Luego de un arranque actoral con Daniel Burman en Esperando al Mesías y con Marco Bechis en Garage Olimpo, componiendo de manera eficaz dos personajes disímiles, parecía que la carrera de Enrique Piñeyro iba a fluir tranquilamente por ese sendero, pero este inconformista ex piloto de aviación buscó sin demoras otros caminos de expresión y se abocó a la realización cinematográfica, lo que derivó en la excelente Whisky Romeo Zulu. Pero esa dirección ficcionada tampoco pareció conformarlo, y a partir de ese momento todos sus films fueron documentales: Fuerza Aérea Sociedad Anónima, Bye Bye Life y ahora su mejor y más arriesgado trabajo, El Rati Horror Show. A través de la controvertida historia de Fernando Ariel Carrera, un hombre común condenado de manera deliberada a treinta años de cárcel sin pruebas concluyentes en su contra -o mejor dicho, con evidencias plantadas-, Piñeyro establece una verdadera proeza en el campo del film de investigación político-social. Con su presencia y relato en primer plano, el director va eslabonando una turbia cadena de manipulación en la causa judicial condenatoria, hasta arribar al encubrimiento de un caso de gatillo fácil. Con impecables y variados recursos técnicos y expresivos, Piñeyro logra conmocionar, estremecer y atrapar con un documental dotado de ritmo sostenido y tensión constante y creciente.
Más allá de algún desequilibrio estructural, Mis dias con Gloria es un aceptable policial, con buenos momentos de suspenso y acción que lo ubican en el marco de un film de género salpicado por toques sentimentales y evocativos. Este film marca el retorno de Isabel Sarli a la pantalla luego de La dama desaparece y también de Juan José Jusid, que no rodaba desde Apasionados en 2002. El director de Los gauchos judíos y Bajo bandera propone una pieza teñida de melancolía, no sólo por su caracter de tributo a una vieja diva, sino por el derrotero de su protagonista masculino, un asesino a sueldo en busca de redención. La trama combina con riesgo el policial negro, el melodrama y el redimensionamiento de una estrella, y algunos puntos clave se resuelven apresuradamente. De todos modos las imágenes que presenta el último tramo, con la actriz en los inicios de su carrera con un look a lo Gina Lollobrigida y la cálida dedicatoria final; resultan emotivas. Dentro de en elenco heterogéneo, Luis Luque logra una de las mejores performances de su carrera, dotando de múltiples matices a un personaje intenso. Las breves y sólidas participaciones de José Luis Alfonzo y Carlos Portaluppi se intercalan con la singularidad de ver actuar con arrojo a Nicolás Repetto. Por su parte, Isabelita Sarli se muestra como una heredera dotada de belleza y carisma. La Coca vigente por partida doble.
Con algunos puntos de contacto con la reciente Diletante de Kris Niklison, que se ocupó de Bela, una señora octogenaria y levemente aristocrática de una zona ribereña argentina, Sofía también retrata a una mujer muy mayor, que en este caso está a punto de cunplir nada menos que un siglo de vida. Ese espíritu testimonial y afectuoso de aquel logrado trabajo documental está también presente en esta notable y aún más entrañable película de Hernán Belón, quien registra el itinerario de una mujer que se va acercando, mientras experimente diversas sensaciones, a su cumpleaños número cien. Una anciana juvenil, lúcida, activa y enérgica, dueña de un amor a la vida verdaderamente extraordinario. En este caso la señora Sofía es una persona urbana y con un compromiso ideológico mucho más profundo, ya que su doloroso pasado incluye la desaparición de un hijo durante la dictadura cívico-militar y un exilio que debió llevar a cabo cuando ya se acercaba a los setenta años de vida. También debió padecer la muerte de su padre en el terremoto de San Juan de 1944, sin embargo nada de eso la entristece del todo, su sentido del humor siempre presente se combina con un envidiable optimismo. Por otra parte su sorprendente lozanía permite que cocine para numerosos invitados, que lea sin anteojos, que opine y discuta acerca de cualquier tema y que esté en permanente actividad y movimiento, aún con los achaques propios su avanzadísima edad. La película está estructurada en segmentos titulados con los nombres de los meses anteriores a su cumpleaños, y aunque para cuando llegue esa época estará en silla de ruedas por una fractura de cadera, nada le impedirá ser parte del gran festejo centenario. La emoción que Sofía deja fluir en cada encuentro y a cada momento, logra ser transmitida al espectador, más aún al arribar a esa celebración inolvidable. Como el film, memorable y celebratorio.
Indudable producto dentro de un terror cinematográfico que permanentemente busca nuevas alternativas, El último exorcismo es, aún con las reservas del caso, una aceptable pieza del género. Por supuesto que el estilo de este film, que combina la cámara en mano con la película casera y el falso documental, le debe mucho a la pionera El proyecto Blair Witch, y más recientemente, a Actividad paranormal, y retorna de alguna manera a aquellas películas de posesión demoníaca que se originaron luego del impacto indeleble de El exorcista de William Friedkin. Con el antecedente cercano en este subgénero de El exorcismo de Emily Rose, este film de Daniel Stamm emplea ese recurso mencionado que caracterizó al exitoso film de Oran Peli, sin olvidar la formidable Cloverfield, y el film de terror español REC. El último exorcismo, que también es un suceso en la taquilla estadounidense, narra el sinceramiento del Reverendo Marcus, un exorcista fraudulento que antes de retirarse ha decidido ser parte de un documental que lo ponga en evidencia. Pero hete aquí que el último caso, referido a una adolescente llamada Nell, hija de un perturbado fanático religioso, lo exigirá mucho más de lo que había imaginado. La película tiene nervio y verosimilitud y algunos buenos personajes, y no se le puede desconocer unos cuantos legítimos sobresaltos, especialmente en su tramo culminante.
Buscando puntos de contacto con un par de comedias estadounidenses que en los últimos tiempos renovaron el género, Amor a distancia arranca con un estilo moderno y descontracturado que auspicia un buen resultado global, pero esa impronta no logra mantenerse. Las referencias son a la excelente 500 días con ella y a la más que interesante Simplemente no te quiere, más aún teniendo en cuenta que en esta última participó –sin formar pareja- el dueto protagónico de esta película. Con estos dos formidables antecedentes, el guionista Geoff LaTulippe y la directora Nanette Burstein, que debuta en el largometraje de ficción luego de un par de elogiados films documentales, concibieron esta historia acerca de una pareja que luego de un romance veraniego mantiene una relación a distancia. Apelando al carisma y las buenas dotes para el género de Drew Barrymore y Justin Long, Amor a distancia cuenta el flechazo que en principio los une, a través de una jugosa charla en un bar, una noche juntos con desayuno incluido y la propuesta de seguir frecuentándose sin promesas ni compromisos, aprovechando momentos que ya no se repetirán. La kilométrica extensión que existe entre San Francisco y Nueva York, sus respectivas ciudades, impedirían la continuidad de la breve aventura, pero finalmente la pasión y el sentimiento son más fuertes y deciden intentar mantener el vínculo pese a la distancia del título. A partir de allí la comedia, tras algunos toques mordaces y originales, se interna en un romanticismo más transitado, y las escenas interesantes empiezan a resultar más aisladas, menos eficaces y a veces rozando el mal gusto. La chispa de algunos intérpretes secundarios y el citado encanto de Barrymore y Long rescatan levemente la propuesta.
Sarcástica, inteligente, brillantemente actuada, dotada de altos valores estéticos y fundamentalmente entretenida de principio a fin, El hombre de al lado escapa a los formatos del cine argentino más reciente. Despegada de abúlicas pretensiones intelectuales, búsquedas alegóricas y realismos costumbristas, este film de Mariano Cohn y Gastón Duprat es una suerte de comedia negra, corrosiva pero sumamente disfrutable y a la vez reflexiva. La dupla, que ha sido capaz de plasmar ciclos televisivos de indudable creatividad además de fundar y dirigir el canal Ciudad abierta, arribó luego a un atrayente film de entrevistas como Yo Presidente. Con El Artista abrieron un camino en el cine argumental sin dejar de lado el documental, retratando el mundo de las exposiciones y el comercio de obras de arte con sátira y desenfado. Ese mismo espíritu descolla en su nueva película, completamente dedicada a una historia de ficción, que presenta un conflicto vecinal entre un diseñador industrial prestigioso y soberbio y un prepotente buscavidas que decide hacer un agujero en la medianera para instalar una ventana. Una trama sencilla y a la vez compleja, resignificada a cada momento por inesperadas vueltas de tuerca. Porque uno de los valores más interesantes de El hombre de al lado es su escasa previsibilidad, lo que resulta más beneficioso aún teniendo en cuenta la existencia de films previos y afines como El inquilino de John Schlesinger y comedias cáusticas como Qué pasa Bob de Frank Oz o Vecinos de John G. Avildsen. El marco estético de un edificio diseñado por Le Corbusier se suma a planos de notable audacia expresiva en los que los rostros de los intérpretes pueden aparecer ocultos o fragmentados, entre otros toques innovadores de la puesta en escena. Algunas situaciones levemente remarcadas sobre el funcionamiento familiar del dueño de casa y un atraco no demasiado convincente no desmerecen una pieza brillante y provocadora, sustentada por un elenco en el que las estupendas caracterizaciones de Rafael Spregelburd y Daniel Aráoz resultan imperdibles.
Con una verosímil y sensible interpretación de Clive Owen, De vuelta a la vida ofrece una historia mínima pero convincente que de alguna manera señala la reposición familiar del varón en la era contemporánea. Esta comedia dramática que ofrece una mirada acerca de las nuevas relaciones familiares, no niega la existencia previa de una Kramer vs. Kramer, pero el hecho de estar basada en la autobiografía de un periodista deportivo británico y fundamentalmente la sólida realización, le otorgan al film condimentos extras. El protagonista, tras la dolorosa y prematura muerte de su mujer, deberá lidiar con la crianza de un niño sin descuidar los grand slam de tenis, a lo que sumará el reencuentro con su hijo mayor, fruto de una relación anterior. Aún siendo desparejo, Scott Hicks es un director que siempre ha privilegiado historias interesantes en su filmografía, plenas de hallazgos y valores. Aquí retoma su buen paso luego de una olvidable remake (Sin reservas) y logra capturar momentos de cierta hondura, indudablemente emotivos, especialmente a partir de la aparición del hijo adolescente. Luego de haber protagonizado en los últimos tiempos films de acción o intriga, Owen cambia el registro para desplegar matices interpretativos intimistas y conmovedores, muy bien acompañado por los pequeños y talentosos actores George Mac Kay y Nicolas Mc Anulty.
Con la narracion, el protagonismo y asimismo la colaboración en la realización del escritor e historiador Osvaldo Bayer, Awka Liwen es un revelador documental que se ocupa de una investigación que abarcó más de tres años, Relevamiento que fundamentalmente se ocupa de los más aberrantes actos de genocidio, discriminación, humillación, exclusión y despojo que se han llevado a cabo en suelo argentino en toda su historia; aquellos que tuvieron como víctimas predilectas a los pueblos aborígenes originarios. Una historia trágica que básicamente estuvo sustentada por la pugna en la apropiación de riqueza en nuestro país del grupo económico dominante, o sea corporaciones agropecuarias que precisaban terrenos nuevos para no pagar impuestos. Con la precisión discursiva de Bayer, que se suma a conceptos claros de personalidades como Felipe Pigna y testimonios de otros especialistas en ciencia, educación, periodismo e historia, Awka Liwen, que significa Rebelde amanecer, ofrece una contundente mirada de esta porción esencial de nuestro pasado y también nuestro presente. Redondeando un trabajo de edición que recopila valiosas imágenes de distintas épocas, el documental apela a variados recursos visuales que incluyen animaciones y gráficos. Declarado de Interés Nacional por la Presidencia de la Nación, esta pieza testimonial de Mariano Aiello, Kristina Hille y Bayer resulta insoslayable.
Este pintoresco y entrañable trabajo documental encierra una película dentro de otra, nada que no se haya hecho antes, sin embargo las características de El Ambulante transforman este simple recurso en algo prácticamente sin antecedentes. Porque la esforzada y nómada tarea como cineasta de Daniel Burmeister tiene un inédito sesgo de espontaneidad, instantaneidad y entusiasmo a toda prueba. Un hombre que con su cámara al hombro y a bordo de un pequeño y desvencijado auto recorre pueblos alejados e ignotos ofreciendo la manufactura de un largometraje de ficción interpretado por los vecinos de cada localidad. A través del visto bueno de sendos intendentes y autoridades, este singular trotamundo esparcirá las bondades de una propuesta que luego redunda en un modesto producto cinematográfico capaz de emocionar y divertir a toda una comunidad. Su energía y capacidad creativa resultan fundamentales para desarrollar una tarea múltiple en la que logra abarcar prácticamente todos los rubros de un equipo cinematográfico. El registro y la recreación de esta suerte de epopeya está magníficamente narrada por los directores Eduardo de la Serna, Lucas Marcheggiano y Adriana Yurcovich, quienes de una manera sencilla retratan a un increíble personaje de la vida real y rescatan el espíritu esencial del cine.
Basada en una novela de Antonio Skármeta, dirigida por el prestigioso Fernando Trueba, elegida para representar a España en los Oscar de este año y protagonizada por un calificado elenco internacional, El baile de la victoria no justifica tanto nombre ni representatividad, más allá de la buena historia que tenía para contar. La sustanciosa trama ideada por el escritor de El cartero se ubica en la etapa de la vuelta a la democracia en Chile, momento en que se decreta una amnistía general que beneficia a un joven ladrón abusado en la cárcel y un publicitado especialista en cajas fuertes, quienes se unirán para dar un gran golpe, sazonado por un fuerte símbolo antidictatorial. Ese estudiado atraco tendrá marchas y contramarchas, fundamentalmente ocasionados por una bella chica que condicionará los destinos de ambos. Ubicada en su totalidad en un contexto chileno, incluye algo forzadamente a intérpretes argentinos y de otras nacionalidades, cosa que suele suceder a veces en este tipo de coproducciones. Quizás el único actor que no “molesta” sea Abel Ayala, de interesantes trabajos en El polaquito y El niño de barro, que aquí ofrece una composición que se mimetiza con el entorno, a lo que suma dosis de expresividad suficientes como para despertar emoción. No se puede decir lo mismo de Ricardo Darín –que aporta su oficio- y otros intérpretes que no logran consustanciarse con la propuesta por problemas de diálogos y realización. El director de Belle Epoque y El año de las luces no logra amalgamar adecuadamente todas las líneas narrativas y evocaciones al pasado reciente que proponía el material, e incluso cae en situaciones caricaturescas. La extensión del film, otro factor en contra, quizás disimule un poco sus falencias de estructura, en la que un extraño plano final, abierto y alegórico, permite referirse a otra figura destacada del elenco, la actriz y bailarina Miranda Bodenhöfer. Sus escenas de baile y otras que buscan el lirismo y el costado artístico de la trama se pueden rescatar.