La tierra de la imaginación El tercer film de Nicolás Herzog (Orquesta Roja, 2009), Vuelo Nocturno (2017), propone una indagación en algunos datos significativos de la vida del escritor, aristócrata francés y aviador Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito (Le Petit Prince), una novela corta sobre la naturaleza humana y la imposibilidad de los adultos de ver el mundo a través de los ojos infantiles, durante su corta estadía en Argentina y la influencia de esa época en su breve pero concisa obra literaria. A partir de esta premisa el realizador crea una obra a mitad de camino entre la ficción y el documental con una trama que es solo el punto de partida de una historia sublimada. En su obra más autobiográfica, Tierra de Hombres (Terre des Hommes, 1939), Saint-Exupéry narra diversos acontecimientos ocurridos durante su labor como aviador pionero en la empresa francesa de correo Aéropostale en varios capítulos que influyeron a posteriori en el relato de El Principito. Nicolás Herzog centra su relato en uno de esos capítulos, Oasis, donde el escritor narra su fascinación por las hermanas de diez y quince años, Edda y Suzzane Fuchs, que conoce en Concordia, Entre Ríos a principios de la década del treinta, durante el año y medio que trabajó en Argentina. En esa época Saint-Exupéry es nombrado director de Aeroposta Argentina, empresa precursora de Aerolíneas Argentinas, en su momento filial de Aéropostale. Sus viajes por todo el país le permiten regresar en varias oportunidades al Palacio San Carlos en Concordia, hogar de las hermanas, gracias a la amistad que entabla con la familia francesa Fuchs Valón, locataria del encantador inmueble. Con dos exitosos libros publicados, Correo del Sur (Courrier Sud, 1928) y Vuelo Nocturno (Vol du Nuit, 1931), ganador de la edición de mil novecientos treinta y uno del prestigioso e inclusivo premio literario Femine, y un relato corto, El Aviador (L’Aviateur, 1926), Saint-Exupéry, se convierte rápidamente en un autor reconocido y un aviador pionero de la época que además se atreve a reflexionar a través de la literatura sobre su experiencia aérea. La historia de las hermanas Fuchs pasa de anécdota a leyenda a partir de los audios que Saint-Exupéry le envía a su amigo Jean Renoir sobre las “Princesses d´ Argentine”, que para esa altura ya se habían convertido en una obsesión platónica inspiradora para el aviador, como una especie de guía imprescindible en un mundo infantil y agreste, al que él no podría haber accedido sin la ayuda de ellas. Nicolás Herzog busca así avivar la trama a partir de diversas fuentes disponibles, material de archivo, registros de entrevistas a las hermanas, películas, audios, filmaciones caseras, fotografías, entrevistas con parientes, expertos en la vida de Saint-Exupéry, historiadores y habitantes de la zona, para dar cuenta de la extensión de la influencia de las hermanas en la obra cumbre del escritor, El Principito y en el resto de su producción literaria. Pero el film no se recluye en el relato documental sino que el material documental es el punto de partida para que el realizador argentino desate su interés por la ficción en un caos constructivo. De esta manera la película no solo recrea las impresiones cruzadas de dos niñas francesas que habitaban en un mundo de hadas y un aristócrata de Lyon sino que enlaza esta relación con el desarrollo de la cultura en Concordia, ciudad signada por este encuentro y por la historia de las ruinas de un palacio que encierra innumerables misterios y leyendas, estimulando a través de sus mitos la imaginación de los habitantes de la ciudad. Vuelo nocturno (2017) es de esta manera una película sobre los sueños y las obsesiones que transforman la vida y la cultura, creando vórtices que traspasan el tiempo, las fronteras y la historia para dar paso a la novedad que surge inesperada pero decisiva.
Esta es la segunda película de Nicolás Herzog , y al igual de su película anterior la ubica en el lugar que conoce muy bien, Concordia, Entre Ríos. Con una mezcla de investigación rigurosa y de sensibilidad personal el director toma como eje la histórica anécdota de un percance que tuvo el famoso escritor Antoine de Saint-Exupéry, que en un vuelo hacia el Paraguay, debe aterrizar sobre un campo de esa localidad con la mala suerte de encajar una de las ruedas en una vizcachera, lo que hace que el vuelo no pueda continuar. De pronto aparecen dos señoritas, las ¨princesitas¨ del título, le hablan en francés, lo que las hace familiarizarse con el piloto. Y de aquel encuentro los lugareños aseguran que en estas señoritas se inspiró el escritor para escribir el libro El Principito. A lo largo del relato conoceremos no solo sobre la relación del escritor, sino también sobre la vida de estas princesitas, y todo esto con diferentes formatos de registro, en super 8, en 16mm y en digital. Toda esta mezcla de formatos le va dando mayor verosimilitud a la película y crea una atmosfera de ¨recuerdos¨ muy convincente y va narrando situaciones en ese casco de estancia donde vivió la familia Fuchs. Fotos familiares y algunos trabajadores de aquel lugar van dando testimonio de su paso por esa estancia. Todo esto enmarcado en la reconstrucción de la historia de amor que unió al escritor y aviador Francés con las princesitas argentinas Edda y Suzzane Fuchs, protagonistas del capítulo Oasis de su libro Tierra de Hombres. En su película anterior Orquesta Roja (2010) hace mención a esta anécdota del desperfecto de la nave voladora y aquí tenemos una buena oportunidad para conocer un poco más sobre el autor de El Principito y cómo generó una gran amistad con la familia Fuchs de forma fortuita, pero duradera. Excelente película con un relato entretenido, un buen acercamiento a la historia del escritor y una enorme defensa de la localidad de Concordia como parte inspiradora de tan famoso relato literario.
Las amigas del principito La cálida presencia del autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupéry y sus aires aventureros que terminaron, por esas cosas de los periplos, en Argentina, marcan el rumbo de esta producción de Nicolás Herzog y funcionan como retrato del escritor francés para encontrar en excusa de su universo literario el espacio adecuado para indagar sobre uno de los episodios de mayor relevancia en su aventura por Argentina. El otro pretexto es el cine, punto de partida que se vale de unas grabaciones donde el escritor confiesa a su amigo, el director de cine Jean Renoir, su amor secreto por dos niñas a las que luego dedicara todo un capítulo de su novela Tierra de hombres. Las princesitas argentinas aparecen entonces desde la evocación y los recuerdos de Saint-Exupéry, pero también como testimonio viviente de aquella misteriosa relación y en contraste con lo que podría definirse como una historia de amor. Biografía versus interpretación de biografía, son dos de las zonas por las que transita el director de Orquesta roja (2009), sumada a la buena elección de material de archivo y alguna que otra sorpresa que aportan su cuota lúdica.
Una historia de entonces Un catálogo de fantasmas: Imágenes, voces grabadas, evocaciones, recuerdos. Un hombre aterriza su avión forzosamente en Concordia, Entre Ríos, en un siglo remoto. Las dos niñas de la familia que acierta a darle alojamiento al recién llegado lo observan como a un pájaro exótico, una criatura caída del cielo cuya presencia trastoca la serenidad de provincia. El hombre es un piloto consumado que busca una ruta alternativa. También es escritor, tiene el aspecto de un gigante; hace gala de un carácter reservado y unas maneras amables. Habla francés, igual que los integrantes de la familia. La elección del autor de El principito (puesto que de él se trata) importa menos por la relevancia artística del personaje en cuestión que por la curiosidad municipal del episodio en el que una celebridad se codea por azar con los miembros de una porción de la burguesía argentina de entonces. Sin embargo Nicolás Herzog, el director de la película, está interesado en un aspecto particular del asunto, ese que se deja entrever en el título, en el que la aparición en escena de las dos chicas de la familia adquiere ribetes legendarios, de cuento de hadas cuya contundencia se afirma en el esgrima delicado de acercamiento y recelo que se produce entre el visitante y las pequeñas mujeres. La película exhibe un pulso nada desdeñable en el despliegue de registros con el que se recrea esta aventura ínfima de encuentros destinados a no prosperar sino más bien a perderse o a perseverar apenas en la estela melancólica con la que se invoca un pasado de cruces venturosos, de caprichos de la fortuna y de contraluces. Las imágenes en las que esas niñas vuelven a la vida, por ejemplo: planos que parecen temblar, como si tuvieran impreso el misterio de sus pensamientos, de sus deseos, de su incertidumbre, de su arrogancia. Saint-Exupéry describe a una como extrovertida, ligera, lúcida en su determinación y en su “alegría de vivir”. La otra en cambio le parece opaca, acaso colérica, inteligente y esquiva. La película discurre en los bordes de un enigma en el que los contendientes se observan para atraerse y repelerse alternativamente. La casa de la familia de marras, denominada “el palacio San Carlos”, muestra en imágenes actuales un aspecto ruinoso que acrecienta la sensación de un pasado regio que el imperio del tiempo y los avatares de la historia han reducido y doblegado, confinando a los personajes y sus circunstancias a la arqueología de las promesas incumplidas. La mirada piadosa de Herzog parece establecer un mapa emocional que echa a andar a los personajes por entre las brumas de un pasado en el que todo es posible pero en el que nada alcanza una concreción definitiva: en la serie de dispositivos mediante los cuales los fantasmas que pueblan la película adquieren un relumbre vital se destaca un hallazgo no menos fantástico. Una suerte de andanada epistolar grabada que Saint-Exupéry le envía a un amigo, nada menos que el cineasta Jean Renoir. El escritor podía alternar las eternas sentencias edificantes de El principito con textos sobre viajes, aventuras en los cielos del mundo y disquisiciones acerca del estatuto heroico de algunos de sus personajes en textos como Tierra de hombres o el propio Vuelo nocturno. Las niñas de la familia Fuchs, “las princesitas argentinas” a las que observa en sus días de Concordia, constituyen para Saint-Exupéry el capítulo de una experiencia de vida de primer orden y quizá el germen secreto para libros por venir. La idea de una película del maestro Renoir que contara ese encuentro fascinante sonaba perfectamente plausible. Sin embargo, como se ha sugerido, Vuelo nocturno, la película, es el intento de reconstrucción narrativa de lo que se ha perdido, de lo que se ha disuelto antes de alcanzar su cenit, de lo que pudo haber sido pero no fue: una historia de amistad idílica no concretada, una película no realizada, un pasado próspero que termina en ruinas. Con una pericia de espiritista, Herzog consigue hacer hablar esas voces perdidas mientras reflexiona acerca de las convulsiones diurnas que pasan a veces intempestivamente alimentar el mundo de los sueños, es decir al territorio denodado de la ficción.
La inspiración El documental de Nicolás Herzog aborda el contacto que tuvo el autor de El principito, Antoine de Saint-Exupéry, con la familia Fuchs en Argentina –en especial, con las hijas-; fuente de inspiración para su celebrada obra. En determinado momento, alguien informa en Vuelo nocturno (La leyenda de las princesitas argentinas) (2016) que después de la Biblia, El principito es el libro más vendido en el mundo. El dato curioso es que muchos señalan su génesis a partir del contacto del autor con las niñas de la familia Fuchs, oriunda de Concordia. Luego de un aterrizaje forzoso, el escritor fue recibido por los Fuchs en el castillo que hoy es ruinas (el enorme parque que lo rodea completa y a la vez conserva la majestuosidad de antaño). A partir de este encuentro fortuito, Antoine de Saint-Exupéry pasó una temporada allí y generó una amistad con los integrantes de la familia. Las dos pequeñas hijas lo fascinaron; por la sensibilidad y la inteligencia que pudo observar en ellas. Domadoras de zorritos y criadora de serpientes, hay quienes ven en las niñas un motivo para señalarlas como musas inspiradoras de una obra que trascendió la Francia natal de Saint-Exupéry. Singular comparación entabla su obra con la de Lewis Carroll, el autor de otra obra cumbre de la literatura infanto-juvenil, Alicia en el país de las maravillas, quien también se inspiró en una niña. Este dato comparativo ofrece una significación potente. ¿Qué tipo de sensibilidad manifiestan estos hombres (el primero, fascinado por la aviación; el segundo, por la lógica), capaces de “volver” a la infancia para extraer de allí argumentos y temáticas que pueden dar cuenta de la humanidad misma? El documental de Nicolás Herzog no responde de manera explícita esa pregunta, pero –afortunadamente- da vueltas sobre ella. A partir de material sonoro, testimonios, y –sobre todo- un material que el propio Saint-Exupéry le mandó a Jean Renoir, la película va construyendo una imagen del artista y de su pensamiento. De esta forma, Vuelo nocturno (La leyenda de las princesitas argentinas) no sólo se revela como un relato sobre un misterio, sino también como un ensayo sobre la inspiración y la mente de un artista genial; en verdad, un humanista. Ícono cultural que pasó quince meses en Argentina y, por lo visto, extrajo mucho más que fotos para recordar.
Un muy interesante documental de Nicolás Herzog que hecha luz sobre una historia muy poco conocida vivida por Antoine de Saint-Exupéry en nuestro país, donde encontró un enamoramiento de dos niñas que fueron fuente de inspiración para su obra cumbre “El principito” y para un capítulo del libro de “Tierra de hombres”. En el film se escucha la voz de autor contando su experiencia en Entre Ríos, su encuentro con las luego llamadas “princesitas argentinas” Edda y Suzzane Fuchs (de l0 y 15 años), el testimonio de una de ellas ya adulta, de la actualidad de esa casa y su explotación para turistas con un espectáculo acorde y un valioso material de filmaciones y fotos. Una realización poética, informativa, que tiene todos los condimentos de un tiempo ido con una mirada inteligente y seductora.
Publicada en edición impresa.
La historia detrás de Antoine de Saint-Exupéry en Argentina, según el director de Orquesta roja. Se sabe que Antoine de Saint-Exupéry pasó un par de años en la Argentina a comienzos de la década de 1930 trabajando como piloto, y que aquí encontró inspiración para su obra cumbre, El principito. Lo que no es muy conocido es de dónde provino esa inspiración. Estrenada en la última edición del Festival de Mar del Plata, Vuelo nocturno propone ahondar en las motivaciones detrás del proceso creativo de una de las obras más populares da la literatura mundial. Motivaciones que tienen dos nombres y un apellido: Edda y Suzzane Fuchs, dos chicas de 10 y 15 años que vivían en el caserón donde el francés recaló a raíz de un aterrizaje forzoso en Concordia. Construido sobre la base de material de archivo y testimonios de distintos personajes relacionados con la familia y la ciudad, Vuelo nocturno va del rigor periodístico a la sensibilidad personal. Para este último punto –donde el film mejor funciona- resulta fundamental el uso de los audios que Saint-Exupéry le enviaba a su amigo Jean Renoir para una película que nunca llegó a filmarse. Allí deja ver una profunda admiración por la madurez de esas dos chicas -“las princesitas”, tal como las llama- provenientes de un mundo totalmente ajeno al suyo. El director Nicolás Herzog (Orquesta roja) se mueve alrededor de ese vértice para reconstruir una historia con partes iguales de mito y leyenda, de hechos concretos e imaginación, de fascinación ante lo extraño e incluso cierta incertidumbre ante lo desconocido. Quizás haya sido justamente aquí, a la vera del río Uruguay, que Exupéry descubrió que lo esencial es invisible a los ojos.
Recuerdos de una visita ilustre El documental sigue el paso de Antoine de Saint-Exupéry por Condordia, Entre Ríos. A la hora de inflar de orgullo el pechito argentino, el dulce de leche, la birome y el colectivo son un poroto comparados con los mitos que ubican a nuestro país como fuente de inspiración de autores mundialmente célebres. Cuentan las leyendas que Walt Disney visitó la República de los Niños y construyó Disneylandia, fue al bosque de arrayanes de la isla Victoria y parió a Bambi; René Goscinny leyó las aventuras de Patoruzú y Upa y sacó de la galera a Astérix y Obélix; y Antoine de Saint-Exupéry volcó en El Principito vivencias que tuvo durante su estancia en Entre Ríos. En esta última historia se centra Nicolás Herzog, criado en Concordia. Por su condición de aviador, a fines de la década del ’20 Saint-Exupéry vivió en la Argentina y pasó quince meses en esa ciudad entrerriana, en la época en la que era director de la Aeroposta Argentina (filial de una empresa francesa y antecesora de Aerolíneas Argentinas). “Aquí se parió mentalmente El Principito”, dice el guardaparques del predio donde se ubican las ruinas del misterioso castillo San Carlos, en las afueras de la ciudad. A partir de esa hipótesis, la película reconstruye el paso del francés por el lugar, y especialmente el vínculo que mantuvo con Suzzane y Edda Fuchs Valón, las hijas de la aristocrática familia local que hospedó al aviador. Con un minucioso trabajo de archivo y entrevistas, y una lograda ficcionalización, este documental nos sumerge en algunas de las andanzas de Saint-Exupéry por estas pampas. Hay varios hallazgos, como los viejos reportajes hechos a las “princesitas argentinas”, ya adultas, o la posibilidad de escuchar la voz del escritor en grabaciones que le envió a Jean Renoir para una película que planeaban juntos. Así, la película va más allá de la anécdota y nos adentra en la obra de Saint-Exupéry, principalmente en Tierra de hombres, que tiene un capítulo (Oasis) dedicado a su experiencia entrerriana. En Vuelo nocturno también se da cuenta de los días del escritor en Buenos Aires y de su vida en Francia: se ve la casona de su infancia y algunos de sus vínculos familiares, con interesantes testimonios de sus descendientes. Elementos que no distraen, sino que enriquecen el foco principal: la huella que Saint-Exupéry dejó en Concordia, ese lugar donde tal vez lo empezaron a visitar zorros, baobabs, rosas, serpientes y un pequeño príncipe.
El curioso documental retrata la historia de las musas argentinas que inspiraron, en parte, a Antoine de Saint-Exupéry a escribir uno de los cuentos de su libro “Tierra de hombres”. El artista Antoine de Saint-Exupéry fue obligado a hacer una parada pasajera en Argentina, en Concordia, Entre Ríos, para ser más exactos. Y es ahí donde conoció y estableció una relación platónica con las hermanas Suzanne y Edda Fuchs, quienes pertenecían a la clase alta del siglo pasado y sabían hablar francés. Dos mundos diferentes, mismo idioma. La interacción generó un intercambio de ideas y miradas sobre el mundo que los rodeaba, tanto para las pequeñas princesitas como para el extranjero. Fue tan fuerte hasta el punto en el que marcó una antes y después de sus vidas. Es a través de filmes caseros, entrevistas y lecturas, que Herzog construye la llegada del escritor del “Principito” a la vida de estas dos damas; y cómo esto impactó en la escritura de “Oasis”, que integra el libro “Tierras de hombres”. La película no se empeña en utilizar la voz en off para unir los puntos, deja que el relato tome su fluidez natural. Pone un especial foco en los testimonios y los fragmentos en súper 8 realizados por el mismo escritor, quien había mandado ese material al cineasta Jean Reinor para realizar una futura película que nunca se llevó a cabo. La propuesta se enriquece al mostrar uno de los mitos más grandes de la ciudad entrerriana y el valor que ésta le da. Solo basta con ver algunos testimonios de los habitantes y fijarse en sus ojos llenos de orgullo al relatarnos lo que genera que tal presencia haya estado por esos pagos. El empresario francés nunca fue sinónimo de una persona tranquila sino que su impaciencia y curiosidad dejó en el pueblo la marca de una leyenda. Además de que hay un discurso solemne en boca en boca de que sus vivencias aquí proyectaron una parte de lo que luego fue su obra más conocida: “El principito”. Todo este festín por el personaje evoca la pasión de toda una ciudad, y es como suele suceder con los grandes personajes, dejan ciertas huellas imborrables en cada uno de los rincones más imprevistos. Es por eso que los comentarios están llenos de vida todavía y podremos escuchar no solamente la palabra de personas que lo vieron o estuvieron cerca, sino de aquellos que creen en todo este mito. Gracias a “Vuelo Nocturno” podremos oír las palabras de una comunidad que todavía tiene con qué soñar. Sin su castillo, sin sus princesas pero aún con su principito.
Vuelo nocturno, de Nicolás Herzog Por Paula Caffaro Entre fotografías de época, archivos audiovisuales y reconstrucciones ficcionales, el documental de Herzog es un relato que recupera la historia de las musas que dieron inspiración a El principito (Antoine Saint-Exupéry) a partir de una serie de grabaciones que el escritor y aviador le envío a Jean Renoir durante 1941. El palacio San Carlos, la Galería Güemes, entre otros espacios argentinos, son representados a través de un inteligente contraste de imágenes que entrelazan pasado y presente mediante un montaje que resalta no sólo las transformaciones arquitectónicas, sino también los cambios físicos en las expresiones de los rostros de Edda y Susana Fuchs, las llamadas “princesitas argentinas”. Hay un recorrido fetichista por una serie de espacios y objetos que Saint-Exupéry vió y tocó del cual Herzog se sirve para recrear, mediante fragmentos desordenados, los motivos y razones por las cuales el escritor y aviador francés se enamoró en Argentina. Y el flechazo no fue solamente romántico, sino más bien poético. Los olores, visiones y texturas de un aterrizaje inesperado que devino en mágica fantasía como resultado de un vuelo que jamás creyó emprender. La mirada de dos niñas en un palacio que parecía encantado. Vuelo nocturno repone, a través de experiencias y sensaciones en primera persona, una suerte de puzzle en el que cada pieza encaja a la perfección. Sin embargo, así como el cuento mítico del francés versaba acerca de historias que podrían nunca haber sucedido, la película de Herzog parece ir por el mismo rumbo. Es decir, podríamos estar ante la presencia de un falso documental bien logrado y no ante las fuentes verídicas de la verdadera historia. Porque más allá que los testigos mantienen en su memoria viejos relatos de tradiciones orales, tal vez, el mito superó la realidad. Y es ese juego de saberes y misticismo donde el film se emparenta de forma más cercana a la historia que repone. Los lazos de unión son precisos y se fundamentan sobre las bases de la enseñanza que Saint-Exupéry nos legó: lo esencial es invisible a los ojos, aún ante la presencia de mil pruebas. VUELO NOCTURNO Vuelo nocturno. Argentina, 2016. Guión y dirección: Nicolás Herzog. Fotografía: Gastón Delecluze y Leonel Pazos Scioli. Música: Ezequiel Luka y Gerardo Morel. Edición: Sebastián Miranda y Nicolás Herzog. Duración: 70 minutos.
Año y medio en el sur. Hay un libro que prácticamente todos hemos leído, la primera vez quizás obligados en la escuela, pero al que muchos hemos vuelto de más grandes con otros ojos. Tanto que no necesito ni decir el nombre del más famoso cuento de Antoine de Saint-Exupèry para afirmar que es un clásico indiscutible. Pero la mayoría de nosotros sabemos poco y nada sobre el resto de su obra o de su vida. Por ejemplo sobre esos meses que vivió en argentina ejerciendo como director de la Aeroposta Argentina, el antecedente de lo que más tarde fue Aerolíneas Argentinas. Fue durante ese tiempo que la casualidad lo llevó a tener un problema con su avión en las cercanías de Concordia y conocer a la familia Fuchs Valón. De origen francés como él, lo alojaron con ellos en el palacio San Carlos y se forjó una relación bastante cercana a lo largo de varias visitas posteriores. Especialmente cercana fue la relación entre el aviador y las hijas de 10 y 15 años de la familia, las que se cree fueron una gran inspiración para su obra ya que varios años más tarde se refiere a ellas en unas grabaciones como “Princesses d´ Argentine“, las princesas de Argentina. Oasis: Recuperando entrevistas y reconstrucciones ficcionales del documental Oasis junto a material nuevo, la historia que retrata el documental Vuelo Nocturno es íntima y no pretende profundizar en la obra del escritor ni en los grandes eventos de su vida. Se centra casi exclusivamente en los meses durante los que entabló relación con dos niñas de las que -se sospecha- obtuvo las primeras ideas de lo que sería después el cuento que le dio fama, y con las que se insinúa un amor platónico nunca confirmado. Lo interesante que puede ser la historia a primera vista, choca con una cantidad de material limitada que se agota muy rápido. Se pierde el ritmo y, por consiguiente, el interés del público no conocedor del tema. El mayor problema de este documental es narrativo: al elegir un tema tan focalizado y sobre el que no abunda material, se queda pronto sin mucho para decir, por lo que desvaría repitiéndose y anexando temas desconectados que hacen perder el hilo, dejando menos claro cuál era la intención de lo que pretendía contar. El resultado final es una película con momentos interesantes pero que no logra sostener el interés al no dejar claro dónde intenta llegar, necesitando estirar situaciones y llenar así una cantidad de minutos para la que no cuenta con información suficiente. Conclusión: Vuelo Nocturno es un documental para un público bastante específico: habitantes de Concordia que crecieron con el mito del palacio abandonado, y fanáticos de Saint-Exupèry. Fuera de esos grupos la conexión con la historia se desdibuja y pierde atractivo.
Documental clásico, más allá que intente disfrazarse de otra cosa, sobre Exupery, mujeres que amó, recuerdos difusos recreados en falsos Super 8 para consolidar una propuesta débil. Herzog no logra concentrar su energía, y mucho menos el cuidado cinematográfico, dejando que aquellos que la vean envíen nuevamente más inquietudes, porque en eso se queda, en una propuesta híbrida sobre el autor y sus pasiones.
Se estreno en la última edición del Festival de Mar del Plata. Este es el tercer film de Nicolás Herzog (Orquesta Roja, 2009). Contiene interesantes testimonios de distintos entrevistados, filmaciones, fotografías, hay material de archivo y audios. Además entremezcla dos géneros: la ficción y el documental. Un desarrollo sencillo con un toque poético.
Crítica publicada en la edición impresa
Lo profundo del mito. Igual que un minero cava cada vez más profundo en busca del tesoro de su vida, o como un trovador, un contador de historias populares que en su continuidad también narran la historia de su propio pueblo, Nicolás Herzog presenta su segunda película, Vuelo nocturno, como un desvío que retoma un sendero que había quedado abierto en su ópera prima, Orquesta roja (2010). Se trata del relato mítico que revela la conexión argentina detrás de El principito, la obra ineludible de Antoine de Saint-Exupery, aquel aviador, fotógrafo y escritor que vivió algún tiempo en el país durante su juventud. Es decir, antes de convertirse en el autor del libro más traducido en la historia después de la mismísima Biblia. Cuenta esa “leyenda” que el francés, quien se encontraba en la Argentina como director de la Aeropostal francesa, en uno de sus vuelos debió aterrizar forzosamente en los inmensos jardines de un castillo habitado por una aristocrática familia de Concordia, Entre Ríos. Y que ahí conoció a Suzane y Edna, las dos niñas de la casa, con quienes de inmediato lo unió un gran cariño. Siempre se ha dicho que Saint-Exupery se inspiró en aquel vínculo para escribir su novela Tierra de hombres, pero que ahí también brotó el germen de su libro más famoso. Herzog ya había rozado esa historia en su primer film, donde las ruinas del castillo San Carlos ocupaban un rol vital. Ese fue el improvisado escenario que en los ‘90 un grupo de militantes de izquierda, con la complicidad del canal Crónica TV, utilizaron para fraguar la noticia de un comando guerrillero que amenazaba con tomar las armas para “combatir al capital”. Una anécdota absurda que es el corazón de Orquesta roja, pero que dejaba abierto el misterio de aquel castillo abandonado. Siete años después el director reconstruye con detalle el paso del piloto escritor por tierra entrerriana y su relación con aquellas niñas que en realidad no eran tales, sino dos jóvenes de las que el francés parece haberse enamorado. Al menos platónicamente. Herzog cuenta una historia de fantasmas y se vale de los únicos medios capaces de aprehender sus presencias: la fotografía, las grabaciones de audio y sobre todo, la memoria. A partir de fotos familiares, de viejas películas en las que las dos hermanas, ya grandes, retoman su relación con el piloto francés, y de la memoria de la gente del pueblo o de los familiares del autor de El principito, el director va aportando documentos a su reconstrucción. Sin embargo, lejos de cumplir con el objetivo de documentar, el efecto de Vuelo nocturno parece ser el contrario: el de alimentar la leyenda. Elementos para ellos sobran. Alcanza con mencionar la grabación en la que el propio Saint-Exupery realiza una serie de notas sonoras para una versión cinematográfica de Tierra de hombres, que Jean Renoir, nada menos, pensaba rodar en los Estados Unidos. Quizá se vuelvan excesivas las escenas dramatizadas con las que Herzog reconstruye escenas con dos niñas jugando a ser Suzane y Edna, pero más allá de ellas consigue llegar a lo profundo del mito. Al menos tan profundo como las capas del tiempo acumulado lo permiten.
Un paisaje, un vuelo accidentado, dos niñas, un zorro y una rosa, fueron la maravillosa fuente de inspiración de Antoine de Saint-Exupèry para escribir “El principito” (“Le petit prince”), una novela corta en la que, de manera alegórica, expone parte de su filosofía de vida y su concepción sobre el individuo. El libro fue ilustrado por el propio Antoine de Saint-Exupéry y publicado en 1943. Y un vuelo de la Aeroposta Argentina, filial de Aéropostale, una empresa francesa de correo, fue la que determinó el destino del aviador y su historia. Antoine de Saint-Exupèry había llegado a Argentina en 1929 con la misión de organizar la red de América Latina, a su vez esos viajes le sirvieron de marco a su segunda novela “Vuelo nocturno” (“Vole de nuit”). En 1931 la bancarrota de la Aéropostale puso fin a la era de los pioneros y propició su casamiento, en abril, con Consuelo Suncin Sandoval, la acaudalada viuda del escritor y diplomático Enrique Gómez Carrillo, salvadoreña-francesa, y nacionalizada argentina, periodista y escritora. Los empleos de Antoine de Saint-Exupèry fueron variados y no muy constantes, entre 1922 y 1926 trabajó como inspector de una fábrica de ladrillos o representante de los camiones Saurer. Luego incursionó por el diseño, dado que había estudiado arquitectura, y por fin la aviación fue la que acaparó todo su interés, porque a través de ella podía hacer girar las hélices de su espíritu aventurero. El documental con ciertas escenas dramatizadas “Vuelo nocturno” de Nicolás Herzog, al igual que en su filme anterior “Orquesta roja” (2010), utilizó un espacio de acción que conoce bien, Concordia (Entre Ríos). El documental narra una historia en la que se entrelazan realidad, leyenda y mito, donde los personajes se cuelan en el relato, como escapados de un cuento, y poco a poco van revelando aquellos misterios que el escritor había enterrado con él en el mar. Saint-Exsupéry recorrió el territorio argentino sobre sus cuatro puntos cardinales, y en cada lugar dejó un hálito especial que permitió que su ausencia se sintiera como presencia, por ejemplo en el Hotel Ostende (Ostende-Pinamar) aún se conserva la habitación intacta que había utilizado el aviador cuando transitaba por esos parajes. O en el departamento 605, ubicado en el 6 piso de la galería Güemes que era vivienda y oficina de la Aeropostal, y actualmente museo. Y en Concordia quedó inalterable, en la memoria de los protagonistas, aquella visita accidental que, por el desperfecto de su avión, lo retuvo varios días en el castillo de los Fuchs Valon, y le permitieron después regresar a visitarlos varias veces más. A partir de esa rueda de su avión atascada en una vizcachera comienza la aventura del espectador de ir descubriendo poco a poco el mundo mágico de Sanit-Exsupéry. Esa magia lo llevó a conocer el castillo San Carlos, cuya propia historia pertenece al terreno de lo fantasmagórico y misterioso. Su primer dueñ, el francés Edouard Demachy, lo construyó en 1888 y luego despareció, dejando el palacio intacto. Años más tarde la arrendaron los Fuchs Valon, un matrimonio francés con dos hijas, a las que Sanit-Exsupéry denominó, en un artículo publicado a fines de 1932, a su vuelta a Franci, como Princesses d´ Argentine. Con una ambientación musical de Ezequiel Luka y Gerardo Morel, muy atractiva y acorde con la propuesta de fotografía de Gastón Delecluze, da la filme una impronta ilusoria de cine casero organizado con elementos reales a partir de una serie de entrevistas y paisajes, pero a la vez ficcionando ciertos pasajes del filme, que parecen estar basados en; “El aviador (“L´Aviateur”, (1926), o “Tierra de hombres” (“Terre des hommes”, 1939). Desde ese montaje muy bien compaginado por Sebastián Miranda y Nicolás Herzog de realidad–ficción, el espectador se entera que al zorro lo había domesticado con paciencia una de las princesas, y que el boabas era un árbol de zona tan retorcido como su homónimo africano. Que la serpiente, era la mascota de la familia que circulaba por debajo de la mesa del comedor, asustando a Antoine. Y que “la vana y petulante rosa”, no se sabe muy bien si es la representación o símbolo de su madre, o de su esposa, pero sí que estaba multiplicada en el jardín de las princesas Edda y Suzzane. Lo interesante del filme fue el material sonoro, fotográfico y fílmico que aportaron las princesas ya adultas, el testimonio de los cuidadores del castillo, los jardineros, y todos aquellos que de un modo u otro conocieron al escritor. Entre los recuerdos aparecen la serie de grabaciones que Saint-Exsupéry envió a Jean Renoir para compaginar una película que nunca se llegó a filmar, álbumes de fotos de ese tiempo infinito que es el pasado, pero sobre todo el afectivo reencuentro con la memoria de mujeres adultas que después de años regresan al universo de su infancia. Otra de las secuencias interesantes es el viaje al castillo de Saint-Exsupéry en Lyon (Francia), cuyo recorrido lleva a imaginar tardes de tertulias femeninas, té con masas, noches de valses y miradas furtivas. En ese lugar de pisos como damero, blancos y negros, grandes salones vacíos, y una ventana que movilizó la ilusión de un niño que soñaba con ser aviador, haciéndolo fabricar una bicicleta con alas con ayuda de un carpintero, para dar inicio a los viajes urdidos en su imaginación. “Vuelo nocturno” de Nicolás Herzog es una realización que se puede atesorar en la memoria como una pequeña joya, que al igual que “El principito” (“Le petit prince”) en su capítulo XXI nos dice a través del zorro: “Adiós - Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. -Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito a fin de recordarlo.- Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante”. Lo que hace importante a “Vuelo nocturno” es el corazón y el amor que puso Nicolás Herzog en su filme para que el espectador partícipe de esa soledad limitada de un recuerdo que está en comunión con el universo, en el espacio de la palabra y en el espacio de lo invisible.
El paso del aviador Antoine de Saint-Exupery por Concordia, Entre Ríos, es eje de este documental que reconstruye, con testimonios y archivo, la historia y los mitos que se tejieron sobre la relación del autor de El Principito con las adolescentes de la familia que lo recibió, a quienes llamaba princesas. Y la inspiración que encontró, en nuestro país, para su obra más famosa.
En “Vuelo nocturno: La leyenda de las princesitas argentinas”, Nicolás Herzog explora parte de la vida y obra, e inspiración, del escritor de “El principito”. Expone, sugiere, investiga, cuestiona, recrea, reconstruye. Retrata una visión que se fue creando de él a través de un documental más sensible que informativo. Las princesitas argentinas a las que alude el subtítulo del film son dos niñas, pronto jóvenes muchachas, a las que Antoine de Saint-Exupéry conoce en su viaje a la Argentina y terminan convirtiéndose en sus musas para algunos de los pasajes de su libro “El principito”. Es en el Palacio San Carlos en Concordia donde “se parió mentalmente el Principito”, según algún testimonio. Aunque, como se dirá más adelante, a la larga “todas son versiones, nadie sabe lo que pasa”, al fin y al cabo hay también algo de mito y leyenda rondando por ahí. Su libro Tierra de hombres sirve como pilar para ir indagando en lo que Saint-Exupéry vivió en aquel lugar a lo largo de sus viajes y cómo eso lo nutrió literariamente. Anécdotas, audios, cartas, imágenes de archivo, películas, son algunos de los elementos que intercala Herzog para construir este documental. Aunque quizás lo más interesante radique en los audios que se enviaba con Jean Renoir, quien trabajaba en un film que al final nunca se hizo. Es a él a quien el escritor le confesa haberse enamorado. El film no se queda solamente con el escritor, sino que ahonda en esas locaciones, en ese Palacio, y en el Castillo de Lyon donde se crió Saint-Exupéry. Cómo eran, cómo son, cómo se mantienen, qué será de ellos. Lugares llenos de historias y en cierto modo, mágicos. Principalmente, la riqueza de “Vuelo Nocturno” radica en el material que tiene en juego. Un documental que no sólo expone una, o varias, historias, sino que al mismo tiempo está dotado de mucha sensibilidad. Hay un amor y admiración hacia estas figuras, especialmente el escritor de uno de los libros más importante y leídos de la literatura como bien fue “El principito”.
Entre el relato de la historia del Palacio San Carlos y la accidentada visita de Antoine de Saint-Exupèry a la Argentina, Nicolás Herzog traza un camino de historias, mitos y verdades sobre el vinculo del autor de El Principito y ese misterioso lugar ubicado en Concordia, Entre Ríos. Vuelo Nocturno resulta interesante para aquellos que no conocen el legado del Castillo San Carlos o la influencia que tuvo la familia Fuchs – en especial Edda y Nora, apodadas “Las Princesitas”- en el autor Francés. Herzog hace un buen trabajo en dirección del proyecto recreando momentos lúdicos de la juventud de las jóvenes como si fuera una grabación casera, no obstante, el entretenimiento e información brindada se siente absolutamente débil y soporífero: no es un proyecto que pueda conseguir la suficiente fuerza de atracción en una sala de cine. Vuelo Nocturno es más convincente como un especial de relleno en algún canal de tv. Dicho sea de paso, si el espectador es asiduo a hacer zapping puede ser que se encuentre con la historia del palacio y la escapada de Saint-Exupèry por lo menos 3 veces en el año. La extensión del film de aproximadamente unos 70 minutos es de agradecer ya que el nexo de historias convulsionan una y otra vez para finalizar en una resolución incompleta. Antoine de Saint-Exupèry fue un individuo interesante y su vida tuvo muchas anécdotas fantásticas, pero hay que referir que – con respeto – los encargados de realizar un recorrido por su trabajo se estancan en las mismas anécdotas una y otra y otra vez haciendo que la vida y obra del autor se sienta como una mera repetición de un eco. El core – el centro de historia- no producen el más mínimo asombro por la cantidad de veces que se vio y se oyó y los espectadores pueden encontrarse pensando en “Oh… Dios” en las anécdotas presentadas. Vuelo Nocturno es un metraje bien dirigido, posee una fotografía excelente y tiene un correcto nivel de esfuerzo en presentación, de todas formas abruma al tratar de encantar con una historia aburrida que no consigue – justamente – despegar nunca.
La historia cuenta que, en 1929, Antoine de Saint-Exupéry, entonces piloto comercial y director de la empresa Aeroposta Argentina, realizó un aterrizaje de emergencia cerca de Concordia, Entre Ríos. Ahí se encontró, en medio del paisaje rural, con las jóvenes hermanas Suzanne y Edda Fuchs, quienes no solo hablaban francés sino que además vivían con su familia en una mansión, el Castillo San Carlos. Saint-Exupéry se hospedó en la casona y compartió unas semanas con las chicas, a quienes apodó las “princesitas argentinas”. Unos años después, narró sus experiencias en un relato llamado, sugestivamente, “Oasis”. Ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, quiso llevar su periplo al cine, de la mano de Jean Renoir, entonces exiliado en Estados Unidos. Hasta le envió al director varios audios con sugerencias para el guión, entre ellas, la invención de un romance entre su alter ego y la más grande de las hermanas, Suzanne, que tenía 16 años durante la estadía en Concordia del futuro autor de El Principito. Nicolás Herzog, oriundo de la localidad entrerriana, aprovecha diversos materiales visuales y sonoros para componer Vuelo Nocturno (2016), un documental o docu-ficción sobre el pequeño paraíso que Saint-Exupéry encontró en Entre Ríos y su relación -no del todo clara, pero aparentemente solo amistosa- con las “princesitas”. Están los audios del autor francés, los que grabó para Renoir, incorporados como voz en off. Hay, también, fotos sacadas por Saint-Exupéry, que no era ningún improvisado con una cámara en mano. Y, además, hallazgos interesantísimos, como fragmentos de otro documental, francés y de los años 60, en el que Edda, ya grande, recuerda sus días con el famoso piloto y escritor. Después, algunas dramatizaciones: imágenes de un desconocido mediometraje argentino, una adaptación de “Oasis” de 1994; y filmaciones más recientes, del mismo Herzog, rodadas en super-8, que aparentan ser home movies de las hermanas Fuchs. Es un cambalache audiovisual, en el que no faltan, sin embargo, las típicas entrevistas y cabezas parlantes que podemos encontrar en documentales más tradicionales. Los mitos se construyen así, a través de relatos, habladurías, suposiciones, documentos primarios y secundarios, ficciones y notas periodísticas. Herzog, en vez de adoptar el rol de juez y determinar qué es válido y qué no, decide incorporar todo lo que encuentra, porque hasta un mediometraje concordense sirve para reconstruir lo que ocurrió -o lo que se cree que ocurrió- en el Castillo San Carlos. Y es que Vuelo Nocturno no se enfoca sólo en Saint-Exupéry sino también en la comunidad de Concordia y en cómo el mito del autor francés y sus princesitas argentinas se volvió parte de la identidad local; un cuento que se repite en libros, películas y puestas teatrales en las ruinas de la casona. Al documental de Herzog le falta, quizás, media hora más para profundizar la investigación. Sus 60 minutos son muy breves teniendo en cuenta la amplitud del tema. Pero, en todo caso, se podría decir que Herzog quiere impulsarnos a emprender nuestras propias búsquedas. No está mal que un film nos deje con ganas de más. Peor es lo contrario, la falta de interés.
LA DOMESTICACIÓN DEL ZORRO “Había aterrizado en un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas. Ese viejo Ford en el cual rodaba no tenía nada de particular ni tampoco el apacible matrimonio que me había recogido -Lo alojaremos en casa esta noche… Pero en un recodo del camino se descubrió a la luz de la luna, un bosquecillo y detrás de esos árboles una casa. ¡Qué casa extraña! Compacta, maciza, casi una ciudadela. Castillo de leyenda que ofrecía, al trasponer la entrada, un refugio tan apacible, tan seguro, tan protegido como un monasterio. Entonces aparecieron dos muchachas. Me consideraron gravemente, como dos jueces apostados en el umbral de un reino prohibido. La menor hizo una mueca de fastidio y golpeó el piso con una varita verde. Una vez hechas las presentaciones, ellas me tendieron sus manos en silencio con un aire de curioso desafío y desaparecieron. Estaba divertido y encantado a la vez. Todo era simple, silencioso y furtivo como la primera palabra de un secreto”. (“Oasis”, capítulo V de Tierra de hombres de Antoine de Saint-Exupéry) El extracto de la obra del francés encierra los elementos más sobresalientes de la nueva película de Nicolás Herzog: la estadía del aviador en Concordia, Entre Ríos, el castillo de la familia Fuchs Valón, las llamadas princesitas argentinas, la leyenda sobre la inspiración de su obra cumbre El Principito, el supuesto enamoramiento y el oasis; un combo que el director plasma en un juego contrapuesto de biografía y representación. Por un lado, el uso de gran variedad de material de archivo, entrevistas a Edda y Suzzane Fuchs Valón, el recorrido por el castillo donde se crió Saint-Exupéry en Lyon y las grabaciones que le envió al cineasta Jean Renoir durante 1941; por el otro, la puesta en escena de recortes a la manera de visiones de esas dos niñas y del encuentro azaroso y significativo entre los tres. Pero en Vuelo nocturno (La leyenda de las princesitas argentinas), tal vez el objeto más preciado y que oscila de forma constante entre los ejes antes mencionados sean las fotos, ya que no sólo funcionan como registros o documentos que ayudan a volver tangibles los recuerdos, sino que apelan al contacto con el espectador. Al inicio, las primeras imágenes se pasan como si estuvieran en un proyector (tanto por el efecto como por el sonido) o se utilizan como punto de partida de una recreación, por ejemplo, en la foto de la escalera. Este mismo recurso lo adapta en la primera representación cuando el padre de las chicas exclama “A ver, ¿me escuchan?” y luego se muestra que no se refiere al espectador, sino a las hijas que están fuera de campo. El uso de los testimonios tiene una fuerte connotación temporal ya que, en el caso argentino, expone ese momento del pasado y las consecuencias en el presente, lo que significó su corta residencia en el país cuando trabajaba para organizar la red de correos y su estadía en el castillo San Carlos. Mientras que las declaraciones francesas parecen más ligadas a un clima de misterio y conjeturas acerca de lo vivido por el escritor en Argentina y se centran un poco más en las inspiraciones para las diferentes novelas. Sin embargo, se puede pensar que ambos castillos y las formas de habitarlos –en Concordia funciona como atracción turística y se realizan representaciones de la llegada del piloto y en Lyon se busca convertirlo en museo– producen cierto lazo en la historia del hombre que quedó maravillado por la domesticación de un zorro salvaje. Las fotos se proyectan, se interrumpen por segundos, se recrean, se materializan pero, al final de cuentas, lo que vuelve una y otra vez son los rostros de las niñas, de las dos princesitas que lo conquistaron desde que, en un lugar remoto y lejano, le hablaron en francés. Por Brenda Caletti @117Brenn
Documentar la leyenda Ignacio Andrés Amarillo iamarillo@ellitoral.com Nicolás Herzog se anima en “Vuelo nocturno: las princesitas argentinas de Saint-Exupéry” a una tarea difícil: abordar un tema que tiene numerosas subhistorias sin caer en la digresión en tanto que falla narrativa. No es raro ver documentales en los que por abrir puertas a fenómenos conexos al tema original a los autores se les “escapa la tortuga” y el espectador se pierde en el “todo tiene que ver con todo” (frase atribuida a Pancho Ibáñez). Otro caso (no haremos nombres aquí, seamos caballeros) es cuando el trabajo sobre el terreno muestra cosas novedosas que reducen al disparador de la investigación a una cuestión anecdótica, y eso no es plenamente asumido desde la realización. El oasis La anécdota de origen es interesante de por sí: una figura célebre en todo el mundo, Antoine de Saint-Exupéry, en los años previos (y formativos) antes de convertirse en tal, tiene un encuentro crucial. Como piloto y responsable de la Aeroposta Argentina, “Saint-Ex” (como lo apodan en Francia) debió hacer una parada de emergencia en un campo de Concordia, Entre Ríos. Allí conoció a las hijas de la familia Fuchs (de origen francés), quienes lo introdujeron en la por entonces residencia familiar, el castillo San Carlos. Allí, el aviador literato encontró un remanso, al que volvería un par de veces. Ahí es donde empiezan a abrirse las diferentes subtramas. En primer lugar, porque el episodio inspiró el capítulo “Oasis” de su libro “Tierra de hombres”, que a su vez originó un proyecto cinematográfico de Jean Renoir (parte del cementerio de películas truncas que igual fueron inspiracionales, al lado de la “Dune” de Alejandro Jodorowski), del que quedó una serie de audios, en cuyas notas el escritor recapitula la experiencia para el cineasta, reimaginándola (¿o introduciendo elementos que no puso en su primera versión?). Después vino la teoría de que esas vivencias litoraleñas fueron la base de “El Principito”, la obra cumbre de Saint-Exupéry: el zorrito de las “princesitas argentinas”, sus respuestas pícaras (especialmente de Edda): eso motivó el interés de medios franceses en investigar la historia, como así también la profundización de la mistificación de las ruinas del castillo y de la propia Concordia en torno al tema, para el turismo y para sí mismos. “Tenemos nuestro propio castillo de Drácula”, “somos la familia argentina de Saint-Exupéry”, afirman con entusiasmo unos “panzaverdes” que orlan con la efigie rubiecita del Petit Prince escuelas, comparsas y representaciones populares. Multiplicidad La pátina de mito es quizás el escudo protector de Herzog: “El mito encierra todas sus versiones”, diría Claude Lévi-Strauss. Entonces puede presentar la versión narrada por los lugareños o por los últimos Fuchs (parte de ese mismo ambiente) sobre que las chicas lo encontraron en el campo, o la versión de “Tierra de hombres”, en la que se las cruza por primera vez en el pórtico del castillo. Desde el punto de vista visual, cruza respectivamente el registro documental en alta definición, con gran toma de sonido directo (uno puede sentir la respiración del lugar), apoyado en un rodaje Súper 8 donde “recrea” a las chicas, contraponiéndolas con la primera ficcionalización de las mismas (“Oasis”, del concordiense Danilo Lavigne). De fondo, hay una buena base de archivo, especialmente los audios a Renoir y una entrevista de la televisión francesa a Edda y Suzanne Fuchs, ya mayores y “solteronas”. Todos son Antoine, Edda y Suzanne: los tomados “del natural”, los actuados, los narrados por otros. Todos tienen su propio estatuto de “verdad”. Extrañamiento Pero la digresión está presente: la narración se quiebra para trasladarnos a Lyon, Francia, para conocer el castillo de Saint-Maurice-de-Rémens, donde nació Saint-Ex en cuna de oro. El espectador puede sentir por un rato una cierta desazón (¿habrá Herzog extraviado el rumbo narrativo?) que se supera cuando llegamos por un lado a los sobrinos del protagonista y por el otro a una serie de revelaciones emotivas que echarán luz sobre aquel encuentro crucial: punto para el documentalista. El bucle se cierra sobre el final, en el mismo tono, como para que el espectador se construya su propias ideas al respecto. ¿Fue una parada más en el camino del aviador trotamundos, o una instancia decisiva? ¿Se enamoró (al menos platónicamente) Antoine? y, en tal caso, ¿de quién? ¿De la introvertida Suzanne, con la chispeante Edda como confidente, o de la propia Edda, que insinuó una idealización del autor? Preguntas abiertas, elementos para nuevos ejercicios narrativos. *** BUENA “Vuelo nocturno: las princesitas argentinas de Saint-Exupéry” Ídem (Argentina, 2016). Guión, dirección y producción: Nicolás Herzog. Fotografía: Gastón Delecluze y Leonel Pazos Scioli. Música: Ezequiel Luka y Gerardo Morel. Edición: Sebastián Miranda y Nicolás Herzog. Diseño de producción: Diego Moiso. Intérpretes y entrevistados: Edda Fuchs, Nora Fuchs, Agustina Schenberger, Mora Solana Sorokin, Jorge Fuchs, Frédéric D’Agay, Silvina Molina, Marcelo Cortiana, Clara Rivero. Duración: 70 minutos. Apta para todo público. Se exhibe en Cine América.
Ese hombre mito llamado Saint-Ex De elección repartida entre ficción y documental, la película ensaya un retrato de Antoine de Saint Exupéry. En la novela Vuelo nocturno, el piloto Fabien miraba las luces de la ciudad y las espejaba con las estrellas. Por momentos, no estaba clara la diferencia entre el arriba y el abajo. El vuelo se volvía una experiencia puramente sensorial, que permitía recordar las elucubraciones en las que solía ensimismarse Ismael, solo y en lo alto del ballenero Pequod, cuando perdía su vista en el océano de Moby Dick. Así como Fabien en la ficción, Antoine de Saint‑Exupéry trabajó -realmente‑ en la compañía Aeroposta Argentina. Fue en 1929, a partir de un desperfecto con su avioneta, cuando debió aterrizar en las afueras de Concordia. Durante la refacción, de manera sorpresiva, dos niñas -de 9 y 16 años‑ se le aparecieron. Hablando francés. El hecho, se entiende, es un capítulo en sí, que irradiará de manera permanente sobre el devenir del célebre escritor de El principito. A partir de esta premisa, suficiente e interminable, el realizador Nicolás Herzog ensaya una aproximación que le permite narrar el hecho mientras lo desanda, rememora y reelabora. Lo hace a través de imágenes propias y ajenas. De esta manera, Vuelo nocturno (La leyenda de las princesitas argentinas) incorpora metraje de films preexistentes, como Oasis (1994, Danilo Lavigne) y entrevistas que las hermanas Suzanne y Edda Fuchs, las princesitas del Castillo San Carlos, supieron dar en el largometraje Tierra de hombres (1964). A la par, el realizador recrea ‑como estampas de otro tiempo‑ a las mismas hermanas, niñas, durante paseos y juegos, sin sonido y en blanco y negro. La manera cuidadosa desde la cual Herzog practica su retrato -en tanto ensoñaciones o variaciones suscitadas como invocaciones‑ tiene su correlato en los testimonios de terceros, quienes recuerdan con esmero, así como estipulan el equilibrio anímico entre ambas: si Suzanne era la introvertida, Edda se comportaba de manera inversa. Apreciaciones que rebotan sobre las imágenes que de ellas sobreviven, en donde la palabra de Edda es tan sutil como filosa: en el relato Oasis (del libro Tierra de hombres), Exupéry habla de un "imbécil" que se llevaba a la princesa rumbo al casamiento, (la soltera) Edda parece acentuar las oscilaciones de la historia cuando rememora al mismo Saint‑Ex como al imbécil más destacado de todos los que se le presentaron. Así como la novela Vuelo nocturno practica una relación simétrica entre cielo y tierra, el film de Herzog lo hace cuando visita Francia, al suscribir resonancias entre la casa de la infancia de Saint‑Ex y el castillo San Carlos, morada de las princesitas. Como en un sueño recobrado, o instante fugaz, será otra persona quien recuerde su niñez en las mismas habitaciones en donde Exupéry viviera, cuando volvía de sus tardes de lectura bajo los árboles. El olor de la madera, de muebles y de libros, impregna la memoria y colorea los espacios vacíos que la cámara de Herzog registra. Misma situación que el film supone de cara al castillo San Carlos, derruido por haber sido consumido en un incendio, sin embargo evocado y reconstruido desde las palabras y los recuerdos. Entre medio, con el libro Tierra de hombres como péndulo, son audios del mismísimo Saint‑Ex los que vivifican de manera peculiar el film de Herzog, con motivo de una versión al cine que Jean Renoir, por esos días con exilio en Estados Unidos, pretendía. Lo que allí se refiere -registrado en discos que Saint‑Ex enviaba al venerable cineasta‑ va y viene sobre las escenas y motivaciones dramáticas de ese guión nunca filmado, en donde se habla de las princesitas, del enamoramiento, y de un dictamen que las palabras de Exupéry hacen vibrar: "ser hombre implica ser responsable". Vuelo nocturno posee, de esta manera, un abordaje formal que le hace elegir la ficción o el documental según convenga. En verdad, tales categorías se vuelven maleables, lo que importa es el acercamiento cinematográfico al hecho y la exaltación mítica con la que el film colabora. Años después sobrevendría el vuelo final de Saint‑Ex, recreado en la historieta Saint‑Exupéry: El último vuelo, en manos de otro tipo extraordinario, italiano y también proclive al mito: Hugo Pratt.