Dirigido por Daiana Rosenfeld, “Mujer Medicina” es un documental que sigue a Fedra Abrahan, quien trabaja como mujer medicina con plantas en Argentina, y viaja todos los años a la selva peruana para conectarse con su interior y seguir aprendiendo. En esta oportunidad, vuelve allí para atravesar un proceso de transformación espiritual, luego de sufrir una crisis personal. “Mujer Medicina” es un viaje espiritual al interior de uno mismo, el cual plantea ciertos interrogantes sobre la vida que lleva la mayoría de la gente y la importancia de conectar con la naturaleza, un proceso cansador y doloroso pero que quienes lo hacen sienten que es necesario para sanar, cambiar su forma de vida y comportamiento. No es un documental para cualquiera, su ritmo es muy pausado, con planos largos que se centran más en el paisaje, la naturaleza y la vida que hay en ella, resaltando sobre todo los colores fuertes y vívidos. También se mezclan con imágenes resultado de las experimentaciones de la protagonista, como un aspecto más onírico o experimental. En este sentido, también tenemos una gran presencia del sonido ambiente, donde se amplifican los ruidos de los insectos, el viento o la lluvia. Además, se complementa con una música espiritual que acompaña el argumento planteado. Si bien existen algunos diálogos de la protagonista contando sus experiencias y sus inicios en estas prácticas y de los profesionales en la materia, dos curanderos de la región que trabajan principalmente con ayahuasca en ceremonias grupales y cuentan sobre los procesos y beneficios, existe una mayor presencia de silencios o sonido ambiente. En síntesis, “Mujer Medicina” es un documental que retrata una experiencia de transformación, la búsqueda de introspección y sanación mediante prácticas chamánicas que nos permiten descubrir un mundo alejado y desconocido. Puede volverse monótono por momentos y sentirse pesado por la gran presencia de silencios y sonido ambiente por sobre los diálogos o la acción, pero va de la mano del argumento que buscan relatar. Un film para los que están dispuestos a realizar el viaje.
Sanación espiritual En estos tiempos convulsionados, resulta interesante la nueva propuesta de Daiana Rosenfeld (Sanadora, 2017), en su nuevo film Mujer Medicina (2019), sobre los procesos de sanación de Fedra Abrahan, a través de la medicina tradicional amazónica y serrana del Perú. Dirigido en especial a quienes se encuentren en una búsqueda diferente de sanación y de paz interior. Fedra es celíaca, da testimonio de cómo se sanó con plantas medicinales en un viaje y conociéndo la emoción que tuvo que curar de raíz. Esa emoción es la intolerancia, primero hacia sí misma y luego hacia los demás. Pero este viaje será diferente, ya que acaba de fallecer su padre y decide atravesar el duelo en la selva amazónica y en la montaña peruana, realizando diversos rituales de sanación, limpieza y purificación con ceremonias de plantas maestras, ayunos y búsqueda de visión. Un proceso duro y personal, nos indica que existe una planta para cada persona. Los elementos utilizados por la directora, son los indicados para introducir al espectador en la selva y experimentar con medicinas ancentrales. En este caso acompañamos a la protagonista en el proceso de su preparación para la ceremonia de ayahuasca. El relato es en primera persona, ya que se trata del paso a paso de su experiencia, única e íntima. La neblina, la luna, la tierra, el agua, los árboles, el fuego, en especial el humo y la magestuosidad de los paisajes. Además la formación natural de mandalas, cánticos, mantras y planos subjetivos de la distorsión o visión extra-sensorial del campo visual, como efecto del trance; planos detalle de la potente paleta de colores existentes en pequeños animales, plantas, flores, a los que no prestamos suficiente atención, no le damos el valor adecuado ni agradecemos la belleza que le otorgan a la vida. El ayuno consta de 4 días, con el propósito de honrar a los 4 elementos de la naturaleza y a la relación de su significado con nuestra esencia. Considerándo a la enfermedad, como un desequilibrio emocional y en un momento en el cual, la medicina alopática es cuestinada por los de "occidente", por enfermarnos más que curarnos, confluye en una acercamiento a las opciones que brinda la medicina natural. Nos encontramos en un proceso de transición, de apertura de nuestra mente y corazón, de escuchar y quizás contemplar nuevas maneras de sanar. El documental se presenta como una alternativa para que reflexionemos y repensemos porqué nos enfermamos y cómo elegimos sanarnos.
Daiana Rosenfeld regresa al cine con una historia de un viaje personalísimo a lo más profundo de las emociones humanas, conectándose con una mujer llamada Fedra y sus experiencias ancestrales. El resultado es una película morosa que será de interés sólo por aquellos interesados en su propuesta.
Hasta las zonas más remotas del Amazonas peruano llega Fedra Abrahan, quien trabaja en la Argentina con plantas medicinales, y viaja todos los años al corazón de la selva para conectarse con la sabiduría ancestral de los pueblos de la región y seguir aprendiendo y sanando. Hasta allí llega en momentos en que está atravesando un proceso de transformación espiritual, tras una crisis personal, y de la mano de dos curanderos se acerca a prácticas ancestrales en busca de sanación. Así este documental, dirigido por Daiana Rosenfeld, constituye una experiencia de transformación, un encuentro espiritual y un viaje en búsqueda de la curación dentro de un marco en el que se alternan lo poético con lo doloroso dentro de un extraño micromundo.
La medicina también actúa de acuerdo a cómo estás: psicológicamente, espiritualmente… Habría sido fácil para Daiana Rosenfeld, la realizadora de Mujer Medicina, definir la ayahuasca, el peyote y el temazcal, o hacer que los guías hablen de la historia de estas plantas. Sería fácil también para este servidor referir al menos superficialmente las características de estas plantas medicinales. Ni uno ni otro camino serían cónsonos con la búsqueda de Fedra Abrahan. Las pistas que se nos van dando en su viaje a y estadía en Perú aluden a un proceso de purificación y sanación donde el conocimiento no puede ser más fuerte que el luto por la pérdida de su padre. Por un lado, el rostro que vemos en una de las escenas iniciales en un primerísimo primer plano es el de Fedra que no gesticula lo que dice. Intuimos que la voz en off confesando que “viene a sanar” es la de ella. Tardamos en escuchar voces humanas, aunque ya en la primera imagen vemos a la protagonista. Y una vez que escuchamos a uno de los guías, Fedra está atenta en un primer plano donde ella tiene de fondo el verdor de la naturaleza a la izquierda y a la derecha una pared de madera. El guía está fuera de campo hablando de los beneficios de organicidad de la ayahuasca. La siguiente toma es la de él hablando enmarcado en la abertura de una puerta. Que este corte no sea el de un plano-contraplano sino el de una interlocutora escuchándolo a su lado y que él se encuentre como antecediendo una suerte de portal, ya nos da indicios de un diálogo no entre opuestos, sino de colaterales. Puede ser problemático que, en medio de tanta cámara fija, se decida usar primerísimos primeros planos para mostrar el rostro de Fedra un tanto estetizado y que escuchemos su voz forma extradiegética. Como si esa voz estuviese disociada de la identidad del rostro. Pero así es como la película nos plantea un matiz: la sanidad no es coherente, sino arraigadamente ancestral. Tantas tomas de la naturaleza mientras la voz reconoce su rudeza no son fortuitas. Son la búsqueda de una identidad abarcante y conflictuada. Y de todas maneras, tal quiebre es parte de una progresión enmarcada en un principio y un final donde la voz y el cuerpo de Fedra en plano medio sí están en sincronía. También es cierto que estas tomas del rostro de Fedra se van fragmentando en planos detalles de sus labios y ojos a medida que transcurre la película. La mención a la naturaleza mágica de la ayahuasca parecería de una vacuidad peligrosa. Pero también es cierto que la búsqueda estilística de la obra está cuidadosamente armada. La preponderancia de planos fijos y de voces extradiegéticas nos sugieren un camino espiritual donde el cuerpo está fragmentado y magnificado. Incluso lo que parece un pequeñísimo desliz técnico en el movimiento abrupto de una cámara fija coincide con las palabras del guía en escena sobre la búsqueda espiritual que emprende cada persona en un momento de su vida. Este pequeño error puede connotar que todo camino proviene también de la más mínima inquietud. En medio de tantos planos detalle de flores, insectos y hojas de árboles, Daiana Rosenfeld nos está sugiriendo con su cuarta obra que la multiplicidad de la naturaleza también abarca al ser humano. Aun cuando vemos el cuerpo completo de Fedra o de sus compañeros en los rituales, la medida de los planos es la de la naturaleza, no la de los cuerpos. La sincronía entre la primera y los segundos se logra no necesariamente acudiendo a estas plantas medicinales, sino emprendiendo un camino en el que se busca el quiebre de sí en pos de un autoconocimiento que no rehúya de las dificultades.
Un documental muy curioso, realizado en dirección y guión por Daiana Rosenfeld, que cuenta la historia de Fedra Abrahan, que trabaja como mujer medicina en nuestro país, aplicando la sabiduría de los pueblos originarios, que tienen un concepto absolutamente distinto de la sanación de los cuerpos. La protagonista viaja todos los años hasta el corazón de la selva para conectarse con los conocimientos ancestrales, aprender y reencontrarse. El film rodado por momentos en condiciones extremas, desde las dificultades de los lugares y el clima, a la necesidad del respeto y el silencio por las experiencias que refleja, nos acerca a un mundo realmente desconocido. Fedra guiada por Mateo Arévalo y Yatiri Cohaila, dos curanderos de la región que trabajan con plantas como la ayahuasca, participa con un grupo de occidentales de estas prácticas, llevada por temas personales y su necesidad de aplicar y aprender esta medicina no tradicional, hermanada con lo espiritual. Un difícil e interesante trabajo.
El camino a la sanación Dirigido, escrito y coproducido por Daiana Rosenfeld, el documental “Mujer medicina” (2019) nos presenta a Fedra Abrahan, una mujer de 40 años que vive en Mar del Plata y trabaja como sanadora utilizando plantas sagradas. Todos los años Fedra viaja a Perú para experimentar con medicinas ancestrales. En esta oportunidad, seremos testigos del recorrido espiritual que realiza Fedra para encontrarse a sí misma y poder sobrellevar de una manera más liviana y consciente el duelo por el fallecimiento de sus padres. A través de cuatro días de ayuno en la selva amazónica y la montaña peruana, el filme nos permite conocer un poco más sobre los curanderos de los pueblos y sus creencias. Con ceremonias particulares y el convencimiento de que hay que respetar a las plantas porque cada una tiene su espíritu, la película puede tornarse demasiado pesada y aburrida para los que no les interesa en lo más mínimo el tema. Sin embargo, la mezcla de sonidos de la naturaleza tales como el agua de una cascada o el cantar de los pájaros logra generar una experiencia introspectiva llena de armonía y calma. Una fogata, la Luna, las estrellas, la niebla, mariposas posadas en una hoja, flores, vaquitas de San Antonio, coloridos peces y el cambio de las nubes debido al viento son solo algunas de las imágenes que nos llevan a entender el proceso de sanación que está atravesando Fedra, el cual está marcado por una apertura de consciencia que no es para cualquiera. Con la esperanza de poder recuperarse y recobrar energías, la mujer pasa por diversas etapas: toma ayahuasca para soltarse, consume líquidos para limpiar su organismo, convive con otras personas que también subieron a la montaña para comenzar una vida nueva y, por último, pasa esos cuatro días alejada del resto, en silencio y con una completa conexión con la tierra. Arduo pero gratificante, el proceso muestra cómo al sincronizarse con lo más natural se puede hallar la paz y salir fortalecido para aplicarlo a la rutina diaria de cada uno. Con guías y maestros conocedores de la capacidad que tienen las diversas plantas sagradas, la obra también se toma su tiempo para explicar los principios de vida de la comunidad (agua, aire, fuego y tierra). En conclusión, “Mujer medicina” es un documental que la mayoría de personas no está acostumbrado a ver, ya que como seres humanos nos cuesta muchísimo tener la paciencia necesaria como para ver a otros pasar sus días sin hacer nada para conseguir un propósito espiritual satisfactorio. Solo recomendado para los que tengan la mente abierta y busquen bajar los decibeles del bullicioso mundo que habitamos.
Mujer Medicina: Un vistazo a otra forma de curar. El documental de Daiana Rosenfeld nos traslada a la selva de Perú para que conozcamos una forma alternativa de curar. Con el paso de los años y el avance en la medicina tradicional (léase, aquella basada en las ciencias y los avances tecnológicos), se han ido dejando de lado las formas de curar de antaño y, a la luz de los descubrimientos sobre biología, química y demás, han sido confirmadas como anticuadas u obsoletas. En los últimos tiempos, por otro lado, fue tomando forma un movimiento que busca una opción más «natural» a lo males que aquejan al ser humano. Esto ocurrió por una serie de razones, las cuales incluyen la incapacidad de la medicina clásica para curar ciertas enfermedades. Es así que tanto la homeopatía como el uso de hierbas medicinales antiguas, cuyas propiedades curativas han sido probadas incluso en el auge de la ciencia, tomaron cada vez más fuerza. En Mujer Medicina (2019), Fedra Abrahan nos lleva por un camino de aprendizaje (el suyo) a través de hierbas medicinales tradicionales de Perú, mientras se adentra en la selva y la montaña con muchos otros que también buscan aprender y sanar. En el documental, el objetivo no es contar una historia (aunque la de Fedra nos sea presentada a medida que se va avanzando por el camino de sanación – ritual que repite ininterrumpidamente hace siete años), sino mostrar sin prejuicios una forma distinta de cuidar a las personas y de cuidar de nosotros mismos. Porque -y esto se percibe casi desde el principio – el punto no es ahondar en el planteo de «esta planta sí, esa hierba no», sino que la idea de esta medicina más antigua es llegar más allá de los trastornos físicos y lograr que el cuerpo mejore a través de una «preparación» del alma. Por otro lado, aquí la directora Daiana Rosenfeld no puso el foco en la parte narrativa, sino en la visual. Con una buena dosis de narración en off, el enfoque está puesto en todo lo que podamos ver, que va desde escenas cotidianas diarias a tomas tan llenas de naturaleza que dan ganas de estar ahí. Igualmente, por momentos lo más importante pasa a ser Fedra y es imposible dudar de lo vital que es este proceso para ella. Para poder apreciar este film, se puede optar por hacer algo muy simple y muy complicado a la vez: dejar los prejuicios de lado. La realidad que muestra es algo muy distinto a la medicina tradicional a la que estamos acostumbrados y pone a prueba al ser humano tanto física como mentalmente. En otras palabras, lo pone cara a cara consigo mismo (ni más ni menos) para descubrir cuál es la raíz de sus propios males, según lo narran sus protagonistas, y esto no es algo para todos los gustos. Entonces el punto clave del film, sea cual fuere el punto de vista que se tenga sobre la medicina en general, recae en esta idea «innovadora» que es cuidar la mente y el alma, y no sólo lo físico. Fedra hace hincapié en cómo su sanación la fue preparando para acompañar a su madre en su camino hacia la muerte y luego lo mismo con su padre. El documental cuenta con la duración justa, pero quizá, para aquellos que no son aficionados a dicho género, les resulte un poco tedioso. Sin embargo, para los que busquen algo diferente de lo que ofrece comúnmente la cartelera -sumado a los que gusten de temáticas referidas a nuevos descubrimientos- encontrarán en Mujer Medicina (2019) un agradable cambio de estilo y un punto de vista que busca narrar un hecho real puntual lo más objetivamente posible, acerca de esta forma de curar que es tan antigua como exitosa, según cuentan sus participantes.
UN VIAJE INTERIOR Y EXTERIOR La apuesta de Mujer Medicina tiene sus particularidades y vetas de interés: el documental de Daiana Rosenfeld construye una puestas en escena distintiva para abordar la historia de Fedra Abrahan, una mujer que, luego del fallecimiento de su padre, emprende un viaje a la selva amazónica en Perú para atravesar el duelo, realizar una serie de rituales de sanación y consolidar su aprendizaje de las prácticas chamánicas. Esa decisión lleva al film a conseguir unos cuantos hallazgos, aunque también termina regodeándose en su estética. La vía que encuentra la lente de Rosenfeld –que por algo está no solo a cargo del guión y la dirección, sino también de la fotografía y el montaje- para conectar con el recorrido de Abrahan es la de convertir ese viaje interior en uno exterior. De ahí que el relato adquiera por momentos una estructura fragmentaria y cuasi atemporal, donde el paisaje dicta el ritmo y los diálogos quedan muchas veces fuera de campo. En unos cuantos pasajes, Mujer Medicina es una película más de sensaciones y percepciones ambiguas que de hechos o eventos concretos, lo cual incluso permite que fluya adecuadamente el discurso didáctico que impregna la narración. Lamentablemente, el film va entrando en un ciclo de repetición y cuasi regodeo en sus virtudes estéticas, lo cual le termina quitando potencia narrativa a lo que se está contando. Hay un estiramiento de las acciones, la premisa se va disolviendo y lo que se impone es el didactismo para explicar el proceso de aprendizaje y purificación interior de Abrahan. Aun así, Mujer Medicina no deja de ser un documental atractivo, que elude algunas convenciones y crea atmósferas subyugantes, que la colocan en un lugar distintivas dentro de la producción nacional.
Cuarto documental de Daiana Rosenfeld. La historia está basada en el retrato de un viaje de transformación espiritual, rescatando y resignificando prácticas chamánicas, ajenas a nuestra realidad cotidiana y a nuestra forma de observar el mundo. En este documental conoceremos a Fedra Abrahan (40), quien trabaja como mujer medicina con plantas en Argentina, por lo cual, viaja todos los años al corazón de la selva para conectarse con la sabiduría ancestral de los pueblos de la región y para seguir aprendiendo y sanando. Dentro del relato de Rosenfeld podremos compartir uno de sus viajes al Amazonas peruano, impulsado por una crisis personal relacionada al fallecimiento de su padre. Entonces, de la mano de la directora, no sólo seguiremos a Fedra mientras realiza estas prácticas en busca de su sanación, sino que seremos partícipes de ella. La película da su inicio con un plano picado por sobre un río ondeante y vibrante, envuelto bajo el sonido penetrante de lo que parece ser el motor de una embarcación. Luego de navegar varios segundos ese encuadre, ingresamos al siguiente plano y, ya anclados en el espacio-tiempo del relato, descubrimos a nuestra protagonista, quien viaja pensativa en una especie de lancha mientras prepara una pipa para fumar (objeto que luego será pieza reiterativa y simbólica del film). Luego, ingresamos a una selva húmeda, guiades por la voz en off de Fedra, quien nos ofrece la información a través de sus ojos reflejantes a un fuera de campo surrealista, denotando desde la realización una estructura observacional pero abrazada a un subjetivismo onírico y reflexivo, dándonos así la apertura a esta historia. Digo apertura, pues estamos frente a un documental de autoexploración, de redescubrimiento, de nuevos principios, no sólo para Fedra con la directora, sino también para con nosotres y para con ella misma. Daiana Rosenfeld nos invita entonces a ser parte de varias experiencias chamánicas, con ceremonias de Ayahuasca, tanto solitarias como grupales, siempre acompañando en la búsqueda de iluminación de Fedra. Haciendo uso de testimonios de la protagonista sobre las prácticas y siguiendo las mismas desde una mirada observacional, evitando la intervención pero, afortunadamente, decide sumarle a éste un tratamiento estético más subjetivo, recordándonos que el cine es una práctica íntima pero también colectiva. Entonces, nos abre el juego, desde una perspectiva de huella interior que moviliza a les espectadores, quienes transitan por sus propios rincones del super yo. Esta forma sensorial en el uso del dispositivo, visual y sonora, logra traspolar la sala al área del film y viceversa, donde la yuxtaposición de imágenes consigue simbolizar un continuo infinito sin distinción de planos espaciales, regalándonos interrogantes sobre nuestras propias certezas. Mujer Medicina nos propone ser partícipes activos de una experiencia espiritual. Donde el tratamiento sonoro, apoyado en macro imágenes sensoriales, nos transporta "fuera de la caja", invitando a la autorreflexión sólo a les espectadores que se permitan explorar.