Hay un libro que recomiendo, se llama “La imagen justa. Cine Argentino y política (1980-2007)”, está escrito por Ana Amado, querida profesora y teórica del cine, fallecida en el 2016, en el que se analizan distintos vínculos entre lo político, lo social, lo estético, lo poético y también lo ético. Hay un capítulo en especial, que es el dedicado al cine realizado por los hijos de desaparecidos (M de Nicolás Prividera, Los rubios, de Albertina Carri o Papá Iván, de Inés Roqué por ejemplo) donde se analiza estos relatos estatutarios del cine argentino y el largo camino recorrido por ellos como “relatos teleológicos del amor y de la guerra”, que aquí Amado cita a Miguel Dalmaroni para entender estas nuevas subjetividades que vuelven una y otra vez a esta memoria siempre en construcción. Salvo por el hecho que en esta película que se estrena el próximo 6 de abril, la historia no es la de la directora, sino que se trata de la de Rogelio, Jazmín y Rolando, los tres hijos del dr. Agustín Goiburú, (el opositor político más importante al régimen de Stroessner en Paraguay, desaparecido en el marco del Plan Cóndor durante las dictaduras cívico militares de Paraguay y Argentina en el año 78), los mecanismos que se presentan son algunos de los que operan en aquellas películas mencionadas. Aquí, los hijos narran de modo testimonial la historia de su padre. El dispositivo es abierto, multidimensional, hecho de capas temporales a través de recursos visuales y sonoros superpuestos, silencios y sonidos, planos largos y planos cortos en ritmo que sólo el film comprende. Reconocida por su primer largometraje, Hamaca paraguaya, ganadora por ejemplo del Premio Fipresci en Cannes 2006, Ejercicios de memoria, Paz, Encina mantiene aquí una coherencia estética y formal realmente llamativas. Se trata de su segundo film, producido en conjunto con Argentina, Paraguay, Francia, Alemania y Qatar. Hablaba de las capas de sentidos a las que apela la realizadora paraguaya: sonidos (el del agua, , el del canto de los pájaros y las chicharras, los insectos, los ladridos de perros o el chirrido de una puerta), imágenes (árboles, río, caballos, senderos en la selva, reflejos en las ventanas, interiores antiguos en medio de la selva comidos por las plantas, el polvillo que se percibe suavemente en el rayo de sol en el cuarto). Todo ese aparato sensorial tiene que ver con los impecables trabajos de Guido Beremblum en sonido y de Matías Mesa en fotografía. Encina se detiene en estos elementos con la paciencia de la contemplación que había tensionado al extremo en Hamaca paraguaya, 10 años atrás. Ahí la primera huella de esa coherencia. El modo poético del film asoma ya en los primeros minutos a través de la voz en over de un niño que nada por debajo del agua y que habla de las plegarias de su bisabuelo, de su abuelo o de su madre honrando a Dios en el monte. El vínculo con la naturaleza está planteada a lo largo de toda la película: tiene que ver con el sentido mismo de la construcción de esa memoria que es, básicamente, la narración de otra narración, la de la infancia “me contaron de dejar las cosas, de perder las cosas; me hablaron de miles de casas, las ciudades, los barrios y de una bufanda rosada con la que ataban armas”, dice una voz mientras el tic tac del reloj recuerda que hay un tiempo presente debajo de esa voz que remite a un tiempo pasado. La infancia es el germen de todo y allí irán los niños caminando por la selva entre restos de construcciones abandonadas, o un poco más adelante en el relato, los jóvenes y sus caballos en el medio del monte, o en uno de los momentos más bellos del film cuando se bañan en el río. Interesante ese juego visual de contraposición entre la libertad y el exilio. En el principio, Ramón Ayala suena desde su canción “Mi pequeño amor” superponiendo esas imágenes íntimas con una canción íntima, haciendo que esto sea lo que prima sobre lo otro: lo político entra en el film a los 17 minutos a través de fotografías policiales y las voces narradoras de los hijos, ahora adultos, que se sobreenciman con imágenes no esclarecedoras o descriptivas, sino más asociativas y sensoriales Son buenos los tiempos que para volver a recuperar estos temas: Ejercicios de memoria es un film sobre la memoria pero también es un film sobre los sentidos, se estrena este jueves y significa el retorno al largometraje de una directora que prometía muchísimo ya en su ópera prima.
No hay palabras en Oscuro animal, tal vez porque la palabra es lo que nos hace humanos y porque en el extremo de lo humano está la guerra y la violencia. - Publicidad - Y la violencia hacia las mujeres que, sabemos, es violencia multiplicada. Con ausencia de diálogos y apelando a la densidad del tiempo en los planos mayormente fijos, la primera película de ficción el colombiano Felipe Guerrero entrelaza las historias de tres mujeres, Rocío, La Mona y Nelsa víctimas del conflicto armado en Colombia. Y lo hace de modo silencioso, pero con una densidad tal que no hace falta agregar mucho más. Una mujer que vuelve a su casa y su familia ha desaparecido, otra que vive con un soldado armado que la viola, la tercera es soldado paramilitar y es abusada por un comandante. El mundo masculino en Oscuro animal es amenazante y despreciable, los hombres son los dueños de las armas y del territorio, las mujeres ladean esa geografía selvática, laberíntica, llenas de miedo y fragilidad. Pero son las que terminan albergando, rescatando, las que se solidarizan entre ellas, salvan a las otras. La huida es imprescindible para la supervivencia, las tres llegarán a los bordes de la ciudad: un mercado, un barrio y una estación de camiones En ese silencio de las voces, en el espacio sonoro del interior del campo y del fuera de campo y esos largos planos de la fotografía de Fernando Lockett construyen un film doloroso y bello, el de un país ocupado por el paramilitarismo y el narcotráfico, un país profundamente machista, atravesado por la violencia de género, la miseria y las matanzas generalizadas que fuerzan a la emigración. Protagonizada por Marleyda Soto, Jocelyn Meneses y Luisa Vides, Oscuro animal fue realizada en coproducción con Colombia, Argentina, Holanda, Alemania y Grecia, tuvo su premiere internacional en el Festival de Rotterdam, ganó el premio AECID en el Festival de San Sebastián y el premio a mejor película en los festivales de Guadalajara, Lima y del Tarkovsky Film Festival, entre otros. Se estrena el jueves 16 de marzo en Buenos Aires Estreno Jueves 16 de Marzo en BAMA Cine Centro Cultural Leonardo Favio (Río Cuarto – Córdoba); Cine Teatro Pico (Gral. Pico – La Pampa); Centro Cultural Jose Hernandez (Rawson – Chubut) y Centro Cultural Cotesma (San Martin de los Andes – Neuquén)
De gestos contradictorios trata este mediometraje de 52 minutos que se estrena mañana domingo en MALBA. El gesto de la solidaridad vrs el del abandono, el de la esperanza y la fe contra la desesperación, la felicidad de la infancia vrs la adultez humillada. La vida frente a la muerte. De decisiones y milagros trata este film que con buena cantidad de fotografías y los conmovedores testimonios de dos mujeres que hoy viven en Argentina (la Lea y Mira del título) se vale la realizadora Poli Martínez Kaplún para describir el Holocausto nazi, 83 años después del comienzo de la guerra y 71 años de la liberación de Auschwitz. Lea (Liza) Zajak de Novera nació en Bialystok, Polonia, donde pasó una infancia feliz; pero, a sus 12 años, en Septiembre del 1939, al estallar la Segunda Guerra mundial, su vida se quiebra para siempre y fue liberada por los rusos a orillas del Río Elba el 23 de abril de 1945. Mira Kniaziew Stupnik nació en Bialystok, Polonia en 1928. Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, la armonía del hogar que compartía con sus padres y hermano fue quebrada. Al producirse la división de Polonia entre URSS y Alemania, su ciudad quedó controlada por el ejército soviético, pero en 1941 ingresaron las tropas alemanas y se desató la cacería humana. Se traen hijos a este mundo tan horrible? es una de las grandes preguntas que quedan resonando. Las respuestas están en el presente de ambas al que se llega despues de atravesar el relato de la infancia feliz y sus canciones, los horrores de los campos de concentración, su llegada a la Argentina. Hoy, Lea y Mira se vuelven a contar esas historias (es buena la elección del diálogo entre ellas donde se prometen pasar los domingos mirando películas) que seguramente contaron miles de veces, pero que se propusieron dar a conocer al mundo para luchar contra la discriminación. Lo mejor de todo es que la cámara sabe capturar estas historias como si fueran narradas por primera vez.
La curiosa Neruda ultima película del chileno Pablo Larraín (Post mortem, Prófugos, No, El club), fue la película elegida para abrir el 31° Festival de Mar del Plata en este 2016. Corre por los pasillos que en los primeros planes estaba la brasileña Aquarius, la controvertida película de Kleber Mendonca Filhio del famoso Fora Temer de Cannes, pero finalmente ésta se verá en la semana como parte de la Competencia oficial internacional. Y está bien. Anoche la apertura del Festival tuvo su gala, sin ninguna presencia oficial de primer nivel (ni la Gobernadora Vidal como se pensaba, ni el Ministro de Cultura) sí el Presidente del INCAA quien resaltó el trabajo que hará este festival por el mercado y la industria. Entendemos asi la incorporación de Neruda. Una lógica del mainstream del que, por suerte, este Festival de Mar del Plata logra escapar en el otro 99%. La tesis de Neruda, va tomando claridad a medida que lo va haciendo el relato. En plena era de la Guerra Fría, 1948, tres años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Pablo Neruda es Senador en representación del Partido Comunista, sus enfrentamientos con el Presidente Gabriel González Videla, representante de la rancia derecha chilena, títere de los EEUU, y el anticomunismo creciente hacen que el Partido pase a la clandestinidad y Neruda sea perseguido. La primera escena con el encuentro de los senadores a pleno en el baño está construida mayormente en plano secuencia, y da una primera idea de que por un lado no se tratará de un film conformista a nivel visual, pero al mismo tiempo la incorporación de la voz narradora principal va a generar una primera tensión, anunciadora de ese choque ideológico que en apariencia dará vida al conflicto central. Efectivamente, dos puntos de vista contrapuestos ponen luz sobre una narración que entrama la voz insistentemente en over del perseguidor (Oscar Peluchonneau o Gael García Bernal), y las acciones y los pensamientos del perseguido, nada más ni nada menos que el poeta ya famoso en ese momento, Pablo Neruda o Luis Gnecco. El primero, el hijo no reconocido de una prostituta y el fundador de la policía chilena de apellido extrañamente francés Peluchonneau; el otro el autor de los cantos de amor más hermosos del mundo, y de los poemas del canto general y toda su furia política: “”Por esos muertos, nuestros muertos,pido castigo./ “Para los que de sangre salpicaron la patria,/ pido castigo. / “Para el verdugo que mandó esta muerte, pido castigo. / “Para el traidor que ascendió sobre el crimen, pido castigo.” Ambos personajes, por momentos parodiados (es cuasi payasesco el maquillaje excesivo del Neruda de Gnecco o el estilo detective de historieta del policía) por momentos glorificados son los protagonistas de una trama política y policial que evidentemente forman parte de la historia de Chile pero que están diseñados por Larrain con una distancia tal que nunca llegan a convocar sinergia o empatía y cuya obsesividad (mutua?) es por momentos inexplicable. Sí lo que queda es la idea de un Neruda aprovechador, un aristócrata comunista, buscador de fama y de poder, de hábitos prostibulario, con destino diferente al de esos obreros, campesinos, trabajadores que el gobierno empieza a perseguir y matar, pero que gritan a coro “Pido castigo!” Para poner en evidencia eso, es clave el enfrentamiento de una mujer ebria que en medio de una cena interpela a Neruda para saber si ella alguna vez iba a poder tener sus privilegios. Es potente el texto de Guillermo Calderón, tal vez lo mejor de la película, y aunque sería profano decir que como película Neruda es un gran texto literario no sería muy desacertado. Los 110 minutos terminan siendo excesivos y hasta que se convierte en algo así como una reflexión sobre el metalenguaje, vale la pena el río de palabras en la voz del desafortunado bastardo Peluchonneau. Por lo demás, el público podrá ver algunos escenarios de Santiago, Buenos Aires, Valparaíso, Paris y el bello sur cordillerano nevado.
Bien podría ser un estreno más este film basado en el libro de Margot Lee Shetterly sobre la verdadera historia del papel que cumplieron las mujeres afroamericanas en la carrera aeroespacial de los EEUU durante los años 50-60, en plena Guerra Fría. - Publicidad - Sin embargo, Talentos ocultos está nominada a mejor película para los próximos Oscar, mejor guión adaptado y mejor actriz protagónica, y así es elevada por Hollywood como una película importante, y uno de los últimos emblemas antirracistas de la era Obama, período que seguramente tuvo cumbre en la fastuosa Lincoln de Steven Spielberg. Acá no hay fasto. Hay tal vez sí consciencia que los tiempos que se vienen no son fáciles. Que siempre es mejor mirar el pasado, en este caso no tan lejano, para entender la historia de la discriminación racial, a la que se le suma otra discriminación, la de ser mujeres. Salvo del maltrato policial, ni el hecho de trabajar en la NASA salva a estas mujeres de viajar en la parte de atrás de los buses o de tener que ir a los baños para “negros” o de no poder tomar café de la misma cafetera que los blancos. La película cuenta la historia de la matemática afroamericana Katherine Johnson y sus dos colegas, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, parte del equipo de la NASA en las áreas de cálculos, chequeos matemáticos y físicos. Ellas son universitarias, de cierta clase acomodada pero sometidas a la misma segregación que toda su comunidad. Me surge comparar esta historia con la de serie inglesa The Bletchley Circle, en la que un grupo de mujeres tras varios años de trabajar en secreto en la decodificación de los códigos nazis se ponen a investigar por su cuenta casos comunes, aquel lugar, Bletchey Park al que también pertenecia Alan Turing (acusado de homosexual) en el mismo trabajo de desciframiento y del que se ocupó la película Código enigma. Las historias de científicos ocultos o especialistas que cumplieron un papel fundamental durante y después de la Segunda Guerra Mundial es dada a luz en los últimos años, algunos de ellos pertenecen a minorías dobles y esto las hace más interesantes, pero normalmente a través de películas bastante mediocres, que ponen por delante de toda otra cosa el didactismo del mensaje. La película de Theodore Melfi, conocido por St Vincent con Bill Murray., no escapa de esa media.
Estaba reviendo dos comienzos de películas: el de Rescatando al soldado Ryan de Steven Spielberg y el de La delgada línea roja, de Terrence Malick, cada una marcó de algún modo la historia del cine bélico norteamericano contemporáneo. En el primero, un veterano visita un cementerio de soldados, tras unos minutos de caminar entre las tumbas un primerísimo primer plano introduce al flashback del film: 6 de junio de 1944 en las playas de Omaha. Empieza el desembarco aliado en las costas de Francia. Una cámara en movimiento acompaña en travelling los botes que acercan a los soldados a la orilla. Esa misma cámara no pierde un céntimo de movimiento cuando empieza el ataque de disparos y tiene lugar la primera masacre, ahí a centímetros de la platea, más los silbidos de las balas y la violencia del impacto en los cuerpos. La cámara submarina completa la perfección de esa escena única con el sonido de las balas sobre el metal, el ruido del agua contra los botes, los gritos. Hay que descubrir en esos planos generales presentados a los saltos, en un montaje partido tanto como los cuerpos que vuelan por el aire. ¿Habíamos visto alguna vez en el cine un hombre arrastrando en el campo de batalla a la mitad de otro hombre? Lo salvaje del cuerpo destrozado, ¿qué es un cuerpo en el ejército más poderoso de la tierra? La pelicula de Malick, que transcurre en Guadalcanal, en el Pacífico, empieza por una pregunta ambigua: ¿qué significa esta guerra en la naturaleza?, y si existe tal vez en la naturaleza alguna fuerza vengadora. “No pude encontrar nada edificante en que mi madre se fuera con Dios. No he visto la inmortalidad”. Ese doble sentido hace que La delgada linea roja mantenga una conducta mucho más poética al menos en el marco de las últimas películas del género. Ahora bien, en la nueva pelicula de Mel Gibson el problema no es precisamente la naturaleza, sino la cultura. La que hace que la guerra sea un acontecimiento constante. También hay un gran flashback en Hasta el ultimo hombre, la historia cierra donde abre, circularidad que entra dentro de lo previsible. “Son como animales” no les importa morir.” Eso son los japoneses en la película de Gibson, aparecen por todas partes. Raramente se les ve la cara. Son como hormigas malas a las que hay que fumigar de esa sierra a la que solo se accede por una pared elevada y vertical. Dejando de lado el detalle que la película transcurre en tierras japonesas, donde el norteamericano es invasor y donde unos meses más tarde (estamos a principios de 1945), en agosto, van a caer dos bombas atómicas que significarán el comienzo de una Era a través dela mayor representación de potencia destructiva que pudo haber existido. De eso no se habla. Hasta el último hombre no sólo tiene una duración épica, su constitución misma es épica y religiosa. Es religiosa por donde se la mire. El Salvador que protagoniza esta religión da por sentado que los hombres son malignos y el héroe freak puede hacer algo por ellos, nunca matarlos, nunca defenderse, pero sí cuidarlos, acompañarlos, salvar sus cuerpos. Tampoco nunca convencerlos que la Guerra no es buena. ¿Hay mayor extremismo que ese? Los mártires son los que están en la base de la religión cristiana. Sin el significado de sus muertes atroces la representación institucional de la eclesía se debilita. Los mártires acompañan al Salvador, lo enarbolan. Gibson retoma el género y lo hace prácticamente risible: ¿personajes arquetipos hasta la médula en pleno siglo XXI? el beso de despedida en el tren? ¿el sargento gritón?, ¿el que se cree actor de Hollywood, puro músculo y cero valentía?, ¿el violento que se vuelve amigo?. Y otros. En las barracas no sabemos si estamos frente al chiste o al homenaje a todas esas escenas vistas una y mil veces. Las patadas voladoras a las granadas son el máximun de esa ironia practicante. Pero Desmond Doss, sale de la norma, accede a un juicio militar para defender su derecho a pelear por su patria. En consecuencia, lo ampara una norma constitucional. El lado romántico (siempre el componente religioso) lo vuelve un héroe sacrificial. Patriótico y sacrificial. “Los que confían en el Señor siempre tendrán fuerzas renovadas, él que es el creador de todos los confines de la tierra nunca se cansa, su entendimiento no tiene límites”. Paradójicamente a estar basada en hechos reales, los puntos flojos de la historia están en la parte que se relaciona directamente con esos hechos, y hay algunas preguntas que quedan varadas, sin respuesta: la violencia del padre, ese hombre afectado por la muerte de sus compañeros en la primera Gran Guerra, transmitida a sus propios hijos, y un momento de revelación (?) cuando Desmond casi mata a su hermano. El hermano se alista en el ejército. Nunca sabremos qué fue de él. La gloria no pasa por los hombres comunes. El énfasis está puesto en lo mágico que se contrapone a lo real. Es Dios el que da fuerzas a Desmond. Es Dios, y no los hombres, el que justifica su presencia en ese salvaje campo de batalla donde siempre queda un hombre más para salvar. Si hablamos de desmesura, es la desmesura de ese acto directamente proporcional a la desmesura de esa guerra cruenta e injustificada como todas las guerras que están por venir.
Qué bueno que es este documental de Cecilia Kang que se estrena este sábado en el MALBA. Un retrato íntimo, por eso en gran parte observacional, de las mujeres importantes en la vida de esta joven argentina, de familia coreana que construye este mundo desde una pregunta por lo colectivo pero que parte de una pregunta por lo individual. De entrada, llama la atención que en Mi ultimo fracaso (el título viene a cuento por el bolero del trío Los Panchos: mi ultimo fracaso / no podré / querer a nadie mas,) no hay solitarios, hay mucha gente siempre. Comen, pintan, se reúnen, hablan dentro de un auto, bailan, se sacan fotos en un cementerio, forman parte de un mundo cotidiano, transplantado en otro pero de una cultura distinta. Hablan de sus amores, de la identidad, de los cruces raciales, del machismo, del matrimonio. Se trata de un retrato comunitario pero a la vez hay en Mi ultimo fracaso una latencia en torno a lo personal, un merodeo, algo de intensidad adolescente y de frescura espontánea. No hay preferencia por el plano fijo ni por la cámara movediza. Ambos recursos conviven sanamente para que estas mujeres coreanas que enfrentan la vida, algunas solas, otras en la comodidad del matrimonio, otras desde su visión crítica, sean narradas por Kang a través de historias que irrumpen, que no son despuntadas del todo y que apenas terminan de cerrar. Pero ahí está lo interesante para hablar de la diversidad por un lado y de lo inconcluso por el otro. La pregunta de lo inconcluso de la identidad que se rearma todo el tiempo. En 2005 se había estrenado en BAFICI una película Do U Cry 4 Me Argentina? que ficcionaba distintas historias de coreanos migrantes de principios de los años 90, que nunca llegó a sala comercial. Esta película de Kang egresada de la E.N.E.R.C y becada en el “Lab de Cine”, que estudió con Martín Rejtman y Andrés Di Tella, con Harun Farocki y Antje Ehman, y que tiene un corto especial que se llama Videojuegos que participó en más de treinta festivales alrededor del mundo, viene a sumarse a la importante lista de films sobre colectividades que el cine argentino viene produciendo desde hace por los menos 10 años. Estreno: 7 de enero
Varias cosas desconciertan de esta nueva película del argentino Gastón Solnicki que viene de ganar en Venecia el premio Fipresci y que compitió en el pasado Festival de Mar del Plata en la competencia Latinoamericana. Lo primero es la perfección de las imágenes. Una pureza visual sostenida en una estructura general geométrica, de formas mayormente puras y pocos elementos en cuadro. Una referencia “arquitectónica” que no está lejos de planos fijos y simétricos de una exquisitez insoslayable. Ahora bien, dentro de esos planos, los personajes no hacen grandes cosas. Se arrojan a una pileta, miran por la ventana, prenden un fuego para un asado, compran fotocopias. Ninguna de estas acciones están realmente relacionadas, hay algo de azar en la idea y el resultado, sí tienen en común claro que estos personajes pertenecen a una clase que vacaciona en Punta del Este o son dueños de fábricas de packaging o de salchichas, y sus preocupaciones pasan por cocinar bien un pulpo o no saber qué carrera elegir. Tanto las acciones como los planos que las contienen parecen asociadas libremente, sin afectarles un posible ubicación distinta en el orden de aparición. Lo otro que inquieta es que estos momentos que Solnicki reúne arbitraria y libremente están sostenidos por una base literaria y musical muy estruendosa: la ópera de Béla Bartók “El castillo de Barbazul” (el nombre de la película significa Barbazul en húngaro) con texto de Béla Balázs. La música de la ópera irrumpirá algunas pocas veces y esos son los momentos tal vez más bellos y significativos de la película.. En la ópera de Bartók – Balázs, una reinterpretación a su vez de dos cuentos del francés Perrault, el juego de simbología apunta a interpretar los miedos del hombre contemporáneo: lo escondido, lo solitario, lo peligroso, la revelación de los secretos de Barba Azul en manos de la mujer que es Judith. Los personajes importantes de Solnicki son fundamentalmente femeninos, habrá algunos dispersos al comienzo para quedarse hacia el final con el aparentemente más frágil, más autosconsciente y disconforme. Del castillo de Barba Azul quedará ese último plano con la barca iluminada de cuatro puntas brillantes que flota por el río en busca de vaya a saber qué, igual igual que la película. Se estrena El 7 de ENERO en el MALBA y el 12 de enero en el Gaumont.
Si se pudiera filmar el amor en 38 minutos, seguramente eso sería Alek: la historia de un nieto (Alejandro Chomski) filmando a su abuelo (Alejandro Kaplan), guardando esa película y editándola 22 años después. Un cumpleaños de 80, un viaje a Rusia antes de morir, fotos antiguas de un joven polaco judío que se reconoce autodidacta y que debe escapar de su país a tierras lejanas, imágenes de archivo sueltas de la URSS. Una Argentina de inmigrantes. Ciudades en dos puntas del mundo: Moscú y Buenos Aires, recorridas por una cámara en mano. Y toda una generación homenajeando a esos hombres y mujeres que hicieron nuestro país durante el siglo XX. La vida es una lucha. Esténse preparados, se dice en un momento, de ahí a los altorrelieves de algún monumento, completan la idea. La sustancia de Alek es la de película familiar. De resignificación de viejos elementos que se vuelven nuevos, interesantes. Film personal, íntimo, más hecho de restos de relatos que de grandes historias, pero con la Historia pasando por debajo, colándose en algunas primeras lecturas, o en aquel día que la plaza del Congreso estaba llena y lloraba. de Alejandro Chomski dirigió largometrajes como Hoy y mañana y Dormir al sol y estrenó en octubre pasado Maldito Seas Waterfall!. Se estrena el Sábado 14 de Enero a las 16 hs en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929). Entrada gratuita hasta agotar capacidad de la sala VER TRAILER
¿Quién no recuerda al perverso genial del Casanova encarnado por Donald Sutherland en el film de Federico Fellini adaptación de “Storia della mia vita” de Giacomo Casanova? Un libro de memorias con las aventuras amorosas del escritor del siglo XVIII que arrancólas imágenes más majestuosas y metafóricas del gran Federico. En esta ocasión, el director austríaco Michael Sturminger toma un momento puntual de la vida de Casanova: los últimos años que pasa el veneciano (muere en 1798) como bibliotecario del palacio checoslovaco del Duque de Waldstein. La historia tiene que ver con la visita de una dama, ya madura, Elisa von der Recke, muy interesada en el manuscrito que comienza a escribir y ex amante abandonada. El primer atractivo de la película es sin duda la actuación de John Malkovich, un conocido frecuentador de las intrigas del siglo XVIIII, protagonista de la gran Relaciones peligrosas de Stephen Frears. La puesta en abismo es lo otro interesante en el film de Sturminger: el escenario teatral trasciende hacia el lugar de espectador en tres estadíos: la platea y los palcos de la Opera de Lisboa son invadidos por los actores que continúan la obra en ese espacio (la película empieza con la llegada de los espectadores al teatro donde se va a celebrar una función en inglés de “The Casanova Variations” con Malkovich); la alteración temporal hacia el fin del siglo XVIII en el castillo de Waldstein y por ultimo, la irrupción permanente del presente real de los actores de la obra que se pone en escena: John Malkovich haciendo de Casanova, fumando en el intervalo, disculpándose por un falso ataque al corazón en escena o sorprendido con la pregunta que le hace una fan: sr Malkovich, Ud es gay?. Ese constante desdoblamiento en el presente y hacia el pasado se constituye en un efecto para el autor que construye a sus actores, o para el escritor que monitorea a sus personajes, a sus cantantes operísticos (excelente Florian Boesch en su papel de Casanova joven) de las óperas de Mozart. (Habrá conocido Casanova a Mozart?). Hay un juego de cajas chinas que resulta travieso en la primera hora pero que se agota en el uso excesivo de ese recurso amanerado, aumentado por una molesta cámara movediza, y que nunca termina de inquietar. Puesta en escena de la puesta en escena de la puesta en escena. Malkovich logra encontrar el tono de un Casanova decadente, tanto que él también corre peligro de caer en esa misma decadencia. Coproducción entre Portugal, Francia, Autria y Alemania, Casanova Variations es muy rococó y muy postmoderna a la vez. El amor en todas sus formas pero ansiado, imaginado y relatado desde la vejez, es el otro gran tema de esta Casanova Variations excesivamente cargada y artificiosa. SALAS de estreno en Buenos Aires: Artemultiplex Cabildo, Patio Bullrich, BAMA, Village Recoleta.