres empleados de una empresa y sus vidas privadas que están irremediablemente ligadas a su ámbito laboral–, para hacer evidente el universo hostil en el que se mueven un puñado de personajes de la clase media porteña, donde el lenguaje psicoanalítico no es una novedad para ninguno de los protagonistas. "Fantasma", "Casa de huésped", "Medio elenco inestable", "El purgatorio" son los capítulos-estaciones de la puesta que tienen un tratamiento narrativo especial para los tres jóvenes que los deben atravesar, enfrentando situaciones tan difíciles como extrañas –desde un hecho cuasi sobrenatural, pasando por un cuento del tío reformulado a cargo de unas siniestras madre e hija, hasta el papel de peones en un juego más grande–, y el extrañamiento pasa por una rabiosa actualidad, donde los tres son víctimas de un mundo corporativo, despiadado, que se regodea de su maldad (como otra mirada de El método, de Marcelo Piñeiro), alimento de un feroz sistema darwiniano que los lleva a la alienación y al vacío existencial.
Los vínculos en plena crisis Un guión con escaso vuelo que aporta más confusión, que claridad a los relatos, sumado a un equipo de actores poco convincentes cierran esta propuesta de Nicolás Savignone. Nicolás Savignone propone un experimento cinematográfico, en el que un grupo de jóvenes y algunos mayores, protagonizan una serie de situaciones, que están ligadas a los problemas de pareja, la mentira y los conflictos laborales, o las falsas acusaciones de un robo que en apariencia nunca se cometió. "Los desechables" está dividida en cuatro segmentos, o capítulos. En el primero se observa a una chica y un muchacho, en el que él se despierta a la mañana y le llama la atención que la joven esté a su lado. La llegada del jefe del muchacho, cuando éste está a punto de salir, provoca una serie de malentendidos, en el que ambos hombres, intentan hacerle creer a la chica un pasado reciente en el que -le dicen- estuvo internada en una clínica psiquiátrica, aunque ella no recuerda el hecho. ENGAÑO Y ESTAFA El segundo segmento, también protagonizado por una pareja Amelia (Maida Andrenacci) y Leo (Francisco Benvenutti), refiere al engaño y una forma de estafa, que es armada por la madre y la hija, para hacerle creer al muchacho que debe casarse con la joven, porque está embarazada. Este es el más claro de los capítulos. Poco después le sigue una situación en la que una actriz joven, junto a su marido, al que detesta y trata de humillar frente a los otros, espera la llegada de un director de cine y su mujer, los que vendrán a confirmarle si la contratan o no para que protagonice una película. Por último puede verse a los hombres de los tres capítulos anteriores, que se encuentran en una oficina, en la que uno de los jefes los acusa de haber cometido un robo y los incita a que confiesen quién de ellos fue, sin llegar a qué ninguno lo admita. "Los desechables", tiene el formato de una comedia de equívocos, en la que se mezclan elementos del teatro del absurdo, para dejar en claro una crisis en los vínculos, en los que ni hombres, ni mujeres parecen lograr entenderse. Un guión con escaso vuelo que aporta más confusión, que claridad a los relatos, sumado a un equipo de actores poco convincentes cierran esta propuesta de Nicolás Savignone.
Entre el cine y el teatro Nicolás Savignone es médico, cineasta e investigador teatral, y se las ingenia para combinar sus tres vocaciones: lo hizo en el documental Hospital de día (2013), donde retrató a pacientes psiquiátricos en un hospital público, y lo hace en Los desechables, película que no disimula su fuerte espíritu teatral. De hecho, su génesis se remonta a uno de los talleres de entrenamiento para actores y dramaturgos coordinado por Andrea Garrote, y es un producto colectivo del trabajo entre Savignone y los actores. Se compone de cuatro escenas: las tres primeras muestran a tres parejas diferentes en conflicto, con una diversidad de registros, que van desde lo fantástico hasta lo dramático, siempre con un tono cómico general. Cada una de esas situaciones es independiente de las otras, pero en la cuarta, a la manera de las películas corales, hay un intento por unirlas: los tres personajes masculinos resultan ser compañeros de oficina. Este cuarto episodio, con un jefe impiadoso sometiendo a sus subordinados a apremios psicológicos e induciéndolos a la delación, rompe la línea de los anteriores, con una bajada de línea bastante obvia: intenta ser, a la manera de El método Grönholm, una muestra de la máquina de producir miseria y miserables en que puede convertirse una estructura burocrática, en este caso empresarial. En menor o mayor medida, cada una de las escenas logra cierto funcionamiento -las dos primeras son mucho más sugerentes que las dos últimas, llenas de subrayados y guiños al espectador-, pero hay en ellas algo inacabado, como si fueran bosquejos de una obra que no llegó a plasmarse. Lo mismos ocurre con las actuaciones, que son aceptables como ejercicio de un taller teatral, pero trasladadas a la pantalla carecen de la suficiente consistencia para darle verosimilitud y fuerza dramática a una película cuya mayor virtud es la búsqueda de algo nuevo, aunque finalmente no lo encuentre.
Un experimento mal terminado Los desechables, nueva propuesta de las lides de la FUC, dirigida por Nicolás Savignone es un experimento mal resuelto que nace como parte de la extensión de un taller para actores a cargo de la actriz Andrea Garrote según palabras de su propio director para luego transitar en teoría desde una plataforma cinematográfica el diálogo entre cine y teatro que al juzgar por los resultados en pantalla más que diálogo parece un monólogo que apenas funciona como puntapié de experimentación en lo que a discurso y construcción de personajes se refiere. Estructurada en capítulos o viñetas para transmitir una falsa independencia en los relatos que luego se transforma rápidamente y por cohesión dramática en una sola historia, la premisa central inquieta por dejar sembradas muchas preguntas que no obtienen respuesta tanto desde la acción como desde las actitudes de los personajes involucrados. No hay que ser demasiado astuto para comprender que todo está librado a la improvisación y en ese nivel de improvisación se nota a las claras la mayor falencia por no saber dirigir a este grupo de actores Maida Andrenacci, Francisco Benvenuti, Miguel Bianchi, Mario Bodega, Ariel Bottor, Nacho Bozzolo, que logran hacer inverosímil la trama no por mérito propio o en busca de un registro surrealista sino por no encontrar matices al texto y a la actuación. Los personajes se ven representados como la cara visible de un género y tal vez la búsqueda de la mixtura en el cambio de registro era una idea sólida e interesante pero aquí lamentablemente nunca llega a desarrollarse o a distinguirse, salvo en el segmento Elenco medio estable donde la ironía sobre la intelectualidad, el esnobismo y una subyacente crítica sobre el discurso acrítico surge de manera forzada y con poco vuelo creativo. El título de Desechable remite desde una lectura apresurada a todo aquello que se descarta cuando la individualidad o el egoísmo vencen a un conjunto de valores donde entra en juego por ejemplo la ética en los negocios. También son desechables las personas cuando estorban en los planes o en las ambiciones personales, como es el caso de este grupo que trabaja en una empresa de la cual se ha filtrado información vital que pone en riesgo la continuidad de los negocios y para la cual debe existir un chivo expiatorio. Así las cosas, traiciones, lealtades, secretos y mentiras se exponen de forma descarnada en un simbólico purgatorio para no llegar a ninguna parte porque no se partió de ninguna parte. No siempre los experimentos cinematográficos resultan atractivos para compartir con el público si es que no se tiene presente el código que los rige por encima de las aspiraciones o buenas intenciones de sus creadores y Los desechables a pesar de su irreverencia formal no aporta nada nuevo ni tampoco seduce con su aparente textura cinematográfica.
The recently released Los dese-chables, the debut film of Argentine filmmaker Nicolás Savignone, is based on the theatre rehearsals conducted by Andrea Garrote, in which the director and the actors began working with the embryo of the project. It was then expanded, new material and characters were added, and thus it became a film. Clearly, it is meant to some kind of exploration on the frontiers and crossovers between the languages of theatre and cinema. Some sort of new take on well trod territory. Los desechables is about three somewhat close friends who one day show up at work and learn they are suspected of embezzlement, to the point of leading the company they work for to bankruptcy. In parallel, each of them has his own story concerning other things: love affairs, family matters, and unexpected news. One thing leads to another, and soon they are all confronting one another as to discover who the embezzler is. In turn, queries of a more personal subject matters arise. The acting and the dialogue make Savignone’s film an appealing feature . The group of talented thespians do strike the right notes with each gesture and delivery. Even if not all of them excel at all times, the overall effect is indeed compelling. As regards the dialogue, for the most part it sounds believable and unpretentious for these characters talk pretty much as real people would talk in real life in these circumstances. So far, so good. But when it comes to many other important aspects, the scenario is far from satisfying. For starters, there’s the mise en scene. To be austere and minimalistic is one thing, but to be flat and uninspired is an altogether different notion. Even within a very low budget, a visual look and a sense of space that say something about what’s being told is a must. One can only think the filmmaker wanted to go for a “less is more” approach, and failed to fully understand the concept. So expect photography, almost nonexistent art direction, and mediocre camerawork. But what’s most indefensible is the nearly total absence of a solid story and the corresponding pathos. Instead, you get an assortment of medium-length scenes that go nowhere too often. Granted, the characters do voice out their conflicts and engage into endless arguments, but from a narrative point of view that doesn’t necessarily mean that the conflicts really exist and have a weight of their own. I mean, here they are exposed verbally (and only to a certain extent) but they are not turned into actions, occurrences, episodes, or even anecdotes. Los desechables has a very unfocused, flimsy script that has almost nothing much to express —and to think that some twelve people were involved in writing it. And when it comes to the relationships it aims to establish between theatre and cinema, the huge problem to even care about them is that this is neither good theatre nor interesting cinema by a long shot.
Los desechables, opera prima de Nicolás Savignone, es una película dividida en cuatro episodios. Los tres primeros presentan a hombres que enfrentan una situación sentimental difícil. Y el final es un capítulo llamado “Purgatorio” en el que estos tres protagonistas, compañeros de trabajo, serán psicopateados por su jefe quién sostiene que uno de ellos le hizo perder millones a la compañía llevándola a la quiebra. Como muchos filmes episódicos Los desechables es una película despareja. El primer segmento (“Fantasma”) es el más logrado. Allí se destaca una fantasmática presencia encarnada por la intérprete Mariela Finkelstein quien da muestras de solvencia actoral y naturalidad. El segundo (“Casa de huésped”) no presenta mayor complejidad narrativa y carece de interés, mientras que el tercero (“Medios elenco inestable”) expone buenas ideas pero no están logradas en parte por la pobreza de algunas interpretaciones, y en parte por cierta improvisación que se adivina en el guion. Propuesta distinta, libre y profundamente independiente, Los deshechables carga con algunos lastres insoportables: una narratividad despareja, así como ciertas actuaciones, y una teatralidad desafortunada para el ámbito cinematográfico. Por otra parte, la decisión de que cada segmento transcurra en un espacio único configura un hándicap que este filme no logra sortear. Por Fausto Nicolás Balbi fausto@cineramaplus.com.ar
A partir de algunas premisas teatrales, situaciones que disparan la incomodidad en los actantes y los espectadores, el director Nicolás Savignone (“Hospital de día”) armó su primer largometraje de ficción “Los Desechables”(Argentina, 2012). La película, que tuvo un estreno limitado en Rosario en 2012, posee una estructura episódica de cuatro actos en total en los que la iteración y vacuidad van conformando el espacio para que los personajes armen una red de sentido que desconcierta y condiciona. Lo más interesante del filme es cómo se presentan situaciones simples apoyándose en el conocimiento teatral del director y el equipo actoral. En “Los Desechables” hay tres compañeros de trabajo que se creen confidentes el uno con el otro, pero que vivirán situaciones en su intimidad bastante complejas para contárselas a los demás. Así uno se relacionará con su expareja de manera imprevista e inadecuada, otro será el objeto de vergüenza frente al snobismo de los amigos de su mujer y el último tendrá que hacerse cargo de una situación “embarazosa” con una menor de edad. Además el trío protagónico compartirá uno de los episodios (el final) en los que deberán analizarse y juzgarse por pedido expreso del jefe de todos. Salvo en esta oportunidad, en el resto de las situaciones, las acciones se desarrollarán en espacios cerrados con la cama como vector y las pulsiones en stand by. Los hombres que protagonizan la cinta son “desechables” porque la fortaleza radica en la construcción de los personajes femeninos, cada uno con características particulares y diferentes, que pondrá en vilo y en situaciones complicadas a los tres hombres. La confusión del capítulo inicial, con una mujer invadiendo la vida de su ex (Fantasma), deja el espacio para un segundo episodio (casa de huésped) en el que dos mujeres interpelan a un hombre para conseguir algo. Ya en el tercer acto (elenco inestable) otra mujer tratará a toda costa de “esconder” a su novio frente a la llegada de unos “amigos”, mientras que en el cuarto (el purgatorio) las historias planteadas anteriormente se entrelazan en un mismo espacio pero sin llegar a darle un cierre a toda la historia y a cada vivencia personal. Esta última historia bien podría haber estado en primer lugar, como así también el resto es intercambiable, porque ya no interesa la digresión entre las mismas, sino la conectividad que se dispara desde situaciones bien planteadas y pensadas aunque registradas con cierta sencillez (planos fijos, primeros planos, planos conjuntos) que le restan potencia y ubica al filme en una puesta teatral más que cinematográfica. Las actuaciones del equipo de actores (que también participó de la escritura del guión) es correcta, destacándose Maida Andrenacci y Francisco Benvenuti, en el episodio que protagonizan y que marca el punto más alto en una película breve, narrada con honestidad y que surge de un trabajo en equipo que puso mucha pasión para terminarla.
LA DESECHABLE O CÓMO UN EJERCICIO DE ACTUACIÓN LLEGA AL CINE ADVERTENCIA: en esta nota NO se revelará la resolución de la trama debido a la carencia de la misma. Termina la película y queda la sala boquiabierta. Pero no, no es un final abierto. No nos deja pensado y reflexionando sobre el destino y el devenir de los personajes. No. Nos deja estafados, sorprendidos y con un poco de vergüenza ajena. El film cuenta tres historias. La primera es sobre X, que se despierta junto con una mujer que no sabía que estaba ahí. Parecer ser su ex novia. En eso llega su jefe a su casa (¿?) y lo ve con ella. Se sorprende porque parece que ella estaba internada en un hospital después de un grave accidente del que ella no recuerda nada. Después el jefe se desmaya, pero tranquilos, resucita “al toque”. La segunda es sobre Y, que le cuenta, entre las sábanas, a la chica de turno con la que se acuesta, que un amigo de él se fue con una chica del boliche a la cama y que resultó ser que lo estafaron. Se mata de risa (jua jua) de su pobre amigo que se quedó sin un mango. Después se prepara para irse a trabajar y ella se pone mimosita, le dice que se casen y él con una falsa incomodidad le dice que sí, que en el futuro se casan. Sin embargo cuando se está por ir, aparece la madre de ella confesando que la menor de edad está embarazada y con esa excusa le hacen firmar un papel en blanco, con todos sus datos, para que deje por sentado que se va a casar con la chica. La tercera historia, es sobre una actriz que espera en su casa la cita con un director y la productora de un futuro film que quiere protagonizar. Ella, nerviosa y desesperada, intenta agradarle y conquistarlo, delante de su novio (el que después va a protagonizar la secuencia final del film junto a los otros dos personajes de las historias anteriores), a quien maltrata y humilla sin cuidado. Esta pareja empieza a pelear, la reunión fracasa rotundamente y el director se va. Los desechables esta filmada por una cámara intrusa, sin planificación y sin gracia. Una cámara que se mueve siguiendo a los personajes pero no consigue un solo encuadre conmovedor, intrigante, disparador o incluso rotundamente feo; una cámara que no genera nada, que no te mueve un pelo. Cómo si la puesta en escena y la puesta de cámara fueran ítems tachados. La fotografía, a cargo de Luis Andrade, se acerca a la estética de cortos de estudiantes, es tan amateur que se aleja de lo cinematográfico. Pero bien, si esa es la decisión y lo que importa es lo dramático, catapúm…. ¡que se haga el drama! Pero tampoco, porque desde el guión, si es que lo hubo, hay flaquezas estructurales que no potencian lo dramático: Primer acto: Tres secuencias de presentación de tres personajes en tres espacios distintos con tres mujeres. Segundo acto: Los tres personajes en el mismo espacio, su espacio laboral, son acusados por un cuarto personaje, que viene a ser el jefe, de haber estafado a la empresa en donde trabajan. Tercer acto: Los créditos finales de la película. Este impotente tercer acto nos habla de una película sin resolución, y una película sin resolución es como una siembra sin la cosecha, como escuchar un tango sin coda, como comer unas pastas sin queso rallado. Sumado a esto, los personajes no tienen fisuras ni metáforas en su construcción y su psicología está en función de la escena. Responden a los estímulos para hacer avanzar la acción, pero no hay solidez psicológica, de hecho no terminamos sabiendo quienes son, qué quieren, qué necesitan o qué piensan. Carentes de espesor los personajes son esculturas de una sola cara imposibles de rodear. Entonces, Nicolás Savignone, también conocido por ser médico e investigador teatral y haber dirigido el documental Hospital de día (2013), queda expuesto en su decisión de montar este material de ensayo y llevarlo a la pantalla grande. A mi humilde entender, es un ejercicio teatral que filmó para las clases y que cerró con un homenaje al film El método (Marcelo Piñeyro, 2005). Apoya mi teoría un dato duro que rescaté de internet de que Los Desechables, nace de un taller de entrenamiento para actores y dramaturgos coordinado por Andrea Garrote. Eso no sería un problema en sí mismo, el asunto es que nace y muere así. La película es un ejercicio de teatro filmado, inverosímil, inconcluso y definitivamente nada cinematográfico.
Nicolás Savignone manifiesta que toda la película se realizó en base a improvisaciones en taller de actuación y que el trabajo fue transformándose de teatral en cinematográfico. Pero el resultado no muestra esa transformación. Las ideas de las tramas episódicas son buenas y evidentemente son la punta argumental para un ejercicio de actuación al que los actores debieron darle un desarrollo con palabras apelando a su propia creatividad, algo que se evidencia cuando en los títulos se nombra como guionistas a todos los integrantes del elenco. Y así fue como la película quedó como la filmación de un ejercicio de improvisación en un taller de teatro, porque los actores se respaldan sólo en las palabras sin mostrar casi ninguna acción cinematográfica. Cada episodio tiene buena estética que se empaña por la temblequeante operación de stedy cam cuyo abuso marea al espectador al intentar seguir las expresiones de los actores para reemplazar, con su ir y venir de un rostro a otro, al plano y contraplano. Las historias quedan abiertas al relato del espectador, que podrá inclinarse por lo cómico o lo misterioso de las tramas, o también por la identificación con alguno de los personajes. La película Los desechables con su acento puesto más en la estética y el intento de innovación que en contar una historia, quedó muy cercana a la mayoría de los cortometrajes de tesis.