Sobreviviendo Parabellum (2015) es un film que no apuesta a un sólido guión o bien a una estética interesante. Es una idea muy chica que el director Lukas Valenta Rinner desarrolla apostando a un mix de géneros, en donde el absurdo parece ser el que más lugar ocupa. Si bien al comienzo abre una expectativa, a la idea le falta tratamiento cinematográfico, tanto desde lo visual, como desde el guión. Hernán es un hombre común, solitario y rutinario. Mientras está en su oficina, la radio informa sobre gente que realiza saqueos en la ciudad de Córdoba. Más allá de eso, nada parece anormal. Sin embargo Hernán decide internarse junto con otros hombres y mujeres desconocidos en un campamento en el Tigre para tener un adiestramiento marcial y en supervivencia. Los instructores como los alumnos entran en una lógica absurda, preparándose como para ir a la guerra, aunque de manera irrisoria, sin siquiera entender quién es el enemigo. Las únicas pistas que tiene el espectador son los sonidos de la caída de algo así como meteoritos. Sólo eso aparece en el film como señal de peligro, como adelantando una catástrofe que nunca se termina de mostrar. Por esa razón, la clase de camuflaje dictada por un gracioso hombre panzón, o los ejercicios y desafíos a vencer que muchas veces bordean lo infantil empiezan a lucir bizarros y sin sentido. La seriedad con la que todos asumen los roles y se preparan para el peligro es lo que más extrañeza produce. Pero más allá de esto Parabellum no aporta más elementos para construir el mundo que propone y entonces flaquea. A medida que avanza el film, el espectador ya deja de esperar al enemigo y se abre un interrogante sobre la cordura de estas personas. Su foco es sobrevivir pero ¿a qué? Este es el planteo que recorre la película. ¿Caen bombas? ¿meteoritos? ¿La catástrofe finalmente llegó y hay que prepararse para la supervivencia del más fuerte? Todo es una gran duda, pero al parecer lo importante es subsistir. Si bien la película dura 75 minutos, pasada la media hora se torna muy monótona. Los personajes apenas se modifican y esto sucede recién al final, el resto del film a pesar de buscar un tono absurdo o bizarro resulta un tanto agotador y repetitivo. El planteo sobre el fin del mundo acá no pretende ser ni muy serio ni filosófico. Se entiende que la búsqueda es desde un lugar más absurdo e irónico, pero podría ser más audaz. Resulta siendo un híbrido que confunde más que una forma diferente de abordar la temática.
Mucho se ha hablado desde los medios de comunicación, desde la sociología, y desde el arte mismo, sobre la paranoia de las masas. Partiendo de una premisa interesante, Parabellum apunta a ser un ejercicio sobre aquella paranoia que muchas veces no tiene raciocinio lógico. No hay demasiado para desarrollar. Estando en su oficina, Hernán, un hombre de existencia gris, escucha por la radio sobre un frenesí que lleva a saqueos en la Ciudad de Córdoba. Acto seguido, sin demasiadas explicaciones y sin que el ambiente tampoco parezca apocalíptico, el hombre ingresa a una suerte de campo de entrenamiento militar en la zona del Tigre. Lo que sigue es la observación de ese entrenamiento, en donde todos, alumnos y profesores, se comportan de un modo extraño, absurdo. El realizador Lukas Valenta Rinner toma decisiones arriesgadas. La información es retaceada, nunca se nos aclara qué es lo que sucede, cuál es la amenaza; básicamente por qué todos actúan de ese modo, o a qué hay que temerle. Solamente se aprecian unos ruidos de golpes o impactos externos. Es el instinto básico que se despierta, pareciera no importar por qué, ¿será realmente tan grave? La paranoia puede hacernos llegar a extremos sin sentido, no lo sabemos. Si bien esta incertidumbre hace que el espectador tenga que rellenar los espacios vacíos con lo que uno cree que puede suceder, hay una idea precisa en Parabellum; no importa si el peligro es real o no, importa las consecuencias que la sensación de peligro inminente nos puede acarrear. Valenta Rinner opta por jugar su propuesta en los bordes del thriller, pero adentrando en un grotesco, a veces no del todo nivelado. Nuevamente, se busca demostrar a dónde se puede llegar en base a la instalación del miedo externo. Los personajes tienen conductas grotescas, irracionales, cercanas a la sátira. Posiblemente, el lugar al que el director pretendía arribar sea este último; pero el tono elegido es demasiado árido, serio, seco. Allí radica lo escabroso en la propuesta que se nos entrega, el juego de tonos escogido. Pese a su escasa duración, en varios tramos no consigue mantener el interés, lo que conlleva que su claro mensaje o ironía sobre la persecución, termine perdiéndose. No hay una clara evolución de los personajes, ni desarrollos con características marcadas. Lo que se cuenta ocupa menos de la primera media hora, y luego solo queda observar lo ya establecido, profundizar sobre el delirio al que lleva la paranoia (con un logrado y contundente mensaje) hasta arribar a una conclusión algo apurada. Técnicamente correcta; se nota cierto ascetismo desde la paleta de colores y una fotografía pálida y casi monocromática, en conjunto con el ritmo de lo sucedido, enfatizando el espíritu y el ánimo de la situación y los personajes. La búsqueda permanente pareciera ser opacar cualquier intento de pensamiento diferente dentro del campo entre los personajes, algo que en la práctica es utilizado. El conjunto interpretativo se resiente en tonos exagerados, quizás necesarios, impuestos desde el guión. Hay ideas claras en Parabellum, se entiende a dónde desea arribar, y estemos de acuerdo con sus conceptos. Pero el camino que transita para llegar a ellos no es del todo logrado. Se entiende la falta de recursos y que estamos ante una propuesta modesta (la cual transitó un camino de dos años hasta logra su estreno comercial). Pero en comparación con otros productos en iguales condiciones, no se nota un tono definido, un impulso hacia el espectador para mantenerlo atento hasta el final. Sobre el balance, prevalece lo positivo de una propuesta contundente, llamativa, de un tratamiento diferente y mantener la propuesta con las mismas ideas durante todo el trayecto. De nobles intenciones, Parabellum quizás sirva para descubrir a un realizador con interesantes inquietudes, al que no puede negársele la garra para tratar con una premisa arriesgada y dstinta, con cierta congruencia para la narración estética, y que en próximos proyectos probablemente redondee un producto prolijo y atrayente, las ideas están.
Esperando el fin del mundo Un valioso debut de este director austríaco rodado en la Argentina. Nacido en Austria, pero formado en la FUC y radicado durante años en Argentina, el coguionista y director Lukas Valenta Rinner rodó en nuestro país (sobre todo en locaciones en el Tigre) una tragicomedia absurda sobre unos personajes bastante patéticos que realizan un entrenamiento para enfrentar un inminente apocalipsis. La cotidianeidad de ese adiestramiento -que por momentos parece cerca de lo humorístico y en otros adquiere un tono serio- es el eje de un film algo frío y distante, pero que sostiene una rigurosa en su puesta en escena y ofrece imágenes cautivantes. En ese sentido, es para destacar el trabajo del fotógrafo Roman Kasseroller en una pantalla bien ancha (2.35:1). Si bien hay momentos en que el film se torna un poco críptico, reiterativo y anodino, tanto el plano inicial (una suerte de inverso del cierre de Luz silenciosa, de Carlos Reygadas) y el notable, subyugante plano final exponen el indudable talento de Rinner para lo que en definitiva surge como una auspiciosa ópera prima.
Sálvese quien pueda La película de Lukas Valenta Rinner tiene una primera media hora impredecible. La amenaza del fin parece desvelar a un grupo de burgueses quienes toman lecciones de supervivencia en un centro turístico ubicado en el Delta del Tigre. Es un miedo social el que los une puesto que la ciudad amaneció con saqueos. Uno de ellos, Hernán, empleado en una oficina, vive a contrapelo de cualquier signo de celeridad urbana y permanece distante a festejos, ruidos y emociones. El carácter impasible de su rostro se corresponde con la mirada minimalista y austera del director. Cuando se une al grupo de “sobrevivientes”, los movimientos y los silencios de los personajes, como las instrucciones que reciben, recrean un universo absurdo donde el humor también se genera con los encuadres utilizados. Si la idea de clan, de logia secreta, ha sido bastante transitada en la literatura y en el cine de nuestro país, en Parabellum será un recurso para dar cuenta de una lectura social donde se salvan los que pueden pagar, movilizados por el miedo al estallido y seducidos por la posibilidad de manejar armas. Para complementar las directivas de tipo militar que aprenden y reforzar la parodia, se alternan fundidos en rojo con frases sacadas de un supuesto texto denominado Libro de los desastres. Nuevamente asistimos a una sólida puesta en escena que recurre a lugares estéticamente seguros sin embargo, a medida que avanzan los minutos y a partir de un acontecimiento imprevisto, la película se resiente, no sólo en el tono sino en el ritmo narrativo que proponía. Es como si un imperativo categórico la obligara a correrse de un marco genérico para ceder lugar a la prolijidad formal y volverse “seria”. Entonces, el maníaco impulso por observar meticulosamente atenta contra el nihilismo simpático de la primera media hora. La última secuencia, a esta altura un forzado cierre, confirma que el horizonte de llegada es incierto, no sólo para los relegados personajes sino para la película misma.
Ironía a medio camino La idea original del director austríaco radicado en Argentina Lukas Valenta Rinner, no era mala y hasta se tomaba con humor en tono de crítica social la invasión en el país de los “otros”, los excluidos del sistema, los pobres. Un tema complejo y triste que toda la vida definió a la convivencia capitalista tan arraigada en este país. Pero la ironía que dejaba esbozar una mueca da paso a la crudeza y a la caída de la obra misma convirtiendo a Parabellum en un film que no deja nada sustancial. La historia presenta a un oficinista de clase media que ante los primeros indicios de un apocalipsis y saqueos consecuentes en otros puntos de la ciudad, decide escapar a un programa de defensa personal y armamentística para personas que como él no desean incluir al otro o temen su integridad física, todo esto en el Delta del Tigre. En forma de secta este hombre es entrenado junto a un grupo de desconocidos en el enfrentamiento particular o en equipo ante posibles ataques en la ciudad. Prevalece ese contraste tan criollo entre ciudad “civilización” o esta vez “atentado a lo conocido” y amenaza de barbarie inminente. La selva en Tigre, esa porcioncita de naturaleza como el camuflaje ideal y la acumulación de sabiduría y tácticas militares que hasta recuerdan las locaciones elegidas en el triste pasado de la historia argentina en la formación de tropas guerrilleras. Lo aparentemente correcto a veces puede resultar ridículo, absurdo y hasta peligroso. Los cambios en el protagonista se hacen presentes y evoluciona con él la trama en la conversión de todo un combatiente. Pero no todos los ciudadanos alistados en el programa estarán capacitados para soportar tal ritmo de supervivencia y la situación puede desbordarse. Lo cierto es que el film, pasada su media hora, pierde todo brillo que había generado en un principio esa fascinante expectativa. Parabellum hace recordar tres cosas. Una, la ironía con la que las clases sociales en el país tratan de convivir desde la solidaridad e igualdad impuesta por el Estado y abrazada por organismos y particulares pero también clarifica a tantos otros que prefieren apuntar esas ayudas sociales como limosnas para vagos de programas fallidos que no generan la “cultura laboral” y que, ante una “sensación de homogeneidad”, se ven amenazados en sus derechos. Segunda, la popularización de series televisivas como The walking dead que enseñan cómo sobrevivir y reorganizarse después de un apocalipsis desbastador que afecta la Humanidad y otros films precisos a la temática de grupos contra su misma u otra especie tanto animal y hasta sobrenatural. Y la tercera y más obvia, al imaginario gráfico de un tiempo “pasado” aparentemente mejor inflado en un globo o una piñata de fiesta que con el pasar del metraje se va desinflando porque pierde el aire.
Momento de entrenar para el apocalipsis Film atípico desde los propios datos de producción (coproducción entre la Argentina, Austria y Uruguay, dirigida por un realizador austríaco formado cinematográficamente aquí), Parabellum se presentó en el Festival de Rotterdam a comienzos del año pasado, recibió un premio en el de Jeonju, Corea, y a fines de año lo hizo en el de Mar del Plata. La atipicidad continúa en el formato: se trata de una fábula distópica realizada con recursos mínimos y estética de cine indie. Lo cual no es raro, ya que el director y coguionista, Lukas Valenta Rinner, estudió en la Universidad del Cine, motor del cine independiente argentino contemporáneo. Grabada en un digital de colores deliberadamente lavados, en una localización que da toda la impresión de ser el delta del Tigre, Parabellum presenta a los miembros de un grupo de supervivencia, entrenándose para un apocalipsis que según presumen sobrevendrá.Típico caso de película de ciencia ficción hecha con dos pesos, a partir de puras elipsis y algún ingenio –en la línea de Alphaville o La jetée–, la ópera prima de Valenta Rinner sigue los pasos de Hernán (Pablo Seijo), un oficinista que luego de escuchar por la radio noticias de saqueos en la ciudad de Córdoba (una de las escasas referencias concretas de la película) dispone de sus cosas en la ciudad y parte a un retiro en un rincón boscoso y fluvial. Allí se unirá a un puñado de otros iniciados, que bajo la guía de un par de instructores practicarán desde ejercicios físicos hasta técnicas de defensa personal y lecciones de tiro. Tras un pequeño movimiento sísmico, cuatro de ellos quedarán librados a su suerte y cometerán un hecho de violencia, antes de tomar posesión de un solitario navío.Parabellum está narrada deliberadamente a distancia, de modo casi entomológico –cuestión de acentuar tanto el maquinismo de esa comunidad como el extrañamiento del observador– y con un par de hallazgos ciertos (uno cómico, cuando un instructor camuflado emerge como si fuera una planta viva de un pozo de agua; el otro visual, cuando la ciudad deja ver, a la distancia, humos de una catástrofe). Pero el film parece acertar más en el planteo que en su realización. Hay una falta de tono, de tensión narrativa, que conspira con la posibilidad de que el espectador se involucre con lo que se narra. Que no es poca cosa, por cierto. Por mucho que quiera desdramatizárselo, podría tratarse ni más ni menos (y ése es el fantasma que el film parece querer evocar) que del fin del mundo
Cuestión de supervivencia El director de origen austríaco Lukas Valenta Rinner -que estudió en la Universidad del Cine (FUC) en Buenos Aires- hizo una película que se desarrolla mayormente en la provincia de Buenos Aires. La lengua que hablan los personajes es el español, pero los modos perfeccionistas de los encuadres y el tono desapegado y sombrío -a pesar de cierto humor sardónico que impregna el relato sobre todo en la primera parte- remiten a algunos directores austríacos y alemanes contemporáneos. Parabellum -que significa "prepararse para la guerra"- es una distopía con cero estridencias que se desarrolla en un futuro cercano, o en un presente pesimista, en el que el fin del mundo está al acecho (o es un factor de control social). Un grupo de gente se va de la ciudad -arquitectónicamente inhóspita, vaciada de cualquier tipo de calidez- a la naturaleza, al Tigre, en donde es entrenada para la supervivencia en un contexto de conflicto permanente aunque puesto en sordina por el film. Buena parte de la película se consume en el segmento de entrenamiento. En la parte final hay una narración leve en cantidad de peripecias y sólida en tono -como toda la película- que ofrece mayores posibilidades de empatía, mayor conexión narrativa. Una tentación incipiente más comunicativa, quizá más convencional, en la que incurre poco el relato, pero que podría haber elevado esta sólida y extraña película a una categoría superior, menos segura pero más vital, más despareja pero más apasionante.
Ya los primeros planos de la película dejan en claro que estamos ante un cineasta que tiene una visión muy específica de lo que quiere hacer. Sí, uno podría agregar que la puesta en escena revela que Rinner nació en Austria y hay algo en la sequedad del filme y la composición frontal de muchos planos que tienen similitudes con el trabajo de otros cineastas de ese país. Pero también uno podría comparar PARABELLUM con HISTORIA DEL MIEDO, de Benjamín Naishtat (y con varios de sus cortos) y con la reciente THE LOBSTER, del griego Yorgos Lanthimos. Por la sequedad de la puesta y el uso del sonido, sí, pero también por la propuesta narrativa: agrupar en un lugar a una serie de personajes que piensan, básicamente, que el mundo está por acabarse de alguna u otra manera. Y que tienen que sobrevivir como sea a esas amenazas. La propuesa de PARABELLUM es mostrar el entrenamiento de varios personajes –solitarios, en su mayoría– que se van a una zona del Tigre a hacer una capacitación de supervivencia para lo que parece ser un ataque terrorista o extraterrestre, no se sabe bien. Buena parte del filme se irá en la descripción de esos procesos, como si estuvieramos viendo una versión algo delirante y un tanto absurda de un entrenamiento militar. Pero promediando el filme algo que no conviene revelar sucede y la organización se fractura. Lamentablemente, un poco el filme también, ya que de allí en adelante pierde un poco el pulso, algo similar a lo que pasa ante una circunstancia similar en el filme griego. Cuando se crea un mundo organizado en cada detalle, su dispersión puede provocar también la del espectador. Pero esa cuestión del orden de lo narrativo no arruina el deleite que, en buena parte de su relato, ofrece la opera prima de Rinner. Por un lado, por proponer un formato narrativo raro en el cine nacional (los tres “protagonistas” apenas hablan, pero sí lo hacen muchos de los secundarios), por apostar a algo parecido a la ciencia ficción apocalíptica y, finalmente, por un trabajo de imagen y sonido de una precisión envidiable. Todas marcas claras de un cineasta que tiene claro lo que quiere hacer y al que tal vez solo le falte un trabajo de sintonía fina.
Parabellum es el primer largometraje del austríaco Lukas Valenta Rinner, grabado con equipo e intérpretes argentinos en escenarios naturales del delta en Buenos Aires. Allí se dirige un grupo de gente común que deja atrás su vida en la ciudad para a prepararse a la llegada del fin del mundo. Si quieres la paz, prepara la guerra Aunque algunos sigan su vida con normalidad, él sabe que el apocalipsis está empezando y no pretende dejar que lo tome por sorpresa. Abandona su vida de oficina en la ciudad para unirse a un grupo de gente promedio que se interna por los ríos del Delta con la promesa de recibir la instrucción necesaria para protegerse y sobrevivir cuando la sociedad se desmorone. Allí los recibe un grupo de instructores en un complejo hotelero mucho mas cercano a un spa que a un campo de entrenamiento, pero las inicialmente amigables clases de camuflaje o botánica se vuelven cada vez mas serias a medida que el grupo se achica y van pasando los distintos niveles del curso. Inicialmente los veremos realizar toda clase de ejercicios y prácticas con un extraño sentido del humor que hace equilibrio en el borde del absurdo pero progresivamente ese humor desaparece para ser reemplazado por una crudeza claustrofóbica mientras las comodidades van desapareciendo y el pequeño grupo es llevado al extremo de la exigencia física y mental, empujándolos a los límites de la cordura para convertir a los pocos que lo resisten en un endurecido grupo de supervivientes. Parabellum aborda la temática ya vista en la mayoría de las historias post-apocalípticas, obligando a personas comunes a dejar atrás su civilidad para descubrir hasta donde estarán dispuestos a llegar para sobrevivir en un entorno hostil donde los recursos no alcanzan para todos. Sin embargo es la forma de contarlo lo que se sale de lo habitual, eliminando los diálogos prácticamente en su totalidad y dependiendo de la expresión corporal de los intérpretes para que podamos descifrar parte de lo que está sucediendo. Conclusión La narrativa entrecortada y la ausencia casi total de diálogos hacen que Parabellum no sea una película accesible y que deje afuera a quienes esperen una historia más que un concepto o una construcción de climas. Al mismo tiempo, es lo suficientemente breve como para que la intención no se desdibuje y se convierta en un recurso demasiado caprichoso.