Completamente previsible, es como si estuviéramos viendo los gags más tontos de todas las películas argentinas "picarescas" de los 70 y los 80 juntos en una misma película, pero...
Jon Favreau y Vince Vaughn se unen una vez más para traernos una comedia, en este caso algo bastante lejos de lo que fue Swingers. La película narra la historia de cuatro amigos y sus respectivas parejas cuyos matrimonios están en crisis y deciden aventurarse a unas vacaciones. Si bien nadie va a negar el ingenio de la dupla Favreau-Vaughn, ni el talento para la comedia de Jason Bateman, y asi como nadie discute la belleza de Kristen Bell, Malin Akerman y Kristin Davis, el resultado no cumple con las expectativas. Al menos no con todas ellas. La película marca el debut cinematográfico de Billingsley que hasta ahora venía siendo actor y productor en películas relacionadas con la dupla antes mencionada como (Iron Man o Viviendo con mi Ex) y en cierto modo se nota la inexperiencia de Billingsley detrás de cámara, sobre todo a la hora de manejar los gags. Tal vez sea esa la falencia más importante que tiene, la falta de momentos que le roben una risa al espectador. Valga la pena mencionar, el guión está lejos en calidad, ingenio y perspicacia de otros trabajos relacionado con los guionistas, la idea en si tampoco destila mucha creatividad, se han hecho películas similares, y queda lejos de los standares actuales, de los mejores exponentes de la comedia norteamericana, que inauguraron los propios integrantes del “Frat Pack”. De todos modos hay que reconocer que el film es llevadero, la batalla de “Guitar Hero” es el mejor momento de la película. Como de costumbre la labor del cast es buena (aunque Jean Reno esta un poco desaprovechado) y que el espíritu del film es honesto. Mención aparte, la fotografía de Eric Alan Edwards esta por encima de los standards de una película de este estilo (se tomo bastante en serio el concepto de Eden) y por otro lado la música del archipremiado A.R. Rahman dista mucho de sus mejores trabajos. En síntesis, una comedia que pasa sin pena ni gloria, entretiene un poco, pero no aporta nada nuevo a un género bastante desgastado.
¡Esa es mi mujer! Cómo sobrevivir a mi novia (Forgetting Sarah Marshall, 2008) + Mi novia Polly (Along Came Polly, 2004) + La mujer de mis pesadillas (The Heartbreak Kid, 2007) = Sólo para parejas (Couples retreat, 2009). Lejos de las frías e inapelables adiciones matemáticas, la ópera prima del también actor Peter Billingsley es apenas un cúmulo de temáticas comunes a los factores que conforman el producto, pero que apelmaza situaciones de dudosa gracia embebidas en el indigerible néctar de la corrección política. La rutina, el tedio, los hijos y/o el trabajo son una amenaza latente para las cuatro parejas a las que la (pésima) traducción local del título. Es entonces que Jason (Jason Bateman) propone la solución: una semana en Eden, un complejo vacacional donde creen que impera el placer y el descanso. Sin embargo, la isla paradisíaca donde se ubica será testigo de un programa de introspección matrimonial que lejos estará de reparar las grietas del corazón. No molesta la repetición ad infinitum de los tópicos ya conocidos en las comedias de rematrimonio, siempre y cuando se trabajen o a modo de homenaje o con la irreverencia y frescura de Cómo sobrevivir a mi novia, en cuyos minutos iniciales se muestra un plano frontal de un hombre desnudo (lo irreverente) y delinea secundarios tanto o mejor que los protagonistas (lo fresco). La mujer de mis pesadillas apostaba, en cambio, la procacidad y escatología –en este caso algo diluida- de los hermanos Bobby y Peter Farrelly. Mi novia Polly, a la contraposición de personalidades como elementos de atracción. Sólo para parejas no opta por ninguna, flota a la deriva de los estiletazos de carisma del Jason Bateman y Vince Vaughn, se queda en ese limbo que es la intrascendencia. Por eso el instructor de yoga de Carlos Ponce -sí, el cantante- y sus poses sexuales (la escena misógina del año), y la irrupción de Jean Reno como un orador simil gurú del amor causan menos gracia que tedio y fastidio. Es llamativa la falta de empatia que existe entre personajes y espectador: su suerte nos importa poco, da igual si permanecen juntos o se optan por el divorcio. Sólo el tosco y resignado Joey (Jon Favreau), casado por la urgencia de un bebé concebido en la noche de graduación, es quien, más por compasión y lástima que por la construcción de sus rasgos personales, despierta un mínimo interés: Además de mala, Sólo para parejas es una película tramposa.
Con el agua hasta las rodillas Sólo para parejas es una comedia romántica que puede ser disfrutada mejor por aquellas personas que tienen algunos años de convivencia, ya que la propuesta y ópera prima del director Peter Billingsley trae en esencia, a cuatro parejas de cuarentones tipos. Ellas son llevadas debido a la insistencia de uno de ellos a la isla paradisiaca Edén, encargada de solucionar problemas maritales a cargo de Jean Reno (La Pantera Rosa 1 y 2). Todo se ve hermoso y placentero hasta que descubren que si desean permanecer en la isla deberán someterse a test físicos y evaluaciones psicológicas. Con un elenco de notables actores, Sólo Para Parejas, es una comedia que pasará seguramente sin ser recordada, ya que son muy pocos los momentos de pleno humor. Si, quizás, de dramatismo y reflexión. Entre el elenco Kristin Davis (Sex and the City), Jason Bateman (Amor sin Escala). Ken Jeong, John Michael Higgins (Sí Señor), Kristen Bell (Latidos), Malin Akerman (La Mujer de mis Pesadillas). Cabe recordar que en el guión fue escrito por dos de los interpretes Jon Favreau y Vince Vaughn. Jon Favreau puede encontrarse en muchos films como actor secundario y es el responsable de dirigir las dos entregas de Iron Man, mientras que Vince Vaughn es recordado por papeles como Viviendo con mi Ex o Psicosis, y además es productor de esta cinta. Entre las curiosidades de esta película pueden encontrarse al cantante y actor Carlos Ponce, interpretando a un sensual profesor de yoga un tanto exótico. Pero lo más esclarecedor sin lugar a duda es la portada que representa al film, donde las parejas protagonistas están con el agua hasta las rodillas, quizás indicando que es momento de reveer las situaciones personales de cada uno.
Leve, como un amor de verano Comedia previsible, sobre crisis matrimoniales. Sólo para parejas es una comedia amable, liviana, veraniega, para espectadores que quieran pasar dos horas en el cine con algunas risas (o sonrisas) y sin sobresaltos. Es, también, un recorrido -a vuelo rasante- por todos los tópicos de los matrimonios con varios años de casados. Matrimonios en los que se apagó (o mitigó) el fuego pasional: tengan o no conciencia del asunto. Jason (Jason Bateman) y Cynthia (Kristen Bell) no pueden tener hijos y están a punto de separarse. En un último intento por evitarlo, deciden viajar a un paraíso tropical, que incluye una terapia para matrimonios en crisis. Para abaratar costos, convencen a tres parejas amigas de que compren un paquete con ellos. Una vez en el playa, cuando se dispongan a disfrutar, los "invitados" comprenderán que se encuentran en un lugar entre new age y conductista, donde se los obligará a replantearse -lo quieran o no- sus vidas conyugales. En la isla hay una zona para solteros (a la que no tienen acceso), en donde reina el placer, tal vez idealizado. Pero en la zona de estos matrimonios amigos (entre los que están Vince Vaughn, Malin Akerman, Jon Favreau, Kristin Davis y Faizon Love) se impone la "disciplina" de tener que repensar sus vínculos de pareja. El gurú del lugar, cuyas intervenciones dan lugar a gags más o menos efectivos, es interpretado por Jean Reno. "El punto es saber si se puede recuperar el amor tras la rutina", dice alguien. "Pensar en otra mujer es engañar a la propia; que lo concretes o no es otra historia", polemiza otro. Planteos interesantes, claro. Pero que se quedan en eso, y son devorados por un humor playero, que no supera -como suele ocurrir- al de cualquier sitcom. Sin embargo, la película tiene un nivel digno, más allá del argumento trillado. Salvo en la parte final, cuando todas las situaciones comienzan a resolverse de un modo pueril, obvio, previsible, con lecciones sobre lo importante que es mantener la pareja de siempre y formar una familia. Ay. En definitiva, un producto cuyo goce se olvida pronto, como un leve, levísimo amor de verano.
Viaje de placer con un resultado inesperado Despareja comedia sobre conflictos matrimoniales Los conflictos matrimoniales, tanto en comedia como en drama, sirvieron desde siempre a los guionistas norteamericanos para entretejer una serie de situaciones en las que los engaños, las infidelidades y toda suerte de problemas unen y desunen a las parejas. El novel director Peter Billingsley se suma a ellos con una historia que enfoca su mirada en cuatro parejas que para romper con su diaria rutina deciden pasar unos días en una paradisíaca isla. El centro del relato son Jason y Cynthia, quienes tras ocho años de un matrimonio aparentemente feliz deciden divorciarse. Sus amigos, para tratar de impedirlo, contratan los servicios de una empresa de viajes que organiza viajes a una hermosa isla, que promete inolvidables. Cuando las cuatro parejas llegan al lugar, quedan deslumbradas por la belleza de ese sitio, pero no tardan en descubrir que la participación en la terapia de parejas no es opcional, que unas severas reglas imponen horarios a todos quienes habitan el suntuoso hotel y que una especie de gurú dicta severas clases acerca del comportamiento colectivo. De aquí en más, la trama recorre los caminos más trillados del género. Los maridos desean divertirse, a pesar de algunas restricciones que les imponen los propietarios del hotel, en tanto que las mujeres tratarán, por su parte, de convertirse en pícaras conquistadoras de todo galán que se les ponga a tiro. El guión ofrece poco o nada de gracia, en tanto que una ruidosa música y una fotografía por demás presuntuosa procuran elevar este divertimento que pocas veces logra entretener. El elenco se pliega sin concesiones a estas travesuras de las cuatro parejas, en tanto que Jean Reno compone con caricaturescas pinceladas a ese gurú que impone su palabra a los asombrados turistas.
Igualito que en matrimonios y algo más En un descrédito muy grande debe haber caído la institución matrimonial en Estados Unidos como para que los grandes estudios se vean compelidos a filmar dossier explicativos sobre las bondades de la institución monogámica, heterosexual y –atención el anacronismo– monorracial. En esa urgencia se les olvida el detalle de hacer películas interesantes. O al menos que resistan su visión durante casi dos horas. Así nacen cosas como Sólo para parejas, una anécdota sin gracia, forzada hacia un mensaje tan moralizador como previsible. Un matrimonio (Jason Bateman y Kristen Bell) para no divorciarses decide tomar una terapia de pareja en un all inclusive paradisíaco. Como hay descuento por grupo, enganchan en la aventura a tres parejas amigas (Vince Vaughn y Malin Akerman; Jon Favreau y Kristen Davis y la pareja de Faizon Love y Kali Wawk). Al llegar al lugar se enteran de que la terapia es obligatoria para todos. El encargado de dar clases es una especie de gurú new age (Jean Renó en su papel más desastrado), autoritario y amanerado. La terapia, como es de esperar, funciona mal para todos y hasta las parejas que no tenían problemas comienzan a tenerlos. En ese momento, cuando la película parece que va a tomarse en broma algunas obsesiones americanas como los libros de autoayuda o la fascinación por la fachada perfecta, da la última esperanza: quizá se diga algo interesante, si bien los chistes ya habían naufragado hacía rato (cualquier sketch del histórico Matrimonios y algo más de Hugo Moser sería un lujo aquí). Pero no. La película se contenta con desparramar la moralina más rampante en un envase poco cinematográfico. Y llegada a su tercera parte, con todos en la isla de la terapia, parece que se terminaron las ideas. Aparece, entonces, el cantautor latino Carlos Ponce como profesor de yoga sexy, y no, no es la frutilla del postre: es el colmo. El final edulcorado y unidireccional –sólo en el matrimonio monogámico, heterosexual y monorracial el ser humano es feliz– es tan previsible que no hace falta ver la película para saberlo.
La mediocridad no se toma vacaciones Si hay algo que salva del abucheo generalizado a comedias pasatistas de esta especie, definidas cada una de ellas por el hecho de reciclar tópicos trillados (como el de las crisis matrimoniales o en su versión más prosaica el de la guerra de los sexos), es sin dudas una rica galería de personajes secundarios y la incorrección política que pone en jaque valores de índole conservador, sobre los cuales existe una penosa indulgencia por parte de la industria. Sobran los ejemplos de buenas propuestas como La novia de mis pesadillas para reconocer que la penetración del estilo de las sitcom estadounidenses resolvió ciertos problemas en la concepción general, demostrando que cuando se quiere se puede. Quizás para este debut del actor Peter Billinsgley en la dirección la frase deba modificarse por otra más justa: cuando se sabe se puede. Esto se debe a que Sólo para parejas hace gala del término intrascendente no sólo por la banalidad de la trama, sino porque ninguno de los planteos esbozados por el guión -chato- resulta interesante. La historia básicamente conjuga los lugares comunes de todo matrimonio inmerso en la rutina, en un aparente clima de tranquilidad, cuya supuesta perfección en la relación de pareja se verá profundamente dañada al pasar por los consejos de un gurú (Jean Reno), quien ofrece sus servicios en un resort paradisíaco. Allí, llegan entusiasmadas las cuatro parejas que protagonizan esta insulsa comedia compuestas por: Jason Bateman y Kristen Bell, en realidad el único matrimonio con problemas porque ella no puede quedar embarazada; Vince Vaughn, Malli Akerman, Faizon Love, John Favreau y Kristin Davis que completan el grupo repasando las típicas rencillas que delatan el desgaste de cualquier convivencia conyugal como la falta de comunicación, el mal sexo, la postergación de proyectos personales, para los cuales los guionistas apelan a una batería de gags que no hacen reír a nadie.. Ni siquiera la verborragia de Vaughn (que a esta altura ya cansa), el pequeño papel otorgado al cantante Carlos Ponce (que exhibe músculos, sex apeal latino y misoginia) o el desaprovechado John Favreau son suficientes para sacar a flote una película que por el propio peso de su mediocridad se hunde desde el primer minuto y toca fondo con un rebrote moralista patético e irritante.
Si usted cree que la convivencia con su mujer lo está matando y que no hay salida, no se preocupe, Hollywood le ofrece esta hermosa película sobre gente que sufre igual que usted. Que usted y que su esposa, no se olvide que ella también está sufriendo. Lo digo porque a lo mejor se olvida, y cree que usted es el que necesita un respiro, que para su mujer no hay ningún inconveniente. A lo mejor usted es como Joey, el personaje que interpreta Jon Favreau, un hombre que no quiere saber nada con plantear seriamente los conflictos de pareja, y que viaja con sus amigos y sus parejas en busca de un respiro, de relax. A lo mejor, como Joey, si le dicen que su lugar de estadía es sólo parejas, y que la zona opuesta es para solteros en busca de sexo, no tardará en buscar el camino hacia allí, o terminará buscando placer de cualquier forma, lejos de su mujer. Pero, eso sí, si su esposa está en la misma búsqueda, y usted se da cuenta, se alterará mucho. Lo primero puede generar muchas situaciones graciosas (las más graciosas de una película muy poco graciosa, hay que decirlo), lo segundo dará como resultado un cúmulo de situaciones de una misoginia insoportable. A lo mejor está muy lejos de Joey. Tal vez usted esté más cerca de Jason (Bateman), quien transita una relación difícil por el estrés que implica no lograr el embarazo deseado, y decide irse con su mujer a una isla con un intenso tratamiento terapéutico para parejas, porque ansía poder recuperar la felicidad que supo tener con su mujer. A decir verdad, uno tiende a dudar que usted esté cerca de Jason, a fin de cuentas la película se ocupa de enfatizar que Jason y su mujer son los raros de su especie, que no es normal que una pareja desee resolver a toda costa sus problemas. Es muy probable que usted sea como Dave (Vaughn), un hombre que, como su mujer, creen que “funcionan” como matrimonio porque sus hijos están bien, y no se hace demasiado problema, no tiene deseos extramatrimoniales pero tampoco se da cuenta que no todo “funciona”, o que la cuestión no es que el matrimonio “funcione”, sino que los haga felices. Si usted fuese Dave, es muy probable que le resulte estresante someterse a una terapia de pareja. O quizás esté más cerca de Shane (Faizon Love), quien se separó de su mujer y acompaña a sus amigos y sus parejas a esta isla con una veinteañera con la que lleva saliendo apenas semanas, sólo para no hacerle frente a su soledad, y al amor que aún siente por su mujer. A lo mejor usted se identifica con alguno de estos hombres, pero si encontró aquí el espejo de sus propios conflictos matrimoniales, por favor, no los siga. No viaje a una isla con ellos, porque se va a decepcionar. En la isla lo está esperando un programa terapéutico que podría serle de utilidad, pero no parece serlo para estos personajes. Al final del camino, no le esperan claves para resolver sus problemas, sólo alguna excusa mediocre e inverosímil que terminará reconciliándolo con su mujer sin saber cómo sucedió eso. Si usted es como Dave no habrá problema, sabe de entrada que ama a su mujer y que no quiere otra cosa en su vida, sortearán juntos sus dificultades y listo. Si usted es como Jason, mejor aún. Creerá que son los raros de su especie, cuando en realidad son quienes la tienen más fácil. Pero si usted es como Shane, todavía se estará preguntando cómo terminó su ex mujer buscándolo a usted en la isla de los solteros para pedirle que vuelvan juntos. O peor aún, si es como Joey, se desorientará completamente al sentirse nuevamente atraído por su mujer, apenas minutos después de verla coquetear con el musculoso Salvadore (Carlos Ponce, cantante de moda a finales de los noventa, que lentamente viene escalando con sus papeles secundarios en Hollywood), y después de que usted deseara tener relaciones con su masajista, reacción física incluida. Es cierto, no deberíamos pedirle más a esta película, porque muchas comedias de (re)matrimonio apelan a lo mismo, un conflicto sin aparente solución, que se resuelve rápidamente y sin razón aparente, sólo por la necesidad de que el matrimonio se doble pero no se quiebre. Claro, si se dobla es cómico, si se quiebra no. Ahora bien, sería interesante que, a la hora de apelar a esta necesidad de que el matrimonio no se quiebre, el conflicto se resuelva de una manera mínimamente coherente, al menos para que el discurso conservador no aflore de manera tan evidente. Eso sí, si usted se ve en el espejo de alguno de estos maridos, si alguno de los conflictos que se plantea, o que su mujer se ocupa de hacérselos notar, lo puede ver en alguno de estos matrimonios, no espere que esta película sea sincera, ni con su problema, ni con los de los personajes. En el medio de todo esto están tres actores de comedia que, afortunadamente, no suelen codearse tanto con el conservadurismo como en esta película. Y también están las cuatro únicas razones que permiten que esta comedia pueda ser digerida más fácilmente: Jean Reno, en la piel del excéntrico gurú del amor matrimonial Monsieur Marcel, Peter Serafinowicz, el imperturbable empleado del spa, Ken Jeong, uno de los terapeutas, y el niño que interpreta al hijo menor de Dave. Pese a esto, la advertencia está hecha. Salir del cine creyendo que el matrimonio es lo mejor no soluciona ninguno de sus conflictos cotidianos. Si usted espera una respuesta honesta ante estos conflictos, se decepcionará. Y si usted no busca nada de eso, y sólo busca pasar un buen rato a pura risa, lamento decirle que la decepción será la misma.
Comedia de rematrimonio por cuatro (¡demasiado!) Uno, pobre ingenuo, que reclama a los gritos un espacio para la comedia moderna norteamericana en nuestras salas de cine ¿se tendrá que hacer cargo de este bochorno que es Sólo para parejas? Convengamos: en algunos aspectos varias de estas comedias esconden tras cierta osadía un tonito moralizante y tranquilizador que molesta, pero el caso de esta película de Peter Billingsley es intragable. A falta de una pareja que caiga en todos los conservadurismos habidos y por haber, nos tenemos que aguantar cuatro duetos funestos. Bueno, el matrimonio de Vince Vaughn y Malin Akerman al menos resuelve sus cosas dentro de cierta coherencia. Pero con eso, no alcanza. Vaughn, que había comenzado a ocupar un espacio tal vez un poco exagerado (nunca fue un actor/autor en la línea de Ben Stiller, Will Ferrell, Adam Sandler o Mike Myers), ya demuestra símbolos de fatiga luego de Navidad sin los suegros y esta (más si sumamos a Fred claus, sin estreno en la Argentina), para peor aquí que además se hace cargo del guión y lo acompañan algunos amigos de la casa como John Favreau, Jason Bateman, John Michael Higgins y Ken Jeong. Pero ni siquiera eso levanta el termómetro. El personaje que mejor le ha sentado a Vaughn ha sido siempre el del eterno adolescente que se manda cagadas, se da cuenta y trata de hacer algo en consecuencia, de cambiar para mejor. Eso lo convirtió en un actor a tener en cuenta, un tipo simpático y autoconsciente de su banalidad, al menos en Viviendo con mi ex o Dodgeball. Pero Sólo para parejas no le permite construir su personaje (tampoco al resto del elenco) sino que lo lleva de la mano del guión por una serie de fatales experiencias. Es el film y no el personaje el que se empecina en generar los conflictos, tomar conciencia e intentar arreglar las cosas. Vaughn y Akerman tienen un grupo de amigos: tres parejas integradas por John Favreau y Kristin Davis; Faizon Love y Kali Hawk; y Jason Bateman y Kristen Bell. Precisamente esta última, ante la imposibilidad de concebir un hijo y ante los probables problemas maritales que se avecinan, decide tomar un viaje a una isla paradisíaca donde serán atendidos por psicólogos especializados con el objetivo de recomponer su relación o, por contrario, tomar cada uno por su lado. Arrastrarán a los demás en la aventura -porque en grupo sale más barato- y obviamente cada pareja terminará viviendo su situación límite y poniendo en riesgo su futuro. Pero el inconveniente no es que Sólo para parejas sea previsible. De hecho, eso ya no es a esta altura de la cultura popular un problema para el cine. Tampoco que sus personajes sean arquetipos: tenemos el matrimonio aburguesado, la pareja que se odia y siempre busca el placer afuera, otra donde lo que complica es la diferencia de edad y aquella en donde la autoexigencia quiebra los vínculos. Uno de los problemas -fundamental en una comedia- es que lo que ocurre no causa gracia. Simplemente el film está desangelado y en realidad nos reímos por reflejo de lo que sabemos que Vaughn, Favreau o Bateman son posibles de hacer. Y esta falta de timing para la comedia termina poniéndonos de mal humor para lo que sigue: una estiradísima última media hora en la que todo lo que uno puede suponer que se va a resolver mal, ocurre. La forma arquetípica de construir los personajes se apodera, también, de la manera en que se resuelven los conflictos. Y ahí sí que estamos ante un problema. La película termina aferrándose a la felicidad como una forma de la vida que sólo se encuentra en el matrimonio y en la monogamia. Todo resulta demasiado manipulado y la imperfección de los personajes es barrida debajo de la alfombra, olvidada por un guión que más que contar una historia parece empeñado en dejarnos un mensaje. Sólo para parejas es un intento por contar la comedia de rematrimonio con los códigos de la comedia romántica (especialidad de Vauhgn), pero falla en todo lo que se propone. Uno finalmente se queda como los personajes, queriendo correr rumbo a la otra isla, donde parece estar la verdadera diversión. Esta película, como tal vez preanunciaba su título en castellano -por una vez perversamente promisorio-, es sólo para parejas. Y para esas parejas que siguen para adelante sin poder construir algo de a dos y sólo sostenidas por un mandato entienden como superior.
Al este del Edén. Teniendo en cuenta el título del film dirigido por el newbie tras las cámaras Peter Billingsley, y jugando un poco con el sentido que de él deriva, me pregunto por qué vi una película que se autoproclama desde el vamos como sólo para parejas. Realmente, soy todo un insubordinado: un hombre soltero como yo debería haber hecho caso a tamaña advertencia, así podría haber empleado las casi dos horas de metraje que me llevó ver este infortunio en algo más productivo y placentero como mirar fijamente el techo de mi habitación. Es que en este film para nada incorrecto, altamente discursivo (con idas y vueltas de dichos amorosos o hirientes que son puro palabrerío acartonado, gélido) y de gags que quizás pueden sorprender a alguien que ha ido al cine una o dos veces en su vida o que se deleita ciegamente con los rostros de actores y actrices ya conocidos en el mundo del espectáculo, las situaciones se estructuran con una ordinariez de lujo (no sólo por el contexto en que se desarrolla el film) mientras abrazan de manera constante la más detestable noción de sentido común. Un sentido que se apoya sobre las creencias de la mayoría de las personas, y que en este caso (cinematográfico) convierte a lo representado en pantalla en algo prudente y subordinado a cierta buena conciencia compartida, provocando que la película de Billingsley no escape jamás al correcto uso de la mesura. O mejor dicho censura, si se tiene en cuenta algunas imágenes y resolución de momentos que se suponen humorísticos (ya volveré más adelante sobre este punto). Durante un viaje que emprenden cuatro parejas hacia una isla paradisíaca cuyo nombre es Edén (redundancia al margen), la frescura no tiene lugar posible: Dave (Vince Vaughn) es un hombre de familia correctísimo, un vendedor de videojuegos que parece ser, siguiendo la categoría del empleado del mes de toda gran empresa, el mejor en lo que hace. Y aquí hay un dato curioso (y fabuloso): al parecer, en la película este personaje ha logrado grandes ingresos dedicándose con extremo empeño a la venta de games, de allí que sea generoso por demás con su mujer y sus amigos. Lo cierto es que este empleado goza, no se sabe muy bien cómo o por qué, de los ingresos de un programador, gerente o presidente, y no duda jamás en gastar en azulejos de mil dólares o en comprarle una moto a uno de sus mejores amigos para que conquiste a una joven. Dave es, ante todo, un hombre bueno y serio. Y esa seriedad y bondad por los otros hará que comparta un trip de pleno relax luego de dejar a sus dos pequeños hijos bajo el cuidado del abuelo Jim Jim, un personaje que, según el rostro de Dave, se nos sugiere perturbador y conflictivo (aunque la película jamás explica la sorpresa y el desagrado que el semblante del protagonista expresa en primer plano cuando sus dos críos más que educados le comunican al padre la llegada del longevo). Entonces, liberado el hombre de su rutina, y emprendiendo esa maravillosa aventura en pos de solucionar el conflicto de uno de sus amigos, Jason, que quiere salvar su relación (las vacaciones son, por sentido común, el tiempo perfecto para alcanzar el relajo y recomponerse de todo trajín laboral, conflicto o tedio cotidiano), Sólo para parejas deviene un pobre exponente de la comedia de matrimonios que se debate entre un humor simplón y la ausencia notable de buenos momentos amorosos. Esos pasajes, instancias elaboradas celosamente a través de la mesura o prudencia, pueden apreciarse en particular cuando Shane (Faizon Love) debe quedarse desnudo en las arenas de la playa, ya que no trae ropa interior. En esa situación, su cuerpo obeso no es expuesto de la manera en que será registrado más adelante el cuerpo del latin lover Salvadore (Carlos Ponce). Porque mientras no hay registro del cuerpo entero del primero (sólo fragmentos), sí lo hay del segundo (más allá de la “ingeniosa” censura que Billingsley le otorga en un plano al divo mientras emerge de las aguas como si de un adonis se tratase). También existe un abordaje prudencial cuando Joey (Jon Favreau) decide intentar masturbarse preso de una especie de mezcolanza de tedio y placer: en ese instante, la acción no comienza debido a la interrupción de uno de los camareros del hotel, pero se nos sugiere con sumo recato. Es evidente que no estamos vacacionando en el paraíso incorrecto de la comicidad imaginado por lo hermanos Farrelly, sino en un terreno muy poco arriesgado y original. Y esa falta de riesgo, de frescura, de juego, de originalidad, se potencia cerca del cierre del film: allí, las parejas culminan por llegar al este del Edén, un lugar sólo para solteros. Si el oeste es en donde ellos deben residir dado su estatuto social que los convierte en individuos no aptos para el goce desenfrenado o los excesos (una lástima), es en la latitud opuesta donde encuentran la solución definitiva a sus conflictos no sin antes pasar por unas bochornosas y prolongadas sesiones discursivas: en medio del baile conformado por una muchedumbre de cuerpos jóvenes (sí, porque los solteros para Billingsley son todos jóvenes, como bien indican las declaraciones de la ex esposa de Shane, especie de aparición mágica en la historia) los problemas de pareja comienzan a resolverse a puro dicho aleccionador que deja bien en claro la importancia del núcleo familiar y de aquellas relaciones formales de duración prolongada. De esta forma, las cuatro parejas al este del Edén entienden que su lugar es otro: han madurado, crecido y se han convertido en adultos casados (algunos con hijos). Las responsabilidades los alejan de la juventud, de la soltería y de ese territorio ubicado al este que se supone excesivo. Los amantes del sentido común pueden dormir en paz.
NI “SOLO PARA PAREJAS” Las comedias románticas muchas veces invocan diferentes temas que se repiten una y otra vez, y, dejando de lado algunas excepciones, muchas de ellas logran crear un mundo paralelo en el que reina la sobreactuación y la poca originalidad. Este es el caso de “Solo para Parejas” una cinta que vuelve a tomar como fuente los problemas matrimoniales para crear un humor que no logra destacarse en ningún momento. Cuatro parejas deciden irse de viaje hacia una paradisiaca isla para tratar de ayudar a que una de ellas logre reencontrar el amor perdido con los años. Hombres que quieren divertirse, problemas maritales, peleas originadas gracias a los inquisidores terapeutas y diferentes dificultades son las circunstancias por las que ellos deben superar. Luego de una larga y poco original introducción de los personajes, el film se embellece con una muy buena fotografía y unas tomas aéreas bien logradas, pero lamentablemente son pocos los segundos que este efecto logra permanecer en pantalla. El guión no presenta sorpresas y se sumerge en un sin fin de estereotipos que ya vimos en muchísimas películas del género. El hombre que quiere fiesta, la pareja dispareja entre un hombre mayor y una “niña” de veinte años que solo quiere pasarla bien, los repentinos cambios entre los matrimonios, el instructor por el que mueren las mujeres, la división entre casados y solteros, y así toda la narración. El humor es poco divertido y el guión no ayuda a que dichos momentos logren sacarle una sonrisa al espectador. Jean Reno es el único actor que logra darle un toque satírico a su personaje y hacerlo disfrutable. Los trabajos realizados por Vince Vaughn, Jason Bateman y Jon Favreau no aportan nada al relato, son monótonos por momentos y poco expresivos por otros. El principal problema de esta cinta es que, además de ser muy previsible, no permite darse un lugar para que diferentes cuestiones se introduzcan y otras se concluyan coherentemente. Hay cuestiones que no se aclaran y que perjudican en la credibilidad de la imagen. A su vez, la falta de un atractivo narrativo produce que la historia se vuelva extremadamente larga y aburrida. Correctamente fotografiada y con una ruidosa y respetable música por momentos, esta no es solo una película que no desarrolla un humor fuerte y constante, sino que no representa, ni intenta hacerlo, la evolución de una pareja que quiere reencontrarse con el amor. Con mensajes vergonzosos y actuaciones regulares, esta película es “Solo para amantes incondicionales del género”. UNA ESCENA A DESTACAR: el paneo por las playas, el único bello momento de la cinta.
No se ni por donde empezar con lo mala que es. Vince Vaughn y Jon Favreau escribieron este pésimo guión y lograron juntar a un buen elenco (seguro aceptaron con la excusa de pasar unos lindos días en Bora Bora) que esta totalmente desperdiciado. Armaron un trailer mostrando ese elenco, el lugar, algún que otro momento gracioso (que encima no esta incluido en la película) y uno la ve pensando que va a entretenerse. Una película que no tiene ni una escena graciosa, ni una!! No hay ni siquiera un buen dialogo o chiste. Cero graciosa. Hay escenas que dan vergüenza como el duelo de guitar hero, espantoso. Encima con una duración de casi 2 horas que la hace interminable. Supuestamente quisieron mostrar problemas tipicos de pareja, pero esta muy mal escrita. Es obvio como terminarán todos, inclusive los divorciados. Verlo a Jean Reno en un papel como este es penoso. El resto del elenco suele hacer este tipo de pésimas "comedias". Lo único bueno es el lugar, filmado en Bora Bora, increíble. La peor película de lo que vi en el 2010.
Una pareja estadounidense de clases media intenta mantener a flote un matrimonio que amenaza con naufragar a corto plazo. En la desesperada búsqueda de una solución descubren a un extraño gurú que puede salvarlos. La opción es viajar a una exótica isla tropical, pero necesitan que sus amigos los acompañen para abaratar el viaje. Si bien el director parte de una premisa bastante inconsistente, el desarrollo de la comedia consigue atraer el interés del espectador apoyado en algunos contratiempos que los forzados turistas deben afrontar. El esperado placer en medio de un paisaje que "parece un fondo de pantalla", como señala uno de los protagonistas, sucumble ante el rigor y la obediencia impuestos en un lugar en el que la disciplina suena a mala palabra. Una comedia extremadamente liviana, para pasar el rato.
Concebida como un producto llevadero dirigido, como reza su título, a mujeres y hombres vinculados afectivamente, esta comedia norteamericana cumple en ese aspecto con su módico cometido. El problema es que Solo para parejas no aprovecha consistentemente su buena idea global, que progresa con escasas dosis de audacia e inventiva. Con esta comedia sentimental o farsa romántico-sexual, debuta como director el actor Peter Billingsley, que cuenta con un guión en el que también intervienen los protagonistas Vince Vaughn y Jon Favreau (que está desarrollando una gran carrera paralela como director con Zathura, Iron Man y su secuela). Y en este campo Vaughn se reserva los mejores pasajes, a tal punto que por momentos sus líneas parecen corresponder a un stand up. La película se inicia con unos logrados créditos para luego enfocar situaciones apenas graciosas de cuatro parejas en sus vicisitudes cotidianas. Ante la crisis de una de ellas, todos los personajes emprenderán un viaje a un entorno vacacional paradisíaco que presenta reglas casi dictatoriales. Con toques paródicos acerca de las terapias y tratamientos new age, el film entretiene sin brillar ni en sus alternativas ni en su sentido del humor. Ni siquiera el gurú a cargo de Jean Reno aporta demasiados matices divertidos.