El mal en la banalidad El tema de la violencia contra la mujer ha sido abordado por el cine casi siempre de manera obvia, subrayada, didáctica, políticamente correcta, militante, con el énfasis puesto más en la denuncia que en los valores artístico. Por eso, esta ópera prima del joven director cordobés es tan valiosa y, al mismo tiempo, implacable. Porque muestra lo que hay que mostrar para que la propuesta sea inquietante para el espectador. No hay aquí terribles golpizas ni ultrajes, sino esos rasgos de violencia cotidiana (casi diría socialmente admitida, institucionalizada) que se dan en circunstancias aparentemente banales y que tienen que ver con las entonaciones de la voz, los chistes con doble sentido, las frases humillantes, los gestos amenazantes de quien se siente más poderoso. A partir de un generoso y minucioso trabajo previo con los dos protagonistas (un matrimonio en crisis en medio de un camping serrano) y de una puesta en escena muy pensada, pero al mismo tiempo fluída, que se permite con la cámara inquieta observar y encontrar la esencia de los conflictos, Luque -de apenas 27 años- va construyendo un entramado inteligente y pertubador. Aunque no todas las situaciones funcionan con la misma eficacia, por lo visto en este largometraje y en otros cortos de su autoría estamos ante un gran director en potencia.
Una historia de deshamor Tras su paso por Berlín y BAFICI en 2012, llega a los cines Salsipuedes (2012), película de Mariano Luque, cuyo foco está puesto en la violencia de género. Junto a la proyección de Salsipuedes puede verse Sociales (2013) corto ganador del premio al mejor director en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Inicialmente, la ópera prima del cordobés Mariano Luque era un mediometraje. El mismo fue presentado en Cannes en mayo del 2011 en la sección de la Cinéfondation. Tras su debut sufre la actual metamorfosis a un largometraje (si bien su duración sigue siendo bastante reducida, apenas 66 minutos). La película de este joven director gira en torno a Carmen (Mara Santucho) y Rafael (Marcelo Arbach), una pareja cordobesa que va a pasar unos días de camping junto al río. Lo que refleja la historia es una relación de sometimiento y violencia por parte de él a ella. El fastidio y la angustia de Carmen así como la agresión de Rafael están reflejadas desde la calma, pero una calma llena de tensión. Lo que resalta del film a nivel formal es el recurrente uso del fuera de campo. Muchas veces los personajes no son seguidos por la cámara, lo cual genera que la película se corra de las formas convencionales de abordar el drama. Pero es en esta búsqueda estética donde pareciera irse el film, porque el desarrollo de la historia casi no tiene un crescendo que justifique su extensión. Salsipuedes, que llega a los cines con el típico retraso que caracteriza a un cine argentino que se produce al por mayor,pero que en la mayoría de los casos no consigue salas de exhibición, es más allá de algunos cuestionamientos sobre la estructura narrativa una apuesta interesante de este movimiento llamado "Cine Cordobés".
Película argentina (no “”cordobesa”, como dicen tantos por ahí) chiquita en varios sentidos, de escasa ambición y resultados ídem, a la que siendo generosos se puede calificar de simpática, siempre y cuando uno simpatice con la verba de dicha provincia y se ría cada vez que alguien dice “culiao”. No es mi caso. Es cierto que por varios momentos se logra transmitir y contagiar la opresión a la que es sometida la protagonista por el imbécil de su pareja, con una puesta adecuada basada en planos cerradísimos de los personajes (apenas atenuados por un puñado de vistas al paisaje, como para tomar un poco de “aire”). El problema es que al encuadre cerrado número 78 la cosa pasa del agobio ficcional a una molestia estética que distrae de la anécdota y –más grave- del clima hasta ahí construido. Es ahí donde se convierte, a pura corrección de manual, en una película demasiado explícita desde lo visual, algo así como si el peor vicio del cine nacional de los ochenta se hubiera trasladado a las formas...
El título del film juega con el presente que atraviesa su protagonista y con la localidad turística de Córdoba, donde supuestamente una pareja está pasando sus vacaciones. Carmen (Mara Santucho), se encuentra en una encerrona, víctima de la violencia de género, a través de su desagradable marido, Rafa (Marcelo Arbach). En el comienzo del films observamos gráficamente esta cuestión, Carmen encerrada en el auto, no queriendo salir pero con un rostro que expresa la necesidad de huir. Lamentablemente todo queda a mitad de camino, esto que nos intenta narrar se diluye a través de numerosos e interminables encuadres estáticos del paisaje cordobés, uno uso abusivo de los primeros planos, y una narrativa poco fluida y empobrecida. Mariana Brisky hace de la madre de Carmen, detalle muy peculiar, porque ni siquiera hay un buen trabajo de maquillaje para disimular la cercanía de edad de ambas actrices. Este era el comentario general al salir de la sala...
Presentada en la edición 2012 del Bafici, el estreno de Salsipuedes es, sin dudas, tardío, pero de alguna manera oportuno: se produce justo en un momento en el que el "cine cordobés", del que se viene hablando hace algún tiempo, tiene no una sino dos películas en el Festival de Berlín que termina este fin de semana: Ciencias naturales, de Matías Lucchesi, y Atlántida, de Inés Barrionuevo. Salsipuedes es una película pequeña: poca duración, pocos personajes, pocas locaciones. Nos presenta un paisaje de sierras, árboles, un camping. Hay una pareja en una carpa. Con velocidad -la película es sintética, compacta-, pero sin trazos gruesos, nos llegarán signos evidentes de que llamar pareja a esa pareja es un error, es inexacto: aquí no hay igualdad alguna. No hay respeto, sino subordinación. El hombre ejerce el lugar del poder, y lo hace mediante la violencia. La mujer está atrapada. El título de la película es la indicación de un lugar determinado, y también la indicación de una situación desesperada, asfixiante. De la violencia doméstica vemos los rastros, las huellas, los detalles reveladores. Y entendemos la persistencia de esta situación: éste es un tiempo de vacaciones y lo sabemos no muy distinto del resto del año, de la vida cotidiana. No hay excepcionalidad alguna aquí, el propio tono de la película nos lo indica. Salsipuedes -ayudada notablemente por la actuación en clave contenida de Mara Santucho- presenta con claridad su tema y establece su alcance y sus límites como película ejemplar. Carmen y Rafa son la encarnación de uno de los tantos fracasos sociales argentinos ya institucionalizados, tipificados. Sin embargo, Salsipuedes está lejos de ser una película vociferante, de denuncia frontal y explícita. Tampoco se aprovecha de la violencia y de su posible valor de shock. La película toma otros caminos: busca en los gestos, en los disimulos, en los ocultamientos, en la resignación, en la blandura de la familia cercana. Y encuentra cinismo, sopor, indolencia. Una tristeza inunda esta película limitada por su propia condición casi microscópica, su decisión de contar un fragmento concentrado en ese ambiente y en ese tiempo. En su ópera prima, Mariano Luque apuesta por la fluidez narrativa. Y sus resultados son mayormente exitosos, a pesar de cierta tendencia a la concentración excesiva en algunos detalles y a su apuesta por los primeros planos, que pueden ser un arma de doble filo: ofrecen enormes posibilidades expresivas, pero en este caso recortan a la vez demasiado el gesto y por momentos aíslan a los personajes, los desconectan visualmente de este paisaje bucólico devenido escenario perturbador.
Los gestos del desamparo Lo único explícito en esta sugerente ópera prima de Mariano Luque que ya recorrió festivales, incluido el BAFICI, es su título en base al contexto en que se desarrolla una historia mínima e intensa que gira en torno a las micro expresiones de la violencia de género, protagonizada por un matrimonio joven en crisis, interpretado por Mara Santucho y Marcelo Arbach, acompañados de Mariana Briski y Camila Murias. Resulta evidente que por momentos el film exhibe los reflejos de una operación de prolongar una idea de mediometraje para convertirla en largometraje y así acumula planos que no contribuyen al desarrollo dramático, pero ese detalle no desalienta porque el trabajo en la puesta en escena al servicio de la poética es impecable. La virtud de Mariano Luque es haber encontrado el equilibrio entre lo que la cámara narra y aquello que busca desde un discurso estético, aunque también prevalece el trabajo meticuloso sobre el fuera de campo para definir los espacios invisibles en los que se escurre la violencia entre Carmen y Rafael, o mejor dicho las consecuencias de ese destrato constante por parte del hombre, que se condensan en el rostro de ella, en los arrebatos de rebeldía espontáneos a las apetencias de él o cuando en silencio su personaje transmite toda esa angustia y bronca acumuladas. La relación parasitaria no es otra que la que marca el círculo vicioso de la violencia de género por lo general subrayado en el cine argentino, sin matices y con una carga extra de virulencia gráfica para teñir de tono realista la escenificación. El caso de Salsipuedes precisamente es todo lo contrario y en eso reside su fuerza expresiva: en lo que no se ve en pantalla –no es necesario mostrar golpes, agarrones, empujones, gritos, llantos- pero se mira desde el primer minuto hasta el último. Ese juego de poder machista de Rafael, del cual ella no puede escapar, también encuentra su costado cómplice en la tibia mirada de su madre en la piel de Mariana Briski (quizá la diferencia etaria entre madre e hija debería haber sido mayor) y un testigo silencioso en la inocencia de la pequeña (Camila Murias), hermana menor de Carmen. El contraste de haber elegido la topografía de un camping al que supuestamente llega la pareja para pasar una jornada agradable funciona eficazmente en Salsipuedes para remarcar el agobio y la opresión cuando la fuga responde más al deseo que a la realidad.
Sin escapatoria Esta opera prima cordobesa de Mariano Luque, realizada con escaso presupuesto y en digital, exhibe de manera audaz la actual problemática de la violencia de género a partir de la historia de una pareja que vacaciona en un camping sin mucho que decirse. Un moretón en el rostro de Carmen (Mara Santucho), aunque se quiera disimular, remite inevitablemente a un golpe intencionado. Sumado a ello, el silencio constante deja en claro una violencia verbal y física incontenible. En Salsipuedes la tensión es constante y las tomas largas con planos cerrados son las indicadas para trasmitir la sumisión y permitir que el espectador pueda lograr una identificación plena con el personaje femenino. Ante semejante opresión, y de manera contrastante, se lucen planos fijos y generales de la naturaleza en todo su esplendor. Lo interesante es que si bien el director insinúa una escapatoria al conflicto atroz; sin embargo, lejos de proponer una salida esperanzadora, muestra cómo la mujer se somete con inercia a los designios del maltrato. Luque propone entonces un relato circular, en el que el título del film remite menos a un lugar concreto que a la triste realidad de la dificultad de ser libre en un entorno hostil.
Carmen y Rafael son un matrimonio cordobés que se va de camping a la localidad que da título al filme (y que al final duplicará su significación). Más tarde llega la madre y la hermana de ella. En esas pocas horas, en esas pocas actividades que allí se pueden realizar, se reflejan las relaciones humanas entabladas y sostenidas. Con sutileza en los diálogos (palabras cargadas de falso cariño y enorme agresión poco disimulada) y un accionar masculino que denota una práctica cotidiana de la dominación, Mariano Luque relata una historia de violencia (psicológica y física) sobre la mujer. Violencia que el entorno de ella se niega a ver ni a reconocer. La concisión temporal y una dirección de actores precisa (donde el reparto luce ajustadísimo) no hacen sino aumentar el efecto buscado. Quizá lo que podría enunciarse es una observación sobre la elección del director en el uso de los planos cortos y primerísimos primeros planos: que los personajes queden enmarcados no necesariamente expresa asfixia ni ahogo ni opresión, y entre tanto acierto visual y de puesta en escena trabajando la sustracción esos rostros remiten a otros registros que desentonan. Por Javier Luzi redaccion@cineramaplus.com.ar
Mariano Luque es un joven director cordobés que sorprendió con su opera prima allá en el BAFICI del 2012. Los que tuvieron la suerte de ver la película en su momento, nos habían hablado de su sutileza y profundidad, pero después de recorrerla, quizás creemos que se hayan quedado cortos. "Salsipuedes" es la historia de una pareja en un cámping serrano, compartiendo un espacio que debería ser relajado pero no lo es. Habla de la violencia explícita, emocional y psicológica que se emana de dos personas en un espiral de disfuncionalidad. Tenemos la suerte de su estreno en Buenos Aires en estas horas, y si bien hay que correrse hasta el Arte Cinema de Constitución, la apuesta vale la pena Carmen (Mara Santucho) y Rafa (Marcelo Arbach) son un matrimonio descansando en un lindo paraje, en lo que debería ser una instancia de reparo. Algo está mal y lo sabemos desde el primer minuto de proyeccción. El hombre domina la situación y tiene atrapada a su víctima, en su red engañosa de violencia-amor. Ella transita por el bosque, sola o acompañada, sin reacción. Está incapacitada de oponerse a ello. Y su entorno no lo ayuda. Está de visita su madre, jugada por Mariana Briski (y tambien su hermana menor, interpretada por Camila Murias), pero ella convalida esa situación en forma simbólica. Estructuras que se complementan peligrosamente. Luque elige planos cortos, secuencias donde espía a su protagonista en ese laberinto del que no puede salir y nos instala en escenas familiares, reconocibles, (para los que hemos estado cerca de alquien en esa situación) y ásperas. Rafa es encantador, simpático y hace todo de acuerdo al manual para sostener su rol. En ese sentido, "Salsipuedes" está elaborada con precisión y su utilización de elementos espaciales para enmarcar la historia, funciona. Estamos al aire libre, pero nos sentimos atrapados con Carmen. Si bien para los que no están acostumbrados al rigor impuesto por las condiciones del cine independiente local (y en este caso, cordobés), puede ser un poco lenta y con demasiada contemplación del medio en el que se desarrolla la trama, no hay que dejarse engañar por las apariencias. Tenemos a un gran director aquí. El trabajo que realizó con la pareja principal define el destino de la película: los dos sostienen el delicado andamiaje con mucho oficio y transmiten cada emoción con solvencia. Toda mujer que sufre violencia quiere escapar de ese círculo, pero aquí, el título de la cinta traza un destino oscuro, Carmen saldrá si puede. Pero, quiénes podrán ayudarla? Lo valioso de esta propuesta es lograr un acercamiento casi natural, a una compleja situación familiar. Y más allá de sus resultados cinematográficos puros, es una mirada sobre este tipo de disfuncionalidades muy valiosa. A tenerla en cuenta.
La primera escena es contundente: una mujer está sentada en un auto con la cabeza apoyada en la ventana mientras un hombre, en el fondo del plano, metido entre los árboles, arma una carpa. La mirada distante de la mujer, la cualidad borrosa que adquiere el cuerpo del hombre, sumados al verde también borroso que lo rodea, nos ofrecen las coordenadas dentro de las que se moverá Salsipuedes, la ópera prima del cordobés Mariano Luque. El espacio es un camping de las Sierras de Córdoba, la mujer y el hombre, Carmen y Rafa, son pareja, y en la tensión que imprime el mutismo de ella, disimulado por la música que se reproduce desde el auto, se devela una relación entre víctima y victimario. La manera en que Carmen revisa las marcas en su rostro indica que el acto de violencia acaba de suceder. Pero también indica que no es la primera vez. Durante los días que permanecen en el camping, Carmen recibe la visita de su madre y de su hermana. Las marcas en el rostro de Carmen son evidentes, como así también sus causas, pero lejos de escandalizarse, tanto su hermana como su madre, deciden maquillarla. En Salsipuedes, la violencia se mantiene en el terreno de lo que no se puede mostrar. Más adelante, la cámara registra el paseo solitario de Carmen, la tranquilidad del bosque que se imprime en sus pies. El trabajo con el sonido es impecable y expulsa a un lejano plano el aire denso que se respiraba en las escenas anteriores. Pero la ruptura que permite el bosque como escenario –muchas veces de orden fantástico-, no se materializa en la vida de Carmen. Desde el juego de sentidos que propone su título, la película anuncia que fugarse no es tan fácil, especialmente si no existe un contexto cercano que acompañe, que contribuya a la visibilización del problema. La disputa que reconoce y destaca Salsipuedes es visual: no se puede denunciar aquello que no se ve. Pero también verbal: no se puede denunciar aquello que no se dice. Sin caer en golpes bajos ni en trazos gruesos, Mariano Luque observa con detenimiento el entramado, tanto familiar como social, que preserva a la violencia en una esfera privada. Una película fundamental para comprender el gran momento que vive el cine cordobés.
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