Si bien el toro es muy simpático, lo que se cuenta no lo es, pues este agradable animalito está destinado, al igual que los demás que viven con él, a las corridas de toros de Madrid. Además muestran como algunos más débiles terminan en el matadero. En una época donde ya no es bien visto los animales en....
Contra las masacres de la tauromaquia El brasileño Carlos Saldanha es uno de los mejores directores de animación trabajando en el mainstream hollywoodense de nuestros días, recordemos para el caso la estupenda Rio (2011), su secuela del 2014 y los primeros capítulos de la franquicia iniciada con La Era de Hielo (Ice Age, 2002). Olé: El Viaje de Ferdinand (Ferdinand, 2017) es su regreso a la realización, una película que si bien es más humilde a nivel de la típica fastuosidad visual de un tanque para niños de estas características, ahora producido por Blue Sky Studios y 20th Century Fox, asimismo trabaja con mayor eficacia y profundidad la dimensión conceptual: para aquellos que aún no lo sepan, vale aclarar que hablamos de una doble adaptación/ remake/ extensión a largometraje de La Historia de Ferdinand (The Story of Ferdinand), el famoso libro infantil de Munro Leaf, y Ferdinand, el Toro (Ferdinand, the Bull, 1938), sin duda uno de los mejores cortometrajes del período clásico de Walt Disney. La tarea era de por sí bastante ambiciosa porque las obras de Leaf y de la compañía creadora de Mickey Mouse continúan siendo muy populares en muchas partes del globo, principalmente porque ambas atravesaron distintas prohibiciones y vedas a lo largo del Siglo XX debido a que diversos regímenes dictatoriales -y de los otros, las democracias capitalistas probélicas- han considerado al personaje central una alegoría del pacifismo y el respeto por el prójimo, axiomas/ preceptos que nunca fueron muy aceptados que digamos por la humanidad. Saldanha honra la estructura paradigmática del relato y la aggiorna vía sus marcas registradas de siempre, léase muchos colores pasteles y un diseño de personajes sutilmente caricaturesco, a lo que se suma una multiplicidad de palabras y nombres en castellano que condimentan el contexto de la historia, España en esta ocasión, así como el mismo recurso hizo lo propio con respecto a México en la excelente Coco (2017), de Pixar. Al comienzo de la trama Ferdinand es un becerro amante de las flores y de naturaleza serena que crece en Casa del Toro, un rancho en Sevilla de cría/ entrenamiento de toros para corridas. Luego de la muerte de su padre en una de las susodichas, algo no del todo comprendido por los animales, el protagonista escapa y eventualmente termina en una granja de flores, cuya familia propietaria lo adopta y le brinda amor. El animal con el tiempo se transforma en un toro gigantesco y fuerte que un día, mientras está en el pueblito de turno con motivo de un festival anual de las flores, es picado por una abeja, lo que desencadena un alboroto mayúsculo en el que el clan lo pierde de vista y así el muchacho es atrapado y llevado de vuelta a Casa del Toro, un lugar en el que su impronta anti-violencia chocará con el ideario intolerante de los otros toros, quienes consideran que la única forma de escapar del destino funesto del matadero es ser rudos e implacables con el objetivo de que los elijan para las corridas. A la par de que entabla amistad con una cabra un poco demente llamada Lupe y conoce a un grupo de erizos que suelen entrar y salir del establecimiento como si nada, Ferdinand tendrá que derribar los prejuicios de sus colegas y por supuesto terminará descubriendo que las corridas no son lo que el resto de los toros creen, más bien todo lo contrario, circunstancia que a su vez derivará en un intento de fuga. Un punto muy a favor del convite es que el protagonista en ningún momento traiciona su temple sosegada y así el eje del cambio identitatio -plataforma tradicional de los cuentos infantiles- pasa a su entorno, a los otros toros, lo que por cierto está bien encauzado porque el desarrollo se siente natural, quizás con la idiosincrasia de cada personaje subrayada un tanto “a lo bestia” pero por ello mismo encantadora cada una de ellas. Olé: El Viaje de Ferdinand no evita su sustrato álgido y hasta se mete de lleno en él mediante la llegada a Casa del Toro de El Primero, un torero egoísta y sanguinario que pretende seleccionar al animal más bravo para una última corrida antes de retirarse, lo que permite en un inicio incorporar la dialéctica de la lucha interna de los campos de concentración en pos de la supervivencia y luego eventualmente llegar al mítico desenlace que todos conocemos por el libro de Leaf y el corto de Disney (hoy un “poco demasiado” optimista en eso de confiar en que el pueblo puede cambiar, no obstante mucho no se puede decir porque estamos frente a una propuesta infantil que ante todo procura transmitir una semblanza luminosa). El opus de Saldanha denuncia las masacres horrendas de la tauromaquia, refuerza la actitud pacífica individual y ofrece una maravillosa persecución en Madrid y escenas hilarantes cortesía de Lupe, los erizos y esos tres corceles bailarines -vecinos de los toros- con acento germano…
“Olé, El Viaje de Ferdinand” es una cinta de animación y aventuras dirigida por Carlos Saldanha (“La Era de Hielo” y “Rio”) La trama del film gira en torno a un toro llamado Ferdinand que, al contrario de la tradición, no le gustan las corridas de toros y prefiere la naturaleza y las flores. Más adelante, Ferdinand junto con otros toros, una cabra y tres puercoespines deberá vencer a los despidiados humanos que quieren buscar al toro campeón que tendrá que enfrentar al torero (El Primero) en La Plaza de Toros de Madrid. Quiero destacar la excelente y colorida fotografía de Renato Falcão, que nos deleita con los paisajes naturales y zonas rurales de España y la agradable música de John Powell, quien nos ofrece lo mejor de las melodías y del folclore español y también canciones bailables para disfrutar. La animación a acargo de Blue Sky tiene un gran realismo y definición, compitiendo a la par de “Coco” de Disney Pixar. El reparto original cuenta con las voces de John Cena (Ferdinand), Kate McKinnon (Lupe), Bobby Cannavale (Valiente), David Tennant (Angus) Miguel Ángel Silvestre (El Primero), Karla Martínez (Isabella), Anthony Anderson (Huesos) y Peyton Manning (Guapo). En conclusión; esta cinta animada esta hecha para disfrutar en familia, con amigos y nos hace pasar un buen momento, con risas, diversión y emoción pura. Dato extra: Este largometraje está basado en el corto que lanzó Disney en 1938 que se llamó “Ferdinando, El Toro” y que pueden encontrar acá.
Por un puñado de flores Munro Leaf fue un escritor e ilustrador norteamericano especializado en literatura infantil cuyo éxito más grande fue "El toro Ferdinando", un relato arraigado en la cultura española de las corridas de toros y centrado en un personaje que desea cambiar su destino por más imposible que sea. El cuento, de 1936, fue adaptado por Walt Disney para la RKO con el título del libro, y en él, no sólo se podía vislumbrar el potencial de Disney como creador, sino que, además, se presentía la capacidad del relato para impulsar un largometraje enfocado en los valores que contenía y en el análisis de la cultura española con su folklore y costumbres. Curiosamente, y a más de ochenta años de la creación del personaje, el brasileño Carlos Saldanha (Río, La Era de Hielo) es el encargado de llevar una vez más la historia del toro a la pantalla grande en Olé, el viaje de Ferdinand (Ferdinand, 2017), un director que ya es un especialista en trascender las narraciones con detalladas escenas y dibujos que promueven el sentido de pertenencia de los países que utiliza como fuente de inspiración. En esta oportunidad Ferdinand es presentado, en una primera instancia, como el más débil del corral en el que se crían futuros ejemplares a utilizar en la plaza mayor de corridas. Dueño de una sensibilidad única, Ferdinand sueña con poder evitar la arena de la plaza, lugar en el que ha perdido a su padre. Las vicisitudes querrán que un día logre escapar del rancho y sea adoptado por una niña llamada Nina. Un día, como cualquier otro, la niña y su padre deciden llevar las flores que cultivan a la feria del pueblo, y Ferdinand se aparece en el lugar y luego de generar un caos, la policía lo neutraliza. A partir de ahí, su regreso al rancho donde se entrenan a asesinos para las corridas será inevitable. Carlos Saldanha logra transmitir el espíritu del relato de Leaf aggiornandolo y brindando nuevos personajes (la cabra, tres erizos) que aportan el humor a la historia para generar el alivio necesario ante el inevitable destino final del toro. La música presente en cada escena, como así también la colorida puesta, suman detalles en cada intervención del toro y sus aliados, reforzando la pertenencia de la historia a la cultura hispanoamericana (algo que en breve hará Coco, de Disney) apoyándose en las particularidades y localismos para generar una historia global en cuanto a subtramas y temas: Familia, amistad, trabajo en equipo, amor, pasión, esfuerzo, sumando otras cuestiones relacionadas a la identidad y el poder ser sin falsas expectativas sobre aquello que los demás piensan. En la versión original un dream team de comediantes y figuras ponen su voz a esta historia que, no por ser ya conocida, deja de sorprender con su mensaje claro y concreto de búsqueda y afirmación del ser.
Se basa en un famoso libro publicado en 1936, “The story of Ferdinand” de Munro Leaf ilustrado por Robert Lawson, que fue desarrollado por todo un equipo comandado por Carlos Saldanha, el aplaudido director de “Rio” y de dos entregas de “La era de hielo”, con un resultado mas que recomendable. Porque además de todos los trabajos de animación (se desarrollaron nuevas versiones del software patentado de rendering en Blue Sky), con la preocupación por los paisajes y colores de España y la construcción de cada personajes, lo notable de la historia es que combina acción, diversión con una certera mirada crítica hacia las corridas de toros. No solo el gigante protagonista ama las flores y los animales pequeños y no quiere saber nada con la lidia, sino que descubre que el destino de todos sus compañeros, igual a lo que paso con su familia, es la cruel faena o la muerte en el rodeo sin posibilidad de salir nunca victoriosos. Además de eso se transforma en el líder de una huída masiva. Los personajes están muy bien delineados, tiene encanto, contenido y mucha acción. Un entretenimiento bienvenido para toda la familia.
Hay que ser torero... La cinta animada de Blue Sky presenta la historia de un toro que ama las flores y solo quiere hacer amigos Ferdinand es distinto a los de su especie. A pesar de ser un toro gigante, no quiere enfrentar a los humanos, ni pelear con los de su raza. Él ama la naturaleza y adora a la niña que lo ha criado desde que era un ternero. Pero, por una terrible confusión, terminará camino a la plaza de toros de Madrid, para enfrentar al máximo torero de España. Carlos Saldanha, el realizador detrás de La Era de hielo y Río, es el responsable de esta hermosa fábula sobre la amistad, que cuenta con un poderoso mensaje contra el bullying, el espíritu ecológico y el respeto por los animales. Con el cuento de Munro Leaf como base, el filme desarrolla la historia presentando varios simpáticos personajes, un grupo de toros de distintas personalidades, los humanos encargados del rancho en donde todos viven, una cabra (la más graciosa del grupo) y el matador (que oficia de villano de turno). Al igual que en Río, Saldanha logra plasmar en los decorados animados, los paisajes reales de España, con especial énfasis en las calles andaluzas del sur y en la imponente "Las Ventas", la mítica plaza de toros de la capital. Cierto tono naif hace de la película un entretenimiento ideal para el público más menudo, pero los guiños sobre la cultura ibérica, y algunos chistes físicos muy logrados, harán que los adultos también disfruten de esta aventura animada. ¡Olé!
Adorable gigante bonachón La animación nos ha llevado por casi todo el mundo, de China a Madagascar, y ahora es el turno de México en la inminente película de Pixar (Coco) y de España en esta nueva propuesta de los estudios Blue Sky y Fox. El brasileño Carlos Saldanha (responsable de las exitosas sagas de La era de hielo y Río) dirigió este film sobre Ferdinand, un toro que desafía un sino que parece inevitable: enfrentar al torero de turno en las tradicionales corridas. De pequeño, el protagonista ya manifiesta un particular interés por las flores y es adoptado por un agricultor y su encantadora hija. El problema es que con el tiempo su voluminoso cuerpo se tornará incontrolable. Un día, en el marco de una feria, este animal amable, pero decididamente torpe, generará un caos (es brillante la secuencia en que trata de no romper la cristalería de un bazar). Así, nuestro querible antihéroe será apresado y regresado a un campo de entrenamiento para toros de lidia en Andalucía. Saldanha ya había demostrado su habilidad para construir personajes entrañables, escenas llenas de vértigo (la animación en pantalla ancha es prodigiosa) y un eficaz humor basado sobre todo en los gags físicos que pueden disfrutar los más pequeños. No hay en los algo excesivos 108 minutos múltiples niveles de lectura ni alegorías rebuscadas. Está claro que en la película, la mayoría de los hombres no tiene la sensibilidad suficiente como para entender a los animales y que las apariencias, por suerte, muchas veces engañan.
El mundo tendrá en cuenta más a los hispanos a partir de estos tiempos. Hay un creciente aumento de la comunidad de latinos en el mundo y lentamente el mundo cinematográfico comienza a mirar con mejores ojos sus historias. Esta, en particular, parte de un cuento corto que ya fuera rodado por Disney hacia 1938 y que fuera prohibido en su tierra natal por dictadores (Franco) e incluso por el nazismo. Munro Leaf lo escribió originalmente en 1936 y el sentido de la historia que presentaba, era disruptivo: un toro, máximo símbolo de la violencia y el combate, luchando por expresar sus emociones, que no tienen nada que ver con lo que se espera de él. Blue Sky Studios, responsables de las sagas "Ice Age", "Rio" y otros productos exitosos , ubica a Carlos Saldanha como máximo responsable de "Ferdinand", alineada al espíritu de la compañía. Este toro (John Cena en la versión original), es un animal especial. Sensible, tierno, generoso. Vive en una corral donde se entrenan grandes campeones que lucharán en la arena de la Plaza Mayor contra matadores famosos. Ferdinand no está muy convencido de que ese debería ser su destino, por lo que cuando la situación se presenta, decide escapar del rancho y buscar nuevos rumbos. El dará con una nena que lo cuidará en su hogar hasta que un evento accidental llevará a Ferdinand, de vuelta a un lugar donde no podrá escapar de la violencia que se espera de su especie. "Olé, el viaje de Ferdinand" es una cinta que explora superficialmente el mundo de la España de las corridas de toros y la idiosincracia local. Se busca que haya colorido, pero nada demasiado recargado que haga confundir al público global. Saldanha parte de una buena historia y la adapta al estilo de sus films anteriores: una gran puesta en escena, intensidad en el personaje principal, rebeldía y simpáticos secundarios. El problema principal del film es que no profundiza demasiado los tópicos que va presentando y tampoco sale de la medianía promedio para este tipo de propuestas. Un personaje carismático, del mundo animal, un coro de amiguitos carismáticos, un desafío y no mucho más. Si bien algo del espíritu del relato original está presente, lo cierto es que "Olé, el viaje de Ferdinand" se parece demasiado a lo que hoy en día vemos en cine de animación familiar. No sorprende, pero es efectiva y a los niños les va a gustar.
El primer estreno animado del año en Argentina lo tiene Ferdinand (Olé, el Viaje de Ferdinand para Latinoamérica). Basada en la historia para niños publicada en 1936, la historia de este simpático toro es traída por Blue Sky Studios -creadores de La Era del Hielo, Rio y Snoopy & Charlie Brown-, propiedad de 20th Century Fox. La película está dirigida nuevamente por el brasileño Carlos Saldanha (Rio, La Era del Hielo 2) y con la participación de John Cena (Daddy’s Home 1 y 2), Anthony Anderson (Law & Order), Bobby Cannavale Jumanji: Welcome to the Jungle) y Kate McKinnon (Ghostbusters) en voces.
Las apariencias engañan Olé! El viaje de Ferdinand (Ferdinand, 2017) es una película animada 3D dirigida por el brasileño Carlos Saldanha, conocido por La era de hielo 2: El deshielo (Ice Age: The Meltdown, 2006) y los films de Río (2011 y 2014). Basada en el libro infantil “The Story of Ferdinand” (1936) de Munro Leaf, el guion estuvo a cargo de Robert L. Baird, Tim Federle y Brad Copeland. Cuenta con las voces originales de John Cena, Lily Day, Jerrod Carmichael, Kate McKinnon, Peyton Manning, Anthony Anderson, David Tennant, Miguel Ángel Silvestre y el cantante Juanes, que también participa con una canción. La película está nominada en las categorías de “Mejor Película Animada” y “Mejor Canción Original” (por “Home” de Nick Jonas) en los Globos de Oro. Ambientada en España, la historia se centra en Ferdinand, un toro que desde pequeño es diferente a los demás. Él se considera amante y protector de cualquier tipo de flor y no comprende el objetivo de luchar contra sus compañeros en el establecimiento Casa del Toro. Cuando escapa de ese lugar hostil, Ferdinand comienza a vivir en la granja de Juan y su pequeña hija Nina. Por un desafortunado episodio, al crecer es llevado de vuelta a donde nació. Ahora no sólo debe soportar que los otros toros no entiendan su estilo de vida, sino también tendrá que lidiar con “El Primero”, un hombre que lo selecciona para enfrentarlo en la Arena más importante de Madrid. Con colores brillantes y una buena representación de las costumbres españolas, la película deja varios mensajes importantes que pueden llegar a diluirse por culpa de la gran cantidad de comedia apuntada a los niños. Estas situaciones graciosas probablemente no lleguen a serlo para los adultos, ya que en cierta parte de la película se sienten alargadas y puestas a propósito para alivianar el drama del relato. La cabra Lupe (Kate McKinnon) es un personaje que solo tiene como objetivo tirar chistes, así como el Flash que vimos hace poco en Liga de la Justicia. Algunos dan resultado, pero a medida que avanza la trama llegan a cansar por dar vuelta siempre sobre lo mismo. El problema radica en que como espectador generaba mucho más interés el progreso de la relación entre Nina y Ferdinand, pero el crecimiento del animal junto a su amistad con la niña sólo nos lo muestran en un compilado de pocos minutos con música alegre de fondo. Si la nena va a estar en el póster principal, esperábamos verla mucho más. A pesar de ello, la historia atrapa tanto a chicos como a adultos gracias a la empatía genuina que se logró con el protagonista. Desde un principio conocemos la forma de ser de Ferdinand, lo cual nos lleva a no entender por qué a los demás, tanto humanos como animales, les cuesta tanto respetarlo. Hay críticas significativas hacia los que piensan que los toros en este mundo sólo sirven para luchar, cómo el hombre se cree con el poder de decidir sobre la vida de otro ser vivo y el bullying que existe por considerar “diferente” al prójimo. También se deja una moraleja sobre las apariencias: a Ferdinand se lo considera el mejor toro para combatir por su impactante contextura física y tamaño, sin embargo casi nadie presta atención a lo que es él por dentro. Puede que Olé! El viaje de Ferdinand tome el camino más simple en vez de profundizar sobre las temáticas importantes planteadas, no obstante resulta una película tierna para disfrutar en familia que algo deja muy en claro: pase lo que pase, no pierdas tu esencia.
Ferdinand, un toro genuino Risueño, entretenido, y con la correspondiente cuota de emoción y moraleja, este dibujo de Carlos Saldanha ("Rio") supera sin mayor problema su triple desafío: expandir un cortometraje hasta hacerlo largo, lucir a la altura del cuento y el corto originales, y enriquecer el mensaje: el toro Ferdinando que ahora vemos no sólo es bonachón como el de antes, sino que también brinda ejemplo de valentía, solidaridad y compañerismo. Eso lo hace respetable ante los demás toros que, durante su infancia, lo habían despreciado. Al respecto, acá hay más animales, entre ellos un West Highland que el doblaje vuelve mexicano, tres caballos que se creen salidos de la Escuela de Viena, una cabra hiperquinética y unos erizos de colores ideales para el merchandising de la película. Y hay más personas, sobre todo una niña que protege al novillo, un poco como en "El niño y el toro", lo cual agrega encanto a la historia (amén del debido cupo femenino). Y hay varias aventuras. Afortunadamente, la expansión del relato no significa hinchazón. Todo está bien armado, tiene un motivo, y, a veces, además de situaciones graciosas, también vemos belleza. Por ejemplo, el resumen idílico de la vida con la niña, el paso del camino rural y los viejos molinos a los molinos modernos y la autopista, y el lindo paisaje con el puente de Ronda allá a lo lejos, que ya figuraba en la primera edición del cuento de Munro Leaf, y en el corto de Walt Disney, porque ese puente es imperdible. Ni que hablar del momento culminante en la plaza de toros, aunque ignore las reglas de la tauromaquia. Solo cabe lamentar una cosa: en esta historia ambientada en España, apenas oímos unos mínimos compases de "Macarena" y "España Cañí". El corto estaba lleno de aires de pasodobles y habaneras.
El toro que no quería torear. Sin los guiños habituales en el cine animado de los últimos tiempos, quizá demasiado ceñido a que cada elemento cumpla su rol, el primer tanque de animación de la temporada apunta exclusivamente al público más pequeño. Y, a su manera, funciona. Creada originalmente por el cuentista infantil Munro Leaf en 1936, la historia de Ferdinando es conocida gracias al cortometraje animado de Disney realizado en 1938 y ganador de un Oscar al año siguiente. Ochenta años después, el toro amante de las flores vuelve a la pantalla grande de la mano del estudio Blue Sky, que desde la seminal La era del hielo no ha hecho otra cosa que incursionar en universos de animales parlantes dotados de sentimientos humanos, con las posteriores Río y Horton y el mundo de los quién acentuando la tendencia. Dirigida por uno de los grandes referentes del estudio, Carlos Saldanha, Olé, el viaje de Ferdinand es una de esas películas en las que cada elemento (personajes, escenarios, situaciones) está donde está para cumplir una función preasignada, más allá de la pertinencia narrativa. No le hubiera venido mal un poco más de aire, de libertad, de explosión, de voluntad para sortear las taras autoimpuestas. Pero así y todo la cosa funciona, al menos como ejercicio recreativo veraniego. ¿Por qué? Porque Olé, aunque calculada hasta el último pixel, sabe cómo hablarle a los más bajitos, máximos –y únicos– destinatarios del primer tanque de animación de 2018. Como en la inminente Coco, de Pixar, Olé sitúa su acción en un universo de habla hispana. Más precisamente en un rancho donde un españolísimo hacendado cría toros para venderlos a reputados toreros o, en su defecto, al frigorífico de la zona. A uno de los becerritos que pastan en el corral no le importan las cornadas ni los duelos físicos, sino cuidar la pequeña flor que asoma en las grietas de la tierra seca. Tan bueno y noble es Ferdinand, que si fuera perro debería llamarse Lassie. En un giro marca Disney, la muerte de su padre en una corrida lo obliga a huir sin rumbo, hasta que encuentra una granja habitada por un padre y su pequeña hija donde puede pasar el día entero oliendo flores sin que nadie lo moleste. El problema es que se trata de un animal de una tonelada y, por lo tanto, el humano promedio lo mira de reojo cuando se pasea por la feria del pueblo. Más aún después de alborotarlo todo a raíz de una picadura de abeja, hecho que lo devuelve a la chacra con sus viejos compañeros devenidos en adultos. Olé apuesta una buena porción de sus fichas a la belleza visual de sus escenarios y a la caracterización de sus personajes. Ni siquiera los “malos” (un torero engreído de piernas flaquísimas y gestos exagerados, un animal violento y solitario) son del todo malos en este universo plagado de colores pastel cautivantes para los ojos de los espectadores más chicos. Sin los guiños ni canchereadas habituales de los productos multitarget de animación, el film de Saldanha es transparente y honesto a hora de contar y mostrar esta fábula con todos los lugares comunes del cine eco-friendly motorizada por la idea de la amistad y el trabajo grupal, y gana algunos puntos gracias a la eficacia de sus gags visuales, con el premio mayor para los tres caballos alemanes que bailan como si no existiera un mañana. En ese sentido, Olé funciona mejor como sumatoria de secuencias antes que como un todo homogéneo. Algo que a los chicos seguramente les importará poco y nada.
Basada en el libro El cuento de Ferdinando (Munro Leaf), llega a las salas de cine Olé, el viaje de Ferdinand. Dirigida por el brasilero Carlos Saldanha, quien estuvo a cargo de La era del hielo (2006 y 2009) y de Río (2011 y 2014), esta película animada es una propuesta para los más pequeños. En un comienzo la historia nos ubica en Casa del Toro, un corral, ubicado en Sevilla, que se dedica al entrenamiento de los toros para las corridas. Allí se encuentra Ferdinand, el becerro más débil de todos. Amante de la naturaleza y abolicionista de la violencia, nuestro protagonista sabe que su lugar no está en las arenas de Plaza Mayor. Luego de la muerte de su padre durante una lidia, Ferdinand logra escapar de aquel lugar. Finalmente es adoptado por Nina, una nena que vive en una granja junto a su padre y un simpático perro. Con el correr del tiempo, Ferdinand deja de ser un pequeño becerro para transformarse en un toro gigantesco. Un día decide escaparse de la granja para asistir al Festival Anual de las Flores. Luego de una serie de eventos desafortunados que ocurren en el lugar, es devuelto a Casa del Toro. Allí se reencuentra con sus viejos amigos quienes, cegados por el miedo de ser enviados a un matadero, hacen todo lo posible para ser el elegido para la próxima corrida. Ferdinand deberá demostrarle a sus compañeros que esa elección está lejos de ser lo que ellos creen. Tal como lo hizo Okja (Joon-ho Bong) a mediados del año pasado, Olé, el viaje de Ferdinand, levanta una bandera en pos de los derechos de los animales. Ambas películas dejan en evidencia cómo los animales son maltratados con un único fin: satisfacer al hombre. Pese a que las cifras indiquen que más de 3 mil toros mueren en la plaza de toros de España durante la temporada, esta actividad sigue siendo un evento que gran parte de la población considera entretenido. A pesar de que estemos en el siglo XXI, hay personas que todavía consideran al maltrato animal como un show de entretenimiento. La película dirigida por Carlos Saldanha no sólo funciona como crítica hacia el maltrato que sufren los animales -quienes a ojos de la Justicia son meros objetos-. Para los más pequeños tiene una clara lección a favor de los valores y la fidelidad a uno mismo. Ferdinand se niega a aceptar que su destino sea estar en las corridas -rol preestablecido por la sociedad-, lucha por romper con eso y poder conseguir lo que tanto anhela: una vida tranquila en la que pueda disfrutar de la naturaleza.
a Calamaro no le va a gustar Esta película animada cuenta la historia de un toro pacífico que no quiere participar de las corridas. Ferdinando el toro, cuento de Munro Leaf ilustrado por Robert Lawson, es un long seller que no dejó de venderse en todo el mundo desde su publicación, en 1936, y a poco de ser editado se convirtió en un corto animado de Disney que ganó el Oscar. Elogiada por Thomas Mann, H.G. Wells y Gandhi, prohibida por Franco y Hitler, esta historia siempre fue leída como un alegato pacifista. Ahora, con unos cuantos agregados, se convirtió en este simpático largometraje dirigido por el brasileño Carlos Saldanha (La era de hielo, Río). Ya desde ternero, Ferdinand prefiere las flores a pelear a las cornadas con sus compañeros de establo, motivo por el cual sufre bullying (nunca mejor usada la palabra, que viene de bull, “toro” en inglés). Logra escaparse de la Casa de Toros, donde preparan a los terneros para participar de las corridas en Madrid, y se convierte en la mascota de una granja, pero una confusión hace que vuelva a su antiguo encierro, donde se aliará a otros animales para volver a huir. Si bien la trama es bastante básica, hay personajes lo suficientemente divertidos como para sostener la película. Ahí están la cabra, los puercoespines, un toro escocés y, sobre todo, el trío de caballos alemanes, protagonizando algunas escenas que hacen que Olé, el viaje de Ferdinand valga la pena. Además de antitauromáquico, el mensaje es claro: mientras no dañe a otros, cada individuo tiene el derecho a seguir su naturaleza y ser aceptado tal cual es. Nota al pie: la historia transcurre en España, así que este es uno de los pocos casos donde tiene más sentido verla doblada que en inglés
De un muy popular personaje nacido en un cortometraje made in Disney hace ya 80 años, los estudios Blue Sky regresan a las adaptaciones con Ferdinand, la historia del toro que no quería ser bravo. Irónicamente, la voz de este personaje en su idioma original la hace John Cena, reconocido en el mundo del espectáculo por su rol de wrestler. En las afueras de Sevilla, existe un criadero donde preparan a los mejores exponentes bovinos dotados de cornamenta que algún día enfrentarán al famoso Matador en la plaza española, un destino duro y muchas veces mortífero del que los animales no son justamente conscientes y lo confunden con el honor. Sin embargo, Ferdinand nace con una sensibilidad diferente, que se potencia cuando ve la violencia que rodea a su padre en los corrales. Decidido a no acabar del mismo modo, Ferdinand huye, dando nacimiento a una aventura que lo convertirá en el toro más fuerte, aunque no exactamente por sus dotes para el choque, sino gracias a su corazón. Este nuevo largometraje animado no tiene grandes fortalezas más allá del mensaje que transmite, que va desde lo que verdaderamente se necesita para ser el héroe más grande y admirado por todos, hasta una protesta en contra de esa práctica española tan idolatrada en su tradición pero muy criticada en los tiempos que vivimos. De hecho, algunas escenas del film son un poco fuertes; si bien responden a la realidad, quizás perturben a algún que otro niño. Como siempre, hay personajes secundarios que tienen mejores momentos que los protagonistas, y en este caso algunos de los más divertidos los tienen tres pequeños puerco espines. Olé, el viaje de Ferdinand, como la titularon por nuestras Pampas, es una peli animada más que no tiene nada que hacer contra otras exponentes del género; mejora por lejos la performance de las aburridas “Vacas Vaqueras”, pero tratándose del mismo director que nos trajo Río en otra historia que nos aleja de lo típico norteamericano con un despliegue musical impresionante, entonces Ferdinand carece de pasión, aunque sin soltarle la mano al desborde de ternura y a un aspecto visual sin fallas al que ya nos “malacostumbramos” con tantos buenos productos en el mercado.
TORO! TORO! TORO! Pocas compañías de cine animado son tan irregulares como Blue Sky. Si la empresa tiene producciones interesantes como la primera La era de hielo, Robots, Horton y el mundo de los Quién o El reino secreto, también conoce lo más bajo del abismo cinematográfico con las continuaciones de aquella saga prehistórica y ese doblete bastante molesto de Río. Y si la especialidad de la casa parecen ser las películas con animales parlanchines, Olé, el viaje de Ferdinand viene a sumar otro animalito con emociones humanas a flor de piel. Con un agregado: todo ese pintoresquismo y los clichés sobre lo extranjero que había en el Brasil de Río, aquí se vuelven a reproducir con los estereotipos españoles de esta fábula anti-taurina. La diferencia es que aquí, basándose en un material previo como el libro de Munro Leaf y Robert Lawson, el director Carlos Saldanha tiene una base desde donde al menos encuentra ejes temáticos y núcleos narrativos que le aportan solidez como relato. Ferdinand (el toro que ya tuvo una adaptación disneyana en los 30’s y que ganó el Oscar como mejor cortometraje) es un ternero que rehúye de las obligaciones que parecen marcadas como destino para su especie: no quiere pelear, no quiere ir a la plaza de toros, sólo disfruta de la naturaleza y oler algunas flores. Obviamente eso lo enfrenta a los suyos, y especialmente al designio familiar que alcanza la tragedia cuando el padre es elegido por un matador y nunca regresa. La muerte del padre o de la madre, elemento tradicional del relato a lo Disney, se apodera de esta producción de Blue Sky para ofrecer otros niveles y espesores dramáticos. Hay riesgo en el camino del protagonista y cierta melancolía en el resto de los personajes que habitan ese corral. También hay en Olé, el viaje de Ferdinand una saludable intención por ofrecer un relato sostenido más en los giros dramáticos que en la construcción de secuencias y en humor autoconsciente. Aunque, obviamente, el humor reproduce la fisicidad heredada del cartoon clásico. Esa ambición por construir un relato superador a las convenciones del mainstream animado hace que la película se extienda en la duración y que se incorporen subtramas que no aportan demasiado. Si Olé, el viaje de Ferdinand cruza los tonos más ásperos de la primera La era de hielo con la linealidad colorida de Río, de esta última también suma el mensaje ecologista y el pacifismo bienpensante. Porque si bien aquí no termina de haber villanos definidos, aquellos que ocupan ese rol son quienes atentan contra la amabilidad de los animales y la naturaleza. No hay nada demasiado malo en Olé, el viaje de Ferdinand -e incluso hay momentos de buen cine, como el prólogo y el epílogo en una corrida de toros- y sus personajes son bastante carismáticos, pero también es cierto que su alcance, a pesar de lo ambiciosa, es bastante limitado. Eso queda en evidencia en la gran secuencia de persecución en Madrid, donde a pesar del desquicio y el humor a toda velocidad, nunca alcanza la cima de secuencias similares como la de apertura de Madagascar 3 o la del final de Buscando a Dory. Es en esos pasajes donde el nuevo film de Blue Sky evidencia que sus intenciones son buenas, pero no le alcanzan para sobresalir porque en definitiva limita su libertad a favor del mensaje.
Del mismo estudio que realizó la popular saga animada de La Era de Hielo llega esta historia basada en un clásico de la literatura infantil. El toro que se negaba a lastimar humanos en un libro publicado en 1936, es ahora el protagonista de esta película divertidísima y tierna sobre lo que significa ser diferente a los demás. Ferdinand es especial, de una manera que sólo los más inocentes pueden serlo. Sin pretensiones, sin superpoderes ni nada fuera de lo común, excepto un fuerte amor y respeto por los seres vivos que lo rodean. A pesar de su enorme tamaño y aspecto fiero, la belleza de la naturaleza lo conmueve y prefiere correr por el campo y oler flores, antes que luchar en las corridas. Es allí donde choca con los otros toros de su edad, entrenados para ser luchadores. Casi sin quererlo, Ferdinand cambia las vidas de todos a su alrededor, generando muchas risas en el público (no sólo los más chicos) y momentos memorables en el proceso. Sin embargo, esta no es una historia de cambios y autodescubrimiento, sino una fábula sobre ser fiel a uno mismo. La inocencia del protagonista pasa por rebeldía en un contexto donde la norma nunca es cuestionada. Pero él nació distinto y tiene otros sueños, muy diferentes a los de sus compañeros. Ferdinand sabe quién es y lidia con sus sentimientos con honestidad y sin complicaciones, mientras todos a su alrededor hacen lo imposible por tratar de enseñarle lo que creen que es mejor para él. Como todo toro que se precie de tal, se espera que Ferdinand encuentre su destino en la Plaza de Toros, lugar al que todos sus pares aspiran a llegar. Por supuesto, escapar de un destino que ya fue decidido por otros no será nada fácil. Últimamente Hollywood viene prestando más atención en materia de estereotipos, y si bien la película muestra un costado muy tradicional de España, lo hace con sentido del humor e inteligencia. Tal vez el hecho de contar con un director latinoamericano aporte su grano de arena a la causa. Sin embargo, y a pesar de su mensaje pacifista, la película no viene exenta de polémica. En su momento, los sectores más conservadores de Estados Unidos quisieron prohibir el libro y varias figuras históricas se pronunciaron a favor y en contra. Pero es otra época, y la historia de Ferdinand se adapta perfectamente a la modernidad. También son cuestionadas las corridas de toros, condenadas desde hace años por asociaciones protectoras de los derechos de los animales en todo el mundo. Olé se hace eco de ese reclamo desde una perspectiva para todo público, pero no por eso menos válida. También se retratan otras cuestiones relacionadas a la tradición y el hermetismo de ciertas costumbres, sin perder nunca el sentido del humor y la ternura, con un desfile de personajes adorables y desopilantes.
Ferdinand es un tierno y dulce ternerito que no comulga con las costumbres de sus congéneres. No le gusta la violencia, sino que prefiere cuidar y oler las flores. Pero vive en el lugar equivocado. Tal sensibilidad no es bien considerada en el ámbito donde lo están criando, porque no es en el campo sino en “La Casa del Toro”, un lugar productor de toros para las corridas. Realizada en los EE. UU, pero que transcurre en España, este dibujo animado dirigido por Carlos Saldanha aborda una de las tradiciones más arraigadas de la cultura española como lo son las corridas de toros. Dedicada especialmente el público infantil, la película cuenta las peripecias del pequeño toro que se escapa del criadero y recala en una campiña de ensueño, donde vive y crece junto a una nena llamada Nina y su padre Juan. Pero como lo bueno dura poco, es atrapado y devuelto a su lugar de origen, donde se encuentra con sus antiguos compañeros. Todos ellos quieren ser elegidos por un torero para enfrentarlo en la plaza menos Ferdinand, que pese a ser el más grandote de todos, sigue teniendo la personalidad de cuando era cachorro El film no da respiro en ningún momento, pero que todo el tiempo pase algo alarga la narración y eso a los más pequeños los puede desconcentrar un poco, y a los grandes que le gane la impaciencia. La narración cuenta con varios momentos de humor, muchas escenas graciosas, otras emotivas, además de la clásica presencia del malo imprescindible en toda historia, el que pretende imponerse de cualquier modo. Realizado con una gran calidad técnica, la gestualidad de todos los animales es impecable, se comunican entre ellos con voces humanas y utilizan pocas canciones para amenizar las imágenes. Todo está centrado en lo que le sucede al protagonista, quien nació demasiado bueno para ser lo que el destino le tiene preparado y él no quiere ser parte de ese circo. Por eso hará todo lo posible para combatirlo y dejar finalmente una moraleja importante sobre lo que son, en definitiva, esas famosas corridas de toros.
Un toro descubre su lugar en el mundo pero la sociedad hará lo imposible para que no logre ocuparlo. El clásico relato de Munro Leaf es nuevamente adaptado al cine animado, la primera fue realizada por Disney donde se consagró con el Oscar en el año 1938; y ahora la segunda es convocada por las manos de Blue Sky, compañía que trajo ya otras adaptaciones clásicas literarias como Snoopy y Norton. En esta oportunidad, el gran protagonista Ferdinand (John Cena) es la única versión cursi de todos los toros de su mundo, prefiere oler y apreciar flores antes que pelear hasta perder los cuernos como sus pequeños compañeros, esto le traerá grandes problemas ya que, en el lugar donde reside, solo estará destinado al toreo. Pero es la selección de su propio padre para que sea el próximo corredor que lo marcó definitivamente para realizar un escape hacia un destino desconocido, o por lo menos alejado de ese lugar. Y como la suerte está de su lado, encuentra en su camino a una familia granjera que lo acoge como si fuera una mascota más del recinto, a la par de un perro. Así se desarrollaran varios años hasta que por un acto inconsciente vuelve a quedarse atrapado en el establo al que se fue y correr el riesgo de ser entregado a uno de los toreros más reconocido de Madrid para hacer su última carrera de toros. El director Carlos Saldanha se hace cargo de una nueva entrega animada con gran despliegue visual en sus fondos y decorados, aunque sin llegar a los grandes niveles que ha tenido las últimas propuestas del estudio de animación CGI. Sin ir al golpe bajo como lo hizo “El niño y el toro” (The Bravo One), el animador nos mete en una diferente mirada, desde la íntima del animal, sin necesidad de recurrir a la constante empatía del personaje más chico. El humor es efectivo a pesar de algunos momentos sonso y repetitivos, siempre respetando guiños y siluetas de la vieja escuela de la animación. Los personajes que rodean a Ferdinand contienen la sustancia suficiente para acompañar el relato en especial a los toros competitivos y los pocos usados animales de la granja. El gran inconveniente que tiene es la inusual y representativa imagen del comic relief que se obtiene de una cabra, una desequilibrada personal coach, que más que gracia acude a una figura no deseada. Además de que el film encierra a su personaje principal a un destino atroz, y casi sin salida, como si le gustará verlo encasillado en una agujero cruel y que por actos altruistas se envolviera en circunstancia de sacrificio constante. La construcción de la cultura española tiene sus alejamientos y acercamientos, desde el uso constante de la lengua (en su idioma original) hasta la visualización de Madrid y su música. Sus costados ocurren en los mismos personajes que para caracterizarlos en vez de ser pertenecer a diferentes etnias españolas se diferencian por la jerga inglesa (escoceses, ingleses, estadounidenses) en vez de seguir coqueteando con el país a homenajear, siguen otro rumbo. A pesar de sus problemas visuales y narrativos (el drama se extiende demasiado) la propuesta logra su cometido de conciencia y convence de manera inocente a los niños a las situaciones a las que son sometidos en los 100 minutos de animación. A Blue Sky le sienta bien los relatos originales y no tantos las secuelas de La era de Hielo.
Fue en años de preguerra que vio la luz La historia de Ferdinand (1936), un libro para niños y no tanto escrito por Munro Leaf y con ilustraciones de Robert Lawson que rápidamente se convirtió en un corto animado de Disney. La historia era atractiva y dialogaba particularmente bien con el momento: un toro criado para la violencia de las corridas de toros en España, para enfurecerse y atacar frente al matador, prefería sentarse a oler las flores del campo. Naturalizado como está el pacifismo en la actualidad –si bien desmentido en la práctica–, lo cierto es que el cuento, que se podía interpretar como antibelicista, fue prohibido en la España de Franco y la Alemania de Hitler. Por su parte el corto de ocho minutos de Disney, que ganó el Oscar a mejor corto animado en 1938, toma la historia ilustrada en blanco y negro y con dibujos de estilo más bien realista y la transforma en una comedia que explota de alegría queer: Ferdinand tiene párpados soñadores, pestañas delicadas y es una bestia marica de una tonelada que en el momento de enfrentarse al torero no solo se niega a atacar sino que le da una lamida apasionada al pecho del matador, donde luce el tatuaje de una flor colorada. Lo cierto es que La historia de Ferdinand también encaja a la perfección en nuestra época: mientras los demás toros jóvenes se dedican a darse cornadas y pelear, Ferdinand, como Bartleby, dice repetidamente “Preferiría no hacerlo”. Es el distinto, ese personaje que el cine de animación y la comedia actuales convirtieron en su protagonista privilegiado, el nerd en el rincón del colegio, el sensible en el grupo de varones que cultivan la agresividad y el coraje físico como atributos propios de su sexo -es decir, como un destino. En Olé, el viaje de Ferdinand, la película de Blue Sky dirigida por Carlos Saldanha, que también fue responsable de ese otro bello inadaptado que era el guacamayo azul de Rio (2011), lo queer está descartado y en cambio el toro amante de las flores es un animal desmesuradamente grande y bonachón cuyo cuerpo se escapa de quedar atrapado en la ecuación grande=fuerte=macho. Claro que el verdadero desafío era hacer de un cuento, que daba a lo sumo para unos cuantos minutos de animación, una película, y la respuesta es simple: persecuciones y comedia, sobre todo física. No todo funciona en este impulso por agrandar la historia: al igual que en Rio, donde el guacamayo que no sabía volar había crecido al lado de una chica que era su protectora y amiga, acá hay una niña, Nina, que tiene al toro viviendo en su casa como una especie de mascota hasta que el tamaño de Ferdinand hace la convivencia imposible. Después de escaparse y caer en las garras de Casa del Toro, un lugar donde se crían animales que van a ser masacrados en la plaza de toros y que, engañados, esperan ese momento como al más grande privilegio, Ferdinand tiene que encontrar la manera de volver a casa. Pero la presencia de Nina y su relación con el toro no es tan intensa como para generar añoranza; lo mejor empieza con la entrada de Lupe, una cabra que es un prodigio de fealdad y locura (y que tiene la voz de Kate McKinnon en la versión original). Ella se destaca en el repertorio de personajitos previsibles con que Olé, el viaje de Ferdinand rodea al protagonista. Los tres puercoespines y los tres caballos, en cambio, son algo grotescos y no llegan a tener esa energía caótica y tumultuosa de las pandillas como sucede con los pingüinos de Madagascar. Ferdinand mismo, en cambio, es un gran personaje. Con una firmeza conmovedora y con un drama de una intensidad que se fricciona con el tono de comedia ligera que recorre casi toda la película -sobre todo en la subtrama de los toros que van al matadero si no cumplen con las expectativas de los criadores, o con el volcán de violencia que él mismo lleva adentro y al que elige no darle cauce-, la pregunta que deja flotando, claro que como decisión personal más que de crianza, es si se puede no ser un macho.
Hace décadas, Disney hizo un corto con este cuento sobre un toro gigantesco que odia la violencia y trata de escapar del destino de las corridas. Aquí se amplifica la historia pero se lo hace con perfecto timing, buenos personajes y una atención al detalle notable. Es, claro, una fábula contra la violencia y las discriminaciones, pero eso se desliza sin subrayados a partir del humor y la belleza de las imágenes. Una película animada con corazón, de esas que no abundan.
TORO DE PAZ. Ferdinand The Bull fue un cortometraje de Disney realizado en 1938 y ganador del premio Oscar. Estaba basado en el más famoso de los cuentos de Munro Leaf. Dicho cuento, publicado en 1936, generó gran polémica. Fue prohibido en muchos países, incluso en España, donde fue puesto a la venta meses antes del estallido de la Guerra Civil Española, y fue visto por muchos partidarios de Francisco Franco como un libro pacifista. En la Alemania nazi, Hitler ordenó que el libro fuera quemado, mientras que Stalin, el líder de la Unión Soviética, le concedió estatus privilegiado como el libro de los únicos niños no comunistas permitido en Polonia. El líder de la India Mahatma Gandhi lo llamó su libro favorito. Como sea, el libro no resultó indiferente. No se trata de un libro contra la tauromaquia, un tema que hoy parece preocupar más a la gente que una guerra mundial. Olé, el viaje de Ferdinand extiende la historia de aquel cortometraje, le agrega personajes y por supuesto le suma un discurso vinculado inevitablemente con la tauromaquia. Ferdinand simplemente es un toro pacífico que por un equívoco termina destruyendo una feria y, parafraseando al dicho, convirtiéndose en un toro en un bazar. La comedia brilla en estas y otras escenas y Carlos Saldanha, el mismo de las sagas de animación La era del hielo y Río, realiza su mejor película. El humor, la simpatía y la emoción están completamente equilibradas en este nuevo título y la corrección política encuentra una vuelta de tuerca para no ser una bajada de línea sino la identidad misma del protagonista. Sin tantos trucos mecánicos del mundo latino prefabricado de Pixar, El viaje de Ferdinand es un film que triunfa por su talento pero también porque respira autenticidad y convicción en cada escena.
Carlos Saldanha es conocido por ser el director de una de las franquicias animadas más importantes de los últimos tiempos, sobre todo para su estudio Blue Sky. Se trata de “La Era del Hielo”, la cual tiene hasta el momento cinco películas en su haber y su historia todavía no tiene fecha de caducidad. En esta oportunidad, el realizador nos trae “Ferdinand”, un film que logra su objetivo de entretener y presentar una trama con un mensaje positivo, pero que genera la sensación de haberla visto anteriormente. “Ferdinand” se centra en un toro que lleva el mismo nombre del título de la cinta, el cual es muy distinto a toda su especie. En vez de querer pelear por un lugar en la Plaza de Toros, él es mucho más sensible, le gustan las flores y la tranquilidad. Un día por azar logra escapar de su cuidador y encuentra una familia que lo quiere como es. Sin embargo, volverá a ese lugar que alguna vez reconoció como hogar y será seleccionado para pelear contra El Primero, el mejor torero de la historia. Desde que comienza hasta que termina el film podemos observar que “Ferdinand” sigue al pie de la letra la fórmula establecida por el cine de animación. Si bien en su superficie no tuvimos una historia sobre un toro (más allá del corto de Disney que también está basado en el libro “El cuento de Ferdinando” al igual que la obra de Saldanha), en el fondo nos encontramos con la base de cualquier película que pudimos ver con anterioridad (incluso en algunas escenas podríamos hacer ciertos paralelismos con otros largometrajes). El personaje que no encaja dentro de su grupo, el regreso al lugar que le hacía mal, entre otras cuestiones que si las mencionamos revelarían parte de los giros del argumento. Esto provoca que el espectador sepa exactamente qué es lo que va a suceder en el relato a medida que éste avanza. No existe ninguna sorpresa o rumbo incierto que pueda tomar la cinta. De todas maneras, y a pesar de que se atenga perfectamente a una estructura, el film nos ofrece una aventura divertida con graciosos gags que hará disfrutar a chicos y grandes. Pero no solo se queda en la superficie, sino que también roza el sentimentalismo, cuestionando el uso de los toros para el entretenimiento, mostrando el maltrato animal, aceptando y alentando a ser diferente de los demás y fomentando la competencia sana. Con respecto a la animación, Blue Sky nos tiene acostumbrados a una gran calidad técnica que nuevamente se encuentra presente. Los personajes están bien diseñados y desarrollados, explotando más su parte física para conseguir risas. La fotografía expone colores fuertes y vívidos, sobre todo en la ambientación y en los distintos escenarios. En cuanto a las voces, nos encontramos con un grupo variado e interesante de actores, donde no solo predominan los estadounidenses, sino que también buscaron españoles y latinos como Miguel Ángel Silvestre o Gina Rodriguez. El resto del elenco está compuesto por Kate McKinnon, el inglés David Tennant, Bobby Cannavale y John Cena. En síntesis, en la superficie “Ferdinand” logra divertir y hacer reír a grandes y chicos, al mismo tiempo que aborda temáticas importantes y deja mensajes positivos, a partir de la exposición de personajes entrañables. Sin embargo, en una capa más profunda, nos damos cuenta de la constante repetición de fórmula y de su previsibilidad, sin conseguir aportarle nada nuevo al universo cinematográfico.
Crítica emitida por radio.