He aquí otro futuro distópico arbitrario y banal, lleno de reglas estúpidas y carente de mecanismos dramáticos reales. Es cierto que, a veces, uno tiene que concederle algo de tiempo para que la premisa crezca y se desarrolle, y ahí puede llevarse una grata sorpresa - como pasó con Los Juegos del Hambre, en donde una horda de tipos ridículos y mal maquillados terminaron encarnando una trama intensa y apasionante -, pero aquí ello no ocurre. Divergente comienza con una pavada, lo que sigue es genérico y poco interesante, y ni siquiera el climax levanta algo el pulso comatoso de la película. Hay un buen cast pero nadie hace algo siquiera destacable; y ni siquiera la heroina posee alguna característica que nos despierte algún tipo de entusiasmo, a no ser de su talento excepcional para llorar como una magdalena y mostrarse compungida cada vez que puede. El problema es el vicio surgido con las sagas literarias orientadas a los Jovenes Adultos, nuevo engendro moderno que ha dado a Crepúsculo, Los Juegos del Hambre, y dos millones de sagas de fantasía protagonizadas por adolescentes cachondos. La mayoría son demasiado parecidas entre sí - escuelas, torneos, competiciones de todo tipo para poner al protagonista de turno frente a un gran desafío, descubrir su gran amor y, de paso, derrotar al maloso que impone las reglas idiotas que subyugan el mundo utópico donde viven - y, salvo que les toque un gran cast y un director inspirado, no hay nada que las saque del fango de la mediocridad a la cual pertenecen. Claro que a los productores de Hollywood esto les interesa un pomo, ya que oleadas de adolescentes fanatizados (y devoradores seriales de dichas novelitas) acuden en masa a los cines y les llenan los bolsillos con las toneladas de tickets que compran. Divergente es otro clon mas en la onda de Los Juegos del Hambre, en donde la chica de turno se volverá mas dura e inteligente que el resto de los mortales, y contribuirá a patearle el trasero a los dictadores de moda, encarados por Kate Winslet y sus huestes. La chica es Shailene Woodley, pecosa y con nariz de boniato, no muy bonita pero al menos es buena actriz - a mí me gustó mucho cuando trabajaba con George Cloonet en The Descendants - ; el problema es que el libreto es incapaz de darle una personalidad magnética como a Jennifer Lawrence en The Hunger Games. Acá la Woodley vive en un mundo totalmente arbitrario, en donde a la autora se le cantó dividirlo en facciones. Los mas absurdos son los de Osadía, una horda de idiotas que se la pasan haciendo parkour y se trepan a los rascacielos a mano limpia. Como no saben lo que es una parada de trenes (o lo que es una puerta), saltan de los ferrocarriles en movimiento y cometen proezas tan estúpidas como mortales todo el tiempo. Precisamente es en Osadía a donde va a parar la protagonista, a la cual le toca un entrenamiento demasiado vulgar y silvestre - no hay ni una maldita prueba que resulte medianamente interesante u original -, y moquea todo el tiempo cada vez que le dan una paliza. Como ella tiene una cualidad sorprendente (?) - la de poseer los dones de todas las facciones en su misma persona, algo prohibido por ley y castigado con la muerte -, debe callarlo y seguir con la rutina sin que nadie la descubra. Serán precisamente sus dones lo que la hagan inmune a una droga impartida por la jefa del consejo (Kate Winslet), la que convertirá a los "osados" en un ejército de robots dispuestos a seguir ciegamente sus órdenes para derrocar al gobierno de turno. Divergente es larga y aburrida. El problema es que la premisa de base es trivial - denme una razón lógica para clasificar a la sociedad en facciones y matar o deshechar al que no quepa en ellas -, y lo que sigue es un castillo de naipes construido sobre dicha premisa. Si a uno no le convence la idea de base, todo lo que sigue termina por serle indiferente, y es lo que a mi me ocurre con el filme. Ni siquiera el climax es interesante. Lo cual es una lástima, ya que aquí hay un cast muy bueno, pero que opera en piloto automático la mayor parte del tiempo. Ni siquiera la Winslet descolla en su papel de villana; y si hay alguien que destaca - siquiera un poco - es Theo James, que es confidente y sagaz, lo que es apropiado para su rol de entrenador de la muchacha en cuestión. El cómo Divergente resultó un éxito de taquilla sólo puede explicarse en términos de marketing. No hay nada aquí que lo distinga de otros emprendimientos que fracasaron miserablemente. Quizás en la siguiente entrega las cosas repunten un poco, pero lo dudo. Lo que hay aqui no me llama la atención, y dificil que la voluntad se haga carne para ver cómo los osados derrotan a los eruditos y protegen a los abnegados... en un reparto de funciones tan inútil como superficial. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/divergente.html#sthash.TGg2JtxU.dpuf
Las palabras se agolpan en mi garganta (y en mis dedos) y pujan por salir. La cantidad de epítetos que se me ocurre es abrumadora, y ninguno es demasiado amable. ¿Acaso era tan difícil escribir una película de carreras de autos siquiera pasable?. Need for Speed: La Película es la última abominación que se suma al vapuleado subgénero de filmes basados en videojuegos. Vamos, che, no se trata de armar una tesis ganadora de un premio Nobel, sino de reciclar algunos clichés y poner a un tipo habilidoso detrás de cámara. En vez de generar alguna rutina mediocre hecha con suficiente oficio como para pasar el rato, lo que tenemos en cambio es un bodrio compuesto de carreras aburridas, algunos de los diálogos mas horrendos que he escuchado en la historia del cine, personajes molestos, y estupideces al por mayor. En sí, Need for Speed: La Película es como una versión lobotomizada de Rapido y Furioso, sólo que dirigida por Hal Needham. ¿Se acuerdan de esas bobadas de los años 70 en donde Burt Reynolds conducía un TransAm negro y lo perseguía una horda de palurdos?. Al menos esas películas tenían cinco minutos de comedia efectiva y el protagonista era simpático. En cambio, aquí todo está mal cocinado. Muy mal cocinado. Yo me niego a aceptar el prejuicio de que los filmes basados en videojuegos sean necesariamente malos. Los hay potables (como los primeros de la saga Resident Evil), e incluso uno puede tomar la premisa como base para hacer algo realmente diferente e innovador (vean sino La Gran Aventura Lego!). Todo depende del talento que haya detrás de cámaras. Pero aquí las cosas van mal detrás y delante del lente, con lo cual tenemos un engendro consumado. Hay un montón de bobos liderado por un enano cabezón (Aaron Paul, el cual puede despedirse de hacer carrera en el cine si va a seguir aceptando papeles como éste), el cual es bardeado por un mal actor de cejitas arqueadas (Dominic Cooper). El flaco no sólo tiene toda la plata del mundo sino que le ha soplado la novia al enano, la cual resulta ser Dakota Johnson (la que es igual a su papá Don Johnson, sólo que con peluca y tajito). Ciertamente la Johnson es tremendamente insípida (¿y ésta es la chica que va a protagonizar el thriller ultraerótico 50 Sombras de Grey??). Como la cosa viene de duelo de gallos, millonario y mecánico deciden jugar a quién la tiene mas grande corriendo una carrera con unos bólidos alemanes (chiches que salen cerca de 4 millones y medio de dólares), los cuales abundan en la mansión del millonario como si fueran caramelos. La carrera sale mal, uno amigo del enano perece (precisamente el hermano de la Dakota, el cual es un vomitador serial de tonterías), y nuestro amigo del cráneo de cinco metros de alto resulta imputado del accidente. Años mas tarde sale de la carcel y decide tomar revancha del millonario, ganándole en una carrera ilegal - organizada por un oscuro discjockey protagonizado por Michael Keaton -, y la cual parece salida de una de las aventuras de Meteoro. Es impresionante la cantidad de bobadas que el libreto acumula para que la historia avance. Millonarios que están dispuestos a prestarle un super costoso auto a nuestro protagonista, simplemente porque le cae simpático. La desaparición de un millón de testigos que casi perecieron arrollados por la competencia entre los tres super autos alemanes, y que afirman haber visto sólo dos coches. Nadie que chequeó los papeles en la aduana si este tipo importó tres deportivos alemanes. El flagrante mega aviso de la Ford, en donde todos sus productos le ganan a los de la General Motors, Chrysler y vehículos europeos de las mas variadas marcas. El insufrible moreno que se cree el próximo Will Smith, que se pasa haciendo chistes malos y es mas desabrido que una verdurita hervida. El mismo moreno, que es capaz de robarse / llevarse aviones y helicópteros de todos lados (de las cadenas de TV, del ejército) y actúa con una impunidad acalambrante. Los policías que sólo aparecen cuando le queda bien al libreto. Ni siquiera son capaces de detener al Ford Mustang cuando llega a la ciudad, aún cuando se pasa todos los semáforos en rojo, está todo ametrallado y le faltan las luces traseras. Oh, Dios, la cantidad de imbecilidades que el filme acumula supera a lo tolerable, pero... Hay algunas cosas que amenazan mejorar la puntuación de Need for Speed: La Película, aunque de última no le alcanzan. Michael Keaton le inyecta algo de su locura característica al personaje (tremendamente mal escrito pero, en fin...). La inglesita Imogen Poots arranca mal en el filme pero después se vuelve adorable. Incluso Aaron Paul comienza a mover sus músculos faciales en la segunda hora y da muestras de vida. Hasta las carreras parecen mejor filmadas en esos últimos 60 minutos. El problema es que, por cada mérito que hace el filme - como si el director hubiera encontrado el tono adecuado para encarar un relato ridículo -, aparece alguna abominación de la naturaleza, como el dichoso moreno charlatán que aparece en un helicóptero del ejército y se lleva el Mustang literalmente colgado del techo, las ocurrencias estúpidas de la policía para detener la carrera ilegal (como soltar patrulleros vacíos con el acelerador trabado en trayectoria de colisión directa contra los autos concursantes), tipos intentando cargar nafta en un auto en movimiento a 300 km/h, o flacos volando por los aires y cayendo en medio de una autopista sobrecargada de tráfico sin que el coche sufra una magulladura. Eso sin contar la impresionante cantidad de accidentes de tráfico causados por los protagonistas - que aquí se ven mas violentos y letales que los choques colaterales ocasionados en otras sagas como Rapido y Furioso -, lo que ameritaría un par de cadenas perpetuas, una tras otra. Need for Speed: la Película es tremendamente idiota. Cuando habla esta gente, irrita los esfínteres de la audiencia, ya no sus oídos. Las carreras tampoco son tremendamente excitantes - y eso que esta gente tenía material de sobra para estudiar, sea Grand Prix, Ronin, Bullitt, incluso la saga de Rápido y Furioso, Carrera Contra el Destino, o A Prueba de Muerte del maestro Tarantino - y, si en una película de coches las carreras fallan, estamos todos en el horno. De más está decir que es un filme para evitar, el cual es capaz de ofender incluso a los fans mas acérrimos de un venerado videojuego cuya leyenda existe desde hace dos décadas a esta parte.
300: El Nacimiento de un Imperio es la secuela de 300, aquella gloriosa épica basada en la novela gráfica de Frank Miller, y cuyo virtuosismo visual sirvió para lanzar al estrellato a su director Zack Snyder. Al poco tiempo los talentos de Snyder quedarían refrendados por adaptaciones como Watchmen (2009) y El Hombre de Acero (2013), convirtiéndose en uno de los pocos directores de Hollywood especializados en comics - el otro vendría a ser Bryan Singer, con Superman Returns y sus interminables capítulos de la saga X-Men -. Aquí Snyder regresa sólo en calidad de productor y guionista, dejando la dirección en manos de Noam Murro - cuya única experiencia previa había sido la comedia Smart People (2008) -. Lo que hacen Murro y Snyder es calcar al detalle todos los elementos que caracterizaban a 300, volcándolos a una historia paralela que transcurre al mismo tiempo que Leónidas (Gerard Butler) despanzaba persas en el corredor de las Termópilas. Mientras que la película es espectacular y entretenida, por otra parte hay una fuerte sensación de ausencia - la del personaje de Butler -, zapatos que ninguno de los caracteres de la secuela puede llenar con dignidad, y eso desmerece el resultado final de la película. 300: El Nacimiento de un Imperio intenta hacer tres cosas: la primera es actuar como una precuela de 300, explicando el surgimiento del odio entre persas y griegos, el ascenso de Xerxes y el origen de Artemisia - la feroz guerrera devenida comandante en jefe de las fuerzas persas -, amén de ilustrar algunos detalles sobre el pasado de Temistocles, el rey ateniense que terminará encabezando la resistencia griega. En segundo lugar propone una narración paralela a la batalla de las Termópilas, con Temistocles negociando con los espartanos remanentes o recibiendo noticias de la caída de las fuerzas de Leónidas; y tercero, provee un pequeño avance en la historia de fondo, mostrando la imparable avanzada y el surgimiento de acciones deseperadas por parte del reducido ejército griego, el cual - al no ser tan experto en la lucha mano a mano como los espartanos - apela a ajustadas tácticas navales para hundir el grueso de la flota persa. El problema con la amplitud de semejante enfoque es que hay aspectos descuidados: el nacimiento como rey - dios de Xerxes no deja de ser anecdótico, y el rey desaparece durante el grueso de la película; hay demasiadas charlas y flashbacks haciendo referencia a Leonidas (lo cual hace extrañar demasiado su ausencia); y cuando el filme debe mostrar el genio militar de Temistocles (a final de cuentas, comanda una minoría enfrentada a un ejército abrumador), omite dar explicaciones sobre su estrategia. Mientras que en la realidad los atenienses (y el resto de los griegos) derrotaron a los persas a base de astucia, aquí figuran ser tal letales como los estoicos espartanos, con lo cual lo único que los diferencia es el color de la capa. Este es un detalle particularmente frustrante en el acto III - el gran combate naval en la bahía de Salamina -, en donde todo da la impresión que los griegos deben ganar por la aparición de un par de Deus Ex Machina, cuando en realidad la victoria sobrevino por una planeada estrategia, en donde los persas se engolosinaron con la masividad de sus fuerzas, y mandaron una cantidad tan descomunal de navios al golfo que terminaron embotellados y fueron presa fácil de los defensores. Mientras que la situación es recreada con cierta fidelidad - Xerxes, desde las alturas, contempla su flota trabada en el estrecho golfo -, no hay personaje ni narración en off que brinde explicación alguna sobre el suceso. Simplemente pasa... y después la película se termina. Sin dudas los combates son excitantes y, visualmente, el filme sea mas masivo y espectacular que 300 - las descomunales fuerzas terrestres y navales persas son mostradas en todo detalle y a cada rato - pero, por contra, carece de un lider al estilo de Gerard Butler en el primer filme. Aún con todo lo que lo ha desfenestrado la crítica, creo que la perfomance de Sullivan Stapleton (como Temistocles) es muy buena, y hay muchos personajes secundarios que resultan sólidos; en todo caso, lo que ocurre con 300: El Nacimiento de un Imperio es el mismo problema que pasaba con El Legado Bourne: si hablás tanto de un personaje que no está, el filme jamás logra tomar estatura ni personalidad propia y se limita a permanecer a la sombra del original. Por otra parte, el problema no pasa porque este capítulo tenga personajes supuestamente débiles sino que lo de Butler era tan formidable que resultaba excepcional. A falta de Butler, lo que tenemos aquí es a una Eva Green desbordante de vicio y sadismo, una perfomance tan deliciosa que termina por empalidecer incluso al sufrido héroe. He aquí una auténtica fuerza del destino, tan trágica como demoledora, la cual rezuma maldad por todos sus poros. 300: El Nacimiento de un Imperio es fallida y dispar, pero provee de manera sólida la cuota de entretenimiento que mi organismo estaba precisando desde hace semanas. Hay buenos diálogos, la villana es una máquina de devorar escenas, la acción es espectacular, y el show está servido; lo que le falta es personalidad propia y una historia algo mas pulida, pero como entretenimiento pasatista a mí me alcanza y me sobra, y por eso es que termino recomendándola. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/300-rise.html#sthash.IL3mj8Mr.dpuf
¿Qué diantres le pasó a George Clooney?. A mi juicio Clooney es uno de los escasos cineastas que produce cosas realmente interesantes en el Hollywood actual, ya que filma como un indie y - usualmente - tiene una agenda política particularmente inteligente. Acá Clooney se le ha dado por la aventura histórica, obteniendo un filme tremendamente prolijo desde el punto de vista técnico, pero absolutamente insípido. Digo: si uno reune a un cast de 7 talentosos que desbordan carisma, al menos podría hacer que el ensamble funcionara de por sí - y soportara las debilidades del libreto, tal como pasa con las secuelas de La Gran Estafa -; pero ello no ocurre y, si lo suma a lo desabrido de la historia, uno termina por darse cuenta de por qué el filme no funciona. En el fondo aquí hay una historia interesante. Un grupo de gerontes expertos en arte son reclutados para salvaguardar las obras de arte más importantes de Europa, las cuales se ven amenazadas por la retirada nazi en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes suelen optar entre robárselas o destruirlas, más cuando Hitler - en el apogeo de su locura - lanza su iniciativa Nerón, destinada a convertir en tierra arrasada todos los territorios que debían ceder durante la retirada (una suerte que debió haber padecido París - una de las grandes capitales del arte -, y que fuera abortada gracias a la crisis de conciencia de un alto jerarca nazi, quien se negó a dinamitar la ciudad). Con el tiempo en su contra, los veteranos deben dividirse y diseminarse por toda Europa descubriendo - sin querer - el plan maestro de los alemanes para ocultar su botín de guerra y asegurar su recupero cuando terminara la contienda. El problema con todo esto es que los personajes principales son anónimos, y nunca conocemos nada de ellos salvo un par de anécdotas. Clooney y su socio Heslov no tienen la maestría de un Peter Jackson para delinear un personaje de cuerpo entero en tres parlamentos, razón por la cual todos son figuritas pintadas y fácilmente intercambiables entre sí. Estos gerontes entrenan como pueden para soldados, protagonizan algunas anécdotas insípidas, y ni siquiera hay un momento de tensión o una escena demasiado elaborada. Ya que Clooney y Heslov tuvieron que manosear la historia, quizás se hubieran beneficiado si podaban aún mas la cantidad de personajes, y dejar un núcleo duro mas pequeño y mejor desarrollado. Por otra parte el filme jamás se detiene a extasiarse con el placer visual del arte - y eso que aquí los tipos se rodean de las mayores maravillas de la pintura y la escultura -, con lo cual todos los discursos de Clooney - sobre la importancia de rescatar y preservar el arte como patrimonio histórico de los hombres, y considerar que semejante tarea amerita el sacrificio de los involucrados - suenan huecos. Tampoco hay un villano identificable - a lo sumo el filme crea un detestable oficial nazi y un amargo comandante ruso (el cual viene apoderándose de obras de arte en concepto de indemnización de guerra) sobre el final, pero carecen de tiempo así como interacción con los personajes principales como darles cierta estatura dramática -. Todo esto resulta en un filme decepcionante, el cual nunca termina por despegar. Las actuaciones son buenas, hay algunos chistes tibios, hay una buena reconstrucción de época... pero no hay emociones de ningún tipo, ni siquiera algo de substancia que justifique el visionado de la cinta. Operación Monumento decepciona en vista del talento reclutado. Hay escenas aisladas aquí y allí que funcionan o amenazan funcionar, pero la historia jamás termina de arrancar. Es sosa y lineal, tal como eran las genéricas películas de guerra de los años 50. Carece de carisma, lo cual es un pecado mortal en vista de los nombres involucrados, y sin dudas es una decepción en vista de la impecable carrera de Clooney como director y artista de calidad.
Robocop (2014)Robocop (1987) es ese delicioso clásico dirigido por Paul Verhoeven. Era un fantástico comic ultraviolento, plagado de humor negro y sátira social, que apuntaba sus dardos hacia la cultura corporativa surgida durante el gobierno de Ronald Reagan - de la cual surgió el endiosamiento de Wall Street como fuente rápida de fortuna, la aparición de los yuppies, y la proliferación de depredadores de empresas al estilo de Donald Trump, tipos que adquirían firmas en decadencia, las despedazaban y ganaban fortunas vendiendo sus componentes -. Robocop tomaba cosas de muchos lados - era un pastiche de influencias que iban desde Terminator hasta westerns como Shane, el Desconocido (1953) -, creó un escenario propio (y con mucha personalidad) y terminó convirtiéndose en un favorito de culto. Y aunque logró transformarse en una franquicia, pronto quedó demostrado que ninguno de los sucesores de Verhoeven tuvieron los quilates del holandés para lograr otra entrega tan rotunda como la primera, amén de saber el cómo expandir la premisa inicial sin caer en la repetición. Unicamente la miniserie Robocop: Prime Directives (2000) intentó generar algunas vueltas de tuerca que fueran respetuosas del original, pero la entrega no tuvo demasiado suceso y pronto quedó claro que el tiempo del personaje ya había pasado. Habría que esperar hasta el 2014 para que alguien intentara resucitar al justiciero robótico con cierto grado de éxito. A esta altura uno comienza a sentirse asqueado de la falta de ideas que abunda en Hollywood, tendencia letal que ha llevado a la meca del cine a enviciarse con el reciclado compulsivo de cualquier tipo de franquicia, sin importar la venerabilidad (o siquiera la antigüedad) del filme a remakear. Todo se basa en estudios previos de marketing, en donde se privilegia el conocimiento previo de una marca - sea Halloween, La Hora del Espanto, Carrie, y un larguísimo y vomitivo etcétera -, lo cual ahorra ciertamente costos de propaganda pero, por otra parte, desconoce la creciente repulsión del público al tener que ver una y otra vez historias que ya conoce, amén de que el 90% de las remakes resulta de muchisima inferior calidad a los originales que intentan reciclar. Mientras que Robocop 1987 no es ciertamente el Citizen Kane de los filmes de acción, por otra parte es una película tan sólida y potente que resulta difícil que alguien pueda superarla. Todo esto se ha traducido en un creciente movimiento de rechazo - perceptible en los grupos de fans que abundan en las redes sociales - al escuchar el anuncio de la remake. Las cosas comenzaron a ponerse peor cuando las señales negativas empezaron a venir de parte de los mismos responsables de la nueva versión, ya fuera el poco ceremonioso estreno del filme en febrero - temporada en la que los estudios norteamericanos vomitan todos sus fracasos y proyectos indeseables -, hasta la filtración de una conversación telefónica entre el director José Padilha y su par brasileño Fernando Mereilles, en donde el primero hablaba pestes de Hollywood y de la interferencia de los estudios con su visión, quejándose de que los ejecutivos cercenaron casi todas sus sugerencias y terminaron metiendo mano en la cinta para bajar el nivel de violencia, cosa de obtener una calificación Apta Todo Público que le permitiera recuperar rápidamente costos - lo que daba cuenta de una versión tan desnatada que atentaba contra la naturaleza del personaje -. Así como muchos éxitos nacen en una masiva recomendación boca a boca, el mismo movimiento - pero con una carga negativa - puede servir para torpedear un filme en la taquilla, lo cual terminó sucediendo con esta versión 2014 de Robocop, al menos en suelo norteamericano. La buena nueva es que Robocop 2014 no es el desastre que uno hubiera anticipado. Es un filme inteligente y bastante sólido, pero se encuentra a años luz de la intensidad del clásico de 1987. Y mientras que la orgía de violencia que caracterizaba a la entrega de Verhoeven brilla por su ausencia, por otra parte se dedica a una exploración bastante intensiva de temas y personajes que la vuelven en una aventura de ciencia ficción pensante. El Acto II - en donde el filme desarrolla la incompatibilidad entre hombre y máquina, el rediseño constante del Robocop para satisfacer necesidades de mercado, y la necesidad de que sea mas un producto que un individuo con carácter propio - es excelente. El problema es que los Actos I y III (prólogo y final) carecen de potencia. Vale decir, uno ha perdido la ácida sátira a los medios (y el eminente tono facistoide) del filme de Verhoeven, y han sido reemplazados por una discreta crítica a la cultura marketinera que prospera en los ámbitos corporativos. El combativo periodista que encarna Samuel L. Jackson no se acerca ni a los talones de los breves e incisivos flashes informativos que abundaban (y deleitaban) en el original. Por otra parte OmniCorp ya no es una corporación maligna desbordante de cretinos deseosos de serrucharse el piso los unos a los otros, sino que es mas una entidad amoral, enviciada con los resultados financieros de Wall Street y las encuestas de mercado, y dispuesta a utilizar cualquier tipo de medios - aún aquellos que estén reñidos con la éitca - con tal de poder aumentar sus ganancias. El gran problema con Robocop 2014 es que el tono de la tragedia ha perdido fuerza, y ha sido mutado por el desarrollo de una galería de temas que, si bien son interesantes y ayudan a entender mejor la evolución del personaje, por otro lado le quitan todo el punch emocional al argumento. (alerta: spoilers) El filme de Paul Verhoeven era, ante todo, un western en donde un tipo dado por muerto regresaba para vengarse de sus victimarios. En aquella película los mismos coincidían con los detestables y corruptos funcionarios de la corporación - lo que daba un único grupo de villanos -, mientras que aquí la cosa pasa por dos carriles distintos y eso le quita efectividad al desenlace - la revancha de Murphy sobre sus asesinos llega 20 minutos antes del final y, lo que le queda, es la resolución del conflicto paralelo que mantiene con las autoridades de OmniCorp -. En todo caso aquí el drama consiste en un producto negándose a ser cancelado debido a una decisión ilegal tomada por sus superiores. El climax es tan minimalista que termina siendo terriblemente soso. (fin de spoilers) Robocop 2014 tiene su cuota de méritos. El protagonista ahora es un androide ágil capaz de proezas sobrehumanas - lo cual corrige la escasa movilidad del Robocop original , un detalle que (a mi juicio) siempre atentó contra las posibilidades de desarrollo y expansión de la franquicia -. La relación entre Alex Murphy y el científico que lo crea (un excelente Gary Oldman) está marcada por fidelidades y ambigüedades, la cual resulta interesante. Este Robocop no ha perdido la memoria y mantiene aún contacto con su familia, lo cual crea una relación disfuncional que el guión no termina de desarrollar. A su vez Alex Murphy es un individuo normal y consciente atrapado en una máquina, con el único detalle que su voluntad es alterada - sea química u electrónicamente - de acuerdo a los designios de sus dueños. Por otra parte hay todo un comentario político escondido en la historia - la proliferación de fuerzas armadas robotizadas, la ocupación de territorios en el extranjero (incluso el inicio del filme tiene que ver con una Irán invadida al estilo de la actual Iraq) - que el libreto nunca termina de explayar mas allá de su presencia anecdótica. Pero todas estas cosas parecen detalles aislados en una trama que carece de resonancia. Yo creo que el director Jose Padilha pudo explayarse con cierta libertad en el proceso de formación de Robocop, pero no pudo lidiar ni con el prólogo ni con el climax debido a la férrea decisión del estudio de obligarlo a apegarse a un libreto ya aprobado. A final de cuentas los filmes de Tropa de Elite (dirigidos por Padilha) manejan temas de corrupción y ultraviolencia y montan un ambiente opresivo recargado de conspiraciones y traiciones inminentes, puntos que precisaba desesperadamente este Robocop 2014 en vez de insulsos criminales callejeros y ejecutivos trasnochados que sólo piensan en la cotización que su empresa tendrá a la mañana siguiente en Wall Street. La acción está ok, las perfomances son muy buenas, la historia es sólida; pero Robocop 2014 no deja de ser una aventura de ciencia ficción pasable, que tiene sus méritos pero que no le alcanza para ser memorable, y que por siempre vivirá a la sombra del feroz original creado por Paul Verhoeven en 1987.
La Gran Aventura Lego es una muestra patente que, con mucha imaginación y talento, se puede superar no sólo la enorme cantidad de prejuicios contra un producto evidentemente marketinero, sino que incluso se puede crear algo fantásticamente entretenido y memorable. En el pasado hemos visto películas basadas en juguetes - no sólo la insípida Batalla Naval, sino toneladas de productos hechos directo a video, sea filmes sobre Hello Kitty, Barbie, Mi Pequeño Pony, incluso otros filme basados en Lego, amén de las adaptaciones de videojuegos y un largo y aburrido etcétera -, ninguna de las cuales ha terminado por resultar potable, original o mucho menos recomendable. El chiste aquí es que La Gran Aventura Lego no sólo es una de las mejores aventuras animadas no Pixar de los últimos tiempos, sino que también se ha dado maña para surgir de la nada y convertirse en un descomunal blockbuster, uno de esos filmes que son vistos por multitudes y cuyo mayor poder de captación suele ser la recomendación boca a boca. Si usted vive en Plutón, seguramente desconocerá de qué se tratan los los juguetes Lego. Es un juego de construcción basado en ladrillos plásticos, los cuales aparecieron en 1949 de la mano del carpintero danés Ole Kirk Christiansen. El tipo pronto hizo un imperio billonario, creando gran cantidad de kits, generando toda una cultura de fans y constructores, obteniendo licencias de las principales franquicias cinematográficas, y desarrollando una enorme cantidad de productos derivados, sean dibujos animados, películas directa a video, videojuegos, filmes caseros hechos por fans (que usan los ladrillos para armar animaciones stop motion), e incluso competencias entre aficionados, parques de diversiones y la publicación de manuales de construcción basados en proyectos ganadores de diferentes concursos hechos a lo largo de todo el globo. Desde ya que Lego ya tenía antecedentes en el mundo de la animación - hay varios títulos (como Batman Lego, o versiones Lego de Star Wars, Indiana Jones, e incluso una aventura animada de Monty Python (!!)) -, pero éste es su primer proyecto de peso para la pantalla grande. Para ello reclutaron a la dupla de Phil Lord & Christopher Miller (Lluvia de Hamburguesas), los cuales terminaron engendrando algo tan disfrutable como memorable. Aquí hablamos de un universo paralelo compuesto integramente por piezas Lego. Las personas son muñequitos Lego, viven en edificios de ladrillos Lego, viajan en vehículos hechos con Legos, e incluso el agua, el fuego y hasta el sol están hechos con Legos. Como si fuera Ralph el Demoledor, este universo está regido por una serie de reglas particulares, y dentro de las cuales los personajes tienen sus vidas propias. El protagonista es un ignoto obrero que levanta monumentales construcciones - siguiendo los pasos del manual - y las cuales son deshechas al final del día. Accidentalmente el tipo queda pegado a una pieza desconocida de plástico, algo que sirve para ponerlo en el centro de la escena como el Elegido, el protagonista de una profecía que está destinado a salvar todo el universo Lego de las garras del malvado Señor Negocios, el cual está obsesionado con el orden, el seguimiento de las instrucciones de armado a rajatabla y, lo que es peor, la fusión de las piezas mediante super pegamento para que no sean desarmadas al final del día. Conociendo de la existencia del protagonista, Negocios decide mandar tras sus pasos a su implacable secuaz Policía Malo, el cual tiene doble personalidad y a veces se deja llevar por su rostro de Policía Bueno, un blandengue ultrasimpático que tiende a perdonarle la vida a la gente. Para escapar de Policía Malo, Emmett se ve obligado a salir del mundo habitual donde vive, descubriendo la existencia de montones de universos paralelos - el lejano oeste, el mundo de los piratas, una versión sui generis de la Tierra Media, incluso el paisaje futurista donde vive el villano en una gigantesca torre que domina el lugar -, y descubriendo una trama secreta que altera el significado de que conoce. En semejante aventura es ayudado por una gran cantidad de personajes licenciados, que van desde Batman y otros superhéroes DC hasta figuras de la franquicia Star Wars, cuando no de Harry Potter o de El Señor de los Anillos. Hay dos cosas que hacen enormemente disfrutable a La Gran Aventura Lego: la primera es que es tremendamente graciosa, y la segunda que es inteligente, con subtextos dirigidos a público de diferentes edades. Phil Lord & Christopher Miller se dan maña para inyectar una enorme cantidad de energía a la historia, sea bromeando sobre las leyes del universo Lego o - mejor aún - cuando se mete con las franquicias y se pone a parodiar superhéroes. Su Batman es un necio pedante obsesionado con el negro, y habla igualito que Christian Bale; después hay un Superman torpe, un Linterna Verde algo amanerado y charlatán, y una Mujer Maravilla que no recuerda donde ha estacionado su jet invisible. Morgan Freeman por su parte, da vida a otro de esos eternos ancianos mentores tipo Yoda, el cual vive agarrándose la cabeza al ver las burradas que hace el Elegido de la Profecía. Entre todos arman una troupe que desborda gracia - en especial Liam Neeson como Policía Malo, un oficial de la ley tremendamente sicópata y con doble personalidad -, los cuales generan un gag tras otro. Pero si la aventura es colorida e inspirada, lo mejor del filme es sin duda la parte de metaficción, la cual se traduce en una pequeña secuencia protagonizada por actores y cuyo desarrollo sirve para entender el verdadero significado de todo lo que ocurre. Es una fantástica pieza sobre el entendimiento y las relaciones entre padre e hijo, la cual consigue despertar emociones en un puñado de minutos. Quizás no sea Shakespeare pero es una vuelta de tuerca inteligente y tremendamente original, y sirve para darle una resolución altamente satisfactoria a toda la trama. La Gran Aventura Lego es animación de alta calidad destinada a todos los públicos. Visualmente parece un producto para niños pero que el aspecto no los engañe; es un filme del estilo de Toy Story, aunque carece del alto vuelo dramático de la trilogía de Pixar. En todo caso es entrenimiento hecho de manera soberbia y adornado por un pequeño subtexto dramático notablemente efectivo, lo cual lo transforma en una filme inteligente y tremendamente recomendable. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/pelicula-lego.html#sthash.BdcaxQs0.dpuf
Yo, Frankenstein viene de la mano de Kevin Grevioux, uno de los creadores de Underworld. Considerando que lo único interesante que tenía dicha saga era ver a Kate Beckinsale en uniforme de cuero, resulta difícil verle el atractivo a una propuesta como ésta, más cuando tiene a Aaron Eckhart a la cabeza. Eckhart será muy buen actor pero como estrella de acción va muerto en la taquilla, siendo su anterior visita al género la repudiada Invasión del Mundo: Batalla: Los Angeles. La otra contra es que tanto el trailer como los posters hacen presagiar que ésto será otro bodrio al estilo de Van Helsing - en donde se toma un puñado de monstruos clásicos, se los recarga de esteroides, y se los recicla como una disparatada aventura de superheroes góticos saturada de efectos especiales y piruetas estúpidas -, lo cual es una idea que difícilmente me seduzca. Las buenas nuevas es que Yo, Frankenstein es superior a Van Helsing. El ritmo no es frenético, las peleas se dejan ver, y hasta la trama tiene un par de ideas interesantes. Acá el punto es que hay una batalla secreta librada desde el principio de los tiempos entre demonios y ángeles (bah, éstos ahora se camuflan como las gárgolas que aparecen en los techos de los iglesias medievales), en donde el factor que puede desequilibrar la guerra es la presencia de la misma criatura creada por Victor Frankenstein. Como es un un ser inmortal, tremendamente poderoso y, sobre todo, carente de alma - a final de cuentas, es una abominación creada por la mano del hombre a partir de pedazos de cadáveres -, el secreto de su elaboración serviría para que los malignos puedan revivir a una horda de demonios caídos en la batalla mileniaria, lo cual les daría una aplastante ventaja numérica que serviría para exterminar a las gárgolas y apoderarse del planeta. Y mientras ángeles y demonios ven como una rareza a la criatura - no pertenece a ningún genero del cual tengan registro -, por otra parte el monstruo tiene bastantes oportunidades para reflexionar sobre su propia naturaleza, generando alguna que otra conclusión interesante. Mientras que todo esto suena prometedor - o al menos, debería dar por resultado una película siquiera potable -, toda la premisa termina por implosionar cuando uno empieza a ver la puesta en escena. No sólo hay decisiones artísticas cuestionables sino que los agujeros de lógica son gigantescos como la Vía Láctea. Mientras que la trama hubiera resultado tolerable si la mantenían en la época victoriana - un siglo XIX sin tecnología y en donde la humanidad era temerosa de lo sobrenatural, amén de carecer de explicaciones para muchísimos fenómenos fuera de lo común -, el equipo creativo decide trasladar la historia a la época actual (básicamente para reducir costos, así no gastaban en decorados o trajes antiguos), lo termina siendo una decisión tremendamente estúpida que se nota a medida que transcurre la película. Que un tipo deforme, sucio, lleno de cicatrices y con la piel de todos los colores pueda deambular por ahí sin que nadie le pida siquiera documentos es algo absurdo (bah, algo así ocurre con frecuencia en el Gran Buenos Aires, pero la acción aquí está ambientada en alguna ignota ciudad europea al estilo de Paris o Viena), eso sin contar con las masivas batallas aéreas que ocurren a medianoche entre ángeles y demonios, las cuales abundan en fuegos artificiales - cada vez que liquidan a un ser sobrenatural, éste explota como si llevara una bomba atómica en su interior -, generando un cielo inundado de fogonazos de tal magnitud que sólo podrían pasar desapercibidos si todos los habitantes de la ciudad fueran ciegos y sordos. Al menos Cazadores de Sombras: Ciudad de Huesos ponía la excusa que las luchas entre seres sobrenaturales transcurrían en otra dimensión invisible para los ojos humanos, pero acá ni siquiera se han calentado en poner alguna explicación semejante. Las batallas aéreas no son el único problema de Yo, Frankenstein. La reina Leonore - una envejecida Miranda Otto - es una máquina de cambiar de opinión (en un momento se compadece de la suerte de la criatura y en otra desea achurarlo sin el menor de los miramientos), amén de protagonizar una suerte de ridículo bautismo instantáneo en donde le da un nombre al monstruo, y éste comienza a usarlo a los cinco segundos como si se tratara del apodo de toda la vida (ok: "Adán" figura en el texto original de Mary Shelley, pero aquí la escena está tan mal compaginada que resulta horrenda). Tenemos gárgolas de todo tipo - japoneses, latinos, y hasta un modelo marine, interpretado por Jai "hijo de John McClane" Courtney -, las cuales viven en una gigantesca catedral emplazada en medio de la ciudad, la cual está a cargo de nadie (siquiera un sacerdote). Bah, en realidad uno de los problemas principales del filme es que tanto la ciudad como los seres humanos parecen decorados de cartón pintado, ya que nadie investiga o siquiera protesta por todo el bardo que generan las masivas peleas entre las fuerzas del bien y del mal, las cuales pueden poblar los techos de los edificios de a miles, destrozar una docena de autos sin más, o dejar un agujero de 3 kilómetros de ancho (y miles de profundidad) en medio de la metrópoli. Lo que ocurre es que la trama de Yo, Frankenstein empieza a lastrarse por una tonelada de bobadas monumentales generadas por un libreto lobotomizado. Mientras que la película está bien filmada - gracias a Stuart Beattie, el mismo de la excelente Mañana, Cuando la Guerra Comience -, por otra parte el mismo Beattie se dispara en los pies como guionista. Aquí hay enormes problemas de lógica y el libreto no se da maña para emparcharlas con algún tipo de excusa (y miren que había maneras económicas de arreglarlo). Al hacer el balance entre buena dirección y pésimo libreto, uno llega a la conclusión de que Beattie es un artesano superior al material que debía tratar, pero que terminó siendo sometido por los divismos del autor Kevin Grevioux (quien aquí actúa, produce y coescribe el libreto, amén de ser el responsable de la novela gráfica original), el cual debió considerar que lo suyo es poco menos que la palabra divina revelada y no dejó implementar cambios que resultaban desesperadamente necesarios. Yo no le pegaría tan duro a Yo, Frankenstein. Es una película hueca y bastante entretenida, plagada de pifias monumentales y alguno que otro personaje molesto. Oh, sí, ver a un Frankenstein ninja peleando con hachas exóticas y luciendo un perfecto corte de pelo no es lo que se dice creible (imaginen al monstruo de Boris Karloff en semejantes escenas y verán lo que les digo), y desde ya que mata todo el contenido serio y trágico del libro original en favor de una intentona fracasada de crear una franquicia cinematográfica a partir de un personaje harto conocido; pero al menos tiene cierto ritmo que no aburre, y la historia en sí no termina de ser dañina al cerebro. Es por ello que prefiero perdonarle la vida y calificarla como mediocre, ya que los responsables de esto pusieron ganas pero les faltaron neuronas.
Saving Mr. Banks es la reconstrucción dramática del tenso proceso creativo previo a la filmación del clásico producido por Walt Disney Mary Poppins (1964). Mientras que generaciones enteras adoraron el filme y tararearon sus melodías hasta el cansancio, hubo una única persona en todo el mundo que estuvo convencida (y hasta el día de su muerte) de que la adaptación era una aberración que traicionaba al texto original. Esa persona era la misma autora de la saga de libros de Mary Poppins, una australiana llamada P.L. Travers, y con la cual Disney tuvo una conflictiva relación de más de 20 años hasta que logró convencerla de que le cediera los derechos cinematográficos, cosa ocurrida en 1964, y circunstancia de la cual la autora renegaría hasta el final de sus días. Ciertamente uno no puede pedirle fidelidad dramática a Hollywood, y ello es lo que ocurre aquí. Estando involucrada la Disney en la producción, es imposible que el filme resulte objetivo; y si bien el libreto se arriesga a tocar un par de temas delicados - la muerte de uno de los personajes principales; las golpizas que el viejo Elias le daba al pequeño Walt cuandro era chico y se negaba a trabajar repartiendo diarios -, toda la historia se encuentra tremendamente sanitizada, como si hubiera un deseo vehemente de complacer a la memoria (y los herederos) de P.L. Travers, la cual era una persona como mínimo conflictiva. Si hay algo que me ha enseñado la historia, es que los personajes mas exitosos de todos los tiempos han sido tremendos lunáticos, amorales o excéntricos, fruto de una vida inusual, y la cual los ha dañado profundamente como personas; individuos peleadores o antisociales, o enemigos acérrimos de sus propias familias, a las cuales han castigado como una especie de revancha de la vida, haciendo abuso de su fama, poder y fortuna en toda su gloria. Mientras que su vida personal los ha convertido en individuos totalmente atípicos (y por ello se han vuelto creativos y famosos), por otra parte son personas despreciables que han tomado todo tipo de decisiones para lastimar al entorno que los rodea, manteniendo una doble moral y una falsa imagen familiar de las puertas de su casa hacia afuera. Esto ha ocurrido con Joan Crawford, Bing Crosby, algún ídolo innombrable del fútbol argentino, Bette Davis, y una gruesa lista de gente famosa, y es lo que ocurrió en la vida real con P.L. Travers. La autora era una persona detestable que despellejaba a medio mundo, antisocial y de lengua venenosa, una seguidora serial de falsos gurúes - según los cuales terminó adoptando a uno sólo de una pareja de gemelos (y sólo al primer nacido), negándole el contacto al restante chico con su hermano durante el resto de su vida (amén de podarle de una vida de fortuna y comodidades), y disponiendo condiciones miserables en la ejecución de sus bienes al momento de su fallecimiento, otorgándole a su hijo una renta inferior a un salario mínimo durante el resto de su vida - y, desde ya, una persona a esquivar. No sólo esto se ha podado de la cinta, sino también su supuesta relación lésbica con Madge Burnand, hija de un reconocido autor teatral, con quien convivió mas de 10 años. Desde ya que la Travers era una persona compleja - el único ejemplo que se me viene a la mente es Steve Jobs, otro individuo tan genial como aborrecible -, pero aquí su personalidad ha sido tan sanitizada que apenas queda reconocible. Entre dichas omisiones y sus ponzoñosas criticas hacia la versión filmica de Mary Poppins - negándole a Disney los derechos cinematográficos sobre el resto de sus novelas, y autorizando únicamente una versión teatral en el 2004, hecha a su gusto con apenas un puñado de canciones de la película, protagonizada integramente por actores ingleses parecidos físicamente a sus personajes, y despojada de todos los elementos que odió en el filme de la Disney -, la única conclusión posible es que Saving Mr. Banks es una versión de fantasía lejanamente basada en hechos reales. Por ejemplo, el filme da a entender que - al final de todo el proceso, y cuando Walt Disney abre su corazón ante la Travers -, la autora experimenta un proceso de catarsis y reconciliación consigo misma y con su pasado, y que el filme termina funcionando como la liberación de un pesado lastre emocional que la mujer ha cargado durante décadas... lo cual se encuentra a años luz de lo ocurrido realmente. La escritora odió a Disney y a su filme, y lo defenestró en cada ocasión que pudo durante los años que le quedaron de existencia.
Hay películas con mensaje y otras que no, que simplemente son un viaje de ida. Ocurre con Cuando Todo Está Perdido, el penúltimo filme de J.C. Chandor - que diera a luz, hace unos años, la excelente El Precio de la Codicia - protagonizado por Robert Redford. Es otra cinta de supervivientes, que se une a títulos como Cinco a la Deriva o Naúfrago. La diferencia es que Redford está solo y no tiene a nadie a quien dirigirle la palabra. Salvo un par de monólogos, puede que la blonda leyenda del cine no alcance a espetar mas de un puñado de líneas en todo el film. Entonces lo que queda es asistir a su silenciosa y titánica lucha por la superviviencia, en donde la persistencia y el ingenio lidian contra la gigantescas e implacables fuerzas de la naturaleza. A final de cuentas es un insecto en una tapita de gaseosa que flota en medio del océano y enfrentado a huracanes de proporciones impensadas. Visto de ese modo, la "navegación placentera en velero" en medio del océano suena a herejía. Algo así como cuando los hombres se aventuran al espacio en algo no mayor a una lata de gaseosa - y casi igual de frágil -. El filme es un tour de force de Redford, y es admirable. Redford no es un gran actor pero es uno efectivo y uno que llena de sobra la pantalla. El tipo tiene 77 años y pone el lomo a un papel que es tremendamente físico y desgastante. La mayor parte del tiempo está empapado, las olas gigantes le pegan latigazos, el tipo se cae dos por tres en el océano, y el agua de mar abrasa su desgastada piel. La desesperación lo domina de vez en cuando pero el protagonista no deja de ser un pragmático de aquellos, y está convencido que con su ingenio puede lidiar con los obstáculos monumentales que se le avecinan. Claro, la naturaleza es implacable y llega un punto en que las fuerzas flaquean, en especial en el criptico final cuya interpretación deja el camino abierto a la ambigüedad. ofertas software para estudios contables Cuando Todo Está Perdido es una película intensa y visceral. No sabemos nada de Redford, de quién corno es o de dónde procede. Tampoco estamos en su mente, sino que contemplamos sus acciones - muchas veces, inventivas a lo MacGyver -. En todo caso es el duelo del hombre contra la naturaleza, el atrevido que se asoma a un mundo salvaje e indomable y cree poder controlarlo en base a la ciencia y la tecnología. El resultado es avasallante, y lo que queda está librado a la suerte de Dios. Es en esos momentos en donde Redford transmite una dignidad impresionante, un tipo que no se doblega ante la adversidad, pero que es suficientemente cuerdo para saber cuándo la batalla está perdida. Cuando Todo Está Perdido es una gran película, sólida e intensa, que toma una anécdota y la relata con talento e inteligencia. Quizás el mutismo del protagonista le resta emoción a la experiencia, la cual no deja de ser válida e interesante.
Nunca me gustó Sylvester Stallone, pero debo reconocer que admiro lo que ha hecho con su carrera. A esta altura el tipo debería estar haciendo cameos, o estar protagonizando películas de cuarta directas a video tal como Steven Seagal o Jean Claude Van Damme. Pero además de músculos Stallone posee cerebro y, ante todo, siempre ha sido un hombre de negocios habilidoso. A la hora de resucitar dinosaurios con nuevas secuelas, se anotó con las meritorias John Rambo y la última de Rocky; se creó un nicho propio - el de héroes de acción de la tercera edad -, y se ha reinventado como icono de culto, sea con Los Indestructibles, o bien protagonizando pasables vehículos de acción en donde exhibe un formidable cuerpo que sería la envidia de cualquier tipo con menos de 30 años. Y eso que estamos hablando de un geronte de 66 pirulos de edad. En ese sentido, Una Bala en la Cabeza / El Ejecutor no es lo que se dice una obra maestra; apenas llega al nivel de pastiche de acción potable, y eso es porque Walter Hill está detrás de cámaras y sabe dirigir las balaceras con un brío que pocos tienen en la industria. La historia es tonta y lineal, y sólo sirve de excusa para que Stallone rompa un par de cráneos y muestre el excepcional físico que posee a su avanzada edad. Resulta curioso que todo esto esté basado en una novela gráfica de origen francés, ya que la misma podía tener más de dos neuronas - a final de cuentas si uno demora para hacer un comic es porque pone algo de empeño en intentar ser original o, al menos, en parodiar un género en especial... cosas que en absoluto ocurren aquí -, y podía contener una cuota importante de homenajes al género, la cual simplemente brilla por su ausencia. En sí El Ejecutor no deja de ser pura rutina ochentosa, haciéndome recordar a títulos como Infierno Rojo o Cobra, filmes que servian para matar el tiempo entre todas las persecuciones, peleas y balaceras que vomitaban pero que resultaban incapaces de exhibir un mínimo de sofisticación (u originalidad) en la historia. Quizás las mejores cosas del filme pasen por ver a Sarah Shahi desnuda (aunque sea fugazmente), y por darle la oportunidad a Jason Momoa de mostrar su costado bad ass (aquí como letal asesino que persigue a Stallone & Cía), papel en el que resulta bastante potable. Yo creo que el personaje de Momoa es mejor que el de Stallone, más salvaje y cerebral, y quizás hubiera merecido el triunfo. Sly, por su parte, tiene tanto gimnasio y esteroides sobre el lomo que le resulta imposible mover el cuello y parece un muñequito Ken pasado de anabólicos. Incluso cuando se desnuda se ve tan impresionante que pareciera que todas sus venas estuvieran a punto de explotar, reventándole la piel. Mas allá de eso, ésta es una de bala va, bala viene, trompadas, corridas y chistes fáciles. Incluso tiene el grave problema de desmoronarse sobre el final, simplificando (y masacrando) el climax, quizás por un intento tonto de darle algo de estatura moral al héroe... el cual es (y toda la vida ha sido) un asesino egoísta y sin conciencia. Por lo demás los meritos se restringen a varios detalles anecdóticos, como el retorno al circuito de varios retirados y off shore - los que van desde Walter Hill a Christian Slater, éste último en un rol que es más nominal que útil -. Ni siquiera el villano principal resulta amenazante, aunque debo admitir que Adewale Akinnuoye-Agbaje tiene cierto salero que resulta interesante de ver. Por lo demás es rutina tolerable y hasta por momentos efectiva, liderada por un héroe de acción al cual se le pasó la fecha de vencimiento hace un par de décadas pero que hace lo imposible por camuflar su caducidad.