Instrucciones para aprender a sobrevivir la existencia Tres personajes disímiles crean una nueva familia Paloma es una niña de 11 años, hija de una familia aristocrática, cuyo padre es un insípido ministro de gobierno, su madre una superficial dama de sociedad y su hermana adolescente alguien que sólo se preocupa por su apariencia externa. Paloma, pues, es la "oveja negra" de esa familia y posee una mirada nihilista de la sociedad, crítica en cuanto al comportamiento de sus parientes y una actitud anarquista. La chica promete suicidarse cuando cumpla 12 años, y para ello desea dejar un testimonio de su visión de la humanidad registrado en una pequeña cámara con la que filma afanosamente todo su superficial micromundo. Nada parece alterar la existencia de esa joven hasta que toma contacto con Renée, la hosca, solitaria y austera portera de su edificio. Esta, sin embargo, posee una gran belleza interior, ama la literatura y el cine japonés y no tardará en comprender la angustia de Paloma a través de sus cada vez más profundos diálogos y de los paseos por las calles del barrio. La directora Mona Achache logró, sobre la base de estos personajes, un relato alejado del simple melodrama, que muestra la necesidad de estar siempre acompañados por alguien que pueda comprender las angustias y las sorpresas del otro. La tragedia, sin embargo, no estará ausente en torno de ellos quienes, sin embargo, ya habían aprendido la lección de transitar la vida con la simplicidad de lo que ofrece el destino. La realizadora supo elegir con enorme cuidado a su elenco, y así Garance Le Guillermic como Paloma; Josiane Balasko como Renée y Togo Igawa como Ozu (el inquilino japonés que se muda al edificio y recrea los detalles de su patria en su departamento), supieron imprimir credibilidad a cada uno de sus mínimos actos.
Cuando la medicina es una simple epopeya En un barrio de La Matanza todo es pobreza y desolación. La salud es uno de los problemas más trágicos que deberán enfrentar los seres de triste presente e incierto futuro que viven allí. Sin embargo, entre las calles de barro y los carros que transportan lo más indispensable para la subsistencia, se levanta una pequeña sala atendida por Néstor Olivieri, un médico que, dejando de lado su confortable consultorio, se dedica a brindar asistencia tanto a pequeños con enfermedades derivadas de su desnutrición como a mayores que llegan hasta él con la confianza de que su salud pueda ser recuperada. Además, Olivieri, a quien todos llaman El Chino, regala libros sobre la maternidad a las embarazadas, ayuda a jóvenes drogadictos, entrega diplomas a vecinas que concurren a un curso de salud inventado por él y, en su destartalado automóvil, se encarga de repartir medicinas que logró rescatar de los laboratorios. El director Pepe Salvia fijó su atención en ese personaje y, casi en soledad y con una cámara que fija su objetivo en ese micromundo de desolación, logró un documental de enorme valor emotivo que es, al mismo tiempo, la radiografía de una porción de seres humanos alejados de la comodidad y de la simple alegría de todos los días. El guión se va armando a medida que el barrio muestra sus diversas aristas y se van superponiendo historias individuales y grupales que giran en torno del médico. En este relato, El Chino es un revolucionario que halló su lugar en ese territorio en el que la humildad de sus habitantes le sirve para demostrar que todavía es posible ayudar a sus semejantes en medio de la estrechez de sus medios económicos.
Cuando el mal se vuelve angustiante cotidianidad El secundario en 1982, como metáfora de la sociedad Corre 1982 y la Guerra de las Malvinas está muy cerca de convertirse en una dura realidad. Los alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires dejan transcurrir, ajenos a la tragedia, los monótonos días entre libros de texto, exámenes y preocupaciones de adolescentes. Entre ellos se desplaza María Teresa, una preceptora que vigila con ojos escrutadores a esos muchachos que ven en ella a un ser desprovisto de calidez y de humanidad. Sexualmente reprimida, se obsesiona por aplicar a cualquier precio las reglas más severas y así, comienza a esconderse en los baños de los varones para sorprender a los que fuman y delatarlos ante Biasutto, el jefe de preceptores. Poco a poco, María Teresa hace de ello un hábito oscuramente excitante, una rigurosa vigilancia tan inflexible como cotidiana. El director Diego Lerman logró, con indudable capacidad, dejar fuera de campo las funestas persecuciones y los horrores de la dictadura militar para apuntar directamente a esos protagonistas que recorren un micromundo de delaciones y de maldades. Narrado de una manera tan minimalista como exhaustiva -elementos destacados en la novela original-, el film logra un clima casi siniestro en torno de esa mujer que, desde su soledad, se transforma en alguien dispuesto a la dictadura más atroz para conseguir algo de lo que siempre careció: la humildad y la comprensión. El realizador, que ya había dado indudables muestras de su talento en Tan de repente y en Mientras tanto , logró aquí una metáfora de los años más duros de la reciente historia argentina. Y lo hizo con enorme calidad tanto artística como técnica, ya que la labor de Julieta Zylberberg logró, sin duda, encarnar con enorme fervor a esa María Teresa deshumanizada, en tanto que Osmar Núñez, como Biasutto, logró imponer su capacidad actoral a ese preceptor digno exponente de una etapa de terror y persecuciones. La excelente fotografía y la impecable dirección de arte son otros puntos sobresalientes de este film que obliga a la reflexión por el camino de una cotidianidad tan simple y, a la vez, tan angustiante.
Criaturas misteriosas en busca de redención Buscemi se luce como actor y director El director holandés Theo van Gogh murió en 2004, tras rodar Interview , asesinado por un fanático indignado por el activismo del realizador contra el radicalismo islámico. Tres años después, productores norteamericanos encargaron a Steve Buscemi concretar una nueva versión de esa historia. Pierre, un periodista político sin mucha suerte, debe entrevistar a Katya, una reconocida actriz y permanente objetivo de los papparazzi. Cuando el periodista se entera de que un escándalo planea sobre la Casa Blanca, desea cubrir esa noticia, pero sus jefes insisten en que debe concretar la entrevista con esa mujer de singular belleza y misteriosa personalidad. Ambos se encuentran en un lujoso restaurante de Manhattan y Pierre no tardará en detestar a la actriz. Sin embargo, un hilo fino y misterioso los irá uniendo desde el momento en que Katya invita al periodista a su departamento. Allí, ambos irán abriendo sus almas, y la confrontación se transforma en una apasionada partida de ajedrez. La trama se inserta con indudable emoción en esos dos únicos personajes que saben que de esos diálogos, sumados a las drogas y al alcohol, surgirán fantasmas del pasado. Con un tono casi teatral (toda la acción se desarrolla en el departamento de Katya), el director Steve Buscemi logró hurgar con un implacable bisturí la vida de esa pareja para la que la honestidad lleva a la desilusión. El ingenio, la intriga y la tensión sexual aparecen a cada instante de esos diálogos en los que ambos procuran salvar sus, en definitiva, pobres existencias. Como actor, Steve Buscemi logró una impecable tarea que nace de la fuerza de sus emociones y de la necesidad de saber siempre más acerca de su acompañante. Sienna Miller, por su parte, une a su belleza un aire casi siniestro que trata de ocultar en esas largas conversaciones que la impulsan a descubrirse ante ese ocasional compañero de una noche que parece más oscura a través de sus problematizadas vidas.
Una comedia como de otro planeta Pájaros volando tiene un guión muy original y desopilantes actuaciones de su numeroso elenco Platos voladores, seres de otros planetas y el misterio que produce su aparición en la Tierra son presa fácil para el humor si se dispone de la necesaria habilidad para convertir las disquisiciones filosóficas en una alocada aventura con aire bizarro y estrafalarios personajes. Esto es, precisamente, lo que el director Néstor Montalbano logró en este film, basado en un original guión de Damián Dreizik, que fija su eje en José, un músico que en tiempos mejores había integrado una exitosa banda de rock. Este hombre que sueña con reeditar aquellos tiempos de esplendor es hoy un simple empleado que un día se reencuentra con su primo Miguel, que le propone trasladarse con él a un pequeño pueblo serrano para cambiar su vida. Tras algunas dudas, acepta el ofrecimiento, pensando en volver a transformarse en un músico de prestigio. Y hacia aquel lugar se traslada el dúo, pero la sorpresa de este hombre es mayúscula cuando se encuentra en ese pueblito con una comunidad hippie en la que casi todos sus habitantes hablan de seres de otro planeta al que ellos esperan viajar. José se deja tentar por el entusiasmo de quienes lo rodean y se transformará, también, en uno de los posibles candidatos a dejar nuestro planeta. La trama no deja nunca de lado los disparates más absurdos y se apoya siempre en un guión construido sobre la base de situaciones que dan lugar a la sonrisa espontánea y a un entretenimiento que nunca decae en su alocado transcurrir. El director Néstor Montalbano, que ya había dado muestras de su eficacia en Cómplices y en Soy tu aventura, logró imponer el exacto ritmo que pedía esta travesura que muestra a una fauna humana alejada de la simple cotidianeidad para esperar recorrer otros alejados mundos. El realizador halló en el elenco otro punto a favor para contar su anécdota. Diego Capusotto logró con auténtica simpatía ponerse en la piel de ese José que deberá cambiar sus ansias musicales para ser otro pasajero más de un viaje soñado, en tanto que Luis Luque se lució en su papel de hippie empeñado en que su plan llegue a buen film. No menos atractivos son los trabajos de Verónica Llinás, de Alejandra Flechter y de Damián Dreizik, en tanto, y como un original guiño, aparecen en la pantalla las figuras del periodista Víctor Hugo Morales o del político Antonio Cafiero. Pájaros volando queda, pues, como una muestra atípica en la cinematografía local, apoyada, además, por una excelente fotografía y por una música que, con nerviosos ritmos, redondea esta aventura que divierte de principio a fin.
Romanticismo negro y urbano La sangre y la lluvia redondea un contundente debut del realizador colombiano Jorge Navas La lluvia cae intermitentemente sobre Bogotá. Pocos son los transeúntes que circulan por esas calles violentas, tétricas y silenciosas, y sólo Jorge, conduciendo su taxímetro, se atreve a trabajar, y poco tarda en recoger a una bella pasajera. Ella es Angela, una prostituta que reconoce a ese hombre como alguien solitario que carga sobre sus hombros un pesado problema. Ambos ya se han acostumbrado a los barrios más peligrosos de esa ciudad, pero no están preparados para los horrores que vendrán en las seis horas siguientes a ese casual encuentro. Poco tarda la pareja en relatarse sus angustias cotidianas. El sufre por la violenta muerte de su hermano, mientras ella confiesa su soledad sólo reparada por los circunstanciales hombres que pagan por su compañía. De pronto, un grupo de individuos castigan ferozmente a Jorge, quien, acompañado por Angela, se hace atender en un hospital y, casi con un dejo de lástima, la mujer lo invita a su casa. Historia sin duda fuerte y dramática es la que el director Jorge Navas presenta a través de estos dos seres a los que el destino los une para luego convertirlos en víctimas de sus propios destinos. Narrado con ritmo casi policíaco y de suspenso, el film va destapando en menos de seis horas (lo que dura una noche), los dolores y las soledades de los protagonistas. El realizador no escatimó esfuerzos, a veces con mano tan dura como con visión pesimista, para seguir el recorrido de ese hombre y de esa mujer inmersos en el infierno de la noche bogotana. Por momentos el relato cae en un melodrama excesivamente abrumador, pero ello no perjudica demasiado esta historia, que posee un romanticismo negro del que surge la violencia por la que deben transitar los dos protagonistas. Los trabajos de Gloria Montoya y de Quique Mendoza apoyaron con notable fuerza esta anécdota que presenta una cinematografía como la colombiana, tan poco difundida en las pantallas comerciales. Los rubros técnicos son otros elementos válidos para que La sangre y la lluvia se transforme en una cruel radiografía de dos seres marcados por la violencia y por la crueldad que los arrincona en un camino sin salida.
Travesía larga, pero carente de emoción Una historia real llevada a la ficción Entre lo documental y lo ficcional, el director Francis Estrada se propuso con El viaje de Avelino trazar una historia en la que la pobreza y la falta de recursos para solucionar los más elementales problemas cotidianos se conviertan en el eje. Se trata de la historia de un hombre que vive con su esposa y con sus hijos en un casi desértico paraje de Río Grande, donde cría corderos y gallinas, y realiza sus habituales tareas dentro de un mutismo que sólo rompen los simples diálogos que mantiene con su mujer. Pero un día, Nely, una de sus hijas, enferma gravemente, y Avelino decide llevarla, a lomo de mula y envuelta en deshilachados abrigos, hasta el pueblo más cercano donde hay médicos y hospital. El novel realizador procuró dotar a esta historia (si historia puede llamarse a ese interminable viaje entre montañas y caminos desérticos) de calidez, pero su propuesta cae en una total monotonía, ya que una cámara manejada con algunos aciertos en el enfoque de la geografía del lugar no se preocupó demasiado en aligerar este largo viaje. Así, las buenas intenciones del director tropiezan con un guión carente de emotividad que sólo refleja las desventuras de su protagonista en medio de la nada. Así, el film se convierte en pantallazos sin solidez dramática ni interés como documento humano. Si algo puede rescatarse de esta película es una buena fotografía que refleja todo ese panorama que deben recorrer Avelino y su hija.
Chicos y bichos, para salvar los bosques Cuentos de la selva, la película animada argentina, adapta varios de los conocidos cuentos de Horacio Quiroga Con indudable pericia, Jorge Maestro, Horacio Grinberg y Axel Nacher adaptaron algunos de los cuentos de Horacio Quiroga que hablan de la relación del hombre con el medio ambiente, del respeto por la vida, de la destrucción y de la preservación de la naturaleza. Aquí, los animales que habitan la selva observan que llegan enormes camiones y grúas para convertir a ese lugar paradisíaco en un moderno espacio turístico. Los árboles son derribados y todo amenaza con transformarse en un infierno para la fauna que vive allí. Oncade, un hombre obsesionado con su trabajo de peón, lleva a su tarea cotidiana a Tomy, su hijo de ocho años, quien ve con enorme desesperación la forma en que el millonario empresario Davius planifica la destrucción de la selva tropical. Un yaguareté toma conciencia de esta amenaza y advierte a los demás animales sobre lo que ocurrirá cuando no haya más árboles, más sombra, más agua y, en definitiva, más vida. Esto dará comienzo a una gran lucha. Sin embargo, finalmente toda esa gran fauna se dará cuenta de que sólo luchando juntos podrán ganar la batalla contra sus enemigos humanos. Los guionistas lograron adaptar en forma amena y didáctica los cuentos de Quiroga, y así este dibujo animado, con fondos realizados a mano, se convierte en un entretenido pasatiempo. Las voces del cantante folklórico Abel Pintos como el coatí Ku; de Rubén Stella como el yaguareté que se transforma en capitán de los animales en rebelión; de Santiago Rovito, que presta su verbo al pequeño Tomy; de Cristina Murta, que otorga sus palabras a una simpática lechuza, y del resto del elenco supieron dar con indudable simpatía la forma en palabras que necesitaba ese grupo de seres de la fauna amenazada por la codicia y por la necedad de los humanos.
Un complicado pero promisorio debut Cabeza de pescado, ópera prima de July Massaccesi La incomprensión, la vaciedad matrimonial de los días sin diálogos ni alegrías y la necesidad de tomar nuevos rumbos son los elementos que sufre cotidianamente Calvino, un taxidermista que trabaja en el Museo de Ciencias Naturales y restaura piezas para un centro de exposiciones. Su hijo, de 12 años, afectado por un extraño virus que lo convierte casi en un monstruo, está permanentemente solo en una habitación de la casa del matrimonio de Calvino y su esposa, Stella, que está al borde de la locura. Todo transcurre de manera anodina hasta que un día Calvino conoce a Rosie, una bella y angelical mujer golpeada por su marido. Entre ambos comienza a nacer un sentimiento de amor y compasión. Pero Stella descubre la infidelidad de su marido y comprueba que éste ha dado por dinero al hijo. July Massaccesi debuta en el largometraje con este film interesante. Rodado en blanco y negro, el relato va ganando en interés a medida que sus protagonistas, como náufragos de un buque hundido, tratan de salvar lo poco que les queda. El elenco acompañó acertadamente esta propuesta bastante inusual en la cinematografía local. Martín Pavlovsky compone con sobriedad a ese hombre necesitado de cariño y preso de sus contingencias, en tanto que Ingrid Pellicori vuelve a demostrar sus excelentes condiciones interpretativas en la piel de esa Stella torturada por la necesidad de salvar a su hijo. Laura Nevole no desentona como esa Rosie sedienta de comprensión, en tanto que una cámara manejada con indudable calidad en sus encuadres permite descubrir a una nueva y promisoria directora.
Stephen Frears vuelve al amor "de época" Michelle Pfeiffer y Rupert Friend, al frente de Chéri Antes de la Primera Guerra Mundial, París era el centro del mundo. Allí, alrededor de artistas, modistas y músicos, las cortesanas, tan bellas y experimentadas en el arte de amar que eran mantenidas con gran lujo por los hombres poderosos de la época, transitaban los más encumbrados salones. Léa es una de ellas, y ahora, ya casi en la madurez, se ha retirado. En una visita a su amiga Madame Peloux, conoce a Chéri, el hijo de ésta. Madame Peloux posee grandes proyectos para el joven, pero primero le pide a Léa que lo prepare para transitar por salones, calles y tabernas parisinas. Ella acepta, pero lo que comienza como travieso flirteo se convierte en un fogoso amor que durará seis años. Sin embargo, la madre del muchacho decide casarlo con una joven tímida, hija de otra cortesana de lujo. El matrimonio sale a recorrer el mundo mientras Léa comprende que ha perdido a su verdadero amor. Chéri tampoco puede olvidarla y al volver a París intentarán vivir su amor. La historia, adaptada de una novela de Colette, radiografía con certeros hallazgos ese enfrentamiento entre la fragilidad del paso del tiempo y la de la doble moral. Casi con el mismo equipo que veinte años atrás el director Stephen Frears rodó Relaciones peligrosas , logró ahora un relato tenso que no cae en el simple melodrama. Impecable es el trabajo de Michelle Pfeiffer como esa cortesana sedienta de pasión verdadera, en tanto que Rupert Friend logra salir airoso de un personaje cuyas facetas van quedando en descubierto con el transcurrir del relato. No menos laudatoria es la labor de Kathy Bates, como la madre, en tanto que el resto del elenco, la excelente reproducción de época y la música y la fotografía apoyan con talento esta historia que habla de deseos, pero también de amor sin prejuicios y de la inutilidad de poder detener el tiempo que se escurre entre la seducción y la muerte.