A James Cameron le gusta “inspirarse” (por poner un término diplomático) en las ideas de otra gente. Por ejemplo Avatar era Danza con Lobos en el espacio. O Terminator, que era un reciclado del capítulo The Soldier de la serie sesentosa The Outer Limits. Lo que lo salva a Cameron del escarnio es que el tipo elabora las cosas de manera mucho mas sofisticada e interesante hasta el punto de darles su propia estatura intelectual aunque la influencia sea obvia. En el caso de Terminator: Dark Fate, Cameron ha decidido hacer su propia Star Wars: El Despertar de la Fuerza; es decir, reciclar por completo el argumento de un estamento anterior de la franquicia, reemplazar el villano de siempre por un genérico sucesor, y poner a un par de protagonistas históricos como estrellas invitadas. Pero a diferencia de The Force Awakens – donde ni Han Solo ni Leia se sentían como los mismos personajes que 40 años atrás protagonizaron la saga -, el regreso de Sarah Connor y el T-800 de Arnie si se sienten auténticos y como una verdadera evolución de sus caracteres. Entre eso y la formidable dirección de Tim Miller – mostrando que en la primera Deadpool el talento no estaba solo del lado de Ryan Reynolds – convierten a Terminator: Destino Oscuro en una de las mejores y mas dignas entradas de la saga desde… sip, Terminator 3: Rise of the Machines, la cual estoy dispuesto a defender aunque sea su único partidario en todo el planeta. Después del desastre de Genisys, la gente de Skydance se puso a hacer números y, aunque la última entrega de la saga decepcionó en USA a nivel crítica y taquilla, recaudó mas que bien a nivel internacional. Los tipos decidieron que la franquicia aún tiene dólares para ordeñar, sólo que precisa un enfoque mas fresco y honesto, y por eso decidieron contratar a James Cameron – el creador de la saga original y director / libretista de las dos primeras (y memorables) entregas – para que supervisara todo. Cameron decidió saltearse las últimas tres secuelas – cada una de las cuales tiene alguna que otra virtud pero que no excitaron ni a los fans ni a la prensa especializada – y se mandó con un soft reboot donde sólo son validas Terminator y Terminator 2: El Día del Juicio Final. Si bien Arnie siempre fue de la partida, la gran novedad era rescatar del geriátrico a Linda Hamilton, la cual últimamente sólo había hecho algunas cosas horribles para The Asylum y no quería saber nada sobre volver a actuar. Miller hizo un esfuerzo titánico para convencerla – no sólo iba a hacer de viejita badass sino que debía hacer un esfuerzo físico enorme para que sus acrobacias resultaran creíbles, como la versión geronte de aquella formidable guerrera de T2, la que tenía mas tubos que el propio Schwarzenegger – e incluso puso la condición de que, si Hamilton no aceptaba, el proyecto se cancelaba o él directamente renunciaba. Pero las cosas se dieron con el viento a favor y la presencia de Cameron aseguró la calidad suficiente para que todos estuvieran de vuelta y se obtuviera un buen presupuesto para esta nueva intentona de resucitar la saga. Para hacer que esto funcione el primer sacrilegio que debían cometer era liquidar a John Connor, porque el personaje estaba en manos de Edward Furlong – el cual era genial hace 28 años pero ahora es un cuarentón hiperquemado por las drogas, un tipo que se vino abajo y que apenas es una pálida sombra del personaje que fue -. En los cinco minutos iniciales – y así de la nada – aparece un Terminator y liquida a una versión joven de Furlong en lo que se trata de un flashback de 1998. La teoría indica que, cuando Connor y su pandilla destruyeron Cyberdyne en T2, el surgimiento de Skynet quedó abortado y no hubo Día del Juicio Final, genocidio ni dominio mundial a manos de las máquinas. Pero antes de su extinción Skynet mandó tantos T-800 a tantas épocas diferentes como pudo, razón por la cual Sara Connor dedicó el resto de su vida a exterminarlos apenas llegaban. ¿Y cómo lo sabía?. Porque tenía la ayuda de un amigo anónimo que le mandaba mensajes de texto con las coordenadas, fecha y hora del lugar en donde aparecería un T-800 recién salido del horno. Cuando Terminator: Dark Fate se mete a explicar los viajes en el tiempo, las paradojas y los caminos alternativos, suena tan convincente como Avengers: Endgame: o sea, en absoluto nada creíble y directamente rebuscada. Si la cosa no te ofende es porque cuando aparecen el nuevo Terminator (un mexicano!!) y la nueva defensora del salvador de la humanidad (Mackenzie Davis), los dos se dan murra con todas las ganas, dando lugar a persecuciones geniales y peleas sangrientas. Las novedades pasan por tres frentes: el nuevo Terminator se puede desdoblar en un exoesqueleto y un robot líquido actuando por partida doble; la defensora del elegido es una chica mejorada con implantes biónicos, la cual puede ser tan badass como un Terminator pero sólo por tiempo limitado antes que la energía se le agote y la infección de las heridas le afecte; y la elegida resulta ser una mexicana (!!!) que labura en una planta automotriz y que en el futuro va a ser la líder de la rebelión humana. Pero no contra Skynet sino contra una versión paralela y mejorada llamada la Primera Orden… digo, la Legión. Como Miller filma como los dioses y como todos exudan carisma, la primera hora de Dark Fate es súper excitante. Hamilton es una Sarah Connor consumida por el odio y el alcohol, lamentando la muerte de su hijo después de tantas décadas, una mujer quemada por la vida y la decepción y dedicada exclusivamente al trabajo del exterminio periódico de robots… lo cual no constituye ninguna catarsis para cerrar el duelo de su hijo. La Hamilton / Connor no es la protagonista sino un Deus Ex Machina de lujo que aparece cuando a la Davis se le agotan las Duracell. Entre ambas mujeres hay pica, y la idea de que una obrera mexicana sin ninguna cualidad destacable sea el objetivo supremo de los robots asesinos es simplemente desconcertante. Sí, puede que genere otro líder a lo John Connor pero… ¿qué diantres le va a poder enseñar, aparte de cómo preparar tacos y burritos?. Lo gracioso de todo este soft reboot es que la suerte de la humanidad está en las manos de una inmigrante, una “espalda mojada” como menosprecian los sureños estadounidenses y que aquí se ve obligada a pasar por todos los feroces controles migratorios impuestos por Trump, sean cárceles masivas, el infame muro fronterizo, la discriminación por la raza y un largo etcétera. Cameron se da el gusto de darle un formidable cachetazo a Trump enrostrándole toda su estupidez racista, e incluso poniendo al Terminator de turno (Gabriel Luna, el Ghost Rider 2 de Marvel’s Agents of SHIELD, que hace de exterminador educado, burlón, urbano y hasta cruel cuando la ocasión lo amerita) como un mexicano mas que, en medio de su misión, termina dándole su merecido a un montón de policías estadounidenses. Hay algo catártico en todo eso, algo que no veía desde las épocas del blaxploitation donde los morenos oprimidos en la vida real encontraban satisfacción al ver ficticios héroes negros pateándole el trasero a los racistas policías blancos. Acá Cameron hizo una mexploitation, camuflada de secuela de su saga mas famosa. Si la primera hora es genial, la segunda no lo es tanto porque la cosa se empieza a deshilachar. El problema no es la entrada de Arnie ni el justificativo de por qué existe, se ve viejo y civilizado en el 2019 (el tal “Carl” que se ve ridículo en los trailers pero que en la película su presencia está mucho mejor explicada por las ocurrencias del libreto), sino porque las secuencias de acción ya son disparatadas, porque los protagonistas humanos hacen algunas proezas físicas imposibles, porque la protegida de turno empieza a arengar la tropa como si supiera pelear (aunque es incapaz de limarse las uñas) y porque hay un par de Deus Ex Machina que eran innecesarios, en especial respecto a las armas posibles para detener al imparable Rev-9 de Gabriel Luna. El clímax es menos convincente que en ocasiones anteriores, y a veces los números – en especial relativos a los años de aparición y de edad de los protagonistas – parecieran no cuadrar. (alerta spoilers) Sobre Arnie lo que diré es que la idea de un T-800 evolucionado y hasta humanizado suena genial y propia de James Cameron. Sin propósito en la Tierra y fuera de su época, lo que hizo este tipo (con tanto tiempo al p…) fue adaptarse, aprender y hasta crear su propia conciencia. El cómo se adaptó da lugar a un par de chistes para que se luzca Arnold, aunque toda la idea suene traída de los pelos. Pero como es la excusa para que Schwarzenegger vuelva a pisar la pantalla (incluyendo patada indirecta a su vida privada real, teniendo una pareja y un hijo adoptado latinos!), la tildo de tolerable y sigo adelante (fin de spoilers). Si éste es el final de la saga, me parece mas que digno. Para los fans decepcionados por las últimas entregas, éste es un sucesor pleno de méritos a pesar de algunas ocurrencias truculentas del libreto. Y si hay alguna secuela mas con la Hamilton en el rol principal me anoto, siempre que Miller y Cameron sigan en el comando creativo porque está visto que son los únicos que saben cómo hacer una película decente (y entretenida) de Terminator en los 28 años que pasaron desde Rise of the Machines (o T3, en mi humilde opinión).
A veces el todo y la suma de las partes son cosas distintas. Como ocurre con Joker, la historia de origen del archienemigo de Batman dirigida por Todd Philips y protagonizada por Joaquin Phoenix. Philips sintoniza al Martin Scorsese de los 70s – en donde Nueva York era un pozo putrefacto de corrupción y violencia, un escenario tóxico que terminaba por engendrar a dementes como Travis Bickle y Rupert Pupkin (de Taxi Driver y El Rey de la Comedia respectivamente) – pero no tiene el nivel de Scorsese. He aquí un melodrama urbano sobre la agresión diaria y constante que sufre un perdedor con aspiraciones excesivas (ser un comediante exitoso de stand-up) y que terminan por empujarlo al abismo… y mas allá. Tomando nota de The Killing Joke, la vida de Arthur Fleck es un infierno hasta que un día su cerebro estalla. Basta tener un mal día para que uno se convierta en el mas violento de los sicópatas. Cómo encaja Joker en el canon del Batman fílmico es un misterio. Ambientada en 1981 – en las épocas de las andanzas de Bickle y Pupkin -, los 38 años de diferencia con la próxima versión del encapotado suenan abismales… pero, vista como una aventura stand alone del villano mas popular del mundo del comic, la idea no es mala. Lo que sí, el ambiente de época está logrado tomando no solo notas de la fotografía de los títulos ya mencionados de Scorsese sino también de Contacto en Francia y Shaft. Es un thriller setentoso en donde la Nueva York histórica / Ciudad Gótica de turno es un infierno plagado de basura, graffitis y carteles de neón de los cines para adultos. visita Portal SSSM / Arlequin - critica de cine fantastico y de culto - click aqui Ciertamente Joker no está libre de clichés. Que Fleck esté al borde de la insanía mental por los abusos sufridos cuando era niño y que ahora, sin un dolar en el bolsillo, vive en pensiones de mala muerte y acude al servicio comunitario en busca de soporte sicológico (que es cortado por una huelga) es algo de manual. Sobreviviendo como payaso, viviendo con su madre inválida y teniendo sentimientos contrapuestos con la madre soltera que tiene de vecina (Zazie Beetz), su vida sufre un vuelco cuando una pandilla de menores lo asalta y lo golpea. Un compañero de trabajo le da un arma para defenderse y, al tener un entredicho en el metro, termina asesinando a tres corredores de bolsa. Claro, son los tiempos de Reagan, de los yuppies, de los devoradores y descuartizadores de empresas quebradas como Donald Trump, y la muerte de los brokers, de pronto, lo vuelve una figura popular. Hay una guerra subterránea entre pobres y tipos asquerosamente ricos y Fleck ha tocado esa fibra sensible sin querer. Obteniendo un tipo de atención que le resulta desconocido (el candidato a alcalde Thomas Wayne lo menciona como “el payaso asesino” y, de pronto, una multitud de gente sale a solidarizarse con la masacre portando máscaras de payaso, generando un masivo movimiento anarquista y espontáneo a lo V de Vendetta), Fleck se siente excitado. Recargado con una energía que nunca tuvo, que desconoce pero que le agrada, Fleck se siente capaz de lanzarse a tomar revancha de aquellos que lo humillaron. Candidatos para vengarse no le faltan, comenzando por el cínico conductor del talk show nocturno (Robert DeNiro) que le dió la oportunidad de debutar y, ante lo fallido de la rutina de Fleck, se dedicó a defenestrarlo sin compasión alguna. Joker no es la crónica del origen de un supervillano sino una fábula urbana sobre un individuo terriblemente dañado que se convierte en un peligroso criminal. Es la historia de su venganza contra el mundo que lo ha lastimado, y en lo patético de su situación logra despertar empatía. Es un pobre tipo que se reconoce como causa perdida y que sabe que no puede conectarse con los demás; por eso camufla todo como si fueran bromas – retorcidas, bizarras – riéndose a cada rato para llamar la atención y generar una simpatía que carece. Con una figura cadáverica Phoenix se pasea por la pantalla, mostrando a un actor entregado completamente a su papel. ¿Que la perfomance de Phoenix es muy buena?. Por supuesto. ¿Que ésto se siente como el Joker de los comics o que es superior a la icónica interpretación de Heath Ledger en El Caballero de la Noche?. Eso ya es tema de un acalorado debate. Phoenix sobresale en este thriller setentoso de claro corte nihilista y es muy bueno en sus propios términos, pero debe verse como una versión alternativa de un personaje reconocido. El payaso diabólico tiene terreno de sobra para cientos de interpretaciones y ésta está lograda, aunque quizás mas en los términos de un público de cine arte que en los del fan comiquero a ultranza.
“Hey, tus libros son buenos… pero ¿por qué el final de todas tus historias apesta?”. En It: Capítulo Dos la versión adulta de Bill Denbrough – encarnada por James McAvoy – es un escritor de best sellers que intenta hacerse paso en el mundo del cine y ahora se encuentra adaptando una de sus novelas a la pantalla grande. Pero viene retrasado con el libreto y tanto el director (cameo de Peter Bogdanovich) como los actores – incluyendo la actriz principal, que figura ser la esposa del personaje de McAvoy – lo bardean mal… con la demora y con lo ridículos que son sus finales. Es como si al libretista Gary Dauberman se le hubiera chispoteado el inconsciente, expresando entre líneas su opinión personal del libreto que estaba armando. “Hey, Dauberman; tus adaptaciones son buenas… pero ¿por qué el final de la saga It apesta?”. Yo te puedo dar una docena de razones por las cuales el filme falla: la mitad de ellas las sé de antemano porque el problema reside en factores externos – la distancia de dos años entre un filme y la secuela; el reemplazo de los personajes por sus versiones adultas, encarnadas por otros actores y que no poseen la misma química envidiable de los pibes de la original; el final, que también fallaba en la novela de Stephen King; el problema de crear monstruos de la nada, para lo cual hay que inventar reglas para destruirlo… y las cuales pueden ser espantosamente ridículas o traídas de los pelos (¿ven?; eso no pasa con las estacas y el agua bendita contra los vampiros o las balas de plata contra los hombres lobos, ocurrencias arbitrarias de los autores de su época pero, como están tan arraigadas en la cultura popular, ya nadie las cuestiona; en cambio objetos de la niñez devenidos tótems de poder, superficiales rituales indios e insultos (!!!) como la forma adecuada de lidiar con un demonio ancestral que viene de otra dimensión… oh, Dios…) -, y la otra mitad son problemas nuevos, de los cuales son responsables íntegramente Andy Muschietti & cia. Si la primera parte de It fue formidable, una gran película de terror y una de las mejores adaptaciones de la vasta obra literaria de Stephen King, It: Capítulo Dos se desbarranca tan mal que debe figurar entre las peores. Sí, hay momentos logrados, pero todo es una gran cosa estirada salpicada de malas actuaciones, horrendos monstruos digitales (por lo pésimo de su factura, que anula todo el shock de las escenas donde aparecen), rebuscadas cacerías del tesoro que sólo sirven para estirar la trama, un puñado de chistes desubicados en el clímax, un estúpido Deus Ex Machina que sirve para derrotar el monstruo… y una fuerte sensación de que la honestidad y la valentía de los protagonistas del primer filme se fue por el drenaje (y no flotó… no flotó!). Todo parece forzado, los problemas de estos personajes devenidos adultos no sirven para tridimensionarlos – la pelea de la Chastain con su esposo abusivo pasa de una situación de tensión a una refriega tipo Los Angeles de Charlie; ¡las mujeres golpeadas en la vida real no se convierten en ninjas en dos segundos! -, y hasta el dilema fundamental que deben lidiar – irse y seguir vivos, o cumplir con el juramento que hicieron cuando eran chicos y salir a enfrentar al monstruo con las manos desnudas con el obvio riesgo de sufrir una muerte espantosa en el camino – parece artificial y afectado. Por supuesto hay cosas buenas: un par de buenos shocks – la nena en el estadio; Jessica Chastain visitando la casa de su padre y topándose con una viejita decrépita – pero en unos cuantos casos la efectividad se va al garete por la aparición de unos monstruos hechos con CGI que son mas ridículos que amenazadores (que es lo que ocurre en la escena de Chastain y la viejita). Digo: Pennywise es estremecedor cuando aparece, pero acá el libreto le ha dado otras formas – de anciana zombie, de farmacéutico zombie con tres ojos, de cabeza zombie con patas (obvia influencia de El Enigma de Otro Mundo by John Carpenter y que es moderadamente efectiva) – que no asustan en absoluto y se ven patéticas. Y toda la historia es un largo y estirado diletante donde esta gente da vueltas, vueltas y vueltas, y le pasan cosas raras, raras y raras, excusas que estiran el filme a unas eternas 2 horas 40 minutos. Es como su Muschietti & co se hubieran creído su propia prensa, y decidieron dar mas de lo que el relato daba porque mas es mejor... cosa que no ocurre. Por el contrario, te da la impresión que la dirección es indulgente y añade cosas solo para mostrar su técnica cuando en realidad se podían haber podado shocks innecesarios, suprimir la trama del matón adolescente encerrado en el manicomio y que Pennywise libera (¿en serio? ¿cuál es la utilidad en toda la historia?; y si estaba en el libro de King, ¿por qué no cortarlo? ¿acaso es la Biblia?), y armar una trama con mas músculos y menos grasa, centrada mas en el drama antes que en el shock y dosificar éstos para que fueran menos pero altamente efectivos… en vez de ser una galería interminable de intentos fallidos que no van a ninguna parte (como… ¿qué pasó con el pibe de la galería de espejos del parque de atracciones y que McAvoy iba a rescatar?). Las perfomances van en piloto automático simplemente porque acá hay buenos actores con papeles mal escritos. El peor ofensor de los sentidos es James Ransone, que está en modo gracioso / aterrado / sobreactuado al 110% todo el tiempo, y es una caricatura que desentona mal con lo delicado que es el proceso y con el drama que enfrentan todos. Y mientras que McAvoy y Chastain están ok, el que roba una escena tras otra es Bill Hader. Hader ya había mostrado su rango en varias películas indie – y sobre todo en su serie Barry, donde el tipo pasa de la brutalidad al drama y luego al humor con una facilidad pasmosa -, y acá hace chistes, saca conclusiones obvias (que son las que piensa el público en ese momento), tiene momentos de tremendo heroísmo y de enorme cobardía y, cuando se deshace, es tremendamente conmovedor. No me extrañaría verlo, en un futuro no muy lejano, con una nominación al Oscar bajo el brazo. It: Capítulo Dos es muy muy dispar. Ni el cameo de Stephen King tomando un mate con el logo del Club Independiente de Avellaneda la salvan de la quema. Completa el círculo, pero la diferencia entre los capítulos es enorme. La primera era un sentido relato de juventud, la segunda es una cosa artificial carente de drama sincero. Nadie es capaz de explicar como este bicho todopoderoso no los mata cuando quiere, ya que oportunidades le sobran. “El viaje es mas importante que el destino” = bullshit. Una mala conclusión pueden arruinar un comienzo épico y es lo que ocurre aquí, en donde la suma de talentos involucrados no logra ni por asomo obtener la misma efectividad que un puñado de actores infantiles frescos… y de un director al cual no se le habían subido los humos a la cabeza.
Estoy harto de su incansable optimismo idiota!. Cállense y por favor… no canten! Dora la exploradora: la película. ¿A quién diablos se le ocurrió la idea?. Las buenas nuevas es que, lo que parecía absurdo e infilmable, terminó convirtiéndose en una comedia de energía contagiosa. Eso es lo que pasa cuando le das un proyecto imposible a un grupo de libretistas de imaginación salvaje – ¿se acuerdan de La Gran Aventura Lego? – y los tipos te salen con un delirio imposible de anticipar y mucho mas disfrutable de lo que pensabas. No solo eso, sino que las aventuras cinematográficas de Dora corren serio riesgo de convertirse en una franquicia. ¿Qué tal?. Este es el mismo equipo que hizo la deliciosa Los Muppets 2011 (pero también los que la pifiaron con Muppets 2: Los Mas Buscados), y tiene esa misma onda descontracturada. No solo homenajea al original sino que lo parodia. Cada dos minutos Dora se para frente a la cámara, suelta una parrafada sacada de la Wikipedia, y te pregunta si podés repetirla… mientras que la gente alrededor la mira y piensa que está loca (¿con quién diablos habla?). O el momento Zen en donde Dora está agobiada por los obstáculos con los que debe lidiar para liberar a sus padres… y el monito mascota que la acompaña le habla con la voz aguardentosa de Danny Trejo en un instante de epifanía. O el impagable momento en que la detestable compañera de colegio de Dora le agarran ganas de hacer el número dos en plena jungla y Dora le hace una canción ecológica sobre el popó mientras le cava con ganas un agujero en la tierra para que la chica pueda evacuar. Oh, sí, el filme está plagado de ocurrencias semejantes y es imposible no verlo con una sonrisa. Pero Dora y la Ciudad Perdida no funcionaría de no ser por Isabella Moner. La piba tiene talento de sobra y carrera para rato, y ya la había visto robarse cámara en la comedia dramática Familia al Instante. La Moner desborda energía y optimismo, y llena la pantalla con sus enormes ojos de anime (¿por qué no la contrató Robert Rodriguez para Alita, Angel de Combate?; porque la Moner no precisa efectos especiales para agrandarle los ojos!). Es súper sabia, súper ecologista y súper segura de sí misma. El chiste reside en que vivió toda su vida en la jungla con sus padres arqueólogos (Michael Peña y una Eva Longoria pasada de pastas), y ahora la mandan a la civilización mientras los papis van a buscar una enigmática ciudad perdida de los incas. Todo el mundo la mira raro, ella es literal – como el baile de secundario donde deben “disfrazarse como su estrella favorita”… y ella va como el Sol (!) – y hasta el primo (que compartió su niñez con ella) se siente abochornado. Pero todo es pura diversión y la Moner se carga la película sobre sus hombros con la confidencia de una auténtica estrella. Con toques de humor absurdo, Tomb Raider y algo de Indiana Jones, Dora y la Ciudad Perdida es inesperadamente efectiva, súper divertida y altamente recomendable. Los que la pasan peor son los adultos del elenco latino – Longoria, Peña y hasta Eugenio Derbez – que van de lo bochornoso a lo apenas correcto; pero el cast adolescente está muy bien y la Moner es genial, y solo por su entusiasmo vale la pena ver la película, diversión asegurada para toda la familia.
Once Upon a Time… in Hollywood es una película falsa. Tan falsa como Brad Pitt pisteando con un VW Karmann Ghia – el cual era la misma batata que el Escarabajo (usaba el mismo motor!) sólo que con carrocería cool -. Es por eso que acá no se aplican las leyes del mundo real. La historia puede ser modificada. Bruce Lee puede ser vencido por Brad Pitt. El actor en la mala que compone Leo DiCaprio pudo haber protagonizado El Gran Escape. O haber estelarizado algunos spaghetti westerns memorables. La trama está plagada de invenciones, leyendas urbanas y fabulaciones. Usando como escenario el Hollywood de finales de los años 60 – con la decadencia del Star System, el surgimiento del cine adulto y exploitation, y la derrota del Hollywood tradicional a manos de una nueva camada de directores independientes y actores de raza -, Tarantino se despacha con esta fantasía nerd e hipercinéfila que podrá ser un orgasmo para veteranos amantes del cine y la historia (como yo)… pero que resulta un bodrio lento e indigerible para las generaciones modernas. Si vivís para Instagram, Facebook, la cultura de los likes y emoticones y no tenés ni la mas pálida idea de quién era Charles Manson, ésta película no es para vos. Pero aún para los fanáticos a ultranza de Tarantino el filme resulta demasiado indulgente. Tarantino aplica todo su conocimiento enciclopédico sobre cine para reconstruir una época, una cultura y una sociedad, pero los flashes se acumulan hasta el punto de bordear la saturación y la historia avanza poco. Los personajes quedan delineados en trazos gruesos, pero nunca son dramáticamente profundizados. Es como si Tarantino se hubiera quedado encandilado con el escenario y no quisiera apagar nunca la cámara, extasiado con lo que capta la lente aunque sea trivial o aunque lo que ocurre frente a ella haya pasado narrativamente su punto de gracia. Desde avisos publicitarios de series de la época (Los Invasores, FBI, Combate, etc) hasta marquesinas plagadas de títulos como The Wrecking Crew, Funny Girl y tantos otros; los cines con sistemas Cinerama; los carteles de neón con flagrante estilo vintage; series y películas en las que aparece el personaje de DiCaprio, ya sean parodias de títulos conocidos (su tira Bounty Law cumple con todos los clisés de las series western de la época, desde El Virginiano hasta La Ley del Revólver), o metiendo digitalmente a Leo en títulos reconocidos, ya sea el ya mencionado test de rodaje de El Gran Escape o un capítulo de la serie FBI; el rodaje en lugares históricos, como el rancho Spahn o Cielo Drive, que era la calle privada donde Sharon Tate y Roman Polanski tenían su residencia al momento del ataque del clan Manson (y donde DiCaprio resulta ser su circunstancial vecino). Pero en todo ese caleidoscopio de recuerdos, imágenes de maravilla, pósters falsos y nostalgia profunda, la historia central – la del actor en la mala y su mejor amigo, el stuntman que dobla sus escenas de riesgo desde hace años – es superficial. DiCaprio y Pitt están reducidos a caricaturas – el actor ególatra capaz de dispararse en sus propios pies por terribles decisiones artísticas a costa del respeto como estrella y el lugar en la marquesina; el doble de riesgo que vive en la modestia, cuida con nobleza a su amigo borracho y abusador, y mantiene una actitud zen sobre la vida – y no tenemos mucho para conocer sobre ellos mas allá de sus exageraciones y borracheras. En realidad son guías para el tour que Tarantino nos ha preparado, en donde de a ratos surgen escenas brillantes – la actriz infantil que se cruza con DiCaprio en un set y empieza a hablarle como si fuera una veterana de la industria, sermoneándole sobre la necesidad de inspirarse en la vida real, buscar las motivaciones del personaje en su interior y permanecer en carácter incluso durante el rodaje (un speech que le cabría mas a un maniático actor de método como Marlon Brando); el mencionado enfrentamiento entre el personaje de Pitt y Bruce Lee; las hilarantes conclusiones que saca sobre el mundo del cine el agente artístico que compone Al Pacino; la tensión en el rancho Spahn entre Pitt y la numerosa tribu hippie que comanda Manson; y el delirante climax del film, inesperado para todo el mundo -, y otras de profundo tedio como el rodaje del western con DiCaprio y Timothy Olyphant, el cual se hace eterno y olímpicamente podía haberse podado. En todo caso lo único que prepara Tarantino como personaje tridimensional (por decirlo de alguna manera) es la Sharon Tate de Margot Robbie, que es excéntrica y etérea, una inocente perdida en el corrupto mundo hollywoodense, y que Tarantino retrata en toda su candidez. Pero el relleno abunda, y al filme le sobra fácil una hora. Entre el tedio y la fascinación por la época, Tarantino recién pone quinta a fondo en la hora final, cuando Pitt va al rancho de los Manson, y después de la aventura europea de DiCaprio. Es en esos momentos en donde Tarantino se vuelve impredecible – uno no sabe si Pitt saldrá vivo del rancho y, por momentos, parece una película de terror con los hippies rodeando amenazadoramente la estancia en donde Pitt está buscando a un viejo amigo al que cree muerto; el duelo del final, plagado de sorpresas, sangre, aberraciones y muchísimo humor negro – y consigue sus mejores bazas, aunque artisticamente resulte discutible. (alerta: no spoilers, pero sí tibias pistas sobre el final) Mel Brooks decía que se puede hacer humor sobre cualquier cosa – siempre que hubiera distancia (temporal, emocional) en el medio – y puso como ejemplo a los chistes sobre el Holocausto. Hollywood ha hecho humor sobre Vietnam y eso que fue la guerra mas amarga, cruel, sangrienta e inútil que sufrieron. No me extrañaría ver en un futuro que alguien haga chistes sobre el 11 de Setiembre del 2001. La explicación es que los chistes pueden funcionar tanto como una forma de escape como (en ciertos casos) cínicas reflexiones sobre un hecho imperdonable. Acá Tarantino no hace chistes sobre la masacre del clan Manson, pero definitivamente su versión no es la de los libros de historia (Tarantino hizo algo parecido con el clímax de Bastardos sin Gloria… pero hay una distancia enorme entre usar liberalmente a Hitler como personaje de ficción y trazarle otro destino, a alterar con propósitos cómicos lo que fue una masacre shockeante que aún permanece grabada en la mente de la sociedad norteamericana). Y si bien sorprende al espectador, por el otro lado es digno de discusión establecer si esa libertad creativa de hechos reconocidos sea un enfoque artístico válido. Horas después de ver el filme llegué a la conclusión de que se trata de la banalización de un hecho trágico, en donde Tarantino decidió primar la suerte de sus personajes de ficción antes que respetar la realidad histórica. Y aunque el desarrollo de los sucesos es brillante, la conclusión no lo es porque carece de trascendencia. No es que los hechos acontecidos alteraron el espíritu y pensamiento de los personajes sino que quedó como otra anécdota mas de sus aventureras vidas. Si bien es cierto que el enfoque de Tarantino – desde el principio – no es serio, también es cierto que una conclusión lineal e históricamente fiel chocaría con esa filosofía, amén de ser predecible – cosa que Tarantino detesta -. En todo caso es una decisión creativa que raya en lo bizarro. (fin spoilers) Habia una Vez.. en Hollywood no es lo mejor de Tarantino, pero el tipo – aún en un mal día – le puede pasar el trapo a cualquiera. Acá hay unas cuantas piezas inspiradas pero otras que no lo son o que definitivamente sobran. En todo caso es una obra de amor dictada por un gran artista, cuyo pecado ha sido quedarse enamorado de su prosa hasta el punto del estatismo.
Ojos en blanco. Es raro que uno ponga los ojos en blanco cuando está frente a un disparate, pero a mí me ocurrió seguido con Rapidos y Furiosos: Hobbs & Shaw, el nuevo ripoff de la saga de Rápido y Furioso que pretende convertirse en una franquicia independiente. El potencial está, los actores son ideales, el director es genial… pero los libretistas… mamma mía. Estos tipos pretenden que, en todo este caos y delirio, alguien se interese por el costado dramático de los personajes y los parlamentos que tratan al respecto terminan convirtiéndose en una abominación. ¿Cómo alguien puede ponerse serio o existencial en un filme donde la física y la lógica no existen o salen volando por la ventana?. Cada vez que una de las dos bestias que protagonizan el filme (The Rock, Jason Statham) se ponen a hablar de la familia, de los valores familiares, de las deudas que tienen con sus parientes, de sus preocupaciones… a mí me agarra un ataque de epilepsia. Este filme no es para eso. Si querés hacer personajes tridimensionales, mas vale que tengas un rapto de brillantez y los perfiles con dos o tres trazos a lo Peter Jackson o Christopher Nolan; un par de diálogos que pinten de cuerpo entero al personaje y adelante!, sigue con el negocio que pretendes concretar. Pero acá te la impresión de que es relleno – para no seguir quemando dólares en efectos especiales -, amén de que lastra el ritmo impresionante que David Leitch (John Wick, Deadpool 2, Atómica) le impone. El tipo sigue haciendo maravillas con la cámara: peleas de coreografía imposible, persecuciones a pura adrenalina y originalidad a mas no poder. Pero el libreto es otro cantar. El humor – emanado de los chispazos entre los dos protagonistas de personalidades muy diferentes – se siente forzado; y los momentos serios son como una inyección de Valium. Lo cual es una macana porque las cualidades para una super franquicia están. La revelación es Vanessa Kirby (Misión Imposible: Fallout), la que se para entre estos dos patovicas con la misma estatura de carisma y personalidad badass. La Kirby está para cosas superiores – no es de extrañar que en un futuro haga una carrera a lo Emily Blunt o Gemma Arterton – pero acá se luce mas que bien. Puede ir en solitario con su propia franquicia de acción. Pero el resto, dejando de lado las virtudes de Leitch (y los fallidos actos dramáticos del guión) se sienten como una versión refritada de tercera categoría de Misión Imposible, con menos suspenso, mas disparate y excesiva pirotecnia verbal. Es posible que, con lo que recaudó, tengamos otra de Hobbs & Shaw en el futuro y allí la formula encuentre la pulida que precisa. Nada de seriedad ni de dar tantas vueltas sobre un mismo tema. Mas argumento y vueltas de tuerca. Dejar a Leitch con las manos libres para podar el libreto. El tema de la organización mundial malvada a lo Spectre está pasado de moda, pero puede zafar como villano si la manera de exponerla es válida. Acá el tema de un Idris Elba híbrido con implantes biónicos es de ciencia ficción y la idea de que los malos quieren exterminar medio planeta para engendrar una nueva raza humana mejorada genéticamente es un bolazo de aquellos (¿quién puede poner toda la tarasca para bancar semejante organización?; al menos Spectre sobornaba y chantajeaba a medio mundo para financiarse), pero la gracia es ver a estos superhumanos pegándoles flor de paliza a la Roca y Statham, tipos duros si los hay. Como sea, sobran cosas y a otras le falta una horneada y el gustito te queda en la boca de que volverías a probar el mismo plato si al menos el chef pone un poco mas de empeño y aprende a condimentar mejor las cosas.
Al parecer a alguien le pareció genial la escena de Alerta en lo Profundo en donde LL Cool J quedaba atrapado con tiburones en una cocina inundada y decidió hacer toda una película en base a ello. Cambien la base submarina por una casa en los Cayos – inundada por un huracán categoría 5 – y reemplacen a los escualos por cocodrilos y tendrán Crawl, Infierno en la Tormenta. Pero por mas que Alexandre Aja esté al mando (y Sam Raimi produzca), la idea no deja de ser estúpida, ridícula e increíblemente rebuscada. El libreto debe inventar una conjunción de al menos una docena de sucesos como para situar a los protagonistas en un sótano inundado y rodeado de las criaturas voraces de marras. Alguno por ahí dijo que la historia se basaba en un hecho real ocurrido hace unos años, pero ni yo te la creo. Al menos alguien se tomo la molestia de leer la Wikipedia y aprender los fundamentos básicos de como cazan y perciben el mundo los cocodrilos, pero termina siendo al santo gas. Barry Pepper puede disparar una tonelada de parrafadas que suenan interesantes pero después el libreto decide seguir sus propias reglas así que, ¿para qué se molestaron?. La heroína en cuestión es Maya Scodelario, la de Maze Runner, la que tiene el superpoder de ser nadadora de competición. El drama con esto es que los bichejos, una vez que todo está inundado, son rápidos como un Fórmula 1 asi que, de nuevo, el guión le pone fichas a algo que no termina de servir nunca. Hay un drama familiar artificial y hueco que no le interesa a nadie, sólo sirve para hacer tiempo hasta la próxima vez que los bichos ataquen, y toda la secuencia en donde Pepper y Scodelario permanecen atrapados en el sótano termina por hacerse demasiado larga. Como sabemos que al menos uno va a sobrevivir y ésta es una película de terror, el script inventa excusas traídas de los pelos para que la gente se acerque a la casa – en medio de un huracán apocalíptico! – y sean lastrados por los lagartitos. Pero si bien uno no puede ponerse pretencioso con lo que intenta ser un pasatiempo liviano, eso no quita que haya cosas que te hagan crujir los dientes. Los tipos reciben una cantidad de daño grosa – piernas quebradas con fractura expuesta; unas cuantas mordeduras profundas; al menos un miembro amputado – y aún así andan, andan y andan como si fueran el conejito Duracell. Quizás ésta no sea una película sino un videojuego de esos en donde la barra de energía del personaje sube sola después de un rato a pesar de que el personaje recibió diez balazos seguidos. Como mínimo estos tipos deberían estar desmayados por la enorme cantidad de sangre que perdieron o por el dolor de las inmensas heridas, o al menos morirse de una bruta septicemia debido a que revuelcan todas sus heridas en un maremagnum de agua sucia. Pero no. Hay algo de tensión y un par de escenas potables, pero en donde uno no puede dejar de sacarse el sombrero es con la producción. Hay una gran cantidad de escenarios vastos e inundados, una casa sitiada por una tormenta feroz que arrastra vehículos enteros, y un torbellino furioso que hace volar cosas peligrosas por los aires con lo cual la sensación de realismo – de que estás en medio de un auténtico huracán – está mas que lograda. Pero hay mucha cosa copiada de Tiburón, hay muchas muertes que se ven desde lejos, y un par de inventos que al menos sorprenden por lo novedoso aunque no tenga los pies en la tierra – en especial la última media hora en donde los protagonistas ven la luz del día en lo mas feroz de la tormenta y cambian el escenario de las persecuciones -. No es la mejor hora de Alexandre Aja, pero tampoco una abominación indigerible; simplemente es un pasatiempo mediocre con algún que otro momento, y que sirve mas como relleno de videoclub o de cable que como filme de horror válido que te hacer hervir la sangre y temblar los calzones.
“Aaahhh, cigüeñaaaa!!!” La cantidad de temas es tanta que se agolpan en mi garganta y me ahogan. Y no sé por dónde empezar. Quizás arranque por Scorsese y sus críticas a las películas de Marvel, llamándolas un producto corporativo sin ambiciones artísticas, algo hueco y banal que complace los sentidos como un parque de diversiones. Me gustaría decirle: “al menos las películas de Marvel intentan contar historias originales!; ¿por qué no apunta los dardos hacia Disney, que hace remakes innecesarias, la mitad de ellas son horribles y al menos hace un billón de dólares con cada una de ellas?” (y mientras grito esto, saco al Aladdin de Will Smith del grupo, porque me gustó mucho y porque todos los días escucho dos o tres veces sus canciones. “Principe Aliiii, honor a tiii, Aliababua!”). O podría hablar de lo mucho que me gustó El Libro de la Selva – la remake de Jon Favreau -, simplemente porque se basaba en una película menor de Disney que tenía mucho para mejorar, y donde la mano de Favreau se notaba. Pero acá… Dios mío, cuánta herejía… Hay una diferencia fundamental entre El Libro de la Selva y El Rey León 2019, y es la presencia de un humano como protagonista. Los animales digitales eran secundarios y su personalidad podía ser de una nota – el oso tiene pinta de bonachón, la pantera es amenazante, la serpiente malvada, etc -. Uno interpreta al filme a través de Mowgli que era un niño real y expresivo. Pero acá toda la historia está basada en criaturas digitales… y aunque tengan un realismo deslumbrante – y haya costado una ponchada de dólares para animarlas -, son como bichos embalsamados que mueven la boca. No te transmiten nada. No hay mucha diferencia entre Simba y Babe, el Chanchito Valiente. Como deben verse reales les falta lo básico para expresar sentimientos, que son las cejas y la capacidad de sonreír. Cuando a Simba lo acorralan las hienas en el cementerio de elefantes – lugar prohibido al que fue, engañado por una sugerencia malintencionada de su malvado tío Scar -, el bicho es incapaz de demostrar miedo. Qué se yo, no tengo un programa de Pixar para simular expresiones de criaturas digitales, a lo sumo tengo a mi gato. Cuando a mi gato le muestro la chancleta, baja las orejas, achina los ojos, retrae la cabeza como muestra de miedo. Nada de eso demuestra Simba (ni el resto del cast), que sólo son animatronics con mayor fluidez de movimientos pero igual de pétreos a la hora de demostrar algún tipo de emoción. Es por eso que ésta es la mas rara (e inefectiva) remake en la que Disney se ha embarcado. Pasamos de una animación hecha a mano a una animación digital, pero los resultados – en lo dramático – son peores. Y si los bichos son incapaces de expresar – te queda solo la voz para transmitir lo que sienten -, entonces el público no se conecta ni con sus sentimientos ni con su drama. Y El Rey León es un gran drama, pleno de facetas, ya que es Hamlet tamizado por Disney y reconvertido en fábula animada para niños (y públicos de todas las edades). El protagonista pasa por un montón de estadíos – alegría, culpa, ira – que el bichejo digital no transmite en absoluto. Ni siquiera Timon y Pumbaa te despiertan algo. Para mi Timon era una ratita con aspecto de rapero, con la gorrita dada vuelta y que recién después de ver el filme me enteré que era una suricata. Pero vuelvo a lo mismo: mirada perdida y ojos abiertos, y ahí termina la ductilidad actoral de la criatura. Si esto viene de la factoría Disney, podrían haber tomado notas de Rocket, el mapache cohetero de Guardianes de la Galaxia que sí podía demostrar lo que sentía. ¿Será que acá eran demasiados animales para hacer captura de movimientos y humanizarlos?. ¿O será que el enfoque de ser hiper realista atenta contra la idea de animales parlantes y expresivos?. Pero las críticas se acumulan. A la versión original de El Libro de la Selva no la vió tanta gente. El Rey León 1994, en cambio, dejó una impresión duradera. Generaciones enteras crecieron memorizándola, pasándola incontables veces en las videocassteras, repitiendo sus canciones. Me acuerdo cuando Timon y Pumbaa rescataban a Simba y empezaban a cantar, el corazón se te emocionaba con Hakuna Matata. Acá solo miras a los bichos con distancia. La perfomance vocal no va con la cara de piedra de los animales. Lo único que atinaron es a poner chistes de gases sobre Pumbaa, los que debe ser a expensas de algún pedido expreso de Seth Rogen. ¿Vamos por mas?. Aquí tiene Scorsese material de sobra para cortar. ¿Si hacés una versión fotocopiada de un clásico, obtenés otro clásico?. Nop; ahí tenés a la Psicosis de Gus Van Sant… y ahora a El Rey León de Favreau. Quizás el drama pase por el tratamiento reverencial de Favreau respecto del material original. En la segunda mitad del filme te da la impresión de que Favreau ganó mas confianza en sí mismo – y respecto de la adaptación – ya que hay dos o tres tomas que, en lo visual, son de un gran lirismo: el vuelo del mechón de pelo de Simba, el diálogo de Simba con el fantasma de su padre, o incluso el enfrentamiento final con Scar – que parece un león zombie – en el risco en medio de un incendio forestal, el cual se transforma en una especie de batalla real a lo Marvel. Sip, El Rey León tiene su propia escena de “portales” a lo Endgame, con las leonas sumándose, una a una, a Simba y luchando a muerte con las tropas de Tha.. digo, de Scar y sus hienas. Hasta mi nena de 10 años se dió cuenta de eso. El Rey León será un orgasmo en lo visual y una muestra de altísimo virtuosismo digital en 4K en donde podés contar las piedritas de la estepa y los pelos del hocico de Simba – todos se ven súper reales; ¿se acuerdan los rídículos leones falsos de la primera Jumanji, cuando los CGIs estaban en pañales?; esto está a años luz de eso -, pero es un ejercicio artístico completamente estéril. La gran tragedia queda diluida por los inexpresivos intérpretes. Ahora esto te da otro punto para debatir: si todos ven que no es ni tan buena ni tan emocionante como el filme original, ¿por qué la gente va a en masa al cine y le regala un billón de dólares a la Disney?. ¿Es curiosidad, aburrimiento, lavado de cerebro, marketing agresivo o falta de voluntad?. El gran drama con El Rey León no es que sea fallida o tibia, sino que sea increíblemente taquillera… aunque después la gente salga del cine y la despedace. Ya lo suyo es un fenómeno sociológico que bordea lo inexplicable porque el billón de dolares que recaudó salió de algún lado… y no fue porque los empleados de la Disney fueron 5 o 10 veces al cine a verla como para inflar las estadísticas.
Spiderman: Lejos de la Coherencia. Mientras que la última aventura de arañita entretiene (y mucho), por otro lado la historia deja que desear (y mucho). Es cierto que la última iteración del mas amado superhéroe de Marvel tomó un camino claramente iconoclasta cuando Tom Holland se puso la máscara pero, a esta altura, los golpes de efecto – si bien te dejan con la boca abierta – terminan por hacer crujir la credibilidad cuando uno analiza en retrospectiva la trama. Oh, si, ésta es una de esas típicas películas de refrigerador de las que hablaba Hitchcock en donde el director hace magia, te encandila con el prestigio y después te das cuenta de todas las pifias y costurones del engaño horas después de que saliste del cine. No sólo hablamos de los cambios importantes a la mitología del personaje – comencemos por la sexy milf que es la tía May, la cual conoce la identidad secreta de su sobrino, amén del traje con superarmas, la “vibra de Peter” (en vez del sentido arácnido) y un montón de otras sorpresas y truculentos retoques que están acercando al Hombre Araña al peligroso terreno de herejía de El Hombre de Acero – sino porque los minutos finales (y las secuencias post créditos) no tienen ningún sentido. No solo te hace re-examinar prácticamente todo el Universo Cinemático Marvel que viste hasta ahora (¿era realmente tal personaje? ¿o sólo el impostor? ¿es un salto de continuidad, así como pasaba al principio de De Regreso a Casa que ubicaba la aventura de arañita 8 años después de Los Vengadores… o sea que en el año 2020??), sino que el sensacionalismo eleva tan alta las expectativas que resulta imposible resolverlo con una continuación lógica. Mas ahora que Sony y Disney / Marvel se divorciaron con lo cual quedan todas las bol… naranjas del malabarismo en el aire. ¿Cómo resolver los romances otoñales entre Happy Hogan y tía May?. ¿Qué diantres van a hacer con la herencia Stark?. ¿Cómo van a congeniar todo eso – como si nunca hubiera existido -, mas el plus de las apuestas hechas en los últimos 10 minutos del filme?. El Universo Cinemático Sony precisa un genio para resolver todos estos dilemas, a menos que le pidan prestado el aparatito a los Hombres de Negro y neuralicen a toda la platea. Pero si la aventura en cuestión está metida con calzador (en cuanto a continuidad) en el Universo Cinemático Marvel, el otro problema es la historia en sí, que es una parafernalia prepotente y sin sentido. No me aburrí, es cierto, pero me llegó mas al corazón las correrías de arañita por los rascacielos de Nueva York en los últimos cinco minutos de la cinta que todo el show exagerado de los 85 minutos previos. ¿A dónde fue a parar la intimidad y el personalismo del superhéroe arácnido?. A estas alturas las aventuras de Tobey Maguire y Sam Raimi parecen un show minimalista a lo Dogma 95 comparado con Holland combatiendo amenazas siderales que arrasan ciudades y contra las cuales las telarañas no dan resultado. Quizás el mayor problema de la era Jon Hamm es que Peter Parker es un niñato que carece de independencia y que siempre debe estar bajo el ala de alguien. Antes era de Tony Stark, ahora de su herencia y de Quentin Beck / Mysterio & Nick Fury, quienes viven mandoneándolo / dándole consejos y llenándole la cabeza en vez de dejar al tipo lidiar con sus dramas y encontrar solo su propio camino. Como ocurría en Homecoming Parker lo termina haciendo – casi siempre en la segunda mitad del filme – y es ahí cuando se pone interesante la película y se acerca al Spiderman que todos conocemos. Acá hay mucho humor, buenas actuaciones (¿cómo desperdician a Jake Gyllenhaal en este rol?; denle a este tipo un disfraz y un rol de superhéroe en el MCU ya por favor!), gran química entre los protagonistas y hay muchas escenas individuales que funcionan, pero el todo no es la mera suma de las partes. La presencia de Tony Stark sigue intoxicando todo (en este caso, la ausencia y el duelo por su sacrificio en el clímax de Endgame; la presión de todos, que ven en Spiderman el sucesor natural de Iron Man; la pérdida del mentor en el difícil oficio de ser superhéroe – en donde Tony termina suplantando el rol de faro moral que tenía el tío Ben en las historietas, otra decisión discutible de la nueva saga -) y la aparición de Mysterio (un nuevo superhéroe proveniente de una Tierra alternativa existente en otra dimensión y que llegó por una falla en el segundo snap al final de Avengers: Endgame) sólo hace que otro tipo maduro siga opacando a arañita. El guión quiere hacer muchas cosas – mostrar a un Parker inseguro, que prefiere ceder el protagonismo a otros héroes mientras intenta disfrutar su adolescencia, o que descubre el amor y deja expuesto su lado mas sensible – pero, para ello se mete en el berenjenal de hacer que un pibe de 16 años quede a cargo de un arsenal galáctico al estilo del Star Wars imaginado por Ronald Reagan en los años 80, una estupidez mayúscula que sólo se le puede ocurrir a estos libretistas, amén de pasar por alto una tonelada de otros vengadores (Pantera Negra, Hulk, Bruja Escarlata y un largo etcétera) que estarían mejor adecuados, mas maduros e inteligentes, no sólo para hacerse cargo del programa de defensa satelital de Stark sino para lidiar con la amenaza de los Elementales en Europa (¿y Pepper Potts? ¿acaso no le corresponde a la viuda manejar la herencia de su marido?). Es absurda la obsesión de Nick Fury para que Spidey se haga cargo de una amenaza para la cual claramente no está calificado (aunque después el libreto explica el por qué). Y cuando llega la hora de las revelaciones todo se transforma en una de Misión Imposible pero con superhéroes (poner acá onomatopeya de dientes crujiendo!). Honestamente, no sé si el divorcio de Sony / Disney no es lo mejor que le puede pasar a Spidey en esta nueva etapa. Sacando de la ecuación el encastre forzado con el MCU – y dejando a Spiderman en Nueva York, siendo el superhéroe barrial de siempre y lidiando con Venom, Morbius y su propio universo cinematográfico mas acotado y tradicional -, le daría mas oxígeno y volvería sus aventuras a caminos mas tradicionales. La gente de Sony se sale de la vaina por hacer cosas revolucionarias, pero yo quiero ver a Peter noviando, hablando sus dramas con tía May en la intimidad de su cocina o viendo cómo estudia para el examen del día siguiente mientras debe combatir la amenaza del día. Los trajes robots, los monstruos siderales y las revelaciones de su identidad secreta a medio cast están ahogando al superhéroe que amamos. Con Spider-Man: Un Nuevo Universo Sony demostró que puede hacer las cosas diferentes y con calidad; acá esto se está transformando en un culebrón cada vez mas inflado y sacado donde va a llegar un punto en donde las explicaciones brillen por lo ridículo de su ocurrencia. PD: nombrar a la desaparición masiva de billones de personas como “el Blip” es uno de las peores ocurrencias de la historia del cine. ¿Por qué no “el snap” (mas cercana a la explicación del mismo Thanos) u otro nombre mucho menos ridículo??.
Neuralizado. Como si los aparatitos que muestran en la película funcionaran de verdad, así caí yo, desmayado y con pérdida de memoria. Anestesiado por la blabletería inerte y sin sentido del filme, despertándome recién cuando los protagonistas llegan a Marruecos. No es una muestra de que me esté volviendo gagá sino de que el filme aburre. Ok, tiene algunos momentos pero son tan dispersos aquí y allá que no logran mantenerte lúcido la mayor parte de su duración. Acá hay un gran despliegue de efectos especiales y una gran cast y aún con todo ello Hombres de Negro: Internacional es deprimente. Es hueca, sin chispa, carente de la magia que tenía el filme original de 1997. Dejando de lado de si están o no Will Smith y Tommy Lee Jones, éste es un producto que podía dar spin offs tranquilamente y sin embargo nadie parece saber cómo engendrarlos de manera exitosa. Ni la dos ni la tres fueron potables (o llegaron con lo justo) y MIB: International definitivamente no va a revivir la franquicia. Se fue Barry Sonnenfeld pero el reemplazo es aún mas chato. ¿Qué pachó?. Que Thor y Valkiria estén de regreso no implica necesariamente que puedan repetir la magia de Thor: Ragnarok. Chris Hemsworth se ve reducido a una caricatura machista y todo el film pareciera tener una sutil agenda feminista en donde los únicos personajes interesantes son las mujeres. Desde la discusión de la misógina designación “Hombres de…” hasta poner una jefa (Emma Thompson, lo mejor del tercer filme y que acá regresa lamentablemente por muy poco tiempo), una co protagonista sabionda y corajuda (una Mary Sue, término que nació en el mundo Trek y que se refiere a esos personajes de relleno que toman un protagonismo inusitado porque se vuelven el alter ego del autor – generalmente un fan que escribe una fan fiction de su serie favorita, ya no con propósitos artísticos sino como fantasía personal -, saben de todo de manera inexplicable e incluso terminan siendo mas importantes que otros personajes icónicos de una franquicia – ¿alguien dijo Rey en la nueva trilogía de Star Wars? -), y una traficante de armas que puede hacer trampa tranquilamente jugando al truco. Se nota que las mujeres del filme disfrutan los roles – la Thompson (Tessa), que se ve mas relajada acá que en Ragnarok, y como tiene rango de sobra, puede ser tan seria o simpática como quiera; Rebecca Ferguson gozando como loca el rol de femme fatale / traficante de armas con un brazo extra; la mencionada Emma Thompson -, pero los hombres van en piloto automático. Lo de Liam Neeson es increíblemente anónimo, ni que hablar de Rafe Spall. Kumail Nanjiani saca unas cuantas carcajadas pero está reducido a ser un mísero CGI. La trama es innecesariamente complicada, con idas y vueltas tanto en la historia como en el tiempo – el filme comienza con un flashback de hace seis meses… y luego mete otro flashback de algo ocurrido hace 20 años (!?); ¿el director sabe lo que significa “una narración ordenada”? -, en donde los villanos de turno buscan el MacGuffin de turno por una causa (la de turno) que a nadie le importa o a la cual los libretistas ni se calientan en darle algún peso. Hemsworth es un zopenco mujeriego y borrachín que contradice su fama de ser el agente top de la sucursal inglesa de la agencia secreta de marras. Al menos la historia de origen de la Thompson (Tessa) comienza de manera interesante, con ese fanatismo de los locos que vieron una vez algo muy raro y dedicaron su vida entera a perseguirlo hasta descubrir la verdad. Siguiendo tabloides y leyendas urbanas la Thompson (Tessa) da con la entrada real a la oficina de los Hombres de Negro y, mostrando toda su audacia y conocimiento a la Thompson (Emma), ésta decide que tiene unos días para probar si vale la pena como agente de campo. Lamentablemente todo ese entusiasmo e inocencia se esfuman y a los 5 minutos la Thompson (Tessa) opera con la eficiencia plena de cualquier oficial veterano del cuerpo. Hay cositas perdidas por ahí, sea un obvio gag sobre Thor y los martillos, la secuencia en el desierto (donde Nanjiani matiza las cosas) o la llegada a la isla hipersecreta e increíblemente mortal que regentea Rebecca Ferguson, pero el resto bordea el bostezo. Ni siquiera el clímax te mueve un pelo. Es posible que Hombres de Negro: Internacional esconda un filme potable, pero alguien lo enterró tan profundo que después no supieron como encontrarlo. La historia de la Thompson promete, la conspiración no, la acción es rutinaria y los chistes no están inspirados. Ni siquiera cuando se resuelven las cosas queda claro en qué situación quedan Thompson y Hemsworth (si, ya sabemos que ella es gay en la vida real pero ¿por qué su personaje no puede vivir algún romance de algún tipo?). Es simplemente un filme torpe, burdo y chato aniquilado por un director aburrido y un par de libretistas sin vuelo alguno.