La supervivencia en la selva “Jungla” (Jungle, 2017) es una película australiana dramática dirigida y producida por Greg McLean. El guión estuvo a cargo de Justin Monjo, basándose en la novela autobiográfica del israelí Yossi Ghinsberg. El reparto incluye a Daniel Radcliffe, reconocido por su papel de Harry Potter, Alex Russell, Joel Jackson, Thomas Kretschmann y Yasmin Kassim. En 1980, el aventurero Yossi Ghinsberg (Daniel Radcliffe) se encuentra en La Paz, Bolivia, donde convive con sus recientes amigos Kevin (Alex Russell) y Marcus (Joel Jackson). Un día, mientras Yossi camina tranquilamente por la calle, un hombre llamado Karl (Thomas Kretschmann) comienza a entablar conversación con él y le propone explorar la selva amazónica. Karl afirma que tiene conocimientos sobre la jungla y también sobre una tribu india de allí, por lo que le asegura a Yossi que estarán libres de peligro. Entusiasmado, el joven no para hasta convencer a sus amigos para que se unan al viaje. El problema empezará cuando, debido a la fuerte corriente del río, Yossi se pierda, por lo que durante tres semanas deberá arreglárselas solo para sobrevivir. Historias de supervivencia ya conocemos bastantes: hombres que luchan contra la adversidad de la naturaleza y tratan de encontrar una solución a su situación actual. Hay algunas que desarrollan su trama de forma atrapante, por ejemplo “Náufrago” (Cast Away, 2000), protagonizada por un excelente Tom Hanks, y otras que son tan aburridas como olvidables, en especial “Bajo Cero: Milagro en la Montaña” (6 Below: Miracle on the Mountain, 2017) que pasó sin pena ni gloria por nuestras pantallas. Lamentablemente “Jungle” se ubica en este segundo grupo. El problema principal del filme recae en que el director nunca tuvo en cuenta que para que al espectador nos interese el relato nos debe caer bien su protagonista. Daniel Radcliffe consiguió con éxito despegarse del papel de Harry Potter gracias a buenas cintas como lo son “La Dama de Negro” (The Woman in Black, 2012) o la comedia romántica “¿Sólo Amigos?” (What If, 2013), sin embargo aquí, a pesar de que se nota el esfuerzo físico que le demandó el papel, su actuación no llega a convencer. Y esto se debe también a que la película, aunque tiene una bella fotografía llena de verdes, cuenta con momentos muy poco creíbles. En vez de causar emoción, sus escenas bizarras hacen que no nos la podamos tomar en serio. El guión tampoco ayuda, en especial cuando Yossi exclama “¡Soy un hombre de acción!”, agarra una serpiente con las manos y la mata a piedrazos. Aparte se utilizan flashbacks que se vuelven totalmente innecesarios, o sueños del protagonista que, si bien se entienden a qué quieren llegar, lo único que consiguen es que el personaje nos caiga peor. El film no hace ningún esfuerzo por evadir los clichés, tales como que pase un helicóptero pero al estar tan alto no pueda visualizar al extraviado. Como su desenlace resulta obvio desde el principio, las casi dos horas del filme se vuelven tediosas. “Jungla” contaba con una historia real que podía llegar a buen puerto, sin embargo la forma en la que se manejaron las dificultosas semanas en la selva de Yossi Ghinsberg no logra dar resultado en la gran pantalla.
Cuando la vida ya no tiene sentido “La Desaparición” (Pororoca, 2017) es una película dramática coproducida entre Rumania y Francia. Está dirigida y escrita por Constantin Popescu. El reparto incluye a Bogdan Dumitrache, Iulia Lumânare, Constantin Dogioiu, Stefan Raus y Adela Marghidan. Fue presentada en la 65 edición del Festival de San Sebastián, donde Dumitrache ganó la Concha de Plata al Mejor Actor. Cristina (Iulia Lumânare) y Tudor (Bogdan Dumitrache) son una pareja que vive en un apartamento de Bucarest con sus dos hijos: Ilie (Stefan Raus), de siete años, y María (Adela Marghidan), de cinco. Un domingo soleado a la mañana Tudor y los niños deciden pasar el día en la plaza. Inexplicablemente, María desaparece. Desde ese momento la dinámica familiar cambiará para siempre. El título original del filme hace referencia a la enorme ola del Amazonas, ese fenómeno que dos veces al año produce un ruido ensordecedor media hora antes de ocurrir. ¿Qué tiene que ver esto con la película? Constituye una gran metáfora. Durante sus dos horas y media, Constantin Popescu nos muestra cómo a partir de una situación inesperada, un hombre va cayendo en la monotonía, depresión y necesidad de encontrar una respuesta lógica. La culpa, compuesta a partir de extensos silencios y escenas de la vida cotidiana, se cuece a fuego lento para desembocar en ese “gran estruendo”: un desenlace de lo más violento en el que más de uno se querrá tapar los ojos. La temática de esta cinta ya fue tratada en varias producciones, sin embargo aquí el foco no está puesto en la labor detectivesca por hallar al culpable sino que se busca hacer un análisis de cómo, con el paso de los días que se convierten en semanas y semanas que se vuelven meses, el protagonista se vuelve una persona irreconocible, tanto en su aspecto como en su accionar. Esto da paso a una advertencia: Pororoca no es una película que se le pueda recomendar a cualquiera y si se va con ganas de que las cosas queden resueltas, el final dará bronca porque deja algún que otro cabo suelto en el que el espectador debe sacar su propia conclusión. Aunque su inicio y desenlace sean muy potentes, todo lo demás (aunque es necesario para el desarrollo del protagonista), inevitablemente se vuelve aburridísimo, en especial cuando la mujer y el nene no están más en pantalla. Cada escena dura muchísimo más tiempo del que estamos acostumbrados (una llega a los 18 minutos sin cortes), se utiliza la cámara fija y los planos abiertos, que dan paso a querer descubrir qué detalle estamos pasando por alto. Las imágenes del parque en el que se da la desaparición de María logran transmitir a la perfección la desesperación de Tudor; el escenario es tan inmenso, con cientos de árboles, arbustos y hasta un profundo lago, que tanto al padre como al espectador le pasan por la cabeza múltiples hipótesis de lo que puede haber sucedido, teniendo en cuenta también los dichos de otros niños que jugaban allí ese mismo día así como lo que ocurrió antes en la casa de Tudor. “Pororoca” es de un arduo visionado, ya sea por el tedio que produce al plasmar los días casi idénticos de su protagonista o porque las diferentes pistas que nos hacen sospechar no conducen a nada. A pesar de ello, las críticas al sistema policial así como el derrumbe familiar y personal ante la pérdida están muy bien reflejadas, en su mayor parte gracias a la buena interpretación de Bogdan Dumitrache.
Mostrarse tal cual uno es “Yo Soy Simón” (Love, Simon, 2018) es una comedia dramática dirigida por Greg Berlanti y escrita por Elizabeth Berger e Isaac Aptaker. Está basada en la novela para jóvenes adultos “Simon vs. the Homo Sapiens Agenda”, que constituye el debut literario de Becky Albertalli. El reparto incluye a Nick Robinson (Ben Parish en “La Quinta Ola”), Alexandra Shipp (Storm en “X-Men: Apocalipsis”), Katherine Langford (Hannah Baker en la serie “Por Trece Razones”), Logan Miller (Kent McFuller en “Si No Despierto), Jennifer Garner, Josh Duhamel, Jorge Lendeborg Jr., Talitha Bateman (Janice en “Annabelle: La Creación”) y Keiynan Lonsdale (Uriah en “Divergente”). Es la primera película de un gran estudio (Fox) que se focaliza en una relación adolescente gay. Simón Spier (Nick Robinson) es un chico como cualquier otro: tiene una familia compuesta por su mamá psicóloga (Jennifer Garner), un padre que siempre tiene algún chiste para destacarse (Josh Duhamel), una hermanita que ama cocinar (Talitha Bateman) y un perro juguetón. Aparte no se puede quejar de sus amigos Leah (Katherine Langford) y Nick (Jorge Lendeborg Jr.), los cuales conoce desde la infancia, o de Abby Suso (Alexandra Shipp), que entró a la secundaria hace unos meses pero ya es parte del grupo. Sin embargo, Simón esconde un gran secreto: es gay. Cierto día, otra persona homosexual, con un nombre falso, publica un texto en la web escolar, por lo que Simón se interesa y comienza a mandarse mails con él desde una cuenta falsa. Por un despiste de Simón en la computadora de la biblioteca, Martin (Logan Miller), otro compañero de instituto, descubre los mensajes que se mandan y decide realizar un chantaje. Éste consiste en que Simón debe ayudarlo a que Abby se fije en él, sino Martin publicará las capturas de pantalla de los mails. Desesperado por proteger su secreto, Simón aconsejará para su conveniencia a sus amigos, a la vez que intentará descubrir quién es el sujeto detrás de la pantalla del cual se está enamorando. Con un cast de variadas figuras reconocidas en el mundo teen, la cinta se destaca por lo necesaria que es en los tiempos que corren. Su mayor acierto está en el guión, que tiene un ritmo ágil lleno de chistes inteligentes que consiguen sacar más de una carcajada. Casi todos los actores dan interpretaciones correctas, por lo que nos es fácil empatizar desde el comienzo. Sin embargo, tanto el director del colegio como el chico que hace el chantaje pueden volverse insoportables: sus personalidades se vuelven demasiado torpes, y lo que al principio daba gracia cuando ya se torna repetitivo cansa. La película toca un tema tan importante como lo es la identidad, el ser auténtico y sentirse cómodo con quien uno es. Por más que se le dé un aire súper positivo, que puede llegar a sentirse poco realista, el filme sirve tanto para chicos como para grandes. En el primer caso logra que los jóvenes no teman a los prejuicios y se animen a hablar con sus seres queridos. En el segundo, hace tomar conciencia de que, como adultos, debemos saber que la persona sigue teniendo la misma forma de ser con la que lo conocimos, por lo que no hay argumento que justifique el tratarlo de una forma diferente. “Yo Soy Simón”, por la manera en la que está contada, entretiene al espectador ya que éste, como Simón, también intenta descubrir quién es el que manda los mails. A la vez tiene su momento dramático muy bien ejecutado, en especial con una charla del protagonista con su madre. Si te gustan las historias que dejan buenos mensajes y aparte te hacen pasar un buen momento en el cine, no dudes en ir a verla con tus amigos o familia.
Cacería nocturna Los extraños: Cacería nocturna (The Strangers: Prey at Night, 2018) es una película de terror que funciona como secuela de The Strangers (2008). Está dirigida por Johannes Roberts y el guion vuelve a estar a cargo de Bryan Bertino, esta vez junto a Ben Ketai. El reparto incluye a Bailee Madison (Maxine Russo en la serie televisiva Los Hechiceros de Waverly Place”), Lewis Pullman, Christina Hendricks (Drive, Ginger & Rosa) y Martin Henderson. Está basada en hechos reales. Cansada del mal comportamiento y calificaciones bajas de su hija Kinsey (Bailee Madison), Cindy (Christina Hendricks) decide inscribirla en un internado. Antes de mandarla allí, Cindy y su marido Mike (Martin Henderson) planean tener un último tiempo en familia. Para eso se dirigen junto con sus hijos al establecimiento de casas remolque ubicado en Gatlin Lake. Llegan cuando la oscuridad ya se hizo presente, y Kinsey, que ni quiere ver las caras de sus padres, sale a tomar aire fresco. Su hermano Luke (Lewis Pullman) la encuentra; mientras charlan, la curiosidad se hace más fuerte al ver que la puerta de un trailer está abierta, por lo que se animan a entrar. Lo que menos se imaginan es encontrarse con dos cadáveres, lo que dará comienzo a una noche horrorosa en la que tres personas enmascaradas querrán acabar tanto con sus vidas como con las de sus padres. La primera película, protagonizada por Liv Tyler y Scott Speedman, a pesar de su corta duración, se volvía larga por lo aburrida que era, sumándole que los personajes desde el comienzo no eran lo suficientemente interesantes. Por suerte, en la secuela esto queda descartado: Johannes Roberts tuvo el acierto de focalizarse en la familia del relato antes de que la peor pesadilla de sus vidas ocurra. Así, de antemano conocemos a una adolescente que está pasando por una etapa complicada, donde aún no tiene definido quién es, cometió errores y no sabe exteriorizar lo que le pasa. La relación con su madre inevitablemente es tensa, ya que mientras Cindy cree que está haciendo lo correcto para que su hija reanude el buen camino, Kinsey solo piensa que a ella la toman como un problema que resulta más fácil sacárselo de encima. Si de entrada el espectador siente empatía por los personajes, lo que pasará a continuación definitivamente asustará ya que velamos por la seguridad de estas personas que fueron elegidas al azar. Ahí reside el atractivo de esta cinta slasher: los asesinos no matan por cumplir una venganza, por un enojo o circunstancia en particular sino que lo hacen sin tener razones, simplemente por el hecho de que tienen ganas y se divierten de esa manera. La temática puede parecerse mucho a las películas de La Purga, tanto por el diseño de las máscaras como por los comportamientos de los homicidas. Sin embargo en este caso la idea también funciona y eso es en gran parte gracias a la ambientación como a la buena fotografía. La acción en el primer filme en su mayoría estaba recluida a suceder dentro de la casa, ahora esto se extiende al vacío establecimiento de casas rodantes, lo que amplía el escenario. La oscuridad, la autopista desierta, el silencio y la neblina juegan un rol importante que da paso a una atmósfera atemorizadora. No obstante los fallos de Los extraños: Cacería nocturna no pueden pasar desapercibidos. Como en la mayoría de películas de terror, los personajes toman decisiones estúpidas. El guion en diversas situaciones no ayuda en absoluto a mantener la tensión ya que las frases que les toca decir a ciertos actores son inconcebibles para el momento que les toca atravesar. Por otro lado es imposible que una chica súper herida pueda correr o subirse por una ventana, así como que un joven a pesar de ser acuchillado y perder lo que visualmente parecería una cantidad enorme de sangre, siga con vida. Pero lo peor de todo no es todo eso, a lo que ya estamos acostumbrados, sino el alargue que se hace en una de las secuencias finales. Al ser tan extenso (y absurdo) se pierde de inmediato el efecto buscado. Menos siempre es más. Los extraños: Cacería nocturna no es nada que no se haya visto antes, pero en su mayor parte consigue entretener y poner nervioso al espectador. Sangrienta y violenta, si lo que buscás es asustarte en una noche con amigos, ésta es la película a tener en cuenta.
El uno para el otro “Las Estrellas de Cine Nunca Mueren” (Film Stars Don’t Die in Liverpool, 2017) es una película de drama y romance dirigida por Paul McGuigan y escrita por Matt Greenhalgh. Está basada en hechos reales, específicamente en las memorias del actor Peter Turner. El reparto está compuesto por Annette Bening, Jamie Bell (John Rivers en “Jane Eyre”), Julie Walters, Kenneth Cranham, Leanne Best y Vanessa Redgrave (Claire en “Cartas a Julieta”). Recibió tres nominaciones a los premios BAFTA (Mejor Actriz por Bening, Mejor Actor por Bell y Mejor Guión Adaptado). La historia se centra en la actriz ganadora del Óscar Gloria Grahame (Annette Bening), una mujer llena de vitalidad, energía y actitud. En 1981, mientras estaba en su camarín preparándose para una obra, Gloria colapsa y se derrumba en el piso. Peter Turner, su ex amante 30 años menor que ella, la llevará a su casa familiar en Liverpool, Inglaterra. Mientras la cuida, ya que Gloria sostiene que sólo posee una molestia estomacal y no quiere ir al médico, los dos volverán a conectarse y darse cuenta que nunca dejaron de amarse. Hermosa, dulce y desgarradora. La cinta no sería lo que es sin las excelentes interpretaciones de la pareja protagónica. Todo el peso recae en ellos y en cada minuto se puede percibir la química que tuvieron. Annette Bening compone a una Gloria que a pesar de su edad a veces parece una niña, ya sea por su forma suave de hablar o por cómo se comporta. No obstante esto nunca se ve forzado, por el contrario al espectador le interesa la vida de esta súperestrella a la que Hollywood con el paso de los años decidió dejar de lado. Jamie Bell gracias a sus expresiones faciales logra expresar al mismo tiempo enojo, impotencia, amor y tristeza. Los dos congenian tan bien y se sienten tan reales al actuar que resulta imposible no involucrarse por lo que atraviesan. Nos ponemos en su lugar y queremos lo mejor para ellos a toda costa. El filme está compuesto por el presente de los protagonistas así como por flashbacks combinados de tal forma que nunca dan ni un atisbo de confusión. Gracias a esos recuerdos, donde vemos el inicio de la relación y captamos qué fue lo que dio paso a la separación, nos encariñamos mucho más con los personajes, lo que provoca que en la segunda mitad las lágrimas sean inevitables. Otro de los aciertos del director consiste en mostrarnos una misma escena pero desde diferente punto de vista. En vez de tornarse repetitivo, este recurso consigue hacernos dar cuenta que los dos tenían sus razones para proceder de la manera en la que lo hicieron. La ambientación de época está bien lograda pero lo más destacable definitivamente recae en los vivos colores que se utilizan para representar el amor que florece entre Gloria y Peter. Los paisajes de ensueño contrastan muy bien con la nubosidad actual. A pesar de la diferencia de edad, de que Gloria tuvo cuatro matrimonios y esa misma cantidad de hijos, uno nunca duda que Peter Turner fue una de las personas más importantes en su vida, ya que con sólo intercambiar miradas se notaba el genuino amor que compartían. Julie Walters también hace una gran labor como Bella, madre amorosa y solidaria de Peter. “Las Estrellas de Cine Nunca Mueren” agarra al corazón del espectador, lo estruja y no lo suelta. Gran historia romántica que encima es real, lo que genera que luego de su visionado uno quiera saber más sobre la vida de Gloria Grahame, una mujer que demuestra que para la belleza no hay edad.
Unidos para salvar al universo “Avengers: Infinity War” (2018) es una película de superhéroes dirigida por Anthony y Joe Russo. El guión corre por parte de Christopher Markus y Stephen McFeely. Producida por Marvel Studios, la cinta reúne una gran cantidad de héroes que ya tuvieron sus propios filmes, tales como Iron Man (Robert Downey Jr.), Thor (Chris Hemsworth), Capitán América (Chris Evans), Doctor Strange (Benedict Cumberbatch), Spiderman (Tom Holland), los Guardianes de la Galaxia (Chris Pratt, Zoe Saldana, Dave Bautista, Pom Klementieff, voz de Vin Diesel y Bradley Cooper), etc. Es la decimonovena producción en el Universo Cinematográfico de Marvel que, a diez años de iniciarse, con esta primera parte de Avengers da entrada a su culminación. Dos años después de los eventos ocurridos en “Capitán América: Civil War” (2016), el grupo de los Vengadores, junto a sus aliados, deberán tratar de detener a Thanos (Josh Brolin), un ser obsesionado con la muerte que pretende obtener las seis Gemas del Infinito para aniquilar el universo. Llega a los cines el mayor crossover de superhéroes en la historia cinematográfica, el cual tenía muchas probabilidades de salir mal debido a que era inevitable preguntarse cómo harían para meter a tantos personajes en una sola película sin que la historia pierda solidez. Los miedos pueden esfumarse ya que Infinity War convierte a su idea ambiciosa en una experiencia deslumbrante, tan épica y entretenida como emocionante. Los logros del filme son varios. En primera instancia está el objetivo principal que tuvieron los directores y guionistas: construir un relato que sea atrapante tanto para los que se vieron todas las pelis de Marvel, que van a captar de inmediato las referencias a los pasados largometrajes, como para los que sólo conocen algunas pero tienen una noción básica de lo que está en juego. Esto genera que, si únicamente te agradan las personalidades de los superhéroes, también puedas disfrutar de esta aventura intergaláctica (e incluso luego te darán ganas de ver toda la filmografía). Y hablando de personalidades, la química que hay entre los diferentes actores se siente en el aire. Intercambios de palabras como los de Thor y Rocket o Iron Man y Spiderman nos harán reír gracias al ingenioso guión, que magistralmente combina momentos divertidos como escenas dramáticas. Por otro lado, los efectos especiales son sensacionales y no se podía esperar menos de Marvel. La acción se hace presente desde el comienzo, con coreografías intrépidas que no dan respiro. Cada personaje consigue destacarse, aunque algunos tienen mayor tiempo en pantalla que otros. Párrafo aparte para el villano de turno: Thanos impone respeto desde el minuto uno ya que nos hace ver que su poder realmente es letal, por lo que por fin se consigue que el espectador no dé todo por sentado; en este caso es imposible prever el desenlace, así que el interés se mantiene hasta el final. Además, su punto de vista da para pensar y genera controversia, convirtiéndolo en un personaje inteligente. “Avengers: Infinity War” es un cóctel de energía, acción y sorpresas que no da respiro. Una película en la que las dos horas y media ni se sienten y, además, nos deja impacientes por lo que se avecina en el futuro.
Búsqueda por mano propia “Perdida” es una película policial coproducida entre Argentina y España. Está dirigida por Alejandro Montiel, que también la co-escribió junto a Jorge Maestro y Mili Roque Pitt. La historia se basa en el best seller “Cornelia” de la periodista Florencia Etcheves, que fue publicada por primera vez en 2016. El reparto está compuesto por Luisana Lopilato (Los que aman odian, 2017), la española Amaia Salamanca (reconocida por la serie “Gran Hotel”), Nicolás Furtado (“Diosito” en “El Marginal”), Carlos Alcántara, Laura Laprida, Rafael Spregelburd (Eduardo en “Abzurdah”), María Onetto, Oriana Sabatini y Julián Serrano. Catorce años atrás, cinco chicas, estudiantes de secundaria, viajan al sur con una de sus profesoras. El regreso será con una menos, ya que Cornelia Villalba desapareció misteriosamente. Ahora Manuela “Pipa” Pelari (Luisana Lopilato), que era su mejor amiga, trabaja como policía en el área de la trata de personas. Debido a detalles raros que ocurren en la iglesia donde se rememora la “muerte” de Cornelia, aparte de la insistencia de la madre (María Onetto), Pipa le pide a su jefe (Rafael Spregelburd) reabrir el caso. La respuesta será negativa, sin embargo Pelari no se dará por vencida hasta descubrir qué fue lo que realmente le sucedió a Cornelia. Filmada en Buenos Aires, San Martín de los Andes e Islas Canarias, la película se luce por su fotografía, de la cual se encargó Guillermo Nieto. Los paisajes nevados están retratados de tal manera que consiguen transmitir el frío, a la vez que hacen un buen contraste con las locaciones soleadas. Lamentablemente en lo demás la cinta deja mucho que desear. Y es que a pesar de lograr mantener el interés, los variados giros que da el relato no terminan de encajar, haciendo que todo se vuelva tan rebuscado como incoherente. Por otro lado, algunas actuaciones no ayudan a que podamos tomarnos en serio lo que está pasando. Luisana Lopilato no da una buena interpretación, al punto de que su función de policía nunca llega a ser creíble. El guión también es gran parte del problema, en especial durante las escenas de Pipa y la madre de Cornelia. María Onetto supuestamente debe ser una mujer dolida por no saber qué ocurrió con su hija, sin embargo sus líneas inverosímiles consiguen que al espectador se le haga imposible conectar con ella. En la mayoría de las escenas de acción se nota muchísimo que de antemano hubo un armado de coreografías. Además uno se queda desconcertado por la falta de explicaciones: de la nada los buenos son malos o los personajes no se sabe cuándo o cómo viajaron a otro continente. Los datos proporcionados se dan todos juntos, como queriendo meterlos muy rápido para ya descubrir lo que sucede. La modelo Oriana Sabatini debuta en la pantalla grande con su papel de “Alina”, amiga hacker de Pipa. Ella sí logra dar una buena interpretación a pesar de sus cortas escenas, por lo que dan ganas de verla en futuros proyectos cinematográficos. “Perdida” tenía una temática compleja para explorar como lo es la red de trata. Aunque en un comienzo la mecánica de los proxenetas logre impactar, las absurdas vueltas de tuerca terminan de hundir una historia que daba para mucho más.
Sirvienta que creen condesa. “Madame” (2017) es una comedia francesa dirigida y escrita por Amanda Sthers. El reparto incluye a Toni Collette (Sheryl en “Little Miss Sunshine”), Rossy de Palma, Harvey Keitel, Michael Smiley (Baxter en el episodio “White Bear” de Black Mirror), Tom Hughes (Jimmy en “Cuestión de Tiempo”) y Joséphine de La Baume. Fue filmada en París durante seis semanas. Anne (Toni Collette) y Bob (Harvey Keitel), pareja norteamericana adinerada que vive en Francia, deciden dar una cena prestigiosa en su casa e invitan a doce amigos. Ese día, antes de que se haga de noche, aparece Steven (Tom Hughes), hijo del primer matrimonio de Bob. Su llegada es inesperada para la supersticiosa Anne pero de ninguna manera permitirá que haya trece comensales. Para revertir la situación convencerá a su empleada doméstica María (Rossy de Palma) para que se una a la mesa haciéndose pasar por una rica amiga española suya. Lo que ni en sueños creía Anne es que en esa velada María conocería al amor de su vida. Como un relato de la Cenicienta moderno nos llega esta historia que gracias a su guión, sumado al carisma de Rossy de Palma, nos saca más de una sonrisa. Desde la primera escena, en donde Bob y Anne andan en bicicleta, podemos ver que por más que dos personas tengan una posición social alta, no son felices conviviendo juntos ya que se pelean hasta por el mínimo detalle. Cuando se da paso a la cena, María es la única que se comporta de forma auténtica, sin seguir los consejos de su jefa (no tomar mucho, mantenerse callada, etc). El problema recae en que David Morgan (Michael Smiley), un aristócrata británico, se enamora de María por su personalidad pero a la vez creyendo, gracias a lo que le dijo Steven, que es una condesa española. Cuando David le dice a María que sabe cuál es su secreto, María se piensa que él conoce su empleo real, por lo que el enredo persistirá y Anne querrá acabar la relación a toda costa. Toni Collette se luce como una mujer extremadamente superficial que se siente incapaz de asimilar que a una persona de menor categoría le vaya mejor que a ella en el amor. El ego de Anne tiene proporciones altísimas, logrando que en la mayoría del metraje no nos caiga para nada bien por su cruel actitud. Por el contrario, Rossy de Palma le aporta a su personaje una personalidad fresca y divertida. Se nota que tiene buen corazón y trabaja para darle lo mejor a su hija. Como espectador uno quiere que su incipiente enamoramiento con David persista a pesar de ser de diferentes clases sociales. Y ahí es donde “Madame” nos engaña de la peor manera: durante todo el filme se consigue con éxito que uno se adentre en el relato, la pase bien y ría en varias situaciones (en más de una escena se habla sobre el “final feliz”); pero cuando llegamos al último tramo, la cinta toma un camino totalmente distinto donde la dicha desaparece en segundos. El desenlace puede considerarse “realista”, pero definitivamente no era lo que se nos venía vendiendo durante todo el metraje. Desde el aspecto técnico, “Madame” está súper aprobada por los lujos que transmite, ya sea en los delicados vestuarios de Anne como en lograr que cada ambiente por el que se mueven los personajes sea bellísimo. No obstante la agradable historia nos deja una sensación sumamente amarga gracias a su tan desacertado desenlace.
La inquietud que no se disipa “Mimic: No Sigas Las Voces” (Jang-san-beom, 2017) es una película de terror surcoreana dirigida y escrita por Jung Huh, siendo éste su segundo filme luego de “Hide and Seek” (Sum-bakk-og-jil, 2013). El reparto incluye a Yum Jung-ah, Shin Lin-Ah, Jun Hyeok Lee, Hyuk-kwon Park y Jin Heo. En esta ocasión, Jung Huh se basó en una leyenda urbana de Corea del Sur llamada “el tigre de Jangsan”, que trata sobre una criatura que vive en las montañas de Busan y atrae a las personas imitando las voces de sus seres queridos para luego devorarlas. Hee-yeon (Yum Jung-ah) es una mujer que convive con su marido, suegra e hija pequeña. Cinco años atrás, Hee-yeon dejó a su hijo al cuidado de su suegra y por un despiste de ésta, el niño soltó su mano y desapareció. La policía ya no tiene interés en seguir buscando (nunca hubo ni una pista sobre qué fue lo que pasó) e incluso el padre del chico perdió las esperanzas. Sin embargo, Hee-yeon continúa trastornada por lo ocurrido. Así es como decide realizar una mudanza hacia el pueblo natal de su suegra, pensando que allí será más factible que la anciana recuerde algún dato que ayude a los investigadores. En los bosques que están alrededor de su nuevo hogar, Hee-yeon se topará con una nenita que dice tener el mismo nombre que su hija. Al darle asilo sin informar a las autoridades, voces familiares comenzarán a escucharse en la casa. Con una fotografía llena de verdes y colores claros en su primer tramo, el filme logra crear una atmósfera particular, en la que nos hace notar que algo raro sucede en lo profundo del bosque. Allí existe una pared de ladrillo, con un hoyo que da cuenta de la oscuridad en su interior. En el comienzo se nos presentan situaciones relacionadas con este hoyo, pero que nunca llegan a comprenderse por la falta de explicaciones. En esta historia son muchos los cabos sueltos, no obstante cuando se decide centrarse en lo que atraviesa la protagonista, el relato se vuelve tan atrapante como interesante. Y ahí es donde recae el acierto de la película: Jung Huh se focalizó en mostrar cómo a Hee-yeon el no saber que pasó con su hijo la dejó estancada. Con la aparición de Jun-hee (Shin Lin-Ah), la niña en el bosque que por su aspecto y actitudes transmite una desprotección absoluta, la protagonista ve una nueva oportunidad para hacer las cosas bien, cuidarla y ser una buena madre (inevitablemente ella siente que en su momento no lo fue). La cinta tiene variados jump scares, algunos bien logrados y otros no tanto. Los problemas están cuando se decide copiarse de las tantas producciones fallidas del género: que de la nada aparezca un personaje y brinde toda la información necesaria para captar qué sucede o que la cámara muestre demasiado a la vil criatura, hecho que ya no genera miedo por la notoria falta de presupuesto en cuanto a los efectos especiales. Situaciones inverosímiles las hay, por ejemplo que un personaje mientras se está agarrando con sus manos para no caerse por el precipicio decida atender el celular. Sin embargo, el desenlace es de lo más satisfactorio y lógico, por lo que los errores pasan a un segundo plano. “Mimic: No Sigas Las Voces” constituye otro buen exponente del cine de terror oriental, que da pie a que otras producciones de Corea del Sur lleguen a nuestras salas.
Servir al país El reencuentro (Last Flag Flying, 2017) es una comedia dramática dirigida, co-escrita y producida por Richard Linklater, reconocido por las películas románticas Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes de la medianoche. Está basada en la novela homónima del autor Darryl Ponicsan, que también participó en la escritura del guion. El reparto está compuesto por Steve Carell, Bryan Cranston, Laurence Fishburne, Yul Vazquez, J. Quinton Johnson, Graham Wolfe y Deanna Reed-Foster. En diciembre de 2003 el ex ayudante médico de la Marina Larry “Doc” Sheperd (Carell) ingresa al bar de Salvatore Nealon (Cranston), sargento retirado que, 30 años antes, fue su compañero en Vietnam. Luego de ese primer reencuentro, Larry convence a Sal de ir hacia una iglesia. Allí está predicando Richard Mueller (Fishburne), hombre que también fue soldado junto a ellos. Larry, que hace un par de días se enteró que a su hijo lo mataron en Bagdad, les pide a Sal y Richard que lo acompañen a enterrarlo. En ese viaje resurgirán tanto anécdotas divertidas como momentos duros de la etapa más oscura de sus vidas, a la vez que se darán cuenta de que muchas veces su propio gobierno les miente. Esta es una película de carretera (road movie) por lo que si no se cuenta con un guion ameno y buenas interpretaciones, el producto podría venirse abajo desde los primeros minutos. Por suerte, Linklater es experto en contar historias de este estilo, en las que el foco está puesto en los personajes y lo que tienen para expresar. Así conocemos a los tres ex infantes de la Marina, cada uno con una personalidad marcada que contrasta con la de los demás y produce situaciones súper divertidas. Steve Carell como Larry consigue transmitir el dolor que siente debido a la pérdida, la cual no es un aspecto nuevo en su vida. Su postura (apocado) y forma de hablar (bajito) denotan vulnerabilidad cada vez que está en pantalla. Pero para que la película no se convierta en un dramón tenemos a Bryan Cranston en el papel de Sal: su personaje es charlatán, malhablado, entusiasta, borracho y frontal, lo que genera choques muy agradables de ver con el Pastor. Sal nunca fue ni será creyente y su forma de ser no tiene nada en común con la seriedad y respeto que impone Richard, señor que siempre se atiene a las reglas. Aparte de las logradas actuaciones, la película se destaca por las críticas que expone al sistema de la guerra. Con mayor o menor ironía, se deja en claro que uno puede no estar de acuerdo con el gobierno de su país, que la confianza rápidamente se pierde cuando se descubre la verdad y que Estados Unidos actúa como invasor, por lo que es obvio que no tendrá una cálida bienvenida en Irak. Las palabras “honor”, “héroe”, “orgullo” e “inspiración” salen de la boca del Coronel repetidas veces, cuando lo único que Larry desea es tener a su hijo de 21 años vivo y no un mensaje poco creíble de que el presidente lamenta su pérdida. El clima del film, lluvioso o muy nublado, aporta una atmósfera lúgubre que combina a la perfección con lo que está sucediendo. Sin embargo hay algo que no encaja: en el desenlace pareciera que se quiere dejar una idea feliz sobre servir al país, lo que se contrapone con todo lo que se venía hablando anteriormente. Es probable que El reencuentro afecte en mayor medida a los norteamericanos, a pesar de ello la química entre Carell, Cranston y Fishburne será un deleite para cualquiera que conozca el cine de Linklater.