A diferencia de lo que ocurrió el año pasado con un par de películas infantiles de origen local, Selkirk –el verdadero Robinson Crusoe- ofrece varias aristas disfrutables de principio a fin y en el mejor de los casos una mirada nostálgica para los más grandes.
Solo y mal parado A bordo del galeón Esperanza viaja el marino Selkirk, no porque el capitán lo quiera sino porque el protagonista de la historia posee algo que es gran interés para el capitán. Una vez que este cree obtener lo deseado se libra de Selkirk dejándolo en una isla desierta. El marino queda librado a la buena de dios, luego de haber desplumado a la tripulación en los juegos de cartas. Ambicioso por naturaleza, Selkirk comprende en la isla que hay otros valores en la vida. El mensaje del filme es obvio y poco elaborado. Su producción es algo mejor, sin descollar logra presentar un buen trabajo de stop motion, aunque los muñecos no son todo lo expresivos que se podría esperar. El relato es algo moroso, el clímax nunca llega y los pocos chistes que se ofrecen a los adultos que acompañan a los chicos son por lo menos flojos. Los más chicos se van a entretener y los más grandes no deben temer por el inocuo contenido del filme; eso sí, por ahí se aburren un poco.
Un pirata de acá y de allá Año tras año la animación latinoamericana se supera a sí misma dando una serie productos capaces de conquistar a los mercados internacionales. A pesar de las diferencias económicas con los films de los grandes estudios de Hollywood, estos pueden llegar a competir con dignidad y cautivar a cierto público adicto al género de la animación. Selkirk, El Verdadero Robinson Crusoe (2012) es uno de esos casos. Alexander Selkirk resultó ser un pirata inglés que vivió allá por el año 1.700 y que sirvió para que Daniel Defoe se inspirara a la hora de escribir Robinson Crusoe. En busca de tesoros, Selkirk parte en barco rumbo al Pacífico. Al llegar a una isla, y tras una serie de diferencias con el capitán, es abandonado a su propia suerte. Milagrosamente Selkirk logra vivir en soledad más de cuatro años hasta ser rescatado por otro barco. Pero todo ese tiempo que pasó en compañía de un loro, un gato y algunas cabras no fue en vano. Sirvió para transformar su interior y encontrar un ser diferente dentro de él. Un ser contrapuesto al pirata ambicioso que se veía por fuera. Selkirk, El Verdadero Robinson Crusoe es una coproducción entre Argentina, Uruguay y Chile que bajo la técnica de Stop Motion dirigió el animador Walter Tournier. Junto a un equipo de animadores y con escasos recursos, tal vez los mismos con los que Selkirk contaba en la isla, se las ingeniaron para lograr un film correcto en todos los sentidos. Una historia simple, con una narración fluida y entretenida para los más pequeños combinada con algunos guiños para los mayores, hacen que la película funcione en el público y cumpla con su premisa: hacer que todos pasen un grato momento El Stop Motion es más que aceptable y todo lo que se puede decir no son más que elogios. Compararla con productos de altos presupuestos y cientos de profesionales sería caer en un lugar facilista y bastante común. Teniendo en cuenta las formas de producción latinoamericana, Selkirk, El Verdadero Robinson Crusoe está mucho más allá de lo digno y podríamos decir que se supera a sí misma y a lo que uno puede llegar a esperar. Si no fuera porque de antemano se sabe su origen sería muy difícil afirmar fehacientemente que es un producto local. Que Juan Pablo Zaramella haya estado entre los diez animadores preseleccionados para el Oscar no es parte del azar sino del trabajo y del profesionalismo. Que Selkirk, El Verdadero Robinson Crusoe cumpla con los estándares de calidad que se le pide a un producto de estas características, también es parte eso. Sin duda habrá cosas que mejorar, detalles que corregir y alguna que otra crítica que realizar, pero las ganas de hacer buen cine están. Selkirk, El Verdadero Robinson Crusoe confirma que muchas veces son más importantes las ideas que el dinero. Una apuesta a un género que vale la pena ver y apoyar, por el esfuerzo y el resultado final.
Por los mares del Sur Primer largometraje realizado en Uruguay mediante la técnica de animación conocida como "stop motion", dirigido por Walter Tournier, y que además contó con un presupuesto de 1.250.000 dólares. Selkirk Esta nueva apuesta es una coproducción entre Uruguay, Argentina y Chile, siendo en Uruguay donde los estudios Tournier Animation construyeron la totalidad de los escenarios, muñecos y objetos y se realizó el rodaje; mientras que en Chile se hicieronn los fondos en 3D y finalmente en Argentina se registraron las voces de los personajes, el diseño de sonido y la música. Una propuesta distinta y divertida basada en la historia de Alexander Selkirk, el náufrago que inspiró al célebre escritor y periodista inglés Daniel Defoe para escribir la obra que hoy se considera un clásico de la literatura y la primera novela inglesa, publicada en 1719, Robinson Crusoe. El film realizado en su primer estadío de manera artesanal, lleva el sello de un director que se animó a más, luego de varios cortos (Navidad caribeña) y premios, se embarco en esta aventura donde el trabajo manual y la fotografía, hubieran hecho naufragar a cualquier impaciente. La película invita a un viaje muy entretenido en el que chicos y adultos se sumarán a estas andanzas y viajaránn mor los mares del sur. Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe tiene lo que una gran producción debe tener: el alma que traspasa la pantalla y salpica a los espectadores.
En busca de la riqueza interior Alexander Selkirk es un ambicioso pirata que se embarca en la búsqueda del fabuloso tesoro del legendario Manila, al mando del temible y traicionero Capitán Bullock, y su pintoresca tripulación, gracias a la posesión misteriosa de unos mapas de rutas que garantizan un camino directo y seguro. A lo largo del viaje, Selkirk deberá afrontar diversos conflictos con Bullock y con sus propios compañeros, quienes finalmente deciden abandonarlo a su suerte en una isla desierta. Las peripecias que sorteará en la isla le harán descubrir el verdadero valor de la vida. El film se inspira en la verdadera historia que llevara a Daniel Defoe a escribir su Robinson Crusoe: la vida de Alexander Selkirk, un pirata escocés que, luego de diversos conflictos internos con sus compañeros de tripulación, es abandonado en una isla desierta con un revólver y dos barriles de ron. El relato ha sido realizado con la técnica del stop motion, un procedimiento cinematográfico que data de comienzos del siglo XX para producir la ilusión de movimiento a partir de posiciones fijas. A diferencia del dibujo animado tradicional (analógico o digital), en la técnica del stop motion los personajes y el atrezzo no se dibujan sino que deben ser creados materialmente y colocados en cada una de las posiciones que serán luego fotografiadas para constituir el movimiento integral. En términos generales, el film se sostiene narrativamente con una eficacia más que correcta, aunque –a mi juicio- comete el desliz de distribuir de manera excesivamente desequilibrada los dos grandes momentos del film: la historia en la cubierta del barco y las peripecias en la isla. El relato destina dos tercios del tiempo de expectación a los acontecimientos junto a la tripulación, y una porción ligeramente menor a los sucesos de supervivencia en la isla. Esto por sí mismo no tendría ningún impacto si no fuera por el caso de que los hechos protagonizados en la isla se presentan como el redescubrimiento que experimenta el protagonista de los valores, y que significan –desde el punto de vista de la diégesis (la historia narrada)- la epifanía principal del acontecimiento narratogénico para Selkirk. El poco tiempo de desarrollo dedicado a este tema trae como consecuencia que el cambio psicológico del personaje se presente de un modo cuasi mágico, al modo del deus ex machina, término proveniente de la tradición del drama clásico al hacer referencia a la resolución de un desenlace a partir de la intervención divina. Pienso que se podría haber ganado algo de tiempo aligerando la introducción y sintetizando los sucesos del barco a un conjunto orgánico más compacto, lo cual hubiera además aligerado el ritmo general de la obra. La decisión de haber recortado tiempo narrativo a lo vivido en la isla debería haber sido acompañada con acciones de mayor contundencia en el cambio de personalidad del personaje para que la mayor duración de este escenario quede dramáticamente justificada. A pesar de todo esto, el film sale adelante con gran dignidad y vale la pena acercarse a esta propuesta, estéticamente muy bella, sobre todo con niños muy pequeños.
Una técnica que agiganta la fantasía Animación latina hecha a pulmotor. Una pena que Luminaris , maravilla animada por Juan Pablo Zaramella, no pasó de la preselección en su camino hacía el Oscar al mejor corto animado. Quizás si eso sucedía, hubiera permitido echar una luz (ya sea de 25 watts o de reflector del Kodak Theatre) en la animación latinoamericana, hecha más a pulmotor que desde el destruye-relatos “¡Hay que llegar a las vacaciones de invierno!” hecho con franquicias de caricaturas hartopopulare. Walter Tournier es un nombre clave en ese Everest escalado con escarbadientes que es animar en Latinoamérica y Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe , es un hito dentro de una carrera dedicada a la animación en Uruguay. Tournier, artesano, decide para su primer largo tomar la historia de Alexander Selkirk, un marinero escocés que vivió a lo Náufrago (¿se acuerdan? ¿Tom Hanks con barba de Castells y que tenía por mejor amigo una pelota de vóley?), pero en pleno siglo XVII y sin sponsor de FedEx. La historia del MacGyver Selkirk, se rumorea, inspiró en parte el clásico de Dafoe Robinson Crusoe . Y a nivel técnica, Tournier apela, mayoritariamente, a la huella humana del stop motion, la animación cuadro por cuadro de objetos, que suele asociarse a filmes burtonianos como El extraño mundo de Jack y El cadáver de la novia . De hecho, aunque el imaginario pirata esté más cerca de Jack Sparrow, un Depp sin Burton, los diseños de los personajes se acercan en su fisonomía a El cadáver de la novia . Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe gana cuando pirata, cuando muestra la vida en bar y en galeón de un grupúsculo de corsarios, cuando reduce su comedia a la caricatura. Hay una mezcla perfecta entre sincero diseño de personajes, de gracia basada en la caricatura, y entre la artesanía sentida, en esos laburados minisets, en cómo la técnica agiganta la fantasía sin perder nunca el rastro de sacrificio (pero tampoco haciéndolo lo primerísimo). Cuando los piratas se ponen Sparrow, cuando las bromas son ñoñas pero coherentes, cuando las canciones huelen a candombe y a alegría, Selkirk funciona a todos sus niveles. Pero cuando Selkirk deja de narrar la historia de cómo Selkirk, a partir de las apuestas, hace enojar a sus compañeros de tripulación y se dedica a mostrar cómo Selkirk se las arregla para empezar a vivir y a crear un hogar en la isla donde lo abandonan, ahí la película gana en belleza lo que pierde en narración. No es que haya torpeza narrativa, es que el ritmo pirata venía con viento a favor, con personajes para tener en la mesita de luz, y de repente todo se convierte en otro filme, uno con más inventiva visual, pero también con más moralejas sobre el materialismo. Aun así, es una película que debería atesorarse: un genuino film, y no un intento, de animación y sacrificio.
Una película artesanal para que los chicos descubran una narración distinta y valiosa En tiempos de vertiginosas imágenes digitales y efectos en 3D, la stop-motion (animación artesanal cuadro por cuadro) resulta una verdadera rareza. Tan extraña como una producción para chicos made in Uruguay y distribuida aquí por el grupo Disney. También es particular la elección: una trama de piratas (en la primera mitad) y, ya desde el subtítulo, una historia inspirada en el célebre náufrago británico Robinson Crusoe (en su segunda parte). Al ritmo de una pegadiza música de candombe y con un vistoso diseño visual (aun cuando el acabado esté lejos de la perfección hollywoodense), Selkirk... entrega buenas dosis de humor e ingenio a la hora de desarrollar las desventuras de la patética tripulación del galeón Esperanza, que en 1690 zarpa en busca de un tesoro. Más tarde, el antihéroe quedará varado en una isla tropical y, allí también, la narración perderá buena parte de su fluidez y de su gracia. El film regala las moralejas esperables en todo film infantil políticamente correcto (el egoísmo, la codicia y el individualismo del protagonista se irán transformando, con la experiencia, en sentimientos mucho más nobles), pero sin caer en el didactismo ni la obvia bajada de línea. Es probable que a cierto sector del público habituado al ritmo frenético y la espectacularidad de las imágenes de las producciones animadas del cine norteamericano le cueste un poco habituarse al tono, al ritmo y al estilo de esta más que digna propuesta uruguaya, pero resulta un buen ejercicio que los niños de hoy descubran que existe otro tipo de narraciones tan valiosas e igualmente recomendables.
Aventuras de un náufrago en los mares del sur Más o menos unos trescientos años antes que Tom Hanks, hubo un ser humano que sobrevivió a las inclemencias de una solitaria e inhóspita isla del Pacífico durante cuatro años y medio: el marinero escocés Alexander Selkirk. Abandonado en el archipiélago chileno de Juan Fernández luego de una pelea con su capitán en 1703, regresó al Reino Unido en 1709 y relató su aventura ante decenas de escritores y periodistas. Entre ellos estaba Daniel Defoe, quien una década después publicaría la novela Robinson Crusoe, autobiografía apócrifa de un náufrago inglés que pasó veintiocho años varado en una isla tropical. Algún desprevenido dirá, entonces, que la coproducción argentino-chileno-uruguaya Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe viene rotulada con la temible inscripción de “basada en hechos reales”. Pero no. O casi. Porque si bien toma como protagonista a un marinero británico, el equipo técnico y artístico, encabezado por el experimentado animador uruguayo Walter Tournier, imagina su génesis: el periplo marítimo, las causas del abandono, la vida durante su involuntario castigo y el rescate a manos de su otrora compañera de viaje. Todo narrado en clave infantil, de una edad no superior al dígito. El prólogo del film ubica en tiempo y espacio al (pequeño) espectador. Esto es, 1690 en las embravecidas aguas del Cabo de Hornos. El paso austral es obligatorio para aquellas embarcaciones dispuestas a apropiarse del oro de Manila, que las leyendas y rumores prometen por demás cuantioso. Selkirk porta un mapa preciso de las irregularidades oceánicas de los mares del sur, ganándose el visto bueno del malvado Capitán “La Peste” Bullock para integrar su tripulación. Pero lo que tiene de intrépido y verborrágico también lo tiene de timbero, y arrastra a sus compañeros al juego y las apuestas. La envidia en el barco es generalizada: el capitán anhela los mapas, y el resto, su suerte. Dos razones más que suficientes para deshacerse de él durante un reaprovisionamiento en una solitaria isla del Pacífico. Hasta ese momento, el film se desenvuelve con frescura, haciendo gala de un ritmo ágil y un tono simple y felizmente naif. Y, lo más importante, evadiendo ese mal casi endémico del cine infantil local que es la puerilidad didáctica. Pero el protagonista naufraga, y con él, la película entera. Lo más visible es la burtoniana animación Stop Motion, depurada y prolija en las escenas de interiores, pero herida de muerte por la cuesta arriba que significa la finura visual requerida para la profundidad de campo isleña –cómo animar el agua es, junto con la expresividad de los ojos, uno de los grandes dilemas del cine de animación digital–. Lo segundo es el viraje de una narración fluida a otra episódica y articulada como una suerte de sucesión de viñetas, tendencia graficada en el uso constante de fundidos a negro como separadores. Y lo tercero, y más importante, es el tufillo a redención que sobrevuela el desenlace. Selkirk tuvo que pasar varios años con un gato y un loro como única compañía para percatarse de que “lo importante es uno”, tal como afirma, y no la riqueza material.
Un pirata solitario que busca sobredorar una fama histórica Se trata de una película de animación realizada en técnica stop motion con fondos digitales 3D. El filme es una coproducción con Uruguay y Chile. Basándose en un personaje real, Alexander Selkirk, marino escocés, Daniel Defoe, escritor inglés, escribe su famosa novela Robinson Crusoe (1719), cuyo verdadero nombre fue "La vida y las extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe". El director Walter Tournier construye una sencilla historia animada por muñecos. La acción se inicia a fines del siglo XVII, plena época de furor marítimo de conquista y aventuras, donde Selkirk, apasionado por la navegación, se embarca en la nave Esperanza, luego de mostrar los planos de un posible tesoro escondido en una isla. Habrá varios episodios durante el viaje que más de una vez harán peligrar la travesía en el galeón, que logrará cruzar el Cabo de Hornos. Las desavenencias entre Selkirk y el capitán harán que el marino sea abandonado en una isla. EL NAUFRAGO En la realidad, el náufrago tardó cuatro años y medio en ser rescatado. La película está bien construída, los caracteres aparecen correctamente delíneados (Bullock, el capitán gruñón, la cantinera) y algunos de ellos tienen mayor gancho que otros como Pupi, la camarera o el mismo Selkirk. La reconstrucción histórica es correcta como el vestuario y hay ciertos detalles en la nave que parecen arrancados de otras historias, sin mayor relación con el relato (la planta invasora). La primera parte parece más dirigida a chicos un poco mayores por la temática y los diálogos, mientras la segunda en la isla, incorpora pequeños personajes naifs encantadores como el lorito, el gato, el mono mascota y las cabras malhumoradas. La parte didáctica está dada por Pupi, divertido polizón con permiso que sube al barco para cocinar.
En el sur también se hace buena animación Según parece, allá por 1703, cruzando el Cabo de Hornos, el marinero Alexander Selkirk, o Selcraig, fue abandonado en una isla desierta del archipiélago Juan Fernández, donde se las ingenió para sobrevivir y estar cada vez más cómodo. Cuatro años después, otro barco lo rescató y lo devolvió a su pueblo, convertido en un héroe. También parece que Daniel Defoe se inspiró en él para escribir su novela de aventuras y reflexiones filosóficas «Robinson Crusoe». Y no parece, sino que es cierto, que Walter Tournier se inspiró en él para hacer la muy agradable película de muñecos que ahora vemos. Para quien no lo conoce: Tournier es un maestro en el arte y la gloriosa artesanía de la animación con muñecos de plastilina. «Nuestro pequeño paraíso», la serie de micros «Los Tatitos», la campaña de una empresa uruguaya de lácteos, «Yo quiero que a mí me quieran», cantado por Rubén Rada, que pasaba «Caloi en su tinta» con todo entusiasmo, son algunos de sus trabajos más difundidos. Ahora quiso hacer un largo. En todo el continente, el último largo con muñecos era el «Martín Fierro» del colombiano Fernando Laverde, 1989. Tournier consiguió una ONG holandesa y organizó un taller donde se forjaron cinco ayudantes, a los que se sumaron su directora de arte Lala Severi, una animadora argentina y uno cubano. Un grupo chico, que hizo a tamaño chico un trabajo enorme de piratitas, animalitos, maquetas, utilería, etc., etc., y luego movió todo eso con gracia. Así vemos las aventuras del cantinflesco cocinero Pupi el Acido, La Peste Bullock, y otros hombres de mar, entre ellos Selkirk, pícaro que vive para esquilmar al prójimo, hasta que las circunstancias le cambian la mentalidad. Esas aventuras incluyen una terrible tormenta digital, el motín de una planta que quiere apoderarse del barco, tipo «El día de los bífidos», la cacería de una cabra, y también, inesperadamente, la cortina de «Almorzando con Mirtha Legrand» y otros chistes. Se han divertido haciendo esta película don Walter y sus muchachos, y esa diversión se transmite a la platea. Eso sí, tarda un poco en arrancar, pero después entretiene sin pausa. Reparto de méritos, ya que se trata de una coproducción. De Uruguay, guión, dirección, diseños, construcción de personajes, escenografías y maquetas, rodaje, canción de piratas y murga final. De Chile, la idea motora del productor Fernando Acuña, el mar, los fondos y efectos especiales en computadora 3D. Y de Argentina, el storyboard, las voces, grabación, montaje, banda sonora, efectos de sonido, tema musical y postproducción. Claro que todo cuesta: entre los tres países hicieron la película en dos años, pero antes pasaron ocho tratando de conseguir la plata.
Joya uruguaya animada De a ratos parece que hubiera vuelto el celebrado programa de televisión Caloi en su tinta. Y no es errado. Walter Tournier, el uruguayo responsable de la película Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe, es un artesano que desde hace décadas se dedica a la animación. Este es su primer largometraje pero ha dirigido numerosos cortos, uno de los cuales fue elegido como filme destacado del siglo XX por el Festival de Annecy, Francia, una de las vidrieras más famosas del género y una de las fuentes de donde bebía el ciclo del Negro Caloi, el creador de Clemente. Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe tiene cosas entrañables, como por ejemplo la recreación del pueblo, de la taberna, del galeón y de las técnicas de supervivencia de Selkirk, por caso lo de cocinar huevos de tortuga para el almuerzo, usando una almeja como sartén. Utilizando la añeja técnica del stop motion, con figuras que bien podrían haber sido realizadas con plastilina o parsec, Tournier se las arregla también para recrear detalles deliciosos que van desde el metal de las pintas de cerveza, hasta los baldes de madera de donde los piratas se sirven el agua racionada cuando están en altamar, pasando por todo lo que pueda imaginarse el lector o espectador como parte del universo de las historias de piratas. El argumento está inspirado en hechos bastante ciertos que la historia recogió, y que cierto literato famoso llevó al terreno de la novela. En el año 1703, un marinero escocés llamado Alexander Selkirk discutió con el capitán de su barco y fue abandonado durante más de cuatro años en una isla desierta. Se habla también de un tal Pedro Serrano, que sumado al anterior habría servido de inspiración para que el escritor Daniel Defoe montara al personaje de su libro Robinson Crusoe. Selkirk, la película, recrea la aventura del escocés con solvencia, con ductilidad, y con una enorme cantidad de pequeños grandes aciertos, que hacen muy entretenido el viaje junto a los marineros y de a poco dan forma al contenido de la trama: la vivencia de un hombre egoísta al cual el hecho de quedarse solo le enseña unas cuantas lecciones. Acaso la musicalización, no del todo pareja, y la resolución de alguna escena (como la del naufragio) donde falta espectacularidad (o un recurso ingenioso como los tantos que en otras partes muestra la película), sean los aspectos mejorables de este trabajo que, de todos modos, es una gran y excelente noticia para el mundo de la animación latinoamericana.
Debo reconocer que me resultó curioso saber que la película animada Selkirk era una producción argentino-uruguaya-chilena. Digamos, las historias de piratas, si bien han pasado sus barcos por las costas americanas, no son lo nuestro. Y algo de eso se deja entrever en la película. Hay dos niveles desde donde comentarla: el técnico y el argumentativo. El director uruguayo Walter Tournier eligió para narrar esta historia la técnica del stop-motion. Se trata de poner muñequitos en escenografías, e ir tomando imágenes de ellos en los distintos movimientos para luego editarlas a velocidad, y que surja la imagen fílmica. Esta técnica es prácticamente artesanal, y como ejemplo se puede citar a uno de sus cultores, el director Tim Burton, que la utilizó en El extraño mundo de Jack, y El cadáver de la novia. En este aspecto, la película está muy lograda, los personajes son simpáticos –sus fisonomías bastante del estilo de Burton también-, las escenografías muy detalladas, la estética, cuidada, y el efecto funciona bien. Es por el lado del guión que la historia hace agua (permítanme la redundancia en un film que transcurre básicamente en el mar). Son dos aspectos enfrentados, que no terminan de balancearse a lo largo del film. Alexander Selkirk fue un pirata que existió realmente, y se dice que la novela Robinson Crusoe, de Daniel Defoe está basada en su historia (de hecho el prestigioso escritor en persona lo entrevistó). El film comienza con Selkirk gastando sus últimas monedas, las finanzas no andan bien, y es así que decide embarcarse en un barco que va en busca del tesoro del Manila, para lo cual debe atravesar el cabo de Hornos. Poseedor de un detallado mapa de la zona, consigue que lo contraten, a pesar de la resistencia del capitán, que quería el mapa, pero no al hombre. Convencido de que la suerte lo acompaña, Selkirk desarrolla una confianza extraña, de gran apostador, al punto que durante la travesía comienza a ganar dinero a expensas de sus compañeros (que siempre pierden), y por ello deciden, junto al capitán, abandonarlo en una isla desierta del pacífico. El único que se opone (o mejor dicho, la única), es la camarera disfrazada de cocinero que viaja con ellos. Sin embargo no logra mucho con sus protestas, y así, Selkirk queda a la deriva. Aquí empieza la segunda parte de la historia, más cercana a la película Náufrago que a Robinson, ya que no hay un compañero llamado Viernes, sino algunas mascotas, para aligerar la soledad. Así de pobre como estaba el pirata antes de subir al barco es la película. Pobre en guiños graciosos a los adultos, pobre en la resolución del final (digna de programa religioso de madrugada), pobre en la justificación de ciertos gags como el de la planta, cuyo sentido es evidentemente alargar la película, no hay otra explicación. Los chicos de todos modos se enganchan, y salen cantando la canción principal. El contraste entre el nivel técnico logrado en esta producción y el libro que sustenta la historia es notable. Un abismo los separa. Tanto, que terminan conformando un involuntario ejemplo al que hay que prestarle atención: no subestimemos las historias para los más pequeños. No hay que olvidarse que los adultos entran a la sala con ellos y también, esperan algo a cambio. En esa vuelta, "Selkirk" hace ruido. Sin embargo, no dejamos de reconocer que es un producto muy bueno y que nos maravilla que técnicamente haya surgido de Latinoamérica y no del main-stream de Hollywood. Lo triste es que, como el pirata que le da nombre, la historia no termine de cerrar y quede varada a medio camino.
En Londres de 1690, la tripulación del galeón “El Esperanza” intentará hallar el botín más impresionante jamás buscado: el tesoro que cargaba en hundido barco Manila. Este grupo de piratas, entre los que se encuentra el experto en cartografía Selkirk, cruzará el Océano Atlántico y deberá atravesar el Cabo de Hornos para lograr parte de su misión. Pero el barco esconde un secreto y las ambiciones harán que una isla desierta sea el nuevo hogar de Selkirk. Primer largometraje realizado en Uruguay mediante la técnica de stop motion, esta coproducción de la que también participaron Argentina y Chile, acierta en su doblaje neutro y libre de modismos pero pierde al momento de elegir su público meta. Aún rústica la implementación de la compleja técnica y con una notoria falta de fluidez en la transición de diversos fotogramas en varios pasajes de la historia, la ausencia de una buena banda sonora también atenta contra la concentración de la audiencia. Para cuando nuestro protagonista se convierte en náufrago ya hace rato que perdimos el interés en él. Una curiosidad: que el barco acechado por los corsarios -en un claro intento por hacerlo naufragar- sea el Concordia es sólo una ironía del destino. La producción de esta película comenzó en 2009, años antes de que el capitán abandonara el crucero.
Un pirata sorprendente En 1704, un pirata fue abandonado en la isla Juan Fernández, frente a Chile. Se las arregló para vivir solo y cuando fue rescatado sus vivencias fueron tomadas por el escritor inglés Daniel Defoe para contar una de sus más famosas historias. De allí el mote de "el verdadero Robinson Crusoe" que lleva el título de estos dibujos uruguayos. Realizado con la técnica del stop motion, es decir con fotografías de muñecos que van cambiando de posición, este largometraje es un ejemplo de la maestría de un artesano como el animador Walter Tournier. Con gran tino en su concepción argumental y una excepcional muestra de minuciosidad, la película entretiene y sorprende, mucho más cuando se reflexiona sobre el proceso de producción que llevó casi diez años. Para chicos, y grandes también.
¡Una de piratas! Basada en la verdadera historia de Alexander Selkirk, un marinero escocés que fue abandonado por más de 4 años en una isla desierta y logró sobrevivir e inspirar a Daniel Defoe para su Robinson Crusoe, llega esta hermosa película para pequeños y grandes, de la mano del experto en stop-motion Walter Tournier. Utilizando la misma técnica de animación que ya hemos visto en el clásico Wallace y Gromit o en las populares El extraño mundo de Jack y El cadáver de la novia, y con la inclusión de fondos y efectos especiales en 3D, realizados en Santiago de Chile por la productora Cineanimadores. En cambio, toda la construcción y el rodaje con los “muñecos” fue llevada a cabo en los estudios Tournier Animation de Montevideo, mientras que las voces y la música original fueron realizadas en la Argentina por Maíz Producciones. El resultado es una maravillosa coproducción sudamericana muy bien lograda tanto visual como argumentalmente. A su vez, los personajes poseen también gran atractivo y, con sus constantes torpezas y chistes inocentes, logran mantener atentos los espectadores de todas las edades. Lo interesante de la historia es que no tiene la típica resolución esperada, donde el protagonista es también un héroe intachable. Por el contrario, Selkirk es alguien cuyos defectos lo llevarán por el mal camino y a quedar aislado del mundo y su evolución como personaje se dará en un cambio de percepción frente a la vida y a la importancia de la amistad frente a los bienes materiales. Además, su abandono en la isla lo obligará a tratar de sobrevivir con los pocos medios que tiene a disposición, dando una idea bastante realista de lo difícil que es estar en un lugar inhóspito, alejado de las comodidades de la civilización: un panorama bastante distante de los bienestares contemporáneas e interesante de ver. Como toda película de animación, es el resultado de un gran esfuerzo, aunque en este caso quizás mayor, tanto por la técnica usada (que llevó dos años de rodaje) como por la dificultad para conseguir fondos para realizarla, fue necesaria una fina red de financiadores y de colaboración entre países para poder llevarla a cabo y esto fue posible gracias al trabajo de producción ejecutiva de Esteban Schroeder, quien trabaja desde hace años con Tournier. Es realmente emocionante poder ver un trabajo tan bueno en animación realizado en estos pagos del sur y en conjunto entre varios países. Y no hay mejor forma de evaluar los resultados de dicha película que presenciando la salida del cine luego de la función: ¡los niños cantaban las canciones de los piratas y hablaban con sus padres de escenas preferidas!
Walter Tournier es uruguayo y hace mucho que viene haciendo muy buena animación cuadro a cuadro con mucho esfuerzo. Este film es su primera producción “grande” con distribución internacional y está a la altura de su habilidad. Historia de aventuras con humor, realizada con muy buen gusto y precisión, alarga quizás un poco su peripecia, pero resulta un buen ejemplo de cine pensado para niños sin tratarlos como estúpidos.
Este es un filme de animación realizado en stop motion, con fondos 3D, más de 100 personas participaron en el mismo, contó con un presupuesto de 1 millón 250 mil dólares y es una coproducción Uruguay, Argentina y Chile; no faltan todos los elementos que debe tener este tipo de aventuras de Piratas, espadas, fuertes mareas, tabernas, borrachos y tiernos animalitos. Es una historia entretenida para los más pequeños pero va combinando algunos guiños para los adultos, muchos de nosotros seguimos a lo largo de la vida varias historias de piratas, y la más reciente es la de “Piratas del Caribe” con el Capitán Sparrow. En el siglo XVII en un bar se encuentra un marinero escocés Alexander Selkirk, es un pirata rebelde y egoísta, tiene en su poder unos planos muy valiosos que sirven para encontrar el barco “El Manila”, lleno de oro y joyas de la época, como ocurre siempre los piratas van en busca del oro perdido, la ambición y el poder los lleva a los lugares más remotos. Quien conoce la ruta es Selkirk y no siendo del agrado del Capitán Bullock de “la Esperanza”, junto a un grupo de hombres, todos ellos se dirigen rumbo al pacifico camino al Cabo de Hornos, en busca de dicho tesoro, en el viaje de incognito se encuentra una mujer Gertrudis que dice llamarse Pupi y es el nuevo cocinero, en realidad esta va en busca de su novio Will, como sabemos llevar una mujer abordo para los marineros es un presagio de mala suerte. En el viaje de “la Esperanza”, van sucediendo distintas situaciones, la tripulación se entretiene jugando y apostando, pero quien gana siempre es Selkirk, todos se van quedando sin sus ahorros, en consecuencia va obteniendo la enemistad de la tripulación y sobretodo la del capitán Bullock. Al llegar a una isla desierta, y tras una serie de diferencias con el capitán, es abandonado, ahora Selkirk tiene que ingeniárselas para sobrevivir, aquí muchos recordaran el film “Náufrago” con Tom Hanks, en el que su amigo era una pelota de vóley; Selkirk con el tiempo estaba con una interesante barba, va explotando su inteligencia, su compañía son: un loro, algunas cabras, un gato y varios huevos de tortugas. Lo que da como resultado es encontrar su interior, comprender mejor algunas cosas de la vida, dejar atrás las ambiciones, y comprender que la venganza no le sirve de nada; por todos estos detalles la historia visualmente está bien narrada, el guión es bastante sencillo, en estos muñecos en el doblaje los labios de los personajes se mueven en otro tiempo y no son muy expresivos, alguna redundancia de situaciones, encontramos alguna similitud a los films de Tim Burtom como “El cadáver de la novia”, entre otros y no logra un ritmo parejo.
Una animación artesanal de alguien que ya es leyenda como el Tim Burton latinoamericano. Walter Tournier sigue el camino de la paciencia, el cuidado, la belleza de la técnica de stop motion y nos regala un film con aventuras basado en hechos reales que luego inspiraron la leyenda de Robinson Crusoe. Encantadora para toda la familia.
Publicada en la edición digital de la revista.