Un escuadrón de soldados estadounidense vengativos, aburridos, sedientos de sangre, violencia reprimida, lujuriosos, encabezados por un soldado inestable psicológicamente, en terreno extranjero, en medio de la "nada", en una guerra, provocada por los propios estadounidenses por motivos económicos, viola y asesina a una adolescente nativa, inocente de cualquier crimen, excepto el de ser el chivo expiatorio elegido por dicho escuadrón, por ser ellos usados como carne de cañón de los dirigentes políticos de su país. Un soldado de dicho escuadrón se opone verbalmente, pero no toma acción en el asunto y tiene que vivir por el resto de su vida, con las imágenes en su conciencia de no haber impedido los crímenes de sus compañeros. En seis líneas se puede resumir Redacted, última película de Brian DePalma. Momento. Acabo de tener un deja vú. Esto ya lo vi. Ah cierto: Sean Penn y Michael Fox, y la guerra era Vietnam. El director: Brian DePalma también. ¿Será que DePalma tiene el síndrome de directores de su generación y está empezando a repetirse acaso? Lamentablemente, lo que se repite es la historia. Cambia la guerra, la década, pero nuevamente están los mismos protagonistas cometiendo los mismos crímenes. DePalma es un director demasiado inteligente para repetirse. Pecados de Guerra (1989) fue una película dura, cruda, que relataba otra caótica experiencia real vivida en Vietnam. Dicha película seguía la línea de Apocalipsis Now, El Francotirador, pero más similar desde un punto de vista temático a Nacido para Matar de Kubrick o Pelotón de Oliver Stone, de las que les separaba pocos años de diferencia. Redacted es una remake actualizada de la anterior, pero sucede durante la ocupación estadounidense en Irak, post caída del gobierno de Sadam Hussein. No es la primera ni será la última película que sucede durante dicha guerra. Pero sí puede que sea la más impactante filmada por un director estadounidense. No por nada, DePalma reside en Europa. Sacando todos los documentales impactantes sobre el tema, DePalma toca fibras sensibles en el espíritu estadounidense. Los soldados a los que se refiere todavía están allá y han pasado menos de dos años desde que sucedió el hecho inspirador. Con Pecados de Guerra habían pasado un poco más de 20 años. A pesar de todas las críticas hechas hacia el gobierno de Bush y el accionar de las tropas allí, ninguna fue tan cínicamente tan directamente crítica y despiadada como esta, al punto de que parece más hecha por un director iraquí que por uno estadounidense. En Venecia 2007 (hace tres años que se realizó y recién ahora llega a los cines), DePalma fue premiado con el León de Oro al mejor director y al mejor trabajo filmado con cámara digital. En EEUU, la mitad de los críticos vapuleó la película, y la otra mitad la trató con respeto, pero uno o dos le dieron el reconocimiento merecido. El público directamente la odió y algunos inclusive pidieron el linchamiento del director, por así decirlo. De este tipo de mentalidad habla la película justamente. A DePalma le encanta jugar con la doble personalidad, y trabajar con múltiples cámaras y múltiples puntos de vista. En Redacted trabaja con dos: por un lado, la filmación con cámara casera de un miembro, aspirante a estudiante de cine, del escuadrón a cargo de vigilar un Punto de Paso en Bagdad. Por otro, el de dos documentalistas franceses, con mayor "objetividad", de las acciones que toman dicho escuadrón. El soldado va mostrando la evolución psicológica de su escuadrón, especialmente dos soldados, desde que asesinan impunemente a una mujer embarazada iraquí hasta la violación en cuestión, tomando también las ideologías de cada uno, y como su carácter, no viene de su locura en la guerra, sino del medio en el que se criaron en su país. DePalma pone mucha atención a detalles en el vestuario de ambos soldados para mostrarnos que no hay "casualidades". Que los soldados no se vuelven criminales durante la guerra, sino que la cuestión viene incluso de familia: la xenofobia, el racismo, todo explota en medio de desierto. La tensión sexual que sienten los soldados es evolutiva. La violación no es una acto de venganza aislado. Desde un punto de vista más alejado, o sea el de los documentalistas franceses, DePalma muestra el papel de los medios de comunicación y las cámaras de seguridad. El otro punto de vista es el de los noticieros iraquíes, los videos de los blogs talibanes, los blogs de las esposas de los soldados estadounidenses, la difusión de videos y opiniones en youtube, y principalmente los registros de las cámaras de seguridad en los cuarteles estadounidenses: tanto las oficinas administrativas, con decorado árabe, como las salas psiquiátricas. Esto muestra una vez más que en EEUU no existe la privacidad y todo es grabado, y peor aun que todo puede llegar a los medios. El internet se muestra como un arma de doble filo: por un lado es informativo, por el otro, peca de cosechar seguidores y opositores a los grupos terroristas (sean talibanes o estadounidenses) usando imágenes morbosas. DePalma no se muestra neutro en el conflicto, y juzga a los pecadores. Puede parecer demagógico por momentos, y hace diferencias de bandos entre los soldados, así también como diferencia a los terroristas de los civiles inocentes, que mueren día a día porque los estadounidenses no saben (o no quieren) diferenciarlos. Es verdad, DePalma no se da con vueltas a la hora de condenar el accionar de los soldados jóvenes en la guerra, de aquellos que cometen crímenes, de aquellos que se callan por miedo, de los comandantes que deciden hacer la vista gorda del asunto. También hace hincapié en la censura estadounidense, desde los mismos títulos. En cierta forma la película funciona como material "editado" de lo sucedido realmente. Al mostrar documentos "supuestamente" reales, hay tachones negros sobre palabras claves, tachones que usa de metáfora sobre lo que los estadounidenses deciden no querer ver ni mostrar. Cínicamente, también lo usa para "tachar" marcas y los rostros de lo verdaderos protagonistas iraquíes. (Se podría comparar con la película argentina Iraqui Short Filmes de Mauro Andrizzi) DePalma es menos sutil que en Pecados de Guerra pero tiene menos pretensiones comerciales. Filmó en Alta Definición Digital para dar mayor realismo a su "falso documental". La mayoría de las veces con cámara en mano. Explora las diferentes iluminaciones digitales: infrarrojas para las escenas nocturnas, blanco y negro de seguridad, webcams, y de video grabación en las cámaras fotográficas. No por esto pierde su estética personal y registrada: no faltan las falsas subjetivas en planos secuencia, que ya había hecho en clásicos como Vestida Para Matar o Blow Out y en La Dalia Negra su anterior película. Hay planos que simulan pertenecer al documental de los franceses, pero es diegéticamente imposible que pertenezcan. Pero DePalma es un seguidor de Hitchcock, y poco le importan las críticas diegéticas. Así mismo, hay un par de giros narrativos, que si son bien pensados, no concuerdan con información previa. Pero a DePalma le interesa lo que se cuenta en el instante, y lo que va cultivando para remover la conciencia del espectador y, que vaya tomando una posición en el relato. Hay pocas sorpresas en la película, porque el director sabe como crear el suspenso. Tira pistas, información previa que crea tensión en el espectador atento. Tampoco faltan sutiles pinceladas de humor negro, muy crítico, y algo burlón hacia los soldados. El dramatismo y suspenso son constantes, nunca cae en recursos telenovelescos. Los 91 minutos de metraje se pasan rápido, pero el significado de las imágenes queda grabado. Para lograr mayor realismo, como sucede en todos los falsos documentales, escogió a un elenco desconocido de actores, algunos eficientes pero por momentos sobreactuados y desbordados. Aun así, DePalma vuelve a dar cátedra cinematográfica de como filmar un falso documental. Sin embargo, en Hollywood, incluso los llamados "liberales" se sienten ofendidos con este trabajo. Porque? Bueno, DePalma siempre fue crítico con la industria y por algo integra una lista negra no demasiado dada a conocer. Previendo esto, decide darles una patada casi al final de la película. DePalma no se guarda nada y nuevamente ataca. Pero sus balas, lamentablemente, son falsas imágenes, que tienen el mismo el mismo efecto que las palabras, en el actual gobierno: rebotan. Sin embargo, algún día, alguien va a recordar Redacted como hoy recordamos Pecados de Guerra, y se van a horrorizar con las violaciones y torturas, sucedidas durante la guerra de Irak, así como nos horrorizamos con Vietnam. Porque la historia se repite, pero la gente no olvida, el cine tampoco, y sirve como conciencia colectiva.
La suma de las partes A unos minutos del comienzo de Redacted, un soldado norteamericano que es grabado por un compañero dice mirando a cámara una frase que por trillada no es menos cierta, dice que en la guerra la primera baja es la verdad. Lo sabemos quizá desde la Segunda Guerra, pero nos fuimos haciendo más conscientes de eso a medida que la producción y distribución de imágenes fueron creciendo exponencialmente. Desde hace bastante tiempo la pelea hay que darla tanto en el campo de batalla como en los medios. Ya para la Guerra del Golfo el control que se ejercía sobre la información y la forma en que circulaba la convertían, después de mucho tiempo, en el primer conflicto sin cadáveres ni horror. A principio de los noventa, CNN fue el gran acaparador del relato de esa guerra. El canal de noticias unificaba a los espectadores frente a una sola pantalla con un material editado en conjunto con las fuerzas militares. Unos años más tarde, la aparición de Internet y la posibilidad de acceder a los dispositivos digitales de captura y emisión de imágenes quiso presentarse como la fase democratizadora de los medios. Lo que obtuvimos de eso no fueron más que fragmentos dispersos de realidad que escapan a cualquier sentido que vaya por encima de lo puramente concreto que asoma en cada uno de ellos. Por eso De Palma, en un contexto como este, no reniega de la edición que se hacía en CNN sino que a esa edición (llamarla montaje sería un total anacronismo) le impone y contrapone la suya. No hay otra manera de entrar en el campo de batalla de la información que interfiriendo en el proceso de su divulgación. Es en la sala de edición donde se construyen las verdades en pugna porque ahí es donde las cosas cobran sentido. Redacted no lucha por el ya acorralado concepto de objetividad sino por reunir las pantallas desperdigadas con la intención de sostener su propio relato de la guerra. Está claro que De Palma no trabaja con videos sino con pantallas: de cine, de televisión, monitores. Para contar lo que le sucede a un grupo de soldados norteamericanos en Irak antes, durante y después de llevar a cabo la violación de una chica de catorce años y el asesinato de toda su familia, se hace de elementos ficcionales que imitan los códigos de diversos medios: un documental francés, los videos personales de un soldado, un canal de noticias iraquí, videos subidos a Internet, cámaras de seguridad y teleconferencias. En ninguno de los casos las imágenes se transforman para ser trasladadas al cine, no pierden su textura de origen, y cuando la película nos muestra, por ejemplo, un video de Youtube, no sólo vemos eso sino el resto del sitio web, de la misma manera que cuando la cámara sigue a una reportera el logotipo del canal se recuesta en una de las esquinas. Reunificar pantallas no es otra cosa que reunificar espectadores. En este caso se trata de poner frente al cine a los que mirábamos fragmentos en soledad. Con todo eso Redacted construye una narración que no es más verdadera que la cobertura que pueda hacer un canal de noticias. No importa que los soldados sean tres o cuatro tipologías del norteamericano que se muestran grotescos frente a la cámara, o mejor dicho, importa porque ese clásico gesto depalmiano (sepan disculpar la adjetivación) de la exacerbación sirve para mostrar el carácter ficcional de cualquier material editado. No hay en esta película la mínima intención de decir la verdad. Lo que hay, más bien, al desterrar las imágenes de su hábitat, son las ganas de poner en debate el estado de situación de los nuevos medios y su relación con los que ya no se pueden llamar espectadores. Y sobre todo, hay una enorme voluntad de hacer rugir una voz que no se escuchaba. Dos cosas que hacen de Redacted la mejor película sobre la invasión de Irak.
Más pecados de guerra El último largometraje del maestro Brian De Palma (Carrie, Vestida para matar, Scarface, Doble de cuerpo, Misión: imposible, Los intocables y Femme fatale) versa sobre el actual conflicto de Irak, pero, a pesar de albergar elementos propios del agit prop, acaba trascendiendo el punto de partida bélico para instituirse en una brillante reflexión en torno a la dinámica de los medios de comunicación actuales y la transformación de aquello que solemos llamar realidad. Para acercarse al conflicto bélico de la manera más verídica posible, De Palma opta por asumir como materia prima toda clase de formatos audiovisuales. Se ficcionalizan diarios filmados de soldados, videos de YouTube, reportajes para noticieros, cámaras de seguridad, video-blogs o documentales televisivos de corte didáctico, para así ir construyendo un relato en torno a la violación y el asesinato de una familia iraquí por parte de unos soldados norteamericanos. Lo que podría verse como una suerte de remake de Pecados de guerra (la película de De Palma sobre el conflicto bélico en Vietnam que en 1989 había optado por una envoltura formal y hasta cierto punto académica) termina erigiéndose en una sofisticada y vanguardista meditación sobre los límites de la realidad tal y como la comprendemos hoy en día (conquistada y controlada por los medios de comunicación). En ese sentido, De Palma juega continuamente con la apelación a canales de información tanto oficiales como no oficiales, dibujando con precisión el límite más allá del cual no puede, o no quiere, acceder el oficialismo. La verdad se aprecia como un puzzle fragmentario, complejo, casi inaccesible, y resulta asombroso observar cómo el animal cinematográfico que es De Palma consigue organizar los materiales para terminar construyendo una narración vibrante y emotiva, en la que a pesar de su apariencia documental, los recursos puramente fílmicos (el suspenso, el tempo, el encuadre, el fuera de campo...) pueblan la pantalla en todo momento. Ante una realidad en crisis, varios cineastas con talento han decidido explorar las posibilidades éticas y estéticas del hiper-realismo, desde el Paul Greengrass de Vuelo 93 al Gus Van Sant de Elefante, pasando por el Michael Winterbottom de In this World. Sin embargo, nunca antes esa exploración había sido tan autoconsciente, radical y siniestra. Llegado el momento de gritar, a veces vale la pena dejar las sutilezas a un lado. Y eso De Palma lo sabe muy bien.
Con respecto a la historia que se cuenta cada espectador la va a analizar desde un punto de vista diferente, ya que se puede considerar como una fuerte denuncia de lo que sucede en Irak, o como un estudio sobre lo influyente que pueden ser...
Samarra es una historia de ficción que se inspira un hecho real que fue en el asesinato y violación de una chica iraquí de 14 años por parte de un grupo de soldados norteamericanos. Lo que me impactó de este film es que es la primera película de ficción realizada por un artista de los Estados Unidos, que retrata a la perfección lo que la gran mayoría de la comunidad internacional siente sobre la invasión a Irak y el desastre que la administración de George Bush generó en esa región del mundo con una guerra totalmente inventada. De Palma refleja con mucho realismo lo que se siente vivir en este momento en Irak donde podés morir victima de un atentado terrorista o en la incursiones del ejército estadounidense. Como tal vez recuerden, el cineasta ya había trabajado en Pecados de Guerra (1990), con Sean Penn, un hecho similar que se refería a la guerra de Vietnam. La particularidad de Samarra es que fue filmada con cámaras digitales, a lo Cloverfield o Diario de los Muertos (de George Romero) que en este caso retrata la visión de un soldado, quien decide registrar todo lo que sucede en su pelotón con su cámara personal. La historia además es narrada desde otros puntos de vista, que incluye a un documental francés (también ficticio) que habla sobre la vida en Irak luego de la invasión norteamericana. El realismo que tiene la historia se intensificó con la decisión del cineasta de trabajar con actores no profesionales, que en mi opinión hicieron un gran trabajo. De Palma, quien se convirtió de la noche a la mañana en el Enemigo Público número 1 de su país con este trabajo, comentó en varias entrevistas que estaba cansado de la mirada con la que los medios mostraban al Ejército de su país en películas y noticieros y él quería retratar la otra cara de lo que ocurre en Irak que mucha gente no esta dispuesta a aceptar. De alguna manera Samarra describe de manera contundente el fracaso de las estrategias de la administración Bush en materia de política internacional. El mensaje del realizador es claro: El Ejército de un páis no puede actuar como policía internacional imponiendo su ley en el mundo. Voy a ser honesto, este trabajo de De Palma, que es lo mejor que hizo en muchos años, es un film deprimente que te deja con una sensación de angustia al final. Los últimos 30 segundos donde se muestran imágenes terribles de víctimas civiles de Irak, son fuertes. Muchas de esas fotos no son reales y fueron armadas para la historia pero igual te golpean. Samarra es una experiencia fuerte pero que es muy interesante de ver ya que constituye un documento honesto y contundente de los tiempos que corren.
Editados de Guerra Finalmente llega a los cines argentinos Samarra (Redacted, 2007) dirigida por Brian De Palma. La película es una dura crítica a la Guerra de Irak y a los medios masivos de comunicación por parte del director de Carrie (1976), a quien podrá criticársele su crudeza –por momentos efectista- a la hora de exponer las imágenes, aunque ése sea el punto mas destacable del film. Un grupo de marines norteamericanos se encuentra en los puestos de guardia en medio del conflicto bélico con Irak. Uno de ellos graba con su cámara casera lo que ocurre allí produciendo una especie de diario de viaje. En él se debelarán los genocidas acontecimientos de los que formarán parte, muy diferentes a los transmitidos por la televisión al resto del mundo. El título original de la película Redacted, cuya traducción significa editado tiene que ver con el discurso ácido que Brian De Palma efectúa sobre los medios masivos de comunicación. La información editada, negada, bloqueada, viene a tapar las verdaderas causas –y consecuencias- de un conflicto sin sentido. El video casero, los canales de Chat, portales tipo Youtube y demás recursos tecnológicos son utilizados por De Palma para desenmascarar los hechos producidos en Medio Oriente. Ahora bien, este es el discurso del director de Doble de Cuerpo (Body Double, 1984), pero ¿cuál es su metodología al abordarlo? De Palma utiliza la imagen proveniente de todos los canales posibles de transmisión y los intercala con la imagen televisiva de un noticiero estilo CNN. Agregado a esto, utiliza recursos simbólicos que acentúan su discurso, como por ejemplo el escorpión siendo devorado por varias hormigas y la música extradiegética de Handel "Sarabande". Aunque también utiliza recursos efectistas (movimientos de cámara, primeros planos, etc.) para lograrlo. A nivel dramático Brian De Palma se basa en un caso real de una violación y posterior mutilación a una adolescente civil de Bagdad en manos de un grupo de marines norteamericanos. El hecho puntual nos recuerda a otra película de De Palma pero sobre la Guerra de Vietnam llamada Pecados de Guerra (Casualties of War, 1989). En ella hay también un caso de violación como eje de la trama, como si el director considerara a una violación el acto más aberrante de degradación humana que pueda cometer una persona. De Palma no da vueltas, no da a entender ni invita a la reflexión. Realiza un discurso duro, violento y directo sobre su visión acerca de la Guerra en Irak. No se esconde en la ambigüedad sino que es lo mas frontal posible y allí radica su denuncia, valiente y explícita, aunque pueda incomodar a alguien. Y vaya si lo hace.
Una guerra, varias miradas Brian De Palma se centra en los actos de un grupo de soldados en Irak, desde diversos puntos de vista. Uno puede admirar o detestar el cine de Brian De Palma: difícil mantenerse indiferente. Samarra, que llega a la Argentina con algunos años de retraso, y que le hizo ganar a De Palma en Venecia un León de Plata a la dirección en 2007, lleva también a sensaciones extremas. La película, revulsiva, como le cuadra al realizador de Carrie, Doble de cuerpo y Scarface, se centra en un grupo de soldados norteamericanos durante la ocupación de Irak. Pero la singularidad no la marca su violento antibelicismo, matizado por el humor negro, sino sus múltiples puntos de vista, confluyentes siempre en la barbarie, en especial de las tropas invasoras. Aunque se centra en este grupo de soldados, y mantiene la solidez narrativa y la tensión hasta el fin, el filme está estructurado de un modo fragmentario, como un verdadero collage, conformado por viñetas que brindan distintas miradas, visualmente impactantes. Una experimentación de De Palma con el lenguaje cinematográfico. Veamos (a través de muchas lentes): a la cámara del realizador se le suman la de un soldado que filma el día a día de la guerra, la de un (falso) documental francés, las de seguridad, las de un canal de noticias islámico... y las imágenes de YouTube y de videoconferencias entre los militares en Irak y sus familiares en los Estados Unidos. En la primera parte, Samarra le da prioridad a las imágenes que toma el soldado norteamericano: lo que nos transmite el hiperrealismo brutal del campo de batalla, pero, también, la intimidad de los combatientes: en especial sus prejuicios y su racismo, exacerbados por el miedo y el deseo de venganza. Las interpretaciones, la dirección de actores y las puestas son muy logradas. Samarra, al igual que Vivir al límite, ganadora del último Oscar, se vale del efecto documental (la cámara en mano, el desenfoque, el fuera de campo) para hacernos sentir mayor empatía con lo que vemos. Es cierto que De Palma no elude las imágenes ni las situaciones repulsivas -no faltan embarazadas ni niños destrozados- para conmover e involucrar al espectador. También que, en algunos pasajes, remarca demasiado su línea política, cuestionadora de la xenofobia norteamericana, sobre todo sureña, y que rompe el verosímil. Pero hay que remarcar, ante todo, su enorme vitalidad cinematográfica y su capacidad para ensayar (y llevar a buen puerto) una diversidad de recursos estéticos, dramáticos y narrativos, muchos de ellos sofisticados y hasta vanguardistas. Samarra fue realizada, además, al calor de los acontecimientos bélicos, en medio de una sociedad que no siempre acepta la autocrítica. Su cuestionamiento a un único punto de vista de narrativo es otro de los aciertos de una película que jamás permite relajarse.
La guerra como nadie la quiere ver Perturbador film de Brian De Palma sobre un caso de violación y asesinato en Irak "¿Qué hacemos acá?", se pregunta uno de los soldados apostados en Samarra, Irak, mientras a su alrededor el tiempo pasa entre ráfagas de violencia y un tedio constante que perturba. De hecho, cada plano de este film escrito y dirigido por Brian De Palma es perturbador. El realizador de Doble de cuerpo y Pecados de guerra , película con la que Samarra tiene más de un punto en común, eligió contar a través de un collage de imágenes recreadas para la ficción el caso de la matanza de Mahmudiya, donde una chica iraquí de 15 años fue violada y asesinada por un grupo de soldados norteamericanos que también asesinaron a su familia. De Palma imaginó a uno de los integrantes de esa unidad como un cineasta en ciernes decidido a grabar toda su experiencia en la guerra. Así, los videos "caseros" se suman a las imágenes de noticieros locales, a las escenas tomadas en las salas de interrogatorios, a las videoconferencias entre los soldados y sus familias, a los cortometrajes subidos a la Internet y hasta un documental francés sobre la cotidianidad del ejército invasor. Nada de lo que De Palma muestra es real y sin embargo todo es verdadero: reconstrucciones de lo que sucedió, conversaciones que recopiló en una investigación que lo llevó a mostrar todo lo que nunca se muestra de esta guerra, todo lo que se pierde entre la intención de censura y su ejecución en la sala de edición. De hecho, el título original del film hace referencia a esos documentos del gobierno norteamericano que son editados para que no se conozca la verdad de lo que sucede en Irak. El impresionante material fílmico recreado y la manera en que el director eligió estructurarlo causan impacto aun cuando su sucesión pueda resultar algo caótica y por momentos se subraye en exceso el punto de vista del que parte el film. Tal vez su costado más débil sea la representación de los soldados violadores y asesinos como seres malvados sin demasiadas dimensiones. Interpretados por actores desconocidos, los villanos resultan más creíbles en la superficie pero carecen de profundidad dramática. Claro que el mayor logro de esta película es el que, por momentos, la hace casi insoportable de ver. Porque aquí la violencia no es bella ni está estilizada en pos de tranquilizar al público, y la distancia entre él y la imagen parece borrada. A pesar de utilizar supuestas imágenes de los medios masivos audiovisuales a disposición, esas a las que el espectador ya está acostumbrado y hasta inmunizado, De Palma apela a su reacción, busca conmoverlo y, en gran medida, lo consigue.
La muerte, ese lugar común Apelando a un impactante registro del horror cotidiano de cualquier guerra, Brian De Palma construye un patchwork visual que no da respiro, cimentado por un montaje final de imágenes reales que viene a recordar que no todo es cine. El diccionario de la lengua inglesa de la Universidad de Oxford reza, en su segunda acepción del verbo to redact, “editar, hacerle cambios a un documento antes de ser publicado”. Ese es precisamente el sentido del título original de Redacted, último largometraje de Brian De Palma que mete el dedo en la llaga de los pecados de guerra, en aquellos hechos y actitudes que la opinión pública no debería conocer y mucho menos confirmar fehacientemente. Máxime si se desea mantener con vida aquel proverbio que afirma que la primera víctima en todo conflicto armado suele ser la verdad. Los distribuidores locales optaron por una gracia más sencilla: el nombre de la ciudad iraquí en cuyos suburbios transcurre la historia del film. Samarra comienza sus tensos noventa minutos con imágenes tomadas por un soldado con ínfulas de cineasta, situaciones triviales en el encierro del cuartel durante las horas de descanso. De allí en más, esa cámara cándida será el instrumento principal en un concierto de pequeñas y enormes atrocidades registradas y reproducidas por ése y otros tantos medios audiovisuales. Samarra no es ni intenta ser un documental, pero De Palma construye su ficción a partir de la emulación de registros alejados del imaginario del cine de Hollywood. La deliberada elección de un reparto de actores desconocidos corre en la misma dirección, anulando la posibilidad de la identificación de tal o cual rostro. A la visión de esa cámara hogareña se le irán sumando otras miradas: escenas de un documental francés, mucho más profesionales, sobre el puesto de control operado por ese mismo grupo de soldados norteamericanos; pequeños clips colgados en Internet por la guerrilla local –celebraciones de la violencia y el horror en nombre de Dios–, fragmentos de noticieros, mensajes grabados por las esposas de los soldados, imágenes de cámaras de seguridad y un largo etcétera. El resultado es un collage de vistas y sonidos que, sin embargo –fiel a la tradición clásica del realizador– termina conformando un relato lineal, distinguible, en el cual causas y efectos pueden absorberse fácilmente. Un patchwork infernal, pensado y ejecutado desde la bronca y el dolor, que no les quita el hombro a ciertos planteos narrativos algo manipuladores que, previsiblemente, corren incluso el riesgo de la sobresimplificación. El tedio del trabajo cotidiano en el checkpoint, con sus pequeñas miserias y las humillaciones sufridas por los ciudadanos iraquíes que sólo intentan circular de un lugar a otro de la ciudad, le cede el espacio a una confusión que termina en crimen: la muerte de una mujer que está por dar a luz y la de su hijo no nacido. De allí en más, Samarra plantea líneas divergentes a partir de las reacciones de los soldados, que van desde la justificación por las condiciones imperantes –los famosos daños colaterales– a la celebración lisa y llana, racista e intolerante, de la muerte ajena, pasando por el inicio de algo parecido a la toma de conciencia. El film tiene reservados varios horrores más, entre otros la violación seguida de muerte de una adolescente y el asesinato de toda su familia a manos de un par de soldados, todo ello registrado por la cámara oculta de un compañero. Violencia que convocará a otras violencias, venganzas sobre venganzas, en un círculo interminable de sangre, mutilación y muerte. Una muerte tan inevitable, parecen decir los acontecimientos, como esa que aparece bajo apariencia humana en el relato de Somerset Maugham que uno de los reclutas lee a cámara. Sin anestesia y sin censuras (de allí, nuevamente, el título original Redacted), el film se plantea como un despiertaconciencias. Un agitprop que, en más de un sentido, no es otra cosa que una relectura de Pecados de guerra, el largometraje dirigido por De Palma a fines de los años ’80, que tenía a la guerra de Vietnam como trasfondo de una historia de características y alcances similares. “¿Qué hacemos acá en Irak, si no nos quieren?”, se pregunta un joven profesional de las armas luego de la muerte del líder de la compañía. No hay respuesta posible a ese planteo; no una sencilla, al menos. En el empeñoso camino hacia la denuncia, con el recuerdo de Abu Ghraib todavía fresco, De Palma se ve ocasionalmente obligado a recurrir a la caricatura, en particular la de la dupla de soldados culpable del crimen, y a una acumulación de shocks diseñados para escandalizar. Son riesgos que el film toma, medios en pos de un fin que pueden ser discutidos, condonados o desdeñados. Antes de la secuencia de títulos de cierre, Samarra presenta un montaje de imágenes reales, un recordatorio de los efectos de la ocupación y la guerra en la población civil, particularmente las mujeres y los niños. Con la aplastante potencia de la verdad, esos planos fijos quizá sean más potentes que el resto del film, la imagen viva de la muerte más innecesaria.
Pecados de guerra "Donde mires es muerte y destrucción. Violaron, mataron y quemaron a una niña iraquí de catorce años y no hice nada para detenerlos" es la frase de uno de los soldados que se encontraba en un puesto de guardia durante una misión en Irak, un país desconocido y cumpliendo órdenes. Con imágenes impactantes de archivo sobre el desenlace, Brian De Palma se mete de lleno en el horror verdadero del mundo de la guerra. Su mirada sobre un grupo de soldados, uno de ellos un estudiante de cine que llevaría las imágenes grabadas como tesis, es el motor de esta película fuerte, impactante que intenta concientizar sobre las atrocidades de la contienda bélica, sin filtros ni medias tintas. Es lo que se ve y mucho más. Desde el secuestro y decapitación de un soldado norteamericano hasta las imagenes de niños mutilados por la guerra. Una mezcla potente de drama, archivo, grabaciones e internet como herramientas de comunicación para mostrar lo que en su momento fue "editado" y no visto en los medios. De Palma se arriesga con un trabajo que nada tiene que ver con el cine de género al que nos tiene acostumbrados. Y muestra, de manera directa, los pecados de una guerra sin sentido.
Daños colaterales Hay palabras que podrán tacharse, imágenes que sufrirán cortes en una edición parcial; discursos que intentarán silenciar en la impunidad de un mundo donde los poderosos siguen aniquilando a los débiles bajo la indiferencia de todos y la complicidad de muchos. Si bien Samarra (Redacted), documental creado por Brian De Palma en el año 2007, llega con retraso a la cartelera porteña -en formato DVD- su vigencia resulta más que apropiada cuando en la era Obama el ejército norteamericano continúa aún usurpando el Medio Oriente. Apoyado en una dialéctica que conjuga material de archivo desde formatos heterogéneos como internet o filmaciones digitales, reconstrucciones dramáticas con actores para trazar una mínima trama y extractos de un documental francés sobre una barricada y punto de control del ejército, el director de Doble de Cuerpo traza las coordenadas de un subtexto que procura desnudar las miserias del ejército imperialista durante la ocupación en Samarra. Esta ciudad, además de soportar la invasión, alberga historias aberrantes que involucran explícitamente a soldados norteamericanos. El disparador que moviliza el opus de De Palma es el asesinato de una menor sunnita y toda su familia luego de ser violada sistemáticamente un 4 de Julio (paradójicamente el día conmemorativo de la Independencia Yankee) por un grupo de soldados que quedan registrados por otro de origen latino que pretende filmar su experiencia para estudiar cine al regresar de la guerra. De las conversaciones triviales y una constante exposición de la brutalidad e ignorancia de estos patéticos jóvenes rasos se van extrayendo los fragmentos conceptuales que encierran esta obra valiente y crítica de la ideología dominante con vocación imperialista. Se descorre con crudeza, entonces, el velo de la falsedad con la contundencia de un compendio de imágenes que reflejan la cara oculta de la guerra: la matanza impiadosa de civiles bajo el justificativo de restaurar la democracia. Por otro lado, y en un segundo nivel expositivo, el realizador se atreve a reflexionar sobre la representación y la realidad al utilizar el artificio de la ficción con la clara intención de despabilar mentes que ven la guerra por TV como si se tratara de un blockbuster de acción. No hay nada que objetar a este alegato antibélico; también lo era otro gran film como Pecados de guerra (también de De Palma), que junto a Iraqui Shorts Films (estrenada en el BAFICI el año pasado) se definen como películas obligatorias, contundentes y necesarias para comprender un poco mejor al mundo.
El genial Brian De Palma construye a conciencia el film más virulento hasta la fecha sobre la invasión a Irak. Adoptando un registro múltiple de falso documental, Samarra (Redacted, 2007) desborda valentía y sinceridad al tiempo que destroza la administración de George W. Bush, la manipulación a cargo de los medios y esa mentalidad tan estadounidense de apoyar a los militares en sus tropelías cotidianas. La propuesta no es apta para cobardes que gusten de cerrar los ojos ante las masacres ajenas…
El director Brian De Palma rodó hace unos años “Samarra” en la cual intenta transmitir el horror de la guerra. Para este filme, cuyo título original es “Recacted” y con el cual el director ganó el León de Plata en el Festival de Venecia en 2007, se valió del recurso del falso documental para contar la historia de un grupo de soldados perdidos en el medio de la nada durante la guerra de Irak. El realizador intenta transmitir los estragos sicológicos de esos soldados sometidos a la presión sostenida y a la degradación insalvable de la violencia. Con recursos técnicos acertados, como un soldado que decide filmar lo que ocurre en el terreno o registros de internet entre otros múltiples soportes audiovisuales De Palma construye un relato revulsivo sobre los efectos de la guerra.
Podemos estar de acuerdo o no con la postura de Brian De Palma respecto de la historia que quiere contar, pero no podemos negar que hay una búsqueda estética. Y que esta misma búsqueda es en sí misma una declaración de principios, una crítica, una forma de reflexión. Samarra nos cuenta la historia de un grupo de soldados norteamericanos situados en un puesto de guardia en Irak que matan a una familia y violan y queman el cuerpo de una chica de quince años. El relato es construido desde el registro filmado de uno de los soldados que lleva una suerte de diario de su estadía en Irak, desde las cámaras de seguridad del puesto de vigilancia, desde videos subidos a la red en plataformas similares a youtube, desde un noticiero local con notas de miembros acreditados de la prensa internacional. De esta forma no sólo De Palma cuenta la historia de una manera no convencional, sino que está haciendo un alegato sobre la construcción de la realidad en la era mediática, donde todo es susceptible de ser registrado por una cámara digital. El registro inmediato de la realidad genera una falsa idea de no construcción, una noción de que las cosas no requieren más elaboración porque son evidentes por sí mismas. Pero De Palma, al mostrarnos desde una pluralidad de cámaras lo que sucede, nos dice que la realidad siempre se construye, se interpreta, se lee de ella lo que se quiere. Lo único que llama la atención en el relato de De Palma es el maniqueísmo con el que retrata, no a la situación, sino a los personajes: los soldados que perpetran la violación y matanza son mostrados desde un comienzo como los “malos” de la película, con una insensibilidad poco verosímil, lo cual le quita fuerza a la reflexión original que el film propone. De cualquier manera siempre es positivo ver un film donde se hace patente la intención de querer decir algo de una forma en particular, y no apelando a modelos cinematográficos ya establecidos. En este sentido, la apuesta de Brian De Palma es fuerte y uno no puede quedarse sin emitir una opinión. Sin duda es un film que incita a la reflexión, no sólo sobre la guerra, sino sobre la responsabilidad del cine y de otros medios audiovisuales ya no como meros registros, sino como constructores de realidad.
Los Desastres de la guerra Hay un cuento breve y maravilloso de W. Somerset Maugham sobre un encuentro entre un hombre y la muerte sobre la espera de esta última con el desgraciado hombre en Samarra, cuento que sirve como disparador de parte de este filme, donde Brian De Plama utiliza para volver al ruedo cinematográfico con "Redacted" -aquí bautizada para su distribución como "Samarra"-, cierta estética actual. Es decir filmaciones que parezcan o son tomadas directamente de la cámara digital de uno de los soldados, similar a lo mostrado como hecho fílmico en ficciones como "Cloverfield" o "Rec", con otras reales y con mucho de imaginación, se presenta la narración de un ultraje y posterior asesinato en masa a un familia de iraquíes por parte de unos pocos soldados norteamericanos. Imágenes duras, fragmentaciones belicistas, que se confunden entre el horror y la ilustración contundente de la guerra en Irak. De Palma juega o se sirve de mucho pareciendo de a ratos una forma copiada del "reallity" criollo: "Policías en acción" de la tv , o quizás plasmando cual un Goya contemporáneo un fresco de los desastres de la guerra. Muestrario de miserabilidad humana y paranoia infinita que no debe haber resultado del gusto ni beneplácito de sus connacionales yanquis. Son demasiados los que en su país simpatizan más con "Los boinas verdes" de John Wayne que con "Pelotón" de Oliver Stone. Uno de los protagonistas -todos actores absolutamente desconocidos- sostiene por allí: "Hay que disparar siempre sin tener dudas", o "Que quiere esta gente...? Les trajimos la democracia, le sacamos a Saddan Husein....", y deja en claro la idea del realizador de "Carlitos Way" o "Scarcafe", de cual es su postura ante el tema. Elogiable aunque estremecedora, un filme distinto y polémico, de justa duración y desgraciadamente estrenado bastante tarde, lo cual le pateará en contra en tema respuesta de público. Después de verla como no recordar esos versos del genial José Larralde cuando dice: "Y el ego que nunca vé nada porque siempre está ocupado/ deja que crezca el pecado, total la bosta está hecha/ va a tener buena cosecha quién clasifique finados...!".
Guerra de medios De Palma reflexiona lúcidamente sobre la manipulación de la verdad en momentos de guerra. Brian De Palma combina en su último filme la vertiente voyeurista y exploratoria de la mirada que siempre lo ha caracterizado a lo largo de su carrera, con exponentes como Obsesión, Vestida para matar, Ojos de serpiente y Mujer fatal, con la línea política promovida por filmes como Caracortada, Pecados de guerra o La hoguera de las vanidades. Lo hace con una historia construida a partir de un rompecabezas de imágenes que potencian la impresión de realidad y extracción de lo censurado. La impresión que transmite Redacted no es sólo que, como dice su slogan, la verdad es la primera víctima de una guerra, sino que en cierto modo la verdad se ha extinguido desde antes del proceso bélico. Esto sucede porque la realidad percibida es fabricada, cortada, demolida, vuelta a hacer y mezclada con otras realidades. Los dispositivos y herramientas fílmicos que se ven a lo largo del filme lo evidencian: fragmentos de un documental francés, cámaras hogareñas, informes de noticieros, clips subidos a internet, etcétera, todos son tan potencialmente certeros como falaces. Si la sensación que prima en Samarra (título local bastante arbitrario, referido al lugar donde transcurren los hechos) es la ambigüedad, la incertidumbre permanente, de ella también se desprenden numerosas certezas. La primera, vinculada al horror de la guerra, de la deshumanización paradójicamente encarnada como representativa de la humanidad. La segunda, la conciencia de que la Historia es capaz de constituirse en una fabricación ficticia en el peor de los sentidos, una mentira siniestra destinada a brindar una determinada impresión, en beneficios de estamentos del Poder. La tercera, que la mirada también hace responsable al espectador, del mismo modo que el saber, aunque sea una parte, hace responsable al que es informado, o que el contemplar un crimen sin hacer nada no le quita participación a uno. Como en toda la filmografía de De Palma, el ojo es un órgano activo, pensante. Aquí se piensa la guerra de Irak. Y ese pensamiento, ese trabajo de reflexión conduce al horror, un horror lúcido, con múltiples sentidos.
Esta película rabiosa y desesperada de Brian De Palma es una de las pocas películas que intentan señalar que la expedición democrática norteamericana a Irak no sólo repite los errores y horrores de Vietnam, sino que perfecciona la crueldad y la ignorancia de sus tropas, aunque también constituye, como en tantas películas del realizador, una meditación sobre el lugar que ocupan las cámaras de filmar en la vida contemporánea. Basándose en un hecho real en el que una joven de 14 años fue violada y asesinada por unos soldados estadounidenses, De Palma, con un presupuesto mínimo, decide rodar en digital, según él, para evitar la protección que suministra la imagen cinematográfica. El objetivo es la inmediatez. Lo que se ve parece haber sido registrado por la cámara digital de un soldado raso, un posible documental. Es un efecto perceptivo, también una provocación. Interpretada por actores ignotos, a menudo se ha insisto en la debilidad dramática, un juicio desacertado, pues los intérpretes, en el egoísmo extremo y la banalidad ostensible de sus actos y gestos, materializan una mentalidad reconocible, y probablemente resultarían inverosímiles si se tratase de estrellas de cine. Las proezas técnicas del director están contenidas, aunque un vistoso plano secuencia habrá de saciar a sus seguidores, pasaje en el que los soldados juegan a los naipes. (RK)
Quince años atrás, Brian De Palma desnudaba las atrocidades que esconde todo campo de batalla en “Pecados de guerra”. Allí, el escenario era Vietnam y se trataba de la violación y muerte de una campesina a manos de soldados estadounidenses. Acá se trata de un hecho similar, un episodio real ocurrido en Irak. Soldados americanos violan a una menor y luego la asesinan junto a toda su familia. De Palma abandona en este caso el estilo cuidado que maneja en sus thrillers, para contar los hechos a través de un collage de imágenes en crudo, aparentemente tomadas de videos caseros, sitios web, noticieros y cámaras de seguridad. El tratamiento le imprime una veracidad sobrecogedora a lo que se narra. En todo momento, aparece como la contracara de la historia oficial. La guerra que nadie quiere ver, en un film duro, polémico, situado en la vereda de enfrente de las elegantes piezas hitchcockianas que prodiga el director, quien fue acusado de favorecer el terrorismo por ciertos sectores conservadores de la política norteamericana.
La guerra que nadie muestra Como se podía intuir a principios de año, la llegada de Obama al poder no cambió el posicionamiento estratégico del imperio del norte en el mundo, que en consecuencia sigue en estado de guerra. Más curioso aún puede resultar que el séptimo arte continúe ignorando olímpicamente los costados más oscuros de la intervención norteamericana en Medio Oriente, con Hollywood despachando como hamburguesas películas de propaganda y reclutamiento, que ya ni siquiera llegan a las carteleras de los cines del mundo (los últimos estrenos del género, algunos casi de clase B, pasaron directamente a DVD). Pero hace unas semanas se estrenó tardíamente en nuestra ciudad la mejor película hasta el momento del tema: Redacted (traducida aquí como Samarra), del gran Brian de Palma, que se presentó en el Cine Teatro Córdoba con más de dos años de retraso, y que próximamente se encontrará en las bateas de los videoclubes. Filmada en video digital y concebida como un documento de denuncia, casi en respuesta a las producciones de sus contemporáneos, Redacted es una película sin concesiones de ningún tipo, que se hunde de lleno en uno de los episodios más horrorosos de los abusos norteamericanos en Irak, un conocido caso de violación de una niña iraquí de 14 años y su posterior asesinato y el de toda su familia por parte de un grupo de soldados. Se diría empero que lo más subversivo de la película es la forma elegida por De Palma para dar su testimonio: la apropiación de un conjunto diverso de formatos audiovisuales más propios de la modernidad y la forma televisiva (filmaciones caseras, noticieros, cámaras de seguridad, videos subidos a Internet), aunque integrados a una narrativa clásica y una lógica cinematográfica. El resultado es una lúcida reflexión sobre las formas de comunicación en los tiempos que vivimos, sobre los cambios que trae aparejados en la dinámica política de las sociedades la masificación de la tecnología y el acceso a Internet, sobre los nuevos paradigmas, en fin, que dominan la lucha cotidiana por la construcción de la verdad y la apropiación de la realidad. Así las cosas, la forma del filme asemeja al documental, aunque todo lo que muestra es ficticio (y por supuesto también verídico): el eje es la cámara de un soldado miembro de un pelotón encargado de un puesto de vigilancia en Samarra, a unos kilómetros de Bagdad, quien sueña con ser cineasta y ha decidido registrar todo lo que acontezca para utilizar éste trabajo como puerta de entrada a la universidad. El relato es encuadrado a su vez por un documental (también ficticio) de una cadena de televisión francesa, que narra la actuación de este pelotón norteamericano, y luego se insertarán filmaciones caseras subidas a Internet (tanto de la insurgencia iraquí como de denuncias de soldados norteamericanos), noticieros ficcionalizados y registros de cámaras de seguridad. El objetivo es conseguir la mayor verosimilitud posible (razón que explica la utilización de actores prácticamente desconocidos), acaso para constituirse en una suerte de respuesta a la misma construcción que, en reverso, realiza la prensa y el cine de su país. Lo cierto es que con todas estas herramientas De Palma irá reflejando la cotidianeidad de estos soldados en Samarra, una rutina que se vuelve asfixiante y aburrida, diametralmente opuesta a la difundida por los filmes de aventura (en este punto es interesante compararlo también con Vivir al límite, última ganadora del Oscar). Nada es cool en Samarra, y por supuesto nadie entiende muy bien por qué está allí, ni mucho menos cuáles son los objetivos de la invasión. Pronto, el asesinato de una mujer embarazada modificará la falsa tranquilidad que se respira en el ambiente, y la tensión irá en aumento cuando llegue la réplica iraquí, en un pequeño atentado, que rápidamente desatará una espiral de violencia que culminará con el episodio descrito. Si bien Redacted (cuya traducción literal sería re-editado, es decir censurado, algo que el filme sufriría en carne propia) no es un documental, De Palma sí pretende explorar la condiciones de la ocupación en Irak, la visión despreciativa, colonial y racista, que esconde semejante empresa, y por supuesto las consecuencias que conlleva. Por eso, cuando surge, la violencia irrumpe con toda crudeza, de manera absolutamente explícita, aunque no hay ninguna forma de estetización vacua, y la caracterización de los victimarios recrea un prototipo de la psicología fascista, profundamente ignorante y resentida. El notable montaje final con fotografías de víctimas reales de los “daños colaterales” de la actuación norteamericana termina de dar verdadera dimensión a lo ocurrido, a pesar de la censura que obligó al director a tapar los rostros de las víctimas. Por Martín Iparraguirre