Estrafalarias peripecias Traductor de lengua rusa, Matías lleva una vida aburrida y rutinaria luego de su divorcio y sólo es feliz cuando Rocío, su hija adolescente, lo visita semanalmente. La relación entre ambos es cordial, aunque la muchacha añora las diversiones que le brinda Rody, actual pareja de su madre. Pero de pronto la existencia de Matías dará un gran vuelco cuando el mismo Rody, que trabaja para Interpol, lo secuestra para que le traduzca una misteriosa clave que está en posesión de una agente rusa. El secuestrado, a punta de pistola, acepta esa misión para demostrarle a su hija que puede ser valiente y tener una existencia llena de acción como la de Rody. Aquí comenzarán las penurias para esos dos hombres que, convertidos en socios, iniciarán un periplo que los llevará a los más intrincados rincones de la selva misionera y a las cataratas del Iguazú. Poco a poco nacerá entre ellos una amistad. Los directores Fabián Forte, que ya había demostrado su pericia en La corporación, y Nicanor Loreti, que debutó en el largometraje con Diablo, supieron manejar con indudable acierto un guión que recrea las graciosas peripecias del dúo y demuestra la calidez que surge de la unión de esos personajes bastante estrafalarios. El elenco es otro de los aciertos de esta historia. Tanto José María Listorti como Pedro Alfonso supieron manejar con soltura sus respectivos papeles, muy bien acompañados por Edward Nutkiewicz como el malo de turno y por Lourdes Mansilla, en la piel de esa adolescente que, sin quererlo, se verá envuelta en esa peligrosa persecución. Los bellos paisajes misioneros, captados por una muy buena fotografía, y una serie de gags de inmediata repercusión en el público suman puntos a esta comedia que sigue un camino policial visto con una permanente sonrisa.
Regreso con pocas ideas y menos humor En 1987, y con Los bañeros más locos del mundo, se inició una serie de películas en la que un grupo de salvavidas vivían alocadas aventuras. Debido al éxito de público, sus productores realizaron dos films más (Bañeros 2: la playa loca, de 1989, y Bañeros 3: todopoderosos, de 2006). El tema, sin embargo, pareció no agotarse y así llega ahora a las pantallas la cuarta producción que, con distintos intérpretes (salvo Emilio Disi) vuelve a tener a las playas de Mar del Plata como escenario. La historia (o, más bien, la historieta) se centra esta vez en cuatro empleados de un restaurante convocados por el encargado de un balneario marplatense para trabajar con él, ya que la propietaria lo amenaza con despedirlo si no lograba el favor de los turistas. Los amigos aceptan el encargo, aunque no saben nadar ni estuvieron jamás cerca del mar, mientras que un ambicioso empresario tratará de apoderarse del lugar para construir allí un gran casino. El director Rodolfo Ledo construyó su film apoyado en figuras humorísticas de la TV, pero el proyecto se ve malogrado por un guión carente de originalidad, en el que gags tan antiguos como el cine sirven de apoyatura para que los cómicos intenten con gestos, sonidos escatológicos y un llamativo nerviosismo arrancar alguna tímida sonrisa a los espectadores.
Una cebrita muy especial A Khumba, sus supersticiosos congéneres la culpan por la sequía que castiga la sabana en la que vive. La cebrita es muy especial: sus rayas le cubren sólo la mitad de su cuerpo. Ella decide buscar un legendario pozo de agua junto a un descarado ñu y un extravagante avestruz, en donde las leyendas de su especie afirman que las cebras obtuvieron su característico pelaje. A través de variadas y atrevidas peripecias por las que deberá pasar el personaje central, el director Anthony Silverston logró un entretenido dibujo en el que sobresalen tanto la pintura de sus personajes como los exuberantes paisajes en la que transcurre esa cada vez más difícil búsqueda. Cierto suspenso -Khumba y sus amigos son perseguidos por un tiránico leopardo- y gran simpatía en los momentos finales apuntalan un guión entretenido de esta tierna aventura. Los niños, destinatarios finales de esta película, gozarán sin duda de este film, que demuestra que la cinematografía sudafricana sabe cómo hallar temas en su folklore y en su medio ambiente para descubrir sus más ricas fábulas.
El 26 de junio de 2002, durante un enfrentamiento entre piqueteros y policías, fueron asesinados en las inmediaciones de la estación ferroviaria de Avellaneda los jóvenes Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. La Asociación de Documentalistas Argentinos (DOCA), puso esta vez su mirada en la trayectoria de Maxi Kosteki y para ello se valió del recurso de la figura de un muchacho que se prepara para seguir sus pasos. Guiado por los interrogantes que le despierta su figura, se acerca a las hermanas de Kosteki, a un profesor de dibujo y a un grupo de amigos que le refieren aspectos poco conocidos de su vida. Según revelan los entrevistados, había desdeñado desde niño la escuela y el trabajo para seguir su vocación de dibujante y de músico. Recortes de diarios y revistas y fragmentos de noticieros y programas de TV van pautando el recorrido no sólo de Maxi, sino de las situaciones sociales y políticas que estaba viviendo la Argentina al momento de su muerte. La cámara, que salta de los relatos de las hermanas de la víctima a mostrar su niñez y adolescencia, se transforma en los ojos y oídos que permiten descubrir la existencia de alguien que creyó que la salvación estaba en enfrentar a las hipocresías de la sociedad a través de su forma de vivir y de pensar.
El documental de Miguel Mirra -conclusión del análisis iniciado con Los ojos cerrados de América latina- tiene como centro las agresiones al medio ambiente en el continente, por parte de intereses extranjeros y a través de lo que su director juzga como turbios negociados y de grupos espurios. El film recorre distintos casos, de México a la Argentina, centrándose en los costos: rostros de hombres, mujeres y niños azotados por la carencia, ríos contaminados, campos en los que la depredación hizo trizas el trabajo de muchos años. Psicólogos, escritores y personalidades como Adolfo Pérez Esquivel, además de algunos habitantes de esos lugares, exponen las aristas de la problemática, acompañada por fragmentos de noticieros, recortes de diarios y revistas y de programas de TV. Es, fundamentalmente, un retrato de la desigualdad de clases. Una música de indudable calidad y un excelente montaje hacen de éste, pues, un documental para ver y no olvidar.
A mediados de los años ochenta, millones de hectáreas fueron anegadas como consecuencia del desborde de ríos y lagunas en la provincia de Buenos Aires. El agua cubrió la totalidad de la ciudad de Bolívar y permaneció por casi dos décadas en esos suelos, dejando los campos totalmente improductivos. El director Juan Felipe Chorén logra un documental que no sólo muestra esos destrozos de la naturaleza, sino que también enfoca su cámara en esos ganaderos, peones, concejales y gente simple que perdió todo. Documental sin duda elocuente de aquellos años de tristeza y de angustia, Cuerpos de agua es un fiel retrato de esas ciudades inundadas. Pero fundamentalmente es un canto a la decisión de pobladores arrinconados por una naturaleza hostil que los jaqueó durante años. Sobre la base de excelentes primeros planos de rostros carcomidos por el temor, de torrentes líquidos y de pueblos transformados en míseros caseríos, este documento habla bien a las claras del sufrimiento de esa gente que debió, durante décadas, esperar una ayuda que nunca llegó y una esperanza que poco a poco se fue marchitando.
Que La bicicleta verde sea el primer film producido en Arabia Saudita ya constituye toda una curiosidad. Y lo es doblemente si se tiene en cuenta que se trata de una obra realizada por una directora y que además aborda un tema tan polémico como la situación de la mujer en una sociedad monárquica que adhiere de la manera más rigurosa y completa a los preceptos islámicos. Así y todo, lo que por sobre todo llama la atención en esta suerte de fábula realista son sus valores cinematográficos, el encanto y la inteligencia de su historia, la naturalidad con que desliza sus observaciones sobre la rutina diaria y la sutil delicadeza con que filtra sus pinceladas tenuemente críticas. Porque Wadjda, la protagonista, muestra a pesar de su corta edad (12 años) una personalidad definida: ella es la única que lleva la cabeza descubierta entre sus compañeras de estudios vestidas con largas túnicas negras; la única que en lugar de zapatos calza zapatillas de básquet, y por supuesto la única capaz de abrigar un sueño imposible para las de su género: quiere tener una bicicleta y sabe muy bien por qué. Se lo ha dicho a Abdullah, el vecino que montado en la suya le gana todas las carreras; "Cuando tenga mi bicicleta, te ganaré: entonces seremos iguales". Difícil exponer con mayor claridad el problema central que padece por el solo hecho de ser mujer y, por ello tener un destino restringido a ser esposa y madre. Wadjda es muy inteligente y sabrá valerse de ese don para resolver la cuestión. Porque además cuenta, como bien saben sus padres, con una invencible tenacidad. Y cuando en su escuela se establezca un certamen de recitación del Corán decide participar. Quien gane se llevará un premio suficiente en riyales saudíes para concretar su sueño. Es decir que el mismo sistema teocrático que le niega el derecho a conducir podría proporcionarle el acceso al ansiado vehículo. Es uno de los grandes aciertos del guión, que no se reduce a la peripecia de Wadjda para exponer las diferencias que hay entre los privilegios de que gozan los varones y las restricciones que limitan a las mujeres. El film muestra la vida de una familia saudita de clase media, incluidos la intimidad familiar, el conflicto que genera la decisión del padre de reincidir en el matrimonio, la coexistencia de antiguas tradiciones y la rutina de las mujeres que trabajan en una ciudad moderna de estos tiempos de globalización y TV omnipresente. En su sencillez y su verdad despojada de artificios, el film de Haifaa Al Mansour , colmado de apuntes inesperados, trae cierta reminiscencia de las primeras películas de Kiarostami. Waad Mohammed tiene la desenvoltura y la pizca de malicia que pedía el personaje de la encantadora Wadjda y en general puede decirse que todo el elenco (el sector femenino en especial, que con tanta precisión y tanta sutileza define el ceñido espacio concedido a la mujer) fue tan bien seleccionado como dirigido.
Las costas patagónicas vuelven a ver surgir en su cielo al cóndor andino, el ave voladora más grande del mundo. Este documental sigue los pasos de un grupo de biólogos y voluntarios argentinos que esperan la llegada de un huevo de cóndor nacido en cautiverio para iniciar su incubación. Ese pichón es alimentado a través de títeres de látex que simulan ser sus padres, rodeados de paredes espejadas, para pasar luego a otros cóndores más adultos. Con una cámara atenta a todo este delicado proceso de conservación, el director Gustavo Alonso logró una síntesis entre la cosmovisión de los pueblos originarios y la más moderna tecnología que, aun con recursos limitados, constituye una experiencia de cría en cautiverio y reinserción en la naturaleza más agreste. La otra etapa del trabajo, visto aquí en cada detalle, es la del monitoreo satelital con el que siguen el patrón de desplazamientos de los cóndores soltados con anterioridad, debido a un transmisor instalado en una de sus alas.
Tan admirado como defenestrado, Milo Lockett es uno de los artistas plásticos más importantes del país. Desde su Resistencia natal, este hombre que rinde culto al estilo directo del arte callejero y del grafiti se halla lejos de los estereotipos y cerca de la gente. En este documental, Federico Bareiro, su director, lo sigue en su largo peregrinaje por diversas ciudades en las que expone esas pinturas que hablan de una gran ingenuidad y que atrapan por sus líneas brillantes y sus alocadas figuras. La cámara también refleja a Milo en sus diversas participaciones de ayuda social, y allí lo vemos junto a alumnos de varias escuelas de su ciudad natal o pintando paredes externas de los lugares de estudio que bordean espacios donde aprenden sus primeras letras los chicos de las comunidades aborígenes wichi. A través de las palabras de sus familiares, amigos, críticos de arte y admiradores, el film recuerda que este Milo autodidacta fue en el pasado empleado de la industria textil y que logró construir una mirada nueva entre la solidaridad y el arte. La trayectoria de Milos está patentizada en este film con enorme calor humano que parte, precisamente, de ese hombre de voz casi susurrante que recuerda sus inicios en el mundo de la pintura y su enorme devoción por aquellos que, como él, surgieron de muy abajo en la escala social. El arte, los negocios, la vocación y la solidaridad son aquí los más importantes elementos que retratan a ese Milo que vive como una estrella de rock y pinta como si no hubiese mañana.
Deportistas contra los prejuicios Un grupo de chicas de la Villa 31 lucha por formar su propio equipo de fútbol. Con perseverancia y valentía ellas recorren un camino lleno de obstáculos que, finalmente, les permitirá cumplir el sueño impensado de participar en el Mundial de los Sin Techo, en Brasil. Con este punto de partida, los directores Ginger Gentile y Gabriel Balanovsky revelan el mundo del fútbol femenino en la Argentina, en el que quedan al descubierto desde el prejuicio de las propias familias hasta la total falta de apoyo de los dirigentes locales, a contramano de su desarrollo en todo el mundo. Con una cámara atenta a reflejar las figuras y las palabras de quienes, anónimamente, han hecho de este deporte su emoción cotidiana, los realizadores se centran en Mónica Santino, una de las pioneras locales del fútbol femenino y señalan también las palabras de esas otras mujeres que decidieron ingresar a diversos equipos barriales. En canchas y en grandes estadios, estas mujeres poseen el convencimiento de que podrán transformarse en hábiles futbolistas. Todo en este film es tan sencillo como grato, al recorrer la trayectoria de esas jugadoras que son un ejemplo inspirador para las nuevas generaciones. Suman puntos un música de alegres tonos y una fotografía que no deja escapar detalle a los partidos que transitan por la pantalla.