Un día Odd Horten debe jubilarse, dejará atrás los años en que conducir locomotoras como trabajador ferroviario era su vida y deberá tomar un sendero nuevo. El jubileo y el premio a su labor no son suficientes para que la soledad no se apodere de él y decida escapar de ella emprendiendo nuevos rumbos. A los hábitos cotidianos Horten los cambiará por nuevas experiencias que convierten en un viaje existencial su nueva condición de jubilado. La vida sorprende al más pintado y la mirada de Hamer sigue a su criatura sin juicios, lo suficientemente cerca para mostrárnoslo, lo eficientemente lejos para que podamos ser nosotros, los espectadores, quienes declaremos que toda vida puede hallar poesía e inocencia y descubrir las cosas más impensadas cuando la melancolía parecía apoderarse de todo. Bello film con cuotas de existencialismo en tono de comedia y una mirada poética y esperanzada sobre esta temida tercera edad.
J. Edgar administró el FBI durante casi 50 años y no hubo un solo Presidente Norteamericano que durante ese lapso haya podido bajarlo. Soportó conspiraciones y conspiró. Fue traicionado y traicionó mejor y entonces los poderosos mandatarios Coolidge, Hoover, Roosevelt, Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson y Nixon, cumplieron sus mandatos y J. Edgar los sobrevivió a todos en el poder del FBI. El modo en que Eastwood muestra a Edgar, en un buen trabajo de Leonardo Di Caprio que no siempre está a la altura, tiene varias virtudes. El uso de recursos de flashback, la voz en off del protagonista que configura un modo de biopic en que la narración se mixtura mortificando la noción misma del relato biográfico para convertirla en relato del yo y, por sobre todo, el modo maravilloso de Eastwood de acercarse al sujeto en cuestión sin tomar partido jamás. Lo deja allí a merced de su imagen, sus dichos, su homosexualidad reprimida, su madre castradora y muchas otras vicisitudes en las que el acertado trabajo de guión de Dustin Lance Black colabora con esa cámara lúcida con la que el joven anciano Clint cuenta sus historias cuando parece que narrar de modo clásico es imposible. Al acertado trabajo de Judi Dench, como su castrante progenitora, se suman el de Armie Hammes, como Clyde Tolson, subdirector del FBI, quién no sólo lo secunda por lealtad, cosa que descubriremos más tarde en una escena notable y el de Naomi Watts, sosteniendo el papel de su devota secretaria. La saga del Padrino (The Godfather) de Francis Ford Coppola, era una clase magistral de la Historia norteamericana, mostrando los vínculos de la mafia con el poder desde los más pequeños actos de corrupción hasta la conspiración de una muerte en el Vaticano. Corrupción estructurada desde adentro hacia afuera del sistema. La película de Eastwood muestra también una Historia de EEU desde adentro, pero desde una institución a otra institución y logra momentos de calidad narrativa destacables.
Steven Spielberg no podía desaprovechar la oportunidad de narrar las aventuras de este notable personaje de historieta en motion capture, utilizando imágenes en 3D generadas por computación y creando modelos digitales de personajes iguales a los originales a partir de la actuación de intérpretes reales. Así, además de sacarle un partido enorme generando un formato de comics, mortifica de este modo la remanida imagen realista y genera con el artificio un extrañamiento sumamente productivo. El adorable Tintín, obra maestra del belga Hergé, héroe con el que mi hijo aprendió a leer, allá lejos y hace tiempo, y que provocó tal adhesión que el último libro que le regalamos fue ¿Eres Tintinólogo?, desembarca en la pantalla grande con una de sus aventuras maravillosas. El personaje protagónico interpretado por Jaime Bell que debe llevar adelante la faena de ser Tintín, encontrará que su vida muta de forma irrevocable al adquirir la maqueta de un barco que esconde un enigma. Desde allí en adelante todo es vertiginoso, imparable y Spielberg aprovecha su enorme captación del personaje de la historieta para salvar algunos límites del motion capture y darle vida y rostro al joven periodista eternamente envuelto en aventuras increíbles. Sin abandonar el aura de la historieta, todo es acción, traslados y presurosas movidas para resolver el enigma del tesoro, en un entorno de naves, mares y capitanes que han sido siempre tópicos de aventuras atrapantes. Los elementos técnicos usados con excelencia son la marca registrada del creador de tantas maravillas del cine de las últimos 25 años y las actuaciones de Jamie Bell, Daniel Craig, Andy Serkis, Nick Frost y Simon Pegg sumados al encanto de Miloú, la fiel mascota de Tintín, completan los casi 110 minutos sin respiro de esta maravillosa película esperada por grandes, jóvenes y niños que alguna vez gozaron leyendo las increíbles aventuras de Tintín.
El regreso de un exiliado en París con su vida a cuestas y una poesía que traspasa la pantalla. por Andrea Migliani Cuando la dictadura arrecia lo mejor es irse, entre otras cosas porque además de la vida (menuda cosa), lo que está en juego es la continuidad del arte y todos sabemos que sin el arte muchos se mueren aunque sigan respirando. Este es el caso de Juan "Tata" Cedrón que en este magnífico documental de Fernando Pérez Vacchini, es su propio guía. Nadie conoce mejor la propia praxis. París puede ser una gloria pero el regreso es el que cuenta. París es el plano para exhibir un regreso que matizado con hermosos momentos musicales retoma una vida en el lugar en el que Cedrón elige vivir a pesar de los 30 años de exilio. A pesar de que allá todo marchaba bien. Un reconocimiento y una recorrida devuelven el Buenos Aires de hoy al que le faltan cosas de ayer pero que mantiene ese sabor ameno de lo conocido. Tango en París, tango en Buenos Aires, que sea en Buenos Aires entonces. Así desde el contraste de aquellos raros peinados viejos y el hoy, una vida se configura con sus ausencias, la de los amigos/músicos, parientes y la de los arraigos, su casa natal fue demolida pero Cedrón es más que un lugar, es más que un bar, es más que la suma de todas las cosas que lo configuran como sujeto y como artista. Entonces, las ausencias se pueblan de poesía y la música que se intercala sensible, maravillosa, poética, no es un efecto de montaje sino que es más del mismo ser. Un Cedrón auténtico. Lo ideológico se monta inmanente en las recorridas barriales que operan como un reconocimiento del pasado y una activación de la memoria, una ideología que desde la más tierna juventud operó en el músico para que fuera quién es, se fuera adonde se fuera y regresará alguna vez porque siempre se vuelve al primer amor.
¿Qué Derecho te falta conocer? Son 9 los directores que aunaron esfuerzos para hacer D-Humanos: Mariana Arruti, Carmen Guarini, Andrés Habegger, Pablo Nisenson, Miguel Pereira, Ulises Rosell, Andrea Schellemberg, Lucía Rey & Rodrigo Paz y Javier De Silvio. A 63 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los 9 cortos miran la Argentina y rodean diversas cuestiones inherentes a la desigualdad de oportunidades, los factores de riesgo de algunos trabajos inhumanos y los proyectos que sujetos con coraje y noción absoluta de civilidad y solidaridad llevan adelante en nuestro país hoy, cuando DDHH no es una abreviatura tan desconocida. En Informe sobre la inequidad dirigido por Nisenson, los rostros de la inequidad y la desigualdad de oportunidades entre Angela y María, provenientes de un barrio carenciado la primera y de una zona de clase media alta la otra, muestran a las claras y con una crudeza enorme no sólo la discordancia de realidades sino además porqué es fundante o debería serlo, que todos accedan a una niñez en la que el abrigo, alimento, educación y contención sean Derechos y no prebendas de clase. La formación, de Andrea Schellemberg, exhibe una clase de DDHH en el Colegio Militar de la Nación que desde el año 2008 recibe esta formación a expensas de decisiones del Ministerio de Defensa y que deja claro que todavía muchos se acercan a recibir esa instrucción y ese título de grado: Teniente con más ansias de lucir un uniforme que con certezas de lo que significa asesinar a 30.000 personas. El segmento que incluye exámenes que los cadetes deben rendir y aprobar muestra esas dudas. Si no se nombra no existe. Pero existe y se llama Genocidio. Hay uno de los cortos que oficia como separador del resto, su título Objetos Humanos a cargo de Javier De Silvio que exhibe una mirada distinta de la realidad con la que cada día nos vinculamos con sujetos y cosas en Buenos Aires. Dial de Andrés Habegger, aborda el proyecto de un comedor comunitario que a su vez y en increíble trabajo en equipo lleva adelante una radio que emite en la Boca. Baldosas de Buenos Aires de Carmen Guarini nos enseña el proyecto concebido como trabajo de la memoria, ya que la fabricación y colocación de las baldosas conmemora e impide el olvido de los desaparecidos. Los paseros que llevan muchos kilos sobre sus espaldas tampoco se quedan afuera de este collage de DDHH y Pasarela La Fraternidad, de Ulises Rosell, que da a conocer el trabajo de estos esforzados trabajadores de Pasarela La Fraternidad (Mismo título del corto), las condiciones de trabajo y la ilusión con la que lo realizan porque aunque sea el peor del mundo, un trabajo es un trabajo y es un derecho. Mate o Leche, de Mariana Arruti muestra momentos en un comedor del asentamiento denominado Villa 31 y La tumba, dirigido por Lucía Rey y Rodrigo Paz, conmueve por las condiciones carcelarias de hacinamiento a los que son sometidos los que quedan olvidados y arrumbados a merced del servicio penitenciario provincial y la labor del Comité contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria. Estar preso o muerto es casi lo mismo salvo porque los presos advierten que están muertos en vida. Sangre en el plomo, de Miguel Pereira indaga en Abra Pampa en plena puna de Jujuy, el caso de la fundidora que viola todos los preceptos de cuidado del medioambiente y deriva en que más del 80% de los niños y jóvenes tengan plomo en la sangre. D-Humanos es un proyecto singular, con algunos cortos de tono periodístico, otros meramente exhibidores de una realidad que no deberíamos desconocer, en muchos la cosa de la narración o de la cámara íntima nos introduce en la historia y logra que nos involucremos casi a despecho de nuestra voluntad porque los Derechos Humanos que supimos conseguir, aquellos derechos por los que hoy hay muchas causas abiertas, más otros que, silenciosos, desconocidos y burlados se quebrantan cada día en muchos rincones de Argentina, no son más que la muestra de cómo el respeto por lo más evidente que es la existencia del otro nos hará crecer fuertes. Mientras miremos hacia otro lado, los desgraciados de siempre inventarán nuevas formas de violar los DDHH. Buen film de corte documental que merece difusión y hasta ser escolarizable.
La piel que habito o el amor al cine El nuevo film de Almodóvar lo reencuentra con su mejor factura y explota el talento de sus actores de modo magistral narrando como en los viejos tiempos Por Andrea Migliani El nuevo film de Almodóvar lo reencuentra con su mejor factura y explota el talento de sus actores de modo magistral narrando como en los viejos tiempos. Espero lo nuevo de Almodóvar como lo de Woody Allen, sé, soy consciente de que puede ser menos que lo anterior. Que tal vez no me conmueva como Átame (1989), o Tacones lejanos (1991), que tal vez no sienta extrema admiración por una escena como la de campo en Todo sobre mi madre (1999), dónde los travestis jugaban sus destinos a todo o nada. Y que La ley del deseo (1986) es un peliculón, pero yo espero. La estética de Almodóvar puede variar pero jamás se traiciona. Y esta vez, con La piel que habito, aborda un terror nuevo y a la vez un reencuentro con lo mejor de su cine. Este film es una declaración de amor al cine. Basada en la novela Tarántula, de Thierry Jonquet, la historia remite a otras en dónde el objeto de deseo es tan potente, está tan instalado que no hay salida. Entonces, ir por el deseo gana la partida. No importa que la locura se apodere de todo, no importa que el límite a traspasar no tenga retorno. En Toledo, donde la belleza es per se una marca, el Dr. Ledgard, a cargo de un brillante Antonio Banderas, desarrolló su tarea de cirujano plástico y ahora con una sola paciente la lleva adelante desde la obsesión. La muerte de su mujer lo ha privado de su objeto de deseo y lo ha sumido en una obcecación pertinaz. Por eso Vera, en la piel, literalmente, de Elena Anaya, está internada y recubierta de un traje que cuida una dermis que es más frágil que el cristal. Su ama de llaves, una de las más maravillosas actrices del cine español, Marisa Paredes, aquí desempeña el rol de su ama de llaves y cofre de secretos. Desde la muerte Galatea, así se llamaba su esposa (como la del abandonado pastor Salicio, de Garcilaso de la Vega), el Dr. Ledgard, experimenta de diversos modos, violando todas las leyes de la ética médica pero con un objetivo, dotar a su nueva Galatea de una piel capaz de resistirlo todo. ¿Lo logrará? ¿De qué cosas será capaz esta criatura que como todas las del universo almodovariano llegan a forzar todos los límites? El sexo como pulsión del deseo que recorre varios tramos del film se ve en distintas variantes de las que muchas harían trinar al Papa, pero esa es otra marca de Pedro, mostrar eso que está allí y que ocurre o puede ocurrir, porque el deseo como un carro cuyos caballos se han desbocado, lo arrastra todo. Ha retornado el Almodóvar en que lo narratológico es vital y que para sus seguidores es fundante. Voy al cine a que me cuenten una historia y si me la cuentan bien, poco importan las imágenes, su crudeza, delicadeza o montaje porque no hay narración que cumpla con su cometido si su forma no está bien estructurada. Necrofilia, masoquismo, abuso, pasado, la nueva película de Almodóvar toma tips del cine de terror, del film noir y también del melodrama que a Pedro tanto le gusta porque en cada personaje, aún en Robert Ledgard, lo mejor de Banderas de los últimos 15 años, todos se ajustan a esos roles que el melos demanda para digerir el espanto de algunas situaciones o el desagrado del descubrimiento de un pasado muy oscuro. O, sencillamente porque su hacedor, adora el género así como el kitsch y tantas otras que ya son sus marcas. Marisa Paredes cumple y más, como es su estilo y Elena Anaya, a quien la cámara adora, dota a su criatura de esa sutileza necesaria de la cautiva, casi como todas las novias de Frankenstein, víctimas y no tanto. Volvió Almodóvar y me siento tentada de decirte amable lector: ¡No te pierdas esta perla!
"La Patria Equivocada o veamos viejos videos este fin de semana" El film de Galettini que supo hacernos emocionar con Besos en la frente, es un marasmo del que por suerte nos salvan otras producciones argentinas. por Andrea Migliani Contar una saga no es algo que cualquiera pueda hacer pero Carlos Galettini el mismo de Besos en la Frente y Convivencia, bellos films y otros ya olvidados, por suerte, nunca desentonó tanto. ¿Será que se hizo para el Bicentenario y se estrenó ahora y eso nos confunde más? Porque en la obsesión de narrar la historia que va desde 1807 (¿era así?) hasta 1898 (¿era 1898?) el film destruye el mérito del texto que Dalmiro Sáenz escribió alguna vez y se pierde por laberintos en que las fechas parecen las hojas del calendario de Leopardi, el poeta, sólo que al que se le va el tiempo es al espectador que cuando deglute su última golosina y la del de al lado, aunque sea un desconocido, siente que ha sido estafado, porque Juana Viale tenía en la TV cara número uno y cara número dos y aquí tiene siempre el mismo gesto abúlico, carente de épica, de gesta, de Historia grande que es (parece) lo que la película pretende contar. Salvo algunas escenas bien montadas de la gesta contra los ingleses, el resto es un insignificante superpuesto de escenas, fechas, sexo, soldados, fortines, del que se salva apenas Adrián Navarro y apenas. La niña de familia patricia (cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia) que se enamora del cabito que se hace desertor y que enviuda y que luego se va a otro lugar a tener a su hijo forma parte de un origen de historia que luego se enmaraña hasta convertirse en un laberinto. Y claro, la joven tiene descendencia y según pasan los años nos deja clavados en la butaca esperando que ocurra algo, que un montaje nos emocione, que haya una secuencia bien resuelta, que al menos dejen de confundirnos fechando todo como empleados municipales de mesa de entradas, pero no, hasta el final el mismo sopor y la cara de Viale idéntica en goce, sufrimiento, éxtasis o lo que sea nos hace preguntarnos ¿quién se habrá perdido el subsidio para hacer algo mejor? Dejaría la sinopsis pero en ella no hay nada que se verifique en el film, lo único que tiene pasión y coraje es la música pero excede y parece un intento de montaje de proveer de alguna emoción a un film muy mal parido. ¿Cómo ganó el concurso del Bicentenario organizado por INCAA? Misterio... En fin, glosando a García Márquez, las películas condenadas a 100 años de superficialidad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra.
Pina, el encanto eterno El film de Wim Wenders es un tributo delicado y bello para Pina Bausch que la entroniza y rememora cuando debió haberla contado como su portagonista si la muerte no la hubiera arrebatado tempranamente. Pina Bausch, nombre artístico de Philippine Bausch, nacida en 1940, durante la Segunda Guerra en Solingen, localidad famosa por su industria del acero, tuvo de ese metal la voluntad, la eternidad de su arte y la vocación que entre nos, llamaríamos de fierro. Cuando la guerra finalizó, Pina se introdujo en el mundo de la danza para no irse jamás, aunque físicamente nos haya dejado tempranamente en el 2009. Para ese momento, varios eran los estudios que la danza teatro que supo impulsar, la tenían como protagonista, pionera y experimentadora. Cuando Pina partió, Wim Wenders llevaba casi dos años tratando de hacer un film sobre y con su amiga, después de años de conversaciones y visiones sobre él mismo. Y sólo dos años después de perderla se estrena Pina, que no es ni más ni menos que un documental distinto sobre esa mujer increíblemente talentosa. Luego de acariciar la idea de la película durante más de veinte años Wenders no sabía si continuar sin su musa inspiradora pero el elenco de su musa lo convenció y gracias a eso es que hoy podemos gozar de esta maravilla en la que todo danza. Con el elenco del Tanztheater Wuppertal, en el que Pina era el genio y figura, el film se convirtió en un tributo que no tiene desperdicios visuales, musicales ni de destreza ya que ese grupo supo ser formado por la pionera de la danza contemporánea. De bailarina a coreógrafa, Pina dirigió esa compañía desde 1973 y el teatro danza conoció la excelencia y la experimentación creando muchísimas coreografías que son el pilar y el merecido tributo a su maestra. El film creado con las mismas técnicas 3D con las que se hicieron verdaderos éxitos de taquilla como Avatar, exhibe a la danza como un núcleo desde el cual se expanden distintos significantes que el cuerpo de los bailarines tiene impreso y deja como huella en la retina del espectador. Las creaciones de Bausch como Le Sacre du printemp, Vollmond, Kontakthof varias veces versionada y Café Müller, se hallan montadas en escenas de una delicadeza notable en la que todo baila porque Wim Wenders hace danzar a la cámara que sigue cada excelso movimiento. Los escenarios alternan lo urbano y lo rural, en los que ciudad, montaña, llano o valle son el marco sublime del movimiento sublime. Los bellos recuerdos de sus bailarines otorgando voz a una experiencia, la de formarse con Pina, son otro toque que no se convierte en golpe bajo ya que siempre sus voces están en off, y lo que se muestra es Pina en su obra, legado y en la maravillosa y precaria diferencia que esa creadora transitó cuando decidió que ternura y fuerza, éxito y fracaso, disfrute y dolor son huellas que un cuerpo con memoria materializa danzando al compás de la música que es otro corazón. Danza, talento, bellos escenarios y algo más sobre Pina Bausch que no debió haberse ido tan precozmente.
¡Una que miremos todos! Basada en la historia real y protagonizada por sí mismo, Winter narra una historia para todos y deja una enseñanza de vida, el jueves para toda la familia. Su título original Dolphin Tale, nos refiere al cuento de un delfín, sólo que Winter no es cualquier cetáceo sino uno que ha sufrido la amputación de su cola lo que supone al menos una imposibilidad para nadar y por ende para vivir. El film de Charles Martin Smith se basa en una historia real y en la belleza del mundo marino y la de estos sutiles, bellos, inteligentes y amigables animales unido a un reparto en el que niños y adultos hacen muy bien su trabajo. En el caso de los adultos Ashley Judd, Morgan Freeman y el legendario Kris Kristofferson y los bellos Ray McKinnon y Nathan Gamble, sumando a esa gran actriz que es Frances Sternhagen y entre los niños esas preciosas criaturas llamadas Nathan Gamble y Cozy Zuehlsdorff. Winter quedará atrapada (es una hembra) en una red caza cangrejos y eso dañará severamente su cola, de este modo y con pocas posibilidades de recuperación será ingresada en la Clearwater Marine Hospital donde le serán prodigados los cuidados y curaciones pero nada es tan fácil ni color de rosa y el daño deberá ser solucionado ideando una prótesis que suplante la cola, aquí es donde Freeman entra a jugar su papel de héroe de la historia acompañando a médicos veterinarios, un biólogo marino y la Fe que es en definitiva lo que cambia las vidas de varios protagonistas de la película. El tema de las capacidades diferentes y las amputaciones que sufren los sujetos en los avatares de la vida se amalgama así, sin bajezas ni golpes de efecto a la historia del animal emblemático de los niños (¿quién no recuerda a Flipper?) para mostrar no sólo cómo la ambición del hombre daña de modo constante y muchas veces irreversible a una naturaleza concebida para sostener su propio equilibrio sin la maliciosa intervención del sujeto sino que, logra cierta epifanía que permite ver al fin del pasillo una luz que nos muestra que es posible cambiar. Un delfín no sobrevive sin nadar, los sujetos no sobrevivimos sin esperanza, apenas vegetamos. ¿Cómo se logra? He aquí la cuestión… Hermosa música y una gran dirección de fotografía que logra captar ese mundo azul en dónde Winter debe vivir, completan la recomendación de este film. Para toda la familia, con bellas imágenes, Winter, el delfín nos aleja por un rato del tormento de los trasnformers, narcotraficantes, comedias amorosas previsibles y del apocalipsis diario que causa muchas amputaciones mentales. Al fin una para que veamos todos.
Un oscuro día de justicia La última película de Ulises Dumont dirigida por Francisco D'Intino y postergada 3 años, ya está en los cines porteños contando una historia tan posible como el país que la alberga. Cosas de la industria o de quién sabe qué obstáculo El fin de la espera, uno de los últimos trabajos del recordado y entrañable Ulises Dumont se filmó en 2008 y se estrenó el jueves próximo pasado. Aquí, Ulises compone a Jacinto, un hombre cuya solidaridad y esperanza en cambiar algo lo hacen sostener un espacio en un paraje rural donde los despojados cultiven y cosechen y logren así una mínima inserción en lo que conocemos tan bien. Un entramado social devastado por las sucesivas caídas y olvidos del Estado. Las tierras que una fundación le otorga para hacer funcionar su sueño luego tratan de serle arrebatadas y allí Jacinto se enfrenta con una verdad, los amigos de ayer, cuando devienen en sujetos con un mínimo poder, cambian. Nosotros los de entonces ya no somos los mismos decía Don Pablo Neruda. Dumont que supo componer héroes que estando parados sobre una pirámide de naipes se convirtieron en justos buscadores de la equidad, tampoco falla aquí y es acompañado por un elenco elegido ex profeso en el interior para dotar de mayor realismo a una historia que sin data ni nombres de padrón puede y seguramente es real, varias veces. Niños que huyen ante el desbarranque de la situación, paraderos que preocupan al alma de la granja y que muestran su amor por la causa de los más necesitados y la responsabilidad de cuidar de una embarazada y un niño. Nada lo amedrenta y Jacinto saca a relucir una faceta impensable hasta el momento de mayor crisis. La cámara de D`Intino consigue el intimismo necesario para brindar esa calidez que sólo alguien con compromiso social y un gran amor al prójimo tiene dentro de sí. Bellos paisajes tucumanos en dónde lo bucólico corre siempre el peligro de ser velado por la corrupción son parte de una historia lamentablemente habitual, la del hombre timado en su utopía más querida. El final depara sorpresas en un buen film que nos da la oportunidad de volver a ver a Ulises y recordar porqué lo queremos tanto.