Un travelling desde un tren en movimiento nos muestra a la cámara tomando imágenes a través de la ventana a una velocidad (la del tren) que no nos permite detenernos en los detalles de los planos. Solo podemos ver con continuidad dos cables de luz que recorren el mismo camino que las vías. Mientras vemos esos dos cables una voz en off nos habla de “paralelismos” y temas “importantes” como el nacimiento, la pareja, el sexo y la muerte...
Simetrías y paralelismos Tom Tykwer, el realizador alemán que por estos momentos resuena en los oídos de todo el mundo al ser uno de los responsables de Cloud Atlas junto a los creadores de Matrix, se arriesga en este sugerente film que roza por un lado lo experimental y por otro cierta teatralidad para exponer las aristas retorcidas de las relaciones humanas representadas desde un triángulo amoroso con el trasfondo de la crisis de los 40 en su faceta más existencial. Eso es a grandes rasgos lo que define el universo cinematográfico de 3 (Drei), un relato plagado de reflexiones sobre la vida, el amor, el sexo y la muerte a partir de la utilización de dos elementos que desde el punto de vista narrativo abren espacios a la multiplicidad y ensanchan las posibilidades de yuxtaponer estas historias de tres personajes: las simetrías y los paralelismos. El destino y el libre albedrio así como la trascendencia como meta humana también entran en juego en la trama que desde el primer minuto, donde un travelling -acompañado de una voz en off- nos confronta en nuestra pasividad de espectadores con las ideas que se desarrollarán en el relato, refleja a las claras la ambiciosa película que el director de Corre Lola corre tenía entre manos. Los actores Sophie Rois y Sebastian Schipper interpretan en este caso a una pareja alcanzada por la rutina y el desgaste de 20 años de convivencia y con la necesidad de búsqueda de nuevos aires y horizontes, puertas afuera. Ese deseo inconfesable por ambos, quienes continúan interpretando su rol de esposo y esposa en la dinámica de la pareja se ve concretado cuando entra en escena el tercero en discordia en la piel del actor fetiche del cine alemán contemporáneo Devid Striesow. El triángulo amoroso no tarda en construirse pero se bifurca en dos direcciones que no son otra cosa que una relación heterosexual y otra homosexual como cachetazo a las convenciones más conservadoras que hacen del matrimonio y la familia nuclear un valor inquebrantable. Sin embargo, al elemento de la relación entre los tres se le integran todo tipo de variables rayanas al experimento de carácter social y psicológico, en el que prevalece por sobre todas las cosas la ironía del realizador alemán y para quienes no reparen en este detalle simplemente basta con decir que observen el desenlace del film donde todo ese entramado y circulo cierra de manera perfecta. La mezcla de registros que van del melodrama más crudo a los enredos con paso de comedia y a la sobre exposición desde el punto de vista de la actuación son un verdadero hallazgo para una película diferente, que data del 2010 y que solamente se había podido ver en el festival de cine alemán.
Tom Tykwer se dio a conocer en el mundo cinematográfico con la adrenalínica Corre, Lola, Corre y dado el prestigio y éxito comercial de aquella se le auguraba un destino de director de films de acción al ritmo de “cámara confusa que no para de moverse”, cine a 200km/h. Pero el alemán también es el director de las exquisitas "La Princesa y el guerrero" y "Perfume", de la no tan perfecta pero calma "En el cielo", y de los tramos más tranquilos de la reciente "Cloud Atlas"; salvo en la trepidante "Agente Internacional" no ha vuelto a filmar acción a raudales. Así llegamos a "Tres", estreno tardío en nuestro país de un film que proviene de 2010, una historia en la cual, lo único que sucede a las apuradas es la escena inicial con un travelling sobre un tren y una voz en off que nos habla de una pareja (casi) acabada; y aún ahí hay más lirismo que vértigo. La historia pareciera sencilla, es la de una pareja que perdió la chispa y tiene una periferia más que complicada. Ellos son Hannah y Simon (Sophie Rois y Sebastián Schipper), dos compañeros con demasiados planteos internos como para mantener viva alguna pasión. Hannah tiene un amante, Adam (Devid Striesow), un hombre aparentemente atractivo no solo físicamente sino por su personalidad, tanto que cuando Simon se entera del amorío, terminará manteniendo un affaire él con el mismo Adam. La trama parece sencilla de relatar, escueta, y es que es más lo que se dice que lo que sucede, por lo que en el trasfondo habrá mucho más que estos sencillos renglón y medio. Tykwer parece querer desarrollar un film sobre los conflictos de parejas, sobre las personas que se replantean el haber llegado casi a la mitad de su vida (y sobre lo que les queda por delante viendo lo construido hasta el momento), y sobre las relaciones abúlicas que la sociedad permite construir. Claro está, habiendo una relación homosexual en el medio, también estará el tema de la “polémica”, del despertar, el descubrimiento; pero no parece ser esto lo que más le preocupe al cineasta. La temática de los tríos amorosos, con la consecuente homosexualidad latente, no es nueva en el cine. Se me viene a la cabeza la fallida Threesome/Tres formas de amar, que allá por mediados de los ’90 intentó causar una (no lograda) controversia a través de tres universitarios que se relacionaban sin tapujos entre ellos. La diferencia con el film de Andrew Fleming es que allí donde se buscaba escándalo y ampulosidad a base de clichés y prejuicios; aquí las cosas suceden con más naturalidad, en fin de manera más realista. El problema con "Tres" es que en la búsqueda de esa naturalidad y hacer un “tratado sobre las relaciones de hoy día”, se termina cayendo en una solemnidad soportable sólo de a ratos, y muchas veces la convierte en discursiva, a la larga, pesada. Tykwer maneja al trío protagónico con solvencia logrando buenas performances, y hace un manejo de la cámara casi excelente (salvo determinado tramos que pueden resultar chocantes, como una operación de testículos mostrada con innecesario plano detalle). Tres es un film recomendado para aquellos que quieran indagar en los problemas de pareja desde un ángulo serio, a veces demasiado; es una experiencia interesante, tal vez no la más lograda de su director; pero en una cartelera cada vez más repleta de dramas manipuladores, una historias tan sencilla como esta puede resultar un aire fresco por más tratado que ya fue el tema.
Uno de los principales atractivos de Drei (Tres) es sin duda la presencia de Tom Tykwer en la silla de director. El realizador venía dulce tras dos trabajos muy logrados, Perfume: The Story of a Murderer, adaptación de la novela de Patrick Süskind que el propio Stanley Kubrick había catalogado de infilmable, y luego la impactante The International, gran película que pasó algo desapercibida a pesar de estar protagonizada por Clive Owen y Naomi Watts. La premisa es sin duda interesante, mas quedaba saber si con sus antecedentes era capaz de llevar adelante una comedia dramática fresca y moderna sobre un tema prácticamente no abordado. Drei tiene dos comienzos. Primero una suerte de estilo Up, una vida resumida en poco y nada pero aún así permitiendo una comprensión total, las palabras de Simon explican lo vivido y lo que queda por vivir. Luego una seductora coreografía que redunda en la sinopsis. Un hombre y una mujer danzan separados, pegados, en un vaivén romántico que se resuelve con la entrada de un tercero en discordia que se queda un poco con ella y otro poco con él. Sobreexplicativa, seguro, pero se trata de algo tan estéticamente bello que invita a acomodarse y disfrutar de la pieza. Tykwer a partir de aquello desplegará todo tipo de recursos, sean trucos de cámara o cambios al blanco y negro, y finalmente se valdrá de la pantalla como de un fresco, dividiéndola en múltiples recuadros que le darán un importante ritmo. Explícito pero sin perder una pizca de esteticismo, como corresponde para un film así, Tykwer no tiene tapujos a la hora de mostrar a su trío protagónico/sexual en situaciones íntimas de alto voltaje. Similar al Plan B del argentino Marco Berger, el gran logro del director es el de permitir que su película se desarrolle con una naturalidad que sorprende.
Somos mucho más que dos Allá por 1969, en coincidencia con el primer alunizaje tripulado, David Bowie cantaba acerca de la experiencia de flotar en el espacio y estar aislado del mundo. En Tres , el realizador Tom Tykwer recurre a Space Oddity para construir un triángulo amoroso de personas que en el fondo se sienten solas y necesitan del otro para evadir las responsabilidades de estar en pareja. O mejor dicho, suspenderse en otra realidad. “Relajación. La rutina diaria. Escapar. Volver a casa”. El realizador de la exitosa Cloud Atlas: La red invisible y las ya clásicas Corre Lola corre y Perfume fragmenta el comienzo de la película con palabras en off, y la visión de un paisaje difuso, a bordo de un tren a toda máquina, balance de una vida que pasa rápido frente a los ojos. No hacerse cargo de las cosas, a los treinta y tantos años, es el eje de un filme sensual, oscuro y algo ácido en su humor, con altas dosis de frialdad y sexo seco. Carnalidad descorazonada en alemán. “Ser infiel. Lamentarlo. No casarse. No tener hijos. No vivir juntos. Vivir juntos”. Eso le sucede a la doctora Hanna (Sophie Rois) y al artista Simon (Sebastian Schipper), una pareja que convive hace varios años, lo que no significa que sus vidas vayan de la mano. La incomunicación erosionará esa unión, pero no se lo reprocharán, buscarán satisfacción fuera de casa, lo que generará una inevitable brecha que cruza desde operaciones (testicular, explícita), deportes (fútbol, natación, con vestuario hot incluido) hasta el sufrimiento trunco de un pariente con cáncer de páncreas. Hay que estar con un temple sostenido para la primera mitad de la película. Es mitad sufrimiento, mitad reflexión. La tercera pata de la historia es Adam (Devid Striesow), nexo amatorio de la pareja. En forma inteligente -sin caer en los típicos descubrimientos de infidelidad-, Tikwer nos acerca, juega (cuadros que se superponen en pantalla) con los rumbos de las tres personas que tarde o temprano volverán a la prisión rutinaria de la cual querían huir. La doble -y hasta triple- vida es un mundo al que muchos se acostumbran. Y como toda decisión tiene sus consecuencias. Y riesgos, con doble sorpresa incluida. “Aún más despacio. Mueres. Yo también”.
Confusiones múltiples en pantalla dividida En una escena de Tres, la protagonista le comenta a su pareja, en un cine, que no sabe qué le pasa, pero no puede seguir la película. Algunas escenas más adelante, mientras asiste a una presentación sobre investigación celular, se distrae pensando en cuadros eróticos del artista plástico Jeff Koons, y reflexiona en off sobre su incapacidad de concentrarse en un solo tema. Un poco lo mismo parece sucederle a Tom Tykwer, realizador de Corre, Lola, corre y correalizador, junto a los hermanos Wachowski, de Cloud Atlas, actualmente en cartel. Voces en off, pantallas divididas, fantasías camp (el fantasma de la mamá del protagonista, abordándolo en la calle bajo la forma de un ángel) y un par de cánceres son algunos de los múltiples condimentos con los que, más que abordar su asunto, Tykwer abre desvíos que tienden a distraer... ¿de qué? De todo un cliché de cierto cine europeo, que vendría a ser el corazón de la cosa (si es que la cosa tiene algún corazón): la rutina de una pareja aburrida de sí misma, que encuentra en un tercero la posibilidad, o fantasía, de un reload erótico. Todo es arbitrario en Tres. Y tan fragmentario como el propio encuadre, en escenas en las que Tykwer recurre, sin muchas razones que lo justifiquen, a dividir la pantalla en acciones simultáneas. La protagonista, Hannah, es conductora de un programa cultural en la tele. Pero se la ve poco y nada conduciendo programas culturales en la tele. Simon, su pareja desde hace veinte años (viven juntos, pero no están casados) trabaja de... ¿De qué trabaja? Algo que tiene que ver con el arte y la cultura, seguro. Adam se llama el rubio, con pinta de nazi o de robot malo de película de ciencia ficción (mala) que seduce a ambos. ¡Ah, Adán! Como en Corre, Lola, corre, Tykwer vuelve a recurrir –no se sabe muy bien si como producto de alguna clase de concepción filosófica o simplemente porque le resulta práctica, como una suerte de plasticola narrativa– a los encuentros azarosos. Azarosos hasta decir basta. Desde el momento en que Hannah ve a Adam exponiendo sobre las células, no deja de encontrárselo en los lugares y ocasiones más dispares: la calle, el teatro, un picadito de fútbol... Como si más que Berlín esto fuera Junín. ¡Y al mismo tiempo también Simon conoce a Adam, en una piscina superfuturista! Porque a Tykwer –ganador del German Films Awards a la Mejor Dirección, por esta película– le tiran la hipermodernidad, la textura cristalina del digital, las impecables superficies visuales, los diseños arquitectónicos (la triple piscina futurista berlinesa es realmente increíble), los planos como de fotografía de libro de mesa ratona, la dispersión y fragmentación narrativas (que dan como cool...). Pero cool también quiere decir frío y ésa es la temperatura a la que Tres se friza, con sus personajes como robotizados por el guión. Guión que le prescribe un cáncer de páncreas a una, otro de testículo al otro, la masturbación del rubio al destesticulizado en un vestuario, su eyaculación sobre el pecho del otro, células intervenidas bajo un microscopio, reflexiones sobre la legitimidad de la prohibición del uso del velo a las mujeres musulmanes en Europa, la ética de los laboratorios farmacéuticos, y así al infinito.
Cómo equilibrar el triángulo Tom Tykwer entró en la historia del cine cuando hizo esa película divertida y vital llamada Corre, Lola, corre. Su energía y sus ideas pasaron por varios títulos interesantes y siempre dividiendo aguas. Algunos lo admiraron desde el comienzo y otros lo calificaron como otro vendedor de humo más. Aparentemente perdido para siempre por el bodriazo El perfume, Tykwer sorprendió hace unos meses cuando se estrenó Cloud Atlas, un film codirigido por él y los hermanos Wachowski. Pero antes él ya había filmado Tres (no confundir con el gran film uruguayo estrenado el año pasado) un drama ambientado en Berlín, donde una pareja en sus 40 ve alterada su rutina y su aburrimiento al enamorarse ambos del mismo hombre. Yo no desconfío de Tykwer como cineasta (excepto por el film ya mencionado) pero aun con su oficio los logros que aquí obtiene son escasos. Las ideas se van diluyendo para convertir al film en una rutina tan pesada como la que parecía aplastar a los protagonistas en las primeras escenas de la película. Sorprende que la facilidad con la cual films supuestamente innovadores a nivel ideológico sean todavía tan inocentes e irrelevantes. Cualquier comedia de Ernst Lubitsch (director alemán que comenzó los primeros años de la historia del cine) tiene más transgresión, autenticidad y por supuesto ligereza de lo que esta pomposa película de Tom Tykwer posee. No es que el director haya llegado un poco tarde –si fuéramos estrictos llegó 100 años tarde– sino que ni siquiera tiene la gracia o la simpatía de otros directores que ya pasaron por ahí. La escena final de la película es de una obviedad tan tonta y el remate es tan feo que uno se pregunta no sólo dónde quedó la gracia de este realizador, sino dónde han ido a parar los grandes nombres del cine alemán. «
(Anexo de crítica) Tom Tykwer dirige esta película que data del 2010 pero llega recién ahora a nuestros cines, quizás porque la ambiciosa Cloud Atlas (película que co-dirige junto a los Wachowski) nos acaba de llegar. El director de "Corre, Lola, Corre" y "El Perfume" nos ofrece un drama ligero que empieza reflexionando sobre la vida y la muerte. Pero rápidamente éste se convierte en un drama sobre un triángulo amoroso en el que una pareja que lleva ya largos años juntos se ve envuelto cuando ambos se enamoran sin saberlo del mismo hombre. Simon y Hannah están juntos desde hace 20 años. Viven juntos pero todavía no están casados ni tienen hijos. Hannah conoce a Adam y si bien su primer idea es escaparse por la ventana del baño, termina sucumbiendo ante sus encantos y comienza un discreto amorío con el rubio. Simon, tras sufrir la muerte de su madre por cáncer, descubre que tiene un tumor y es operado siendo uno de sus testículos extirpado. El tener un testículo menos lo hace sentirse más débil, menos capaz, hasta que, gracias a Adam, descubre no sólo que todo funciona como debería funcionar, sino algo que hasta el momento estaba oculto y ni sabía que podría existir en él. La pareja que componen Simon y Hannah nunca parece quebrarse, ellos están tan bien juntos como lo están con su amante, un hombre que tiene un hijo al que ve cada dos semanas, y le gusta irse a navegar en su bote. El director alemán apela a diferentes recursos visuales, como el blanco y negro en ciertas "fantasías", o la pantalla divida para revelar bastante información en pocos minutos. También en el soundtrack, en el que incluso suena "Space Oddity" de David Bowie. Aún así, el relato que puede tornarse por momentos frío y distante, también sabe generar sus momentos de ligera comedia de enredos. El cuentito de que el amor es algo simple ya no se lo compramos nadie, por eso no es difícil entender cómo uno de ellos de repente siente que está enamorado de dos personas. "Creo que ya no sé lo que quiero". "Creo que sabes exactamente qué es lo que quieres". ¿Pero aquello que uno quiere es posible? Sí, quizás el desenlace del film sea bastante idealizado.
Antiguas audacias con toque “posmo” La cosa es más o menos simple. Una pareja de agradables, cultos, progres, bien vestidos y lindos profesionales, más unidos que nunca pero aburridos como siempre, enfrentan la crisis de la mediana edad, la muerte de una madre, una operación de cáncer testicular y otras cositas, con un desahogo particular de ella al encontrarse un tipo muy amable, y un desahogo todavía más particular del operado al encontrarse con un tipo muy amable. Sí señor, se trata del mismo tipo la mar de amable. Y llegará el momento en que los tres deban reunirse. La historia puede atraer y entusiasmar a un buen sector de público amigo de las nuevas permisividades conyugales, que se sentirá ampliamente satisfecho con el tema y con su tratamiento, y fastidiar a otro sector también atraído por el tema pero repelido por el estilo posmo de la película, llena de chiches, pantalla dividida, cursilerías místico-pops, cámara movediza, composiciones ostentosas, pretendida profundidad, poesía existencial, imágenes quirúrgicas poco felices, final feliz y complaciente, y hasta una antojadiza referencia a «Milagro en Milán». El autor es Tom Tykwer, que desde su debut con la entretenida «Corre, Lola, corre» hizo una decena de obras ostentosas sin mayor acierto. Esta es la octava, con partes risueñas, otras de humor involuntario, unas rozando lo ridículo, unas dramáticas bastante atendibles y, eso sí, buenos intérpretes: Sophie Rois, Sebastian Schipper y David Striesow como el hombre orquesta, y la ya veterana Angela Winkler como la madre. En fin, vaya y pase. Para interesados, existe otra historia de triángulo con joven bisexual, el drama «Dos amores en conflicto», de John Schlesinger, 1971, con Peter Finch, Glenda Jackson y Murray Head. Sin chiches ni artificios, resulta más profunda.
La insoportable represión del ser El realizador alemán Tom Tykwer -codirector de Cloud Atlas: La Red Invisible (2012)- explora en Tres (Drei, 2010) el complejo mundo de la represión a partir tres personajes unidos entre sí por el sexo. Alejándose de toda profundidad racional, el relato conduce al espectador (y a sus actores) por un laberinto en donde el sexo sin pudores podrá ser disfrutado solo visceralmente. Sin límites y sin importar las consecuencias. Hanna y Simon son una pareja burguesa de profesionales que se acerca a los cuarenta años de edad. Pero un día Hanna conoce a Adam y se convierten en amantes. En simultáneo Simon, que viene de una operación por un cáncer de testículo, también se encuentra con Adam quien lo inicia en el mundo de la bisexualidad. Desconociendo que ambos comparten el mismo hombre, Hanna y Simon, vivirán situaciones de alto placer como nunca lo imaginaron. Hasta que la verdad saldrá a la luz y ya no sólo serán tres. Pese a que su nudo central es el sexo, Tres no es sólo una película sobre sexo sino que es mucho más profunda de lo que simplemente muestra y mucho más superficial de lo profunda que pretende ser. Es decir, ambiciona demasiado al querer meterse con temas metafísicos aunque sólo se quede en la superficie de éstos, pero contrariamente no utiliza el sexo como un elemento vacío sino que lo hace para explorar el interior de cada uno. Tom Tykwer expone situaciones complejas como la vida y la muerte, los pudores sexuales, la auto represión, los mandatos sociales y familiares pero sin desarrollarlos abiertamente. Sólo hay indicios o pinceladas pero no más que eso, y es ahí donde la película se pincha. Hay una clara intencionalidad en el director de que el conflicto se dé a partir de una situación en la que el ser humano se encuentra con la muerte para así provocar rupturas internas y externas, pero que es abordado sólo por momentos y de manera muy desdibujada. Más allá de lo pretencioso del conflicto narrativo, Tres es una película interesante de ver. Aborda un tema tabú y complejo con buen ritmo, cuenta una historia moderna, es impecable desde lo técnico y muestra a tres actores que no sólo desnudarán sus cuerpos sino también sus miedos y emociones hasta límites impensados.
Una noticia algo inesperada El filme incluye temas ligados a la biología, la filosofía y la psicología, desde una perspectiva informal, desprejuiciada, a la vez que cuenta con las magníficas actuaciones de David Striesow (Adam), Sebastian Schipper (Simon) y Sophie Rois (Hanna), una actriz de ejerce un magnetismo especial desde la pantalla. La nueva película de Tom Tykwer (Wuppertal, 1965), de quien se vio "Corre Lola corre" y la más reciente "Cloud Atlas: La red invisible" (codirigida con los hermanos Wachowski) es una eficaz comedia ácida, irónica e inteligente a la vez, que habla de ciertos momentos de la vida, en los que todo parece complicarse. Si bien el título de la película refiere a tres personajes: Hanna (Sophie Rois), Simon (Sebastian Schipper) y Adam (Devid Striesow), los que conforman un original triángulo amoroso, la trama va mucho más allá de este hecho anecdótico, para llevar a sus protagonistas a situaciones límite en sus vidas. Hanna y Simon son una pareja. Ella es una periodista que se especializa en temas médicos. El es un diseñador que tiene una empresa que financia proyectos artísticos, los que en su mayoría le dan pérdida. A ellos se unirá más tarde, Adam, un especialista en génetica, que es bisexual. LAS ENFERMEDADES Al comienzo de la película el director muestra algunos hechos que hacen a la vida de cada uno. Hanna vive en constante contradicción con Simon y con su misma profesión. El es un hombre bastante dependiente de su madre enferma, la que una noche, en la cocina de su casa, le confesará que tiene cáncer, y al poco tiempo muere. Más tarde, el mismo Simon es víctima de la misma enfermedad por lo que le extirpan un testículo. A partir de ese momento la pareja protagónica entra en crisis. El comienza a notar ciertos síntomas de vejez y duda si continuar o no al lado de su mujer. Hanna se siente insatisfecha e incomprendida, por lo que busca una nueva compañía. La casualidad hace que en una pileta de natación, Simon conozca a Adam y con él, prácticamente, sin darse cuenta comienza una relación sexual, sin saber que él es desde hace un tiempo el amante de su mujer. NOTICIA INESPERADA Lo siguiente es un conflicto sobre el embarazo de ella, que espera mellizos, pero no queda muy claro quién de los hombres es el padre. Lo que vedrá después es mejor dejarlo en suspenso. Con "Tres", el cineasta alemán vuelve a apelar a una libertad narrativa, que se le agradece. Su película aporta una informal serie de secuencias, en las que por momentos se va contando la historia, a partir de dividir la pantalla en varios recuadros, o a modo de sugerir algo que les pasa a los personajes, Tykwer decide incorporar fragmentos de una ópera del vanguardista Robert Wilson. "Tres" es una película que incluye temas ligados a la biología, la filosofía y la psicología, desde una perspectiva informal, desprejuiciada, a la vez que cuenta con las magníficas actuaciones de David Striesow (Adam), Sebastian Schipper (Simon) y Sophie Rois (Hanna), una actriz de ejerce un magnetismo especial desde la pantalla.
El azar, el otro gran motor del amor El argumento central de Tres se basa un triángulo amoroso. Una pareja sin hijos, estancada en varios aspectos. Y un tercero. Pero lo que importa, lo que prevalece, no es su argumento sino que el director es el alemán Tom Tykwer, uno de los nombres clave del cine contemporáneo. Y clave no quiere decir necesariamente bueno: Michael Bay, el de Transformers , también es un nombre clave. Pero Tykwer es, además, un director de notable osadía. Tykwer tiene una idea sobre el cine. En realidad tiene muchas ideas: sus películas están cargadas de variantes y de segmentos desquiciados, vitales y veloces. Tykwer hizo, entre otras, Corre, Lola, corre , Agente internacional , Cielo , y varios segmentos de la actualmente en cartel Cloud Atlas . Tykwer filma en diversos idiomas, diversos géneros, e incluso al interior de cada película su mano se manifiesta estilísticamente con enorme variedad de recursos. Tres es un gran ejemplo del cine de Tykwer: a esta pareja que pertenece a los círculos culturales de Berlín no sólo le pasan (o no le pasan) cosas en su relación. Además tienen problemas de salud, se les muere algún familiar, experimentan algunos altibajos laborales. Pero Tykwer es dinámico, entre los dolores hay sonrisas, placeres, comidas, sexo, hasta festejos futboleros. Y es dinámico también en la combinación de travellings (gran ilustración inicial de un relato en off con cables), en la pantalla dividida, en los diálogos y monólogos, en los momentos de fantasía o de sueño (sí, a veces genera algunas notas falsas ahí, pero son defectos de exceso, de generosidad cinematográfica). Y es explícito y hasta llega al peligro de shock en una intervención quirúrgica, o de cursilería en una ecografía. Tres late por todos lados, es una película viva, casi temerosa de quedarse quieta. Tykwer pone música, pone "Space Oddity" de Bowie más de una vez, y en el cierre la combina con toda una definición visual de "la" mirada. Un plano final de múltiples interpretaciones, entre ellas una que suele ser una constante en Tykwer: podemos ser solitarios o estar solos, pero las conexiones están ahí cerca. Para muchos grandes cineastas, el azar es parte fundamental del relato. Y esa confianza en el movimiento y el encuentro a pesar de las ínfimas chances es lo que aleja a Tykwer de todo riesgo de arbitrariedad: en la constante seducción rítmica y estilística de Tykwer las cosas más increíbles hasta parecen lógicas. Lo abundante encauzado hacia la energía tiene otro ejemplo en la construcción del tercero en cuestión: Adam no sólo seduce y enamora a hombres y mujeres, es además un profesional brillante, hace deportes, se lleva bien con todos, canta y hasta navega. No se le debería pedir a Tykwer realismo, su cine es más grande que la vida, tal vez por eso cite en imagen y en música a Milagro en Milán, de Vittorio De Sica, es decir, el neorrealismo de la magia, incluso el del exceso. Tykwer se enamora de sus personajes, incluso en sus frustraciones o mezquindades. Tykwer se enamora de las posibilidades de seducir del cine, aun cuando se exceda o incluso cuando no esté del todo claro si hay algún componente sarcástico o de autoparodia inconsciente en momentos como el del ángel alado. Tykwer se enamora también de Berlín, y en su combinación de escenarios asombrosos -las piletas sobre el río, los viejos edificios, los flamantes edificios, la antena de Berlín Este y un largo etcétera- hace descansar esta película de extraordinarios atractivos. En realidad, no hace descansar: el cine de Tykwer no descansa. Tres es una película que late fuerte en una ciudad de historia increíble y pensada para el movimiento.
El director Tom Tykwer (el de “Corre, Lola, corre”, “El perfume”), pone su atención en una generación de jóvenes de cuarenta y tanto, que cuando logran sus objetivos en la vida profesional y material están insatisfechos, necesitan reinventarse. Y en este matrimonio de intelectuales, el triangulo se arma con un tercer hombre que enamora tanto a ella como a él, tan parecidos son. Deseos, culpas, dolores y sinceramientos.
Corre Hilde, corre Tres podría ser un drama de esos que tratan de explicar el mundo a partir del sufrimiento y la seriedad, pero Tom Twyker dota a su película de un dinamismo liberador que la insufla constantemente de vida, incluso estando rodeado de fatalidades. ¿Cómo es esa vida? Se trata de una rutina vital en la que el trabajo no resulta una obsesión o una carga sino una tarea que se realiza con alegría, como se puede y sin ceder ante las adversidades (económicas, por ejemplo), a veces incluso estando distraido o pensando en cualquier cosa (como le ocurre a Hanna al principio). De todas formas, lo laboral es una zona apenas explorada por Twyker; al alemán le interesan más las comidas (con familiares, con amigos), los paseos, el sexo, el deporte (nadar, jugar al fútbol, navegar), todo aquello que sirva para correr a los personajes de sus problemas cotidianos y enfrentarlos con un paisaje berlinés nuevo, que se ve con otra luz cuando no se está trabajando todo el día o abrumado por el estrés. Las tragedias, como el aviso de un cáncer de páncreas o la extirpación sorpresiva de un testículo, son suavizadas hasta que parecen nublarse. La película hace foco en los desvíos respecto de la narrativa más tradicional: por ejemplo, donde otro relato optaría por construir el ámbito de trabajo de los protagonistas, Tres apenas exhibe los logros científicos de Adam y le dedica más tiempo en plano a la fachada del laboratorio que a lo que sucede en su interior. Existe todo un mundo más allá de los conflictos de la dramaturgia convencional que escapa al ojo muchas veces perezoso del cine mainstream, y Twyker viene a aumentar su alcance mientras deja en fuera de campo los hechos más terribles (aunque siempre sin restarles importancia). Una manera de conseguir ese ensanchamiento es la estilización de una imagen que por lo general se encuentra rigurosamente clausurada por el realismo y el verosímil del género. Por eso es que en Tres puede verse a un hijo que apaga los aparatos que mantienen viva inútilmente a su madre, con muerte cerebral después de un fallido intento de suicidio. La desconexión final se realiza en forma abrupta después de una breve pero (suponemos) fulminante reflexión de Simon; si en Tres la vida es dinamismo y actividad del cuerpo, lo de esa mujer anclada eternamente a una cama no es más que un movimiento falso, una existencia artificial. Poco después, el ángel de la madre se le aparece al hijo y juntos recitan algo que parece un verso; esta descripción promete la peor escena imaginable, pero Twyker sabe maniobrarla y la integra en el escenario más amplio de una película que no tiene miedo al ridículo, y cuya potencia se cifra muchas veces en esa apuesta por un lirismo exagerado. La operación es visible también en el modo en que la película entiende el sexo y los intercambios en general: agradables, fluidos, sin asperezas. Los personajes se relacionan entre sí, se acuestan, descubren nuevas caras de su sexualidad, siempre sin culpa, incluso cuando traicionan a su pareja. Uno de los momentos de mayor culpa, cuando Hanna piensa en Simon (su compañero desde hace casi veinte años) ante la posibilidad inminente de tener sexo con Adam, Twyker lo resuelve con su protagonista imaginando unaseparación de su novio a lo Casablanca, en blanco y negro y con diálogos trillados. El cine ya narró demasiados ménage à trois minados por el arrepentimiento y los celos, Twyker quiere experimentar con los desplazamientos que se producen al interior de su triángulo, en todas las direcciones posibles, sin preocuparse demasiado por las reglas sociales o por la medianía bienpensante cinematográfica. Lo notable es que cada acercamiento registra tensiones y movimientos en los tres vórtices que conforman la relación, nadie se queda sentado en espera de su amante, hay que ir a buscarlo, llamarlo por teléfono o, en su defecto, salir a caminar un rato solo, ir a la pileta, juntarse con amigos. Si el amor y la satisfacción no se vislumbran por ninguna vía (por ejemplo, en el pasado apenas sugerido pero nunca contado de Adam), entonces hay que divorciarse y dejar atrás a la propia familia en pos de realizarse sexual y afectivamente. El final llega cuando los tres puntos se encuentran en uno solo, la tensión cede ante el reposo (narrativo pero también físico, concreto que se realiza sobre una cama). Es el corolario justo para una película cuyos personajes son fuerzas en constante ir y venir, que se niegan a permanecer quietas, fijadas en un lugar. El caso de Hilde, la madre de Simon y personaje secundario, funciona como una guía silenciosa que señaliza el relato: después de muerta, se materializa como ángel flotante que se aleja volando rápidamente (la suya no es una aparición mortuoria ni estática) y su deseo de darle alguna utilidad a su cuerpo después de su fallecimiento se confirma cuando la pareja protagonista cree verla en la exposición de una muestra: la anatomía desnuda y sanguínea de la posible Hilde es exhibida, curiosamente, sobre una hamaca, como si incluso en ese estado de congelamiento plástico la película le quisiera restituir, en un último acto de generosidad, aunque más no sea un pequeño e imperceptible movimiento.
Tres partes de un amor, tres problemas, una única solución. Hace un tiempo en el Mundo se viven aires renovadores de cambio, la homosexualidad y las relaciones libres se están desempolvando para dejar atrás aquellos viejos tabúes arcaicos que lo único que logran es inventar absurdas diferencias entre los seres humanos. Tres es un film alemán en donde esta metamorfosis se ve claramente definida. Iniciando con una minimalista escena de baile (premonición del grand finale), tres bailarines homenajean a la talentosa coreógrafa Pina Baush, entrelazando sus cuerpos de forma casi automática. No será esta la única cita que se halle en el film, hay lugar para Milagro en Milan y hasta Vittorio de Sica. Hanna y Simon son una pareja cuarentona quienes comienzan a sufrir el peso del tiempo y la rutina en sus vidas. Ambos, insertos en el mercado laboral y gozosos de un buen pasar económico sólo les queda seguir adelante y hacer algún que otro balance. De estos pensamientos es que surgen raras acciones que los llevaran a experimentar un apasionado e intenso romance. Pero no entre ambos sino con un tercero. Adam se convertirá así en la punta de un peligroso triangulo. De personalidad fuerte y andar misterioso, este personaje no hará otra cosa más que satisfacer los deseos ocultos de Hanna y Simon quienes sin saberlo comparten a su amante. Este triangulo es la máxima expresión de lo que podríamos definir como una infidelidad, lo excéntrico de este caso es que ambos lo hacen con la misma persona. Adam es el pivote de un enroque que jamás se imaginaron vivir. La simpleza del título hace referencia no sólo a la temática de Tres sino también a una especie de gusto numerológico. En una veloz escena se explica cómo este número vino a marcar la vida de Simon que luego al unirse con Hanna la ha tocado a ella también. Tres partes de un amor, tres problemas, una única solución. Y como si esto fuera poco, la cuenta ascenderá a cinco cuando Hanna descubra accidentalmente que está embarazada de dos niños. Los bebes (dicen) vienen con un pan bajo el brazo, en este caso no se sabe con certeza si así será, pero lo que si podemos asegurar es que traerá felicidad y actualidad a la vida de tres personajes que de ahora en más andarán unidos para siempre.
Una pareja burguesa, normal, de una Berlín hiperculta, se enamora. Precisemos: tanto él como ella se enamoran del mismo hombre. Lo que hace el siempre creativo y a veces desbordado Tom Tykwer es seguirle el pulso a la historia con lo que tiene de dramático y de humorístico, aunque a veces se pasa de la raya tratando de pintar, además, un panorama cultural mientras cuenta un triángulo amoroso. Lo mejor: los personajes parecen personas reales, y eso es un logro importantísimo en el cine de hoy.
Escenas de la vida conyugal y posmoderna Tom Tykwer, tal vez el más hollywoodense de los cineastas alemanes, estrenó en 2010, antes de meterse a filmar la reciente “Cloud Atlas” junto a los hermanos Wachowski, Tres (Drei), una película alemanísima en su formato, estética, contenidos, temáticas y estilos. Casi tres años después, sin mucha justificación de la demora, llega a las pantallas argentinas. De a tres El tema ya ha sido tratado por el cine: un trío romántico/sexual de dos hombres y una mujer, que implica una dimensión homo/bisexual que sostenga la plena unión de a tres. En este caso, la historia comienza como un “dos más uno”: Hanna y Simon son una pareja en sus tempranos 40, todavía joven pero con 20 años de convivencia (aunque sin casarse). No tienen hijos (Simon dice que uno de los dos es estéril, pero en un repaso semificticio de sus vidas Simon habla de “abortos espontáneos”; una de varias ambigüedades). Ella está en el mundo del arte y la cultura (conduce un programa de televisión) e integra un comité de bioética, donde conocerá a Adam, un experto en fecundación in vitro y desarrollo de células madre. Por su parte, Simon construye para artistas que hacen obras monumentales. Ambos son cultos, liberados, muy “europeos”, aunque a veces demasiado (cuando parecen necesitar del otro y el otro está haciendo la suya); pero esencialmente se aman. Simon sufre la muerte de su madre por cáncer y se sobrepone a un tumor él mismo. También él conocerá a Adam, descubriendo una faceta de sí mismo que desconocía. Evitando los maniqueísmos, el aparentemente inexpresivo y despojado Adam es un personaje tridimensional: de hecho tiene un hijo, la deuda pendiente de la pareja (o al menos de la mitad de la pareja, como se verá), y una insatisfacción afectiva crónica, desafiada por las circunstancias a vivir. Recursos Como es de esperar, en algún momento las cartas se tendrán que poner sobre la mesa y el “dos más uno” tendrá que resolverse en trío o en tres unidades. Pero si hacia el final el relato se torna relativamente previsible, lo ingenioso de Tykwer está en la puesta general: apertura con danza contemporánea (que preanuncia el relato), pantalla dividida, planos abiertos combinados con planos cerrados con cámara en mano (según la necesidad); “fantasmas” que se presentan como angelitos alados (¿un toque kitsch?); ensoñaciones como representaciones de películas en blanco y negro, que por cierto se cruzan con imágenes de viejas películas reales. Porque el mundo de Hanna y Simon es la versión “deustche style” de los “BoBos” (Bohemian-Bourgeois) de Woody Allen: viven entre cuadros, instalaciones con música contemporánea, un teatro más bien expresionista bien germánico (recordar las obras en “Las vidas de los otros”, o la puesta de “La visita de la vieja dama” en “La ola”). Y allí están las citas de Hermann Hesse, de Erich Fromm, “el legado alemán de posguerra”. Por su parte, Adam es de alguna manera su contrapunto: científico “duro”, con su casa sin muebles (y sin libros, dirá Hanna), es fanático del fútbol y de navegar, aunque despunta el vicio en un coro: al fin de cuentas, la música (y el canto, la música con el cuerpo) es un arte tan performativo como el deporte, y quizás todo esto sea la representación de Tykwer de la vitalidad que Adam aporta a las vidas de la pareja en la que se terminará “colando”. Vidas fluidas Todo esto ambientado en la Berlín que combina las antiguas fachadas con los edificios de vidrio y acero; los ambientes cálidos con los minimalistas y vacíos, y con los lugares peculiares como la piscina tubular climatizada pero con salida al exterior, que devendrá escenario privilegiado. En esos ámbitos las cosas se desarrollan con pasmosa naturalidad: el sexo en variadas acepciones y posturas, la infidelidad, la extirpación de un testículo en cámara, la desconexión de un paciente terminal, los ácidos comentarios sobre la pareja, una salida fuera de agenda. Los personajes de Tykwer “fluyen” por la vida, hasta enfrentar una situación fuera de lo común, un “experimento crucial”, que los desafiará a ver si pueden seguir fluyendo: el final dirá lo suyo. El director se apoya en la algo fría fotografía de Frank Griebe para narrar todo esto, aplicando la multiplicidad de recursos antes mencionados. Pero nada podría hacer sin su triunvirato de actores: la híperexpresiva Sophie Rois como Hanna, el fresco Sebastian Schipper en el complejo rol de Simon, y el siempre sonriente y algo aniñado Devid Striesow como Adam, el desprejuiciado que también encuentra lo suyo en esta conjunción cósmica. En el medio de todo habrá alegrías, tristezas y situaciones cómicas (incluso de esas que lo son para el espectador pero no para los personajes)... casi como en la vida misma.
El vínculo de ambos Película que abarca principalmente la tan discutida crisis de los 40 donde una pareja se enamora por separado del mismo hombre. Aunque traiga consigo un tema muy polémico o transgresor, la trama se pierde en banalidades al nunca poder concretar un conflicto central que mueva al relato. Toda la historia se centra en eventos singulares unidos por el azar y a pesar de estar filmados de forma bellísima, su falta de correlato los vacía de todo sentido. Hanna y Simon tienen una vida simple de la cual aparentan ser felices, de repente Hanna ya no se siente cómoda y a Simon le diagnostican cáncer. Uno asume que eso los hace vulnerable, pero rápidamente se da cuenta que nunca bastará para haberlos conectado sentimentalmente con Adam. Escenas donde Hanna acompaña a Adam a un partido de fútbol o Adam masturbando a Simon, son las que realmente los acerca. Momentos tan torpes y burdos como estos solo demuestran el tono absurdo y solemne de una película, cuya simple e inocente trama no se condice con la profundidad de su mirada. Se intenta tener una mirada adulta de los acontecimientos, pero los mismos son meros clichés del cine más cool o extravagante. "Tres" es una historia llena de azar en la cual a cada protagonista le deparan constantes sorpresas. Algunas pueden ser malas y otras no tanto, pero su vida cotidiana se enmarca en los encuentros casuales, ya sean en el trabajo, en la pileta o en los museos. Sin embargo, son las continuas coincidencias que terminan hartando y aburriendo, ya que en vez de mostrar el lado más impredecible de la vida, solo termina descubriendo su falta de historia.
Amor perdurable Tom Tykwer, director alemán responsable del filme de culto Corre, Lola, corre y codirector junto a los hermanos Wachowski de la reciente Cloud Atlas, se extravía en Tres, filme que intenta, de manera dispersa y con forzada inspiración, retratar las desavenencias amorosas de una pareja del primer mundo y la abulia de la sociedad alemana actual, en un resultado que quiere a la vez ser solemne, naif, mordaz y original. Tal vez el mayor pecado de Tres sean esos gestos "de autor" que no le suman nada a la trama, como la aparición de la madre fantasma de uno de los protagonistas, la fragmentación de la pantalla en múltiples planos para contar una… operación de testículo -en un gesto "arty" que se confunde con el morbo clínico-, o la escenificación en clave danza-teatro del trío amoroso en la apertura del filme, un agregado redundante. El recurso esteticista que más convence es el que hace de intro, un travelling que exhibe dos cables de esos que hay al costado de las rutas y que junto al relato en off da cuenta de las vidas paralelas, ligeras y previsibles de la pareja que componen Hanna (Sophie Rois) y Simon (Sebastian Schipper). Ya llegados a los 40 años y sin hijos alrededor, ambos pasan sus días en consultorios médicos, conferencias y piletas de natación. Sus dedicaciones (ella a la medicina, él al arte) simbolizan la racionalidad exasperante de sus vidas y, por extensión, de la clase media alemana, donde hasta los diagnósticos de cáncer (la madre de Simon sufre uno de páncreas, él de testículo) son parsimoniosos. La única alteración posible de sus rutinas llega con la aparición del hermético y sonriente Adam (Devid Striesow), más una abstracción que un personaje real, que con sus modales de mimo logra seducir no sólo a la distraída Hanna, sino también a Simon, quien descubre con él su homosexualidad latente en una gélida toma masturbatoria en un gimnasio. Por supuesto, la gracia está en que la pareja se engaña mutuamente con la misma persona, hasta que sucede lo inevitable y los cables del principio se vuelven tres. Sin ser provocativa ni encantadora, Tres consigue reflejar cierto vacío en la vida germánica contemporánea, aunque caiga presa de esa misma desapasionada frialdad.
Publicada en la edición digital Nº 4 de la revista.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Ménage à trois Hanna es entrevistadora y lo conoce en un congreso de biogenética. Simon construye obras de arte y adora a Gilbert & George. En su ausencia, Hanna vuelve a encontrarlo durante una performance de Robert Wilson. Al regresar a casa, demorada, Simon le pregunta si fue a ver El anillo de los Nibelungos. Y cuando el filme de Tom Tykwer (Corre Lola corre) bordea un manifiesto de esnobismo, resulta que todo (incluso la elección de “Space Oddity”, de Bowie, como tema central) adquiere sentido. Adam, el otro, no sólo altera la vida de Hanna, sino también la de Simon, cuya libido queda bajo cero luego de una intervención quirúrgica. Adam se infiltra en el seno de la pareja como un extra a tiempo completo; aparece en picados de fútbol, en una piscina, en el museo Martin-Gropius, y lo que se insinúa como thriller psicológico deriva en una comedia provocadora, mezcla de Cronenberg con Almodóvar. En este ménage à trois, no hay un hombre o una mujer amando a dos del sexo opuesto, sino una pareja constituida que se abre a otro. Ese inusual toque fue quizá lo que convenció a los Wachowski para incluir a Tykwer en la dirección de Cloud Atlas, y lo que motiva el estreno local de Tres, originalmente estrenada en 2010.