Parejas desparejas que funcionan como los dioses. Si Ni en tus Sueños (una liberal traducción castellana de Long Shot) tiene un problema que le impide la puntuación perfecta es el bizarro detalle del final – un atroz video íntimo – que es tan hilarante como irreal, especialmente por la liviandad con que se toman sus consecuencias. Es una comedia romántica o sea que es algo tan fantasioso como una de ciencia ficción… pero al menos durante gran parte de su duración Ni en tus Sueños mantenía ciertos pies sobre la Tierra… hasta que mete la cola el tema del video y sintoniza – siquiera por unos minutos – a una de Adam Sandler. He aquí un romance adolescente que no pasó de platónico y que tiene la oportunidad de florecer en la madurez. Charlotte Field (Charlize Theron) es la Secretaria de Estado del gobierno de los Estados Unidos y ahora – que el mediático presidente de turno, Bob Odenkirk, pretende irse del poder… para empezar una carrera como estrella de cine (?) – tiene todas las chances de ser endorsada por el primer mandatario como su digna sucesora. El sueño de ser la primera mujer presidente la encandila pero precisa un redactor de discursos avispado y, por esas cosas del destino, se cruza con Fred Flarsky (Seth Rogen), un periodista de izquierdas idealista y desempleado… al cual cuidaba hace 25 años cuando era su niñera. Como Flarsky siempre tuvo un flechazo con la rubia (aunque quedó evidenciado en una incómoda situación adolescente – léase, una erección en el momento menos indicado -), reunirse después de estos años es como una situación soñada, aunque su pensamiento y el de Field vayan por carriles diferentes en términos políticos. El cree que todos los políticos son charlatanes y mentirosos, y ella quiere demostrarle que es una idealista honesta, y los dos terminan embarcados en lograr la firma de un gran acuerdo internacional sobre el medio ambiente, el que le servirá de plataforma a la rubia para lanzarse a la presidencia. Pero el torpe y desaliñado periodista tiene cierta cosa honesta que atrae a la Field y, reunión de trabajo mas reunión de trabajo menos, no pasa mucho antes que los dos – antítesis en pensamiento, físico y belleza – terminen enroscados y enamorados. Pero lo mas gracioso de todo es que forman una pareja creíble, gracias a la enorme química que destilan Rogen y la Theron… y si, la bestia puede conquistar con facilidad a la bella. Hay algo de sátira política en el trasfondo, un villano mas patético que amenazante (un sobremaquillado Andy Serkis), y bastante charla de relleno en el medio… pero basta con tenerle paciencia a la cinta hasta el minuto 45 para que las cosas despeguen en gran forma. Sean los guiños entre ambos, los chistes y las conclusiones zafadas que sacan, o la gran escena cuando – en medio de una decepción que pone en peligro toda su carrera – la Field / Theron convence a Flarsky / Rogen que merecen una noche de intoxicación con drogas y alcohol, en donde la Theron se sale del libreto (y de ese podio hierático en donde sintoniza una versión hecha por Vogue de Hillary Clinton) y se mete en el terreno kitsch del humor fumón de Rogen, yendo a la par con el cómico en cuanto a locura y desquicio. La escena en donde – pasada de rosca, pastillas y polvos – se ve obligada a atender una crisis internacional mientras su cerebro está en la estratósfera es delirante y demuestran que la sudafricana puede brillar en el género que se le cante ya que tiene talento de sobra. Mientras tanto Rogen hace de Rogen, con humor zarpado pero con cierto aire de perrito apaleado que lo hace querible y atractivo. Ni en tus Sueños no es un prodigio de lógica o realismo, pero cuando empieza a funcionar lo hace de maravilla. Es cómica y es romántica, y en este emparde tan dispar los protagonistas son fabulosos y rebosan de carisma y honestidad, con lo cual la pareja que forman es creíble. Y el resto es una mera excusa para verlos juntos, con lo cual la falta de realismo se compensa con el exceso de emoción y humor que estos tipos destilan para beneplácito de la platea cómplice.
Este parece el momento ideal para una piña. Es el momento que los críticos norteamericanos aguardan durante semanas y hasta meses, las de agarrar una superproducción fallida y lapidarla con todas las piedras que tengan a mano. Incluso llego a pensar que los tipos estuvieron cocinando durante meses decenas de insultos creativos para estrenarlos cuando la ocasión lo amerita. Ciertamente X-Men: Dark Phoenix no es una abominación total pero todo el mundo deambula con poca energía: el director / guionista, la gente de efectos especiales, el elenco. Low Battery, Asis. Es como si a la franquicia les hubiera drenado las ganas y el impulso creativo. Si Apocalypsis era chata, ¿por qué seguir insistiendo y no dejar expirar la saga con un dejo de honor?. Pero no; los superhéroes están de moda y hay que exprimir hasta el cansancio las licencias compradas, aunque el director original (Bryan Singer) se haya convertido en un impresentable, aunque el puesto de mando lo herede un tipo sin experiencia en la dirección (Simon Kinberg, guionista de toda la vida de la saga; ¿qué es esto? ¿Star Trek, donde todos van rotando de puestos y se convierte en un laburo familiar?) y aunque el elenco quiera tirarse por la ventana para agarrar trabajos dramáticos mas desafiantes en vez de seguir en una franquicia agotada. Todos parecen pasados de Valium y las secuencias de acción carecen de adrenalina. ¡Rayos!. Y yo que creí que dormíar demasiado por tener hipotiroidismo… Como franquicia los X-Men nunca fueron mis favoritos. Me gustaron algunas cosas de la rama principal (First Class, Días del Futuro Pasado) y sobre todo los derivados (Wolverine, Logan, Deadpool 1 & 2), simplemente porque tenían menos gente, estaban menos congestionadas y tenían mas tiempo para desarrollar los personajes, amén de que Singer nunca me gustó como director de acción hasta Days of Future Past. Pero al menos en el principio el cast original era veterano, fogueado y exudaba carisma y sexualidad animal. Acá todos parecen unos palurdos, un grupo de pibes haciendo cosplay. ¿Dónde quedó esa sensualidad amenazante de Famke Jansen, el magnetismo animal de Hugh Jackman o siquiera la cara de niño bonito de James Marsden?. Ni que hablar de Rebecca Romijn caminando en pelotas por el set con una capita de tintura azul nada más. Era gente que hacía funcionar al personaje por presencia y pose, compensando las omisiones del libreto y acercándose al preconcepto que uno tenía después de haber leído el comic. Pero acá no hay nada de eso. La Lawrence (por mas bonita, simpática y canchera que sea) parece un muñequito de tablero de auto con esa ridícula peluca pelirroja, Tye Sheridan tiene un cogote feo, Alexandra Shipp no tiene la elegancia de Halle Berry y hasta Nighcrawler parece un niño perdido en la fiesta de disfraces de Halloween. Y de los principales, sólo Fassbender parece vivo, exudando rudeza y enojo aunque claro, impulsado por inercia mas que por el libreto que no tiene ganas de desarrollar personajes ni situaciones dramáticas. Ni siquiera Sophie Turner (convertida en una bella amazona) puede hacer otra cosa que llorar, moquear, enojarse y mostrar las bubies (a veces esas remeras blancas ajustadas son extremadamente distrayentes!). Digo, esta mina perdió a sus padres, es el mutante telépata mas poderoso del mundo luego del Profesor X y ahora, que está contagiada por un virus espacial, sólo se limita a rebotar de un lado para otro mientras se soba los mocos. Es la gran protagonista de la tragedia que forma el núcleo del filme y ni siquiera su perfil dramático está desarrollado como corresponde. Debería despertar compasión (es una inocente atrapada en una situación no deseada que puede costarle la vida y que puede lastimar a los que mas quiere) pero te resulta indiferente. Lo mismo que James MacAvoy / Charles Xavier que termina siendo el villano de la película ya que “penetró” la mente de Grey / Turner cuando tenía 8 años y le hizo un lavado de cerebro para que olvidara la muerte de sus padres. Cuando el tipo se da cuenta de que hizo muy mal (¿qué sentido tenía? ¿acaso no todos los mutantes pasan por situaciones dramáticas y discriminación toda su vida? ¿qué necesidad había de hacer algo especial con la Turner?) se limita a un escueto “lo siento”. Pero todo está desequilibrado en X-Men: Dark Phoenix. Segunda iteración de la saga Fenix Oscuro – considerada una de las mejores historias de los Hombres X -, la versión nueva es tan pálida que X-Men 3: The Last Stand (basada en el mismo concepto) parece Shakespeare en comparación. El profesor X no tiene prurito ninguno por manipular las personas. Mystique es ahora una capitana que se la pasa dando órdenes… ¿y con qué autoridad o experiencia en combate?. Jean Grey es una blandengue llorona que pasa del frío al calor en dos segundos, otra que bipolar. Magneto ahora es un hippie que cultiva zapallitos en una comunidad mutante new age pero, rayos, cuando quiere salir de la mugre, la mugre vuelve a atraparlo (como decía Al Pacino en El Padrino III). Hizo las paces con Dios, la Humanidad y medio universo pero debe regresar en modo venganza porque le mataron a su amigovia Mystique (ups, spoilers!) ya que la Lawrence estaba harta de estar en la franquicia. Digo, todos estos personajes están mal, no eran así en las entregas anteriores ni mucho menos cuando estaba el cast original. Parte de este problema es que adoptaron el enfoque de Star Trek: El Futuro Comienza , usando el viaje en el tiempo de Days of the Future Past como una especie de reboot sobre la marcha para cambiar el futuro y no entroncar con lo que conocimos de los Hombres X en la era de Patrick Stewart e Ian McKellen. Y para colmo deben enfrentarse a una amenaza tan anónima como anodina como son los aliens que comanda (sin mucho entusiasmo) Jessica Chastain. Todo se ve pobre y poco inspirado. El combate en Nueva York está mal dirigido y aburre, y Kinberg parece redimirse un poco con la batalla campal en el tren en donde Magneto entra en modo ninja y liquida tipos a lo pavo con metralla del vagón de metal donde viajan, pero el final es anodino. Todo es anodino. Considerando la filosofía racista / genocida de Magneto, es ridículo verlo jubilado así como verlo en el retiro al profesor X. No es la filosfía del comic. ¡Por Dios, llamen a Zak Penn o a alguien que entienda de la historieta!. X-Men: Dark Phoenix es el clavo final en el ataúd de una larga franquicia que viene a los tumbos desde hace dos películas. El final de una saga debe ser espectacular y precisa un director experto y Kinberg no lo es, poniendo a la platea a dormir o indignando con sus ocurrencias y sus personajes huecos. El drama humano brilla por su ausencia, las disculpas y los perdones son demasiado rápidos y no creíbles, la acción es inocua y no hay nada atractivo en el filme, nada que siquiera te enganche como para verlo una segunda vez. Definitivamente un film olvidable cuyo mayor mérito es ser el mojón final de la carrera para que los derechos pasen de una vez por todas a Marvel y retome la franquicia para aplicarle toda su magia en un reboot que, espero, no esté muy lejano.
¿WTF?. ¿Una película de Godzilla con 2 atómicos, aún cuando somos fans a muerte del gigante japonés?. ¿Le dimos cinco atómicos a Godzilla 2000 pero cuatro a 2001, Odisea del Espacio?. ¿QUE RAYOS ESTA PASANDO?. Uno de los factores primordiales de valorar películas es el grado de indignación. Finales truncos, personajes abominables que arruinan potenciales buenos filmes, etc. Si Godzilla II: El Rey de los Monstruos merece nuestro pulgar abajo, es gracias a Michael Dougherty. El sólito se encarga de torpedear una franquicia que venía muy bien, y el único Universo Cinemático no Marvel que caminaba en la taquilla. El tipo es responsable de cosas potables como Krampus o el libreto de Superman Regresa, pero también ha escrito abominaciones como X-Men: Apocalipsis. Se nota a la legua que Dougherty es ultrafan de las películas originales de Godzilla y acá las calca a rabiar… pero sin cambiarle ni una coma, y repitiendo las mismas abominaciones que la saga de la gran G cometía cuando la Toho estaba en pleno derrape creativo – mitad de los 60 hasta principios de los 80 -. Yo puedo amar las películas viejas de la Toho por lo que son – bizarreadas con tipos en trajes de goma pisando maquetas de cartón – pero acá, con las excelentes bases que había sentado el Monsterverse – la injustamente menospreciada Godzilla (2014), una de mis peliculas favoritas; la gloriosa Kong: Skull Island, un filme pochoclero a mas no poder – las expectativas son otras y Dougherty retrocede como 50 casillas. Los personajes apestan y no nos interesan, los caracteres cambian de actitud como de bombacha (y se van al polo opuesto sin la mas mínima justificación), las explicaciones de turno son aberrantes, los deus ex machina abundan y todo es sonido y furia como si fuera una mala película de Jun Fukuda (o del meister Ishiro Honda en sus épocas menos inspiradas) asquerosamente sobreproducida. Este no es un filme para los que gustaron de Godzilla 2014 o Kong: Skull Island; es simplemente un carísimo fan service para los amantes de las baratas películas japonesas originales, que ignora los gustos y aspiraciones de un público moderno pensante, expectante de un desarrollo dramático sólido y menos efectista. En el fondo Godzilla II: El Rey de los Monstruos es una película populista. ¿Se quejaron que vieron poco a Godzilla en el filme del 2014 de Gareth Edwards?. Acá tenés!. Desde el primer hasta el último minuto hay monstruos y refriegas por doquier. ¿Godzilla 2014 no te pareció lo suficientemente respetuosa de la saga original?. Acá tenés más!. Dos científicas gemelas como las mini princesitas que controlaban a Mothra en sus películas, el staff standard de kaijus de la Toho reimaginado badass al 1000% – Mothra tiene letales garras; Rodan es feroz y arrasa pueblos con los tornados que provoca con sus gigantescas alas; King Ghidorah (apodado Monstruo Zero como el filme original de 1964) es una hidra que regenera cualquiera de sus tres cabezas cuando las pierde, cada una de las cuales tiene mal carácter y se pelea con las otras; hay una fortaleza volante con las armas mas avanzadas del mundo al estilo de la Super X – y hasta la inmortal marchita de Akira Ifukube tiene la oportunidad de hacer un cameo en toda su gloria. Yo debería estar saltando en una pata pero… En los kaiju eiga los personajes humanos son un relleno que hacen tiempo hasta que aparecen los monstruos y empiezan a darse murra. Directamente no les das importancia a la gente. Pero en un filme yanqui, la presencia de buenos actores (y de algunos diálogos pasables, como el de Ken Watanabe “debes reconciliarte con los demonios que te atormentan”) te da otra expectativa… la cual es aniquilada de manera atómica por Vera Farmiga. ¿Viste cuando decís “qué caraj… está haciendo esta mina”? (algo muy frecuente en las malas películas de terror). Bueno, a la Farmiga (sólida actriz si las hay) le toca ese triste destino. Su personaje es una contradicción ambulante y, lo que es peor, sus cambios de actitud son extremadamente irritantes porque no existe el mas mínimo sustento lógico de las decisiones y contra-decisiones que toma. Sip, tiene dos hijos, uno de ellos murió en el raid de Godzilla por San Francisco en el 2014. Le queda Millie Bobby Brown, pero aparentemente no le importa, al igual que su ex (Kyle Chandler), biólogo de alta alcurnia y fotógrafo aficionado. La ves a la Farmiga y parece una persona 100% normal, no una enferma depresiva o una sicópata, alguien dañado por haber perdido a su crio bajo la pata de un monstruo gigante. Sin embargo, no pasan mas de 10 minutos hasta que te das cuenta que a la mina le faltan algunos jugadores. Ama a su hijita adolescente pero, a su vez, le importa tres pepinos si desata el apocalipsis en el mundo y la humanidad es arrasada de un plumazo. Y después sale como desesperada a buscar a la Brown para salvarla mientras los kaiju hacen percha medio Boston. ¿WTF?. Podrían haber puesto a la Farmiga directamente en el rol de víctima (como rehén forzada a cometer actos inmorales bajo amenaza de matar a sus seres queridos) y dejar que todo el peso del villano lo cargue Charles Dance, el cual es un millonario con pensamiento nihilista (como el tipo que quiere explotar una bomba en Liga de la Justicia y lo detiene la Mujer Maravilla: “la era de los dioses ha llegado; la era de los hombres ha terminado; debemos regresar a la fe y a las épocas oscuras…” bla,bla,bla) pero es absolutamente coherente en su propósito. Pero no; era mejor dejar a una gran actriz quemarse en un papel ridículo. Pero la Farmiga no es la única aberración de lógica del filme. El comienzo, con la auditoria de la Organización Monarca frente a un grupo de políticos es otra cosa traída de los pelos. Ahora, de tener tres kaijus pasamos a tener unos 50, encerrados en masivos refugios subterráneos construidos en todas partes del mundo y sin que los paises de turno estén enterados. ¿De donde sacaron toda esa plata si John Goodman andaba mendigando monedas en Skull Island?. Porque cada refugio masivo tiene a un gigantesco monstruo apresado o en estado de hibernación. Hasta el demente de Charles Dance quiere liberar uno a uno y ver cómo se matan en orden, pero la Farmiga los libera a todos. ¿POR QUE????. Pero volviendo a la comisión – y siguiendo con los disparates del libreto -, el moderado Ken Watanabe ahora tiene la demencial idea de que debemos convivir con los kaiju en vez de aniquilarlos con bombas atómicas. Ondas de amor y paz. Díganle eso a los japoneses que reconstruyeron 5.000 veces Tokio porque Godzilla y sus amigotes venían a hacerse un picadito en la ciudad. Ni en la película mas mala de la Toho aparece semejante idea ridícula, ni siquiera en la mas moderna (y lógica) Titanes del Pacífico donde gente de todo el mundo se manda a construir muros gigantes alrededor de sus ciudades para que no las pisen… y, aún así, es al santo gas levantar semejantes moles porque son inútiles frente a semejante fuerza de la naturaleza. Es todo tan estúpido, tan grosero, tan ilógico que te hace crujir los dientes y te arruina el resto de la película porque está visto que el director va a hacer lo que se le canta. Las peleas son masivas, espectaculares y huecas simplemente porque hay demasiados bichos, ni siquiera le dan demasiado espacio para crearles una personalidad propia (salvo el malhumor de King Ghidorah), y la devastación es solo eso: una parafernalia de efectos especiales. Incluso hay bichos que mueren y pasan su poder a otros… los mismos bolazos traídos de los pelos que hacía la Toho en su peor momento. Godzilla II: Rey de los Monstruos es un serio retroceso del Monsterverse. Ya ni siquiera pujás por los monstruos porque todo es caos, incoherencia y exceso. Entre eso y el sacrilegio de despachar expeditivamente a algunos personajes importantes, terminás por darte cuenta de lo sólida que era Godzilla 2014 con menos bichos y mas cuidado en el guión. Vos esperás que la versión norteamericana de la gran G sea mas pulida, coherente y excitante que las bizarreadas sesentosas de la Toho (con el agravante que los últimos filmes japoneses de Godzilla han hecho cosas excelentes y mucho mas coherentes que sus predecesores). Ahora se metieron en un brete y, a menos que llamen a Gareth Edwards (o a otro tipo responsable) para la proxima Godzilla vs Kong, el Monsterverse estará irremediablemente perdido, sumido en el efectismo, el disparate y el absoluto desprecio por un desarrollo dramático mínimamente coherente.
Príncipe de Persia: The Live Action Movie. Bah, ¿no había una película del príncipe de Persia con el chompiras ése de mandíbula cuadrada que hace de Mysterio en la última del Hombre Araña?. Sip. Y mientras mis iracundos lectores preparan las antorchas para incinerarme a lo bonzo, yo diré que Aladdin 2019 es una de las mejores remakes que ha hecho Disney en los últimos años (mientras les alcanzo de motus propio un bidón de gasolina). Oh, si, la gente está indignada con otra película que ultraja su infancia pero, rayos, la versión live action de Aladdin de más que potable… siempre que haga un poco de sicoterapia y olvide por un momento a la versión animada con Robin Williams. Acá hay un discurso feminista anacrónico (¿mujeres sultanes en una cultura tan machista como la árabe? ¿canciones inspiradas en el #MeToo?), expresiones anacrónicas (“he vivido huérfano y solo con un mono como mi única figura paterna” “¿no eres un genio omnisciente?”), horrendos genios digitales con mirada zombie y un villano con pinta de porteño que no asusta a nadie, pero es un filme innegablemente divertido. Sip, hay patinadas gruesas pero el resultado es entretenido… siempre y cuando no lo compare, fotograma a fotograma, con la versión animada de 1992. El primer WTF es preguntarse qué diantres hace un tipo – que sólo saber filmar a mafiosos londinenses – en el puesto de mando de una película de fantasía para niños. Pero Guy Ritchie es un genio en lo visual – ¿recuerdan el escape de la fábrica de armas de Robert Downey Jr, Jude Law y Noomi Rapace en Sherlock Holmes: Juego de Sombras? – y acá no hay fotograma que no te queme los ojos por la opulencia, el ritmo o el colorido. Cuando hay acción, está bien filmada y cuando la escena es estática, siempre hay algo que deslumbra, sea el vestuario, la escenografía o incluso el maquillaje. Los números musicales son muy buenos y gran parte del éxito del filme es el trío central que posee un enorme carisma. No se trata todo de Will Smith calzándose los zapatos de Robin Williams; Naomi Scott es hermosa, sensible y poderosa, y Mena Massoud está brillante como el pillo de esta fábula de las Mil y Una Noches: simpático, canchero, emotivo, conflictuado. Es una lástima que Jafar se lo hayan dado a un tipo tan anónimo; hubieran trocado roles con Numan Acar – el actor que hace de Jakim, el jefe de la guardia real y un tipo con mas presencia amenazante – y el resultado hubiera sido mucho mejor (¿dónde estás, Christopher Lee, cuando mas te necesitamos??. Ups, en el cielo…). Pero, claro, todo el mundo que ahora me rodea (con antorchas encendidas) – mientras estoy atado a un palo cubierto de ramas y escribo esta review con el dedito meñique en mi smartphone – clama por lincharme por decir que ésto es una buena película y que incluso es mejor que el filme de 1992. Nadie dijo eso. Ciertamente el original de 1992 tiene otro mojo pero estaba plagado de anacronismos (¿el genio imitando a Jack Nicholson? ¿alguien sabrá quién era Jack Nicholson dentro de 30 años, especialmente el público infantil?) y, por otra parte, la animación le permitía una libertad infinita. Era un filme que descansaba íntegramente en los hombros de un loco genial, un maníaco que desbordaba energía y verborragia como era Robin Williams, y posiblemente sea el filme mas auténtico sobre su persona cinematográfica. Incluso llegaba a un punto donde deseabas hacer fast forward y saltearte todo el romance de Jasmín y Aladdin hasta la próxima aparición en pantalla del genio (en mas de un sentido) de Williams. Pero si lográs despegarte de ese filme y podés ver esto como una versión alternativa – algo que le pido encarecidamente a los fans de ultranza de filmes como Ghostbusters, que defienden su recuerdo histórico en vez de poder ver la versión moderna y valorarla en sus propios méritos -, verás que no sólo no es tan mala sino que es muy divertida. Will Smith como un muñeco Michelin azul con ojos de muerto es chocante, pero despegate de eso y verás que su perfomance es muy buena simplemente porque no sintoniza a Williams sino que hace su propia versión del genio, con su humor y con la personalidad canchera de Smith. Es menos esquizofrénico, igual de simpático y cuando hace los números musicales te divertís, aunque sabés que pierde por goleada contra Williams y la versión animada. Pero si comparo esto con otros muertos vivientes que Disney ha engendrado últimamente (sea La Bella y la Bestia o Dumbo), Aladdin 2019 es superior a la media. A mí me gustó y la defiendo, y creo que merece una oportunidad con las advertencias correspondientes. Si uno no busca inmortalidad sino entretenimiento seguro encontrará acá a un producto sólido del cual no se arrepentirá de haber pagado la entrada.
Deber para el hogar: cosas que aprendí viendo John Wick: Los cuchillos no sólo sirven para cortar la comida. Los lápices no sólo sirven para escribir. Los perros a veces no son los mejores amigos del hombre. Los libros no sólo se usan para leer. John Wick es tan caritativo que te puede arreglar en un segundo un problema de conjuntivitis o una muela cariada sin necesidad de anestesia. Y… que no hay nada mas peligroso que un tipo desarmado. Bienvenidos a la apoteosis de la locura, la violencia y la testosterona. Si Tarantino convirtió a la violencia en arte, la saga de John Wick es – por definición – una trilogía de obras maestras. Nunca ví despachar a tantos monos de tantas maneras diferentes. Tirar miles de puñales uno tras otro como si fueran balas, partir cabezas al medio lanzándoles un rifle de asalto descargado – como si fuera su propia versión del RompeTormentas, el hacha que estrenó Thor en la última de Los Vengadores -, o usar perros entrenados como letal soporte de combate armado a puertas cerradas. La primera hora es un delirio tan grande que te deja doliendo la cara de tanto sonreír. Es una andanada de refriegas, una tras otra sin descanso, y donde el veterano Keanu Reeves refrenda que es el icono del cine de acción de la última década. Nunca hubo nadie tan violento ni tan expeditivo en el cine en los últimos años, sean Los Vengadores, John McClane o Liam Neeson… juntos. El tipo mata gente a una velocidad pasmosa y de las maneras mas creativas posibles. La primera hora es una carnicería constante y es lo mas genial que he visto en los últimos tiempos. John Wick, asesino a sueldo de altisima reputación obligado a salir de su retiro profesional por circunstancias fuera de su control, ha comenzado a librar una batalla personal que culminó con el enojo del sindicato de asesinos (llamada “la Alta Mesa”), quienes lo proscribieron y le pusieron precio a su cabeza. Tras una sucesión de batallas campales llega a un refugio de la mafia rusa donde nos enteramos que Wick es un nombre inventado y que el tipo es un bielorruso que se llama Jardani Jovonovich (!). Apelando al honor de la directora de la Ruska Roma (Anjelica Huston), Wick consigue un boleto de ida a Casablanca, Marruecos, en donde reside el mandamás de la Alta Mesa. Si tan solo pudiera ubicarlo en persona para poder negociar un perdón, Wick podría poner fin a la matanza… aunque ello implique que tenga que pagar un precio exorbitante por la paz de su alma. Durante la primera hora John Wick 3: Parabellum funciona como un relojito. La acción es gloriosa. La payada, inspirada. Derek Kolstad saca la guitarra y se pone a inventar cosas de todo tipo, engrosando la fascinante mitología de la saga y dando a luz algo digno de comic. Como que la Alta Mesa desciende de la orden de los Hassassins – ¿se acuerdan de la cofradía de sicarios a los que se enfrentaba Jake Gyllenhaal en El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo (y que era lo mejor de la película)? -, o que el sindicato posee un comité de disciplina formado por individuos plenipotenciarios (Adjudicadores), capaces de dictar juicio sumario a quien sea sin importar el rango que tenga en la organización. O el personaje de Halle Berry, una ex asesina que tuvo una hija y que le encargó a Wick que la ocultara en el mayor de los anonimatos, no sólo para que no conociera los horrores de la profesión de su madre sino para evitar que sus potenciales enemigos pudieran encontrarla, lastimarla o utilizarla como moneda de cambio (un favor enorme que ahora Wick viene a cobrar, pidiéndole que lo lleve hasta el jefe de la Alta Mesa). O el asesino ninja (Mark Dacascos, arruinando con picos de sobreactuación lo que podría haber sido un memorable némesis) que admira a Wick y pasa sus noches preparando sushi en un puesto callejero. Eso sin contar con las guaridas secretas donde forjan las monedas de oro con que se maneja la organización así como los escudos que indican el grado de poder dentro del sindicato. Sí, sí, es sanata de alto vuelo, oh, yes. Mientras que todo eso es impecable, lo que sigue en la segunda hora ya no está tan inspirado. La acción comienza a volverse algo repetitiva y cansadora, aunque sigue siendo intensa. Pero si el director Stahelski mantiene la energía aunque la novedad de los trucos se vaya agotando, el que parece perderse es el libretista Kolstad. De pronto, no todo es tan claro. La trama de traiciones, contra traiciones y acuerdos secretos se vuelve confusa y sin propósito. La coherencia empieza a quedar pagando y todo parece un intento forzado para engendrar una cuarta parte que nadie esperaba. Definitivamente no ocurre la esperada “guerra total” contra la Alta Mesa sino que todo queda estancado en un estadío intermedio y con personajes comportándose de manera no muy coherente que digamos. Si John Wick 3; Parabellum es recomendable, que no te quepa la menor duda. La primera hora es impecable y es increíble la cantidad de veces que te vas a reír con ganas debido a las animaladas que se le ocurrieron a los responsables del producto. Con 55 años Keanu Reeves es un soldado admirable, y le pone el cuerpo a un esfuerzo físico tremendo (la Berry no se queda atrás y hasta me gustaría ver una película basada en su historia personal). El es el que saca a flote la saga y el que se ha ganado el comeback que está teniendo (ahora la gente de Marvel amenaza con tentarlo para darle un rol en el MCU). Pero la franquicia está amenazando con salirse de madre por una cuestión de codicia. Por eso el grueso de las sagas no pasan de trilogías (a menos que tenga un sólido sustento literario detrás, como Harry Potter o James Bond), y acá Kolstad corre el riesgo de cometer el mismo pecado que los hermanos / las hermanas Wachowski, que es irse en ambiciones y extender tanto la mitología que después no hay manera coherente de poder atar todos los cabos. John Wick 4 llegará en dos años, y depende de la creatividad de Kolstad que sea un golazo de media cancha… o el ancla que termine por hundir a una franquicia tremendamente prometedora y de lo mejor que ha surgido en la última década.
Superman: el superhéroe imposible. El tipo hace cosas que científicamente son inexplicables: vuela, echa rayos por los ojos, es indestructible y superfuerte. Y es una contradicción ambulante, tema al cual le he dedicado un artículo completo en este portal. Es imposible que el boy scout de América tenga un absoluto control Zen sobre sus sentimientos de manera de que el tipo jamás se enoje con nadie, o que estalle alguna vez por las injusticias de la vida y del mundo como para querer hacer puré a alguien. Además, si es tan fuerte… ¿cómo no destroza las tazas de café o los platos en los que come?. ¿Cómo no pulveriza las manos que estrecha o aplasta a las personas que abraza?. Debería vivir en un estado de permanente control, obrando con nosotros con la misma delicadeza que tendríamos con una hormiga para no destrozarla. Y esa imposibilidad de exaltarse, de ser efusivo,… de emocionarse y perder el control de su fuerza implicaría automáticamente que el contacto humano le estaría vedado. No podría acariciar. No podría abrazar. No podría amar. Si no puedes amar a nadie por temor a matarlo, la soledad es inevitable. Y la alienación también. Mas que los superpoderes de Superman, la gran pregunta sería, de existir un ser así en el mundo real, cómo podría conservar la cordura. No hay contacto humano posible con lo cual no hay matrimonio, familia ni hijos. La raza humana te mira con recelo, e incluso planea en secreto métodos para combatirte y aniquilarte por si un día te rebelas, te enloqueces o te vuelves senil. Sin ataduras emocionales con este mundo, el sentimiento de desprendimiento de la realidad sería inevitable y progresivo… y pondría a Supie en el mismo dilema existencial del Doctor Manhattan en Watchmen. ¿Por qué Dios querría vivir entre nosotros y sufrir nuestros padecimientos cuando puede arrasar todo y dominarnos, o simplemente marcharse a otro planeta para tener una existencia pacífica?. ¿Por qué debería luchar por nosotros cuando somos una raza autodestructiva?. La noticia de la existencia de Brightburn me daba una luz de esperanza para saber si a alguien más se le había ocurrido semejantes preguntas. Partiendo de la premisa de “¿qué pasaría si Superman fuera malvado?”, quizás un grupo de libretistas inteligentes (o a lo M. Night Shyamalan, tipos disparatados que al menos se arriesgan a crear extravagantes teorías para justificar la existencia y el accionar de sus personajes) podría abordar estas cuestiones desde una postura iconoclasta y justificar la conducta malvada de un superser partiendo de su naturaleza inhumana. Vale decir, salirse de la regla, abordar el tema desde otro punto de vista, aplicar la lógica… y filosofar sobre el tema hasta el punto de crear una película de terror que fuera pensante… sin que eso implique que deba ser aburrida o que carezca de sobresaltos y gore. No sólo ver a Supie malo achicharrando gente y estrujando músculos y huesos, sino que sus padres – principales responsables de su código moral interno – pudieran entrar en discusiones como las planteadas en el primer párrafo de esta review. ¿Por qué este tipo debería estar de nuestro bando?. Lamentablemente Shyamalan no estaba disponible y lo que tenemos es a un grupo de palurdos – un par de primos de James Gunn con Viaje 2: La Isla Misteriosa en su prontuario como libretistas; el director del delicioso clip “Inferno” donde Zardy Hasselfrau y los suyos promocionaban el lanzamiento en video de Guardianes de la Galaxia 2 – que terminaron generando la cosa mas chata, poco original y escasamente convincente que exista. No hay nadie – en todo el maldito cast – que opere con la mas mínima lógica. Los Kent de turno nunca se calentaron en ponerle una vacuna al pibe o ni siquiera temieron que el flaco se tirara un gas y matara a toda la humanidad. Digo: es un ser de otro planeta, viene con otras bacterias, otras enfermedades, otra sangre… Si vas a jugar a la versión realista de Superman, tenés que pensar – como mínimo – en decirle algún día de que no es de acá y que si embaraza a alguien capaz que de a luz algo con cinco ojos y diez tentáculos, cuando no, que la parta al medio como un queso cuando tenga relaciones. Que no puede hacerse exámenes médicos y que su partida de nacimiento es trucha. Que no puede enojarse con nadie porque puede pulverizarlo literalmente, y estar todo el tiempo pensando en qué van a inventar para castigarlo el día que se salga de control, haga burradas en la adolescencia o decida portarse mal. La teoría le funciona a Superman porque está criado en la América de los años 30 con una educación ultraconservadora donde los hijos jamás le discutieron nada a sus padres, y donde los Kent era un modelo de sencillez y sabiduría; pero estos dos nabos – padres del nuevo milenio, tipos ocupados en sus cosas, en sus trabajos y en sus celulares, y que ni siquiera tienen una gran química con el chico – aceptan la anormalidad de las cosas con total naturalidad. No dicen ni mu cuando la cortadora de césped aparece deshecha porque Brandon (ah… por Marlon Brando… guau, qué inteligentes que son estos Gunn…) decidió probar que era indestructible metiendo la mano en la hélice. O siquiera se ponen blancos del susto cuando los llaman del colegio y les informan que el pibe le deshizo la mano a una nena de su clase que le tiene miedo porque lo ve un poquito sicópata. Ni siquiera pierden el sueño cuando Brandon hace brulee a medio gallinero porque acaba de descubrir que puede lanzar rayos con los ojos y está testeando el superpoder del día. Tampoco se hacen pis encima cuando descubren el cuaderno secreto del pibe, lleno de dibujos espantosos que ilustran masacres de todo tipo y la Tierra prendida fuego gracias a la mirada calorífica de Brandoncito… Si lo ves no muy de cerca, Brightburn es tan estúpida que debería haber sido escrita como una parodia tipo Scary Movie. Los razonamientos de Elizabeth Banks y David Denman son abominables. La Banks defiende al engendro de otro planeta aún cuando haya masacrado medio pueblo. El tema del superser descarrilado está desaprovechado criminalmente – sólo sirve para crear algunas matanzas novedosas – y lo que tenés es una variante de La Profecía pero con Damien viniendo de otro planeta, sin sectas satánicas que lo protejan y sin Ave Satani de Jerry Goldsmith en la banda de sonido. Ahora los padres del Anticristo no son dos poderosos políticos sino una pareja de pueblerinos simplones. Pero, por el resto, sigue la misma mecánica, con el chico malvado de turno sacando de su camino a la gente que le molesta… y por la razón mas estúpida del mundo, que es que no quiere que sus padres se enteren… aún cuando sea imposible disfrazar que asesinó a la mitad del pueblo en apenas un par de noches. Todo es burdo, brusco, inexplicable. Brandon pasa de buen pibe a asesino serial en dos segundos. Cuando se enoja, golpea la mesa y se despacha con un pulso EMP que apaga todo pero que nadie le da importancia. Tampoco les llama la atención que flamee por ahí con una manta roja como capita o que se le pongan los ojos rojos cuando se enoja. El libreto tira por ahí que en realidad se volvió malo porque la cápsula espacial que lo trajo – y que los Kent… los Breyer tienen guardada en el granero – posee un mensaje mental preprogramado que ahora, al cumplir doce años, se ha activado y que le dice que fue enviado a la Tierra para destruir el planeta. Pero todo es demasiado simplista y decepcionante, nadie reflexiona sobre nada de lo que pasa, y solo se atiene a seguir la linealidad de los hechos, terminando por convertir a Brighburn no sólo en un filme difícilmente recomendable sino en una oportunidad única desperdiciada de la manera mas incompetente posible.
Algo divertida. Algo movida. Algo aburrida. Pokemon: Detective Pikachu es el último intento de Hollywood de meterse en los calzoncillos de una franquicia japonesa. Con los animes le va mal, con los kaiju eiga le fue mejor. Acá toman un videojuego / devenido serie animada / devenido saga de filmes / devenido versión live action que se escapa por la tangente para intentar hacer algo diferente. En la saga todo se reducía a capturar monstruitos (pokemones, pocket monsters o “monstruos de bolsillo”) y combatir contra otros jugadores / entrenadores para quedarse con la mayor cantidad posible y ser el as del rubro. Acá la cosa va de detectivesca y, honestamente, el filme no valdría un comino de no ser que contrataron a Ryan Reynolds para la voz del peluche animado amarillo. Aquí podríamos tener una idea de lo que sería una version ATP de Deadpool cuando Disney le haga un enema sanitizador y le saque todo el contenido trasgresor al personaje. Pero Reynolds juega por partida doble, y es tanto lo mejor como lo peor del filme. Hay salidas inapropiadas para lo que es un producto infantil (“a veces me acarician tanto… me tocan tanto.. me meten un dedo”) que te causa tanto gracia como shock porque hay niños atendiendo la pantalla. Mi nena de 10 años la estaba viendo conmigo y se le pasó la referencia, pero estoy seguro que a otros espectadores infantiles no se le escapará… y harán la incómoda pregunta de dónde le podrían meter un apéndice dactilar al bicho amarillento de marras. Y, como ésa, hay varias salidas con doble sentido. Pokemon: Detective Pikachu es un producto hueco por donde se lo mire. No hay mucho interés en construir un universo creíble para la existencia de estos bichos. Tomando notas de The Golden Compass, estos bichos aparecieron y hoy todo el mundo tiene uno como si fuera parte imprescindible de su personalidad (no como los daemons que eran el espíritu extracorpóreo de los humanos en un universo alternativo). Pero hay bastante de simbiosis entre pokemones y dueños, y uno puede morir si pierde al otro. Escupido al pasar con un infomercial que Justice Smith ve en un tren, la cuestión es un detalle menor para el libreto. El tema es llegar rápido a que Pikachu / Ryan Reynolds entre en escena antes de que la platea se duerma. Y sí, el tipo es gracioso pero a veces se pasa de rosca y habla demasiado. Aún cuando todo esto sea una estupidez sideral se precisa un mínimo de lógica interna y, si estamos en una escena hablando de la desaparición / posible muerte del padre de Smith, el bicho podía de ser menos sarcástico y pasado de vivo. Tampoco hay mucha lógica interna con el resto de la trama. Ellos saben que uno de los primeros pokemones tiene información vital sobre el paradero del padre (o de su cuerpo) y, al ver que lo atrapan y lo llevan a una instalación, en vez de ir hacia ella prefieren ir a la ciudad simplemente porque es la hora del clímax y de ponerle un cierre a la película. El bicho es bastante inútil como detective (y eso que tiene la cazadora de Sherlock Holmes), y hay un montón de personajes de relleno, ingratos papeles para actores talentosos como Ken Watanabe o Kathryn Newton, la que vimos hace poco en The Society y ha probado ser una intérprete de la hostia. Te das cuenta que algo realmente malo pasa con el libreto si Bill Nighy no tiene ganas de sobreactuar, Pokemon: Detective Pikachu tiene su cuota de momentos aburridos no por su inmovilidad sino por su exceso de palabrería y su falta de respeto por lo que debería ser una investigación seria. No digo que deba ser sobria, sólo que precisaba un equilibrio y que, cuando el protagonista está triste porque recuerda a su viejo, el bichejo no debería salir con un chiste de cuarta, lo cual ocurre demasiadas veces. No hay demasiada originalidad en el esqueleto de la trama – la investigación, la conspiración – sino un despliegue excesivo de chistes y efectos especiales. Quizás los seguidores de la franquicia la amen y quizás sea éste el único enfoque para tomar una premisa ridícula y volverla exitosa… pero me parece que precisaba otro tipo detrás de cámara como depurar el libreto y no ser tan indulgente con la verborragia de Reynolds, el cual termina glorificando un filme que – sin él – no valdría la pena en lo mas mínimo.
Es imposible expresar en palabras lo que Marvel ha conseguido con Avengers: Endgame. Es un filme monumental que concluye una saga monumental y que posee una energía monumental. Lo que empezó como un chiste interno – poner escenas post créditos en los filmes, anticipando la siguiente entrega y funcionando como truco publicitario – fue generando una serie de expectativas que terminaron rebalsadas por la masiva respuesta de crítica y público. Y cuando Los Vengadores llegó en el 2012, las cosas volaron por los aires. Marvel se convirtió en un peso pesado de la industria, el modelo a imitar y la máquina de hacer dinero que cosechaba toneladas de alabanzas del público y la crítica. Los pasos osados se convirtieron en planificación estructurada y ahora han llegado a la conclusión natural de una saga ultra épica, no solo por la perspectiva argumental del universo sino también por factores ajenos a la fantasía, elementos materiales, mas vulgares y realistas como es el paso del tiempo para los actores principales de la serie así como el costo astronómico de sus millonarios contratos. Quizás éste último dato – con gente que se despide del MCU – haya servido para elevar aún mas las expectativas de algo que de por sí iba a ser gigantesco. Pero, a decir verdad, Avengers: Endgame no es tan prolija e impactante como Guerra Infinita. Nada podrá superar ese final amargo y sorpresivo, el impacto de ver a Thanos triunfando, aniquilando a la mitad del universo y, con ello, a un grupo de los personajes mas amados del MCU. La misión de Endgame es levantar los corazones y producirte ese shock de euforia viendo como nuestro héroes dan vuelta la partida y derrotan a Thanos de la manera mas satisfactoria. Sí, el filme lo logra, pero a veces de manera reñida con la lógica y sepultando la emoción de un duelo individual en una tonelada de explosiones y efectos especiales. Entre eso, alguna que otra decisión creativa discutible sobre el aspecto / destino de algún personaje y un par de Deus Ex Machina, Avengers: Endgame triunfa pero no sin cometer algunas trampas (sin ir mas lejos el destino de Asgard, que en el comienzo de Vengadores: Guerra Infinita parecía estar sellado y que ahora posee una numerosa cantidad de supervivientes viviendo en la península escandinava). Uno de los principales problemas del filme es la existencia de Carol Danvers, la recién llegada al universo Marvel. Ella es tan superpoderosa que el libreto debe encontrar una excusa para sacarla temprano de cuadro, caso contrario el filme terminaría antes de la primera hora. Las apariciones / desapariciones de la Capitana Marvel son tan alevosas que sólo son perdonables por el sabor de la emoción, pero van en contra de toda lógica. El otro problema tiene que ver con el funcionamiento de cierta máquina, la cual sólo operaría con personas que tuvieran encima la partícula Pym, un detalle que el guión opta por desestimar para hacer que toda la flota del emperador Palpatine aparezca en el momento menos adecuado. Y después hay dos o tres personajes (y algún villano) que no se comportan como lo previsto, sea perdiendo el perfil heroico o su particular filosofía existencialista, u omitiendo datos esenciales para la resolución de ciertos acertijos indispensables para que la cruzada sea exitosa. Pero ello no quita que Avengers. Endgame no sea efectiva y emotiva, aún cuando en el Acto II – cuando los Vengadores se dividen en tres grupos, cada uno con su propia cruzada – sea algo estirado. El tema que sobrevuela todo el filme es el de los afectos, los amigos, la familia – de individuos vacíos por un presente de constante dolor y que encaran una misión suicida para recuperar a quienes se fueron; o de aquellos que deben sacrificar lo que han logrado tras el Apocalipsis, simplemente porque el bienestar de muchos se superpone al de uno solo -, y está presente en los arcos argumentales de Clint Barton, Tony Stark, Scott Lang (Paul Rudd está en modo dramático casi el 100% del tiempo) y hasta de Steve Rogers. En cambio a Thor lo persigue el fantasma de la impotencia, del no haber podido evitar a tiempo el desastre por una cuestión de mejor puntería en el desenlace de Guerra Infinita. Si el Acto II provee algo – además de los pertinentes McGuffins… odio hablar en clave pero tampoco voy a arruinar todas las sorpresas del filme – es la recarga emocional de nuestros exhaustos héroes, tomando fuerza del reencuentro con seres queridos porque les da el impulso necesario para seguir adelante con una misión en donde las probabilidades de éxito son casi nulas. AutosDeCulto, el portal sobre la historia de los autos Pero poco importan los problemas o detalles del filme cuando llega el clímax – tan ansiado desde el año pasado – y te sacude hasta la médula. A pedido del público Steve Rogers se da el lujo de gritar “Vengadores… unidos!” (Avengers assemble!) – algo que los fans pedían desde hace años – y el cine se viene abajo. Endgame tiene el honor de destronar a Aquaman y su final descomunal, poblando la pantalla con toneladas de ídolos, monstruos, naves y criaturas de todo tipo. Que el exceso obligue a muchos iconos a figurar como meros cameos mudos (y que la lucha esté filmada de manera algo desprolija, sin poder seguir demasiado las acciones de los personajes que nos importan como sí hacía Peter Jackson en las masivas batallas de la Trilogía del Anillo) no altera la emoción de la partida, de la lucha a muerte, de la sorpresa y la euforia. De la emoción, la tristeza y la victoria. Seré honesto: Avengers Endgame es la apoteosis del filme pochoclero. Y es también la apoteosis de la cultura nerd. Pero, por otra parte, es un filme que me inquieta profundamente porque toma decisiones muy importantes sobre algunos personajes principales (amen de que el paréntesis de cinco años que propone el filme pone automáticamente a todos los próximos filmes del MCU como obras de ciencia ficción porque transcurren en el futuro), y porque ahora Marvel se ve obligada a construir desde cero otra épica que no esté relacionada con Thanos como villano omnipresente. ¿Existe vida en el MCU después de Endgame?. Demoraron 10 años en construir este espectáculo monumental y usaron a los mejores personajes para ello, pero… ¿podrán repetir la movida?. ¿El año que viene seguirán los taquillazos Marvel?. ¿Cómo sería un nuevo filme de los Vengadores con tantos cambios en el staff?. Son interrogantes que atormentan al nerd que llevo dentro mientras mi corazón se emociona hasta las lágrimas con cada gesto heroico que Endgame tiene para ofrecerme en su última hora plagada de fotogramas inolvidables. Alejandro Franco, 26 de Abril de 2024
Por favor, basta de estupideces. Get a life. Odio cuando la gente se talibaniza sobre una obra en particular – y sobre todo cuando se trata de un mero producto comercial, ni siquiera hablamos de una obra suprema de la literatura mundial – y procede a lapidar sin miramientos a aquellos blasfemos que procedieron a adaptarla, cambiándole puntos y comas o dando una versión alternativa de la misma historia. No tengo un recuerdo fiel de la versión 1989 de Cementerio de Animales pero definitivamente no era una versión memorable. Recuerdo malas actuaciones y un bebé asesino que era mas ridículo que aterrador. Esta versión 2019 es superior, pero dista de ser una obra maestra. Parte del drama está en el original de King – se precisa una sucesión de estupideces y mala suerte para que los eventos ocurran – y parte está en que algunas decisiones creativas del climax podrían haber sido mejores. Pero Cementerio de Animales no es Shakespeare y puede tener todas las versiones alternativas que quiera siempre que sean efectivas y mejoren la obra original. Nada es intocable en esta vida. Si la versión 1989 apuntaba al terror, la versión 2019 es mas dramática e incómoda. Terriblemente incómoda. El tema es que acá no hay finales felices ni lucha contra un mal superior, sino una visión nihilista del mundo desde el momento en que la familia es golpeada por la tragedia. Lo que queda es el dolor y la angustia, malos consejeros a la hora de perder un ser querido y mas cuando uno sabe que existe un atajo – ilegal, truculento – para engañar a la muerte y recuperar lo que la vida nos ha quitado. El resultado es una media hora final estremecedora, inquietante, enervante… que no termina de calar todo lo que debiera. ¿Por qué?. No termina de quedarme claro. Mientras que las persecuciones y la acción están muy bien, el detalle de estos engendros revividos parlanchines que gustan darte lujo de detalles sobre la infernal vida en el Mas Allá me suena a película barata de terror. Casi podría escuchar a Freddy Krueger decir líneas parecidas en la cuarta o quinta secuela de la saga de Pesadilla en la Calle Elm. Pero que esos deslices no te engañen; Cementerio de Animales 2019 es una película de terror magra en grasas. Dura poco (algo mas de una hora y media), tiene excelentes perfomances, buen clima, algunos shocks obvios y otros no tanto, y pocos errores que se puedan subrayar. Hay cambios notables, en especial sobre quién muere; acá le toca la baraja de la muerte le toca a la hija de 9 años en vez de al bebé (a diferencia del texto original y del filme de 1989), lo que te da la oportunidad de poner a una intérprete mucho mas madura (en este caso, una brillante Jeté Laurence) para protagonizar con soltura ambos lados de la misma moneda. Cuando está viva, la Laurence es chispeante y alegre… y cuando regresa de la tumba, es un engendro decrépito de piel blanca, venas azules, costurones por todos lados, ojito caído y voz gutural que te eriza la piel. La mejor escena del filme es cuando un nervioso Jason Clarke – que ha acogido en su casa a su hija revivida, la cual vino rengueando después de despertarse en el cementerio indio – decide arroparla y la espectral Laurence le pide que se quede con ella a pasar la noche. Desquiciado pero con un dejo de sentido común, Clarke se ha ido dando cuenta que esa cosa que está acostada a su lado no es ni por asomo su hija sino algo mas escalofriante y desalmado… y cuando la nena le dice “papá” y le pasa el brazo simplemente te pone todos los pelos de punta. Es posible que le falten algunos subtextos del libro original y es posible que los villanos funcionen mejor cuando hablan poco; pero en general Cementerio de Animales 2019 me pareció muy potable. Lo que sí creo es que no funciona en el sentido habitual de los filmes de terror – de puro pasatismo y muertes creativas – sino que lidia con algunas cuestiones dramáticas de la vida real que le pueden tocar muy de cerca al espectador, razón por la cual puede tener un punch diferente, mas profundo y venenoso. Los niños son la alegría de nuestra vida y representan la inocencia pura; acá el filme no sólo se da el lujo de lastimarlos y hasta asesinarlos sino que llega al extremo de trocarlos por versiones diabólicas y perversas que nos vemos forzados a contemplar durante largo rato y, lo que es peor (como es el caso del filme), no se tratan de los hijos del vecino sino de nuestros hijos. Es por eso que no se trata de “una mas de zombies” sino de una espantosa pesadilla, que cala fuerte en el espectador y materializa lo mas profundo de nuestros temores.
Superman: padre fundador del género de los superhéroes. Es un personaje reñido con la lógica desde muchísimos puntos de vista – no hay manera de responder, de manera coherente, cómo es que vuela o cómo puede detener a un avión de pasajeros en caída libre, agarrándolo de cualquier lado sin perforarlo o partirlo al medio, y sin conocimientos previos de física o del diseño estructural del aparato como para saber cuál es su “pièce de résistence” -, pero la gente lo adora y, por ello, no se deshace en preguntas a la hora de disfrutar de sus aventuras. En tal sentido el “creer” en un personaje ilógico se transforma en un fenómeno que posee características cuasi-religiosas, ya que los individuos compran la idea sin poner reparos en ella. La gente quiere creer que existe alguien mas, todo poderoso, que está oculto entre nosotros, que puede combatir el mal y que puede salvarnos cuando llegue el momento del peligro. Cuando los dramas del mundo real nos agobian, siempre podemos acudir a Superman – y leer algunas de sus múltiples aventuras – para obtener esperanza y escapismo. No hace falta ser un ingeniero nuclear para descubrir que los autores de Superman se inspiraron en la historia de Jesús para crear a su personaje. Extraño que viene desde otra dimensión, llega a la Tierra, obtiene un par de padres adoptivos que le enseñan humanidad y valores morales, despierta sus poderes a los 33 años, realiza todo tipo de milagros y posee comunicación fluida con su padre extraterrenal, quien le da instrucciones sobre lo que debe hacer en este mundo. Si los padres alienígenas de Kal-El le enseñan sabiduría, los padres terrícolas de Clark Kent le dan sentimientos y una brújula moral para que no se convierta en un tirano y para que entienda que su misión en este mundo es de pura bondad. Pero si la idea de un tipo con super poderes fue copiada hasta el paroxismo – variando la cantidad y calidad de los poderes obtenidos -, lo que resulta aún mas curioso es que el género haya decidido adoptar (vaya retórica!) la idea del huérfano superhéroe como un standard del rubro. Batman, Robin, Superman, Flash, Spiderman, Luke Skywalker, Harry Potter… todos ellos han perdido a sus padres, han crecido con familiares o tutores, y han hecho del dolor de la ausencia su causa para salir adelante. Es como un segundo nacimiento en donde el cuidador de turno es capaz de inyectarle esperanza a un niño cuyo mundo ha sido destrozado, y donde los hechos de la vida han curtido al chico aún cuando no haya llegado a la adolescencia. Todo ello le da una independencia precoz y y un inusitado gusto por lo temerario desde temprana edad. Si el cliché de la orfandad es importante en el mundo de los superhéroes, quien decidió hacer uso y abuso de la norma fue la tira de Capitán Marvel, creada por Clarence Charles Beck y Bill Parker para la Fawcett Comics en febrero de 1940. Billy Batson es un huérfano que vive en las calles y que sobrevive vendiendo diarios. Debido a su gran corazón es elegido por una raza de hechiceros ancestrales para ser el campeón de la justicia, convirtiéndose en un superhéroe adulto y ultramusculoso al decir la palabra mágica SHAZAM!, la cual es una combinación de iniciales de dioses y héroes de la antigüedad – dándole al chico de 12 años la sabiduría de Salomón, la fuerza de Hércules, la resistencia de Atlas, el poder del rayo de Zeus, el coraje de Aquiles y la velocidad de Mercurio -. El Capitán Marvel era, en los hechos, un obvio clon de Superman con la diferencia de que era terrícola y que sus poderes venían de la magia. El otro punto de diferencia con Supie era que la historieta era cómica, en donde la mecánica de la tira se basaba en la torpeza (y los razonamientos crudos) de un adolescente al intentar manejar los superpoderes heredados. Capitán Marvel se convirtió en el superhéroe mas popular de su época (por su humor y por la fantasía de que cualquier niño podía convertirse en superhéroe), sobrepasando en numero de ventas a Superman y Batman, y llegando a la friolera de 14 millones de ejemplares vendidos en 1944. Semejante éxito hizo que la editorial comenzara a expandir las aventuras del personaje creando un vasto universo compartido por clones suyos, lo que daría a luz a los Tenientes Marvel, Mary Marvel, la Familia Marvel y hasta un conejo superhéroe (orientado al público infantil) llamado Hoppy the Marvel Bunny. Y en todos los casos, todos los chicos involucrados eran huérfanos. Si el éxito en expansión de Capitán Marvel y sus personajes derivados se detuvo, no fue precisamente por el intenso litigio legal que DC Comics le entabló a la Fawcett por supuesto plagio entre 1941 y 1951, sino por la decadencia del género ocurrida después de 1945. Los números de ventas bajaron estrepitosamente simplemente porque la gente se cansó de los superhéroes. Muchos de ellos eran íconos con subtexto patriótico – Superman, Mujer Maravilla, Capitán América – que tuvieron su momento de furor cuando, desde las páginas de las revistas, peleaban contra japoneses y nazis … pero, una vez concluída la Segunda Guerra Mundial, no supieron hallar la vuelta para seguir siendo interesantes en el mundo de la postguerra. Luchar contra los comunistas – en los primeros tiempos de la Guerra Fría – no resultó tan redituable y muchas tiras pasaron a cuarteles de invierno. Aún se vendían comics pero en cantidades mucho mas modestas y referidos a otros géneros como el romance, el western, el horror y la comedia. Con su supervivencia económica puesta en duda, la Fawcett decidió no seguir gastando dinero en abogados para demostrar que el Capitán Marvel no era una copia flagrante de Superman y decidió hacer un arreglo con la DC, archivando al personaje y dedicándose a otro tipo de comics. Capitán Marvel (y todos sus derivados) desaparecieron de las bateas en 1953, y el personaje permaneció en estado de hibernación durante mas de 20 años. La Fawcett ni siquiera se molestó en mantener la custodia legal del nombre del personaje, el cual pasó a estado de dominio público en los años 60… oportunidad en que la editorial Marvel aprovechó para registrarlo como propio y adosándoselo a un personaje nuevo en 1967.. Aún con todo ello, el personaje se resistió a morir en el anonimato. Los ingleses de L. Miller and Sons – con las cuales la Fawcett tenía arreglos para reimprimir las aventuras del Capitán Marvel fuera de los Estados Unidos – se dieron maña para crear su propia versión del héroe, dando a luz a Marvelman en febrero de 1954. Los cambios eran cosméticos – de nombre y uniforme – pero Marvelman respetaba la mecánica de Capitán Marvel e incluso incorporaba (camuflados) a casi todos sus personajes secundarios. Marvelman sería popular hasta principios de los 60, en donde la apertura de las importaciones en el Reino Unido lo dejarían sin defensa ante la avalancha de aventuras multicolores de DC Comics y Marvel (Marvelman se imprimía, por una cuestión de economía, en blanco y negro). Cosa curiosa, el personaje sería revivido y archivado numerosas veces, ya sea por Allan Moore (!), Todd McFarlane (el autor de Spawn, quien adquiriría sus derechos en 1996) y la misma Marvel, quien se quedaría de manera definitiva con la propiedad de la tira en el 2013. Otros clones surgidos en esas épocas de oscuridad serían el Capitán Marvel que Carl Burgos (autor de la Antorcha Humana) creara para M.F. Enterprises en 1966, el cual duraría un puñado de números antes que la Marvel los amenazara con un juicio al año siguiente; y la misma DC, la que engendraría una serie de personajes parecidos – Capitán Trueno, Zha-Vam – para usarlos como villanos invitados en las tiras de Superman. El comeback del Capitán Marvel comenzaría a principios de los años 70 cuando la DC le alquilaría los derechos sobre el personaje a Fawcett Comics (y mas tarde, en 1991, terminaría por comprárselos). Debido al registro de nombre por parte de la Marvel, la DC se vió obligada a rebautizar al personaje como Shazam! y lo relanzaría en febrero de 1973. La revista contenía reimpresiones de las aventuras originales de la Fawcett de los años 40 así como historias nuevas –algunas de ellas escritas por C.C. Beck, el creador del personaje, el cual sería contratado por la DC durante un tiempo antes de que Beck se alejara por diferencias creativas -. Pero la chispa del éxito se había evaporado y el Capitán Marvel / Shazam no volvería a obtener ni por asomo los picos de popularidad que había tenido en los años 40. Estaba visto que la DC no sabía muy bien como manejar el personaje – en algunas tiras seguía siendo el mismo torpe bromista de los años 40 y en otras era un superhéroe oscuro que vivía aventuras realistas – hasta que en 1987 Roy Thomas, Dan Thomas y Tom Mandrake relanzaron al héroe con Shazam!: El Nuevo Comienzo. No solo refrescarían la mitología del superhéroe y toda su troupe de secundarios y villanos sino que la integrarían de manera natural al moderno universo de superhéroes DC. El cambio mas importante que metieron es el hecho de que el Capitán Marvel conservaba intacta la personalidad adolescente de Billy Batson – todos los autores previos de la DC lo habían tratado como dos entidades diferentes, con el chico volviéndose en un superhéroe adulto y serio -, homenajeando la inocencia de sus raíces en la era de oro del comic. El otro cambio fundamental en la mitología llegaría en el 2012 de la mano de Geoff Johns y Gary Frank, quienes mostrarían a Billy Batson como un huérfano cínico y rebelde que ganaba su redención a partir de la adquisición de los superpoderes, un detalle criticado por muchos pero retenido en las versiones siguientes hasta el presente. Esta no es la primera versión para la pantalla grande del superhéroe – ya habían rodado un serial en 1941, siendo el primero del género -, pero es una que viene cocinándose desde hace casi 20 años. El primer paso lo dió New Line Cinema, quienes se hicieron con los derechos cinematográficos del personaje en el 2000 y armaron un proyecto con el director de comedia Peter Segal, muy en la onda de la tira original. El drama vino cuando la Warner compró New Line y quisieron que Shazam! tuvieran el mismo tono oscuro y estoico de la trilogía de Batman de Christopher Nolan, la cual hizo capote con la crítica y la taquilla. Considerando que esto era una herejía contra la naturaleza cómica del personaje, lo que siguió fue un largo desfile de creativos y versiones, sumiendo al proyecto en el development hell durante años. La DC tendría que tragarse una cucharada de su propio chocolate cuando su filme mas esperado – la versión para la pantalla grande de La Liga de la Justicia (2017) – hiciera plop en la taquilla, y la crítica y el público salieran en masa a despedazarla como si se tratara de una horda de zombies. Estaba visto que el enfoque “oscuro” “estoico” y “estreñido” ya no rendía frutos en la taquilla, y que la visión dramática de Zack Snyder – creativo en jefe del Universo Extendido DC – le estaba robando el momento (artístico y económico) a la Warner justo cuando la Marvel no dejaba de hacer un tanque billonario tras otro, amén de vivir mimada por la crítica y de llegar incluso a los premios Oscar con Pantera Negra (eso sin contar el éxito de Sony con Spiderman: Un Nuevo Universo). Lo que siguió fue una sucesión de recriminaciones, caos, corridas, despidos, enroques y cambios de todo tipo, comenzando por poner a Geoff Johns (de la DC) en el control creativo de las franquicias. Los resultados no tardaron en verse. Mientras que el impacto de crítica y público de Mujer Maravilla parecía ser el único oasis en el vasto desierto de filmes mediocres del DCEU, la arrasadora llegada del Aquaman de James Wan demostró que la Warner podía seguir la fórmula pochoclera de Marvel mientras le hacía cosquillas a los críticos como para sacarles una sonrisa. Shazam! es la confirmación del nuevo camino elegido, obteniendo las mejores críticas del DCEU desde Mujer Maravilla y generando un masivo boca a boca de gente enamorada de la película. Ya quedarán para mas adelante los proyectos masivos y multiestelares; es hora de que la DC gane experiencia y reconozca el camino con filmes individuales hechos por creativos que no son del palo pero que pueden aportar la frescura que el estudio precisa (de manera desesperada) en este momento como para demostrar la validez – y viabilidad – del proyecto, y para poder enfrentarse de manera digna a la Marvel en la taquilla. Para Shazam! llamaron a David F. Sandberg, una decisión super jugada considerando que el tipo viene del género del terror – hizo Lights Out y Annabelle: Creation -, y ciertamente no parece el tipo mas diestro para la comedia. Pero como suele ocurrir con Marvel, la DC se llevó la gran sorpresa y terminó engendrando uno de los filmes mas divertidos y emotivos del género desde que Christopher Reeve surcara los cielos en 1978. No, no hay escenas memorables, ni tampoco posee ese sabor épico que tenía el Superman de 1978, pero comparte la misma inocencia, los mismos valores morales y hasta la misma capacidad para emocionar. Sandberg toma ideas de todos lados – la idea del niño encerrado en el cuerpo de un adulto a lo Big (1988) (incluyendo una referencia explícita a la comedia de culto de Penny Marshall); el héroe adolescente, entusiasta y torpe de Spiderman Homecoming (clonando incluso sus créditos finales) – y termina generando un filme imperfecto donde los pros le sacan varios cuerpos a las contras. Considerando la era de superhéroes depresivos de Zack Snyder, Shazam! es el antídoto que recetó el doctor y la fórmula a seguir por la cual la DC estuvo rezando todos estos años. En sí, Shazam! no podría funcionar de no ser por Ashley Angel. El pibe posee carisma de sobra y puede cargarse con comodidad todo el peso emocional del filme sin perder su costado cómico. El es el gran ganador de Shazam! y el que hace que las escenas familiares funcionen; él es el pícaro con causa noble (la búsqueda de su madre desaparecida) que tiene sus momentos aislados de heroísmo. Oh, sí, Zachari Levi es genial como Shazam y es un ladrón de escenas constantes, pero el tipo es un comediante experimentado mientras que a Angel le toca el trabajo sucio… y que es el que permite que Levi brille en sus momentos mas traviesos. No sólo la quimica entre ambos es genial – es fácil ver la personalidad de Angel surgir a través de las facciones de Levi cuando está enfundado en el impresionante traje rojo -, sino que provee la base emocional para que el filme te importe y no sea una bobada empeñada en acumular chistes. Por supuesto no todo lo que hay en Shazam! funciona. La idea de que un niño maltratado por su padre y su hermano se convierta en un supervillano – y lleve a cabo una sangrienta venganza contra su familia – no cuaja. Del mismo modo todos los timos y acciones egoístas del chico convertido en superhéroe atentan contra las causas por las cuales fue elegido como un campeón de la justicia. Incluso hay un par de momentos crueles en donde Billy Batson deja a la deriva a sus hermanos adoptivos por el mero hecho de buscar actividades mas placenteras o ególatras. Pero el resto anda muy bien, y la gente se rie a carcajadas y aplaude de pie en el cine, cosas que parecían haberse quedado en el olvido en los últimos filmes de DC. Parte comedia de crecimiento, parte parodia, Shazam! es pura diversión. Hay gags a montones – el discurso final del doctor Sivana; la escapada al Strip Club; el cameo del final; los primeros actos heroicos como superhéroe – y hay emoción a montones – Billy Batson encontrando a su madre biológica; la hermosa familia que lo recoge (ellos mismos, huérfanos de origen), plagada de hermanos y padres de gran corazón – que transforman a Shazam! en el ganador que DC buscaba y que nosotros estábamos precisando. Es de esos filmes que, si uno lo analiza demasiado, le saca la sorpresa y mas vale que te dé una palmada en la espalda y te diga “mirala tranquilo porque la vas a pasar genial”, así la experiencia te resulta fresca y disfrutable sin spoiler alguno que te la opaque. Y sí, al final el tema de la orfandad y los superhéroes es llevado al paroxismo… pero de una manera tan cómica y emotiva que uno no puede dejar de aplaudir la inocencia de semejante ocurrencia, en donde cada chico solitario no sólo puede encontrar amor en una familia formada por extraños que se quieren con lo mas profundo del corazón, sino que es capaz de descubrir su superhéroe interior. PD: dos de los tipos que aparecen al final – Adam Brody y D.J. Cotrona – estaban pre-seleccionados para hacer de Flash y Superman respectivamente, en el fallido proyecto Liga de la Justicia: Mortal que George Miller comenzó a pergueñar en el 2008 y nunca se concretó.