La idea central del argumento (el conflicto con el premio) es atrapante, aunque demora casi 45 minutos en aparecer ya que el guión utiliza este tiempo para presentar a los personajes principales. La interpretación de todo el elenco es brillante y más que creíble. El excelente guión, con un...
En el nombre del padre (¿o del hijo?) Tras Beaufort, el celebrado director israelí Joseph Cedar propone una tragicomedia sobre la rivalidad (básicamente intelectual) entre un padre y su hijo, dos profesores obsesivos con su trabajo. Cuando por un error de tipeo administrativo el padre es designado para recibir el máximo premio del gobierno (que en realidad correspondía al hijo), las cosas se desmadran. El film -jugado al absurdo- combina grandes momentos de comedia y de intensidad dramática con otros en los que el regodeo en el patetismo, el cancherismo y la crueldad hacia los personajes lo tornan casi insoportable. Con algo de Michel Gondry y de Roy Andersson, Cedar demuestra que tiene ideas y talento, pero la película -demasiado ambiciosa, porque además se pretende una ácida crítica al estado de las cosas en Israel- resulta demasiado despareja para mi gusto, que -vale aclararlo- no es el de la inmensa mayoría que sí la alabó durante su estreno en la Competencia Oficial del Festival de Cannes 2011 ni el de los votantes de la Academia, que la nominaron en la categoría de mejor film en idioma no inglés.
Tener a alguien en tu propia familia que sigue tus mismos pasos y sea exitoso en el campo en el que uno no lo fue debe ser difícil; para el reconocido profesor Eliezer Shkolnik debe ser aún peor que su hijo, sangre de su sangre, lo supere en algo que le ha llevado toda su vida académica construir. En Footnote, las raíces familiares se notan más profundas que nunca cuando un galardón nacional se interpone en la ya deteriorada dinámica entre padre e hijo, provocando un enfrentamiento de egos irresistible. Eliezer Shkolnik es el patriarca, el investigador devoto y férreo que maneja sus investigaciones con métodos de la vieja escuela; su hijo, el profesor Uriel Shkolnik se adaptó a los tiempos que corren. Sus investigaciones más cotidianas y mundanas le han valido el cálido reconocimiento de sus pares, mientras que el anticuado Eliezer ha caído en el ostracismo profesional y espera el día en el que su ardua labor sea reconocida. Esta relación es el eje principal de la película, un tire y afloje emocional contado con picardía y emoción por el director y guionista Joseph Cedar (Beaufort), quien firma una historia con varias vueltas en el camino, sorpresas varias y escenas magistrales, como la tensa reunión en el despacho o la investigación final de Eliezer. Si bien la historia está bien aderezada por momentos y conforma una narrativa plausible, hay detalles que se pasan por encima, como ser la relación de Uriel con su hijo mayor, quien no decide qué hacer con su vida, así como también la misteriosa mujer con la que se encuentra Eliezer a escondidas; ambas líneas argumentales parecen prometedoras al comienzo pero no contienen un peso mayor a la hora de finalizar la película. El elenco está muy bien conformado, comenzando con los centrales, el parco y amargado Eliezer de Shlomo Bar-Aba o el acongojado Uriel de Lior Ashkenazi, pasando por la matriarca Shkolnik, Alisa Rosen, la esposa de Uriel, interpretada por Alma Zack o el apático hijo mayor Josh (Daniel Markovich). Tampoco se puede olvidar al orgulloso profesor Yehuda Grossman de Micah Lewensohn, quien tiene una admirable escena junto a Ashkenazi. Footnote es una gran película, y se evidencia su estimación para los Premios de la Academia el pasado febrero. Dirigida y escrita con proeza por Joseph Cedar, su pequeña gran historia es conmovedora a la vez que hilarante e histriónica.
Las paradojas de un filólogo erudito Hay que empezar diciendo que si hoy podemos ver en una sala de cine de la Argentina el interesante filme de origen israelí Pie de página, es gracias a la nominación al Oscar que este trabajo del autor y realizador Joseph Cedar tuviera en la última edición del ya harto discutible premio otorgado por la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood. Precedida por elogiosas críticas y un exitoso desempeño en el Festival de Cannes del año pasado (por el que Cedar obtuvo el lauro al Mejor Guión), la película quizás desconcierte un poco a quien no esté más o menos a tono con la cultura y la idiosincracia del pueblo de Israel; aunque también es de destacar que los conflictos que arrastran sus personajes son de una universalidad evidente. En todo caso, se trata de una experiencia cinematográfica más que atendible y no solamente circunscripta a la colectividad residente en nuestro país. Pie de página narra con meticulosidad lo que sucede cuando por el lamentable error de un burócrata se le notifica al veterano Profesor Eliezer Shkolnik (formidable máscara de Shlomo Bar-Aba), investigador incansable del Talmud, que ha sido seleccionado por un jurado de académicos para recibir el premio Israel, el más trascendente dentro de su actividad; cuando el destinatario es en verdad su hijo Uriel (Lior Ashkenazi, excelente), catedrático experto que comparte la misma pasión que su padre con el que rivaliza por traumas de la infancia y diferencias profesionales (casi ideológicas podría afirmarse). La confusión queda explicitada cuando los integrantes del jurado le explican a Uriel lo acontecido y le piden consejo sobre cómo obrar de ahí en más para no ofender a Eliezer… Uriel, esposo devoto (por cobarde, no por leal según su ácida esposa) y consternado padre de cuatro (especialmente por el hijo mayor que no demuestra inquietud por trabajar o estudiar), reprueba la decisión del presidente del jurado (quien es un adversario histórico de Eliezer) de respetar a rajatabla la votación que lo dio como ganador en detrimento de su padre. Uriel sospecha que una vez informado del desgraciado episodio la relación con su progenitor, que de por sí ya cuelga de un finísimo hilo, ha de quedar irremediablemente deshecha. Por ende, en su encendida defensa de los méritos académicos de Eliezer (que abarcan más de tres décadas de investigador de la literatura rabínica), subyace tal vez la última esperanza de una posible reconciliación familiar. Pero la soberbia y la pedantería del sexagenario, sumadas a un carácter severo que bordea el autismo, se ponen una vez más de manifiesto sembrando una duda tremenda en Uriel que debe enfrentarse a sus propios demonios. ¿Qué pesa más en un hombre? ¿Su integridad moral o su ambición personal? Habrá tantas respuestas como cabezas pensantes existan pero está claro que la película, a través de las acciones de los personajes, no elude una respuesta concreta. Y no es una obvia ni precisamente condescendiente por parte de Cedar, que demuestra ser un exacto dramaturgo y un muy buen director de actores. Con una música demasiado volcada a la comedia -Pie de página no lo es pese a ciertos toques de humor irónico que se deslizan aquí y allá-, la historia va creciendo en dramatismo y consistencia con un soberbio uso del montaje en los tramos finales de este personalísimo relato que no encandilará a quienes estén acostumbrados a los rutinarios productos venidos de Hollywood pero sin dudas sabrá captar la atención del sufrido cinéfilo argentino, siempre a la pesca de este tipo de manjares fílmicos foráneos…
La familia es lo primero Padre e hijo compiten en filme israelí. Pie de página es una fábula moral, en tono de comedia dramática, acerca de la relación entre un padre y su hijo, ambos estudiosos del Talmud, la obra que recoge y preserva la tradición oral del judaísmo. El padre, Eliezer, es un severo y riguroso hombre que se pasó la vida estudiando diferentes versiones del texto religioso. Su hijo, Uriel, lo sigue en esa carrera, sólo que con un acercamiento a esos estudios (y a la vida en general) muy distinto al de su padre. Su forma de entender el estudio le ha traído más éxito en su carrera, pero, también, el desprecio de Eliezer, que lo considera un “folclorista”. Allí donde el padre es hosco y huraño, no cede ante nada ni negocia, el hijo es sociable y generoso, amable y querido por todos. El problema se da cuando le dicen a Eliezer que ha ganado el prestigioso Premio Israel, galardón que le ha sido negado por más de treinta años. Esa premiación lo alegra al punto de tornarlo casi irreconocible de simpático. El problema del asunto es que se trató de un error: lo llamaron a Eliezer para darle la noticia, pero el premio en realidad era para Uriel. El hijo, cuando se entera de la confusión, tiene que lidiar con su conciencia y con las autoridades que lo premiaron para ver si hay forma de corregir el asunto o si lo correcto es dejarle el premio a su padre. Pero tampoco esta opción es tan fácil, ya que para hacer eso le piden a cambio algunas cosas que no sabe si puede, o si quiere, cumplir. Los desafíos y debates a los que se somete este Uriel son propios de un cuento jasídico actualizado o una historia tradicional con moraleja. Y Cedar maneja narrativamente muy bien el desarrollo de esas tensiones, con algunas escenas excepcionales (la reunión de Uriel con el jurado en un pequeñísimo cuarto) y un juego con textos en la pantalla que está inteligentemente usada para incorporar esas “notas a pie de página”. En otros momentos, la película israelí es algo esquemática: en las diferencias excesivamente marcadas entre padre e hijo, en sus respectivas esposas y en el rol que ambas juegan, en el uso sobrecargado de la música (que por momentos subraya excesivamente las escenas). Pero, pese a esos detalles, la película de Cedar ( Campire, Beaufort ) aporta una mirada más que original a un mundo que es muy particular y específico, es cierto, pero a la vez bastante universal y reconocible en los dilemas éticos y familiares que le plantea al protagonista. Y, por ende, a los espectadores.
El primero de los muchos méritos que entrega esta atractiva producción israelí, una de las cinco nominadas de este año para el Oscar a la mejor película extranjera, pasa por haber clarificado lo que en una primera instancia podría ser tranquilamente visto como un planteo complejo, oscuro, denso y digno de un selecto grupo de especialistas. Logro que, por añadidura, también lleva a que públicos de todo el mundo sigan con interés hechos ocurridos en lo que a priori se desarrolla dentro de un estrecho espacio geográfico y religioso. El pie de página aludido en el título es una referencia académica decisiva para la evolución de los meticulosos estudios sobre el Talmud, reservados a un muy selecto grupo de expertos. Su artífice es Eliezer Shkolnik, un hombre maduro, huraño y de exacerbado culto a la rutina, convencido de que aún no le llegó el reconocimiento que merece por su gran hallazgo académico. El hijo de Eliezer, Uriel, comparte la vocación paterna, pero la lleva adelante con el espíritu de las nuevas generaciones. Más informal, mucho menos circunspecto y -sobre todo- mejor dispuesto para dialogar del modo más fecundo con ese mundo exterior del que su padre reniega. Será un gigantesco equívoco ligado al otorgamiento de uno de los máximos galardones oficiales de Israel lo que desencadenará en los hechos un conflicto de difícil resolución entre padre e hijo. Pero ese acontecimiento puntual no hace más que hacer explícito todo lo que el director Joseph Cedar, con la delicadeza y la atención de quien cuida hasta el mínimo detalle, fue construyendo hasta allí. Esos dos mundos paralelos y a la vez divergentes, presentados desde el recelo, la envidia y una silenciosa rivalidad que terminará en un estallido no menos sordo. Cedar trabaja ese conflicto -que es también generacional y tiene al mismo tiempo complejas derivaciones familiares- con una rica paleta de recursos narrativos y dramáticos. A veces juega con la intriga, a veces con el suspenso y también, con frecuencia todavía mayor, utiliza un costumbrismo bien entendido para dibujar, con agridulces pinceladas, cómo el universo riguroso que padre e hijo fueron construyendo a partir de sus estudios puede desmoronarse en un lapso muy corto por culpa de circunstancias que pueden parecer incongruentes. Atrapados en un escenario nuevo por una lógica principista de la que no pueden escapar, padre e hijo se verán las caras como nunca en un ejercicio que no duda en exponer del modo más llevadero complejos dilemas morales con la ligereza del mejor humor ligado al absurdo. Habrá que agradecérselo a la capacidad de observación de Cedar y a su brillante elenco, encabezado por los inmejorables Shlomo Bar-Aba (el padre) y Lior Ashkenazi (el hijo).
Chiste cruel Filólogo especializado en el estudio de textos antiguos, Eliezer Shkolnik parece el protagonista de un chiste cruel, una fábula educativa o una parábola filosófica, todo lo cual abunda en la cultura judía. El hombre dedicó su vida entera al estudio del Talmud, summa de la sabiduría hebrea, llegando a deducir la existencia de una versión hasta entonces desconocida. Pero justo cuando estaba por publicar el libro que daría cuenta de ese magno descubrimiento, un colega dio por pura casualidad con esa versión ignorada, llevándose los laureles y sumiendo a Eliezer en la oscuridad y la amargura. Ahora, encima, su hijo Uriel, discípulo y sucesor, acaba de recibir el Premio de la Academia de Ciencias de Jerusalén. Ese que él nunca recibió y posiblemente nunca recibirá. La cuestión es qué hacer con ese material, cómo desarrollarlo, qué sentido darle, y eso es lo que el guionista y realizador israelí Joseph Cedar (cuya previa Beaufort ganó, unos años atrás, un Oso de Plata en el Festival de Berlín) no parece haber resuelto del todo. Encabezada por un título que anuncia “algunas cosas que usted debe saber sobre Eliezer Shkolnik”, una secuencia de montaje informa velozmente, en los primeros tramos de la película, lo que el párrafo anterior transcribe. Pero no permite terminar de entender otras cuestiones esenciales. Qué motivos llevaron a que al día de hoy el filólogo no se hable con su esposa e hijos, por ejemplo. Por qué está permanentemente trompudo, como un niño enfurruñado, como si en lugar de su investigación de toda la vida le hubieran arrebatado un caramelo. Nominada al Oscar 2012 al Mejor Film en Lengua No Inglesa, Pie de página no termina de definir incluso sobre qué focalizar: en Eliezer, en su rivalidad con el hijo o en la que sostiene con el colega que le “robó” el hallazgo de su vida. Indefinido es también el tono del film, que comienza con inexplicable música de film de acción, se viste luego de comedia cool (apelaciones directas al espectador, retrocesos temporales y trucos visuales) y parecería derivar finalmente al terreno del melodrama familiar. Sólo parecería: Cedar aborda el melodrama con el suficiente cuidado como para despojarlo de toda carga emocional. Pero, además, ¿es ése en verdad el terreno en el que la película se afinca? ¿O apunta en cambio a una intriga de recelos académicos? Si algún nudo narrativo tiene Pie de página, es la desgraciada confusión entre padre e hijo –nuevo chiste cruel– cometida por los miembros del consejo que debe discernir un nuevo e importantísimo premio nacional. Confusión tal vez no del todo involuntaria: quien lo preside no es otro que el enemigo jurado de Eliezer. No ayudan a la cohesión el estiramiento de ciertas escenas colaterales –una en la que la seguridad no deja entrar a Eliezer a la entrega del premio a su hijo, otra en la que Uriel sufre un robo en un vestuario, la escasamente desarrollada relación de Eliezer con una total desconocida– y la ruptura de tono que otras representan. Como esa en la que Uriel, despojado de su ropa en un club, sale a la calle disfrazado de esgrimista. Escena que no hubiera estado mal en el contexto de una comedia absurda. Algo con lo que Pie de página coquetea, pero, como varias otras cosas, no termina de asumir.
El cineasta israelí Joseph Cedar indaga con profundidad en la relación padre e hijo, en el mundo académico que no permanece al margen de todas las reacciones humanas, aunque sus integrantes sólo se dediquen a estudiar el Talmud. Entre ellos aflora la venganza, las miserias, el egoísmo, los actos de grandeza y mayor mezquindad. Vale la pena.
Problemas de familia (intelectual) La película Pie de página (Footnote, 2011), que compitió por el oscar a la mejor película extranjera en febrero pasado, narra la relación distante entre padre e hijo pero desde la intelectualidad. Ambos son académicos destacados y su vocación profunda por los libros les hizo perder contacto con el lado emocional de la vida, e incluso con ellos mismos. Un investigador de las sagradas escrituras es galardonado por su desempeño en el campo académico. Su padre, presente en el evento, reniega entre los celos profesionales (se dedica a lo mismo) y el orgullo hacia el trabajo premiado. Entre ambos habrá una distancia difícil de disimular. Un día el padre es elegido por error para “el premio de Israel” otorgado a todas las eminencias intelectuales. El premio era destinado a su hijo, el otro Profesor Schkolnik. Su hijo se encontrará en el brete de recibir el galardón y pelearse definitivamente con su padre o tratar de resolver las diferencias. Rara vez el cine se aboca a temas relacionados con lo académico. Pie de página logra encontrarle la vuelta a la temática haciendo hincapié en la universalidad de las relaciones familiares. Allí donde éstos eruditos de la ciencia son seres fallidos, allí donde el campo académico pierde conexión con la realidad. La película de Joseph Cedar (Beaufort, 2007) le imprime gran ritmo al relato mediante las notas al pie (que tienen mucho que ver con la historia que se narra) que se esbozan sobre la imagen. Un montaje descriptivo de los objetos de la escenografía cargada de libros, refuerza el encierro intelectual que mejor le sienta tanto al padre como a Uriel, su hijo. Cedar realiza una comedia a partir de esta “tragedia cotidiana”, y lo hace nivelando los graciosos estereotipos de los hombres académicos, con el drama familiar más visceral. Y en el medio de todo está la figura del maestro. El maestro intelectual vs. El maestro paternal. Es esta dicotomía la que enfrenta a los personajes entre la racionalidad que impone el área que desempeñan y la falta de afecto en la vida familiar. ¿Se puede ser maestro en ambas áreas de la vida? Pregunta que atravesará diametralmente el relato.
Ingeniosa comedia sobre asunto árido He aquí, en esta ingeniosa comedia, un notable ejemplo de cómo hacer que el asunto más árido sea accesible para todo el mundo. Porque esta obra es bien accesible, y hasta fue candidata al Oscar de hace dos meses. Y sin embargo, si al espectador le dijeran que trata sobre el enfrentamiento de dos grandes autoridades en el estudio del Talmud, que pasan, y han pasado, buena parte de su vida en los claustros de la Universidad Hebraica de Jerusalem, bueno, probablemente el espectador la pase de largo. Pero ese es solo el ambiente, la excusa pintoresca y extrema que tiene la comedia para tratar algo más amplio, de interés general. Por empezar, nos presenta dos clases de especialistas. Uno, concentrado en sus cosas, encerrado en sus libros, harto minucioso, poco sociable, ajeno a la autopromoción y por tanto apenas conocido, y mucho menos reconocido, salvo por una vieja mención a pie de página en un libro importante. La mención tuvo su peso, pero él es como si no existiera. En cambio, el otro estudioso es sociable, comprador, y por tanto vendedor, incluso hábil autor de best sellers, muy conocido y muy querido por colegas y público. Hay mucha gente así, en diversos ámbitos, ya se sabe. Pues bien, el máximo premio que otorga el país va para uno de ellos. ¿Para cuál imagina el lector? ¿Y cómo reaccionará el otro? Primer detalle: esos dos estudiosos son padre e hijo, aunque no lo parezcan. También en esto hay gente así en diversos ámbitos. Segundo detalle: el anuncio del premio se hizo en forma equivocada. Como tienen igual apellido y ocupación, alguna ministra llamó al que no era para felicitarlo. ¿Pero cómo decirle ahora que hubo un error? Es una humillación para los dos estudiosos, para el comité que otorga el premio y para buena parte de la sociedad. Y es también un desafío para el verdadero ganador. ¿Tendrá la piedad y el cariño de un buen familiar, para acompañar al perdedor? ¿Y que decir de éste? ¿No han de aflorar rencores y amarguras? Tercer detalle: estos tipos son grandes estudiosos del Talmud, pero no parece que aplicaran sus buenas enseñanzas. Que lo digan en casa. Ya lo dirán, quizás, en otras partes. Como vemos, un asunto atractivo y sin dudas universal, que parece chico, restringido, pero le llega a todo el mundo. Y el autor sabe cómo hacerlo llegar. El guión es excelente, en su pintura de personajes, en sus diálogos, en sus giros y planteos, en la resolución, una joyita. Y los actores que hacen de padre e hijo, y el viejo cascarrabias que debería terciar en el conflicto, y las mujeres de estos insufribles, también son excelentes. Anotamos los nombres aunque den trabajo, porque valen la pena: Shlomo Bar Aba, el padre, Lior Ashkenazi, el hijo, Micah Lewesohn, el peligroso, Alisa Rosen y Alma Zak. Y el nombre del director: Joseph Cedar, neoyorquino residente en Israel desde los cinco años de edad, dos veces candidato al Oscar, simpática persona que estuvo acá la semana pasada, en la Feria del Libro y el Centro de Investigación Cinematográfica. Linda película.
Enemigos íntimos Eliezer y Uriel son rivales, eternos enemigos pero existe un lazo familiar que los une. Eliezer y Uriel son padre e hijo. El progenitor ha pasado toda su vida dedicado a la investigación y nuevos descubrimientos e interpretaciones del Talmud, mientras que el sucesor se sirve de esos logros para profundizarse en temas más concretos. El mayor es un ser ermitaño, gris opaco, de poco diálogo y malhumorado, en tanto su descendiente, disfruta del reconocimiento. Si hay algo que Eliezer y Uriel comparten es que durante toda la película no pueden relajar el entrecejo. La mirada está puesta en el personaje Eliezer. En ocasiones, vemos y oímos lo mismo que él. En reiteradas escenas utiliza, para poder concentrarse, unos auriculares-protectores para aislar el ruido (en una casa donde solo vive él con su esposa). Este metraje se llevó el premio, el año pasado en el Festival de Cannes, como Mejor Guión y fue candidata este año como película extranjera en los Oscar representando a Israel. Lo que propone el director Joseph Cedar es una disputa intelectual en clave de tragicomedia que roza el absurdo, intercalando con escenas a modo de entrevistas.
Una interesante tragicomedia que roza por momentos con el absurdo. La relación padre e hijo en un mundo académico. Este es el quinto largometraje del director estadounidense Joseph Cedar, nacido en Nueva York en 1978, ganador de un Oso de Plata en Berlín en 2007 por "Beaufort", y premiado por "Pie de página" ("Footnote) por la Academia de Cine de Israel. Recordemos que este film compitió por el Óscar a la mejor película extranjera en febrero del año pasado, pero resultó ganadora “La separación” por Irán de Asghar Farhadi.Esta historia que se estrenó este jueves narra la relación distante entre padre e hijo y sus causas. Gira en torno a los días de una sencilla familia de universitarios, dedicados al estudio del Talmud (síntesis de los escritos que recogen la tradición oral de la ley hebraica en complemento de la ley escrita, la Torah), aquí conocemos al padre Eliezer Shkolnik (Shlomo Bar-Aba) quien no recibió ningún reconocimiento público por su labor y que su mayor mérito fue señalar una nota a pie de página en un libro de referencia sobre el tema (asi surge el título del film) , ahora la estrella del momento de la investigación, simpático y excelente orador es su hijo Uriel Shkolnik (Lior Ashkenazi). A medida que se desarrolla la historia, vemos que Eliezer duerme en su oficina, mantiene una relación algo fría con su esposa Yehudit (Alisa Rosen) y cuando se enciende la televisión, él se pone los auriculares, es bastante monótono y rutinario va de la oficina a la biblioteca; en cambio su hijo Uriel disfruta de la docencia, y socializa muy bien con la gente. La rivalidad surge entre padre e hijo cuando el comité de premiación se equivoca y llama a la oficina de Eliezer para notificarle que ganó el Premio Israel pero en realidad, Uriel es el ganador; mientras este está tratando desesperadamente de convencer al comité a cambiar de opinión sobre el Premio Israel, Eliezer está haciendo una entrevista incómoda en la que critica a su hijo por sus estudios talmúdicos periféricos y superficiales. Es uno de esos productos cinematográficos que si te gusta el buen cine es imperdible, con un buen guión, con buenos giros y planteos narrativos, que pasa cuando están en juego los valores, si en algún punto puede existir la rivalidad entre padre e hijo, actuaciones destacadas, con muy buenas secuencias y un ritmo acorde, con toques de humor irónico y ácido, un buen montaje y una buena dirección de arte.
A la izquierda del padre Valga una aclaración inicial. El Talmud es un libro construido por las explicaciones e interpretaciones, a lo largo de los años, por los rabinos, en relación a las leyes judías. Hasta se podría decir que son las notas al margen, o al pie de pagina, del Tanaj, o sea La Biblia, considerando al Talmud la tradición oral, del cual hay por lo menos dos versiones escritas y aceptadas, El Talmud de Jerusalem y el Talmud de Babilonia. Realizada la reseña, digamos que el filme israelí “Hearat Shulayim” en idioma original, cuya traducción sería “Observaciones al margen”, pero desde lo cotidiano es una expresión coloquial más cercana “leer entre líneas”. La producción,”Footnote” según se la consigna con el título en idioma ingles, fue la representante israelí y candidata a los premios “Oscar” del 2012, plantea varias aristas de posibilidades de lectura hacia el espectador, tomarla como una comedia costumbrista implicada dentro de un conflicto filial, entre un hijo y un padre, o resultar toda una disquisición filosófica sobre la ética y la moral, centrada en dos estudiosos del Talmud, que paralelamente son padre e hijo. Esta dualidad de lectura, (tiene varias agregadas o paralelas) también esta instalada en su estructura. Comienza como una comedia, que por momentos se instala en una especie de parodia, por otros resulta cercana al grotesco (como ejemplo, la escena donde se plantea el conflicto principal en una pequeña sala dentro del claustro académico de la Universidad de Jerusalem), en otros trabajando la ironía para terminar como un drama humano cotidianamente familiar, que por instantes transita hacia esa definición en un clásico melodrama. La excelencia del guión reside, además de los inteligentes diálogos, en la imprevisibilidad de esos giros narrativos, como así en una estructura que se va modificando a medida que avanza el relato, primero en forma desordenada, con cortes temporales y espaciales, dando construcción y verosimilitud a sus personajes, para luego de ese quiebre del relato presentificado por el conflicto univoco de uno de sus personajes que invariablemente incluye al otro, transformarse en una narración de estructura clásica. Todo esto se va sustentando por la muy buena manufactura de los otros rubros, como el apropiado diseño del sonido, la articulación dramática de la música, y un trabajo de cámara que construye un sutil aprovechamiento de los espacios. Mención especial para destacar es la conformación de un compacto plantel de intérpretes sin fisuras, destacándose el reconocido comediante Shlomo Bar Aba, en el rol del padre Eliezer Skkolnik, y Lior Ashkenazi, como su hijo Uriel, secundados sólidamente por Micah Lewensohn (Profesor Grosman), el otro erudito del Talmud, colega, a la vez que contrincante, de Eliezer, junto a Aliza Rosen y Alma Zack, como esposas de ambos respectivamente. Es posiblemente un cine localista y personal, al mismo tiempo que universal, postraumático y con sentido reparador relativo a las relaciones humanas, sobre todo familiares, con sentimientos encontrados, ambivalente, pero taxativo en su discurso en relación a lo moral y lo ético. "Pie de página” encuadra un conflicto familiar en el elitista mundo erudito de Jerusalén. Hay asuntos, como la separación entre religión y Estado, o la identidad nacional o judía que aún no se han resuelto. Estas refutaciones, desde el esquema audiovisual, son inteligentemente planteadas pues en principio llama la atención, aunque podría encontrarse una explicación en la temporalidad vivida por ambos, pues los protagonistas, sea el padre quien se encuentra encuadrado en una corriente no creyente de un tema netamente religioso, y el hijo sea quien a la “derecha” (tomando la escritura hebrea) del padre tenga un manifiesto retorno a la observancia. Estos profundos estudios talmúdicos le otorgan fuerza dramática a la realización, donde el director Joseph Cedar instala un análisis de como el orgullo y la vanidad intelectual enfrentan al padre con el hijo. Eliezer y Uriel Shkolnik no gozan de profundidad espiritual para englobar los pormenores íntimos que los enfrentan en su despiadado conflicto de representaciones, uno olvidado por su entorno, el otro en plena lucha por el reconocimiento de sus pares y de la sociedad Parecen estar en las antípodas el uno del otro. Pero uno de ellos, por motivos externos, se enfrenta a una encrucijada moral, cuanto pesa el amor, cuanto el honor, cuanto el deseo. Cuál sería la decisión correcta enfrentando ante una injusticia. De cualquier forma el acceso al texto fílmico esta garantizada por su excelencia, ya sea como un conflicto padre-hijo o en su versión de lectura con tintes filosóficos.
Publicada en la edición digital de la revista.
Una tragedia con elementos cómicos Joseph Cedar nació en 1968 en Nueva York, pero a los seis años se radicó con su familia en Israel. Estudió Historia y Arte Dramático en la Universidad Hebrea de Jerusalén y cine en la Universidad de Nueva York. Dirigió cuatro largometrajes, todos en Israel: Time of favour (2001), Campfire (2004), Beaufort (2007) y Pie de página (2001). Tres de ellos fueron nominados por la Academia de Hollywood como mejor película extranjera, y la última ganó el premio al mejor guión en el Festival de Cannes de 2011. Pie de página es una fábula moral sobre la conflictiva relación entre un padre y su hijo, y por extensión, sobre la rivalidad entre intelectuales y profesores universitarios que se dedican al estudio del Talmud. Aunque Cedar sostiene que son los conflictos generacionales los que mueven el mundo. El padre se llama Eliezer Shkolnik, y es un filólogo que dedicó su vida a estudiar las distintas versiones del Talmud. No usa el Kipá, es hosco, incorruptible, muy crítico y poco sociable por razones que se exponen en el cine. Sus pesquisas le permitieron deducir la existencia de una versión del Talmud hasta entonces desconocida, pero justo cuando estaba por publicar su descubrimiento, su colega Yehuda Grossman le gana de mano y se lleva los laureles, lo que generó una insalvable enemistad entre ambos. El hijo se llama Uriel, es profesor universitario en la misma especialidad, pero más sociable, generoso y exitoso (ha publicado varios libros), pero también menos riguroso. El padre lo califica de "folklorista". El relato se inicia cuando Uriel recibe el premio de la Academia de Ciencias de Israel. Durante veinte años consecutivos Eliezer fue candidateado para el Premio Israel, el más prestigioso del país, que el gobierno entrega todos los años en el aniversario de la Independencia, a los investigadores más destacados en diversas disciplinas. Cuando finalmente lo llaman para informarle que el Ministerio de Educación acaba de concederle el premio de marras, Eliezer siente que le han hecho justicia. Pero el conflicto dramático se introduce en la trama cuando Uriel, el hijo, se entera que en realidad el beneficiado con el premio es él, y debe decidir entre la verdad, el respeto a su padre y el propio ego, un dilema que le acarrea nuevos y espinosos problemas. Cedar explicó que el origen de la historia fue una experiencia similar, aunque inversa, que él vivió hace algunos años. La película coquetea con la comedia, pero no termina de asumir el género. Cedar expresó en Buenos Aires, en ocasión de presentarla en el marco del BAFICI, que su propuesta es "una tragedia con elementos cómicos. El conflicto queda desgarrado al final, y eso es trágico". Pie de página incluye dos grandes interpretaciones a cargo de Lior Ashkenazi (Uriel) y Shlomo Bar-Aba (Eliezer), un actor dedicado al teatro que hacía veinte años no aparecía en cine.
El reconocimiento de los otros La cuarta película de Joseph Cedar, Pie de página, a diferencia de su filme anterior, Beaufort, y una gran cantidad de películas israelíes, no gira en torno a dilemas bélicos. Este drama familiar de un padre y un hijo, dos estudiosos del Talmud y la tradición teológica judía en general, es en el fondo un drama institucional y una crítica humorística y amarga sobre las falsedades que sostienen todo edificio social y simbólico. Narrativamente veloz y estéticamente profusa, Pie de página presenta a sus personajes con suma eficacia mientras contextualiza la muda rivalidad y el desencuentro filial en el funcionamiento de la vida académica en Jerusalén. Eliezer Shkolnik ha estudiado toda su vida el Talmud. Su carrera está signada por dos acontecimientos: a punto de hacer un descubrimiento filológico capital, un colega le quitó la gloria al encontrar la prueba de la hipótesis de Shkolink. El azar y el oportunismo le robaron la gloria, y la compensación fue recibir un elogio y un agradecimiento en una nota al pie de página en la obra de un célebre (y admirado) colega. Ese minúsculo gesto sostiene en parte el orgullo del profesor. Uriel Shkolnik, también estudioso del Talmud, resultó ser un escritor prolífico y exitoso, y Eliezer desconfía profundamente del reconocimiento social que su único hijo ha conseguido. Cedar elige un nudo narrativo devastador: la academia premia al talentoso Uriel, pero por error de un funcionario se le comunica a Eliezer que el ganador del premio a la trayectoria académica es él. El apellido es el mismo, la actividad también. Tras una suerte de ostracismo académico permanente, después de décadas de trabajo arduo, Eliezer vive el premio como un reconocimiento merecido, aunque su expresividad al respecto es prácticamente imperceptible. Pero la confusión administrativa es insostenible, y es el hijo quien tendrá que enmendar el error y contarle la verdad a su padre, o encontrar un modo de sostener la mentira, aun cuando eso ponga un límite a su progreso académico, pues la verdad podría tener consecuencias irreparables. Confrontación múltiple: de padre e hijo, entre la verdad y la mentira, entre la institución familiar y la universitaria, elementos en tensión con los que Cedar sugiere la importancia de los otros en la confirmación de quiénes somos, aun cuando ese reconocimiento no esté exento de cinismo y concesiones espurias, algo que un filólogo jamás estaría dispuesto a aceptar. La verdad podrá liberar, pero a menudo duele demasiado.