Si bien esta animación digital resignifica el personaje original de Nik, se trata del mejor trabajo del género realizado hasta la fecha en la Argentina. Está claro que nos referimos a films de orientación infantil, porque han existido algunos trabajos atrayentes dirigidos a público adulto realizados con técnicas mixtas, como Cóndor Crux, Martín Fierro y la excelente Boogie el aceitoso, seguramente la mejor obra nacional en este campo. Precisamente este film pertenece al mismo director de Gaturro, la película, Gustavo Cova, quien aquí redobla la apuesta en el aspecto visual y expresivo, ya que en Boogie había logrado una estética personal, potente, y a la vez sumamente fiel al personaje original de Fontanarrosa. En este caso se supera en algunos aspectos y no tanto en otros, pero la traslación a la pantalla grande de este felino doméstico tan popular es inmejorable técnicamente, de un óptimo nivel internacional. Precisamente en este punto hay que decir que la historia un Gaturro empecinado en conquistar a la gata de sus sueños, que se convierte en estrella de TV, y esa fama se le vuelve en contra, contiene –con el objeto de la comercialización del producto- un exceso de “neutralidad” en el lenguaje, la ambientación (demasiados carteles en inglés o spanglish) y en las características de los personajes humanos. También los admiradores del Gaturro original pueden no sentirse satisfechos, pero hay que tener en cuenta que Gaturro, la película está concebida en especial para niños pequeños. De todos modos nada desmerece una fenomenal y muy divertida realización, con acertados trabajos de voces, buenas canciones y algunos gags, situaciones y personajes (como el ratón Rat Pit) sumamente disfrutables.
El realizador mejicano Carlos Reygadas debe ser el más particular, personal y hasta extravagante cineasta en actividad. Tiene en su haber sólo tres films y todos ellos presentan singularidades con pocos parangones en la cinematografía actual. Japón y Batalla en el cielo han sido obras inclasificables y transgresoras hasta el capricho, pero al mismo tiempo dotadas de verdaderas proezas visuales, técnicas y expresivas. Luz Silenciosa, aún fiel a su estilo audaz, provocativo y sorprendente, es sin dudas su obra más acabada y madura. Con lejanos puntos de contacto con el thriller de Peter Weir Testigo en peligro, fundamentalmente por ubicarse íntegramente en una colectividad menonita, pueblo germánico que elige vivir fuera de casi todo patrón tecnológico o industrial de México, Reygadas focaliza meticulosamente en el conflicto de un hombre bígamo que infringe gravemente las leyes religiosas y sociales de su comunidad. Su bellísima manufactura, plena de atmósferas sugerentes, intensas y de alto contenido emocional y espiritual, se suma a profundas interpretaciones de un elenco de actores no profesionales; haciendo olvidar cierto exceso de metraje y de planos alargados. Elementos que de todos modos forman parte indisoluble del estilo de este notable cineasta. Una experiencia fílmica extraordinaria.
El joven cineasta Diego Lerman arriba a su tercer largometraje con La mirada invisible, dando un giro interesante a su filmografía. Muy lejos de su atrayente film coral Mientras tanto y también de su descontracturada y encantadora ópera prima Tan de repente, Lerman aborda aquí una trama rigurosa, oscura y alegórica. Basándose por primera vez en una novela, el realizador se ubica en el ocaso de la dictadura cívico-militar para internarse en un colegio prestigioso de esta capital focalizando en una preceptora recién salida de la adolescencia que sin embargo actúa como una mujer mayor. Una suerte de señora prejuiciosa, reprimida y represora, sometida a una suerte de obediencia debida que ejerce sobre ella el omnipresente jefe de preceptores Biasutto. Su obsesión por mantener el orden, combinada con su represión sexual, la llevan a asumir denigrantes y perversas conductas relacionadas con el baño de de varones, con el pretexto de sorprender a infractores a las reglas y llevarlos ante las autoridades del colegio. Costumbres que se vuelven rituales y van revelando fuertes tensiones sexuales con un alumno y también con su propio y amenazante preceptor jefe. La mirada invisible circunscribe casi claustrofóbicamente su semblanza a las aulas, paredes y pasillos de ese establecimiento, mientras en el afuera los estruendos y gritos hablan de una Argentina convulsionada, a punto de forzar el fin del régimen y a la vez a días del trágico retroceso que significará la toma de las Islas Malvinas. “No hay nada de qué preocuparse”, dirá Biasutto tranquilizando al personal del colegio, confiando en la continuidad del autoritarismo. Excelente en su descripción audiovisual del ámbito escolar de la época, la película empero se torna por momentos reiterativa y demasiado solemne. De todos modos los sólidos rubros técnicos y artísticos se imponen, sostenidos por las notables caracterizaciones de la talentosa Julieta Zylberberg y el camaleónico Osmar Núñez.
Particular y reconfortante remake, Interview está alejada de ese insufrible hábito hollywoodense de rehacer una buena película de habla no inglesa para transformarla en una nueva versión adaptada al supuesto gusto americano. No fue esa la intención del actor y director Steve Buscemi, sino básicamente homenajear al realizador holandés Theo Van Gogh, asesinado hace unos años por un musulmán radicalizado. Este descendiente de Vincent Van Gogh realizó en 2003 el film original, y fantaseaba con hacer una versión propia en Hollywood de Interview y otras películas suyas. Buscemi cumple aquí en parte con su sueño, forjando una pieza inteligente acerca de la accidentada entrevista entre un cronista lúcido pero prejuicioso y resentido y una célebre actriz televisiva, frívola y antojadiza. Dos personalidades antagónicas que confrontan pero llegan a un contacto profundo, sexy, entrañable y también por momentos desolador y autodestructivo, en el que la aparente ética periodística y humana de él y la presunta superficialidad de la entrevistada no serán tales. Film teatral pero a la vez cinematográfico, desarrollado casi en tiempo real e interpretado magníficamente por la bellísima Sienna Miller y el propio Buscemi, cuenta con un irónico e impiadoso final en el que se deja ver Katja Schuurman, protagonista del Interview de Van Gogh.
Este singular film polaco elaborado por un interesante y nuevo director de ese país, ofrece un cálido retrato, cargado de pequeños significados que se van engrandeciendo, de la infancia en un pequeño pueblo. Su título original, traducido al inglés como Tricks (Travesuras), se ajusta más al espíritu del film que la versión en español, aún así sugerente. Porque de una cadena de juegos y enredos provocados por un niño inquieto surgirán varias y presuntas revelaciones, o al menos una serie de alternativas que modificarán la vida apacible y desmotivada de un grupo de personajes pueblerinos. El pequeño Stefek conoce tan pormenorizadamente los movimientos y cadencias que se producen en las calles y rincones de su localidad, que es capaz de urdir cambios sutiles, sucesos casi imperceptibles pero perfectos para ser usados en su beneficio. Una suerte de manipulación del destino en pequeña escala, en el que la búsqueda de un pretendido padre abandónico se convierte en un eje sustancial. El film se apoya en una estructura dramática serena y llevadera que acaso evoca al neorrealismo italiano, a través de sus toques de ternura, candor y esperanza. El encantador Damian Ul encabeza un elenco versátil que compone una verdadera galería de tipos humanos.
Más allá de una estudiada empatía, de una fórmula pretendidamente exitosa, Igualita a mí termina conformando la deliciosa y divertida comedia que sus artífices se propusieron. El cineasta independiente Diego Kaplan derrocha una inesperada capacidad en el género para ofrecer un buen momento de cine nacional en el que el entretenimiento y la emotividad transitan por equilibrados andariveles, salpicados por algunas escenas memorables. Tras su auspicioso pero lejano debut con ¿Sabés nadar?, Kaplan se destacó en la TV (Drácula, Mosca & Smith), la publicidad y los clips musicales, y su retorno al cine lo muestra ingresando de lleno en una industria con ambiciones masivas. Aún así, Igualita a mí cuenta con aciertos en su trama, desarrollo y rubros técnicos para escaparle al mote de “producto” y garantizar su eficacia dentro de un cine de comedia no siempre aceitado en el terreno internacional. El guión del productor Juan Vera y Daniel Cúparo acerca de un ególatra, machista y ermitaño hombre de la noche a punto de ser redimido por una hija oculta, cumple su sustancial función dentro del andamiaje del film, junto, claro está, a la pareja protagónica. Un Adrián Suar pleno en matices para superar los estereotipos de su rol se complementa con el encanto exacto de Florencia Bertotti, mientras que intérpretes secundarios como Claudia Fontán, Andrea Goldberg y Gabriel Chame Buendía, entre otros, hacen un estupendo aporte.
Lo que en principio aparenta ser un rutinario documental acerca de las costumbres y ritos de integrantes de la religión judía en nuestro país, da un golpe de timón y se interna en un camino absolutamente diferenciado. Porque Otro entre otros (cacofónico y poco expresivo título) hace una reveladora radiografía acerca de una comunidad inserta dentro de otra comunidad: aquella compuesta por hombres gays que profesan esa particular tradición de fe. Una significativa frase de uno de los entrevistados, “los que son discriminados también discriminan”, dispara el cuestionamiento más álgido del film; las notorias y dolorosas perturbaciones que ejerce esta condición ante costumbres tan arraigadas y milenarias. La vida de un puñado de homosexuales que no por ello dejan de ser fervientes adeptos al judaísmo, es descripta en esta ópera prima de Maximiliano Pelosi con lúcidos recursos visuales, expresivos y también periodísticos. El cineasta, productor de un par de films afines como Un año sin amor y Lesbianas de Buenos Aires, aborda aquí una problemática casi desconocida y a la vez dotada de una candente actualidad, debido a la reciente sanción del casamiento igualitario. Testimonios sorprendentes y dotados de fuertes ribetes emotivos, redondean un documental alejado de pintoresquismos, y a la vez atractivo y llevadero.
Producto animado llevado adelante por una nueva compañía estadounidense y artistas franceses y españoles, Mi villano favorito surge casi al término de las vacaciones de invierno detrás de los éxitos arrolladores de las formidables Toy Story 3 y Shrek para siempre. Quizás sea porque este film cuenta con detalles en su factura estética y visual que pueden ser mejor disfrutados por espectadores adultos que otros títulos que presentan personajes ya conocidos y asimilados por el público infantil, pero como contrapartida no se podrá acceder a copias con subtítulos y así apreciar la tarea de actores como Steve Carell, Will Arnett, y la legendaria Julie Andrews. Lo que no amengua la posibilidad de disfrutar de un muy buen trabajo de animación digital, que busca ser diferente en su concepción y realización, fundamentalmente a partir de un auténtico archivillano de historieta como protagonista. Este maléfico ser al mando de un insólito ejército de criaturas, está siempre empecinado en dominar al mundo de las más estrambóticas formas, pero tres niñas huérfanas modificarán los valores de su vida y le harán aflorar un costado enternecedor. Con varios y hasta delirantes aciertos creativos e indisimulables toques ACME de los cartoons de la Warner, Mi villano favorito es una gran alternativa dentro del género.
Esta sorprendente saga de novelas escrita por un periodista fallecido (que por lo tanto no puede continuarla, sin embargo pese a esto hay un nuevo libro por aparecer escrito por la esposa con la ayuda de “unos borradores”), abarca tres inspirados y sugerentes títulos bajo una denominación central de Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Los tres ya tuvieron sus versiones cinematográficas, aunque por el momento sólo dos se dieron a conocer. La primera, sin dudas que un notable thriller policial -más aún teniendo en cuenta su origen sueco, un cine que nunca se especializó en el género-, abarcaba un sinnúmero de tópicos y situaciones en un carroussell de vueltas de tuerca. Algo similar ocurre con la actual Millennium 2, aunque quizás en esta secuela las alternativas no resultan tan impactantes y sólidas, pero se reiteran con acierto algunos ítems interesantes vistas en el primer film, como el escrutamiento del feroz circuito de perversión sexual oculto en las entrañas de Suecia. Y, por supuesto, Lisbeth Salander, un personaje que ya está entrando en un terreno antológico, toda una creación del escritor y de la fantástica Noomi Rapace. Por lo demás, el film cuenta con un elenco impecable encabezado por el carismático Michael Nyqvist y mantiene con buenas armas y toques de buen cine la tensión hasta el final. Es bastante para una secuela, sea cual fuere.
Primera película como directora de la exitosa autora y protagonista de Mi Gran Casamiento Griego Nia Vardalos, Al Diablo con el Amor! vuelve a presentar un formato de comedia romántica, como ocurriera asimismo con la reciente Mi Vida en Grecia. La actriz de origen griego pero de nacionalidad canadiense, reitera sus aceptables dones para el género, y aborda el desafío de no sólo escribir y actuar sino también de dirigir. Esta comedia, que en realidad tiene como título original a I Hate Valentine’s Day, reúne a la misma pareja de Mi Gran Casamiento Griego, Vardalos junto a un John Corbett más maduro y sin melena, y ambos lucen sin duda cierta química. Aquí ella es una florista experta en romance, que dicta cátedra acerca del Día de los Enamorados y de todo lo que tenga que ver con las citas, especialmente en el rubro de elegir las flores apropiadas para cada ocasión. Y en su vida personal el romance es para ella una fórmula con determinadas reglas que la eximen de cualquier sentimiento, hasta que, claro, aparece alguien en su vida. El carisma natural de la protagonista y algunas buenas ideas que puso en juego como guionista y directora, se acompañan con divertidos roles de reparto, detalle fundamental en una comedia. No se puede decir lo mismo del coprotagónico de Corbett, que está lejos de ser un buen comediante.