Tremenda cinta de humor negro y corrosivo, al mejor estilo Tarantino o Guy Ritchie, que se vale de un guion inteligente y un elenco impagable, para mantener al espectador atado a la butaca durante todo el metraje.
Olivier Gourmet, actor fetiche de los hermanos Dardenne, se pone en la piel del Ministro de Transporte que debe hacer frente a una tragedia, un autobús cayó en un barranco y hay una docena de víctimas. Una trama en donde se fusionan las internas políticas, las privatizaciones y la crisis económica. Cualquier parecido con la realidad, no es pura coincidencia, es que además de estar filmada con una cámara nerviosa que trasmite tensión y cierto toque documental, el filme es una crítica acida al capitalismo, la política salvaje y las corporaciones. Como si esto no fuera suficientemente atractivo, la realización hace gala de un atronador diseño de sonido y una fotografía estridente, que se destaca sobre todo en las escenas oníricas, momentos de enorme surrealismo que inquieta y cautiva al mismo tiempo. Cine Francés de calidad para reflexionar.
Esta nueva producción animada de los estudios Dreamworks, nos revela un nuevo universo fantástico, valiéndose de los mitos infantiles más populares. El resultado es un filme animado prodigioso. La calidad técnica de la animación es asombrosa, los personajes tienen una fluidez y una naturalidad de movimientos que impresiona, al igual que el realismo en la expresiones faciales de cada uno de los protagonistas. Los ambientes en donde se desarrolla la historia, también impactan, sobre todo la morada de Santa Claus, monumental y colorida, plagada de detalles; y las secuencias oníricas que destacan por su plasticidad y elocuencia. Los elfos ayudantes de Papa Noel, resultan graciosos y no cansan, ya que sus gags están estratégicamente ubicados a lo largo del metraje para no saturar. Quizás sea un tanto oscura y violenta para los más pequeños, pero los amantes de las historias fantásticas y las reuniones de superhéroes estarán de parabienes con esta pequeña joyita.
Este debut en el largo de Robert Lorenz asistente histórico de Eastwood, resulta un tanto decepcionante, por la estética de telefilme que no deja de sobrevolar durante todo el metraje. El guion, está plagado de clichés y lugares comunes, pero las contundentes actuaciones del elenco y la presencia del protagonista de “Los imperdonables” que repite por enésima vez su papel de viejo huraño con voz cascada, salvan la jugada. Obviamente, el problema principal es que Eastwood está solo delante de cámaras. Si se hubiera sentado detrás de estas, seguramente el hilo narrativo, la puesta, la música y el montaje en general, hubiera sido ampliamente superior.
Carlos Sorin vuelve al escenario que más le gusta filmar, La Patagonia y lo hace contando la historia de Marco un alcohólico en vías de recuperación, que con la excusa de ir a pescar, se propone recuperar a su hija, a la que hace años que no ve. En un pueblo perdido en la inmensidad del sur, entablara relación con distintos personajes de lo más variopintos. Al igual que en muchos de sus anteriores cintas, Sorin se vale de personas reales que se interpretan a sí mismo, estos pueblerinos, simpáticos, naturales, encantadores, le dan frescura al relato, sus historias mínimas, completan una narración que destila humanidad. Por su parte Alejandro Awada, en el papel principal, encaja a la perfección con el resto del reparto, sus miedos, obsesiones, su pasado que se hace presente, incluso sus costados más oscuros, lo transforman en un personaje genuino y creíble. Párrafo aparte para las locaciones, bellamente rodadas por el ojo perfeccionista de Sorin que les da a cada escenario la categoría de un personaje más. Existe claramente una metáfora entre la espera del pescador y la paciencia que debe tener el protagonista para finalmente terminar la jornada con una sonrisa, y eso también, le da un punto a favor al guion de un filme que sin tener el tono humorístico de "El Camino de San Diego" o "El gato desaparece", jamás se vuelve solemne.
A diferencia de la anterior entrega, en donde el manejo de la tensión y los climas de suspenso, se fusionaban con las secuencias mas edulcoradas, con cierta efectividad; este capitulo final, resulta sumamente desparejo. Por un lado, contiene mas violencia que cualquiera de las otras partes (con decapitaciones incluidas) y un climax que desemboca en una batalla final de todos contra todos que funciona en los planos cortos, pero que en los generales, denota cierta impericia por parte del director (impericia que incluye groseros saltos de continuidad) Pero sin dudas, lo mas irritante se da en el uso excesivo y pornografico de los efectos digitales, que incluye la manipulacion facial de la niña protagonista. La musicalizacion, barata y redundante, es otra falla de este desenlace desafortunado. Esta claro, que sabiendo que los fanaticos de la historia, que han disfrutado de toda la saga, poco se preocuparan por la barata factura tecnica, los realizadores apostaron a un producto limitado pero efectivo. La realidad es que, este cierre merecia una mejor performance cinematografica.
Y aquí, a diferencia de "Cosmopolis", el actor de Crepúsculo hace agua, casi desde el inicio de la cinta. Robert Pattinson no tiene la presencia necesaria para cargarse la película al hombro y esto se nota con lo poco creíble e inferior que es su performance en contraste con la labor de todo el cast femenino. Según la novela original, el personaje de Pattison tendría que resultar irresistible, ser sumamente carismático y seductor. Sin embargo, la actuación apática, la mirada perdida y los labios entreabiertos, lo acercan más a su papel de Edward en la saga Crepúsculo que a este “pichón” de Casanova. Así la enorme factura técnica de escenarios, vestuarios, ambientación, fotografía y banda de sonido, de nada sirven, si la historia no resulta convincente. Una oportunidad desperdiciada
David Cronenberg firma este relato fascinante que se vale de una las mejores interpretaciones de Robert Pattison pata retratar a toda una generación de jóvenes yuppies, caprichosos, amantes de la tecnología, el consumo y numerosas adicciones. El actor de Crepúsculo tiene aquí el mejor papel de su carrera, y al mejor director que le ha tocado en suerte en su corta pero intensa filmografía, y eso se nota a lo largo de todo el metraje, 110 minutos agobiantes, oscuros y aterradoramente contemporáneos.
Estamos ante uno de los mejores Bond de la historia. Si bien el personaje se había revitalizado con la llegada de Daniel Craig a la saga, en esta su tercera incursión en el universo de 007, lo encuentra más maduro, recio, implacable... Además la historia vuelve a las fuentes, haciendo gala de un sinfín de persecuciones, combates cuerpo a cuerpo, intriga, bellas mujeres, glamour y humor ultra British. Y como si esto no fuera suficiente, los rubros técnicos son impecables: una fotografía virtuosa de mucho contraste, gran dirección de sonido y la puesta en escena eficaz de Sam Mendes, un realizador que ha sabido hacer valer sus pergaminos de "gran director de actores" El tema de apertura a cargo de Adele, con bases en las clásicas oberturas de la serie, es un punto más a favor de esta cinta adrenalitica, que cautiva y no da respiro. Larga vida a James Bond!
Espectacular regreso de Burton al mundo de la animación, en esta cinta homenaje al cine de terror clásico que es sin dudas, su mejor largometraje en años. Rodada con la artesanal técnica del “cuadro a cuadro” y en un blanco y negro de bellísima fotografía, la película es un verdadero deleite para los sentidos. Los amantes del cine freak, obviamente la disfrutaran mas, para el público no iniciado puede ser esta una oportunidad única de entender la mente fantasiosa y creativa de un director único. La dirección artística, y la banda sonora de un Danny Elfman, terminan de redondear esta verdadera joya, destinada a convertirse en un clásico del séptimo arte.