Un planeta se acerca a la Tierra, va a dar un giro transitando por la orbita terrestre y luego seguir su marcado trayecto, el margen de error sobre los cálculos de trayectoria son menores, no obstante la tensión crece y una subtrama apenas vinculada con este acontecimiento abarca más de las ¾ partes de este tedioso film: un casamiento. El film está claramente divido en dos partes, los nombres de las protagonistas: Justine y Claire. Una fiesta donde las conductas humanas de todos los integrantes de una familia sobrepasan la cordialidad. Kirsten Dunst, una actriz que cuida demasiado las elecciones en su carrera cinematográfica, interpreta a Justine, la mujer demandante, no certera sobre su decisión de casarse, de bajos ingresos frente a la nueva pareja (Kiefer Sutherland) de su suegra Claire (Charlotte Gainsbourg), quien gasta desproporcionadas cantidades de dinero para producir una fiesta de casamiento a todo glamour. Su padre biológico, interpretado por John Hurt ni se habla con su ex esposa (Charlotte Rampling), quien festeja brindando una de las mejores escenas del film, un discurso pre casorio excepcional. Justine es melancólica, casi depresiva. No se acerca a su nuevo y flamante esposo, lo esquiva, reacciona de una manera muy tranquila ante el posible evento que está por suceder. Por el contrario, Claire, es lo opuesto, una mujer preocupada por su hijo, que piensa que correr por buscar refugio pueda salvarlos de la inminente tragedia a punto de suceder. Los animos, los comportamientos son diversos y Von Trier puntillosamente los exhibe con las cuidadas secuencias filmadas a más de 24 fotogramas por segundo, música incidental por detrás y una historia chata con un trasfondo de impacto esperable de un film de Roland Emmerich.
Entre las películas más esperadas de este año, sin dudas se encontraba Melancholia del siempre alborotador Lars Von Trier. Su última gran estupidez en Cannes fue apoyar al nazismo, algo que ya muchos sabrán, y por ende las reacciones no fueron meramente comunicados de repudio o revuelo mediático; acá en Argentina decidieron, entonces, no estrenar directamente este último film. Y más allá de si es o no una sabia decisión esta forma de rechazar lo dicho por el director- algo que quedaría mejor en otro tipo de post reflexivo- centrémonos en hablar de un film que ha sido realmente la primera gran decepción de lo que va del año. Visualmente no podríamos quejarnos en absoluto, es una delicia su fotografía, las tomas, el aspecto técnico en general. Por ello solo ya da pena no poder contar con salas para verla como se debiera; pero el guión- que obviamente muchos encontrarán perfecto como todo lo que suele suceder con sus obras- no deja de ser un tremendo vacío, un hueco existencial igual al que sufre su protagonista. El film está dividido en dos partes dedicadas supuestamente a dos hermanas: Justine (Kirsten Dunst) y Claire (Charlotte Gainsbourg). La primera, la que sospechamos es la menor, se ha casado y en la fiesta que ocupa toda la primera parte percibimos que sufre de una depresión desmedida, que esa depresión podría estar asociada a la familia que tiene, sobretodo a una madre sardónica y resentida. Estamos frente a la posibilidad de tener un drama sobre la existencia, la vida, la muerte, el amor, la voluntad y un largo etc. Para mejor condimento, lo que todos ya sabíamos por las sinopsis del film: un planeta está circulando por una trayectoria que lo llevaría en dirección hacia la Tierra con la posibilidad de que todo desaparezca. La segunda parte se centra entonces en ese planeta y si realmente impactará o no sobre nosotros. Y en eso queda. La historia si bien suelta a Justine para centrarse un poco más en Claire, no aporta demasiado a lo poco que sabíamos de una y de la otra. Se nos tiran un par de insinuaciones sobre el verdadero motivo del vacío descomunal de Justine, pero tampoco se terminan por resolver (el detalle del conteo de semillas, por ejemplo y no quiero decir más). El más que notable reparto que tiene este film termina por no brillar nunca; no lo hacen porque irónicamente los personajes no tienen la profundidad necesaria con la que podríamos identificarnos. El único mejor dibujado quizá sea Kiefer Sutherland, el esposo de Claire, cuyas escenas mejor demuestran qué tipo de hombre es. Dunst termina por exasperar, Gainsbourg cumple como siempre sin más. Esta es una historia llena de elementos que uno nunca termina de entender porqué están donde están, diálogos bastante chatos que no llegan a impactar ni a enriquecer. Un final que ya sabemos, están muy poéticamente contado en los primeros 5 minutos del metraje. Es una historia a la que le falta vena, carácter, fuerza, contraste. Un film prelavado que muchos interpretarán como una perfecta forma de mostrar el vacío del hombre, la futilidad de la vida, etc. ¿Es esta una historia sobre el fin del mundo?, ¿sobre qué es importante o qué no lo es si todo acabara mañana?, ¿sobre el miedo a la muerte o a la vida misma?, ¿un soslayado y pobre examen sobre el ser humano y su existencia?, ¿una pálida reflexión sobre el más allá?... como diría nuestra popular figura " lo dejo a tu criterio".
Sentarse en la butaca para ver la última de Lars von Triers, es predisponerse a ver con qué nuevo artilugio nos va a conmover o a enojar. Esta vez, se trata del fin del mundo que se avecina debido al choque de la Tierra con el planeta Melancolía, nombre que invita a una excursión por tristeza y por lo sublime ante la inminencia de la muerte inevitable. Melancolía también y no por casualidad, refiere a un desorden emocional descrito como depresión, dolor e ilusión de auto-castigo. Lars, a través del nombre del planeta rebelde, ofrece una interpretación tanto de la conjunción autodestrucción/condena del destino planetario como al perfil enloquecido de la protagonista Justine, interpretado por Kirsten Dunst. El evidente desarreglo de su personalidad, parece atentar en el mismo día de su boda, contra su “felicidad” pero en el fondo, se puede considerar que, en la brecha que abre su conducta, la potente percepción de quién tiene la capacidad de intuir algo más. Cada personaje, encarna un atributo existencial. Su hermana Clara, - Charlotte Gainsbourg - en su obsesión por la planificación, representa el orden; su futuro marido, la huida por aturdimiento o ignorancia, su madre –Charlotte Rampling – la desaprensión; el marido de la hermana - Kiefer Sutherland -, la futilidad de la racionalidad y la ciencia; el padre, la encantadora frivolidad; el niño, la inocencia. Para todos, el destino inefable tiene guardada la misma conclusión. Durante la boda, aunque la catástrofe ha sido pronosticada en una obertura magnífica entre ensueño e imágenes de pesadillas, no es algo que los invitados parezcan ser conscientes. En el curso de esa larga noche, las dos hermanas irán copando la escena. Clara con la exasperación que conlleva la responsabilidad y la necesidad de control, y Justine, con la inteligencia que porta la locura y que le permite proponer un camino más viable frente a la aniquilación total. Una cabeza flexible piensa caminos más atractivos que una atormentada que brega hacer lo correcto. La versión personal del danés en este Apocalipsis es la de una colisión celeste dada por efectos digitales sorprendentemente encantadores y acompañado por la música Wagner que brindan una potente satisfacción estética cargada de simbolismos, bella fotografía e innumerables referencias a la historia del arte. ¿Cuántas películas existen sobre el fin del mundo o de los peligros de la destrucción masiva? Hollywood hizo decenas. Pero esta catástrofe es contada en escala íntima, vivido en el espacio de un castillo en el marco de la celebración de una fiesta íntima, la tensión sexual, en el drama de los primeros planos, en la crueldad de las pequeñas decisiones, en la suavidad de los gestos. Una vez más, como el director ya había realizado en “Anticristo”, “Melancolía” resulta un teorema sobre el triunfo de la naturaleza por sobre la cultura con el fracaso de todas sus categorizaciones racionales, biempensantes y preñadas de futuro y previsibilidad. Por otra parte, si la mente humana es la fuente de la razón, también es el lugar donde anidan los espacios más hoscos y destructivos de las personas. “Melancolía” es un bello ejercicio en el que Lars Von Triers hace de nosotros - espectadores y amantes de su filmografía - , lo que se le da la gana, dejando aquello que también invade a los personajes del film, en este caso principalmente a su protagonista: un oscuro sentimiento de insatisfacción. Emoción que se combina con un hondo fatalismo que nos envuelve en un profundo agotamiento y desazón. Melancolía. Publicado en Leedor el 22-11-2011
Lars von Trier es uno de esos directores que no dejan sensación de indiferencia en el espectador luego de ver una de sus películas, pese a que muchas de sus obras no contemplaron ni satisficieron las expectativas. Aquí vuelve a repetirse la cuestión, el director tiene en su poder ideas originales y muy bien pensadas, pero falla en la manera en la que las lleva adelante, dejando de lado toda profundidad necesaria en los personajes y centralizándose en la superficialidad más sencilla de los hechos.
METAFÍSICA OBRA SOBRE EL APOCALIPSIS Siempre resulta algo complejo comentar o criticar un filme tan especial como lo es éste. Especial porque, desde el vamos, su director Lars von Trier ha sido (y es) un controversial referente del cine contemporáneo, especialmente por ser creador de aquel movimiento fílmico desarrollado en 1995 por directores daneses cuya meta era producir películas simples, sin modificaciones en la posproducción, poniendo énfasis en el desarrollo dramático. Estamos hablando del Dogma 95. Alejado de esa estética, aquí, en “Melancholia”, uno de los puntos fuertes es la calidad de imagen y sonido: fotografía y música, principalmente, se unen para generar sensaciones en el espectador. Si uno tuviese que escribir en una línea la historia aquí narrada, podríamos suponer que se trata de un filme de ciencia ficción con grandilocuentes escenas de acción y suspenso. Sin embargo, aunque hay algo de lo nombrado anteriormente, la mirada particular de Von Trier hace de ésta una obra exclusiva, personal y, por qué no, rara. Un planeta llamado Melancholia se acerca a la Tierra y hay enormes posibilidades de que choque con ella, terminando con la raza humana; dos hermanas le harán frente, intentando sobrevivir. Ya desde el exordio (con algunas similitudes al inicio de “The tree of life” de Terrence Mallick) se nos presenta una obra que apunta a los sentidos: con el fondo musical del prólogo de “Tristán e Isolda” de Wagner asistimos al visionado de una especie de cuadros móviles, planos ralentizados de situaciones que, más adelante, cobrarán total sentido, porque pertenecen a instancias dramáticas luego desarrolladas. Resultan impactantes imágenes por la belleza de su composición, por sus colores, su definición y su texturas, además del lento movimiento dentro de ellas. A partir de allí, el filme comienza a transcurrir, segmentado en 2 partes muy diferenciadas, separadas por las placas “Capítulo 1: Justine” y “Capítulo 2: Claire”, haciendo referencia a los dos personajes centrales de la trama, dos jóvenes hermanas adultas, pertenecientes a una acaudalada familia, pero con enormes problemas de fondo (como los de “La celebración” de Thomas Vintenberg). En esa primera parte, a Justine se la elige mostrarla en el día de su boda, denotando una impostada felicidad y siendo custodiada celosamente por su hermana, la organizadora de cada detalle de la fiesta. Sin embargo, la celebración estará teñida por los brotes depresivos de Justine, llevando el festejo a un destino poco ideal. En la parte 2, Claire protagoniza su miedo al fin del mundo, especialmente por los datos que su esposo científico le da acerca del posible choque de Melancholia, y su reacción frente a la posibilidad del Apocalipsis. Pareciera que el interés de la cinta no se orienta hacia lo racional sino más a lo metafísico o emocional, ofreciendo una buena cantidad de escenas con características trascendentales y de planos notables, significativos. Se vive cierta tensión de manera constante, sin advertir lo que está por venir, lo que hace disfrutable su visionado (lo que llamo comúnmente “experiencia cinematográfica”). Hay que remarcar que, como espectadores, debemos ser algo concesivos mientras transcurre el drama presentado, ya que semejante acontecimiento catastrófico de un posible choque de planetas, seguramente debe estar siendo seguido a través de medios televisivos y gráficos, pero ninguna noticia llega a la mansión que los tiene aislados. Párrafo aparte merece la ganadora de la Palma de Oro como mejor actriz en el Festival de Cannes, Kirsten Dunst da muestras de un talento interpretativo que nunca antes había podido demostrar de esta manera, entregando una agotada, casi extinguida Justine, víctima de un estado que no se explica mucho, pero que expresa con todo su cuerpo y su rostro. Charlote Gainsbourg como Claire secunda con creces a la protagonista del capítulo 1 y emerge con enorme autoridad actoral en el segmento que la tiene como heroína. Grandes nombres de la cinematografía mundial se dan aquí en el plano actoral, contando con breves apariciones de Charlotte Rampling, John Hurt, Stellan Skarsgard y Kiefer Sutherland. El 19 de mayo de 2011, el Festival frnacés en el que se presentó este filme declaró al cineasta "persona no grata", con su consiguiente expulsión del certamen. La polémica se desató tras unos comentarios de signo pronazi vertidos por él mismo, en los que el cineasta afirmó “comprender a Hitler”. Separando al von Trier director del von Trier persona (¿se puede?), es innegable su capacidad creativa, su modo personal de encarar sus obras, sus nada indiferentes trabajos cinematográficos. “Melancholia” no queda fuera de esta clasificación, resultando una película interesante, sugerente, controvertida y atractiva para los sentidos más que para la razón.
El apocalipsis más hermoso Entre tanto cine que se copia de otros, tantas historias sin sentido que sólo buscan obnubilar con lo visual, historias ya contadas con una vuelta de tuerca poco convincente, aparece en el escenario cinematográfico el nuevo trabajo del aclamado realizador Lars Von Trier: Melancolía (Melancholia, Lars Von Trier, 2011). Nos encontramos ante un film provocador, innovador… brillante. Es ese tipo de películas que te descolocan de la rutina, que después de verlas tardás un rato en volver a la normalidad; tu cabeza da vueltas buscando explicaciones, recordando imágenes. Y creo que esto es una de las funciones más importantes del cine: moverlo del lugar del entretenimiento banal e involucrarlo en una práctica intelectual donde el espectador también forme parte del film. Melancolía lo logra de maravilla. La historia es bastante simple: Justine (Kirsten Dunst) y su hermana Claire (Charlotte Gainsbourg) tienen una relación bastante particular que va mutando mientras el planeta “Melancolía” se acerca a la Tierra y amenaza colisionar. Para hablar de una película con tantos condimentos se hace difícil saber por dónde empezar. Pero creo que lo mejor es hablar de la división cuasi literaria del film: al igual que Anticristo (el film previo del director), Melancolía comienza con un prólogo que consta de bellísimas imágenes acompañadas de una música celestial. Entre la calidad de las imágenes oníricas y la imponencia de la música, el comienzo de la película resulta fundamental en relación al final. Luego se divide en primera y segunda parte, las cuales corresponden a la mirada y a la percepción que tienen del fenómeno de “Melancolía” Justine y Claire, respectivamente. Entonces vemos cómo el film, en sí se concentra en las subjetividades de cada una de las hermanas, en los sentimientos que se despiertan en su interior a partir de la posible colisión. Y esto se vuelve más notable si pensamos en el hecho de que las únicas personas que parecen sufrir este “fin del mundo” son las dos hermanas y el esposo e hijo de Claire. Pareciera como si no estuviera situada en ninguna sociedad, como si no hubiera un afuera, un extra a ellos. En relación a lo anterior, podemos hablar de una atmósfera irreal que se mezcla todo el tiempo con la realidad. Las hermanas tienen una sensibilidad diferente, que las lleva a sentir la naturaleza y más específicamente “Melancolía” de otra manera. Uno de los elementos más llamativos del film, que salta a la vista ya desde el tráiler y el cartel es el gran cuidado y trabajo estético que se pone en escena. La película es todo el tiempo bella. Los interiores son sumamente imponentes y perfectos. Los espacios naturales parecen haber sido doblemente embellecidos. La iluminación y el trabajo de cámara están logrados a la perfección. Creo que sería pertinente no dejar de lado el título. A cualquiera le llama la atención un título como Melancolía; pero lo interesante del planteo del director es el hecho de retratar el apocalipsis como un choque y una explosión: la Tierra contra Melancolía, morir estrellado por la melancolía. Pero es una melancolía bella, la más bella. De hecho (sin ser spoiler) la secuencia final es uno de los momentos más hermosos y emotivos del film. Melancolía se presenta como una experiencia perfecta, un viaje a un mundo en el que la tristeza y la belleza son una sola. En tiempos donde el apocalipsis está tan en boga vale la pena imaginarlo tan hermoso.
Apocalipsis ¿Now? Lars Von Trier ha sido, desde siempre, un gran provocador. Y lo ha demostrado en cada uno de sus films. Ahora es el turno de "Melancholia", su nueva creación que vino acompañada de las explosivas declaraciones de su director en pleno Festival de Cannes. En esa ocasión y por suerte, decide dejar atrás vejaciones, mutilaciones y sufrimientos varios de su opus anterior "Anticristo" y pone ahora la mirada, como es habitual en sus historias basadas en fuertes heroínas femeninas, en la historia de dos hermanas, Justine y Claire, quizás vislumbrando algún rasgo cínico de parte de Von Trier ya desde sus nombres. La película abre con un largo e intenso clip de más de siete minutos, con reminiscencias al Mallick de "El arbol de la vida". Con bellísimas imágenes que luego el espectador volverá a encontrar dentro del film, dotándolas de un contexto y un significado, esta apertura es de una estética a la que Von Trier nos tiene acostumbrados, sumamente detallista y con un lirismo único y exquisito. El planteo, ya desde este inicio, es el de un planeta en oposición/colisión con la Tierra y cómo incidirá en la vida de los personajes principales. El primer capítulo es el dedicado a Justine (Kirsten Dunst, ganadora de la Palma de Oro como mejor Actriz en el Festival de Cannes, con un rostro único y una belleza digna de las sufridas heroínas de Von Trier) en donde más allá del apocalíptico mensaje del fin del mundo con esta supuesta colisión planetaria, vemos como en su propio universo, su microcosmos, ella se va desmoronando. Colisiona con sus propios ideales, no encuentra ni el eje ni la órbita de su lugar en su familia y Von Trier detalladamente muestra lo que evidentemente para él es la célula más corroida de la sociedad: la familia. ? Toda esta extensa primera parte se desarrolla durante el día del casamiento de Justine, evento que evoca por ejemplo a "La Celebración" de Vinterberg o "A Wedding" de Altman. Uno de esos casamientos soñados, casi de novela, donde muy de a poco, toda la fachada de la boda principesca empieza a resquebrajarse sin que la protagonista pueda evitar de ese desmoronamiento. Con una madre completamente desprejuiciada y con una mirada llena de cinismo sobre el matrimonio que despliega con toda su hiel en el discurso hacia los novios (una brillante participación de Charlotte Rampling), un padre absolutamente desdibujado y fuera de sintonía (William Hurt), un novio que tiene un proyecto hermoso que secretamente Justine no comparte, un cuñado empecinado en cubrir todas las apariencias y rodear de lujo la escoria (Kieffer Sutherland en una actuación a la que le encuentra el tempo necesario para verse crispado pero sin saturarse) y un jefe que parece tenerla en cuenta hasta que también se comience a caerse su máscara y sólo pueda verse que detrás de esa "amistad" hay una fuerte y desmedida exigencia laboral a la que ella venía sometiéndose. Justine intenta por todos los medios evadirse, encontrar un lugar, una calma en el medio de su tormenta y su apocalipsis personal y si bien el planeta Melancholia está aparentemente poniendo en riesgo la vida en la Tierra, ella está muy alejada de un Universo tan inmenso cuando no puede dominar siquiera los hilos de su propio microcosmos. Una segunda parte se ocupará de Claire (otra muy buena actuación de Charlotte Gainsbourg, nuevamente a las órdenes del director danés) y se vincula con la anterior dado que Justine buscará refugio por una temporada en la casa de su hermana, para poder enfrentar el fracaso y la depresión que aparecieron en medio del caos personal desplegado en el primer capítulo del film. Claire sí tiene una familia constituida (su esposo, encarnado por Kieffer Sutherland y su hijo) y por ende, se encuentra mucho más impactada por el posible choque planetario. Por un lado, por el sesgo trágico y apocalíptico que le transmite su marido científico que se encuentra estudiando el tema y por el otro, la imposibilidad de lidiar con la profunda angustia que le provoca la incertidumbre de cómo lidiar con el final de la vida de su hijo si esto ocurre. Asi como chocarán los planetas, los mundos de las dos hermanas están en permanente contraposición, casi también colisionando y la mirada de Von Trier pasa del desequilibrio de Justine, a la desesperación de Claire y la desesperanza de su marido. Todos estos elementos vuelven a nutrir una mirada desalentadora del mundo en que vivimos, pasnado nuevamente el filo del bisturí sobre la compleja red que traman las relaciones familiares y personales. Lejos, muy lejos de sus mejores trabajos, siempre este directos nos acerca algún punto de vista interesante que logra captarnos la atención. Alguna de las múltiples subtramas que se desarrollan, logrará que cada uno se sienta identificado con la temática que más le sea afín de todas las que en este mosaico de las relaciones humanas, Von Trier deja desplegado. Dunst y Gainsbourg son las dos heroinas "vontriernianas" que llevan adelante la narración y que se embarcan en esta nueva aventura del director danés. Mientras Gainsbourg tiene un sufrimiento más marcado (nunca tanto como Emily Watson en "Contra viento y marea" o Björk en "Bailarina en la oscuridad"), Dunst tiene un padecimiento más interno al no encontrar la posibilidad de hacer pie en su realidad para modificarla. Esto aparece como un elemento nuevo en la mirada de Von Trier donde siempre sus heroínas son vapuleadas por su mundo externo, un entorno hostil y agresor. Si bien Justine se ve tironeada por un nucleo familiar y laboral que no le facilita su despegue, su sufrimiento parte desde su interior al no poder disfrutar de lo que se le presenta favorable, aún cuando su marido la incorpore en un proyecto hermoso, ella sostiene su incapacidad de tomarlo. Más alla de algunos apuntes nuevos y una estética exquisita (partiendo de la escasez de recursos con el que el Dogma había planteado moverse dentro del cine, sobre todo, los primeros minutos de proyección son asombrosos) y extremadamente cuidada, Von Trier no tiene mucho nuevo para decir y "Melancholia" -como alguna de sus últimas obras- termina pecando de pretenciosa, al abarcar temas demasiado universales, cuando en realidad él siempre se ha movido mejor contándonos historias más pequeñas y derroteros personales más acotados.
LA DANZA DE LA MUERTE Sobre los estados de ánimo Se me hace complicado de explicar, pero no encuentro nada fácil empezar un análisis sobre un film de Lars von Trier. Quizá sea por su natural transgresión, quizá por su constante inconformismo con todo, caracterísitcas presentes en cada fotograma de sus películas. Quizá por su habilidad para sorprender, ya sea desde lo provocativo o desde la belleza visual (lo que nadie puede negar es que el director danés es un asombroso esteta). Hay varias razones que me hacen pensar que escribir un análisis sobre cualquiera de sus películas sea algo, en un punto, absurdo. No puedo menos que imaginar a Lars von Trier como un director ajeno a todo esto, que filma según sus emociones y sus estados pasajeros y que detesta a todo lo que no sea él. Posee en su haber, indudables grandes películas (Dogville cada día se convierte en un mejor film) y algunas no tan acertadas, o, al menos, demasiado herméticas como para ser comprendidas, sopesadas, films que no están destinados a nadie más que a él mismo. A veces veo en Lars von Trier más a un personaje que a una persona, a un director demasiado preocupado intentando deleitar y generar controversia, a alguien a quien le importa más lo que la gente diga de lo que hace creer y que piensa que es el nuevo Tarkovsky. Otra veces, en cambio, veo a un cineasta bastante único, con una visión distinta del mundo y una gran habilidad para plasmar esta percepción en todo lo que realiza. Así, frente a esta(e) persona(je) contradictorio es que se dificulta ejercer un análisis lo más imparcial posible sin caer en este juego de opuestos, en este claroscuro que conforma gran parte de su filmografía. Su última película, Melancolía, no escapa de este claroscuro sino que lo hace protagonista, está más presente que nunca. No es azarosa la estructura narrativa del relato ni tampoco lo es la paleta de colores que el director utiliza con notable destreza. Porque Melancolía es, a mi parecer, una película que se sostiene como tal por méritos propios, existe más allá de que alguien la vea (esa es su condición: no le importa el otro) y, creo yo, crecerá con el paso de los años; me atrevo a afirmar que en el tiempo será recordada como uno de los mayores logros de este inconformista constante que es Lars von Trier. La boda inicial, la hipocresía en estado puro. El anticipo de la catástrofe. La historia, como en todos los films de este director, reviste de menor complejidad de la aparente. O mejor dicho, una historia sencilla sirve siempre de espejo deformante para lo ambicioso, desde lo simple se nos cuenta lo intrincado de la condición humana, de la existencia, de la fe. Tal es la mecánica de Lars von Trier en la mayor parte de sus films. En este caso, el film descansa, desde el comienzo, en un motor claro: la Tierra va a colisionar contra otro planeta diez veces más grande, llamado Melancolía. Este hecho que se nos muestra en los primeros diez minutos va a funcionar como principal sustento de todo lo que veremos después. Así, se da paso a lo que de veras parece intrigar al director y escritor, que no es lo que dicen la mayoría de las sinopsis que circulan por la web y otros medios, las cuales se refieren a la relación entre las dos hemanas como el centro del relato. Lars von Trier, en una entrevista, mencionó que Melancolía no era un film de catástrofe ni mucho menos sino, según sus palabras, "Es una película sobre un estado de ánimo". Quién mejor que él mismo para definirlo. De hecho, esto clarifica un hecho que es insoslayable al finalizar el visionado del film: se trata de una de las películas más deprimentes de los últimos años. Uno queda devastado, dolorido, y esto se debe en gran parte a esta densidad, a esta espesura que presenta el film, y a su completa falta de esperanza, incluso en la misma raza humana. Lo que estamos viendo es lo que siente Lars von Trier para con su alrededor. La película comienza con un preludio de casi 8 minutos conformado por una sucesión de imágenes apocalípticas en cámara ultra lenta. En ellas, vemos pájaros caer inertes desde el cielo, pinturas que se prenden fuego, gente corriendo desesperada, un caballo que cae muerto y una representación de Ofelia, entre otras cosas. Todo acompañado del preludio de Tristán e Isolda, la ópera de Wagner (el tema será repetido a lo largo de todo el metraje de la película). Vemos esto y sabemos que, suceda lo que suceda después, la experiencia ya valió la pena. Es tal la belleza visual que nos presenta von Trier en esta introducción que supera ampliamente a la de su film previo, Anticristo, con la que presenta muchos puntos en común. Luego de este preludio, la película se divide en dos partes: la primera corresponde a Justine (el personaje de Kirsten Dunst), y describe la noche del festejo de su casamiento con Michael (Alexander Skarsgard), su novio, y la segunda a Claire (interpretada por Charlotte Gainsbourg), la hermana de Justine, y se nos muestran los hechos frente a la proximidad de la colisión del planeta Melancolía contra la Tierra. Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg, ambas brillantes en su rol de hermanas. Como mencionamos previamente, hay una dualidad presente en estado constante en el film, y la estructura es la señal más evidente de ello. La película cambia el prisma a través del cual estamos viendo porque varían, justamente, los estados de ánimo, y esto se ve presente en la iluminación que utiliza Lars von Trier en todas las escenas nocturnas del film, como veremos más adelante. En la primera parte, abundan las tradiciones, la hipocresía ("Yo sonrío, y sonrío y sonrío" dice Justine intentando excusarse), los vínculos familiares rotos y lo intrascendente. Asistimos como espectadores a la celebración de casamiento de Justine, quien parece estar ausente, lejos de allí. La primera vez que la vemos, sin embargo, todo parece distinto. Ella se encuentra en una limusina junto con su esposo, divertida porque la gran longitud del auto le impide al chofer maniobrar por el camino sinuoso que conduce a la mansión en donde se llevará a cabo el festejo (uno de los momentos más brillantes de la película, ya que funciona como perfecto contrapunto- lo absolutamente intrascendente- contra la catastrófica belleza de la destrucción de la Tierra). Así, todo es risas y miradas cómplices, y por un instante creemos que ambos son felices. Pero a lo largo de la fiesta (en pasajes que traen a la memoria la película Celebración, de Thomas Vinterberg) nos daremos cuenta de que no todo está tan bien como creíamos. En la segunda parte, en cambio, se nos plantea una emoción muy distinta: la desesperación. Asistimos a la gradual aceptación de los protagonistas de que la Tierra efectivamente será destruida por Melancolía, y que no hay escape posible. Así, frente a este hecho (esta realidad), Claire, a diferencia de Justine, quien se va tornando cada vez más escéptica e inmutable, desespera. Su esposo, John (interpretado por Kiefer Sutherland), representa la voz de la racionalidad, la voz de la ciencia, de los "expertos en el tema". Al comienzo le transmite tranquilidad a su mujer con sus conocimientos sobre astronomía, pero luego, frente a lo inevitable- frente al error propio- también desespera y se suicida con las pastillas que Claire previamente había conseguido para tener una escapatoria (quizás cobarde) del fin del mundo. A mi parecer, tanto la acción por parte de Claire de obtener las pastillas y más aún el suicidio de John es, por lejos, lo más forzado del guión. En un film que posee un equilibrio justo entre lo que muestra y lo que no (las imágenes del espacio se nos presentan muy recortadas, al igual que el planeta Melancolía, siempre visto por otro personaje, siempre reencuadrado por el ánimo del otro), y más aún, entre cuánto se nos muestra y cuánto no (nunca sabemos qué está sucediendo en el resto del mundo, vemos todo aislados en un escenario único- aquel caserón con sus amplios jardines y bosques y lagos- y no se nos da ni el menor dato del resto de la Tierra), ambas acciones pecan de burdas, de trazo grueso, poco creíbles por su facilismo, en especial el suicidio de John. Volviendo al tema principal, como mencionamos con anterioridad el recurso formal que refuerza esta noción de dualidad es el de la iluminación en los escenarios nocturnos. En la primera parte, la película se caracteriza por poseer una iluminación cálida, de una paleta de colores tendiente a los amarillos, mientras que en la segunda parte, la noche pasa a ser un ambiente blanquesino, con una iluminación mucho más fría. Este tipo de iluminación refuerza la noción de proximidad de Melancolía, un planeta que, según podemos ver, se caracteriza por la luz blanca que refleja. La escena en la que Justine se dirige al lago para recostarse desnuda y observar al planeta deja constancia de esta iluminación característica, y podemos ver cómo la luz blanca de aquel baña su torso desnudo mientras ella lo mira, como si estuviera llamándolo, provocándolo. Así, lo que vimos en la primera parte se encuentra radicalmente separado de lo que vemos en la segunda por esta característica. Incluso en el final, en el momento de la colisión de ambos planetas, von Trier opta por situar la acción a la luz del día, la cual es completamente gris, casi azulada. No hay sombras, es completamente pareja, teniendo al planeta como principal fuente de luz. Una de las tantas escenas propias del preludio, con una composición de cuadro absolutamente perfecta. En el preludio, al comienzo de la película, vemos estas escenas que nos remiten a lo que será el fin del mundo. Comprendemos luego que probablemente sean parte de las visiones de Justine, quien tiene la habilidad de poder ver cosas que nadie más ve. Los 678 porotos del casamiento nos alcanzan para entender que ella sabe con certeza del fin del mundo, y por eso su tranquilidad al momento de enfrentarlo. Hay una fuerte carga simbólica en varios de estos planos, lo que se ve reforzado por el hecho de que son (quizá) visiones de Justine. La vemos con vestido de novia intentando avanzar entre una especie de fango que le dificulta la movilidad tomándole las piernas (sobre lo que luego hace mención a Claire). También vemos a Claire corriendo con Leo, su hijo, en brazos, pasando junto al hoyo 19. Ahora bien, dos veces en el metraje del film John menciona que el campo de golf tiene 18 hoyos. ¿Qué es entonces el hoyo 19? Lars von Trier ha dicho, frente a esta pregunta, que se trata del limbo. Tan interesante como hermético. Los símbolos están frente a nuestros ojos. La lectura que hagamos es tema nuestro. Otra imagen que vemos es la de Justine, también con su vestido de novia, flotando en el lago, con un ramo de flores en las manos. Esta composición es claramente una relectura del personaje de Ofelia (particularmente de la pintura de John Everett Millais), de la obra Hamlet, de Shakespeare, en la cual este personaje "era incapaz de su propia angustia" y muere ahogada, luego de haberse vuelto loca por el amor no correspondido de Hamlet. También vemos a una pintura quemarse; se trata de la obra "Cazadores en la nieve", de Pieter Bruegel, un claro homenaje al que von Trier llama "su maestro", Andrei Tarkovsky (quien usó este mismo cuadro en su film Solaris). Hay una imagen que resume a la perfección lo que mencionamos sobre la dualidad presente en la película mediante la utilización de la luz en los ambientes nocturnos: el momento en el que se encuentran caminando hacia cámara los tres protagonistas, Justine, Claire y Leo. Justine, a la izquierda, camina bajo el planeta Melancolía. Claire, en la derecha, bajo el sol. Y Leo, en el medio del cuadro, bajo la luna. Es enorme la carga simbólica presente en Melancolía, bastante más de lo que hemos llegado a esbozar en este análisis. Si algo queda claro es que estamos ante un film ambicioso, quizás uno de los más ambiciosos del 2011, categoría que, a mi parecer, comparte con El Árbol de la Vida (aunque quizá esta última gane en ambición, por su intento de abarcarlo absolutamente todo). Mucha gente las ha comparado, principalmente por la coincidencia de sus estrenos. Las tomas galácticas son similares, y esto quizá hable de una preocupación muy presente en los tiempos que corren: el misterio del espacio, su belleza y su infinitud. Sin embargo, no tienen mucho en común; de hecho, a pesar de ser del mismo año, Melancolía parecería una respuesta a El Árbol de la Vida. En la última prevalece la esperanza y la fe. En la primera, en cambio, lo único que resta es la destrucción. "La tierra es el mal", reza la protagonista en una intensa escena de la película. "Sé cosas. Y cuando digo que estamos solos, estamos solos. La vida sólo existe en la Tierra, y no por mucho tiempo". Así, en estas líneas, casi que lo oímos al realizador danés hablándonos. Incluso, en el momento, descoloca esta conversación, parece incluso insertada con fuerza en el film. Será por algo, será porque de eso es de lo que quería hablar Lars von Trier, eso es lo que sentía en el momento en el que realizó esta película. "Todo se está yendo al infierno, pero debemos sonreír en el camino", dijo alguna vez el director. El mundo en el que él vive es oscuro, malvado y perverso. Puede o no tener razón, podemos o no compartir su visión. Pero esto no influye en el film. El final (de la película), de igual manera, se nos vendrá encima como cien mil valquirias y nada podremos hacer para evitarlo. Pero nada de esto debería preocuparnos. Porque, no olvidemos, se trata de un estado de ánimo. En clave wagneriana.
Tristeza planetaria Aunque la comparación sea apropiada más que todo por cierta fotografía à la Kubrick que se dedica a registrar por momentos el inmenso cosmos y sus astros, hay que reconocer que Melancholia no tiene mucho en común con El árbol de la vida de Terrence Malick, con la que supuestamente se hermanaba; donde ésta se vuelve perorata moralista y bajada de línea mesiánica sobre el “sentido de la vida”, Melancholia se torna cuento de hadas distanciado y preciosista, un drama íntimo de ciencia ficción metafísica que sorprende por la ausencia de provocación que caracteriza a Lars von Trier. Así y todo, el abordaje “autoral” está en todos lados: en la música de Wagner, en la división del filme en dos partes marcadas, en la cámara nerviosa a lo Dogma del comienzo, en el simbolismo casi lírico de ciertos pasajes y en un perverso humor recóndito que crece cada vez más hacia el final, cuando el apocalipsis y el melodrama avanzan a la par. La historia, en su aspecto más lineal, involucra el casamiento de Justine (Kirsten Dunst), quien a pesar de sus sonrisas devela no pasarla muy bien en la celebración familiar; estado de fragilidad que Von Trier acentúa en los acertados contrastes entre el salón principal de la fiesta y los interiores apagados, sombríos, en donde la heroína se refugia y deja entrever sus ojeras y su costado depresivo. O, más precisamente, melancólico, que en su clarividencia al percibir el final de todas las cosas (del universo en general pero, en primer lugar, del burgués) la lleva a renunciar a la boda en cuestión. En la segunda mitad, donde cobra protagonismo Claire (Charlotte Gainsbourg), la hermana más realista y responsable de Justine, se da a conocer que un planeta bautizado Melancholia acecha con embestir a la Tierra. Con él, el malestar de Justine se hace a la vez realidad y metáfora: su sentido de lo irremediable se fusiona con el planeta cercano, conexión que adopta tonos extáticos cuando ella se baña desnuda con la luz del astro. “La Tierra es mala. Nadie la extrañará”, sentencia una Justine ya serena en pleno in crescendo final, mientras Claire se desespera por la vida de los suyos. La oscura comicidad y la belleza poética de Melancholia redime el patetismo de Von Trier, dotando al filme de frescura y entusiasmo. El fin, claro, es lo de menos.
La tristeza seductora "Melancholia" es una película que llega tarde a nuestra cartelera cordobesa, de hecho, creo que duró sólo una semana en cartel, algo que resulta una lástima porque representaba una buena oportunidad para disfrutar de un cine distinto, de autor, con planteamientos reflexivos. El controversial Lars von Trier le pifió muy fuerte al defender con un comentario a una figura nefasta como la de Hitler en un festival internacional de cine, cuestión que le valió una sanción tácita de muchas distribuidoras que no quisieron comercializar su film y lo condenaron al rápido olvido. En este proyecto, el director danés se centra en un aspecto negativo del Hombre, la melancolía, la depresión, la desesperanza, una afección que sufren muchas personas en el mundo retratada con una visión poética que pretende sacudir al espectador. No entiendo a aquellos que dicen que es una de las películas menos provocativas de von Trier, en lo visual puede ser, pero en el planteo y la reflexión mueve a un trabajo mental que resulta difícil de digerir. Una de las protagonistas (Kirsten Dunst), se deja seducir reiteradas veces por la melancolía, en algunas escenas de manera muy gráfica, abandonando todo su ser a la sensación, dejándose copar por el sentimiento, poniendo a la luz la peteticidad de su personaje. ¿Cuántas veces nos dejamos seducir por la melancolía?, ¿a veces el abandono es consciente?, ¿qué dice eso de nuestra persona? Todas estas cuestiones están latentes en la trama junto a otro grupo de preguntas existenciales. Como todo film no convencional resultará complicado de seguir y aburrirá a más de uno, pero para aquellos dispuestos a una experiencia distinta de narración, con ganas de reflexionar lo que está viendo, puede llegar a ser una buena alternativa. Visualmente es espectacular, con una estética bien al estilo von Trier, con un uso de los colores excepcional que crean la atmósfera necesaria para cada momento de la cinta. Sus intérpretes no son lo más importante de la historia y el director deja entrever claramente esta cuestión, aún así, el trabajo de cada uno de ellos es impecable.
Volvió el autor Lars von Trier siempre me pareció, lisa y llanamente, un estúpido. Su cine todo el tiempo intentaba shockear de forma gratuita, y el testarudo intento de sopesar un dogma por encima de la libertad del arte a merced de los beneficios que le ofrecen los avances tecnológicos del rubro hoy por hoy, lo hacían, además, un realizador limitado. Asumiendo que muchos odiarán este breve pasaje anterior, y otros tanto acordarán, entonces sí podremos resolver que, al menos, von Trier es un tipo polémico (en serio, estamos hablando de cine, no de las idioteces nazis que dice para vender sus películas en festivales), jugado y debatido. Lo que se dice, un autor con todas las de ley. Melancholia (2011) llega al mundo como su obra más redonda. Si Dancer in the Dark (2000) era la más poética de todas, AntiChrist (2009) la más abominable de las intenciones de dar un mensaje torpe, Dogville (2003) la más correcta, e Idioterne (1998) su única obra astuta y memorable, este nuevo opus que mezcla drama familiar y ciencia ficción (combinación que sólo el director danés puede barajar) lo tiene todo para hacer su primer gran paso a la seriedad. Ojo, puede que esto último no esté entre las intenciones como artista de von Trier, pero al menos es lo que se busca de un tipo que hasta ahora sólo daba mucha lástima intentando ser diferente, con un cine ambiguo, sí, potente visualmente, también, pero siempre torpe y desnudo. Ahora contó con un despliegue técnico alucinante (un trabajo acabadísimo de fotografía, sonido y edición en una combinación perfecta de los tres que ayuda al todo narrativo con la precisión necesaria) y las actuaciones asombrosa de Kristen Dunst y Charlotte Gainsbourg, en una guerra actoral en pantalla que sólo se ve equilibrada por el eje que forman con la adición del carácter del personaje interpretado por Kiefer Sutherland. Juntos, los tres desarrollan una vida familiar que no precisa de matices narrativos básicos para explicar lo sucedido en el pasado para justificar lo que acontece en pantalla. Son creíbles en una historia completamente increíble, imposible de llevarse a cabo. Eso que llaman ficción, pero que en el universo von Trier no es más que un catalizador, una excusa. Aquí tenemos además una nueva muestra de la obsesión que tiene el realizador danés con el extremo orden, con una estructuración de la historia en partes (con la presentación en clave de prólogo como la maravilla máxima del filme) y una búsqueda constante de equilibrio visual basado en una cámara en mano ya habitual en su modo de mostrar la acción, y una extraña quietud en los elementos que componen el encuadre. Ambos factores terminan por desarrollar un ritmo de la historia que realmente resulta increíble creer que provenga de von Trier, quien hasta esta película parecía intentar que el público odie lo que él hacía. Nuevamente está la imagen de la mujer en la cima de todo, como siempre en su filmografía. Su madre y las demás feminas de su vida no dejan de impregnar su esencia en cada guión que escribe (y vaya que este es bueno) y eso en esta ocasión se disfruta por demás. La naturaleza, el caos, la psicología aplicada a las rupturas familiares, los cuerpos, el sexo, la niñez rota... en fin, todo lo que hace al cine de von Trier, resumido en una gran historia, muy bien contada y filmada. Como si no fuera von Trier.