Cash grab. Es el término que usan los yanquis para algo cocinado de apuro cuyo único propósito es hacer dinero rápido, generalmente explotando una marca conocida o de prestigio. En ese sentido podría repetir textualmente lo que puse al inicio de Jurassic World: Dominion: los tiempos post-pandemia van a llenar los cines de productos mediocres que explotan reconocidas IPs y cuyo único propósito es llenarse los bolsillos rápido para apagar los rojos de los libros contables que dejaron meses (y años) de cuarentenas y demoras causadas por el Covid. Algunos son proyectos demorados de larga data, pero otros parecen escritos un fin de semana. Y Lightyear es el último título que se sube a esta desgraciada tendencia. Claro, hay un problema de comunicación entre los medios, la realidad y los grandes estudios. Si uno ve el 75% de aprobación del filme en Rotten Tomatoes uno dice “esta gente está loca: ¿de dónde sacaron que el filme es tan bueno?”. Ah, sí, el temor reverencial a ofender al Imperio del Ratón, no le digas que el producto es malo porque sino te niega el acceso a entrevistas o no publicita en tus radios / canales de TV / revistas / portales, etc. Por el otro lado vos leés las explicaciones de la gente de Disney sobre el fracaso de la película en taquilla (costó 200 millones y recaudó – incluyendo el box office internacional – 215 palos… lo cual no es nada y la deja en pérdida porque siempre hay 100 / 200 millones de gastos extras, invisibles, que deberían sumarse al costo de producción y tienen que ver con masivas campañas publicitarias en todo el mundo), y los tipos te muestran gráficos y te dan explicaciones técnicas sobre que no era el momento adecuado, que faltó publicidad focalizada, que quizás el cambio de Tim Allen por Chris Evans (en la voz del personaje) afectó la recaudación, que los conservadores hicieron campañas masivas por el beso lésbico de una de las protagonistas… puros bolazos. La gente no es estúpida y, si el filme no tiene una positiva recomendación espontánea boca a boca (bah, lo que ocurrió fue lo contrario, que todo el mundo la tildó de aburrida) jamás te va a ir el público a verla. Ni Evans ni el beso. Lightyear no era necesaria en la mitología de Toy Story, no tiene una historia super original ni que te queme la cabeza, ni siquiera tiene mucho humor. Es simplemente chata, rutinaria, prolija, sólida en lo técnico pero nada excitante. Una película que pertenecía al streaming antes que al estreno en cines, sólo que sobreproducida. Debo reconocer que la primera hora es sólida. No guau, pero está bien escrita y plantea el drama de nuestro héroe y el esfuerzo de su sacrificio. Buscando un planeta habitable – con una nave cargada de colonos (que nunca se explica el por qué, si la Tierra sufrió algún desastre o por qué no estudiaron antes a dónde querían aterrizar en vez de ir al tun tún) – Lightyear y su co piloto Alisa terminan en un planeta saturado de fauna y flora hostil. El intento de escapar de un ataque falla, rompen el motor y se ven estancados en el planeta durante meses. Como tienen todo tipo de maquinaria a bordo montan una pequeña ciudad e incluso una base de lanzamiento. El drama es que los motores de hiperpropulsión (que fueron los que se rompieron) usan un cristal único (¿dilithium?) que no tiene reemplazo, por lo que hay que experimentar con la fórmula para poder recrearlos. Buzz se ofrece como voluntario – total, todos están estancados ahí por su culpa, él debe enmendar las cosas de alguna manera -, y empieza a hacer viajes de prueba con fórmulas diferentes alrededor del planeta. El drama es que cada viaje de 4 minutos representa 4 años transcurridos en el planeta (por culpa de la teoría de la relatividad de Einstein) y, lo que es peor, Buzz no consigue obtener el 100% de impulso en los motores. Basta diez viajes para que a Alisa se le pase la vida, se case con otra chica, tengan un hijo, envejezca, incluso muera (momento lacrimógeno al estilo Up) y Buzz siga dejando la vida para obtener una fórmula perfeccionada. El último intento funciona pero cuando Buzz vuelve ya pasaron mas de veinte años en el planeta. Un imperio del mal ha encontrado la colonia y desea aniquilarla y Buzz – y una pandilla de soldaditos rasos que han quedado por afuera del escudo que protege a la colonia e impide que los robots del villano irrumpan en la misma – son los únicos capaces de emprender una misión suicida y salvar a los colonos. Y esto es, infiltrándose en el crucero imperial y tirarlo abajo ya que, en otro insufrible cliché abusado en los últimos tiempos por los filmes de ciencia ficción, si destruís la base, los invasores se paralizan / dejan de funcionar de manera automática (¿remember los Chitauri de Los Vengadores?). Los mayores problemas con Lightyear – aparte de su poco humor (y el que hay es poco inspirado) – tienen que ver con esa segunda parte. La pandilla de novatos es intragable – la nieta de su amiga co piloto, una vieja que explota cosas, un veterano torpe, un robot inútil -, las aventuras que corren para entrar a la nave no son excitantes y cuando llega la revelación del villano… carece absolutamente de sentido. En realidad las explicaciones que da el filme te queman la cabeza y no tienen lógica alguna. Y ése es el clavo final en el ataúd de una película que venías tolerando con lo justo ya que la música era pasable y la animación es un lujo… pero la historia y los personajes son huecos y nada atractivos. Decir que ésta es la película que le quemó la cabeza a Andy en 1995 – el protagonista original de Toy Story -y lo llevó a manguearle a su madre para que le compre el juguete de Buzz Lightyear es ponerle el moño al insulto final. En la proyección en que estuve un montón de pibes querían irse a la media hora de iniciada la película y los adultos se la pasaban viendo los relojes. No entendían lo que pasaba en pantalla o no tenía gracia como para engancharlos. Así que, chicos Disney (y sobre todo tú, Pixar, que sólo dabas a luz grandes películas!) piensen bien si van a seguir con esta onda… o si planean otro spinoff con Woody como vaquero de la vida real. Los FX ya no son excusa suficiente para que la gente vaya en masa a ver una película mediocre; después de todas las cosas que pasamos lo que queremos es un buen espectáculo. Y Lightyear, aunque no sea un desastre bíblico, no cumple con el requisito mínimo que precisa un show (ni está a la altura del prestigio de la marca que explota), que es entretener aunque sea de manera pasable durante unos meros 90 minutos.
Y si: esta va a ser una calificación extraña. Una Recomendación del Editor que califica solo con 3 atómicos (buena). ¿Y por qué pasa esto?. Si bien hay aspectos de la película que me impresionaron, creo que el masivo despliegue visual termina intoxicando el núcleo del relato – que es el redescubrimiento de que tu vida no ha sido un desperdicio absoluto sino que todo lo que te rodea ahora ha sido fruto de tus elecciones y representan objetivos valiosos, aún cuando sean muy modestos o imperfectos -. Quizás una segunda visión pula mi opinión pero no estoy seguro de si deseo volver a pasar por la misma experiencia otra vez. En el fondo el núcleo de Everything Everywhere All at Once (Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo) es el mismo de Hechizo del Tiempo: hay un elemento fantástico que obliga al protagonista a recapacitar sobre su vida y termina convirtiéndose en mejor persona. En el filme que nos ocupa las cosas son bastante mas complejas que en la cinta de Bill Murray simplemente porque el mecanismo elegido se basa en los Multiversos – hay copias de ti viviendo en dimensiones paralelas, y esas copias llevan vidas radicalmente diferentes a la tuya ya que tomaron decisiones de vida completamente distintas en distintos estadíos de sus existencias -. Desde que vos hayas nacido en otra familia, a que tu familia te haya impedido casarte con tu novio, que te hayas divorciado de él mucho antes, que no hayas tenido hijos o que hayas elegido otra carrera por poner algunos ejemplos. Claro, ésta es una película de los Daniels (Dan Kwan & Daniel Scheinert), los mismos de Swiss Army Man – aquel chifle con Daniel Radcliffe convertido en zombie multiusos que permitía la supervivencia de un náufrago Paul Dano -, así que no esperen que todo sea lineal o correcto. En un universo Michelle Yeoh tiene dedos como panchos y está en pareja con la avinagrada empleada de la Oficina de Impuestos – una irreconocible Jamie Lee Curtis -, con lo cual los dedos gruesos y largos los usan… para su “beneficio”. Everything Everywhere All at Once se divide en dos actos: el primero se hace largo y cansino y dura 52 minutos, que es el detalle de la vida actual de la Yeoh, la cual es el pilar de su familia. Su marido (Ke Huy Quan… Short Round! de Indiana Jones y el Templo de la Perdición devenido cincuentón) es un buenazo medio inútil y ultra optimista que ahora quiere divorciarse porque siente que ella ya no lo quiere; su hija es lesbiana y, para colmo, está enredada con una chica blanca a quien Yeoh apenas tolera; la noticia de la nieta gay no puede llegar a oídos del ultraconservador abuelo (James Hong, con 93 pirulos y 453 participaciones cinematográficas (!) sobre el lomo y aún en carrera), el cual siempre se encarga de recordarle a la Yeoh que es una fracasada. Como la Yeoh es una mujer orquesta – se encarga de todo, vive renegando con todos y está harta de su vida mediocre, atornillada a un lavadero que compraron hace 20 años y que definitivamente no prospera – está cansada y desearía algún tipo de cambio en su vida. Como la declaración de impuestos del lavadero no le cierra al IRS (la DGI norteamericana), la familia en conjunto acude a una cita con la inspectora (Curtis), una burócrata con pinta de fracasada, quien les hace sentir todo el poder de su miserable posición en un organismo del Estado. Mientras esto ocurre el marido de la Yeoh (Quan) parece poseído, le pasa mensajes secretos y le da unos auriculares Bluetooth donde ella comienza a recibir mensajes. Ahí escucha la sacadísima historia de que el universo está partido en dimensiones con diferentes versiones de la Yeoh en cada una, y que hay una supervillana llamada Jobu Tupaki que ha construido una superarma para destruir el Multiverso… la cual solo va a funcionar luego que Tupaki mate a todas las Yeoh de cada mundo existente. Como la versión de la Tierra actual es la última que queda viva, Quan debe darle un curso acelerado (a lo Matrix) para que Yeoh asimile talentos y conocimientos de sus versiones de otras dimensiones: para ello debe cometer todo tipo de actos bizarros para conectarse a su otro yo en tal o cual dimensión, sea desde cortarse cuatro veces los dedos con papel hasta orinarse encima (nada del anillo mágico del Doctor Strange que hace circulitos con fuegos artificiales ni puertos USB implantados en tu cerebro y listos para cargar programas a lo Neo). Cuando Tupaki aparece en el IRS causa estragos pero Quan – que hasta ese entonces era un bobalicón sentimental con buen corazón – sintoniza a su versión de la dimensión Alfa y termina dándole una paliza estilo Jackie Chan a los esbirros de Tupaki ante el asombro de Yeoh. Y a partir de allí emprenden la huida, ya sea aprendiendo nuevas cosas o dejando que su espíritu posea a una de las versiones alternativas del Multiverso. Mientras que el viaje por los Multiversos es entretenido (y da pie a un montón de situaciones bizarras; la mas magistral de ellas es cuando todos se pelean por unos trofeos con forma de consoladores (!!) que deben ponérselos donde no les da el sol para aprender instantáneamente super Kung Fu!), a veces se estira demasiado y resulta por demás de caótico. Es recién en la media hora final donde los Daniels sacan el pie del acelerador y deciden darle oxigeno al relato, descubriendo que todo esto no es mas que una lucha entre generaciones de una misma familia. En el medio la Yeoh canta, se ríe, patea traseros, vuela, le crece un tercer ojo, llora y termina por darse cuenta de que su vida no es una existencia desperdiciada y de que lo poco que tiene realmente vale la pena. Ciertamente el enfoque del Multiverso de los Daniels es mucho mas excitante que el de la última de Doctor Strange. Es obvio que los tipos tienen creatividad para dar y repartir pero creo que se pasaron de rosca con las golosinas (no deja de ser muy divertido en varias ocasiones) y estiraron las cosas de más, restándole peso dramático al final que llega como media hora tarde. El elenco es excelente y definitivamente este es el mejor rol que ha tenido la Yeoh en años – ¿podrá llegar a un Oscar? – ya que los directores le piden que haga de todo en una misma película. Que Everything Everywhere All at Once es recomendable, no te quepa la menor duda aunque probablemente no todos la disfruten. De que sea divertida, por supuesto que lo es. Pero de que sea redonda no estoy tan seguro porque creo que precisaba una dirección mas ajustada al principio y durante el engolosinamiento con todas las posibilidades bizarras del Multiverso.
En los tiempos post pandemia vamos a ver mucha porquería cinematográfica sobreproducida: los estudios, hambrientos de dólares, van a explotar al máximo todas sus propiedades intelectuales para sacar secuelas que no existen, cocinadas de apuro y envueltas en costosos papeles de regalo con un moñito arriba. Oh, si, también se van a concretar proyectos demoradísimos que el Covid retrasó durante años pero esos son los de menos y son limitados; el resto va a ser una parva de manotazos de ahogados para intentar paliar las deudas acumuladas durante meses y meses de inactividad. Jurassic World: Dominion es un ejemplo cabal de ello. Uno se queja de que muchas veces las trilogías están cocinadas de apuro – la pegaron en la primera, emparcharon algo en la segunda y luego no saben qué hacer con la tercera -. Acá hay dos películas con temática completamente diferente que están pegadas con saliva, con el agravante que la última hora es una mala remake de Jurassic Park. Como las escenas de acción están bien filmadas – y el trío de Sam Neil, Laura Dern y Jeff Goldblum brilla por perfomance, nostalgia y carisma – el filme no se merece la peor calificación… aunque la pega en el palo. En sí, Jurassic World: Dominion no es aburrida: lo que pasa es que es incoherente. Por una lado está la piba clonada de la hija de uno de los co fundadores de Jurassic Park – un espantoso parche a la mitología que se le ocurrió a la secuela anterior – y Chris Pratt y Bryce Dallas Howard cuidándola como sus padres, ya que piensan que los villanos de turno la van a raptar para obtener los secretos de su genoma. Cosa curiosa, la pelirroja le pone unas ganas tremendas mientras que Pratt va en piloto automático como si se hubiera dado cuenta de que esto es una porquería incoherente o simplemente que no entiende el libreto. Por otro lado los dinosaurios están sueltos por el planeta… y en la imagen mas estúpida de todas una familia de pterodáctilos anida encima de un rascacielos. Por mas que el libreto intente vender la idea de que dinosaurios y humanos pueden convivir, la lógica de la idea se escapa volando por la ventana. Te das cuenta de que los bichos se van a comer vacas y granjeros, van a atacar a otros animales necesarios para el equilibrio ecológico del planeta y el descalabro producido por esto llevará a la extinción del hombre. La solución mas lógica es armar una escuadra de helicópteros con cañones y misiles y salir a matar tantos dinosaurios como se pueda. ¿En serio vos te pensás que vas a poder tener una granjita cuando una banda de T-rex andan sueltos por ahí y se comen tus cerdos como si fuera caramelos?. Mientras que ése es el enfoque lógico y brutal, el libreto insiste en la absurda movida ecologista de “salven a los dinosaurios”. Por si la lucha por la supervivencia del hombre en el planeta – y volver a ser la especie dominante – no fuera suficiente, hay una segunda trama donde los villanos sueltan hordas de langostas prehistóricas genéticamente modificadas que solo devoran cosechas que usen semillas no diseñadas por ellos. O sea, provocar una hambruna mundial para que todo el mundo le compre semillas. Todo cocinado de apuro, al mismo tiempo y como débil excusa para que los personajes de Dern, Neill y Goldblum entren a escena. Decí que los tipos irradian carisma y que con setenta y pico de años se ven como pibes con el jopo gris. Hubiera sido mejor dejarles la película a ellos pero… ¿qué hacemos con la insufrible inglesita adolescente, la pelirroja y el pétreo Pratt?. Ni siquiera los cambios inyectados a la vida diaria por la aparición de los dinosaurios está montado como corresponde. Al menos podían tomar nota de Pacific Rim y armar un mundo clandestino o paralelo coherente y apasionante, dedicado a vender carne de dinosaurio o derivados. Pero acá todo eso va a las apuradas, los mercenarios tienen todo en una misma bodega – incluyendo algunos dinosaurios carnívoros realmente grandes; ¿ningún vecino se queja de los ruidos… o de que desparecen vecinos de un día para el otro? – hay comercio de animales prehistóricos, cocina de carne de los mismos, riña de velocirraptores… y en ese submundo cae la infumable pendex cuando es secuestrada. Como la saga se ha quedado sin villanos, han puesto al hijo de George C. Scott como Hodgson… el flaco que le daba la falsa espuma de afeitar a Newman en la primera Jurassic Park (¿se acuerdan cuando la saga era simple, apasionante y coherente?). Decir que Hodgson es un deus ex machina ambulante no es ninguna novedad: el tipo interviene en el peor momento de la historia solo para que los dos grupos de héroes – los nuevos y los históricos de la primera trilogía – coincidan en pantalla. Y, cuando se las ve negras, decide achicharrar a millones de langostas… soltándolas en su mega isla secreta solo para provocar un incendio masivo (por idiota!!) y perder billones de dólares en instalaciones. Un incompetente de primer orden. Mientras Pratt se limita a levantar las manos todo el tiempo como si fuera un agente de tránsito, a los veteranos les toca el mal trago de montar una versión de teatro de barrio de la primera Jurassic Park en la hora final. Se nota que a Colin Trvorrow se le quemaron las ideas así que hace la gran J.J. Abrams (en El Despertar de la Fuerza) y regurgita Jurassic Park de manera textual: mas pibes en peligro, otro Jeep volcado, otro T-Rex que los persigue, otra incursión para reiniciar la energía a un sitio infestado de criaturas mortales, incluso vuelven los bichos que escupen veneno… y ustedes pueden anticipar a quién van a achurar. Creo que ese reciclado de la hora final es lo mas indignante que tiene el filme. Lamentablemente no creo que se termine la saga ya que, a pesar de todo esto, recaudó cerca de 800 palos lo que no es poco en una taquilla que todavía no se recupera de la pandemia. O sea, contratarán a otro flaco para armar otra trilogía y seguirán lanzando filmes hasta que los números den en rojo. Es mas que probable que la franquicia termine como la de Animales Fantásticos o los Transformers – otro reboot / precuela que termina por quedarse sin nafta en el segundo o tercer filme por agotamiento de ideas y cansancio del público – porque, querramos o no, los dinosaurios siempre van a seguir fascinándonos… aunque las historias que los involucren sean cada vez mas pobres en cuanto a creatividad.
¿Puede la secuela de una película cool y calentorra – orientada a adolescentes – convertirse en uno de los mejores blockbusters de la historia, aún cuando llegue con 36 años de demora?. La respuesta es un rotundo si. Y si hay medallas para repartir, todas debe ir – con justa razón – para Tom Cruise. Si Top Gun: Maverick termina por refrendar algo es que Cruise – con subrayado y mayúsculas – es la mayor estrella de la historia del cine. A los 60 años el tipo no sólo sigue siendo un imán de la taquilla – muchos monstruos que surgieron en su época cayeron en la desgracia hace décadas -, sino que es un actor excelente y un productor brillante. Si la primera Top Gun era un pastiche de viejas películas de guerra mezclada con patriotismo a la enésima potencia, sexismo y una banda sonora ardiente, la actual secuela es un filme infinitamente superior y uno que te invita a verlo una y otra vez. De nuevo son los aviones. De nuevo son las tomas cool y la música genial. De nuevo es Cruise irradiando carisma. Pero es vez de patrioterismo barato tenemos a un héroe enfrentándose al retiro; tenemos deudas emocionales del pasado que son profundas y deben pagarse ahora, y tenemos una misión suicida a la cual no hay vuelta posible. En todos los escenarios y alternativas posibles alguien del equipo va a morir. Y, para colmo, el hijo de su mejor amigo (el fallecido Goose) integra el escuadrón que él mismo ha formado. Que a nadie le extrañe que Top Gun: Maverick genere una candidatura al Oscar para Cruise. Este no es el enano bobo que se reía todo el tiempo y fanfarroneaba con sus lentes de sol, sus músculos y su moto asesina. Este es un rebelde que ha entrado en la madurez, que ya no tiene cabida en el sistema – es un dinosaurio en la época en donde los drones, los satélites y la guerra a control remoto controlan la batalla -. Ya no se precisan habilidosos, solo gente en un cuarto manejando robots con joysticks. Pero Maverick siempre tiene un motivo para volver: empantanado como capitán y piloto de pruebas, su rebeldía es perdonada debido al hada madrina de su antiguo enemigo devenido mentor y compañero del alma – un sentido cameo de Val Kilmer que le da la posibilidad de ponerle un broche de oro a su carrera y su compleja situación de salud -. No es de la partida Kelly McGillis (que se ve actualmente como la abuela de Cruise a pesar de tener muy poca diferencia de edad) sino que el libreto se prende a una historia contada al pasar en el original de 1986, en donde Tomás Crucero se había metido con las faldas de la hija de un prestigioso almirante, lo cual lo convirtió en un paria errante dentro de los distintos cuerpos de la aviación naval. Acá ese objeto del deseo es Jennifer Connelly – veterana, hermosa, deseable – y allí, en ese reencuentro con viejos lugares y viejos amores, quizás el nómade rebelde pueda sentar cabeza después de tantas décadas. Pero todo tiene un precio: hay que destruir un arsenal nuclear en lo que parece ser la trinchera de la muerte de Star Wars – falta que alguien en off diga “confía en la Fuerza, Maverick” – ya que hay que volar a ras de tierra por un cañón lleno de curvas brutales y rodeado tanto de misiles tierra – aire como de cazas de super-recontra-ultra-generación. Un caza moderno no sirve, no permite un vuelo artesanal a la vieja escuela; hay que ir con F-18s – los cuales no son rival para los cazas enemigos ultracomputarizados… ¿o si? – y salir pelando papas ya que, si podés detonar el objetivo, media fuerza aérea enemiga va a dispararte con toda la artillería que tenga a mano. Si Cruise se roba la película es porque actúa. El tipo está en un punto de quiebre. Llora, lamenta errores antiguos, ve venir la muerte frente a frente. Su sonrisa no oculta el dolor ni el miedo. A eso se suma que Cruise vuela – no importa que vaya como co-piloto en un avión real y sólo haga la mímica del piloteo; los giros que hace el F-18 son brutales y es el actor el que se come la enorme cantidad de fuerza G de la cabina (nada de CGI!) -. Es un tipo comprometido a darle el 150% a su público. Y lo logra con creces. Top Gun: Maverick no tiene ni un solo punto flaco. Está llena de momentos admirables, cómicos, tristes, emotivos. El director Joseph Kosinski amenaza con una remake – la música de Kenny Loggins se repite, las tomas de despegues, Cruise corriendo con la moto por una carretera con un F-18 de fondo -… y ése hubiera sido el camino mas fácil… pero no: Cruise exigió profundidad dramática y eso hace que el filme se sienta diferente completamente. La nostalgia te invade los primeros cinco minutos, luego el filme toma su camino y, en la segunda mitad, hace algo completamente nuevo y excitante. Top Gun: Maverick es de esos filmes que hace historia, simplemente porque no cansa. Podés verlo 50 veces y emocionarte 50 veces, y sentir los pelos de punta otras 50 veces. Es un monumento a la altura gigantesca de Tom Cruise como supremo showman y brillante hombre de negocios. Una secuela filmada décadas atrás no hubiera tenido el mismo impacto emocional. Y lo mas probable es que haga escuela así que esperen una tanda enorme de secuelas ultratardías de hitos juveniles de los 80s, porque estamos en la era en donde todas las IPs – aún las mas caducas – se reciclan eternamente para compensar los rojos que dejó la cuarentena mundial por el Covid. Claro, habrá muy pocas que lo harán con la brillantez y esmero como Cruise y su equipo de creativos han aplicado aquí en toda su gloria.
“No, América: es hora de que creas en vos misma”. “Y… ¿cómo está América?”. Contento y satisfecho son dos cosas distintas. En una comés cosas ricas para disfrutarlas; en la otra simplemente te llenás la panza para no pasar hambre. Doctor Strange en el Multiverso de la Locura es una película que te deja satisfecho pero no contento. Hay algunas secuencias muy logradas, hay un muy buen cast, hay cameos y sorpresas… pero hay momentos agrios, diálogos ridículos e ideas mal explotadas que te dejan la sensación de que el resultado final debería haber sido muy superior. Si se siente como una película Marvel cocinada de apuro… es porque se trata de una película Marvel cocinada de apuro. En Enero 2020 cambiaron de director (Scott Derrickson quería hacer algo mas terrorífico, retorcido y oscuro), tiraron el libreto a la basura, y pusieron al terrible guionista de Loki a hacer un nuevo script. Metieron con calzador a Sam Raimi – que después de Spiderman 3 no quería volver al género de superhéroes debido a la mala recepción crítica que tuvo aquella película – y éste tuvo que empezar a hilvanar de apuro las cosas para tener un producto listo para 2021. Entra a jugar el Covid, hay demoras de producción de todo tipo, y recién en noviembre 2020 comenzaron a rodar aunque sin un libreto terminado. Como los tiempos se estiraron – y Doctor Strange 2 estaba pensada para estrenarse antes de Spiderman: Sin Regreso a Casa – hubo que refilmar secuencias para acomodarlas a la historia de arañita y sus eventuales consecuencias en el MCU amén de sacar a América Chavez (que iba a figurar en la historia del filme de la Sony). Pero la cocinada de apuro se nota y mal. Estos actores de primer nivel deben lidiar con diálogos que parecen salidos de un filme de Roland Emmerich (¿remember Moonfall?). La que se lleva la peor parte es Rachel McAdams – que tiene mayor participación en la acción sobre el final del filme -, la cual dice sus parlamentos con la mirada distante y en piloto automático como si no pudiera creer que los billones de Marvel hayan servido para contratar a un libretista tan horrendo como éste y sin tiempo para que un script doctor le pegue una pulida y los deje, al menos, menos disonantes. La cantidad de veces en que puse los ojos en blanco es abrumadora y eso no me había pasado nunca en un filme Marvel. Si al menos el problema fuera sólo con los diálogos… pero hay otras decisiones creativas que definitivamente te hacen crujir los dientes. El primero de ellos es América Chavez – un McGuffin viviente perseguida por todo el mundo – cuyos poderes son absurdos y salidos de la nada (hace portales interdimensionales con forma de estrellita!… por Dios, qué ridículo: ¿qué es? ¿un osito cariñosito?). América viene de otro planeta y otra dimensión pero aún así se llama como la nación mas poderosa de esta Tierra (lo cual da lugar a un montón de chistes inintencionales cada vez que la nombran), tiene dos mamás – en un fugaz y forzado intento de meter diversidad en el MCU – y las evapora en menos de cinco segundos en pantalla (cuando tenía diez años la piba se asustó con algo, entró en trance, abrió un portal de estrellita y el vortex succionó las mujeres – y a la mitad de la gente que estaba por ahí – disparándolas hacia otra dimensión… todo esto narrado en un breve y desprolijo flashback). Como no hay explicaciones adicionales no sabemos si el mundo de América es como Themyscira y está habitado solo por mujeres – con lo cual ser gay sería lo standard -, o cómo rayos América fue concebida y si el donante (de haberlo y no haber autoconcepción) es el portador del gen mutante que recibió. Ni siquiera hay una lágrima cuando Xochitl Gomez cuenta todo esto (“¿te conté que maté a mis madres tirándolas a un agujero interdimensional?”). La escena concluye con un vacío consejo de manual por parte de Stephen Strange: “no te preocupes; ellas están bien, donde quiera que estén”. Pero es imposible cargarle todas las tintas al personaje de América, ya que hay mas cuestiones desesperantes en el filme. El siguiente ítem de la lista es la abrumadora volubilidad de los personajes: de un instante a otro cambian de parecer y hacen exactamente lo contrario de lo que estuvieron predicando toda su vida. En cinco segundos Wanda pasa de un pacífico retiro espiritual a convertirse en una genocida peor que Thanos, capaz de arrasar de la peor manera posible con la mitad del universo si no le entregan a la chica Chávez para poder absorber su poder y viajar a una dimensión donde sus hijos sigan existiendo y haga su vida de ama de casa tal como vimos en WandaVision (de hecho todo el filme se siente como un capítulo sobreproducido de final de temporada de la serie; si no viste WandaVision vas a quedar literalmente en pelotas, lo cual una decisión creativa totalmente discutible porque te obliga a seguir todas las tiras Marvel de Disney + de ahora en mas si querés estar al tanto de lo que va a pasar en las películas, de dónde salió tal personaje o por qué éste otro se porta como un loco). Cosas similares ocurren con otros caracteres – como las versiones de Tierra 838 de Christine Palmer y el Profesor X (no es spoiler!, el tipo ya figuraba en el trailer!) – que están sumamente convencidos de algo y, de un instante a otro, terminan haciendo todo lo contrario… y no porque hayan sido cambiado de opinión gracias al peso de los argumentos que exhibe Strange (ya que los mismos son de una pobreza conceptual total debido a lo flojo del libreto) sino porque los tiempos narrativos no daban ya que quedaban un choclo de escenas para filmar. A los abruptos cambios de conducta debemos sumarle la pobreza del concepto de Multiverso implementado en el filme. Digo: esto daba para una correría sicodélica por todos los universos posibles dando lugar a toneladas de fan service y momentos de aplausos de pie – con Wanda corriendo detrás de Strange y Chávez, los tres saltando de una dimensión a la otra y topándose con millones de versiones alternativas de personajes conocidos, cuando no, de cameos y sorpresas -. Pero no: se cayeron en Tierra 838, se ahí quedan hasta el final y, de pura casualidad, es la única de Tierra del Multiverso donde vive la versión de Wanda que es ama de casa y tiene sus dos hijos (¿en serio??). Para impedir el salto de universos – que implicaría mas dinero de producción y efectos especiales, amén de un despliegue de creatividad que supera al limitado libretista que contrataron – el guión se despacha con que los saltos interdimensionales pueden detonar los universos por los que pasás. Así que la diversión y el fan service se limitan a una sola Tierra alternativa y cinco minutos de cameos con personajes importantes y poderosos… tirados por la borda de la manera mas expeditiva posible, lo que se transforma en una auténtica falta de respeto. Al parecer Michael Waldron nunca vió Spiderman: Un Nuevo Universo (versiones alternativas de un mismo personaje aparecen en la Tierra que todos conocemos) o siquiera Everything Everywhere All at Once, una comedia indie que explota el mismo concepto de manera muchísimo mas festejable… con muchísima mas inventiva y con un presupuesto que debe ser el sueldo del que sirve el café en Marvel. Hasta el uso del Multiverso en Spiderman: Sin Camino a Casa era mucho mas creativo que esto. Mientras que el concepto de Multiverso suena a rico en posibilidades es, por otro lado, un craso ejemplo de flojera intelectual. Podés inventar versiones exóticas de todo tipo de cualquier personaje sin dar ningún tipo de explicación sobre su conducta u origen. Por el otro lado, altera la versatilidad del universo que todos conocemos – Iron Man no se murió sino que sigue vivo en otro lugar; el Capi no está jubilado y sigue combatiendo villanos en otra dimensión… y todos esos superhéroes pueden aparecer mágicamente acá cuando las papas quemen, convirtiendo al Multiverso en una fabrica masiva de Deus Ex Machinas -. Si a eso le sumamos que Marvel está vomitando toneladas de nuevos personajes mediante las películas de la Fase 4 y las series de Disney + (piensen a Loki y sus versiones alternativas, Moon Knight, los Eternos, los que reincorporaron que tenían series previas en Netflix, los que absorbieron de la Fox, los que ya figuran en la agenda como Blade, Señorita Marvel, la Thor de Natalie Portman… y un larguísimo larguísimo etcétera) entonces la próxima película de los Vengadores va a precisar un estadio para albergar tantos superhéroes. ¿Se acuerdan cuando el MCU era una cosa simple, había un solo superhéroe por película y tenía una historia interesante para contar?. Mientras todo esto es discutible, lo que termina salvado a Doctor Strange en el Multiverso de la Locura son las perfomances, la magia visual de Sam Raimi y la partitura de Danny Elfman. Todos actúan muy bien pero el filme le pertenece a Elizabeth Olsen: a pesar de las asperezas del libreto para explicar sus cambios de conducta, es la Olsen la que humaniza a Wanda y la aleja de ser una villana de cartón pintado. La tristeza de Wanda es profunda, traspasa la pantalla y hay un par de escenas que son desgarradoras en lo dramático. ¿De qué le sirve ser el ser mas poderoso del universo si no puede ser feliz o, siquiera, viajar a la dimensión donde puede encontrar la paz?. No hay nada mas solitario que un Dios y éste es el caso. Es una lástima que el libreto vaya tan a las apuradas que se haya comido de meter un par de escenas con Vision siquiera en flashbacks. El robot era una fuente de sabiduría emocional (“el duelo no es mas que el amor que perdura en el tiempo”) y su ausencia acá bordea lo imperdonable. El era parte esencial de la historia de Wanda; ¿cómo no va a aparecer?. Por el otro lado Raimi sigue siendo un rey de lo visual – las batallas rebosan de creatividad (no hay nadie mas elegante para entrar en combate que Stephen Strange!) y hay un par de refriegas (la final y una previa que tiene que ver con música) que son dignas de aplauso -. Y el Elfo sorprendiendo con una de las mejores bandas sonoras de sus últimos tiempos. Doctor Strange en el Multiverso de la Locura es una aventura pasable y vistosa. Está plagada de altibajos en buena parte por el manoseo y los apurones que sufrió, pero esto también precisaba otro libretista menos detestable y un par de pulidas extra. Seguramente recaudará un fangote de guita pero definitivamente es inferior a la Doctor Strange original, la cual era mucho mas solida y satisfactoria aunque fuera tan solo la regurgitación de una formula patentada y reusada por Marvel hasta el cansancio.
La diferencia fundamental entre las franquicias basadas en libros y las que han sido inventadas específicamente para el cine estriba en que en la primera ya tenés trazada la ruta y tenés que respetarla sí o sí para no decepcionar a una legión interminable de fans que esperan que la cumplas – a final de cuentas vos esperás explotarlos, tentándolos a que vayan al cine y vean tu película, compren tu DVD y adquieran todo tu merchandising posible de una saga cuyos derechos conseguiste a cambio de pagarle una ponchada de guita al autor -. En la segunda, en cambio, vos tenés un listado de puntos temáticos en una hojita y te fijás de ajustarte a eso lo mas que se pueda… aunque si pasa algo importante en la vida real siempre podés improvisar sobre la marcha – se te muere un actor, se te terminó el presupuesto antes de tiempo, etc -. Ahora bien: ¿cuántas cosas malas te pueden pasar al mismo tiempo?. Si hablamos de popó, entonces Los Secretos de Dumbledore está enroscada en una tormenta perfecta de materia fecal. Hay una mezcla de daño autoinflingido, escritura indulgente, decisiones artísticas pobres, mala improvisación sobre la marcha y escándalos inesperados de la vida real que sumen al filme en un torbellino del cual no puede escapar. El recambio del villano – sale Depp, entra Mads Mikkelsen – era de esperarse, mas cuando atrocidades de la vida privada de Depp salieron en el juicio del 2018, se dispersaron por los tabloides y ahora se desparraman con toda la publicidad que consume el juicio del 2022; pero a eso se sumaron los descontroles cada vez mas frecuentes de Ezra Miller en su vida pública (en el 2022 ya lo arrestaron dos veces por atacar a la gente) y, por si fuera poco, se le suma la polémica de J.K. Rowling al opinar sobre la gente trans en unos tweets del 2020. Todo esto me hace presumir que hace 4 años tenían una idea para Los Secretos de Dumbledore y, sobre la marcha, tuvieron que cambiarla emparchándola como pudieron. Aunque Mikkelsen sea un gran actor el traje que se pone estaba pensado para otro, con lo cual el tipo va en piloto automático, se ve demasiado sobrio y no logra brillar; para quedar bien con la comunidad LGBT agregaron la idea de que Dumbledore y Grindewald estuvieron enamorados cuando eran pendex – una ocurrencia tan artificial que hace que Jude Law y Mikkelsen disparen sus diálogos emotivos con absoluta falta de convicción cuando están frente a frente; ¿en serio estos dos tipos se amaron con toda la pasión del mundo cuando eran cachorros? -; y Ezra Miller, pensado para ser una fuerza siniestra y catalizadora de toda la historia, ha pasado a un rol recortado y secundario debido a que la edición del filme quiere que el flaco se vea lo menos posible en la pantalla. A eso se suman decisiones trilladas – elecciones amañadas y el ascenso al poder de un tirano al estilo de Hitler en la década del 30 -, el correr del protagonismo al delicioso Tremayne a cambio de darle pantalla al políticamente correcto Jude Law, el olvidarse de la existencia de Katherine Waterston, la volubilidad de los personajes que se pasan de bando de una escena a la otra sin mucho motivo… o la absurda maniobra para amañar un falso atentado contra Grindewald por parte del personaje de Dan Fogler, algo que termina careciendo de peso en la resolución – si se la puede llamar así – de la historia. Ninguna de estas cosas termina por hacerte feliz, y el tiempo pasa y las cosas se estiran y aburren. El drama con esto es que el elenco tiene un gran potencial y hace lo que puede con la historia que le dieron, con lo cual llegan con lo justo. Yo hubiese puesto a Waterston, le daba todo el tiempo del mundo a Redmayne y especialmente a Fogler – que, creo, es el verdadero centro emocional de la historia, no el aburrido Dumbledore -, y hubiera hecho la historia mas compacta ya que no todos los filmes basados en personajes de la Rowling tienen que ser tanques de dos horas y media de duración (¿está escrito en algún lado?). Pero todo esto se siente como un capítulo de relleno de una serie de streaming – un filler -, algo que consume tiempo y cumple con la cantidad de entregas pactadas mientras te acerca un cachito mas al final. Claro que es un filler carísimo de 200 palos verdes que ni siquiera recaudó el doble y que termina por echarte abajo toda la franquicia por la enorme cantidad de inconsistencias que tiene. No sé si llegaremos a ver una cuarta entrega de Animales Fantásticos. Difícil recuperar el público que perdiste si no le inyectas una tonelada de creatividad y vivís cayendo en tus viejos vicios de estirar todo porque te crees un dios (o una diosa) y que el público te va esperar hasta que a vos se te de la gana. Es cierto que a Los Secretos de Dumbledore le pasaron cosas inesperadas por fuera de la producción pero, rayos, bien que estás cobrando millones para ponerte al mando de una franquicia que sacaste de la galera debido a la codicia y para la cual ahora la creatividad te queda corta. Como leí en algún lado uno a cierta altura de su vida debe elegir qué batallas va a librar – tus recursos materiales, emocionales, intelectuales no son interminables ni indestructibles -. Acá se les terminó la nafta, nadie les avisó y el elenco cerró la obra con oficio… siendo extremadamente difícil que puedan sobrevivir a otra entrega semejante.
Morbius, el Vampiro Viviente es un villano de Spiderman que data de 1971. En esa época Marvel estaba a los manotazos con las modas cinematográficas del momento – desde el Kung Fu (Shang-Chi, Iron Fist) hasta el blaxploitation (Luke Cage) – así que era lógico que pretendiera succionar algo del género del horror que los estudios Hammer habían explotado hasta el hartazgo durante la década del 60. Así que se despachó primero con Morbius y dos años mas tarde con Blade, metiendo vampiros en su universo comiquero. Con capa roja, traje de spandex y solapas anchas era como un híbrido entre Drácula y Doctor Strange. Morbius también llegó en una época en donde el Comics Code Authority – que ponía las reglas a respetar por parte de la industria, algo así como el Código Hays de los comics – había levantado las restricciones para que las tiras pudieran incluir seres sobrenaturales. Por si alguien no recuerda, el Comics Code Authority apareció en los 50s como un intento de moralizar la industria y, en especial, controlar el escándalo producido por las tiras de terror de William Gaines que incluían sadismo, sexo, seres monstruosos y todo tipo de temas tabú en publicaciones como Cuentos de la Cripta y La Bóveda del Horror. Haciendo apariciones esporádicas en Spiderman – y teniendo durante un par de años su propia tira en magazines de terror de Marvel -, Morbius languideció con el paso del tiempo hasta que la editorial lo revivió en 1992 con un perfil mas heroico. Habiendo pasado de villano a antihéroe, era lógico que Sony le tirara el ojo para armar una aventura en solitario y poder ir formando, de a poco, su demoradísimo proyecto de Los Seis Siniestros – un equipo de supervillanos que terminaría peleando contra arañita en el grand finale de lo que es una especie de Universo Cinemático Spiderman, y que la Sony quiere montar desde la época de Andrew Garfield -. Para ello cuenta con Venom, el cual arrancó en punta; con el cameo (inexplicable, incomprensible) de Michael Keaton aquí, recién importado como Adrian Toomes / Buitre desde el MCU; le sigue en la cadena de producción Kraken el Cazador (con el tronco de Aaron Taylor Johnson como protagonista), Madame Web con Dakota Johnson y un tercero que terminará por ocurrírseles en el camino. El drama con semejante armado es que Sony carece por completo de buen ojo para elegir un equipo de directores talentosos (sobre todo que sean baratos y desconocidos) como los que fueron construyendo el MCU de Marvel. La pegó con Ruben Fleischer en la primera Venom, zafó con la secuela de Andy Serkis pero acá planchó mal con Daniel Espinosa (Life). Literalmente nadie fue a ver a Morbius, apenas hizo 140 palos verdes entre EE.UU y resto del mundo – algo que es una moneda hasta para la entrega mas floja de Marvel -. Incluso el filme fue victima del escarnio público con gente ridiculizando escenas del filme y haciendo memes, algo que los ejecutivos de la Sony malentendieron – como que el filme era popular para ser objeto de semejante movida viral -, lo que los motivó a reestrenarla sólo para recaudar algo mas de 85.000 dólares en el segundo intento. Mientras que la fallida respuesta del público pone en seria duda el hacer una secuela – y no garantiza que la hilera de films para llegar al clímax de Los Seis Siniestros esté asegurado -, honestamente no entiendo todo el odio hacia la película salvo que se trate de una cuestión personal con Jared Leto. Es cierto que Morbius no va a hacer historia pero dista años luz de ser el peor filme de superhéroes que haya pisado la pantalla. Es prolija, entretiene, las perfomances están bastante bien y no termina por crisparte los nervios con sus ocurrencias. Por supuesto hay agujeros de lógica, la trama no es un dechado de originalidad y la dirección va tan apurada vomitando escenas que no termina de crear clima – salvo cuando ocurren las secuencias de acción – pero no es un bodrio que te hace rechinar los dientes como, por ejemplo, Eternals o Los Inhumanos. Te da la impresión de haber sido dirigida por un tipo que viene del ramo de los efectos especiales ya que Espinosa solo pone énfasis cuando le llega el turno de coreografiar CGIs. Eso no quita que el filme tenga su cuota de pavadas, como el instituto de sanación pegado a una escuela que desborda de bullys, la mágica aparición de una jaula gigante con cinco millones de vampiros en el laboratorio de Jared Leto (sin que su compañera de trabajo de todos los días se haya dado cuenta), que Matt Smith pueda meter de contrabando un sachet de sangre a la cárcel sin que nadie lo detecte o poniendo a un mexicano con cara de nabo como comic relief y compañero de un extremadamente serio Tyrese Gibson. Incluso el filme entra en cierto espiral de clonación de escenas de filmes superiores y mas conocidos que casi te dan ganar de hacer una competencia de tragos con “¿adiviná de qué película rob… tomaron esta secuencia?”: sea Leto rodeado de vampiros y llamándolos a la distancia (Batman Inicia), Matt Smith recuperado pero fingiendo una cojera para entrar a la cárcel (Keyser Soze de Los Desconocidos de Siempre), secuencias con bullet time a lo Matrix o citando a Rutger Hauer en Blade Runner, eso sin contar la carnicería en el barco clandestino que parece sacada del malogrado viaje del Demeter en Drácula. Pero aún con todo eso Morbius me parece pasable. Por supuesto el final carece de sentido – si Leto pensaba terminar con su vida, ¿por qué vaga por el campo y cómo diablos Michael Keaton / Buitre (caído de otra dimensión y utilizando su equipo de vuelo que se había desintegrado en De Regreso a Casa) sabe de él y quiere reclutarlo para pelear contra un superhéroe… que Leto ni siquiera ha visto? -. Leto luce intenso, es adecuado, es dark y romántico al mismo tiempo. Matt Smith se va de mambo varias veces – la cara de ese tipo es una caricatura – y Jared Harris está criminalmente desperdiciado. Es posible que esté pasando por un momento de embole supremo, cosa de que Morbius me resulte aceptable pero aún con ello, hablando con objetividad, no me parece la atrocidad que todos dicen. Quizás el problema es que llegamos a un punto en que vimos demasiadas historias de origen de superhéroes y ya sabemos de sobra los puntos por los cuales va a pasar; y cuando llega algo como esto, rutinario y escrito por un programa de computadora, nos resulte repulsivo hasta lo intolerable, mas cuando al intérprete le tenemos ganas de linchar desde que arruinó al Joker en Suicide Squad y lo vimos capaz de sobreactuar a niveles estratosféricos en La Casa Gucci.
Todos estamos de acuerdo en que la Trilogía del Caballero de la Noche de Christopher Nolan es un hito cinematográfico insuperable. Grandes perfomances, una épica formidable, emociones a flor de piel, excelentes villanos, la visión mas completa que hemos visto en el cine sobre el Hombre Murciélago. Ahora bien: nadie – ni en la Warner ni en DC Comics – está dispuesto a archivar un personaje que es una mina de oro por ese respeto reverencial que emite la trilogía de Nolan. Hay que seguir facturando. La cuestión es: después de la visión de Nolan, ¿a dónde ir?. Aunque Snyder enroló al tipo perfecto para el personaje – un Ben Affleck enorme y despiadado -, le dio historias mediocres para protagonizar y nunca tuvo la oportunidad de brillar en solitario. A Affleck le ofrecieron un filme para él solito – debería haber sido éste – pero las terribles críticas de Batman v Superman y La Liga de la Justicia (Whedon version) lo desmoralizaron. La carrera del tipo se hundió, su matrimonio voló por los aires y cayó en la bebida, y eso que venía de ganar un Oscar por Argo. Así que el flaco colgó la capa y llamaron a otro para hacerse cargo. Es posible que Affleck tenga un comeback que lo revindique en la próxima The Flash – DC no se maneja con la misma puntillosidad que Marvel y por eso vemos múltiples versiones simultáneas de los mismos personajes (como tres Batmans… ya hay dos Supermans, uno en cine y otro en TV) sin que haya una explicación racional para ello -, pero ahora es el turno de Matt Reeves para manejar al Hombre Murciélago. El tipo exigió libertad creativa total y la posibilidad de ejecutar una trilogía por fuera del DCEU, así que no esperen ver a Superman, Flash y otros superhéroes en la saga que comenzó a cocinar Reeves. Quiere lo mismo que Nolan, que las historias se concentren solo en el personaje y en su universo y, para arrancar con eso, se despachó con una aventura de tres horas. ¿Y que tal es?. Decir que es mejor que las mediocridades manufacturadas por Snyder (en la era post Nolan) no es ninguna sorpresa. La sorpresa es que sea una de las mejores películas jamás hechas sobre el personaje, integrando el selecto panteón integrado por los dos filmes de Burton, la serie animada de los 90’s y las tres cintas de Nolan sobre el Hombre Murciélago. Pero The Batman se queda corta para ser la obra maestra que muchos críticos claman. Hay detalles aquí y allá que, si se pulen en una nueva entrega, pueden dar lugar a un filme brillante. Uno puede admirar el desempeño del Batman de Robert Pattinson pero no sentir empatía por él. Hay muchos momentos que parecen calcados de The Dark Knight – los videos que manda el Acertijo a las televisoras, su operación que deriva en una amenaza para toda Ciudad Gótica y que Batman debe desarmar contrarreloj, el duelo de personalidades en el calabozo del Asilo Arkham -, y los 15 minutos finales parecen escritos por otro libretista. Ver al vigilante oscuro, enigmático, el tipo que vive operando en las sombras y que la policía desprecia… ayudando como un rescatista de la Cruz Roja entre la multitud y a plena luz del día (¿el Batman Solidario de Lanús?) es simplemente chocante. Batman no es solidario; Superman sí lo es. Hubiera sido preferible que disparara un gancho, se escabullera en la oscuridad y mandara gente de la Fundación Wayne a ayudar a los sobrevivientes del desastre antes que se expusiera tanto a plena luz del día. Eso no quita que el 95% previo sea muy bueno y, por momentos, excelente. Wow, este es un Batman diferente. Como Bruce Wayne es un tipo traumado, hecho trizas mental y moralmente que sólo cobra vida cuando se pone el traje y sale a quebrar huesos todas las noches. Porque si los filmes de Nolan tienen un defecto, es que Christian Bale era demasiado contracturado y esquemático para pelear. El Batman de Pattinson es brutal, es una fuerza de la naturaleza que arrasa con todo aunque esté en desventaja numérica y de armas. Es un vigilante suicida guiado por la furia que se lanza sobre las balas y baja monos a lo pavo al estilo John Wick. Igual me gustaba mas Affleck reventando gente en Batman v Superman – sip, el dichoso rescate de Martha Kent y que debe ser lo único memorable que tiene esa película – que Pattinson, que se ve muy alto y estilizado pero algo flacucho. Pero la gran novedad es que este Batman piensa y, sobre todo, este Batman es independiente. Es un tipo que se fabrica él solo sus cosas, no un vivanco millonario al que Lucius Fox le hace toda la ferretería. El tipo se arma su muscle car – al fin una versión creíble y práctica del Batimóvil (tal como imaginó Dennis O’Neal en los comics de los 70s) que puede arrasar y, especialmente, pistear -, fabrica sus gadgets y, lo mejor de todo, investiga y deduce. Es el gran Batman Detective de las historietas, el tipo que revisa pistas e interroga sospechosos aunque sea colgándolos de un techo. A Bale la tecnología le solucionaba un montón de cosas y él era mas un paladín de la justicia que un investigador disfrazado. Acá Pattinson observa todo – el lugar de los hechos, las cosas que hay en él, las reacciones de la gente – y lo ves pensando, maquinando, como una versión dark de Sherlock Holmes. Es algo sumamente satisfactorio. Mientras que Pattinson es realmente muy bueno como Batman (inmaduro e impulsivo, arrojado y salvaje; lástima que su Bruce Wayne versión emo sea algo monótono), el resto del cast es brillante. Zoe Kravitz le pasa el trapo a Anne Hathaway como Gatúbela: esta mujer es feroz y sensual a mas no poder (ahora es binorma!), y se saca chispas con Pattinson cuando comparten la pantalla. Jeffrey Wright hace lo mejor que sabe hacer, que es lucir inteligente, reflexivo y honesto y por eso es un gran James Gordon. Colin Farrell, oculto bajo toneladas de maquillaje, canaliza a Robert De Niro como otro mafioso lleno de mañas y tics, pero no aparece lo suficiente, posiblemente porque le espera mas tiempo de pantalla en una entrega futura. Andy Serkis está mas que correcto como Alfred pero uno hubiese querido que tuviera mas escenas; y el que sobresale por encima de todos es Paul Dano – con esa cara de bebote ratón de biblioteca – que se enfunda el traje verde, deforma la voz, intimida con su mirada sacada y no deja de darte escalofríos cada vez que aparece porque lo suyo siempre es bestial y sanguinario. Un tipo tan retorcido como brillante y que carece absolutamente de límites. En cuanto a la historia The Batman es un licuado de ideas, influencias y estilos. El mas obvio es Se7en, Pecados Capitales, con un sangriento asesino serial suelto y haciendo expiar pecados a sus víctimas, y dos detectives investigando en una ciudad oscura, sucia y lluviosa. Hay rastros del John Kramer de Saw en este Acertijo pero es obvio que el personaje de Bill Finger es muchísimo mas antiguo y que una interpretación despiadada del mismo se vería similar al maníaco creado por James Wan y Leigh Whannell. Por otro lado al introducir a Gatúbela The Batman comienza a tener vibras de policial negro, con la femme fatale de oscuro pasado que se enamora de las personas equivocadas, envuelve al detective y termina siendo el elemento mas volátil de toda la ecuación generando resultados inesperados a cada momento. La historia de The Batman es realmente compleja – no es imposible de seguir pero es inesperadamente mucho mas elaborada que lo que suele dar el género -, y la investigación se abre tanto que hay momentos en que la amenaza del asesino queda en segundo plano, sobre todo cuando Reeves pone la lupa sobre los chanchullos de la mafia local. Si en esos casos la historia se aletarga un poco, pronto se condimenta con las sangrientas intervenciones del Acertijo. Y es en esos momentos en donde la banda sonora de Michael Giacchino brilla – minimalista y tétrica, apenas un piano la mayoría de las veces -, no por la obvia copia de la Marcha Imperial de Star Wars (ahora, el tema del nuevo Batman) ni por abusar de Something In The Way de Nirvana, sino por la alienante reversión del Ave María de Schubert. Comienza respetuosa, fiel a su esencia religiosa y después – a medida que el clima se espesa y los crímenes sangrientos se multiplican – se transforma en una cosa cada vez mas deforme – un coro de voces desgarradas – que te eriza los pelos de la nuca cada vez que suena ya que se transforma en el leitmotiv del asesino. A mí me gustó The Batman. Hace cosas diferentes por el personaje, es fiel a las raíces comiqueras del mismo – el Batman Detective que imaginaron Bill Finger y Bob Kane en los años 40s -, le devuelve su esencia brutal y oscura y planta una excelente semilla para los capítulos que vendrán. Le faltaron cosas menores para pulir pero es un estupendo comienzo para una nueva trilogía del superhéroe mas fascinante y duradero que ha dado el mundo del comic hasta ahora. (alerta spoilers) PD: y… sip, el tipo del asilo es Mister J. (fin spoilers)
Esto es lo que pasa cuando mezclás Indiana Jones con Rápido y Furioso. Sanata histórica de cuarta, persecuciones que no respetan las leyes de la física, puro CGI. Bah, puede ser una pavada entretenida, el problema es cuando no hay una pelea o persecución en pantalla. Acá los diálogos son puntos muertos, incapaces de remontar algo a los personajes y hacerlos mínimamente atractivos o tridimensionales. Son simples vomitadores de parlamentos, los cuales dicen lo mínimo necesario para que vayan del punto A al B y luego al C. En ocasiones así – el blockbuster por el blockbuster puro; explotar una franquicia basándose en la fama de la misma y en las secuencias de acción concebidas por una computadora – la presencia de personalidades ayuda… pero acá no es el caso. Mientras que pistear con galeones españoles flotando por el aire se ve bárbaro, el drama viene cuando esta gente debe decir algo mínimamente serio. Acá podías optar por el camino de Alerta Roja (Red Notice, esa de Netflix con la Roca, la Mujer Maravilla y Deadpool) y tener un Ryan Reynolds haciendo chistes malos que, bah, salvan el momento (aún cuando el filme sea un disparate) y le hace un guiño a la platea de que esto es solo un entretenimiento liviano; o ponerte serio como una lápida y pretender de que lo que estás diciendo no solo es dramáticamente interesante sino que pone a la audiencia de tu lado. Pero cuando tenés a Peter Parker de un lado, y a Mark Wahlberg – haciendo de Mark Wahlberg por enésima vez en la vida – en el otro, la cosa simplemente no se enciende. Wahlberg va por el cheque pero Tom Holland – que quiere probar suerte de estrella por fuera de Marvel – no puede sacudirse el aire de pendex de secundaria que lo convirtió en el Hombre Araña. En varias de las peleas del filme uno espera que el tipo tire telarañas de las muñecas, es así de simple. Con la voz y pinta de nene es un error venderlo como un aventurero curtido, no importa si figura que ésta es su primera aventura internacional. Tomando tragos, seduciendo o disparando a troche y moche, el tipo es un serio error de casting aun cuando despliega toda su simpatía y es genial en las acrobacias (no por algo es Spiderman!). Precisaban a un treintañero, alguien con barba y mas estatura, un tipo curtido (¿Reynolds?) que no se vea como el hijo de Wahlberg. Los villanos son de stock y ni siquiera alguien con infinito salero como Antonio Banderas puede hacer algo memorable con sus parlamentos. La única sorpresa del filme es verlo hacer mutis por el foro de manera inesperada y a mitad del relato. Eso no quita de que Uncharted zafe y que se venga la secuela en vista de lo que ha recaudado; pero la saga precisa muchos ajustes para elevarse sobre la mediocridad promedio que afecta a todas las adaptaciones de videojuegos al cine. Yo no tengo Playstation, nunca jugué a Uncharted, no lo conozco pero los que si (y vieron la película) coinciden en que el fichín era mas entretenido y mucho mas cinemático que esta versión que apenas califica de entretenimiento correcto y es en absoluto olvidable. Los héroes precisan personalidad, algo que los atraiga al público; y, por el otro lado, las historias de tesoros perdidos deben ser menos traídas de los pelos (o que por lo menos los guionistas hagan algo de investigación histórica como se debe). Uncharted es pasable pero, con todos los recursos que quemaron para hacerla, pudo haber quedado mucho mejor. Y no, Holland va a quedar encasillado como arañita a menos de que tenga 15 años mas, se llene de arrugas y canas… aunque para esa época posiblemente se vea mas como un Michael Fox cuarentón que como un aguerrido Harrison Ford.
Durante la primera mitad Moonfall es un disparate propio de Roland Emmerich – mala ciencia, personajes clichés, tramas de relleno que no le interesan a nadie, muchos efectos especiales – y hasta le podría dar tres atómicos por ser ese tipo de espectáculos descerebrados que te sirven para matar el tiempo, sea disfrutándolos o criticándolos – 2012 es un claro ejemplo de esa categoría -. Pero basta con que el trío principal se vaya al espacio para que los disparates vayan a Warp 10. Es como si los libretistas hubieran combinado una parva de hierbas experimentales y se las hubieran fumado todas en una sola noche para que los bolazos de la trama se lancen a la velocidad de la luz. La última hora tiene tantas ideas chifladas como para llenar diez películas de ciencia ficción… ninguna de las cuales llega al nivel de lo decente. Debo admirar la osadía de Emmerich. Que haya conseguido que una parva de millonarios le hayan dado 150 palos verdes para financiar este dislate es una tarea tan titánica como admirable. ¿Nadie nunca revisó el guión?. ¿Pensaron que Emmerich era Spielberg, un tipo con tanto talento visual que era capaz de disfrazar las deficiencias intelectuales del libreto con magistrales pases de magia?. Porque los agujeros de lógica del guión son siderales – la Luna es un satélite artificial creado por mentes alienígenas – y el desarrollo del script se lleva demasiadas veces de patadas con la lógica – la gente del Apollo 11 piso la Luna en el 69 y, cuando clavaron la banderita, el piso hizo “clonk” como cuando golpeás una chapa… aunque luego la nave de Patrick Wilson y la Berry deben atravesar una capa de al menos 30 kilómetros de rocas y tierra para encontrar la estructura metálica central; gente pisteando con camionetas en la Tierra mientras la Luna pasa rozando las puntas de las montañas y arranca (por la gravedad) árboles y casas aunque es incapaz de remontar un par de autos solo porque ahí van los parientes de los protagonistas; la absoluta credulidad mundial por un par de tweets de un desconocido paranoide que afirma que la Luna viene en camino a chocar la Tierra (y pronto empiezan a evacuar ciudades y saquear tiendas); que ningún científico en el mundo haya controlado la distancia entre la Tierra y la Luna, salvo el chiflado del protagonista; la locura total de querer “volar” la Luna con miles de misiles nucleares, aún cuando eso se haga cuando el satélite roce la estratósfera y te caigan millones de toneladas de cascotes sobre el coco; y así sigue un largo etcétera, etcétera, etcétera… – y la edición es salvaje. Emmerich vomita una locura y a los dos segundos ya estamos viendo otra aún mas demencial. En el medio hay un montón de gente laburando a reglamento, diciendo sus líneas sin convicción – el cameo de Donald Sutherland es tan patético – y los FX son realmente dispares. Hay momentos en donde Wilson y la Berry están parados frente a una obvia pantalla verde (mas tarde completada con una ilustración de mala calidad hecha con Photoshop, nivel inicial), y otros donde a la destrucción le falta otra capa de renderizado para verse realista… pero que no llegaron a tiempo. La ciencia es mala – la Luna emite millones de cascotes pero estos tipos pueden pistear con un transbordador espacial sin que ningún meteorito les haga un agujero; poder lanzar un transbordador con un motor menos y dos tipos en la sala de control en tierra (si uno lo ve así, la NASA está llena de ñoquis, tipos de relleno a los que les pagan un sueldo para apretar botoncitos y ver lucecitas, diría Shatner en ¿Y Dónde Está el Piloto?, Parte 2); usar naves espaciales en desuso desde hace décadas sin necesidad de cambiarle escudos, motores o electrónica; ídem con trajes espaciales que datan de la era pre Apollo 11 y que le calzan a cualquiera aunque el flaco pese 150 kilos; y la lista sigue y sigue y sigue – y la puesta en escena es peor. Yo hubiera rebanado toda la subtrama familiar de Wilson – e incluso la de la Berry – que no le interesa a nadie y solo agrega mas momentos de incredulidad como el estirado escape al refugio o los artificiales problemas de moral del ex de la Berry, un tipo con cara de malo y totalmente inexpresivo. Entre el mal corte de pelo de la Berry y las salidas fuera de lugar de Michael Peña (otro que viene quemando su carrera a pasos agigantados entre esto, La Isla de la Fantasía, el filme de Netflix y la de Tom y Jerry), hay pocas cosas satisfactorias en Moonfall. Hay gente que la considerará ofensiva para su intelecto; para otros como yo, le resultará fascinante los niveles de fruta que dispara, en donde la ocurrencia de cada momento sobrepasa a la del anterior. En un mix de Armageddon, El Abismo y una treintena de épicas espaciales de todo tipo y color, Moonfall no termina por cuajar de manera coherente por ningún lado, reduciéndose a una orgía de FX e ideas salvajes que solo pueden satisfacer a los adictos a espectáculos sicotrónicos (como nosotros) pero que deja afuera al 99% del público mundial.