Extraño juego de tres La ambigüedad es la superficie por la que transita esta historia atravesada por la dependencia y la culpa que genera tanto la enfermedad como el trauma arrastrado desde la más temprana infancia. Y se hace carne en la evocación de la inocencia y de los juegos como el del título, donde la consigna es clara: vencer al otro y obligarlo a hacer algo. Obligar o quebrar voluntades no es otra cosa que un juego de poder y si a ese dinamismo se le suma una cuota de perversión, la locura y el horror humano llaman a la puerta. Llegar desde afuera implica entonces sumergirse en el encierro de la mente y desde el encierro en las diferentes estrategias para escapar sin perder la cordura o la vida. Porque del juego inocente al juego de la vida y la muerte no hay resquicio posible ni refugio en este universo perturbado de la adaptación cinematográfica de una obra teatral de la dramaturga Macarena García Lenzi, quien se acopla a Martín Blousson en la dirección compartida de Piedra, papel y tijera. Si hay algo que un relato de estas características debe sostener a rajatabla es el suspenso y desde ese suspenso mover los resortes de elementos genéricos que amalgaman ideas, y además ponen en relieve la puesta en escena. Para ello, el desplazamiento en el espacio es vital no tanto para los personajes, tres únicamente durante todo el film, sino para la cámara. Deambular en el encierro parece una consigna desafiante pero lo es aún más quedar atrapado entre habitaciones, pasillos y con una escalera umbral. Es la escalera el elemento simbólico de ascenso y descenso. Al llegar Magdalena desde España a esa casa abandonada, prácticamente asciende en su calidad de intrusa a una realidad enfermiza, comienza a ser testigo y luego protagonista de una verdadera pesadilla, dominada por la dependencia física y mental. El escenario se lo brindan sus medio hermanos, María José y Jesús. Más allá de la alusión directa a nombres relacionados con lo religioso, lo religioso -valga la redundancia- define todo un pasado de ellos, el cual nunca se termina por revelar, así como la ausencia de padre y madre, componentes vitales de una familia tradicional y que ya han muerto. Sin embargo, y con la idea de no spoilear en este espacio de crítica, podemos decir que la propuesta cinematográfica también propone un juego ambivalente al espectador, quien desde su rol de pasividad irá descubriendo las reglas, cambiantes como esa dinámica perversa que convive con los tres hermanos y que dispone el cambio de roles entre dependientes y abusadores.
Un juego macabro entre hermanos. Una propiedad que inspira los más oscuros instintos y que los realizadores logran, con potencia y solvencia, crear el espacio propicio para desnudar situaciones extremas en torno al dinero y los vínculos.
Versión cinematográfica de una inquietante obra teatral ( Sangre de mi sangre, estrenada en 2013), este film independiente de terror psicológico trabaja sobre la tenebrosa deriva de un vínculo familiar, cargando el clima de tensiones, amenazas y angustia pero sin renunciar al humor, que aparece en efectivas grageas para teñir de absurdo una historia de por sí extravagante. Dos hermanos (Jesús y María José, una dupla de notoria impronta religiosa) que viven encerrados en la casa de sus padres, ya fallecidos, reciben la visita de una media hermana que se convertirá muy pronto en la víctima impotente de sus juegos macabros. El eficaz trabajo de puesta en escena y la aparición de una serie de referencias explícitas a El mago de Oz, clásico indiscutible del cine caracterizado por su poder perturbador, acentúan el tono lúgubre y asfixiante de una película que también se beneficia con la solidez de su económico elenco. Tanto Agustina Cerviño y Valeria Giorcelli, quienes contaban con la ventaja de haber pasado por la experiencia de la versión teatral, como Pablo Sigal, capaz de construir desde cero un personaje oscuro, ambiguo, dominado fatalmente por la pulsión de muerte, supieron cómo plegarse al juego malsano de Piedra, papel y tijera, alejado de cualquier atisbo de inocencia.
Todo queda en familia. Crítica a “Piedra, papel y tijera” de Martín Blousson y Macarena García LenziI Dos hermanos, Jesús (Pablo Sigal) y María José (Valeria Giorcelli) viven cómodos en la casa heredada de su difunto padre . Todo cambia cuando aparece su tercera hermana, Magdalena (Agustina Cerviño) quien vuelve desde España en búsqueda de la parte que le corresponde de la propiedad, algo que a María José y a Jesús no les agrada mucho. Por Julián Esteban De Santo. La película comienza su curso en un tono muy teatral. Los personajes se transforman en el eje del film, con actuaciones brillantes de los tres y en roles escalofriantes, enfrentados por intereses personales y fantasmas del pasado. A pesar del grado de locura que poseen, siempre logran mostrar una porción de humanismo y empatia. La casa también se torna un ingrediente fundamental para la cinta, ya que es la única locación del film, reforzando así el tinte teatral que presenta la película. Una casa completamente tétrica y oscura, que acompaña el semblante de los tres hermanos. Todo acompañado de una brillante dirección de Macarena García Lenzi y Martín Blousson, que saben muy bien qué mostrar (y qué no) para generar la atención y el desconcierto del espectador. “Piedra papel y tijera” es una gratísima sorpresa para el cine argentino, donde cuadra absolutamente todo y nunca nos deja en claro quién es piedra , quién papel y quién tijera. Puntaje: 80/100. http:/https://www.youtube.com/watch?v=3chTl0omTCQ/
Dos hermanos viven en una casa ochentosa, derruida, de esas repletas de objetos anacrónicos y marchitos, de botellas con vidrio esmerilado, con colores pastel y amarronados. Su padre, un hombre muy enfermo y con tendencias suicidas, fallece y la tercera hermana (en este caso, hermanastra) vuelve de España para llevar a cabo toda la burocracia. ¿Qué podría salir mal? Piedra, papel y tijera es una co-dirección, y ambxs directores estrenan título como tales. Macarena García Lenzi es dramaturga y directora de teatro. Dirigió Tripas Corazón, Sangre de mi sangre y Mis cosas preferidas. Esta es su primera película como directora, siendo una adaptación de su obra Sangre de mi sangre. Martín Blousson, por su parte, es montajista y guionista. Escribió La Memoria del Muerto (Valentín J. Diment) y participó de los guiones de Hermanos de Sangre (Daniel de la Vega) y El Eslabón Podrido (Valentín J. Diment), entre otros. Tuvo a cargo el montaje de La Memoria del Muerto, Necrofobia (Daniel de la Vega), La Valija de Benavídez (Laura Casabé) y la multipremiada El Eslabón Podrido, también de Diment, entre otras. Antes de encarar esta primera co-dirección en ficción dirigió el documental El Sentido Derby, estrenado en el BAFICI 2016. La producción es del gran Valentín J. Diment, que además de El Eslabón Podrido dirigió dos documentales muy fuertes como Parapolicial negro, apuntes para una prehistoria de la AAA y La Feliz: Continuidades de la violencia. Estamos frente a conocedores del género y sus diferentes facetas. La dinámica es clara: el juego del gato y el ratón (en este caso, cobayo) se inicia cuando Magdalena (Agustina Cerviño) sufre un “accidente” y queda postrada en la cama de la casa de sus hermanastros, la misma que alojó a su padre cuando éste estaba moribundo. María José (Valeria Giorcelli) y Jesús (Pablo Sigal) comenzarán a mostrar la hilacha y a generar alianzas y traiciones alrededor del nuevo integrante. Claro, los nombres son una clara alusión bíblica, pero no se detiene allí… la película del Mago de Oz, aquella de 1939 también tiene un juego metatextual, con la guerra entre las dos brujas: la del Este y el Oeste. E incluso… un momento musical. La casa, los colores y el arte engalanan un duelo actoral muy interesante, convirtiéndose en un protagonista más a través de una paleta que se va modificando a medida que las alianzas hacen lo propio, y a través de diversos elementos vintage que tendrán una repercusión importante en el relato. Esa calma que genera la casa (que es imposible que no nos recuerde a nuestrxs abuelxs) va jugando de contrapunto a la tensión entre los personajes, llegando a dar ganas de gritar “¡SALI DE AHÍ MARAVILLA!” a grito pelado en la sala. Con buenas actuaciones, un aprovechamiento del poco presupuesto en estas producciones a través del arte y las paletas cromáticas, una tensión que recuerda a Misery, ¿Qué pasó con Baby Jane? y El bebé de Rosemary, y bastante humor negro, Piedra, papel y tijera termina siendo una muy buena opción para meternos de lleno en ese terror que no te hace dar saltos a través de jump scares, pero que una vez que termina te das cuenta lo tenso que estaban cada uno de los músculos agarrados a la silla. Y necesitamos un spin-off del cobayo, claro está.
La rutina de Jesús y María José, que no es más que mirar la televisión y no tener contacto con el mundo exterior, se ve interrumpida con la llegada de Magdalena, su media hermana por parte del padre. Instalada en España, regresa solamente para tramitar la sucesión y quedarse con la parte de la casa que corresponde, sin tener en cuenta que sus hermanos, quienes en efecto aún viven en ese lugar, podrían no estar de acuerdo. El clima introductorio del reencuentro, que se refuerza con encuadres simétricos, una paleta de colores entre sepia y marrón cuidada hasta el máximo detalle y movimientos de cámara armónicos en extremo, se ve interrumpido con una acción concreta. Cuando se están despidiendo, bajo la promesa de tasar la propiedad al día siguiente, Magdalena cae por las escaleras, en una secuencia que dilata gracias al montaje el tiempo de caída. Pero, ¿cae o la empujaron? Este punto de quiebre da lugar a la más absoluta de las incertidumbres, eje sobre el cual se estructurará toda la trama. Magdalena queda postrada, al cuidado de los dueños de casa, y se juega de modo sutil al principio hasta hacerlo evidente más adelante, las intenciones de éstos. ¿Realmente quieren que se recupere? Si bien Jesús y María José actúan en conjunto, el movimiento de a dos se torna complicado. Ambos van cambiando sus intenciones inmediatas sin previo aviso y sin motivo o se pelean entre ellos, generando un patrón de comportamiento errático. Y eso, entre otras cosas, es lo que sume a “Piedra, papel y tijera” en lo más siniestro: Magdalena está postrada, incomunicada, y expuesta a la voluntad de dos personas en las que no puede confiar de ninguna manera. Emparentada con un gran corpus de películas que inmovilizan al protagonista y lo dejan expuesto a peligros más o menos concretos, la propuesta logra poner al espectador en el lugar de la lisiada (al mejor estilo de La ventana indiscreta, por citar un ejemplo) y generar un juego especular donde ella no puede moverse, y uno tampoco, porque queda absolutamente atrapado por la trama. El espectador sólo puede ver, sin interferir en el destino de los personajes…y en este caso ellos tampoco parecen tener posibilidad de elección sobre el propio. Otro tópico fundamental es el de la casa, el hogar, el lugar de pertenencia. En lo que a arte y vestuario respecta, Jesús y María José aparecen emparentados con el entorno de inmediato, como si fueran parte de la decoración. Magdalena aparece como un elemento sutilmente extraño, pero de a poco se va también mimetizando, a medida que su propia cordura se va quebrando y se acerca al nivel de desequilibrio de los otros dos. Esta locura no se manifiesta con excesos corporales sino todo lo contrario, con lo que logra meterse de lleno en lo perverso. Las actuaciones de Valeria Giorcelli y Pablo Sigal, que por momentos rozan lo autómata, y la degradación del personaje interpretado por Agustina Cerviño son por demás destacables. Pregunta inevitable: ¿Cuán bien de la cabeza pueden estar dos personas obsesionadas con El mago de Oz? La elección de la película que miran e imitan Jesus y María José a lo largo de la trama tampoco es azarosa. Uno al principio (o al menos quien suscribe) toma la hipótesis de que las dos brujas enfrentadas esconden algún tipo de simbolismo o vaticinio, y piensa que la trama irá en ese sentido. Pero no: Macarena Garcia Lenzi y Martin Blousson, sus directores, nos engañan varias veces. El tópico del clásico de Hollywood que tiene mayor preponderancia es otro. Pero eso descúbranlo ustedes, yo ya les conté mucho. Y por si no quedó claro, porque la reseña no puede construir incertidumbre como lo hace la peli con maestría: véanla.
Un ambiente claustrofóbico y una casa en disputa, habitada por dos hermanos que han perdido a su padre. La llegada de una media hermana que desea la venta de la propiedad y la partición de la herencia establece bastante rápido un clima extraño, luego terrible, donde el horror y el humor negro mantienen su interés del principio al fin. Ellos son elementos tan distintos como el que propone el juego del título. Un film de género logrado y efectivo escrito por Macarena García Lenzi con la colaboración de Martín Blousson y dirigida por los dos, que tiene un trío de formidables actores: Valeria Giorgelli, Agustina Cerviño y Pablo Sigal. Ellos, con un vestuario muy logrado, apoyado en el maquillaje, la fotografía y las tomas que subrayan el clima opresivo, se transforman con toques siniestros en el juego de víctimas y victimarios, la cordura y la locura, con un final inevitable. El suspenso, con elementos retorcidos, el clima decadente, con las filmaciones caseras que realiza uno de ellos de climas surrealistas y absurdos, el film de género se redondea inquietante y sorpresivo en cada giro.
“Cada casa es un mundo”, dice una frase. Es cierto. Y muchas veces, un mundo tenebroso, perturbador. Si no, pregúntenle a los personajes que habitan la morada donde transcurre Piedra, papel y tijera. Magdalena (Agustina Cerviño) llega desde España al departamento que perteneció a su padre, fallecido poco tiempo atrás, y que ahora es habitado por sus medios hermanos: Jesús (Pablo Sigal) y María José (Valeria Giorcelli). Pero los intentos por tramitar lo que le corresponde por la vivienda enseguida se evaporan cuando cae por las escaleras. Con las piernas en pésimo estado, queda postrada en una habitación, al cuidado de Jesús y María José. En realidad, ninguno de los dos pretende cuidarla demasiado, y Magdalena comienza a ser torturada psicológicamente. Deberá ingeniárselas para escapar de juegos cada vez más oscuros. Este thriller psicológico remite a dos películas concretas: ¿Qué pasó con Baby Jane?, de Robert Aldrich, y Misery, dirigida por Rob Reiner, basada en la novela de Stephen King. Sin embargo, los directores Macarena García Lenzi y Martín Blousson evitan las referencias fáciles y hacen su propio camino. De hecho, está basada en la obra Sangre de mi sangre, de García Lenzi. Hay citas explícitas a El mago de Oz, pero para enriquecer aspectos de una trama que se va poniendo tensa, incómoda. Por su enfoque anticonvencional -incluso siniestro- de los lazos familiares, conecta con films en los que Blousson había participado como guionista, como La memoria del muerto y El eslabón podrido, de Valentín Javier Diment (también productor de Piedra, papel y tijera) y Hermanos de sangre, de Daniel de la Vega. Como en el largometraje de Aldrich y el de Reiner, el peso recae más que nunca en el guión y en las actuaciones. Y no sólo no falla en esos rubros, sino que allí alcanza todo su potencial. El trío protagónico se luce en cada escena, al punto de que los hermanos que componen Giorcelli y Sigal ya forman parte de los desequilibrados mentales más emblemáticos del cine argentino. También son muy destacables los trabajos de arte, fotografía y sonido, que contribuyen a sumergir al espectador en un microcosmos de encierro insoportable. Piedra, papel y tijera nos recuerda que a veces nuestra propia familia puede ser nuestra peor amenaza, y que con pocos actores, pocos escenarios, pero buenas ideas bien ejecutadas se puede hacer una estupenda película.
"Piedra, papel y tijera": la perversión y sus juegos de salón En la primera escena de Piedra, papel y tijera dos hermanos miran en la televisión El mago de Oz, la reverenciada versión cinematográfica del clásico cuento infantil dirigida por Victor Fleming, película que el correr de las décadas transformó en objeto de las más diversas adoraciones: las literales, las irónicas, las queer, las extravagantes y conspiranoides. Hay algo ligeramente extraño en Jesús y María José (¡vaya nombres!), una suerte de simbiosis endogámica alterada por el sonido del timbre de casa, perturbación que llegará a niveles insospechados. Quien viajó desde España, luego de un largo período de ausencia, es su medio hermana Magdalena (otro nombrecito). La razón no es otra que el reciente deceso del padre, luego de una larga enfermedad que lo mantuvo postrado y al cuidado exclusivo de María José. Todas las pistas de lo que está por ocurrir se alinean en ese punto de partida y el relato no escapará jamás de los confines de ese departamento, lleno de muebles vintage y secretos de un pasado remoto. Sangre de mi sangre, la obra de Macarena García Lenzi estrenada hace seis años, recibe aquí una adaptación cinematográfica de la mano de su autora y codirección de Martín Blousson(uno de los guionistas de El eslabón podrido de Valentín J. Diment). Piedra, papel y tijera toma la excusa dramática, los tres personajes y la única locación de la pieza, además del tono de humor negro, y le inyecta algunas dosis de suspenso que –podría afirmarse– el medio cinematográfico se encarga de demandar a partir de procedimientos que le son propios. De esa manera, la memoria del espectador se encontrará buscando referencias más o menos directas o indirectas de títulos canónicos del encierro y la tortura psicológica y física como ¿Qué pasó con Baby Jane? o Misery, aunque el tono elegido esté más cerca del grotesco tradicional que del horror psi. Desde luego, el destino legal de la casa familiar será el detonante del conflicto que no tardará en arreciar y la víctima será ese personaje que ha llegado para romper el equilibrio interior. ¿O acaso se trata de una victimaria? Valeria Giorcelli y Agustina Cerviño repiten los personajes interpretados en vivo, al tiempo que Pablo Sigal se incorpora como el tercer peón del tablero, como ese cineasta amateur decidido a realizar una remake pop de la historia de Dorothy. En cada plano de la película son notorios los esfuerzos de García Lenzi para que su ópera prima no pueda ser tildada velozmente de teatro filmado: los planos –sus encuadres y extensiones– y el uso de situaciones paralelas y elipsis constantes evitan esa posibilidad. Pero hay algo esencialmente límite, gritón, en las formas actorales que no terminan de sentarle bien a la historia, una constante materialización de excesos que la repetición de ideas y motivos no hace más que exacerbar. La perversión y sus juegos de salón –las piedras, papeles y tijeras del título– pierden así una parte de la efectividad que pudieran tener sobre las tablas.
Adaptación de una obra teatral, "Piedra, papel y tijera", de Marín Blousson, y Macarena García Lenzi; narra una tensa relación entre tres hermanos y un único ambiente que funciona como otro personaje más. En sus pinceladas de humor negro y lo intenso del relato, encuentra sus mejores formas. Adaptar una obra de teatro al cine puede ser una de las funciones más problemáticas para un realizador. Ambas artes presentan atmósferas diferentes, y lo que puede funcionar de maravillas en las tablas, puede relucir demasiado esquemático en una pantalla. El recurso que suele utilizarse es airear lo más posible los cuadros, introducir rellenos en exteriores, o trasladar algunas escenas a otro ambiente para hacer que el asunto no resulte tan cerrado y estático como en una sala teatral. "Piedra, papel y tijera" elige un camino diferente. No, no hay exteriores, ni quiera hay marcadas ventanas hacia el afuera. Tampoco se sale de lo que es la casa que funciona como único escenario con varios ambientes, algo que en teatro también se puede hacer. La ópera prima de Martín Blousson y Macarena García Lenzi opta por utilizar un recurso puramente cinematográfico, el montaje, la creación de un clima que más allá de su tensión permanente nunca se siente pesado. Es un film movedizo, pese a no presentar cambios notorios entre sus decorados, y no más de tres personajes. De hecho, hace de ese encierro y agobio una cuestión propia del ambiente cinemático. Estrenada en 2013 en el circuito off, Sangre de mi sangre, contaba con la dramaturgia y dirección de la propia García Lenzi. Para su traslado al cine, se reunió con Martín Blousson, bicho de cine, que viene de trabajar en edición y como guionista en muchos de los proyectos más notorios del pujante cine de género local. Súmenle, la producción de un hombre de pura cepa del cine de género como Valentín Javier Diment, que no pareciera ser un dato aleatorio en "Piedra, papel y tijera". Entre los tres se propusieron llevar a la gran pantalla esta más que inteligente historia, y el resultado es sorpresivo. María José (Valeria Giorcelli), y Jesús (Pablo Sigal, que remplaza al gran Matias Marmorato de la puesta teatral) son dos hermanos que viven en la casa familiar, y mantienen una relación de mutuo y enfermizo acompañamiento. Ambos acaban de sufrir la reciente muerte de su padre, al que hace rato se encargaban de cuidar luego de quedar postrado. Pareciera que nada puede perturbar su aniñada armonía; hasta que suena el timbre y es “La Negra” Guadalupe (Agustina Cerviño), la hermanastra mayor por parte de padre, que salió hace rato de esa casa, y regresa con el único fin de organizar los papeles de la sucesión. En el medio hay una casa. Jesús y María (como ahora quiere que la llamen, aunque nombrar a José no la sacaría de la santísima trinidad) se encargaron de todo cuando Guadalupe se fue, o la fueron; y no verán con buenos ojos, que ella ahora quiera reclamar su parte. A ella no le importa, está decidida a hacer todo lo más rápido posible y continuar con su vida lejos de ahí. Pero algo ocurre, y la relación entre los tres se intensificará. Es imposible que al ver "Piedra, papel y tijera", no pensemos en "Misery". Sin embargo, las similitudes quedan en la temática o la mecánica, y el film de Blousson y García Lenzi realiza su propio camino. Al ser adaptación de teatro, es lógico que el mayor atractivo recaiga en un texto contundente y de alto voltaje. La tensión va creciendo, los vínculos se van enrareciendo, todos muestran sus hilachas, y la situación se torna extremadamente intensa; no sólo desde los físico, también desde lo emocional. "Piedra, papel y tijera" presenta relaciones endogámicas, personajes que (mal) expresan su soledad, y desarrollan su patetismo hasta grados impensados. Van más allá del cliché, y más allá de la obvia parodia y hasta grotesco, crean un verosímil atendible. Hay mucha sublectura y doble sentido en las decisiones y gustos de las criaturas, y hay una gran atención al detalle. Desde la fascinación de María José con "El mago de Oz"(que Jesús acompaña), también su oportunismo religioso; la homosexualidad latente de Jesús y ese deseo de filmar que lo lleva a andar con una camarita, y las imitaciones con tonadas extranjeras; las repentinas muestras que montan; los confusos recuerdos del pasado; las intenciones no tan caras de Guadalupe; los secretos que guardan. Todo se tornará mucho más turbio de lo esperado. Blousson y García Lenzi manejan el impacto y la sorpresa aunque algunos hechos y escenas puedan adivinarse y verse llegar en algún momento. Gracias al uso del montaje y la edición, el corte abrupto de clima, que pasa sin dificultad e intermitentemente entre el humor absurdo y el suspenso, hacen que una escena fuerte choque gratamente por el hecho de estar precedida de un momento ameno e inesperado. La fluidez del elenco es otro gran aporte. La dirección de actores es firme para que nada se salga de control, y entre los tres hay armonía y entendimiento. Algo muy aceitado, propio del acostumbramiento, pese a que Sigal sea nuevo en el elenco, la química en el trío es perfecta. Los tres actores logran grandes composiciones, no solo se apoderan del texto, lo llenan de gestos y poses, y crean un tándem ideal para que todo funcione de maravillas. Piedra, papel, y tijera moviliza y genera un risa incómoda; es salvaje e inquietante. En todo momento el film no se detiene, y siempre mantiene expectante al espectador sobre lo que puede suceder. Realizada con mucha solvencia y talento, "Piedra, papel y tijera", es una pequeña gran sorpresa de la cartelera, un film atípico de género, y un excelente primer paso para dos realizadores que ojalá aún tengan mucho más para entregar. Es de esas propuestas que se recomiendan sin dudar.
Esto no es Kansas Encerrados en una casa que parece congelada en el tiempo hace varias décadas, dos hermanos ignoran el timbre hasta que ya no lo soportan. Con gestos infantiles, deciden con un Piedra, Papel y Tijera quién dejará de ver El Mago de Oz en la televisión para abrir la puerta a la inesperada visita de su medio hermana. El regreso al país de Magdalena (Agustina Cerviño) no es casual. Por más que María José (Valeria Giorcelli) y Jesús (Pablo Sigal) se muestren sorprendidos, era esperable que reapareciera tras recibir la noticia de la muerte de su padre. No es que tuviera un vínculo real con él ni sus hermanos después de que fuera enviada a vivir lejos siendo poco más que una niña, pero hay una herencia para repartir y no va a dejar pasar su parte. Más allá del extraño comportamiento que muestran sus hermanos, todo parece que marcha bien y que llegarán a un acuerdo cordial para resolver el problema; pero cuando se dispone a abandonar la casa, un accidente deja a Magdalena postrada y al cuidado forzado de una familia que poco a poco va mostrando que su excentricidad superficial esconde debajo algo mucho más siniestro. Ese pie no es de Cenicienta Las adaptaciones de obras teatrales muchas veces no aciertan del todo en el cambio de código, lo que produce películas estáticas y acartonadas sostenidas por largos discursos que podrán funcionar en el escenario pero no en la pantalla. Con solo tres personajes encerrados en una única locación, ese era un riesgo tangible para esta película, pero el trabajo en conjunto de la autora original con su codirector evidentemente fue exitoso en el traspaso. El resultado es una narración que utiliza tanto la imagen como el discurso de los personajes para ir construyendo progresivamente la tensión, manteniendo el misterio sobre lo que realmente está sucediendo en la mente de los tres protagonistas. Con un medido uso del absurdo y el humor negro, el foco de Piedra, Papel y Tijera no deja de ser el suspenso. Este va mutando en terror a medida que se vuelven reales las amenazas aparentes y se van confirmando algunas de las sospechas de Magdalena. Ella, al igual que el público, no tiene toda la información y necesita imaginarse las piezas que faltan en un rompecabezas donde cada agregado parece deformar lo que ya parecía armado. Desde el lado de lo teatral, Piedra, Papel y Tijera descansa sobre un guion muy sólido que no subestima sobre explicando y que balancea parejo el protagonismo de sus personajes, dejando espacio para lucirse a la aceitada interpretación de sus tres protagónicos, tanto por separado como en conjunto. Gracias a ese ajustado trabajo no es evidente desde un primer momento quién es quién en esa mecánica familiar, ni quién actúa con maldad, inocencia o directamente con locura en ella. Pero no hay engaños, la información está a la vista aunque incompleta o solapada, esperando a que un nuevo dato invierta o ratifique lo insinuado para que todo cobre sentido. Lo que hace de Piedra, Papel y Tijera más que una simple adaptación teatral, es que sin alarde de grandes recursos, desde la caracterización de los personajes a la ambientación de esa casa degradada o el armado de los planos, todo en la película cuenta algo que aporta al conjunto y parece cuidadosamente planeado; si algo es accidental o improvisado es tan orgánico que se disimula dentro de esa estructura sólida donde todo tiene un lugar para llenar. Tan cuidada construcción multifacética y colectiva -que debería ser regla en el cine- merece ser destacada, principalmente cuando producciones más grandes y lideradas por realizadores de más experiencia suelen no poder o no querer aplicarla.
Los directores Macarena García Lenzi y Martín Blousson llegan a los cines con una historia basada en la obra “Sangre de mi sangre”(2013) que atrapa de principio a fin. Dos hermanos, Jesús (Pablo Sigal) y María José (Valeria Giorcelli) viven juntos en la casona familiar después de la muerte de su padre. No hacen demasiado, más que mirar televisión y cuidar de un cobayo. María José está obsesionada con Dorothy, la heroína de “El Mago de Oz”, tanto que se hizo un vestuario idéntico y su hermano la filma como el personaje, con la promesa de hacer una película con ella como protagonista. Esa es su vida en su encierro simbiótico: poco y nada. Hasta que un día su media hermana, Magdalena Agustina Cerviño), actriz que partió hace años a España y forjó una carrera allí, llega a poner en orden los papeles de la casa y la sucesión de su padre, muerto en circunstancias poco claras. Magdalena es recibida con excesivo cariño y con insistencia le piden que se quede. Ella no se muestra muy convencida, pero acepta por una noche con la condición de irse a un hotel al día siguiente. Pero, sus hermanos tienen planes siniestros para la recién llegada. Algo dramático sucede y ésto hará que se produzca una dinámica de gato y ratón, abusadores y abusada. El guión presenta giros permanentes e inesperados. Los tres, únicos y excelentes protagonistas del film juegan los distintos roles: bondad, crueldad y recuerdos del pasado, todo irá aflorando. La película tiene el suspenso/terror psicológico suficiente para tenernos expectantes durante toda su duración. La claustrofobia y asfixia que se vive en la desvencijada casa, cuarta protagonista de la historia, traspasa la pantalla. Agustina Cerviño y Valeria Giorcelli, ya contaban con la experiencia de haber hecho la obra, aunque ésta es una experiencia diferente. Pablo Sigal construyó un personaje que descoloca al espectador, y cada uno juega su juego de manera precisa, haciendo que cada minuto sea escalofriante e intenso. Un film que sorprende, con muy buena fotografía, que mantiene una tensión permanente. Mucho más que cualquier película extranjera que se presenta dentro del género terror y no mueve ni un pelo. https://www.youtube.com/watch?v=3chTl0omTCQ ACTORES: Valeria Giorcelli, Agustina Cerviño, Pablo Sigal. GENERO: Thriller . DIRECCION: Macarena García Lenzi, Martin Blousson. ORIGEN: Argentina. DURACION: 83 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 07 de Noviembre de 2019 FORMATOS: 2D.
Piedra, papel y tijera: No hay lugar como el hogar. Piedra, papel y tijera (2019) es la primera película de Martín Blousson y Macarena García Lenzi, producida por Javier Diment (director y productor de La memoria del muerto, El propietario, Parapolicial Negro y El eslabón podrido). Bajo este paraguas de títulos y con la trayectoria de Blousson dentro del cine de género nacional como guionista y editor, no se puede esperar menos que una potente nueva apuesta por el terror y el suspenso en nuestro país. Desde el inicio, desde la primera escena en la que alguien toca insistentemente el timbre de la enorme casa en la que María José (Valeria Giorcelli) y Jesús (Pablo Sigal), dos hermanos ermitaños, viven hace años casi camuflándose perfectamente con los muebles del lugar; desde ese preciso instante en que alguien interrumpe la paz, desde ese momento sabemos que algo anda mal. Algo late en esa casa grandísima de mármol con olor a antiguo (esa es la sensación que tenemos como espectadores) y esculturas religiosas casi por doquier como si fuera un gran santuario. Lo que late es un extraño vínculo entre hermanos y un hecho traumático para ambos: la muerte de su padre. La única conexión con el mundo exterior es la llegada de una medio hermana de María José y Jesús. Es Magdalena (curioso nombre junto a los otros dos), acaba de llegar de España luego de muchos años de ausencia, y es quien, luego de esta muerte, viene a querer quedarse con su porción de la torta. Hay muchos elementos físicos y metafóricos dentro de la película. Los físicos se pueden apreciar bien gracias a un meritorio trabajo de arte y puesta en escena. Y los metafóricos ya parten del título del film: el triángulo de la piedra, el papel y la tijera se vuelve cada vez más atractivo narrativamente hablando. Los tres hermanos son los representantes de un ambiente enrarecido constante, de una tensión que se acrecienta con el correr de los minutos y de aquel nostálgico suspenso e incertidumbre de Misery (1990) o de ¿Qué pasó con Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?,1962), pero sobre todas las cosas, son los protagonistas de un juego de roles y de poder. Blousson y García Lenzi van construyendo (basándose en la obra teatral Sangre de mi sangre, de la propia Macarena) esta historia de personajes rotos emocionalmente, que no pueden dejar de vivir de recuerdos y que se prestan a juegos perversos. Pero lo más interesante de la película no es sólo su planteo atípico y por demás original dentro del espectro del cine nacional, sino también su imprevisibilidad. Jamás podemos adivinar lo que va a venir. Los directores, así, juegan también con nosotros como espectadores, y nos sumergen en la misma claustrofobia de sus protagonistas. Blousson conoce a la perfección el género por haber trabajado junto a los más representativos directores de cine de terror del país, por lo que tiene clarísimo ese registro. El elenco es magnético y se destaca Valeria Giorcelli, quien construye el personaje más complejo de la película. Le aporta versatilidad a una trama que necesita moverse todo el tiempo para mantener el dinamismo y así convertirse en un gran exponente de género dentro del amplio espectro de estrenos en cartel. Perversa, retorcida, hipnótica. Así se nos presenta Piedra, papel y tijera (2019) para sacarnos un poco del cine «de siempre», de los pochoclos, de la tibieza y de la comodidad.
Se estrenó Piedra, papel y tijera, un asfixiante thriller psicológico basado en la obra de teatro de García Lenzi. Con mínimos recursos y apenas tres intérpretes los directores construyen un relato tenso e imprevisible. Una casa, un hámster y tres intérpretes es lo único que necesitan García Lenzi y Blousson para transponer la obra escrita y adaptada por la primera. Todo arranca la noche que llega Magdalena, la media hermana de María José y Jesús, a la casa paterna. Justamente, el patriarca de la familia acaba de fallecer luego de intentar suicidarse, y la hermana bastarda regresa desde España para reclamar su parte de la sucesión. La tarea no es nada fácil. María y Jesús tienen un relación claustrofóbica. Ella no sale nunca a la calle y se la pasa todo el día mirando El mago de Oz, soñando en convertirse en Dorothy. Jesús, en cambio, es más cínico, pero pronto exhibirá un perfil más siniestro y voyeurista. García Lenzi y Blousson se apoyan íntegramente en su notable elenco conformado por Valeria Giorcelli, Pablo Sigal y Agustina Cerviño para construir un thriller psicológico que no oculta su origen teatral, pero al mismo tiempo aprovecha con ingenio las diversas herramientas cinematográficas para diseñar secuencias oníricas y lisérgicas que van intercalándose con esa realidad enferma que plantean los autores. La violencia entre los tres hermanos se va incrementando a medida de que avanzan los minutos hasta llegar a giros narrativos imprevisibles. Una iluminación casi barroca contrasta con el comportamiento entre infantil y morboso de los protagonistas que deciden torturar a la media hermana recién llegada. Con herramientas simples, efectos especiales sencillos y efectivos (por momentos reemplazados ingeniosamente por flashbacks simbólicos), los realizadores narran lo justo para dejar en claro de dónde nace el rencor de la relación entre hermanos. Apelando a miradas, íconos religiosos y metáforas tergiversadas de la película de 1939 con Judy Garland, García Lenzi y Blousson deconstruyen el costumbrismo y lo transforman en un universo marginalizado del resto del mundo. La tensión increscendo deriva en un desenlace magistral con influencias del cine noir. Pero el género que mejor la define es el horror gótico, casi psicológico, con referencias a la Hammer, Robert Aldrich y Stephen King. Las interpretaciones de Giorcelli y Sigal al borde del grotesco contrastan con la notable austeridad de Cerviño. El mejor momento es cuando ambas actrices tienen un magistral duelo interpretativo. El conflicto pasa principalmente por hasta qué punto una puede llegar a manipular a la otra, cuánto la otra puede entrar en el juego y hasta dónde va a llegar el mismo. Porque al igual que en el universal y atemporal juego de manos infantil, las batallas entre los jugadores se van a suceder hasta que uno diga basta y se dé por vencido. El meticuloso diseño de escenografía y fotografía permite que la casona sea la cuarta protagonista del film, que cobre vida y se vaya devorando, no sólo a los personajes, sino al mundo entero: el fantasma de un padre que tuvo demasiado poder sobre sus hijos y después sucumbió ante ellos está presente. Ninguna familia está exenta de ellos, y los misterios que rodean a los tres hermanos van a ser también la catapulta para su ruina. Apelando al minimalismo, el fuera de campo y, especialmente, a una inteligente puesta y dirección de actores, Piedra, papel y tijera es un ingenioso thriller que no oculta sus limitaciones presupuestarias y las aprovecha para generar tensión y potenciar el poder de los tres intérpretes, que entre el absurdo, la manipulación y el fanatismo crean, junto a los realizadores, un ambiente lúgubre, y un relato atrapante y emocionalmente efectivo.
Con producción de Valentín J. Diment y Vanesa Pagani, y basada en la obra teatral “Sangre de mi sangre”, de Macarena García Lenzi, quien es la codirectora y coguionista de la película, junto a Martín Blousson, “Piedra, papel, y tijera” es una película oscura, con una violencia latente que va in crescendo a medida que el relato avanza. Los vínculos familiares, la relación entre hermanos de una familia ensamblada allá lejos y hace tiempo, que vuelven a reencontrarse luego de la muerte del non sancto patriarca. El guion de García Lenzi y Blousson graba a fuego la historia fuerte y violenta de la que hablamos; es necesario destacar el muy buen maquillaje y eltrabajo de FX a cargo de Constanza Pugliese y Simón Ratziel. También el gran cuidado y empeño del Director de Arte Fabián Harsany, tanto como el vestuario de Laura Ohman y María José Paulucci, brindando una composición excelente a la imagen y cerrando la construcción de los personajes desde su apariencia poco (o nada) inocente. En cuanto al elenco, Valeria Giorcelli y Agustina Cerviño repiten los papeles que interpretaron en la obra original, y a la película se sumó luego Pablo Sigal como la tercera pata del tridente protagónico. “Piedra, papel, y tijera” es un drama fuerte, que toma los detalles interpretativos que pueden verse en un espacio de representación teatral, resignificando los mismos al lenguaje audiovisual y construyendo nuevamente el universo en que los tres hermanos retoman la fantasía infantil aún a regañadientes; porque es lo único que han visto en su crianza y formación claramente carente de una guía “normal”. La alegoría del hogar como espacio de encuentro, y yendo un poco más lejos en mi apreciación personal, creo que es una pintura de una sociedad, un país, con rasgos frenéticos y enfermizos que simulan una naturalidad y claridad en el comportamiento, expresando teórica preocupación los unos por los otros, pero capaces de mantener sus intereses a salvo aún a costa del engaño, la aplicación de violencia física, y emocional. Una producción que hace honor a los más grandes exponentes del thriller local, con un ritmo controlado, adecuado a las necesidades de la historia y el descontrol (casi siempre) medido de los personajes. Una excelente producción nacional que merece gran éxito en cartel.
Jesús y María José son hermanos. Viven juntos en la casa que perteneció a su padre, recién fallecido, previamente postrado mucho tiempo después de un intento de suicidio. Su rutina es interrumpida por la llegada desde España de Magdalena, su medio hermana por parte del padre. Luego de varios años sin verse ella viene en busca de la parte que le corresponde legalmente por la propiedad. Pero ellos no quieren vender la casa y para lograr su objetivo se servirán de una cantidad de juegos perversos donde Magdalena quedará atrapada dentro de las oscuras redes de los hermanos. Con una claustrofobia digna de Roman Polanski, los realizadores Macarena García Lenzi y Martín Blousson arman un relato inusual, bien alejado de los códigos naturalistas del cine argentino. El trío protagónico entiende el tono y lo respeta, lo mismo para todos los aspectos del film, música, sonido, dirección de arte y vestuario. El relato avanza de forma firme, sin que su excentricidad se convierta en un relato pretencioso. Si suena Polanksi en varias escenas, también hay ecos de Robert Aldrich, grandes nombres para explicar qué clase de película es. El delirante subtexto de El mago de Oz, con esa recreación casera del clásico de Hollywood, le da un poco de perverso humor extra, para completar un cuadro original y divertido, una búsqueda que no siempre es impecable, pero que respira aires distintos en la cinematografía nacional.