Revivir franquicias viejas… ¿para qué?. Mientras que la gente y la crítica cuestionan la movida, al menos yo entiendo la razón comercial del tema: de unos años a esta parte ha comenzado una reventa salvaje de franquicias, muchas de las cuales cambian de manos al menos un par de veces en un par de años – como pasó con Terminator y ahora ocurre con Scream -. Será que los estudios quedaron medios fundidos por la pandemia, el asunto es que los nuevos dueños lo primero que hacen es cocinar un reciclado / reboot / secuela para, aunque sea, compensar algunos costos y de paso probar suerte si la saga tiene suficiente pulso como para ser revivida. No todo el mundo es un magnate aburrido con guita que quiera volver a testearse en el mismo terreno donde tuvo éxito – léase, Spielberg y Lucas con las últimas aventuras de Indiana Jones -; por eso resucitan los Depredadores, los Rambos, los Duros de Matar, los Michael Myers y toda esa bocha de IPs (propiedades intelectuales) que datan de los 80s. Si Halloween pudo ser revivida con toda la furia – en buena parte gracias a la magia cormanesca de Blumhouse y a una apasionante vuelta de tuerca que me entusiasmó hasta a mí, que odio el slasher -, ¿por qué no traer de nuevo a la vida a otro asesino serial enmascarado?. Acá no está Wes Craven (fallecido en el 2015) ni Kevin Williamson (al menos en los textos). La pregunta es si un grupo de fans podrá revivir una saga que hace 11 años intentó volver y sólo obtuvo tibios resultados de taquilla. La realidad – y de esto Jason Blum sabe de sobra – es que todo se trata de costos y ganancias. Aun cuando lo que produzcas sea una porquería, si es muy barata y recauda el doble entonces es rentable. Scream 5 solo salió 24 palos verdes y recaudó 134, y aunque eso no la convierte en Avatar o Endgame, hace un 500% de utilidad por el magro dinero invertido – un vuelto para lo que son los standares hollywoodenses -. Así que, buena o no, Scream 6 será inevitable. Por otro lado no es una mala inversión comprar una IP de terror; en tiempos de crisis la gente se refugia en el cine de horror mas que en el género de acción o la comedia – la Universal se hizo grande en los años 30 luego de la Gran Depresión del 29 vendiendo vampiros, momias, hombres lobos y tipos construidos con partes de cadáveres -, y siempre podés contratar a alguien mas o menos conocido que esté en la mala, cosa que le pagues dos mangos y te haga cartel. Esas son las únicas, puras y exclusivas razones por las cuales Scream 5 existe. No es que había mas historia que contar o que encontraron una vuelta de tuerca fenomenal e imperdible. Pero al no estar los responsables creativos originales de esto, la película se siente desbalanceada. En si el filme está mejor dirigido que escrito – las secuencias de suspenso están buenas pero las actuaciones son mediocres, los diálogos se enciman y van a mil por hora, y hay momentos en que uno queda con las ruedas para arriba porque no termina de entender quién es quién -. Por supuesto los libretistas – que vienen de las aventuras del Hombre Araña era Garfield y que su mayor logro (junto con los directores) era la graciosa Ready or Not – se hacen los bananas aunque no sean Williamson, y terminan enredándose con sus propios argumentos. Scream (la original) era didáctica – en cuanto a las reglas del cine de terror -; acá supone que, como todos estamos con Internet, sabemos lo que es una Mary Sue, una Re-Cuela y la mar en coche (y sí; yo lo sé, pero he ahí el error del script, que parece escrito por fans para fans y no para el público en general). Acá para refritar todo metieron a parientes directos y lejanos de personajes históricos de la saga – y la mayoría pareciera haberse casado con morenos o latinos, cosa de darle representación racial al cast (!) – y trajeron de vuelta a la Campbell, Cox y Arquette en una presencia mas nominal que de verdadero peso en la trama. Si, pretenden un pase de antorcha pero los herederos – en especial la protagonista Melissa Barrera – carecen de expresividad y carisma como para entusiasmarte cuando tomen la posta. Si hay manera de definir a Scream 5 es que es El Despertar de la Fuerza de la saga (el mismo cast lo dice). Hay gente nueva e históricos de la saga, la historia es un refrito del original y solo tenemos variantes de las secuencias memorables del primer filme. Como entretenimiento funciona, pero es fácilmente olvidable una vez que pasaron los créditos finales. Los tipos nuevos son muy blandos o superficiales, los históricos van en piloto automático – aunque debo admitir que el cruce entre Courtney Cox y David Arquette (divorciados en la ficción y en la vida real) tiene un costado amargo y metaficticio que te pesa (si conocés la historia real entre ellos) – y la revelación es, por lo menos, traída de los pelos. Hay un disparo directo al fandom tóxico (ese que es capaz de boicotear franquicias o provoca que los estudios realicen cambios radicales a sus planes iniciales, como la Ghostbusters con el elenco femenino o cuando J.J. Abrams metió mano en la última película de la última trilogía de Star Wars) pero se ve demasiado rebuscada. Con alguna sorpresita que otra, sustos pasables, algo de gore de mas y un libreto con bastantes agujeros Scream 5 se deja ver. No es un regreso con gloria, al menos es respetuoso de la franquicia pero las nuevas adiciones no convencen demasiado. Habrá que ver cuando llegue la inevitable sexta parte, a ver si los productores / directores / libretistas tomaron nota de lo que a la gente no le gustó o no convenció en esta oportunidad y decidieron corregirlo con una dosis de inesperada creatividad.
Si la saga se vuelve exitosa y los protagonistas se encarecen… entonces haz una precuela. Es posible que la saga Kingsman no tenga mas hilo en el carrete pero, al retrocederla en el tiempo, las cosas se pueden condimentar de tal manera que la franquicia siga siendo interesante. En mi caso la opinión de The King’s Man es positiva – llevamos la intriga a la época de la Primera Guerra Mundial, terreno poco explorado en lo cinematográfico y que Mujer Maravilla ha demostrado (con creces) el enorme potencial que posee; la acción en manos de Matthew Vaughn sigue siendo formidable; hay secuencias largas plagadas de sorpresas de todo tipo; los personajes son exóticos e interesantes -, pero asumo que lo mío pertenece a una minoría. Cuando algo se aparta demasiado de lo standard y se vuelve demasiado excéntrico, la gente termina por darle la espalda. Todo el mundo quiere sci fi, gadgets y fantasía; una aventura ambientada en la época de biplanos, pistolas Mauser y decadentes imperios desaparecidos posee un sabor muy peculiar que no todos apetecen. Como aventura histórica The King’s Man cumple… aunque no por ello no deje de ser una sanata de proporciones épicas. La única manera posible de disfrutar The King’s Man es verlo como una aventura de historia alternativa – no muy diferente a Watchmen -. Los sucesos narrados en el filme no ocurrieron ni por las causas que el libreto expone, ni siquiera en los tiempos que la historia maneja. Como sea, yo compro si el resultado me entretiene. Acá hay un aristócrata devenido enemigo de la guerra, el cual ha formado una red privada de inteligencia enrolando al personal de servicio de distintos reyes, emperadores y políticos. Tratando de ayudar a un amigo del ejército, el Duque de Oxford (Ralph Fiennes) va a hablar con el Archiduque de Austria, solo para terminar presenciando su muerte a causa de un atentado. Pero en vez de ser un fanático nacionalista, hay toda una organización supersecreta que intenta hacer estallar una guerra en Europa para su propio beneficio. Como una especie de Spectre vintage hay espías, generales corruptos, secretarios de estado conspiradores y, desde ya, un tenebroso guía espiritual – el monje Rasputín – que manipula los designios del Zar de Rusia. Oxford y sus aliados intentan sacar del juego a Rasputín y, luego, socavar las manipulaciones de la sociedad secreta para poder apagar el fuego de la guerra. The King’s Man es episódica – toda al trama se desarrolla en los cuatro años que consume la Primera Guerra Mundial así que vemos un incidente aquí, otro allá y vacíos separados por meses o años – pero ello no quita que los episodios no sean interesantes. Desde la bizarra pelea con Rasputín – un desquiciado Rhys Ifans que se relame (literalmente!) con el papel – hasta un masivo incidente en las trincheras británicas, no hay momento en que Vaughn no demuestre su talento para hacer escenas de acción que se sientan frescas y plagadas de sorpresas. Quizás el último acto es desprolijo – el gran cerebro criminal detrás de todo esto dista de ser tan fascinante como Ernest Stavro Blofeld; Fiennes se ve muy veterano y fuera de estado para hacer de héroe de acción – pero no deja de ser interesante. No sé si recomendaría The King’s Man: creo que es para paladares peculiares. Si te gustó La Liga Extraordinaria verás que sigue esa onda mezcla de historia alternativa y eventos bizarros; si te gustó las entregas previas de Kingsman verás que es un animal de otra especie. Incluso el final – donde vemos como nace la organización – se ve forzado. Pero si vemos la aventura por la aventura misma me parece mas que recomendable, sobre todo por el virtuosismo de Vaughn como director en lo visual y narrativo mas que por las virtudes propias del libreto que no deja de ser sanata histórica con algún que otro toque excéntrico.
En lo formal Spider-Man: No Way Home no es una buena película. En realidad ninguna de las tres cintas que hicieron la dupla de Jon Watts y Tom Holland lo ha sido. Bastardearon la mitología de arañita, la llenaron de Deus Ex Machina y el héroe nunca pudo salir de la sombra de algún mega tutor (léase superhéroe con mas poderes y edad) del MCU. La trilogía de Sam Raimi podrá ser despareja (y ni que hablar de la duología trunca de Marc Webb) pero al menos tenían un principio, un desarrollo y un final y se centraban en el héroe, el cual resolvía todos sus problemas en soledad con coraje y sagacidad, no con una tonelada de aliados y tecnología. Si los filmes de Watts / Holland han funcionado han sido por el ritmo, la acción, el humor y el componente humano de Holland. Son como versiones millenials de aventuras de superhéroes, mas bobas y pasatistas que se quedan en el borde de ser algo mucho mas profundo e interesante. Si a los filmes de Jon Watts los salva la enorme humanidad de Tom Holland, acá el pequeño inglés se lleva todas las palmas. La historia de Spider-Man: Sin Camino a Casa es mala porque está plagada de improbabilidades – como que un ser supremo y todopoderoso como Doctor Strange se meta en el berenjenal absolutamente irresponsable de borrarle la memoria a toda la humanidad para que la gente olvide de que Peter Parker es el Hombre Araña; de que el hechizo mal cocinado justo salve a cinco villanos segundos antes de morir en sus respectivas películas (¿por qué???); de que estos villanos (de distintos universos cinematográficos) coexistan de alguna manera; de que algunos de ellos vengan lookeados, mejorados y hasta mas educados como el Electro de Jamie Foxx; y de que Tom Holland insista en redimirlos / sanarlos antes de devolverlos a sus mundos, lo cual si bien demuestra la enorme compasión de arañita por el otro lado se lleva de patadas con la lógica (¿si vos descubriste como ser un Dios todopoderoso… renunciarías a todos tus poderes para ser bueno y llevar una vida normal?) -. El por qué – aún con todo ello – triunfa responde simplemente a una cuestión puramente emocional. Spider-Man: Sin Camino a Casa es un festival de fan service con cameos de todos tipos y colores que termina derrotando todos tus cuestionamientos a su sufrida lógica interna. Es la versión de Sony de Infinity War, plagada de dos millones de personajes con los cuales tenemos nuestro corazoncito. Es frecuente que uno se la pase gritando “Wow!” “No!!” “En serio???” y aplaudiendo de pie las ocurrencias del libreto. Y para estos duros tiempos que corren, quizás lo que precisa la gente es eso: emoción, recuerdos, admiración, dos horas y pico de pura pasión antes que una historia escrita con coherencia. En general los filmes de Watts de la saga siguen mas o menos la misma lógica: primer acto lleno de fuegos artificiales y artistas invitados, segundo acto serio y sombrío con Spider en solitario y tercer acto tirando todo por la ventana y terminando en una nota altamente emocionante. El primer acto es lo esperado por los trailers, pero lo que sorprende es lo que sigue después. Strange y Spidey capturando villanos y viendo qué hacer con ellos, y los buenos sentimientos de arañita dominando todo – rebelándose contra el destino escrito, esto es, devolverlos a sus respectivas dimensiones para que perezcan como deben en sus luchas contra sus respectivas versiones de hombres araña -, lo cual va de ser un gesto increíblemente estúpido a un acto de enorme altruismo. En realidad todo el filme termina por poner al Hombre Araña de Holland en un plano de suprema nobleza que lo resalta como héroe como nunca antes. Incluso después de que Watts apañe otra rebuscada versión de un dogma infaltable de la mitología de Spidey y aparezca por primera vez – en esta etapa – el tan mentado “con un gran poder…”. Spider-Man: Sin Camino a Casa es una película que te gana a pura emoción. La convivencia de los villanos en la “clínica” que Peter arma en el departamento de Happy Hogan es muy cómica y los actores se sacan chispas. Y hasta un terrible sobreactor como Willem Dafoe termina por redondear su Green Goblin, hacerlo demente y malvado y generando su mejor versión. Alfred Molina es un toque de distinción como siempre, Jamie Foxx roba risas, Holland brilla… y los cameos esperados te roban el corazón, siendo la cereza del postre de una increíble aventura construida exclusivamente sobre el fan service. Si como filme Spider-Man: Sin Camino a Casa no es sólido como otras entregas del personaje – nada va a opacar esa obra maestra que es Spiderman 2 -, es un show a pura alegría, emoción y festejo, y creo que es la mejor manera de terminar este pútrido año 2021. Oh, si, da pie para una nueva trilogía, una que amenaza con ser mucho mas tradicional que los disparates pasados de rosca que Watts y su equipo de creativos nos ha reservado hasta ahora.
Cómo se nota cuando hay un gran director detrás de las cámaras… Ghostbusters: el Legado es, sin lugar a dudas, la mejor película de la saga de Los Cazafantasmas… lo cual es un contrasentido porque, si no existiera el filme original, no se podría haber filmado esta secuela. Es espectacular, cómica, emocional y tiene una vibra que te conmueve desde el fotograma uno. Es posible que el seteo de forasteros llegando a pueblito donde pasan cosas raras sea un cliché ultra recontra utilizado (díganselo a Stephen King para que deje de manosearlo) pero te pone en onda desde el inicio… y termina por pagar dividendos en gran forma. En sí esto es Los Cazafantasmas encuentran a Stranger Things + Stephen King. Hay algo malvado que se oculta en la mina local y la desprevenida familia de recién llegados pronto se verá involucrada en el ajo. Está la hermosa Carrie Coon – por favor, dénle mas papeles a esta mujer que además de bonita es gran actriz -, está Finn Wolfhard – como para reforzar el vínculo con Stranger Things – y está una rutilante Mckenna Grace, la cual hace de versión enana de Egon Spengler con un carisma y una delicadeza que desborda la pantalla. Pocas veces uno ve a una actriz joven devorarse la pantalla con tanto ángel y sutileza como la Grace, acá morocha de rulos y con anteojos enormes como para que el parentesco familiar no pase desapercibido. Entre los detalles de la adaptación, los roces con los locales – Paul Rudd, otro gigante!: no solo está impecable a su edad sino que se adapta a cualquier rol y en absoluto le saca protagonismo a la Coon y a los chicos – y el lento proceso de descubrimiento de la leyenda oculta tras la casa derruida que han heredado de su abuelo Egon en medio de la nada, Ghostbusters: El Legado te emociona y te divierte sin parar. Es desde ya un enorme fan service pero uno hecho con gran altura y enorme sensibilidad – toda la historia de por qué Egon fue a parar a ese pueblito perdido termina por arrancarte una lágrima, en especial cuando llega el final -. Si toda la experiencia es una gozada, el detalle que desluce un poco son los obligados cameos donde Murray y Aykroyd están mas controlados pero no dejan de hacer sus payasadas de siempre (que a mi me hacen rechinar los dientes). Ghostbusters: El Legado es una película deliciosa. Quizás el mayor drama es que amenaza con una posible secuela, la cual perdería todo su corazón si le devuelven la franquicia a los gerontes de humor ácido y rebuscado que la manipularon originalmente. Si, es cierto, en muchas escenas requiere un salto de fe – la Grace operando el rayo de iones como una experta, todos manejando un aparaterío de funciones indescifrables como si lo hubieran hecho toda la vida – pero el resultado final lo amerita con creces.
Jack Kirby: Dios del Comic. Sip, Stan Lee es mas popular simplemente porque el tipo ha hecho muchísimo mercadeo de sí mismo – no es que le falte talento – pero Kirby, en segundo plano y de manera mucho mas modesta, es un creador de talla igual o incluso superior. Digo, cuando Stan Lee solo era el primo de la mujer del dueño de Timely (futura Marvel Comics), hacia mandados y entintaba en los tiempos libres, Kirby junto con Joe Simon creaban Capitán América en 1941. Y mientras que Lee, tan magnífico como ególatra, se lastraba la editorial para sí, Kirby entraba en cortocircuitos con todo el mundo reclamando un trato mas justo como autor de franquicias reconocidas y terminando por saltar de una editorial a la otra – en realidad la lucha de los autores por el reconocimiento creativo y monetario de sus creaciones es un tema viejísimo; todo el mundo se vio reflejado en el maltrato que le hizo DC a los padres de Superman Joe Shuster y Jerry Siegel (quienes terminaron en la pobreza) y comenzaron batallas judiciales de todo tipo… incluso Lee, adulador número uno del corporativo y que siempre se puso del otro lado del mostrador, terminaría por enfrascarse en serios litigios con Marvel en sus años de retiro, conociendo en carne propia el destrato que se le daba a los creativos de la editorial -. Kirby dio a luz no sólo al Capitán América sino a Thor, Los Cuatro Fantásticos, Hulk, Iron Man, la versión original de los X-Men, Los Vengadores, Silver Surfer… wow, son muchísimos clásicos. Básicamente, todo el panteón principal de Marvel en compañía de Stan Lee. Si hay un problema que tengo con Kirby es que, a mediados de los 60s, el tipo se entusiasmó con la creación de mitologías. Básicamente eran elencos enormes de dioses ociosos que en sus ratos libres querían destruir el mundo (o debían defenderlo de otros dioses renegados). Mientras que uno puede inspirarse en Shakespeare o en las tragedias griegas para las intrigas palaciegas – hermanos de dioses complotando para derrocar / desterrar / asesinar a su pariente regente; amores prohibidos, conspiraciones y pases de bando de todo tipo, etc – y generar una tensión dramática interesante, por el otro lado todos los miembros de estas realezas superpoderosas estaban plagados de superpoderes estúpidos – minas con pelucas con vida propia, gente que puede destruir un mundo con una palabra, una vieja musculosa y marimacho que se llama Abuelita Bondad, una piba que solo puede transformar las cosas en agua, guerreros perfectos que pueden copiar todas las técnicas de combate de los peores asesinos… y ser derrotados de la manera mas boba, etc – que bordeaba lo patético. Son demasiados personajes, todo era demasiado arbitrario – si son todos de la misma familia, ¿por qué no heredan los mismos superpoderes? – y era demasiado derivativo de leyendas pre existentes y ultraconocidas. En 1965 Kirby se despachó con Los Inhumanos – y si uno vio la fugaz serie del 2017 sabe lo espantosamente ridícula que suena la premisa si no cae en las manos creativas adecuadas – y solo vio algunos números publicados, apareciendo ocasionalmente en las décadas siguientes en las páginas de las revistas Marvel. Cuando Kirby se peleó con la gente del sello rojo y se fue a DC se despachó con Los Nuevos Dioses… y por mas respeto que mereciera Kirby la publicación (en solitario) no duró mas de un año y medio por falta de popularidad. DC tuvo que empalmar la mitología de Darkseid, Apokolips y la mar en coche con la de Superman y la Liga de la Justicia para poder darle valor de venta. Lo último con que se mandó Kirby fue con los Eternals en 1976, estando de regreso en Marvel… y, como pasó con los casos anteriores, tampoco incendió las bateas de los kioscos. Mientras que se precisa una imaginación prodigiosa para crear toneladas de personajes nuevos – algo que yo no podría hacer -, por otro lado Eternals deja a la vista todos los defectos de las mitologías de Kirby. Acá hay leyendas griegas (Icaro, Atenea, etc), sanata de dioses alienígenas ancestrales a lo Erich Von Daniken, gente con 500.000 superpoderes distintos (el 90% de los cuales son absurdos), escasa profundidad dramática de cada personaje y la suma constante de caracteres nuevos para meterle dinámica cuando solo se siente como una avalancha imparable de Deus Ex Machinas ante la imposibilidad del autor de construir algo acotado y profundizarlo. Fíjense en Spiderman que solo es un tipo, diez villanos y encima está plagado de problemas de la vida cotidiana, o Batman que pelea contra un ejército de sicópatas cada uno con un apasionante trasfondo propio. Acá todo pasa por temas cosmogónicos que suenan épicos y seudoimportantes… hasta que ves la superficialidad de cómo son realmente tratados. Eternals es un error de Marvel. Un error de cálculo serio. Antes íbamos con películas con uno o dos personajes, ahora tenemos un batallón y, lo que es peor, no son para nada interesantes. A simple vista los Eternos parecen la versión angélical de la Liga de la Justicia – hay un Superman, una Flash, una amazona… – pero a la hora de la explicaciones… la credibilidad cruje. El acto I es un desastre de proporciones bíblicas por exceso de información, de personajes y por la ausencia de profundidad dramática. Honestamente me importa un pito cualquiera de los flacos que están en pantalla. La historia en sí se ve arbitraria – oh, sí, un super Dios creó demonios para exterminar criaturas malvadas en el universo… y como se le salieron de las manos tuvo que crear a un ejército de ángeles; pero si este Dios es tan poderoso… ¿por qué corno hay una diosa muda, todos son de razas distintas o siquiera por qué no desaparece los Desviantes con un chasquido de sus dedos? -. Salma Hayek no destila autoridad – se ve como un tapón veterano y aún sexy -, Angelina Jolie es demasiada actriz para un rol secundario como éste, el romance de Gemma Chan y Richard Madden se ve apenas tibio (ni que hablar de la Chan con el eternamente insulso Kit Harrington, el que para colmo va a ser otro superhéroe mas en futuros estamentos) y, cuando llega la hora de las explicaciones de por qué estos super ángeles no movieron un dedo cuando Thanos hizo el snap, ninguna de las que dan (y son muy pocas) termina de convencer… lo cual es un error fatal de construcción y algo que torpedea la credibilidad de toda la premisa. Hubiera sido mejor que le hubieran dado la franquicia a Sony para que la construya en un universo por fuera de la continuidad del MCU. Si Eternals se salva de la quema es por la prolijidad y espectacularidad de las escenas de acción, y porque el Acto II trae a la mesa una idea apasionante. (alerta spoilers). ¿Qué tal si estos ángeles en realidad son granjeros engordando el ganado (la humanidad), la cual es necesaria para alimentar (con su vida) el nacimiento de un dios gigante en el interior del planeta como si éste fuera una incubadora?. (fin de spoilers). Por supuesto la magnitud titánica que implica detener semejante proceso está explicada así nomás y se resuelve en cinco minutos de manera no muy satisfactoria. Las escenas de acción son buenas; algunos secundarios – Julie, Barry Keoghan (que amenazaba con ser el villano del filme), Kumail Nanjiani – son muy buenos… pero te da la impresión que todo esto es demasiado y que está fuera de foco y que, lo que es peor, está diluyendo la mítica efectividad del MCU. Disney está metiendo personajes a lo pavo de apuro y eso no es bueno. Si mañana hubiera una reunión super épica a lo Infinity War no daría un centavo por Ikaris, Eros, el caballero medieval de Harrington, la Loki femenina, la brujita traviesa de WandaVision o el Agente US. Hubiera sido mejor seguir el camino de Sony, rebooteando franquicias con nuevos actores en personajes conocidos en vez de meter tres toneladas de novatos en menos de doce meses. Lo mejor que podría hacer Marvel es archivar Eternals bajo la alfombra y seguir con lo conocido – Shang Chi, la nueva Viuda Negra, Spiderman, las secuelas de Doctor Strange, Thor, Guardianes, etc -. Yo no creo que vaya a ver otra película de Eternals. Lo que se nota – en estos últimos tiempos del MCU – es una ausencia feroz de actores / personajes apasionantes y carismáticos. La Pugh, Simu Liu, Hailee Steinfeld son un pálido remedo de Robert Downey Jr, Chris Hemsworth, Chris Evans o Chris Pratt. Traigan a unos locos de la guerra – Phil Lord & Christopher Miller… si, están en las pelis animadas de Spiderman de Sony pero ofrézcanle una cantidad obscena de dinero – para que refresquen la formula y creen historias apasionantes. No todo ganador del Oscar sirve para un filme de superhéroes. No se precisan elencos gigantescos. Precisamos héroes individuales e interesantes protagonizados por los actores mas carismáticos del momento y dirigidos por gente con imaginación salvaje. Nada de eso ocurre en Eternals, la que queda como algo insatisfactorio, insulso y caro con solo algunos momentos logrados.
Dune (1965) de Frank Herbert es, sin lugar a dudas, la novela de ciencia ficción mas importante de su tiempo. Fíjense sino en su contenido: drogas, estados expandidos de la mente, religiones paganas, convivencia en armonía con el medio ambiente, conspiraciones pergueñadas por las potencias de turno, guerrilla, la lucha por el dominio de recursos naturales escondidos en el desierto… wow!. Desde el movimiento contracultural estadounidense hasta el conflicto del petróleo con la OPEP, desde los hippies hasta la movida ecológica surgida a principios de los 70s, todo eso fue anticipado por Herbert en su monumental novela. Es, claro, un texto difícil de digerir por su densidad; pero uno plagado de capas y capas de temas de actualidad, escritos solo de manera metafórica. El drama con una obra tan compleja e intrincada es que su adaptación bordea lo imposible. Alejandro Jodorowski quiso adaptarla en los 70s en una obra alucinógena de 8 horas con música de Pink Floyd, diseños de Moebius, Orson Welles como el barón Harkonnen y Salvador Dalí como el emperador. Semejante pire se cayó por el peso de sus propios excesos y ambiciones y los derechos sobre Dune flotaron en el aire hasta finales de la década, cuando Star Wars hizo capote en las taquillas y todo el mundo quiso tener su propia franquicia de space operas. Dino de Laurentiis se hizo con los derechos y trajo a David Lynch, quien cocinó su repudiada versión de 1984. Mientras que Dune (1984) es una maravilla en cuanto a cast y diseño de producción, el drama es que Lynch se enredó con la adaptación – quiso meter todo lo que la novela tenía en un único filme de 137 minutos – y la hizo densa y antipática. Público y fans de la novela la odiaron y, por mi parte, debo admitir que recientes revisiones del filme me hacen tender un manto de piedad sobre el mismo. Lo que ocurre es que Lynch es un tipo que desborda de originalidad y en Dune (1984) hay decisiones artísticas, toneladas de simbolismos y una imaginería visual que son realmente brillantes y únicas. Aun cuando haya sido un fracaso comercial todas las versiones posteriores de Dune – sea la miniserie del 2000, los videojuegos, esta misma versión – han vivido a la sombra de lo que Lynch plasmó en pantalla. Si, los mecanismos dramáticos de la versión 1984 no son los mejores – la sobreactuación atroz abunda – pero la visión de un Barón Harkonnen volador, pustulento y perverso es una que resulta imposible de borrar, amén de la dignidad puesta por Kyle MacLachlan en el rol de Paul Atreides. Todo era impactante, fuera para bien o para mal. Fallida pero épica. A Lynch le siguió la miniserie del 2000 y una secuela – que adaptaba dos novelas siguientes de la saga -, las cuales hicieron un mejor trabajo en la profundización y enseñanza didáctica de los complejos mecanismos que rigen el universo de Herbert. Es mas que posible que Dune, como tal, no sea material cinematográfico sino de miniserie – le ocurre a obras tan disimiles que van desde His Dark Materials hasta Fundación de Asimov – pero los estudios insisten con las sagas y las máquinas de hacer dinero en taquilla. Lo que precisa Dune es un Peter Jackson: un tipo que sea fan del material original, que lo reordene y simplifique sin perder el espíritu del texto y que, sobre todo, sea tan épico como didáctico. La tarea recayó acá en Denis Villeneuve quien – después de Christopher Nolan – se ha convertido en el nuevo chico maravilla de la ciencia ficción cinematográfica. Basta ver lo que hizo Villeneuve en sus filmes anteriores de género – léase Arrival y Blade Runner 2049 – para darse cuenta de que es el hombre indicado para la tarea. Hace años que flota la idea de revivir la franquicia – y lo mas cercano que hubo fue un proyecto con Peter Berg a principios del 2000 – pero sólo ahora, con el auge de los efectos especiales, la búsqueda de franquicias multimillonarias y, sobre todo, la guerra muerte en el mercado del streaming es que Dune consiguió luz verde para ser concretada. Lo que hace Villeneuve con Dune 2021 es titánico. Simplificó la trama – esto no es mas que una de intrigas reales a lo Shakespeare, con el emperador y los Harkonnen conspirando para derribar la próspera casa Atreides; los Atreides, conscientes de que la imposibilidad de cumplir las cuotas semanales de especie lo llevará a un enfrentamiento inminente e inevitable con el imperio y por ello debe armar una alianza de apuro con la guerrilla local – y tiró, al pasar, el tema de la herencia de superpoderes mentales que le corresponde a Paul por ser hijo de una Bene Gesserit – la orden de brujas que manipula el lado religioso del imperio con mano de hierro -. Chau explicaciones posibles sobre por qué no hay computadoras, robots o por qué todos usan naves de madera y cuchillos; el emperador no aparece (todavía) y mucho menos se ven los gusanos espaciales del Sindicato de Navegantes. Es todo mucho mas simple y con mas aire para tridimensionalizar los personajes. Ya no están las molestas intrusiones de Lynch donde todos escuchábamos las voces en off donde los personajes se preguntaban sobre si Paul es el elegido de la profecía – acá es mas sutil, es la gente susurrando 5 o 6 palabras en lengua extranjera y éso solo ocurre un puñado de veces -, e incluso la figura del duque Leto y Duncan Idaho, líder de la guardia real, adquieren estatura épica. Leto realmente es un estadista inteligente y generoso pero no un quedado o un almidonado y, en cuanto al otro, es simplemente Jason Momoa en su salsa. Por otro lado las Bene Gesserit apenas figuran – no son la presencia insidiosa, letal y constante de la versión de Lynch pero, bue, falta la segunda parte – y los Harkonnen son meramente mercenarios amorales. Atrás quedó la lascivia, acá solo hay negocios. Stellan Skargard es astuto y retorcido, pero carece de esa ampulosidad larger than life que tenía Kenneth McMillan – por lejos, lo mejor de la visión lynchiana -. Dave Bautista es mejor que su contraparte de 1984, mostrando a pleno el por qué del sobrenombre “la Bestia”, decapitando decenas de soldados enemigos capturados en cuestión de segundos y sin el mas mínimo miramiento. Y luego está Timothée Chalamet. No tiene el porte real de MacLachlan, se ve mas virginal pero no por eso deja de ser menos pragmático. Es muy bueno sobre todo en las partes intensas – donde tiene visiones sobre Arrakis -, falta ver si en la segunda parte va a rebosar del carisma que precisa el rol. Su química con Rebecca Ferguson es simplemente excelente. Mientras que las perfomances son bárbaras – y los momentos épicos son espectaculares; acá todo es masivo desde los palacios hasta las naves, cosa que me hace acordar a los Necromonger de Las Crónicas de Riddick -, hay algunas fallas. El relato simplemente se para a las 2 horas 30 simplemente porque no pueden meter mas metraje. El final es anticlimático. Las peleas con cuchillos se ven descremadas y, como lider Fremen, Javier Bardem es un error de casting. Sobreactúa, es teatralmente dramático, incluso los Fremen se ven demasiado estoicos. Honestamente los últimos quince minutos del filme – con Paul y Jessica encontrando a los Fremen – se ven como salidos de la película de Lynch de 1984. Falta que Stilgar le diga con tono ridículo “pero… Muadib!!” – tal como hacia atrozmente Everett McGill en la versión de Lynch, lo que sonaba a piropo gay! – para caer en las mismas fallas. Los Fremen deberían ser puro misterio, acción y pragmatismo pero parecen plagados de discursos, teatralidad y reglas estúpidas. Faltan cosas aquí – ¿y Feyd Rautha? – pero lo visto es brillante en un 90%. Falta ver el resto, ya que el filme no se sostiene en sus propios pies por falta de final. Con unos ajustes menores Dune 2021 puede ser un éxito arrollador – es la novela de Herbert hecha de manera mucho mas accesible y épica – pero falta ver si Warner / HBO le dan el visto bueno o sólo queda algo brillante e inconcluso… algo que ha ocurrido demasiado seguido en franquicias de fantasía y ciencia ficción que murieron al final de su primer capítulo.
Me veo frenado para no poner 4 atómicos a Venom: Carnage Liberado. Oh, si, es una afrenta al público, una auténtica falta de respeto… pero, la verdad, me divertí como loco con la película. Cinematográficamente es un engendro – como sus protagonistas -, la historia no tiene sentido, los personajes no tienen trasfondo, Woody Harrelson sobreactúa mal – y eso que Harrelson es un tipo que sabe sobreactuar, solo que aquí no sabe qué tipo de película / personaje sintonizar: si está en onda Asesinos por Naturaleza o loquito como Zombieland o zarpado como Larry Flint… o un poco de todos – y es todo un pastiche de gags y efectos especiales; pero a mí me gustó. Y por el amor que me merecen uds es que no le pongo un cuarto atómico (o se lo pongo, sólo que es invisible frente al resto del público). En sí Venom: Carnage Liberado tiene mas ritmo que el filme original. Ahí el villano era mediocre, se tomaba en serio a sí mismo. Acá está Harrelson como loquito con mal peinado, un condenado a muerte que quiere ver a Eddie Brock (Hardy) a toda costa, como si el tipo fuera gran cosa o el próximo Bob Woodward. Como el simbionte que lleva Hardy en su cuerpo es mas vivo que el propio Hardy, descubre una parva de pistas en la celda de Harrelson que le ayudan a resolver un millón de casos pendientes – léase, asesinatos no resueltos y cadáveres no encontrados – del asesino en serie. El tipo se enoja mal con esto – ya no tiene como negociar mas estiramientos de la ejecución – y lo muerde. Chin, púm, Harrelson se contagió con la sangre infectada de Hardy, ahora tiene su propio simbionte – que es rojo, mas grande y malo – y sale en misión de venganza. Considerando que esto está agarrado con los pelos del MCU, no se entiende cómo la novia de Harrelson tiene superpoderes en un universo donde los X-Men aún no existen. Tampoco le interesa al libreto explicar por qué los tiene, cuándo aparecieron o siquiera qué hizo la flaca para terminar en el internado de pibes peligrosos. La motivación cero se aplica a Harrelson también, que sólo sabemos que sus papis eran malos y por eso los pasó por la picadora de carne pero tampoco cómo diantres éso se le convirtió en vicio y terminó achurando como a cien personas. Si uno perdona eso y apaga el cerebro, Venom: Carnage Liberado funciona como una de los Tres Chiflados pero con simbiontes. Andy Serkis (que sabe mucho de CGIs loquitos con doble personalidad) le pone mucha garra a las escenas de acción – son espectaculares – y, a la hora de la comedia física, esta gente se casca como Larry, Curly y Moe – en especial la pareja disfuncional de Venom con Hardy; incluso diría que Hardy y Harrelson funcionan mejor cuando hacen de marcianos devoradores de cabezas que poniendo cuerpo y rostro a sus vacuos personajes humanos -. Naomi Harris está desperdiciada, el por qué Michelle Williams – con su cara de Valium / actriz de carácter – sigue aquí es inexplicable (salvo por los u$s), y nada tiene demasiado sentido salvo que todo es una catarata de chistes y acrobacias increíbles. Es como si Sony quisiera convertir a la franquicia de Venom en su propia Deadpool – tiene su gracia, lo admito, pero Hardy no le llega a los talones de Ryan Reynolds -. Con toda su bobera pasada de rosca, para mi Venom: Carnage Liberado me resultó una pasada… reconociendo que es cine del malo con cero substancia. Digamos que me agarró en un mal día que precisaba reírme desesperadamente y por eso me cayó en gracia. Es olvidable y divertida y quizás lo mas substancioso que tenga sea la sorpresa post créditos del filme, donde Sony parece decidido a empardar las cosas con el MCU y hacer su propio universo cinematográfico basado en Arañita. Considerando la letanía de los últimos títulos oficiales Marvel no me parece una mala idea – que hagan algo bobo, divertido y pasatista en vez de seguir lloriquieando por Thanos, los Vengadores, la Tierra en peligro, bla, bla, bla – porque, al final de cuentas, los comics están para distraer y no para tomarse en serios a sí mismos.
Todavía tengo la boca abierta… y ésa es una sensación muy rara tratándose de un filme de 007. Si hay algo que caracteriza a la saga es su falta de sorpresas – vamos!: James Bond siempre triunfa! – pero, cuando se ha despachado con alguna, ha sido tan impensable como shockeante. Pero lo que Cary Fukunaga ha cocinado acá… rayos… el tipo no ha tenido empacho en quemar todas las naves que pudo con tal de generar un Bond épico, apasionante y completamente inesperado. Si seguimos el paralelismo con la trilogía de Batman de Christopher Nolan – Casino Royale fue James Bond Begins; en Skyfall el héroe se enfrenta a un genio criminal amoral, invencible e imparable al estilo del Guasón de The Dark Knight -, entonces Sin Tiempo Para Morir es Batman: El Caballero de la Noche Asciende. Cierra el ciclo, humaniza al héroe, le exige un sacrificio monumental. Aplausos para Fukunaga, bombos y platillos para Craig. Este es un titulo formidable y la mejor despedida posible para el mejor actor que tuvo la saga en sus 59 años de vida. Basta escuchar a Hans Zimmer refrescando los acordes de Tenemos Todo el Tiempo del Mundo – de la banda sonora de Al Servicio Secreto de Su Majestad – para darse cuenta de que éste va a ser un filme Bond diferente. 007 ya no es el tipo joven, temerario e infalible que era; ahora es un guerrero veterano, curtido, letal pero doblegado por el peso de las heridas de un pasado oscuro y tortuoso. Su última chance de felicidad en la vida reside en Madeleine Swann – bonita, inteligente, tan expeditiva como él -. Cuando el peligro toca la puerta de 007 queda visto que la paz no es para él – mucho menos, una vida normal – y decide expulsarla de su vida con tal de poder protegerla. Intervalo de cinco años y nos encontramos a James Bond retirado en Jamaica. Claro, no existe el retiro para los agentes secretos veteranos y, cuando pensaba que estaba afuera, Felix Leiter lo vuelve a meter en el ajo. Y sí, es algo que tiene que ver con el pasado de Bond, con Blofeld y toda la matufia de Spectre. Solo que las cosas no salen como lo esperado. ¿Quien es el nuevo jugador que ha entrado al juego, ha pateado el tablero y ha cambiado las reglas?. Lo primero que uno descubre es que el director Cary Fukunaga es un Bondfilo de sangre. El tipo mete referencias sutiles de todo tipo de personajes y títulos anteriores de la saga a través de retratos, referencias musicales, mecánicas de escenas – no es esa cosa alevosa que Lee Tamahori vomitaba en Otro Día Para Morir -. Incluso se da el lujo de tomar ideas que estaban en las novelas de Ian Fleming y que fueron descartadas en sus adaptaciones a la pantalla grande – como la base del texto original de Solo Se Vive Dos Veces donde Blofeld se volvía loco, adquiría un castillo en Japón y lo plagaba de plantas venenosas para que se transformara en el paraíso de los suicidas… oh, sí, el dichoso Doctor Shatterhand (concepto que circuló durante décadas en los borradores que circulaban por EON) al fin pudo llegar a la pantalla de plata -. Por otro lado se dedica a purgar toda la porquería que supuso insertar con calzador a Spectre – y la idea de los megalomanos deseosos de dominar al mundo – en la saga de Daniel Craig. Desde que el rubio está a cargo, el perfil de la franquicia pasó por otro lado – uno mas realista, violento y personal – y lo de Spectre fue un anacronismo que solo te hacía crujir los dientes. Fukunaga le pasa el trapo a ésa y muchas cosas mas, y le da oxigeno a Craig para que se sienta a sus anchas con el personaje. Craig – que figura como productor y creo que es la primera vez que pasa algo así en la saga – mete bocadillos a lo loco, rebosa carisma, se muestra vulnerable y se divierte como nunca con el rol. Imposible ver a otro actor histórico de la saga hacer lo que hace Craig con el personaje, ya sea decir te amo con profunda emoción o moquear sobre lo violenta y cruel que ha sido la vida que ha elegido. Ciertamente todo se ve mucho mas aceitado en Sin Tiempo Para Morir. Los estables del elenco se comportan como una troupe que se conoce desde hace siglos. Hay nuevas incorporaciones – Lashana Lynch (que recién caigo que era la amiga de Brie Larson en Capitana Marvel), la cual es cínica y letal… aunque le suponga un problema constante al camarógrafo ya que no sabe cómo disimular el trasero panorámico que posee (algo similar le ocurría a Teyonah Parris en WandaVision!); Billy Magnussen, un tipo que siempre hace de nardo en comedias y que acá se revela como un tapado -… y hay un villano que se siente mas como un Deus Ex Machina del libreto – para probar la humanidad de Bond – que como una entidad con personalidad y propósito propio. Rami Malek no está mal pero tampoco va a figurar en el top ten de nadie. Y, honestamente, no termino de entender la filosofía de toda su causa. Es posible que mi hambre por la aventura me haya engañado el estómago pero lo cierto es que nunca sentí el peso de las 2 horas 30 que dura el filme. Es cierto que el tercer acto se siente forzado e innecesario – ¿era necesario secuestrar a alguien? – pero tiene tanto ritmo y adrenalina que uno se deja llevar. Craig es un lujo por donde se lo mire – es una lástima que el vestuarista haya decidido ponerle ropas de viejo todo el tiempo – y uno lo va a extrañar horrores. El tipo vino de la nada, se comió el odio de todo el mundo y los dió vuelta a su favor hasta el punto que hoy todos vamos a llorar su partida de la serie. Es cierto, no le tocaron los grandes éxitos de la serie – ese honor le corresponde a Connery – pero le devolvió la dignidad y el perfil adulto y, sobre todo, su personalidad terminaba por salvar los inventos mas rebuscados y las ocurrencias mas flojas de los filmes que protagonizó. Y con Casino Royale, Skyfall y éste se ha anotado tres de los mejores filmes que ha dado la franquicia en las ultimas decadas. Un grand finale para un intérprete exquisito que restauró la fe en la saga.
Shang-Chi y la Leyenda de los 10 Anillos se siente fresca, hasta el punto de que parece escrita hace 10 años – cuando el MCU era un dechado de originalidad y no de lamentos y añoranza por la gloria pasada -. Es una prueba que, a veces, las aventuras Marvel funcionan mucho mejor sin estar atadas a un Universo Cinematográfico compartido – hay algunos vínculos aquí y allá, y el forzado empardamiento dado por los cameos de los títulos finales -. Lo que se propone Shang-Chi es hacer por la cultura asiática lo que Pantera Negra hizo por la afroamericana – con la ventaja de que el novato Simu Liu no es devorado por la historia y el elenco de secundarios como ocurría con el fenecido Chadwick Boseman, donde todo el mundo tenía mejores líneas y mas carisma que el héroe -. No es que Liu sea la nueva estrella fulgurante del cine asiático pero anda bien y, sobre todo, tiene un enorme soporte por parte de Awkwafina. En realidad es su película: la comediante brilla en todo momento y roba todas las escenas donde participa; pero, en un acto de enorme generosidad, le da grandes pies al novato Liu para que tenga sus momentos de gloria, haciendo la experiencia disfrutable y equilibrada. No todo consiste en el elenco; kudos para Destin Daniel Cretton por entender cómo funciona el Wu-Xia – el cine fantástico chino plagado de guerreros legendarios y poderes mágicos como El Tigre y el Dragón – e incorporar parte de sus mecanismos al género de superhéroes de manera transparente. También ayuda un montón tener un villano con enorme carisma, pies en la tierra y causa comprensible como es el de Tony Leung – lo suyo es una causa trágica en donde el destino le impide abandonar su vida criminal y vivir una vida normal, y ahora se encuentra enceguecido en una cruzada imposible para recuperar al amor de su vida -. Y cuando llega la acción, te quedás con la boca abierta. Oh, sí, por ésto es por lo que amamos al MCU. Es posible que Shang-Chi y la Leyenda de los 10 Anillos peque de indulgente – como el delicioso cameo de Ben Kingsley como Trevor Slattery, el supuesto Mandarín de Iron Man 3 y en realidad un actor mediocre devenido impostor -y la segunda parte se vaya en excesos de efectos especiales pero, por la mayor parte del tiempo, el filme funciona como una aventura ultra sólida y lo mejor que Marvel ha dado a luz en lo que va del 2021… incluyendo sus frustrantes series televisivas. Acá la historia de Shang-Chi – un héroe setentoso nacido a la sombra del kung fu exploitation desatado por el furor de Bruce Lee, Operación Dragón y tantas aventuras honkonesas de aquel entonces – ha sido modificada y pulida para no ofender a las audiencias chinas, enorme mercado comercial en donde toda superproducción norteamericana busca depredar unos millones. Por ejemplo Tony Leung es Xu Wenwu en vez de Fu Manchú, el legendario cerebro criminal de las novelas de Sax Rohmer y que en su momento Marvel dispuso de los derechos; tampoco recibe el sobrenombre de Mandarín pero es el mismo personaje, solo que ahora los anillos son brazaletes de origen alienígena que le dan inmortalidad y superpoderes a quien los posee. Shang Chi y su hermana Xialing son hijas del villano, el cual se enamoró de una deidad en la búsqueda del poder absoluto y ambos renunciaron a sus poderes para formar una familia y llevar una existencia terrenal. Claro, el sangriento pasado de Wenwu no es algo que se pueda olvidar o perdonar de un momento a otro y termina por pasarle factura con lo cual Wenwu regresa a las andadas y cría a sus hijos dentro de su reconstruida super organización criminal (¿La Liga de las Sombras?). Con el tiempo los pibes huyen, llevan vidas anónimas en extremos distantes del mundo y, cuando Wenwu siente el llamado del destino para revivir el espíritu de su amada, decide secuestrar a sus pibes los cuales tienen la llave de un lugar prohibido como si fueran amuletos que les regaló su madre. Lo que sigue es un duelo moral entre padre e hijos y una causa común con el pueblo donde vivió la madre de Shang-Chi, los cuales son guardianes de una amenaza que no precisa ser liberada caso contrario desencadenará el fin del mundo. El final no tiene mucho sentido y es excesivo (Cretton cae en los mismo pecados de Zack Snyder) pero al menos los personajes siguen manteniendo su linea entre semejante orgía de efectos especiales. Shang-Chi y la Leyenda de los 10 Anillos es super recomendable. Tiene momentos asombrosos y momentos muy cómicos. Es una gran aventura super entretenida que se descuadra un poco sobre el final. No, no tiene la profundidad de Pantera Negra pero como show pasatista es mas que válido y, considerando que salió de la nada y nadie tenia demasiadas expectativas sobre ella, termina resultando una muy agradable sorpresa.
Free Guy podría haber sido memorable si no hubiera contado con un director perezoso. El tipo dijo “todo el mundo vio el trailer, saben que trata sobre un personaje animado de un videojuego que toma conciencia propia así que… ¿para qué me voy a matar creando suspenso y revelando poco a poco la verdad?”… y simplemente decidió vomitar todas las cosas a la cámara sin hacer el mas mínimo esfuerzo de estilo. Lo que podría haber sido “Neo se despierta en GTA en vez de la Matrix“ se convierte en una comedia efectista y sin misterio a los cinco minutos de comenzado el filme. “Vale!: que me cobro toda la guitilla fácil mientras la gracia natural de Ryan Reynolds me hace todo el trabajo!”. Vos te das cuenta de que la cosa daba para muchísimo mas cuando ves el tercer acto, el que se transforma en un paseo por el catálogo de las franquicias Disney / Marvel – guau, esto podía haber sido Ralph Rompe Internet pero con actores! – pero llega demasiado tarde para remontar el filme. El drama con Free Guy es la disparidad: arranca joya, pierde empuje, entra Jodie Comer – sobreactuando mal – y la cosa se empantana por casi una hora. El romance no excita a nadie, no hay química entre Comer y Reynolds, y solo cuando Taika Waititi aparece en pantalla la cosa repunta un cacho. Hay montones de cosas rebuscadas, otras demasiado simplificadas y agujeros de lógica grandes como una casa – esconder el código de un juego antiguo en uno nuevo… ¿para qué?; los Call of Duty reciclan escenarios de versiones anteriores pero acá, ¿para qué te sirve meter un universo con dinosaurios, unicornios y cascadas en un escenario urbano a lo Grand Theft Auto?; el que el antiguo socio de Comer (Joe Keery, aún con menos química con Comer que Reynolds) se quede laburando sin chistar en la corporación que le devoró y arruinó su emprendimiento independiente es algo que carece de toda lógica; (alerta spoiler) que Keery le diga a Waititi que Reynolds es una inteligencia artificial, justo para que el neozelandés decida borrar el juego y después liquidar literalmente los servidores (Keery…¿es idiota?; no le hubiera dicho nada y el otro, que vivía en bavia, no hubiera decidido nada ya que vivía convencido de que Reynolds era un hacker con piel de NPC) (fin spoiler) -, y solo el Acto III tiene un poco de adrenalina y originalidad pero… ¿no podían haber hecho algo mejor con las infinitas posibilidades que te brinda un universo virtual?. ¿Nadie aprendió nada de Ralph Rompe Internet o siquiera de Ready Player One?. Decí que Reynolds puede revivir hasta a los zombies. El tipo tiene una gracia infinita – siempre en Deadpool mode, aunque restringido a PG-13 – y se carga al hombro cualquier cosa. Y es por Reynolds que Free Guy termina siendo potable, aunque el 80% que tiene en RottenTomatoes es excesivamente generoso. Como esto está cocinado para dar a luz una franquicia espero que traigan a otro tipo en lugar de Shawn Levy (Mas Barato por Docena; La Pantera Rosa con Steve Martin, Una Noche en el Museo) que venga con mas energía y mas inspirado. ¿James Gunn está disponible?. Así como está Free Guy zafa, tiene algunos momentos pero es una pálida sombra de lo que podría haber sido en vista de la enorme riqueza de la premisa (y de sus infinitas posibilidades).