Polémica sobre la paternidad Un tema doloroso fue la plataforma de las directoras Ginger Gentile y Sandra Fernández Ferreira para este documental que analiza varios casos de trámites de divorcios conflictivos, en los que los padres no pueden tener contacto con sus hijos. Los seis protagonistas de la película enfrentan estas dificultades gracias a un sistema legal que -se afirma allí- convierte a un proceso ya de por sí difícil para todos los involucrados, especialmente a los menores, en una verdadera tragedia, que se origina en la noción de que el padre es un actor prescindible en la crianza de sus hijos, apartándolo sistemáticamente de ellos cuando surge un conflicto entre cónyuges. Entre los obstáculos que encuentran los entrevistados están centros de revinculación de dudoso origen, abogados y psicólogos inescrupulosos y hasta un organismo de la Suprema Corte de Justicia. La palabra de los especialistas en derecho de familia y en la naturaleza de los vínculos, más algunas escenas de noticieros de televisión que tratan casos de estas características apoyan, cada uno a su manera, la necesidad de observar esta situación desde distintos ángulos. Documental sin duda conflictivo (en varias oportunidades fue prohibida su exhibición) Borrando a papá intenta resaltar la necesidad de la figura paterna en la crianza de los chicos, aunque muchas veces sus afirmaciones puedan caer en lo discutible frente a las características particulares de cada uno de los casos.
Las sorpresas de la vida Buenos Aires está cubierta de un humo que parece quedarse para siempre entre los edificios, los vehículos y los transeúntes. Con este telón de fondo se desarrolla la historia de Sebastián, que posee una cerrajería y que nunca creyó en compromisos sentimentales a largo plazo, ni siquiera con Mónica, su relación más estable de los últimos tiempos. Un día, ella le hace una inesperada confesión: está embarazada y cree que él es el padre. El mundo de Sebastián comienza a tomar un giro inesperado cuando está frente a sus clientes y trabajando en sus cerraduras. Extrañas visiones lo perturban cada día más y lo preocupan al enterarse de los problemas de esos hombres y mujeres entre los que estará Daisy, la más interesada en el misterioso don. La directora Natalia Smirnoff, que había debutado en 2006 con el largometraje Rompecabezas, quiso ahora introducirse en la crisis como cambio posibilitador y para ello eligió a un ser común y corriente para radiografiar un micromundo pleno de sensibilidad y de calidez. El film queda, pues, como un retrato pleno de ternura y de emoción, sobre todo en las figuras de su protagonista y de Daisy (muy buen trabajo de Yosiria Huaripata), que intentará, y lo logrará, hacerle cambiar el modo de transitar por un camino que para él ya parecía perdido.
Radiografía de una vida ¿Quién fue Malka? Esta pregunta es la que se hace un investigador para descubrir los vericuetos de una mujer de la colectividad judía que, a comienzos del siglo XX, fue traída desde Europa mediante engaños e incorporada a una de las redes de prostitución más grandes de nuestro país: la organización Zwi Migdal. El investigador (Walter Tejblum, el director de este documental) recorre diversos lugares de Buenos Aires para reunir materiales para su trabajo, y así descubre que Malka vivió y murió en Tucumán, ciudad hasta la que llega este hombre para ponerse en contacto con quienes la conocieron. Internándose cada vez más en esta investigación, va surgiendo nítidamente la figura de Malka Abraham, una chica de menos de 20 años que logró escapar de la organización para establecerse, en la década del 30, en Tucumán, donde hizo lo único que sabía o conocía para sobrevivir: prostituirse. Frente a cámara, quienes conocieron o sabían de ella descorren los velos de su existencia, tan penosa como secreta que, según algunos de ellos, terminó dejando como herencia una cuantiosa fortuna para obras de caridad y, según otros, fue asesinada brutalmente.
Mirar a través de los sentidos Siete personajes con distintos grados de visión y con diversas visiones del mundo son los protagonistas de este documental atípico que habla, a través de sus imágenes, de la necesidad de ser comprendidos por una sociedad que, muchas veces, no repara en la problemática de los no videntes. Con las participaciones de la artista plástica Silvia Gurfein, de actores y músicos del elenco de Teatro Ciego, de un artista sonoro y de dos niños, la realizadora va armando una especie de puzzle que invita a hacer partícipes a los espectadores de la imaginación de sus protagonistas. Una fotografía de indudable textura armoniza con las palabras que cada uno de esos protagonistas relatan sus propios e íntimos secretos, encomiables además porque nunca sucumben a la desesperanza. No fue tarea fácil, sin duda, trasladar a la pantalla grande esta problemática, pero Vaccaro supo salir indemne de su propósito gracias a su experimentación formal, apoyada firmemente en la riqueza del universo sonoro de su film.
Recuerdos de un robo millonario En enero de 1972, un grupo de militantes del PRT-ERP ingresaron en el Banco Nacional de Desarrollo, ubicado a pocos metros de la Casa de Gobierno, y "expropiaron para la causa" la suma de 450 millones de pesos (el equivalente a 10 millones de dólares en la actualidad). El episodio tuvo una gran repercusión tanto nacional como internacional y los cabecillas del grupo, Oscar Serrano y Ángel Abus, eran empleados de ese mismo banco, que prepararon el robo durante dos años. El trío de directores de este film, que mezcla lo documental con la ficción, recrean el atraco a través de sus dos autores, que junto a un grupo de actores reviven su planificación y puesta en práctica sobre la base de una hábil investigación, que incluso hace uso del humor y de recortes periodísticos e imágenes de la época. Los impecables rubros técnicos de Seré millones suman puntos a esta producción que pretende (y lo logra) echar una mirada distinta y desacartonada a esos años difíciles.
Thriller tenso e implacable Un duro y solitario vagabundo atraviesa, diez años después de un colapso económico global, el desierto australiano en su antiguo automóvil. Desde otro vehículo, un grupo armado lo obliga a descender de su única posesión, ese destartalado coche, y huye. El hombre comenzará una larga caminata por esa planicie con una idea fija: recuperarlo. A lo lejos percibe el cuerpo de un joven herido que integraba la pandilla al que sus cómplices dejaron para que muriese. Ambos unen fuerzas para lograr sus objetivos: el hombre necesita su auto: el joven, vengarse. El director australiano David Michöd, que hizo sus primeras armas en el largometraje en 2010 con Animal Kingdom, supo aquí componer, con su coguionista Joel Edgerton, una trama que resalta su don para retratar la violencia de un mundo sin esperanza, ayudado por las composiciones de Guy Pearce y Robert Pattinson, que logran salir airosos de sus cometidos con sus personajes. Impecable en sus aspectos técnicos, El cazador redondea una propuesta dura y alegórica.
La Argentina de 1987 es el escenario de una historia que comienza cuando un policía llega a un colegio de padres franciscanos para esclarecer el asesinato de una profesora. Morgan, tal el nombre de ese detective, comenzará a interrogar a los sacerdotes y su mirada apuntará a una niña que predijo el episodio mediante un extraño dibujo. Ella y su madre se verán envueltas en una serie de situaciones que determinarán que la chica, alumna del colegio y nacida en los años de la dictadura, vaya descubriendo su verdadera identidad. La realizadora debutante trató que su anécdota hiciera uso de elementos clásicos del género como sospechosos que resultan inocentes, hombres y mujeres de mirada torva que guardan algunos secretos y, en este caso, un sacerdote atraído por la madre de la niña. Todo este ovillo se enreda cada vez más y por momentos la narración pierde el rumbo, dejándose llevar por la enorme cantidad de elementos de prueba que el detective (decoroso trabajo de Gonzalo Urtizberea) descubre a través de sus conversaciones con los religiosos, de sus caminatas y su ojo siempre avizor. El resto del elenco procuró hacer creíbles a sus por momentos extravagantes personajes, lo que logran a medias, mientras que los rubros técnicos no se apartaron de una discreta medianía.
Círculo de violencia sin muchas luces Humilde y desocupado, Jesús es uno de los tantos muchachos que transitan sin destino fijo por Buenos Aires. Necesitado de dinero, planifica el asalto a una farmacia. El delito se complicará cuando uno de los encargados de la guardia del local le haga frente y Jesús no vacile en dispararle. Los rehenes comenzarán a tratar de calmar a ese joven que se enfrenta a la policía, a los medios periodísticos que buscan la nota sensacionalista y a los vecinos, que reclaman justicia. El director Nicolás Lidijover, que hace aquí su debut en el largometraje, intentó describir una historia que reflejase, desde la mirada de su protagonista, un episodio cada vez más frecuente en ciudades como la nuestra. Para ello se preocupó en utilizar cámaras ocultas en una sola locación y registrar las escenas a través de un sistema de video de seguridad. La idea no dejaba de ser interesante, pero la trama se demora en avanzar y el film, que busca el suspenso y la violencia, se convierte en una especie de débil muestrario de lo que puede ocurrirles a los rehenes y, sobre todo, a Jesús, cada vez más desesperado en su intento de fuga. El elenco procuró dar verosimilitud al entramado, pero terminó cayendo en casi todos los casos en una nota altisonante. En definitiva, un intento malogrado.
Los hermanos Gonzalo y Hernán Quintana demuestran el interés que existe por el género de terror en nuestro país con Making off sangriento, masacre en el set de filmación. Aquí la historia se centra en un sádico individuo que, elegido como actor para un corto de una escuela de cine, asesina a la directora y a un compañero de elenco. La investigación, a cargo de un curioso detective, sospecha de otros compañeros de rodaje como coautores del hecho. Todo vuelve a complicarse cuando, en su afán de terminar su tesis, los estudiantes se reagrupan para filmar el malogrado cortometraje en una sola noche. Los hermanos Quintana no ahorraron sangre, suspenso y sexo para lograr su cometido, y convierten esta película en una de esas clase B a las que nos tiene acostumbrados la cinematografía norteamericana: hiperviolenta, por momentos divertida y atada a la sensación de que todo el elenco desaparecerá en manos de ese asesino serial. Marcelo Pocavida, pionero de la escena punk local (conocido por el ensamble platense Los Baraja), y Valentín Javier Diment, también guionista y director, animan con convicción a los personajes principales de este entramado, que cuenta con una impecable fotografía y con una acertada banda musical que agilizan cada una de las situaciones de esta muestra sin dudas inusual en la pantalla local.
Luego de siete largometrajes dramáticos de gran intensidad, la realizadora danesa Susanne Bier entrega ahora una comedia romántica que habla de los hondos sentimientos por los que atraviesan muchos seres humanos. Todo lo que necesitas es amor no es una comedia romántica con personajes bidimensionales; aquí hay una mujer en una situación realmente desdichada y un hombre que deberá decidir entre un pasado que lo tortura y un futuro que lo sacará de su desdicha. La directora no intentó evitar el dolor, pero se esforzó para que no fuera inquietante y lo difícil (y logrado) fue tratar con encanto un tema incómodo, aunque sea sólo una parte de la historia. Los responsables de la trama se ciñeron al pie de la letra a las reglas de la comedia romántica y desde el principio del encuentro de la pareja central parece que ambos viven micromundos aparte. Varios personajes secundarios añaden toques de humor, como la engreída cuñada de él decidida a conquistarlo, o la amante del ex marido de ella, que no duda en demostrar su inmadurez. La realizadora tuvo una gran capacidad para elegir a su elenco, en el que se destacan Pierce Brosnan, que sabe ponerse en la piel de ese hombre que necesitaba de un nuevo amor, y Trine Dyrholm, como esa mujer que va descubriendo su sentimiento a pesar de los problemas.