Yo admiro a Zack Snyder. Es un gran narrador en todo sentido y, en lo visual, es sencillamente revolucionario. La gente lo critica por sus tomas en cámara lenta o sus colores desaturados, pero a mi juicio esos son dos elementos característicos de su estilo. Con Snyder uno puede seguir la acción, y prefiero mil veces una hora de Snyder en su peor momento de inspiración antes que 10 minutos de Michael Bay en un día típico. Pero Sucker Punch viene a demostrar las limitaciones de Zack Snyder como creador de historias originales. Hasta ahora, el 99% de la carrera de Snyder se ha basado en adaptaciones de comics y remakes, y el resultado ha bordeado lo excelente. Pero el tipo no es tan bueno a la hora de crear una trama propia y poder redondearla. Aquí Snyder se ha despachado con una premisa ambiciosa - que él define como "Alicia en el Pais de las Maravillas con ametralladoras" -, y durante el 90% del filme mantiene bastante encarrilada la historia a pesar de ciertas desprolijidades argumentales. Pero al momento del climax, Sucker Punch termina saliendo con un domingo siete que arroja por la borda (y mal) los méritos del filme, y uno se queda con una enorme sensación de insatisfacción que no compensa la orgía visual que vivió en los 90 minutos previos. Imaginen un mix de Atrapado Sin Salida + una versión animé de The Wall. Todo aquí perfila para la típica historia del adolescente torturado que descubre que tiene un poder oculto y decide usarlo para reivindicar su lugar en el mundo. La heroína es acusada de un crimen que no cometió (¿o si?) y es despachada a un manicomio en donde le van a hacer una lobotomía sin anestesia en cuestión de cinco días. Todo por el vil dinero de una herencia. La chica hace la gran Leonardo Di Caprio y se manda con un Inception sin computadora ni drogas, creando un primer nivel de fantasía que consiste en que ella es una bailarina exótica en un burdel parisino y todos los de la clinica - médicos, guardias, empleados - hacen de madamas, mafiosos, clientes, etc. Cada vez que ella baila pasa a un segundo nivel, en donde imagina un mundo fantastico diferente en cada ocasión y en donde obtiene cada uno de los elementos que figuran en una lista y que son necesarios para que ella pueda escapar. Lo que ella vive allí se traduce de alguna forma en el primer nivel (burdel) y en la vida real, trayendo consecuencias obvias para su vida y para la historia. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Una cosa que me ha sorprendido muchísimo de las reviews que he visto en Rotten Tomatoes es que el 99% de la gente ha caído en el lugar común de apedrear a Snyder por el desborde visual, calificándola de pornografía CGI, cuando en realidad los mayores problemas de Sucker Punch pasan por cosas más tradicionales como libreto y coherencia del final con las expectativas planteadas por el relato. La imaginería visual de Snyder es gloriosamente delirante - imaginen bombarderos B 47 perseguidos por dragones, muchachas peleando con demonios samurai del tamaño de Dai Majin, o robots disparándole a biplanos, nazis y dirigibles en medio de un escenario infernal -, y por lejos es lo mejor del filme. La acción se puede seguir y se disfruta. Incluso la otra crítica - que la película es complicada por sus multiples niveles de fantasía y realidad - es realmente estúpida. Por Dios, es como si hubieran contratado a una caterva de ignorantes y les hubieran dado el título de críticos. Flaco: si no podés entender esto, ¿cómo hacés la review de una película de Lynch o Bergman?. Oh si, lo visual es fantástico, pero... el filme tiene varios problemas serios en el medio. El primero es Emily Browning (la chica de Lemony Snicket!), que tiene un rostro fabulosamente expresivo y triste pero carece del físico mínimo que requiere el papel. Es como poner a una nena de 12 años (pintada como una puerta!) junto a un puñado de top models (la primera elección, Amanda Seyfried de Mamma Mia!, hubiera resultado mejor en cuanto a physique du rol). El resto de las perfomances está más o menos, a excepción de Oscar Isaac que es bastante patético como villano de la historia (hacer de malo simplemente no es lo suyo). El otro problema serio es que el filme precisaba media hora más para meter historias de origen de los personajes. A excepción de la protagonista, el resto es un grupo de caracteres de cartón pintado de lo cual no sabemos nada. Y allí está el tercer punto, que es el que termina por hundir el filme. Cuando vean el climax y descubran que todo lo visto deriva en otra cosa completamente distinta, se sentirán furiosamente indignados. Lo más parecido que se me ocurre es el final de Watchmen, en donde el villano se salía con la suya y la mitad de los héroes morían... pero allí esa sucesión de hechos inesperados tenía cierta justificación. Aquí no, y eso es lo que le baja notablemente la nota al filme en esta humilde columna. Sucker Punch podría haber estado mucho mejor. Estira algunas cosas, se empantana en otras, pero todo eso no sería tan malo si al menos hubieran tenido la decencia de darle tridimensionalidad a los personajes y de escribir un final como la gente. A mi juicio es un gran esfuerzo a mitad de camino, lo cual constituye un fracaso en vista de los recursos utilizados para rodarla.
Confieso que lo único que he visto de Jonathan Liebesman ha sido Darkness Falls (2003) y me pareció una idiotez total, pero de aquel acontecimiento hasta ahora han pasado 8 años y, por lo tanto, se merece el beneficio de la duda. Liebesman también ha rodado La Masacre de Texas: El Origen (2006), de la cual abundaron las buenas críticas. Ahora llega Invasión a la Tierra, Batalla Los Angeles, la que se supone es la película evento de este momento (bah, todos los filmes sobre invasiones alienígenas masivas lo son). Pero es un filme afectado por problemas tales como falta de originalidad y erróneo enfoque creativo, terminando en una experiencia ruidosa, mareante y hueca. Usualmente las invasiones alienígenas a gran escala sirven como reflexión alegórica sobre un tema en particular, o como descerebrados espectáculos pochocleros. La Guerra de los Mundos, en su versión 1953, representaba el temor de una invasión comunista. Cuando llegó la versión de Steven Spielberg, era la materialización de la ansiedad de la sociedad americana por los ataques terroristas del 11 de Setiembre de 2001. Por contra, shows monumentales como Dia de la Independencia sólo servían como excusa para desplegar CGIs en abundancia y excelentes coreografías de acción, lo que compensaban la tontería de otras escenas que figuraban en el libreto. Si hay algo que se le debe achacar a Invasión a la Tierra, Batalla Los Angeles es que se queda a mitad de camino de cualquiera de las dos opciones. Los invasores vienen a apoderarse del agua, ya que la usan como combustible para sus máquinas (¿alguien dijo Irak y petróleo?), pero la idea nunca termina de ser desarrollada como corresponde. Por otro lado, el tema es la excusa para plasmar masivas secuencias de destrucción ... que nunca terminan por ser satisfactorias en pantalla, debido a las terribles decisiones artísticas de Liebesman. El tipo adoptó la perspectiva Proyecto Blair Witch - cámara movediza rodando en primer plano todo el tiempo -, lo cual no estaría mal si no fuera porque el director desconoce las reglas de cómo se debe utilizar. La técnica Blair Witch implica: a) hay un idiota rodando todo el tiempo, sin importar lo apremiante que sea la situación; b) hay una sensación de inmersión, ya que estamos en la piel de uno de los protagonistas y tenemos la acción en primerísimo plano; c) hay un punto de vista continuo (el del camarógrafo) que, aunque se mueve, no termina por marear. Pero aquí Liebesman se despacha no con una sino con una docena de cámaras, con lo cual el efecto final es lo más parecido a ver una versión de El Proyecto Blair Witch rodada por Michael Bay: cada cinco minutos saltamos de un punto de vista a otro - siempre con la cámara sacudiéndose - y, al cabo de poco tiempo, uno termina con una migraña monumental. No sólo arruina el efecto de documental de guerra que se pretendía (Liebesman debería haber visto las escenas de combates de Dr. Strangelove para tener una idea de cómo imitar dicho estilo), sino que liquida la sensación de inmersión y continuidad. Pero además del hecho de que la fotografía apesta, Invasión a la Tierra, Batalla Los Angeles tiene otros problemas. Hay 20 larguísimos minutos iniciales utilizados para una supuesta definición de personajes que no sirven para nada. No sólo los personajes son un cliché tras otro (soldado atormentado por una tragedia que le achacan y que debe redimirse nuevamente en la acción; el latino de buen corazón; el moreno simpático, etc, etc) sino que, al usar una decena de cámaras Blair Witch, cuando comienza la acción uno no tiene ni la más pálida idea de quién muere ni cómo. Bah, tampoco es que nos importe demasiado ya que los personajes están perfilados como el demonio. Y el otro problema del filme es el propósito de la historia. Esto es La Caída del Halcón Negro, con extraterrestres en vez de somalíes. ¿Es acaso una oda a la valentía del soldado norteamericano promedio, sólo que luchando en esta ocasión contra un enemigo políticamente correcto?. El punto es que los alienígenas son tan anónimos que carecen de misterio y sólo funcionan como una fuerza opositora hecha con gráficos por computadora. Por contra, la historia se centra en los soldados, en sus conflictos internos, en sus ardientes discursos sobre el coraje y la defensa del suelo patrio ... con el detalle de que son personajes absolutamente insulsos que terminan por aburrir en el corto plazo. Quizás el mayor pecado de Invasión a la Tierra, Batalla Los Angeles es que se siente rutinaria y no entretiene. Es un compendio de clichés de filmes de guerra en donde reemplazamos a Al Qaeda, el Viet Cong y los Nazis por aliens, y el combate está en suelo norteamericano. Las refriegas están mal rodadas, la acción no es excitante, los monstruos están filmados desde 10 km de distancia, los villanos carecen de misterio, los dialogos son cliché puro reciclado por enésima vez, y la fotografía sólo da dolores de cabeza. Y la verdad es que dudo mucho que alguien puede entretenerse con un espectáculo armado de semejante manera.
A esta altura del partido no caben dudas de que el cine argentino se ha vuelto más que solvente en lo creativo, produciendo directores y libretistas de gran calidad. De treinta años a esta parte ha ganado profesionalismo y, en el caso de los guiones, ha perdido el almidonamiento que lo caracterizaba hasta la decada del setenta - los diálogos y las actuaciones son fluidas y naturales -. En ese sentido, una de las posibles definiciones sobre Fase 7 sería la de comedia costumbrista argentina con tonos apocalípticos. O una película de epidemias (al estilo de Quarantine o REC) con toques de picardía criolla. Acá no hay zombies, aclaremos eso de entrada. Lo que sí hay es un virus que es potencialmente mortal, y que parece haber sido desatado por algún grupo terrorista desquiciado. Hasta ahí llegan las similitudes con Quarantine. Lo que sigue es la situación de aislamiento (cuarentena) a la que se ven obligado un grupo de porteños típicos, la cual se estira demasiado y por la cual todos terminan por caer en una especie de "fiebre de cabina" o locura de encierro. Los viveres se agotan y la gente se pone paranoica, comenzan a atacarse mutuamente para depredar sus suministros, lo que termina por desencadenar una guerra entre vecinos. Por un lado está el viejo Zanutto (Federico Luppi), el que se ha cansado de que lo quieran atacar porque está anciano y que ahora, dotado de una escopeta, ha salido a liquidar a todo el mundo como si fuera la versión geronte de Terminator. Por el otro lado está Horacio, un paranoico en extremo que tiene un arsenal de armas y comida en su departamento, y que oficia de tutor del inoperante protagonista. Oh sí, me olvidaba de Coco (Daniel Hendler), nuestro héroe: un porteño típico - egoista, indiferente a lo que ocurre afuera (mientras no le ocurra nada a él), superficial y bastante vago - que es verdugueado todo el tiempo por la histérica de su mujer. Pero luego que la situación se dispara y se pone sangrienta, termina aprendiendo varias cosas al lado de Horacio, lo que termina por cambiarlo. No es que se haya ganado el respeto de su mujer, pero al menos es un tipo mas práctico y despierto. Es obvio que Fase 7 funciona como una alegoría del pánico local surgido por la epidemia de la gripe H1N1 ocurrida a mediados del 2009. Hay varios detalles graciosos en tal sentido, como la lavada de manos del gobierno - que no explica nada, no da provisiones, y decide aislar a todo el mundo para que se arreglen solos -, líneas de ayuda 0800 que jamás funcionan, médicos que están mas enfermos que los posibles infectados, y un montón de toques de humor criollo, como que los especialistas se sacan las máscaras anti gas para tomar mate. A esto se suma las peleas entre los vecinos, las cuales incluyen un extenso y variopinto catálogo de puteadas a la argentina, casi siempre a cargo del personaje de Yayo. Los diálogos son naturales, cómicos, y demostrativos de la idiosincracia porteña - el "no te metás" o "el dejálo así" -. Por supuesto el matrimonio protagonista es detestable - se llevan a las patadas todo el tiempo - y el libreto mete el embarazo del personaje de Jazmin Stuart como excusa para justificar de que la mujer sea aborrecible. También es cierto que Daniel Hendler es un cómodo de primer orden; y estos personajes merecerían la hoguera si no fuera que entra Yayo a jugar en el primer tiempo y logra ganarse con facilidad la simpatía del público. Además de ser una película apocaliptica a la criolla, Fase 7 es una historia de maduración: Coco terminará por transformarse en un hombre auténtico al final del viaje. El libreto es muy cómico y no solo por los costumbrismos sino porque después se transforma en una comedia violenta tipo Tarantino, con gente que se balea en los corredores y tipos siniestros con costado simpático. Al guión no le interesa explorar mucho el tema del virus sino el de la locura del aislamiento y el crecimiento como persona (entre comillas) del protagonista. Y durante el 90% del tiempo Fase 7 funciona de manera impecable. El gran problema son los cinco minutos finales, que están mal escritos. La resolución de la historia deja mucho que desear - digo yo: el mismo resultado se podría haber conseguido sin embarrar el prestigio de uno de los personajes principales ni metiendo caracteres salidos de la nada a último momento -. El otro punto que podría reprochársele al filme es que el libreto debía ser mas preciso sobre el propósito de toda la historia. Si la conclusión es que Coco se ha transformado en un hombre auténtico luego del baño de sangre, era necesario ser más explícito con ese punto, mostrando el respeto ganado frente a su mujer y hasta incluyendo un pequeño discurso final. Sino, todo esto queda en la gracia de la anécdota, cuyo único propósito es engolosinarse con los detalles de un apocalipsis a la criolla. Fase 7 es una película excelente a la cual le faltaron pulir un par de detalles importantes. Las perfomances son muy buenas, y la historia tiene suspenso y detalles muy cómicos. Es un gran comienzo para Nicolás Goldbart - un veterano editor de filmes que aquí hace su debut como guionista y director -, y esperemos pronto tener más noticias sobre él ya que tiene un talento realmente prometedor.
¿Cómo un tipo con cara de idiota puede convertirse en un héroe de acción taquillero?. La respuesta no la sé, pero la prueba la tengo a mano y se trata de Nicolas Cage. Y, lo que es peor de todo, es que el tipo es solvente en los papeles. Mi critica va, en todo caso, a que en el disparatado mundo de Hollywood todo es posible si se tiene un ego enorme. Es raro que haya visto una pelicula espantosa de Cage (salvo las de la saga National Treasure) y uno puede reprocharle que se las da de galan infalible cuando la pinta no le da, pero nadie le puede negar que el 90% de sus películas de acción son entretenidas. Y engrosando ese 90% figura Infierno al Volante. Es una road movie con toques sobrenaturales. Cage va detrás de los malos; un emisario diabólico va detrás de Cage. Nuestro héroe es expeditivo, y no queda títere con cabeza a su paso. Tampoco le importa mucho si lo que liquida son satanistas o policías cumpliendo su deber. ¿Políticamente incorrecto?. Si, y mucho. Pero desde el momento en que mata a una docena de tipos mientras hace el amor (y el quía no se distrae ni se le va la excitación), sabemos que ésta es una película gloriosamente exagerada y ridícula. ¿Para que matarse en intentar tomarla en serio?. En Infierno al Volante todo es disparatado. Cage hace cosas demenciales con los autos. Se le une una chica que es tan salvaje como él. Hay balaceras delirantes y persecuciones interminables. También hay un tipo que se hace llamar "el contador" y parece que trabajaba en la administración del infierno. Mal día para Satán: parece que se le escapó una de las almas que tenía retenida en el purgatorio. ¡Esperen!. ¿No será Nick Cage?. El libreto es un delirio de aquellos y está dirigido con brío. Era indispensable, sino la gente saldría a raudales de la sala a los cinco minutos de comenzado el filme. El tema es que la historia acumula tantos disparates que, a mitad de camino, se queda sin combustible (cuando los satanistas huyen con la chica en la MotorHome). Entonces los guionistas deciden recoger todo, barajar y repartir de nuevo. Y ahí la película comienza a declinar, simplemente porque los deus ex machina se acumulan de manera inconfesable. Amigos que aparecen de la nada, superpoderes de último momento, gente que pierde dos días de persecución pero igual llega a tiempo para el clímax... La pelicula pierde bastante de su entusiasmo y las incoherencias comienzan a salir a flote. Aún así, llega con el combustible justo para un grand finale medianamente decente. Este es un espectáculo pochoclero, así que ni nos calentemos en pedirle peras al olmo. No es Bergman (Ingmar, no Ingrid). Se le pueden reprochar dos cosas: que el villano es anodino, y que la historia se desbarata sobre el final. Por contra, la dupla central es muy buena repartiendo tiros y trompadas, y el personaje de William Fichtner es una delicia cada vez que aparece. Con todo esto, ¿qué más se le puede pedir a 90 minutos de espectáculo descerebrado y entretenido?.
Rango es un producto de curioso pedigree. Es la primera película animada de la Industrial Light & Magic (ILM), la empresa de efectos especiales de George Lucas. El que Lucas salga a competir en un terreno liderado por Pixar y DreamWorks Animación no me resulta sorprendente, ya que el estudio venía dando pasos en tal sentido: primero, con el expertise en el manejo de CGI que han adquirido en todos estos años, y luego con la producción de tiras animadas basadas en la nueva trilogía de Star Wars - como Star Wars: Guerras Clonicas -. A esto se suma que la empresa - a través de sus múltiples emprendimientos, como es el caso de los videojuegos - había mostrado históricamente su predilección por realizar parodias de género (con títulos como Grim Fandango, Monkey Island o El Día del Tentáculo). La buena nueva es que el debut digital de la ILM recorre un camino fresco y nuevo, y se aparta de la desgastada rutina de generar subproductos basados en la mitología de Star Wars o Indiana Jones. Pero hay mas detalles interesantes. El libretista es John Logan, que no es un tipo sacado de Pixar o Dreamworks Animación sino un curtido guionista con obras del calibre de Gladiador, El Aviador, El Ultimo Samurai o Sweeney Todd bajo el brazo. Y al mando pusieron a Gore Verbinski, quien trajo a bordo a parte de la troupe de Piratas del Caribe - como Johnny Deep y Bill Nighy - para que pusieran las voces. Es decir, ninguno de los involucrados tenía experiencia en filmes de animación y, en contra de las expectativas, terminan generando un filme realmente notable. Rango es un canto de amor al western. Hay homenajes aquí y allá - algunos más camuflados que otros - de clásicos del oeste. Pero los más evidentes detallan una fuerte inspiración en la trilogía del Dólar de Sergio Leone: hay otro forastero anónimo (el camaleón toma el apodo de Rango luego de leerlo en una marca de zapatillas) que llega a un pueblo a impartir justicia, hay un asesino idéntico a Lee Van Cleef (Vibora Jake, interpretado por Bill Nighy); hay cabalgatas sobre el Sol naciente; y hasta hay un cameo del "pistolero sin nombre" (el personaje que hacía Clint Eastwood en los filmes de Leone), que figura aquí como el "espíritu del oeste". Si uno la analiza al detalle, Rango es más simpática que cómica. Los personajes están bien construídos y tienen gracia, pero no son hilarantes. Es cierto que el camaleón hace de comic relief y tiene sus momentos pero el filme funciona más como un western tradicional al que le insertaron pasos de comedia con calzador. Esto se nota especialmente en la segunda mitad, en donde prácticamente es lineal y tiene algunos momentos cuasi dramáticos. Ojo que esto no es desmerecer el filme, de ningún modo!. La película es deliciosa e inteligente, y tiene momentos de sublime inspiración como la secuencia en el desierto (cerca del climax), en donde el héroe comienza a tener epifanías de todo tipo y color. Allí es cuando Rango abandona la parodia y encuentra vuelo propio. Es cierto que, a estas alturas, todas las historias sobre el lejano oeste ya han sido contadas, pero Rango encuentra su propio camino. Como película de animación, creo que es bastante compleja y adulta, y sobrepasa un poco la capacidad de entendimiento de los más chicos. Hay secuencias de comedia slapstick insertadas con calzador como para que los más pequeños no se aburran (y algunas de ellas son las que arruina el final), pero la historia tiene tantos niveles que entretiene a todos por igual... aunque nosotros - los más grandes y que tenemos una idea del cine western - la disfrutaremos aún más.
En 1978 la Piraña producida por Roger Corman y dirigida por Joe Dante no era más que otro flagrante intento de copiar el éxito de moda Tiburón (1975), sólo que con criaturas carnívoras amazónicas mutantes. A Piraña le siguió la infaltable secuela Piraña II (1981), dirigida por James Cameron, y que todo el mundo terminó por odiar. Los amables pececillos fueron al desván de los recuerdos hasta que los resucitó Corman para una remake hecha para el cable en 1995, y desde entonces han estado dando vueltas por los estudios, esperando por una nueva remake pero con mucho mayor presupuesto. La espera ha llegado a su fin, y ahora nos llega esta versión de la mano del francés Alexandre Aja, el mismo de la remake de El Despertar del Diablo y Alta Tensión. Aja no sólo cumple con las expectativas, sino que se despacha con una auténtica opera gore, llena de tripas, tetas y chistes atroces, lo que encamina a Piraña 3D a convertirse en un auténtico objeto de culto. Lo cierto es que esto no es una remake, siquiera una secuela de los títulos de Corman, y opta por ser una historia completamente nueva que usa al depredador amazónico como la excusa de turno. Ya no está el solitario borracho, la detective privada, ni siquiera el proyecto militar experimental que daba pie a las criaturas mutantes de turno en la Piraña de 1978. Por contra, se despacha con una historia prototípica a lo Tiburón, mechada con algo de humor, hasta que termina por desatarse sobre el final. Como se trata de un chiste bien contado, el 70% inicial de Piraña 3D es bastante lineal y serio, aunque hay algún que otro guiño aquí y allá, anticipando de que las cosas van a desembocar de una manera radicalmente diferente a lo esperado. Comenzamos por el cameo de Richard Dreyfuss - que hacía de biólogo en Tiburón -, y que aquí figura como un pescador que se convierte en el desayuno de los peces prehistóricos. Después está el nieto de Steve McQueen en el protagónico, aunque en verdad el pibe es algo blando y mucho el cuero no le da para llenar la pantalla. Haciendo de su madre está Elizabeth Shue (¿qué le pasó a esta mujer, que parece una abuela y ahora protagoniza filmes como éste?), que vuelve a juntarse con Christopher "Doc Brown" Lloyd como para recordar los tiempos en que ambos correteaban en el DeLorean de Volver al Futuro. Hay un productor de programas eróticos para cable - Jerry O´Connell, más sacado que nunca - que vive corrompiendo a todas las chicas que lo rodean, y que sirve de excusa para mostrar primerísimos planos de tetas y culos en 3D (perdón el francés), con lo cual la audiencia masculina aúlla. Lo que le pasa a estos personajes es bastante predecible - sheriff que descubre la verdad, pueblo turístico en plena temporada, gente que desoye las advertencias, etc -, lo que sirve de excusa para ver cómo unas alucinantes pirañas CGI devoran todo lo que encuentran a su paso. Como todo chiste narrado con clase, Piraña 3D viene a media máquina con tal de ir preparando momentum, el cual que termina por explotar en el último acto - el remate - y de una manera gloriosamente sangrienta. Esto no es un climax dramático a lo Tiburón, sino un show de muertes groseras, sorprendentes y cómicas, filmadas en alucinante carmesí. Si uno tuviera que comparar a Piraña 3D con algún título de estilo semejante, sería con Terror a Bordo (Serpientes en el Avión), sólo que en una versión imaginaria rodada por Tarantino y Robert Rodriguez. Piraña 3D no disimula en lo más mínimo sus intenciones exploitation - hay mujeres desnudas a rabiar y, cuando tiene que mostrar carnicería, no escatima en recursos -, se regodea con ellas, y termina por cumplir con creces todas las expectativas creadas. Nada de subtexto intelectual; tetas y gente devorada viva es la agenda del filme, y la honra en toda su gloria. Piraña 3D es más que recomendable. Es cierto que durante los dos primeros tercios la película va por lo previsible y parece tomarse muy en serio a sí misma, pero en el último acto se destapa de gran forma y compensa la espera. Ya hay una secuela en carpeta, algo que desde ya me hace agua la boca en vista de la calidad de esta entrega.
El Exorcista puso la palabra de moda en 1973 y, a partir de entonces, la historia del cine de terror jamás volvió a ser la misma. Quizás el impacto del filme pasara por dos aspectos: la inocencia violada de la protagonista, y la cercanía del mal a nuestro mundo, mucho mayor de lo que nosotros imaginábamos. Lamentablemente luego del filme de William Friedkin nadie ha podido hacer algo decente con el tema (a excepción de alguna que otra secuela oficial) y, en los últimos años, comenzaron a tantear con otros enfoques para intentar darle un punto de vista fresco al género. El Rito se suma a otros filmes - como El Exorcismo de Emily Rose -, que tratan el tema desde una perspectiva cuasi documental, afirmando que todo lo visto en pantalla está basado en hechos reales (ja!). Aquí el filme se basa en un libro escrito en el 2009, en donde el periodista Matt Baglio cubrió parte de la vida del padre Gary Thomas, y registró numerosos testimonios de los exorcismos celebrados por el cura durante su iniciación en el tema. Lo que debe haber sido apasionante en el papel termina siendo destrozado bajo el peso del cliché hollywoodense. No sólo el personaje de Gary Thomas es transformado de un amable cincuentón a un bello mozalbete de veintipocos años (y el periodista sufrió un cambio de sexo y se transformó en la impactante Alice Braga), sino que todo el shock y todo el debate intelectual del tema ha quedado reducido a cenizas debido a la incompetencia del director y del guionista. Y eso que Mikael Hafstrom había dirigido algo tan potable como 1408... El primer problema del filme pasa por su identidad. El Rito se debate entre ser un relato autobiográfico, un filme de terror o una película de debate metafísico. Todo lo que pasa en pantalla es bastante anodino - la vida del héroe es aburrida, no hay shocks, y ni siquiera hay alguna discusión intelectualmente apasionante -, y uno espera que aparezca pronto en escena Anthony Hopkins como para ponerle un poco de pimienta a la cosa... pero la presencia del inglés tampoco termina por hacer despegar el relato. El otro defecto importante es la construcción de la credibilidad, la cual requiere tiempos que el filme no le permite. Nuestro héroe no quiere ser funebrero y se mete de cura. A los cinco minutos no tiene más fe y quiere abandonarlo todo ... y alguien le dice: a) que todas las iglesias norteamericanas tendrán la obligación de tener un exorcista en sus filas (como si estuviera previsto que va a haber una epidemia de posesiones!); b) que nuestro héroe, el tipo más descreído del mundo y que lleva 5 minutos dentro del seminario, es el más adecuado para irse a Roma y tomar una seminario sobre exorcismo en El Vaticano. Es como si mandaran a mi primo de 8 años - al que le gusta jugar con naves espaciales - a que tome el curso de ingeniero nuclear de la NASA, por poner un ejemplo. Los problemas de credibilidad interna del relato no termina ahí. Al curso secreto sobre exorcismo puede asistir cualquiera, inclusive una periodista que piensa publicar todo (!!!). Ella y nuestro aburrido protagonista van a parar a la casa de Anthony Hopkins... quien hace de Anthony Hopkins. El primer exorcismo es absolutamente insulso, carente de clima y, para colmo, es interrumpido por una llamada de celular. Ni los mismos curas respetan al demonio. En realidad la gran falla de El Rito pasa por la falta de clima. En ningún momento sentimos que estamos entrando en terreno prohibido, o que estamos viendo algo shockeante o sorprendente. Ya no digo de reiterar cosas como vómitos verdes o cuerpos flotando en el aire (algo sobre lo que bromea el mismo Hopkins en la pelicula). Es cierto que la interpretación física del exorcismo está bien hecha y debió ser extenuante para los actores ... pero todo esto está rodado sin misterio. El demonio no asusta sino que es un ventrílocuo malo y sin gracia. Y el climax bordea lo absurdo, simplemente porque el más curtido y experimentado cae en el lado oscuro y el novato descreído debe rescatarlo. Es un climax forzado y hollywoodense, pero ni aún así logra agregarle algo de adrenalina a la película. El Rito es decepcionante. Todo lo que expone está a medio cocinar, y no termina de ser satisfactoria ni siquiera como un vulgar pasatiempo de hora y media de duración. Mi consejo: espere a que la den por cable, y ahórrese el dinero, tanto de la entrada como del alquiler de la película.
Engendro mutante. Así se podría definir a la versión 2011 de El Avispón Verde. No es que sea una atrocidad inmirable, pero tampoco hace las cosas demasiado bien. En todo caso el mayor problema con esta adaptación del héroe radial creado por George W. Trendle en 1936 (y cuya historia de origen contamos en la review del filme de 1976), es que el ego del productor, guionista y protagonista Seth Rogen ha inundado todo el proyecto hasta pulverizar toda demostración de personalidad y talento de los artistas involucrados. Cuando Rogen está distraído o callado, el director Michel Gondry amenaza con convertir a El Avispón Verde 2011 en una película decente a través de raptos de imaginería visual... pero esos esfuerzos apenas duran un puñado de minutos y el milagro nunca termina por darse. Y siempre terminamos por regresar a las garras de Rogen mientras deseamos que algun villano le dispare una bala en la cabeza o algún directivo de la Columbia se de cuenta de lo que ocurre, lo despida y ponga a otro tipo más centrado en el puesto de protagonista y libretista. Seamos sinceros: esta adaptación olió a podrido desde el principio, desde el momento que escuchamos que a algún alto ejecutivo de estudio de Hollywood se le ocurrió que Seth Rogen - el mismo tipo de Superbad y Pineapple Express - debía estar a cargo de una nueva versión de El Avispón Verde. Rogen comenzó a buscar socios para la aventura pero la gente huía del proyecto - como Stephen Chow, atachado en algún momento como co protagonista y director, o Nicolas Cage, eventual candidato para el papel del villano - y, de algún modo, consiguió que tipos tan talentosos como Michel Gondry (de Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos y La Ciencia del Sueño) así como Christoph Waltz (Bastardos Sin Gloria) se subieran al carro. Bah, los inundaron con dólares como para anestesiar sus remordimientos de conciencia. Seamos claros: yo no tengo problemas con Rogen ni con el estilo de su humor (he disfrutado mucho de sus filmes), ni con el concepto de que El Avispón Verde sea reimaginado como comedia. Pero unir ambas cosas suena a bizarro e incompatible. Los puntos de rechazo pasan porque a) el humor drogón y fiestero de Rogen no es el más adecuado para una sátira de super héroes; b) un tipo feo, gordito, blanco teta, con dientes desparejos y físico fofo es la antítesis del modelo mental que uno se hace del personaje, y que se basa en la interpretación que hizo Van Williams para la serie de 1966. Rogen no es un actor camaleónico (ni siquiera es uno con cierto rango), y como libretista es bastante limitado. Lo suyo es siempre lo mismo y aquí lo demuestra. Seth Rogen hace de Seth Rogen, mira tetas, culos y hace chistes desubicados, y aún estando más flaco no logra dar con el perfil de heredero millonario convertido a superhéroe. Cada vez que Rogen está en pantalla pasa desapercibido como un travesti en un colegio de monjas. Y llega hasta un punto en que bordea lo irritante. Porque Rogen se escribe parlamentos muy largos y algunos de ellos son anodinos. La cámara se centra demasiado en él, y el resto (con la excepción de Jay Chou, que se la apaña para tener algo de luz propia) desaparece en su sombra. Ni Cameron Díaz ni Tom Wilkinson ni Christoph Waltz ni Edward James Olmos pueden hacer algo con sus personajes. Están muy mal escritos y sólo son figuras decorativas para que Rogen dispare sus seudo genialidades. Todo esto me hace acordar a las comedias de Adam Sandler, en donde el bufo contrata grandes actores en decadencia para denigrarlos de todas las maneras posibles. Acá Rogen no los rebaja directamente, sino que los desmerece de manera más sofisticada. Cualquier actor de segunda o tercera categoría podría haber ocupado esos papeles y no habría afectado en lo más mínimo la efectividad del filme. ofertas en programas y utilidades en Drivers Argentina - click aqui El otro problema que lastra seriamente a El Avispón Verde 2011 es que ni siquiera Britt Reid es un personaje mínimamente interesante. Es un fiestero drogón que se mete a super héroe sólo porque busca una vida más excitante, y ni siquiera es un tipo convencido de su causa justiciera. Para colmo, es un super héroe absolutamente incompetente, ya que todos los méritos se los lleva Kato (¿dónde se vió a un mayordomo con conocimientos de ingeniería y que pelee como los dioses?). No hace un plan como la gente, no diseña nada, no pelea de manera decente, ni siquiera es valiente. En realidad todo el heroísmo de la película pasa por Jay Chou, y Rogen se dedica a meter chistes en cualquier situación, sin importar lo abominable que sean. Por suerte hay momentos en Rogen se calla o no está en escena, y es cuando Michel Gondry toma las riendas visuales de la película. Gondry se las apaña para crear persecuciones y peleas excitantes utilizando todos los medios posibles - desde pantallas divididas hasta un Kato Vision que es una mezcla entre las peleas mentalmente planificadas de Sherlock Holmes y el bullet time de Matrix -, y logra despacharse con un delirante clímax. Pero el manejo de Gondry también termina por refrendar los problemas internos del filme, y es que nunca termina de ser exitoso en ningún aspecto. Tras una gran persecución viene un momento de forzada seriedad o de comedia mediocre, la historia nunca termina de enganchar a la audiencia, los personajes son anodinos, y la trama (llegado un punto) termina por hacerse eterna. 119 minutos de Seth Rogen termina siendo demasiado. Por donde se la mire El Avispon Verde 2011 es mediocre. Es un licuado de ideas y estilos que no termina de cuajar, comenzando por un intérprete inapropiado para el papel principal y siguiendo por un libreto plagado de personajes superficiales. Es cierto que hay algunos momentos graciosos o excitantes, pero son los menos. En lo personal le diría que la deje pasar hasta que aparezca en video o, mejor aún, que la emitan por cable. Es un filme que uno puede ignorar olímpicamente sin haberse perdido nada demasiado importante en la vida.
Hablar de Uruguay haciendo cine, es como hablar de un equipo jamaiquino de carreras sobre hielo. Bah, lo último existió y lo primero está ocurriendo. Siendo uruguayo, lo único que se hizo en el país (que yo recuerde) eran rarezas tales como Los Tres Mosqueteros (1945) con Armando Bo (rodada en el Parque Rodó y siglos antes que Bo decidiera mostrarle los flotadores de Isabel Sarli a medio mundo), El Lugar del Humo (1979) (un bodrio por el cual importaron a la única estrella internacional uruguaya, George Hilton), y Guri (1979). Y luego vino un apagón, y la industria cinematográfica uruguaya dejó de producir películas. Por supuesto, luego pasó mucha agua bajo el puente; yo me vine a Argentina, en Uruguay volvió la democracia, y los nuevos gobiernos terminaron por generar nuevas leyes para estimular el séptimo arte en la Banda Oriental. Y entre toda esa gente que se acercan al ICAU en busca de un préstamo para financiar su proyecto cinematográfico, apareció una dupla que venía con idea de rodar una película de terror. Y si hay algo más raro que hablar de cine uruguayo, es hablar de cine uruguayo de terror. Y hablar de una buena película uruguaya de terror. Es el caso de La Casa Muda, una auténtica rareza a la que presentaron en varios festivales (como en Cannes) y a la gente le gustó. ¿Y saben por qué les gustó?. Simplemente porque es efectiva. Acá los guionistas se basan muuy libremente en un hecho real ocurrido en los años 40. ¿Qué pasó entonces?. No importa, no interesa. En los años 40 no existían cámaras Polaroid, lo que es un detalle importante de la trama, así que la idea básica debió haber sido "muertes extrañas en una casa abandonada" y "un misterio que no se resolvió nunca", y el resto es pura imaginación de los libretistas. Acá hay un padre y su hija que son contratados por un estanciero para que arreglen una casa que el tipo está por vender. Llegan a la tardecita, se trancan, se ponen a dormir y empiezan los ruidos. La chica entra en pánico, manda a su padre a investigar, y al viejo lo tumba alguien... o algo... en el primer piso. Como la chica queda enclaustrada en la casa, debe ir al primer piso a recuperar las llaves que tenía su padre. Y, como lo que sea que anda arrastrándose allá arriba no quiere que se vaya, comienza a perseguirla sin cesar para poder atraparla. La película es dispar pero muy efectiva. Está rodada en digital, así que se ve impecable aunque el sonido (en especial, de los diálogos) deja mucho que desear. Es como que le faltaba un doblaje en post producción, ya que la cámara se aturde con el sonido ambiental y es muy débil para registrar la voz humana (igual, hay pocos diálogos que atender, pero...). Las perfomances son buenas, en especial la de Florencia Colucci que está en frente de cámara el 90% del tiempo y debe pasar por todos los estados anímicos posibles. Pero en donde La Casa Muda basa su efectividad es en el manejo de cámara; la película está rodada en una sola toma (bah, hay cortes invisibles al estilo de La Soga de Hitchcock, ya que la filmación real llevó cuatro días) y en primer plano tipo El Proyecto Blair Witch. No, no hay un protagonista nabo con la cámara rodando todo el tiempo; es como una cámara fantasma que flota alrededor de la chica y la sigue a todos lados a donde va. Debo admitir que el filme tiene su cuota de momentos muertos, en donde la chica examina todo lo que encuentra (absolutamente todo) y a veces con demasiada lentitud. Por su parte, esto contribuye a crear clima. Cuando Florencia Colucci se ve obligada a buscar las llaves en el pantalón de su padre - al cual todos damos por muerto -, el filme entra en una espiral de suspenso creciente. Y la siguiente hora es una auténtica montaña rusa de emociones, en donde uno pega unos repingos increíbles. La tensión que provoca el efecto de toma continua es inenarrable. La primera hora es formidable porque se reduce a la chica intentando salir a toda costa de la casa, y siendo acosada desde los rincones por sombras y manos que salen de la nada. Con un libreto tan minimalista, Gustavo Hernandez genera algunos shocks realmente efectivos. Pero la narración resiente un poco de su credibilidad debido a que cada secuencia de impacto funciona como un compartimiento estanco, lo cual no es natural. Por ejemplo, una de las mejores escenas tiene lugar cuando la chica queda encerrada en una habitación y se le rompe la linterna, con lo cual lo único que tiene para iluminarse son los flashes de la cámara Polaroid que encontró. Ni qué decir de las cosas horribles que ve en cada llamarada del flash (demás está decir que con cada fogonazo ve cosas espantosas). Cuando la protagonista logra salir del cuarto y se pasa al siguiente, en vez de huir corriendo por toda la casa decide quedarse a investigar unos objetos extraños que acaba de encontrar. Perdón, pero ¿no es que había monstruos en el cuarto de al lado y queriendo atraparla?. En donde la efectividad de La Casa Muda se diluye bastante es en el último acto. (alerta spoilers). El guión decide despacharse con una serie de indicios, dando a entender que todo lo que ocurre es fruto de una mente afiebrada. Es natural que los filmes de fantasmas se puedan interpretar en términos sicológicos, pero aquí las señales son bastante explícitas y arruinan el clima de shock. Al parecer el padre de la chica y el estanciero se mandaban sus fiestitas sexuales en la casa y todo lo documentaban con la Polaroid; cuando la muchacha descubrió las fotos, terminaron por saltarle los fusibles. Al momento en que las evidencias aparecen, los protagonistas empiezan a hablar y - lo que es peor de todo - la cámara queda estática en uno de los intérpretes (como si fueran sus ojos). Es en ese instante en donde La Casa Muda devalúa gran parte de los activos que había conseguido. Primero, porque se trata de un cambio de reglas (en especial la cámara testigo), como si fuera otra película distinta que hubieran empalmado con ésta; y, segundo, porque se transforma en algo demasiado standard. No es que lo que hay en pantalla sea malo, pero tiene tufillo a trampa, y arruina el impacto de la revelación sobre lo que pasa realmente en la casa. (fin spoilers). La Casa Muda es muy recomendable. Los yanquis ya tomaron nota y se despacharon con su remake, Silent House (2011) con Elizabeth Olsen (burp!). Aún con sus problemas menores, es un filme de terror efectivo. Y sí; es uruguayo.
Anodino. Esa palabra sintetiza la experiencia que supone ver Las Cronicas de Narnia 3: La Travesía del Viajero del Alba. Es un filme plagado de personajes aburridos, viviendo aventuras aburridas y enfrentándose a peligros poco excitantes. En el climax la pelicula levanta un poco la puntería, pero los deus ex machina y las explicaciones estúpidas del momento arruinan los escasos méritos que intenta apuntar el director Michael Apted sobre la hora. Y, como todo el mundo coincide en opinar, éste debería ser el último y definitivo clavo del ataúd que sepulte esta lánguida saga de fantasía que nunca terminó de convencer a nadie. Hace rato que la franquicia Narnia viene con problemas de rendimiento en taquilla vs costos de producción. Principe Caspian - el segundo filme - recaudó muy poco en comparación a la inversión requerida, y la gente de la Disney decidió deshacerse del clavo, vendiendo la saga a la Fox. Al menos los nuevos productores trajeron a un director más competente - Michael Apted, el mismo de El Mundo no Basta y La Hija del Minero -, aunque tampoco es un tipo que sepa demasiado de cine fantástico. Pero el problema no es Apted, que aquí hace lo que puede con el material; el problema pasa por el texto original, que es insulso, y por la decisión de respetar a rajatabla el tono infantil de la serie. Aquí se dan maña para hundir una fórmula a prueba de balas, como suele ser las odiseas de corte fantástico - al estilo de los viajes de Sinbad o los viajes de Ulises, con los aventureros recorriendo medio mundo y recogiendo fragmentos de algún artefacto mágico para derrotar al villano todopoderoso de turno -, en donde cada episodio da lugar a un enfrentamiento entre héroes y los monstruos que amerite la ocasión. Uno ve el diseño del barco, la tripulación conformada por humanos, minotauros y otras criaturas fantásticas, y cruza los dedos para que saquen algo potable de allí... algo que nunca termina por concretarse. Cada isla que visitan los viajeros es la excusa para una deprimente secuencia de acción o para la presentación de unos aberrantes personajes secundarios (como los duendes invisibles de una sola pierna!!). El libreto poda a la troupe de personajes principales a la mitad - lo que le da aire para su desarrollo -, pero le añade un par de caracteres irritantes como el primo de los Pevensie o la rata parlanchina y mosquetera con lo cual lo único que hace es retroceder puntos. Esta gente habla todo el tiempo ... y no resulta interesante en absoluto nada de lo que dicen. Si los libretistas hubieran tenido los testículos bien puestos como para podar personajes ridículos (léase animales que hablan), incluír algunas muertes (ya que aquí todo es demasiado aséptico) y diluir todo el trasfondo de la alegoría cristiana, Las Cronicas de Narnia 3: La Travesía del Viajero del Alba podría haber funcionado y la saga se hubiera reinventado con éxito. Aquí se aplican las palabras de Albert Einstein, quien decía que uno no puede pretender resultados diferentes si siempre hace lo mismo. Toda la historia es episódica, ninguno de los capítulos es muy interesante, se meten deus ex machina a cada rato - la inclusión con calzador de Aslan es atroz -, y en ningún momento da la sensación de ser algo medianamente excitante. Si la saga de Narnia era un fracaso camuflado, creo que este es el momento del sinceramiento y de bajar la persiana. Es lo mínimo que piden las desprevenidas víctimas que han gastado parte de sus ahorros para ver bodrios como éste.