¿Se puede olvidar el pasado? ¿Cómo es que los discursos de odio y racismo permanecen vigentes? En esta película algunas respuestas a partir de un disparador real que enfrenta a un médico judío y un paciente nazi.
Un coche que viaja a toda velocidad no se detiene en un cruce y embiste de lleno a otro vehículo que transitaba por allí. Simone Segre (Alessandro Gassman) un cirujano que, en ese preciso instante, navegaba con su kayak en un río de la zona escucha el terrible impacto entre los dos autos y de inmediato corre hacia al lugar del accidente. El coche que provocó el siniestro ha huido y allí solo permanece el auto destrozado de un hombre con graves heridas y con riesgo de morir. Es entonces, que Simone se apura para socorrerlo. Sin embargo, al momento de realizar un torniquete para detener la hemorragia, descubre debajo de la camisa del malherido varios tatuajes de simbologia nazi que lo paralizan.
Simone Segre es un conocido cirujano de origen judío, que vive tranquilo en una ciudad de Italia hasta que un día, luego de una práctica de remo, auxilia a un hombre que ha sido víctima de un accidente automovilístico. Sin embargo, cuando descubre un tatuaje nazi en su pecho lo abandona a su suerte, principalmente porque es hijo de un sobreviviente de un campo de concentración. Pero no podrá convivir con el sentimiento de culpa que le genera haber dejado a tres chicos huérfanos. Por eso buscará la forma de ayudar a la familia económicamente sin que sepa lo sucedido. «No Odiarás», la ópera prima de Mauro Mancini, quien antes había hecho cortometrajes en televisión y publicidad, nos brinda una historia sencilla y lineal pero que logra exponer y reflexionar sobre temas interesantes y necesarios como la responsabilidad, la culpa, el deber ético y moral, las consecuencias de la guerra y del nazismo que las vivimos aún hoy, los discursos de odio, las ideas que pasan de una generación a otra, entre otras cuestiones. Esto lo podemos ver a través de las buenas interpretaciones de su elenco, comenzando por Alessandro Gassman, quien compone a un protagonista tosco y serio, pero que a la vez tiene un buen corazón y buenas intenciones a la hora de ayudar a quienes lo necesitan. No conocemos mucho de su historia, pero con lo que el director nos muestra de su pasado es suficiente para imaginarnos lo que tuvo que atravesar, su relación con el padre y con la religión. El actor se complementa de buena manera con la familia con la que interactúa. Sara Serraiocco compone a Marica, la más sensible y responsable de los hermanos que tiene en claro que tiene que trabajar para sacarlos adelante; Luka Zunic que se pone en la piel de Marcello, un neo nazi como su padre, agresivo y temperamental que transmite temor; y Lorenzo Buonora que hace de Paolo, el más chico de los tres, que todavía no creció lo suficiente como para entender por qué las cosas son como se lo planteó su familia. Los distintos personajes van evolucionando según las situaciones que tienen que atravesar y se van complejizando cada vez más, ofreciendo momentos dramáticos y con violencia creciente. Lo interesante es que en ningún momento cae en lugares comunes o escenas que uno podría prever en este estilo de películas donde un personaje culposo se acerca a la familia de la víctima por remordimiento o ganas de ayudar. Sino que todo fluye de manera natural hacia el final, dejando mensajes reflexivos sobre los seres humanos. Sus aspectos técnicos están logrados. A lo largo del film obtenemos un clima de tensión y opresión constante, ya que el protagonista se expone al peligro por sus ideales y buenas intenciones. Además, está bien acompañada por su banda sonora y una ambientación que repara en ciertos detalles importantes para darle un mayor contexto a la historia. En síntesis, «No Odiarás» es una película sencilla pero efectiva, que se sostiene por la complejidad de su personajes, las buenas actuaciones del elenco y la interesante reflexión que realiza sobre temas importantes y necesarios, que aunque ya hayan pasado muchos años de la Segunda Guerra Mundial son cuestiones que siguen presentes y vigentes en la sociedad actual y que cada vez se van profundizando más.
No odiarás comienza con una escena de la infancia de Simone en la que está junto a su padre a la vera de un río. Ese hombre, sobreviviente del Holocausto, tiene una caja con gatitos bebés a los que, luego de que su hijo elija uno para quedárselo, ahogará en el agua, no sin antes decirle que a veces hay que hacer cosas que no nos gustan. Sabiendo que la trama incluirá al nazismo, suena a preludio de una de esas películas destinadas a señalar con el dedo el estado de decadencia social del mundo contemporáneo. Sin embargo, No odiarás es otra cosa: un film acerca de un hombre sometidos a un dilema de consecuencias impredecibles. Ese dilema se genera cuando presencie el accidente de un auto cuyo conductor tiene un símbolo nazi en su pecho, por lo que, en lugar de ayudarlo, se queda observando su lenta agonía, generando una culpa que se traducirá en una obsesión que lo lleva a contratar a la hija de la víctima como ama de casa, para bronca de su otro hijo, quien “heredó” de su padre un odio extremo hacia los judíos. Las luces de alerta se encienden ante una apretada nada amable de ese jovencito para que Simone (el impenetrable Alessandro Gassmann) deje en paz a su familia. Pero es entonces cuando el film se corre de la senda del alegato político más obvio para, en cambio, mostrar el entramado que empieza a construirse entre ellos. Aunque con algunos giros demasiado forzados en su guion, No odiarás logra indagar en los pliegues emocionales más contradictorios de hombre parco y taciturno, tan reputado como solitario, generados por su incipiente relación con esos chicos agobiados por deudas. Chicos cuya fragilidad tiñen al film de un aura tan triste como enigmática.
Non Odiare (No Odiarás) plantea desde la intimidad de su historia cuestiones relacionadas al neofascismo en un contexto en que la extrema derecha cambia de piel: un jugador político que gana elecciones democráticas en distintos países del mundo. La película es la puesta en escena de una pregunta que se responderá de distintas maneras a largo del film: ¿qué hacer con los que odian?
La ópera prima de Mauro Mancini se muestra ambivalente. Se trata de una propuesta gélida, sombría, distante, sobre un tópico crudo y movilizante, sobre las heridas abiertas, sobre cómo el horror del pasado borbota en un presente donde se sigue combatiendo el odio con la angustia de lo heredado. En este caso, el protagonista es Simone (Alessandro Gassman, en una interpretación medida), un cirujano que vive en la ciudad de Trieste y que convive con el duelo por la muerte de su padre, un sobreviviente del Holocausto cuya partida, para su hijo, resulta más resonante que su presencia, como la primera secuencia del film deja al descubierto. En esa secuencia de diálogo padre-hijo, el agua se erige como imagen simbólica de un bautismo que llega a destiempo, pero que marca el destino del protagonista y su accionar con esa historia familiar impactando en lo cotidiano. En su vida adulta, Simone practica remo y el agua vuelve a irrumpir con la misma fuerza con la que un accidente de tránsito cambia el curso de las cosas. Dentro del auto, halla a un hombre herido al que intenta salvar. Al notarle un símbolo nazi en su cuerpo, lo deja morir, y luego la culpa lo conduce a rastrear a sus hijos y desentrañar su propia historia. No odiarás tiene una primera mitad muy sólida, en la que esa mirada quirúrgica del realizador funciona cuando el relato va cobrando forma de thriller. En su último tramo, en cambio, se vuelca a un sentimentalismo que va en detrimento de ese dilema ético planteado inicialmente y que rebota en la actualidad.
El filme abre con una escena demasiado despiadada, en la que un padre exige a su hijo de alrededor de 10 años a elegir a uno de los gatitos, para luego obligarlo a ahogar al resto. En la segunda secuencia nos muestran a Simone Segre (Alessandro Gasmann) practicando remo, tras escuchar un accidente en la ruta paralela al río, va en ayuda. Es médico, pero mientras atiende las heridas del accidentado, descubre tatuajes que lo sorprenden, hasta que ve en su pecho una gigantesca cruz esvástica, que lo identificaría como un nazi. Simone decide no continuar atendiéndolo, lo que deriva en la muerte del sujeto. Después sabremos que el Dr. es hijo de un sobreviviente del holocausto. En el corazón de Trieste este reconocido cirujano de origen judío disfruta de una vida tranquila, aunque absolutamente solo. Los duros conflictos con su padre, también médico recientemente fallecido, lo han llevado durante
Crítica de “No odiarás”, la fábula sobre la intolerancia de Mauro Mancini con Alessandro Gassman La película estrenada en el festival de Venecia y de reciente paso por la semana del cine italiano en Bueno Aires, desarrolla el dilema ético y moral de un médico judío cuando tiene que atender a un fanático nazi. No odiarás (Non odiare, 2020) es de esas películas que ponen en jaque al protagonista, llevado a una situación límite en donde la decisión tomada es trascendental. Es lo que le sucede a Simone Segre (Alessandro Gassman) cuando socorre a un hombre en un accidente automovilístico pero, al observar la esvástica tatuada en su pecho, decide dejarlo morir. La decisión, basada en un caso real, le causa remordimiento a Simone y por eso, se contacta con los hijos del fallecido en una suerte de búsqueda de redención. Contrata a Marica (Sara Serraiocco) como ayudante en las tareas del hogar, y por quien siente una fuerte atracción. Cómo buen melodrama la cosa se complica y los giros de la trama (la coincidencia abusiva del género) llevan la situación a un punto de no retorno. Lo interesante de la película es que visibiliza las intolerancias sociales que se viven a diario en el mundo, y en Italia en particular (acaba de ser electa Primer Ministra la ultraderechista Giorgia Meloni), mediante un relato que juega con las paradojas del destino para brindar su discurso. Así entra en escena Marcello (Luka Zunic), el hermano de Marica, un joven obsesionado con los discursos xenófobos y racistas cuyo odio le trae mayores problemas que libertades a su vida. De ese modo, la película iguala a los personajes en sus mezquindades y odios, cruza en el camino a los opuestos Simon y Marcello, y los obliga a comparecer ante las circunstancias. En ese recorrido No odiarás pone de manifiesto la necesidad de apoyarse en el otro para salir adelante. Mancini realiza un film con algunos subrayados innecesarios, propios del melodrama, y algunas vueltas de tuerca un tanto inverosímiles, pero sin caer nunca en el golpe bajo, esbozando un mensaje contundente.
DEL ODIO AL PERDÓN Suerte de fábula moral matizada con su correspondiente lectura política coyuntural, el primer largo para cine de Mauro Mancini descansa en aquello tan re-conocido de “film con temática importante” Efectivamente, No odiarás presenta a Simone (Alessandro Gassman, hijo del signore Vittorio), un cirujano que carga con el pasado de su padre que sobrevivió en un campo de concentración y que, en plena faena deportiva y de descanso, se alerta por un accidente de tránsito y descubre que un herido exhibe tatuajes en su cuerpo relacionados a la prédica nazi. De allí surgirá su decisión de abandonar ese cuerpo y dejarlo morir pero, al poco tiempo, arremete la culpa en él, motivo por el que investigará y descubrirá a la familia del muerto: justamente él, hijo de un sobreviviente del Holocausto escarbando en las vidas de tres personas, los tres hijos de aquel sujeto tatuado con svásticas varias. No odiarás es eso, desde su entramado argumental: una película sobre la responsabilidad y la culpa, la hipótesis de redención del personaje central, el perdón rondando por la cómoda vida burguesa (y solitaria) del experto y rutinario cirujano, la descripción de las vidas de los tres hijos del muerto en el accidente de tránsito, la confrontación ideológica entre dos mundos contrastantes, la lectura actual a la que se anima una película al referirse a grupos nazifascistas que representan parte de la Europa contemporánea. En ese punto, la forma que en Mancini ausculta la psicología de los tres hermanos tiene sus virtudes y defectos en cuanto a decisiones de puesta en escena y tipologías de personajes. Por un lado, la inocencia del hermano menor, puente entre sus mayores. En segunda instancia, el violento Marcello (Luka Zunic), exhibido en la película sin demasiados matices desde su repudiable ideología. Sin embargo, la hermana del trío, la bella Marica (Sara Serraioco), será el puente entre ese hogar ahora sin padre y la vida del cirujano, quien contrata a la joven como empleada doméstica. En esa cálida y problemática relación la película encuentro su zona de interés: una relación donde ella desconoce el motivo por el que está trabajando con ese personaje que dejó morir a su padre. No odiarás transcurre placenteramente dentro de un territorio reconocible que en alguna ocasión se excede en símbolos y metáforas. Sin embargo, su gravedad y solemnidad expositiva (en este punto el hieratismo de Gassmann Jr. refuerza esta tesitura) no incomodan demasiado, en tanto, su propósito argumental se inclina únicamente a contar una (buena) historia sin recurrir a la trascendencia y al formulario habitual en esta clase “de relatos importantes sobre la condición humana”
"No odiarás": experimento social. Enrolada dentro del hipotético género del “drama social con dilema ético incluido y resurgimiento de los movimientos neofascistas de fondo” (rótulo un poco largo, pero bastante preciso), No odiarás propone un tour de force en el que un punto de quiebre obliga al protagonista a tomar una decisión crucial, a equivocarse de medio a medio y a replantearse su forma de habitar el mundo en busca de enmendar su error. Ese protagonista es un cirujano cincuentón que transita por la vida con la comodidad que le brinda el aséptico encanto de la burguesía. Solo, con un departamento demasiado grande y un trabajo tan bueno como rutinario, Simone (Alessandro Gassmann, hijo del gran Vittorio) sale varias veces por semana a remar por un arroyo cercano. Una de esas mañanas es testigo de un accidente de tránsito en el que un automóvil embiste a otro y se da a la fuga. Cuando intenta asistir al chofer herido del otro vehículo, que ha quedado herido de gravedad, descubre que lleva tatuados sobre su piel distintos símbolos nazis y decide no intervenir, yendo en contra del juramento hipocrático que rige la profesión médica. La película tarda menos de tres minutos en descalabrarle la vida al protagonista y se toma los 90 restantes para colocarlo en situaciones cada vez más complejas, que él mismo va generando. Casi como si se tratara de un experimento social de diseño, No odiarás hace que distintos elementos esenciales de la identidad del personaje entren en colisión, para hacer posible que de ese choque surja el drama. Porque por un lado Simone es un hijo del Holocausto, descendiente directo de un sobreviviente de los campos de concentración. Ese hecho permite que, en un momento de gran estrés, el trauma familiar reencarne en él, haciendo que en la lucha interior el resentimiento e incluso el miedo se impongan a la razón y la empatía. Pero también se trata de un típico exponente de la cultura judeocristiana y la culpa por el daño causado terminará por aflorar cuando se entere que el hombre al que dejó morir tenía tres hijos, dos de ellos aún bajo su cuidado. De ahí a que Simone se obsesione con el destino de esas tres personas a las que les quitó la posibilidad de un padre hay otros cinco minutos. De ese modo, sin que los hermanos sepan quién es él, contrata a la mayor como empleada doméstica, pero pronto comienza a ser acosado por el del medio, un adolescente que sigue los pasos de su padre y forma parte de una organización neonazi. No odiarás se convierte así en el registro de los diferentes ejercicios de reflexión que el personaje debe realizar para entender su propio odio y enmendar el daño también irreparable que ese sentimiento desatado lo llevó a causar. La película logra no ser demasiado obvia desde lo discursivo y, de hecho, buena parte de los momentos cruciales que enfrenta Simone los atraviesa en un elocuente silencio. Aun así, el guión no puede evitar algunos excesos alegóricos en el camino del protagonista hacia una posible redención.
Un mandato difícil de cumplir en nuestros días donde discusiones, grietas y discriminaciones pueblan al mundo. Un hecho ocurrido en Alemania inspiró al realizador Mauro Mancini y a su coguionista Davide Lisino al origen de esta película. En la ficción, un cirujano, descendiente de un sobreviviente del Holocausto, no cumple con su juramento y deja morir a un hombre, víctima de un accidente de tránsito, cuando descubre que en su pecho tiene tatuada la cruz esvástica. Su acto no tiene consecuencias sociales ni legales, pero lo llena de culpa. Por eso busca y se conecta, sin contar lo que ocurrió, con los tres hijos de ese hombre. Contrata a la mayor para la limpieza de su casa y soporta amenazas y golpes del racista que resulta el hermano. Distinta circunstancias hará que los socorra en situaciones límites que ponen negro sobre blanco las ideas de skin head y su sacrificio. Una interesante reflexión que plantea las diferencias sociales, la violencia imperante, el desprecio por los inmigrantes. Bien actuada por Alessandro Gassman.
Simone Segre (Alessandro Gassman, hijo de Vittorio) es un prestigioso cirujano de origen judío. Su padre, sobreviviente de un campo de concentración y recientemente fallecido, fue siempre un gran conflicto en la vida de Simone. Ahora él debe hacerse cargo de la casa vacía de su padre, tratando de entender su pasado y cerrando esa vieja herida. Un día, mientras está haciendo remo en el río, escucha un violento choque en la ruta aledaña y rápidamente él va al rescate. Pero cuando empieza a asistir a la víctima descubre que tiene un gran tatuaje con un símbolo nazi en su pecho. Decide no asistirlo pero luego no puede tolerar la culpa de su inacción. Para combatir la culpa creciente, decide buscar a la familia del neonazi, que vive en un barrio pobre. Sin aclarar su identidad, entabla un vínculo con ellos. La película tiene un enorme conflicto, muy claro y movilizador. Es una clásica historia de caída y redención, pero no con los mismos elementos que habitualmente aparecen en estos relatos. Es como una película de los hermanos Dardenne pero con un estilo completamente clásico y bajo reglas más tradicionales para contar la historia. No tiene misterio ni sorpresas, pero la contundencia de la historia le alcanza para que la película funcione.
Estrenada anteriormente en el Festival de Venecia, como el único proyecto italiano de la edición. Este film hoy llegó a la cartelera porteña bajo el título No odiarás (Non odiare). La ópera prima de Mauro Mancini, quien comenzó sus primeros pasos en el cine con un cortometraje en el 2005, para posteriormente trabajar más en publicidad. La historia presenta a un médico cirujano, hijo de sobrevivientes del Holocausto que el destino lo lleva a asistir a un paciente en un accidente. Y deberá poner a prueba su ética médica y valores personales cuando descubre un tatuaje nazi en el recién accidentado. Desde esa premisa comienza una serie de enredos, encuentros y desencuentros con los hijos de la víctima.
Interesante exploración sobre el deber ético y moral: un cirujano se cruza con un accidente de tránsito; descendiente de sobrevivientes del Holocausto, elude ayudar a la víctima por portar tatuada una esvástica. La película deja de lado la cuestión histórica para centrarse en la contraposición entre culpa y responsabilidad, de un modo profundo y sin dejar de darle voz a cada postura. Un gran análisis de caracteres y una tensa fábula moral.
EL MUNDO COMO QUIRÓFANO Recuerdo dos cortometrajes fabulosos que remiten al miedo social y cultural y a las consecuencias que generan. El primero es de los creadores de South Park y está incluido en Bowling for Columbine (2002) de Michael Moore. Mientras miles de argumentos intentan dar cuenta de las razones que producen hechos trágicos con armas y adolescentes en EE.UU., los autores de la emblemática serie animada lo sintetizan en menos de diez minutos. El efecto es similar al de La carta robada, el magistral cuento de Poe: nadie mira ni busca en el lugar más evidente. El segundo le pertenece a Ettore Scola y se llama 1943-1997 (1997). Los años refieren la distancia temporal que ha pasado para un niño que ha escapado de los nazis y que en el presente ve cómo un muchacho negro corre y se refugia como él en una sala de cine. A modo proustiano, Scola nos ofrece el ritual de ver una película como resistencia al caos en el mundo, donde nada ha cambiado: el miedo propio ahora es el de los otros. Cito dos formas efectivas, lúdicas y creativas para representar el drama de la violencia cultural, social y racial que continúa como un azote y cuyas raíces son los miedos. Pero presumo que a medida que los problemas se agravan, las formas cinematográficas son cada vez más pobres y uniformes para abordarlas. Lo confirman la cuantiosa cantidad de películas actuales que construyen una idea de mundo como quirófano, esto es, un universo de colores fríos, carente de matices, estéticamente impoluto, donde cada drama es una excusa para sacudir ejercicios reflexivos/morales antes que emociones genuinas. En otras palabras, el cálculo adormece la ficción. Al inicio de No odiarás, de Mauro Mancini, se produce un contraste. Un padre obliga a su pequeño hijo Simone a meter unos gatitos en una bolsa y arrojarlos al lago. Semejante atentado contra la naturaleza se da en un entorno natural idílico, justamente. Pero la escena, que replica la podrida herencia de la que son víctimas las criaturas, oficia como punto de partida para un cine que privilegia el ejercicio reflexivo por sobre las imágenes o la construcción estética, con pavor ante la desprolijidad. Lo confirma la escena siguiente. Simone ahora es un cirujano, vive cómodamente y suele practicar remo. En una de sus incursiones se topa por azar con un accidente en el que un hombre se encuentra malherido. Cuando se dispone a asistirlo, le descubre una esvástica en el pecho, motivo suficiente para traicionar el juramento hipocrático y abandonarlo a su suerte. Claro, Simone es judío y toma una decisión que le pesará en el futuro más allá de eso. A partir de allí, la atmósfera de la película se impregnará de una densidad a base de leves movimientos de cámara, silencios y esa cuota de estatismo que suele acompañar a esta clase de historias sustentadas en determinaciones morales. Estamos ante un personaje que comienza a actuar con culpa y que para redimirse contrata como personal de limpieza a la hija del neonazi. Y entonces, el mundo se vuelve un quirófano de texturas azuladas, plagado de frialdad, mientras los dos mundos en tensión se vuelven víctimas y victimarios. Es decir, la mirada que proyecta el director parece conducirnos a que hay una maldad humana innata que excede a las ideologías y a las religiones, y que según las circunstancias aflora con arrebatos de furia suficientes como para odiar, matar e impedir las historias de amor, a priori, inconcebibles. Esto, que también se transmite por herencia familiar, provoca daños irreparables. La Italia de hoy, la de inmigrantes despreciados, la de resabios fascistas y brotes neonazis, es una parte importante del problema. Y ese problema sobrevuela en esta película. El principal inconveniente es la inclusión de artilugios en la trama que rozan lo inverosímil dentro de una pretendida seriedad y de resoluciones oportunistas, forzadas, que dan cuenta de excesos alegóricos y de una acumulación de herramientas tendientes a que vivamos en el mundo/quirófano de la sordidez contemporánea.
Onceavo mandamiento, la inquietud principal que coloca, delante nuestro, la presente película es de orden moral. El director Mauro Mancini, en su ópera prima, intentará responder a dicho interrogante, a través de la historia de un médico judío-italiano, quien goza de una vida tranquila y acomodada, y es hijo de un sobreviviente del Holocausto. Una toma de decisiones toma un rumbo trágico cuando una marca en el pecho delata un proceder que es deshonra. Cada quién está librado a su suerte, es ley divina. Atormentado por la culpa, la vida del profesional cambia drásticamente, de la noche a la mañana. El acertijo coloca el punto de interés sobre el dilema justificable de una venganza. ¿Qué hubiéramos hecho en su lugar? ¿De qué índole son las fuerzas que equilibran nuestro universo? La tensión racial y la causa de odio son invitadas a la mesa de discusión en esta fábula acerca de la condición humana. Nominado a tres premios David di Donatello (los Oscar del cine italiano) y premiado en la Mostra de Venecia 2020, el film elige la sobriedad y la contundencia como imprescindibles aliadas.