Un psiquiatra que cae en su propio fallido Amores de diván es una amable comedia romántica Conquistador impenitente, Frantisek es un psiquiatra que parece tenerlo todo: una casa confortable, una esposa que le soporta estoicamente todas sus infidelidades y un promisorio futuro en su profesión. Pero este hombre siempre dispuesto a sumar una nueva mujer a su colección se ve, de pronto, traicionado por una de sus amantes quien, en venganza, comienza a destruir su carrera y su vida. Así, este hombre tiene que empezar desde cero al perder su trabajo, a su esposa, cansada de soportar sus engaños, y, además, se queda sin lugar para vivir. Su último refugio es buscar el consuelo (y una habitación) en la casa de su madre, que lo mima y lo soporta en esos momentos de angustia, y desde allí comenzar a reconstruir su vida. La historia, dirigida con habilidad por el debutante Jan Prusinovsky, se centra en los personajes como el protagonista, capaces de dañar a los demás sin mirar atrás . Es, también, una atenta mirada acerca de lo que es comprometerse y de los sufrimientos que acarrean algunas rupturas. El relato se apoya en un simpático tono de comedia que permite a estas aventuras y desventuras de su protagonista mirarlas con cordialidad y ser apoyadas en típicos gags que le dan a la historia un sello atractivo y una buena dosis de entretenimiento. El realizador no necesitó de la comicidad extrema para desarrollar este tema, y así Amores de diván queda como una acabada muestra de lo que puede dar la cinematografía checa, tan ausente de las pantallas locales. El elenco es otro de los buenos sostenes de la trama, mientras que la fotografía y la música sirvieron de sólido apoyo a este entramado que recorre todo su camino dentro de un sarcástico humor.
Desde los 80, y ahora en China, vuelve Karate Kid Este regreso a la saga que hizo furor en los ochenta no difiere demasiado de lo ya conocido, pero no por ello esta remake deja de lado todos los buenos atributos de su antecesora. Aquí el protagonista es Dre, un muchachito de 12 años que vive con su madre en Detroit pero que, por razones de trabajo de ella, deben trasladarse a China. Pronto Dre se sentirá bastante incómodo en esta cultura distinta y con una gran dificultad para lograr nuevos amigos. Sólo Mei Ying, una joven estudiante de violín, lo comprenderá. En la escuela, un grupo de alumnos, capitaneados por un joven con notables aptitudes para las artes marciales, lo humilla frente a sus compañeros de clase. Solo en un país extraño, Dre no tiene a quién acudir hasta que Han, encargado del edificio de departamentos, pero secretamente maestro de kung fu, le enseñará todos los secretos de las artes marciales. Ambos van construyendo una sólida amistad que pronto se convertirá en indisoluble tanto para Han, que perdió a su familia en un accidente, como para Dre, que no conoció a su padre. El director Harald Zwart logró una entretenida aventura en la que no sólo la fuerza reina las vidas, sino que también la comprensión y la amistad son necesarias. El trabajo de Jaden Smith como ese Dre necesitado de cariño y de Jackie Chan como sabio maestro encabezan con calidad un homogéneo elenco y le dan al film el necesario ritmo para que el relato nunca caiga en la mera monotonía.
El amor entre el fútbol y el horror La coproducción ítaloargentina Cómplices del silencio vuelve a los conflictivos tiempos del Mundial 78 Corre el año 1978 y en la Argentina se está desarrollando el Campeonato Mundial de fútbol. En la superficie todo es alegría y entusiasmo por este acontecimiento, pero entre las sombras se entreteje una madeja de persecuciones, muertes y torturas. En esos momentos llega aquí Maurizio, un periodista italiano que viene a cubrir el evento deportivo y, de paso, conocer a sus parientes que emigraron años atrás. Aquí conoce a Ana, una bella joven que milita en una organización de izquierda. Esta relación, al principio amistosa y luego apasionada, le acarreará múltiples dificultades, ya que a través de ella descubre que el gobierno militar basa sus cimientos en el cotidiano horror de matar sin piedad a quienes los supone contrarios a su régimen. A pocas cuadras del estadio monumental de fútbol se halla la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los centros de detención, y a donde es trasladado Maurizio, sospechado de estar involucrado en la célula en la que milita Ana. Sorprendido y golpeado brutalmente, el periodista comienza a comprender que ese Mundial de fútbol es una pantalla para que la mayoría del pueblo ignore lo que está ocurriendo. Con su vida en peligro, Maurizio deberá luchar a brazo partido contra esos sádicos personajes que lo acorralan y lo humillan, sin creerle en ningún momento que su misión era sólo cubrir las alternativas del Mundial. Mientras tanto Ana sufre en silencio el encierro de alguien con el que halló el verdadero amor, y deberá jugar su carta más arriesgada para que él quede libre y pueda retornar a su Italia natal. El film desarrolla esta temática con gran fuerza dramática y va descubriendo un patético cuadro en el que no sólo la fuerza militar es culpable, sino que dentro del ámbito familiar hay también personajes ocultos que traiciona a sus seres más allegados. El elenco cumple sus respectivos cometidos con indudable solvencia, ya que tanto Alessio Boni como Florencia Raggi, Jorge Marrale y Giuseppe Battiston supieron radiografiar con autenticidad a sus respectivos personajes.
Miguel Angel Estrella, el artista y el hombre El piano mudo emociona con la figura del creador Miguel Angel Estrella, xoncertista de piano de fama internacional y luchador por los derechos del hombre, es el protagonista de este film, donde es encarnado por el actor Sebastián Blanco Leis. El director Jorge Zuhair Jury supo captar la emoción de la vida del artista, desde su nacimiento en Vinará, un pequeño y pobre pueblo ubicado al norte de Tucumán, hasta su triunfo artístico mundial, pasando por su persecución política en la Argentina y por su detención y tortura en el Uruguay, donde había buscado refugio luego de su exilio. Así puede vérselo en un rústico camión trasladando su piano a los desiertos, alfabetizando y brindando conciertos en cárceles, escuelas y hospitales en momentos del comienzo del Plan Cóndor. A pesar del horror de esos momentos, Miguel Angel Estrella continúa clandestinamente movilizando acciones humanitarias en su tierra, para luego huir al Uruguay, donde es detenido y torturado. Filmada con considerable calidad estética, El piano mudo es un relato de indudable reciedumbre dramática, en el que un elenco seleccionado con inteligente mirada supo compenetrarse de sus respectivos papeles. Una música de gran valor melódico y una fotografía de logradas tonalidades apoyaron esta historia que de la realidad salta a la pantalla grande y descubre en Miguel Angel Estrella a un músico que es, además, un ejemplo de valentía en medio del terror vivido en los años de la dictadura.
Ricardo Becher, recobrado en el cine A fines de la década del 60, un visionario grupo de directores intentó impulsar un movimiento político y estético que muy pronto configuraría una nueva visión de la cinematografía argentina. Entre ellos estaba Ricardo Becher, un estudiante de música y de arquitectura que se vinculó a la pantalla grande a través del documental Análisis de una feria modelo y que luego fue ayudante de Leopoldo Torre Nilsson. Sus films Racconto , Tiro de gracia y El gauchito Gil, la sangre inocente lo colocaron en la vanguardia de aquel movimiento, que le daba un aire nuevo a un adocenado ciclo fílmico nacional y se convirtió en un icono para generaciones posteriores de realizadores. Ahora, a sus 80 años e internado en un geriátrico, Becher es rescatado por el director Tomás Lipgot en este documental que retrata el presente del cineasta al mismo tiempo que repasa su historia, se detiene en su relación con su amigo el bailarín José Campitelli y capta las opiniones de algunos de sus colaboradores y alumnos. A través de diálogos cotidianos, Becher va surgiendo del olvido con fragmentos de sus películas y de opiniones de importantes críticos de nuestro medio que lo conocieron en su esplendor. Este documental queda como un merecido homenaje a uno de los realizadores más importantes y menos reconocidos de nuestro medio, que escapa a cualquier visión fúnebre para celebrar la vitalidad y la vigencia de esa personalidad tan rebelde como liberadora. Una cámara ansiosa por captar tanto el rostro de Becher con sus gruesos anteojos y su encanecida barba como sus paseos por las calles porteñas imprime una fuerte emoción a este film que es, sin duda, y tal como él mismo lo dice, una especie de testamento dedicado a las nuevas generaciones de realizadores que tienen en él a un maestro singular y a un hombre que afrontó con firmeza los más crudos embates de la vida.
Oliver Stone y su cámara mirando al Sur Siempre dispuesto a romper con las convenciones, Oliver Stone se embarca en este documental en un viaje por cinco países de América latina para radiografiar a sus actores políticos y sociales. La cámara del realizador procura, a través de entrevistas a siete presidentes elegidos por el pueblo, manifestarse acerca de la percepción errónea que de ellos y sus políticas tienen los principales medios de comunicación del hemisferio norte. El film se apoya en diálogos informales que Stone mantiene con Hugo Chávez, Evo Morales, Lula da Silva, Cristina Kirchner, Fernando Lugo, Rafael Correa, Raúl Castro y Néstor Kirchner. A través de escenas de noticieros, se van presentando las historias recientes de esos países, y así este documental va ganando en interés; más allá de las opiniones de cada uno de los entrevistados, recala en la intimidad de los gobiernos. Al sur de la frontera procura explorar esos movimientos sociales y políticos que emergen detrás de las percepciones sesgadas de la prensa norteamericana y da lugar a algunas controversias que surgen de los diálogos de esos mandatarios con Stone. No todo es tan serio y formal como se podría, porque también, en esos diálogos, se ve la personalidad de los entrevistados entre recuerdos personales y diversidad de opiniones.
Secretos en una familia de clase alta peruana Diego y Andrea, hijos de un acaudalado empresario, transitan sus horas entre alegres amigos, bailes y fiestas. Pero entre ellos hay un secreto bien guardado: Diego está enamorado de su hermana y ella, por su parte, tiene sus propios problemas que esconder. Agustín, padre de ambos, llevó a su rica mansión a Elisa, su nueva novia, 20 años menor que él, y de una condición económica más humilde. Elisa tendrá que aprender rápido a vivir en ese mundo artificioso si se quiere convertir en la dama de sociedad que siempre quiso ser, en tanto que Diego sufre íntimamente que Andrea viva de amorío en amorío y de sexo sin compromiso. Esta historia pretende reflejar a una familia atrapada en los rígidos mecanismos sociales de la clase alta peruana donde los personajes actúan como dioses más allá de las reglas, de la moral y de la decencia. El director y guionista Josué Méndez intentó dar así una profunda mirada a esos hombres y mujeres que conviven entre lo frívolo y lo hermético, pero tropezó con un guión que carece de fuerza dramática y se pierde entre las enredadas madejas de diálogos repetidos y situaciones morosas. Poco es lo que queda por rescatar de esta trama que, lentamente, va insertándose en lo monótono de las aventuras y desventuras de sus personajes centrales y del coro que los rodea. El film decae a cada momento por su falta de hondura. Tampoco el elenco supo compenetrarse de sus respectivos papeles y los rubros técnicos no pasaron tampoco de la mediocridad.
Tres policías frente a la oscuridad Azotada por los robos, las violaciones y los asesinatos, una zona de Brooklyn está en la mira de las fuerzas policiales. Precisamente allí, tres detectives sin conexión entre ellos y con carreras muy diferentes, coincidirán durante una multitudinaria redada. Eddie es un hombre autodestructivo que está próximo a jubilarse; Sal ha caído en la corrupción, en tanto que Tango trabaja encubierto en un caso de drogas y deberá traicionar a un traficante que se ha convertido en su mayor amigo. Estas vidas no se cruzarán del todo por la trama, por momentos algo confusa, que recae reiterativa en radiografiar a ese trío policial visto desde lo más profundo de sus intimidades. Hay en ellos rencor, compasión y envidia. No son, precisamente, un ejemplo para las fuerzas de la ley, pero saben muy bien cómo moverse en esa zona de Brooklyn en la que la violencia y la tortura son moneda corriente en cada noche de la semana. Tortuoso El director Antoine Fuqua, el mismo de la recordada Día de entrenamiento , supo aquí lograr ese clima oscuro que pedía un guión que va desenhebrando los costados más tortuosos de esos tres policías que, en definitiva, creen en la justicia a pesar de que sus comportamientos se enlazarán muy duramente con una violencia que ellos saben planificar para proseguir con sus respectivos actos reñidos con la bondad y la humildad. Retrato duro y realista, el film consigue atraer por la fuerza de sus protagonistas. Richard Gere apuesta a su torturado Eddie con convicción y logra crear un prototipo de alguien hundido en la miseria y en la ruindad, en tanto que Ethan Hawke, Don Cheadle y Wesley Snipes consiguen congeniar la amargura y la ambigüedad que requerían sus respectivos personajes.
Pasiones y vanguardia artística El mural retrata a la elite porteña de los años 30 con sensibilidad y pericia En los años treinta llega a Buenos Aires el ya por entonces prestigioso muralista mexicano David Alfaro Siqueiros. Aquí toma contacto con las más importantes figuras de la cultura y de la sociedad de la época, entre ellas Pablo Neruda, que se hallaba en el país, y conoce a Natalio Botana, propietario y director del diario Crítica . Ese muralista subyugado por el micromundo artístico y por las más hermosas mujeres que lo rodean acepta un gran desafío: hacer en la quinta Los Granados, de Botana, un gran mural que abarcaría todo el sótano de la finca. Con la colaboración de los pintores argentinos Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni y Juan Carlos Castagnino y el escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro, el mural va tomando cuerpo mientras se tejen varios conflictos íntimos que, en torno de Siqueiros, conforman la contradictoria esposa de Botana, la poetisa Blanca Luz Brun y el propio Neruda, a los que se suman figuras tan importantes de esos años como la escritora Victoria Ocampo y el presidente Agustín P. Justo. No era fácil narrar una anécdota que, basada en hechos reales, hiciese pie en un momento decisivo de la elite porteña, pero Héctor Olivera, como ya lo había demostrado en ¡Ay, Juancito! , supo componer con atenta mirada esos personajes que transitaron por la historia argentina. Con una minuciosa reconstrucción de época que abarca desde la mansión de Botana hasta las instalaciones del mítico diario, pasando por calles y lugares típicos de aquellos tiempos, el realizador demuestra una vez más su pericia para retratar a Siqueiros y especialmente a Botana y su familia, insertos estos últimos en las convenciones de la época, y a ello ayuda el casting de sus actores. Así Luis Machín como Botana, el actor mexicano Bruno Bichir como Siqueiros y Carla Peterson, Ana Celentano y Sergio Boris supieron salir airosos de sus respectivos compromisos. No menos lograda es la fotografía de Félix Monti y, sobre todo, la labor de Graciela Galán, que recrea ajustadamente el vestuario de la época. El mural es, pues, un logrado intento de Olivera de sumar a su extensa filmografía un momento más de las páginas de nuestro devenir histórico, y lo hace con el oficio y la sensibilidad que siempre puso de manifiesto en toda su filmografía.
Documental sobre las entrañables salas de barrio El paso del tiempo, sumado al auge de la televisión y de los videos y a cierto retraimiento financiero, hizo que los cines de barrio fueran desapareciendo para convertirse en sitios destinados a cultos religiosos, a bingos, a playas de estacionamiento. El director y guionista Lucas Brunetto destacó en este cálido documental la centralidad que tuvieron esas salas y para realizar este recorrido histórico convocó a un grupo de hombres que, por su labor, hicieron posible por décadas su funcionamiento; así, proyectoristas, acomodadores, carameleros y combinadores (los que llevaban los rollos de películas de una sala a otra en rápidas maniobras de sus motocicletas o de sus desvencijados autos) se transforman en los verdaderos protagonistas del film. En una crónica íntimamente ligada al afecto y a la memoria Damiano Berlingieri, José Olguín, Pedro Strelec, Oscar Ursi y Noelio Cornelio, que en aquellas épocas de esplendor fueron tanto proyectoristas como carameleros, acomodadores y combinadores, relatan sus vivencias teñidas por una pátina de melancolía, de alguna lágrima que corre por sus mejillas y de variadas anécdotas que reflejan aquellos años en que en el Gran Buenos Aires se multiplicaban los cines y el público de esa zona podía tener las pantallas casi al lado de sus viviendas. Este documental se convierte así en un homenaje a esos cines a los que la modernidad dejó de lado y que ahora, y a través del esfuerzo de los vecinos, intentan volver a ocupar aquellos lugares como una necesidad para la reconstrucción de la memoria colectiva.