De idas y venidas. Regresar a un lugar puede ocasionar problemas, más aun cuando se ha partido inesperadamente dejando un manojo de ellos originados en el pasado. Alvaro vuelve a su lugar natal por el fallecimiento de su padre, un hombre que no movió un dedo por contactarlo, ni siquiera en sus peores momentos de enfermedad en estos diez años para no ser visto en tal estado; su legado consistió únicamente en la grabación sonora de un cassette con dos firmes insistencias: que vaya a ver a su hermano, quien no estaría pasando un buen momento y reencontrarse con su hija. En la fría región catalana, donde parece que nada sucede y reina la calma, un confuso accidente automovilístico en la ruta da pie a Alvaro para realizar una investigación personal ante una posible demanda que lo puede poner en el lugar de acusado. La visita a su hermano e hija no demoran, todos jugando como piezas de ajedrez con el afán de hacer mención a que “pueblo pequeño, infierno grande”. Retornos, tiene estructura de thriller, en sus escasos 88 minutos de duración intenta adentrarse en temas como es la prostitución local en pequeños pueblos españoles donde se sostiene el machismo y ciertas costumbres partidarias de un sector quedado en el tiempo. Que un personaje irrumpa, en una corta estadía, investigue y descubra en tiempo record una red de ilegalidades tampoco suena creible, más aun cuando lo involucran subtramas que sobrepasan el eje inicial y pretenden cerrar a partir de otros temas mayores. Si bien el film transita un camino que deja al espectador absorbido por la trama, a medida que se va deshilvanando y quizás por las poco creíbles actuaciones y lloriqueos a los que se acude, no genera más que la sensación de estar viendo una fallida versión de Los Hombres que no Amaban a las Mujeres a la gallega.
Cuando el pasado se hace presente Luis Avilés lanza su ópera prima Retornos (2010), un thriller dramático que combina cada pieza logrando una historia simple que irá cobrando magnitud a lo largo del film. El tiempo será el hilo conductor de la trama, donde pasado y presente confluyen en uno y el agua, a modo de designio fatal, se transforma en un elemento trágico que rodea a los protagonistas. Álvaro (Xavier Estévez) regresa a su pueblo para ver a su padre y enfrentar un hecho del pasado que lo alejó de su hermano (Xosé Manuel Olveira) y su hija Mara (Manuela Vellés). Como un típico thriller, la acción se desarrolla por la llegada de un extraño, alguien ajeno al lugar -Álvaro encarna ese tipo de personajes- que ya no es bien recibido en su pueblo e intentará develar lo que pasa allí. Pero el film va más allá del género y ahonda en las relaciones de Álvaro con su hermano y su hija, lo complejo de las relaciones familiares, los lazos de sangre y las consecuencias de las acciones. Es allí donde el film se vuelve intimista, donde la melancolía y la soledad de los protagonistas se presenta a través de los detalles más mínimos. El tiempo no sólo va rearmando la trama sino es el que le otorga significación. Es el pasado el que resignifica el presente de los protagonistas y los enfrenta consigo mismos. La imagen se condensa de símbolos, el agua como el disparador de la tragedia, los caminos tanto como lugar trágico, como el retorno del protagonista a su pueblo, a su historia y como resolución del drama. Retornos augura un muy buen comienzo a Luis Avilés, con una estética simple, intimista, con una fotografía impecable, sumerge al espectador en el drama de las relaciones humanas y lleva al suspenso a otro plano, no al de una acción sobrecargada de efectos y de velocidad sino que lo presenta en un espacio detenido entre el pasado y el presente.
Cine negro a la gallega Un hombre vuelve a su pueblo y se enreda en una situación policial. Estrenada, como dicen, “entre gallos y medianoche” (es una coproducción argentina, lo que justificaría su salida comercial mínima), Retornos es una especie de filme noir a la gallega que mezcla una historia familiar con un caso (o un par de casos) policiales que ocultan que, en ese pueblo pequeño y brumoso del interior de Galicia, pasan más cosas que las que uno imagina. El filme de Luis Avilés Baquero se centra en Alvaro (Xavier Estévez), un hombre que vuelve al pueblo tras irse a vivir a Suiza después de una confusa situación policial (para el espectador) que lo ha hecho “persona non grata” en su lugar. Un llamado de su hija, a la que casi no conoce, avisándole de la inminente muerte del padre de él lo hace reencontrarse con unos viejos vecinos que le dan vuelta la cara, incluyendo su ex esposa, hoy en pareja con un hombre, al parecer, importante del lugar. Estando allí vuelve a suceder otra situación desafortunada cuando atropella con su auto a una joven, amiga de su hija, y ella muere. Pero él está convencido de que la chica ya estaba muerta al chocar. Mientras se trata de determinar la causa de la muerte, Alvaro investigará algunos secretos del pueblo ya que esta chica, centroamericana, trabajaba en un prostíbulo en el cual el nuevo marido de su ex mujer está involucrado y en el que pasan cosas densas, que parecen impensadas en ese pueblito gallego en apariencia tranquilo. El asunto, intrigante en un momento, se irá complicando de más, ya que se involucra su hermano y otras cuestiones que no conviene adelantar. Esas resoluciones apresuradas intentan desentrañar una maraña innecesariamente compleja dejando de lado lo más interesante del filme: el drama familiar, el retorno, la relación con su hija, la descripción del ambiente. Allí, Retornos se transforma en un thriller más que podría ocurrir en cualquier pueblo estadounidense sin las particularidades de una tierra de exilios, idas y vueltas como es Galicia. Cuando el filme no pierde de vista dónde está, es cuando mejor funciona.
Del drama familiar al thriller desvaído Filmada en el interior de Galicia, Retornos es un tercio de drama familiar más dos tercios de thriller desvaído. La película escrita por Alejandro Hernández y dirigida por Luis Avilés no logra que ambas fracciones dialoguen, se espejen o resuelvan, quedando como dos en una. Da la sensación de que lo que más interesa a director y guionista es el drama de familia, espeso y –para decirlo como en España– con mucha mala entraña. Y que “la parte thriller” está puesta para generar algún gancho de público. Error de cálculo: lo que suele interesar al público no es un género determinado (mucho menos cuando no se lo encara con la suficiente convicción) sino la coherencia dramática, la consecuencia en la persecución de objetivos, trátese del género de que se trate. Ya la primera escena impone el tono grave que la película mantendrá. A velocidad ralentada y bajo una lluvia tan densa como el tono que se persigue, la policía recoge un auto del mar, mientras dos hombres, una mujer y una niña miran, con mirada acusadora, a otro de gesto culpable. Diez años más tarde (¿por qué estos cortes narrativos son siempre con cifras redondas?), el hombre se ve obligado a volver al pueblo, con su padre al borde de la muerte. Allí, Alvaro debe enfrentar no sólo el estigma familiar –expresado en su esposa, su nuevo marido, su hija Mar y su hermano Xosé– sino el de la comunidad toda, mientras sucesivos flashbacks informan sobre lo que el hombre hizo aquel día. Aquí es donde Retornos comienza a convertirse, sin que nada lo hiciera prever, en una versión gallega (en galego se habla en buena parte de la película) de Twin Peaks, cuando comienza a salir a la luz lo que el pueblo quiere esconder, representado en el puticlub que su ex y su nuevo marido administran. El carácter de injerto de esa intriga se manifiesta no sólo en el hecho de estar narrada como de compromiso, sino en la impericia con que están resueltas las escenas que podrían llamarse “de acción”. Incluyendo unas trompadas en las que da la sensación de que el interés primordial del actor que las pega consiste en no lastimar a su compañero de elenco. Con el propio Alvaro en un forzado papel de investigador (hacerlo junto con su hija le da oportunidad de reconciliarse), para resolver esa intriga se opta por el viejo truco de la pista falsa, aunque por su falta de relación con lo que se venía contando, una resolución u otra dan más o menos lo mismo. Lo más propio de Retornos, lo que suena más genuino, es ese entramado de viejos odios arraigados, esa “mala entraña” para la que todos parecen tener sus razones. Es una pena que director y guionista no hayan profundizado esa línea narrativa, prefiriendo el injerto antes que la consistencia.
Siempre se vuelve al primer amor Tres muertes son los conectores narrativos que definen el mini universo de Retornos, thriller español, coproducido por Patagonik y en otro tanto por Colombia y Portugal, dirigido por el debutante Luis Avilés Baquero. La primera muerte está relacionada con una frustrada fuga de amantes a causa de un fortuito accidente, donde el protagonista Álvaro sobrevive pero su pareja muere ahogada. Ese detonante marca entre Álvaro (Xavier Estévez) su familia y vecinos una separación que se prolonga en ausencia por diez años. El exilio culpógeno del protagonista lo lleva a intentar rehacer su vida a Ginebra, Suiza, abandonando a su hija Mara (Manuela Vellés) y su esposa, ahora nuevamente casada con Néstor, dueño del prostíbulo del pueblo. La segunda muerte se vincula con el padre de Álvaro y así marca el obligado regreso a la tierra natal y al pasado con un pedido póstumo: recomponer los lazos con su hija y con su hermano. Sin embargo, la apatía de todos no oculta el resentimiento, por eso la sensación de que nadie está contento con su retorno crece una vez que el hombre procura acercarse. Pero antes de partir, una tercera muerte misteriosa, cuya víctima es una prostituta amiga de su hija, involucra indirectamente a Álvaro y en el interín que espera una resolución sobre su participación en el caso comienza a investigar a la atropellada. El buen manejo del suspenso y la dosificación de información sin apresurar resoluciones abren un abanico de posibilidades a un relato meditado con una galería de personajes bien construidos y un ritmo lo suficientemente ágil para que fluya la investigación. Tanto Álvaro en su cruzada redentora como el espectador irán deshilvanando una compleja red de secretos y mentiras donde no todo es lo que parece. Algo del cine noir y otro tanto del estilo de Claude Chabrol se respira en esta ópera prima, que a veces peca de obviedad y otras resulta un tanto forzada para que todo encaje armónicamente. Pese a esos notorios defectos, el film convence y atrapa al público.
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Un duro regreso a casa Retornos narra la historia de un hombre que regresa a su pueblo natal, tras haber escapado de forma abrupta diez años antes. El motivo de su vuelta al pueblo es la repentina noticia de la muerte de su padre. Enfrentado a un pasado caracterizado por la tragedia y la disfunción familiar, su llegada al lugar se antoja de lo más difícil, debiendo lidiar no sólo con sus allegados, sino con un posible asesinato en el que él, involuntariamente, se ha convertido en uno de los principales involucrados. La película de Luis Avilés entretiene y cuenta con las caracterizaciones costumbristas de un lugar en las afueras de Galicia. El film habla de la vuelta a un sitio donde todos saben de todos, pero pocos quieren contarlo. De esta manera, con guión propio, el realizador entremezcla una novela policial, una historia de amor paternal y una relación de familia entre dos hermanos que encierra odio y resentimiento. Sin lugar a duda, Retornos, cuenta con una cuidada ambientación, una buena historia y actuaciones creíbles.
El verde y húmedo paisaje de Galicia, escenario de una historia en la que se mezclan el thriller y el drama familiar Siempre es difícil volver a casa, y más cuando uno se ha ido de manera tan brusca y desventurada como Alvaro, que hace diez años escapó con la compañera de su hermano, abandonó a su mujer y su hija y provocó una tragedia que el pueblo no perdona ni olvida. Pero la hora de volver llega cuando le avisan que su padre moribundo lo reclama, y allá va el hombre, adusto y melancólico, rumbo al verde y húmedo paisaje de su Galicia natal. Lo que encuentra, claro, es la hostilidad de todos: la de la familia, a la que provocó tantas heridas, y la de todos los demás, porque en el pueblo chico-infierno grande que todo lo calla no son bienvenidos los viajeros y, mucho menos, los que amenazan con alterar otra vez su aparente normalidad. Hay mucho por esclarecer en esa maraña de mentiras, secretos y rencores que Alvaro ha preferido dejar atrás, pero ahora el legado del padre y su propia culpa lo llevan a enfrentarla: quiere reconciliarse con la hija que abandonó, y recuperar algún diálogo con los dos damnificados directos de su viejo pecado: su hermano y su ex esposa, ahora convertida en la mujer del hombre fuerte del pueblo. El drama familiar está por un rato en primer plano y allí el director de origen colombiano Luis Avilés Baquero muestra bastante buena mano para pintar el ambiente de la cerrada comunidad gallega y las inquietudes que el recién llegado genera por su sola presencia. Pero poco después, la muerte (¿accidental?) de una joven prostituta del club local involucra a Alvaro, que de pronto se vuelve aprendiz de investigador con la ayuda de su hija, mientras el film toma sin demasiada convicción el rumbo del thriller. No hay nada demasiado original en esta intriga que Avilés intenta sostener con más oficio que imaginación y atendiendo más a la creación de climas que al dibujo de los personajes; lo reprochable es que en el camino hacia un desenlace bastante poco convincente, el drama familiar va perdiendo presencia y también convicción. Con todo, esta ópera prima supone una decorosa carta de presentación para Avilés, entre cuyos aciertos pueden contarse el aprovechamiento expresivo de los escenarios gallegos, bien fotografiados por Ricky Morgade, y el inteligente uso de la música de Sergio Moure y Diego Lipnizky. Xavier Estévez y Manuela Vallés (padre e hija en la ficción) encabezan el correcto elenco.
Mediano drama gallego sobre un pasado doloroso Hay una pequeña participación argentina (Patagonik como productor asociado) en esta película gallega estrenada ayer de buenas a primeras. Quizá la obra no merecía mucha propaganda, pero ciertos méritos hay que reconocerle. Se trata de un drama social y familiar, acerca de un hombre que vuelve a su pueblo para asistir a los últimos días de su padre. Ese hombre ahora vive en Suiza, pero antes, como iremos sabiendo, tuvo esposa, hija, hermano y cuñada. Ahí está el detalle, en la cuñada. Y en un accidente fatal, que lo convirtió en culpable de dos delitos. Ni la familia ni el pueblo han olvidado esa desgracia, y bien que se la recriminan al pobre infeliz. El resentimiento, el odio, la mezquindad, son temas habituales de la narrativa gallega, y acá hacen una correcta aparición, junto a otro menos transitado: la necesidad de perdón. Pero el asunto tiene sus colaterales. La esposa encaró una nueva vida con otro hombre, que le da seguridad, pero que casualmente también provee y administra el puticlub local. Y cuando aparece una chica muerta, el primer sospechoso no es el cafisho, sino justo aquel infeliz a quien todos odian. Su única posibilidad es investigar el asunto por su cuenta, lo que, de paso, quizá le permita alguna posible reconciliación con su hija. La parte de intriga policial es comparativamente reducida, pero contribuye a matizar el drama con algunas variaciones dignas de tener en cuenta. Y el conjunto, en fin, se hace interesante. Opera prima de Luis Avilés Baquero, colombo-gallego fogueado como asistente de producción de la serie «Galicia Exprés», libreto de Alejandro Hernández, cubano-gallego, rodaje en La Coruña, con gran presencia del rio Tambre, cielos grises, casas viejas y gentes amargas, todo 100% gallego.
Una película partida en dos. Como Terciopelo azul, como El carnicero, Retornos es una película de “pueblo chico, infierno grande”. La ópera prima de Luis Avilés se centra en Álvaro (Xavier Estévez), un hombre que vuelve a su pueblito natal en Galicia, donde absolutamente nadie lo quiere. El flashback del comienzo nos explica por qué: un auto emerge de las profundidades del lago, levantado por una grúa. En su interior hay un cadáver, el de la cuñada y amante del protagonista. Juntos iban a huir, pero todo terminó en accidente fatal. Luego de este episodio Álvaro se exilia en Suiza hasta que la muerte de su padre lo obliga a volver al terruño por unos días. Allí descubre que su mujer se volvió a casar con el dueño del puticlub del pueblo, que su hija lo detesta y que su hermano anda con ganas de suicidarse. Sin posibilidades factibles de reconciliarse con la familia, se mete en otro problema al encontrar el cadáver de una prostituta en medio de una carretera. Lo que en principio parecía ser un simple accidente se convierte pronto en otra cosa, que obviamente sacará a relucir el lado oscuro de la pequeña comunidad. La introducción de Retornos es más que promisoria, con su tragedia en cámara lenta y sus rostros moldeados por la angustia. Tampoco desentona el contexto ya que Galicia, merced a su cielo tormentoso y sus muelles siniestros, exalta las acciones del inicio. Pero más temprano que tarde las funciones actanciales se desdibujan y la trama pierde su espesor dramático. Cuando el culebrón familiar muta en policial, la película queda sesgada en dos relatos incompatibles. La intensa nebulosa pueblerina, rebosante de odio y resentimiento, se disipa ante una intriga detectivesca bastante superficial. Avilés podría haber elegido uno de los dos géneros o, cuando menos, los podría haber combinado. Por este súbito y desafortunado golpe de timón, el resultado al que llega no es ni una cosa ni la otra, se queda a mitad de camino. El final es tan inesperado como irrelevante. Retornos es un film partido en dos, donde el todo, marcado por dicho desmembramiento, es menos que cada una de sus partes –por más que la segunda sea bastante floja. Si se tiene en cuenta que la mezcla de géneros no es algo tan accesible como muchos parecen creer, mejor hubiera sido no complicarse.