LOS PEQUEÑOS VAMPIROS SUPERAN AL GRAN AMO Basado en el cómic homónimo coreano, esta adaptación es una correcta propuesta visual, con una estética muy estilizada y perfecta, pero con una historia que entra en lugares comunes del género, en los golpes típicos del terror, en algunos chistes y argumentos innecesarios, y en la exagerada aparición de un final muy abierto. En un mundo paralelo, los hombres han sido, por años, invadidos por vampiros. Ahora, la sociedad se encuentra casi prisionera por sus actos, dirigida por la religión y por la paranoia por los hechos pasados. Un sacerdote, luego de la captura de su sobrina, va a revelarsele al sistema y a tratar de impedir una nueva guerra. La primera característica visual que aparece y que introduce un estilo que ejemplifica y a la vez simplifica lo que a posterior se va a desarrollar, es la incorporación de la animación, la cual empieza en la escena siguiente al momento inicial de la cinta. Estos pocos minutos, respetando los dibujos del cómic, son aprovechados para mostrar la parte más cruda y violenta de la historia. Lo que aquí se ve luego no está representado en el live action, los brutales asesinatos y las grandes cantidades de manchas de sangre, si bien no faltan en las escenas finales, no tienen el protagonismo ni el atractivo visual que aquí se desarrolla. Una prolija y muy bien lograda escena, que introduce la historia con rapidez, procurando que el espectador pueda sumergirse lo más velozmente posible en la época y el espacio presentado. Luego de ésto, la cinta comienza a desarrollar los diferentes conflictos que acechan la vida del protagonista, y es allí donde van apareciendo los problemas. Primero que nada, el personaje encanado por Paul Bettany, dejando de lado que se asemeja a muchos de los que él interpretó en otras producciones, carece de matices emocionales. No hay sentimientos encontrados, no se transmiten con fluidez las situaciones que quieren introducir el romance (que nunca se concreta) con uno de los personajes femeninos, y esa lucha que él presenta contra el sistema para salvar a su familia no se siente profunda ni justificada. El trabajo de Bettany es correcto, en especial en las escenas de acción, pero totalmente deslucido en los pocos momentos dramáticos de la película. Por otro lado, el villano carece de fuerza, de temor y de identidad. Son pocas las escenas en las que él aparece, por lo que son escasos los intentos iniciales por introducir su personalidad e incrementarla para expresar el temor o la incertidumbre que los personajes principales siempre dicen tener. Están mucho mejor logradas cada una de las criaturas individuales que van poniendo a prueba las habilidades de los vengadores, son rápidas, aparecen repentinamente en escena y presentan una actitud al matar que impone miedo. Muy acertado el diseño físico y los efectos de sonido de cada una de ellas. La historia tiene algunos golpes sonoros imprevisibles que harán saltar al espectador, no por lo que se ve, sino por el repentino grito de algún personaje o vampiro; tiene una conclusión que deja una puerta muy abierta para una segunda parte, lo cual decepciona, ya que nunca se ve esa tal amenaza invisible de la que tanto los roles hablan; y desarrolla unos muy buenos efectos especiales que son lo mejor que esta propuesta le brinda al espectador (las escenas en el tren están llenas de acción y conjugan una correcta homogeneidad entre los aspectos visuales y el veloz ritmo narrativo). "Priest" es una cinta que aprovecha por momentos el 3D para jugar con las profundidades y acercarle a los rostros del público algunos objetos o personas (cuentas del rosario y las dagas voladoras), que tiene un planteo visual muy estilizado y correcto, pero con una historia que no concluye, que no emociona ni presenta actuaciones que se luzcan. Una regular propuesta, con buenas escenas de acción, pero que entra en muchos de los lugares comunes del género, en especial los momentos de terror, y que no saca provecho de todas las armas que se ponen en la mesa. UNA ESCENA A DESTACAR: tren.
Esta película no tiene nada espectacular ni nada nuevo, pero ofrece una buena mezcla de géneros y una excelente secuencia final en un tren que creo que te van a dejar bastante satisfecho si estás buscando entretenimiento pochoclero. Los efectos especiales no son para caerse de la butaca pero tienen lo suyo. En el prólogo...
Estamos en un mundo post apocalíptico pero no per sé, ya que no hubo un cataclismo que lo haya provocado. Sino que el escenario es resultado de una guerra entre humanos y vampiros que lleva cientos de años y que terminó consumiendo, vaya uno a saber como, las entrañas mismas de la Tierra. La humanidad finalmente ganó, o al menos eso parece, la batalla con un grupo de guerreros de elite entrenados por la Iglesia bautizados como los Sacerdotes. Estos muchachos luego que finalizó la trifulca entre especies pasaron a ser veteranos de guerra, y como suele pasar ocuparon el lugar que pudieron dentro de una sociedad –dominada y vigilada por el Clero- que les teme y respeta. El mejor de ellos, Priest (Paul Bettany), aún tiene pesadillas por sus recuerdos en una misión donde perdió a varios de sus compañeros y duda de la versión oficial respecto que los chupasangre estén bajo control. Cuando le llegan noticias del secuestro de su sobrina a manos de los vampiros cuadrúpedos ciegos, más dentro del formato de una criatura salvaje en lugar de los clásicos vampiros-humanos, el Sacerdote se revela, excomulgación mediante, y va a buscarla acompañado del sheriff Hicks (Cam Gigandet). Basada en un popular manga coreano del cual solo toma el nombre, el contexto western y el concepto de curas como punta de lanza de una fuerza de choque –que esté situado en el futuro o los vampiros es un agregado-, Priest tiene no pocos errores y aún trato de buscarle algún acierto. Para empezar, la trama va tan rápido como las motocicletas steampunk que manejan los personajes. No hay desarrollo, motivaciones y Dios no lo permita diálogos que otorguen medianamente profundidad a los personajes. A ver, ya sé que estamos hablando de una película del estilo piña-patada-cuchillo, pero se toma a los personajes con una seriedad que está fuera del registro. Más que tomar elementos de la obra original, Priest esta notablemente influenciada por el clásico western de John Ford Más Corazón que Odio (The Searchers, EE.UU, 1956). Podríamos seguir por las escenas de acción. Para ser una del género de repartija de tortas (o de estacas más precisamente), se toma su tiempo para llegar hasta ellas. Normalmente una película de acción suele tener tres secuencias, incluyendo la del climax, donde hay acción decente. Priest no llega ni a cumplir esa cuota. El mayor error es el haber desaprovechado una idea con muchas aristas posibles y los baches en el guión: la de la Iglesia omnipresente -pero que está subrayada con marcador fluorescente- y la explicación de porqué son tan especiales los Sacerdotes que fueron reclutados por la Iglesia para que formen parte de su escuadrón respectivamente son algunos ejemplos. El director Scott Charles, que repite a Bettany como el protagonista que está más para las poses al igual que en Legión de Ángeles (Legion, EE.UU, 2009), es un hombre con mucha experiencia en los efectos especiales pero con poca experiencia -esta es su segunda película- detrás de cámara. La versión que se proyecta en 3D, es del infame estilo “convertido” en la post-producción. La misma especie de 3D que terminó sufriendo Furia de Titanes (Clash of the Titans, EEUU, 2010). Inútil, que agrega poco y nada de profundidad. Los escenarios en que se desarrolla la acción, principalmente desérticos y de noche tampoco ayudan como para dar más sensación de insertarse dentro de este mundo post-apocalíptico con estética retro futurista con aires de steampunk. Priest es recomendable para los fanáticos del género, pero será rápidamente olvidada por los mismos.
Sacerdotes Cool Basada en el comic del dibujante Hyung Min-woo, Priest: El vengador (Priest, 2011) es una entretenida vuelta de tuerca sobre las ya habituales franquicias de cazadores de vampiros. Aquí son sacerdotes los cazadores –los priest del título original- que además andan en moto por el desierto, mientras que los vampiros, seres despreciables que se transportan en tren. Mensaje cristiano pero con onda. Paul Bettany interpreta con gran solvencia al cura cazavampiros marginado de la sociedad por el clero de turno. Monseñor Orelas (Christopher Plumier) expulsa de la ciudad al guerrero por violar la Ley “desobecer a la iglesia es desobedecer a Dios” y éste parte hacia el rescate de una adolescente secuestrada por vampiros. Para ello cruza el desierto junto al sheriff (Cam Gigandet) y a otra sacerdotisa guerrera (Maggie Q). La estructura de Priest: El vengador es la de un film de acción. Un objetivo simple, rescatar a la adolescente, un oponente importante (la iglesia) y el mal materializado en un ejército de vampiros. Toda la teología religiosa viene a darle sabor a una historia en la cual la estética visual es lo más destacado. La recreación de un mundo con códigos propios -con una interesante iconografía católica visualizada en edificios, monumentos y confesionarios góticos- impone un escenario sombrío a la historia. La iluminación aporta mucho a diseñar estos faustosos decorados futuristas. Por contraste, el desierto amplio y desolado, es el lugar de la luz, donde las leyes y códigos del mundo no existen. La estética aquí planteada se asemeja más al western. Priest: El vengador tiene todos los condimentos necesarios para desplegar una nueva franquicia de vampiros: un protagonista rudo, de pocas palabras pero con ganas de salvar al mundo, unos alucinantes escenarios, un villano con filosofía, y el universo cristiano de contexto. Es divertido ver a los sacerdotes rezar antes de descuartizar vampiros, o abrir La Biblia para sacar las filosas armas que se esconden dentro de ella. Estéticamente los sacerdotes son personajes con mucha onda, portando un estilo dark -borsegos negros, campera de cuero, etc.- y una cruz tatuada en la frente, a bordo de sus motocicletas. Pero lejos de dar un mensaje religioso, el fin último de la película es entretener y ser un éxito de taquilla. Y sin rezarle a nadie para conseguirlo.
Humanos vs. Vampíros, round quince mil. En el futuro, la sociedad será dominada por la iglesia luego de una batalla que enfrentara a los humanos y a los vampíros por última vez. En esa guerra, los Sacerdotes (Priests, en inglés) fueron claves para la victoria humana. Entrenados intensamente, estos guerreros con la cara tatuada se convirtieron en el arma secreta que necesitabamos para borrar del mapa a los chupasangres. A partír de allí, las criaturas sobrevivientes fueron encerradas en algo similar a un campo de concentración, mientras que el hombre se refugió detrás de los muros en una ciudad completamente dominada por el clero a un estilo muy Orwelliano. Y, para colmo de males, los Sacerdotes se convirtieron en parias, ya que la iglesia determinó que no los necesitaba más. Ahora, evitados en la calle, condenados a los trabajos más humillantes, estos guerreros viven en la oscuridad… casi como los vampíros. Uno de estos Sacerdotes (Paul Bettany) no solo vive apartado, sino que se encuentra en un estado de depresión permanente. Aún sueña con su amigo Sacerdote (Karl Urban) que murió por su culpa en una misión casi suicida dentro de una colmena de vampíros. Pero este hombre no murió, sino que se convirtió en el lider de una revuelta de criaturas que buscan volver a dominar el planeta. Y, para empezar, secuestran a Lucy, la sobrina del Sacerdote (Lily Collins), lo cual lo obliga a romper el juramento de no volver a tomar las armas. Ahora, él y el Sheriff del pueblo de Lucy (Cam Gigandet), que tiene un interés romántico en la chica, deberán enfrentarse a estos seres para rescatar a la chica sana y salva. Pero eso no es todo, no señor, ya que como el Sacerdote rompió las reglas de la iglesia, el Cardenal enviará a más sacerdotes para detenerlos. Entre ellos está una mortal Sacerdotisa (Maggie Q) que, en lugar de combatirlo, se alineará a su misión, conformando un trío listo para pelear con cuanto chupasangres se les cruce. Priest: El Vengador (Priest, 2011) no es una mala película. Con eso quiero decir, claro, que tampoco es buena, y eso se debe a que, por ejemplo, los personajes nunca terminan de conquistar al espectador. Entre la apatía de los Sacerdotes, pasando por la intrascendencia del sheriff… lo único que nos queda es el villano. Y si, el villano no está mal, Urban es lo más interesante de la película, pero no por eso es un personaje que va a quedar en la historia. En lo argumental, Priest intenta dominar muchos géneros, lo cual hace que no termine de definirse por ninguno. Intenta asustar, pero se torna predecible; intenta ser una película de acción, pero las escenas de combate son bastante malas; intenta ser una película pos apocalíptica, y tal vez por ahí vaya más el camino que deberían haber tomado, porque esta distopía de la Iglesia como jefe de estado nos da una linda metáfora de cómo hubiera sido el mundo si El Renacimiento no se vencía. Y si nos invadían hordas de vampíros, claro. Para resumir: Priest no aburre. Apenas dura poco menos de una hora y media y está bien utilizada. Si bien los efectos especiales y las peleas no están bien realizadas, en general la película no deja un mal sabor de boca. Pero, la verdad, tampoco bueno. Esta entrega planea ser la primera de una nueva saga en el cine. Hay que ver si los números la ayudan y si, en el caso de que haya una próxima, se la juegan un poco más con esos detalles que dejaron olvidados en esta carta de presentación.
Entre cruces y colmillos La raza que nunca se extingue, al menos para el cine, es la de los vampiros. Criaturas que han desafiado la eternidad y que reaparecen en este film que combina terror, western y ciencia-ficción. Un cura guerrero (Paul Bettany, el actor de Firewall y El turista) desobedece a la Iglesia y se une a un joven sheriff (Cam Gigandet) y a una enigmática sacerdotisa (Maggie Q) para encontrar a una peligrosa banda de vampiros que secuestró a su sobrina y está liderada por el temido Black Hat (Karl Urban). Ambientado en un futuro post-apocalíptico, el relato mezcla géneros (dibujos animados al comienzo) y estilos, y está impulsado por un personaje con poderes que se mueve entre la violencia, las dudas y la redención. Calles polvorientas, desiertos atravesados por motos veloces, un eterno juego entre la luz y oscuridad; y un diseño visual que parece salido de Blade Runner, conforman este ágil film que acecha con sus sedientas "criaturas de la noche". Las secuencias de las luchas entre los "jinetes del Apocalipsis" y los vampiros (con cruces convertidas en armas letales), y la del tren (ideada como una suerte de "tren fantasma") están muy bien resueltas.
El brazo armado de la Iglesia Nuevamente llega a cartelera un film inspirado en una novela gráfica. Cuando las ideas en Hollywood escasean y hay que seguir alimentando la máquina vamos en busca de los comics y rescatamos alguno para llevarlo a la pantalla grande. Lo cual, (como siempre digo), a prior ino es ni bueno ni malo. Simplemente es. "Priest" está dentro de las propuestas más oscuras del género, no tanto como "The preacher" (de Garth Ennis y Steve Dillon) - para los que no lo conocen, enorme éxito de ventas para DC entre 1996 y 2001- pero con menos delirio conceptual y más violencia física. La original "????" " (nacida en Corea), escrita por Hyung Min-Woo, es el punto de partida sobre el que gira esta adaptación, pero (desgracidamente) no tiene el brillo de la novela gráfica ni aborda los tópicos con la furia que lo hace la versión papel: me atrevo a decir que los lectores de la historieta tardarán en encontrar esas relaciones inmediatas que se generan en estos casos. De todas maneras, esto no es definitivo: si tenemos una versión potable que no respeta el original y se adapta mejor al lenguaje cinematográfico ¡mucho mejor! Aquí, me queda la sensación de que faltaron horas de vuelo por parte de los guionistas. Tenían un material atrayente pero algo pasó que se quedaron a mitad de camino y lo que "Priest" prometía desde sus avances y teasers, se terminó desvaneciendo y "Priest" termina siendo otro film gris, soportable pero del montón... Ejemplo que no aporta mucho a un género que necesita urgente buenos exponentes. Me da que pensar la elección del director, la cual me parece, poco feliz. Quienes vimos "Legión" esperabamos (supongo) otro profesional de la industria... Scott Stewart (el hombre detrás de las cámaras en ámbos trabajos) me había parecido de perfil demasiado convencional para el tipo de trabajo que se requiere en este tipo de películas . Quiero decir, en su estilo no siento esa inquietud de desafiar al espectador con su trabajo, sino más bien de llevarlo por senderos conocidos y aplicar el oficio bien aprendido... Stewart, para quienes no lo saben, fue supervisor de efectos visuales de films muy importantes (por ejemplo, Die Hard 4, Night at the Museum y The Host, entre muchas otras) y siempre hizo lo suyo con solvencia. Ahora, cuando le tocó cargarse la producción sobre sus hombros, siempre demostró que le falta algo. Ese plus que transforma a un prolijo y chato realizador de un director innovador. Fibra. Ese atributo no se si se adquiere con el tiempo o uno lo lleva dentro, pero para contar el tipo de historias que el está contando (Legión y Priest, específicamente), es necesario de manera extrema. Pero vamos a lo nuestro... "Priest" es una historia ambientada en un futuro apocalíptico. Los vampiros se declaran en guerra contra la humanidad y nada parece oponerse a su fuerza, excepto la Iglesia. Claro, no es la Iglesia que uno se imagina... Mas que agua bendita y símbolos religiosos, para combatir esta plaga, los eclesiásticos no sólo deben tener una convicción ciega en Dios, sino también ser expertas máquinas de matar capaces de combatir fuego con más fuego. Estos "sacerdotes (priests)", son letales, dominan las artes marciales y el manejo de armas de fuego y se vuelven centrales en la lucha contra los vampiros. La historia (que nos es contada en forma de historieta en el único guiño interesante que tiene la película) termina con los enemigos de la fe viviendo en "reservas", y domesticados, por decirlo de alguna manera. La institución, al igual que en la Edad Media , ostenta el poder de conducción y tiene a la población viviendo en comunidades cerradas separadas por grandes distancias. Al parecer, las criaturas sedientas de sangre no representan amenaza para la supervivencia humana. Aparentemente... Hasta que cierto día, las fuerzas de la oscuridad consiguen un líder y van reorganizándose para volver al combate. Nosotros acompañaremos la suerte de uno de ellos, el sin-nombre-Paul-Bettany, párroco de armas tomar. Este religioso (??) siente que los vampiros están preparando algo y sus intuiciones se confirman cuando Hicks (Cam Gigandet), un sheriff de las comarcas externas, le confirma que ellos han vuelto. En un raid atacaron la casa de su hermano y se llevaron a su sobrina Lucy (Lili Collins), por lo que rápidamente nuestro "Priest" tomará su rosario y sus mortales gadgets para traer de nuevo a la joven a lugar seguro, cueste lo que cueste. La Iglesia formal, encabezada por Monseñor Orelas (Christopher Plummer), se niega a reconocer que existe tal amenaza y ordena excomulgación a quien lo diga de manera que la lucha será solitaria y dura, en ámbitos desolados y tenebrosos. La película contiene muchas referencias a films como Blade, Mad Max, Underworld, Constantine... De todos toma alguna idea o figura y la recrea en un singular pastiche. Pero lo que siento es que la cuestión de fondo es preguntarse ¿Cuánto debemos tomarnos en serio el universo que plantea el director?... La Iglesia, ¿bastardea a quienes la desobedecen? Está regida por un Pontífice que sólo escucha lo que quiere escuchar? "Desafiarla, es desafiar a Dios"? El espíritu del comic era plantear una severa crítica a la Institución, conectándola con lo peor de su pasado, aquel momento de gloria donde dominaban el mundo conocido, la triste Edad Media... Por ende, en muchos diálogos, la fina ironía está presente. No es que haya que rasgarse las vestiduras y enojarse, pero lo cierto es que "Priest", conserva esa línea que la historieta traía y recrea algunos de sus fundamentos, lo cual puede molestar a espectadores sutiles... No deja de ser una nota de color, porque lo que importa es definir si vale la pena pasar por boletería y abonar el precio de la entrada. Me inclino a pensarla como un producto decididamente menor. No me aburrió verla, creo que hay pocas escenas de acción - pobres coreografías-, diálogos muy artificiosos y una fotografía demasiado previsible (oscura!). Sin embargo, la animación digital es correcta, Paul Bettany es muy creíble en los momentos en los que actúa (no termino de verlo como a un héroe de acción) y Maggie Q, (sacerdotisa que lo secunda), tiene buena química con él. En un par de escenas juntos muestran que de haber sido mejor dirigidos, quizás el film podría ser otra cosa. Para ponerlo en su justa dimensión, está por debajo de lo esperado aunque si sos fanático de la ciencia ficción, quizás pueda merecer una oportunidad.
Cuando el agua bendita no alcanza Cura del futuro Ataca vampiros, para salvar a su sobrina. Priest apela a una combinación que, hoy, parece exitosa en términos de cine comercial: acción, terror, 3D. En un mundo tal vez no postapocalíptico, pero sí postvampirístico , en el que un grupo de curas (priests, en inglés) pelearon una guerra desigual contra los chupasangres y los confinaron en “reservas”, la llama vuelve a encenderse. Uno de los clérigos se ha convertido en vampiro y desea atacar la ciudad Catedral, aquélla amurallada donde los emblemas se repiten: Fe, trabajo, seguridad, y la gente camina cabizbaja. Es que en la afueras, el hermano, la cuñada y la sobrina del próximo héroe son atacados por estos seres nocturnales, llevándose a Lucy (una neurona por ahí: podrían habérselas ingeniado un poco más y no poner el nombre del personaje de Drácula ), por lo que el tío Paul Bettany sale al desierto a rescatarla. No irá solo. En otra moto (con nitrógeno) irá Hicks (Cam Gigandet), el novio de la chica, quien sabe que el Priest, si se entera que la sobrina fue infectada, la pasa a mejor (peor) vida. Y allí van, rumbo a lo (des)conocido, porque Priest apelará a cada clisé del género, el de los vampiros, y también al del western. Otra neurona por allá: la metáfora de los indios/vampiros confinados en las reservas, de obvia, le resta interés. El director Scott Charles Stewart, quien ya había dirigido a Bettany como otro personaje angelical en Legión de ángeles , se basa en un cómic coreano, mete mucho acero, humo y polvo en esta simbiosis de filme de Far West con terror. Y el cóctel, que incluye monstruosidades saltando al primer plano por lo del 3D mostrando sus pocos dientes afilados, no puede decirse que esté bien servido. Inclusive el final parece cosido a los apurones (¿el corte original habrá sido más extenso que los 87 minutos que dura éste?). De no ser por la presencia de Paul Bettany, que ya fue religioso en El Código Da Vinci (era el asesino albino), y Maggie Q (la estrella de Nikita , ver contratapa), Priest caería más pronto que tarde en el olvido. Ella encorsetada en un traje negro, es la sobreviviente de aquel grupo de masacravampiros que ha caído, vaya uno a saber por qué tenebrosa razón, en la oscuridad de la denigración. Christopher Plummer es Monseñor Orelas, el capo de tutti li capi en la escala de la Iglesia y, como casi siempre aparece sentado, no tiene que disimular que se aburre.
Pastiche en 3D Por lo visto, lo de Scott Stewart, director de Priest, es la fábula fantástica-maniquea de superacción religiosa. O algo así. En la anterior Legión de ángeles, los destinos del mundo dependían de la eterna batalla entre las fuerzas del Cielo y las de Satán, librada a puro músculo. Ahora se trata del combate entre sacerdotes-cazadores de vampiros y colmilludos. Todo eso rellenado, en ambos casos, por un ruido y una furia de otro mundo. De un mundo llamado Hollywood, división efectos digitales. Basada en una novela gráfica (¿todas las semanas se estrena una película basada en una novela gráfica?) y presentada en copias 35 mm y 3D (¿todas las semanas se estrena una en 3D?), Priest es un pastiche. Lo cual no es una denigración, sino la simple descripción de un procedimiento creativo, que puede dar resultados buenísimos o malísimos. El núcleo narrativo de Priest, ubicada en una época indeterminada y en un universo plenamente ficcional, viene en línea directa –mutatis mutandi– de Más corazón que odio, western culminante de John Ford. Como allí, el enemigo (comanches o vampiros, según el caso) ataca una casa de frontera y asesina a sus ocupantes, con la única excepción de una chica a la que convierte en cautiva. Su tío, veterano de guerra (el cowboy John Wayne allí, el sacerdote Paul Be-ttany aquí), va tras ella, no se sabe bien si para rescatarla o –el hombre no tolera que la chica se haya mezclado con el otro, el distinto– asesinarla. Pero ése es sólo el núcleo. A su alrededor, los otros elementos del pastiche: un “malo” con una capa negra, como de spa-ghetti western, una megaciudad futurista como la de Blade Runner, un régimen teocrático, una casta de monseñores que repiten slogans desde pantallas gigantes (liderados por Christopher Plummer), ninjas esporádicos, un actor malísimo (Cam Gigandet, se llama), un predicador alucinado (Brad Dourif, acierto de casting), una belleza hawaiana (Maggie Q), supermotos que, como las de Mad Max, corren a todo pedal por el desierto y vampiros digitales, cenicientos y rugientes, pero tan poco aterradores como los de Inframundo. Un inframundo es, se diría, el de estas películas sobreproducidas y sobredigitalizadas, llenas de artículos disímiles que nadie se ocupa de procesar y organizar, que parecen dirigidas por nadie y actuadas por nadie, para nadie. Sin embargo, siempre alguien va a verlas, seguramente porque algo hay que ir a ver y esto es lo que hay.
No es tan mala como afirmaban las críticas norteamericanas. La verdad que se estrenaron cosas peores. Paul Bettany sigue cebado con la idea de ser un héroe de acción y no para de interpretar a este tipo de personajes. Luego que terminó la filmación de Legión, se reunió otra vez con el director Scott Stewart para trabajar en Priest, una adaptación bastante libre del cómic coreano homónimo de Hyung Min-woo. Este film presenta una historia que combina el spaghetti western con el terror y la ciencia ficción. Es notable como después de tantos años, las películas de Mad Max, especialmente la segunda parte, siguen siendo una influencia importante para este tipo de producciones. Priest no es una propuesta donde uno va encontrar un gran contenido argumental o gran desarrollo de los personajes, ya que en los 87 minutos de duración, que se pasan volando, el enfoque del director se concentró básicamente en la acción. Ahora bien, tampoco todo es un completo desastre. Hay cosas que estuvieron muy bien hechas como el trabajo de fotografía y diseño de producción que ofrece un planteamiento visual que remite a filmes como Dark City. Por otra parte está muy bien lograda la secuencia de animación con la que se presenta la trama y las escenas de acción. Lo que le juega en contra a Priest es que el guión es bastante trillado y la temática ya viene muy desgastada por películas anteriores como la saga Underworld, El libro de Eli y Daybreakers, vampiros del día, que lidiaban con conflictos similares. En materia de 3 D no se puede esperar demasiado ya que Priest fue filmada en 2 D y luego la convirtieron en tres dimensiones, como Furia de titanes, una elección que ya quedó demostrado es la peor manera de utilizar este formato. El film deja la puerta abierta para una secuela que dependerá de cómo le vaya en la recaudación internacional, ya que en Estados Unidos resultó un fiasco.
El clérigo renegado Siguiendo la línea de la reciente Daybreakers: Vampiros del Día (Daybreakers, 2009), llega la segunda realización del especialista en efectos digitales devenido director Scott Stewart: a rasgos generales podemos afirmar que Priest: El Vengador (2011) funciona como una “versión mejorada” de Legión de Ángeles (Legion, 2009), un film con espíritu clase B que comenzaba prometiendo para pronto diluirse en un vendaval de secuencias predecibles y diálogos huecos. En esta oportunidad tenemos la adaptación hollywoodense del comic coreano homónimo de Hyung Min-woo, una mixtura de ciencia ficción y terror. La historia está ambientada en un mundo paralelo en el que la Iglesia Católica controla la existencia de los seres humanos, hoy todos aglutinados en mega ciudades amuralladas, luego de luchar durante siglos y finalmente vencer a los vampiros, criaturas nocturnas no muy populares que han sido obligadas a vivir en “reservaciones”. El susodicho éxito se debió a la intervención de los “sacerdotes” del título, unos guerreros símil samuráis entrenados por el clero con vistas a masacrar a los chupasangres: pasado ya el tiempo del combate, nuestro héroe se encuentra marginado por las autoridades y la misma sociedad. El entorno apocalíptico está condimentado con la iconografía del western clásico y un generoso número de escenas de acción: así es como la estructura narrativa reproduce al pie de la letra el devenir de Más Corazón que Odio (The Searchers, 1956), la obra maestra de John Ford, y el receptor de tanta incomprensión parece un clon karateca del personaje de Sylvester Stallone en la inefable Rambo (First Blood, 1982). Cuando el señor descubre que los antagonistas de turno han secuestrado a su sobrina, decide ir a su rescate en un camino que lo llevará a contradecir las órdenes de sus superiores y a enfrentar muchísimos peligros. Vale señalar que pese a la poca originalidad del guión de Cory Goodman, el desarrollo por lo menos evita las cursilerías de Legión de Ángeles y entrega una aventura árida bastante eficaz. Más allá de las bienvenidas participaciones de Christopher Plummer, Brad Dourif y Karl Urban, es Paul Bettany quien sostiene el proyecto componiendo con sutileza al justiciero renegado, una especie de infiltrado protestante en medio del dogma romano fundamentalista. Stewart le saca provecho a la bella fotografía de Don Burgess y ofrece un producto entretenido aunque olvidable que se destaca sólo por su fantástico diseño visual…
VideoComentario (ver link).
Anexo de crítica: A pesar de sus buenas intenciones, Los Agentes del Destino (The Adjustment Bureau, 2011) no funciona ni como drama romántico ni como thriller de ciencia ficción debido a la torpeza del director y guionista George Nolfi. Sin dudas lo mejor de la propuesta pasa por la participación del gran Terence Stamp y la química entre Matt Damon y Emily Blunt: la levedad general y la poca garra del relato no se condicen para nada con la obra de Philip K. Dick…
Un sacerdote del futuro especialista en la exterminación de vampiros A diferencia de los amplios espacios de los films del Oeste, donde todo estaba por hacerse, estos donde se desarrolla Priest tienen un aspecto más desolador. Estamos en un futuro post Apocalipsis y por todos lados hay marcas de la devastación dejada por siglos de guerras entre humanos y vampiros. Unos vampiros, por cierto, bastante distintos de los convencionales: cadavéricos, sin ojos, espectrales. Si hoy impera algún tipo de orden es porque la Iglesia Católica (la del futuro, claro, pero más dictatorial e implacable que la de los peores tiempos de la Inquisición) creó un sofisticado cuerpo de guerreros espirituales, sacerdotes duchos en artes marciales, que dieron batalla a los vampiros, eliminaron a la mayoría y encerraron a los sobrevivientes en reservaciones rigurosamente vigiladas. Pero los villanos nunca son confiables, en cualquier momento pueden volver a atacar y por eso debe estar atento el héroe conocido simplemente como Priest, que lleva una cruz tatuada en el rostro, se hizo famoso por sus hazañas y ahora está retirado porque, una vez terminada la guerra, la tropa de elite sacerdotal fue disuelta. Un mal día, el sheriff de un pueblo cercano, Hicks, le cuenta que una horda de vampiros los ha atacado y se ha llevado secuestrada a su novia (que es a la vez sobrina del héroe) y le pide ayuda para ir a rescatarla. Contra la opinión de las autoridades eclesiásticas -en particular, del despótico monseñor Orelas (Christopher Plummer)-, Priest acepta el convite y sale en busca de la muchacha, con lo que además de luchar contra los vampiros deberá defenderse de los sacerdotes que el prelado envió para perseguirlo y cazarlo, vivo o muerto. Aquí empieza la consabida y esperada serie de escenas de acción en las que además de las repetidas referencias al western (incluida la eterna pelea sobre los techos de los vagones de un tren en movimiento), también hay muchas otras reminiscencias (Mad Max, por ejemplo), poca claridad de exposición y un empleo del 3D que apenas añade un poco de espectacularidad al relato tomado de una novela gráfica coreana. Lo mejor es el comienzo, una animación que resume sintéticamente los antecedentes de la historia. Lo preocupante: la promesa de una secuela. El consuelo: que la memoria del film se desintegra, como los vampiros, con la luz del día.
Lucha teológica contra vampiros con un atípico toque de western Lo mejor y más original de este comic llevado al cine es el póologo de animación donde se explica todo sobre la eterna lucha entre seres humanos y los vampiros, y cómo la Iglesia adiestró sacerdotes especialmente preparados en el arte de pelear contra las criaturas de la noche. Así fue como los vampiros (unos seres horribles que mueren al ser expuestos a la luz solar, pero no parecidos en nada a la tradición vampírica conocida) quedaron semiextintos, relegados a unas reservaciones, mientras que los sacerdotes, quizá demasiado poderosos, confinados a misiones de poca importancia casi como marginales. Por momentos este film fantástico parece una remake desquiciada de «The Searchers» de John Ford, ya que en enorme moto a turbina el sacerdote Paul Bettany recorre unos áridos territorios en busca de una cautiva a la que quiere asesinar creyéndola infectada. Hay mas parecidos con el western, pero la película también es similar en tono a la anterior del director Scott Charles Stewart, «Legion», un poco más original que este divertido y bastante minimalista entretenimiento de matinée de superacción, con maá dirección de arte que otra cosa, a excepción de un vertiginoso desenlace. También le falta sentido del humor, ya que todo el asunto se toma muy en serio a sí mismo, empezando por el solemne sacerdote protagónico, mientras que a Christopher Plummer bien le podrían haber escrito alguna escena más en su breve papel de máxima autoridad religiosa de ese futuro teocrático y bastante horrible.
Una familia encerrada en su propia casa; un ataque sorpresa de un ejército de vampiros monstruosos; una joven escondida en un altiilo. Gritos, sangre, muerte, y la joven secuestrada por los chupasangre. Hasta acá, todo bien. Pero Priest ("Sacerdote") tiene un gran, enorme problema. El tumor maligno que presenta esta producción basada en el exitoso comic book homónimo está, más que en sus obviedades, sus personajes sosos y vacíos o sus robos a mano armada a Indiana Jones, en su concepción religiosa, en su base teórica. Porque aquí los héroes de la historia son un grupo de fanáticos católicos, sacerdotes que le rinden pleitesía a Dios y que juraron -desde pequeños algunos- ofrendar su vida a él y de manera cuasi tortuosa; gente que se tatuó una cruz en la cara, regidos por una iglesia perversa, criminal y mesiánica. Priest es la exacerbación del catolicismo medieval, más allá de que aquí los malos no son los negacionistas (que también deben purgar lo suyo), los conversos o las brujas, sino unos horribles vampiros (muy bien logrados, por cierto) que atacan al estilo de los que ya vimos en films como The Descent y similares. En cuanto al oponente principal del relato, se trata de un simil Django, lo cual intenta jugar con una iconografía difusa, como un mix de western con cine de aventuras y terror, pero mal remixado, que apela a todo tipo de clisés y que no deja afuera ninguna de las frases remanidas a cargo de héroes y villanos. Ah, y la femme fatale de turno, claro, en este caso en piel de la bellísima Maggie Q (Nikita, Live Free or Die Hard), que no aporta casi nada al film pero que al menos contrarresta el olor a vestuario que sobra en la cinta.
Nuestro comentraio de "Priest, el vengador". Regular. La religión cristiana es invencible, y en el cine pasa por un momento de esplendor. Hay para todos los gustos. Para cristianos compasivos está la extraordinaria Dioses y hombres , para los heterodoxos El árbol de la ?vida , para los contemplativos El gran silencio y para los conservadores Encontrarás dragones . Si uno tiene gustos góticos y el paganismo trash característico de la cultura metálica le sienta bien, Priest. El vengador es la película que puede elegir. En un tiempo impreciso, ?la humanidad vive protegida por un clero cristiano genérico: pastores y policías del alma. En esta teocracia apocalíptica que funciona en una metrópolis sin nombre, el mantra callejero y omnipresente es preciso: quien desobedece a Dios lo ofende. La cara de Dios se asemeja a la de un monseñor (Christopher Plummer), y para confesarse con ?este Gran Hermano celestial hay un confesionario electrónico: uno chatea con su confesor, que parece más un contestador automático que un alma virtuosa dispuesta a aliviar las tribulaciones de un mortal sumido en las tinieblas. En una introducción animada, Scott Charles Stewart, un director proclive a la ciencia ficción apocalíptica y religiosa ( Legión ), explica un ?enfrentamiento mítico entre vampiros y hombres. Hubo una guerra, y en esta batalla entre especies surgieron unos curas con poderes extraordinarios, capaces de vencer a los compatriotas de Drácula. Después de la victoria humana, los curas perdieron su investidura y fueron olvidados. La paz reinó desde entonces. Pero un cura (Paul Bettany) cree que los vampiros han regresado, lo que contradice la historia oficial y el control del clero, pues su sobrina, aparentemente, ha sido secuestrada por los míticos enemigos, liderados por un nuevo tipo de vampiro. Naturalmente, el cura será un disidente e irá en búsqueda de la hija de su hermano. Habrá sorpresas. Desprovista de humor, y estoica y unidimensional como su protagonista, Priest. El vengador es un pastiche mecánico en donde Más amor que odio se cruza con 1984 , Ciudad en tinieblas y varios otros títulos que protegen a este filme de su condena eterna. La presencia de Brad Dourif en un papel secundario y algunos pasajes en un desierto de sal contrarrestan ligeramente este despropósito destinado a un supuesto público adolescente. La fe es infinita y mueve montañas.
Hueca ambición En su nota en MDPHoy, donde brinda un anticipo de las tramas y chances de los estrenos –es decir, qué se puede esperar de ellos-, el colega Mex Faliero decía con respecto a Priest: el vengador que podía ser divertida según la seriedad con que se tomaran la historia los realizadores. “Si se la toman muy en serio, estamos fritos”, sostenía, con total razón. Bueno, malas noticias, queridos lectores: con este filme, nos fritaron, nos hicieron a la plancha, nos hirvieron y hornearon, y en todos los casos, la cocción se pasó de lo adecuado. Priest: el vengador recuerda a otros casos de adaptaciones de novelas gráficas como Dragon Ball o Judge Dredd, en el sentido de que se puede intuir fácilmente que hubo una gran historia en el material original, con muchos personajes de diversa complejidad y cuestiones temáticas, culturales y hasta filosóficas de diversa índole. Pero claro, cuando Hollywood entró en el camino, todo se comprimió en el peor de los sentidos, quedando sólo personajes chatos e historias que suenan, se sienten y se ven viejas. Aquí se presenta una especie de sociedad distópica en la que la guerra sin cuartel entre la humanidad y los vampiros ha llevado a que la Iglesia adquiera un enorme poder, que se asienta principalmente en un grupo de cazadores de chupasangres llamados Sacerdotes, que supieron terminar aparentemente con la guerra a partir de sus habilidades de lucha. Sin embargo, uno de ellos, encarnado por Paul Bettany, al enterarse de que su hija ha sido secuestrada, decide ir en contra de las autoridades religiosas y, casi sin querer, se interpondrá en un plan de los vampiros para resurgir de sus cenizas e invadir las ciudades donde tan tranquilos se sienten los humanos. La trama brindaba dos posibilidades: o daba para un tono aventurero, desatado, humorístico, explotando el absurdo; o siguiendo al pie de la letra las nociones épicas y la ambición de la novela gráfica de Min-Woo Hyung. Pero Scott Charles Stewart no hace ninguna de las dos cosas, con lo cual no consigue repetir las virtudes de su anterior filme, Legión de ángeles (un humor bastante negro, autoconciencia del género de terror religioso, personajes secos pero bien representativos, en especial en la primera mitad), pero sí todos sus defectos (moralina religiosa, diálogos sentenciosos que en verdad están vacíos de contenido, resoluciones apresuradas). No hay ni seriedad para encarar y adaptar la obra original al formato cinematográfico, pero tampoco humor. De hecho, la película se pasa de pretenciosa: todo es ceremonioso, trascendental y, a lo sumo, hay tres líneas de diálogo que apuestan a la complicidad cómica con el espectador. Sumémosle a eso severos problemas de montaje vinculados a las decisiones narrativas: Priest es uno de los pocos filmes de la última década cuya mayor dificultad con el metraje es la falta de tiempo. La cinta tiene menos de ochenta minutos y queda demasiado patente que la intención de dejar las puertas abiertas a una continuación terminaron conspirando contra el resultado final. Hay, por ejemplo, una escena entre el personaje de Bettany y su compañero –interpretada por Maggie Q-, que busca tener un alto peso dramático, pero donde definitivamente no se entiende de qué demonios están hablando. Esa secuencia funciona como resumen de Priest: el vengador. Confuso, estéril, sin garra, seriote y creído de sí mismo, podemos estar seguros de que irritará soberanamente a los fanáticos de la novela gráfica. El resto, nos aburriremos y volveremos a preguntarnos por la extraña habilidad que tiene cierto sector de la industria cinematográfica estadounidense para hacer filmes muy pero muy malos.
Se supone que uno debería aislarse de algunas chicanas propuestas desde una producción tan básica como “Priest: El vengador” La frase “Si vas en contra de la iglesia, vas en contra de Dios” se menciona no menos de cinco veces a lo largo del film, tres de las cuales están presentes en los primeros veinte minutos. Supongo que el realizador Scott Charles Stewart habrá visto el corte final de su producto y pensó en agregarle este eslogan con la intención de provocar a la iglesia o llenar su escritorio con demandas judiciales. Desafortunadamente para él no puede alegar demencia. Corríjame si me equivoco, pero desde “Un Vampiro Suelto en Brooklin”, de 1995 (película más, película menos) y la adaptación de “Blade” en 1998, los vampiros en el cine han sufrido una mutación en su propia mitología. Excepto por la obra maestra (y homenaje) de Tom Holland, “La hora del Espanto” (1985) hacía rato que los dientudos no asustaban a nadie. En mayor o menor medida se fueron transformando en otro tipo de personajes con la consiguiente flexibilización de algunas reglas básicas. Acaso “Entrevista con el Vampiro” (Neil Jordan, 1994) sea el híbrido entre la generación anterior a los ‘90 y este siglo, con la saga Crepúsculo a la cabeza reivindicando cierto tono romántico. Esta circunstancia juega a favor de un nuevo público, pero como en todas las épocas hay buenas y malas para alternar. La introducción de la historia muestra un grupo de clérigos en una cueva, cayendo en una trampa en la que Priest (Paul Bettany) no puede salvar a su mejor colega Sombrero negro (Kart Urban) de las fauces enemigas. En el afiche de la película este actor figura como co-protagonista con lo cual difícilmente no vuelva a aparecer. Luego pasamos a ver un segmento animado mostrando a sacerdotes súper entrenados y vampiros luchando en una batalla milenaria que nos lleva a un futuro… Bueno, un futuro al que voy a llamar post apocalíptico, no me pida más. Si el guión no lo explica qué quiere que haga. Se logra una supuesta convivencia entre humanos y criaturas, léase una muralla inquebrantable cuya altura separa civilización de todo lo demás. Dicha construcción significa el paso a retiro de los curas guerreros. La iglesia ya no los necesita pues estos vampiros saltan muy alto, pero no vuelan. Allí adentro la gente se rige por los dictámenes del Monseñor Orelas (Christopher Plummer), hombre que detenta el poder sin explicarse cómo ni por qué, pero en todo caso no tiene pinta de ser un líder elegido por el pueblo. Es más, el pueblo se dedica a entrar en confesionarios dispuestos en la ciudad como si fueran baños químicos. No vaya a ser que alguien quede con algún pecado de último momento y no lo pueda evacuar a tiempo. El Priest, ya retirado, tiene parientes muros afuera. Hermano, cuñada y sobrina. Nadie (ni el guionista) sabe como llegaron ahí, pero viven en una cabaña en medio del desierto. La gente de maquillaje roció la cara de los actores con agua para significar temperatura ambiente, por lo tanto algo deben tomar para justificar la transpiración, aunque no se vea ni un tanque arriba del techo que suponga agua de pozo. No importa. El malo, fanático de Clint Eastwood por como se viste en reminiscencias de los spaghetti western en la Trilogía del dólar de Sergio Leone, en los años ’60, secuestra a la sobrina para provocar que Priest contradiga las órdenes de la iglesia y salga a buscarla. A partir de allí el director parece proponer el juego del gato y el ratón contradiciendo a los personajes que desde el vamos buscan encontrarse y matarse a piñas. Pero como todo esto sucede en los primeros 10 minutos, al espectador le quedarán otros 70 bastante largos. Hasta aquí no hice mención de los vampiros per sé. Olvídese de Christopher Lee, Gary Oldman o (salvando las distancias) Robert Pattison. Excepto por el jefe, el resto es una cruza entre un neandertal disfónico y una oveja esquilada. La dirección de arte no se decide si emular a “Ciudad en Tinieblas” (Alex Proyas) cuando la acción se produce puertas adentro o a la saga de Mad Max (1979, 1982, 1985) cuando sucede en el desierto. De hecho, la estética de la novela gráfica de Min-Woo Hyung en la que está basado el guión, se respeta sólo en la intro animada. Eso sí, no voy a negar que las escenas de acción están bien hechas, y que a lo mejor Priest: El vengador” consigue su público si los fanáticos de sagas, tipo Inframundo, están dispuestos y de buen humor. ¿El cine? Bien, gracias. Duerma intranquilo. No contento con este mamarracho, el director mete una frase final como para posibilitar una secuela. ¡Drácula nos libre y guarde!
Entre 1998 y 2007 se publicaron 16 volúmenes del manhwa (el equivalente coreano del manga) Sacerdote (Priest), el cual tuvo una repercusión notable en el sur de Asia. Era una historia épica que abarcaba desde la antigüedad hasta las cruzadas y la época del lejano oeste, narrando la batalla entre una horda de ángeles caídos (celosos del amor de los hombres por Dios) y el resto de la humanidad. Al final se formaba un cuerpo de guerreros - denominado sacerdotes - que combatían a los ángeles renegados. La historia llamó la atención de Hollywood, y en el 2005 se adquirieron los derechos para generar una adaptación para la pantalla grande. Pero el proyecto cayó en el típico development hell durante un lustro, pasando por diversos directores y actores hasta que fue a parar a manos de Scott Stewart, el mismo de Legion. Y, viendo el producto terminado, uno puede concluir un par de cosas: primero, que alguien le dijo a Paul Bettany (cuando era niño) que parecía un angelito, el tipo se lo tomó en serio y pasó la mitad de su carrera interpretando a sacerdotes y emisarios celestiales; lo segundo es que Priest, El Vengador es superior a Legion por amplio margen aunque tiene su cuota importante de fallas, muchas de las cuales terminan por arruinar una premisa con mucho potencial. Uno debe partir de la base que el filme tiene poco y nada que ver con el comic coreano. En vez de los ángeles caídos de la historieta original tenemos vampiros, y todo lo que sigue es un Weird Western en donde los chupasangres vienen a jugar el típico papel de indios. Imaginen a Paul Bettany como un antiguo miembro de una legión de pistoleros que limpió el oeste de indigenas y que ahora un antiguo compañero - que fue raptado y reconvertido por los indios - regresa para vengarse de él y del resto del mundo que lo abandonó. Otra que Danza con Lobos. Los problemas con Priest, El Vengador pasan por una cuestión de credibilidad básica. A los cinco minutos de comenzado el filme, o usted abraza la historia o le prende fuego al cine. El tema no pasa porque sea un Western excéntrico en un ambiente futurista y plagado de vampiros - ojalá solo se restringiera a eso -, sino porque la historia empieza a disparar muchos más conceptos de los que uno puede digerir. Por ejemplo, que la humanidad vive en ciudades estado, regidas por una dictadura conformada por la Iglesia Católica. Que las metrópolis se ven como una mezcla de Blade Runner, 1984 y El Vaticano. Que la Iglesia formó a un grupo de élite - llamado los sacerdotes -, quienes son extraordinarios en combate y vencen a mano limpia a decenas de vampiros (alguien dijo Equilibrium?). Que alrededor de las ciudades hay estatuas gigantes (alguien dijo El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo?), construidas en medio de desiertos inmensos, y donde aún vive gente que pretende cultivar algo en las planicies estériles. Y que los vampiros han sido restringidos a reservaciones (en donde mantienen gente infectada como sus esclavos), a pesar de que se trata de una amenaza que la humanidad ha intentado exterminar durante siglos y siglos. Sí, hay momentos en que la historia se siente como un collage de películas anteriores y superiores a esta. Cuando Priest, El Vengador logra salir de la mezcolanza de influencias y se mete de lleno en el terreno del Weird Western, es cuando mejor funciona. Eso no quita que, por cada escena buena, haya una mediocre. Como en el primer ataque de los vampiros, en donde los granjeros se ven demasiado limpios, maquillados y cargados de botox como para verse como gente curtida que vive en medio del desierto. O como en la mayoría de los combates, en donde los sacerdotes no parecen humanos entrenados sino supermanes capaces de hacer cosas imposibles. En un momento Paul Bettany pelea con una bestia que se ha ido a un lugar muy alto... y Maggie Q lanza adoquines al aire, los que terminan siendo usados por Bettany como si fuera escalones para pisar en ellos, alcanzar la cima y voltear a la criatura (tsunami de wtf!!). Pero si uno le perdona los problemas de credibilidad y/o ridiculez de algunas escenas, verá que Priest, El Vengador tiene ideas muy ricas y su cuota de aciertos. Las perfomances son muy buenas, en especial la de Karl Urban que es un villano efectivo. Aquí todo pinta para una franquicia interesante - el filme se encarga de dejar una buena cantidad de cabos sueltos como para disparar una posible secuela -, la que podría tener potencial si va a parar a manos de otro director más equilibrado. Lamentablemente la recaudación fue muy tibia y la crítica se encargó de despedazarla, con lo cual jamás veremos como sigue la historia.
Absurdo Descontrolado El Vengador o Priest, como lo indica su título original, es la última producción del especialista en efectos visuales Scott Charles Stewart (ojalá hubiera seguido por el camino de los FX), que debutó como director con la fulerísima "Legión", película que proponía una historia que si se encaraba de manera profesional, podría haberse convertido en una de las mejores producciones de Ciencia Ficción de la década... siguiendo el camino totalmente contrario, la convirtió en un producto de la clase B más vulgar y asquerosamente aburrida, y lamentablemente "Priest" ha tenido la misma suerte. Protagonizan esta cinta Paul Bettany (Una Mente Brillante, El Código Da Vinci), Karl Urban (Star Trek, El Señor de los Anillos), Cam Gigandet (Crepúsculo, Burlesque) y Maggie Q (Nikita, Misión Imposible III), todos actores que individualmente han sido parte de algunas grandes producciones del cine, aunque en este caso parece que se juntaron para generar vergüenza ajena. Priest plantea la idea de un mundo post apocalíptico, donde siempre existió la guerra entre Hombres y Vampiros, siendo derrotados estos últimos por un grupo de sacerdotes con poderes sobrenaturales otorgados por el mismísimo Dios. Los vampiros fueron exterminados en su mayoría, y los que quedaron fueron confinados a prisiones lejos de las grandes Metrópolis, que ahora son controladas por la Iglesia (siempre la Iglesia...) corrupta y segada por el poder. Para empezar, el planteo de Ciencia Ficción como base y la mezcla con el género de Western, podría haber resultado mucho mejor del bodrio que terminó siendo, lo mismo que sucedió con su predecesora "Legión", lo que demuestra que al pibe este Stewart se va la mano con la fumata de efectos especiales y monstruos, prestándole poca atención al armado de la trama, y sobre todo al trazado de los personajes que son tan chatos y olvidables, que ni todas las armas y tatuajes que tenían los podían salvar. Por otro lado... ¿otra vez vampiros??, ya está muchachos... encima la apariencia física de estos era una mezcla de los monstruitos pedorros de "Van Helsing", con "Alien" y los muertos vivos de "Soy Leyenda"... otro gran mocaso por cierto. La historia no ofrece absolutamente nada interesante... Una sacerdotisa que parece haber tenido algo con el Sacerdote Vengador pero que la juega de nada... Un villano con motivaciones totalmente absurdas e infundadas... Un par de actores de reparto que lo único que hacen es personificar los peores clichés del Western y la Ciencia Ficción. Para no ser muy largo, les recomiendo pasarla por alto. Malas actuaciones, malos personajes, planteos absurdos y vampiros con menos producción que los videoclips de la Tigresa del Oriente.
Otra vuelta de tuerca a los vampiros La historia se inicia en un sombrío mundo futuro con la gente encerrada en ciudades donde el poder absoluto descansa en clérigos de una Iglesia que promete seguridad y trabajo a sus desanimados habitantes, quienes sobreviven en oscuros lugares donde la pobreza es moneda corriente. Afuera de esto existen “los páramos”, espacios lejos del control dominante intramuros. En ese exterior, pululan bandidos incontrolables que asuelan a los pocos habitantes que aún insisten en sembrar la tierra y donde los sheriff hacen lo que pueden. Y digo “sheriff”, porque -a diferencia de “las ciudades” regidas por jerarquías eclesiásticas que manipulan a sus seguidores desde futuristas pantallas gigantes al estilo “Gran Hermano”- en los bordes, más allá de las murallas, existen pequeñas poblaciones con nombres bíblicos, donde el tiempo parece detenido en las legendarias épocas del western. Héroes en el olvido Cuando somos conscientes de estos contrastes entre el afuera y el adentro, ya un dibujo animado nos ha contado la historia de un pasado común, donde los vampiros fueron el peor de los males para la humanidad. Para combatirlos, la Iglesia creó un ejército especial de sacerdotes guerreros (los Priest), que se identificaron con el tatuaje de una cruz en el rostro. Cuando el enemigo fue reducido y confinado a reducciones afuera de las ciudades, los antiguos guerreros religiosos ya no fueron necesarios y se mezclaron con la gente. No fueron premiados por sus antiguos servicios, sino destinados a tareas menos honrosas como la de ocuparse de los residuos y subproductos de ese mundo urbano. El héroe de la historia (Paul Bettany) es uno de esos ex combatientes relegados, una especie de cruzado medieval con toques “heavy” en su atuendo: ropas negras, tatuaje, borcegos y motocicleta poderosa como una nave espacial. Los mundos se conectan La acción se dispara cuando el protagonista (exguerrero de la excruzada antivampiro) se entera de que extramuros, una sobrina suya fue raptada por desconocidos y el resto de su familia masacrada. Su intuición le indica que ese accionar solamente puede provenir de los enemigos aniquilados, es decir, que los vampiros han vuelto a la acción. Como las jerarquías de la Iglesia dominante no admiten la posibilidad de que esto haya sucedido, Bettany-Priest debe romper con sus votos de obediencia para averiguar el destino de la joven y buscarla afuera de las ciudades, merodeando por pueblos fantasma hasta llegar a una madriguera similar a un gallinero donde seres infraumanos lo orientarán hacia ocultos túneles que conducen al revivido enemigo de las sombras. En ese territorio amenazante tendrá dos ayudantes: uno del mundo externo, un joven sheriff que además está enamorado de la joven que deben rescatar y una sacerdotisa (la atractiva Maggie Q), con la que han luchado juntos en el pasado y que también ha sido marginada. Gran pastiche El hilo argumental narrativo-ideológico remite a un western clásico de John Ford, “Más corazón que odio” (The Searchers,1956), donde el enemigo (comanches o vampiros, según el caso) ataca una casa de frontera y asesina a sus ocupantes, con la única excepción de una niña a la que convierte en cautiva. La actitud del tío salvador (el cowboy John Wayne allí, el sacerdote Paul Bettany aquí) se debate en una dualidad amor-odio porque avisa varias veces la intención de asesinarla si la chica se ha infectado. Por otra parte, se echa mano a la iconografía del cristianismo medieval, con un seductor villano de características luciferinas, que es un ángel caído, un ex Priest que se pasó al otro lado. Porque estos vampiros no tienen forma humana, son bestias sin ojos, con un desplazamiento circular: para matarlos hay que atacarlos desde dos perspectivas. El mérito de esta curiosa película de modesto presupuesto es la recreación de un mundo que integra distintos tiempos y estéticas donde conviven la ciencia ficción, el horror vampírico y el western. El filme ofrece mucho material para una lectura sociopolítica pero debido a su corto metraje se concentra en el espectáculo de la acción que, curiosamente, es bastante clásica, sostenida por la bella fotografía de Don Burgess y un montaje que elude el ritmo frenético de un videojuego, permitiendo disfrutar de algunos planos largos. La eterna lucha del bien contra el mal se replica en esta pluricultural fábula oriental adaptada por norteamericanos, con una mayor cuota de ambigüedad en los límites que separan elegidos de condenados.
Un cura guerrero desobedece a la Iglesia y se une a la aventura de un joven sheriff y a una bella sacerdotisa en busca de un peligroso grupo de vampiros, quienes han secuestrado a su sobrina con la intención de convertirla en uno de ellos. Suena la campana y Scott Charles Stewart sube nuevamente al ring dispuesto a llevarse al público por delante. Lo que ofreció en la primera parte no alcanzó para ganar. Legion, película en la que Paul Bettany interpretó al arcángel Miguel defendiendo a la humanidad de una horda de ángeles dispuestos a exterminarla, no tuvo una gran recepción de la crítica ni la rompió en la taquilla. Pero ahora en este segundo round hay una idea revolucionaria que cambiará la forma en que todos la vean: los ángeles ahora son vampiros y el héroe es un cura. Para completar semejante concepción, al proyecto se suma el mismo actor protagonista y ocurre en gran parte en un desierto de Estados Unidos. ¿Quién dice que en Hollywood no hay ideas? Priest es un filme con algunas logradas secuencias de acción, pero con un guión que daba para una mayor profundidad, pero que se ve cargado de clichés ya desde su secuencia inicial, en la que se delimita la figura del renegado y el compañero que se convierte en el enemigo mortal. Siguiendo la tendencia del ralenti al que Zack Snyder rinde culto, cada escena de acción tiene por lo menos cinco cámaras lentas, algo que queda lindo estéticamente pero que aburre rápido. Debería probarse cuánto tiempo de película ganan con este efecto, dado que al durar esta tan solo una hora y cuarto, podría pensarse que antes era un corto de 30 minutos. Si el filme se salva es por una buena idea contextual, con el autoritarismo de la institución eclesiástica presente en cada rincón de las vidas. Fuera de esto no hay otros aspectos que destacar, es probable que en unos años, cuando pase el furor vampírico de la actualidad, Scott Charles Stewart al fin consiga que su idea triunfe. Quizás con hombres lobo, no lo sé.
Sacerdotes sui generis En la era de la globalización hasta las películas se entrecruzan y mutan en estilos y géneros. Ese es el caso de Priest, donde uno puede encontrar guiños y más que guiños a formatos y estilos de todo tipo. Desde el cine de vampiros, pasando por el de horror, el de anticipación, el específico de ciencia ficción, hasta recorrer algo del animado, digamos animé para ser modernos o mejor aún manhwa, porque Priest está basada en una de estas historietas de Corea del sur, parecida al manga japonés y el manhuachino. Así que una de las manifestaciones de la historieta, tan popular como la china o la japonesa, el manhwa se deja ver en su versión norteamericana, basada en la obra del coreano Min-woo. JOVEN RAPTADA El filme retoma el tema vampírico con una impronta pseudo-católica, en la que se convierte a sacerdotes en algo así como kamikazes antivampiros, que ganadores ante los prestigiosos chupasangres, ahora están aislados, obedecen órdenes de ortodoxos monseñores (línea Inquisición demodée) y lucen exóticos tatuajes que los acercan más a la época en que vivimos. La acción se centra en el rescate de una parienta adolescente de un Priest, a la que habrían raptado algunos vampiros que ahora están recluídos en colonias, cual míseros inmigrantes indocumentados. Unos cowboys van a ayudar al Priest protagonista y a la Priest femenina, especialista en artes orientales a las que el Priest Mayor, también es afecto. ELEGANCIA ESTETICA La película no innova, más bien refrita. Lo hace con elegancia estética. Lo mejor es el comienzo con un dibujo animado, que cuenta la derrota vampira en la historia del mundo por los Priest. También la fotografía lunar de Don Burgess ("El expreso polar") con escenario donde Priest y cowboys en amigable comunión, dotados de ancianas motos y como exóticos salidos de "Busco mi destino", recorren soledades de bellos colores. Y por supuesto la escena final del tren, símil películas de John Ford, series de Matrix y mundos de "Blade Runner". La pena es la música rimbombante, que a toda fuerza quiere meternos solemnidad, misticismo y drama. Hay buenas actuaciones como este Paul Bettany, el inefable Christopher Plummer, que puede ser tanto el barón Von Trapp de la versión de Robert Wise de "La novicia rebelde", como el Monseñor desquiciado de la historia. Para los aficionados, Priest brinda una línea de vampiros interesantes, con buena performance de salto y rostros un tanto alien en estado desesperado. Los adictos lo van a disfrutar.
La misma dupla que el año pasado llevó adelante “Legión de ángeles” decidió protagonizar y dirigir esta cinta en un intento de potenciar aún más esa experiencia que mezclaba asesinos, ítems religiosos y seres endemoniados. Aquí, sin embargo, el (deficiente) uso del croma para las escenas de acción, una caracterización poco sorprendente de los vampiros no videntes y las insípidas historias de amor que se vislumbran, no ayudan demasiado. Poco es lo que la dupla Bettany-Q pueden hacer al respecto.
A esta ya la vi Priest: El vengador se centra en un cura guerrero (Paul Bettany) que desobedece a la Iglesia y se une a la aventura de un joven sheriff y a una bella sacerdotisa; van en busca de una peligrosa banda de vampiros que han secuestrado a la sobrina del protagonista, con la intención de convertirla en uno de ellos. Una mezcla de género que nos deja algo en claro: la lucha contra los vampiros se quedó sin ideas. Es difícil no caer en lugares comunes cuando se habla de la lucha contra los vampiros que atentan contra la humanidad y, para sorpresa de muchos, esta película no es la excepción. Infantilmente ilusionado al encontrarme con unos avances que prometían mucho, un afiche que mostraba un héroe oscuro en un mundo apocalíptico y un actor del cual se tienen buenas referencias en el ambiente (Paul Bettany, seguramente lo recordarán como el impactante monje albino en El Código Da Vinci), Priest no logró impactarme en ningún momento ni cumplir con aquellas expectativas. Ambientada en un mundo post apocalíptico, destruido por la lucha constante entre humanos y vampiros, la sociedad vive en fortalezas construidas por la iglesia y bajo el cuidado de una logia de curas vengadores. El personaje principal (Paul Bettany) es un cura que se revela contra el clero y decide salir a combatir los vampiros que amenazan a la humanidad, con el objetivo de rescatar a una bella jovencita y derrotar a una especie de vampiro nunca antes visto. Pero esto no es todo, en el camino se encuentra con un Cowboy (Cam Gigandet), manejando motos al mejor estilo Mad Max, por desiertos interminables. Con efectos especiales muy pobres, escenas de combate forzadas y poca credibilidad en los personajes, realmente es difícil dejarse llevar por el filme. Esta película parte del manhwa (cómic coreano) del mismo título, creado en 1998 por Hyung Min-woo. Según el propio autor, la idea de fusionar western, estética futurista y artes marciales se le ocurrió al disfrutar de un videojuego, Blood, en el que también desempeñan un papel decisivo los no muertos. Éxito a lo largo del mundo, este cómic podría haberse convertido en una película de culto, ya que mezcla géneros muy disimiles y tiene una base argumental sostenida, por lo cual es realmente una lástima que diste tanto del logro obtenido por Hyung Min-woo. Lo mejor: Las motos al estilo Mad Max Lo peor: Priest