Oculus es un pequeño filme independiente que ha venido causando cierto ruido desde el 2013, el suficiente como para salir del ghetto del "directo a video" y conseguir ser estrenado en cine en diversas partes del mundo - incluyendo nuestro país -. Viene de la mano de Mike Flanagan, el cual ya había recibido buenas críticas con su anterior Absentia (2011). En sí, no deja de ser una película de casas embrujadas bien hecha con la diferencia de que, en vez de haber fantasmas, la cosa pasa por un tema de alucinaciones e - incluso - lo que se puede tomar como viajes en el tiempo. Hay un objeto maligno que cambia la percepción de quienes lo rodean, y que es capaz de hacerles revivir - e incluso hacerlos participar - de hechos trágicos ocurridos en su pasado. Es por ello que se siente más como un episodio siniestro de La Dimensión Desconocida en vez de una película tradicional de fantasmas, aunque ello no quita que haya un par de sustos realmente efectivos. En muchos sentidos Oculus se siente en la misma onda que La Leyenda de la Casa Infernal (1973), ésa en donde Roddy McDowall y un equipo de especialistas se encerraba en una mansión embrujada, la inundaba de equipos de medición e intentaban explicar - por medios científicos - los sucesos paranormales que allí estaban ocurriendo. Aquí el tema pasa por un par de aficionados, los cuales tienen mas osadía que experiencia, y que intentan lidiar con las alteraciones que provoca un supuesto espejo maldito cuya influencia tiñó de tragedia sus vidas. Es por ello que se hacen del objeto, lo regresan al lugar de origen en donde provocó las tragedias - en este caso, lo culpan de haber enloquecido a su padre, quien mató a su madre y estaba a punto de despedazar a sus hijos hasta que fue asesinado por uno de ellos -, inundan el cuarto de instrumentos de medición y alarmas (las cuales sirven para sacarlos del trance y hacerlos volver ocasionalmente a la realidad), graban todo y montan un dispositivo de emergencia para destrozar el espejo en caso de que las cosas se vayan de las manos. Desde ya que toda la experiencia sale para el demonio - sino, no habría película - y el desenlace está cantado desde el principio, pero al menos el desarrollo está confeccionado con tal gusto que resulta interesante. Los problemas de lógica abundan en Oculus. Uno no termina por entender por qué la muchacha decide documentar todo en vez de destruir de una el espejo sospechoso - ¿es para que encuentren pruebas por si le pasa algo? -, o cómo no se preparó mejor para semejante travesía: podría haberse asesorado con un parasicólogo o un demonólogo, o ver qué instrumento místico podría utilizar para reventar algo que parece no haber sido construido en este mundo. Iphones y camaras digitales no son lo que se dice las armas de un exorcista, y detrás de toda esa preparación hay un dejo de improvisación que no termina de cuajar. ¿Acaso la chica pensaba que podría traspasar el espejo, recuperar a su padre de sus garras, o exterminar al demonio residente en él con sus propias manos?. El otro punto es que, mas allá de la detallada investigación que hace la chica, no hay una causa de origen del objeto maligno. Al menos podrían haber dicho que era el espejo de la villana de Blancanieves, o algo así; acá es un objeto que apareció de la nada hace como 4 siglos, comenzó a matar gente y a recolectar almas, y carece tanto de origen como de final. ¿Recolectar almas hasta cuándo? ¿Hasta devorar el espíritu de todas las personas existentes en la Tierra?. Mientras que las preguntas sin responder abundan en Oculus, al menos Mike Flanagan convierte esto en un excelente ejercicio de estilo. El tiempo y el espacio se doblan, y las versiones adultas de Tim y Kaylie se cruzan con sus pares infantiles. Basta con que miren a un costado para ver una escena del pasado - e incluso participen en ella -, o que aparezcan personas y animales provenientes de otras épocas - nunca se termina por explicar la obsesión del espejo por "devorar" las mascotas de sus dueños -. Y mientras que la historia tiene sus pegas, al menos cuando el espejo comienza a generar las alucinaciones el filme entra en un trance recargado de tensión que no culmina hasta el final. Es allí en donde Oculus se redime y consigue sus mejores bazas, ya que no descansa nunca en ofrecer algún sobresalto o un ambiente inquietante. Aún con todas sus omisiones, el balance de Oculus es positivo. Intenta hacer algo nuevo convirtiendo al objeto maldito en un portal que lleva a los protagonistas a enfrentar sus propios temores. Quizás no sea el filme mas atecierto vuelo, lo que es mas que suficiente para obviar sus propias limitaciones. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/oculus.html#sthash.7h7re5vH.dpuf
Transcendence: Identidad Virtual es una pelicula fascinante, no por lo que es sino por lo que pudo haber sido. Plantea un puñado de ideas fabulosas, las cuales desarrolla con cierta decencia hasta el final en donde termina por desgranarse sin mucho sentido. No es ni por asomo el completo bodrio que plantea la crítica - seguramente enemistada con Johnny Depp, el cual viene sumando un fracaso de taquilla tras otro, incluyendo el filme que nos ocupa -, pero tampoco es una película redonda. En todo caso es una pifia gloriosa, un compilado de premisas formidables que hubiera merecido un mejor tratamiento a manos de un director mucho mas experimentado. En sí, la idea de fondo de Transcendence: Identidad Virtual no difiere demasiado de la de El Hombre del Jardín: ¿es posible trasladar el cerebro de un hombre a una computadora?. De ser así, ¿lo que tenemos es un verdadero estado de "transcendencia" - como dice el titulo del filme, el paso del humano a un estamento superior de evolución, liberado del cansancio fisico y las ataduras biológicas y morales, y convertido en un ser de pura lógica, ayudado por la infinita velocidad de los microprocesadores, y capaz de absorber dosis infinitas de información -, o simplemente la emulación de una mente humana conocida?. Tanto El Hombre del Jardín como Transcendence: Identidad Virtual terminan infiriendo de que se tratan de traslaciones reales, con lo cual el ciberespacio se transforma en una especie de Mas Allá virtual. En lo personal me hubiera gustado tomar la postura alternativa - esbozada aquí por Paul Bettany - de que se trata de una inteligencia pre-existente, creada con anterioridad por la computadora, y camuflada de humanidad al correr una emulación de la personalidad de Johnny Depp. Las posibilidades de la premisa son tremendas - ¿el humano seguirá siendo humano o, al verse despojado de su cuerpo y sentir sus poderes ilimitados, se dejará vencer por el deseo de autoridad?; ¿acaso la soledad de su condición - y del ciberespacio - no terminarán por desbarrancar su cordura? -. Y mientras que el filme hace un desarrollo bastante interesante del tema, nunca termina por darle la estatura estremecedora que se merece. A final de cuentas el discurso que esbozan los loquitos anti-tecnología que matan a Depp termina siendo cierto: una inteligencia artificial con conciencia de sí mismo sólo puede terminar por convertirse en una especie de Dios cibernético, un ente deseoso de acaparar poder e información, y sin mayor límite que su propia conciencia para determinar el radio de sus acciones. Ciertamente Transcendence: Identidad Virtual tiene algunas patinadas en el segundo acto, más que nada las que tienen que ver con los tiempos de algunas acciones cometidas por los protagonistas. Montar el Johnny Depp virtual requiere semanas, pero semejante superprograma es capaz de trasladarse a Internet en cuestión de segundos, instantes antes que los ecoterroristas destruyan el improvisado centro de computos montado por Rebecca Hall. Por otra parte, si tanto los terroristas como el gobierno saben que Depp y señora están montando un supercentro de cómputos en el desierto - con fondos provistos por superoperaciones bursátiles realizadas en Wall Street -, ¿por qué esperar varios años a que terminen de construir todo y ver como el Depp virtual se transforma en una especie de ciber Dios que amenaza a toda la raza humana?. También es cierto que el desarrollo del segundo acto es algo blando: una vez montado el centro de operaciones, Depp se transforma en una hiper inteligencia capaz de crear avances formidables en nanotecnología - lo que le permite ir mas allá de los límites del complejo, sea recreando tejido humano, o incluso infectando y controlando a individuos sanados con dichos nanorobots -, y aunque Depp parece autolimitarse a su propio ámbito (su radio de influencia no va mas allá del pueblo), debería resultar estremecedor ver cómo el tipo va creando su propio ejército, generando una multitud de individuos híbridos que obedecen a su control. En esos momentos Transcendence: Identidad Virtual amenaza por meterse en los mismos carriles de ese gran clásico olvidado de los 70 que es Colossus: El Proyecto Forbin, con una super inteligencia artificial dominando al planeta y teniendo como prisionero a su creador - en este caso, a su esposa Rebecca Hall -. Lástima que el libreto no termina de decidirse por convertir a Depp en un villano sino, en todo caso, en un científico fascinando con su nuevo estado y con las posibilidades que ello le brinda, y por lo cual se ha mareado y ha perdido el sendero original. El climax redime a Depp y transforma a todo esto en una especie de novela romántica con toques de sci fi, aunque resulte demasiado tibio - partiendo de la base que la quimica entre Depp y Hall no es lo que se dice brillante, y dista bastante de ser el romance mas apasionado de la historia del cine -. Desde ya, Transcendence: Identidad Virtual tiene una parva de inconsistencias, comenzando por los alcances de un super virus informático, siguiendo por las seudo mejoras que consiguen los seres infectados por los nano robots de Depp - que parecen haberse convertido en super hombres biónicos capaces de levantar 600 kilos o más, lo cual es físicamente imposible (la carne se desgarraría y los huesos se partirían, a menos que estén hechos de Adamantio!) -, la súbita ceguera de Rebecca Hall que la impulsa a ponerle un modem a Depp y subirlo a Internet, la rápida conversión de Bettany en un terrorista anti tecnológico, (alerta spoilers) o el flojo final en donde todo se resuelve con un par de cañonazos. Si al menos el libreto hubiera ido convirtiendo - de manera lenta y escalada - a Depp en un maníaco sediento de poder, quizás la historia hubiera resultado mas satisfactoria. Digo: ¿si se trataba de una super inteligencia, cómo es que no vio venir que la iban a bombardear?. ¿Acaso todo esto fué solo un complicado intento de resurrección, o había algo más - y que el libreto decidió podar para no convertir a una estrella como Depp en el villano de la cinta -?. Aquí hay mucha tela para cortar, pero el guión decidió irse por el costado menos oscuro (o mas políticamente correcto), lo cual no es lógico. Tal como pasaba con el Doctor Manhattan en Watchmen - y lo cual no deja de ser una evolución de lo que le ocurría a Griffin en el clásico El Hombre Invisible -, cuando un ser humano cambia de estado, automáticamente pierde su humanidad. Al principio sus costumbres, sus reglas morales, su conciencia permanecerán pero, al ver que nadie puede ponerle un freno - y que su poder es ilimitado -, resulta imposible no deshumanizarse con el correr del tiempo. El Will Caster de Johnny Depp es demasiado racional y reprimido para ser un ente que ha permanecido al menos 5 años en un estado virtual, pleno de poder ilimitado. ¿Qué le impide transformarse en un reglador de la humanidad, un ente capaz de acabar las guerras, la injusticia, el hambre? A final de cuentas, es un ente hecho de pura lógica, lo único que se encuentra barnizado con un tinte de humanidad. (fin spoilers). Yo le daría una segunda oportunidad a Transcendence: Identidad Virtual. Es posible que en un futuro resulte revalorada o que, al menos, sirva de inspiración para que alguien realice un desarrollo mas profundo del tema... el cual resulta apasionante pero que aquí sólo conseguir obtener una escritura a media tinta. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/transcendence.html#sthash.JBFCjyGX.dpuf
Yo no sé quien pudo haber iniciado la movida, pero asumo que debe haber sido Robert DeNiro. El tipo era un actor de carácter y, en un determinado momento - y con una frondosa carrera dramática detrás - decidió probar la comedia. La gente aplaudió a rabiar al ver a un actor tan serio y amargo burlándose de sí mismo, y el tipo comenzó a enviciarse con la jugada. Empezó a aceptar papeles en comedias cada vez mas horrendas, con tal de que le dejaran hacer unas muecas en la pantalla y que le dijeran que era un comediante nato. La otra fuente posible puede ser Saturday Night Live - el decano de los programas cómicos norteamericanos -, en donde gente seria es invitada a hacer payasadas. Por allí pasó The Rock y se descubrió a sí mismo como intérprete con talento... y hace unas semanas pasó Charlize Theron, haciendo de una nerd desprolija y algo lésbica que regenteaba un refugio para animales abandonados. Imagino que, como una terapia de shock, debe ser liberador para alguien interpretar a un personaje ubicado en el polo diametralmente opuesto de lo que es su respetable personalidad pública. Es mas que posible que ese vicio - probarse en la comedia - haya sido el disparador para que un monto de gente seria se lanzara de manera suicida a tomar algunas de las peores decisiones de su carrera. DeNiro sigue pagando las consecuencias con las interminables secuelas de Los Fockers en que se ve involucrado, y en su momento Gene Hackman se metió en más de un brete con semejante criterio. Hace poco vimos Movie 43 - en donde una horda de talentosos ardía a lo bonzo, protagonizando algunos de los sketches mas zarpados de la historia del cine -, y por su parte están Adam Sandler y Seth MacFarlane, los cuales actúan como corruptores seriales de estrellas de Hollywood. Todavía no me puedo olvidar del bochornoso papel de Nicole Kidman en Una Esposa de Mentira, o cómo Guy Pierce era basureado hasta el paroxismo en Cuentos que no son Cuentos. Ahora es el turno de MacFarlane, el cual se ha dado maña para enrolar a intérpretes tan talentosos como Charlize Theron, Liam Neeson o Amanda Seyfried en una historia que involucra fluidos corporales de todo tipo, chascarrillos racistas, y chistes malos y ofensivos de todo tipo y color. O sus agentes son idiotas, o el monto del dinero ofrecido fue obsceno, o MacFarlane posee grabaciones secretas - y escandalosas - de alguna actividad privada ilegal en la cual estuvieran involucrados. Si no, me resulta inexplicable el cómo toda esta gente, en su sano juicio, terminó involucrándose en semejante bosta. En sí, A Million Ways to Die in the West no es un filme carente de gracia. Hay momentos en que uno se ríe - y fuerte - pero esas secuencias están espaciadas con cuentagotas a lo largo de una trama demasiado larga e insípida. Momentos como cuando los fotógrafos de la época explotan en llamas (por exceso de fósforo en sus improvisados flashes), o algunos chistes de burdel protagonizados por Sarah Silverman - que trabaja de día como prostituta, pero se reserva de mantener relaciones sexuales con su novio ultracristiano hasta la noche de bodas - generan carcajadas, pero las cosas pasan al estado de Coma 4 cuando MacFarlane abre la boca. Es el ego de Seth MacFarlane el que arruina las cosas, creyéndose el ombligo del mundo y el dueño de toda la gracia. Yo creo que, cuando MacFarlane escribe algo para otros actores es un autor inspirado pero, cuando él mismo se ubica en el centro de la escena, termina por ser insufrible y anodino. - algo similar ocurría con sus especiales de Star Wars (protagonizados por sus criaturas de la serie Padre de Familia), los cuales eran desternillantes hasta que aparecía Han Solo / MacFarlane y pretendía chupar toda la atención del público -. Aquí pasa lo mismo; hay gags de fondo realmente graciosos, pero el tipo aparece, se planta en medio de la pantalla y se despacha con dos toneladas de palabrería, discursos sabihondos como si él lo supiera todo. Es como una versión hipercafeinada de Woody Allen, con mas ego y menos gracia. Pero el filme no funciona sólo por lo plomizo de MacFarlane como actor; el libreto intenta encontrar la gracia perdida lanzando toneladas de chistes groseros, los cuales son mas ofensivos que cómicos. Ver a la Silverman contando las minucias de su trabajo, o cómo Neil Patrick Harris tiene un súbito ataque de diarrea durante un duelo - amén de varios chistes sobre ovejas -, sólo aumenta la sensación de bochorno general. Al menos el papel de Liam Neeson es casi lineal y puede escapar indemne de la quema - aunque cualquier otro actor ignoto podría haber ocupado sus botas -, pero la Theron hace de partner de MacFarlane y debe darle pie a sus monólogos largos y horribles. Hay momentos en que la sudafricana se ve visiblemente incómoda, y con cara de preguntarse como cacso vino a parar en esta pelicula. La historia es simple y remanida: un cobarde debe enfrentarse en un duelo, y termina siendo ayudado por una forastera de la cual se enamora. El problema es que la mujer es la esposa del matón mas letal de todo el estado, y con el cual deberá enfrentarse en un nuevo duelo, mucho mas desigual y brutal. Todo esto está matizado por un clima típico de las comedias de Adam Sandler, en donde las estrellas son obligadas a vomitar algunas de las peores líneas de su carrera. MacFarlane intenta arreglar esto haciéndose el torpe - y el objeto de unos cuantos gags de munción gruesa -, pero el esfuerzo no ayuda. El tipo empieza a hablar y te entumece los oidos, y ni siquiera es muy bueno como director ya que un par de cameos - incluyendo uno que involucra a Doc Brown y lo que hubiera sido una linda referencia a Volver al Futuro - son arruinados por su mano inexperta. Como siempre digo, yo no tengo problemas con el humor ofensivo si al menos es gracioso. Los hermanos Farrelly son los maestros del rubro, aunque a ellos a veces también se les escapa la coneja - como en Movie 43 -. Acá las cosas carecen de comicidad y no vale el esfuerzo comerse 90 minutos de MacFarlaneadas para ver los únicos 5 o 6 gags que realmente hacen blanco. A Million Ways to Die in the West es desperdicio de tiempo y talento, un bochorno que intenta equipararse al gran clásico del género - Blazzing Saddles de Mel Brooks -, y al cual no le llega ni a los talones. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/million-ways-west.html#sthash.u1HQyQUD.dpuf
Gears of War encuentra a Groundhog Day. Resulta curioso ver como la comedia de culto de Harold Ramis ha cobrado súbita vida en lso últimos tiempos, siendo objeto de inspiraciones / reciclados y adaptaciones de diverso calibre. Sea la serie Day Break, la recientemente vista Source Code, o ahora el caso que nos ocupa, lo cierto es que la premisa - una persona se ve atrapada en un bucle del tiempo y del espacio, siendo forzada a vivir la misma situación una y otra vez - sigue dando muestras que tiene tela de sobra como para seguir cortando y seguir pareciendo fresca. Y, en el caso que nos ocupa - planteada en un escenario de ciencia ficción, en donde el protagonista debe revivir constantemente el fallido asalto final contra una avanzada alienigena que amenaza dominar la Tierra en el corto plazo -, el filme de Doug Liman queda al borde de ser un clásico memorable. Lástima que el tercer acto se ve forzado y no encastra con la naturalidad y fluidez que mantenía toda la trama previa. Al Filo del Mañana es, como decía Hitchcock, una película de refrigerador. El espectador va a verla, se divierte un montón y - a la noche, cuando va a la heladera a buscar un bocadillo - comienza a caer en la cuenta de las pifias de lógica del argumento. Lo que intentaba decir Hitchcock, en todo caso, es que todo buen director que se precie debe pases de magia para camuflar los defectos de la historia y, si están hechos como corresponde, el espectador sólo terminará por descubrirlos una vez que pasen unas horas y haya bajado a niveles normales la adrenalina provocada por el espectáculo. Ahora, si el mago la pifia en un truco, se dispara automáticamente un proceso instantáneo de revisión - se pierde la suspensión de la credibilidad - y el espectador se dedica a cuestionar todo lo visto anteriormente. Al Filo del Mañana no es tan burda como para arruinar sus méritos previos pero, al llegar al climax, tambalea. Las acciones son algo traídas de los pelos, las decisiones de los protagonistas no son todo lo lógicas que debieran - al menos dentro del contexto de la historia -, e incluso abundan las casualidades. Después se encausa, pero por un momento pierde momentum. En sí, Al Filo del Mañana es como un viaje en el tiempo con una máquina descompuesta. Tom Cruise arranca siendo un cobarde, un charlatán y burócrata de escritorio que termina siendo obligado a ir al frente debido a su soberbia. Vive un día del demonio, con un sargento que lo bardea todo el tiempo (un delicioso Bill Paxton, sintonizando al militar pueblerino que hacía Slim Pickens en Doctor Strangelove), un escuadrón que lo odia y lo ve como un estorbo mortal, y un montón de armas de última generación cuyo funcionamiento desconoce. Al tipo lo tiran en un medio de un asalto masivo al estilo del Dia D (situado incluso en Normandía), y el flaco no dura menos de cinco minutos - revienta una mina y queda empapado por la sangre de un extraterrestre, la cual parece ácido como el que escupía el bicho de Alien -. La sorpresa está en que el tipo no muere, sino que su vida se resetea 24 horas, regresando al mismo momento en que lo arrestan y lo ponen bajo el mando del prepotente Paxton. Repite mas o menos lo mismo - pensando que es un deja vú o un mal sueño -, hasta que descubre que espicha... y vuelve al mismo punto de partida. Y así, una y otra, y otra vez. Después de varias decenas de veces el tipo se pone canchero, y sabe por dónde vienen las balas y caen las bombas... hasta que se topa con "el Angel de Verdún"; una heroína legendaria (Emily Blunt, pasada de anabólicos y con mas músculos que Sylvester Stallone y The Rock juntos) la cual lideró la única batalla ganada por los humanos. Y ella conoce el calvario que Cruise está pasando. A ella le pasó lo mismo en Verdún, cuando se salpicó con sangre alienígena. Al parecer la hemoglobina de estos bichos la pone en contacto con la mente colectiva que los maneja, la cual funciona como un jugador de ajedrez, acomodando sus piezas para la batalla y reseteando el tiempo cada vez que una partida no le conviene. Al estar contagiado con sangre alien, Cruise se ve y siente como uno de ellos - como un alfa, uno de los jefes de campo extraterrestre y los cuales no pueden morir, so pena que el cerebro central reinicie el tiempo una y otra vez -. Por otra parte el contacto con la mente central le permite visualizar la ubicación del mismo. Sólo es cuestión de identificar el lugar... y de poder salir con vida de la maldita playa de Normandia en donde se comete la masacre, para lo cual Cruise debe memorizar caminos, pasos, respuestas, tics, etc y repetir una y otra vez hasta que le salga bien. Acá es donde el filme entra en una vena de comedia negra, ya que Cruise la pifia todo el tiempo y - como Willie E. Coyote - resulta aplastado, bombardeado, baleado o atropellado de las mil y una manera posibles. Y tal como el conejito Duracell, todo se resetea y Cruise vuelve a andar,... y andar... y andar. Al contrario de Groundhog Day - en donde Bill Murray era un cretino atrapado en el hechizo del tiempo y sólo podía salir del bucle convirtiéndose en mejor persona -, aquí el protagonista no puede liberarse de su destino siendo mejor guerrero. Sin lugar a dudas aprende y hasta se vuelve un tipo valiente, pero muchas veces los caminos escogidos - largos y tortuosos - se convierten en callejones sin salida y el tipo debe reiniciar y probar otras recetas. Eso es lo que la diferencia radicalmente de Groundhog Day en donde siempre ocurria lo mismo; hay momentos en que Cruise se ve obligado a tomar un camino alternativo, basándose en información que solo él conoce y que proviene de una fallida experiencia anterior. Esto transforma a Al Filo del Mañana en una experiencia tan fascinante como inteligente. Y mucho se debe al talento de Doug Liman, el cual es un narrador impecable y evitar que el mecanismo central de la premisa - la repetición - se vuelve agotadora. Lamentablemente el tercer acto presenta problemas de coherencia con todo lo descripto en el desarrollo previo. (alerta spoilers). Si Cruise, al contagiarse con la sangre de un especimen alfa extraterrestre (algo así como el sargento de cada pelotón alienigena), se convertía en uno semejante, entonces habria varios alfas desperdigados por el campo de batalla y bastaba la muerte de uno de ellos (no sólo la de Cruise) para resetear toda la historia. Pero aún asumiendo que existe un único alfa, tampoco se entiende por qué Cruise retrocede hasta el dia anterior de la batalla y no, por ejemplo, hasta su infancia. Por otra parte la conexión con la mente extraterrestre debería alertar a ésta de los planes de Cruise de rastrearla y matarla (el filme muestra cómo el cerebro planea una emboscada pero, al estar interconectados, debería anticipar que la misma fallaría y que Cruise iría a buscar el aparato que lee mentes alienigenas). Pero, mas allá de estas dudas razonables, lo mas molesto es la velocidad con que convence a sus odiados compañeros de equipo para que lo acompañen en una misión suicida o que, incluso se sacrifiquen por él. ¿Cómo tomar por asalto el bunker del cerebro alien sin matar algún alfa y apretar el reset de la historia?. ¿Cómo un muerto puede revivir al empaparse con sangre alien?. ¿Por qué el reset lo lleva a otro momento antes de la invasión, y cuando aparentemente el cerebro está muerto?. Yo creo que el final podría estar compuesto por estas mismas piezas, pero narradas en otro orden o de manera mas pulida, y lo cual resultaría mas satisfactorio y natural. (fin spoilers) Yo creo que Al Filo del Mañana es otro de esos filmes brillantes que derrapa en la recta final. A veces esos derrapes se perdonan, otras veces resultan molestos. Aquí el filme es intachable durante el 75% del tiempo y luego tiene que hacerle un nudo a la trama, lo cual es complicado en vista de los sofisticado de la historia. A mi juicio el desenlace elegido no es el mejor y sirve para darle un cierre con cierto sabor artificial, lo que es una macana en vista de lo brillante que resulta todo el desarrollo previo. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/filo-manana.html#sthash.JGAFaDFe.dpuf
Es feo ver cuando un gran filme derrapa en los cinco minutos finales. Es lo que ocurre con Maléfica, la versión revisada y adulta del cuento infantil La Bella Durmiente - llevado al cine por la Disney en 1959 y la cual es considerada todo un clásico -. Durante el 95% de su duración, Maléfica es una película intensa y formidable - un giro innovador y fresco sobre una historia inmortal y harto conocida - pero, al momento de los bifes, la pifia con un final forzado y empapado de una corrección política que no se corresponde con el rumbo de los acontecimientos formados por la trama. En más de un sentido esta versión revisionista de La Bella Durmiente me hace acordar al Drácula de Francis Ford Coppola, la cual tomaba una historia excesivamente trillada y la daba vuelta como una tortilla, alterando su significado al darle una fuerte motivación lógica a su principal protagonista. Si el Drácula de Coppola era un guerrero feroz y un apasionado patriota, un defensor de la fe que se sintió traicionado por el destino al ver que su amada fallecía de una cruel enfermedad justo al momento de regresar de la guerra - y por lo cual se transformó en una figura oscura que buscó la reencarnación de la joven a lo largo de centurias -, esta Maléfica no es mas un hada defensora del bosque, la cual ha sido traicionada por su primer y único amor - el cual no sólo la ha abandonado, sino que le ha robado sus alas, usándolas como trofeo para ganarse el derecho de sucesión a la corona -. Ya no es mas un villana de cartón pintado sino un ser de luz convertido en una criatura profundamente trágica, de corazón sombrio y deseosa de hacer sufrir a aquellos que la han lastimado. Y al estar encarnada por Angeline Jolie, el carácter se vuelve compulsivamente mirable. Lo de la Jolie me hace acordar al casting de Heath Ledger en Batman: El Caballero de la Noche - una de esas fantásticas y excepcionales ocasiones en donde el intérprete nació para ponerse la piel del personaje -, ya que la actriz se devora la escena como nunca antes en su carrera, y muestra un rango de emociones formidables - desde amenazadora hasta compungida, desde feroz hasta tierna -, actuando con una intensidad que resulta admirable. A mi juicio, yo la pondría en la lista de ternados al Oscar 2014 por mejor perfomance femenina. Ciertamente el darle humanidad y motivación a Maléfica termina alterando sensiblemente la historia - la malvada termina encariñándose con la chica que maldijo; el principe valiente no es mas que una figura decorativa; el rey se vuelve una figura sombría, retorcida y torturada por su pasado - y lo hace de manera muy innovadora. Donde el filme se deshilacha un poco es en el acto III, cuando tiene que terminar de cocinar todos los cambios que ha hecho y, lo mejor, hacer un nudo para darle un cierre. Es allí donde Maléfica pierde los pies, fundamentalmente porque no respeta el espíritu de la historia (alerta:spoilers). Si la trama clamaba a gritos el perfil trágico del personaje de marras, era necesario clausurar su historia con su muerte (tal como la película de 1959). Era la única manera posible de poner fin a su dolor y su oscuridad; si quieren, que tanto Stefan como Maléfica se maten en el duelo que tienen en las alturas del castillo - dos amantes que se redimen de alguna manera al momento mismo de su propia muerte -. Pero el final que elige Linda Woolverton (que de esto sabe mucho, ya que a final de cuentas escribió las versiones Disney de El Rey León y La Bella y la Bestia) es incómodo: ¿cómo Aurora va a amar y abrazar a quien mató a su padre? ¿en manos de quién queda el reino de los hombres - los cuales no pedirán venganza por la muerte de su lider Stefan -?. Si Maléfica se encariñó con Aurora, ¿por qué irse del reino justo en el momento que no hay ninguna amenaza en el horizonte y pueden disfrutar juntas todo el tiempo del mundo?. Maléfica debía culminar con una tragedia porque el 95% de la historia está construida para perfilarla como tal; y en todo caso hubiera sido mejor unas palabras de consuelo dichas por Aurora a los pies de las tumbas de su oscura madrina y su conflictuado padre; pero el final elegido tiende a ser una amnistía para Maléfica simplemente porque la Jolie está en la piel del personaje. Pongan a otro director menos comprometido y otra actriz en el papel, y verán que el final debia ser forzosamente triste (fin spoilers). Maléfica es un gran filme. Es una gran espectáculo - pleno de batallas filmadas con competencia, universos plagados de criaturas fantásticas y alucinantes - y posee una gran historia. Y, por encima de todos los efectos especiales, está la inolvidable perfomance de la Jolie. Pero el guión se acobarda a último minuto y no le da la resolución que debiera. Tal como ha pasado con otras obras de culto - léase Watchmen -, los cinco minutos finales arruinan lo que deberia haber sido una obra maestra. En todo caso es un esfuerzo encomiable y brillante, el cual resulta admirable hasta que a los creativos de turno se les terminó la nafta (y la valentía) para atreverse a sacrificar - en el tramo final - a un personaje tan impresionante como memorable.
X-Men: Dias del Futuro Pasado es la adaptación a la pantalla grande de la miniserie gráfica escrita por John Byrne y Chris Claremont en 1981. La misma comenzaba con una versión apocalíptica del mundo futuro, en donde la mayoría de los mutantes habían sido diezmados por una raza de robots cazadores llamados los Centinelas, los cuales tenían la capacidad de absorber los superpoderes de éstos y utilizarlos en su contra. Como la extinción mutante parecía un acontecimiento irremediable, la única opción posible era viajar en el tiempo y regresar al pasado a detener el proceso de creación de los Centinelas, misión para la cual resultaba elegida Kitty Pride - la única con capacidad de doblar el tiempo y el espacio -. La Pride volvía mentalmente hasta una versión joven de sí misma, y tenía la dificil tarea de reunificar a los mutantes - entablados en sangrientas guerras internas en el año 1980 -, para que todos juntos pudieran rastrear y detener a Mystique antes que asesinara al senador Richard Kelly - magnicidio que cambiaría la opinión del público respecto de los mutantes y desencadenaría la aprobación de diversos programas de defensa, los cuales culminarían en la iniciativa Centinela -. La miniserie pronto demostró ser muy popular, obteniendo los favores de la crítica y el público, y pasó a ser catalogada como una de las mejores sagas de la historia del comic. Ahora llega esta versión revisada por Hollywood, la cual difiere bastante del original. El núcleo de la historia se mantiene - el viaje en el tiempo -, pero el viajero es otro - Wolverine, una elección mucho mas popular que la de Kitty Pride -, amén de que los detalles del magnicidio varían. En el comic era la figura del senador Richard Kelly - el personaje que encarnaba Bruce Davidson en el primer filme de la serie -, mientras que aquí el objetivo ha pasado a ser Bolivar Trask, el científico responsable de la creación de los Centinelas. Por lo demas, el espíritu del filme sigue siendo el mismo de la miniserie. Honestamente, yo tenía mis reparos previos al filme, fundamentalmente por el regreso de Bryan Singer a la silla de cineasta. Es indiscutible que Singer es un gran director y que sus filmes de la saga X-Men son obras de calidad pero, por contra, son filmes demasiado dialogados y bastante desabridos a la hora de la acción - yo podría ver varias veces los filmes de Iron Man o el Capitán América, pero dudo que hiciera lo mismo con los X-Men de Singer -. Por otra parte, la puesta en escena que montara Matthew Vaughn para X-Men First Class me pareció tan excepcional que sigue siendo mi filme favorito de los X-Men. El problema es que Hollywood está cayendo en un nuevo vicio - si tenés la suerte de crear de la nada una franquicia millonaria, al día siguiente serás despedido y reemplazado por un director de gran calidad pero decadente y mas barato; así pasó con la franquicia de Crepúsculo, estuvo a punto de pasar con la segunda parte del reboot de El Asombroso Hombre Araña, y ocurrió aquí con Vaughn -, con lo cual despidieron al innovador Vaughn y recontrataron al inteligente (pero estático) Singer, el cual venía de una mala racha luego de la tibia recepción de Superman Regresa, Operación Valikiria y Jack, el Cazador de Gigantes. Para colmo se le agregó el escándalo de la súbita - y poco creíble - aparición de una serie de denuncias por violación contra Singer, acusándolo de cobrar favores sexuales a muchachos interesados en obtener papeles de importancia en el mundillo artístico de Hollywood (y, para colmo, tratándose de hechos supuestamente acaecidos hace cerca de una década; ¿tanto tiempo le lleva a la gente pensar si ha sido violada o no?). No sería la primera vez que escándalos relacionados con artistas y autores terminaran por torpedear un filme, como ha ocurrido en ocasiones previas con películas de Tom Cruise o en el caso de La Huésped, cuyo autor estaba tan empapado de una rancia homofobia (y tenía tanta mala fama) que terminó por ser radiado de las ruedas de prensa por parte de los productores de la cinta. Las buenas nuevas es que Singer ha aprendido a filmar acción y, dentro de todas las películas que ha dirigido de la saga X-Men, ésta es la mejor de todas. En todo caso lo que torpedea a X-Men: Dias del Futuro Pasado - y le impide ser una película formidable - es el poco creíble desenlace, (alerta spoilers) el cual peca de simplista frente a toda la complejidad del desarrollo previo. No es que sea un filme particularmente complicado, pero sí venía madurando un complejo desarrollo de relaciones interpersonales - el culebrón habitual de los X-Men, el cual está matizado por una larga lista de personajes interesantes - que, de pronto, es resuelto en menos de cinco minutos y de la manera mas boba posible. ¿Tanto lío para culminar así, con la gente perdonándole la vida a los mutantes a pesar de los destrozos masivos producidos en Washington - eso sin contar las numerosas ocasiones en que intentaron atentar contra el Presidente y otras autoridades gubernamentales -?. ¿Dos días y un par de tapas de los diarios bastan para dejar de considerar a los mutantes como una amenaza? (fin spoilers) Mientras que los 15 minutos del final no me terminan de cerrar, el resto es inteligente y divertido. Aquí los X-Men juegan a una aventura onda Terminator - ir al pasado para frenar el disparador de una serie de acontecimientos que terminarán en un futuro apocaliptico -, para lo cual se embarcan en un viaje mental en el tiempo al estilo de Somewhere in Time (1980) - ésa en donde Christopher Reeve se dormía para despertarse en el siglo XIX y vivir un apasionado romance con una dama antigua encarnada por Jane Seymour -. Como el viaje es desgastante físicamente el único que puede hacerlo es Wolverine, el que - como es inmortal - siempre se ve como Hugh Jackman, tenga los años que tenga. Aquí Jackman maneja enormes Buicks, viste camisas de enormes cuellos y usa jeans de enormes botamangas. A él le toca el turno de reclutar a un Xavier mucho mas joven y drogón - devastado por haber sido abandonado por Mystique -, y de rescatar a un adormecido Magneto, el cual ha pasado los ultimos 10 años encerrado en una prisión subterránea ubicada bajo el Pentágono y siendo acusado de haber matado a John Fitzgerald Kennedy en 1963 (¿se acuerdan de la "bala mágica", ésa que hizo un montón de vericuetos para destrozarle el cráneo al presidente?). Es en esos detalles históricos en donde extraño el delirio creativo de Matthew Vaughn para hacerlos pintorescos; aquí Singer los dispara al pasar, sin mucha convicción, y dedicando toda su energía a las interrelaciones personales antes que al desarrollo (o el análisis de su integración con) el contexto histórico en donde se transcurre la acción. En muchos sentidos X-Men: Dias del Futuro Pasado se siente como la versión mutante de Ocean's Eleven: importan los actores, su carisma, sus roces, y la trama es sólo un pretexto para ver tanto talento reunido. Por ejemplo, el reclutamiento de Magneto es absurdo, ya que es un tipo al cual solo le gusta hacer bardo - eso no quita que resulte magnífico ver a Michael Fassbender haciendo una maldad tras otra -; para detener a Mystique no era necesario enrolar tanta gente, y a veces la historia se deshace mas en los dramas personales de esta gente, que en el proceso de pesquisa y captura de la desquiciada mutante azul. Por otra parte, hay tantos personajes que la mayoría de estos terminan por robarle espacio a otros para su mejor desarrollo - como es el caso de Bolivar Trask, el cual está demasiado subdesarrollado, y que tenía todas las chances de ser memorable al estar en manos de un tipo tan carismático como Peter Dinklage; ¿cómo desperdiciar el análisis de que un científico enano es el responsable de proteger a los seres humanos "normales" de la potencial amenaza creada por los mutantes?; digo: Trask mismo es un mutante (uno socialmente aceptado, como pasa con quienes padecen de enanismo), y se erige en una posición intermedia como guardián y verdugo de los diferentes -. Había una enorme cantidad de tela para cortar, pero el libreto prefiere dejar a Trask / Dinklage como un detalle secundario y anecdótico, y enfrascarse en todos los vericuetos melodramáticos que caracterizan a los X-Men. Al menos el script tiene el buen tino de incorporar a alguien tan zafado y delirante como el Quicksilver de Evan Peters, el cual se roba el filme en los escasos minutos en que aparece en pantalla. X-Men: Dias del Futuro Pasado es inteligente e intrigante, pero no es equilibrada ni es el clásico que todos dicen que es. Desde ya que la onda de ver superheroes vintage - y mezclados con los acontecimientos mas importantes de la historia humana - es apasionante, y acá ha un montón de gente que derrocha carisma como para que la cosa no aburra; pero la historia tiene un remate débil que no se condice con las expectativas. Quizás hubiera sido mejor agregarle unos minutos más y reescribir el acto III como para que la lógica no saliera volando por la ventana en el último momento. Ello no quita que sea buena y recomendable, pero deja cierto sabor en la boca... similar a esas comidas en donde uno descubre a último momento que uno de los ingredientes quedó algo crudo, un detalle que termina por rebajar los puntos de la experiencia en su totalidad. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/xmen-futuro-pasado.html#sthash.MtYQslVA.dpuf
Godzilla 2014 es la nueva encarnación del gigante creado por la Toho en 1954. Después de décadas de destrucción masiva y decenas de filmes la gran G parece haber desembarcado con toda la gloria en el cine mainstream, gracias a las artes de un cineasta inteligente y entendido en el tema como es Gareth Edwards (Monstruos). Olvídense de la paparruchada creada por Roland Emmerich en 1998; este Godzilla es descomunal, brutal y glorioso, y recupera todo el sabor de la vieja serie japonesa que le viera nacer. La cantidad de plata que va a hacer este filme, simplemente va a ser obscena. Haciendo un poco de historia, uno podría afirmar que la suerte de la saga Godzilla quedó complicada a partir de los años 90. Por ejemplo, la Daiei resucitó a Gamera - eterno rival de la Toho en la taquilla - en una serie de filmes descomunales que terminaron por erigirse en la flor y nata del kaiju eiga - el género de los monstruos gigantes japoneses - de las últimas décadas. La Toho salió a hacerle frente - filmando nuevas películas de Godzilla - , las cuales reciclaban ideas de la Daiei y las que terminaron por obtener algunos resultados aceptables en la taquilla. Pero semejante movida terminó por darles señales alarmantes a la Toho - de que las nuevas generaciones de japoneses habían perdido la sintonía con el género (o quizás estaban desencantados con el enfoque propuesto por el estudio) -, con lo cual optaron por licenciar los derechos del gigante a los norteamericanos. Esto desembocó en el Godzilla norteamericano de 1998 - el cual recaudó mucho pero fue repudiado por medio mundo, incluyendo la crítica y los fans históricos de la saga -. Ya sea por falta de renovación de contrato o por orgullo nacional, lo cierto es que la Toho se rehizo con los derechos y relanzó al personaje en una nueva saga de filmes conocidos como la etapa Millenium - y dándose el lujo de aporrear a su pésimo imitador yanqui en una de sus entregas -, pero los números siguieron estando flojos hasta el capítulo final - Godzilla: Final Wars - en el 2004. Así es como terminaron por pasar a la gran G a cuarteles de invierno, anunciando un impasse de al menos 10 años hasta una nueva entrega de Godzilla, e incluso demoliendo el histórico set en donde se encontraba el enorme tanque marino que se utilizara durante décadas para los filmes del ídolo del género kaiju. Y mientras que la suerte del monstruo parecía estar echada, lo cierto es que un grupo de productores norteamericanos tuvo el tupé de volver a acercarse a la Toho para negociar una nueva licencia de derechos, en principio para producir una versión para IMAX de Godzilla y, después, encarando un proyecto mucho mas mainstream con la participación de Legendary Pictures y la Warner Brothers. Por el proyecto pasaron tipos como Guillermo del Toro y, en especial, Frank Darabont (cuyo grueso del trabajo - el trasfondo dramático - permaneció en la versión final del libreto, si bien el guionista no recibió su crédito correspondiente), y terminarón por llamar a Gareth Edwards, el cual había obtenido una gran repercusión con su indie Monstruos, filmada con dos mangos y con excepcionales efectos especiales hechos en la compu de su casa. Qué mejor que un fanático del género para tratar con seriedad una licencia cinematográfica venerada por millones. Ciertamente Godzilla 2014 no es lo que se dice una película equilibrada. Primero, porque le enchufa una hora de psicodrama muy en la onda de La Guerra de los Mundos, describiendo cómo quedó la familia después que la madre hiciera kaput en el accidente nuclear del inicio - quedando un padre distante y paranoico, y un hijo inflexible que intenta a toda costa bajarlo nuevamente a tierra -, lo cual sirve de excusa para que el grueso del excelente cast flexione sus músculos interpretativos. Lo que debería ser melodrama mediocre termina sobresaliendo gracias a Bryan Cranston, el cual se luce por primera vez en su vida en la pantalla grande - hasta ahora le habían tocado unos mediocres y deslucidos papeles de villanos, cuando se nota a la legua que el fuerte del tipo es el drama -, e incluso la insípida Elizabeth Olsen hace maravillas con un papelito menor y poco desarrollado. Yo entiendo que es necesario algo de drama para darle tridimensionalidad a los personajes y hacer que uno se interese por alguien en el medio de gigantescos sets destruidos, pero tampoco el desarrollo es lo que se dice excepcional. Este es otro caso en que los actores realzan el texto, dando perfomances que deberían pertenecer a un filme oscarizado antes que de a una cinta protagonizada por un lagarto mutante de 110 metros de altura. Tal como en La Guerra de los Mundos, estos tipos se transforman en testigos del holocausto mas que en protagonistas, y el heroismo se reduce a emparches y corridas de último momento antes que emprender una acción arriesgada para intentar derrotar a los monstruos de turno. El segundo detalle es que este Godzilla padece del mismo síndrome que afectaba al Batman de Tim Burton, ése en donde el héroe (en este caso, la gran G) terminaba perdiendo presencia gracias a que los villanos de turno le robaban cámara cada vez que entran en escena. Aún cuando Godzilla se luce y es impresionante, el comportamiento de las arañas mutantes gigantes es impredecible y está plagado de cosas asombrosas, siendo festejable cada una de sus apariciones en cámara - desde la irrupción de los bichos en los restos de la planta atómica japonesa hasta los combates cuerpo a cuerpo en San Francisco contra el mismo Godzilla, eso sin contar con una fabulosa secuencia en donde Aaron Taylor-Johnson debe jugar a las escondidas con uno de ellos en un puente que está a punto de caerse en pedazos -. Los MUTO (u Objetos Terrestres No Identificados) desbordan carisma y terminan relegando a Godzilla a un papel secundario de lujo en su propia película, una fuerza de la naturaleza (o un gigantesco Deus Ex Machina) que aparece para generar un monumental final y que desaparece con la misma prisa con la que surgió de la nada. Mientras que hay cierto desbalance dramático, contadas apariciones de Godzi, y unos cuantos huecos de lógica (el libreto dice que las pruebas nucleares de los años 50 fueron en realidad intentos para matar a Godzilla... ¿y después, qué pasó?; ¿se aburrió y se fue a dormir una siesta?; por mas que haya una conspiración de silencio sobre su existencia, debería haber algún tipo de excusa por la cual un bicho de semejante tamaño desapareció de la faz pública durante 60 años!), la puesta en escena es sencillamente impresionante. Como en los mejores tiempos de Ishiro Honda, los kaiju aparecen y roban cámara a lo loco. Hacen cosas descomunales, generan un sendero de destrucción formidable - realzado por unos CGI impecables - y, lo que es mejor, recuperan el sentido de amenaza que la saga carecía desde el primer Godzilla en 1954. La gente muere por millares, y corre a refugiarse como puede en subterráneos y cloacas, esperando que el pandemonio abandone su ciudad y no pierdan la vida en el intento. Resulta curioso que el talento de Edwards logre semejante efecto dramático para algo que a priori pareciera pasatista - ya es complicado explicar la existencia de un bicho gigante, imaginen intentar justificar una pelea de lucha libre entre tres colosos -, ya que Godzilla sólo lo había generado de manera previa en el filme original de 1954. Cuando Godzilla está solo, funciona como alegoría; cuando pelea contra varios kaiju, sólo es entretenimiento pochoclero. Aquí hay espectaculo pochoclero, pero impregnado de un sentido de urgencia dramática, ése que dice que el fin del mundo está cerca porque la amenaza - surgida de la nada - es imparable y tremendamente letal y, en medio de la masacre, hay dos o tres tipos que nos importan. El libreto depara algunas sorpresas respecto de la suerte de los protagonistas, y termina poniendo el peso del relato en los hombros de Aaron Taylor-Johnson, el cual está apenas ok como protagonista. Para mí Taylor Johnson es un tronco sin carisma y aquí apenas sobrevive, palideciendo al lado de Elizabeth Olsen o Bryan Cranston. Distinto es el caso de Ken Watanabe (el cual compone a un científico cuyo apellido homenajea al héroe trágico de la Godzilla original de 1954), el cual ha quedado reducido al ingrato rol de testigo del caos, el tipo que en las películas de la Toho le explicaba a la audiencia lo que estaban haciendo los bichos en la pantalla. Cada vez que aparece Watanabe está boquiabierto o agarrándose la cabeza, o señalando un monitor y soltándole una parrafada al burócrata militar de turno. Mientras que Godzilla 2014 tiene sus detalles, por otra parte se encuentra a miles de años luz de la bobada de Roland Emmerich y recupera de manera gloriosa el sabor clásico de la saga de la Toho. Tiene una ferocidad admirable y coreografía la destrucción de una manera pasmosa. Estos bichos arrasan rascacielos como si fueran sacos de arena, o se tragan misiles nucleares como si fueran caramelos. Godzilla ya no es mas una iguana mutante sino el mismo monstruo de la Toho, recargado de anabólicos y grande como dos Empire State juntos - un dios indestructible que actúa como una fuerza del destino -. Ciertamente todo esto es un festival para el fan de la serie, y espero que sirva para seducir al recién llegado al género, el cual se encontrará con un gran show matizado con una historia interesante. Esta era la oportunidad que Godzilla se merecía para salir del ghetto y transformarse en la franquicia popular y multimillonaria que siempre debió haber sido, algo que puja por materializar desde hace 60 años. Yo creo que Gareth Edwards era el tipo adecuado para ello y a las pruebas me remito, las cuales hablan de un artesano que ha sabido respetar la tradición y reinterpretar la leyenda para convertirla en un fenómeno moderno y popular. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/godzilla-2014.html#sthash.kldbhVLG.dpuf
Está visto que Hollywood, en vez de mejorar, sólo se dedica a crear vicios nuevos y volverlos recurrentes. Si antes teníamos una generación de directores formados en la MTV que se enviciaron con los cortes rápidos y convirtieron a las escenas de acción en secuencias convulsivas, después tuvimos la moda de las innecesarias remakes / secuelas, las adaptaciones de cualquier bobada televisiva al formato cinematográfico, los intentos de crear franquicias a partir de cualquier marca / producto reconocido preexistente (¿para cuando la película de McDonalds?), la moda de las franquicias vampiricas y/o fantásticas adolescentes, la ola de las trilogías, los reboots, y quién sabe cuántas estupideces mas. Y la última que se agrega a la lista es la de despedir a la gente que ha creado un inesperado éxito, contratando a tipos mas baratos para hacer la secuela. No sólo es negarle la gloria merecida (es como si la Fox hubiera echado a George Lucas ni bien hizo el taquillazo de La Guerra de las Galaxias), sino que es contratar gente de menor nivel para continuar la obra iniciada. Los casos de este tipo lamentablemente han comenzado a abundar: recordemos cómo fletaron a la directora Catherine Hardwicke después de haberse anotado un poroto con Crepúsculo (que dicho sea de paso, es el único filme digerible de la franquicia); o cómo volaron a James Franco y Rupert Wyatt de la nueva saga de El Planeta de los Simios; o cómo estuvieron a punto de echar a Marc Webb de la secuela de El Sorprendente Hombre Araña. ¿Qué diantres les pasa? ¿Tan miserables son que no quieren pagarles unos millones extra a los que descubrieron pepitas de oro en el barro?. La última abominación de semejante tendencia es Muppets 2: Los Más Buscados. En lo personal, me encantaba El Show de los Muppets, pero siempre consideré que las películas de los muñecos eran demasiado pesadas. La versión 2011 de Los Muppets resultó ser sorprendentemente inteligente, llena de chispa y chistes nuevos, y capaz de remontar todos los prejuicios preexistentes. Por contra, la gente de Disney fletó a Jason Segel - fan reconocido de la saga, escritor y protagonista del filme del 2011 - y rearmó el equipo creativo con los tipos remanentes - director James Bobin, libretista Nicholas Stoller -. El resultado final es un plomo denso y estirado que dura dos horas y carece de gracia. Atrás quedaron los chistes surrealistas, los homenajes y el humor ácido; acá todo es insípido, plagado de insufribles canciones y personajes sin comicidad. Y el problema de fondo no es que la historia sea remanida, sino que esta regurgitación es incapaz de ponerle algo de condimento como para arrancar siquiera alguna sonrisa. La historia es una demasiado conocida: hay un tipo malo que tiene el mismo rostro que uno bueno - en este caso, el de la rana René o Kermit para los anglosajones -, y toma su lugar, mandando al inocente a la cárcel. Su socio en la conspiración es el nuevo productor de los Muppets, Dominic Maltipo (o Badguy in english), el que monta una gira de los muñecos por las principales capitales europeas en teatros estratégicamente ubicados al lado de lujosos museos, los cuales alojan los mas costosos tesoros del planeta. Mientras despliegan la función, Badguy y la rana malvada se escabullen de los teatros para atracar los museos, usando al teatro como su coartada perfecta. Mientras tanto René ha terminado en un Gulag en Siberia - comandado con puño de hierro por Tina Fey -, y siendo intimidado por los temibles reclusos del lugar, entre cuyo stock figura Danny Trejo y Ray Liotta. Tres de los Muppets descubren la verdad y se van a Siberia para liberar a René, con lo cual deben llegar a tiempo para descubrir el estofado antes que la rana malvada y Ricky Gervais pongan sus manos sobre las joyas de la corona. Todo esto con mucho despliegue de escenarios turisticos y toneladas de canciones soporíferas. Las tonadas aburridas no son el único problema de Muppets 2: Los Más Buscados. El humor del libreto es demasiado ñoño, los cameos son demasiado desabridos, y los tipos de carne y hueso que ocupan mas tiempo en pantalla no tienen ni una maldita oportunidad para lucirse. Por ejemplo, la participación de Ray Liotta y Danny Trejo como reclusos del Gulag está criminalmente desperdiciada - y eso que cantan y hacen ballet! -; Ricky Gervais jamás tiene chance de hacer algo interesante con su villano; y el único que amenaza con condimentar las cosas es el habitualmente insípido Ty Burrell, el que aquí sintoniza al inspector Clouseau de Peter Sellers con gran altura... lástima que las participaciones de Burrell son demasiado breves y espaciadas. Muppets 2: Los Más Buscados es sobreproducido material directo a video. No califica para blockbuster ni ahí; carece de vuelo y, como es rutinaria, decidieron meterle dos toneladas de relleno con música y canciones, las cuales son un plomo mayúsculo. En todo caso, es mediocridad presentada en envase de lujo, la cual intenta vendernos algo de un supuesto nivel que no se compadece con la calidad del producto final.
Brick Mansions es la remake norteamericana de Distrito 13 (2004), un antiguo hit pergueñado por la factoría de Luc Besson - el francés se ha erigido en el mayor productor europeo de cine comercial, con filmes capaces de competir palmo a palmo con las producciones major de Hollywood, comenzando con La Femme Nikita, siguiendo por León, el Profesional y El Quinto Elemento, y culminando con una chorrera de hits como la saga El Transportador y Taken -. El olfato comercial de Besson es inegable y, en el caso de Distrito 13, lo que hizo fue sacar del anonimato al parkour - el deporte extremo que practica carreras callejeras en donde lo que importa es superar todo tipo de obstáculos, sin importar lo imposible que parezcan -,poniendo al creador de la disciplina David Belle en uno de los papeles principales, y dándole el coprotagónico a uno de sus mejores alumnos. 10 años después Belle recrea su papel en la version americana mientras que el cast lo lidera Paul Walker, en su penúltimo papel que estelarizara antes de fallecer en un trágico accidente automovilístico en Noviembre de 2013. Salvando las fabulosas escenas de parkour, el film tiene problemas de todo tipo y color. Ciertamente Brick Mansions copia ideas de muchos filmes previos - los que van desde Escape de Nueva York hasta The Raid -, en los cuales algún agente de la ley se veía obligado a penetrar una fortaleza infestada de criminales para rescatar a alguien / desactivar la amenaza de turno. El problema es que, para llegar al nudo de la historia, el libreto se despacha con un par de secuencias previas cuya trama es ridicula - ¿si RZA odia a David Belle, por qué se conforma con dejarlo preso en la cárcel de los corruptos policías?; ¿qué utilidad tiene ver la larga persecución de Paul Walker, más que la de matar el tiempo con un montón de acción sin mucho sentido? -, amén de que Walker no es muy convincente como héroe de acción. Mientras que en el original Cyril Raffaelli era realmente un stunt capaz de saltar obstáculos disparatados, aquí uno no deja de pensar en el rostro de Paul Walker atachado digitalmente a la cabeza de algún acróbata, ya sea volando de un edificio a otro, o dando una serie de volteretas imposibles en el aire. No sentía una sensación tan falsa desde las épocas en que el septuagenario Lee Van Cleef hacía de maestro ninja en la serie televisiva del mismo nombre. Para compensar esto, lo ponen a Walker a manejar algunos autos veloces y enojados, cuando no, tirar algunas trompadas a la antigua; pero el tipo palidece seriamente al momento de verse empardado con David Belle, el cual es capaz de cometer disparates acrobáticos de todo tipo y color y para lo cual Walker carece de entrenamiento. Pero los problemas del filme no se limitan a la escasa credibilidad física del protagonista, sino que también son lastrados por la dirección convulsiva de la acción, plagada de planos rápidos, movidos y, para colmo, infestados de molestos zoom. Al parecer los directores modernos - formados en la escuela pro MTV - entienden que rodar una secuencia de acción y provocarle una apoplejía a la platea son términos equivalentes. Pero si bien estos son defectos pueden resultar relativamente digeribles, en donde Brick Mansions se clava de nariz es en el final, el cual es a todas luces estúpido. (alerta spoilers) El problema no es la ocurrencia prepotente de que el Alcalde de la ciudad haya decidido arrasar todo un barrio con un dispositivo atómico (o similar) - sobre el cual carece de control remoto o monitoreo sobre su posición, así que bien puede estar pegado a su trasero bajo su silla en la alcaldía -, sino cómo el villano ultraviolento y despiadado vendedor de drogas que compone RZA se transforma súbitamente en un amigo de la casa, e incluso en un tipo tan bueno que puede postularse a la alcaldía al final de la película. Es tan estúpido el cambio de roles, que desmorona todo lo que había construido el filme en los minutos previos - lo cual era bobo pero bastante entretenido y no demasiado insultante -. El original francés cortaba por lo sano el destino del matón, e incluso proveía una serie de explicaciones que hacía relativamente lógico el plan de detonación de la bomba en medio del gueto - la utilidad del policía era la de confirmarle a los conspiradores la posición del dispositivo para hacerlo explotar -. Acá los egos de las estrellas (léase RZA) y la versión pasteurizada del libreto, generada para la lobotomizada audiencia norteamericana, terminan por torpedear lo que pudo haber sido un entretenimiento siquiera pasable. (fin spoilers). Brick Mansions es entretenido en las escenas de acción, pero la historia es una estupidez de aquellas. Los huecos de lógica abundan y a veces llegan a ser ofensivos. Considerando que Luc Besson es el padre de la remake de su propia criatura, podría haber pulido un par de detalles para mejorarla. Pero el escenario futurista es arbitrario - ¿cómo llegaron a amurallar todo un barrio? ¿cómo hacen para conseguir armas, comida o droga los que están adentro? ¿cómo es que entran y salen de la frontera? -, las ocurrencias del libreto son triviales, y lo único que salva al filme de la quema son las acrobacias de David Belle y la maldad de RZA, el cual se relame con el papel y nos hace olvidar lo blandengue que estuvo en El Hombre de los Puños de Hierro. A lo sumo Brick Mansions es un filme de cable, algo mejor producido, pero el cual merece ser apreciado de manera gratuita antes que pagar una entrada para verlo. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/brick-mansions.html#sthash.HlEnxzqh.dpuf
Honestamente, no sé si El Sorprendente Hombre Araña 2: La Amenaza de Electro es realmente una buena película. Como cinta de superhéroes, está plagada de momentos de gran emoción y heroísmo, y las secuencias de acción están formidablemente coreografiadas; pero, por otro lado, hay tantos elementos insatisfactorios en la historia que las sensaciones terminan por ser encontradas. El problema es que el libreto está saturado de personajes y tramas, y algunos de ellos presentan un nivel de desarrollo tremendamente dispar. Aún cuando la sensación prevalente es positiva, me da la impresión que el libreto precisaba un par de horneadas extras antes de encontrar el punto de cocción justo que sus pretensiones exigían. Aún cuando no soy un gran fanático de la saga dirigida por Marc Webb, debo admitir que Andrew Garfield me parece el mejor Spiderman de todos los que pasaron por la pantalla grande. Es guapo, tiene carisma y tiene presencia física; y en esta ocasión, parece haber madurado en el punto justo como para llevar con holgura el personaje. Cuando fanfarronea - vestido como Spiderman - es una delicia; cuando se atormenta por la doble vida que debe llevar (y las limitaciones que ello impone), es conmovedor; y cuando está en pantalla con Gwen Stacy / Emma Stone, simplemente se saca chispas. No es un ñoño boy scout como Tobey Maguire, sino que tiene su picardía, y ahi reside su gracia. A esto se suma Marc Webb, el cual parece haber crecido como director y se da el lujo de crear batallas espectaculares y momentos profundamente emocionantes, casi diría de la misma talla de los que abundaban en la Superman de Richard Donner: esos en donde el héroe conmovía, fuera por su sacrificio o por su sencillez, y donde nos contagiaba el dolor y la soledad que imponían su condición de ser único, especial, e inconsolable. Pero frente a semejante despliegue de talento - acompañado por una siniestra perfomance de Dane DeHaan, el cual nos hace olvidar en menos de cinco minutos al insulso Harry Osborn que componía James Franco en las épocas de Raimi -, el libreto se encarga de enredarse consigo mismo y desmerecer el esfuerzo, básicamente porque comete dos pecados importantes: tira demasiada data - hay exceso de personajes y tramas - y es incapaz de proveer un villano preponderante y satisfactorio, ya que todos los que entran en la categoría sólo aparecen cinco minutos en pantalla o están criminalmente subdesarrollados. Dane DeHaan resuma maldad cuando aparece como el Duende Verde, pero sólo lo hace en los cinco minutos finales; lo de Paul Giamatti / Rino no deja de ser un cameo extendido y bien podría haberse podado su participación sin haber afectado en lo más minimo el desarrollo de la trama - aparece unos minutos al principio y al final del filme, sin aparente vinculo alguno con el resto de los personajes de la historia - ; y el caso de Jamie Foxx / Electro bordea lo bochornoso. Siguiendo el mismo patrón que Jim Carrey en Batman Forever, decidieron convertir a otro nerd antisocial en un sicópata superpoderoso celoso de la popularidad del superhéroe de turno. Es una motivación tan patética como irritante, amén de desperdiciar el talento de Foxx en un papel tremendamente subdesarrollado. ¿Para eso contrataron a un ganador del Oscar?. El perfil sicológico del villano parece escrito por un nene de cinco años, lo cual es decepcionante en esta época en donde proliferan los Loki, los Jokers o los Magnetos, por citar algunos de los mejores malvados que han poblado las pantallas de cine de superhéroes los últimos años. Pero el problema no es Foxx - que al menos se ve algo amenazante cuando se convierte en una super batería humana - sino el libreto, que quiere barajar demasiadas bolas en el aire y no siempre logra manipularlas con éxito. Los melodramas de Spiderman con sus novias - tal como ocurria con Raimi - absorben demasiado tiempo; y si bien Garfield y Stone son una delicia en pantalla, también es cierto que podrían haber abreviado ello en favor de desarrollar mas a Electro, simplificar las subtramas que pululan en el libreto, o darle mas tiempo a DeHaan para que haga mas maldades una vez convertido en el Duende Verde - el desenlace de la trama vinculada con los padres de Peter Parker es decepcionante, y eso que se trata de una faceta desconocida y fascinante de la mitología del personaje -. Al menos hay que reconocer que los libretistas tuvieron el valor de respetar la mitología de Spiderman, y se despacharon con un par de jugadas arriesgadas, las cuales aumentan el balance positivo de un filme dispar en desarrollo. Llega un momento en que uno se cansa de la mediocridad del cine actual. Antes las películas eran totalmente buenas o totalmente malas; hoy, en cambio, los filmes parecen acolchados de retazos, compilados de escenas rodados por diferentes directores y creativos. Ahora vemos una secuencia formidable y, en la siguiente, tenemos un horror intragable que parece salido de una pelicula clase Z. Digo: antes, los artesanos eran parejos en la calidad del desarrollo de sus productos. Ahora es como si precisaran un tutor, un segundo director que pudiera observarles las pifias de su rodaje, el cual tuvo momentos tremendamente inspirados. Yo creo que el grueso de esta gente viene de una generación influenciada por la MTV y Akiva Goldsman: individuos acostumbrados a historias intensas pero resumidas en cinco minutos, saturadas de poses y frases rimbobantes, pero que no les alcanza las perspectiva para ver cómo se desarrolla una historia a lo largo de 90 minutos y con paridad en cuanto a la calidad de la narración. Aquí Marc Webb - de 500 Días sin Ella, o sea que sabe cómo narrar una historia con denso desarrollo dramático - hace grandes méritos con lo que tiene a mano, lástima que los libretistas no están a la altura del desafío - arrancan bien, se pierden en el camino, no saben cómo aplicar el nudo del final -, y terminan por opacar una historia plagada de virtudes, la mayoría de los cuales no les pertenece. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/sorprendente-hombre-arana2.html#sthash.L0WkQ74N.dpuf