Dicen que los hombres italianos están muy preocupados por la edad, por el paso del tiempo, por la entrada a la vejez. Dicen que para contrarrestar esos estados se buscan novias jóvenes con quienes viven experiencias fascinantes: bailar en boliches de adolescentes, hacer fiestas interminables en casa, vestir ropa de youtubers, pelo largo, o hacer running, etc etc. Esto dicen de los italianos, pero podría ser tema universal, perfectamente. Las parejas intergeneracionales que no funcionan porque, por intereses o gustos musicales siempre es mejor estar con alguien de la misma edad; todo eso parece ser el tema principal de esta comedia italiana de excesivos absolutos y pocos cuestionamientos, en donde las mujeres son tontas, o interesadas, o abusivas y los hombres realmente superficiales. El estreno comercial de esta película italiana de Fausto Brizzi, es la verdadera sorpresa de un producto que bien podría verse en un avión, gratis online o en cualquier otra pantalla sin necesidad de dejar afuera a otra película que tal vez merezca más sala que esta. Evidentemente en estos tiempos las salas comerciales van a ser cada vez más para este tipo de productos; los festivales, y pocas salas alternativas para el cine verdaderamente interesante.
Con varios documentales aparecidos en los últimos tres o cuatro años conecta éste de Daiana Rosenfeld que se estrena este jueves 17 de agosto en el Gaumont y que narra vida y obra de la intelectual argentina Salvadora Medina Onrubia. - Publicidad - Beatriz Portinari, un documental sobre Aurora Venturini de Agustina Massa & Fernando Krapp (2013); El jardín secreto Cristián Costantini, Diego Panich y Claudia Prado (2014) sobre Diana Bellessi y Alfonsina de Christoph Kühn (2015). Podríamos agregar la serie para TV Alejandra de Ernesto Ardito y Virna Molina sobre Alejandra Pizarnik. Existe también un programa de 26 minutos sobre Onrubia en canal Encuentro (http://encuentro.gob.ar/programas/serie/8109/1599) Tal vez, de las mujeres malditas de la literatura y la política argentina, Salvadora fue la peor de todas. “Nací anarquista como se nace genio, como se nace imbécil, o como se nace rico” dice. La peor, la más anarquista de las mujeres protagonistas del siglo XX, mujeres importantes que vivieron y lucharon en medio de hechos importantes de la Argentina. Muchas de ellas revisitadas por estos documentales para dejar cuenta del lugar que tienen en la historia, sus tensiones con el poder de turno o con la sociedad de la época que vivieron. Fue Salvadora Medina Onrubia (La Plata, 23 de marzo de 1894/Buenos Aires, 21 de julio de 1972) la menos reconocida de todas, contemporánea a Alfonsina y a Victoria Ocampo. Y en estos tiempos de hoy que comienzan a revalorizarla el documental de Daiana Rosenfeld es bienvenido. Escritora pero también maestra rural, periodista, feminista y anarquista, y esposa de uno de los hombres más poderos del país, dueño del diario Crítica, Natalio Botana. Su voz poética atraviesan la hora que dura el documental, acompaña algunas dramatizaciones, imágenes de sus fotografias, que alternan con testimonios de Álvaro Abós, Alicia Villoldo -Su nuera- y la ensayista Silvia Saitta. La vida social y política (la defensa de Simón Radowitsky o la trama de la Semana Trágica de 1919) se va entramando con la personal (sus hijos, su matrimonio con Botana, el final de sus días recluída en un departamento de Buenos Aires): uno de los momentos más relevantes que toca este trabajo es la muerte de su hijo, contado con “dolor y locura”: “Escribo aquí el nombre de mi hijo Carlos Natalio, que al irse de este mundo se llevó con él, el alma de este mundo de su mamita”. Muy buen film de Daiana Rosenfeld, Salvadora estuvo seleccionado en el 19° Bafici 2017. Su directora había realizado Los ojos de América, sobre América Scarfó, joven mujer de Severino Di Giovanni asesinado durante el golpe de Uriburu.
No adelantamos nada si hablamos del último plano de Casa Coraggio antes de los créditos finales: Sofía y su papá, sentados frente a cámara en medio de la fiesta de 15 de la hermana y la hija respectivamente Se miran, sonríen, no hablan aunque parecen querer hacerlo. Hay en ese último plano una síntesis honesta de qué cosa es este nuevo documental de Baltazar Tokman de quien vimos hace dos años I´m mad, y dirigió también Planetario (2011) y Tiempo muerto (2010). Casa Coraggio es un momento particular, apenas unos días de fin de año, en la vida de una familia real de Los Toldos en la provincia de Buenos Aires: los Coraggio, dueños de una casa funeraria que heredan de generación en generación. Por lo tanto, una larga historia que se adentra incluso en las profundidades del siglo XIX. No hay cabezas parlantes aquí, hay personas reales actuando sus propias vidas, haciéndolas interesantes. Seremos testigos durante una hora y media de esas vidas y está muy bien. La manera elegida por Tokman para contarnos estos amores, muertes prematuras, familias ensambladas o discusiones sobre la modernidad y la tradición, es como suele hacerlo (insisto con I´m mad) de modo que las cosas pasen sin artificio frente a cámara y que además, resulten atractivas. La mirada de la joven Sofía es fundamental, ella se hace cargo de hilvanar los asuntos familiares que le atañen: el apartamiento de su madre, lo que pasa con la salud de su padre, las ideas de su abuela, el trabajo diario y cotidiano en la funeraria con la preparación de los muertos, las reuniones familiares. En Casa Coraggio, que se estrena este próximo 6 de julio, ese conjunto de momentos y situaciones tienen el mismo valor: construyen un universo familiar y social con la misma honestidad de ese plano del que hablábamos al principio de este comentario.
Mariano González es guionista, productor director y actor de su ópera prima, Los globos que se estrena el 6 de julio próximo. El film había ganado el concurso de óperas primas del INCAA allá por el 2012 y en el 2016,el premio Fipresci en el Festival Internacional de Mar del Plata. El inicial universo fabril, pero artesanal, es un mundo donde César procesa chapas con formas de globos haciéndolas entrar en un liquido plástico y de color, para después entalcarlas y clasificarlas en parsimonioso ritmo. Algunos globos saldrán pinchados, otros irán a la caja, por lo tanto a la venta. Ese trabajo en un galpón precario y desordenado, donde César tiene una habitación y comparte el trabajo con otra persona, a quien despierta haciendo ruido al mover la chapa de la ventana. ¿Quién sabe cómo se fabrican los globos?. O en todo caso, ¿qué sabemos de la fabricación de las cosas? César también cocina y hace secar las milanesas tal cual hace con los globos que cuelgan en las máquinas; hay una circunspección en esas tareas, como l de aquel que conoce los oficios rutinarios y desganados, sin ninguna maravilla. La rutina, un día, se rompe ante la obligación de hacerse cargo de su pequeño hijo. Algunos llamados telefónicos preceden a ese momento. El espectador siempre se moverá en un terreno poco claro: no se expondrán muchos datos concretos, como por ejemplo por qué César tiene una herida en la cabeza, o quiénes son los personajes que lo rodean, o quién llama por teléfono, tampoco se sabe adónde va la ruta, cuál es el lugar concreto de esas casas o por qué los ejercicios físicos grupales que interrumpen con la misma fuerza con la que se llevan a cabo. Todos los datos que se hagan visibles, los que importen, sí y sólo sí tendrán que ver con la percepción que Cesar tiene del mundo, incluido esa paternidad que le imponen. Por eso tal vez, lo mejor que tiene la película son los diálogos entre padre e hijo, pequeños y breves pero que van construir un lazo que tendrá su nudo en el estallido de llanto, también suficiente para saber en qué consiste la fuerza de ese vínculo, que no es otra cosa que un amor por construir. Cercano al cine de Santiago Loza, los recursos fílmicos de Mariano González son sencillos pero potentes: sus elipsis, sus movimientos de cámara sobre el personaje, sus trabajos con el fuera de campo son prometedores de un cine personal y emotivo que ojalá tenga continuación.
El Pica I es el barco más antiguo de la flota amarilla del puerto de Rawson, en Chubut. Construido en 1946, su dueño, don Juan Iglesias es el ultimo pescador más antiguo que vive todavía y que se ocupa de desenrollar rápidamente en los primeros minutos del film los viejos planos de construcción, para alabar las características de su barco, el que para algunos es la locura de su vida. Los dilemas de la pesca artesanal en el mar argentino, la competencia desleal con los barcos nuevos y el trabajo de las grandes pesqueras que procesan en mar abierto, sin dar trabajo a los integrantes del puerto, por la ley de trasbordo de buque a buque, se entremezclan con la cotidianidad de los changarines, los estibadores, los cargueros, los “pateadores”, los vendedores del costado de la ruta que venden langostinos a los autos. Todos dan de algún modo testimonio pero el documental de Gastón Kligenfeld lo narra sin angustias y tampoco sin detenerse demasiado en un regodeo estético del plano, sino hilando testimonios de mujeres y hombres que no hacen otra cosa que trabajar. Don Juan es la voz del pasado, sus hijos son el presente. Atención también al diseño sonoro con la música original de Omar Giammarco que contrapuntea con las imágenes en este bello documental que es Legado del mar que desde el jueves 15 de junio se puede ver en el Gaumont.
La próxima SEMANA DE CINE ITALIANO se va a desarrollar entre el 2 y el 8 de junio en el Complejo Village Cines Recoleta, organizada por el Istituto Luce Cinecitta con el apoyo de la Embajada de Italia, el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires y el ICE (Agencia Italiana para el Comercio exterior) Allí se va a preestrenar Fai bei sogni, la ultima película de Marco Bellocchio, con el protagónico de la actriz argentina Berenice Bejo (El artista) que se presentará aquí como Dulces sueños, una historia basada en el libro autobiográfico de Massimo Gramellini. Dulces sueños es una película mágica. Narrada desde los ojos de un niño de 9 años de fines de los años 60, que sufre a esa edad la muerte de su madre. Entre sus recuerdos, esa mujer es idealizada a través de los juegos y las canciones, los dibujos sobre la mesa de la cocina y los programas de tv con personajes infantiles. Con ese registro de la dulzura maternal y el autoritarismo del padre, sumado el lugar lateral de los padrinos que lo terminan criando, Massimo construye un mundo en el que las marcas de la ausencia lo dejan solitario y melancólico en el mundo. Gran trabajo en la dirección del pequeño actor que carga con la responsabilidad de representar esa infancia. Bellocchio, con la exquisitez que lo caracteriza mueve a sus criaturas en el espacio ntimo de esa casa de Torino que en algún momento habrá que desarmar. La escena del funeral, oscura y dolorosa, es el momento eje de la película. A partir de allí nada parece ser igual. Los tiempos que manipula, entre el pasado y el futuro se entrelazan en la vida de Massimo niño, luego adolescente y luego adulto, periodista del diario La Stampa, enviado a la guerra en Sarajevo a principios de los 90. Son los secretos familiares, atravesados por los prejuicios de un catolicismo recalcitrante, en torno a la muerte de esa joven madre los que sufrirá Massimo con una intensidad que se palpa bellamente en el film de un director que roza los 80 años y que sigue dando joyas para disfrutar.
La directora argentina de este documental sobre Hugo Chávez que ya tuvo exhibición en Buenos Aires en abril de este año en el Centro Cultural de la Cooperación, y que se acaba de estrenar oficialmente el jueves pasado en el Gaumont, (un estreno algo problematico al que asistió un grupo de venezolanos para amenazar a la directora) tiene estudios en la Universidad de Buenos Aires, pero estuvo radicada entre el 2000 y el 2011 en Venezuela, donde dirigió largometrajes para la Villa del Cine y donde incluso colaboró en la investigación y recopilación de material en el documental que Oliver Stone hizo sobre el comandante Chávez. Cosa que es importante porque en definitiva Chávez infinito resulta un documental de investigación de campo, construido desde la mirada de una extranjera que vivió los procesos históricos de buena parte del tiempo del chavismo. Esos momentos históricos son relevados por Vázquez bajo el típico prototipo de documental expositivo a través de discursos y entrevistas, tapas de periódicos, noticias gráficas, entrevistas a representantes de distintos movimientos sociales, como el de ciclistas urbanos revolucionarios, los activistas comunitarios, los representantes de organizaciones populares, o los comité de salud comunales y las agrupaciones feministas. Todos testimonios interesantes para entender el mecanismo de ese modelo político venezolano. Los tiempos que abarca Chávez Infinito comienzan con el surgimiento de la figura misteriosa de este militar de izquierda nacionalista que lideró el 4 de febrero de 1992 una insurrección que lo llevaría a la cárcel; el nacimiento de la figura mítica del Comandante que encaminaría al pueblo venezolano hacia una verdadera revolución política, social y cultural, denominada “bolivariana” que lo que hizo fundamentalmente es enfrentarse al poder económico norteamericano con un modelo político nacionalista, colectivista. Muchos muertos dejó todo ese proceso, los más de 3000 del “Caracazo” del 27 de febrero de 1989, los 19 del golpe de estado del 11 de abril del 2002, y más. Con la consigna central de la demolición paulatina del Estado burgués y el otorgamiento del poder (y su redistribución) al pueblo mediante comunas, consejos comunales, cooperativas: el socialismo debía construirse desde el pueblo, empoderado. El anuncio de su enfermedad, el tratamiento en Cuba, el traspaso de mando al actual presidente Maduro y fundamentalmente el enorme carisma de uno de los líderes más fuertes de la Latinoamérica del principio de siglo XXI son componentes que, aún en su visceralidad, el documental expone de modo de aproximarse a entender en qué consistió y en qué consiste hoy esa porción de la historia venezolana. Mirá también la carta abierta de la asociación de documentalistas debido al ataque a la directora la noche del estreno
“El cuerpo de Huppert” podría ser otro buen título para esta película que en su título original algo más sonoro se llama L´avenir (2016) o El porvenir, tal como se estrena en Buenos Aires. Es el cuerpo flaco de la Huppert, esmirriado, caminando en pasos cortos por las calles de París, un cuerpo nervioso y ensimismado, de una actriz que, haga el personaje que haga, tiene la capacidad de atravesar la trama como un rayo cálido o helado. Siempre enorme. - Publicidad - El porvenir está dirigida por la joven y prolífica Mia Hansen-Løve, (Eden, Goodbye first love), que además es pareja de Olivier Assayas, visitante reciente de el Festival de Mar del Plata. Aquí, Nathalie es una profesora de filosofía de escuela secundaria de París, con un contrato en una pequeña editorial como autora de libros escolares. Está casada con otro profesor desde hace 25 años, y tiene dos hijos. Una madre con demencia senil y una casa de campo en Bretaña. La confesión de su esposo que la termina abandonando por otra mujer es el primer signo de una serie de cambios que tendrá que afrontar hacia otros momentos de su vida. El porvenir es una película de detalles pequeños: la tumba de Chateaubriand en la isla de Grand Bé, un gato que se esconde debajo de la cama, una biblioteca partida en dos, un libro que se reclama, la amistad con un joven ex alumno, un ramo de flores tirado a la basura. Y momentos sublimes, la clase en un parque con sus alumnos hablando de la Verdad o el regreso a París bajo el sonido de un fragmento de opera de Schubert, en el que las olas del mar acompañan las sensaciones internas de un personaje, ella, la Huppert meciéndose con un ramo de flores en la mano, corriendo para no perder el tren que la lleva a su madre enferma, acompañado por planos secuencias de extrema belleza. Huppert es grande, muy grande, y habrá que ver más películas de Hansen-Løve que con este film ganó el premio a la mejor dirección en el Festival de Berlin 2016.
Se trata de una adaptación al cine de la novela “Agustín Corazón abierto”, de Roberto Bubas, sobre la relación entre un niño autista y su madre por un lado y un guardafauna apostado en un inhóspito faro de la Patagonia por el otro. Allí van, madre e hijo desde España en busca de algo que vieron por televisión: estas orcas especiales que se alimentan de pequeños lobos marinos de las costas. La reacción del niño frente al estimulo de los animales moviliza a la madre a viajar a ese lejano paraje de la Península de Valdes en busca de alguna mejoría para el niño. A partir de ese hecho real que devela la novela, esta coproducción argentino-española cuya pata argentina son los Puenzo, Luis produce y su hija Lucía participa del guión la película termina siendo una gran máquina de cine espectacular. Los paisajes, las orcas, las tomas submarinas, la intervención digital para la interacción entre los actores y los animales no bastan para hacer que este film caiga rápidamente en la trampa de vender sin desparpajo lo bello del paisaje y la idea de naturaleza sanadora a través de un manejo pulido, casi metálico diría, de los recursos. Empezando por el caballo blanco del héroe y por el mismo héroe, que lucha por un lado con un pasado trágico (por si faltara poco) y un sistema que trata de evitar a toda costa su contacto con los animales. Algo de cuento de hadas inverosímil en la construcción de este personaje, para el que Joaquín Furriel le pone toda la garra (hay que decirlo) pero que está diseñado a partir de una idea de personaje ciertamente muy básica. Maribel Verdú en un registro también poco creíble, como la madre desvivida por su hijo, o el pequeño actor que nunca termina de convencer. En los diálogos excesivamente declamatorios y explicativos y las metaforas deglutidas (como el guante negro que representa al padre y que en un momento determinado se pierde en el agua) es donde la película se debilita enormemente. Así, la Patagonia y sus panorámicas maravillosas, el mate, el tango, la fiesta improbable de la esquila y sus bailes típicos de personajes excesivamente armados y prolijos terminan armando más un combo fílmico para turistas desprevenidos antes que una película que no deja de mostrar las hilachas de sus verdaderas intenciones.
Midú Junco Producciones (de los saladillenses Fabio Junco y Julio Midú) coproducen con Cita con La Vida Emprendimientos Audiovisuales y la Fundación Criteria esta película que se presentó en 31° Festival Internacional de Mar del Plata y que se estrena el próximo 06 de abril en simultáneo en casi cien salas del todo el país. Oportunamente estrenada para el 35 aniversario de la Guerra de Malvinas. Para llegar a esta versión 2016 de la Guerra de Malvinas que vimos aquí en Pinamar se podría repasar la lista de peliculas que tratan sobre el tema y conforman ya un bloque que, aunque variado, se podría diferenciar por épocas de producción, por lo tanto de puntos de vista colectivos. Mayormente, y tal vez como ningún arte lo ha hecho, el registro de esos filmes es de denuncia, parten de la mirada en los ex combatientes y ponen a la luz la situación desesperante de abandono y desidia por parte del Estado hacia esa categoría de conscriptos que fue enviada a luchar sin prepararlos ni física, ni psicológica ni profesionalmente. El tema está largamente historiado y teorizado y no vamos a abundar pero sí mencionar algunas peliculas emblema: Los chicos de la guerra, (de Bebe Kamin, 1984), La deuda interna (Miguel Pereira, 1988), el corto Guarisove, los olvidados, de Bruno Stagnaro, dentro de Historias Breves I ; Malvinas, historia de traiciones, documental de Jorge Denti, de 1984 sería todo ese primer bloque relacionado con el comienzo de la democracia, obviamente focalizando el enojo de una sociedad que en buena parte aplaudió la invasión irracional de las islas. El Belgrano, historia de héroes, de Juan Pablo Roubio, 2007; el menos conocido film cordobés Cartas a Malvinas, de Rodrigo Tomás Fernández, del 2009; y el otro film que ilumina esa segunda etapa Iluminados por el fuego de Tristán Bauer; Locos de la bandera, de Julio Cardoso del 2005; Malvinas la lucha continúa, de Fernando Cola, produccion platense; Markarian 345 de 2005; el documental No tan nuestras, de Ramiro Longo; Operación Algeciras del 2005; Palabra por palabra, de Edgardo Cabeza del 2008; el corto La media medalla, de Marco Grossi ; Hundan al Belgrano de Federico Urioste; Malvinas viajes del centenario de Julio Cardoso, del 2010; Desobediencia debida de Victoria Reale; La campana de Freddy Torres (2011); Héroe corriente de Miguel Monforte, del 2014; El Héroe del Monte Dos Hermanas Rodrigo H. Vila 2011. El acto heroico como acto individual es el que resalta la figura mítica de ese soldado anónimo que los ingleses llaman Peter y suele ser el primero que entierran en una guerra. La búsqueda de ese “Pedro” por parte de su hermana, convencida que es su propio hermano, funciona aquí como una motivación tardía que aparece hacia la mitad de la película: es decir, tras toda una primera parte que incluye una situación familiar, la partida de Juan al servicio militar obligatorio, la llegada a las Islas Malvinas, el comunicado de invasión, y los primeros combates; el título y la motivación van a aparecer en un momento que la película da un giro hacia algo que parece documental y que en realidad sigue siendo ficción. Unos años después, tampoco queda claro cuántos, Ana (la hermana) busca a Juan (el soldado en el que focaliza la enunciación de este film) y comienza una lucha personal en busca del honor del soldado desconocido. Además de ese cambio en el relato que supone también un giro narrativo inexplicable, hay una falla en ciertos registros de los actores, sobre todo en la segunda parte. Diferencia muy notable cuando aparece Hugo Arana que hace todavía más despareja la actuación de los más jóvenes. Una cámara movediza, abundantes travellings que funcionan en un espacio generalmente panorámico sobre todo en la primera parte, buena reconstrucción de vestuario, ambientación y dirección de arte y buenos efectos especiales que en el cine argentino nunca es poca cosa. Pero a Soldado argentino, sólo conocido por Dios le falla cierto andar por las superficies que no aporta nada que no hayamos visto antes.