Mientras que la vida pública y privada de Tom Cruise es totalmente discutible - que va desde su polémica defensa de la Cientología (de la cual es fan confeso) hasta sus polémicas apariciones públicas en programas como el de Oprah Winfrey -, es innegable que el tipo es un artista notable y posee un excelente olfato para los negocios. Cada vez que la carrera de Cruise parece aproximarse al abismo - por jugarse en títulos independientes de floja o nula recaudación - el tipo da un giro de timón y vuelve a estar en la cima de la ola. En los últimos años el caballito de batalla de Cruise ha sido la saga de Misión Imposible, la cual figura ahora como totalmente de su potestad luego de divorciarse de su socia Paula Wagner. Con un control creativo total Cruise ha reclutado a un puñado de talentosos y ha pergueñado el que debe ser el mejor filme de la saga por muy lejos. No sólo la historia es fácil de seguir y es intrigante, sino que sirve como pretexto para disparar algunas de las secuencias de acción más excitantes de los últimos años. Si Cruise está muerto (artisticamente), ... ¡que viva Tom Cruise! Una de las decisiones más inteligentes de Cruise ha sido la de aliarse con J.J. Abrams, el cerebro detrás de Lost, Alias y la nueva Star Trek. No sólo le dio luz verde para hacer lo que quisiera en el tercer capítulo de la serie - que sirvió como gran debut cinematográfico para el productor -, sino que ahora ha recurrido a los servicios de un par de libretistas de su staff, los cuales han escrito una historia simple y llena de situaciones perfectas para que un director con talento las tome y llene los blancos. En este caso - y en un nuevo ejemplo de stunt casting a manos del propio Cruise, tal como ocurriera con Abrams - ha reclutado al animador Brad Bird, el mismo de Los Increíbles y El Gigante de Hierro. Lo cierto es que el exquisito refinamiento visual de Bird no ha perdido un ápice en su traslación al celuloide con actores, generando un peliculón de aquellos. Acá no hay Spectre ni ninguna organización malévola que quiera dominar el mundo; basta un loco muy inteligente - Michael Nyqvist, de la saga Millennium, corriendo con un papel que usualmente iría a manos de Stellan Skarsgard - con un par de secuaces y mucho dinero como para comprarse un par de aparatos y obtener el acceso a la red de control de misiles balísticos rusos, con el fin de lanzar uno de ellos sobre Nueva York y provocar una guerra nuclear entre las superpotencias. Tras él va Ethan Hunt y su equipo, los cuales tienen la desgracia de estar en el lugar equivocado en el momento correcto, y terminan siendo inculpados por un masivo atentado al Kremlin. Como todo el mundo los quiere atrapar, Hunt y su gente pasan a la ilegalidad y comienzan la cacería del terrorista. El problema es que cada montaje / engaño / incursión clandestina que realizan les sale mal (la dichosa Ley de Murphy) y los tipos deben improvisar sobre el momento, con lo cual el filme recupera la tensión y el sabor que poseía la serie original de hace 40 años. No sólo la mecánica de Misión Imposible: Protocolo Fantasma se siente diferente, sino que resulta mucho mas satisfactoria. En los filmes anteriores era la super estrella Cruise y tres o cuatro párvulos que le sostenían los gadgets mientras se lanzaba desde edificios enormes y peleaba con un batallón de sicarios él solito. Acá las responsabilidades están distribuidas y cada miembro tiene su oportunidad de brillar. Paula Patton y Jeremy Renner pelean como los dioses y obtienen tanta pantalla como Cruise, e incluso la dinámica personal entre los miembros del equipo se ve mucho más relajada y con espacio para el humor. Hasta Simon Pegg se ve heroico. Oh, sí, este equipo es una auténtica maravilla. Pero la gran estrella del filme es Brad Bird, el que consigue armar unas escenas de acción impresionantes. Cruise escalando a mano el Burj Khalifa - el edificio más alto del mundo, que reside en Dubai - y lleno de contratiempos; una persecución a toda velocidad en medio de una infernal tormenta de arena en plena ciudad árabe; la mencionada incursión en el Kremlin, dotados de una pantalla espejo que no siempre funciona como debiera; y un excitante clímax en mitad de un gigantesco edificio - estacionamiento, en donde los protagonistas deben realizar saltos mortales de una paltaforma móvil a la otra... son tantas las secuencias y están rodadas con tanto estilo que resulta inútil describirlas. Hay que verlas y disfrutarlas como corresponde.
Tintin es, culturalmente hablando, una ficha rara del comic. Es una historieta de aventuras creada por el belga Georges Remi (alias Hergé) para el diario Le Vingtieme Siecle en 1929. Durante años se publicó como tira para periódico hasta que vino la Segunda Guerra Mundial y allí el autor decidió seguir trabajando en los diarios ubicados en la zona controlada por el régimen pro Nazi de Vichy. Ello le valió el mote de colaboracionista, con lo cual Hergé se vió en aprietos para continuar con su obra, y terminó por armar su propia editorial. Como sea, la movida resultó ser tremendamente exitosa, convirtiendo a Hergé en millonario y haciendo que Tintin apareciera publicado en decenas de países e idiomas diferentes. Curiosamente la tira originada en un diario se transformó en una novela gráfica cuasi de lujo, razón por la cual el acceso a la obra resultó ser restrictivo. Recuerdo que en mi Uruguay natal veía pasar de largo los libros de Tintin, simplemente porque eran demasiado caros (algo similar a lo que ocurría con Lucky Luke, Asterix y otros comics europeos). Precisamente debido a la naturaleza elitista de su publicación (y por ende, su acceso disponible sólo a clases acomodadas), resulta muy curioso ver a un americano intentando adaptar semejante obra - más, considerando que la popularidad de Tintin radica en Europa y, en menor medida, en Latinoamérica; Estados Unidos definitivamente no es su mayor mercado -. El tema pasa por una cuestión de gustos y sensibilidades, en donde el director no siempre entiende la naturaleza del material. Acá figura en el sillón de mando Steven Spielberg - tipo con talento, si los hay -, pero semejante nombre no garantiza el éxito de la adaptación. A priori uno hubiera preferido a un director inglés o galo, o incluso a Peter Jackson (que oficia aquí de co-productor y provee los servicios digitales de su empresa Weta), cuya cultura neozelandesa tiene raices europeas más fuertes que la estadounidense y que, por lo tanto, tiene un arraigado sentido del estilo. El otro punto es que Tintin es un comic muy europeo - con aventuras a la antigua y muy pro colonialismo -, y dudo mucho de que se trate de la historieta más vendida en los Estados Unidos. Por el contrario, en una cultura en donde abundan los superhéroes, Tintin debe ser un bicho raro, restringido a un puñado relativamente minúsculo de fans de culto. Aún así, Las Aventuras de Tintin: El Secreto del Unicornio resulta superior a lo esperado. Hay intrigas y acertijos, hay un estilo 3D que respeta muchísimo al trazo original de los personajes, y la adaptación resulta bastante fiel al espíritu de la historieta; pero, de no ser por lo que rezan los títulos de crédito, resultaría imposible adivinar que Spielberg es quien dirige. Sin dudas hay ritmo y hay acción, pero no hay secuencias memorables. Spielberg disfruta con las libertades que le da la animación digital - pone cámaras en ángulos imposibles, siguiendo por detrás a personajes en movimiento o atravesando todo tipo de objetos -, e intenta inyectarle adrenalina al relato con persecuciones que se ven demasiado exageradas y que parecen salidas de un film de Barry Sonnenfeld. El exceso de comedia slapstick no arruina la obra, pero resiente su calidad, y es en lo único en donde se nota la mano de un americano en todo el asunto. Por lo demás, la dirección de Spielberg es practicamente anónima y correcta. La historia está ok, aunque el enganche de algunas de las pistas que encuentra Tintin suena algo traído de los pelos. La animación es impecable - en el caso del villano Sakharine, uno podría pensar en la versión digital y malvada del propio Spielberg - y el grado de detalle del mundo virtual es asombroso, pero... la historia a veces se pasa de rosca y, para colmo, el personaje del capitán Haddock se vuelve pesado bordeando lo insufrible. Es borrachín, burro, torpe y es más lo que arruina que lo que ayuda. De todos modos, el libreto siempre encuentra algún modo para que uno no termine por odiarlo. Una de las cosas más sorprendentes del filme es la interpretación vocal, la que resulta fabulosa. Acá hay actores actuando - no haciendo de sí mismos sino creando voces y caracteres - y, en algunos casos, resultan casi irreconocibles. Andy Serkis es un mago de la caracterización, pero uno se lleva una sorpresa con Daniel Craig - el que suena completamente diferente a lo habitual -, y hasta con la dupla de Simon Pegg y Nick Frost. Por su parte Jamie Bell es más que adecuado para el papel, con el único detalle que la producción convierte a un personaje 100% galo (o belga, como prefiera) en un inglés con acento cerrado. Las Aventuras de Tintin: El Secreto del Unicornio es un buen filme, correcto, prolijo y entretenido. No es una maravilla de excitante - aunque hizo una buena recaudación, creo que la obtuvo más por el nombre de Spielberg en el cartel que por otra cosa - ni es lo mejor de Spielberg, pero se deja ver y no deja mal sabor en la boca.
Al parecer la remake de Piraña 3D (2010) entusiasmó a algún productor de Hollywood, el que pensó que los peces carnívoros volverían a ponerse de moda, y decidió despacharse con una de tiburones... en un lago. Ok, la premisa es ridícula e incluso hay alguna que otra película horrible dando vueltas por ahí con la misma historia (me viene a la mente una del canal SyFy, cuando no!). Pero acá las cosas están tomadas no muy en serio y, sumando a eso un buen ritmo narrativo, Shark Night 3D resulta ser más potable de lo que aparenta. No esperen ver a una nueva Tiburón; hagan de cuenta de que se trata del hermano menor (y mas light) de Piraña 3D. El encargado del proyecto es David R. Ellis, un tipo que tiene un par de secuelas de la saga Destino Final en el lomo, y cuyo antecedente más valioso es Serpientes en el Avión (2006). Uno podría decir que Shark Night 3D sigue la misma vena que el film con Samuel L. Jackson - ¿"Tiburones en el Laguito"?? -, en donde la amenaza de turno es tan ridícula que resulta imposible tomársela en serio. Aparentemente esto no es lo que entendió la crítica pedorr... norteamericana, la cual la apedreó en modo automático cuando el estudio se negó a hacer exhibiciones pre-estreno para la prensa. Tóquenle una nalga al periodismo yanqui y sentirán toda la furia de su poder corporativo. No esperen ver horror, porque no lo hay. Hay algo de humor, que es más sugerido que explícito, y sí esperen ver muertes extravagantes. Un grupo de chicos va a un lago - el cual se ve sospechosamente similar a un cayo de la Florida -, y son atacados de la nada por un escualo. Al deportista del grupo el bicho le arranca un brazo, con lo cual hay que llevarlo de urgencia a la civilización. Como toda esta gente vive en una burbuja, nadie se avivó de llevarse una radio de onda corta, así que todos buscan inútilmente señal de celular en medio de un mar de islas (y yo, que me quejaba del servicio de Claro...). Cuando intentan llevarse al chico al hospital más cercano, el tiburón los ataca, les hace percha la hermosa lancha que conducen, y quedan varados en la isla. Acá ocurren dos cosas que dan a entender de que la película no va en serio: 1) aparece una dupla de montañeses (no se me ocurre poner otro término mejor, eso que no existe ni una colina en las islas; ¿sería, acaso, "brutos procedentes del sector rural norteamericano"?), quienes son sospechosamente más amistosos de lo que parece; 2) el deportista - al que le arrancaron el brazo y que perdió la mitad del caudal de sangre de su cuerpo - decide salir de la cama y meterse en el lago, dispuesto a liquidar al tiburón con un cuchillo Tramontina ya que el escualo le ha devorado a su novia y futura esposa. Lo que sigue es una sucesión de disparates cada vez mayores, muertes imposibles, y una explicación totalmente fumada de por qué pasa lo que está pasando. Oh sí, el villano quiere ganar una millonada vendiendo documentales realistas al Discovery Channel, y por ello pobló el lago con tiburones adaptados a agua dulce y que tienen empotradas videocámaras en su ombligo. ¡Sacre Bleu!. Si uno la acepta como la pavada que es, Shark Night 3D es entretenida. El libreto es inteligente, despachándose con un montón de estereotipos - el deportista abusivo que explota al nerd para que le salve los exámenes; la chica rica y pedante; la dupla de montañeses racistas; etc, etc - que, a los dos minutos, cambian de actitud y pasan a ser buenos tipos con un gran corazón. Las muertes son muy creativas - en una de ellas un tiburón salta del mar como si fuera un salmón y se devora al vuelo a un tipo que va a en moto acuática; en otra una chica es despedazada por un cardúmen de tiburones enanos, muy a lo Piraña 3D -, aunque uno termina por echarle en cara que no fueran más cómicas y atroces como ocurría con el filme de Alexandre Aja. Y en general uno pasa 90 minutos entretenidos, aún cuando el producto no termine siendo lo que la caja del video club nos vende - una cinta sangrienta de horror -. Como sea, Shark Night 3D es un espectáculo válido, siquiera como para ver como aperitivo antes de cargarle al reproductor el DVD de Pirañas 3D como plato fuerte de la noche.
El Gato con Botas es un spin off de la exitosa saga animada Shrek. Ya había aparecido en el segundo capítulo de la serie, y muy pronto terminó por transformarse en un personaje con peso propio. Tal es así que ahora llega la oportunidad de brillar en solitario con su propia película, la cual es muy entretenida en sus propios términos pero que se aleja del humor pop y autorreferencial que inundaba las andanzas del ogro verde. Como siempre, los personajes de estas historias han salido de los cuentos de fantasía sajones del siglo XVIII / XIX. No todos ellos han pasado al castellano o, al menos, no se les ha dado la importancia cultural que los anglosajones le otorgan. Por ejemplo, uno se rasca la cabeza con el personaje de Humpty Dumpty, el cual proviene de una rima inglesa muy popular que data de principios de 1800 y que se usaba para arrullar a los bebés. ¿En qué clase de historia puede tener cabida un personaje así?. Lo cierto es que el caracter - un huevo humanoide y parlante - tomó su forma definitiva en Alicia Detrás del Espejo, con lo cual - por extravagancia - terminó por dejar una impresión duradera. Otro tanto ocurre con el Gato con Botas - que proviene de un cuento totalmente amoral y oportunista, en donde el gato de turno tima a medio mundo para favorecer a su desahuciado dueño y dejarlo, al final de la trama, con la posesión de un castillo y de una cuantiosa fortuna -. Mientras que la generación que creció en los 50 y los 60 aún le daba bolilla a la literatura, a los cuentos y a las leyendas clásicas (y que podría conocer a estos personajes tan bizarros y extrañamente populares), la gente de hoy debe wikipediarse para enterarse de qué se trata. Ciertamente esta versión de El Gato con Botas no tiene nada que ver con el cuento original de alguno de los personajes involucrados. En realidad se asemeja a una aventura no oficial de El Zorro, con otro fugitivo de la ley que no es tan malo como parece, y que le encanta vivir entreverado entre las faldas de las gatitas que se le cruzan en el camino. Como es habitual, Antonio Banderas está en su salsa y se devora la pantalla con su pegajoso acento castizo y su carisma a raudales. Acá va tras las habichuelas mágicas, se encuentra con el dichoso Humpty Dumpty - con el cual crecieron juntos en el mismo orfanato -, y se mandan a robar los dichosos porotos para hacer crecer un árbol gigante que llegue hasta el castillo que está en las nubes y y donde se encuentra el ganso que pone huevos de oro. Como siempre, con un botin tan suculento (y con algunas viejas deudas que uno de los protagonistas quiere cobrarle al otro) la traición está a la orden del día. Es innegable que El Gato con Botas es divertida. No es tan demente com Shrek, pero cuando la emboca lo hace en grande. Por momentos da la impresión de que intenta copiar demasiado a Rango - hay otra escena de cantina, hay tomas panorámicas en un amanecer, hay otro personaje que se la da de sabelotodo y termina metiendo la pata más que de costumbre -; y en otros momentos el filme se lastra hasta el borde de lo tolerable, intentando tridimensionalizar demasiado a los personajes. El guión hace un esfuerzo tan grande en darle un background complejo a la relación de Gato y Humpty - cómo se conocieron, dónde hubo una traición, qué era lo que tenían en común - que termina por parecerse a un thriller sicológico, y se olvida de mechar algunos chistes en el medio. Sin dudas El Gato con Botas es recomendable. Ver a Banderas fanfarroneando en pantalla es un show delicioso. El problema pasa por el resto de los personajes, los cuales no son tan interesantes como el protagonista, y por la historia que a veces se toma demasiado en serio a sí misma y subraya aspectos dramáticos que son inusuales para lo que se supone que es una comedia para toda la familia. No es que esos momentos estén mal, pero son pausas que alteran el ritmo cómico que mantenía el filme y que terminan por lastrarlo bastante.
Este es otro nuevo invento de Andrew Niccol, el realizador de culto detrás de Gattaca y el libreto de El Show de Truman. Acá Niccol se mandó con otro futuro onda retro en donde la gente vive hasta los 25 años y, a partir de allí, cobra, roba o pide prestado tiempo para alimentar un reloj biológico que les impide morirse (y que les dice lo que les resta de vida). El resultado final es una pavada extremadamente elaborada, la cual resulta imposible tomar en serio a menos que uno la considere como una alegoría. A mi juicio, Niccol es un autor sobrevaluado. Mucha gente se desvive por Gattaca, y en mi opinión, es una obra cargada con una cuota de problemas importantes. Algo parecido ocurre con El Precio del Mañana: la premisa es extremadamente idiota - toda la gente anda con un relojito quartz implantado en el antebrazo, y usan sus manos como si fueran dispositivos USB para intercambiar tiempo como si fuera dinero -, pero es llevada a un grado de sofisticación tal que resulta digno de admirar (y lo digo con total sinceridad). Eso no quita que haya momentos en que la historia bordee lo ridiculo, tensando la cuerda de la credibilidad más allá del limite permitido. En un principio Niccol parece haberse inspirado en la premisa de Fuga en el Siglo XXIII (1976), en donde toda la gente tenía un plazo de caducidad genético e inevitable y que estaba plantado en la edad de 25 años. Pero en vez de obsesionarse por la existencia de dicho plazo (quién lo puso y por qué, etc), Niccol construye un universo alternativo en donde hay toda una sociedad lucrando con el intercambio del tiempo - indispensable para seguir alimentando el reloj biológico que las personas poseen implantadas de nacimiento -, y se dedica a mostrarnos el modelo en funcionamiento. Hay ladrones de tiempo, hay guardianes del tiempo (policías que investigan el tráfico ilegal del tiempo), hay banqueros que prestan tiempo, hay asalariados que cobran tiempo, y hay gastos que se pagan con tiempo... los cuales suben de precio todos los días. Toda esta gente vive en zonas divididas con murallas, como si las clases sociales estuvieran atrincheradas en guetos de mayor o menor lujo y resultara imposible cualquier tipo de intercambio entre ellos. Ya que la gente se desespera por el tiempo uno puede ver al mismo como si fuera una especie de droga, o bien, que todo esto se trata de una metáfora sobre la vida moderna. Los pobres corren, los ricos no saben qué es eso - ya que disponen de todo el tiempo del mundo y no padecen urgencias ni necesidades -, y las clases sociales son inmodificables como si fueran castas inexpugnables. A su vez está la imagen de la explotación de las clases bajas con precios cada vez más caros, lo que termina con gente muerta en las calles ya que precisa cada vez más tiempo para pagar sus deudas. Pero en el fondo lo que hace Andrew Niccol es despacharse con una alegoría sobre la sociedad norteamericana posterior al derrumbe financiero del 2008. Ricos explotando a los pobres, succionándoles la vida con productos y servicios sobrevaluados; generando un darwinismo social en donde la gente muere por millares debido a que se necesita un cierto equilibrio entre los recursos disponibles y los demandantes de los mismos. Los aristócratas como casta acomodada cuya existencia sólo puede ser amenazada por un golpe de mercado - una inyección millonaria de recursos que estaban fuera de circulación, como ocurre en la película -; y una rebelión masiva de los pobres contra el capitalismo salvaje que lo explota. En el fondo El Precio del Mañana es una alegoría marxista, en donde los dólares han sido sustituidos con dias, horas y minutos. Traduce - aunque de manera camuflada - el resquemor que los estadounidenses han desarrollado contra esos individuos que se han hecho obscenamente ricos gracias a una manipulación financiera despiadada. Gente que no ha fundado fábricas ni se dedica a comprar / vender nada, sino que son sanguijuelas chupasangres que han hecho fortuna lucrando de manera salvaje en la timba bancaria y bursátil que supone Wall Street. Mientras que todo ello suena muy bonito y hasta interesante, en la práctica deja bastante que desear. En un momento Justin Timberlake se convierte en una especie de James Bond con cronómetro incorporado - jugueteando con el villano millonario de turno y birlándose a la chica (bah, su hija) - , y en el otro compone con Amanda Seyfried una especie de duo a lo Bonnie & Clyde, sólo que con autos clásicos reestilizados y dotados de motores eléctricos. Detrás de ellos viene un policía (Cillian Murphy, al que nadie le informó que hace rato dejó de tener 25 años y, por lo tanto, no posee el physique du rol que requiere su papel) que parece tener su propia agenda, y hay momentos en que todo esto pareciera transformarse en una especie de Freejack (1992) - con otro oficial de la ley volviéndose cómplice de los fugitivos -. El problema es que tanto el policía como los mafiosos resultan ser artilugios insertados en el libreto como para ofrecer alguna que otra persecución interesante y, cuando llega el momento de resolver la suerte de dichos personajes, Niccol los aborta de una y de la manera más insulsa posible. ¿Para terminar así tuvieron tanto tiempo en pantalla?. El relato tiene su cuota importante de inconsistencias internas - empezando por los bancos ubicados en los guetos, los cuales carecen de la más mínima custodia policíaca -, y tampoco la relación amorosa entre Seyfried y Timberlake es algo que uno pueda catalogar de brillante o apasionante. Todo ello se decanta en un filme que tiene su cuota de extravagancias, de momentos muertos, de persecuciones rutinarias, de situaciones ridículas, y de resoluciones abruptas. Quizás lo que precisaba el filme hubiera sido un segundo guionista, un tipo que escribiera una mejor historia principal para ubicarla en el universo que inventó Niccol. El Precio del Mañana está ok. Tiene cosas interesantes y cosas ridículas, y depende del grado de tolerancia de cada uno para digerirlas o no. Pero como thriller futurista pochoclero zafa, y en el fondo eso es lo importante.
Yo soy un defensor de la primera Crepúsculo (2008), pero un notorio detractor del resto de los filmes de la saga. Lo que en principio parecía una buena idea comenzó a volverse cada vez más ridícula y, para esta cuarta parte - dividida codiciosamente en dos, tal como pasó con el último filme de Harry Potter o con la inminente El Hobbit -, las cosas han llegado al extremo de lo intolerable. Aún con la elección de un super director como Bill Condon (Dioses y Monstruos) para manejarla, el talento de éste resulta insuficiente para remontar una parva de material estirado hasta el exceso y plagado de secuencias absurdas. El filme tiene atmósfera... quizás demasiada, y la prueba está en que recién a los 52 minutos nos enteramos de cuál es el conflicto central de esta entrega de la saga. Al menos Bella ha dejado el histeriqueo y ha decidido casarse, aunque sea con un antiguo pedazo de carne muerta como resulta ser Edward. Los pibes se van a una isla en Brasil, cosa de que los gritos de la chica no se escuchen en su pueblo natal, y deciden tener una revolcada histórica - imaginen un vampiro con 400 años de celibato! -. El problema es que Edward en la cama es peor que Superman con Viagra, y todo esto culmina con la cama destrozada, y la chica toda machucada, caminando con las piernas flojitas como si fuera Bambi recién nacido. Lo que sigue es una bobada tras otra - Edward que no quiere volver a ponerla, Bella que le ruega que sí -, lo que termina por coronarse con un embarazo instantáneo en menos de 14 días. Algo así como lo mismo que tardaban en crecer un sobrecito de Sea Monkeys. Esto recién pasa al final de la primera hora, luego de 60 minutos de videoclips románticos rodados en cámara lenta. Al menos uno deja de bostezar y se acomoda en el asiento, porque el embarazo de Bella es clara señal de que se viene el tole-tole. Dicho y hecho: se entera Jacob - otro que le tiene ganas a Bella desde hace varios años - y empieza una especie de histeriqueo de "tengo que matar a la criatura pero proteger a la muchacha, pero voy a matar a ese vampiro de mier... que ahora resultó ser mi mejor amigo y pelea a mi lado". La gente se pasa de bando como quien se cambia de calzones sucios, y toda esta pavada culmina en una cesárea a dentellada limpia, Berp para creer. Amanecer, Primera Parte es lenta y ridícula. El elenco cancherea con sus personajes - ya hace varios filmes que están metidos en sus pieles - y eso es lo que remonta un poco los diálogos y las situaciones terribles que les depara un mal guión. Bella es un interminable dolor testicular que hace lo que quiere y ahora, que logró encamarse con el vampiro, no sólo le niega el nido sino que quiere morirse dando a luz y dejándole un pibe - un pequeño draculín - a su cargo. Pareciera que la moraleja de la historia es que el sexo es malo, sino, mirá lo que te pasa por ponerla. (Sorry por los comentarios coloridos, pero es que cada fotograma del filme me hace pensar en una catarata de chistes atroces relacionados con lo que estoy viendo). El resto histeriquea y vive cambiando de bando y de idea, y uno al final se cansa. Che, ¿no había otra mina mejor en el pueblo?. ¿Alguna vampiresa o alguna loba que estuviera potable?. Amanecer, Primera Parte sólo es digerible para los fans a ultranza de la saga. A esta altura, la linea argumental ha entrado en un pantano del que resulta imposible salir a flote. Felicito a los tipos que pergueñaron esto y que recaudaron 280 millones de dólares con semejante engendro, un culebrón ridículo, sobreproducido y extremadamente popular entre las adolescentes cachondas.
¿Es posible que un filme terrible tenga secuela?. Así es, y Uwe Boll es la prueba viviente de ello. No importa la critica, no importa la escasa afluencia de público... si al final los números dan alguna ganancia, el pudor se guarda en algún lugar (escondido de la luz del Sol, por supuesto) y uno sigue adelante por culpa del vil metal. Johnny English (2003) fue una parodía del género de espías que llegó muy tardía, y posiblemente haya sido un intento inglés de ocupar el cetro que había dejado vacante la saga de Austin Powers. A mi juicio era un engendro que bordea lo intragable - nunca pude superar los 15 minutos iniciales del filme -, pero a los productores le debe haber dejado algún dinero. Ahora - 8 años después! - llega la secuela, la que está algo mejor pero no termina de ser una comedia decente. Es posible que el tema pase por el ego de Rowan Atkinson - a final de cuentas, el capo cómico es un amante de los autos veloces y posee incluso hasta un fórmula 1 en su colección privada, razón por la cual le gustaría protagonizar su propio film de aventuras -, o por productores inescrupulosos que compraron la franquicia y decidieron exprimirle algún dolar más... vaya uno a saber. La primera Johnny English venía con la particularidad de haber sido escrita por los libretistas actuales de la franquicia Bond - Neal Purvis y Robert Wade -, lo cual no es garantía de nada: escribir prolijamente aventuras de 007 no los convierte necesariamente en expertos en comedias, y la prueba está en que todo el mundo repudió la primera película. Ahora tenemos esta secuela, la cual no es exactamente una pelicula barata - hay despliegue de producción y abundantes escenarios -, que tiene un par de momentos tibiamente cómicos y nada más. Es larga - a los 50 minutos ya se resolvió el 90% de la trama... y aún le queda una hora por delante -, insulsa y fronteriza en lo aburrido. El problema es que el guión no sabe hundir el cuchillo en la potencial sátira que subyace bajo toda la historia. La idea de un Toshiba Mi7 - un servicio secreto inglés privatizado y adquirido por corporaciones japonesas - es hilarante, pero no pasa de ser un gag visual de 5 segundos. Rowan Atkinson como una especie de espia zen entrenado por monjes tibetanos es una idea explotada en los 10 minutos iniciales - que probablemente sean los mejores del filme -, y después abandonada sin demasiados remordimientos. El resto es un reciclado de escenas y persecuciones propias de la franquicia 007 - hay otro encuentro en un club de golf a la Goldfinger; hay otro climax en los alpes suizos como Al Servicio Secreto de Su Majestad; hay una persecución con Alfa Romeos negros, tal como en Quantum of Solace; etc -, algunas con más gracia que otras, pero ninguna es demasiado cómica que digamos. La conspiración es tonta e insípida, y los personajes secundarios tampoco ayudan - Rosamund Pike es un hermoso florero que prácticamente no tiene cabida en el relato; y la britanizada Gillian Anderson (Scully!) parece una momia con peluca morocha, exhibiendo un horrendo acento inglés y dando vergüenza ajena en un papel inmerecido -. Si puede evitarla, se hará un favor. Johnny English Recargado es pobre en ideas y risas, y sólo se justifica verla cuando la pasen gratis por el cable... y si no hay otra cosa mejor, siquiera en el Canal Rural.
Ciertamente uno podría decir que las adaptaciones de El Enigma de Otro Mundo están condenadas al fracaso en la taquilla. Todo el mundo las disfruta y habla maravillas de ellas, pero tienen una recaudación miserable y sólo se rehabilitan con su salida en video, en donde alcanzan (o alcanzarán) status de culto. Pasó con el original de John Carpenter de 1982 y está ocurriendo con esta precuela 2011. La critica palurda, como siempre, está dividida y la mitad la defenestra mientras que el resto la alaba (tal como el filme de Carpenter). Y esto resulta en una injusta mala fama, ya que la película de Matthijs van Heijningen Jr no marcará ningún camino nuevo, pero no es un insulto a la memoria de un clásico. No es original, es cierto, pero es un filme más que digno que no ensucia el prestigio del original de 1982. Esta versión de La Cosa del Otro Mundo es una remake camuflada de precuela. La historia comienza de modo diferente (prácticamente siguiendo con fidelidad a la primera película, la de Christian Nyby de 1951), con el descubrimiento de la nave enterrada en el hielo y el cuerpo del alien, el corte del mismo en un bloque de hielo, el traslado a la base y su posterior descongelamiento. Luego vienen todas las correrias y matanzas varias y, por último, se empalma con el filme de 1982, con aquel comienzo clásico en donde el perro infectado venía corriendo sobre el hielo mientras un helicóptero lo perseguía. Pero el grueso del filme - la parte central, que acontece en la base - no dejan de ser variaciones sobre secuencias inventadas por Carpenter en 1982. Hay otra tensa escena de testeo de infectados, hay más matanzas llevadas a cabo con lanzallamas, y hay criaturas de pesadilla que explotan de dentro de los cuerpos humanos en los momentos más inesperados. Aún con toda esa previsibilidad, La Cosa del Otro Mundo 2011 es excelente a la hora de despachar sustos y shocks. Ciertamente ahora los efectos son mejores gracias a los modernos CGI, pero el patrón a seguir es el de los artesanales efectos en vivo que Carpenter había montado en 1982. La tecnología, en este caso, sirve para crear criaturas aún mas enormes y bestiales, engendros de pesadilla que chillan de manera escalofriante. Con toda la critica pedor... que florece por allí, ninguno ha terminado por remarcar que The Thing 2011 cumple con lo que muy pocos filmes de terror han hecho en los ultimos años, y es asustar. Y esto ocurre gracias a que la puesta en escena está cuidada, las actuaciones son creíbles, y hay un excelente clima de tensión. ¿Es original?. No, pero es una pelicula de terror realmente efectiva. James Berardinelli remarca que La Cosa del Otro Mundo 2011 sigue más el patrón de Alien que el estilo del filme de John Carpenter. Ciertamente hay muchos ambientes mal iluminados, y cosas reptando por el suelo o por los techos, amén de otra heroína armada con un lanzallamas. En mi opinión, agregaría que el director añadió unas gotas de Los Usurpadores de Cuerpos (en especial, de la versión 1978). Hay momentos en que se ven cuerpos a medio formar o humanos idénticos fusionados por la mitad (como si fueran siameses engendrados en medio de una pesadilla). En otras secuencias descubrimos que los humanos híbridos deshechan lo que sean implantes dentales o clavos incrustados en los huesos, ya que las celulas alien no las pueden replicar. Ello da pie a una de las escenas más logradas de la pelicula, en donde se lleva a cabo un test sui generis para detectar quiénes son los infectados... lo que termina por desencadenar una masacre de proporciones épicas. La Cosa del Otro Mundo 2011 es una solida variante sobre el filme en que se basa. Quizás se le puede reprochar la falta de originalidad, y alguna confusión con la suerte de algunos personajes, pero eso no la descalifica como vehiculo efectivo de terror. Y desde ya estaré atento a los próximos filmes dirigidos por Matthijs van Heijningen Jr, el cual ha demostrado aquí tener el pulso y la habilidad de todo un veterano para generar peliculas de horror como deben ser.
Esta es otra película de Steven Soderbergh, artesano inteligente y todo terreno si los hay. Pareciera que no hay género que le resulte intocable ni en el que pueda generar, al menos, una gran película. Contagio quizás no sea lo mejor de la obra de Soderbergh - el tema no es original, y hay un par de vueltas de tuerca discutibles -, pero es un gran filme y uno muy recomendable cuando uno quiere entretenerse con algo que le flexione los músculos a las neuronas. Contagio es la crónica de una epidemia, y es posible que haya surgido de las pesadillas sufridas por el libretista Scott Z. Burns tras el incidente de la H1N1, la dichosa gripe porcina que pareció estar regada por todo el mundo. Es cine catástrofe pero hecho de una manera científica y seria, con los pies en la tierra: acá no hay conspiraciones ni héroes (y me gustaría decir que no hay villanos ni curas de último momento, pero lamentablemente los hay y con ello la película intenta fabricar el climax) y todo transcurre de manera normal, lenta pero inexorable. Eso no quita que en un momento se vean paisajes apocalípticos, con filas interminables de coches pretendiendo salir de las ciudades, gente enfundada en trajes atmosféricos recorriendo calles oscurecidas por montañas de bolsas de basura, y larguisimas fosas comunes a donde van a par mas de uno de los protagonistas. Porque aquí, si bien el elenco es multiestelar, también es cierto que caen como moscas. Gwyneth Paltrow es la primera de la lista, y no dura ni cinco minutos en pantalla. La Paltrow regresa en flashbacks, ya que a través de ella seguimos el origen de la enfermedad. Mientras tanto tenemos a: 1) autoridades de la salud, políticos imbéciles, y burócratas de la seguridad nacional peleando por obtener el manejo de la situación; 2) vivillos de turno que quieren sacar una tajada monetaria a todo el asunto; 3) científicos abnegados que van tras la cura, desoyendo órdenes si fuera necesario; 4) una investigación cuasi policial para dar con el origen de la enfermedad; 5) el drama familiar del esposo de una de las víctimas, quien pierde a media familia de la noche a la mañana y debe encargarse de pelear por la superviviencia de la única hija que le queda en medio del caos generalizado. Todo esto culmina en un ensamble dramático muy bien aceitado. Uno puede seguir cada una de las historias a la perfección, aunque hay un par que - por su efectismo - desentonan con el resto del relato. Por ejemplo, un blogger - interpretado por Jude Law - que maneja a sus 12 millones de seguidores y los manda a comprar un placebo, diciéndoles que es la cura de la enfermedad mientras se llena los bolsillos con coimas de los laboratorios que lo fabrican. El otro punto es el secuestro de la investigadora de la OMS Marion Cotillard, que es un dispositivo del libreto para diferir hasta último momento la revelación del paciente cero (o del dia 1, cómo se originó la enfermedad). Las actuaciones son uniformemente buenas, pero se destaca Matt Damon - como el padre que debe sobrevivir no sólo a la muerte de su esposa e hijo, sino también a las revelaciones de la vida secreta de su mujer y debe proteger como puede a su restante hija - y, en especial, Lawrence Fishburne. Su personaje - como director del Centro Nacional de Enfermedades - está cargado de humanidad y paternalismo; aconseja, protege a los suyos, entiende la carga de sus subordinados y les presta un oído, y es capaz de realizar sacrificios impensados. Es un rol interpretado con mucha sutileza. Contagio es una película entretenida y muy inteligente. Es un thriller cerebral, así que no esperen acción o efectos especiales; lo suyo pasa por lo sicológico, por recrear la situación de paranoia que todos vivimos con la H1N1 y llevarla un par de pasos más allá. Quizás el final - supuestamente feliz - se vea forzado por esa necesidad que tiene Hollywood de darnos si o si una luz de esperanza a una situación angustiante pero, por lo demás, es un filme más que competente que intenta demostrar una tesis y lo hace con éxito.
En el 2007 la película de guerrilla Actividad Paranormal recaudó centenares de millones - considerando que fue realizada con un presupuesto miserable de un par de decenas de miles de dólares -, y revivió el estilo de horror en primera persona que El Proyecto Blair Witch había puesto de moda en 1999. De más está decir que las secuelas no tardaron en llegar, con Actividad Paranormal 2 en el 2010, y ahora el tercer capítulo en el 2011. Y a menos que el calendario Maya deje de ser una patraña y llegue el fin del mundo en el año que corre, la cuarta parte será un hecho consumado en el corto plazo. Son filmes que cuestan poco y recaudan mucho y, lo que es mejor, vienen con un nivel de calidad parejo. En esta tercera entrega la onda viene de "precuela de precuela". Si antes vimos la historia de la hermana de Katie, ahora saltamos directamente a la niñez de ambas. Ciertamente esto no es Matrix como para que uno tenga que saltar al video y digerir de apuro los capítulos anteriores como para hilvanar de qué va la nueva entrega. Sabíamos que había algún tipo de demonio que vino siguiendo a Katie (y flia) desde su niñez, y ahora vamos a ver en vivo y directo el por qué de ello. Si uno empieza a analizar en detalle, verá que en realidad no hay demasiadas explicaciones de por qué ocurren todas estas apariciones - uno descubre que el demonio viene a ser el amigo invisible de una de las niñas y, de alguna manera, esto se empalma con un turbio secreto familiar, pero jamás se explica por qué el ente está obsesionado con las chicas o cuál es su propósito -. A esto hay que sumarle que la credibilidad comienza a resentirse, ya que tenemos otro capítulo previo en donde otro miembro de la familia filma toda una serie de manifestaciones paranormales - con la única diferencia de que ahora graba todo en VHS -, y termina montando cámaras por doquier. Como toda esta sarta de sanatas ha sido construida de adelante para atrás, la estructura edilicia de la saga empieza a flaquear - ¿cómo Katie no se acordaba de aquel novio de su madre, el loquito que rodaba todo en VHS?; ¿o de las cosas raras que pasaban en su casa cuando era niña? -, pero al público eso le importa poco y nada. La gente lo único que quiere es una historia decente y un par de buenos sustos, y en ese aspecto Actividad Paranormal 3 es más que solvente. Ahora la novedad consiste en una cámara montada en un eje rotativo de ventilador, lo que hace un paneo constante de lo que ocurre en escena... y deja un punto ciego como para que salten cosas a la lente cuando la cámara regresa a su punto de origen. Eso da pie a un par de sobresaltos muy efectivos - uno de ellos es una nueva variante de la "cocina ordenada"que vimos en la parte 1 y 2 (y que está inspirado en la secuencia de la silla de Poltergeist), y en la otra hay una sábana que está donde no debería estar, escena que me hace acordar al gag del fantasmita con lentes que John Carpenter había insertado en Halloween -, amén de diversos efectos sonoros y cosas que se mueven por el rabillo del ojo. Como sea, uno no puede negar que la cámara en primera persona es realmente efectiva para los shocks, y la dupla de directores se encarga de sacarle el jugo en esta oportunidad. Es posible que la saga de Actividad Paranormal se haya convertido en una especie de cuento kabuki, en donde lo mismo se repite una y otra vez pero con matices, pero lo cierto es que a la gente le gusta y el enfoque es endemoniadamente efectivo. Quizás uno podría achacarle a la tercera entrega que está demasiado profesionalizada - por una parte, el libreto es mucho más fluido y natural en cuanto a la progresión del suspenso, la credibilidad de la historia y el desarrollo de los personajes; pero, por el otro lado, hay algunos CGI en primer plano y hay secuencias demasiado efectistas y hollywoodenses, las cuales atentan contra el espíritu de "filmación de guerrilla" del primer filme -. Aún con esos detalles Actividad Paranormal 3 sigue siendo una película de terror efectiva y credible, dándole al público sustos y diversión, y garantizándole a la saga la gestación de una cuarta y merecida entrega que, desde ya, estaremos esperando ansiosamente.