El país que no miramos Valioso y cuestionador ensayo sobre los jóvenes del conurbano que son víctimas de la estigmatización social. Promediando los 78 minutos de este documental de Andrea Testa hay una imagen (la usamos para ilustrar esta crítica) que dice más que muchas de las palabras que se escuchan en el film. Es una toma aéreo de un muro que divide un barrio marginado de otro con casas con césped y piscinas. Es una síntesis -brutal si se quiere- de una sociedad escindida, signada por fuertes contradicciones, desigualdades y enfrentamientos. Es en ese contexto de crecientes tensiones, paranoias y prejuicios que la figura del “pibe chorro” se ha estigmatizado a extremos muy preocupantes, más allá de que un joven cometa o no un delito. Testa -codirectora de La larga noche de Francisco Sanctis, película de ficción premiada en el BAFICI y seleccionada para el Festival de Cannes- estaba investigando el tema en el barrio 22 de Enero cercano a la villa Puerta de Hierro de La Matanza cuando Gaby, uno de los chicos que participaba del documental, fue asesinado. Y ese caso se convirtió en el eje, la guía, el motor de una película que propone un acercamiento amplio, coral e interdisciplinario a esa problemática. El film contó con la participación del poeta y dramaturgo Vicente Zito Lema; la psicóloga social Silvia Viñas, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos y Coordinadora General de Barrilete Cultural; la socióloga Ana Laura López, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos; el abogado Gustavo Gallo, defensor de niños, niñas y adolescentes; la militante político-social Mecha Martínez; y Damián Quilici, artista vinculado al stand up, la filosofía villera y la cumbia. Más allá de que a mi me pueden irritar algunos recursos (como los textos ampulosos recitados por Zito Lema) o ciertas posturas ideológicas de la realizadora y los entrevistados, se trata de un ensayo potente, por momentos demoledor, sobre el grado de deterioro social en el conurbano, un registro que intenta despegarse tanto de los lugares comunes (la denuncia horrorizada, la demagogia, la condescendencia o el paternalismo de la corrección política) como del odio del “ojo por ojo” para ofrecer un retrato humano, íntimo, urgente y visceral sobre aquellos que no tienen voz y, en muchos casos, ni siquiera derechos básicos.
EL REPLANTEO DEL DELITO Y LA VIOLENCIA Un documental que funciona como un ensayo para preguntarse, siempre con importantes referentes, sin caer en lugares comunes, como puede desarmarse la construcción social sobre esos pibes condenados de antemano por origen, contexto donde viven, con el mote de “chorros”. Una profunda reflexión sobre la manera en que tratamos y definimos el delito y la violencia. Para repensar el tema con testimonios reveladores. Buen trabajo de la directora Andrea Testa.
Pibe chorro es un documental de Andrea Testa (co directora de La larga noche de Francisco Sanctis) que, enfocado en un joven asesinado por una banda de una villa, refleja una mirada social y actual. La realizadora Andrea Testa intenta abordar la problemática de los menores de edad, delincuentes, asesinos, que por ley pueden ir a parar a la cárcel, y lo que genera como sociedad el hecho de que siempre se trate sobre personas que pertenecen marginalmente a un mismo sector. Tema complejo, de muchas aristas, y en el cual las leyes de nuestro país todavía no parecen estar preparadas para hacerse cargo. Así, Testa, omniscientemente, va partiendo de prejuicios hasta acercarse cada vez más para no hacer un retrato vivo sobre los chicos marginados, que incluso viven separados marcadamente del resto de la ciudad como bien se resalta visualmente en algún momento, sino que indaga en la mirada social que los rodea. A través de entrevistas a personas tales como de la calle o cercanos a la persona sobre quien ronda el film y hasta algún especialista, algunas imágenes de registro y la introducción de textos de Vicente Zito Lema, Testa logra alejarse del documental que uno podría esperar al conocer su temática, una especie de collage audiovisual que de todos modos no se siente ni desordenado ni improvisado. Porque aunque en algún momento llegue a un lugar esperado, cerca del final, cuando se habla sobre el final justamente de Gabriel, ella sabe rematar con otra realidad, una más íntima, menos cruda. Además, Pibe chorro utiliza el término que da nombre al título no para remarcar sobre de qué va la película, porque a la larga no aborda la delincuencia juvenil como uno podría suponer, sino para hablar del concepto en sí. Testa construye en Pibe chorro un ensayo duro, potente, que puede y debería dar mucho que hablar, y lo hace a través de diferentes recursos que lo alejan de un producto clásico, sintiéndose personal. Es un acercamiento honesto a una problemática que ofrece muchas posturas ideológicas y la realizadora expone la suya con confianza y certeza.
Una danza entre la fortuna y la miseria Si hay un tema muy agitado por los medios y que resuena especialmente en muchos sectores de la sociedad argentina es el de la inseguridad. Hace años que es parte central de la agenda, aunque el enfoque sea casi siempre el mismo: la perspectiva punitiva, la respuesta urgente más que la solución de fondo, la convicción de que encerrar gente a troche y moche es la principal estrategia contra el delito. Pibe chorro ataca y desmiente categóricamente esas certezas y lo hace con buenos argumentos. Andrea Testa, codirectora de la elogiada La larga noche de Francisco Sanctis construye un film documental diverso y elocuente. Apela a los testimonios de especialistas que, además, le ponen el cuerpo al asunto (un abogado, una referente de una organización social que trabaja en zonas carenciadas del espeso conurbano bonaerense, docentes universitarios que difunden los derechos humanos en las cárceles), trabaja con resoluciones gráficas, incorpora a los protagonistas al relato de maneras novedosas y usa con sagacidad y nobleza un recurso siempre complicado, por diferentes razones (el "blureo" de los rostros de algunos entrevistados de diferente origen). En esos relatos, que revelan la importancia determinante del lugar del que enuncia, está muy bien sintetizado el humor social respecto de un tema espinoso, los abordajes que difieren de acuerdo con la pertenencia de clase. Son declaraciones cortas, sencillas y enormemente precisas que invitan a recordar un viejo y gastado refrán: "A buen entendedor, pocas palabras". Pero Pibe chorro no es un clásico documental de cabezas parlantes. También suma otros condimentos: la angustia poética de Vicente Zito Lema y una estocada puramente cinematográfica, contenida en un notable plano aéreo que nos recuerda una vez más, por si hiciera falta, qué cerca está la fortuna de la miseria, qué injusto es hablar de un solo tipo de inseguridad, cuántos y qué intensos son los estímulos que genera el sistema para incentivar el consumo (y, por ende, elevar el estatus social), incluso en aquellos que no tienen con qué satisfacer sus necesidades más básicas, y cuánta hipocresía nos tapa los ojos ante una realidad evidente, muchas veces ignorada por los cínicos de turno por "obvia" o "esquemática".
Apenas un delincuente Con argumentos sólidos, discute contra el discurso que reclama mano dura ante la “inseguridad”. El nombre de Andrea Testa se hizo conocido por haber dirigido, junto a Francisco Márquez, La larga noche de Francisco Sanctis, elegida mejor película de la Competencia Internacional del último Bafici y seleccionada para participar en la sección Un certain regard del pasado Festival de Cannes. Ese fue su primer largometraje de ficción, pero antes había dirigido el documental Pibe chorro, que se propone reflexionar sobre la construcción social de los delincuentes. La película discute con el discurso sobre la “inseguridad” instalado desde los medios de comunicación, que en general incluye pedidos de mano dura y represión. Y que rara vez señala a la desigualdad y a la falta de oportunidades como el caldo de cultivo de los delitos. Por eso, de entrada se muestran testimonios de gente con la cara borrosa -un recurso para mostrar que cualquiera podría opinar de esa manera- reproduciendo el discurso dominante. Y, a continuación, se pone la lupa sobre la maquinaria que produce a los delincuentes. Todo gira alrededor de dos ejes. Por un lado, la crítica al sistema penal, a través del testimonio de profesionales que, tanto por el relato de sus experiencias como por su formación teórica, dejan claro que la cárcel y los reformatorios sólo sirven para estigmatizar y dañar a los internos, y “fabricar” criminales. Por otro, la humanización de los denominados “pibes chorros”, mediante el contacto directo con esos sujetos tan temidos -que, en definitiva, no son más que jóvenes de barrios carenciados- y el relato de una dirigente social villera de la historia de vida de uno de ellos. El documental cumple su objetivo en tanto y en cuanto nos introduce en un mundo tan rechazado como desconocido, y logra transmitir claramente su punto de vista. Pero sus buenas intenciones desbordan el rigor formal y el resultado es algo caótico; se abren demasiados temas que no terminan de profundizarse y viene a la mente aquello del que mucho abarca y poco aprieta.
Rompiendo Mitos No es un dato menor que “Pibe Chorro” (Argentina, 2015) esté dirigido por Andrea Testa, quien en su debut en el largometraje de ficción co dirigiendo “La larga noche de Francisco Sanctis” ha podido construir una idea sobre la otredad novedosa. El documental “Pibe Chorro” busca desestigmatizar y romper con una idea relacionada al grupo etario, que mal ha sido tildado por los medios de comunicación y la sociedad, como “pibes chorros”. Dentro de ese grupo se ha ubicado a un segmento de la sociedad que, sin oportunidades, ha intentado buscar un rumbo pese a que las puertas se les han cerrado. Testa bucea en el mundo detrás de los noticieros sensacionalistas, rastrea opiniones en la calle (hallazgo ocultar el rostro de los exponentes), habla directamente con los familiares y evita la victimización y exposición casuística para construir con lucidez un documental que utiliza una multiplicidad de materiales (trazos gráficos, dibujos, animación, resemantización de archivos, etc.) para consolidar y potencias su propuesta. “El proyecto de vida se construye más allá de la cárcel” dice una de las entrevistadas, idea con la que “Pibe Chorro” trabaja todo el tiempo para afirmar la posibilidad de una relación con el otro armónica y contenida.
No se si tuvieron la oportunidad de ver "La larga noche de Francisco Sanctis", la peli ganadora del BAFICI 18 (Competencia Internacional), pero teníamos muchas ganas de conocer más sobre sus dos directores, Andrea Testa y Francisco Marquez. Su ópera prima conjunta fue una de las más impactantes locales de los últimos tiempos (cuando se estrene, no la dejen pasar), y aquí tenemos la oportunidad de ver cómo Testa aborda otra temática, la marginalidad, también compleja y llena de matices para conmover. Eso es, en pocas palabras, "Pibe chorro": un documental austero pero potente que no se queda en los planteos tradicionales de recopilación de entrevistas sobre un determinado hecho, sino que impulsa una selección de dispositivos modestos para apelar al espectador y transmitir más preguntas e interrogantes, que respuestas. Hay en la manera en que se presentan los contenidos de "Pibe chorro", un debate claro sobre cómo la sociedad ve y opera desde distintos sectores, la discriminación a los jóvenes de los sectores populares. Esa cara del ideario moderno instalado en la cultura (hay que reconocerlo), tracciona sensaciones fuertes, nos pone en contradicción y nos conecta con un vacío singular: el espacio donde sabemos que estamos obrando (por parte o por inacción) mal y no percibimos la otredad notoria de un perfil de sujetos que no deberían quedarse fuera de la sociedad bajo ningún punto de vista. Cuánto hacemos por estos chicos a los que vivimos recriminandoles por su accionar (los "pibes chorros"), desde nuestro rol ciudadano? Dejamos todo librado a la voluntad política de nuestros dirigentes? Imposible no hacerse esa pregunta. Qué sucede con las cárceles e institutos donde son confinados? Cuánta visibilidad necesita para hacerse carne en nosotros? Dentro de las voces que participan del doc, destacamos la del querido Vicente Zito Lema (lo mas relevante de este recorrido, en opinión de este cronista, por su conexión con el arte a través de los poemas) aunque todos los testimonios son valiosos, crudos y honestos, en un nivel pocas veces visto teniendo en cuenta lo movilizador de la temática. Este es un documental (y pienso en el audio de la entrevista a Alcides, un pibe que está en prisión y dice "lo más feo de estar privado de la libertad, es que te pasan muchas cosas y no tenés a nadie que te ayude") que logra afectar a la audiencia, y llevarla a cuestionarse su rol en la sociedad. Al menos, eso experimenté yo, y soy veterano ya de este género, debo decirles. Muy buena opción para los que además, les cuesta engancharse con este tipo de películas, lejos de la ficción predominante en la cartelera porteña. Testa se perfila como una de las más lúcidas cineastas del cine argentino en este último año (es capaz de manejar los códigos de la ficción y el documental, con frescura), a tener en cuenta su trabajo. Recomendada.
Habrá que prestarle atención a la realizadora Andrea Testa. En la última edición del BAFICI la gran sorpresa de la programación resultó ser La Larga Noche de Francisco Sanctis, la cual Co-Dirige junto a Franciso Márquez, alzándose con varios premios entre ellos el de Mejor Película. Ahora, a pocos más de un mes de aquel galardón y aguardando el estreno de esta ópera prima ficcional; llega al Espacio INCAA Km0 Cine Gaumont el estreno de su ópera prima como documentalista, Pibe Chorro; y lo primero que sale a la luz, más allá de su pericia como cineasta, es la claridad de sus posturas ideológicas, ago fundamental para un cine comprometido. Alcanza con ver el trailer de Pibe Chorro para caer en su contundencia; alcanza con ver los primeros segundos del documental para apreciar los recursos para arribar a esa contundencia. Argentina es un país fragmentado. Los ciudadanos capitalinos marcan todo tipo de diferencias respecto de quienes viven en el interior de las provincias. Esa diferencia es aún más notoria en el Conurbano Bonaerense, las diferencias de clase marcan orígenes, oportunidades y destinos; también, como causa o efecto, delimitan las miradas del tercero. Hay realizaciones a las cuales el devenir de su proceso los termina signando, un hecho fortuito. Este es el caso de Pibe Chorro, cuando su realizadora se encontraba en plena investigación para el documental en la Villa Puerta de Hierro de Isidro Casanova, La Matanza; uno de los entrevistados, Gaby, un chico, fue asesinado. Este hecho, no cambió la perspectiva sobre el trabajo de Testa, pero de alguna forma lo resignificó ubicándolo como centro del relato para a partir de allí teorizar sobre la situación que se vive en esos barrios. Estigmatización, esta es la palabra que más pega en la idea de Pibe Chorro. La delincuencia existe y no se trata de ocultarla, pero pareciera que las miradas están siempre posadas hacia un mismo lado, y se llega al prejuzgamiento por el solo permanecer. El caso de Gaby servirá como punto de partida para trazar una radiografía de la vida en los barrios humildes del Conurbano y cómo viven con los estigmas que les han impuesto desde los medios y desde las clases sociales que creen ser superiores. Más aún, cómo marca el porvenir de los niños que ya nacen con un sello a fuego ¿imposible? de borrar. Pero el trabajo del documental no se queda simplemente en la bajada de línea directa, muestra ambigüedades, contradicciones, y trata de desnudar realidades, causando un gran impacto, aún sin la necesidad de coincidir en todo lo que se expone. Hay entrevistas, voz en off, una cámara subjetiva y también en tercera persona. Afortunadamente le escapa a lo meramente expositivo, propio de un ambiente más televisivo. La realizadora hará uso de varios recursos para llegar al espectador y mantener su interés, desde la poesía acompañada de imágenes en voz y texto de Vicente Zito Lima hasta el testimonio de varias disciplinas teóricas afines como sociólogos, activistas sociales, abogados relacionados, y por supuesto los allegados logrando un ambiente intimista para la emoción. Pibe Chorro no esconde sus posturas y las demuestra con archivos de medios, con palabras y fundamentos. Hay una creencia sobre lo que es y lo que realmente es, también hay una forma de asumir eso que se cree que es en el afuera desde adentro. Sus menos de ochenta minutos nos atraviesan, calan hondo y duelen, pero fundamentalmente, nos dejan pensando. Quienes ya pudieron ver La Larga Noche de Francisco sanctis sabrán la mirada incisiva que Testa poza sobre la sociedad y sus responsabilidades, quienes aún aguardan para verla su estreno comercial, encontrarán más de una coincidencia entre aquella y este documental, aún tratando cuestiones y formatos distintos. Más allá de los planteos temáticos impecables, hay también esmero desde lo técnico, las imágenes más de una suplen o acompañan las palabras y no alcanza con simplemente enfocarlas. Testa sabe qué mostrar y cómo hacerlo para que cause el impacto buscado, lleno de sutilezas y mensajes en segundo plano. En tiempos en los que palabras como meritocracia parecen de uso corriente, documentales como Pibe Chorro nos hablan de las injusticias que no nos muestran, de lo que nos hacen creer que es, y de las trágicas consecuencias que eso acarrea. Con dolor, pero también con compromiso, hay que verla.
Previamente a la tan sorprendente como inesperada (para ellos también) consagración en BAFICI y Cannes con LA LARGA NOCHE DE FRANCISCO SANCTIS, su primer filme de ficción, Andrea Testa y Francisco Márquez dirigieron, respectivamente, sendos documentales que esperaban estreno local para este año. El primero que llega a exhibirse comercialmente es PIBE CHORRO, que se estrena el jueves 9 en el Gaumont y que dirigió Testa. Se trata de un registro a lo largo de varios años de la vida en barrios carenciados del Gran Buenos Aires, centrado en la creciente posibilidad de que muchos de los adolescentes que allí viven terminen en la cárcel, especialmente desde que entonces se discutía bajar la edad de imputabilidad. La película intenta establecerse más como una discusión acerca de las condiciones sociales y económicas que generan esa potencial delincuencia y en cómo ni la cárcel ni la policía son capaces, orgánicamente, de ofrecer soluciones. Incluye textos poéticos leídos por Vicente Zito Lema (acaso uno de los recursos menos logrados del filme), los testimonios de varias madres, los de algunos adolescentes y de psicólogos sociales, docentes, abogados más algunas entrevistas callejeras y un muy original y gracioso comediante de stand up surgido de las villas. Más allá de la entrevista del final que tiene un formato más clásico y una fuerte potencia emotiva, Testa intenta construir la película a la manera de un tapiz de miradas sobre la “problemática de los llamados pibes chorros” con una combinación de testimonios, análisis y debates grupales que ponen el eje en la construcción de esa figura y las diferentes respuestas que genera en función del estrato social del entrevistado, las cuales dejan en evidencia el tema de las diferencias de clase en el conurbano. Pero la película tampoco es inocente o naive respecto a la realidad social que se vive en los sectores más comprometidos económicamente ya que los muy realistas testimonios de las madres dejan en claro que la realidad que les toca vivir allí fuerza muchas veces a la comisión de actos delictivos. En ese sentido, PIBE CHORRO deja en claro también que la desocupación y la pobreza no desaparecieron del país durante la pasada década, sino que tanto entonces como ahora son los ejes que conducen, una y otra vez, al repetido círculo de la violencia y, en algunos casos, la muerte.
Deconstruir el estigma La deconstrucción del discurso que criminaliza la pobreza y condena a los jóvenes de bajo recursos desde pequeños, es el objetivo de Pibe chorro (2016). Para hacerlo la realización de Andrea Testa (La larga noche de Francisco Sanctis, 2016) no puede recurrir a un documental convencional, por ende busca desde la forma cinematográfica desarmar el discurso mediático, social, ideológico que estigmatiza a los jóvenes pobres y asocia sus características con la delincuencia, como si se tratara de un orden natural preexistente. Para lograrlo Testa utiliza la deconstrucción del audiovisual en su propio documental con una propuesta -sin solucionar sino planteando nuevos interrogantes- que incomoda al espectador en ocasiones, con una serie de decisiones formales que evidencian la puesta en funcionamiento del discurso "oficial". En este proceso la película comienza con un plano general de una televisión encendida trasmitiendo "su" discurso sobre los "pibes chorros". La cámara se acerca y vemos retazos de un dibujo que insinúa la representación de uno de los tantos jóvenes asociados con el crimen. Desde ese lugar la directora se posiciona para darnos otro punto de vista sobre el tema. Pero no será con el convencional plano del entrevistado en tres cuartos de perfil, sino siguiendo al especialista en primerísimos primeros planos o incluso planos detalle para exponer su mirada desde diferentes ámbitos (penal, legislativo, sociológico). Lugares con fines educativos donde se cuestiona el mal funcionamiento de un sistema jurídico que no prevé los mismos derechos para todos los ciudadanos, fomentando la división social y exclusión de aquellas personas con escasos recursos. Nociones puestas en boca de especialistas en la materia y en una serie de imágenes contundentes en sí mismas. Andrea Testa ahonda aún más en su deconstrucción al entrevistar a una serie de personas en espacios públicos y decidir sacar de foco a quien habla -aunque escuchamos claramente su voz- y elige poner la nitidez en el espacio abierto detrás. Esta decisión formal toma el relato de esa persona y lo traslada al resto, mostrando como esa forma de pensar se reitera y encarna en el resto de la sociedad como propia, incluso en otro "pibe chorro". También la realizadora le da la cámara literalmente a los chicos con el fin de que ellos mismos construyan su propio punto de vista, o incluso invita a entrevistados a mirar a cámara mientras recitan textos, desafiando al espectador en la comodidad de su butaca para problematizar las nociones de libertad y encierro en sectores vulnerables de la sociedad. Con esta serie de recursos y un final revelador Pibe chorro se convierte en un documental de denuncia social pero no desde el lugar previsible de contra informar sobre el tema abordado, sino indagando en las formas de manipulación mediática que construyen una mirada acerca de estos jóvenes y los convierte en un paria social, incluso antes de nacer.
Ningún pibe nace chorro, sostiene este documental que se mete con el tema de los menores inimputables que cometen delitos y son recurrentemente marginados y castigados por un sistema injusto, tan incapaz de ofrecerles una posibilidad de futuro como de reinsertarlos a la sociedad de la que los expele. Para eso da voz a defensores públicos, profesores y hasta poetas, como Vicente Zito Lema con su desgarrante, aunque algo excesivo -en tiempo y en tono- Ángel del Espanto. Pero sobre todo a algunos protagonistas de la lucha diaria por sobrevivir, evitar que sus hijos roben o caigan en el paco. Esos que a veces cortan calles, que saben o intuyen que tienen derechos, que no quieren planes sino respuestas o, a veces, menos violencia y hasta algo de justicia. Andrea Testa no busca objetividades, pero vaya si las encuentra. Brilla especialmente la participación breve pero increíble de Damián Quilici, un talento del standup conurbanero que, en dos intervenciones, casi se roba la película.
NINGUN PIBE NACE CHORRO… PERO TODOS MUEREN COMO TAL El propósito de este documental de Andrea Testa es desintegrar la expresión que da título al film. Es un objetivo loable, y también uno complicado: como sociedad, estamos atravesados por el prejuicio y la incomprensión de situaciones que no hemos vivido. Sin embargo, por más ardua que parezca la tarea, vale la pena. La directora se vale de planos en donde la relación figura-fondo determina la pertenencia a una clase social: el rostro, en un primer plano desenfocado, opina sobre la inseguridad o la imputabilidad de menores de dieciséis años; mientras tanto, el fondo avisa con quién estamos hablando: una plaza de Recoleta para las “personas bien”, la transitada peatonal de Suipacha para un “pibe chorro”. Es curioso ver la distinción que hace cada uno respecto de la inseguridad: un señor aclara que no es una sensación, que es algo real que le acontece a mucha gente; una señora culpa a la sociedad, pero admite que deberíamos construir más prisiones y permitir el encarcelamiento de menores para que puedan “rehabilitarse” (a pesar de que confiesa que nunca entró a una cárcel ni sabe cómo es la vida allí). El pibe chorro, sin embargo, es quien da en la tecla: la inseguridad no viene sola, ni viene de quien te roba, sino que nace desde la necesidad, y la única forma de combatirla es promoviendo trabajos, educación y una sensación real de pertenencia a esta nación. Pibe chorro también reflexiona acerca del sistema penal y sus significados intrínsecos: penal viene del griego poena, que literalmente significa pena en tanto dolor, en tanto castigo; no resocializa, no cura y sólo genera estigmatización. Quienes logran hacer algo más con sus vidas -especialmente desde lo educativo-, tienen éxito a pesar de la cárcel. El documental además habla sobre los pobladores de esos espacios: siempre responden a un estereotipo que pertenece a una cierta clase social. Siempre son “chorros” o “villeros”… aquellos pibes que milagrosamente llegaron a la adultez. El film se permite asimismo deliberar sobre los derechos humanos con imágenes muy poderosas, algunas registradas a partir de nuevos métodos de filmación, lo que le otorga un aire fresco y novedoso a la narración: cámara en mano, los mismos pibes cuentan sus propias experiencias de vida. Un dron nos muestra que, si bien el Muro de Berlín cayó, todavía hay otros muros que nos separan más que nunca: de un lado, la villa, del otro, el country. Un celular desde un balcón registra -con un nivel de tensión increíble generado a partir del uso del slow motion- el linchamiento de un pibe chorro por parte de los vecinos del barrio. Es muy fácil patear a alguien cuando está caído. Y caídos están. “Lo hemos hecho siempre”, dice Mecha Martínez, refiriéndose a la lucha por vivir con dignidad, a pesar de los prejuicios, los estereotipos, la economía, el capitalismo. Porque los pibes chorros y los pobres lo han sido por generaciones. La pregunta es: ¿cómo haremos nosotros para ayudarlos a levantarse? O mejor aún: ¿qué haremos, como una sociedad toda y no como clases sociales, para levantarnos?
Pibe chorro es un documental de Andrea Testa (co directora de La larga noche de Francisco Sanctis) que, enfocado en un joven asesinado por una banda de una villa, refleja una mirada social y actual. La realizadora Andrea Testa intenta abordar la problemática de los menores de edad, delincuentes, asesinos, que por ley pueden ir a parar a la cárcel, y lo que genera como sociedad el hecho de que siempre se trate sobre personas que pertenecen marginalmente a un mismo sector. Tema complejo, de muchas aristas, y en el cual las leyes de nuestro país todavía no parecen estar preparadas para hacerse cargo. Así, Testa, omniscientemente, va partiendo de prejuicios hasta acercarse cada vez más para no hacer un retrato vivo sobre los chicos marginados, que incluso viven separados marcadamente del resto de la ciudad como bien se resalta visualmente en algún momento, sino que indaga en la mirada social que los rodea. A través de entrevistas a personas tales como de la calle o cercanos a la persona sobre quien ronda el film y hasta algún especialista, algunas imágenes de registro y la introducción de textos de Vicente Zito Lema, Testa logra alejarse del documental que uno podría esperar al conocer su temática, una especie de collage audiovisual que de todos modos no se siente ni desordenado ni improvisado. Porque aunque en algún momento llegue a un lugar esperado, cerca del final, cuando se habla sobre el final justamente de Gabriel, ella sabe rematar con otra realidad, una más íntima, menos cruda. Además, Pibe chorro utiliza el término que da nombre al título no para remarcar sobre de qué va la película, porque a la larga no aborda la delincuencia juvenil como uno podría suponer, sino para hablar del concepto en sí. Testa construye en Pibe chorro un ensayo duro, potente, que puede y debería dar mucho que hablar, y lo hace a través de diferentes recursos que lo alejan de un producto clásico, sintiéndose personal. Es un acercamiento honesto a una problemática que ofrece muchas posturas ideológicas y la realizadora expone la suya con confianza y certeza.
Luego de ganar la competencia internacional de la edición número 18 del BAFICI con su opera prima, codirigida con Francisco Márquez, La Larga Noche de Francisco Sanctis, Andrea Testa nos trae Pibe Chorro, un ensayo sobre una realidad que a base de prejuicios, decidimos pasar por alto. Todo preso es político Vivimos en una sociedad de prejuicios, ideas preconcebidas y una tendencia a la estigmatización social. Pibe Chorro no hace más que mostrarnos esa cara de la misma moneda de un país que, por un lado llora a las víctimas, busca crucificar a los victimarios, y por otro lado decide soslayar toda una cuestión sociocultural de raíz que necesita ser cambiada en nuestro país. Pibe Chorro busca sensibilizar acerca de los miles de jóvenes de bajos recursos, aquellos a los cuales por usar determina ropa, nacer en algún barrio o villa en particular, o escuchar cierto tipo de música son rotulados como posibles delincuentes. La sociedad y el sistema penal forman una máquina que únicamente busca castigar sin sopesar las diversas cuestiones que llevan a desembocar en la delincuencia, pasando por alto la gran mentira de la reinserción, sin tener en cuenta el marco de vulnerabilidad en que nacen esos jóvenes. Ana Testa echa mano de varios recursos para intentar poner en escena una idea que termina resultando no muy diáfana, sabemos a lo que apunta el documental, pero no sabemos hacia donde se dirige, o cual es el hilo conductor del mismo, algo que termina dinamitando todas las buenas intenciones de esta propuesta. En la cinta contamos con entrevistas a transeúntes, un abogado, docentes universitarios, dirigentes de organizaciones, y hasta de los mismos chicos que se encuentran –o se encontraban– privados de su libertad. Inclusive la directora se dio el lujo de integrar a todo este esquema escenas con poesía escrita y recitada por el dramaturgo Vicente Zito Lema o contar con una breve aparición de Damián Quilici, un curioso personaje que realiza stand up, intentando mostrar una porción de la cultura villera. Gaby es un nombre que escucharemos en repetidas ocasiones durante la cinta, pero nunca se ahondara en quien fue –más allá de que tenía 16 años–, o que hacía, solo sabremos que buscaba brindar ayuda a aquellos jóvenes que eran fustigados por la droga, y finalmente conoceremos su triste desenlace. Sin embargo, resulta ser un personaje del cual se habla mucho, pero se conoce poco. Es cierto: el sistema penal está podrido, la inclusión social es una falacia, y el consumismo invita siempre a querer más, lo que termina generando una sociedad llena de contrastes sociales duros, una sola escena basta para retratar todo lo que la cinta propone: un plano aéreo en el cual de un margen tenemos casas tipo country, mientras que del otro lado del muro existe una villa intentando subsistir. No es una cuestión nueva, es un tópico que seguirá lastimando a generaciones de generaciones si no se muestra ni un ápice de mejora, la inseguridad no es una sensación, así como tampoco lo son las historias de esos jóvenes que no quieren ser tapados bajo una alfombra que los esconde. Un hilo conductor le hubiese sentado mejor a esta propuesta que parece haberse quedado varada con su bote en medio de un mar de posibilidades. Conclusión Pibe Chorro hace tomar conciencia poniendo el ojo en el contexto en el cual nacen, se desarrollan y viven los jóvenes que desde los primeros compases de su vida deben estar bajo el yugo de una sociedad que los ve como posibles delincuentes. La intención del documental es plausible, los recursos que usa son encomiables, pero a pesar de tirar de muchos hilos, finalmente no termina moviendo nada. Una lástima.
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Existen películas de visión necesaria y fundamental, aquellas de rasgos de denuncia y compromiso, las cuales nos incitan a salir del lugar cómodo de nuestra butaca, porque la propia incomodidad que nos genera lo visto en pantalla se impone y nos invade la retina y el pensamiento. Eso mismo sucede con la película de Andrea Testa "Pibe Chorro", un documental que sale de los cánones propios del género, y aborda de lleno el estigma declarado por la sociedad misma, acerca de aquellos pibes, los cuales carentes de oportunidades, con un mundo reducido a lo poco y necesario, quedan catalogados y marginados con el famoso mote de "pibe chorro". Un ensayo soberbio sobre lo que todos sabemos, o deberíamos saber, el cual plasma de manera concisa y directa todas esas injusticias que quedan en silencio, que se esconden allá en el conurbano, de hecho queda claro la visión de la directora con una toma aérea donde un muro divide todas esas viviendas humildes donde se despliega la pobreza y del otro lado las impolutas casas con piletas de una clase de recursos y privilegios mayores. Testa , quien es codirectora de La larga noche de Francisco Sanctis, película de ficción premiada en el BAFICI y seleccionada para el Festival de Cannes, estaba realizando un trabajo de investigación en un barrio cercano a una de las villas en La Matanza, cuando Gaby, uno de los chicos que participaba del documental, fue asesinado. Y es Gabi, aquel chico a quien primero conocemos a través de un dibujo, una manera más de inmortalizarlo, quien se convierte en el eje de este relato, su situación ante las desventajas que la vida le presentó, el contexto donde vive y las decisiones que toma para no convertirse justamente en lo que el título de la película sugiere, y aún así Gaby, cae víctima de un sistema que no parece tener un lugar para estos chicos, incluso cuando ellos hagan todo lo posible para forjarse un futuro mejor. El film distribuye su estructura con imágenes fuera de foco de aquellas opiniones de personas que parecieran no tener muy en claro la actualidad que los rodea, con entrevistas a personas que trabajan por aquellos de bajos recursos, e imágenes propias del documental en sí de los chicos de la villa y de las actividades que llevan a cabo. Otro detalle genuino es la participación de diversas personas que aportan cada uno desde lo suyo, la voz de lo que a veces pareciera no escucharse, entre ellos del poeta y dramaturgo Vicente Zito Lema; la psicóloga social Silvia Viñas, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos y Coordinadora General de Barrilete Cultural; la socióloga Ana Laura López, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos; el abogado Gustavo Gallo, defensor de niños, niñas y adolescentes; la militante político-social Mecha Martínez; y Damián Quilici, artista vinculado al stand up, la filosofía villera y la cumbia. La crudeza de las palabras del poeta quedarán sonando por un tiempo, la sensación de aquellos chicos que nacen muertos solo porque en la vida ya no pueden ser nadie, no se los reconoce, no se los ve, se los mata y se los olvida, y es ahí donde reside el mayor valor de esta película, en la intimidad de lo que cuenta, lo urgente que se vuelve su visión y su debate posterior, "Pibe chorro" merece un lugar en las carteleras del cine nacional e internacional, en las escuelas privadas y públicas, en los televisores ávidos de historias que cuenten y no que entretengan, y sobre todo merece un lugar en esta sociedad indiferente, y si bien la sensación al finalizar el relato es de una angustia visceral, queda entonces una esperanza por lo bajo, porque esto debe contarse, debe saberse y debe sin duda alguna, terminarse. "La cárcel es para los pobres", están atestadas de gente de bajo recurso, que no puede regenerarse porque no conoce ni dentro ni fuera de ellas otra realidad, pero hay una luz sin cuando el cine funciona como exponente de lo que pasa y cuando el público acompaña, y al incomodarse piensa, se compromete y actúa, por esta y otras tantas razones una película como "Pibe Chorro" es digna de celebrarse.