El desequilibrio La segunda película de Sergio Mazza estrenada este año y a solo una semana de Vergara (2018), su antecesora, narra el cambio de vida de Marita, una trans de 60 años que luego de medio siglo en el cuerpo de un hombre decide comenzar el proceso de transición para asumirse como mujer. Protagonizada por María Laura Alemán, One Shot (2018) se basa en las propias vivencias de la actriz que a los 50 años, casada y con hijos, realizó el proceso para adoptar su verdadera identidad de género. La trama se ubica años más tarde y muestra como tal decisión no solo cambió su vida física sino también lo concerniente a lo laboral, social y familiar. La historia, ambientada en Victoria (Entre Ríos) sigue dos líneas narrativas y es ahí donde lo que podría haber sido interesante se convierte en fallido. Por un lado se cuentan las vivencias de Marita y su conflictiva relación con su socio en la escribanía, con su ex mujer (Esther Goris) atravesada por la transexualidad y con una de sus hijas (Belen Blanco). Mientras que por el otro sigue a Sensei, un inmigrante chino, aficionado a fotografiar prostitutas y trabajador de un supermercado. La idea de un planteo sobre minorías y discriminación sexual y racial no logra definirse frente a dos historias con fuerzas diferentes que nunca conectan entre sí salvo en un final forzado. La segunda queda totalmente relegada y se vuelve invisible frente a la potencia de la primera. Hay buenas intenciones y una urgencia para contar un tema actual pero ambas cosas solas no alcanza, se necesita mucho más. Mazza divide la historia en episodios y sobreimprime sobre las imágenes textos con datos relevantes sobre la transexualidad, la discriminación, la inmigración e incluso añadiendo información de Marita como un complemento de una historia despareja, que sube y baja en busca de un equilibrio que nunca encuentra.
Hay dos historias que transcurren en paralelo. La de Marita, una transexual que enfrenta la incomprensión del pueblo en el que habita, el desplazamiento del trabajo, el desamor de su exmujer. Y la de Sensei, un joven chino que quiere otra vida que la que su comunidad le tiene reservada. El director Sergio Mazza alterna ambas vidas con desigual interés: Marita es su centro, lo delatan las solemnes leyendas que comentan su presente, las charlas con su esposa y su hija; Sensei se pierde un poco en esa deriva, si bien el involuntario humor que atraviesa sus diversas interacciones es lo más logrado.
Sergio Mazza construye una lúcida mirada sobre la discriminación, la soledad, los cambios y las decisiones personales a partir de la transformación de Jorge en Marita. Secundarios logrados y la potente actuación de María Laura Alemán ofrecen una mirada diferente a la condición de género en la pantalla local.
Una observación experimental de personajes marginados en la superficie cultural Una mujer grande mayor ingresa a una habitación y se ve al espejo delinea sus ojos. De fondo una musicalización a base de piano , una guitarra desgarradora y diferentes enfoques intimistas. Así comienza el nuevo filme “One Shot” del director Sergio Mazza que remarca su estilo en tratamiento de personajes por separado con huellas en común. Por Florencia Fico El director Sergio Mazza lanza una nueva película que transita por el personaje de Marita que es una mujer transexual de una acotada localidad de Entre Ríos. Ella tiene una vida solitaria y ve que en su pueblo la transexualidad se la aborda como una figura sin comprensión y no como una elección de identidad. El filme de 84 minutos es apto para mayores de 16 años y es interpretado por los actores: María Laura Aleman, Chang Hung Cheng, Esther Goris y Belén Blanco. La actriz María Laura Alemán compone a Marita es una mujer transexual de 60 años que para poder adquirir su real identidad de género y pasar su desarrollo como Marita expuso a transformaciones duras para consigo misma, familiares y a su ex esposa Mercedes a quién todavía ama y toma la decisión de tomar distancia. En territorio entrerriano Sergio Mazza ya se siente cómodo fue el caso de la película El Gurí en 2015. Narra las dificultosas condiciones en un lugar aislado de pescadores, en constante inundación con mala situación económica; y sitúa a Gonzalo un niño de 10 años en ese contexto de vida y sus aspiraciones erróneas de una generación mayor a través de un viaje a otra localidad. Mazza a su vez como guionista aporta al género del drama en éste caso la separación de Marita y sus parientes por sus deseos de escoger su identidad de género. Esto se repite en la película El Gurí (2015) donde su mamá se va debido a un padecimiento de salud. Mazza captura esos estados de “transición” en Marita y la “peregrinación” de Gonzalo quíen se hace cargo de su hermana de 8 meses. Son personajes centrales y en soledad o crecimiento. Asimismo suma personajes atravesados por la pérdida o su lucha sin compañía. Tal cual como sucede en el argumento de la película “Graba” en 2010 en la cual Sergio expone a una pareja a la pérdida de sus hijos. Esta fórmula que aplica Mazza de: conflictos familiiares, descubrimientos y sueños personales, aislamiento y soledad tiñe la marca que funciona como disparador de su sello distintivo. Un ejemplo su anterior filme “Vergara”(2018) en el personaje Marcelo Vergara como un hombre distante, seco y egocéntrico que aún piensa entre su adolescencia y su actualidad. Pero hoy, con 40 años, Marcelo tiene una propuesta, un deseo que no puede sacárselo de su desordenada mente: ser papá. Su idealización en apariencia está cada vez más alejada: Natalia, su novia actual decide separarse de él. Y los análisis de fertilidad señalan que las posibilidades de engendrar son aminoran con el tiempo. En “One Shot”, la especial y característica utilización de los planos cerrados, zoom in, primer plano y detalle hacen que del filme una escena fría sin dialogo la marca de la película. A veces la cámara juega a moverse como manipulada a mano, y movimientos naturales surgen. El empleo de subtitulado explicativo de cartas enviadas a Marita y la gestualidad a la deriva de María Laura Aleman se hacen frecuentes. No son buenas noticias le informan que han alquilado su oficina lo que la obliga a mudarse. Aleman deslumbra con su lento modo de hablar, su dentadura impostada y una equilibrada trans sin cliché. “Nadie se quiere atender con vos”, le dice un escribano que se preocupa por su salud. Alemán habla entredientes y su maquillaje en tonos pastel la hace ver como una señora tranquila. Ella le responde: “¿Cómo me decis eso, a mí nadie me dijo nada?”. Hay un remarcado sobre un subtitulo ” en mi familia somos Open mind” en su conversación con el especialista, que la ubica de manera peyorativa en su puesto de trabajo y concluye” pero no lo podemos sostener empresarialmente”. “No es una decisión, yo a lo sumo decidí hacerme cargo de mí vida”, recalca Marita a su escribano. Se agregan personajes, el de una mujer(Eugenia Schilling), que describen los subtítulos como: “la rara del pueblo, fuma porro, hace circo, es DJ y es amiga del chino del super”. El es Chan interpretado por Chan Hung Cheng, la acompaña haciendo yoga y meditación. Chan provinene de Fu-Kien localidad japonesa pero se traslado a Argentina con su familia y salirse de su responsabilidad de Sensei aunque sean originarios de China. Entre sus otros trabajos hace masajes y digitopuntura. Se muestra su grupo de WhatsApp en el cual les comenta sus aptitudes y el costo de las sesiones pero todos tres abandonan su grupo. Sus familiares se enojan porque no está trabajando en el mercado. Marita tiene vestuarios de color rojo, coral, blanco, a veces usa pañuelos y en su cómoda exhibe sus maquillajes, hace caminatas y sale a hacer las compras al supermercado chino de Chan. Dos personajes unidos por su sentimiento de incomprensión social. Su tristeza, malestares y maltratos. El arte de ésta película es poner en escenas con música y sin charla el desasosiego y la tranquilidad al mismo tiempo. El ruido y el silencio. Las convenciones y las alternativas a su vez mezclarlas, hacerlas luz y sombra de éstos protagonistas”La trans y el chino”. Sus distintas formas de búsqueda de placer desde una fotografía viaja a una sacada de forma digital. La erotización es un género que puede encamarse en este filme. El placer personal y la estimulación visual sin pareja es una aventura enlazada para los dos. Esther Goris protagoniza a “Mercedes” la ex esposa de Marita quien le envía una carta que porta un mensaje contundente que deja sin palabras a todo espectador. El escrito deja en claro que quieren comprarle la parte que le corresponde a Marita en la escribanía que construyeron ambos. De pronto va a la country de Mercedes su ex mujer comentan sobre sus actividades Marita le dice que sigue componiendo música. Son con iluminación natural por lo general claros. Manifiestan sus miradas filosóficas de la existencia humana: “La vida es cambio, cambio y de eso no se puede volver” (Eráclito), dice Mercedes. Y Marita contesta: Borges ” Si la flecha del tiempo se invirtiera vos tendrías premoniciones del futuro pero es lo mismo que recordar el pasado”. Empiezan a discutir las actuaciones de Maria Laura Aleman y Esther Goris son genuinas cuando se ponen en la mesa temas como la plenitud propia y ajena. A éste capítulo Mazza lo llama “Ex marida, mujer y socias”. Sobre el egocentrismo Marita opina: “Por qué pensas que fui egoísta, si lo que yo hice fue seguir mis impulsos…Y si no encaraba esto sentia que me moría y ese no es tu cuerpo es mi cuerpo”. Asimismo recuerda los lugares de los que fue expulsada aunque Mercedes le remarca que ella le quitó a su hombre que fue. “Vos no te animas a conservar tu género, y el estar casada con otra mujer”, apunta Marita. Se descubren las negociaciones que implicaban la convergencia solapada de la transexualidad en una pareja heterosexual como el uso de camisón, maquillaje, pollera. Esta relación con una trans estaba ya prefigurada; ya se sabía de entrada a su vínculo. “Vos sos muy corajudo o corajuda no quiero ser hiriente”, señala Mercedes pero ella no quiere seguir librando estas batallas. Lo identifica como a una persona con: “aguante”, “persistencia”. Ella quiere vender la escribanía pero sin Marita con el justificativo: “Te acompañé hasta el quirófano” y contesta Marita: “Creo que esa fue tu lucha”. Otro capítulo es “La familia” y “El padre” que conjuga la aceptación de sus hijos como trans y su crianza a su vez con los nietos. La actriz Belén Blanco personifica a una artista y la hija de Mercedes y Marita. Ella tiene más confianza con Marita y le confiesa que se separó de su esposo porque se puso tenso el papá de sus nietos al verlo entrar a la escuela de los niños. En planos más oscuros en penumbras su hija le advierte a su padre como ella lo sigue llamando a pesar de su transexualidad. y le pide dinero 100.000 pesos para viajes. “Me estas pidiendo plata cada dos meses”, le recuerda Marita. Ella constribuyó para que se abra su galería. Suenan campanadas de sepulcro, algo quemándose y un toque lúgubre. Por otro lado Chan no quiere vivir más en Argentina porque se ve obligado a hacer lo que su familia dictamina y lo charla con una compañera quien lo entiende. A ella sus padres la enviaron a Argentina a trabajar en el supermercado también, ella hubiera preferido ser bailarina o pintora. El siguiente capítulo de ésta película se titula:”La trans, el patriarcado y de cómo evolucionó la charla”, el escribano roza una escopeta que nunca se había descolgado y se la pasa por encima y le indica: “Yo te digo que firmes y que dejes de romper las pelotas, escuchame la vida sigue igual con tus pelotudeces, y la escribania es un hazmereír y vos no me vas a hacer quedar como un pelotudo. Encima andas pavoneandote, Juan Carlos” . E inicia un rosario de burlas: gordo, trolo, ridículo y monstruosidad. Hay un evidente manifiesto de parte del director en contra de la violencia transfóbica y explica: “es un castigo a desafiar la norma de género, teniendo 1 asesinato por cada dos días y una expectativa de vida de 35”.
One Shot: Tu decisión de ser como sos… “Lo terrible es eso, que la identidad pasa a ser definida por el sexo. Es decir, una banalidad pasa a definir lo esencial.“ Manuel Puig En medio de toda reflexión hay una historia. Detrás de toda estadística, un rostro. Tiende, cualquier lector, de olvidar los nombres personales, la memoria individual, a los/las ellos/ellas que se descarnan en cifras y se vuelven muchos, anónimos. La historia de Marita es, como tantas otras, una que se eleva del montón, al igual que la de Chang Hung Cheng, gracias a la experta y documentalista mirada, en lo brutal de una única imagen sin amaneramientos, de Sergio Mazza (el mismo que tiene en cartel "Vergara"). La trama no se anda con ambages, más allá de los sobreimpresos y estadísticas, en mostrar la crueldad que acarrea el ejercicio de la identidad propia. Cuestión que debería entenderse sin dobleces si fuéramos capaces de superar los prejuicios de una sociedad amañada por el patriarcado intransigente. El patriarcado, sí, una vez más el termino se perfila en la narración como árbol que oculta el frondoso bosque. Marita, contra todo pronostico obvio, además de ser transexual es escribana, madre y abuela. Profesional entre profesionales que sin embargo sufre y vive la intolerancia de su decisión de vida. Una misma mirada, que en alguna medida algo más perdida, se dedica a un chino que no quiere ser supermercadista, que quiere poder elegir. Sociedad versus individualidad, todos nosotros contra los deseos de ellos. Este pequeño film escrito y dirigido por Sergio Mazza (El gurí – 2015) encuentra en una cámara inquieta, casi documentalista, el ojo que se inmiscuye en la privacidad de la vida de estos dos parias de pueblo chico, con tal vehemencia que no se disculpará ante ningún tabú. Aunque a veces genere incomodidad, pero no desubicada. Ver masturbarse una mujer trans, algo intimo y solitario en cualquiera, lo convierte en un alegato a favor de humanizar ese estereotipo del que todos hablan defendiendo y abrazando casi como un símbolo, sin terminar de concebirlo como una persona de sexualidad activa. Raro, inquietante, intimo y si se nos permite, revelador. La historia inicia con Marita (una soberbia actuación de María Laura Aleman) preparándose para una reunión que dejará al descubierto la necedad del otro, la vulnerabilidad del prejuicio heredado y adoptado, que tal vez en Company (Hugo La Barra) es donde más evidente se muestre. Él es el escribano en medio de una disputa que ella tiene con su ex esposa y colega, Mercedes (la siempre correcta Esther Goris). Mercedes vende su parte de la escribanía en busca, quizás, de dar por terminada esa etapa de la vida, la que la ubica junto al trans del pueblo y por qué no, como llamado de atención ante un dolor y abandono que no termina de cicatrizar. Y entonces está él, por allí, yendo y viniendo, intentando lo imposible, Chang Hung Cheng, un chino que no quiere ser solo un empleado de supermercado, que necesita dar sentido a su existencia lejos de su hogar, al que llaman “Sensei” y es amigo de la loca fumona del pueblo. Circulo que cierra este grupo variopinto de descastados que solo buscaron su propio lugar, ser ellos y ellas. La cámara siempre alzada, en movimiento los persigue como husmeando, entrometiéndose en sus vidas, documentando sus luchas y miserias. Un film pequeño decíamos, pero que no deja de apuntar alto cuando de exponer se trata y lo hace al filo de la crueldad, una que se observa día a día pero que es difícil de asumir toda junta y a la vez.
Con diferencia de una semana, Sergio Mazza estrena una vez más, casi en paralelo con “Vergara”. Un film ambientado en un pequeño pueblo de Entre Ríos, donde un hombre asume finalmente lo que siente, ser una mujer, y su cambio de género, incluida la cirugía que cambia su cuerpo, provoca todo tipo de reacciones de rechazo, y solo logra conectar, en un breve lapso de tiempo con un joven chino también frustrado con su realidad. Lo más interesante del film es esa larga conversación que mantiene “Mariíta” con su ex esposa donde sale a relucir la realidad cotidiana de un elección de sexualidad, y lo que provoca primero en ese matrimonio, donde su mujer acompañó la transformación y agotó su paciencia y su capacidad de afecto. Y las reacciones de su hija recién separada por un último entredicho de discriminación del que fuera su marido. Y en general el rechazo absoluto, hasta con un arma de por medio de un ex socio. Resulta atractiva esa manera casi documentalista que tiene el director para mostrarnos crudamente hasta donde las mentalidades cerradas pueden reprimir cualquier comprensión, acompañada de cifras y estadísticas que ilustra ese rasgo de nuestra sociedad conservadora, que a duras penas maquilla su falta de apertura. Conmovedora la actuación de María Laura Alemán que tiene una historia personal tan conmovedora como su protagonista.
Realidades cruzadas. A veces, nos cruzamos con personas que atraviesan, desde una perspectiva común, una real lucha interna y nos preguntamos cómo siguen en pie… quizás la pregunta crucial sea: ¿de dónde sacan la fortaleza para regalarnos una sonrisa tan simple, real y alentadora? One shot (2018), es un film de Sergio Mazza –director y guionista-, que relata dos historias de vida en paralelo, la principal es la de Marita (María Laura Aleman) una mujer transexual de 60 años que vive en un pueblo de Entre Ríos, su exesposa Mercedes (Esther Goris), una de sus hijas interpretada por Belén Blanco, sus dos nietos y un socio de la escribanía de la que es asociada, Company (Hugo La Barba). Marita decide hacerse cargo de su vida e identidad, lo que repercute en todos los ámbitos de su vida y en sus allegados. Por otro lado, conocemos a Chan (Chang Hung Cheng), a quién le dicen Sensei, un chino que fue enviado para trabajar en un supermercado, pero que no quiere esa realidad, desea simplemente ser feliz y elegir cómo vivir. Ambas vidas contrastan por su origen y motivación, sin embargo, se asemejan desde un lugar más íntimo: revelarse y luchar ante la sociedad para ser quiénes son en verdad, más allá de las fronteras. Sergio Mazza eligió contar una historia fuerte, brindándole casi todo el protagonismo, a sobre cómo se vive la transexualidad -tema recurrente en nuestro país-, el drama que viven sus familiares y la condena social; y, en paralelo, aunque con menos fuerza dramática, otra realidad muy dura, con la que convivimos cotidianamente. Sin dudas, para un observador, resulte muy interesante conocer la procedencia de un chino que trabaja en un supermercado y lo que hablan entre ellos, ésta podría ser la historia de muchos. Las actuaciones son remarcables. Se destacan los diálogos de impecable factura y tanto la dirección, el guion, la música y la dirección de actores, nos hablan de la voz del autor y su particular estilo, en el que utiliza subtítulos para brindarnos información importante, poner énfasis en ciertos pasajes de diálogos o marcar el paso del tiempo y un manejo de cámara distinto para lograr sumergirnos en el film y no ser sólo espectadores. La violencia transfóbica es un castigo al desafiar la norma del género, teniendo un asesinato cada dos días y una expectativa de vida de 35 (treinta y cinco) años. Alrededor de 200.000 chinos viven en Argentina, el 98% de ellos proviene de la provincia de Fu-kien, y casi ninguno envejece en el país.
Aquí tenemos un canto a la diversidad sexual, tema cada vez más en boga en el cine nacional. La protagonista es Marita. Que alguna vez fue un hombre, pero ahora es una mujer transexual no especialmente agraciada, aunque eso no es un obstáculo para que ella se emperifolle y salga a enfrentar a todo el mundo en el pueblito de Entre Ríos donde vive, y donde lamentablemente la gente no la comprende, ya que para la mayoría de la gente del lugar la identidad sexual no puede ser la elección de cada persona. El prolífico director Sergio Mazza -autor de “Guri” y El amarillo”- detiene su cámara en Martia y otros personajes extraños, como un supermercadista chino que quiere conseguir otro trabajo, porque el suyo es una obligación familiar. El estilo narrativo tiene su originalidad, sobre todo cuando presenta los personaje a través de carteles que aparecen en la pantalla al estilo de los subtítulos de las películas extranjeras. La fotografía tiene momentos buenos, y sobre todo la música electrónica suave y sutil, casi al estilo del grupo alemán Popol Vuh –el que hacía los soundtracks de Werner Herzog- es lo mejor de un film muy desparejo en su pulso narrativo y en el ritmo.
A tan sólo una semana de estrenar Vergara, Sergio Mazza ahora estrena "One Shot", una película que gira en torno a dos personajes que quedan aislados hasta que se encuentran, ubicados en un pueblo de Entre Ríos. Si bien son dos los protagonistas (y cada protagonista con una temática precisa bastante clara: uno la transexualidad, el otro la inmigración, ambas como causa de la soledad que sienten), "One Shot" dedica un mayor tiempo y desarrollo al personaje de Marita, una mujer transexual que en su nueva vida como la mujer que sentía que era enfrascada en el cuerpo de un hombre ahora lidia con la discriminación constante de la sociedad que la rodea. Mientras no puede continuar con su trabajo en la escribanía que pertenece a medias por su ex mujer porque alegan no querer atenderse con ella, se resiste a separarse de la mujer que ama y que le brindó una hija que al mismo tiempo ya le dio nietos. "One shot" comienza con un estilo más clásico de narración pero a medida que avanza parece no poder soltar a sus personajes al punto de protagonizar largas escenas que quizás se tornan un poco reiterativas. Algo así pasa cuando aparece Esther Goris (cuya presencia en la película resulta hermosa), como la ex mujer de Marita, quien la apoyó en todo este cambio pero no puede seguir junto a ella porque, además de actitudes que quizás ni siquiera ella nota como tal, no se siente atraída a las mujeres. Toda esa secuencia de las largas horas que pasan discutiendo, a las cuales luego se suma la presencia de la hija, interpretada por Belén Blanco, están plasmadas durante largos minutos, durante largas conversaciones, con un estilo cuasi documental. Es tras estas secuencias que el otro personaje en cuestión, al que se conoce como Sensei, un inmigrante chino, termina quedando un poco desligado y olvidado. Cuando se lo retoma de todos modos queda evidente que es un personaje que quizás no necesitaba más tiempo, que con pocas escenas de un guion (escrito por el director) que sabe lo que quiere contar le alcanzan. María Laura Alemán es quien sobrelleva gran parte de esta película, una mujer transexual que probablemente tuvo que enfrentarse en su vida real a muchas situaciones o comentarios como los que enfrenta su personaje. Lo hace de una manera muy potente, expresando todo un abanico de sensaciones a lo largo del relato, estructurado en capítulos de una manera a simple vista algo azarosa, y que incluyen textos que ponen en situación y contexto, no sólo cosas específicas a su personaje (como cierto mensaje que lee, o la cantidad de horas que pasan discutiendo) sino también de la vida real, lo que también refuerza esa sensación de documental que por momentos ofrece la película. Datos sobre la transexualidad, la inmigración, y la discriminación que conlleva todo eso. Aunque despareja, aunque a veces reiterativa y aunque el desarrollo del personaje de Sensei por momentos parezca navegar a la deriva, "One Shot" es una película que expone temáticas y datos necesarios y al mismo tiempo cuenta dos historias que terminarán siendo una. Un relato chiquito, cuidado y narrado con mucho cariño por estos personajes, que se transmite desde el minuto uno. A la larga es la historia de dos personajes que van y vienen tratando de sentirse un poco menos solos.
Narra los momentos que vive Marita (María Laura Aleman, logra una buena interpretación) transexual, madre, abuela y escribana que vive en un pueblo (infierno grande) y que por esta decisión de cambiar su sexo, ya nadie quiere atenderse con ella. Para colmo Mercedes (Esther Goris, en una correcta actuación), su ex esposa, quiere vender su parte de la escribanía para desvincularse de Marita, se siente incómoda con esa relación con una trans, hasta la acompañó a operarse, pero está llena de dolor y heridas que no cicatrizan. El dolor de Marita no termina aquí, su hija (Belén Blanco) acepta su condición, pero esta le cuenta que en el colegio hicieron un pedido que no retire más a los niños, además el marido termina alejándose por esta razón. Marita sufre el rechazo y la incomprensión de todos los que viven a su alrededor, pero ante la adversidad es una mujer muy valiente que lleva todo el peso de su pasado. Por otra parte vemos a Sensei (Chang Hung Cheng) que al igual que Marita es una persona incomprendida por su origen, es un ser solitario, trabaja en un supermercado, solo tiene una clienta a quien le hace masajes en sus horas libres y le saca fotos a esta prostituta. El film es interesante por su planteo, con varios planos secuencias con diálogos agiles e inteligentes, con toques de documental detallando estadísticas sobre la discriminación, los inmigrantes, entre otros temas, varias secuencias que están filmadas con cámara en mano que le da otro toque, se encuentra dividida en episodios, pero por momentos no logra convencer del todo.
SIN ALIENTO Hay temas importantes en One Shot, de Sergio Mazza (curiosamente, estrenada una semana después de Vergara). Se habla de la transexualidad, de la discriminación, potenciada en el interior de una provincia, y del desarraigo. El problema es cómo. Son algunas decisiones las que perjudican el resultado final de la película cuyo efecto es, por lo menos, kitsch. No está nada mal que un cineasta se corra de los lugares comunes del porteñismo abúlico y del cálculo hinchado al que nos tienen acostumbrados gran parte de las producciones locales. Sin embargo, resulta poco empática una propuesta que parece filmada con desgano, una especie de material en crudo sin sustancia y con actuaciones dudosas, a veces, al filo del ridículo. Marita es una mujer transexual que vive en un pequeño pueblo de Entre Ríos. La decisión de cambiar de género ha modificado su entorno familiar y laboral. Al mismo tiempo, su coraje colisiona contra la violencia y la indiferencia de un universo incapaz de aceptar su elección. En una de las pocas líneas sagaces de diálogo, alguien dice “mi familia es open mind pero no lo podemos sostener empresarialmente”. Es el mismo tipo que más adelante obliga a Marita con un arma a firmar un acuerdo para que deje la escribanía en la que ha trabajado toda su vida junto con su ex mujer, Mercedes, también incapaz de asimilar su nuevo cuerpo. Solo su hija y sus nietos comprenden (hasta ahí) la nueva realidad. Si la película se hubiera circunscripto a ese conflicto (con un poco más de garra) las cosas habrían sido diferentes, pero insólitamente Mazza traza una historia paralela con un chino cuya vida como repositor en un supermercado lo mantiene en un estado de alienación inaguantable, por lo que busca nuevos rumbos laborales y de satisfacción personal, sin resultados convincentes. La invitación para asociar las dos vidas y un encuentro fortuito al final son esfuerzos por atar un relato que se deshilacha constantemente. Despojados de emoción, los personajes carecen de desarrollo dramático, como si fueran marionetas en un universo fílmico que no se decide si ir por el documental o la ficción y no porque exista tensión sino más bien apatía. Fumar un porro, ver tele, revolver los fideos en un plato, son signos banales en medio de una inexpresiva cotidianeidad que no se sabe bien hacia dónde dispara. Un recurso narrativo que utiliza el director consiste en insertar carteles verbales a medida que transcurren situaciones. El uso es de una arbitrariedad tal que, en el mejor de los casos funciona como una parodia de construcción guionística, y en el peor, como complemento explicativo de la temática abordada. En la primera variante, el ejercicio lúdico incluye observaciones del estilo “la historia de este personaje no se desarrollará”; en el segundo, se aportan estadísticas innecesarias por el grado de obviedad, dado que las mismas imágenes ya hacen su trabajo. Más allá de algún momento intenso y de la curiosa interpretación de María Laura Alemán, One Shot carece de ritmo, de pulso y se acerca en su mayor parte (pese al compromiso ético que manifiesta) a una telenovela berreta.
Marita (María Laura Alemán) tiene todo el tiempo mala cara. Se encuentra amargada y se le nota mucho. La decisión que tomó, desde lo más profundo de su ser, transformó no sólo su vida, sino también la de su familia. Necesitó imperiosamente ser egoísta, pensar en ella por sobre todas las cosas, y asumir las consecuencias, aunque eso la afecte íntimamente, laboralmente y, fundamentalmente, la relación con su familia. Por otro lado, Sensei (Chang Hung Cheng) es un chino, aunque Sensei sea un vocablño japonés, y a él lo llaman así. Lo trajeron desde su país para trabajar en un supermercado, pero no le gusta, quiere dedicarse a lo que sabe, o cree saber, que es la dígitopuntura, pero diariamente lo presionan para que abandone esa idea. Sergio Mazza filmó en una pequeña ciudad entrerriana, como Victoria, dos particulares historias narradas en paralelo, pero con un punto en común que es la disconformidad con uno mismo, ya sea por cómo es o por lo que tiene que hacer y no le gusta. Estos planteos personales son cada vez más habituales, pero no por eso complicados y muy difíciles de afrontar, porque Marita, hasta no hace mucho tiempo, era un hombre casado con Mercedes (Esther Goris), y con dos hijos. Conformaban una familia tradicional. Ambos son escribanos, con un buen pasar económico, casa en un country y autos caros. Pero ya de grande decidió guiarse únicamente por sus deseos y actualmente es una transexual. Tamaño cimbronazo no le resultó gratuito, y ahora le están haciendo pagar las consecuencias. El director abordó estos dos casos con dispar rigurosidad. La larga secuencia de confrontación entre Marita y su ex esposa es la más rica, profunda y descarnada. Luego, cuando llega su hija, interpretada por Belén Blanco, y sus nietos le da otro matiz. Es un microcosmos dentro del relato. Por la calidez, los diálogos y la iluminación. El resto de la película transita por altibajos, personajes que parecen ser importantes para los protagonistas y luego desaparecen, o escenas realizadas por el chino que quedan por el camino. Otro ítem estético es la sobreimpresión de frases sobre las imágenes que estamos viendo. Algunas dividen en secciones narrativas, otras cuentan un poco del pasado o nos brindan datos informativos o estadísticos. La transformación de María Laura Alemán fue real, aunque no todo lo que sucede en el film es verídico. El director reparó en ella y creó un mundo de ficción en vez de volcarse a producir un documental, cómo para que ella misma, desde un personaje y rodeada de dos sólidas y eficaces actrices, pueda divulgar su historia, sin callarse nada.
EXPERIENCIAS EVAPORADAS Una semana después del estreno de Vergara, el director presenta su nueva propuesta que busca articular dos temáticas complejas como la transexualidad y la inmigración a través de una serie de tópicos comunes como la soledad, la discriminación, la condena social, la burla así como también mediante un nexo forzado entre Marita y Sensei, los protagonistas de cada relato. Si bien podrían encontrarse denominadores semejantes en la vida de ambos –sobre todo, las aspiraciones de vivir de acuerdo a las elecciones personales y los sentimientos de incomprensión de los demás–, todos los intentos resultan fallidos y ellos lucen como caricaturas ligeras y distantes de aquellas recriminaciones que ansían evidenciar. El inconveniente principal tiene que ver con un escaso e infortunado desarrollo narrativo que se preocupa más por trazar lazos fortuitos entre ellos que por profundizar en las problemáticas propiamente dichas. El momento cumbre es la masturbación de ambos expuesta una después de la otra como si fuera en simultáneo: ella acostada en la cama mirando unas imágenes y él sobre el lavabo en el baño, luego de fotografiar a una prostituta para un book. Más allá de esto, no se conectan, ni siquiera hacia el final cuando conversan en la casa de Marita. Esto sucede porque tampoco están bien construidos los personajes, se muestran lejanos, rígidos, en una ambigüedad que les impide conformarse como tales, mostrar matices y encarnar sus conflictos. Por el contrario, se limitan a comentar situaciones que padecen de manera superficial y sin relacionarse entre sí. A pesar de estos, hay dos momentos – uno en cada historia – que apelan a visibilizar la transexualidad y la inmigración pero que quedan desdibujados. El primero sucede en la casa de Mercedes, ex esposa de Marita, cuando ambas hablan sobre la decisión de ésta última de convertirse en mujer y de cómo lo vivió su pareja. En lugar de apropiarse de esas sensaciones, pensamientos o contradicciones, Sergio Mazza lo interrumpe con la inserción de la hora o una suerte de intertítulos con el número y nombre de capítulos, totalmente innecesarios. En el otro se sinceran Sensei y la joven del supermercado sobre la vida en China, las posibilidades en otros países, la resignación y la necesidad de trabajar sin parar. El segundo problema se asocia con la incorporación arbitraria de datos o textos en pantalla que pretenden actuar como paratextos o elementos propios de los guiones pero que se vuelven inservibles y entorpecen las tramas como las horas, la transcripción de mails o cartas (de hecho una se lee en voz alta y difieren las palabras), la indicación de que un personaje no se desarrollará, estadísticas que apuestan a complementar la seriedad de los temas y los capítulos. Este despliegue no sólo no aporta en absoluto, sino que hasta termina subestimando la inteligencia de los espectadores pues subraya lo que deben pensar o guían las miradas. El caso más significativo es la segunda conversación entre Marita y Company donde aparece la frase “La trans, el patriarcado y de cómo evoluciono la charla”. La misma resulta inncesaria porque se entiende que él busca dominarla mostrándole la escopeta y apuntando de forma aleatoria. Por último y en relación con lo anterior, el abuso del zoom in y out convertidos en recursos (anti) narrativos que atentan contra el espacio- tiempo. La cámara se mueve abruptamente pero, en lugar de producir dramatismo o autenticidad, se torna como una burla desprolija y repetitiva. One shot, entonces, desaprovecha todas las herramientas para ahondar en temáticas actuales y complejas y se vuelve una parodia de lo que busca visibilizar. Por Brenda Caletti @117Brenn