El testamento: sutil retrato de una pasión esclarecedora Meticuloso investigador, Yoel dirige un debate contra quienes niegan la verdad acerca del Holocausto y así irá descubriendo que su madre lleva una identidad falsa. El film, coproducido entre Israel y Austria, muestra sin concesiones, de la hábil mano del director Amichael Greenberg, ese camino del investigador para hallar su misterio familiar y para descorrer los velos de un trágico pasado. El testamento se afirma como duro retrato de la lucha contra quienes relativizan o niegan la dimensión de las atrocidades de los nazis. La actuación de On Pfeffer apuntala con convicción y matices esta historia acerca de una pasión esclarecedora y de la necesidad de una memoria colectiva.
El último traje: entrañable historia con un gran actor Abraham es un sastre jubilado de 88 años que tiene una promesa por cumplir. A fines de la Segunda Guerra Mundial un amigo lo salvó de la muerte y juró volver algún día a reencontrarse con él para narrarle como fue su larga existencia. Siete décadas después, sintiendo que para su familia ya es un estorbo y que su destino será un geriátrico, Abraham decide que es el momento de enfrentarse a sus miedos. Su amigo reside en Polonia y ese sastre se propone una épica aventura: cruzar media Europa con la ayuda de algunos personajes que cambiarán su manera de ver el mundo.
Pescador: un policial frente al mar La vida solitaria de Santos, un ermitaño y misterioso pescador, se ve alterada cuando tres jóvenes llegan al lugar para abrir un parador cerca de su playa. Muy pronto el trío y Santos se enfrentarán en medio de discusiones, arrebatos, venganzas y violencia, hasta desembocar en un final tan dramático como inesperado. El director José Glusman intentó aquí narrar una historia policial con individuos insertos en sus ambiciones personales, pero muy pronto el guion toma un giro incierto, ya que el entramado se va complicando en medio de las aventuras y desventuras de ese pescador y de quienes pretenden apropiarse de su lugar en la playa. Diálogos casi telegráficos y una borrosa pintura de ese grupo playero procuran sacar adelante a esos hombres y a la muchacha que los acompaña, todos ellos inmersos en conflictos dramáticos teñidos, a veces, por un romance que no llega a fructificar. Rodado en bellos exteriores de Valeria del Mar, Pinamar, Cariló y Ostende, el film, que prometía mucho más de lo que da, va así decayendo y convirtiéndose en una trama que, por momentos, se hace muy difícil de armonizar. La sobria labor de Darío Grandinetti aporta cierta verosimilitud a ese pescador ermitaño, en tanto que los rubros técnicos aportan calidad a este thriller, que solo por momentos logra el suspenso que requería la totalidad de la historia.
Homenaje y juego en piloto automático Podemos imaginar el escenario, repetido una y mil veces en estos tiempos. Un grupo de productores de Hollywood dispuesto a ganar la taquilla sin correr demasiados riesgos sueña con exhumar algún éxito de décadas pasadas y mejorarlo con el potencial que ofrece la imaginación digital, sin perder el culto por la marca original. Ahora le tocó a Jumanji, aquel viaje a un mundo paralelo lleno de peligros, animales desbocados y, sobre todo, nostalgias de tiempos perdidos. También podemos imaginar qué se hizo para poner en marcha esta remake. Su matriz es una suerte de algoritmo que incluye partes iguales de Jurassic Park y las películas de Indiana Jones. El resultado es una trama de diseño prefabricado en el que toda la peripecia de cuatro jóvenes marginados de distintas formas procura escapar del selvático planeta virtual al que el juego los arrastró. La nueva aventura quedó en manos de Jake Kasdan, un director menos interesado en la multitud de descubrimientos que experimenta el grupo en una nueva realidad (y con nuevos cuerpos) que en salir a buscar un efecto humorístico alcanzado en muy pocas ocasiones. Entre otras cosas, porque Jack Black y Kevin Hart interpretan casi el mismo papel (el comic relief del grupo), y las situaciones cómicas dependen de clichés archiconocidos, aplicados con escasa eficacia. Sólo queda como consuelo un par de genuinos disfrutes: la perfección del portentoso trabajo de los cientos de especialistas en efectos visuales y (otra vez) el enorme carisma de Dwayne Johnson, que sabe tanto de acción como de comedia física.
Geometría del espacio amoroso El film narra la relación de amor de una pareja de artistas cuyos límites, contradicciones y obsesiones se reflejan en la obra de cada uno de ellos. Ambos se instalan en un enorme galpón abandonado en el que una cinta naranja pegada al suelo divide el área en proporciones idénticas en las cuales se destacan un taller de escultura y un espacio de ensayo de baile. A la derecha está el lugar en el que él realiza su tarea, y a la izquierda se destaca el estudio de danzas de ella, y en el mismo espacio existe un pequeño núcleo interno donde viven ambos. En ese entorno se mezclan el arte, el rendimiento y la intimidad, y donde los personajes pierden gradualmente la habilidad de distinguir entre sus proyectos artísticos y su relación amorosa. La directora Julia Murat concibió así un film atípico y para ello no necesitó nada más que dos personajes (interpretados por Raquel Karro y Rodrigo Bolzan) y un único escenario para ir descubriendo, paso a paso, las alegrías, los triunfos y el pasado de ese dúo que, casi sin palabras, va tejiendo sus necesidades de vivir en armonía. La expresión de la moderna y audaz coreografía de las relaciones humanas se conecta perfectamente con la originalidad estética y dramática del film, y hacen de Pendular una obra distinta que se convierte en un crudo ejemplo de lo que es ser artista y amante al mismo tiempo.
Certero y angustioso romance La vida cotidiana de Rex no es fácil. Es joven, introvertido, trabajador, recto y fuerte, y no acepta abusos. Habita en la casa de sus padres adoptivos quienes lo tratan con cariño, pero él es un permanente insatisfecho atormentado por las dudas y el desconocimiento de su origen. En uno de sus paseos nocturnos se defiende ferozmente de un borracho acosador con quien pelea hasta matarlo y decide dejar su casa. Entonces su existencia cambia de rumbo, consigue otra vivienda y un nuevo trabajo e inicia una relación con una mujer mayor que él, y en esa atracción mutua ambos se unen apasionadamente usando sus cuerpos para calmar angustias y soledades. Ella, sin embargo, se enfrenta a su hermano, un oficial de policía, determinada a reconstruir la familia perdida. El director Fernando Basile recorrió con pasión esta historia en la que Rex halla en su pareja una razón para vivir, totalmente ignorante de los acontecimientos que se avecinan. Así la trama va desovillando la personalidad de estos dos seres que, de pronto, descubren un trágico pasado que no pueden remediar. Con una cámara atenta a cada gesto y a cada palabra de sus protagonistas, el realizador logró un film austero, por momentos inquietante y siempre dispuesto a las sorpresas. El elenco apoyó con calidad esta historia que habla de retazos de felicidad y de angustias permanentes.
Hotel infierno: truculencia y buenas ideas Dos hermanos adolescentes van en busca de la verdad sobre la muerte de su padre, ocurrida hace muchos años. Para ello recalan en un hotel regenteado por su madre. El silencio de esta y la falta de respuestas claras los lleva a intentar conectarse con su padre mediante una sesión de espiritismo junto a unos misteriosos huéspedes. Pero su investigación cambia cuando al preguntar por lo ocurrido terminan viendo los horribles asesinatos ocurridos en el pasado en ese hotel, hasta descubrir que los asesinos están más cerca de lo que ellos creen. Lo que en un principio comienza como un film de terror sobrenatural que se asemeja al de una casa encantada, lentamente comienza a mutar hasta llegar a un sangriento clímax digno del cine más truculento. Así el hotel se convierte en un personaje más, en una locación que pedía a gritos ser parte de esta historia a la que el director y guionista Marcos Palmieri logró insuflarle todos los condimentos necesarios para dejar más que satisfechos a los seguidores de este género. Hotel infierno se convierte, pues, en la mejor cara del cine artesanal que recupera el espíritu de las viejas ediciones del Buenos Aires Rojo Sangre. María Alejandra Figueroa, Diego Sampayo, Lucía Guzmán y el resto del elenco supieron componer a esos truculentos personajes con indudable acierto, a lo que se suma un impecable equipo técnico.
Algo Fayó: trazos de una interesante historia de vida Hace más de 30 años, Pablo Fayó comenzó a publicar sus historietas en la legendaria revista Fierro y pronto fue calificado como una joven promesa. Su humorismo era por entonces una rareza, pero, pese a la originalidad que sus trabajos despertaron entre sus lectores, Fayó optó por decepcionarlos. Colgó el plumín y con su guitarra recorrió bares interpretando tangos marginales y sobreviviendo de las propinas de los parroquianos. El director Santiago García Isler se aventuró en este documental a desandar la historia del dibujante que devino personaje de la noche porteña puntuando los conflictos que provoca en cada entrevistado la decisión de Fayó, alguien que pocos recuerdan y que en el film va de lo cómico a lo trágico.
Arpón: mágico y tierno micromundo El director de una escuela de provincia es muy estricto con el comportamiento de sus alumnos. Día a día revisa la mochila de cada uno de ellos en busca de una amenaza latente y cuando Clara, una muchacha de 14 años, sufre un accidente en un lago y él tendrá que cuidarla hasta la llegada de sus padres. La relación entre ambos comienza de manera hostil, pero él se va adaptando a la ternura de esa alumna. Así la historia se convierte en un viaje en el que esos dos personajes de generaciones y mundos opuestos intentan comprenderse mutuamente. El realizador Tom Espinoza concibió su film con toques de emoción que lo convierten en un mágico micromundo en el que es posible el amor pese a todas las dificultades cotidianas.
El hijo de piegrande: cálida mirada a una leyenda urbana Un extenso recorrido por el cine y por la TV mostró a Piegrande, una peluda criatura escapada de su hábitat. Ahora ese personaje regresa de la mano de Adam, un niño de 13 años que comienza a sentirse extraño, ya que le crece rápido el pelo, al igual que los pies. De pronto descubre que su madre le ocultó un secreto: él es hijo de ese Piegrande desaparecido hace mucho y decide escapar al bosque en busca de su legendario progenitor. Lo halla y ambos son felices, aunque deberán enfrentar a un malvado científico que desea crear una fórmula para hacer crecer el pelo. Los dos, acompañados por simpáticos amigos del bosque, lucharán contra ese inventor y así este cálido dibujo animado logra todos los atributos para divertir al público infantil.